Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Catherine Boyle
King’s College London, Inglaterra
catherine.boyle@kcl.uk
Resumen
Abstract
1
Artículo inédito, traducido del inglés por Rodrigo del Río.
14 Cátedra de Artes N°11 (2012): 13-30
Antígona
1 Me conocía el Ágora, la fuente
Dircea y hasta el mismo olivo sacro,
no la ruta de polvo y de pedrisco
ni el cielo helado que muerde la nuca
5 y befa el rostro de los perseguidos.
Y ahora el viento que huele a pesebres,
a sudor y a resuello de ganados,
es el amante que bate mi cuello
y ofende mis espaldas con su grito.
10 Iban en el estío a desposarme,
iba mi pecho a amamantar gemelos
como Cástor y Pólux, y mi carne
iba a entrar en el templo triplicada
y a dar al dios los himnos y la ofrenda.
15 Yo era Antígona, brote de Edipo,
y Edipo era la gloria de la Grecia.
Caminamos los tres: el blanquecino
y una caña cascada que lo afirma
por apartarle el alacrán... la víbora,
20 y el filudo pedrisco por cubrirle
los gestos de las rocas malhadadas.
Viejo Rey, donde ya no puedas háblame.
Voy a acabar por despojarte un pino
y hacerte lecho de esas hierbas locas.
25 Olvida, olvida, olvida, Padre y Rey:
los dioses dan, como flores mellizas,
poder y ruina, memoria y olvido.
Si no logras dormir, puedo cargarte
el cuerpo nuevo que llevas ahora
30 y parece de infante malhadado.
Duerme, sí, duerme, duerme, duerme, viejo Edipo,
y no cobres el día ni la noche.
El legado de Cassandra
“Antígona”, de Gabriela Mistral, es parte de la serie de poemas “Locas muje-
res”, escritos entre 1938 y 1954, y compilados en su último libro publicado: Lagar
(1954). Los poemas residuales –no publicados en Lagar– fueron reunidos por
Pedro Pablo Zegers y Ana María Cunero en el volumen póstumo Lagar II (1991).
Catherine Boyle • “Antígona”, de Gabriela Mistral, y los brotes gemelos de la memoria y el olvido 15
Allí, junto a “Antígona”, aparecen los poemas “La contadora”, “Madre bisoja”,
“La que camina”, “La otra”, además de “Electra en la niebla”, “Clitemnestra” y
“Casandra”. Todas estas locas mujeres están en estado de flujo, frecuentemente
deambulando y “en la ruta”, en posiciones liminares a través de las que habitan
una serie de estados, experiencias y reinos sobre los que pueden, generalmente,
ejercitar solo un control arbitrario y, en ocasiones, desesperado. Palma Guillén
(1992) llama a los poemas “retratos de la poeta misma”, donde “describe con
minuciosa lucidez todos los estados de ánimo por los que fue pasando después
de la muerte del último de los suyos” (xxxvi) –Guillén se refiere aquí al amado
sobrino de Mistral, su hijo adoptivo Juan Manuel Godoy, quien se suicidó en
Brasil en 1943. Guillén cita, de paso, a Margot Arce de Vásquez, quien llama a
Mistral “esta Antígona entregada apasionadamente a un rito funeral” (xxxvi). En
una lectura como esta, que identifica explícitamente a Mistral con el personaje
mítico, la figura de Antígona se convierte en un concepto que permite leer todos
los poemas de la serie y, de paso, invita a hilvanar una interpretación biográfica.
La crítica feminista Kemy Oyarzún (1998) distingue un estatuto “heráldico”
de Mistral que mistifica tanto su trabajo de escritura como su propia figura.
