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Introducción
Freud no puede comunicar el historial completo del tratamiento porque ello exigiría
penetrar en el detalle de las circunstancias de la vida de su paciente.
El medio por el cual la neurosis obsesiva expresa sus pensamientos secretos, es decir el
lenguaje de las neurosis obsesiva, es por así decir solo un dialecto del lenguaje
histérico pues se emparienta mas que el dialecto histérico con la expresión de nuestro
pensar consciente. Sobre todo, no contiene aquel salto de lo anímico a la inervación
somática, la inervación histérica.
Al preguntarle Freud que lo movió a situar en primer plano su vida sexual, responde que
es aquello que él sabe sobre sus doctrinas. Tomó noticia de sus escritos a partir de
“Psicopatología de la vida cotidiana” donde halló el esclarecimiento de unos enlaces de
palabra que le hicieron acordar a sus propios “trabajos de pensamientos”. Esto lo
resolvió a confiarse a Freud. 2
Freud lo deja librado a escoger el tema con el cual quiera inaugurar sus comunicaciones.
Tiene un amigo a quien respeta, a quien acude siempre que lo asedia un impulso
criminal. Él lo apoya, aseverándole que es un hombre intachable. Antes, dice, otra
persona ejerció sobre él parecido influjo, un estudiante que tenía 19 años cuando él
mismo andaba por los 14 o 15. Este estudiante le había cobrado afecto, pero pronto
modificó su comportamiento rebajándolo como un idiota. Por último reparó en que se
interesaba por una de sus hermanas y sólo había entablado relación con él para
conseguir el acceso a la casa. Ésta fue la primera gran conmoción n de su vida.3
1
Primera consulta
2
Transferencia
3
Primera comunicación
B. La sexualidad infantil
Su vida sexual empezó muy temprano. En su 4 o 5 año tenían una gobernanta joven,
muy bella, la señorita Peter (las primeras palabras del paciente destacan el influjo
que han ejercido sobre él los varones, el papel de la elección homosexual de objeto en
su vida, y dejan resonar un segundo motivo: el conflicto y la oposición de intereses
entre hombre y mujer. También debe considerarse dentro de éste contexto el hecho de
que a esta gobernanta la recuerde por su apellido, que se asemeja a un nombre
masculino). Cierta noche ella estaba acostada, ligeramente vestida y el niño junto a ella;
le pide permiso para deslizarse bajo su falda, lo cual permite a condición de que no
dijera nada a nadie. Le toca los genitales y el vientre, lo cual inicia una curiosidad
atormentadora por ver el cuerpo femenino. Recuerda de su sexto año otra señorita,
también joven y bella, que tenía abscesos en las nalgas y al anochecer solía apretárselos;
él asechaba en ese momento para observarla. Recuerda una escena a la edad de 7 años
cuando sentado juntos, al anochecer, la señorita, la cocinera, otra muchacha, el y su
hermano un año y medio menor; escucha que la señorita: “con el pequeño es claro que
uno lo podría hacer, pero Paul “(hombre de las ratas) es demasiado torpe, seguro que no
acertaría. Si bien no entendió a que se referían sintió el menosprecio y comenzó a llorar.
Lina lo consoló. Cuando se metía en su cama, la destapaba y la tocaba, lo cual ella
consentía quieta.4
A los 6 años ya padecía de erecciones, y acudió una vez a su madre para quejarse, pues
vislumbraba un nexo entre sus representaciones y su curiosidad. Por entonces tuvo
durante algún tiempo la idea enfermiza de que sus padres sabrían sus pensamientos lo
cual se explicaba por haberlos declarados sin oírlos él mismo. Ve aquí el comienzo de
su enfermedad. Ante personas, muchachas, que le gustaban y por quienes sentía el
deseo de verlas desnudas. Pero a raíz de ese desear sentía que por fuerza habría de
suceder algo si él lo pensaba, y debía hacer toda clase de cosas para impedirlo. Como
ejemplo de esos temores, indica: “mi padre moriría”. Pensamientos sobre la muerte de
su padre lo han ocupado desde temprano, dándolo gran tristeza. Freud escucha
asombrado que su padre, por quien se inquietan sus temores obsesivos de hoy, ya ha
muerto hace varios años.
