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PELIGRO Y OPORTUNIDAD

Gastón Soublette1

La crisis por la que estamos pasando ha sido la ocasión para que la prensa extranjera
señale que en este país se dan las desigualdades sociales más escandalosas del mundo, lo cual se
agrava progresivamente por gobiernos cuya orientación en ese sentido son puras medidas de
mitigación, con las que se pretende contentar a un pueblo cuya estrechez de vida lo mantiene
en el límite de lo soportable.
Ahora todos nos preguntamos ¿cómo vamos a salir de esta crisis?, pero no es esa una
interrogante de fondo, antes está esta otra ¿cómo debemos entender lo que está sucediendo?, la
cual corre a parejas con esta otra ¿hay en el actual equipo de gobierno la sabiduría, la cultura y
la conciencia para asumir los valores que serían la base de lo que muchos llamamos ahora “un
nuevo pacto social”, equipo cuyos personeros siempre razonan conforme a los lugares
comunes de un orden puramente económico y tecnológico, cuyos pilares son la acumulación
de capital y la competitividad?. Por eso todos nos preguntamos tambien si la agenda social del
gobierno es suficiente ¿acaso no se ofreció lo mismo en el inicio del actual período
presidencial?
En el idioma chino, la palabra crisis se compone de dos ideogramas, que representan,
que respectivamente significan peligro y oportunidad, de lo cual se infiere que las crisis son
peligrosas, pero necesarias, pues bien enfrentadas nos hacen crecer. Cabe preguntarse si los
chilenos con nuestra escasa cultura humanística estaremos a la altura de la situación.
Es preciso tener presente que el fenómeno social que presenciamos tiene raices en el
mundo entero. Basta saber para entenderlo, que unos pocos millones de personas, entre 10 y
15 millones más o menos, detentan toda la riqueza del planeta en sus manos; contra 7 mil
quinientos millones que dependemos de ellos, pues sus negocios y emprendimientos
determinan en su favor la orientación de la política, la educación y la información. En tanto
que la realización de sus megaproyectos contaminan por lo general y desarticulan la
organización de la vida planetaria y reducen a la extrema pobreza a bastos sectores de la
población mundial, con un alto índice de mortalidad. Eso viene de estadisticas de las Naciones
Unidas y de la Fao.
Tal es la obra de un tipo humano, generado por una civilización cuya religión no es otra
sino que la del progreso material ilimitado, la cual ha terminado anulando nuestros valores
fundamentales, masificando a los pueblos conforme a una mentalidad promedio puramente
utilitaria, que los despoja de su sentido de trascendencia e inhibe la aptitudes superiores del
alma humana. ¿Cómo ponemos fin a esto ahora, para no dejar de ser humanos? ¿Y cuál será el
precio de la mutación histórica que se requiere para lograrlo? Es de suponer, a juzgar por lo
que se ve, que este modelo de civilización está llegando a su juicio final.

1 Manifiesto expuesto en el marco del congreso Desafíos de la transición a una nueva civilización

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