Sunteți pe pagina 1din 30

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LOS LLANOS

OCCIDENTALES
“EZEQUIEL ZAMORA”
PROGRAMAS CIENCIA JURÍDICAS Y POLÍTICAS
CARRERA DERECHO
UNELLEZ- BARINAS

LA RESPONSABILIDAD
PATRIMONIAL DEL A
ADMINISTRACIÓN

Derecho Administrativo II INTEGRANTES:


2 do. Año de Derecho.
SECCIÓN FS01 Moreno Yvan C.I. V- 11.193.706
Nácar María C.I. V- 16.229.731

Barinas Julio 2019.


INTRODUCCION

La responsabilidad patrimonial de las administraciones públicas es la


obligación que tiene el Estado de reparar o de responder por el daño causado por
el funcionamiento de alguna de las administraciones. Esta responsabilidad
patrimonial presupone la existencia de un daño que ha afectado al patrimonio de
un sujeto y la existencia de un derecho o interés protegido.

En Venezuela, al igual que lo ocurrido en otros países en donde la


construcción de la teoría de la responsabilidad patrimonial del Estado es obra de
la jurisprudencia del Consejo de Estado, del Tribunal de conflictos y de los propios
Tribunales judiciales, el sistema de responsabilidad patrimonial del Estado es
producto del desarrollo o en ocasiones involución jurisprudencial de la jurisdicción
contencioso-administrativa. Si bien en nuestro ordenamiento jurídico la
responsabilidad del Estado encuentra consagración en disposiciones
constitucionales que datan de 1830, un sistema propio de responsabilidad
patrimonial del Estado se ha construido con base en decisiones del Tribunal
Supremo de Justicia, y otros órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa,
no obstante que esos órganos para determinar esa responsabilidad se servían,
inicialmente, de las disposiciones del Código Civil y luego, postulan reglas propias
de derecho público.

Con la promulgación de la Constitución de 1999 que el principio de


responsabilidad del Estado se reconoce de manera clara y expresa en el artículo
140, el cual establece que “el Estado responderá patrimonialmente por los daños
que sufran los particulares en cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que la
lesión sea imputable al funcionamiento de la Administración Pública”.
Adicionalmente, este principio general fue desarrollado en la Exposición de
Motivos de la Constitución para incluir la responsabilidad por funcionamiento
normal o anormal de servicios públicos, así como la responsabilidad derivada de la
actividad judicial y legislativa, entre otras.
Así, con la ayuda de esta disposición y de otras normas de rango
constitucional, la jurisprudencia de la jurisdicción contencioso-administrativa ha
llegado a construir en Venezuela, un sistema autónomo de responsabilidad
patrimonial del Estado basado en principios propios de Derecho Público.
A continuación hablaremos detalladamente sobre la Responsabilidad
Patrimonial de la Administración Pública Venezolana, su evolución Constitucional
y legal, reguladores y caracteres generales .el presupuesto de la responsabilidad y
el deber de indemnizar así como las vías formales para la exigencia de las
mismas.
LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LA ADMINISTRACIÓN

Para entender lo que es la responsabilidad patrimonial primero debemos de


entender que significa responsabilidad y patrimonio. Responsabilidad, en aspecto
legal, es un cargo, compromiso u obligación; se refiere a la virtud de asumir las
consecuencias de nuestros actos. El patrimonio es aquello que es propiedad de
un individuo, es decir, el conjunto de bienes y derechos pertenecientes a una
persona, física o jurídica, con independencia de cómo se haya adquirido siempre y
cuando sea de una manera legal.

En consecuencia un daño es el detrimento, menoscabo o destrucción de


algún bien, y cause una disminución en sus propiedades; así como el perjuicio es
aquello que se deja de percibir o de disfrutar por el motivo de algún daño de forma
directa, por un acto u omisión de otro, y la finalidad de la responsabilidad es
indemnizar estas situaciones para regresar o subsanar las afectaciones realizadas
a el propietario de dicho bien que fue atacado, siempre y cuando no exista orden
judicial que subsane o permita tales situaciones.

Entonces podemos entender que la responsabilidad patrimonial es el


compromiso u obligación que tiene nexo con un menoscabo en la propiedad de
alguien, el cual debe de ser subsanado por aquel que llegue a deteriorar su
naturaleza.

Para exigir o asegurar la reparación de dicho perjuicio o menoscabo,


necesitamos la existencia de un órgano coercitivo, mismo que blindado de poder
se encargue de restituir o reparar dichos bienes. Dicha institución encargada de la
salvaguarda y protección, así como el poder de obligar al agresor a restituir el
goce y disfrute a la persona del bien afectado, es conocida como el Estado.

Cuando el sujeto que causa el daño es una Administración Pública


hablamos de responsabilidad patrimonial de la Administración; surge sin que
exista contrato.
Las diferencias entre responsabilidad extracontractual y responsabilidad
patrimonial de la Administración se deben a que en el Código Civil, cuando se
regulan las relaciones de Derecho privado, la responsabilidad sólo se podrá exigir
si media culpa o negligencia, mientras que en la responsabilidad patrimonial de la
Administración se exige un resultado dañoso con independencia de que haya
existido o no esa culpa o esa negligencia.

