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Lucía López
FFyL- UBA
Conjuración. Ludmer le está hablando a sus grandes maestros: Marx, Freud, Lacan, Viñas.
En un oscilante vaivén entre juego y seriedad este es el gesto primigenio. Conjurar las voces y
convertirse en una especie de amenaza. Después los rizomas, no la hermenéutica. No hay
mediación, la literatura dice más: “yo no uso la categoría de mediación porque uso la de red o
rizoma: ahí no hay mediación, todo se conecta con todo—, pero si uno quiere mediar cultura, o
literatura, y Estado, ahí están los sujetos” (2000: 17). Entonces, de lo que se trata es de ubicarse en
un entre y leer allí, entrar y salir de la literatura. Ella misma es una crítica rizomática, cuesta
pensarla meramente como tal. Ludmer es una obrera punk, se ríe y todo lo parodia, hasta a ella
misma, y construye grandes máquinas para leer. Claramente, “que se queden quietos los maestros”
es capital.
Para Ludmer hay continuidades fundamentales. Y cuando lee no lee solo literatura, lee el
gran texto: lee política, lee violencia y lee sexualidades, todo en el límite del género de la
gauchesca. Es un comienzo, la máquina no se detiene, ya lo dijo, es rizomática. En el Tratado se
ocupa de la violencia sabrosa y fundante que recorrerá toda la ficción-realidad argentinas.
En el Manual, por otra parte, introduce la categoría de delito como instrumento de lectura.
Me interesa focalizar en los delitos de las mujeres que matan hombres, no otras mujeres, no niños.
El límite ayuda a pensar. Una lectura ingenua (“semiboba” dirá Ludmer) no registra los devenires
de esas mujeres desafiantes. Pero, quizás a pesar de Ludmer, integran una serie donde ella misma
se inserta como parricida. Ludmer, que al hablar de cuentos (clave de su lectura en términos de
hipervínculos dentro del corpus) comienza refiriéndose a Cecilia Grierson, primer mujer en
recibirse de médica en la Universidad de Buenos Aires para inscribirla en una continuidad
rizomática: la de las mujeres matahombres:
“Mujeres que matan”: no sólo indica una acción femenina en delito, sino que es sobre
todo una expresión que se refiere a un tipo de mujer que produce en los hombres una
muerte figurada porque tiene "algo", armas. La metáfora está inscripta en la lengua: una
matahombres, una "killer woman". Ciertas formaciones lingüísticas con marcas de delito
constituyen relatos e historias, y también constituyen "la realidad" misma: el derecho, la
medicina, la vida cotidiana, el erotismo. Un tipo de "delito" femenino inscripto en la
lengua, puesto en relato, en cadena, y en una red de correlaciones. (1996: 782)