Sugiere que el estudio de la genealogía de Mistral nos permite “rastrear signifi-
cativas diferencias socio-culturales o trazar una breve pero intensa panorámica
de la crítica literaria de nuestro país, precisamente en base al heterogéneo mapa
de las lecturas sobre Mistral” (“Genealogías”). Entrar en la interpretación de
la Antígona de Mistral implica la negociación de dos figuras icónicas, sujetas
a múltiples –y agudamente controversiales– lecturas historizadas. Entonces,
mientras Mistral no representa, como veremos, una Antígona “entregada apa-
sionadamente a un rito funeral”, sí sitúa a la heroína en un sitio de prolongado
duelo por un pasado al que solo se puede acceder a través de los signos de un
futuro perdido, de una comunidad perdida y de un hogar perdido. O, si prefiere,
por la inminente muerte de Edipo, su padre/ hermano/ rey. Mientras que leer
el poema como la expresión de una Mistral-cum-Antígona “entregada apasio-
nadamente a un rito funeral” resulta demasiado reduccionista, sí nos alerta del
rol de un prolongado y complejo conjunto de circunstancias personales en su
poesía que sobrevuelan el paisaje de esta Antígona. Es a través de este duelo
que Mistral crea una ruta para una lectura radical acerca del largo destierro de
la heroína tras los muros de su ciudad natal. En este sentido, es casi imposible
no dejarse influenciar por la biografía de Mistral.
“Antígona”, de Gabriela Mistral, no es la Antígona que hemos llegado a
conocer en la obra epónima. Más bien, pertenece a Edipo en Colono, de Sófocles:
la joven niña que, exiliada con su padre, lo guía, ciego y vagabundo, en su vida
de largo y duro deambular. A través del destino de Edipo, ella es exiliada de
la ciudad-estado, expulsada hacia el aislamiento, la invisibilidad y la violencia.
Emplazada –si se quiere– a existir en un periodo suspendido de no-ser. La he-
roica Antígona de la obstinada fuerza de voluntad y fe que dará a su hermano
un apropiado entierro fúnebre a costa de su vida está todavía por venir. Pero
16 Cátedra de Artes N°11 (2012): 13-30
sabemos que habita esta Antígona, pues conocemos sus obras. De esta manera,
Mistral hace eco de la propia cronología de Sófocles en la que Edipo en Colono
viene después de Antígona.
Este gesto consciente permite a la poeta evocar tanto la memoria como la
ignorancia de la fatal intervención de Antígona en el periodo siguiente de la
muerte de sus hermanos en guerra, maldecidos dos veces por Edipo. Como
Judith Butler (2000) reconoce, Antígona existe “entre la vida y la muerte, está
ya viviendo en la tumba, antes de cualquier exilio allí” (77). La figura de An-
tígona siempre invocará ese crimen y como lectores buscamos en el poema el
más reconocible de los signos, mientras Mistral nos entrega a una Antígona
cuyo destino es “no tener una vida para vivir, ser condenada a muerte antes de
cualquier posibilidad de vida” (23).
Lo que el poema representa, en este nivel, es bastante simple: Antígona en
la ruta pedregosa, rememorando su ciudad y su futuro prometido, que ha sido
reemplazado por la cruda y severa vida de los “perseguidos”. Antígona cela y
guía a su padre, cuidándolo como lo haría con un infante, encontrando lo que
la ruta ofrece para refugiarse y reconfortándolo, buscando mitigar su tormento,
arrullándolo hasta que duerma como un niño, protegiéndolo como una madre
[motheringhim] así como asistiéndolo como una amorosa hija.
El lenguaje evoca poderosamente un mundo mistraliano de mujeres que han
perdido la posibilidad de consumar los más simples sueños. Mujeres destinadas
a vivir futuros sin controversia. Mujeres, por eso, exiliadas desde (o, a veces,
dentro de) las estructuras sociales tradicionales de la condición de mujer. Este
es un gesto mistraliano que está en el corazón de su más famoso poema, “Todas
íbamos a ser reinas”, texto que relaciona las extraviadas vidas soñadas de cuatro
amigas, cuyos “reinos” les son sucesivamente negados a través de la pérdida de
amor, de los cuidados en esterilidad de los hijos de otras gentes, de un perpetuo
deambular en la búsqueda del amor. Sin embargo, para Lucila (siendo Lucila
el nombre “cristiano” dado a Mistral en su nacimiento) un “reino de verdad”
se encuentra en su diálogo “a río, a montaña y cañaveral”, un reino que está
localizado “en las lunas de la locura” (Mistral 153).