4
Recuerdos de su sexualidad infantil.
El motivo de acudir a Freud remite a unas maniobras militares en X. Antes de éstas, se
encontraba en estado miserable, martirizado con toda clase de pensamientos obsesivos,
que se retiraron durante las maniobras. Durante un alto perdió sus quevedos (la
designación en alemán de éste tipo de gafas “Zwicker” remite al verbo ”Zwicken” que
significa pellizcar, atenacear, torturar) por lo cual telegrafío a su óptico de Viena para
que a vuelta de correo le enviara unos de reemplazos. Durante ese mismo alto tomó
asiento entre dos oficiales, uno de los cuales se volvió significativo para él 5. Tenía cierta
angustia frente a este hombre, pues evidentemente amaba lo cruel. El capitán contó
haber leído sobre un castigo aplicado en Oriente.
En este castigo el condenado es atado, sobre su trasero es puesto un tarro al cual hacen
entrar ratas (Ratten) que penetraban en el ano. En el relato el paciente mostraba todos
los signos de horror y resistencia, y una expresión de su rostro de muy rara
composición, como de horror ante su placer ignorado. El paciente prodigue: en el
momento me sacudió la representación de que eso sucede con una persona que me es
cara”. Freud, tras un breve conjeturar (Raten), concluye que es la dama admirada por él,
a quien se refirió aquella representación. Simultáneamente con la idea siempre aparece
la sanción, es decir la medida de defensa que él tiene que seguir, para que una fantasía
de esta no se cumpla. Consiguió defenderse de aquella idea con la siguiente fórmula:
“pero” (aber), acompañado por un movimiento de aventar algo con la mano, y el dicho
“Qué se te ocurre”. Hasta ahora tomamos noticias de que el castigo de las ratas se
cumpliría en la dama. Al mismo tiempo emergió en él otra idea: que el castigo recae
también sobre su padre.
Al día siguiente el capitán le alcanzó un paquete con los quevedos llegado del correo y
le dijo: ”el teniente A pagó el reembolso por ti. Debes devolvérselo a él”. En ese mismo
momento se le plasmó una sanción: no devolver le dinero, de lo contrario sucede
aquello (es decir, la fantasía de las ratas se realiza en el padre y la dama). En lucha
contra esta sanción se le elevó un mandamiento a modo de un juramento: “tu debes
devolver al teniente A las 3,80 coronas”.
Dos días después de las maniobras, lo llenó el empeño por devolver al teniente A esa
suma de sincero, en contra de lo cual se elevaban cada vez mayores dificultades de
naturaleza en apariencia objetiva. La exposición detallada que el paciente ofrece sobre
los sucesos de ese día y sus reacciones frente a ellos, adolece de contradicciones
internas y sonaba confusa.
Al temor de que a sus amados les sucediera algo, ha situado tales castigos no sólo en la
actualidad sino en la eternidad, en el más allá. Hasta los 14 o 15 años había sido muy
religioso, y a partir de entonces se había desarrollado como librepensador.
Una vez en Viena, no encontró a su amigo en la posada donde había esperado hallarlo;
sólo a las 11 de la noche llegó a la vivienda de él y le expuso su caso. El amigo lo
tranquilizó y a la mañana siguiente lo acompaño al correo para devolver las 3.80
coronas a la estafeta postal, donde había llegado el paquete con los quevedos.
El paciente antes de partir de viaje sabía que era la empleada del correo la acreedora
del reembolso. Lo sabía antes del reclamo del capitán y de su propio juramento, pues
ahora recordaba que pocas horas antes del encuentro con el capitán cruel tuvo la
oportunidad de presentarse a otro capitán, quien le comunicó la verdadera situación.
