Sunteți pe pagina 1din 3

San Nicolás de Tolentino

Patrono de las almas del purgatorio, predicador.


Fiesta: 10 de Septiembre

Infancia
Este santo recibió su sobrenombre del pueblo en que residió la mayor parte de su vida,
y en el que también murió. Nicolás nació en San Angelo, pueblo que queda cerca de
Fermo, en la Marca de Ancona, hacia el año 1245. Sus padres fueron pobres en el
mundo, pero ricos en virtud. Se cree que Nicolás fue fruto de sus oraciones y de una
devota peregrinación que hicieron al santuario de San Nicolás de Bari en el que su madre,
que estaba avanzada en años, le había rogado a Dios que le regalara un hijo que se
entregara con fidelidad al servicio divino. En su bautismo, Nicolás recibió el nombre de
su patrón, y por sus excelentes disposiciones, desde su infancia se veía que había sido
dotado con una participación extraordinaria de la divina gracia.
Cuando era niño pasaba muchas horas en oración, aplicando su mente a Dios de manera
maravillosa. Así mismo, solía escuchar la divina palabra con gran entusiasmo, y con una
modestia tal, que dejaba encantados a cuantos lo veían. Se distinguió por un tierno amor
a los pobres, y llevaba a su casa a los que se encontraba, para compartir con ellos lo que
tenía para su propia subsistencia. Era un niño de excepcional piedad.
Desde su infancia se decidió a renunciar a todo lo superfluo, así como practicar grandes
mortificaciones, y, desde temprana edad, adoptó el hábito de ayunar tres días a la
semana, miércoles, viernes y sábados. Cuando creció añadió también los lunes. Durante
esos cuatro días solo comía una vez por día, a base de pan y agua.

El joven estudiante
Su mayor deleite se hallaba en leer buenos libros, en practicar sus devociones y en
las conversaciones piadosas. Su corazón le perteneció siempre a la Iglesia. Sus padres
no escatimaron en nada que tuvieran al alcance para mejorar sus geniales aptitudes.
Siendo aún un joven estudiante, Nicolás fue escogido para el cargo de canónigo en la
iglesia de Nuestro Salvador. Esta ocupación iba en extremo de acuerdo con su inclinación
de ocuparse en el servicio a Dios. No obstante, el santo aspiraba a un estado que le
permitiera consagrar directamente todo su tiempo y sus pensamientos a Dios, sin
interrupciones ni distracciones.

Un sueño hecho realidad


Con estos deseos de entregarse por entero a Dios, escuchó en cierta ocasión un sermón,
de un fraile o ermitaño de la orden de San Agustín, sobre la vanidad del mundo, el cual
lo hizo decidirse a renunciar al mundo de manera absoluta e ingresar en la orden de aquel
santo predicador. Esto lo hizo sin pérdida de tiempo, entrando como religioso en el
convento del pequeño pueblo de Tolentino.
Nicolás hizo su noviciado bajo la dirección del mismo predicador e hizo su profesión
religiosa antes de haber cumplido los 18 años de edad. Lo enviaron a varios conventos
de su orden en Recanati, Macerata y otros. En todos tuvo mucho éxito en su misión. En
1271 fue ordenado sacerdote por el obispo de Osimo en el convento de Cingole.

1
Su vida sacerdotal

Su aspecto en el altar era angelical. Las personas devotas se esmeraban por asistir a su
Misa todos los días, pues notaban que era un sacrificio ofrecido por las manos de un
santo. Nicolás parecía disfrutar de una especie de anticipación de los deleites del cielo,
debido a las comunicaciones secretas que se suscitaban entre su alma tan pura y Dios
en la contemplación, en particular cuando acababa de estar en el altar o en el
confesionario.

Su ardor en el apostolado y en la oración


Durante los últimos treinta años de su vida, Nicolás vivió en Tolentino y su celo por la
salvación de las almas produjo abundantes frutos. Predicaba en las calles casi todos los
días y sus sermones iban acompañados de grandiosas conversiones. Solía administrar
los sacramentos en los ancianatos, hospitales y prisiones; pasaba largas horas en el
confesionario. Sus exhortaciones, ya fueran mientras confesaba o cuando daba el
catecismo, llegaban siempre al corazón y dejando huellas que perduraban para siempre
en quienes lo oían.
También, con el poder del Señor, realizó innumerables milagros, en los que les pedía a
los recipientes: "No digan nada sobre esto. Denle las gracias a Dios, no a mí." Los fieles
estaban impresionados de ver sus poderes de persuasión y su espiritualidad tan elevada
por lo que tenían gran confianza en su intercesión para aliviar los sufrimientos de las
almas en el purgatorio. Esta confianza se confirmó muchos años después de su muerte
cuando fue nombrado el "Patrón de las Santas Almas".
El tiempo en que podía retirarse de sus obras de caridad, lo dedicaba a la oración y a la
contemplación. Nicolás de Tolentino fue favorecido con visiones y realizó varias
sanaciones milagrosas.

