Delegar implica que varios hábitos personales estén integrados en la conducta
de quien delega. Hay quien no delega porque no confía en su equipo, o porque
es una persona excesivamente controladora, o porque considera que puede quedar en evidencia que su propio desempeño podría mejorar y tiene miedo; también encontramos personas que no llegan a delegar porque piensan que nadie hace las cosas tan bien como ellas, que nadie es tan perfecto; igualmente encontramos quien no delega porque no sabe trabajar en equipo. Y algo recurrente es que la experiencia de quien delega o ha delegado alguna vez no es del todo buena, y la razón es que la comunicación entre quien delega y el delegado no es efectiva. No delegar puede ser una pérdida de tiempo y de dinero que, en muchas ocasiones se traduce en aumento de estrés y ansiedad. El resultado es que se acaban perdiendo oportunidades. El tiempo que se gana al delegar funciones, permitirá poder concentrarte en la estrategia global y dedicar tiempo a los temas importantes y urgentes.