Los supuestos por los cuales se origina la responsabilidad patrimonial de la


Administración son los siguientes:

La responsabilidad por falta o funcionamiento anormal del servicio

Encuentra justificación en el derecho que tienen todos los particulares de


obtener un funcionamiento normal y adecuado de los servicios públicos; cuando la
Administración no cumple con esta obligación y actúa ilícitamente, debe
indemnizar al particular. El funcionamiento anormal que hace responsable a la
Administración está representado por el incumplimiento de una obligación
preexistente. Por tanto, si la Administración comete una falta es porque no se ha
sujetado a las obligaciones que le imponen las leyes en la prestación de su
actividad y, por tanto, debe indemnizar los daños causados. Ahora bien debe
tenerse en cuenta que la expresión “funcionamiento normal o anormal del servicio
público” se entiende en su sentido más amplio como toda manifestación de la
actividad administrativa, sea ésta prestacional, de policía, sancionadora o arbitral,
en todas sus expresiones, es decir, actividad material (hechos u omisiones) o
formal (actos).
Son supuestos de responsabilidad por falta o funcionamiento anormal del
servicio, entre otros, los siguientes:
1. La revocatoria ilegal de actos administrativos.
2. Vías de hecho de todo tipo. Por ejemplo la vía de hecho en materia
expropiatoria y de constitución de servidumbres administrativas.
3. Daños accidentales causados por obras públicas e inmuebles cuya
Administración y mantenimiento está bajo la custodia del Estado.
4. Daños accidentales causados por obras públicas ejecutadas por el Estado que
representan una situación de riesgo objetivo.

La responsabilidad del Estado por sacrificio particular

Se verifica cuando el Estado, en ejercicio de su actividad lícita, causa un


daño que por virtud de su gravedad y especialidad comporta una ruptura del
principio de igualdad ante las cargas públicas, desde que impone un sacrificio para
el particular que excede de aquél que el común de los administrados debe
normalmente soportar.

Son supuestos de responsabilidad del Estado por su actividad lícita los


siguientes:

1. Las limitaciones generales al derecho de propiedad derivadas de la


expropiación por causa de utilidad pública o social, las servidumbres
administrativas, las ocupaciones temporales, la requisición de bienes en tiempo de
guerra y las limitaciones por razones urbanísticas.
2. La revocatoria de actos administrativos por razones de mérito, oportunidad o
conveniencia.
3. El rescate o revocación de contratos administrativos por razones de interés
público.

La responsabilidad del Estado por riesgo creado

La teoría del riesgo creado ha sido utilizada también por la doctrina y la


jurisprudencia para justificar la responsabilidad del Estado frente a la ausencia de
falta. Para algunos –López Mesa-, ello es «un destacado fenómeno del derecho
contemporáneo, el retorno a formas primitivas de imputación de responsabilidad,
prescindentes de la exigencia de culpabilidad en el sujeto para atribuirle las
consecuencias de un hecho del que es autor material».
Así, se interpreta que cuando la Administración lleva a cabo una actividad de la
cual se beneficia o aprovecha y crea el riesgo de causar daños, debe responder
por el daño causado cuando dicho riesgo se verifique o concrete, con
independencia de toda culpa objetiva o subjetiva. Se expresa así, que el daño
causado por la actividad riesgosa comporta una ruptura del principio de igualdad
ante las cargas públicas al imponer a los afectados una carga que no están
obligados a soportar.

En este supuesto, el establecimiento de la responsabilidad se reduce a la


prueba de la relación causal con independencia de la falta del autor material del
daño que no es relevante ni necesaria a los fines de la determinación de la
responsabilidad, respondiendo la Administración incluso por caso fortuito. De allí
que, aun en caso de que no puede determinarse quien es el autor de la falta, es
decir, que ésta sea anónima o impersonal el particular tiene asegurada la
reparación siempre que se verifique la relación de causalidad, y la administración
sólo podrá exonerarse mediante la prueba de una causa extraña (fuerza mayor,
hecho de un tercero y culpa de la víctima).

Por ello se asegura que «la culpa deja de ser la protagonista exclusiva en el
escenario de la responsabilidad por daños, pasando a compartir cartel con un
factor de atribución nuevo, que al extender su esfera de aplicación va a producir
una suerte de socialización de la obligación de responder, por imperio de la
afinación del factor de atribución. La resignación cristiana ante lo que
antiguamente se denominaban “accidentes” dejó paso a la búsqueda a ultranza de
un obligado a reparar el perjuicio. La justicia y la equidad obligaron a asegurar una
reparación a las víctimas de accidentes “anónimos” o sin culpa aparente de nadie,
cuando echó de verse que significaba una irrealidad la imputación de dichos
daños al error humano, apreciado en sentido clásico».
En Venezuela, la jurisprudencia ha determinado la responsabilidad del
Estado por riesgo creado sobre todo en supuestos de daños causados por
instalaciones eléctricas. Así, se ha señalado que “la responsabilidad [del Estado]
se hace aún más evidente cuando se trata de cosas que representan un peligro
objetivo del cual ese guardián obtiene un beneficio. [...] Si se trata de una cosa
peligrosa, dentro de las cuales podemos incluir sin duda a la electricidad, y aun
más la de alta tensión, de la cual el guardián saca un provecho, resulta obvio que
debe asumir totalmente las consecuencias que deriven del riesgo que crea [...]”.

No obstante, debe tenerse presente que la tendencia actual está dirigida a


restringir a supuestos excepcionales y específicos la responsabilidad del Estado
por riesgo creado, dado que en la actualidad el fundamento de la responsabilidad,
como se señaló, descansa en el derecho del administrado a la integridad de su
patrimonio bajo el principio de igualdad ante las cargas públicas.

4. Especial consideración a la responsabilidad de la Administración por los daños


morales causados a los particulares

La jurisprudencia venezolana ha admitido que la Administración responde,


también, por los daños morales ocasionados a los particulares. Así se pronunció la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo en su decisión de 21 de febrero de
1996 (caso G. Mendoza vs Ministerio del Ambiente) al considerar que el Poder
Ejecutivo había afectado el patrimonio moral del accionante, al cuestionar su
probidad y moralidad en el acto que, indebidamente, había acordado su
destitución. Así también, la Sala Político-Administrativa, en su sentencia de 9 de
octubre de 2001 (caso Hugo Eunices Betancourt Zerpa), estimó la responsabilidad
de la Administración por el daño moral sufrido por el particular a consecuencia del
estallido de un aparato explosivo.
El daño moral ha sido definido por la jurisprudencia venezolana como aquél
inferido “...a derechos inherentes a la personalidad o a valores que pertenecen
más al campo afectivo que a la realidad material económica...”. Tal daño no es en
sí mismo susceptible de prueba, sino de estimación, pues “...lo que debe
acreditarse plenamente en una reclamación por daño moral es el llamado hecho
generador del daño moral, o sea, el conjunto de circunstancias de hecho que
generan la aflicción cuyo petium doloris se reclama...”.

