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LA EDUCACIÓN MORAL EN LAS AULAS UNIVERSITARIAS

Por: Luis Ermel Solís Acosta

A MANERA DE INTRODUCCIÓN

Es preocupante ver como en los últimos años, el tema ético, de valores, la educación moral ha
retomado un auge considerable, ello por la descomposición moral y valorativa que se vive en
nuestro país. La crisis y descomposición social, se expresa como crisis y descomposición moral y
valorativa, no al revés. Eso sin embargo no nos debe llamar la atención, dado que cuando el
{sistema social y sus formas de vida entran en crisis, se nos imponen una serie de distractores
con el objeto de evitar que veamos el problema de fondo, el problema real, esto es lo económico
y lo político; por ello es que hoy el sistema que controla el mundo (neoliberalismo) nos vende la
idea que la grave crisis por la que pasamos, es una crisis de valores morales, una crisis valorativa,
que cuando se supere, se superará la crisis estructural en la que vivimos. Se nos vende la idea
(la cual consideramos errada) que la causa de la grave crisis por la que pasamos en todos los
ámbitos, únicamente se superará cuando se supere la crisis de valores morales en la que vivimos.
Se oculta que el problema es de carácter económico y político, es estructural y que los valores
y las valoraciones morales reflejan las características de la sociedad en la que vivimos; se toman
como algo abstracto, ahistórico, atemporal, como si aparecieran de la nada, por arte de magia,
menos quieren entender que la crisis de valores morales y valoraciones es reflejo de la crisis
estructural por la cual pasa el sistema social en todos sus ámbitos. Y es claro que el problema de
la grave crisis moral por la que pasamos, la cual es producto, reflejo de la grave crisis estructural
que vivimos, crisis del sistema neoliberal.

Esta crisis de valoraciones morales, ¿por qué decimos de valoraciones morales? Porque lo que
se transmite, lo que se discute son opiniones, las formas, maneras peculiares que tiene cada
clase social, cada individuo de valorar las cosas, hechos, fenómenos, etc. Ahí tenemos que si se
habla de la justicia escucharemos diferentes opiniones, puntos de vista que van de la mano,
reflejan los intereses, la concepción de quien los manifiesta.

Si tengo una tarántula, cada persona tendrá una opinión acerca de ella, por ejemplo
culturalmente nos dicen que es fea, repugnante, venenosa, pero, digamos lo que se nos ocurra,
la tarántula sigue siendo un arácnido que tiene características que hacen que sea tarántula y no
un sapo o perro, de ahí que no porque se le diga fea cambia a algo diferente; además si la viera
un biólogo especialista en arácnidos, diaria, ¡que hermoso ejemplar, que hermoso color, que
tamaño!, etc. Digamos lo que queramos y seguirá siendo araña, con las características que la
hacen única, es lo que es, no lo que nosotros queremos o creemos.

La ética como filosofía moral es una herramienta que colabora en cada individuo en la
construcción de lo que denominamos persona moral, aquella que entiende racionalmente el
problema de la moral, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, etc., ayuda a poder reflexionar las
cuestiones morales, que sabemos están determinadas por factores económicos, sociales,
políticos, psicológicos, etc., la ética no ignora tales factores, porque son su fundamento, su
punto de partida. Se puede decir que la ética, la filosofía moral, habrá conseguido dar razón del
fenómeno moral, y así dará sentido a su vida.

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La ética es una disciplina filosófica normativa, busca orientar las acciones del ser humano, su
moralidad, de cómo debe comportarse dentro de su entorno social, también la moral es la que
se encarga de la conducta del ser humano a la hora de actuar y desenvolverse dentro de la
sociedad, la ética y la moral están unidas, ayudan al ser humano a ser más humano.

EL ASUNTO.

Aclaremos de manera sencilla algunos conceptos para poder entender lo que queremos
sustentar.

Es claro que lo primero en aclarar es que no es lo mismo valores que valoraciones, ambas están
íntimamente relacionados, pero son cosas diferentes, mientras que los valores son absolutos y
universales, las valoraciones son relativas, individuales, varían según las épocas, las sociedades,
las circunstancias y varían de persona a persona. Nosotros valoramos los valores, opinamos
acerca de ellos, manifestamos nuestra aceptación o rechazo, nuestro agrado o desagrado, etc.

Confundir los valores con la valoración es igual a confundir el objeto con la percepción que
tenemos de él. La percepción no crea al objeto, sino que lo capta; lo mismo sucede con la
valoración. Lo subjetivo es el proceso de captación del valor. No podemos reducir lo valioso, lo
que la cosa es a aquello que nos agrada, desagrada o interesa.

Por encima del agrado o desagrado, que es la valoración, está lo objetivo, un valor moral que no
depende de lo cambiante de nuestros gustos e intereses; el valor moral es y está, no depende
de nosotros.

Por lo señalado afirmamos que la gran mayoría de personas comete errores al hablar de valores
y valoraciones, así tenemos:

 Se confunde valores con valoración.


