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Biopolítica y necropolítica:

¿constitutivos u opuestos?

Biopolitics and necropolitics:


opposite or constitutive?

doi: http://dx.doi.org/10.32870/espiral.v25i73.7017 Ariadna Estévez

Resumen Abstract
Este artículo busca responder la pregunta de This article searches for respond to the
si la polarización en los objetivos de la bio- question whether biopolitic’s objective (to
política (administrar la vida y construir esti- manage life and construct lifestyles) and
los de vida) y la necropolítica (administrar la necropolitic’s objective (to administrate
muerte y destruir hábitats y pueblos) hace a death and destroy habitats and peoples),
estos conceptos opuestos o, por el contra- polarized, make both concepts opposites, or
rio, si estos señalan una relación dialéctica on the contrary, if they indicate a dialectical
de construcción mutua en fenómenos relationship and mutual construction in
como la migración. Para responder a dicha phenomena such as migration. To answer
interrogante, el artículo primero examina la the question, the article first examines
biopolítica en el trabajo de Michel Foucault biopolitics in the work of Michel Foucault
y cómo este ha sido retomado en el análisis and seeks how it has been taken up in
de la migración contemporánea. Luego, des- the analysis of contemporary migration.
cribe la necropolítica a partir del trabajo de The paper then describes necropolitics in
Achille Mbembe y cómo ha sido retomado the work of Achille Mbembe, and how it
para identificar causas de migración forzada has been taken up to identify the causes
y trato racista a migrantes. Finalmente, se of forced migration and racism against
hace una revisión de literatura de estudios migrants. Finally, it reviews the literature on
biopolíticos y necropolíticos en el contexto biopolitical and necropolitical studies in the
de la migración internacional. context of international migration.

Palabras clave: biopolítica, necropolítica, Keywords: Biopolitics, necropolitics,


migración, Foucault, Mbembe. migration, Foucault, Mbembe.


Profesora-Investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (cisan) de
la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), México. orcid: http://orcid.org/0000-
0002-5861-3956 aestevez@unam.mx
Fecha de recepción: 29 de noviembre de 2017. Fecha de aceptación: 10 de abril de 2018

Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. xxv No. 73  Septiembre / Diciembre de 2018 9
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Introducción

Mucho del análisis social y político actual parece girar


en torno a dos conceptos que a veces, a su vez, parecen ocu-
parse de cosas distintas: la biopolítica y la necropolítica. El
primero se refiere al poder sobre la vida a través de tecno-
logías de dominación tales como leyes y políticas públicas
para la gestión de la vida humana en tanto especie, para
garantizar que la población, la sociedad en su dimensión
existencial y biológica, mantenga su statu quo racial. El
segundo se refiere al poder de dar muerte con tecnologías de
explotación y destrucción de cuerpos tales como la masacre,
el feminicidio, la ejecución, la esclavitud, el comercio sexual
y la desaparición forzada, así como los dispositivos legal-
administrativos que ordenan y sistematizan los efectos o
las causas de las políticas de muerte.
El presente artículo busca dar una explicación de cada
concepto, y discernir si estos conceptos son excluyentes el
uno del otro. Se propone la hipótesis teórica de que en rea-
lidad son categorías constitutivas, es decir, se construyen
la una a la otra, en el entendido de que la aplicación previa
de necropolíticas que hayan destruido hábitats, cuerpos,
modos de vida y sectores económicos hace posible la gestión
de la vida a través de inoculaciones como la de la figura del
asilo o la migración legal.
Para alcanzar estos objetivos, primero se discutirá el
biopoder como lo entiende Michel Foucault. Luego, se des-
cribirá el trabajo de los filósofos italianos Giorgio Agamben
y Roberto Esposito, quienes debaten el papel de la biopo-
lítica a través de la figura del refugiado y la migración en
el mundo actual. Posteriormente, se discutirá la inter-
pretación decolonial del biopoder para formular el necro-
poder como una expresión de la regulación de la muerte
en el tercer mundo, como lo teorizó Achille Mbembe. Acto
seguido, se hablará del rol que juegan ambos conceptos en

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la gubernamentalidad neoliberal y sus dispositivos, así


como el capitalismo más corrosivo de diferentes formas
de vida. Finalmente, se expondrán la migración y el asilo
como momentos en los que biopolítica y necropolítica son
inexorablemente constitutivos.

1. Biopolítica: la regulación de la vida

Michel Foucault no hizo una teoría del poder, pero sí


aventuró una filosofía analítica del poder, que no intenta
definirlo, sino establecer cómo funciona y cómo somete a
los sujetos (Castro, 2004, p. 2014). Este trabajo analítico
repara en los sistemas de diferenciación, las modalidades
instrumentales y las formas de institucionalización del
poder. Para esta filosofía, el poder consiste en conducir
conductas, es decir, no actúa sobre las personas, sino sobre
sus acciones, induciéndolas, facilitándolas, dificultándolas,
limitándolas o impidiéndolas. De este modo, las relaciones
de poder se vuelven de dominación cuando son bloqueadas
con técnicas que permiten dominar la conducta de otros.
También desde esta filosofía, el vehículo ideal del poder
es el discurso, el cual es el conjunto de elementos o bloques
de tácticas en las relaciones de fuerza, los cuales determi-
nan subjetividades y tienen efectos de verdad, es decir,
establecen subjetividades, objetos y saberes que dividen lo
falso de lo verdadero. La división entre falso y verdadero
genera formas de exclusión discursiva que se vuelven un
sistema, es decir, de carácter histórico, modificable e insti-
tucionalmente coercitivo.
Para crear estos efectos de verdad, los discursos se apoyan
en otros discursos verdaderos y se producen y distribuyen
bajo el control de grandes aparatos políticos y económicos
que permiten determinar las distinciones entre enunciados
falsos y verdaderos, las formas en que se sancionan unos
y otros, las técnicas y los procedimientos para la obtención

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de la verdad, y el estatus de aquellos sujetos que tienen


la función de decir lo que funciona como verdadero. Estos
aparatos políticos y económicos que permiten establecer
la división entre lo falso y lo verdadero constituyen lo que
Foucault denominó dispositivo, y que será explicado más
adelante al hablar de la gubernamentalidad neoliberal
(Foucault, 2004).
Foucault encontró tres tipos de poder que emergen en con-
textos históricos determinados, pero que no se reemplazan
uno con el otro, sino que se superponen: el poder soberano,
el poder disciplinario y el biopoder (Foucault, 2000, 2004;
Foucault, Senellart, y Davidson, 2007). El poder político en
Europa se ha desarrollado en un continuum en el que los
diferentes tipos de poder operan al unísono y de forma com-
plementaria. El poder disciplinario no sustituye al soberano,
sino que lo incorpora y lo lleva a otro nivel, centrándose en
los cuerpos individuales como su objeto para disciplinarlos
y hacerlos dóciles. Se disciplinan los cuerpos para vigilarlos,
entrenarlos, utilizarlos y castigarlos en función de la pro-
ductividad económica. El uso de las disciplinas del saber y
las instituciones por parte del poder disciplinario es lo que
Foucault llamó anatomopolítica.
El biopoder, por su parte, modifica el objetivo soberano del
poder disciplinario de dejar vivir y hacer morir y lo invierte:
en lugar de dejar vivir y hacer morir, ahora el poder tiene el
objetivo de hacer vivir y dejar morir. El biopoder se centra
en los procesos que son específicos de la propia vida, como
el nacimiento, la muerte, la reproducción, la migración y
la enfermedad, así que también son diferentes la raciona-
lidad, dispositivos, estrategias y luchas o resistencias que
genera (Castro, 2004, p. 2014; Foucault, 2006a, 2006b). En
la biopolítica, el objetivo ya no es el cuerpo individual, sino
la regulación de la población como cuerpo político. Como lo
dice Foucault, se trata de un asesinato indirecto, porque
sin necesidad de que poblaciones enteras sean matadas

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intencionalmente, estas mueren como consecuencia de que


el Estado no haga algo por ellas. El campo biológico con-
trolado por el biopoder se fragmenta en una jerarquía de
razas, y los que están en la parte inferior son los que son
abandonados para morir (Foucault, 2006a, 2006b).
En el biopoder, las tecnologías que se usan también son
diferentes: medicina, estadística, control natal, política
pública, o cualquier cosa encaminada a controlar y regu-
lar la población (Foucault, 2000, 2006a, 2006b; Foucault,
Senellart, y Davidson, 2007). A aquellos que amenazan la
sobrevivencia de la mayoría se les deja morir al ser omitidos
como objetos de política pública y otras tecnologías, como
sucede, por ejemplo, con la negación de servicios de salud
primaria a migrantes indocumentados. Toda vez que este
tipo de poder se refiere a “una masa de seres vivientes y
coexistentes que tienen particularidades biológicas y pato-
lógicas y que por ello se colocan bajo un conocimiento y
tecnologías específicas” (Foucault, 1997, p. 71), Foucault se
refirió a esto como biopolítica. La biopolítica, dice Foucault,
es lo que caracteriza la política moderna desde el siglo xvi
(Foucault, 2004).
Por esta razón, la regulación de la migración a través de
una biopolítica que tiene como fin definir a quién se le per-
mite entrar y permanecer en un territorio determinado es
central a la gubernamentalidad neoliberal, y constituye un
tema fundamental del análisis del biopoder. Según Campesi
(2012), en términos generales, el discurso biopolítico –en
concreto el de securitización– construye a los migrantes
de tres diferentes maneras. En la primera, los migrantes
son vistos como actores transnacionales clandestinos que
imponen amenazas estratégicas a Estados receptores, lo
cual ayuda a explicar por qué es necesario el aseguramiento
de las fronteras. En la segunda, los migrantes representan
una amenaza política al balance cultural, étnico y social,
lo cual lleva a racismo y política de identidades radical.

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En la tercera, los migrantes son competidores económicos


injustos en los mercados laborales que sacan provecho de
los beneficios del Estado de bienestar en los países de occi-
dente (Campesi, 2012).

2. Agamben: Estado de excepción, nuda vida y homo sacer

En los estudios biopolíticos de la migración, los intereses


de investigación tienen que ver con las dos primeras cons-
trucciones señaladas –los migrantes como clandestinos y
como amenaza cultural–, y se enfocan en analizar las tec-
nologías y dispositivos de poder que securitizan fronteras
y regulan la amenaza cultural. Las investigaciones que
analizan las tecnologías de aseguramiento de fronteras han
recurrido a la lectura que ha hecho Giorgio Agamben de
Foucault, en particular respecto al lugar fundamental que
tiene en la biopolítica la categoría schmittiana del Estado
de excepción y el papel de lo que Agamben denomina nuda
vida en el sujeto central de la biopolítica, que él ha concep-
tualizado como el homo sacer.
Mientras que Carl Schmitt dijo que el Estado de excepción
se refiere a medidas extraordinarias dentro de una demo-
cracia durante un periodo de crisis –una especie de tierra
de nadie existente entre la ley y la política–, Agamben dice
que en las democracias actuales el Estado de excepción ya no
es una excepción sino la regla. Ahora vivimos en un estado
de guerra civil legal en la que la vida está subordinada al
poder del Estado y sólo está presente en la ley a través de
su exclusión. Como ya se dijo antes, en el Estado de excep-
ción la nuda vida y el homo sacer son de suma importancia
(Agamben, 2001, 2004).
Para Agamben, la nuda vida es la reducción de la vida
humana a su estatus biológico, y el autor la equipara con
el zoé de los griegos, es decir, la vida simple y mundana,
opuesta y separada del bios, la vida política. Agamben

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encuentra el origen de la inclusión de zoé en el poder político


en la figura del homo sacer, el cual es una figura político-
jurídica de la Antigüedad que refiere a la persona que ha
sido juzgada y acusada de un crimen, y a la que no se per-
mite sacrificar, pero que quien la mate no será acusado de
homicidio. Esta persona, que queda en la total desprotección
de la ley, se encuentra incluida en ella únicamente por su
exclusión. La nuda vida del homo sacer es sujeto de política
sólo a través de la excepción. Para Agamben, el homo sacer
como persona que puede ser asesinada pero no sacrificada
es la primera figura que establece el poder biopolítico del
soberano porque subjetiviza la nuda vida no a través de su
inclusión en el orden jurídico, sino de su exclusión (Agam-
ben, 1998).
Agamben propone que el homo sacer de nuestro tiempo, la
persona que hoy en día tiene una vida de exclusión jurídica y
política, sujeta a violencia y vulnerabilidad, es el refugiado.
La figura del refugiado representa un quiebre en la con-
tinuidad que hay entre hombre y ciudadano. El refugiado
establece la división entre nacimiento y nacionalidad, y con
ello la persona que tiene su estatus no posee nada más que
derechos humanos. Para Agamben,

Al poner a la luz la diferencia entre nacimiento y nación, el refugiado


hace que el presupuesto secreto del dominio político –la nuda vida–
aparezca momentáneamente en ese dominio. En ese sentido, el refugiado
es el verdadero “hombre de derechos” que sugiere Arendt, la primera y
única real aparición de derechos fuera de la ficción del ciudadano que
siempre los cubre (Agamben, 1998, pp. 132-133).

Para Agamben, el refugiado es la clara muestra de la despo-


litización de la esfera de su protección, es decir, del ámbito
de lo humanitario. Por un lado, los Estados se muestran
interesados en la vida natural y distinguen entre una vida
auténtica y una carente de todo valor político, y por el otro,

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los derechos humanos se usan fuera del contexto de la ciu-


dadanía para la protección de la nuda vida, que está cada
vez más en los márgenes de los Estados nación (Agamben,
1998, pp. 132-133).
Por estas características, para Agamben el refugiado es
la mejor representación del homo sacer contemporáneo,
es decir, aquel que se encuentra incluido en lo político y lo
jurídico únicamente a través de su exclusión, por lo cual
puede ser asesinado sin que ello se considere un asesinato.
El refugiado encarna la nuda vida, una vida humana sim-
plemente biológica, sin valor político, por lo que su protec-
ción se ha sustraído del campo político y se ha dejado en
el campo estrictamente humanitario. En consecuencia, los
campos de detención de refugiados son los nuevos campos
de concentración, que expresan la sofisticación totalitaria
de la biopolítica contemporánea (Agamben, 1998).
La idea del refugiado como una expresión del homo sacer
contemporáneo ha sido sumamente influyente en los estu-
dios sobre el estatus vulnerable de los refugiados en Europa
y América del Norte (Darling, 2009; Edkins y Pin-Fat, 2005;
Muller, 2004; Owens, 2009; Tyler, 2010; Zylinska, 2004).
Sin embargo, también ha sido objeto de críticas por su
nihilismo y por entender lo político desde una perspectiva
que cancela toda posibilidad de resistencia y emancipación,
especialmente en el caso de los refugiados (Juniper, 2006;
Owens, 2009), pero también en lo general (Laclau, 2008).
Asimismo, Agamben ha sido criticado por universalizar la
idea de la nuda vida sin atender la argumentación de Fou-
cault sobre el papel que tiene el racismo en el ejercicio del
biopoder (Butler, 2006). Para Estévez (2012a), la idea del
refugiado como una entidad meramente biológica sin vínculo
a lo político se parece a un argumento sin sustento si por
político se entiende la relación amigo-enemigo que define
el propio Schmitt: hoy en día no hay nada más político que
el cuerpo del refugiado.

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3. Esposito: inmunidad y comunidad

Por otra parte, los estudios que analizan las tecnologías


y dispositivos para la regulación de la amenaza cultural se
apoyan en la ruta biopolítica propuesta por Roberto Espo-
sito (2005), quien ve la regulación poblacional como una
suerte de inmunización contra virus raciales y culturales.
Esposito hace una analogía entre la política de la vida y el
sistema inmune del cuerpo humano, asegurando que este
lucha contra amenazas exógenas de la misma forma que el
biopoder lucha contra formas de vida que amenazan a la
mayoría. Esposito distingue entre política sobre la vida y
política de la vida. La regulación y control de la migración
obedecen a una política sobre la vida que opera como un
sistema inmune que defiende el cuerpo –la población– a
través de medios negativos que eventualmente se vuelven
contra el sistema mismo.
Como sabemos, en medicina la inmunización requiere
de la introducción de una dosis no letal del patógeno al
cuerpo, lo cual crea anticuerpos y eventualmente excluye
al patógeno. La importancia de esto para la política y la
migración es que el patógeno no se elimina del cuerpo –la
sociedad– prohibiendo la migración como conjunto, sino
implementando la política que crea las categorías que
niegan al patógeno, tales como legalidad, normas de asilo y
ciudadanía, las cuales dan cabida al migrante económico, el
migrante ilegal o el solicitante de asilo falso, que permiten
la exclusión. El cambio progresivo, o inmunización de la
comunidad, se logra introduciendo reformas legales, polí-
tica pública y estrategias legales como el asilo, las cuales
crean y reafirman categorías que niegan nuevas formas de
migración (Esposito, 2005).
Para Esposito, un Estado soberano construye su política
migratoria como una defensa contra la amenaza de migran-
tes peligrosos y no bienvenidos, esos que amenazan su

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seguridad y cultura. Los inmigrantes y solicitantes de


asilo son un patógeno que hay que introducir en dosis muy
pequeñas para inmunizar el sistema e impedir el contagio
racial y cultural. La inmunización es, pues, la política
migratoria y el uso táctico del dispositivo de asilo. Así pues,
se puede decir que en la biopolítica de Esposito (2005) el
dispositivo migratorio es una forma de inmunización contra
la amenaza de grupos patógenos (migrantes económicos y
solicitantes de asilo), ya que no niega la migración del todo
y en sí misma, sino que implementa estrategias discur-
sivas mediante diversas tácticas que a su vez se apoyan
en tecnologías varias que tienen como fin impedir que el
número de personas aceptadas rebase los límites de una
inmunización eficiente.