Hay, además, otros casos relevantes de los cuales debemos hacer


mención. De esta manera, en decisión del 11 de febrero de 1985, caso Cedeño
Salazar vs. Cadafe, la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia
–al pronunciarse sobre la responsabilidad de una empresa del Estado- señaló lo
siguiente: «...tiene establecido la Sala de Casación Civil de esta misma Corte que
los daños morales, por su naturaleza esencialmente subjetiva, no están sujetos a
una comprobación material directa, pues ella no es posible. Para establecerlo, el
legislador en el artículo 1.196 del Código Civil faculta al juzgador para apreciar si
el hecho ilícito generador de daños materiales puede ocasionar, además,
repercusiones psíquicas o de índole afectiva, lesivas de algún modo al ente moral
de la víctima. La apreciación que al respecto hagan los jueces del mérito así como
la compensación pecuniaria que acuerden en uso de la facultad discrecional que
les concede el citado artículo, son del resorte exclusivo de los jueces del
mérito...».
Igualmente, en decisión del 27 de enero de 1993 (caso Promociones Terra
Cardón), la Sala Político-Administrativa señaló que «...el reconocimiento del daño
moral es uno de los grandes logros del derecho moderno que quedó plasmado en
la norma del artículo 1.196 del Código Civil relativo al hecho ilícito pero extensible
a todo daño acarreado a la víctima en una relación jurídica...».
El daño moral puede ser ocasionado por la Administración en cualquiera de los
casos antes analizados: funcionamiento anormal o sacrificio particular, aún cuando
será en el primer supuesto, donde residirán las mayores probabilidades de
lesiones al patrimonio moral de los administrados. Un caso especial es aquel en el
cual la Administración lesiona el patrimonio moral de los particulares
desacreditando su honra y reputación. Piénsese así en el funcionario público que,
con ocasión del ejercicio de sus funciones, emite términos difamantes contra
determinados particulares, o hace uso de medios oficiales para tales fines. Así ha
sucedido, incluso, en Venezuela. Por ejemplo, cuando a finales del año 1997 el
entonces Contralor General de la República, Eduardo Roche Lander, en ejercicio
de sus funciones de control fiscal, emitió sistemáticamente pronunciamientos
lesivos a la honra y reputación de quienes estaban siendo investigados por la
contraloría.

Son varios los mecanismos a través de los cuales la Administración puede


lesionar el patrimonio moral de los administrados. Incluso, en relación con su
máximo jerarca, es decir, el Presidente de la República: basta con pensar en las
declaraciones presidenciales emitidas a través de medios oficiales de
comunicación e, incluso, a través de transmisiones conjuntas de radio y televisión
efectuadas con fundamento en el artículo 192 de la Ley Orgánica de
Telecomunicaciones, y en las cuales se afecte la honra y reputación de diversas
personas, jurídicas o naturales, públicas y privadas (i.e.: empresas,
organizaciones sindicales, magistrados del Poder Judicial).
En tal sentido, y respecto del daño moral ocasionado por el descrédito público
realizado por la Administración contra determinado particular, la Sala Político-
Administrativa de la Corte Suprema de Justicia señaló, en sentencia del 12 de
diciembre de 1996, lo siguiente:

«...En relación con la pretensión de condena por daños morales


ocasionados por la emisión y divulgación del acto administrativo impugnado,
considera la Sala que, en efecto, ella debe proceder, ya que ha quedado
determinado a lo largo del proceso no sólo que eran falsas las imputaciones
contenidas en la providencia administrativa recurrida [...], por lo que fue
absolutamente incorrecto el tacharlo de inmoral, de carácter de dignidad y de
honor, y de mantener reiteradamente una conducta relajada no cónsona con la
vida militar; sino también que su carrera militar era promisoria ... ; y que a raíz de
su retiro intempestivo de la Armada tuvo el actor que pasar por grandes
dificultades, tanto en el ámbito familiar, como entre sus compañeros y amistades,
y en el plano profesional y económico, siendo objeto de rechazos y viéndose
imposibilitado de conseguir un trabajo acorde con sus capacidades...».

Nótese entonces cómo se ha admitido en Venezuela, ampliamente, la


responsabilidad de la Administración por los daños morales ocasionados a los
particulares. En un primer momento, ello fue aceptado conforme al régimen común
del Código Civil, cuyo artículo 1.196 admite la reparación por hecho ilícito respecto
del daño moral. En una segunda etapa, esa responsabilidad se admitió con
fundamento en el régimen de Derecho Público que informa, en general, la
responsabilidad de la Administración (Vid. sentencia de la Sala Político-
Administrativa de 9 de octubre de 2001, caso Hugo Eunices Betancourt).[27] La
principal particularidad de esta responsabilidad es que el daño cierto sufrido no
debe ser probado sino estimado por el particular, estimación que no será
vinculante para el juez. El resto de los elementos configuradores de la
responsabilidad sí serán exigibles, y de allí que deba precisarse la relación de
causalidad entre el daño moral y la Administración, referida –por lo general- al
funcionamiento anormal de sus servicios.