 Se sustenta equivocadamente solo la existencia de valores (para nosotros valoración)
positivos, sin entender que ellos pueden ser positivos o negativos.
 Se habla de la existencia de antivalores, cuando realmente son valoraciones negativas
de los valores ya existentes.
 Se habla de formación en valores pero no se dice qué tipo de esquema de valores y
valoración se transmite, de quién y para qué.
 Creer equivocadamente que los valores y valoraciones solo se entienden desde la
perspectiva religiosa.

De ahí la idea equivocada de que la educación actualmente no forma en valores, no transmite


valores, (algunos hablan de "antivalores": los cuales solo son valoraciones negativas) lo cual es
un gran error, en educación siempre se forma en valores, se transmiten valoraciones (ya sean
positivas o negativas); que los políticos peruanos carecen de valores (lo que sucede es que sus
valoraciones son negativas para las mayorías). Lo que se tiene que dejar claro es que las
valoraciones que se transmiten en su mayoría son negativas, reiteramos, negativas, para las
mayorías, en cuanto es la trasmisión de los valores y la valoración de aquellos que controlan la
sociedad, la política, la educación, y solo reflejan sus intereses.

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Es necesario aclarar que los valores sociales surgen de las relaciones entre los hombres (las
condiciones concretas en las que se vive, condiciones socio-económicas) al igual que la manera
de valorarlos, depende de la época, la sociedad, las necesidades, las circunstancias y de los
individuos; lo cual es diferente a los valores naturales, ya que ellos están ahí, no dependen del
hombre para existir en cuanto son lo que la cosa, hecho o fenómeno es, el hombre lo que hace
es valorarlos.

En el caso de los valores sociales se desarrollan como producto de las relaciones entre los
hombres en sociedad, no existen al margen de la sociedad, y se aprecian en las personas al
relacionarse en sociedad. No son puramente abstractos, son abstractos y concretos.

Vemos que en la vida cotidiana, en lo cotidiano, se cree que el hombre es quien le da valor a las
cosas, se cree que las cosas carecen de valor; pero vemos que la práctica nos indica que no es
así, en cuanto las cosas poseen valores, lo que el hombre hace es sólo aceptar o rechazar las
características (el valor) que ellas poseen, el hombre no crea valor sólo valora. De ahí podemos
señalar que los valores son absolutos, universales (también cambian, se modifican, pero su
proceso es largo); pero no así la valoración, las cuales son relativas. Que quede claro, los valores
son absolutos, son, están; pero no así las opiniones, las valoraciones… la práctica lo demuestra.

De lo expuesto también podemos afirmar que todo hombre, toda persona moral, transmite
valores y valoraciones morales, pero lo que lo define es su valoración, su manera peculiar de
valorar. Quien determina su forma, manera de vivir, de ser, es la valoración.

Podemos afirmar que los valores valen y por eso nos atraen, no son pura creación subjetiva.
Consideramos buenas o malas, agradables o desagradables aquellas cosas que son portadoras
de algún tipo de valor, como es el caso de una flor, una mariposa, una melodía hermosa, etc. Y
las consideramos buenas porque descubrimos en ellas un valor y no porque a nosotros se nos
ocurra dárselo. Ahora bien para que esos valores se den a conocer tendrá que intervenir un
sujeto que los capte, de ahí que la creatividad humana sea también conformadora de la realidad
ética ya que ayuda a captar los valores morales. Dependerá de esa intervención del ser humano
la captación de unos valores y no de otros, los cuales serán valorados.

Toda persona presenta un marco valorativo, esquema de valores y valoración que determinan y
condicionan su accionar. Debemos recordar que toda sociedad presenta sus propios valores y
valoraciones, que comúnmente son los valores y valoración de la clase social que controla el
estado, pero que los individuos discriminan eligiendo aquellos que corresponden a sus intereses,
sus necesidades y características (esa valoración puede ser positiva o negativa).

Las valoraciones, en la medida en que son un constructo humano, tanto colectivo (moral social)
como individual, se relacionan con otras estructuras también vinculadas con la acción social,
actitudes y la ideología. De ahí que se afirme que los valores sólo pueden ser conceptualizados
a partir de una teoría general de la acción humana. Por ello consideramos que las valoraciones
se funden dialécticamente entre lo objetivo y lo subjetivo, se estructuran jerárquicamente en
cada individuo y en muchos casos se manifiestan inconscientemente. Es por ello que en la
formación de valoraciones se debe tener presente no sólo lo intelectual, sino movilizar
internamente en cada persona sus procesos afectivos.

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Nuestra posición es que el ser humano acepta o rechaza las características que ellas, las cosas
y los fenómenos poseen (valores). El hombre no crea, no inventa el valor (de las cosas,
fenómenos), sólo valora el valor que posee el sujeto, objeto o fenómeno; valor que le es
inmanente a este objeto aún si no hubiese individuo que le otorgara dichas características. Y
esto nos lleva a una pregunta ¿y al final qué es lo que el hombre valora en rigor? Consideramos
que ese algo es el valor expresado como características de tal valor (lo que existe en la cosa)

De ahí también podemos concluir, en cuanto la educación es parte de la superestructura social,


que los docentes, la escuela, la universidad, trasmiten valores y valoraciones, principalmente
valoraciones, no existe educación neutra, transmiten valoraciones positivas o negativas.