Pruebas
Nuestro Señor, por su gran amor a Nicolás, quiso conducir al santo a la cumbre de la
perfección, y para ello, lo llevó a ejercer la virtud de distintos modos. Nicolás padeció por
mucho tiempo de dolores de estómago, así como malos humores.

Los Panes Milagrosos


Hacia los últimos años de su vida, cuando estaba pasando por una enfermedad
prolongada, sus superiores le ordenaron que tomara alimentos más fuertes que las
pequeñas raciones que acostumbraba ingerir, pero sin éxito, ya que, a pesar de que el
santo obedeció, su salud continuó igual. Una noche se le apareció la Virgen María, le dio
instrucciones de que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y luego se lo comiera,
prometiéndole que se curaría por su obediencia. Como gesto de gratitud por su inmediata
recuperación, Nicolás comenzó a bendecir trozos de pan similares y a distribuirlos entre
los enfermos. Esta práctica produjo favores numerosos y grandes sanaciones.
En conmemoración de estos milagros, el santuario del santo conserva una distribución
mundial de los "Panes de San Nicolás" que son bendecidos y continúan concediendo
favores y gracias.

2
Última enfermedad

La última enfermedad del santo duró un año, al cabo de la cual murió el 10 de septiembre
de 1305. Su fiesta litúrgica se conmemora el mismo día. Nicolás fue enterrado en la
iglesia de su convento en Tolentino, en una capilla en la que solía celebrar la Santa Misa.
Su veneración
En el cuarentavo año después de su muerte, su cuerpo incorrupto fue expuesto a los
fieles. Durante esta exhibición los brazos del santo fueron removidos, y así se inició una
serie de extraordinarios derramamientos de sangre que fueron presenciados y
documentados.
El santuario no tiene pruebas documentadas respecto a la identidad del individuo que le
amputó los brazos al santo, aunque la leyenda se ha apropiado del reporte de que un
monje alemán, Teodoro, fue quien lo hizo; pretendiendo llevárselos como reliquias a su
país natal. Sin embargo, sí se sabe con certeza que un flujo de sangre fue la señal del
hecho y fue lo que provocó su captura. Un siglo después, durante el reconocimiento de
las reliquias, encontraron los huesos del santo, pero los brazos amputados se hallaban
completamente intactos y empapados en sangre. Estos fueron colocados en hermosas
cajas de plata, cada uno se componía de un antebrazo y una mano.

En el correr de los siglos


Nicolás de Tolentino fue canonizado por el Papa Eugenio IV, en el año 1446. Hacia finales
del mismo siglo XV, hubo un derramamiento de sangre fresca de los brazos, evento que
se repitió 20 veces; el más célebre ocurrió en 1699, cuando el flujo empezó el 29 de mayo
y continuó hasta el 1ro. de septiembre. El monasterio agustino y los archivos del obispo
de Camerino (Macerata) poseen muchos documentos en referencia a estos
sangramientos.
Dentro de la Basílica conocida como el Santuario S. Nicolás Da Tolentino, en la Capilla
de los Santos Brazos, del siglo XVI, se encuentran reliquias de la sangre que salió de los
brazos del santo. En un cofre ubicado encima del altar de plata, se halla un cáliz de plata
del siglo XV, que contiene su sangre. Una urna del siglo XVII, hecha de piedras preciosas,
tiene en exhibición, detrás de un panel de vidrio, el lino manchado de sangre que se cree
que fue la tela que usaron para detener el flujo que hubo en el momento de la amputación.
Los huesos del santo, con excepción de los brazos, estuvieron escondidos debajo de la
basílica hasta su redescubrimiento en 1926, fecha en que los identificaron formalmente
y los pusieron en una figura simulada, cubierta con un hábito Agustino. Los brazos
incorruptos, todavía en sus cubiertas o cajas de plata del siglo XV, se hallan en su
posición normal al pie de la figura. Las reliquias se pueden apreciar en un relicario
bendecido por el Papa Pío XI.
San Nicolas fue uno de los santos (junto a San Juan Bautista y San Agustín), que vinieron
del cielo para llevar a Sta. Rita al convento. Ella también fue de la orden agustina.

S-ar putea să vă placă și