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PRINCIPIO DEL PENSAMIENTO SOCIAL DE LA IGLESIA: ASPECTOS QUE

ILUMINAN EL CAMPO CTS

Patricio López MSc.

Introducción.

El Papa Francisco dice que la educación será ineficaz y sus esfuerzos serán
estériles, si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la
vida, la sociedad y la relación con la naturaleza.” Ante este reto, el presente capítulo
propone la reflexión de los principios sociales a la luz del magisterio de la Iglesia, en el
contexto del mundo tecnologizado en el que vivimos. En medio de este mundo está una
sociedad que vive una dinámica de interrelaciones que las debe asumir con un sentido
crítico.
Los principios y valores sociales deben ayudar a humanizar los procesos morales
y éticos ante los avances tecno científicos que están expuestos a visiones economicista de
la relación entre ciencia, tecnología y sociedad; para evidenciar sus implicaciones no
siempre consistentes, sino más bien expuestas al mercado de consumo, el crecimiento de
la injusticia y violencia, de la corrupción. Por lo que se presenta, como dice el Papa,
difundir un nuevo paradigma, que como humanidad y a la vez comunidad universitaria
asumimos, esto es el desafío de una toma de conciencia para lograr un uso responsable
de la tecnología en el cuidado del otro, del mundo y del medio ambiente.
Con este fin, la antropología es el horizonte de la auto-comprensión en el que
todos nos movemos y determina nuestra concepción del mundo y las decisiones
existenciales y éticas. En nuestros días, se ha convertido, con frecuencia, en un horizonte
cambiante y fluido en virtud de los cambios socio-económicos, de los movimientos de las
poblaciones y de las relativas confrontaciones culturales, pero también de la difusión de
una cultura mundial y, sobre todo, de los increíbles descubrimientos de la ciencia y de la
técnica.
La ciencia y la tecnología nos han ayudado a profundizar los límites del
conocimiento de la naturaleza y, en particular, del ser humano. Pero una y otra no bastan,
por sí solas, para dar todas las respuestas. Hoy nos damos cuenta cada vez más de que es
necesario recurrir a los tesoros de la sabiduría que se conservan en las tradiciones
religiosas, en la sabiduría popular, en la literatura y las artes, que llegan profundamente
al misterio de la existencia humana, sin olvidar, sino al contrario, redescubriendo, las
contenidas en la filosofía y en la teología.
Entonces, la relación de Ciencia, Tecnología y Sociedad es reciproca si no existe
la ciencia, no existiría la tecnología y a su vez sin la sociedad no existiría las dos
anteriores. Por un lado, la ciencia y la tecnología son factores determinantes en la
organización y las condiciones de vida de la sociedad; por otro lado, la sociedad establece
siempre los procesos y actividades científicas y tecnológicas en un determinado periodo.
Como quise decir en la encíclica Laudato si’” se vuelve actual la necesidad
imperiosa del humanismo, que de por sí convoca a los distintos saberes, […] hacia una
mirada más integral e integradora” (n. 141), a fin de superar la división trágica entre las
“dos culturas”, la humanista-literaria-teológica y la científica, que conduce al
empobrecimiento mutuo, y de fomentar un mayor diálogo entre la Iglesia, la comunidad
de creyentes y la comunidad científica.
La Iglesia, por su parte, ofrece algunos grandes principios para sostener este
diálogo. El primero es la centralidad de la persona humana que hay que considerar como
un fin y no como un medio. Debe estar en relación armoniosa con la creación y, por lo
tanto, no debe comportarse como un déspota con la herencia de Dios, sino como un
custodio amoroso de la obra del Creador.
El segundo principio a recordar es el del destino universal de los bienes, que
también atañe al conocimiento y a la tecnología. El progreso científico y tecnológico sirve
al bien de toda la humanidad, y de sus beneficios no pueden disfrutar solamente unos
pocos. De esta forma, se evitará que el futuro agregue nuevas desigualdades basadas en
el conocimiento y aumente la brecha entre ricos y pobres. Las grandes decisiones sobre
la orientación de la investigación científica y la inversión en ella deben tomarse por toda
la sociedad y no estar dictadas únicamente por las reglas del mercado o el interés de unos
pocos.
Finalmente, sigue siendo válido el principio de que no todo lo que es técnicamente
posible o factible es, por lo tanto, éticamente aceptable. La ciencia, como cualquier otra
actividad humana, sabe que tiene límites que se deben observar por el bien de la
humanidad misma, y requiere un sentido de responsabilidad ética. La verdadera medida
del progreso, como recordaba el beato Pablo VI, es lo que está dirigido al bien de cada
hombre y de todo el hombre. (Librería Editorial Vaticano, 2017)
1. Naturaleza del Pensamiento Social de la Iglesia (PSI).
La comunidad Universitaria Salesiana, heredera de un largo camino de servicio
en el campo social a los jóvenes, a la Iglesia y al mundo, en este aporte a la reflexión
universitaria, quiere compartir el PSI en el campo de la ciencia y la tecnología, y que lo
ubicamos en un diálogo entre la revelación y el Magisterio de la Iglesia Católica con las
ciencias sociales, y atiende especialmente la dimensión ético-social de las relaciones que
se dan entre las personas y las instituciones en una colectividad.
“Por tanto, su naturaleza es de carácter teológico, y específicamente teológico-
moral, ya que se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas. Se
sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con las situaciones del mundo y se
manifiesta en los esfuerzos que realizan los individuos, las familias, operadores culturales
y sociales, políticos y hombres de Estado, para darles forma y aplicación en la historia”.1
En nuestra reflexión vemos esta naturaleza teológico-moral desde el campo
académico en el que la ciencia y la tecnología juegan un papel importante, por lo que
rescatamos un pensamiento del Papa Francisco expresado en la Audiencia con la