4. Necropolítica: administración de la muerte

Diversos teóricos de África, América Latina y Europa del


Este han destacado que el biopoder no funciona igual en
todas partes, y que es insuficiente para explicar los obje-
tivos de las relaciones de poder en el tercer mundo, donde
la violencia criminal y del Estado revelan que el objetivo
es la regulación no de la vida, sino de la muerte. En otras
palabras, en el tercer mundo, en vez de biopolítica hay una
necropolítica (Gržinić, 2010; Gržinić y Tatlić, 2014; Mbembe,
2011; Valencia, 2010; Valverde Gefaell, 2016). Para estos
teóricos, la biopolítica es un punto de partida fundamental
para el análisis de las relaciones de dominación, pero en el
contexto del tercer mundo resulta insuficiente porque los
dispositivos, técnicas, prácticas y estrategias en las relacio-
nes de dominación tienen efectos muy radicales, como las
consecuencias de la llamada guerra contra el narcotráfico
en México. No se trata de decir que biopoder y necropoder
se contrapongan, sino que es necesario situar los fines de
cada uno –regulación de la vida y de la muerte, respectiva-

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mente– para ubicar con precisión cómo sus dispositivos y


estrategias se entrelazan.
Achille Mbembe (2011) es a quien se le atribuye el con-
cepto de necropolítica. Él sostiene que la biopolítica no
es suficiente para entender cómo la vida se subordina al
poder de la muerte en África. Afirma que la proliferación
de armas y la existencia de mundos de muerte –lugares
donde la gente se encuentra tan marginada que en realidad
vive como muerto viviente– son un indicador de que existe
una política de la muerte (necropolítica) en lugar de una
política de la vida (biopolítica) como la entiende Foucault
(Mbembe, 2011).
Mbembe examina cómo el derecho soberano de matar se
reformula en las sociedades donde el Estado de excepción tal
como lo propone Agamben es permanente. Según Mbembe,
en un estado sistemático de emergencia, el poder refiere y
apela constantemente a la excepción y a una idea ficticia del
enemigo. Mbembe afirma que el esclavismo y el colonialismo
en África y en Palestina han sido el producto de la política de
la vida, aunque estas tragedias humanas de la modernidad
han sido ignoradas en las lecturas históricas del biopoder.
Con el fin de analizar la necropolítica en los conflictos
contemporáneos, Mbembe se basa en el estudio de las gue-
rras de la era de la globalización que hace Zygmunt Bauman
(Bauman, 2001) para argumentar que las operaciones
militares y el derecho de matar no son ya prerrogativas
exclusivas del Estado, y que el Ejército regular no es ya el
único medio para ejecutar el derecho de matar. Las milicias
urbanas, los ejércitos privados y las policías de seguridad
privada tienen también acceso a las técnicas y prácticas de
muerte. La proliferación de entidades necroempoderadas,
junto con el acceso generalizado a tecnologías sofisticadas de
destrucción y las consecuencias de las políticas socioeconó-
micas neoliberales, hacen que los campos de concentración,
los guetos y las plantaciones se conviertan en aparatos dis-

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ciplinarios innecesarios porque son fácilmente sustituidos


por la masacre, una tecnología del necropoder que puede
ejecutarse en cualquier lugar y en cualquier momento
(Mbembe, 2011).
La lectura africana del biopoder de Foucault de Mbembe
ha influido fuertemente a otros estudiosos que escriben,
desde la perspectiva de la periferia intelectual, sobre el
papel de la gubernamentalidad como dispositivo del poder
de administrar muerte. Por ejemplo, con base en Mbembe,
la filósofa y crítica de arte eslovena Marina Gržinić (2010)
dice que la biopolítica es la conceptualización específica de
la gubernamentalidad neoliberal exclusivamente reservada
para el primer mundo, pues para el segundo mundo (el de
los países exsocialistas) y el tercer mundo (Asia, África y
América Latina) la regulación de la vida se ha transfor-
mado en la regulación de la muerte dentro de condiciones
extremas producidas por el capital. La vida es regulada a
través de la perspectiva de la muerte y transformada en
regulación de la muerte, en una mera existencia debajo del
nivel de vida más básico (Gržinić y Tatlić, 2014).
Para Gržinić, hay diferencias abismales entre biopo-
lítica y necropolítica. Con la primera, se controla la vida
para garantizar un buen estilo de vida, mientras que con
la segunda se abandona la estructura de regulación vital
–salud, educación, formación de capital humano– y lo que
se controla, usa y capitaliza es la muerte a través de la
máquina de guerra. La regulación de la vida en el primer
mundo capitalista produce estilos de vida, y el paso de la
biopolítica a la necropolítica implica un cambio cualitativo
en la concepción de la muerte, que es doble: muerte real
por empobrecimiento masivo, y muerte simbólica por las
intervenciones del capitalismo en lo social, lo político y lo
simbólico. No obstante, en el primer mundo también hay
rastros de necropolítica que se invisibilizan y esconden,
como el desmantelamiento de la política social para ciu-

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dadanos y la explotación, deportación y marginación de


migrantes del segundo y tercer mundo en el espacio de
Schengen (Gržinić y Tatlić, 2014).
Por su parte, la filósofa tijuanense Valencia (2010) coin-
cide con Mbembe y Gržinić en su reinterpretación y radi-
calización de la biopolítica de Foucault y, como ellos, cree
que la muerte, más que la vida, se encuentra al centro de la
biopolítica, transformándola en necropolítica. Sin embargo,
Valencia se desmarca de esas perspectivas diciendo que en
el tercer mundo no es suficiente con incorporar al análisis el
impacto mortal del neoliberalismo y de las actividades de las
entidades privadas necroempoderadas, sino que el análisis
tiene que ser geopolítica y contextualmente específico. En
su caso, ella reflexiona sobre la necropolítica en sociedades
simultáneamente empobrecidas e hiperconsumistas como
las de las ciudades fronterizas de México, donde la violencia
extrema y el hiperconsumo son elementos estructurantes
en la construcción de subjetividades disidentes, aunque
ilegítimas, que resisten el poder del Estado (Valencia, 2010).
También, Valencia afirma que el biopoder controla los
procesos vitales, y que las exigencias capitalistas han
transformado en mercancías la vida y todos sus procesos
asociados, como la muerte. En las sociedades hiperconsu-
mistas, los cuerpos se convierten en una mercancía, y su
cuidado, conservación, libertad e integridad son productos
relacionados. Como mercancía, la vida es más valiosa si se
encuentra amenazada, secuestrada y torturada (Valencia,
2010). Para la filósofa, las corporaciones de las drogas ile-
gales ejercen un poder de opresión análogo al del Estado y
se han convertido en un Estado paralelo que reconfigura la
biopolítica y utiliza técnicas que Valencia denomina necro-
prácticas –acciones radicales dirigidas a infringir dolor,
sufrimiento y muerte, por ejemplo, el asesinato, la tortura
y el secuestro– para aprovechar, conservar y lucrar con el
poder de hacer morir.

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Al igual que el Estado legítimo, su contraparte criminal


pretende tener el control sobre el territorio, la seguridad y
la población, es decir, gobernar a través de la explotación
de los recursos nacionales, la venta de seguridad privada y
la población. Controla los cuerpos de la población y los hace
mercancías de intercambio o consumidores de los bienes
ofertados en el narcomercado (Valencia, 2010).
Como la biopolítica, la necropolítica sirve para analizar
procesos migratorios desde la perspectiva de dejar morir
de acuerdo con raza, género y estatus legal (Gržinić y
Tatlić, 2014). La propia Gržinić ha desarrollado su idea de
necropolítica en el segundo mundo considerando la migra-
ción cuando habla de la racialización como un proceso del
capital. Ella propone que la racialización sea un proceso
de diferenciación entre los ciudadanos –por nacimiento y
adquisición–, los no ciudadanos –refugiados, solicitantes de
asilo–, y los migrantes documentados en Europa. Todos son
violentados, pero también discriminados de forma diferente
pues los mercados laborales imponen procesos violentos de
selección entre migrantes de acuerdo a la raza, la clase y el
género. Hasta abajo, están aquellos que solamente alcan-
zan a entrar a Europa y obtener la ciudadanía cuando han
muerto (Gržinić y Tatlić, 2014).
John Round e Irina Kuznetsova coinciden con Gržinić
en que en Europa el necropoder, más que el biopoder, es
lo indicado para analizar las tecnologías que sujetan las
vidas de los migrantes irregulares, pues son considerados
desechables y nadie se preocupa por garantizarles servicios
de salud, seguridad laboral o educación. Los autores creen
que es imperativo teorizar la muerte a la que son expuestos,
y optan por desarrollar un marco en torno a la idea de dejar
morir para exponer cómo los migrantes son criminalizados
y vistos como portadores de enfermedades, aunque no se
les proporciona ayuda alguna (Round y Kuznetsova, 2016).

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Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?

Por su parte, Henao Castro (2016) encuentra el lugar


de la necropolítica en la frontera, donde se juntan los dis-
positivos biopolíticos con los propiamente necropolíticos, y
se enfoca en el dispositivo necropolítico de desechabilidad,
que convierte en desechables a los migrantes irregulares
apenas cruzan las fronteras, que tienen tres características:
militarización, precariedad social y producción de mundos
de muerte (Henao Castro, 2016).

5. ¿Capitalismo o neoliberalismo?

En el corazón de los marcos interpretativos de la regu-


lación de la vida y la muerte, se encuentran las relaciones
de producción. Actualmente, se conduce la vida hacia su
expansión, precariedad o extinción con el objeto de incidir
en las relaciones de reproducción económica del capitalismo.
No obstante, esta conducción puede ser analizada a través
del funcionamiento de su discurso político-económico, el
neoliberalismo, o de sus actividades y sectores de extracción
y acumulación, el capitalismo en su dimensión material y
económica.
Los estudios biopolíticos parecieran identificarse más
con la gubernamentalidad neoliberal de los procesos de
regulación de la vida, mientras que los estudios necropo-
líticos se enfocan en las actividades y nuevos sectores de
extracción para la acumulación por desposesión, como lo
llamó Harvey (2004). Al final, ambas perspectivas ven el
problema del capitalismo actual, el del discurso neoliberal,
como la piedra angular de la regulación de los procesos de
vida y muerte, pero la preferencia epistemológica de una y
otra tiene que ver con el espacio en el que se implementa
cada una (Harvey, 2004).

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5.1 La gubernamentalidad neoliberal


y la gubernamentalización del Estado
Muchos de los estudios del biopoder se enfocan en la
gubernamentalidad neoliberal. En el marco foucaultiano, la
palabra gobierno no se refiere a la institución de Gobierno
sino a “una actividad encaminada a conducir a los indivi-
duos a lo largo de sus vidas poniéndolos bajo la autoridad
de una guía responsable de lo que hacen y lo que pasa con
ellos” (Foucault, 1997, p. 67).
Para Foucault, las técnicas de gobierno no son exclusivas
del Estado, pues constituyen el conjunto de acciones sobre
las acciones posibles de otros sujetos, o las acciones de los
sujetos ejercidas sobre sí mismos para dominar placeres o
deseos: “Gobierno de niños, gobierno de almas y conciencias,
gobierno de una casa, de un estado, o de uno mismo” (Fou-
cault, 1997, p. 81). Las técnicas de gobierno de sí –regulación
de los propios deseos y cuerpo, el autocuidado– y de poder
–normas que conducen a fines de dominación– constitu-
yen lo que Foucault llamó gubernamentalidad, es decir, la
racionalidad del neoliberalismo en la biopolítica (Foucault,
1997, p. 67).
Según el estudio genealógico de Foucault, el neolibe-
ralismo se opone a la intervención estatal y su expansión
burocrática en nombre de la libertad económica porque
atenta contra los derechos individuales. El objetivo central
del neoliberalismo es aplicar el discurso económico –concep-
tos, objetos, lógicas y lenguaje– al análisis social, borrando
las diferencias entre los dos campos. El modelo de raciona-
lidad económica se usa para justificar y limitar la acción
gubernamental. Al mismo tiempo, la gubernamentalidad
neoliberal crea, por su énfasis en las técnicas de dominación
y de control de sí, un individuo autocontrolado e interesado
en la maximización de su propia función económica: el homo
economicus.

24
Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?

El Estado no es de ninguna manera el único agente


de la gubernamentalidad neoliberal, pero como señala
Castro (2004), Foucault sugirió que en el desarrollo del
liberalismo y el neoliberalismo el Estado se erigió como la
objetivación de diversas prácticas de gubernamentalidad,
de la misma forma que la locura surgió de prácticas disci-
plinarias y médicas (Castro, 2004). No se trata, dice Castro,
del gobierno estatal, sino de la gubernamentalización del
Estado. O como lo sugirió el propio Foucault:

Es un hecho indudable que el Estado en las sociedades contemporá-


neas no es sólo una de las formas o uno de los lugares –aunque fuera
el más importante– de ejercicio del poder, sino que de cierta manera
todas las otras formas de relación de poder se refieren a él. Pero no es
porque cada uno se derive de él. Es más bien porque se ha producido
una estatización continua de las relaciones de poder (si bien no adquirió
la misma forma en el orden pedagógico, judicial, económico, familiar).
Haciendo referencia aquí al sentido restringido de la palabra gobierno,
podría decirse que las relaciones de poder se gubernamentalizaron1
progresivamente, es decir, se elaboraron, racionalizaron, centralizaron
bajo la forma o bajo los auspicios de instituciones estatales (Foucault,
1988, pp. 18-19).

El Estado gubernamentalizado incluye políticas públicas,


las mediciones y la desviación de servicios hacia el ámbito
corporativo. El Estado se vuelve un administrador de
negocios a cargo de universalizar la competencia e inventar
sistemas para la acción individual y social, mismos que se
rigen por las leyes del mercado. De esta forma, la economía
deja de ser sólo un área de la vida humana y pasa a cubrir
todas sus áreas.
Universalizar la economía sirve para entender lo social y
evaluar el desempeño estatal en términos económicos, esto

1. Las itálicas son de la autora del artículo.

Teoría y DEBATE No. 73


25
Ariadna Estévez


con el fin de subordinar todas las esferas a las dinámicas


del mercado (Foucault, 2004). Para el neoliberalismo, el
Estado no define o evalúa la libertad del mercado, sino que
el mercado es el principio regulador del Estado, es decir, el
mercado controla al Estado y no al revés. Además, no existe
tal cosa como la libertad natural que el Estado tenga que
respetar: se crea una libertad artificial, la libertad de los
individuos económicamente racionales (Foucault, 2006a).
Por esta razón, los Estados neoliberales se han convertido
en Estados gerenciales que ya no sólo controlan el comporta-
miento individual a través de la disciplina, sino que también
regulan y administran el crecimiento y la mortandad de
la población para la reproducción de sí misma a través de
técnicas de autocuidado, es decir, de desplazar al individuo
la responsabilidad sobre su propia salud, educación y todo
aquello que incide en la reproducción del capital humano
que cada individuo posee. Para lograr desplazar sus obliga-
ciones sociales al individuo, el Estado neoliberal echa mano
de dos tecnologías de poder: la norma y la política pública.
Así definida, la gubernamentalización el Estado podría
tomarse como un efecto directo de la gubernamentalidad
neoliberal. Análogamente, como dice Valencia (2010), podría
constituir una apropiación criminal de los elementos fun-
damentales de la gubernamentalidad: territorio, seguridad
y población. Sus políticas pueden ser políticas de víctimas,
drogas, cohesión social, migración o salud, entre otras,
orientadas a fortalecer el mercado, conducir la conducta de
la población y mantener niveles de impunidad que permitan
la reproducción del capital que lo sostiene, que en muchos
casos tiene participación criminal. La gubernamentaliza-
ción del Estado a través de la privatización criminal de la
violencia y del dominio del capital criminal es lo que se
llamará la gubernamentalización necropolítica del Estado.

26
Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?

5.2 Los dispositivos


En el neoliberalismo, se ha tomado una “importancia cre-
ciente […] por el juego de la norma a expensas del sistema
jurídico de la ley” (Castro, 2004, p. 219): no es que

la ley desaparezca o que las instituciones de justicia tiendan a desapa-


recer, sino que la ley funciona cada vez más como una norma y que la
institución judicial se integra más y más a un continuum de dispositivos
(médicos, administrativos) cuyas funciones son sobre todo reguladoras
(Castro, 2004, p. 219).

Asimismo, el Estado neoliberal implementa diferentes tipos


de política pública a través de sus diferentes dispositivos.
Esta se define como la toma de decisiones del Estado para
modificar u orientar la acción social y que toma la forma de
elementos legales, políticos y técnicos basados en el conoci-
miento social (Guendel, 2009, p. 3). En el neoliberalismo,
se espera que la política pública regule la salud y el creci-
miento de la población (Foucault, 1997, pp. 70-71), pero no
con intervención estatal directa, como ocurría en el Estado
de bienestar, sino con políticas encaminadas a que el indivi-
duo se haga cargo de sí mismo, o en términos neoliberales,
encaminadas a invertir en su propio capital humano.
El dispositivo en la filosofía del poder de Foucault es la
red de relaciones sociales construidas en torno a un discurso:
instituciones, leyes, políticas, disciplinas, declaraciones
científicas y filosóficas, conceptos y posiciones morales, que
tienen la función específica de mantener el poder. En la
era de la gubernamentalidad neoliberal, los dispositivos se
caracterizan por ser incluyentes, ya que tienden a incluir
cada vez más elementos; permisivos, pues pueden ser aña-
didos; y excluyentes, pues eliminan aquello a lo que están
dirigidos (Foucault, 2006b, pp. 66-67).
Agamben ha ampliado el concepto de dispositivo diciendo
que

Teoría y DEBATE No. 73


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Ariadna Estévez


Generalizando la ulteriormente ya amplísima clase de los dispositivos


foucaultianos, llamaré literalmente dispositivo a cualquier cosa que tenga
de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar,
modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y
los discursos de los seres vivientes (Agamben, 2009, p. 14).

Los dispositivos conjuntan diversas tecnologías regulato-


rias, tales como oficinas gubernamentales, consejos, cortes,
oficinas legales, organizaciones de la sociedad civil y la
ley misma. Comúnmente, la ley pertenece a los poderes
soberano y disciplinario: mientras que el primero resulta
en códigos legales, el segundo implementa estos códigos de
forma institucional (Foucault, Senellart, y Davidson, 2007).
No obstante, existe un uso estratégico de la ley en la
gubernamentalidad neoliberal, por lo que las normas se
vuelven más importantes que el sistema judicial mismo.
Esto no significa que la ley o sus instituciones tienden
a desaparecer, sino que la ley sirve cada vez más como
norma –con el objetivo de imponer conformidad y homoge-
nizar–, y que sus instituciones están más integradas en la
gubernamentalidad neoliberal a través de un continuum
de dispositivos con funciones reguladoras.
Los análisis de la gubernamentalidad de la migración se
enfocan en cómo las instituciones, las leyes, los centros de
detención, las cortes, las organizaciones no gubernamen-
tales y otras burocracias constituyen un dispositivo para
administrar y gestionar la vida de los migrantes. Estos aná-
lisis estudian las diferentes estrategias y tácticas a través
de las cuales los migrantes son administrados, construidos
y finalmente expulsados de un país. El discurso de asilo es
una estrategia en la que la ley juega un papel fundamental
para operativizar la exclusión.