Todo docente, de la especialidad que sea, de la profesión que sea, transmite determinadas
valoraciones, las cuales son su manera particular de ver las cosas, su manera de interpretar la
realidad, su concepción del mundo, su propia valoración.
Hoy nuestro país pasa por una terrible crisis de valores y valoraciones morales, pero que como
dijimos líneas arriba es reflejo de la crisis estructural por la que pasa el país, crisis en lo
económico, en lo social, en lo político.

LA EDUCACIÓN DE VALORES Y VALORACIONES MORALES EN EL AULA.

Nuestro país está en crisis, de ahí que la educación en nuestro país está en crisis. De ahí que la
formación está en crisis.

Está crisis debería reflejarse en los contenidos en los planes curriculares, que se orienten a
plantear alternativas, propuestas que permitan buscar salidas a esta crisis en el ámbito que le
compete.

Hoy es indispensable que la universidad, los centros de formación superior, se preocupen de la


formación ética de los futuros profesionales, en cuanto la sociedad está en crisis estructural, la
cual se expresa en crisis de valores y valoraciones morales; de ahí la necesidad de que asuman
el compromiso institucional y social de liderar la lucha contra esta grave crisis, la cual origina
descomposición social y caos. El tema de valores y valoraciones éticas no es solo un problema
de especulación filosófica, es un problema de vida, de que hago y que dejo de hacer en lo
cotidiano, en este caso en la universidad.
Se nos dice que en el Perú la moral está en crisis, que los valores y valoraciones morales están
en crisis. Bueno al estar la sociedad en crisis en todos sus ámbitos, también lo está la educación,
y de ella debe de partir propuestas que ayuden, colaboren en enfrentar y superar la grave crisis
de valoración moral por la que estamos pasando. Digo de valoración y no de valores porque los
valores están ahí, vayamos al país que queramos y veremos que lo que nos diferencia no son los
valores, sino las valoraciones de los mismos, la manera como los valoramos. Entonces en un
primer momento en los planes curriculares se debe explicitar la política, la propuesta en los
contenidos que buscan enfrentar el problema (cursos como ciudadanía, ética, deontología, y
claro está la labor del área de tutoría). Pero, ello al final va a depender del tipo de docente que
tenemos en el aula y la concepción del mundo que maneja, en cuanto ella determina su manera
de valorar en los diferentes ámbitos.
Debe quedar claro que la Ética y la formación moral no es y no pueden ser “neutrales”, en un

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primer momento el individuo no se identifica con ningún código moral determinado,
determinada concepción moral, asume la que predomina socialmente, sin reflexionarla ni
criticarla; esto no significa que permanezca “neutral” ante los diversos códigos morales que
hayan existido o puedan existir, pero, en la práctica en lo cotidiano tomará posición por uno de
los códigos valorativos que existen, practicará cierto tipo de valoración moral.

Se denomina “concepción moral”, en general a cualquier sistema más o menos coherente de


valores, principios, normas, preceptos, actitudes, etc. que condiciona la valoración moral, que
sirve de orientación para la vida de una persona o grupo.

Todos adoptamos una determinada concepción moral, y con ella “funcionamos”: con ella
juzgamos (valoramos) lo que hacen los demás y lo que hacemos nosotros mismos, por ella nos
sentimos a veces felices y alegres de nuestro comportamiento y otras tristes, preocupados y
culpables. A lo largo de la vida, las personas pueden adoptar una sola o bien una suma de
diversas valoraciones que se adecuen a lo que queremos; si no nos satisface la que tenemos,
podemos utilizar otro esquema de valoraciones morales, en todo o en parte; y esto lo haremos
tantas veces como sea necesario o conveniente. Somos seres sociales, sujetos sociales, nos
formamos moralmente en nuestro contexto, nuestra realidad, nuestra familia, y a partir de ahí
podemos comparar.

Sin embargo cada tradición, cada concepción moral. Pretende que su modo de entender la vida
humana sea el modo más adecuado de hacerlo. Su particular manera de orientar a las personas
se presenta como el mejor camino para hacerse plenamente humano (Cortina, Martínez, 2001),
claro está que ello depende de la época, la sociedad, condiciones de vida, necesidades, nivel
cultural, etc.

La sociedad impone un conjunto de valoraciones, equivocadamente se dicen: valores, (los de la


clase social que controla el estado – valoración social) que serán transmitidos en la vida diaria
y en la educación; pero en el hogar se transmiten otras valoraciones que chocan con los dados
en la vida cotidiana y las dadas en la educación, originando una dualidad valorativa (doble,
múltiple moral) que nos lleva al caos y descomposición de nuestra personalidad, o en su defecto
optar por coexistir con sistemas valorativos contrapuestos y contradictorios, los cuales dividen
nuestra personalidad, nuestra vida se hace caótica. En las sociedades pobres, dependientes
como la nuestra, las cuales se encuentran en constante crisis, los esquemas valorativos también
entran en crisis, originando descomposición social y caos.