Este oficial le contó que había estado en la estafeta postal y la señorita encargada de ella
le preguntó si conocía el destinatario de los quevedos. Respondió negativamente, pero la
señorita dijo tener confianza en este último y que ella misma abonaría el importe. El
capitán cruel cometió un error cuando al poner en sus manos el paquete le indicó que
devolviera a A las 3.80 coronas. El paciente sabía que esto era un error, pero a pesar de
ello hizo el juramento basado en ese error, juramento que se convertiría en un martirio.
A los 12 años de edad amaba a una niña, hermana de un amigo (no con un amor sensual,
no quería verla desnuda), pero ella no era con él lo tierna que él deseaba. Y entonces le
acudió la idea de que ella le mostraría amor si a él le ocurría una desgracia, que podría
ser la muerte de su padre8. Rechazó esta idea enseguida. Aún ahora se defiende de la
posibilidad de haber exteriorizado un deseo. A lo que Freud objeto, que si no era un
deseo, ¿por qué el alboroto?. Responde que es sólo por el contenido de la
representación, es decir, que su padre muera.
Idéntico pensamiento le acudió una segunda vez medio año antes de la muerte de su
padre. Ya estaba enamorado de aquella dama, pero a causa de impedimentos materiales
no podía pensar en una unión. Este fue el texto de la idea: “Por la muerte del padre,
acaso él se vuelva tan rico que pueda casarse con ella”. Después fue tan lejos en su
defensa contra esa idea que deseó que el padre no dejara nada en herencia a fin de que
ninguna ganancia le compensara esa terrible pérdida9.
Una tercera vez le acudió la misma idea el día anterior a la muerte del padre. Pensó:
“Ahora es posible que pierda al ser a quien más amo”; y contra eso vino la
contradicción: “No, existe todavía otra persona cuya pérdida te sería aún más dolorosa”.
Dice asombrarse mucho por estos pensamientos, pues asegura que la muerte de su padre
nunca pudo haber sido objeto de su deseo; siempre fue un temor.10 Esta angustia
corresponde a un deseo, que una vez tuvo y ahora está reprimido, por esto se debe
suponer exactamente lo contrario de lo que él asegura.
8
Primera ocasión en la que pensó la muerte del padre (12 años)
9
Segunda ocasión en la que pensó la muerte del padre (medio año antes de la muerte del padre)
10
Tercera ocasión en la que pensó la muerte de su padre (día anterior a la muerte de su padre)
Él queda incrédulo, y le sombra que le fuera posible en él ese deseo, siendo que su
padre era para él el más amado de los hombres. No admitía dudas en cuanto a que
habría renunciado a toda dicha personal si de ese modo hubiera podido salvar a su
padre. Freud responde que ese amor intenso es la condición del odio reprimido.
¿De dónde proviene este odio? Sólo cabe suponer que el odio se conecta con una fuente,
con una ocasión, de suerte que lo vuelve indestructible. Así por un lado, un nexo de esa
índole protegería del sepultamiento al odio contra el padre, y por el otro, el gran amor le
impediría devenir conciente, de modo que sólo le resta existencia en lo inconciente,
desde donde por momentos puede devenir consciente.
El paciente comunica que ha sido el mejor amigo de su padre, como éste de él; salvo
unos pocos ámbitos donde solían discernir, la intimidad entre ellos ha sido mayor que la
que él tiene ahora con su mejor amigo. Es cierto que ha amado mucho a aquella dama
por la cual relegó al padre en al idea, pero con relación a ella nunca movió genuinos
deseos sensuales, como los que llenaron su infancia, sus mociones sensuales han sido
más intensas en la niñez que en la pubertad.
A los enfermos su padecer les proporciona cierta satisfacción, de suerte que todos se
muestran renuentes a sanar. A lo largo del tratamiento se presentan continuas
resistencias. En el caso del paciente obtenía placer de sus autorreproches para el
autocastigo.
Si bien con su hermano menor eran inseparables de niños su paciente estaba gobernado
por los celos, pues su hermano era más fuerte, más bello y por eso el preferido. A los 8
años de edad cargó una escopeta y le pidió a su hermano que mirara dentro de ella. En
ese momento le disparó dándole en la frente, aunque no le hizo nada, su propósito era
causarle daño. Se puso entonces fuera de sí, se arrojó al suelo y se interrogó acerca de
cómo había podido hacer eso12.