28
Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?

5.3 Capitalismos necropolíticos


El capitalismo, o más bien dicho, las formas radicalmente
corrosivas de capitalismo son fundamentales en la necropo-
lítica. Como sabemos, en las teorizaciones recientes sobre el
capitalismo, se encuentra una serie de adjetivaciones que
reflejan la complejidad de definir aquello que Karl Marx
discutió de manera profunda, pero sin incluir la muerte al
establecer su ontología.
La inconmensurabilidad del capitalismo neoliberal y su
ethos de muerte se encuentran desarrollados en ideas como
el capitalismo zombi (Harman, 2009), que con base en los
conceptos originales de Marx se enfoca en la capacidad
destructiva del capital y su poder para ponernos en contra
de nosotros mismos; el capitalismo gánster (Woodiwiss,
2005), que describe cómo la delincuencia organizada en
Estados Unidos ha sido exitosa gracias al apoyo de políticos,
burócratas y ejecutivos de transnacionales; el capitalismo
fantasmal (Roy, 2014), que examina cómo las demandas del
capital global han sometido a millones de personas en la
India a formas brutales de depredación ambiental, explo-
tación y racismo; las narconomics (Wainwright, 2016), que
analizan desde la perspectiva económica las cadenas pro-
ductivas, de distribución y venta del tráfico de drogas, que
incluyen ventas por internet, diversificación de mercancías
ilícitas, responsabilidad social y fusiones entre cárteles; y el
capitalismo de la narcoguerra, que sugiere que los conflictos
internos y la militarización se concentran en geografías
importantes para proyectos de energía y extracción de
recursos (Paley, 2014).
Sin embargo, ninguno de estos enfoques teóricos captura
la idea de dejar morir de la forma en que lo hacen dos concep-
tualizaciones que ponen al centro de su ontología la violencia
privada como forma de producción de capital de muerte: el
capitalismo necropolítico (Banerjee, 2008) y el capitalismo
gore (Valencia, 2010). El capitalismo necropolítico se refiere

Teoría y DEBATE No. 73


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Ariadna Estévez


a las prácticas capitalistas o formas organizacionales de


acumulación que involucran desposesión, muerte, suicidio,
esclavitud, destrucción de hábitats y la organización y admi-
nistración general de la violencia. Aun cuando el Estado
sigue siendo clave en asegurar la acumulación originaria,
en la postcolonialidad no existe una línea clara que lo divida
del mercado, pues incluso las fuerzas armadas trabajan en
función de garantizar el capital (Banerjee, 2008).
Por otro lado, el capitalismo gore (Valencia, 2010) fun-
ciona mejor para su aplicación en el presente artículo no
sólo porque se basa en la realidad mexicana, sino porque
incorpora claramente la perspectiva transfeminista, que
problematiza la masculinidad hegemónica como un compo-
nente central de la violencia, lo cual resulta fundamental al
analizar la crisis de derechos humanos en México. Valencia
(2010) retoma el término gore de un género cinematográfico
centrado en la violencia extrema para describir la etapa
actual del capitalismo en el tercer mundo, donde la sangre,
los cadáveres, los cuerpos mutilados y las vidas cautivas
son herramientas en la reproducción del capital. Según
Valencia, esta economía simultáneamente destruye órga-
nos y produce un capital cuya reproducción se basa en la
especulación de los cuerpos como mercancías y la violencia
como una inversión.
Valencia caracteriza las dimensiones política, cultural,
económica y de poder del capitalismo gore en términos del
narco-Estado, el hiperconsumismo, el narcotráfico y la necro-
política. Dado que la necropolítica ya fue abordada antes, se
abundará a continuación en los otros tres elementos.
Primero, sobre el narco-Estado, Valencia (2010) afirma
que los Estados no han desaparecido en la globalización,
sino que juegan el rol de garante de los mercados neolibera-
les a través del uso de la seguridad y la vigilancia fronteriza.
Los Estados nación se han convertido en mercados-nación
que operan en una red que tiene como fin la protección del

30
Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?

capital. El mercado-nación más grande y exitoso del mundo


es Estados Unidos, el cual difunde su cultura de consumo
a través de los medios de comunicación y la publicidad,
creando deseos consumistas en todas partes, incluso en
lugares donde ese deseo es ilegal.
La identidad del sujeto en el mercado-nación está deter-
minada por el consumo. El mercado-nación impone como
parámetro de la identidad sociocultural el uso y consumo de
marcas y logotipos, lo cual exige un alto nivel de consumo.
Este hiperconsumo proporciona a cambio un statu quo que
es la fuente de la identidad de mercado. Sin embargo, en
el caso de México, no existe un mercado-nación sino una
narco-nación, porque los cárteles de la droga controlan al
Estado en vez de las empresas legales. Los cárteles del
narcotráfico incorporan la violencia y las leyes del mercado
en su lógica de poder.
Segundo, acerca del hiperconsumo, Valencia (2010) dice
que el capitalismo no sólo es un sistema de producción, sino
también una construcción cultural. Sus dinámicas crean
identidades y subjetividades culturales que sostienen y
generan los medios de reproducción del capital. Los rasgos
culturales del capitalismo gore se construyen sobre la sub-
versión del significado del trabajo en el postfordismo, en el
cual hay una actitud de intenso desprecio hacia la cultura
del trabajo y la clase trabajadora en general.
Este desprecio subvierte los procesos tradicionales de
reproducción del capital y de generación de identidades
sociales y culturales. En el postfordismo, el trabajo como
una actividad social significativa ha sido reemplazado por
el consumo, incluso en lugares extremadamente desfavo-
recidos y marginados. Debido a la presión generalizada
para el consumo y la frustración entre los jóvenes que no
pueden llegar a altos niveles de este, la economía criminal
y el uso de la violencia como una herramienta de mercado
se convierten en alternativas.

Teoría y DEBATE No. 73


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Ariadna Estévez


Dado que el trabajo no es valorado socialmente, los


jóvenes que necesitan sentirse competentes en su rol de
proveedores son los que buscan trabajo en la industria
gore –asesinatos, drogas, secuestro, comercio del sexo–.
Esto es posible también porque existe una subversión del
proyecto humanista que había prevalecido en las socie-
dades occidentales y occidentalizadas. El humanismo es
sustituido por el consumismo. Dado que la adquisición de
bienes es más valorada socialmente que la autorrealización
a través del trabajo, las limitaciones éticas para participar
en actividades gore se desvanecen. En el hiperconsumo la
ética es redundante, es vista como la autoprotección de los
perdedores. Estos cambios culturales llevan a una nueva
subjetividad, que Valencia (2010) ha llamado el sujeto
endriago, el cual es fundamental para explicar la subjeti-
vidad de las guerras necropolíticas.
Tercero, y último, acerca del tráfico de drogas, Valencia
(2010) asegura que en el neoliberalismo existe una relación
muy estrecha entre las drogas y la producción de capital
debido no sólo a la globalización del hiperconsumo, sino
también a la violencia económica, que incluye trabajos mal
pagados, falta de oportunidades para los jóvenes, ausencia
de servicios sociales, marginación social, etc.
Este tipo de violencia es clave en el surgimiento y la
expansión del tráfico de drogas como empresa transnacional
y como una herramienta de negocios. Como una empresa
transnacional, las drogas son una mercancía de alto valor
en la sociedad hiperconsumista porque funcionan como
un mecanismo de autocontrol y se han convertido en una
mercancía que satisface diferentes subjetividades: las per-
sonas con depresión toman Prozac, los hombres que desean
aumentar su masculinidad o su virilidad toman testosterona
o Viagra, las mujeres que quieren controlar su fertilidad
toman la píldora anticonceptiva, etc.

32
Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?

Su producción va de la mano de la investigación científica,


la producción de capital y los mercados. La división entre
drogas legales e ilegales –las de prescripción y las recreati-
vas– tiene el objetivo de controlar, disciplinar y normalizar
los cuerpos. La prohibición no sólo trae beneficios a las
mafias, sino también a las industrias de la guerra y de las
armas de Estados Unidos, esto debido a la retórica de la
guerra contra las drogas. Hay, pues, un doble discurso en
la política estatal que permite a los Gobiernos vincular los
mercados legales (armas) y los ilegales (drogas), creando
un complejo nexo entre drogas, industria militar e hiper-
consumo.
La contraparte necropolítica de la gubernamentalidad neo-
liberal de la migración en América del Norte es el capitalismo
gore, que a su vez es el imperativo económico de la necropolí-
tica mexicana y la razón por la que las guerras necropolíticas
existen, como se verá en el siguiente apartado.

6. Migración y asilo: donde necropolítica y asilo


se encuentran. Un estado del arte

Como puede apreciarse, biopolítica y necropolítica no son


opuestos, sino definitivamente constitutivos en fenóme-
nos sociales como la migración. Explícitamente, mientras
que la necropolítica produce situaciones de muerte en el
primer mundo, la biopolítica es la que sirve para adminis-
trar la migración de las personas que huyen de escenarios
necropolíticos que incluyen feminicidio, violencia criminal,
proyectos económicos y de infraestructura, megaminería,
deforestación, etcétera. La biopolítica opera a través de
categorías como asilado, migrante regular o refugiado.
El asunto aquí es que la estrategia de asilo mediante el
dispositivo migratorio con énfasis en el uso de la legislación
internacional del derecho al asilo se utiliza para contener la
amenaza cultural mexicana en tiempos de crisis de derechos

Teoría y DEBATE No. 73


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Ariadna Estévez
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humanos y migración forzada. El asilo es la inmunización


en turno que permite contener la nueva oleada de mexica-
nos migrando a Estados Unidos y Canadá. El biopoder y el
necropoder son constitutivos en la gestión neoliberal de las
migraciones en América del Norte para sostener un statu
quo en el que la mayoría blanca y masculina mantiene su
dominación y al mismo tiempo garantiza la precariedad
social de los mexicanos.
El estudio del biopoder es común en Europa, Reino
Unido, Australia y Sudamérica para analizar la migración
desde la perspectiva de la seguridad (Bigo, 2002; Ceyhan
y Tsoukala, 2002; Darling, 2009; Edkins y Pin-Fat, 2005;
Muller, 2004; Owens, 2009; Tyler, 2010; Zylinska, 2004) y
como un problema a controlar con fines racistas (Bastos,
2008; Bolaños, 2013; FitzGerald, 2010; Kalm, 2005; Kelly,
2004; Kunz, 2008; Vaccotti, s/f; Yuing, 2011).
En México, sin embargo, su uso es reciente y no tiene
la amplitud que ha alcanzado en otros países de América
Latina como Chile, Argentina y Brasil, aunque se ha logrado
establecer un pequeño núcleo de académicos con intereses
en la producción de conocimiento sobre biopolítica y necro-
política situado.2 En México, la biopolítica se estudia en
el ámbito de políticas de asistencia a la pobreza (Arteaga
Botello y Valdés Figueroa, 2010), espacio público y democra-
cia (Gallegos, 2013) y ley (Gutiérrez Zúñiga, 2014; Pereyra
Tissera, 2011).
En el tema de la migración, en México el estudio del bio-
poder es limitado debido al apabullante predominio de la
perspectiva hegemónica concentrada en las redes transna-

2. En cuanto a la biopolítica, este núcleo se aglutina en el capítulo mexicano de


la Red de Biopolítica, que es una iniciativa chileno-australiana liderada por el
chileno Miguel Vatter en la University of New South Wales (ver: http://www.
biopolitica.unsw.edu.au/es). También se encuentra el Seminario de Biopolítica
y Necropolítica Situadas cisan-uacm, que aglutina a académicas y estudiantes
interesadas en la producción conceptual de una biopolítica y una necropolítica
propiamente mexicanas.

34
Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?

cionales, las remesas y la religión y la cultura, sin análisis


sistemático de género ni de las expresiones de autonomía
o resistencia.
En los marcos foucaultianos, encontramos estudios que
problematizan la frontera norte de México y el trato de
Estados Unidos a ciudadanos mexicanos. Algunos de estos
estudios están basados en la perspectiva de la gubernamen-
talidad y analizan diferentes dispositivos biopolíticos para
la gestión de la vida en las migraciones, como los de salud
(Farfán, Vizcarra, y González, 2012; Parrini, 2015) y los de
detención (Moreno Hernández, 2014). También existen los
trabajos de subjetivación racializada a través de biopolíticas
migratorias (Bolaños, 2009, 2013) y seguridad y migración
(Bolaños y Levine, 2014).
En México, el estudio del necropoder tiene influencia
a través del pensamiento decolonial y feminista, y dicha
influencia se debe a la siempre creciente contabilidad de
feminicidios, ejecuciones y desapariciones forzadas que
afectan a las poblaciones de migrantes, niños, mujeres
indígenas y mujeres de áreas urbanas con precariedad eco-
nómica y social. A nivel teórico, el estudio del necropoder
ha sido reinterpretado y ampliado por Valencia (2010), y
a nivel empírico ha sido útil para estudiar lo que Antonio
Fuentes denomina nuevas violencias, entre las que identi-
fica la narcoguerra, los linchamientos y las pandillas, cuyas
dinámicas causales ve en el colonialismo y la explotación
laboral del capitalismo a niveles de desposesión (Fuentes
Díaz, 2012).
A nivel de la opinión pública, el término necropoder se
popularizó con el libro de investigación periodística de Diego
Enrique Osorno titulado La guerra de los Zetas. Un viaje
por la frontera de la necropolítica. Hoy es común ver el uso
estrictamente semántico de la necropolítica (política de
muerte) en noticias relativas a violencia criminal de medios

Teoría y DEBATE No. 73


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Ariadna Estévez


de comunicación populares en las redes –Sinembargo, Con-


tralínea, SDPNoticias, mvs, Rebelión, Publimetro–.
En la perspectiva necropolítica, la migración se ve en el
contexto de la violencia criminal-estatal, particularmente
respecto a la gestión de la muerte de migrantes centroameri-
canos y sus dispositivos más importantes como el ferrocarril
la Bestia y los centros de detención, así como respecto a los
sujetos violentos que son conducidos para la destrucción
de cuerpos (maras, sicarios, cárteles, betas). La muerte de
migrantes es una gran preocupación académica hasta para
lo hegemónico, pues debido a la popularidad del término,
incluso algunos autores del canon están empezando a hacer
un uso rudimentario, casi semántico en vez de analítico, del
marco conceptual del necropoder (Márquez Covarrubias,
2015). Un uso más riguroso del término se da para analizar
el uso de masacres, ejecuciones, desapariciones forzadas,
violaciones sexuales, feminicidios de migrantes centroameri-
canos y el desplazamiento forzado internacional de mujeres
y hombres en el contexto de la guerra contra el narco y la
violencia sexual, todo esto como tecnologías del necropoder
(Estévez, 2012a, 2012b, 2013a, 2013b, 2015a, 2015b).

Conclusiones

Como puede apreciarse, los estudios del biopoder y los


del necropoder en la gestión migratoria tienen caracterís-
ticas que los distinguen entre sí. Es común, pues, que en
los estudios del biopoder y el necropoder el enfoque esté en
la regulación de la vida racializada para dejar morir a los
migrantes y preservar la vida de las mayorías a través de
dispositivos y leyes que producen subjetividades determina-
das. Las investigaciones del necropoder, en específico, exa-
minan las expresiones de violencia espectacular y masiva
que destruyen o mercantilizan cuerpos. De esta forma, el
biopoder tiene expresiones jurídicas pero el necropoder no,

36
Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?

porque se asume que las expresiones necropolíticas ocurren


al margen de la ley –a través del Estado de excepción–, y
no dentro de ella.
La sugerencia aquí es que eso es una falacia. El biopoder
y el necropoder son conceptos constitutivos, porque en casos
como la migración, el uso de la ley de asilo como biopolítica
migratoria es posible en la medida en que existe una necro-
política que expulsa a las personas de su país.
En su parte constitutiva, existen dispositivos legales
biopolíticos que son funcionales a la gestión de la vida de
solicitantes de asilo en Estados Unidos a través de leyes
como la de asilo, los centros de detención de asilados y el
funcionamiento administrativo de la justicia migratoria
a través de burócratas, jueces potencialmente racistas y
jurisprudencias no ancladas en derechos constitucionales.
Por otro lado, están los dispositivos necropolíticos amplia-
mente conocidos, como masacres, ejecuciones, feminicidios,
linchamientos, secuestro masivo y explotación y esclavitud
sexuales y laborales.
También, están las acciones e inacciones legales que
administran la antesala de la muerte o sus productos
relacionados, como el sufrimiento. Las acciones legales
incluyen gestiones tales como las reformas que criminalizan
la protesta (tipificación de terrorismo en el Código Penal
federal), reglamentan el Estado de excepción (reformas a
la ley reglamentaria del artículo 29 constitucional), hacen
legales los cateos militares en delitos vinculados al narco-
tráfico (reformas al Código de Justicia Militar), legalizan
el uso de la fuerza contra manifestantes (las llamadas Ley
Atenco, en el Estado de México, y Ley Bala, en Puebla) y
legitiman la acción estatal en violencia feminicida sin abor-
dar las causas y la impunidad (alertas de género).
Las inacciones, por su parte, se refieren a la impunidad
estructural, la corrupción sistemática a todos los niveles
de Gobierno y la misógina institucional en los órganos de

Teoría y DEBATE No. 73


37
Ariadna Estévez


justicia. Estas inacciones se hacen tangibles a través de


subjetividades y tecnologías paralegales y extralegales
como los policías y militares sicarios, la disponibilidad indis-
criminada de armas, la existencia de casas de seguridad
clandestinas, el uso de instituciones del Estado por parte
de la delincuencia organizada (por ejemplo, los centros de
aseguramiento de migrantes) y los sujetos misóginos vio-
lentos protegidos por el pacto misógino o patriarcal (leyes
discriminatorias, autoridades judiciales violentas).