Hacia el final del poema, Mistral propone la imagen de futuras niñas
buscando sus reinos en el presente y en el futuro. Si el destino de estas niñas
permanecerá en omisión durante sus vidas, entonces Mistral creará una cons-
tante influencia entre el pasado y el futuro donde no hay aún certeza de que
los sueños repetidos entrarán finalmente en un momento que permitirá su
cumplimiento. De esta manera, esta representación de Antígona pone en tela
de juicio una serie de cruces que evocan la más persistente poesía de Mistral, la
de la multiplicidad de la experiencia femenina y su contrario, en las falazmente
inmutables, vinculantes e inflexibles estructuras sociales.
En su reescritura poética de Antígona, Mistral parece acudir a los textos
originales de Sófocles. De ahí que sus versos –merced a un juego de citas, a veces,
invisibles– consigan el desentrañamiento de las complejidades del personaje
Catherine Boyle • “Antígona”, de Gabriela Mistral, y los brotes gemelos de la memoria y el olvido 17
hibido y, de este modo, “abre un espacio para la crítica cultural” (20). Es esta
iniciación en su lenguaje repetido –frecuentemente denotando incapacidad de
expresión– y la entrada de Mistral en este espacio de lo prohibido lo que abre
los poemas como deliberaciones sobre los espacios sociales disponibles a las mu-
jeres “sanas”. Y, por lógica consecuencia, estas deliberaciones poéticas permiten
reconocer el espacio desde el que las propias mujeres son excluidas y calificadas
de “locas”. Estas locas mujeres son definidas por su incansable carácter de estar
más allá, por su posición como forasteras, como extranjeras, por su vagabundaje
y errancia, y por la búsqueda de un siempre elusivo hogar o patria. Ellas adoptan
el lenguaje, a veces, de maneras brutales mientras batallan por expresar lo que
no han oído hablar aún alrededor de ellas, lo que está más allá de las estructuras
conocidas y establecidas del poder y la sociedad. Su experiencia en las estruc-
turas de sentimiento establecidas, que están en fuga desde “lo fijado y explícito
y lo conocido” es vivida enteramente como “la personal, está aquí, ahora, viva,
subjetividad activa” (Williams 128). El lenguaje mistraliano puede sostener el
potencial para la acción, pero el hecho de estar en el límite de lo que Raymond
Williams llama “disponibilidad semántica” (134) implica que su articulación
permanece en “una fase embrionaria antes de que pueda convertirse en un in-
tercambio completamente articulado y definido” (131). En este mundo poético
de mujeres en extrema subjetividad, es la intensa inmediatez de la experiencia
aquello que define su “locura” –estado cuya expresión lingüística es construida
usando un lenguaje familiar y volviéndolo extraño y desconocido. Este es el
lenguaje que en “una palabra” es tan potencialmente peligroso, tan destructivo
que es mejor mantenerlo “en su garganta” y, si alguna vez se lo lanza fuera por
un “estallido de sangre”, estaría mejor “enterrado”, como un gesto protector hacia
otras mujeres, esas mujeres que cargan con las tareas milenarias adscritas a ellas
(Mistral 218). Y estas tareas son, por supuesto, tanto “honorables” como “escla-
vizantes”. Cada poema en “Locas mujeres” representa un momento dramático,
lleno de potencial o impulso hacia el cambio, pero cada uno también pone en
escena la intensa certeza de la suspensión en ese momento, donde el abandono
o el siguiente paso es todavía implícito e incumplido, o semánticamente liminal.
Es esta suspensión en un momento dramático de liminalidad lo que define la
“Antígona” de Mistral. Pues Gabriela Mistral no nos ofrece una heroína, o no
al menos una reconocible: lo que ofrece es un momento dramático que energiza
el peligroso potencial de realización de la jornada de las “locas mujeres” de la
trilogía de Sófocles, a través de una serie de referencias e “imágenes almacenadas”
que resonarán más allá de los confines del poema, como una “caja de resonancia
intertextual” (Rojo, “Summa”).
