LOS CONFLICTOS INTERNACIONALES: ENTRE LO COMÚN Y LO DIVERSO
Pese a la diversidad de los actores que intervienen en los conflictos internacionales y la
multiplicidad de intereses que hacen parte de los mismos, es posible visualizar en ellos ciertos aspectos comunes que permiten dimensionarlos en términos generales. La primera convergencia y quizá la más evidente, tiene que ver con la definición de “conflicto” - entendido éste como una situación que implica un problema, una dificultad y que puede suscitar posteriores enfrentamientos- en la medida en que la génesis de cualquier conflicto internacional radica necesariamente en la contraposición de dos intereses, más allá de su naturaleza y contenido. En efecto, a la hora de identificar su causa determinante no es posible aludir exclusivamente a aspectos de índoles económica, política, religiosa, cultural o social, sino únicamente a dicha contraposición, tal como se evidencia en el caso de la Guerra de las Malvinas, la Guerra contra el Terrorismo a partir de 2001 y los conflictos de Colombia con Venezuela, Nicaragua y Ecuador de los últimos años, donde sus causas generadoras van desde luchas por el territorio hasta enfrentamientos ideológicos, de tal suerte que no se podría hablar de una causa única, sino de varias causas, que en todo caso siempre ocasionan una tensión entre los Estados. Ahora bien, otro elemento común que presentan los conflictos internacionales y que incluso va más allá de la dinámica que se da entre los actores durante el desarrollo de los mismos, tiene que ver con lo que podría denominarse un “despertar del nacionalismo” en quienes se sienten identificados con uno u otro bando, el cual se traduce en el sentido de pertenencia que experimentan los individuos que pertenecen a los Estados involucrados y que encuentran en el interés en disputa un elemento unificador, es decir, al presentarse un conflicto internacional, éste genera la unión de una nación entera en la defensa y consecución de un objetivo que consideran común y que los lleva incluso a la superación de sus divisiones internas. Lo anterior puede evidenciarse en el caso de la Guerra de las Malvinas, donde la recuperación del territorio de las islas se convirtió para la Argentina en un deseo común en medio de la fuerte crisis de legitimidad que experimentaba la dictadura, a tal punto que una vez fracasado su intento esto conllevó inevitablemente a acelerar dicha crisis. El mismo evento se produjo en la Guerra contra el Terrorismo a partir de 2001, en donde el establecimiento de un enemigo común despertó en los estadounidenses un sentimiento de lealtad hacia su nación que condujo a la unión de republicanos y demócratas y que además, elevó en un alto índice la popularidad del gobierno. Finalmente, en el caso de Colombia es posible traer como ejemplo el conflicto entre esta última y Nicaragua, donde la conservación del territorio de las Islas de San Andrés y la eventual pérdida de una gran porción de mar que antes pertenecía a la primera, ocasionó el surgimiento de un sentimiento de indignidad en la nación colombiana, independientemente de sus diferencias ideológicas. En ese sentido, es válido afirmar que los conflictos internacionales constituyen un generador del despertar nacionalista y además, representan un factor decisivo en el aumento o pérdida de legitimidad de las instituciones estatales. Así mismo, cabe recalcar que dicho nacionalismo se ve exacerbado en los casos en que las agresiones se producen hacia todo aquello que los individuos perciben como propio e inviolable y dentro de los cual se encuentra el territorio, bien sea porque se trate de una amenaza de pérdida o porque el bando opuesto se haya introducido al mismo de manera violenta o arbitraria, convirtiendo de esa manera al territorio en un elemento sacro, cuya influencia es determinante en los conflictos internacionales desde el punto de vista estratégico, político, económico y social. En virtud de lo anterior es que es posible aludir a las ofensas al territorio como un elemento común de los conflictos internacionales. En efecto, en el caso de los tres conflictos enunciados anteriormente Argentina, Inglaterra, Estados Unidos, Nicaragua y Ecuador sintieron en cada uno de sus conflictos que su territorio fue usurpado, atacado o irrumpido, en razón de lo cual decidieron adoptar represalias contra quienes ellos consideraban los vulneradores de la sacralidad de la que gozaba su territorio. En el caso estadounidense se presentó una intromisión, en el argentino y el nicaragüense un “robo injustificado” y finalmente, en el caso de la introducción de fuerzas colombianas a Ecuador una violación a la soberanía territorial. Empero, el hecho de que los conflictos internacionales se produzcan por dichas causas no quiere decir que con la erradicación de las mismas sea posible su eliminación, debido a que éstos, al igual que la guerra, son un fenómeno inevitable de la dinámica y la vida en sociedad. Por ese motivo, la única opción factible es el establecimiento de métodos de resolución que logren disminuir al máximo su duración y el impacto de las agresiones que se produzcan entre los Estados, tales como el diálogo a través de organismos internacionales, la integración cada vez mayor de los Estados, la creación de organizaciones no gubernamentales destinadas a la mediación entre los bandos en tensión -con el fin de que éstos lleven a cabo procesos de conciliación en las que se adopten decisiones de carácter vinculante para los Estados- y finalmente, la creación de una normativa internacional destinada a brindar parámetros que orienten la manera en que deben llevarse a cabo dichos diálogos. Sin embargo, tal como se señaló los conflictos internacionales son, fueron y seguirán siendo un hecho inevitable, cuya dinámica seguirá estando marcada por lo común y lo diverso.