Por tanto cuando se habla de crisis de valores ¿qué se quiere decir? ¿No será acaso que se está
cambiando en cuanto a la manera de valorar? Es como si tuviéramos que cambiar nuestros usos
y costumbres al visitar otra realidad, otro país diferente al nuestro, en cuanto las que tenemos
no se adecuan. Cuando nos decidimos a cambiar es cuando notamos la importancia que tienen
las valoraciones para nuestra vida. Pues así sería nuestra vida sin valores ni valoraciones o
pensemos sino, en un mundo sin generosidad, sin armonía, sin lealtad, sin justicia, sin
solidaridad, sin respeto, etc. La crisis de valoraciones es un indicador de que debemos de
cambiar nuestra forma de valorar, de apreciar. Ello se manifiesta en una vida en crisis que se
manifiesta en una crisis de valoraciones y no al revés.

Las valoraciones se captan o aprenden oyendo, observando, practicando, se aprenden por


imitación, lo cual se va dando en la vida diaria de acuerdo al medio que lo rodea, al

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interrelacionarse con su grupo social y familiar ya que el niño, adolescente y el joven viven cada
experiencia y con ello las va adquiriendo, las cuales luego repercutirán en su personalidad. En
el aula se forma éticamente, no con el discurso sino con el ejemplo con la práctica cotidiana.

Si nosotros queremos entender estos procesos hay que tener en cuenta los diversos factores
que influyen en el aprendizaje de los valores y las valoraciones como son la necesidad de
satisfacer las necesidades personales y el deseo de pertenecer a un grupo social. La observación
juega un papel determinante en la captación e imitación de modelos que proporcionan las
personas próximas, al igual que los medios de comunicación, así también la exigencia educativa
de acatar normas y reglas de vida como la aplicación de sanciones de conducta. Los niños, los
adolescentes, los jóvenes captan y aprenden los valores y valoraciones a través de la imitación
y la observación y participación activa en la sociedad, lo cual formará parte de su desarrollo
básico e integral.

Los docentes manejan una moral sustentada en una teoría ética que la explica y fundamenta,
pero en pocos de ellos se ha hecho conciencia, pero, a partir de las valoraciones morales que
manejan en lo cotidiano construyen su moralidad, en otras palabras la manera como viven la
moral, como la practican; más simple, como viven, como actúan, como hacen o dejan de hacer
algo.
Cada uno de nosotros maneja una escala de valoraciones, claro está que nuestras escalas de
valoraciones tiene un origen social, en cuanto existe la valoración social, la manera peculiar de
como cada sociedad valora. La escala de valoraciones que manejamos se construye en lo
cotidiano; con dicha escala nos manejamos y orientamos nuestras decisiones, seamos
conscientes o no; de ahí la necesidad de:

1. Esforzarnos para hacer conciencia nuestra forma peculiar de valorar.


2. Que seamos cada uno de nosotros quienes elaboran su propia escala de valoraciones y
que no sea producto de imposición. Si en la familia, la comunidad, la escuela, la
universidad, nos proponen determinadas escalas de valoraciones, está en nosotros
criticarlas, analizarlas, aceptarlas, modificarlas o asumirlas, en razón de nuestra libertad
personal, nuestros intereses, nuestras necesidades, etc.
3. Que seamos coherentes, consientes con nuestra escala de valoraciones en nuestra vida
cotidiana. Un actuar coherente se logra sobre un conjunto de valoraciones asumidas a
conciencia, sin necesidad de andarlo proclamando. Ejerzamos primero responsabilidad
y compromiso con nosotros mismos. No podemos andar inventando escalas para cada
caso, ni adaptando camaleónicamente nuestras valoraciones a las de los otros, según
conveniencia y oportunidad.
4. Que nos constituyamos en defensores de aquellos valores y valoraciones que estimamos
positivas y superiores en el ser humano.
5. Que mantengamos respeto por otras escalas de valoraciones. Lo que no significa no
discutirlas y combatir lo que consideramos opuesto a lo humano, manteniendo un
absoluto respeto por las personas que las encarnan, no sus ideas. Ello se denomina
tolerancia, en el buen sentido del término.

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La escala de valoraciones es el fundamento que orienta nuestro vivir diario. Si no la tenemos
clara, nuestra forma de vida no será clara. La escala de valoraciones es uno de los instrumentos
básicos para el diseño del proyecto de vida.

Comenzamos a articular nuestra escala de valoraciones con las de otros cuando nos
relacionamos en lo cotidiano. Una familia, por ejemplo, es un proyecto de vida conjunto sobre
una escala común de valoraciones (eso no quita que cada integrante tenga su peculiar escala de
valoraciones). La cultura es un sistema de valoraciones compartidas (valoración social), reflejado
en todas sus manifestaciones, instituciones, leyes, usos, costumbres, hábitos sociales, etc.

En la universidad, en particular, encontramos que los docentes muy pocas veces se sujetan a los
principios, normas y valoraciones morales de la universidad, los cuales se explicitan en el plan
curricular y en claro está los cursos en específico. Los docentes en la práctica comunican su
forma peculiar de valorar y sus propios principios, sus creencias, ello determinado por la
concepción del mundo que manejan; de ahí que no se consiga el perfil propuesto en la formación
profesional de cada institución, queda en mera y simple profesionalización, donde predomina
el conocimiento, lo cognoscitivo, se deja de lado, se obvia la formación.