La sentencia citada de la Sala Político-Administrativa acotó que “…la


indemnización por daño moral encuentra su fundamento en la afección de carácter
intangible desde el punto de vista material que se produce en la esfera inmanente
al individuo, tomándose en cuenta para su valoración las circunstancias
personales de la víctima, es decir, la edad, sexo y el nivel de incapacidad que le
produjeron los daños. Este derecho a la indemnización por daño moral no
persigue en modo alguno sancionar civilmente al causante del daño –como
sucede en otros ordenamientos jurídicos- pues su fundamento es el indemnizar el
dolor sufrido por una persona a raíz de una pérdida inmaterial, espiritual o afectiva.
De allí que el legislador haya dejado al Juez la estimación de la indemnización que
merece en cada caso, quien haya resultado dañado moralmente…”.
Recientemente, el Tribunal Supremo de Justicia ha tenido la oportunidad de
aplicar el artículo 140 de la Constitución, disposición que pone el acento en el
daño causado –en este caso, al patrimonio moral de los afectados- y no en la
culpa de la propia Administración para establecer su responsabilidad. Esto ha
significado una evolución jurisprudencial que tiende a ampliar, considerablemente,
las causas de responsabilidad del Estado-Administración, más allá de las
tradicionalmente admitidas.

En este sentido, la Sala Político-Administrativa del Máximo Tribunal


determinó, en sentencia de 10 de abril de 2002, que el precitado artículo 140, que
establece la responsabilidad objetiva de la Administración, abarca la
indemnización por los daños morales causados a los particulares, declarando así
con lugar la demanda por daño moral interpuesta por un particular que sufrió
daños como consecuencia de electrocución por contacto con un tendido eléctrico
propiedad de la empresa pública Cadafe. En esa decisión la Sala determinó lo
siguiente:

“En la vigente Constitución, el ámbito de responsabilidad patrimonial de la


Administración se extiende, de acuerdo con su artículo 140, “a todo daño sufrido
por los particulares en cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que la lesión
sea imputable al funcionamiento de la Administración Pública”, consagrando en
definitiva y sin margen de dudas, la responsabilidad objetiva, patrimonial e integral
de la Administración, cuando con motivo de su actividad ocasione daños a los
particulares, no importando si el funcionamiento dañoso de la Administración ha
sido normal o anormal, a los fines de su deber resarcitorio.

De tal manera que tanto la Constitución de 1961, vigente al momento de


producirse el siniestro, como la de 1999, establecen el sistema de la
responsabilidad patrimonial del Estado en el campo que le es propio al
conocimiento y competencia de la jurisdicción contenciosa administrativa, sin que
sea necesario recurrir en todo caso a las fuentes del derecho civil sobre el hecho
ilícito, para determinar dicha especial responsabilidad. Tal precisión se hace
pertinente por cuanto en la evolución histórica de la responsabilidad
extracontractual de la Administración, no siempre el Estado resultó ante los
administrados responsable por los hechos dañosos que causaba, pues durante
mucho tiempo se le dispensó de responsabilidad por parte de los tribunales de
justicia, al considerarse que los ciudadanos debían soportar sin reclamo una
actividad que por estar destinada a la satisfacción del interés general, suponía un
riesgo que los particulares debían afrontar por sí mismos.

En este orden de ideas, de acuerdo al mandato constitucional resulta


imperativo señalar los elementos constitutivos que deben concurrir para la
procedencia de la responsabilidad de la Administración. Tales elementos son,
conforme a la Carta Fundamental: 1.- Que se haya producido un daño a los
particulares en la esfera de cualquiera de sus bienes y derechos. 2.- Que el daño
inferido sea imputable a la Administración, con motivo de su funcionamiento y 3.-
La relación de causalidad que obligatoriamente debe existir entre el hecho
imputado y el daño producido.

Respecto del ámbito que abarca la responsabilidad del Estado, es


terminante la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela al disponer
que son resarcibles patrimonialmente los daños que sufran los particulares por el
funcionamiento de la Administración, en cualquiera de sus bienes y derechos, lo
cual implica que el daño moral es igualmente indemnizable, si éste tiene origen en
una actividad imputable a la Administración”

Como vemos, Venezuela ha acogido jurisprudencialmente el sistema de


responsabilidad objetiva de la Administración a través de la aplicación del artículo
140 de la Constitución, extendiendo el alcance de esa responsabilidad a la
indemnización de los daños morales causados a los particulares por el
funcionamiento de la Administración.
EVOLUCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO EN
VENEZUELA

En Venezuela los antecedentes se remontan a la Colonia en la que


encontramos las Leyes de Indias donde se consagra la institución de la
Intendencia, que ejerció una jurisdicción especial contenciosa en las causas de
haciendas y economía de guerra. Ante ella se reclamaban los perjuicios
ocasionados por los funcionarios coloniales a los particulares, aunque se debe
señalar que la responsabilidad del hecho que ocasionaba el daño recaía
personalmente sobre el funcionario que lo realizare y no sobre la Corona que en
todo caso era la responsable.

La responsabilidad del Estado en Venezuela, se asoma como principio en la


Constitución de 1830, en cuyo artículo 147 se establece como atribuciones de la
Corte Suprema de Justicia: "el conocer de las controversias que resultaren de los
Contratos y negociaciones que celebre el poder ejecutivo por si o por medio de los
agentes (Las Constituciones de Venezuela, p.349.) y es con la Ley del 17 de Mayo
de 1877 que se consolida tal principio, al permitirse reclamar a la Nación la
indemnización por expropiación y perjuicios, con lo cual entramos en la última fase
de la evolución de esta materia a nivel nacional al consagrarse el principio de la
responsabilidad del Estado por las lesiones al interés de los particulares
ocasionados por su actividad.

Este principio ha sido modificado en las Constituciones y leyes sucesivas


hasta llegar al artículo 47 de la Constitución de 1961 y que tiene su origen en la
Constitución de 1911; el cual establece en ningún caso podrían pretender los
venezolanos ni los extranjeros que la República, los Estados, los Municipios les
indemnicen por daños, perjuicios o expropiaciones que no hayan sido causadas
por autoridades legítimas en el ejercicio de su función pública. Por su parte, el
artículo 206 de la Constitución de la República también se refiere a la
responsabilidad del Estado en ejercicio de la actividad administrativa; el cual
dispone "...Los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa son
componentes para anular los actos administrativos generales o individuales
contrarios a derecho, incluso por desviación de poder; condenar al pago de sumas
de dinero y a la reparación de daños y perjuicios originados en responsabilidad de
la administración, y disponer lo necesario para el restablecimiento de las
situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad administrativa"

La Constitución de 1961 consagró normas fundamentales del Estado de


derecho que estimularon el desarrollo legislativo, doctrinario y jurisprudencial
respecto del tema de la responsabilidad del Estado. En este sentido, la separación
de los poderes, el principio de legalidad, el control de la actividad de la
Administración y su responsabilidad, así como la consagración con rango
constitucional de la jurisdicción contencioso-administrativa, permitieron, sin duda,
un importante desarrollo de la responsabilidad del Estado.

