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Aportes de la Etnia China a la Sociedad Panameña y Su Participación en las

Construcciones del Ferrocarril y del Canal de Panamá.

A mediados del siglo 19, miles de chinos llegaron a trabajar a Panamá en las construcciones
del ferrocarril y del canal.
Estos mismos formaban parte de los obreros, quienes fueron reclutados bajo contratos para
trabajar en varios países del continente americano en las tareas que hasta el siglo XIX habían
sido desempeñadas por los esclavos africanos.
A pesar que el gobierno imperial chino no permitía la emigración, cientos de miles de chinos
fueron reclutados para trabajar en las minas de oro, en la construcción de ferrocarriles, en
el cultivo de caña, del tabaco y del caucho, en la producción de azúcar, en la extracción de
guano, en las minas de plata y en la siembra y cosecha de diversos productos agrícolas en
América, Asia, África y Oceanía.
Más de medio millón de chinos llegaron al continente americano, especialmente a los
Estados Unidos, Perú, Cuba, Canadá, Surinam, las islas del Caribe, Colombia, México, Brasil,
Venezuela y otros países del área.
Siete años antes, los estadounidenses William Aspinwall, John L. Stephens y Henry Chancey
habían obtenido de Colombia la concesión para la construcción del primer ferrocarril
transoceánico.
Los primeros chinos que llegaron a Panamá habían sido reclutados por la Compañía del
Ferrocarril de Panamá en 1852, 1853 y 1854 a través de contratistas de Kwantung (Cantón),
China. Por cada trabajador chino, la Compañía del Ferrocarril les pagaba a los contratistas
$25 mensuales.
El ferrocarril se estaba construyendo en un área que era una jungla húmeda y sofocante,
con terrenos pantanosos, lleno de animales salvajes, plagado de mosquitos y desprovisto
de las condiciones sanitarias básicas. Debido a la situación actual del ambiente, muchos
trabajadores chinos se enfermaron y murieron. Después de hacer algunos recorridos por
las áreas de la construcción del ferrocarril, los chinos llegaron a Matachín, donde fueron
recibidos con gritos y burlas por los irlandeses, quienes se consideraban superiores a los
otros grupos. La Compañía del Ferrocarril ubicó a los chinos en un campamento lo más
alejado a los irlandeses. A pesar que se les pagaba a los chinos un tercio menos que a los
trabajadores blancos, los jefes quedaron impresionados de los chinos pues eran
disciplinados y no causaban problemas.
Luego de una jornada de 12 horas de trabajo los chinos regresaban a sus campamentos. Allí
descansaban, se bañaban con agua perfumada, se cambiaban de ropa, comían, cantaban,
jugaban, tocaban sus instrumentos de cuerda, fumaban las pipas con opio. Por otro lado
esto comenzó a disgustarle a los irlandeses porque sus costumbres eran totalmente
diferentes, sobretodo, el fumar opio de los chinos era lo que más les disgustaba.
Un irlandés que sabía leer y escribir le escribió una carta a un sacerdote católico en Nueva
York en la que acusaba a la Compañía del Ferrocarril de traficar con drogas. Esto trajo
consigo la detención de suministros de opio a los trabajadores chinos.
Sin la droga que los ayudara a soportar las duras condiciones laborales, presos de la soledad
por encontrarse lejos de sus familias, enfrentados a diferencias lingüísticas y culturales,
carentes de alimentos adecuados, y víctimas de problemas sociales y enfermedades, los
chinos se tornaron más melancólicos, se retrasaron en sus labores, se deprimieron y se
enfermaron. Muchos optaron por suicidarse. Según los registros oficiales, 567 chinos
terminaron sus vidas.
Al iniciarse la construcción del Canal de Panamá por parte de los Estados Unidos, una
empresa quiso traer trabajadores chinos de la China, Cuba, Jamaica, Guyana, Hong Kong y
Filipinas, pero el gobierno chino tampoco autorizó dicha contratación. Sin embargo, 2,800
trabajadores chinos se embarcaron y llegaron a Panamá. Debido a que la Ley de Exclusión
de Chinos de los Estados Unidos se encontraba vigente, las estadísticas del número de
chinos que trabajaban en el canal no eran muy confiables.
A fines de 1906, el Ingeniero Jefe del Canal, John Stevens, quiso contratar a chinos ya que
su experiencia personal en la construcción de un ferrocarril en los Estados Unidos había sido
muy positiva. Los anuncios reclutando chinos aparecieron en los periódicos y cuatro
empresas presentaron sus propuestas. Esta propuesta de contratación levantó una ola de
protestas en los Estados Unidos, en Panamá y en la China, por lo cual el Ing. Stevens se vio
obligado desistir de su idea y a reclutar trabajadores de Barbados, Guadalupe, Martinica y
Jamaica.
Después que los trabajos del Ferrocarril y del Canal concluyeron , los chinos que se
quedaron en Panamá se dispersaron a diversas regiones del país y comenzaron a dedicarse
al comercio o a labores del campo, negocios de suministro de alimentos, mercancía seca,
fondas, cantinas y servicios diversos . La mayoría eran solteros, viudos o casados con sus
esposas en China y las pocas mujeres que los habían acompañados eran ancianas o de edad
media. Algunos chinos comenzaron a traer a sus esposas de China mientras que otros chinos
formaron sus hogares con mujeres locales.
A medida que sus condiciones económicas mejoraban, muchos pudieron establecer sus
propios negocios y a traer a otros familiares de la China.
Se caracterizaron como personas honestas y confiables, a los cuales se les podían otorgar
crédito ya que pagaban sus deudas con prontitud. También dieron a conocer en la
comunidad panameña nuevas variedades de hortalizas que se introdujeron en la dieta
diaria, tales como la remolacha, la zanahoria y otras raíces. Poco a poco, los chinos fueron
aprendiendo a convivir en un país muy diferente a su tierra natal; empezaron a hablar y a
comunicarse en un idioma nuevo, mientras trataban de conservar el suyo; comenzaron a
relacionarse con personas de costumbres distintas a las de ellos; y aceptaron las
oportunidades que esta nueva tierra les iba ofreciendo a ellos y sus familias.
Además de los aportes antes mencionados, el «fiado», el «cuartillo» y la «ñapa» o
«pezuña», los chinos también introdujeron en Panamá el mafá, el consumo del arroz, la
inclusión de legumbres y vegetales en la dieta panameña, el gusto local por la comida china,
el uso del feng shui, la acupuntura y los masaje terapéuticos, la curación por medio de
hierbas y raíces, y «la tienda del chinito», que se encuentra en los lugares más remotos,
tiene “de todo” y está abierta hasta altas horas de la noche.
El Gobierno Nacional ha honrado a la comunidad china a través de varias acciones, entre las
que se encuentran la emisión de un sello postal denominado «Presencia China en Panamá»;
la inclusión de un monolito para la comunidad china en la Plaza de la Cultura y las Etnias, y
la declaración del 30 de marzo como Día Cívico y de Conmemoración de la Etnia China
Nacional.
Hoy en día, se cuentan ocho generaciones de chinos, orgullosos de su origen, quienes
contribuyen a los desarrollos económicos, culturales, sociales, políticos y tecnológicos de
Panamá a través de su trabajo, sus tradiciones, sus valores, su cultura milenaria, sus
recursos, y su amor por la tierra que acogió a sus antepasados, quienes lo convirtieron en
su nuevo hogar y el de todos sus descendientes.

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