El poema está organizado mediante una reconocible intertextualidad, en
diálogo constante con la Antígona de Edipo en Colono. No obstante, si leemos
“Antígona” en diálogo con la trilogía de Sófocles vemos que Mistral evoca un
número de etapas claves en el viaje al que Antígona es compelida a emprender,
de la gloria pasada a su nacimiento, a su menoscabado estado en el presente y
Catherine Boyle • “Antígona”, de Gabriela Mistral, y los brotes gemelos de la memoria y el olvido 21
por lo que camina en tres piernas, débil, y retorna a la proximidad del infante,
que camina en cuatro piernas y es el más débil de todos, en lo que Mistral llama
su “nuevo cuerpo”, que lo convierte en un “infante malhadado”. Sin embargo, el
ser de tres piernas en la configuración de Mistral es un híbrido de Padre, hija
y “caña cascada”. El destino inminente de Edipo es anunciado por Mistral en
un eco de las primeras escenas de Edipo en Colono, donde Antígona advierte
a su padre la “dura roca” (Edipo en Colono 284) en la que se sentará, y Mistral
habla del “filudo pedrisco” y las “rocas malhadadas”. La preparación de duros
e inclementes lugares de descanso ha sido interminablemente repetida, pero
en esta ocasión, pondrá en movimiento el comienzo del final. Mistral sugiere
un punto de partida o final en las palabras, “Viejo Rey, donde ya no puedas
háblame”, una conocida alusión al hecho de que Edipo ha de ir a su muerte en
soledad. En Delfos, ha sido predicho que “mi descanso prometido / después de
años a la intemperie sería / donde encuentre las tierras de las grandiosas diosas
/ y las haga mi hogar” (Edipo en Colono 289). Antígona anuncia a su padre que
han llegado a un lugar “rebosante / de laureles, olivos, uvas, y profundamente
en su corazón, / escucha… ruiseñores, el susurro de alas / que están quebrando
en canto” (284). La descripción evoca la llegada al hogar, a la anhelada riqueza
de un paisaje fijo. El bosque es la entrada a las “tierras de las grandiosas diosas”,
temidas por algunos como las Furias, hijas de la oscuridad, como vengadoras de
lo corrupto, especialmente de aquellos que han hecho mal a sus padres, y tenidas
por otros como “las amables, las Euménides” (286), benefactoras y benevolentes.
Este es el lugar donde Edipo se convertirá en sujeto de la voluntad absoluta
y profecías de los dioses, donde Antígona no puede seguir acompañándolo y
donde ella será arrojada a un futuro incierto, dependiente en principio de cómo
otros disponen de ella.
Para la Antígona de Mistral no hay llegada alguna al hogar, y esto es lo que la
poeta destaca. Nos deja suspendidos con Antígona en su interminable deambular,
todavía vigilante del ciego rey, sugiriendo su fin, pero poderosamente insistiendo
en la repetida actuación de cuidar al “infante malhadado”. Ella moviliza el poema
a los soporíferos ritmos de una canción de cuna, que llama a olvidar y dormir y
guía al “infante malhadado” hacia el olvido donde ya no necesita rendirse más
al día ni a la noche. Para Mistral, sin embargo, la canción de cuna es una forma
que contradice el mito de silencio y pasividad de la madre, y a través de este
la madre encuentra una manera de hablarse a sí misma mientras mece al niño
“comadreando con él, y por añadidura, con la noche que es cosa viva”. Es un
coloquio diurno y nocturno “de la madre con su alma, con su hijo, y con la Gea
visible de día y audible de noche” (Mistral 106). En este momento dramático y
suspendido de la canción de cuna, Mistral crea una Antígona con un dinamismo
dialógico que no es articulado públicamente en palabras descifrables, sino que
es sugerido como un lenguaje femenino imbuido en una agencia primordial.
El poema establece a Antígona como un ser liminal, ni impotente hija ni
empoderada hermana, en el complejo de relaciones que esos vínculos conjuran.