Esa redacción es similar a la acogida en la Constitución venezolana de


1901 y encuentra explicación en las sucesivas guerras de la época, lo cual
imponía regular que la responsabilidad solo se admitiría ante los actos de
autoridades legítimas. Además, fue en esa misma Constitución de 1961, cuando
por primera vez se reguló, en el artículo 206, la jurisdicción contencioso-
administrativa, jueces especiales con competencia para anular los actos
administrativos generales o individuales contrarios a derecho, incluso por
desviación de poder, y para condenar al pago de los “daños y perjuicios originados
en responsabilidad de la Administración” y “disponer lo necesario para el
restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad
administrativa”.

El principio de la tutela judicial efectiva, derivado del artículo 68 de la


Constitución de 1961)14, sirvió igualmente de fundamento a la jurisprudencia, no
solo para el establecimiento de la responsabilidad estatal, sino además para
garantizar la efectividad de los fallos, tanto en lo relativo a las potestades
cautelares del juez como para superar los escollos de las dificultades en la
ejecución de la sentencia. En lo que se refiere a la responsabilidad por actividad
lícita, el principio constitucional de igualdad ante las cargas públicas15 y la
garantía de la indemnización expropiatoria constituyeron también base para el
desarrollo jurisprudencial de la responsabilidad del Estado y de sus funcionarios.

La Constitución de 1999 reconoce el principio de la responsabilidad


patrimonial del Estado en el artículo 140, el cual establece: “El Estado responderá
patrimonialmente por los daños que sufran los particulares en cualquiera de sus
bienes y derechos, siempre que la lesión sea imputable al funcionamiento de la
Administración Pública”.

De otra parte la Exposición de Motivos, respecto del tema, se establece:


Finalmente, en las disposiciones generales, se establece bajo una perspectiva de
derecho público moderna, la obligación directa del Estado de responder
patrimonialmente por los daños que sufran los particulares en cualquiera de sus
bienes y derechos, siempre que la lesión sea imputable al funcionamiento, normal
o anormal, de los servicios públicos y por cualesquiera actividades públicas,
administrativas, judiciales, legislativas, ciudadanas o electorales, de los entes
públicos o incluso de personas privadas en ejercicio de tales funciones (énfasis
añadido).

La interpretación de la norma constitucional y de la exposición de motivos


lleva a considerar, incluido en la Constitución de Venezuela de 1999, la
responsabilidad del Estado por cualquier actuación de los órganos del Poder
Ejecutivo, Legislativo, Judicial, de control o electoral, de los entes públicos o
privados en ejercicio de tales funciones.

Además de las normas citadas precedentemente, el principio de


responsabilidad patrimonial del Estado se ve respaldado por las disposiciones
referentes al derecho a la tutela judicial efectiva, el principio de igualdad ante las
cargas públicas –fundamento moderno de la responsabilidad–,19 así como la
garantía indemnizatoria en la expropiación. Por su parte, la norma que consagra la
jurisdicción contencioso-administrativa, incluye ahora su competencia para
conocer de los reclamos por la prestación de servicios públicos.

REGULADORES DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL

La Constitución De La República Bolivariana De Venezuela de 1999


consagra, de forma expresa, la responsabilidad patrimonial del Estado

Así mismo esta se establece la actividad judicial, la cual se refiere


principalmente a los supuestos de error judicial y retardo u omisión injustificados.
Así, el artículo 48, numeral 8 establece: “Toda persona podrá solicitar del Estado
el restablecimiento o reparación de la situación jurídica lesionada por error judicial,
retardo u omisión injustificada. Queda a salvo el derecho del o de la particular de
exigir la responsabilidad personal del magistrado o magistrada, juez o jueza; y el
derecho del Estado, y de actuar contra éstos o éstas”.

El principio general de responsabilidad patrimonial del Estado se ve


respaldado por las disposiciones referentes al derecho a la tutela judicial efectiva,
el principio de igualdad ante las cargas públicas –fundamento moderno de la
responsabilidad y la garantía indemnizatoria en la expropiación.

Por su parte, la norma que consagra la jurisdicción contencioso


administrativa incluye ahora su competencia para conocer de reclamos por la
prestación de servicios públicos. Esta inclusión es importante dada la
circunstancia de que en Venezuela los servicios públicos, en su mayoría (bien
estuvieren a cargo de empresas del Estado o de particulares) se sustraían del
juzgamiento de su responsabilidad por parte de los órganos de la jurisdicción
contencioso administrativa y de allí la aplicación del ordenamiento civil para
regular tal responsabilidad.
De igual forma, el régimen de responsabilidad patrimonial del Estado es
complementado con otras disposiciones constitucionales que coadyuvan a su
aplicación, entre las que destacan:

Los artículos 26 y 49 de la Constitución de la República Bolivariana de


Venezuela que consagran en forma expresa el derecho de lo particulares de
acudir a los órganos de justicia para hacer valer sus intereses frente a los daños
ocasionados por la Administración y recibir de éstos una tutela judicial efectiva.

Artículos 7, 25, 46, 49, 139, 141, 199, 200, 216, 222, 232, 244, 255, 281 y
285 relativos a la responsabilidad de los funcionarios públicos.

Artículos 232, 242, 244 atinentes a la responsabilidad del Presidente de la


República y los Ministros.