Hoy se critica, se ha puesto en tela de juicio el papel de la universidad, la función de la


universidad en lo que respecta en la formación de valores y valoraciones morales, la
construcción de ciudadanía, ello en cuanto la gran mayoría se centra en la profesionalización,
descuidando, ignorando la formación. Por tal motivo se han desarrollado en algunas
universidades grandes esfuerzos en este sentido, reflejados en programas y estructuras
curriculares que pretenden enfrentar esta problemática. Pero el tema no solo es lo que los
planes curriculares, los cursos estructurados por la universidad sean viables o no, es la función
que realiza el docente en el aula, en cuanto él es quien aplica o no las políticas institucionales.

Vallaeys (2008) nos dice: “La Universidad tiene por supuesto un impacto directo sobre la
formación de los jóvenes y profesionales, su manera de entender e interpretar el mundo,
comportarse en él y valorar ciertas cosas en su vida… Influye asimismo sobre la deontología
profesional, orienta (de modo consciente o no) la definición de la ética profesional de cada
disciplina y su rol social.”

Es claro que la función docente en el aula es de suma importancia en la formación de


valoraciones éticas, en cuanto o las aplica creativamente en el aula, adecuándolas a los
contenidos que tiene que impartir, o dándose los espacios necesarios para la formación; ya sea
docente del área de humanidades y CCSS, donde la tarea es más sencilla, o en las área científicas
tecnológicas, como las ingenierías, donde la labor es más complicada y ardua, pero no imposible.

El docente debe entender que no es lo mismo formar para la vida (o colaborar con ello) que
capacitar para el trabajo. Las personas nos capacitamos para aprender a usar o hacer algo en la
práctica, adquirir habilidades. No se propone la formación, la realización de las personas. La
capacitación profesional es una parte de la formación, no es su esencia.

En el afán de intervenir ésta realidad que es preocupante, los docentes que en sus contenidos,
directa o indirectamente, consciente o inconscientemente, transmiten valoraciones morales, ya
sea positivas o negativas (porque no todo lo que se hace las aulas es positivo), hemos incurrido
en sesgos de pensamiento a la hora de abordar nuestra labor, pequeños pero importantes,

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puesto que modifican notablemente los propósitos de la formación moral, intrínseca de nuestra
labor en el aula. Todo ello, como señalamos líneas arriba, es provocado por diferencias en
nuestra concepción de enseñar, la cual es cosa de todos los días – vamos a cumplir o no lo
normado por la institución que nos acoge- y que hace de la tarea de brindar educación moral
algo muy distinto de lo que originalmente pretendía ser, desde pensar por los otros, hasta hacer
lo que a otros les corresponde. Los docentes en la formación que inculcamos en las aulas,
incurrimos en errores o falacias que afectan fuertemente la intervención educativa.

 Querer (en su mayoría) que los estudiantes piensen como nosotros, nos molestamos,
etiquetamos a quienes nos cuestionan o piense diferente; vendemos equivocadamente
la idea de que nuestra perspectiva es la única correcta.

 Creer que nuestro cargo o nuestros grados son suficiente autoridad para que se acepten
nuestros criterios.

 Tradicionalmente se ha confundido la educación moral con inculcar la moral, las normas


morales, claro, pero mayormente los códigos morales de otro, como si el alumno no
tuviera capacidad para desarrollar su propia valoración moral, su moralidad. Sí, claro,
las valoraciones morales del otro, sin reflexión, sin crítica, etc. simple y mera imposición.
Ello porque se considera que el alumno no ha madurado o está en proceso, de ahí que
debe ser orientado, dirigido, en otras palabras manipulado por el docente, quien en su
mayoría vende la idea que su punto de vista, sus valoraciones son las únicas acertadas,
pero sin pruebas, sin contrastar con la realidad, solo aplicando la falacia de argumento
de autoridad o también conocida como magister dixit (el maestro lo dijo). Desde lo
señalado muchos docentes creen, cuando menos lo aparentan, que para educar
moralmente hay que enseñar, mostrar, decir u ordenar lo que está bien y lo que está
mal, la imposición como argumento.

 Se pretende que el estudiante distinga entre el bien y el mal, lo correcto e incorrecto,


pero desde la perspectiva de alguien en particular (el estado, una creencia religiosa, el
docente, la autoridad, etc.) y actúe bien o mal desde la perspectiva de un código
-implícito o explícito- impuesto por alguien. La formación de un juicio moral crítico, que
permita la toma de decisiones autónomas ante situaciones controvertidas o conflictivas,
y que éstas incorporen el mayor número de elementos, tales como asumir las
consecuencias personales en relación con los otros y las repercusiones sociales de sus
actos es el punto final, ese es el objetivo al que debemos apuntar (Buxarrais, et. al.,
1997).