1
Compendio de la Doctrina social de la Iglesia.
Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo de la Cultura el año 2018 en el que se expresaba
así:
“La ciencia y la tecnología nos han ayudado a profundizar los confines del
conocimiento de la naturaleza, y en particular del ser humano. Pero ellas solas no
son suficientes para dar todas las respuestas. Hoy nos damos cuenta que es necesario
volver a los tesoros de la sabiduría conservados en las tradiciones religiosas, en la
sabiduría popular, en la literatura y en el arte, que tocan en profundidad el misterio de la
existencia humana, sin olvidar, es más, redescubriendo aquellos contenidos en la filosofía
y la teología”2.
Las palabras del Papa Francisco nos ponen de cara a esta realidad nueva y a la vez
antigua de valorar la sabiduría humana de cara a los avances de la ciencia, en un diálogo
con otros saberes, hoy con rostro de tecnología. Somos los herederos de varios siglos de
descubrimientos y con ellos de profundos cambios en las relaciones humanas, la lista sería
larga, pero enunciemos algunos, el motor a vapor, el ferrocarril, el telégrafo, la
electricidad, el automóvil, el avión, las industrias químicas, la medicina moderna, la
informática y, más recientemente, la revolución digital, la robótica, las biotecnologías y
las nanotecnologías. La tecnología ha remediado innumerables males que dañaban y
limitaban al ser humano.
No podemos dejar de valorar el progreso técnico, especialmente en la medicina,
la ingeniería y las comunicaciones. ¿Y cómo no reconocer todos los esfuerzos de muchos
científicos y técnicos, que han aportado alternativas para un desarrollo sostenible?
En este diálogo, sin embargo, no se puede ignorar que varios avances científicos
han puesto al ser humano frente a senderos peligrosos; por ejemplo, las amenazas que se
ciernen en torno a la energía nuclear, la biotecnología, la informática, la sobresaturación
del aire por la contaminación y tantos otros han dado al ser humano una autoafirmación
que ha perdido en muchos casos la proporcionalidad frente al uso y al abuso de dichos
avances; sobre todo a los que tienen el poder económico para utilizarlo, un dominio
impensable sobre el resto de la humanidad y sobre el mundo entero. Lastimosamente otro
peso difícil de aceptar y corregir es la vulnerabilidad frente a los actos de corrupción a la
que están expuestos especialmente quienes están en puestos de poder y administración de
recursos, que muchas veces en lugar de llegar a los destinatarios, se quedan alimentado
los bolsillos de los mediadores de esas recursos y ayudas.
Afirma el papa Francisco que nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma
y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo
está haciendo ya (Laudato sii, n. 104). Cabría preguntarnos ¿quiénes tienen este poder?,
¿qué tan cuidadosos del uso de ese poder han demostrado? ¿Qué puede aportar la
naturaleza del PSI a la ciencia y a la tecnología y viceversa? Frente a estos desafíos no
solo de los líderes mundiales, sino de cada uno de los llamados ciudadanos de a pie, es
oportuno hacer un contrapeso ético con la reflexión desde los criterios de la naturaleza