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1
5 The technocratic turn of the 2
Mexican human rights movement 3
4
5
From administration of justice to 6
management of suffering 7
8
9
Ariadna Estévez 10
11
12
Introduction 13
14
In 2006 Mexico’s then-­president Felipe Calderón declared war on drug traffick- 15
ing. By 2012 militarization was widespread, and so was death. Shootouts in the 16
street, people shot in the crossfire, decapitations and car bombings involving 17
government authorities and rival gangs were rife, while kidnappings, extortion, 18
forced disappearances and executions involving civilians became daily occur- 19
rences. Between December 2006 and August 2015 the death toll in this war was 20
151,233 killings (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los 21
Derechos Humanos 2015), with another 26,000 forcibly disappeared (Amnistía 22
Internacional 2013). It is therefore undeniable that Mexico is facing a major 23
human rights crisis, with a list of victims similar to that of the Southern Cone 24
dictatorships of the 1970s and superior to Mexico’s own “dirty war,”1 also in the 25
1970s. 26
This article critically examines how Human Rights Non-­Governmental 27
Organizations (HRNGOs) have responded to this crisis. By HRNGOs the 28
chapter refers to formal, non-­profit, value-­concern organizations focused on par- 29
ticular issues, generally institutional and professional, not necessarily linked to 30
social movements. Most tend to carry out litigation, advocacy and lobbying 31
work, and only a few are service providers or engage in direct action;2 HRNGOs 32
are based in Mexico’s capital and receive significant financing (Frey 2015). 33
While current literature on Mexican HRNGOs focuses on their success in con- 34
tentious politics and articulation (Ansolabehere 2015; Cordero 2014; Estévez 35
2008a, 2008b; Hincapié Jiménez 2015; Ron et al. 2013; Saltalamacchia 2015; 36
Vázquez and Estévez 2015), this chapter relies on literature designed to offer a 37
constructive critique (Anaya 2015; Allen 2013; Estévez 2013b; Frey 2015; 38
López Pacheco 2015; Vázquez and Estévez 2015), particularly with respect to 39
their “movement work” (Álvarez 2009). 40
Revisiting her critique of the “NGO-­ization” of the feminist movement, 41
Álvarez (2009) has argued these organizations may be bureaucratic but they also 42
carry out “movement work,” that is, they produce feminist knowledge and dis- 43
seminate feminist ideas and discourses among other movements. Following this 44
idea, the chapter argues that in recent times HRNGOs tend to focus exclusively 45

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The Mexican human rights movement   71
1 in the production of human rights knowledge, and have practically given up the
2 dissemination of human rights discourses among other actors, particularly the
3 victims movement in the context of drug-­related violence.
4 This critique is aimed at expanding Latin Amer­ican social movement liter-
5 ature in general, and the understanding of contemporary HRNGOs “movement
6 work” in particular, by proposing a necropolitical framework for the analysis of
7 movements vis-­à-vis the violence associated with contemporary organized
8 crime. While current literature relies heavily on more traditional frameworks that
9 prioritize articulation, subjectivity and resource mobilization (Álvarez 2009;
10 Archila and Pardo 2001; Calderón 1986; Escobar 2004; García Linera 2010;
11 Jelin 2003; Seoane 2003; Svampa 2008; Zibechi 2007), this article provides a
12 novel framework for the analysis of how neoliberalism subjectifies social actors,
13 focusing on a progressive politics that demobilizes them.
14 Consequently, based on Michel Foucault’s work on governmentality, the
15 article argues that in the context of drug-­related violence Mexican human rights
16 NGOs endorse technocratic measures that administrate suffering and inadvert-
17 ently assist the Mexican government in its necropolitics – the administration of
18 death. As a consequence of what I term the HRNGO technocratic turn, these
19 groups actively engage in victim necropolicy and become part of the apparatus
20 for the management of suffering.
21 For the development of this argument, the article first presents the theoretical
22 framework of governmentality, necropolitics and apparatuses as understood by
23 Michel Foucault, Achille Mbembe and Giorgio Agamben. This framework helps
24 us understand how current dominant powers pursue the administration of suffer-
25 ing rather than the achievement of justice. Next, based on interviews with human
26 rights activists3 and documentary data, it will trace when and how HRNGOs
27 turned to policy and eventually to necropolicy. Finally, also based on interviews
28 and secondary data, using the idea of apparatuses of governmentality, the article
29 will illustrate the administration of suffering with two examples: the Mechanism
30 for the Protection of Human Rights Defenders and Journalists (the Mechanism),
31 and the National System for Victim Support (the System).
32
33
Governmentality, necropolitics and apparatuses: a
34
framework for understanding necropolicy for the
35
management of suffering
36
37 In Foucault’s framework, government does not refer to the institution of govern-
38 ment but to “an activity that undertakes to conduct individuals throughout their
39 lives by placing them under the authority of a guide responsible for what they do
40 and for what happens to them” (Foucault 1997: 67). The governing of human
41 behavior takes place in the framework of state institutions, not as individuals or
42 a labor force but as a population, a general system of “living beings” or the “the
43 human race.” Because it relates to “a mass of living and coexisting beings who
44 present particular biological and pathological traits and who thus come under
45 specific knowledge and technologies” (Foucault 1997: 71), Foucault referred to

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72   A. Estévez
this as “biopolitics.” The rationality – governmentality – of biopolitics is liberal- 1
ism, or in its more contemporary form, neoliberalism (Foucault 1997: 67). 2
Neoliberal states have ceased to be states that administer justice and have 3
become managerial states because they are no longer interested in shaping indi- 4
vidual behavior through punishment but in managing population growth and 5
mortality for the reproduction of capital through techniques of self-­care. The 6
neoliberal state achieves this through the implementation of different types of 7
policy, with policy being defined as state decision-­making intended to modify or 8
orientate social action; it takes the form of a set of legal, political and technical 9
elements based on social knowledge (Guendel 2009: 3). In neoliberalism, policy 10
is expected to regulate the health and growth of the population (Foucault 1997: 11
70–71) but not with direct state intervention as in the welfare state. The role of 12
the state in neoliberal policy is characterized by a reduction of social policy to a 13
minimum – providing the least for the poorest sector of society (health and basic 14
education services) while encouraging the wealthy to use the corporate sector for 15
health and education. This forces subjects to assume responsibility for their own 16
personal capital and become involved in policy design (Foucault 2004). 17
Consequently, in neoliberalism policy implies concerted interventions 18
“through laws, but also through changes of attitude, of ways of acting and living 19
that can be obtained through ‘campaigns’ ” (Foucault 1997: 70) for general regu- 20
lation of the possible actions of subjects, and self-­directed actions for the domi- 21
nation of pleasures and desires in the private domain. For instance, during 22
structural adjustment programs used to dismantle public health and education 23
services, policy was used to promote the idea that health is an individual matter 24
characterized by keeping fit and taking out insurance. Today, policy also 25
involves making civil society believe that participation in policy design and 26
assessment makes them “stakeholders” and grants subjects autonomy while in 27
fact participation legitimates the neoliberal status quo. Human rights-­based pol- 28
icies belong to this last generation of neoliberal policies. 29
Guendel (2009) claims that the human rights approach to policy is superior to 30
mainstream approaches because the latter are instrumental whereas the former 31
have a moral, ethical purpose: the redistribution of wealth and political power 32
through the use of the moral principles of human rights law. The human rights 33
approach to policy is based on the idea that the redistribution of political power 34
has to do with the subject’s participation in policy design. By subject, the human 35
rights approach means civil society subjects, that is, HRNGO activists who 36
allegedly represent the interests of the disadvantaged. The “poor,” the “vulner- 37
able” and “victims” become objects of policy that rarely participate actively 38
because they lack the expertise and know-­how of HRNGOs. 39
Furthermore, the human rights approach to policy presents us with a major 40
problem, although human rights advocates and scholars might not consider it 41
such: the lobbying and advocacy of policy is conducted in a space of negotiation 42
rather than political antagonism, meaning the relationship with the state ceases 43
to be political and becomes managerial. Ernesto Laclau and Chantal Mouffe 44
(2001) have argued that democratic politics and progressive collective action do 45

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The Mexican human rights movement   73
1 not necessarily imply the abolition of political antagonism since movements do
2 not need to reconcile differences and abandon antagonisms amongst themselves
3 and vis-­à-vis the state in order to negotiate joint action. However, the end of
4 antagonism does mean the end of politics understood as confrontation. Con-
5 sequently, civil society and the state become partners in policy design while
6 human rights activists become key players in the management of social problems
7 rather than antagonists.
8 At present, in countries such as Mexico and in African countries, the manage-
9 ment of populations through neoliberal governmentality is not intended to
10 administrate population growth but to oversee its reduction. According to
11 African philosopher Achille Mbembe (2011), since poverty, inequality, violence,
12 massacres, and markets for illicit goods that threaten life are so extensive what is
13 at stake is no longer life but death. Central to this necropolitics is the economy
14 for illegal goods, including human life and bodies, which become commodities
15 while their care, conservation, freedom and integrity are all related products.
16 Considered as a commodity, life is more valuable when subject to threats, kid-
17 nappings and torture (Valencia 2010).
18 In Mexico necropolitics also involves the sharing – by the state and criminal
19 gangs4 – of techniques and practices for dominating the population, such as
20 public displays of violence for the purposes of intimidation, and the subjection
21 of bodies to extreme violence (torture, execution, forced disappearance and per-
22 secution) and ultimately death. This is not done to regulate reproduction so much
23 as to decide who should die in a context where corruption and impunity are so
24 widespread that anyone is vulnerable to violence and death (Estévez 2013a,
25 2013c, 2015).
26 Like biopolitics, necropolitics relies on policy, that is, the purpose of necropo-
27 licy is to manage death and its related phenomena, such as the suffering of
28 victims and their relatives. By suffering I mean the individual and social experi-
29 ence of pain and loss at the hand of cruel and violent political regimes (Baxi
30 2002). Necropolicy is functional to the reproduction of criminal capital since it
31 ensures that suffering does not serve as a basis for mobilization. It does this by
32 neutralizing any existing mobilizations calling for justice, an end to corruption
33 and impunity, or any demands that could potentially damage the economic inter-
34 ests of necropolitics. Suffering could serve as a basis for mobilization according
35 to Alex Honneth’s theory of intersubjective recognition in which he claims the
36 violation of intersubjective recognition through torture, the lack of rights and
37 solidarity leads to anger and resentment in the subject that in turn become the
38 basis for “struggles of recognition” (Honneth 1995).
39 Necropolicies are related to what neoliberal governmentality has termed
40 “citizen security and justice”:
41
42 Citizen security policy approaches emphasize strengthening democratic
43 governance and focusing on the individual within a democratic context,
44 rather than the coercive functions of the state. The concept of “citizen
45 security” first gained prominence in the region during the 1990s as Latin

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74   A. Estévez
Amer­ican and Caribbean countries were consolidating their transition to 1
democracy, as an alternative to the concept of “public security”. The term 2
originally referred to the physical security of persons and goods, but increas- 3
ingly has become synonymous with activities that also focus on addressing 4
the interrelated issues of reducing crime and violence, improving citizen 5
safety, and increasing a sense of citizenship. 6
(Abizanda et al. 2012: 6) 7
8
These policies include, but are not limited to, the judiciary since they also 9
incorporate other institutions that go beyond the administration of justice. These 10
policies are designed to manage (assess, measure and count) loss and pain while 11
incorporating “citizens” in the process and deactivating meaningful antagonistic 12
politics. This type of policy is intended to manage the suffering of victims in 13
both space and time. In space, because activists and those who suffer are stuck in 14
the institutional sites where policy is negotiated, giving them the illusion they 15
are in fact working for significant change or achieving justice; and in time, 16
because the subjects who suffer spend precious time in a chain of bureaucratic 17
procedures that lead nowhere. The set of policies intended to control the conduct 18
of activists and victims in such a way that their time and space are functional to 19
necropolitics constitute what the chapter terms apparatuses for the management 20
of suffering. 21
According to Foucault, an apparatus (dispositif  ) is a network of discursive 22
and non-­discursive elements, such as laws, institutions and infrastructure, with 23
the specific function of maintaining power. In the era of neoliberal governmen- 24
tality, apparatuses are characterised by being: inclusive, as they tend to include 25
more and more elements; permissive, since they can be added to; and exclusive, 26
since they eliminate what they are aimed at (Foucault 2006: 66–67). 27
Giorgio Agamben (2009: 14) has broadened this concept and claims that: 28
29
Further expanding the already large class of Foucaultian apparatuses, I shall 30
call an apparatus literally anything that has in some way the capacity to 31
capture, orient, determine, intercept, model, control, or secure the gestures, 32
behaviors, opinions, or discourses of living beings. 33
34
Agamben adds that what comes between a living being and an apparatus is a 35
subject: “I call a subject that which results from the relation and, so to speak, 36
from the relentless fight between living beings and apparatuses” (Agamben 37
2009: 14). 38
Apparatuses for the management of suffering bring together several necropoli- 39
cies – special committees, laws, victim attention units and funds – and have three 40
main features. First, they regulate suffering on different fronts and bring together 41
different kinds of institutions from the Executive, Legislative and Judicial branches 42
in order to enforce a complex set of administrative procedures that give the subject 43
the illusion they are heading towards justice. Second, they construct two types of 44
subjects: the active subject, the subject of “citizen participation,” and the passive 45

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The Mexican human rights movement   75
1 subject, a subject that is subject to intervention to regulate their suffering and polit-
2 ical agency. Apparatuses turn human rights activists into technocrats and victims
3 into objects of state intervention rather than political subjects demanding their
4 rights. In this way the state prevents political confrontation and administrates
5 demands for justice in a way it can handle, which is conflict-­free. Third, they
6 provide palliatives for justice, which include money for travel expenses, funds for
7 widows, scholarships for orphans, panic buttons, bodyguards, vigilance. These
8 palliatives eventually become a fetish of justice since subjects are so involved in
9 the negotiation of substitutes that the root causes of suffering – the end of impunity
10 and violence, the search for justice – vanish from the agenda of immediate
11 intervention.
12 This article argues that HRNGOs have engaged in the necropolicies of the
13 apparatus for the management of suffering due to their recent technocratic turn,
14 whereby they have abandoned important aspects of their “movement work” and
15 unintentionally become the subjects of neoliberal politics (Álvarez 2009). This is
16 the objective of the next section.
17
18
From politics of justice to the technocratic turn
19
20 In the early 1980s, the human rights movement emerged in Mexico as a platform
21 advancing the demands of people who were active on several socio-­political
22 fronts, such as justice for the forcibly disappeared and arbitrarily detained, and
23 clean elections. At the same time, it served as a platform for denouncing the
24 structural violence and inequality of neoliberal structural adjustment programs.
25 Inspired by liberal discourses such as transition to democracy, and Marxist
26 frameworks such as liberation theology, the Mexican human rights movement
27 provided a vibrant political platform involving activists and victims with polit-
28 ical and socioeconomic demands. At the heart of the movement was a deep and
29 sensitive desire for political and socioeconomic justice and this is why the core
30 strategy was articulation and mobilization against impunity (Estévez 2008a).
31 It was in the 1990s that the false dilemma of defending “cases or causes”
32 became central to HRNGO politics and the movement became “legalized,” that is,
33 the political platform of human rights was transformed into an agenda of litigated
34 cases. While the legalization of human rights discourse involved the documenta-
35 tion of cases and litigation was beneficial for the defense of civil and political
36 rights, it served to undermine the agenda of grassroots movements demanding civil
37 and political as well as economic, social and cultural rights (ESCRs). The early
38 comprehensive approach that included political as well as economic rights faded
39 into the background. Apart from the cultural issues raised by the Zapatista Army
40 of National Liberation (EZLN), the democratic agenda dominated the political life
41 of the country since it has been ruled for over 70 years by the same party, the Insti-
42 tutional Revolutionary Party (PRI). At the same time, human rights discourse
43 increasingly became an acceptable framework for multiple movements to discuss
44 different local demands linked to the democratization agenda and hundreds of
45 small grassroots organizations sprang up all over the country (Frey 2015).

