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MARCO TEORICO DE TRAST5ORNO DE ESTRÉS POST TRAUMATICO

Aunque el término clínico de TEPT surge desde los años setenta, después de los estudios
realizados con excombatientes de la guerra en Vietnam (1964 – 1975), sólo aparece
descrito nosológicamente dentro de los trastornos de ansiedad por primera vez en la
tercera versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA,
1980). Las manifestaciones clínicas se comenzaron a estudiar en la población militar. Solo
en las últimas décadas se puede demostrar que cualquier individuo, vulnerable, puede
presentar un TEPT (Téllez – Vargas y Forero Vargas, 2007, p.218). La publicación del
DSM IV aclara que el suceso vivido no tiene necesariamente que encontrarse fuera del
marco habitual de la experiencia humana. (Op. cit. p.172), ya la importancia se pone no
tanto en el hecho traumático, sino en las reacciones de la persona, introduciendo, además,
el criterio de malestar clínicamente significativo, o deterioro funcional. El DSM 5 lo describe
en un apartado independiente para legitimar su carácter distintivo de los demaás
trastornos de ansiedad, incluyendo cuatro grupos de síntomas: re-experimentación,
hiperactivación, evitación y “alteraciones negativas persistentes en las cogniciones y el
estado de ánimo”.
Los síntomas son considerados por el individuo incomodos e invasivos, y para
contrarrestarlos, surge la evitación, como recurso para no enfrentarse a aquello que le
genera malestar físico o psicológico. El individuo está desgastado ya que constantemente
se encuentra hipervigilante. Puede experimentar también un aumento de la activación
fisiológica, lo que sugiere que el individuo está en un continuo estado de lucha o huida
similar al modo en que el cuerpo del sujeto respondió durante el acontecimiento
traumático real (Caballo, 2002, p.172). Es importante anotar que algunos hechos suelen
interpretarse de manera más traumática que otros, por ejemplo, para una persona es
mucho más grave cuando el hecho es producido por una persona muy cercana a él.
Neurobiologicamente, se supone una alteración en la regulación del glutamato, gaba,
noradrenalina, serotonina, acetilcolina, dopamina y de las vías neuroendocrinas, las cuales
juegan un papel fundamental en la psicofisiología. Socialmente, puede influir traumas
infantiles, rasgos de personalidad limite, paranoide o antisocial, un sistema de apoyo
inadecuado, vulnerabilidad genético–constitucional ante la enfermedad, cambios recientes
en el entorno, estrés crónico y abuso de alcohol (Téllez – Vargas y Forero Vargas, 2007,
p.220).
Clark y Beck (2012) mencionan tres categorías de factores de vulnerabilidad que
intervienen en la formación y el mantenimiento del trastorno: a) factores previos al trauma
(ser mujer, pertenecer a un estrato socioeconómico bajo, tener antecedentes psiquiátricos
propios o familiares, tener historia de abuso u otros traumas previos en la población civil);
b) características del trauma (tipo, gravedad y respuesta emocional del individuo), además
de la implicación personal en el acontecimiento traumático, y c) factores posteriores al
trauma (bajo nivel de apoyo social percibido, reacciones negativas de los demás,
estrategias de afrontamiento como negación, autoinculpación, búsqueda de apoyo social y
el desinterés por afrontar el problema).
El TEPT tiene un alto grado de comorbilidad. Blanchard, Buckley, Hickin y Taylor (1998)
mencionan que la relación entre depresión mayor y TEPT es especialmente importante,
ambos trastornos pueden ocurrir simultáneamente como cuadros distintos en los
individuos traumatizados (Clark y Beck, 2012 p.836). Además, personas con TEPT y
depresión comórbida están más angustiados, más deteriorados en las principales
funciones, son más propensos a intentos de suicidio y presentan menores probabilidades
de remisión que los individuos que solo padecen TEPT.
La depresión suele acompañar el TEPT casi en la mitad de los casos (48.5% en mujeres y
47.9% en hombres) (Téllez – Vargas y Forero Vargas, 2007, p.220), por lo que, podría
suceder que el tratamiento de este, estuviera unido crucialmente con la desaparición de
los trastornos comórbidos (Caballo, 2002, p.174)
Tratamiento
Desde la TC se busca modificar las conductas y cogniciones que surgieron como
respuesta al trauma y que lo mantienen el TEPT (Zayfert y Black, 2007, p.3). El tratamiento
se basa en tres componentes: psicoeducación, exposición y reestructuración cognitiva. La
psicoeducación, ofrece información útil y coherente a los pacientes sobre el trastorno,
permite enseñar el modelo cognitivo y la base del diagnóstico, posibilitando que el sujeto
entienda y se haga cargo de su problemática, generando esperanzas para la cura. La
exposición, busca que el paciente se enfrente a los estímulos temidos con el fin de corregir
la interpretación sesgada sobre ellos, a través de imágenes, situaciones reales o
atendiendo a las señales interoceptivas hacia cualquier estimulo. La restructuración
cognitiva se centra en la identificación, evaluación, cuestionamiento y modificación de
esquemas disfuncionales que mantienen los sesgos en el procesamiento de la
información. La idea es llegar a formar una respuesta más adaptativa de la situación y
resignificar el trauma. Otras técnicas reductoras de ansiedad también son utilizadas,
incluyendo la inoculación del estrés, el entrenamiento en control de la ansiedad.

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