 Debe quedar claro que la educación, formación en valoraciones morales no es una


cuestión de discurso, es ver la realidad, mostrar acciones morales, es una cuestión
práctica. No porque enseñe a través de campañas sobre la honestidad, la
responsabilidad, el alumno aprenderá a ser responsable u honesto; se le debe enseñar
con la acción, con la práctica, con el ejemplo, es ahí donde comenzará a aprender. Un
docente intolerante jamás formará un alumno tolerante, un docente deshonesto jamás
formara un alumno honesto; el ejemplo enseña, forma, ello está condicionado por lo
que el docente haga o deje de hacer en el aula y fuera de ella.

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 Así como, muchos docentes, adoptan una posición beligerante (Buxarrais, et. al, 1999)
ante ciertas conductas no deseables en el aula y en la organización social, debemos
adquirir conciencia que es urgente la necesidad de una posición más crítica, más clara,
ante las intenciones de elegir, buscar los caminos más cortos o fáciles para alcanzar
objetivos; se debe acabar con ser vendedor de recetas de lo que se debe y no se debe
hacer (desde nuestra mirada), para mostrarnos congruentes con esa intención de
colaborar en desarrollar en ellos el juicio moral crítico y responsable a partir de
situaciones prácticas y cotidianas llevadas deliberadamente a los alumnos para alcanzar
dicho objetivo.

 Considerar que debemos enseñar valores y valoraciones, pero no necesariamente


vivirlas para tomar decisiones, seguirá siendo una un gran engaño, una falacia.

Necesitamos formar futuros profesionales con sensibilidad social, sensibles a las desigualdades
y a las diferencias. En eso deben comprometerse como ciudadanos, como profesionales. En una
sociedad tan diversa como la nuestra, multicultural y plurilingüe, los proyectos de formación
moral, ética, no pueden ser concebidos desde fuera de la realidad, totalmente
descontextualizados, culturalmente extraños. La formación ética debe ser producto de nuestro
contexto de nuestra realidad y necesidades. Necesitamos que los futuros profesionales que
salgan de las universidades se involucren en la problemática social y cultural de país, que la
conozcan, para ello se requiere que hayan recibido una formación que los haga capaces de
valorar al otro, a los otros, a la hora de tomar decisiones.

Tenemos la necesidad como universidad de buscar, pugnar por formar un estudiante


socialmente responsable, comprometido con el otro, con los otros, con preocupación social, en
cuanto él es parte de ese conglomerado social.
Si no se tiene claro el tipo de hombre que queremos formar y para que formarlo, si no se tiene
claro los fundamentos filosóficos y éticos, podemos caer en posiciones dogmáticas, irracionales,
dándole prioridad a lo cognoscitivo, lo profesional, desdeñando lo formativo, la construcción del
ser humano que necesitamos.
Por ello necesitamos ser coherentes con nuestra escala de valoraciones en nuestra vida
cotidiana Un actuar coherente se logra sobre un conjunto de valoraciones asumidas a
conciencia, sin necesidad de andarlos proclamando. Debemos ejercer responsabilidad y
compromiso con nosotros mismos, primero (primero barro mi casa, luego ayudo a barrer la del
vecino). No podemos cambiar nuestras valoraciones para quedar bien con los otros, según
conveniencia y oportunidad. ¿Se puede hacer?, Sí, sí se puede. Ello es inmoral.

Debemos constituirnos en claros defensores de aquellas valoraciones que estimamos como


máximas, las más coherentes y más humanas.

Debemos tener respeto por otras escalas de valoraciones. Lo que no significa no discutirlas y
combatirlas si son negativas para el hombre, para la sociedad, manteniendo un absoluto respeto
por las personas que las encarnan, ello es tolerancia, respeto al ser humano, pero no a sus ideas.

El ejemplo se convierte en una herramienta importantísima para enseñar conocimiento moral,


no solo el ejemplo del docente (que debería ser el primero) sino el ejemplo de otros, de los
otros. Que mejor para enseñar moral que los ejemplos de buenas valoraciones morales

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expresadas en la práctica, no mero discurso, pero valoración contextualizada a nuestra realidad
y necesidades; no hablar de valoración moral y moralidad en contextos ajenos totalmente a los
nuestros.

Consideramos que las condiciones básicas, mínimas para una coherente formación en valores
y valoraciones morales debe considerar lo siguiente:

 La formación, la educación de valores y valoraciones presupone el compromiso de la


universidad, de sus docentes y de toda la comunidad educativa para alcanzar este
objetivo.
 Se debe desarrollar, inculcar una mirada reflexiva, critica de lo que brinda la universidad,
una mirada crítica de lo que se entiende por formación y como lo aplica la universidad en
sus contenidos curriculares; dar una mirada a la formación de valores y valoraciones
morales.
 El docente debe buscar conocer al estudiante en cuanto a sus intereses, valores,
valoraciones, concepción del mundo, motivación, actitudes y proyecto de vida (lo que
piensa, lo que desea, lo que dice y lo que hace).
 La formación en valores y valoraciones en la universidad es responsabilidad de todos sus
integrantes, en particular de los docentes, de ahí que dicha formación debe estar en toda
actividad programada, curricular como extracurricular.
 Conocer el entorno, el ambiental económico, socio-cultural para determinar el contexto
de actuación (posibilidades de hacer).
 Tratar en lo mínimo que la formación no sea mero discurso y contenido de documentos
oficiales, sino que sea vivencia, quehacer diario, forma de vida de sus integrantes.
 Definir un modelo ideal de educación que se desea alcanzar con los estudiantes, claro
está, basado en la propuesta institucional.
 Que el docente vivencie los valores y valoraciones positivas, sean parte de su quehacer
diario, no solo un discurso.
 La formación es práctica, pero requiere de un marco teórico que le de sustento.

