Sunteți pe pagina 1din 2

Más allá de lo transformacional: el neuroliderazgo.

Por: Dr. Elmar Aldrin Pelekais


pelekais@gmail.com

"Se empieza a salvar el mundo salvando a un hombre por vez; todo lo demás es
romanticismo grandioso o política." — Charles Bukowski.

Algunos miles de años trazan la historia del hombre moderno, explorador por excelencia,
aventurero por curiosidad, valiente por necesidad, salvaje por evolución (o falta de esta), dominante por
instinto, pero sobre todo problemático, por todas las razones anteriores y algunas modernas. En todo
caso nuestra fortaleza evolutiva, el cerebro, rige nuestras emociones y nos ha hecho a su vez vulnerables
al conflicto, un concepto el cual muchos autores califican como “sano” y aunque así lo fuera igualmente
nos afecta desde el primer momento de lo que serán nuestras vidas.

Sin embargo, este arquetipo no pretende generar reacciones de pesimismo sobre nuestra vida,
muy al contrario, hablamos sobre la cotidianidad, y para poder verlo desde el punto de vista positivo en
primer lugar se debe entender.

Algunas de las principales características del liderazgo actual, independientemente de su perfil,


son la capacidades que posee el individuo de solucionar pacíficamente los conflictos, de ser resiliente y
de su inteligencia emocional, pero más allá de ser, se trata de poder educar a su grupo humano al
respecto de todas estas habilidades; en este sentido, es necesario primeramente desarrollar o fortalecer
una etapa primordial para la consecución de estos objetivos, la cual es el autoconocimiento.

Es decir, para poder llegar a concepciones tan importantes como el liderazgo transformacional y
el neuroliderazgo, debemos primero manejar una fase introspectiva relacionada al manejo propio,
condicionada principalmente por la intuición, la perspectiva, los conocimientos y la prospectiva, ya que sin
estas estipulaciones simplemente el papel del líder sería empírico, obviamente importante, pero no tan
completo.

Esto atañe directamente al liderazgo transformacional ya que el mismo se basa en cuatro


dimensiones básicas las cuales son la influencia idealizada, la motivación, la estimulación intelectual y la
consideración individual, todas en conjunto plantean que el líder es capaz de desarrollar misión y visión
empoderadora que da sentido al grupo en sí, además los alienta en pro de altas expectativas a través
del planteamiento de nuevas tareas y enfoques y que esta labor la realiza infundiendo respeto, pero
también mucha confianza, sirviendo también de coach y mentor.
Así mismo, este enfoque se basa en la inspiración del grupo, a través de la trascendencia de
cada individuo (salvando un hombre a la vez), donde se es capaz de tener en él mismo un efecto
profundo y prolongado, basado en altos principios éticos.

Sin embargo, siempre tenemos y tendremos, la capacidad para evolucionar para seguir
desarrollándonos. Mencionaba anteriormente al cerebro como fortaleza evolutiva, lo realmente
interesante al respecto es que ahora somos conscientes de ello, hemos aprendido durante los últimos
cinco años más sobre nuestro cerebro, de lo que habíamos hecho en el resto de nuestra historia y esto se
debe al vertiginoso avance de la tecnología y la investigación principalmente, pero esta cantidad de
información, de cambios, de desarrollo y de avances también poseen su yang, su contraparte y se trata
de la dificultad que tenemos para seguirle el ritmo.

Es por ello, y como dice Braidot, que los verdaderos líderes son quienes tienen el cerebro
preparado para decidir sobre la marcha, en el momento. Ya no hay tiempo para imaginar escenarios
porque la velocidad con las cuales cambian las circunstancias no lo permite. La neurociencia aplicada al
estudio del comportamiento de los líderes aporta valiosos conocimientos acerca de cómo funcionan sus
cerebros y cómo aprenden.

Quizás algunos de los descubrimientos más valiosos se relacionan con características como la
neuroplasticidad, la cual es la capacidad del cerebro de reformarse, remodelarse y reorganizarse, el
neuroaprendizaje (por asociación o por experiencia) donde podemos darnos cuenta que nuestro cerebro
altera o define la percepción de la “realidad” y por último la capacidad atencional, la cual asegura que el
éxito depende de la capacidad de un líder para enfocar e inducir a otros a enfocar la atención con
intensidad y frecuencia en ideas específicas y metas claras.

La verdadera razón de la existencia del liderazgo se basa en la resolución del conflicto,


cualquiera que éste sea, y el mismo se desarrolla con base a las emociones de cada individuo
relacionadas a su realidad, es por ello que radica la importancia del enfoque transformacional donde cada
experiencia es individualizada y potenciada, y más allá de lo transformacional: el neuroliderazgo, donde
nos preparamos para decisiones instintivas, proveyendo así oportunidades para exploraciones creativas
ante retos de altas dimensiones.

S-ar putea să vă placă și