Artículos 19, 29, 30, 31 y 46 relativos a la responsabilidad por violación de


derechos humanos.

Artículos 55, 115, 156, ordinal 2° referidos a la garantía de la propiedad e


integridad patrimonial.

Artículos 1, 2, 19, 21, 133, 299, 311 y 316 relacionados con el principio de
igualdad ante las cargas públicas.

Artículo 117 referido al derecho a gozar de bienes y servicios de calidad y a


la indemnización en caso de incumplimiento de tal derecho.

Resulta evidente que el desarrollo de estas normas constitucionales ha


creado una base normativa suficiente para la aplicación del sistema de
responsabilidad patrimonial del Estado construido por el Derecho Administrativo.
A nivel legislativo, antes de la Constitución de 1999, ciertas normas especiales
desarrollaban la materia de la responsabilidad patrimonial del Estado de manera
particular. Así, la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, en su artículo
131, reafirma la facultad de condenar a la Administración a indemnizar a los
particulares al establecer: “En su fallo definitivo la Corte declarará si procede o no
la nulidad del acto impugnado y determinará los efectos de su decisión en el
tiempo. Igualmente, la Corte podrá de acuerdo con los términos de la respectiva
solicitud, condenar el pago de sumas de dinero y a la reparación de daños y
perjuicios originados en responsabilidad de la Administración, así como disponer
lo necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas
lesionadas por la actividad administrativa”.

Asimismo, los artículos 42, ordinal 15º; 182, ordinal 2º y 3º; 183, ordinal 1º;
y 185, ordinal 6º, ejusdem, consagran el principio según el cual todas las
demandas intentadas contra la República, los Estados y Municipios, Institutos
Autónomos o contra las empresas del Estado, son del conocimiento de la
jurisdicción contencioso-administrativa.

Adicionalmente, otras normas desarrollan aspectos concretos, tales como el


artículo 36 de la Ley de Expropiación por Causa de Utilidad Pública, el cual
establece que “habrá lugar a indemnización cuando a los propietarios se los prive
de una utilidad, queden gravados con una servidumbre o sufran un daño
permanente que se derive de la pérdida o disminución de sus derechos”.

De otro lado, el artículo 63 de la Ley Orgánica de Ordenación del


Territorio establece que “Los usos regulados y permitidos por los planes de
ordenación del territorio, se consideran limitaciones legales a la propiedad y, en
consecuencia, no originan por sí solos, derechos a indemnizar. Esta sólo podrá
ser reclamada por los propietarios en los casos de limitaciones que desnaturalicen
las facultades del derecho de propiedad, siempre que produzcan daño cierto,
efectivo, individualizado, actual y cuantificable económicamente. [...]”. Asimismo, la
Ley Orgánica de Ordenación Urbanística contiene una disposición al mismo tenor
la anteriormente citada, en el artículo

Mas recientemente la Ley Orgánica de Administración Pública de


Octubre de 2001 estableció -artículo 14- que la administración responderá
patrimonialmente por los daños que sufran los particulares, siempre que la lesión
sea imputable a su funcionamiento.

CARACTERÍSTICAS DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO

1.- Es general, pues abarca todos sus órganos y toda su actividad en ejercicio de
la función pública; se extiende a todos los daños ocasionados por el Estado, a
través de todos sus órganos en ejercicio de la función pública, ejecutada a través
de actos, hechos o contratos, sentencias y leyes. Así, desde el punto de vista
subjetivo, comprende:

a) Todos los entes de la Administración, territoriales ( Nacionales, Estadales o


Municipales) o no territoriales (entes de derecho público o privado), siempre que
se hallen en ejercicio de la función administrativa.

b) La actividad de los órganos legislativos, judiciales y demás órganos autónomos


que se inserten dentro de la organización del Estado.

Ahora bien, por lo que se refiere al aspecto objetivo, la responsabilidad abarca


tanto el actuar (a) ilícito del Estado (responsabilidad por falta o funcionamiento
anormal), en su actividad formal (i.e. actos administrativos, sentencias, normas);
en su actividad material (i.e. actuaciones, hechos); inactividad (i.e. omisiones o
abstenciones); y actividad contractual (el tema de los contratos administrativos),
como sus actuaciones (b) lícitas (responsabilidad por sacrificio particular), tales
como las limitaciones generales al derecho de propiedad (i.e. expropiación,
servidumbre, ocupaciones temporales, requisición de bienes en tiempo de guerra,
limitaciones por razones urbanísticas) y la revocatoria por razones de mérito de
actos y contratos administrativos. También se comprende dentro de la
responsabilidad del Estado, aquella derivada por los daños causados por (c)
situaciones de riesgo creado (responsabilidad por riesgo o actividades peligrosas).

2.- Es un sistema de responsabilidad directa y objetiva en el que la noción de


culpa no resulta determinante, basta que se verifique el daño por actividad lícita o
ilícita imputable a la Administración, para que nazca en el particular el derecho a
ser indemnizado;

3.- Es un sistema mixto que comprende la responsabilidad por falta o


funcionamiento anormal del servicio y la responsabilidad sin falta o por sacrificio
particular.

4.- Es un sistema que tiene fundamento en el principio de la integridad patrimonial,


conforme al cual el particular tiene derecho a no soportar sin indemnización el
daño sufrido. Carecerá de relevancia que el autor de la lesión haya actuado en
forma lícita o ilícita, lo que realmente importa es que la víctima que la sufre no
tiene el deber jurídico de soportarla sin compensación. La responsabilidad cubre
cualquier tipo de bienes o derechos y el daño o lesión susceptible de reparación
podrá ser material (apreciable en dinero) o moral.