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76   A. Estévez
If by the 1980s justice was at the heart of the human rights movement, by the 1
start of the new millennium HRNGOs experienced a technocratic turn, com- 2
mencing the process of becoming subjects of neoliberal governmentality by act- 3
ively engaging in policy. The technocratic turn began with the defeat of the PRI 4
in the 2000 presidential elections. Many HRNGOs supported right-­wing politi- 5
cian Vicente Fox believing that even the right-­wing was better than having the 6
PRI rule the country for another six years. This pragmatic strategy, which activ- 7
ists euphemistically called the “useful vote” strategy, led to a split in the move- 8
ment between those supporting Fox and those opposing radical pragmatism. 9
President Fox, from the right-­wing National Action Party (PAN), fancied 10
himself a democrat and performed actions that eventually involved HRNGOs in 11
technocratic government. He first co-­opted human rights leaders engaged in the 12
“useful vote” campaign through the creation of human rights jobs specifically 13
for them and then invited HRNGOs to take part in a nation-­wide human rights 14
diagnostic that would serve as the basis for a national human rights program. 15
Participation in the national human rights program marked the active engage- 16
ment of HRNGOs in human rights policy since they believed Fox was genuinely 17
a democrat and that civil society had a good chance of influencing the govern- 18
ment’s human rights agenda. Accordingly, they gave up antagonistic politics and 19
became part of negotiating committees and groups. However, at the end of the 20
Fox administration, activists were disappointed with his failure to encourage real 21
human rights change and many of those who accepted jobs in public administra- 22
tion went back to the HRNGO world, but with the added baggage of their newly 23
acquired expertise in technocratic government. 24
Two simultaneous organizational changes also reinforced the technocratic 25
turn. One of these changes was that HRNGOs diversified their agendas. Since 26
NGO demands for democracy had been answered and calls for an end to impu- 27
nity were partly addressed during the short democratic spring of the Fox admin- 28
istration – Fox set up a special committee for the investigation of political crimes 29
during the PRI era and signed a number of international human rights instru- 30
ments – HRNGOs began to tackle a number of ESCR issues such as migration, 31
housing, the right to food and labor rights. The problem was that diversification 32
also meant further division since they could not articulate demands in a unified 33
agenda. HRNGOs became individual negotiators rather than a unified political 34
front demanding fulfillment of their demands, thus spelling the end of antagonis- 35
tic politics (Laclau and Mouffe 2001). Michael Chamberlain claims that ESCRs 36
were in fact a “Trojan Horse” since they served as a useful tool to address socio- 37
economic issues the movement had failed to deal with in legal strategies. 38
However, at the same time this encouraged HRNGOs to become permanent 39
interlocutors with state institutions, leading to de-­politicization of their work in 40
many areas where politics are essential. 41
Another change was professionalization of the human rights community with 42
junior activists doing postgraduate studies both at home and abroad. These post- 43
graduate programs included the newest methodologies and political approaches 44
in mainstream, technocratic public administration, such as policy-­making. Since 45

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The Mexican human rights movement   77
1 the wave of democratization throughout the world made human rights an
2 important axiological framework for addressing social policy, many universities
3 in Mexico and abroad offered human rights postgraduate degrees for young
4 people eager to work in the human rights field. Given that not only activists
5 enrolled in these programs, a new type of human rights subject emerged, the
6 human rights technocrat, who gained expertise in the area without having gained
7 any political background in the field.
8 The role of international human rights funding organizations was also crucial
9 to this technocratic turn. Based in North America and Europe, these organiza-
10 tions provide the money and only finance the topics they find of interest. Funding
11 organizations also use technocratic discourses and agendas and define the prior-
12 ities of HRNGOs according to their own political interests, which are not signifi-
13 cantly different from those of the establishment, including policy-­making.
14 During the Fox administration, funding organizations significantly reduced
15 support for their Mexican counterparts, arguing that true structural change after
16 the authoritarian rule of PRI could not be achieved in just six years. As a result,
17 they favored long-­term policy approaches to rights.
18 For activists, policy has many advantages. Interviewee Edgar Cortez believes
19 that policy has a positive side, although this cannot be achieved due to the nature
20 of Mexican party politics. In their view, as soon as there is a new government,
21 policy also changes. However, he does believe that funding organizations prefer
22 policy-­making projects because they are non-­antagonistic: less uncomfortable
23 for the public sector and more “politically correct.” Fundraising expert Guada-
24 lupe Mendoza is aware that HRNGO workers have Masters’ degrees and even
25 PhDs in the social sciences and law, and believes that policy-­making strategies
26 are a sign that HRNGOs are now more experienced, specialized, professional
27 and up-­to-date in human rights methodologies. Furthermore, she believes they
28 react and improvise less, and are more concerned with exerting an influence on
29 decision-­making.
30 However, not all HRNGOs have turned to technocratic methodologies. Frey’s
31 typology (2015) helps us understand who has become technocratic. She distin-
32 guishes between: independent HRNGOs, including gatekeeper organizations like
33 those in Mexico City set up in the 1980s and early 1990s; umbrella or national
34 networks; state and local HRNGOs; national human rights institutions like the
35 national ombudsman; international organizations; and international human rights
36 funding organizations. While state and local HRNGOs work directly with
37 victims, accompanying them and litigating their cases, gatekeeper, international
38 and funding organizations are devoted to policy-­making and assessment. Most
39 funding goes to gatekeeper NGOs while local organizations operate in difficult
40 and dangerous conditions with limited funds and expertise. Local HRNGOs –
41 and some nationwide ones linked to the progressive Catholic Church – still work
42 directly with victims and confront state power.
43 This results in the human rights movement in Mexico being “profoundly
44 ‘uneven’ – characterized by asymmetries of power that limit the effectiveness of
45 the human rights movement to bring about sustainable human rights protections”

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78   A. Estévez
(Frey 2015: 1). In turn, the consequences of asymmetry for the movement as a 1
whole is that their work has little impact: “Despite its breadth and strengths, the 2
human rights movement in Mexico has not implemented an effective policy 3
agenda to improve the protection of human rights” (Frey 2015: 1). 4
By 2006, the technocratic turn had consolidated and migrated to other areas 5
different from ESCR phenomena, such as the human cost of drug-­related viol- 6
ence, which started when President Felipe Calderón took office that year. By the 7
time drug-­related violence had spun out of control, in 2010, only a few HRNGOs 8
were working on forced disappearances and extra-­judicial executions, essentially 9
those that had worked on cases linked to the committee investigating political 10
crimes from the past that was eventually broken up since the research findings 11
were poor. These HRNGOs consequently failed to address the issue, leaving 12
small HRNGOs in areas consumed by violence and death to deal with it. Gate- 13
keeper HRNGOs were more concerned with technical matters, such as constitu- 14
tional human rights reform passed by Congress in 2010. Even though this reform 15
made international human rights instruments law throughout the country, 16
murder, torture and kidnappings became widespread. 17
There was also a breakthrough event in 2010: the murder of the son of poet 18
Javier Sicilia along with several of his friends in the state of Morelos. Sicilia 19
became active in demanding justice, and headed a nationwide movement that 20
declared estamos hasta la madre (“we are fed up”) with violence: the Movement 21
for Peace with Justice and Dignity (Movimiento por la Paz con Justicia y Digni- 22
dad – MPJD). A number of HRNGO activists advised Sicilia from a legal tech- 23
nical point of view and helped with lobbying in Congress, while others briefly 24
joined the demonstrations he organized. While it remains unclear what exactly 25
happened, at some point there was a split between Sicilia’s movement and 26
human rights activists. This was most probably because activists did not know 27
how to address disappearances and extrajudicial executions (lack of expertise 28
since HRNGOs had abandoned the issue believing it was something from the era 29
of the PRI; their focus was policy) and disagreed with the “reactionary ideology” 30
of Sicilia’s sympathizers which equated human rights with the rights of crimi- 31
nals but not of victims. No gatekeeper HRNGO was litigating or legally advising 32
victims and a few months later the movement was completely demobilized when 33
it entered talks for the drawing up of a victims’ bill. In the process of seeking 34
justice through judicial institutions, victims of violence only enjoyed the support 35
of local HRNGOs with limited resources. 36
There is a possibility that this trend could change in the wake of the arbitrary 37
detention and forced disappearance of 43 students from a technical teacher train- 38
ing school in Ayotzinapa, Guerrero state, in September 2014. Thousands of 39
Mexicans have demonstrated throughout the country demanding the government 40
bring the 43 young men back alive after their alleged kidnapping by police offic- 41
ers working with, or for, criminal gangs. HRNGOs marched alongside relatives 42
demanding the safe return of the students, but they also did what they know best: 43
international advocacy, shaming the Mexican government before the United 44
Nations’ High Commissioner for Human Rights. 45

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The Mexican human rights movement   79
1 The long-­term consequences of the Ayotzinapa case remain to be seen. At
2 present, both groups – the one assessing Sicilia and the one that disagrees with
3 the ideology of his allies – have been busy with policy-­making. They have
4 addressed the question of violence in the apparatus for the management of suf-
5 fering with active participation in the design of two policies: an instrument for
6 the protection of human rights defenders and journalists; and a set of new insti-
7 tutions for victim support. The next section will address these two on-­going pol-
8 icies in depth.
9
10
Managing suffering: mechanism for protection of human
11
rights defenders and journalists, and national system for
12
victim support
13
14 While the first section of the chapter developed a framework to help understand
15 the constitutive nature of policy-­making in apparatuses for the management of
16 suffering in Mexican necropolitics, the second section identified the moment
17 when HRNGOs became actively engaged in policy and eventually in necropol-
18 icy. This section addresses two relevant questions that bring together these two
19 logics: What is the role of human rights policy and HRNGO subjects if such
20 policy is encouraged by a state so penetrated by crime that they act as one? And,
21 in the framework used here: what is the role of HRNGOs and necropolicy-­
22 making allegedly intended to protect victims of murder and disappearance if
23 criminal gangs are part of Mexican state governmentality? The argument here is
24 that the human rights necropolicy in which HRNGOs are currently engaged
25 forms part of the Mexican government’s apparatus for the management of suf-
26 fering and that HRNGOs inadvertently form an active part of it.
27 Since the toll of missing and dead is so huge, suffering is also massive. There
28 are thousands of widows, orphans, parents who lost their children, brothers and
29 sisters who lost their siblings, men and women who lost their fiancés, aunts and
30 uncles who lost their nephews and nieces, nephews and nieces who lost their
31 aunts and uncles, women and men who lost their best friends. These people want
32 their loved ones back if they have been reported as forcibly disappeared, or
33 demand justice if they have been killed. These people are organized and they
34 demand justice and police investigations, as shown by the MPJD and in the case
35 of Ayotzinapa.
36 The Mexican government has introduced an apparatus to contain this con-
37 flict and the mobilization resulting from mass suffering, thereby regulating
38 demands for justice in both time and space. HRNGOs are actively engaged
39 through the two core policies of the apparatus: the Mechanism for the Protec-
40 tion of Human Rights Defenders and Journalists – the Mechanism – (Instituo
41 Mexicano de Derechos Humanos y Democracia 2015; Cortez 2014); and the
42 National System for Victim Support – the System (Comisión Ejecutiva de
43 Atención a Víctimas 2015; Sáenz 2014; Taniguchi 2012;). Suffering is effect-
44 ively managed in the following ways: through an institutional complex;
45 through the construction of active and passive subjects; through fetishized

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80   A. Estévez
palliatives that replace justice; and through the regulation of space and time to 1
delay justice and prevent mobilization. 2
3
4
Institutional complex
5
The Mechanism is an inter-­institutional body designed to prevent, and protect 6
against, violence aimed at journalists and human rights defenders and for the 7
investigation of any such acts of violence. It was set up in November 2012 on 8
the initiative of HRNGOs and basically assesses which activists are worth pro- 9
tecting. It was established through the enforcement of a bill intended to make it 10
permanent and not conditional on political upheavals (Red TDT 2012). While it 11
enjoys inter-­institutional representation, including the participation of HRNGOs, 12
its operation is coordinated by the Interior Ministry (Secretaría de Gobernación) 13
which has the last word on who receives protection. There are representatives 14
from five government ministries while four of the nine members of the Civil 15
Society Consultancy Council represent the interests of human rights defenders 16
and journalists. 17
For its part, the National System for Victim Support was set up when the 18
Mexican Congress passed the Victims Law in 2012 in response to the demands of 19
the MPJD, headed by Javier Sicilia. The law establishes the creation of a commit- 20
tee, the Executive Commission for Victim Assistance (CEAV), whose members 21
are elected by the Senate; it has no HRNGO or grassroots representation. It is 22
formed by the President, the Ministry of the Interior, the Attorney General’s 23
Office, the National Human Rights Commission, state governors and the CEAV. 24
The law also establishes that the System will include a unit for providing 25
Legal Assistance to Victims, although it has yet to define the nature of this 26
assistance; a National Victims Database intended to provide figures and data 27
about victims of violence and human rights violations; and a Fund for Compre- 28
hensive Aid, Support and Reparations for Victims, to be administrated by the 29
CEAV and intended to provide financial compensation and other types of repara- 30
tions such as scholarships for the children of victims. The System is used to 31
design public policy to provide protection, aid, support and reparations for 32
victims at the local and national levels, although its principal achievement is 33
political control of both passive and active subjects. 34
Both of these necropolicies have a complex institutional composition involv- 35
ing judicial as well as political bodies coordinated by the Executive Branch. 36
Institutional complexity simultaneously gives the appearance of a justice body 37
(attorney general), and the illusion of subject empowerment and autonomy 38
(citizen participation) while guaranteeing maximum political intervention and 39
the delay of justice. 40
41
42
Construction of active and passive subjects
43
For the purposes of subjectification, the apparatus establishes limits for deter- 44
mining who can be considered a subject. In this sense, the Mechanism defines 45

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The Mexican human rights movement   81
1 journalists as physical persons and mass media organizations working in the
2 information sector; and human rights defenders as individuals or members of
3 groups whose work or personal aim is to promote or defend human rights.
4 Similarly, the Victims Law defines a direct victim as any individual who has
5 suffered physical, mental, economic or emotional harm as a result of a crime or
6 a violation of their rights. Groups, communities or social organizations whose
7 rights, interests or possessions have been harmed as the result of a crime or
8 human rights abuse are also considered victims in this law. Indirect victims are
9 relatives or individuals considered to be dependents of a victim. In order to claim
10 they are a victim, any person who is suffering must fill out an application form
11 that, among other things, demands proof from a governmental agency such as
12 the National Human Rights Commission that this person is in fact a victim.
13 Both of these necropolicies construct and define two types of manageable
14 subjects: HRNGO activists as active, participating subjects; and victims, journal-
15 ists and human rights defenders as passive, objectified subjects. While the first is
16 actively engaged in negotiations, with little or no political power for decision-­
17 making, the second is the person that suffers, the subject on behalf of which both
18 the participating subject and the governmentalized state intervene. Their exist-
19 ence and suffering is therefore reduced to a manageable number and their polit-
20 ical agency disappears in bureaucratic procedures.
21
22
Palliatives for justice
23
24 Bureaucracy for the Mechanism is split between three offices: the Case Recep-
25 tion and Quick Reaction Unit; the Risk Assessment Unit; and the Prevention,
26 Follow-­Up and Analysis Unit. Cases usually get stuck in the second phase. For
27 instance, as of March 2014 the Mechanism entered into crisis since many cases
28 were stuck at the “risk assessment” phase with some defenders failing to receive
29 protection because resources were not made available even when risk assessment
30 had been completed. The funds for implementing these measures were not made
31 available until a year and a half after the Mechanism was created and there is
32 still a backlog of 100 cases.
33 Three types of measures are made available: urgent protection measures,
34 which are immediate actions that should be enforced in no more than nine hours
35 in order to protect the subject’s life or physical integrity; protection measures,
36 which are actions and measures taken to help the subject deal with risk factors;
37 and prevention measures, which are actions and measures intended to prevent
38 violence. The protection measures usually provided for activists are bodyguards,
39 armored cars and “panic buttons,” with the last of these being the most popular.
40 According to interviewee Michael Chamberlain these are given away like
41 “candy,” while some defenders maintain that help often arrives too late or not at
42 all. In one case a panic button call was answered by the office of a private
43 security company. In other cases there was no answer at all. Interviewees also
44 claim that many defenders boast of their guards or armored cars, thereby creat-
45 ing jealousy.

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82   A. Estévez
The Victims Law establishes that the CEAV will assess each case in order to 1
establish whether the victim meets the criteria of “victim” and should receive 2
assistance, support and economic compensation through the Fund for Compre- 3
hensive Aid, Support and Reparations for Victims, which is administered by the 4
CEAV. This fund is intended to provide economic reimbursement and other 5
forms of reparations such as scholarships for the children of victims. In order to 6
gain access to the fund, victims must request registration in the database, which 7
requires the submission of official governmental proof of recognition as a victim 8
or receipts for funeral and similar expenses. Interviewee Juan Carlos Gutiérrez 9
complains that the focus of the victims system is material damage (reparations) 10
as opposed to moral damage (justice). 11
In these policies, either alleged protection or compensation are the objectives 12
while justice or an end to impunity are not expected in the foreseeable future. 13
These effectively become fetishized in the form of material palliatives such as 14
panic buttons, travel expenses, cars and scholarships, while the process for 15
receiving them is so drawn out that, even if they do arrive, they become fetish 16
objects of justice and palliatives for the end of impunity. 17
18
19
Regulation of space and time for delay of justice and prevention of
20
mobilization
21
Although HRNGOs commenced negotiations for the Mechanism in 2009, it was 22
not established until 2012. The General Victims Law was originally presented to 23
Calderón and members of Congress in 2011 but was not approved until a year 24
later, while the administrative bodies constituting the Victims System did not 25
come into force until January 2014. The administration of suffering in space and 26
time in these two necropolicies occurs from the outset, during the planning 27
period. However, this management of time and space is maximized when activ- 28
ists realize these policies are not working and the focus shifts from the achieve- 29
ment of protection or reparations to demands for the proper operation of these 30
instruments. When HRNGOs go to the press to denounce the failure of these 31
policies, justice and an end to impunity become secondary topics. 32
To sum up briefly, the institutional complex, the time needed for the classifi- 33
cation of subjects, and the time elapsed before receiving a substitute introduce 34
suffering persons and activists into a bureaucratic structure that imposes a pro- 35
cedural timeframe that rarely leads to justice or an investigation of the reasons 36
why a subject is suffering. 37
38
39
Conclusions
40
This chapter has used a framework of governmentality and necropolitics to 41
analyze how policy is at the heart of what can be called the apparatus for the 42
management of suffering. HRNGOs unintentionally participate in this apparatus 43
through their involvement in its core necropolicies, with policy expertise derived 44
from the technocratic turn of HRNGOs making this possible. The argument set 45

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The Mexican human rights movement   83
1 forth here is intended to open up new lines of research in the study of HRNGOs
2 that moves beyond triumphalism.
3 More specifically, the chapter provides a new framework for analyzing how
4 HRNGO subjects become the subjects of a neoliberal necropolitics that distracts
5 them from the core tasks of their movement work (Álvarez 2009). More research
6 needs to be carried out in other areas of HRNGO work in order to determine
7 how and in which areas they are assisting the powers of domination, ranging
8 from the corporate field to organized crime.
9 Nevertheless, one question remains to be answered: is there a way for
10 HRNGOs to avoid becoming involved in necropolicy? I believe there is, but they
11 must begin a process of reflection that includes critical analysis of their work
12 and their role in managing, rather than reversing, suffering. They must also
13 return to their roots and engage in a form of politics that reinforces victim
14 demands for meaningful justice. In order to do this, they must target the root
15 causes of violence rather than measure violence, deaths and the cost of victim
16 attention and once again engage in politics.
17
18
Notes
19
20 1 During the Pinochet dictatorship in Chile, 1,193 people were disappeared. In Argentina
21 there were 9,000 officially disappeared detainees, although civil society claims there
were over 30,000 including unborn babies. In Mexico the Eureka Committee registered
22 almost 600 cases. See: Padilla Ballesteros 1995.
23 2 This is the authors’ definition of NGO used in her previous work, specifically Estévez
24 2008a.
25 3 Edgar Cortez, researcher at the IMDHD; Juan Carlos Gutiérrez, coordinator of I(dh)
26 eas; Michael Chamberlain, Legal Coordinator for the Centro Diocesano para los Dere-
chos Humanos Fray Juan de Larios; Guadalupe Mendoza, an expert in fundraising;
27 Fabián Sánchez Matus, former director of CMDPDH; and Thalía Vega, human rights
28 advocate, were interviewed either in person or via Skype for the exclusive purpose of
29 this chapter between August and September 2014. They were advised of the critical
30 nature of the chapter and were asked to give their opinions about the role of policy, in
31 particular whether they believed it detached them from grassroots movements and was
a government strategy for delaying justice in drug-­related crimes and human rights vio-
32 lations. The information provided was interpreted for the purposes of this article and
33 does not reflect necessarily their viewpoints, although all offered very critical opinions.
34 I am very grateful for their generosity and courage to talk critically about HRNGOs.
35 4 It is not the purpose of the chapter to show criminal infiltration in Mexican state insti-
36 tutions. I shall rely here on the work of Carlos Antonio Flores Pérez who maintains that
the Mexican state fails to function as a proper state due to the dominance of circuits
37 and institutional areas by criminal interests, which are often sponsored by public ser-
38 vants responsible for ensuring collective interests. The implementation of these inter-
39 ests in institutions has obstructed their functions and generated serious deviations from
40 what was initially expected of them. This process of state co-­optation is considered
41 from the perspective of “co-­opted State Reconfiguration” in which a group of public
and non-­public actors with shared interests of an illicit nature employ different strat-
42 egies to use state resources to their benefit, thereby determining or hindering institu-
43 tional design and operation. The implementation of these interests in institutions has
44 obstructed their functions and led to serious deviations from what was initially
45 expected of them (Flores Pérez 2012). The nature of certain criminal gangs would seem