11
Freud formula una construcción: de niño, a la edad de 6 años, el paciente ha cometido una acción
onanista, por la cual recibió del padre una reprimenda. Este castigo habría opuesto fin al onanismo, pero
dejó como secuela odio contra su padre, fijando para todos los tiempos su papel como perturbador del
goce sexual. El paciente le informa a Freud que su madre le había contado un suceso así de su primera
infancia, y evidentemente no había caído en el olvido porque se anudaban al suceso cosas singulares. El
relato es el siguiente: cuando él era todavía muy pequeño, debe haber emprendido algo enojoso, por lo
cual el padre le pegó. Esto lo dejó presa de una ira terrible e insultaba abajo los golpes del padre. Pero
como no conocía palabras insultantes, recurrió a los nombres de objetos que se le ocurrían y decía: “Eh,
tú, lámpara, pañuelo, plato!”. El padre cesó de pegarle y expresó: “Este chico será un gran hombre o un
gran criminal!”.
12
Reproches
Expresa otras mociones de la manía de venganza contra aquella dama a quien tanto
adora, siendo su amor no correspondido. Cuando estuvo seguro de ello se le plasmó
una fantasía conciente: se haría muy rico, se casaría con otra, y luego visitaría con ella a
la dama para mortificarla. Pero se le frustró la fantasía, pues debió confesarle que la
otra, la esposa, le resultaba indiferente; sus pensamientos se enredaron y se volvió claro
que esa otra debía morir. También en esta fantasía encuentra, como en el atentado contra
el hermano el carácter de la cobardía que le parece tan horroroso.
Su dama estaba ausente mientras él se empeñaba en estudiar para un examen para unirse
antes con ella. A raíz de su ausencia sobrevino algo que en hombre normal habría sido
una moción de despecho contra la abuela. Hay que suponer en el paciente algo parecido,
pero más intenso: un ataque de furia inconciente que rezaría: “Me gustaría viajar y
matar a la anciana que me roba a mi amada”. A esto le sigue el mandamiento: “Mátate a
ti mismo como autocastigo por tales concupiscencias de furia y de muerte”, y todo el
proceso marcha bajo el más violento afecto, en secuencia invertida (el mandamiento de
castigo adelante, la mención de la concupiscencia punible al final) en la conciencia del
enfermo obsesivo.
Durante unas vacaciones de verano, le surgió la idea de que era demasiado gordo
(Dick) y debía adelgazar. Por lo cual, no comía postres, salía a correr, etc. Salió a la
luz el propósito suicida detrás de esta manía de adelgazar: encontrándose sobre una
ladera, le fue pronunciado el mandamiento de saltar, lo cual moriría. La solución de este
actuar obsesivo, sin sentido, surgió cuando se le ocurrió que también la dama amada se
hallaba en ese lugar de veraneo, pero en compañía de un primo inglés de quien él estaba
muy celoso. El primo se llamaba Richard, y su apodo era Dick (en alemán, gordo).
Quería matarlo porque estaba más celoso y furioso de lo que podía confesar, y por eso
se impuso como autocastigo la pena de adelgazamiento. Este impulso obsesivo
comparte con el anterior un rasgo: su génesis como reacción frente a una ira enorme, no
aprehensible por la conciencia, contra una persona que aparece como perturbadora
del amor.
Cierta vez que viajaba con ella en un barco cuando soplaba un fuerte viento, se vio
obligado a pedirle que se pusiera la capa de él porque se le había plasmado el siguiente
mandamiento: “Que no le suceda nada”. Era una compulsión protectora.
Un día él tropezó contra una piedra de la calle, y se vio obligado a removerla porque le
vino la idea de que dentro de unas horas el carruaje de ella pasaría por la misma calle y
podría dañarse, pero luego se le ocurrió que era un disparate, y se vio obligado a
regresar y poner la piedra en el mismo lugar. Tras la partida de ella, se apoderó de él una
compulsión de comprender que lo volvió insoportable para los suyos. Debía
comprender con exactitud cada sílaba que alguien le dijera, como si de otro modo se le
escapase algo importante. Lo que lo obligaba a repreguntar cada frase que se le
pronunciaba.