2
https://es.aleteia.org/2017/11/18/papa-francisco-la-ciencia-y-la-tecnologia-son-importantes-pero-no-
suficientes/
del PSI, esto es desde la sabiduría teológico-moral, como nos dice el Papa. Por lo que, en
este capítulo queremos darle una mirada al aporte que la Iglesia da a la reflexión ética
desde esta sabiduría madurada en siglos.
2. Núcleo del Pensamiento Social de la Iglesia (PSI)
El PSI, es un patrimonio de enseñanzas que se ha ido organizando en el tiempo,
pero más sistemáticamente a partir del siglo XIX. Este pensamiento de la Iglesia se
organiza con la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891), bajo el nombre de
"Enseñanza Social", como un conjunto de principios de reflexión de valor permanente,
criterios de juicio y orientaciones para la acción (OA 4) dirigida a todos los que están
interesados de estas orientaciones sociales.
La Iglesia en su misión cumple con ayudar a iluminar la situación social,
económica, política y cultural de cada época en orden a tomar conciencia de las
problemáticas y contribuir a transformarlas.
Esta enseñanza se presenta en documentos de diverso rango: Encíclicas,
Exhortaciones Apostólicas, Radiomensajes, Cartas Apostólicas, Pastorales. El
documento más habitual es la Encíclica, es decir, una "carta circular" que un Papa dirige
a un sector o toda la Iglesia, o también a toda la humanidad.
Desde el Papa León XIII, se han escrito las llamadas encíclicas sociales 3. El Papa
Juan Pablo II lo refiere con estas palabras: “Para la Iglesia, el mensaje social del
Evangelio no debe considerarse como una teoría, sino, por encima de todo, un
fundamento y un estímulo para la acción” 4 Este es el desafío, leer los acontecimientos
humanos a la luz de la fe y hacerla vida en los diferentes contextos en los que los
cristianos, y las personas de buena voluntad, viven. Aproximemos este patrimonio en las
páginas siguientes.
2.1. Punto de partida: el ser humano
La preocupación de la Iglesia ha sido siempre el ser humano, no un ser humano
en abstracto, sino concreto: ese hombre de a pie, que sufre, que está rodeado de
innumerables desafíos sociales, pero que a la vez desde su fe y su cultura está abierto a la
esperanza, a vivir en comunión y en paz; este ser humano que está al centro de la reflexión
y que ha tomado un protagonismo en los destinos de este mundo en el que vivimos, pero
este ser humano debe vivir también en perspectiva, ya que si bien es la especie
protagonista del quehacer en el mundo, no debe olvidar que también su permanencia en
este mundo depende de los otros seres que comparten el mundo con él. Parafraseando a
Leonardo Boff, él nos recuerda que, nuestro antropocentrismo se convierte en la madre
de todas las distorsiones; ya que, si nos consideramos el ombligo del mundo y que las