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84   A. Estévez
to conform this. For instance, Los Zetas is a drug cartel allegedly formed by former 1
and active soldiers; La Línea is a gang of active policemen providing killing services to 2
the Juárez Cartel; and more recently, the local police in Iguala, Guerrero, was known to
3
provide this type of services to the crime gang Guerreros Unidos.
4
5
Interviews 6
Cortez, Edgar (2014) Researcher at the Instituto Mexicano de Derechos Humanos y 7
Democracia (IMDHD). Personal interview. Mexico City. September 24, 2014. 8
Gutiérrez, Juan Carlos (2014) Coordinator of I(dh)eas. Personal interview. Mexico City. 9
September 25, 2014. 10
Chamberlain, Michael (2014) Legal Coordinator for the Centro Diocesano para los Derechos 11
Humanos Fray Juan de Larios. Personal interview. Mexico City. September 30, 2014. 12
Mendoza, Guadalupe (2014) Funding expert. Mexico City. September 30, 2014. 13
Sánchez Matus, Fabián (2014) Human rights lawyer and ex-­HRNGO activist. Skype 14
interview. October 3, 2014. 15
Vega Grimaldo, Thalía (2014) Human rights advocate. Mexico City. August 30, 2014.
16
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INTRODUCCIÓN

MEDIACIÓN EN LA NECROPOLÍTICA Y LA BIOPOLÍTICA:


PRODUCIENDO EL HOMO ECONOMICUS NEOLIBERAL
Y DESECHABLE

Ariadna Estévez*

El sujeto y no el poder fue el interés de Foucault al hacer sus investigaciones,


pero dado que ambos están tan irremediablemente unidos, sus investigacio-
nes terminaron siendo sobre las modalidades de objetivación del poder me-
diante las cuales los seres humanos se convierten en sujetos. Según él, hay
tres de estas modalidades: 1) las formas de investigación que denominamos
ciencias y con las cuales los individuos se convierten en el sujeto de la produc-
tividad en la economía; 2) las prácticas divisorias mediante las cuales el sujeto
es dividido dentro de su propio cuerpo o se le divide de otros, y 3) cómo los
seres humanos se convierten a sí mismos en sujetos (Foucault, 1988).
Lo que interesa en este libro es analizar cómo los medios de comunica-
ción, tanto los tradicionales como los denominados nuevos, se constituyen
en modalidades de objetivación que hacen que los sujetos se conviertan en
una (bio)parte de la economía; se les criminalice para dividirlos del resto de
la sociedad, y se identifiquen a sí mismos como parte del engranaje de la
economía neoliberal y criminal. Los medios así entendidos son parte funda-
mental del régimen de subjetividad biopolítica y necropolítica en México.
Según Mbembe, un régimen de subjetividad es:

...el ensamblaje compartido de configuraciones imaginarias de “lo cotidia-


no”, imaginarios que tienen una base material; y sistemas de entendimiento a
los que la gente refiere para construir una idea más o menos clara de diversos
fenómenos y sus efectos, para determinar lo que es posible y factible, así como
las lógicas de acción eficaz. De forma más general, un régimen de subjetivi-

*  Investigadora en el Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM.

E-mail: aestevez@unam.mx.

IX
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X ARIADNA ESTÉVEZ

dad es un ensamblaje de formas de vida, representación y experiencia de la


contemporaneidad, al tiempo que inscribe esta experiencia en la mentalidad,
entendimiento y lenguaje de un tiempo histórico (Mbembe, 1995: 324).

El objetivo es, pues, analizar las subjetividades que surgen de los pode-
res de regular y administrar la vida a través de la mediación digital, televi-
siva, literaria y periodística, en un país como México, donde la biopolítica
algorítmica, el trabajo inmaterial y las subjetividades necropolíticas se jun-
tan para reproducir regímenes de subjetividad marcados por la violencia,
el machismo, el narcotráfico y la explotación y la subordinación a Estados
Unidos. Se examinarán las distintas identidades del régimen de subjetivi-
dad biopolítica y necropolítica que son producto o reflejo de la mediación
digital y mediática. Antes de describir los capítulos que lo componen y cómo
y dónde se insertan sus hallazgos en el régimen de subjetividad biopolítica y
necropolítica mexicana, es necesario definir el papel y la relación del sujeto
con el poder, según el pensamiento de Foucault, para posteriormente carac-
terizarlo en las instancias específicas del biopoder y el necropoder.

I. La subjetividad biopolítica

Según Foucault, en la biopolítica el sujeto por antonomasia es el homo econo-


micus, pero no el del liberalismo inglés, sino uno puramente neoliberal que
surge a raíz de la teoría del capital humano, que es una lectura neoliberal del
rol del trabajo en la reproducción del capital. El interés del neoliberalismo en
el trabajo no sólo incorporó la parte faltante de su enfoque a la producción
económica —a la tierra y el capital le estaba faltando el empleo—, sino que
hizo de la conducta humana un objeto del estudio económico. Sin embargo,
para los neoliberales el empleo no es una categoría abstracta —como ocurre
en el marxismo—, sino una decisión racional que hacen los individuos para
ubicar recursos escasos. El trabajo se considera una conducta económica que
es practicada, implementada y calculada por la persona que trabaja (Fou-
cault, 2004: 216-237).
De esta forma, y si se considera, como hacen los neoliberales, que el ca-
pital es todo aquello que es fuente de ingreso futuro, el salario es el ingreso
generado por el capital humano, el cual se conforma por todos los facto-
res físicos y psicológicos que permiten a alguien ganarse un salario. Tiene
elementos biológicos, pero también requiere de inversión en educación y
movilidad (por ejemplo, la decisión de migrar). Desde el punto de vista del
trabajador, su trabajo es su propio capital, una habilidad, una destreza que

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INTRODUCCIÓN XI

es inseparable de la persona que la posee. El carácter inherente del capital


humano hace evidente que las personas son en sí mismas máquinas que no
pueden ser alienadas, lo cual es la base del análisis político y de la lucha de
clases del marxismo. Por el contrario, el ser humano visto como máquina
significa que produce ganancias, lo cual es en sí mismo el negocio. La hu-
mana es una sociedad y una economía de unidades que funcionan como ne-
gocios autoproductivos. El homo economicus del neoliberalismo es entonces un
empresario de sí mismo, y él mismo es su propio capital, productor, fuente
de ganancias y generador de su propia satisfacción. El nuevo homo economicus
es a la vez consumidor y productor (Foucault, 2004: 216-237).
El empresario de sí mismo como subjetividad fundamental de la biopo-
lítica es lo mismo el hipster creativo que el periodista freelancer, el académico
super-star, el conferencista de TED-Talks, el crack futbolero, el YouTuber y twit-
tero trendy, e incluso las amas de casa que venden productos de belleza y ma-
nualidades en Facebook y las personas que ponen sus casas a rentar en el Air-
bnb. Recientemente se han hecho estudios de las diversas instanciaciones del
sujeto neoliberal o biopolítico, como aquel que se hace sujeto de derechos
humanos o el que se endeuda (Saidel, 2016), o el que se hace un promotor
del mercado del fitness (Costa, 2008).
El homo economicus puede ser hombre o mujer, por supuesto, pero cuando
se reflexiona en homo economicus de gran influencia, tales como el propio pre-
sidente de Estados Unidos, Donald Trump, u otros empresarios de corpora-
ciones globales que tienen el control de la bioeconomía tecnológica como la
describiremos más abajo, no está de más reparar en la masculinidad de este
sujeto, que es la versión más neoliberalizada de la masculinidad hegemóni-
ca. Raewyn Connell dice que la masculinidad no refiere a los hombres como
entidades biológicas sino a prácticas que constituyen formas de ser hombre,
y son el producto de un sistema de relaciones de género (cómo se relacionan
hombres y mujeres), en particular: 1) las relaciones de poder, o quién subor-
dina a quien; 2) las relaciones de producción económica, es decir, la división
genérica del trabajo; 3) el vínculo emocional, y 4) el deseo sexual vinculado
a lo emocional. En la masculinidad hegemónica, las relaciones de género se
distinguen porque las mujeres se encuentran subordinadas a los hombres en
las esferas pública y privada; las mujeres son vistas como sujetos de la vida
privada o el hogar; a las mujeres se les vincula al amor romántico, mientras
que a los hombres se les impulsa a la depredación sexual, y existe sexo coer-
citivo y hay desigualdad en el placer (Connell, 2015).
A esta definición de Connell yo agregaría que dentro de las relaciones
de poder de la masculinidad existen también elementos de clase y raza tanto
en la relación hombre-mujer como hombre-hombre —lo que se conoce en

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XII ARIADNA ESTÉVEZ

la teoría feminista como interseccionalidad—. Acerca de la primera, puede


existir una racialización sexual en la que la cosificación afecte a ciertos tipos
de mujeres más que a otras —la hipersexualización de las mujeres negras,
por ejemplo— o un dominio de clase —el tráfico y trata sexual de mujeres
pobres e indígenas—. En cuanto a la segunda, existe una jerarquía de clase
y raza en la que los hombres blancos están por arriba de los hombres blan-
cos homosexuales, y éstos (posiblemente) por encima de los hombres negros
e indígenas, y éstos arriba de los afrodescendientes e indígenas pobres, y
éstos por encima de los de su raza pero gays, etcétera.
La masculinidad hegemónica no es una atribución fija, es la masculi-
nidad que ocupa la posición dominante en un modelo dado de relaciones
de género, una posición siempre disputable. Es la configuración de práctica
genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de
legitimidad del patriarcado la que garantiza la posición dominante de los
hombres y la subordinación de mujeres. La masculinidad es hegemónica si
hay correspondencia entre ideal cultural y poder institucional, si es colectiva
(Connell, 2015).
La masculinidad hegemónica del homo economicus es la que Connell de-
nomina masculinidad corporativa, y que es la que refuerza agresivamente
los elementos más nocivos de la masculinidad hegemónica. Ésta se caracte-
riza por: 1) un enfoque en el logro competitivo y un cierto carácter despia-
dado para conseguir sus metas personales y corporativas (los negocios son
un bien mayor, por encima del trabajo); 2) trabajar largas jornadas bajo alta
presión es valorado e incluso esencial, y 3) las relaciones personales, cultura,
comunidad e hijos e hijas son aislados en un mundo privado y privatizado
de esposas, novias, empleadas cuidadoras; el desprecio a los que no logran
destacar en el sistema competitivo (Connell, 2013; Connell, 2015).

II. La subjetividad necropolítica

El homo economicus también tiene su proyección distópica y de sombra, ilegal


e incluso criminal, porque ¿qué pasa con todos aquellos individuos que des-
echa el neoliberalismo, las personas que no tienen ni las oportunidades ni el
ingreso para invertir en su propio capital humano, que no tienen un doctora-
do en Inglaterra o un socio del Tec de Monterrey que les financie su diseño o
la remodelación de su depa en una colonia hipster para ofertarlo en Airbnb? El
homo economicus desechado también puede tomar la decisión de migrar, posible-
mente de forma indocumentada, pero también puede optar o verse condu-
cido a optar por una carrera en la economía de muerte, volviéndose sujeto y

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INTRODUCCIÓN XIII

objeto del poder de administrar muerte, invirtiendo en un tipo de capital que


va desde el manejo de armas hasta el odio, el sufrimiento y la deshumaniza-
ción. El sicario, el capo y el halcón son homo economicus necropolíticos.
En 1992 Achille Mbembe, a quien se le atribuye el concepto de necro-
política, decía que la subjetividad estaba siendo transformada por la vio-
lencia que se generaba a raíz del adelgazamiento neoliberal del Estado y su
consecuente retiro de los servicios públicos y la seguridad social, y el entre-
peneurship de burócratas que vendían servicios al mejor postor, o los merce-
narios que se alquilaban para la guerra. Esta crisis social se reflejaba como
una crisis del sujeto que en sí misma producía violencia (Mbembe, 1995:
327). Ya en el siglo XXI expresó las diferencias del poder que generaban
estas divergencias en la subjetividad neoliberal del primer y tercer mundo.
Mbembe (2011) empezó a hablar de necropolítica. Para él la biopolítica no
es suficiente para entender cómo la vida se subordina al poder de la muerte
en África. Afirma que la proliferación de armas y la existencia de mundos
de muerte —lugares donde las personas se encuentran tan marginadas que
en realidad viven como muertos vivientes— son un indicador de que existe
una política de la muerte (necropolítica) en lugar de una política de la vida
(biopolítica) como la entiende Foucault (Mbembe, 2011). Mbembe examina
cómo el derecho soberano de matar se reformula en las sociedades donde el
estado de excepción es permanente.
Según Mbembe, en un estado sistemático de emergencia el poder se
refiere y apela constantemente a la excepción y a una idea ficticia del ene-
migo. Mbembe afirma que el esclavismo y el colonialismo en África y en Pa-
lestina han sido el producto de la política de la vida, aunque estas tragedias
humanas de la modernidad han sido ignoradas en las lecturas históricas del
biopoder. Las milicias urbanas, los ejércitos privados y las policías de segu-
ridad privada tienen también acceso a las técnicas y prácticas de muerte.
La proliferación de entidades necroempoderadas, junto con el acceso gene-
ralizado a tecnologías sofisticadas de destrucción y las consecuencias de las
políticas socioeconómicas neoliberales, hace que los campos de concentra-
ción, los guetos y las plantaciones se conviertan en aparatos disciplinarios
innecesarios porque son fácilmente sustituidos por la masacre, una tecnolo-
gía del necropoder que puede ejecutarse en cualquier lugar y en cualquier
momento (Mbembe, 2011).
Pero Mbembe no profundizó en la subjetividad necropolítica. Es a Sa-
yak Valencia (2010) a quien le debemos la conceptualización del sujeto de
la necropolítica, el homo economicus distópico. Ella lo llama el “sujeto endria-
go”. El Endriago es un personaje mítico del libro Amadís de Gaula, el cual
pertenece a la literatura medieval española. El Endriago es un monstruo, un

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XIV ARIADNA ESTÉVEZ

híbrido que conjuga hombre, hidra y dragón; es una bestia de gran altura,
fuerte y ágil que habita tierras infernales y produce un gran temor entre sus
enemigos. Valencia adopta el término Endriago para conceptualizar a los
hombres que utilizan la violencia como medio de supervivencia, mecanismo
de autoafirmación, y herramienta de trabajo. Los endriagos no sólo matan y
torturan por dinero, sino que también buscan dignidad y autoafirmación a
través de una lógica “kamikaze”. Valencia afirma que dadas las condiciones
sociales y culturales imperantes en México no debería ser una sorpresa que
los endriagos usen prácticas gore para satisfacer sus demandas consumistas,
ya que con ello subvierten la sensación de fracaso causada por la frustración
material (Valencia, 2010).
Para Valencia el Endriago es la subjetividad disidente del neoliberalis-
mo, pero no significa que sea una resistencia legítima: los endriagos siguen
siendo hombres de negocios que toman el neoliberalismo hasta sus últi-
mas consecuencias, resistiendo el Estado neoliberal pero de una manera
distópica. Según Valencia, el Endriago no se opone al Estado como tal,
sino que quiere reemplazarlo en sus funciones biopolíticas de control de la
población, el territorio y la seguridad, a través de las técnicas y tácticas de
dominación gore (Valencia, 2010). Las relaciones de necropoder actúan para
inducir a los endriagos a necroprácticas que se ofrecen en el biomercado, las
opciones “laborales” que quedan para quienes no pueden afirmarse identi-
tariamente en la economía “legal”.
Tres factores sostienen socialmente al sujeto Endriago: las presiones del
mercado, los medios de comunicación y la masculinidad hegemónica, mis-
mos que en este libro se interpretan como técnicas de producción, de signifi-
cación y de dominación que permiten al necropoder mantener sus dispositi-
vos y estrategias, es decir, la guerra contra el narcotráfico y la militarización,
respectivamente. En primer lugar, sobre las presiones del mercado, los suje-
tos no son ya una parte externa de los mercados, sino una interna mediante
la cual el consumo define y determina sus subjetividades. El mercado se
convierte en un biomercado. No debe sorprender entonces que el biomercado
incluya también los mercados gore, los cuales ofrecen las mercancías y los
servicios asociados al necropoder, como las drogas ilegales, la violencia, el
asesinato y el tráfico de órganos humanos y de las mujeres y niñas con fines
de esclavitud sexual. Valencia dice que estos varones no quieren perder su
rol de proveedores y dominadores de mujeres y están dispuestos a alquilar
sus cuerpos a la prestación de servicios gore, que abarcan: asesinatos, femini-
cidios, secuestros, desapariciones, tortura, extracción de órganos de sujetos
vivos, tráfico y esclavitud laboral y sexual de niñas, niños y mujeres (Valen-
cia, 2010).