Tales acciones obsesivas de dos tiempos, cuyo primer tiempo es cancelado por el
segundo, son típicas de la neurosis obsesiva. El pensar conciente del enfermo incurre en
un malentendido respecto de ellas y las dota de una motivación secundaria: las
racionaliza. Pero su significado real reside en la figuración del conflicto entre dos
mociones opuestas, se trata siempre de la oposición entre amor y odio. Esto reviste
interés teórico porque permite discernir un nuevo tipo de formación de síntoma. A
diferencia de lo que acontece en la histeria, en donde ambos opuestos se contentan en
una misma figuración, en la neurosis obsesiva los opuestos son satisfechos por
separado, primero uno, luego otro.
Una vez le llevó un sueño a Freud que contenía la figuración del mismo conflicto en su
transferencia al médico: “Mi madre ha muerto. Quiere presentar sus condolencias, pero
tiene miedo de producir la risa impertinente que repetidas veces ha mostrado a raíz de
13
Explica la compulsión de comprender
14
Explica la compulsión protectora.
casos luctuosos. Por eso prefiere escribir una tarjeta con “p.c.” (“mis condolencias”)
pero estas letras se le mudan al escribirlas en “p.f.” (“mis felicitaciones”)15.
En otras fantasías, cuyo contenido era hacerle un gran servicio, sin que su amada lo
supiese que era él quien se lo prestara reconocía meramente la ternura, sin apreciar que
el origen de su nobleza era reprimir la manía de venganza.
F. El ocasionamiento de la enfermedad
En la neurosis obsesiva sucede de otro modo. Es posible que las premisas infantiles de
la neurosis sucumban a una amnesia; en cambio las ocasiones recientes de la
enfermedad se encuentran conservadas en la memoria. La represión se ha servido aquí
de otro mecanismo, más simple: en lugar de olvidar el trauma, le ha sustraído la
investidura de afecto, quedando en la conciencia como secuela un contenido de
representación indiferente, inesencial. El resultado del proceso es casi el mismo, pues el
contenido mnémico indiferente sólo rara vez es reproducido y no desempeña papel
alguno en la actividad de pensamiento conciente de la persona. El paciente tiene la
sensación tiene la sensación de haber sabido siempre lo uno y de tener olvidado lo otro
desde hace mucho tiempo. Para la neurosis obsesiva existen dos clases de saber y de
tener noticia, el neurótico obsesivo “tiene noticia” de sus traumas y “no tiene noticia” de
ellos. En efecto, Tiene noticia de ellos en la medida en que no los ha olvidado, pero no
tiene noticias de ellos puesto que no discierne su significado.
Los enfermos obsesivos que padecen de autorreproches y han anudado sus afectos a
ocasionamientos falsos, no es raro que hagan al médico la comunicación correcta, sin
vislumbrar que sus reproches están divorciados de es última.
El esclarecimiento dado por Freud, no obtuvo aceptación por parte del paciente. Pero en
la trayectoria de la cura se vio forzado a convencerse que esa conjetura era correcta.
Con ayuda de una fantasía de transferencia vivenció como nuevo y presente lo que
había olvidado del pasado, o lo que sólo inocentemente había discurrido en él. Freud
reproduce uno de sus sueños: “Él ve ante sí a mi hija, pero tiene dos emplastos de
excrementos en lugar de ojos”. La traducción es la siguiente: “Se casa con mi hija, no
por sus lindos ojos, sino por su dinero”.
El padre del paciente, antes de casarse, había sido suboficial, había conservado entre
sus características de soldado una predilección por las expresiones rudas. Poseía un
cordial humor y una bondadosa indulgencia hacia su prójimo, que complementaba su
carácter.