Catherine Boyle • “Antígona”, de Gabriela Mistral, y los brotes gemelos de la memoria y el olvido 23
“Antígona” es, por cierto, una de esas “singulares y poderosas palabras”. Señalar
a la heroína trágica de Sófocles es nombrar, como Steiner (1984) lo ha dicho,
una multitud de “re-experiencias” (19). Y ella está madura para entrar en la
poética de Mistral. El texto de Mistral explota una singular y poderosa palabra
que es “radicalmente simbólica” y que funciona como un “pasaje, un puente”
Catherine Boyle • “Antígona”, de Gabriela Mistral, y los brotes gemelos de la memoria y el olvido 25
(Barthes 158), a través del cual los sentidos son evocados en su potencialmente
explosiva –y, para Mistral, potencialmente destructiva– fuerza. “Antígona” de
Mistral refiere a un texto “original”, pero inmediata e inevitablemente desvía
nuestra mirada a un conjunto de asociaciones más escurridizo. Mistral llena el
poema con “citas. . . anónimas, imposibles de rastrear, y, sin embargo, ya leídas:
son citas con comas invertidas” (160). Pues más allá de lo rastreable yace un
impulso mucho más desafiante hacia la multiplicidad, hacia las voces imposibles
de rastrear que la rodean, que emergen desde ella y crean su ser poético.
En su interpretación de Antígona, Mistral lleva a producir ese sentido de la
cita, de pertenecer a un intertexto; pues ella está trayendo a Antígona directamente
hacia su propia poética o, mejor dicho, esa parte de su poética que crea el lenguaje
para la forastera femenina. Es traída al lenguaje de la locura de Mistral, “entendida
como la expresión de la lengua de la errancia de los sentidos, lengua de fluidez, que
no es locura sino la asunción de la condición humana desde la creación literaria,
en una extraña erudición con el lenguaje de la mezcla, del habla mestiza, de la
palabra-madre” (Ortega, “Otras palabras”). Este lenguaje –que críticos feministas
como Ortega leerán como anticipadores de Kristeva, Irigaray y Rich– evita las
dualidades fáciles que posicionan a la mujer pasivamente en las estructuras del
silencio y la pasividad. La “extraña erudición” escapa un proceso de aprendizaje
tradicional –una de las preocupaciones mayores y constantes de Mistral– y su
enunciación engendra una “multiplicidad de discursos”, todos en diálogo con la
femineidad, con maneras de ser que escapan a las estructuras de poder normativas
heterosexuales. Antígona asume su lugar, entonces, como una palabra única que
interrumpe las grandes narrativas de poder, desde otra estructura de poder, ya sea
espiritual o nacida de la extraña erudición del trabajo creativo. Para el filósofo
chileno Patricio Marchant (2000), los contemporáneos de Mistral no entendieron
su trabajo. Más significativamente, declaró que “. . .si Gabriela Mistral hubiera
sabido lo que estaba diciendo seguramente lo hubiera callado o se le hubiera
abierto el camino a la locura” (125). Haciendo eco de “Una palabra”, la anticipación
del impacto de un enunciado, de la entrada de estructuras de sentimiento emer-
gentes, es madurada con la fuerza del impacto proyectado de la transgresión, el
miedo que la transgresión realmente tuviese el poder para redefinir lo establecido.
Esto nos lleva más allá de Antígona al paralelismo con la figura de Mistral.
Marchant explora las forzosas nuevas lecturas de Mistral “en el momento de
catástrofe”, durante la dictadura de Augusto Pinochet. Fue el tiempo en que yo
empecé mis lecturas de Mistral, en Santiago, en la Casa de la Mujer La Morada,
un lugar de encuentro femenino y feminista, creatividad y acción política. Allí
un grupo de poetas se reunía a leer el trabajo de Mistral. Para estas mujeres, la
lectura de Mistral era vivida como una necesidad, un reencuentro con la figura
femenina icónica, la madre de la nación, sin embargo, mal leída y pobremente
comprendida en su poesía. Leer a Mistral era importante. Era importante probar
sus palabras y a través de ellas aproximarse a un nuevo legado, una “nueva” voz
que podía ser suya, para acceder a lo que, en la formulación de Marchant, ella
26 Cátedra de Artes N°11 (2012): 13-30
pudo haber silenciado si hubiese sabido que estaba en su poesía. Fue también
un proceso de reflexión de sus ingobernables identidades como mujeres bajo la
dictadura, y de posicionamiento de la pregunta mistraliana de “cómo vincular la
reflexión literaria con una reflexión más general sobre la condición de la mujer
o el trabajo de derrocar la dictadura” (10). Y parte de su desafío, compartido
por la mayor parte de los que se acercaron a Mistral, fue la dificultad de aceptar
la Mistral completa, la Mistral en movimiento, que no se puede conformar
con posiciones unitarias. Su proceso de lectura las llevó a una reevaluación de
la pregunta por la escritura desde diferentes posiciones de la “entidad mujer”.
