Junto a su conocida faceta como compositor en el terreno de la música sinfónica, en el que nos legó obras de gran inspiración y compleja manufactura orquestal, el austriaco Anton Bruckner (1824-1896) también pasó a la historia de la música como uno de los más importantes compositores de música religiosa en el siglo XIX. Es cierto que sus obras en este género no son muy numerosas, pero cada una de ellas es una joya de inspiración y hondura espiritual, notable epifanía de una profunda vida de fe; de hecho, varias de sus obras llevan la dedicación “al bien Dios”. La Misa nº 2 en mi menor, fue compuesta durante su larga estancia como organista de la catedral de San Florián, cerca de la ciudad austriaca de Linz, y estrenada allí en septiembre de 1869. Está escrita para coro mixto a ocho voces y orquesta formada exclusivamente por instrumentos de viento y metales. Alguien dijo que Bruckner intentó recrear, con tales elementos, el majestuoso sonido de un órgano perfecto. La obra es imponente, pero a la vez contrastante en sus elementos y texturas. Es la expresión viva de un hombre de fe que entendió que la música era la mejor manera de glorificar a Dios. Como alguna vez recordé en este espacio, el teólogo suizo Hans Küng dedicó profundas reflexiones sobre este compositor en su libro Música y religión (Trotta, 2014), donde nos dice que Bruckner “está animado por una fe cristiana inquebrantable, más aún, pueril, algo del todo atípico en el mundo musical por entero secularizado de finales del siglo XIX. Pero, a diferencia de lo que con frecuencia se afirma, Bruckner no es un místico musical ni tampoco un compositor de música ‘absoluta’. No; Bruckner compone siempre, incluso cuando escribe música no sacra, como una persona religiosa a la que toda la música le es ‘regalada’ en último término por la gracia divina. Para él, la música es el lenguaje del corazón, y de su corazón se cree de manera jondamente interior; a menudo, mientras compone, reza: ‘¡Dios mío!’. Así pues, Bruckner es un compositor sinfónico religiosamente fundamentado que considera su música como servicio a Dios, como culto divino.” La más famosa de composiciones religiosas es el Te Deum, que fue considerada por el propio compositor como su mejor obra, por lo que llegó a decir que “el día de mi muerte le presentaré la partitura a Dios y me juzgará misericordiosamente.” El Te Deum de Bruckner es música poderosa, llena de lirismo y expresa la alabanza de un alma que conoce sus límites de cara, como decía constantemente Bruckner, al “buen Dios”. Escuchar esta obra es una buena manera de celebrar el cierre del año litúrgico en esta Solemnidad de Cristo Rey. padilla@iteso.mx Bruckner - Te Deum - Herbert von Karajan https://www.youtube.com/watch?v=PLMukLabTtk&t=107s