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RESUMEN

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades psiquiátricas complejas,


multicausadas, que afectan principalmente a adolescentes y mujeres jóvenes. El diagnóstico
más frecuente durante la adolescencia es el de TCA no especificado, seguido por el de
anorexia nervosa y bulimia nervosa. Todos estos trastornos comparten síntomas cardinales
tales como la preocupación excesiva por la comida, peso y/o figura corporal y el uso de
medidas no saludables para controlar o reducir el peso corporal.

Los TCA muchas veces se acompañan de complicaciones médicas así como psicológicas
que potencialmente pueden dejar secuelas irreversibles para el desarrollo del adolescente.
Para evitar la cronicidad del trastorno, se recomienda un tratamiento temprano lo cual
requiere de un diagnóstico y derivación oportunos a un equipo especializado.

Este equipo requiere ser interdisciplinario con experiencia tanto en TCA como en
adolescencia, para poder abarcar las diversas facetas del trastorno así como las
particularidades y desafíos que implica su aparición durante la adolescencia.
INTRODUCCIÓN

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades de salud mental


complejas, multicausadas, que afectan principalmente a adolescentes y mujeres jóvenes.

Los TCA representan la tercera enfermedad crónica más común entre las jóvenes llegando
a una incidencia del 5%. Si bien es un trastorno cuya aparición es más común entre las
mujeres, los varones se ven afectados por estos es una proporción de 1:10.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha ubicado a los TCA entre las enfermedades
mentales de prioridad para los niños y adolescentes dados el riesgo para la salud que
implican. El diagnóstico más frecuente entre adolescentes es el Trastornos Alimentario No
Especificado (TANE), seguido por el de Anorexia Nervosa y, finalmente, el de Bulimia
Nervosa . (1)

Estos trastornos abarcan factores psicológicos, físicos, y elementos del medio ambiente en
su etiología, desarrollo y mantenimiento (2) y comparten síntomas cardinales tales como la
insatisfacción con la imagen corporal o una influencia anormal de ésta en la valoración
personal, preocupación persistente e interferente por la comida, peso y/o forma corporal y
el uso de medidas no saludables para controlar o reducir el peso, las que derivan en un
deterioro significativo del bienestar psicosocial y físico de quienes los sufren. Muchas
veces su curso es crónico, lo que conlleva consecuencias que pueden abarcar desde la
morbilidad médica y psiquiátrica hasta la muerte, debido a complicaciones médicas y
suicidio (3-5). Su pronóstico mejora notablemente cuando el diagnóstico es realizado
dentro de los tres primeros años de la enfermedad, por lo que el diagnóstico precoz es
fundamental para mejorar su pronóstico y prevenir la cronicidad

Una gran parte de las adolescentes que sufre de estos trastornos no consulta directamente
por ello ya que, en general, la conciencia de enfermedad y motivación para el cambio son
escasas, a pesar de que la salud física y psicológica se encuentre severamente amenazada
por la enfermedad. Las adolescentes, muchas veces son detectadas por sus padres,
profesores o pares, siendo forzadamente llevadas a consultar. Las consultas, en estos casos,
se realizan a médicos generales, nutricionistas o nutriólogos o, en una gran proporción a
médicos que pueden atender a los problemas asociados a los TCA (por ejemplo, problemas
ginecológicos tales como ausencia de menstruaciones, dentales tales como erosiones del
esmalte, etc.). Este hecho remarca la importancia de que los médicos no especialistas en el
tema posean las herramientas necesarias que les permitan sospechar el diagnóstico y actuar
oportunamente para conseguir una derivación exitosa a un equipo especializado de
profesionales.
TRASTORNO DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA

Los trastornos de la conducta alimentaria se definen como alteraciones específicas y


severas en la ingesta de los alimentos, observadas en personas que presentan patrones
distorsionados en el acto de comer y que se caracterizan, bien sea por comer en exceso o
por dejar de hacerlo; lo anterior en respuesta a un impulso psíquico y no por una necesidad
metabólica o biológica. Este grupo de enfermedades es complejo y engloba a una serie de
entidades patológicas que, aunque comparten ciertos atributos, varían enormemente en
cuanto a sus expresiones físicas, psicológicas y conductuales. A pesar del gran despliegue
de recursos utilizados en las últimas décadas para su comprensión, el origen preciso de
estas alteraciones aún no ha podido ser dilucidado. Los dos tipos principales de trastornos
de la conducta alimentaria son: anorexia y bulimia nerviosas. Otra categoría la constituyen
los "trastornos de la conducta alimentaria no especificados (TANE)" que codifican los
trastornos que no cumplen los criterios para uno específico.

Los trastornos de la conducta alimentaria son más frecuentes en las mujeres y,


generalmente, se inician durante la adolescencia o la juventud temprana, aunque existen
reportes de casos donde aparecen en la infancia o en la vida adulta.2 Estas enfermedades,
que están caracterizadas por su cronicidad así como por la aparición frecuente de recaídas,
provocan a su vez alteraciones en el funcionamiento psicosocial de los individuos, ya que,
además de poseer un efecto devastador en los pacientes y en sus familias, se asocian a un
alto riesgo de conductas suicidas.2,3 Además, frecuentemente se presentan en asociación
con otros trastornos psiquiátricos como son: depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-
compulsivo y abuso de sustancias, lo que determina un marcado deterioro en el
funcionamiento social. Estas enfermedades pueden poner en riesgo la vida de los que las
padecen.4