Como señala Marchant, el trabajo de La Morada “desorganiza” esa trampa: el
pseudo-concepto de la “mujer” (234).
La palabra poética de Mistral, con sus imágenes profundamente almacenadas
que, como hemos visto con Couch, “permite[n] a los lectores participar en lo pro-
hibido” (17), entrega una palabra ingobernable y potencialmente destructiva, que
bordea la enunciación de la locura y, no obstante, escenifica otro rol significante
y singular. Si su producción literaria está llamada a guiar la articulación de un
lenguaje que se pondrá al servicio de la transformación política y la renovación,
entonces su escritura es traída a presencia como si fuese leída en toda su compleji-
dad como una voz de conciencia, una voz de remembranza, o del rechazo a relegar
eventos, figuras y momentos históricos al olvido: una voz que estimula la locura de
la remembranza. Su insistencia en la madre, en la subvalorada mujer trabajadora,
en la mujer del milenio, es, más que una idealización de estos roles, un llamado a
la conciencia y el recuerdo. Mistral, pensadora y poeta, es llamada a manifestarse
como ejemplo en un país que –se considera– sujetó el acto de violenta y dolorosa
remembranza a la promesa neoliberal del progreso materialista y la “tranquilidad
pública”, cuyo costo es transformarse en una sociedad que fuerza el olvido sobre
sí misma. Mistral se torna, en este sentido, la voz que no olvidará, forzando un
recuerdo incómodo y un enfrentamiento con el pasado, más allá de simples líneas
políticas. Según Soledad Falabella (2002), Mistral realiza una “trayectoria de
resistencias” en la peligrosa labor, al decir de Nietzsche, de enfrentarse al pasado
denunciando los malestares sintomáticos que tienden a “crearnos un nuevo pa-
sado, un pasado del cual nos hubiera gustado descender, en vez de aquel del que
en realidad descendemos” (180). El reconocimiento del pasado se vuelve la única
manera de reconciliar el futuro, pero es enfrentado por unos pocos, y Mistral es
identificada en este molde. A semejanza de Antígona, ella no cederá de su lugar
de oposición y diferencia, cuando su ser dicte la creencia en la integridad de su
visión o curso de acción.
Retornando a Antígona, podemos ver su evocación de las “flores mellizas”
de “poder y ruina, memoria y olvido” como pertenecientes a este campo. Cástor
y Pólux, sus hijos putativos, y los ecos de sus hermanos guerreros, son reunidos
en la inmortalidad, e introducen una dualidad reconocible, que es articulada en
las oposiciones que se vuelven el destino de aquellos sujetos al orden dominante,
tanto de los dioses como de los estadistas de la polis. Antígona, constreñida
Catherine Boyle • “Antígona”, de Gabriela Mistral, y los brotes gemelos de la memoria y el olvido 27
permanecer liberado de las estructuras fijas de lo social (lo que es, por supuesto,
uno de los retos de leer a Mistral). El duelo incompleto deja el alma más allá de
la ciudad, que es transformada junto con el Estado en un lugar que ha perdido
un alma pensante y, por ello, perdió una oportunidad para la transformación.
Esta es la Antígona de Mistral: la proyección distante en acción transformativa,
en la que la palabra de la poeta cumple ese rol. O como es citada en palabras
grabadas en su monumento en su hogar de Montegrande: “Lo que el alma hace
por su cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo”. Ella es un monumento,
retornado en estatus icónico, poseída por el legado de una voz cuya agencia múl-
tiple está aún por obrar en su comunidad. Y ahí también permanece la Antígona
de Mistral, “en la ruta”, reconocida solamente en la figura de la loca mujer en
el exilio, oída únicamente en la canción de cuna con que tranquiliza a su padre
hasta el sueño y el olvido, que en la poética de Mistral es un interminable y
repetido diálogo con el alma. Un diálogo que, en vida, se rehúsa a llevar hasta
el olvido, sino a una incómoda remembranza.
Obras citadas
Arce de Vázquez, Margot. Gabriela Mistral: Persona y poesía. San Juan: Asómate,
1958. Impreso.
Barthes, Roland. Image Music Text. Trad. Stephen Heath. London: Fontana
Press, 1977. Impreso.