3
Las encíclicas con sus siglas son: Rerum Novarum, RN (León XIII, 1891); Quadragesimo Anno, QA
(Pío XI, 1931); Mater et Magistra, MM (Juan XXIII, 1961); Pacem in Terris PT, (Juan XXIII, 1963);
Populorum Progressio, PP, (Pablo VI, 1967); Octogesima Adveniens, OA, (Pablo VI, 1971); Evangelii
Nuntiandi, EN, (Pablo VI, 1975); Laborem Exercens, LE, (Juan Pablo II, 1981); Sollicitudo Rei Socialis,
SRS, (Juan Pablo II, 1987); Centesimus Annus, CA, (Juan Pablo II, 1991); Caritas in veritate, CiV,
(Benedicto XVI, 2009), Laudato sii, LS, (Papa Francisco, 2015).
4
Centesimus Annus (CA) n. 57.
cosas han sido hechas sólo y exclusivamente para nosotros, y nos olvidamos de todo lo
que nos rodea y de nuestra completa dependencia de ellos, se acelera nuestra destrucción,
pues al satisfacer todos nuestros deseos, se devasta y deteriora la naturaleza.
Se hace urgente, continúa diciendo, un poco de humildad y vernos en perspectiva.
El universo tiene 13,7 miles de millones de años; la Tierra, 4,45 miles de millones; la
vida, 3,8 miles de millones; la vida humana, 5-7 millones; y el homo sapiens unos 130-
140 mil años. Por lo tanto, hemos nacido hace solo “unos minutos” … Y de sapiens
estamos pasando a ser demens, amenazadores de nuestros compañeros en la comunidad
de vida5.
Este aporte nos permite plantearlo como punto de partida, para saber desde dónde
debemos construir nuestra reflexión, intentar sistematizar un pensamiento, ante la
variedad y diversidad de culturas, de ideologías, de modos de ser, en la realidad de los
hombres de ciencia y embebidos de tecnología. Por lo que debemos promover un diálogo
a la luz de la ética social, y desde el aporte que nos da el Pensamiento Social de la Iglesia.
2.2. La opción fundamental
Como ya se ha dicho, la opción fundamental de la Iglesia es por el ser humano, y,
como diría Paulo VI: “la Iglesia es experta en humanidad”6. En las diferentes realidades
y contextos del mundo, la Iglesia encuentra seres humanos; pero, esta lectura hecha desde
América Latina, nos pone ante un rostro humano que vive en esta realidad.
Los Obispos en Aparecida, Brasil, han dicho: “queremos ratificar y potenciar la
opción del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores”7. Así,
la Iglesia en esta parte del mundo mantiene la opción fundamental hecha por toda la
Iglesia, pero también esta opción se orienta por el ser humano en necesidad; los que están
privados de los bienes materiales necesarios para llevar una vida digna. La pobreza,
socialmente significa, exclusión, insensibilidad ante el dolor de los que no tienen. Por lo
que, desde la ética social, esto es una injusticia, una estructura, en la que la conciencia
social está limitada o no existe.
Frente a esta situación, la Iglesia en América Latina llama a la reflexión para mirar
los rostros sufrientes de los pobres, en ellos el Señor nos llama a servirlos:
“Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Ellos
interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas.
Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado
con los pobres reclama a Jesucristo: Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos
más pequeños, conmigo lo hicieron (Mt 25, 40)”8.
En definitiva, este camino permanente en la preocupación de los hijos de Dios, lo
debemos mantener y recrear en todas las instancias de la sociedad y de la Iglesia, este
llamado se lo hace también, por ejemplo, a aquellos profesionales católicos que tienen en