El incremento en el número de casos de alteraciones de la conducta alimentaria ha hecho


que estos padecimientos constituyan uno de los problemas psiquiátricos de mayor
prevalencia en el mundo de hoy, con el consecuente impacto a la salud pública, tanto por
los aspectos médicos y psicológicos, como por los altos costos que el manejo de las mismas
requiere.Un análisis reciente determinó que la prevalencia de los trastornos de la conducta
alimentaria es mayor en los países occidentales que en los orientales, pero que en ambos
tipos de culturas se ha incrementado de manera constante en los últimos años.
Anorexia nerviosa

La anorexia nerviosa es el trastorno de la alimentación que más se ha estudiado y en la


actualidad es considerada una grave enfermedad psiquiátrica caracterizada por la
incapacidad de mantener un cuerpo saludable normal en relación con el peso, aspecto que
se constituye en una obsesión, observándose insatisfacción permanente con la delgadez
alcanzada, aun cuando se haya llegado a niveles de emaciación. Los pacientes siguen
insatisfechos con el peso alcanzado y con la forma de sus cuerpos; asimismo, desarrollan
alteraciones en otras conductas para así perpetuar e incrementar la pérdida de
peso, i.e. purgas, dietas, ejercicio excesivo o ayuno. En estos pacientes se observa que el
único estímulo existente en la vida es perder cada vez más y más peso. En general, la
presencia de algún trastorno de la ansiedad precede al trastorno alimentario y de existir
depresión, ésta generalmente persiste aún después de la recuperación que se observa en
algunos casos. A su vez, todas estas conductas aberrantes producen, entre otras:
alteraciones endocrinas, hidroelectrolíticas, cardiovasculares, digestivas, hepáticas y
neurológicas.

El diagnóstico diferencial de esta entidad se lleva a cabo principalmente con la anorexia


secundaria a depresión. Si bien las pacientes con anorexia nerviosa presentan casi siempre
rasgos de depresión y una problemática personal y familiar importante, e incluso con
frecuencia se benefician del uso de antidepresivos, la depresión no es el origen de las
alteraciones en su conducta alimentaria. Además, la psicopatología de la anorexia nerviosa
dista mucho de lo observado en la depresión que se acompaña de anorexia secundaria.41 El
diagnóstico diferencial entre ambas entidades con frecuencia es difícil y muchas veces se
elabora luego de varias consultas, e incluso después de la prescripción de antidepresivos. Si
bien en la anorexia secundaria puede ser necesaria la psicoterapia, los objetivos iniciales de
ésta son diferentes de aquellos que se tienen en la anorexia nerviosa. Asimismo, hay que
señalar que algunos cuadros psicóticos se acompañan de anorexia secundaria.

Bulimia nerviosa

El segundo trastorno de la alimentación mejor caracterizado es la bulimia, cuya etiología


específica también es aún controvertida. La característica primordial de esta enfermedad es
que la persona sufre episodios de atracones compulsivos, pero la preocupación que tiene de
no ganar peso conduce hacia conductas compensatorias de control para evitar la ganancia
de peso, seguidas éstas de un gran sentimiento de culpabilidad y sensación de pérdida de
control. Estas pacientes, utilizan diferentes medios para intentar compensar los atracones,
siendo el más habitual la provocación del vómito; otras conductas son: uso excesivo de
laxantes o de diuréticos, el ayuno y ejercicio físico muy intenso. Todas estas conductas son
realizadas con el fin de no incrementar el peso. Los efectos inmediatos de vomitar consisten
en la desaparición del malestar físico y la disminución del miedo a ganar peso.En forma
habitual, estos pacientes desarrollan un patrón alimentario cíclico caracterizado por
abstenerse de ingerir alimentos en las primeras horas del día y comer excesivamente,
seguido de conductas purgativas por la tarde o la noche. Al día siguiente, los sentimientos
de culpa los llevan a reforzar la abstinencia alimenticia con la repetición del ciclo antes
descrito. Este tipo de pacientes en muchas ocasiones presentan conductas de abuso de
alcohol o drogas junto con la bulimia.

Tratamiento interdisciplinario de los trastornos de la conducta alimentaria

Los grupos interdisciplinarios para el tratamiento de enfermedades crónicas surgen de la


ausencia de tratamientos específicos que puedan ser aplicados por un solo médico tratante.

En el caso de los trastornos de la conducta alimentaria, además de lo anterior, se agrega la


gran dificultad de que no existen tratamientos farmacológicos o nutricionales de eficacia
demostrada.

El tratamiento se basa en programas más o menos estructurados que incluyen:

1. La psicoterapia (ya sea cognitivo conductual, psicoanalítica, familiar) pretende cambiar


las conductas alimentarias y los pensamientos irracionales, explorar qué función tiene el
síntoma, para así favorecer la construcción de estrategias emocionales adecuadas. La
psicoterapia familiar pretende modificar las relaciones entre los miembros.

2. Las estrategias de apoyo durante el proceso psicoterapéutico que incluyen: a) vigilancia y


tratamiento de las comorbilidades endocrinas, metabólicas, gastrointestinales, etc.; b)
vigilancia y tratamiento de las co-morbilidades psiquiátricas: depresión, trastornos
obsesivos compulsivos, alteraciones del sueño, etc.

3. Un programa psicoeducativo que permita una mejor comprensión del padecimiento tanto
al paciente como a sus familiares. Sostiene que el tratamiento eficaz debe tener en cuenta la
interdependencia entre la mente y los factores biológicos que sufra la persona. En estos
programas se da una noción más clara de que el tratamiento no es una intervención puntual
sino un proceso gradual que lleva meses o años.
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