Que debe transmitir el docente:


El docente universitario debe ser un modelo educativo a mirar e imitar por sus estudiantes;
claro está, en cuanto el docente en su práctica manifieste los valores y valoraciones positivas
fundamentales para la formación (justicia, honestidad, responsabilidad, etc.) ética de los
estudiantes.
 La Dignidad humana: es el valor más importante, en cuanto es el respeto al hombre en
toda su magnitud como ser humano; se debe combatir la cosificación del hombre, al
hombre objeto propio de este sistema, creado por este sistema.
 La solidaridad: valor básico que caracteriza a nuestra sociedad históricamente (nuestro
pueblo antiguo era solidario) nuestros campesinos eran y son solidarios; valor que el
sistema actual trata de combatir como medio para dominar y someter. Tenemos la
necesidad de valorar positivamente la solidaridad para poder salir de esta acuciante y
cotidiana crisis; tomar en cuanta al otro, relacionarnos con los otros.
 La honestidad: como valor básico para poder desarrollarnos sin perjudicar a los demás.
Reconociéndonos y reconociendo lo que cada uno es como ser humano.
 La justicia: para con nosotros y los demás integrantes de nuestro colectivo social.

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 La tolerancia: aceptar y respetar a los demás, claro está aquello que no perjudica a los
demás. Es en esencia el respeto al ser humano no a sus ideas.
 El espíritu colectivo: como medio para permitir el desarrollo individual y de los que
forman nuestro grupo social; que trata de ser destruido por el individualismo del sistema
neoliberal, alimentado por el pragmatismo.
 Espíritu crítico y autocrítico: el cual permite poder entender de manera amplia y
coherente nuestra realidad y sus problemas; a la vez entender y enfrentar nuestros
problemas.
 La independencia, que nos permitirá libertad en el desarrollo de nuestras cualidades,
capacidades, como el desarrollo de la creatividad.
 La participación y la apertura de todos los valores humanos positivos. Buscar que el
hombre se realice integralmente, que le permitan descubrir nuevas dimensiones que le
permitan elevarse a niveles superiores.

A MANERA DE CONCLUSIÓN:
Nos dice Victoria Ojalvo (2014) “Sólo creando espacios de reflexión en el proceso de enseñanza-
aprendizaje en los que el estudiante aprenda a valorar, argumentar sus puntos de vista,
defenderlos ante los que se oponen a ellos, en los que el estudiante tenga libertad para expresar
sus criterios, para discrepar, para plantear iniciativas, para escuchar y comprender a los demás,
para enfrentarse a problemas con seguridad e independencia, para esforzarse por lograr sus
propósitos, espacios en el proceso de enseñanza-aprendizaje en los que sean los docentes
universitarios guías de sus estudiantes, modelos de profesionales, ejemplos a imitar, sólo en
estas condiciones se estará contribuyendo a la educación de valores del estudiante
universitario”.

La educación no debe ser unidireccional, donde el maestro es el único que se cree capaz de crear
y transmitir valores y valoración dejando de lado al educando, el cual también tiene la capacidad
de crear y desarrollar valores y valoraciones morales, a la vez que enriquecer los ya existentes.
Se tiene que dar oportunidad al educando a participar en la elaboración de valores y
planteamiento de valoraciones, el maestro no debe de creer de manera equivocada que es el
único capaz de poder hacerlo. El maestro ha de entender que las valoraciones que él transmite
consciente o inconscientemente (lo más común es que lo haga inconscientemente: el
estudiante la más de las veces mirará nuestras reacciones, qué gesto ponemos frente a
determinadas cosas, qué nos irrita, y en ellos quedará grabado para toda la vida, y no pocas
veces lo asimilará con el agrado o desagrado por el conocimiento impartido conjuntamente en
la situación vivenciada) son aquellos que le inculca el sistema (los cuales considera los más
convenientes y deseables para la formación de los educadores), para lo cual fue formado,
preparado.

Por definición la educación es formación, ello implica transmisión de valores y valoraciones, por
lo tanto es en esencia valorativa. La educación es importante y de gran influencia por el tipo de
valoraciones que van a inculcar a los educandos, lo cual delinea su comportamiento en sociedad.

Consideramos que es un error señalar que en educación se enseñan, transmiten valores, lo que
realmente hacen el educador es transmitir, enseñar su peculiar forma de valorar, de entender,

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apreciar los valores. Todo ello luego es tomado por el alumno que la mayoría de las veces se
apropian de ellos, los hace suyos sin previo discernimiento.