5
Leonardo Boff, https://evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com/tag/leonardo-boff/page/2/
6
Pablo VI ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el 4 de octubre de 1965
7
Documento de Aparecida n. 396
8
Ídem 393
sus manos la ciencia, la tecnología, las finanzas de las naciones, “a quienes fomentan el
empleo, los políticos que deben crear las condiciones para el desarrollo económico de los
países”9, con el fin de que se unan creativamente a este desafío y den respuesta a la
vivencia de su fe
2.3. Respuesta a los desafíos humanos desde la PSI.
El Papa Juan Pablo II en el discurso inaugural de Puebla decía: “La enseñanza
social de la Iglesia nace a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio auténtico, de la
presencia de los cristianos, en las situaciones cambiantes del mundo, en contacto con los
desafíos que de éstas provienen” (III7). Así, la respuesta que la Iglesia da es la de
contribuir a la construcción de una sociedad justa y solidaria, conforme con los planes de
Dios, donde el hombre sea efectivamente sujeto, fundamento y fin de todas las
instituciones, educando para la convivencia, impulsando para la participación en la
organización, promoviendo la comunión cristiana de los bienes.
Los Obispos, sin ser técnicos, ni tener soluciones temporales, ven la necesidad de
una urgente respuesta ética de los diferentes actores sociales. Esto es, “toda la comunidad
cristiana, en comunión con sus legítimos pastores y guiada por ellos, se constituye en
sujeto responsable de la evangelización, de la liberación y promoción humana”10. Por lo
que, sea en las reflexiones académicas, en la Pastoral Parroquial y de modo especial las
reuniones de obispos, ha hecho una lectura creyente de la realidad del pueblo, para poder
iluminarla con la Palabra de Dios. Esta aplicación de la Palabra de Dios, en el vivir diario
del pueblo, la vivencia cotidiana de los valores encontrados en la fe y en la vida es el
esfuerzo del Pensamiento Social de la Iglesia para encontrar una respuesta inspiradora
para acompañar los diferentes desafíos humanos.
Sin embargo, en una época en que hay una desinformación en torno al aporte de
la Iglesia, conviene precisar que el resultado de sus reflexiones no se convierte en una
ciencia política ni una disciplina económica: la Iglesia no quiere para sí un papel de poder;
no propone "soluciones técnicas" éstas son competencia del Estado o de las instituciones
de la sociedad civil en las cuales, y como una respuesta de fe, deben participar los
católicos.
Tampoco el PSI quiere ser un defensor de algún modelo político o económico.
Esos modelos, en sus avances y acciones, son los responsables de la presencia de graves
injusticias sociales, de métodos y consecuencias moralmente censurables.
Además, El PSI no pretende ser una ideología o como alguna vez se consideró
como una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo. Su cometido es presentar sus
puntos de vista, los cuales tienen implicaciones éticas frente a los distintos proyectos
políticos y económicos, para que a quienes compete, busquen esa vía más adecuada que
proteja la dignidad de la persona humana.

9
Ídem 395
10
Ídem n. 474
En definitiva, al proponerse iluminar e interpretar las situaciones sociales
cambiantes; dijo Pablo VI, la Iglesia no tiene una palabra única que decir ante los
problemas sociales; una misma fe puede llevar a soluciones concretas distintas.
En síntesis, cuatro son las razones fundamentales por las cuales la Iglesia propone
respuestas a los problemas sociales:
1. Lo social no tiene sólo características técnicas, económicas y políticas, sino también
éticas y morales. La misma fe en Jesucristo forma la conciencia del ser humano para
asumir las tareas históricas y para la Iglesia que reclama una legítima competencia,
en otras palabras, la fe apoya el orden social robusteciendo la respuesta moral de las
personas.
2. Muchos problemas sociales tienen su origen y raíz en la corrupción, que está presente
en las esferas humanas, por ejemplo, en las estructuras económicas injustas que
contradicen las orientaciones morales que exige la convivencia humana.
3. Desde luego, las consecuencias que tienen los problemas sociales, también interesan
a la Iglesia, porque las condiciones inhumanas que viven los hijos de Dios, impiden
que se refleje la verdadera realidad.
4. Mediante las enseñanzas del PSI, la Iglesia propone un concepto de vida humana y
cristiana, en justicia y fraternidad, lo cual exige una escucha y un compromiso ante estas
enseñanzas.
La ciencia y tecnología tienen también referentes sociales, institucionales, éticos, en
el apartado siguiente se desarrollan algunos principios y valores que favorecen el diálogo fe
– ciencia.

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Referencia bibliográfica

López, P. (2018). Ciencia, Tecnología y Sociedad, Quito: Universidad Politécnica


Salesiana – Area de Razón y Fe. (Texto en construcción).

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