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INTRODUCCIÓN XV

En segundo lugar, el régimen heteropatriarcal juega un papel clave en el


necropoder porque las masculinidades marginadas hacen atractiva la idea
del Endriago. Debido a que no tienen acceso a empleos legales significativos
ni oportunidades, los sujetos masculinos marginados necesitan resignificarse
a través de medios alternativos, y los dispositivos del necropoder resultan
atractivos. La subjetividad del Endriago es en parte posible gracias al pa-
triarcado y los patrones de conducta del tipo de masculinidad hegemónica
y violenta. Finalmente, según Valencia, la masculinidad del sujeto Endriago
se legitima a través de los medios de comunicación. A esto volveré en el si-
guiente apartado.

III. La mediación en el régimen


de subjetividad biopolítica y necropolítica

En los dos apartados anteriores vimos cómo se configuran las subjetividades


en el régimen biopolítico y necropolítico, pero falta ver cómo y con qué con-
secuencias son objetivados a través de los medios de comunicación, es decir,
cómo son mediados. Kember y Zylinska sugieren que la tecnología de los
medios de comunicación siempre ha sido parte del sujeto social, y cumple
la función de mediar su relación con la vida económica, social y cultural.
Para analizar esto proponen el concepto de mediación, que entraña el supuesto
axiomático de que desde que empezó a usar tecnología, el sujeto social se
ha transformado a sí mismo con su uso, forma y contenidos. Mediación es
el proceso originario del surgimiento de los medios, en el que las tecnologías
son estabilizaciones en marcha de los flujos mediáticos (Kember y Zylinska,
2015: 21), y sirve para hablar de los nuevos medios en el contexto de conti-
nuidad y cambio, y no en un trayecto lineal de antecedentes. El punto de la
mediación es analizar lo que emerge de los procesos de cambio tecnológico y
lo que está siendo mediado (Kember y Zylinska, 2015: 11).
La mediación es un concepto que sirve para apreciar la instanciación de
modalidades de objetivación, tales como las plataformas de video en streaming
para el consumo de productos culturales, pues permite evaluar los efectos
simultáneos del medio y el producto cultural. La aparición de plataformas
como Netflix, Amazon Prime, Vevo o Hulu, entre otras, ha hecho más acce-
sible y flexible el consumo de programas y películas, y ha cambiado incluso
la oferta de la televisión tradicional (Orozco, 2016). Asimismo, sirve para
analizar la autopromoción de diversos tipos de homo economicus —emprende-
dores y empresarios de sí mismos— en Twitter, YouTube y Facebook como
parte biológica de economías legales, ilegales y de muerte.

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XVI ARIADNA ESTÉVEZ

Para Sayak Valencia, estas modalidades de subjetivación son medios


de propagación de lo que ella denomina el “régimen live”, el cual describe
como

...aquel que se basa en la fabricación/suplantación de la realidad a través


de los dispositivos visuales (desafiando y re-elaborando el régimen de ver-
dad) y cuyas principales características son: la eliminación visual de la divi-
sión público-privado, la reificación del tiempo como algo sin duración (pura
adrenalina, instantaneidad y desmemoria), la cosmetización extrema de las
imágenes y su despolitización crítica. En dicho régimen ya no se representa
la realidad sino que se produce directamente, es decir, el régimen live es de
orden psicopolítico y está engarzado a la producción de algoritmos e infor-
mación que puede ser rentabilizada en múltiples formas, lo cual es propio de
la minería de datos y el Big Data (Valencia, 2018: 2).

Aun cuando el concepto de régimen live es muy potente para entender


la función general de los medios digitales, creemos que el de mediación es
más funcional para analizar las modalidades de objetivación ya menciona-
das —el sujeto como bioparte del mercado; la separación de individuos pa-
tologizados de los “normales”, y la forma en que el sujeto se hace sujeto de
la biopolítica y la necropolítica— a través de los medios. Kember y Zylinska
proponen algunos ejes de análisis para ponderar estas modalidades que ellas
denominan “implicaciones éticas de la mediación”, que en los enfoques más
estructuralistas sería llanamente la explotación del trabajo inmaterial (Prassl,
2018; Rose y Spencer, 2016). El primer eje —que se conecta con la modali-
dad de objetivación mediante la cual los sujetos se integran orgánica y bio-
lógicamente al mercado— es la biopolítica algorítmica, que tiene que ver
justamente con lo que Hardt y Negri (en Rose y Spencer, 2016) definieron
como trabajo inmaterial, es decir, el trabajo que produce bienes intangibles
que son centrales a la economía neoliberal, tales como información, cono-
cimiento, ideas, imágenes, relaciones y afectos, y en ese trance convierten
a los sujetos que los producen en parte integral de la economía (en Rose y
Spencer, 2016). Como se verá en el capítulo segundo, este eje de análisis de
la mediación tiene también su lado ilegal o criminal. Los sujetos endriagos
también acceden a plataformas digitales como Facebook, en las cuales los
sujetos necroempoderados hacen marketing de su imagen como sicarios y a la
vez venden servicios de muerte y reclutan personas para la economía ilegal.
El segundo es la política económica de los nuevos medios, la cual se re-
fiere a la ubicación de los sujetos humanos y no humanos en el proceso eco-
nómico. Otros la llaman la economía Uber o de concierto, por su centralidad
en la creación y uso de apps que conectan en línea a consumidores, negocios

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INTRODUCCIÓN XVII

y trabajadores, y por ser como un concierto de rock en el que el artista da un


show y no tiene mayor compromiso con sus espectadores después de él. En
esta economía, como si se tratara de una lucha de clases 2.0, las clases medias
y altas usan apps para comprar servicios, pero esos servicios son los mismos
sujetos precarizados que operan la tecnología y producen los algoritmos que
aquellos adquieren; esto constituye una paradoja porque los sujetos-servicio
son también los sujetos-trabajadores (Prassl, 2018). La línea entre este eje y
el anterior es tenue —si no es que inexistente— para entender la modalidad
de objetivación del biomercado.
Además de estos dos ejes, para los fines del régimen de subjetividad ne-
cropolítica habría que agregar otros dos: la producción y patologización de
subjetividades endriagas para su criminalización y eventual conducción a
momentos y prácticas de muerte, y la legitimación y glamurización de mas-
culinidades violentas o necropolíticas. Respecto de la fabricación de subje-
tividades endriagas, la atribución de una subjetividad endriaga a algunos
grupos poblacionales como los jóvenes y los niños tienen como finalidad
deshumanizarlos, separarlos de la población normal de conducta humana
y moral. Sobre la legitimización de masculinidades violentas, cada vez más
programas de televisión, películas, videojuegos, moda y diseño exaltan la
violencia industrial, la subjetividad del Endriago y el necropoder. Las se-
ries de televisión Los Soprano, Breaking Bad y Narcos, así como las películas
Rockanrolla, Snatch y Sicario son un buen ejemplo de ello. Los gánsteres y los
sicarios —endriagos— se convierten en celebridades y por consiguiente, en
modelos a seguir. La fabricación mediática de sujetos endriagos ficticios o
reales para su estigmatización o legitimación es resultado de la modalidad
de objetivación mediante la cual el sujeto proyecta su propia identidad o sus
aspiraciones en las dinámicas del biopoder y el necropoder.
Lo que indican estos cuatro ejes de análisis ético de la mediación que se
corresponden con las diversas modalidades de objetivación es que examinar
la reproducción del régimen de subjetividad biopolítica y necropolítica en la
mediación es clave si queremos entender las consecuencias e implicaciones
sociales que tienen los medios digitales en la producción de sujetos sociales
que se vuelven biopartes del engranaje neoliberal y ejecutores privados de la
soberanía en una política de muerte. Como lo sugiere el filósofo camerunés
Achille Mbembe, los nuevos medios y el sujeto son la misma cosa: “La era
computacional (la era de Facebook, Instagram, Twitter) está dominada por
la idea de que hay pizarras limpias en el inconsciente. Los nuevos medios
no sólo han levantado la tapa que las épocas culturales anteriores habían
puesto en el inconsciente. Los nuevos medios se han convertido en las nue-
vas infraestructuras del inconsciente” (Mbembe, 2016).

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XVIII ARIADNA ESTÉVEZ

IV. Estructura del libro

Los capítulos que componen el libro son análisis de las instanciaciones me-
diáticas de las modalidades de objetivación del biopoder y el necropoder, es
decir, casos que pueden ser examinados en la perspectiva ética del análisis de
la mediación. Bajo el primer eje ético, el de la biopolítica algorítmica, que
también corresponde a las modalidades de la bioeconomía y la forma en
que los sujetos se hacen sujetos del biopoder y el necropoder, está el capítulo
primero, “Bioalgoritmos y el camino a Roma (de Cuarón): audiencias creadas
para un cine mexicano en extinción”, de Sandra Loewe. Ella examina cómo
la gubernamentabilidad neoliberal establecida con el TLCAN en México
conformó una hegemonía cultural de consumo audiovisual importante, al
eliminar el consumo de la cinematografía nacional y dejar la producción de
ésta en manos del Estado.
Internet se convirtió en un espacio para que las producciones cinemato-
gráficas obtengan un segundo visionado dentro de las diversas plataformas
que hospedan audiovisual, así como ingresos económicos mediante la mo-
netización; sin embargo, la falta de estrategias de difusión en este medio y
los algoritmos programados para los motores de búsqueda colocan a estas
producciones al consumo de nichos específicos que no logran competir con-
tra las estrategias digitales implementadas por las empresas de distribución
norteamericanas. Este ensayo se concentra en el análisis de la construcción
de audiencias digitales dentro de Internet, su consumo y los espacios que se
han otorgado dentro de este medio para la cinematografía nacional a través
de los algoritmos como flujos de efectivo dentro del neoliberalismo. Analiza
como estudio de caso la película Roma, de Alfonso Cuarón (2018), que fue
un éxito en taquilla y en Netflix gracias a su estrategia de distribución.
En el segundo eje, el de la política económica de los nuevos medios, que
corresponde a las mismas modalidades de objetivación mencionadas arriba,
está el capítulo segundo, “Subjetividades necropolíticas 2.0: la narco-selfie”
de Fernando Gutiérrez Champion. Él examina cómo los sujetos endriagos
reproducen la economía criminal a través de la promoción de su imagen
como una inversión en capital humano criminal. Con base en el concepto
de narcomáquina y la selfie como dispositivo, Gutiérrez Champion argumenta
que el narco utiliza plataformas digitales 2.0 como Facebook para comuni-
car, popularizar y reproducir subjetividades necropolíticas para operar la
narcomáquina, convirtiéndose la narco-selfie en una parte integral del disposi-
tivo cultural a través del cual el narco se ha convertido en una forma y un
estilo de vida que ha logrado permear distintas capas de la vida social en
México.

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INTRODUCCIÓN XIX

En el tercer eje, el de la fabricación de endriagos para su deshumani-


zación, que se corresponde con la modalidad en la que los sujetos sanos se
separan de los patológicos, están dos capítulos que abordan temas doloro-
sos. El primero es el capítulo tercero, “El señor de las moscas: cuando los ni-
ños juegan en estado de excepción”, de Martín Gabriel Reyes Pérez. Allí el
autor aborda la emergencia de un acontecimiento disruptivo: homicidios y
torturas cometidos por niños sicarios o que aspiran a serlo. La perplejidad
que han provocado estos acontecimientos, a nivel de la opinión pública pero
también en el ámbito intelectual, se evidencia en la inadecuación de las ca-
tegorías mediante las cuales se intenta dar cuenta de los resortes íntimos de
estos actos, lo que obliga a modificar la concepción de la infancia, del juego,
e incluso de la violencia misma. Se centra en el análisis de uno de estos he-
chos: la tortura y muerte de un niño de seis años, Christopher Raymundo, a
manos de cinco adolescentes durante un “juego” de secuestro. Las coorde-
nadas de este crimen se trazan recurriendo a la novela de Golding: El señor
de las moscas, en el que se presenta la ficción de un juego de niños que, en-
frentados a las exigencias de la supervivencia, termina asesinando también
a otros niños. En ambos casos opera la cesura biopolítica que instaura al ani-
mal en el hombre. La singularidad del caso que analiza estriba en ese hecho:
que el espacio de la ilusión propia del juego colapsa en la brecha antropoló-
gica, de ahí la pertinencia de preguntarse en qué medida la violencia que se
vive en México revela la instauración de esta cesura en la cotidianeidad, en el
espacio público y en el juego de los niños. Así, los niños que consideran aquí
ofrecen un caso de subjetividades endriagas, quienes se (necro) empoderan
al esperar ser reclutados como sicarios, y en quienes se ha trastocado radi-
calmente el espacio transicional en el que, según Winnicott, se despliega el
juego del niño y, en general, la cultura como creación de novedad.
El segundo es el capítulo cuarto, “Mecánica del sufrimiento y naturali-
zación de la muerte violenta: imágenes del juvenicidio en la prensa veracru-
zana”, de Diana Alejandra Silva Londoño. Ella analiza las fotografías que
registran el homicidio de jóvenes publicadas en las secciones de “nota roja”
de dos de los diarios con mayor circulación en la capital de Veracruz (2015-
2016). A través de este análisis se examina el modo en que se tematiza la
violencia hacia los jóvenes en dicho estado. Se muestra cómo a través del
lenguaje audiovisual se construye un marco de sentido que diferencia aque-
llas vidas que son consideradas humanas, y por tanto dignas de duelo públi-
co, de las que no lo son. Asimismo, se analiza cómo el lenguaje audiovisual
nos ofrece pistas para reconocer las normativas sociales mediante las cuales
se normaliza e incluso se justifican estos hechos, garantizando la impunidad
y la repetición de estos crímenes.

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XX ARIADNA ESTÉVEZ

En el cuarto eje, el de la mediación de las representaciones culturales


del Endriago para su exaltación y glamurización, están los restantes dos ca-
pítulos. Este eje, que corresponde a la modalidad de objetivación mediante
la cual los sujetos se hacen sujetos del biopoder y el necropoder, empieza
con el capítulo quinto, “Nazario Moreno: de capo de la droga a héroe dis-
tópico”, de Citlali Mendoza. El objetivo del texto es analizar y describir la
forma en la que el autor del libro Nazario ¿idealista? ¿Renovador? ¿Justiciero?
Usted juzgue busca construir a un personaje heroico; para ello tomó como
referencia las reflexiones de José Manuel Pedrosa, específicamente cuatro
puntos que componen la lógica de lo heroico. Para ello se resitúan nociones
como capitalismo gore, necropolítica y sujeto endriago. Este análisis no pretende
hacer analogía de las acciones llevadas a cabo por Nazario Moreno ni por
los grupos del crimen organizado, sino poner en duda la ionización de este
tipo de personajes, así como cuestionar la masculinidad hegemónica que ha
tenido grandes costes humanos en el marco de la guerra contra el crimen
organizado.
Finalmente, en el capítulo sexto, “Glamour en las construcciones audio-
visuales del narcotráfico: «El Chapo» en la serie de Netflix”, Tanius Karam
Cárdenas reflexiona sobre la relación entre el Estado mismo y la caracteri-
zación que se hace de los narcotraficantes sobre su nivel de poder y alcance
en sus acciones. El estado mexicano ha sometido al narcotráfico a una serie
de explicaciones y estereotipos que, generalmente, la mayoría de los pro-
ductos mediáticos reproduce en mayor o menor grado. Hacemos un breve
comentario sobre la historia de algunas producciones audiovisuales para ver
cómo han ido evolucionando algunos aspectos de su contenido. Se propone
que muchas de las producciones audiovisuales reproducen esa perspectiva
oficial y gubernamental de ver el narcotráfico como un mercado formado
por poderosos carteles que luchan la plaza entre sí, lo que genera la violen-
cia y atentan contra la fuerza del Estado. Como una mirada más particular
y específica proponemos observar algunos aspectos del tratamiento audio-
visual del que ha sido objeto quizá el principal narcotraficante mexicano,
Joaquín “El Chapo” Guzmán. Se hace un resumen de algunos productos
mediáticos y se observan las asimetrías y diferencias que hay en su trata-
miento. Se reconocen las causas del éxito que estas narrativas suelen tener,
el efecto de naturalización que hace a partir de abordar la dimensión afec-
tiva de personajes que aparecen justificados y victimizados.