En las aulas universitarias nos encontramos que la mayoría de docentes son buenos y muy
buenos en su especialidad, muchos súper especializados, pero, no tiene formación pedagógica,
no se han formado en los elementos básicos de la pedagogía, con la finalidad de conjugarla con
su especialidad. De ahí que lo formativo no aparece, y si lo hace es muy esporádico, superficial.

¿Qué es lo que el docente debe enseñar: valores o a valorar? Debe enseñar a valorar, él enseña
a valorar, transmite valoraciones: el docente cuando trata de definir la honestidad, lo que
realmente hace es dar su valoración, su opinión sobre la honestidad.

La valoración se enseña en la práctica no en la teoría, el alumno no aprende de lo que el docente


dice, aprende de lo que el docente hace o deja de hacer, pero obviamente se debe tener y
comprender una teoría que los explique.

Que los valores y valoraciones forman parte del contenido de la enseñanza; pero sería ingenuo
pensar que una campaña educativa con fines axiológicos (la Axiología es la teoría de los valores
y de los juicios de valor), resolvería los problemas que hoy enfrentan nuestras v sociedades.

Que se debe evitar la transmisión fría y esquemática de valores. Más que enseñar valores fijos,
se debe enseñar a hacer valoraciones propias y autovalorarse.

Que en el trabajo educativo no se pueden establecer recetas; pero sí pueden trazarse puntos de
partida y objetivos, conociendo y respetando las individualidades de cada estudiante. Estos
sujetos, como parte del medio social, responden a determinadas costumbres, hábitos y
actitudes; dada la influencia de la familia, de los medios de difusión, los colectivos sociales, etc.
El docente debe entender que mientras el estudiante aprende y crece en la universidad,
comienza a reflexionar, tomar conciencia de dicho proceso, ello lo lleva a reflexionar, pensar la
moral, lo ético, de ahí que comienza construir su propios criterios éticos. De ahí que el docente
se debe convertir en un orientador, dando pautas, no recetas.

La Universidad, debe colaborar en formar un profesionales diferentes, preparados para vivir en


una sociedad contradictoria, excluyente, inhumana y deshumanizante, debe estar preparado
para lidiar con situaciones contradictorias, complicadas, combatir el individualismo, el arribismo
y ser capaz de colaborar con la transformación social.

Sólo creando espacios de reflexión en el proceso de enseñanza-aprendizaje en los que el


estudiante aprenda a valorar, argumentar sus puntos de vista, defenderlos ante los que se
oponen a ellos, en los que el estudiante tenga libertad para expresar sus criterios, para discrepar,
para plantear iniciativas, para escuchar y comprender a los demás, para enfrentarse a problemas
con seguridad e independencia, para esforzarse por lograr sus propósitos, espacios en el proceso
de enseñanza-aprendizaje en los que sean los docentes universitarios guías de sus estudiantes,
modelos de profesionales, ejemplos a imitar, sólo en estas condiciones estaremos contribuyendo
a la educación de valores del estudiante universitario. (Molina, Luzcarin; Pérez, Siulbel. 2008)

Ovalle (2013: 9) nos habla de la universidad y la formación ética centrada en la responsabilidad


social: “La responsabilidad social de la universidad se entiende como formación en el sentido

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amplio: formación de seres humanos, mediante todas las acciones que adelanta la universidad
en el ejercicio de sus funciones sustantivas; formación de profesionales capaces de incidir sobre
la realidad social en que se desempeñen; formación de sujetos políticos y, por lo tanto, críticos,
capaces de indignación frente a las inequidades del sistema económico y a las formas de
exclusión que reproduce la cultura dominante, pero también capaces de construir propuestas y
de movilizarse en torno a proyectos de largo plazo a favor de la transformación estructural de la
sociedad; formación, en suma, de una sociedad civil consciente y deliberativa, que interlocute
con el poder y lo cuestione permanentemente, en aras de construir un mejor proyecto de nación
que haga posible, no sólo la democracia real, sino incluso formas cada vez más justas e
incluyentes de organización social”.

Bibliografía
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universitario a través del proceso docente- educativo. La Habana. Universidad 2000.
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6. FABELO CORZO, José Ramón. (1996) Retos al pensamiento en una época de tránsito. Editorial
Academia. La Habana.
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Católica de Chile, Vol. 18.
9. MOLINA, Luzcarin; PÉREZ, Siulbel (Et al) La importancia de formar en valores en la educación
superior. Acta Odontológica Venezolana - VOLUMEN 46 Nº 1 / pág. 7 / 2008.
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10. OBANDO, O. SOLÍS, L. (1998) ¿Está la juventud en crisis? Separata.
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Social Universitaria (RSU). Ponencia presentada en el Evento Internacional Universidad 2014,
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12. OVALLE, M. C., Del BASTO, L.M., MORENO, C.A. (2013) Abordaje crítico a la responsabilidad
social universitaria, en Liliana Del Basto S., Cristina Ovalle A. y Carlos Moreno (2013). En
Abordaje crítico a la responsabilidad social universitaria. X Jornadas de Sociología. Facultad
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ética e inteligente para las universidades. Educación Superior y Sociedad. Nueva Época, Año
13. No. 2, Septiembre 2008, págs. 192-

3 de octubre de 2018

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