El hijo no exageraba al declarar que se habían tratado como mejores amigos, salvo en
un único punto. Se debía a ese único punto que el pensamiento de la muerte del padre
ocupara al pequeño con intensidad inhabitual. Es en el ámbito de la sexualidad que
algo se interponía entre padre e hijo, el padre había entrado en oposición con el
erotismo del hijo, tempranamente despertada. Años después de la muerte del padre, se le
impuso al hijo cuando experimentó por primera vez la sensación de placer de un coito,
esta idea: “!Pero esto es grandioso! A cambio de ello uno podría matar a su padre. Eso
es ilustración de sus ideas obsesivas infantiles. Poco antes de la muerte del padre, éste
había tomado partido contra la inclinación dominante del paciente. Notó que
buscaba la compañía de aquella dama y lo desaconsejó diciendo que no era prudente y
que sólo conseguiría ponerse en ridículo.
La conducta onanista del paciente era muy llamativa, no desarrolló ningún onanismo en
la pubertad, emergió a los 21 años poco después de la muerte del padre, quedando
avergonzado tras cada satisfacción. Desde entonces el onanismo sólo afloró en raras y
singulares ocasiones, momentos hermosos que vivenciara o pasajes bellos que leyera.
Leyó en “Poesía y verdad” cómo el joven Goethe, en un arrebato de ternura, se liberó
del efecto de una maldición que una celosa había echado sobre la que besara después de
ella. Durante mucho tiempo se había dejado disuadir por esta maldición, pero en un
momento rompió el hechizo y besó con efusión a su amor. Según Freud el rasgo común
es la prohibición y el sobreponerse a un mandamiento.
En una época en que estudiaba para rendir un examen, jugaba con la siguiente fantasía:
su padre aún vive y puede retornar en cualquier momento. Estudiaba tardíamente en la
noche y suspendía una hora, entre las 12 y la 1, y abría la puerta del zaguán de su casa,
como si el padre estuviera frente a ella. Y luego, contemplaba en el espejo del vestíbulo
16
Historia familiar
su pene desnudo. Este accionar se vuelve entendible bajo la premisa de que se
comportaba como si esperara la visita del padre. En vida de él, había sido un estudiante
perezoso por lo cual el padre solía mortificarse. Ahora debía alegrarse si retornaba como
espectro y lo encontraba estudiando. En relación a la otra parte de su obrar, era
imposible que alegrara17 a su padre, con ella lo desafiaba. Esta acción obsesiva
expresaba los dos lados de la relación con su padre.
El padre no volvió a pegarle, sin embargo esta escena debe haber sido de duradera
eficacia. Por angustia ante la magnitud de la ira del paciente se volvió cobarde desde
entonces. Durante toda su vida sintió angustia por los golpes, y se escondía lleno de
horror e indignación cuando pegaban a uno de sus hermanos.
La madre, a parte de la confirmación del relato, da noticia de otro suceso ocurrido entre
los 3 y 4 años, donde mereció el castigo por haber mordido a alguien,
presumiblemente la niñera.
El primer enigma era por qué los dos dichos del capitán cruel, el cuento sobre las ratas
y su reclamación de devolver el dinero al teniente primero A, le provocaron tanta
emoción y reacciones patológicas violentas. Aquellos dichos habían tocado unos lugares
hiperestésicos de su inconciente. Él se encontraba identificado inconscientemente con
el padre, quien había prestado servicios militares durante muchos años. Una aventura
del padre tuvo un importante elemento en común con la reclamación del capitán: una
vez el padre había perdido en un juego de naipes (Spielratte = rata de juego) una
pequeña suma de dinero de la que podía disponer de ser suboficial, y las habría pasado
muy mal si un camarada suyo no le prestaba ese dinero. Después de abandonar el
servicio buscó a ese camarada para devolverle el dinero, pero nunca lo encontró. El
recuerdo de este pecado de juventud de su padre le resultaba penoso. Las palabras del
17
Amor al padre
capitán: “Tienes que devolver las 3.80 coronas al teniente primero A”, le sonaron como
una alusión a esta deuda del padre.