Benjamin, Walter. Illuminations. Trad. Harry Zorn. Ed. Hannah Arendt. Lon-
don: Pimlico, 2000. Impreso.
Brook, Peter. The Shifting Point. Forty Years o Theatrical Exploration 1946-1987.
London: Methuen, 1988. Impreso.
Butler, Judith. Antigone’s Claim. Kinship Between Life and Death. Columbia:
Columbia University Press, 2000. Impreso.
Coddou, Marcelo. Veinte estudios sobre la literatura chilena del siglo veinte. Santiago:
Monografías del Maitén, 1989. Impreso.
Couch, Randall. Madwomen: the Locas mujeres poems of Gabriela Mistral. A Bi-
lingual Edition. Trad. Randall Couch. Chicago: The University of Chicago
Press, 2008. Impreso.
de Arrigoitia, Luis. Pensamiento y forma en la prosa de Gabriela Mistral. San Juan:
Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1989. Impreso.
Falabella, Soledad. “Mujeres, ciudadanía e historia: la (no) memoria de un es-
pacio anterior; o como (no) recordamos a Gabriela Mistral”. Revista Persona
y sociedad 16. 2 (2002): 165-80. Impreso.
Fagles, Robert. Sophocles. The Three Theban Plays. Antigone, Oedipus the King,
Oedipus at Colonus. London: Penguin Classics, 1984. Impreso.
Fariña, Soledad. Lecturas de mujeres. Santiago: Cuadernos de La Morada, 1989.
Impreso.
30 Cátedra de Artes N°11 (2012): 13-30
Fiol-Matta, Licia. A Queer Mother for the Nation. The State and Gabriela Mistral.
Minneapolis and London: University of Minneapolis Press, 2002. Impreso.
Guillén de Nicolau, Palma. “Introducción”. Desolación. Ternura. Tala. Lagar.
México: Editorial Porrúa, 1992. ix-xlviii. Impreso.
Kirkwood, Julieta. Ser política en Chile. Los nudos de la sabiduría feminista. San-
tiago: Editorial Cuarto Propio, 1986. Impreso.
Marchant, Patricio. Escritura y temblor, Santiago: Editorial Cuarto Propio,
2000. Impreso.
Mistral, Gabriela. Desolación. Ternura. Tala. Lagar. Introducción por Palma
Guillén de Nicolau, México: Editorial Porrúa, 1992. Impreso.
Ortega, Eliana. “‘Otras palabras aprender no quiso’: la diferencia mistraliana”.
Revista Nomadías 3 (1998). Web. <http://www.gabrielamistral.uchile.cl/
estudiosframe.html>. 2 Mar. 2009.
Oyarzún, Kemy. “Genealogías de un ícono: crítica de la recepción de Gabriela
Mistral”. Revista Nomadías 3 (1998). Web. <http://www.gabrielamistral.
uchile.cl/estudiosframe.html> 2 Mar. 2009.
Quezada, Jaime. Entrevista al poeta Jaime Quezada. Biblioteca del Congre-
so Nacional de Chile, 2005. Web. < http://www.bcn.cl/carpeta_temas/
temas_portada.2005-10-25.9548230174/area_2.2005-10-25.1921668723>.
26 Mar. 2009.
Rojo, Grínor. “Summa mistraliana”. Revista Nomadías 3 (1998): Web. <http://
www.gabrielamistral.uchile.cl/estudiosframe.html>. 2 Mar. 2009.
Tagle Domínguez, Matías. “Gabriela Mistral y Pedro Aguirre Cerda a través
de su correspondencia privada (1919-1941)”. Historia 3 (2002): 323-408.
Impreso.
Rose, Gillian. Mourning Becomes the Law. Philosophy and Representation. Cam-
bridge: Cambridge University Press, 1996. Impreso.
Steiner, George. Antigones. New Haven and London: Yale University Press,
1984. Impreso.
Williams, Raymond. Marxism and Literature. Oxford: Oxford University Press,
1977. Impreso.
---. Modern Tragedy. Canada: Edited by Pamela Mc Callum, broadview encore
editions, 2006. Impreso.