Estas características se derivan de los artículos 140, 26, 49 y 259 del texto
constitucional, los cuales conforman el sistema actual de responsabilidad
patrimonial del Estado Venezolano.
PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO

El sistema jurídico arbitra una serie de técnicas procesales para la tutela de


las libertades públicas. Tales libertades públicas, se traducen jurídicamente en
derechos subjetivos. La responsabilidad pública constituye el presupuesto
sustantivo del derecho subjetivo. Sin responsabilidad no existe libertad.
Precisamente, el Estado de derecho como medio y el Estado de bienestar como
fin, enmarcan el obrar público en pautas jurídicas y políticas, en las que la
salvaguarda de la libertad, modelo político de los derechos subjetivos, requiere de
un sujeto público responsable: el Estado, que responde por todos los actos y
hechos que lesionan el cuadro jurídico formal.

El derecho subjetivo es un presupuesto de la responsabilidad pública. Toda


responsabilización o imputación de deberes a un sujeto jurídico pasivo, cualquiera
que sea, requiere como contrapartida la legitimación sustancial y procesal del
sujeto jurídico activo. En nuestro juego relacional público, los sujetos son: Estado,
e individuo, o, más específicamente, Administración Pública y administrados.

Para que se opere la atribuibilidad del deber al caso concreto, con su


consecuente carga reparativa, indemnizatoria, obligacional, prestacional, etc. por
cuenta de un sujeto jurídico pasivo, que puede ser el Estado o el administrado,
según la tipología relacional, es indispensable la titularidad de un derecho
subjetivo en el sujeto jurídico activo.

El derecho subjetivo del Estado es una exteriorización del "poder", así como
el derecho subjetivo del administrado es una exteriorización de la libertad. Ambos
son "poder" o libertad, según la circunstancia en el caso concreto. Precisamente,
por medio del derecho subjetivo se actualiza en el obrar y en el hacer, la
existencia y la vigencia real y material del "poder" y la "libertad".
Las situaciones jurídicas subjetivas son abstractas, generales y comunes.
Conforman una categoría jurídica por la que se puede titularizar, de modo activo,
un derecho subjetivo y, de modo pasivo, un deber jurídico.

La responsabilidad pública emergente del juego relacional Administración -


administrado, generado por una ley, contrato, reglamento, acto unilateral, como
fuente obligacional, está condicionada objetivamente a la existencia de una
situación subjetiva. Para que se efectivice la ejecución es menester la ejecución
de un acto, hecho u omisión atribuible a un sujeto que viola "derechos de poder" a
"derechos del individuo" constitucionalmente reconocidos. La responsabilidad
parte del presupuesto de que alguien haya sufrido una lesión dañosa en sus
derechos, con motivo del obrar antijurídico de otro sujeto de derecho.

EL CONTENIDO DEL DEBER DE INDEMNIZAR

El principio que preside todo lo relativo a la fijación de la cuantía


indemnizatoria es el de reparación integral de los daños y perjuicios sufridos como
consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos. Ello significa que el
pago de la indemnización por la Administración responsable debe pretender la
total desaparición de la pérdida patrimonial causada al sujeto perjudicado.

LAS VIAS FORMALES PARA LA EXIGENCIA DEL A RESPONSABILIDAD

Los administrados no pueden reclamar la responsabilidad de la actuación


publica acudiendo a los tribunales, sino que deben solicitar previamente la
indemnización correspondiente a través del procedimiento establecido legalmente,
“reclamación en vía administrativa”. Solamente en el suceso en que la Actuacion
Publica deniegue la indemnización o ésta no se adapte a lo previsto, se acudirá a
la vía “contencioso-administrativa”. El administrado tendrá un año de plazo para
ejercitar la acción administrativa.
Se podrá reclamar por el procedimiento ordinario o por el procedimiento
abreviado.
Para realizar una reclamación por vía administrativa, el plazo comienza:
 En la fecha en que se produjo el hecho o el acto que motiva la indemnización,
en caso de simultaneidad entre la actuación de la Administración y el resultado
lesivo.
 Cuando se pone de manifiesto el efecto lesivo, en caso de no haber
simultaneidad.
 Cuando se produzca la curación del daño o se determine el alcance de las
secuelas, cuando se trate de daños físicos o psíquicos.
 Cuando se dicta sentencia definitiva, cuando la lesión se debe a la aprobación,
por parte de la Administración, de un acto administrativo o un reglamento que
luego es declarado nulo o anulable.

Procedimiento general.

a) Iniciación

De conformidad con el artículo 54 de la LOPGR, el antejuicio administrativo


se inicia por medio de escrito dirigido al órgano al cual corresponda el
asunto. De la presentación de este escrito se dará recibo al interesado y su
recepción debe constar en el mismo.

Dicho escrito, en el cual se expondrán las pretensiones del caso, debe tener
la forma de un libelo y en consecuencia de ello han de cumplirse en lo
posible los extremos a que se contrae los artículos 340 del Código de
Procedimiento Civil. Asimismo se observa que al tratarse de un
procedimiento administrativo, las reclamaciones que se ejerzan por esta vía
deben cumplir también con los requisitos dispuestos en el artículo 18 de la
Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos. A este respecto, la
Procuraduría ha señalado que no es necesario que el escrito de
reclamación se ajuste en todos sus términos a las condiciones de forma
exigidas a las demandas en el artículo 340 del Código de Procedimiento
Civil «sin embargo como se aspira recibir una indemnización, lo menos que
se puede exigir al interesado es que precise los términos de la reclamación,
en sus aspectos cualitativos y cuantitativos. No basta entonces, a los fines
del antejuicio administrativo, con reclamar abstractamente el pago de una
indemnización; es menester que el interesado concrete su monto. Los
distintos conceptos que le componen, las razones de hecho y de derecho
que le sirvan de fundamento, y de ser posible, las pruebas preconstituidas
que den verosimilitud a tales afirmaciones, porque de lo contrario, la
Administración no estaría en condiciones de dar respuesta al interesado y
no se alcanzan entonces los fines perseguidos por la ley al consagrar el
antejuicio administrativo como condición previa para intentar las demandas
contra la República» (dictamen de la Procuraduría General de la República
de fecha 21-12-82. Doctrina de la Procuraduría General de la República,
pág. 35).