La representación del castigo consumado con las ratas había estimulado cierto número
de pulsiones, despertado recuerdos, por eso las ratas en el intervalo entre el relato del
capitán y su reclamación de devolver el dinero, habían adquirido una serie de
significados simbólicos. El castigo de las ratas despabiló al erotismo anal que en su
infancia había desempeñado un importante papel. Así, las ratas llegaron al significado
de “dinero”, nexo señalado al ocurrírsele al paciente, “ratas” (“Ratten”), “cuotas”
(“Raten”). En sus delirios obsesivos, él había instituido una formal moneda de ratas;
cuando Freud le comunicó el precio de la hora de tratamiento, él dijo: “Tantos florines,
tantas ratas”. A esta lengua fue traspuesto poco a poco todo el complejo de intereses
monetarios que se anudaba a la herencia del padre; todas las representaciones a él
pertinentes fueron asentadas, a través de este puente de palabras “cuotas- ratas”, en lo
obsesivo y arrojadas en lo inconciente. Este significado de dinero de las ratas se apoyó
además, en la reclamación del capitán a devolver el monto del reembolso, lo cual
sucedió con la ayuda de la palabra puente “Spielratte”, desde la cual se descubría el
acceso hacia el delito del juego de su padre18.
La rata era consabida además como portadora de peligrosas infecciones, y por eso pudo
ser empleada como símbolo de la angustia ante la infección sifilítica, tan justificada en
el militar, tras lo cual se escondía toda clase de dudas sobre la conducta del padre
mientras estuvo de servicio. En otro sentido, portador de la infección sifilítica era el
pene, y así la rata podía invocar otro título. El pene, en particular el del niño pequeño,
puede ser descripto como un gusano, y en el cuento del capitán las ratas cavaban en el
ano como en su infancia lo hacían los grande gusanos. El significado de “pene” de las
ratas descansaba a su vez en el erotismo anal. La rata es una animal roñoso que se
alimenta de excrementos y vive en cloacas. El trueque de las ratas por el pene en el
cuento del capitán dio por resultado una situación de comercio per anum, que dentro de
su referencia al padre y a su amada le parecía repugnante. Todo este material, se
ordenaba con la ocurrencia encubridora “heiraten” (“casarse”), en la ensambladura de la
discusión en torno de las ratas19.
18
Asociación de ratas
19
Asociación de ratas
En muchas configuraciones de sus delirios obsesivos, las ratas significaban también
hijos.
Cierta vez que estaba visitando la tumba de su padre había visto un animal grande, que
tuvo por una rata, correteando por el túmulo. Supuso que vendría de la tumba de su
padre y acababa de darse un banquete con su cadáver. Es inseparable de la
representación de la rata que ella roe y muerde con sus afilados dientes; pero la rata no
es mordedora, voraz y roñosa sin castigo, sino que como había visto a menudo con
horror, es cruelmente perseguida por los hombres y aplastada sin piedad. Había sentido
compasión por esas pobres ratas. Él mismo era una persona asqueroso y roñoso que en
la ira podía morder a los demás y ser azotado terriblemente por eso. Podía hallar en la
rata “la viva imagen de sí mismo”.
Ratas eran entonces hijos. La dama a quien admiró durante tantos años, a pesar de lo
cual no se podía decidir a casarse con ella, estaba condenada a no tener hijos, a
consecuencia de una operación de extirpación de ovarios; y era esto para él, que amaba
a los niños, la principal razón de sus vacilaciones.
Ahora bien, así se había cometido el crimen, la blasfemia de él contra las dos personas
que más quería, el padre y la amada: esto implicaba un castigo, el cual consistió en
imponerse un juramento imposible de cumplir ahora tienes que devolver realmente el
dinero a A”. “si, tienes que devolver el dinero a A, como lo ha exigido el sustituto del
padre. El padre no se puede equivocar”.
Al accionar obsesivo de trabajar hasta bien tarde en la noche para después abrir las
puertas al espectro del padre, y mirar luego sus genitales en el espejo, le aplicó la
siguiente amonestación: “Qué diría el padre si todavía viviera!”. Este argumento no
produjo resultado alguno mientras se presentó de manera racional, sólo cesó después de
poner la misma idea bajo la forma de una amenaza deliriosa: si volvía a perpetrar ese
desatino (Insensatez), al padre le pasaría algo malo en el más allá.
No todas las ideas obsesivas del paciente eran tan complejas como la gran
representación de las ratas. En otras había empleado una técnica muy simple, la de la
desfiguración por omisión (elipsis). Por ejemplo: “Si yo me caso con la dama, a mi
padre le sucede una desgracia (en el más allá)”. Introducimos lo omitido: “Si mi padre
viviera, casarme con la dama lo enfurecería como aquella escena infantil, y yo volvería
a ser presa de la ira y le desearía toda clase de males, que se cumplirían en virtud de la
omnipotencia de mis deseos”. Esta técnica es típica de la neurosis obsesiva.
El paciente tenía una particular relación con el tema de la muerte. Tomaba parte en
todos los fallecimientos, mataba gente en la fantasía. La muerte de una hermana mayor
cuando él tenía entre 3 y 4 años de edad desempeñaba un gran papel en su fantasía. Al
joven lo había ocupado desde temprano el pensamiento de la muerte del padre, y
podemos concebir la contracción de la enfermedad como una reacción frente a ese
suceso que él había deseado años antes. Una compensación por esos deseos de muerte
contra el padre es esta extraña extensión de sus temores obsesivos al “más allá”. Ella se
produjo cuando el duelo por el padre difunto experimentó un refrescamiento un año y
medio después. Se traduce el agregado “en el más allá” con las palabras “si mi padre
viviera todavía”.
Más extrañeza causa el otro conflicto, entre amor y odio. Se sabe que un incipiente
enamoramiento es frecuentemente percibido como odio, que un amor al que se le
deniega satisfacción se traspone fácilmente en parte en odio. Pero una coexistencia
crónica de amor y odio hacia una misma persona nos causa asombro. El amor no ha
podido extinguir al odio, sino sólo esforzarlo al inconciente; y en lo inconciente,
protegido del influjo de la conciencia que pudiera cancelarlo es capaz de conservarse y
aún de crecer. Bajo estas circunstancias, el amor conciente suele hincharse por vías de
reacción hasta alcanzar una intensidad particularmente elevada, a fin de estar a la altura
del trabajo que se le impone de una manera constante: retener en la represión a su
adversario. Una división muy prematura de estos dos opuestos, ocurrido en los
prehistóricos años de la infancia, con represión de una de las partes (por lo común el
odio) sería la condición para esta sorprendente constelación de la vida amorosa21.
Una conducta de amor y odio como la que se haya en este paciente es uno de los
caracteres más frecuentes, más declarados y más sustantivos de la neurosis obsesiva. En
los casos en cuestión de odio inconciente, el componente sádico del amor se ha
desarrollado constitucionalmente con mayor intensidad; por eso ha experimentado una
sofocación prematura y demasiado radical, y así los fenómenos observados de la
neurosis derivan por una parte de la ternura conciente elevada por reacción, y por otra
parte del sadismo que en lo inconciente sigue produciendo efectos como odio.
Cada vez que el impulso amoroso a podido ejecutar algo en su desplazamiento a una
acción ínfima, pronto lo hostil lo alcanza ahí y vuelve a cancelar su obra.
Toda vez que la pulsión de saber prevalezca en la constitución del obsesivo, el cavilar se
convertirá en el síntoma principal de la neurosis. El proceso mismo del pensar es
sexualizado, pues el placer sexual que de ordinario se refiere al contenido del pensar, se
vuelve aquí hacia el acto mismo del pensar, y la satisfacción de alcanzar un resultado
cognitivo es sentida como satisfacción sexual. Con la ayuda de la pulsión de saber, la
acción sustitutiva puede ser reemplazada más y más por actos preparatorios del
pensamiento.
Nuestro paciente resultó ser también un olfateador, y en su infancia, según sostenía, era
capaz de discernir a las personas por el olor como si fuera un perro; y todavía hoy las
percepciones olfatorias le decían más que otras.