b) Sustanciación

La autoridad respectiva, dentro de los veinte (20) días hábiles siguientes a


la consignación del escrito procederá a formar el expediente, el cual debe
contener, según el caso, los instrumentos donde conste la obligación, fecha
en que se causó, certificación de la deuda, acta de conciliación suscrita
entre el solicitante y el representante del órgano y la opinión jurídica
respecto a la procedencia o improcedencia de la pretensión, así como
cualquier otro documento que considere indispensable (artículo 54 de
LOPGR)
Al día hábil siguiente de concluida la sustanciación, el órgano respectivo
debe remitirlo a la Procuraduría General de la República con la finalidad de
que ésta, en un plazo no mayor de treinta (30) días hábiles, formule y remita
al órgano respectivo, su opinión jurídica respecto a la procedencia o no de
la reclamación. En este caso, la opinión de la Procuraduría General de la
República tiene carácter vinculante.

c) Decisión

El órgano respectivo debe notificar al interesado su decisión, dentro de los


cinco (5) días hábiles siguientes a la recepción del criterio sostenido por la
Procuraduría General de la República (artículo 57).

d) Posición del Interesado

Dentro de los diez (10) días hábiles siguientes a la notificación, el interesado


debe dar respuesta al órgano que corresponda, acerca de si acoge o no la
decisión notificada. En caso de desacuerdo, queda facultado para acudir a
la vía judicial (artículo 58).

e) Silencio Administrativo

En caso de silencio administrativo por parte de la Administración dentro de


los lapsos previstos, el interesado queda facultado para acudir a la vía
judicial (artículo 59).
CONCLUSIÓN

En Venezuela el sistema autónomo de responsabilidad del Estado es


producto del desarrollo jurisprudencial con base a las regulaciones
constitucionales que en forma general proclaman la responsabilidad del Estado
como principio fundamental del Estado de derecho.

El primer aspecto, aunque deficientemente regulado, pretende declarar la


responsabilidad del Estado por funcionamiento normal o anormal del servicio. El
segundo aspecto, es decir, la responsabilidad del Estado por acto judicial, se
encuentra ahora regulada y referida a los supuestos de error judicial y retardo u
omisión injustificados. Todas estas normas constitucionales y legales son sin duda
base normativa más que suficiente para la aplicación del sistema de
responsabilidad patrimonial del Estado que el derecho administrativo ha
construido; sin embargo, no han servido de límite eficiente para evitar la
sustracción de la responsabilidad del Estado de casos en los que la misma resulta
evidente.

En Venezuela existe un profuso y encomiable desarrollo jurisprudencial en


la materia, que ha establecido, bien con fundamento en las normas del Código
Civil o en aplicación directa de las normas constitucionales y con base a los
principios del derecho administrativo, la responsabilidad patrimonial
extracontractual y contractual de la Administración

En lo que se refiere a la responsabilidad del Estado por su actividad ilícita,


la jurisprudencia la ha reconocido con vista al solo menoscabo causado al
patrimonio del particular por la ilegal conducta, bien formal (derivada de actos), o
bien material (derivada de hechos u omisiones).
En materia de actividad formal se ha determinado la responsabilidad del
Estado por actos ilícitos que causan un gravamen en la esfera jurídica del
administrado.

En el ámbito de la actividad material se ha determinado la responsabilidad


de la Administración por hechos o actuaciones de naturaleza ilícita que causan
menoscabo en el patrimonio del particular. En ese sentido, se ha declarado la
responsabilidad del Estado en los siguientes ámbitos: a) Por los daños causados
por la Administración cuando afecta el derecho de propiedad del particular –de
hecho- sin seguir el procedimiento establecido en la ley para ello. b) En las
servidumbres administrativas. c) En materia de obras públicas por los daños
causados por la negligencia del Estado en el mantenimiento de inmuebles y obras
cuya administración le corresponde. d) En materia de obras públicas por daños
derivados del establecimiento de situaciones de riesgo objetivo.

La jurisprudencia en Venezuela también ha reconocido la procedencia de la


responsabilidad patrimonial del Estado por sus actos o hechos lícitos que causen
daños en la esfera jurídico subjetiva del particular. En ese sentido, se reconoce la
responsabilidad del Estado, entre otros, en los siguientes supuestos: a)
Limitaciones generales al derecho de propiedad derivadas de la expropiación por
causa de utilidad pública o social, ocupaciones temporales, requisición de bienes
en tiempo de guerra la constitución de servidumbres administrativas y las
afectaciones urbanísticas. b) La revocatoria de actos administrativos efectuada por
la Administración en ejercicio de su poder de autotutela, cuando la ley así lo
permita. c) El rescate o revocación del contrato de contratos administrativos por
razones de mérito o conveniencia, bien para asumir la Administración la prestación
del servicio en forma directa o para poner fin al mismo por estimar que no resulta
beneficioso para la colectividad.

La Constitución Venezolana en su artículo 49, ordinal 8, consagra la


posibilidad de exigir al Estado la reparación de la situación jurídica lesionada por
error judicial o retardo u omisión injustificados. Aun cuando no hay normas legales
y jurisprudencia que orienten el asunto, estimamos que debe tratarse de un error
judicial grave, inaceptable, dado que esta responsabilidad es de carácter
excepcional, en razón del deber general que tienen todos los administrados de
asumir y acatar las decisiones judiciales (aun desfavorables) que se dicten en los
procesos judiciales a los cuales se hayan sometido.
BIBLIOGRAFÍAS

 Constitución de la república bolivariana de Venezuela


 Código civil venezolano
 Ley Orgánica de Administración Pública
 monografias.com/trabajos14/administracion-publica/administracion-
publica.
 http://www.badellgrau.com
 La Responsabilidad Patrimonial del Estado ante la prestación de los
servicios públicos .

S-ar putea să vă placă și