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INTRODUCCIÓN XXI

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UNIVERSOS JURÍDICOS
Revista de derecho público y diálogo multidiciplinar

SISTEMA INTERNACIONAL DE
DERECHOS HUMANOS Y LAS
ONGS: EL ABANDONO DE LOS
DERECHOS ECONÓMICOS,
1
SOCIALES Y CULTURALES
Ariadna Estévez *

*Centro de
Investigaciones sobre
América del Norte
UNAM
UNIVERSOS JURÍDICOS
Revista de derecho público y diálogo multidiciplinar

que han abordado tardía y


escasamente los DESC en su
cooperación el Sur, y le han impuesto
SUMARIO: 1.Introducción. 2. El
sistema internacional de derechos a estos países una agenda liberal. El
humanos. 2.1. La DUDH: artículo finaliza con un análisis de
ignorando la desigualdad. 2.2 El
PIDCP y el PIDESC: reforzando el cómo ese abandono de los DESC ha
abandono. 2.3. Implementación. 3.
repercutido en el trabajo que las
Las ongs de derechos humanos
internacionales. 4. Las ongs de ONGs mexicanas han hecho del tema
derechos humanos mexicanas. 5.
a través de los años, haciendo
Conclusión. 6. Fuentes de consulta
hincapié en la reciente aparición de
metodologías gerenciales y el
138
RESUMEN
surgimiento de una burocracia de
Este artículo describe cómo asuntos
derechos humanos que hace que el
político-ideológicos llevaron a la
estatus quo liberal imperante desde
imposición de una carta de derechos
1948 y sostenido por las ONGs
humanos liberal que a su vez
internacionales permanezca
ocasionó un desconocimiento de la
inamovible.
desigualdad social y el abandono de
los derechos económicos y sociales
por parte de las naciones ricas. Con ABSTRACT

base en esto, se sostiene que esta


cosmovisión ha sido adoptada por las
This article describes how certain
ONGs internacionales de derechos
political-ideological issues led to the
humanos más importantes, mismas

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historical imposition of a liberal PALABRAS CLAVE


human rights charter and how in rich
nations this has resulted in a limited
Derechos Humanos – Sistema
awareness of social inequality as well
Internacional – liberalismo - DESC –
as the abandonment of economic and
ONGs – Tecnócratas de derechos
social rights. Based on this
humanos
observation, the article goes on to
show how this agenda has been
adopted by the most important KEYWORDS
international human rights NGOs,
resulting in their belated and limited
adoption of ESCR in dealings with the
Human rights –International System –
139
liberalism –ESCR – NGOs – Human
South and the imposition of a liberal
rights technocrats
agenda on these countries. The article
concludes with an analysis of how
this abandonment of ESCR has INTRODUCCIÓN
affected the work of Mexican NGOs,
Los derechos económicos, sociales y
emphasizing how the recent
culturales (DESC) junto con los
appearance of management
derechos civiles y políticos (DCP),
methodologies and the rise of a
fueron los primeros derechos en ser
human rights technocracy have
reconocidos en el derecho
helped to entrench the liberal status
internacional con la Declaración
quo maintained by international
Universal de los Derechos Humanos
NGOs and dominant since 1948.
(DUDH) (1948), un documento con

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carácter moral en vez de protección de la familia, la


jurídicamente vinculante. No maternidad y de los niños y niñas; a
obstante, la protección de ambos tipos un nivel de vida adecuado,
de derechos se volvió vinculante con incluyendo alimento, vestido y
la implementación del Pacto vivienda; a la salud física y mental; a
Internacional de Derechos la educación; a la vida científica y
Económicos, Sociales y Culturales cultural- han sido abiertamente
(PIDESC), y el Pacto Internacional de desvalorizados en comparación con
Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), los derechos civiles y políticos
los cuales se abrieron para firma de (Steiner & Alston, 1996ª, p. 256;
los Estados en 1966 y entraron en Steiner & Alston, 1996b, p. 127;
vigor simultáneamente en 1976. Craven, 1995, p. 10; Beetham, 1995, p. 140
41; Woodiwiss, 2000, p. 19-39).
Aunque fueron declarados
interdependientes a pesar de su Cuarenta y cinco años después de que
separación en dos convenios, en se expidiera la DUDH, en la
realidad los DESC han recibido un Conferencia Mundial de Derechos
trato menos meritorio. A pesar de Humanos de Viena, en 1993, el
que se establece que son un factor sine Comité de Derechos Económicos,
qua non para el disfrute de los DCP, Sociales y Culturales fue categórico al
los derechos reconocidos en el decir: “La cruda realidad… es que los
PIDESC –al trabajo y a condiciones Estados y la comunidad internacional
justas de trabajo; al descanso y el en su conjunto siguen tolerando
esparcimiento; a formar y pertenecer demasiado a menudo violaciones a
a sindicatos; a la seguridad social; a la los derechos económicos, sociales y

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culturales, que si ocurrieran en proyecto de derechos humanos en


relación con los derechos civiles y particular: el liberal. Este artículo
políticos provocarían expresiones de abordará tres argumentos
horror y escándalo… a pesar de la relacionados con esta idea. Primero,
retórica, las violaciones a los derechos que asuntos político-ideológicos
civiles y políticos siguen siendo llevaron a la imposición de una carta
tratadas como si fueran más graves, y de derechos humanos liberal que a su
más evidentemente intolerables que vez ocasionó un desconocimiento de
la negación masiva y directa de la desigualdad social y el abandono
derechos económicos, sociales y de los derechos económicos y sociales
culturales” (UN Doc. E/C.12/1992/2, por parte de las naciones ricas.
p.83, citada en Beetham, 1995, p. 41)1. Segundo, que esta cosmovisión ha 141
sido adoptada por las ONGs
Con esta declaración, el Comité hizo
internacionales de derechos humanos
oficial algo que ya era ampliamente
más importantes las cuales han
sabido por los gobiernos y las
abordado tardía y escasamente los
organizaciones civiles del “Tercer
DESC en el Sur y prácticamente
Mundo”: los DESC no han sido una
nunca en el Norte, y han impuesto a
prioridad para la comunidad
sus contrapartes del tercer mundo
internacional, específicamente para
una agenda liberal. Tercero y último,
los gobiernos y las organizaciones no
en la cooperación desigual entre
gubernamentales (ONGs) de países
ONGs internacionales y mexicanas –
del así llamado “Primer Mundo”,
que replican el orden internacional en
mismas que han promovido un
el que el tercer Mundo tienen menor
1
Traducción de la autora.

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margen de negociación y elección- los Tratado de Versalles en 1919 como


primeros han impuesto respuesta a las preocupaciones de los
progresivamente su agenda liberal, Aliados respecto de la justicia social,
financiando y apoyando campañas los estándares de trato a los
que cuadran con su restringida visión trabajadores industriales, y la
de derechos humanos. Más amenaza de la revolución
recientemente ha habido una bolchevique de 1917. Se dice que es la
apertura hacia los DESC pero que no institución precursora de la defensa
modifica de fondo el arreglo de los derechos económicos, sociales
internacional inicial porque y culturales y sus estándares mínimos
promueve una perspectiva que no tempranos se describen como las
permite abordar los temas primeras normas internacionales en 142
abandonados desde 1948. Las materia de protección socioeconómica
metodologías gerenciales y el (Davidson, 1993, p. 9; Steiner &
surgimiento de la burocracia de Alston, 1996a, p. 257-8). Sin embargo,
derechos humanos hacen que el para entender cómo la desigualdad
estatus quo permanezca inamovible. socioeconómica, y los DESC han sido
progresivamente abandonados es
importante detenerse en el desarrollo
de la Carta Internacional de Derechos
EL SISTEMA INTERNACIONAL Humanos, en la que el concepto de
DE DERECHOS HUMANOS
derechos humanos en general
La Organización Internacional del adquirió un contenido específico
Trabajo (OIT) fue creada por el (Flood, 1998, p. 14). La Carta

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Internacional de Derechos Humanos – En este conflicto se pueden distinguir


compuesta por la DUDH, el PIDESC y tres posiciones (Cassese, 1992, p. 29).
el PIDCP- es el resultado de las La primera es la posición de
relaciones y negociaciones de poder Occidente o los países del “Primer
entre dos fuerzas ideológicas Mundo”, encabezados por Estados
hegemónicas que emergieron después Unidos, el cual defendía los derechos
de la Segunda Guerra Mundial: el p. 184; Mendus, 1995, p. 12-4; Wellman, 1999,
liberalismo –que favorecía los p. 14-5). Los derechos naturales son la base de los
derechos civiles y políticos. Por otro lado, no hay
derechos civiles y políticos- y el una noción de derechos en el socialismo como tal
(Mendus, 1995, p. 13; Henkin, 1990, p. 167-80).
socialismo –que apoyaba los derechos De   hecho,   Karl   Marx   criticó   los   “derechos   del  
hombre”   de   la   Revolución   Francesa,   los   cuales  
económicos y sociales- con una clara están basados en los derechos naturales. Marx no

orientación hacia la primera (Cassese,


estaba completamente en contra del concepto de
igualdad pero se oponía a las ideas de libertad 143
seguridad y propiedad y las llamaba los derechos
1992, p. 25-54; Steiner & Alston, del  “hombre  egoísta”  (Marx,  1843,  in  Ishay,  1997,
p. 194-9). Marx rechazó los derechos del hombre
1996a, p. 256-60)2. por dos razones. Primera, creía que los derechos
del hombre separaban a los hombres (y pensaba
siempre en hombres, no en mujeres) de la polis y
de la comunidad, limitando así la emancipación y
2
Existe una diferencia fundamental entre el fracturando la colectividad en individualidades.
liberalismo y el socialismo respecto de su Marx   subrayó   “el   hecho   de   que   los   así   llamados
concepción de derechos. Por un lado, la idea de derechos del hombre los droits   d   l’homme,
derechos en el liberalismo se remonta a la noción diferentes de los droits du citoyen, no son más que
de derechos naturales del siglo XVII. El concepto los derechos de un miembro de la sociedad civil,
se encuentra enraizado en el fundacionalismo de ej los derechos del hombre egoísta, el hombre
la filosofía de la Ilustración, la cual descansa separado de otros hombres y de su comunidad
sobre la noción de que existe una naturaleza o (1843, en Ishay, 1997, p. 194, traducción de la
racionalidad humana universales. Debido a la autora). Segunda, creía que los derechos a la
posesión de la razón todos los seres humanos libertad, la propiedad y la seguridad únicamente
poseen una serie de derechos: el derecho a la vida, servían a los intereses de la burguesía porque
a la libertad, y a la propiedad. Esta noción se permitían a los hombres acumular riquezas a
relaciona también con la idea del contrato social, expensas de los miembros de su comunidad
en la cual los individuos y el Estado acuerdan (Marx, 1843, en Ishay, 1997, p. 195-6). El
limitar los derechos naturales según los intereses socialismo rechaza entonces los DCP y si había
de la mayoría, pero si el Estado falla en su tarea de que discutir el tema y asumir una postura se
proteger a los individuos éstos tienen el derecho a inclinaba por aquellos derechos que protegieran a
rebelarse y crear un nuevo Estado (Henkin, 1990, los sujetos de sus demandas, los trabajadores.

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civiles y políticos. La segunda, la del consecuencias de estos conflictos para


bloque socialista o los países del la implantación del PDIESC3.
“Segundo Mundo”, encabezados por LA DUDH: IGNORANDO LA
la entonces Unión Soviética que DESIGUALDAD
defendían los derechos económicos y
Durante la elaboración de la DUDH,
sociales. Y la tercera, la de los países
Estados Unidos, a diferencia de la
del Sur del “Tercer Mundo”, que
Unión Soviética, ya estaba pensando
inicialmente no apoyaban ningún
en un nuevo orden basado en
proyecto pero que terminaron
derechos humanos –desde 1941 el
haciéndolo con la doctrina socialista
presidente Roosevelt había hablado
de derechos humanos (Craven, 1995,
de cuatro libertades básicas del nuevo
p. 9; Cassese, 1992, p. 31-2). 144
orden mundial- mientras que la URSS
Para analizar cómo la Carta no anticipó que después de la
Internacional de Derechos Humanos Segunda Guerra Mundial la
gradualmente adquirió su orientación Organización de las Naciones Unidas
liberal dejando la desigualdad (ONU) estaría tratando asuntos
socioeconómica sin abordar,
examinaré aquí las interacciones entre 3
Debido a su importancia en la jerarquía del
sistema internacional de derechos humanos la
estas tres posiciones durante la DUDH y el PIDESC son los documentos de
referencia más importante para los DESC, pero
elaboración de la DUDH y durante la pueden encontrarse también en otros documentos
de los así llamados básicos, especialmente la
elaboración del PIDCP y el PIDESC, Convención Internacional sobre la Eliminación de
todas las Formas de Discriminación Racial; la
proceso en el cual ambos tipos de Convención Sobre la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación Contra la Mujer; la
derechos fueron finalmente Convención Internacional sobre la Protección de
los Derechos de Todos los Trabajadores
separados. Finalmente abordaré las Migratorios y sus Familia; y la Convención sobre
los Derechos de las Personas con Discapacidad.

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humanitarios (previó únicamente por la URSS, y el cual demandaba


asuntos de seguridad) y entonces no más previsiones sociales y
estaba realmente preparado para económicas, no tenía el apoyo de la
formular una política integral en la ONU. Esto es por dos razones. La
materia (Cassese, 1992, p. 25; Steiner primera es que solamente tres de los
& Alston, 1996a, p. 256-60; casi 60 miembros de la ONU en 1948
Woodiwiss, 2000, p. 23). No obstante, eran socialistas [la URSS,
aun cuando la idea de derechos Checoslovaquia y Yugoslavia; los
apoyada por EU y por la mayoría de otros miembros del bloque socialista
los países occidentales era se unirían a la ONU hasta 1955, y
predominantemente liberal, sí incluía Cuba no se declaró socialista hasta
algunas ideas de justicia social, como 1961 (Tomasevski, 1993, p. 47)]. La 145
se expresaba en la súplica del segunda es que los países pobres del
presidente estadounidense Franklin Tercer Mundo eran mayoritariamente
D. Roosevelt por una “libertad de Estados latinoamericanos, todos ellos
necesidad” mundial (Steiner & occidentalizados; África y Asia
Alston, 1996a, p. 257). estaban por independizarse. El único
consenso real entre miembros de la
El hecho de que 20 artículos se
ONU fue no hacer la DUDH un
refieren a derechos civiles y políticos
documento vinculante. Al final, los
(artículos 2 al 21) y solamente siete a
países socialistas se abstuvieron de
derechos económicos, sociales y
votar la declaración.
culturales (artículos 22 al 28) en la
DUDH tiene que ver con el hecho de Finalmente, es importante destacar
que el proyecto de derechos apoyado que el borrador final de la DUDH

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omitió mencionar dos puntos tan significativo por intereses


importantes. Uno, las diferencias de económicos y políticos de las
género. De hecho la DUDH democracias occidentales liberales
sistemáticamente se refiere al garante que no estaban dispuestas a
de derechos como “él” y sólo se redistribuir el poder y los recursos, ni
refiere a “ella” en términos de la estaban dispuestas a comprometerse a
maternidad y el cuidado de los hijos; cooperar con los países
más aún, como los derechos humanos “subdesarrollados” si esto fuera
sólo existen en relación al Estado, la obligatorio (Beetham, 1995, p. 43;
DUDH deja sin abordar el asunto de Alston, 1991, in Steiner & Alston,
la violencia intrafamiliar. El mismo 1996b, p. 1113). Esta posición de
lenguaje se usaría otra vez en la occidente sería aún más evidente en 146
elaboración de los dos subsecuentes la elaboración de los dos pactos
pactos (Chinkin, 1999, p. 101). Dos, no vinculantes que se elaboraron durante
mencionó nada acerca de “las el proceso de independencia de las
desigualdades económicas entre colonias europeas.
Estados, ni consideró el hecho de que
algunos de ellos… encontrarían difícil
garantizar libertad completa a sus
ciudadanos y en todo caso no estarían EL PIDCP Y EL PIDESC:

en una posición de garantizar ciertos REFORZANDO EL ABANDONO

derechos económicos y sociales La elaboración del PIDCP y el


básicos…” (Cassese, 1992, p. 31). La PIDESC, un proceso que llevó 18 años
DUDH no reconoció este problema (de 1948 a 1966) y que significó la

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efectiva partición de los dos tipos de de acuerdo en si los dos tipos de


derechos, fue el resultado final del derechos tendrían que incluirse en el
conflicto ideológico entre Este y mismo instrumento vinculante.
Occidente, el cual se hizo cada vez Por un lado, el “Segundo Mundo”
más marcado con el proceso de apoyaba los derechos económicos,
independencia (Flood, 1998, p. 34). En sociales y culturales porque los
los 1950s, la Comisión de Derechos
asociaba con las bases de la sociedad
Humanos de la ONU había trabajado socialista. Por otro lado, Occidente
en un solo borrador de pacto con priorizó los derechos civiles y
carácter vinculante que tuviera tanto políticos porque los veía como los
DCP como DESC para asegurar el
carácter universal e integral de los la superior versión de libertad americana de las
147
influencias internacionales perniciosas, sobre todo
derechos humanos consagrados en la las comunistas. Afirma que esto obedece a que
Estados Unidos ha tenido diferentes actitudes
DUDH. Sin embargo, la URSS, la cual hacia los derechos humanos, determinadas por la
elección de estrategia del gobierno
se hizo cada vez más fuerte en la norteamericano en turno para cumplir con la
imagen que el público estadounidense tiene de sí
ONU con la adhesión de más países mismo de un pueblo excepcional que defiende la
libertad en todo el mundo. Los enfoques de
socialistas (Cassese, 1992, p. 35), y EU, estrategia pueden ser mediante política exterior
que no sólo simpatizaba menos con la (política de derechos humanos internacional) o a
través de política interior (promover los derechos
idea de justicia social sino de una de los ciudadanos norteamericanos). De 1953 a
1973 los presidentes de EU han optado por la
política de derechos humanos segunda estrategia, pero antes de 1953 y de 1973 a
la fecha la elección ha sido de política exterior.
internacional en general (Forsythe, Para una explicación de los cambios en la política
de derechos humanos de Estados Unidos véase:
1995, p. 113)4, no pudieron ponerse Forsythe,   David   P.   (2011),   “US   Foreign   Policy  
and   Human   Rights:   Situating   Obama”,   in   Human
Rights Quarterly, 33 No. 3, 767-789.
Forsythe,   David   P.   (1995),   “Human   Rights   and  
4
Forsythe (2011, 1995) dice que después de 1953 US  Foreign  Policy:  Two  Levels,  Two  Worlds”,  in  
el Congreso de EU racionalizó la participación de Beetham (1995) (ed.), Politics and Human Rights,
EU en los regímenes internacionales para proteger Blackwell Publishers, London.

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fundamentos de la libertad y la
democracia en el “mundo libre”
(Craven, 1995, p. 9; Trubek, 1984, p.
IMPLEMENTACIÓN
211). Los países del “Tercer Mundo”,
que habían incrementado La decisión de elaborar dos convenios

numéricamente debido al proceso de separados descansa en dos factores. El

independencia de las colonias de primero es un asunto político de la

África y Asia, apoyaban la doctrina mayor importancia: la desigualdad

socialista toda vez que se enfrentaban socioeconómica que exigía la

a tener que desarrollar por su cuenta redistribución internacional de

una infraestructura social. Al final, recursos y de poder entre naciones

debido a la presión de los países de ricas y el creciente número de países 148


Occidente, la Asamblea General de la pobres e independientes (Beetham,

ONU accedió a elaborar dos 1995, p. 43; Trubek, 1984, p. 212;

convenios separados, “… que Craven, 1995, p. 11). Este asunto

contuvieran ‘cuantas provisiones finalmente fue abordado en los

similares fueran posibles’ y los artículos 11 y 21 del PIDESC, donde

abrieron para firma de manera se estableció que los derechos

simultánea para enfatizar el propósito económicos, sociales y culturales se

de unidad” (UN, 1955, in Steiner & lograrían progresivamente dentro de

Alston, 1996a, p. 261). Fueron los Estados Nación a través de la

abiertos para firma de los Estados en cooperación internacional. Sin

1966 pero entraron en vigor hasta embargo el problema no quedó

1976. resuelto porque aunque significaba


que los países ricos darían asistencia

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financiera a los más pobres (Steiner & justiciables ni ejecutables –no podían
Alston, 1996b, p. 1132), Occidente se ser demandados en una corte (UN,
las arregló para que ésta no fuera 1955, in Steiner and Alston, 1996a, p.
obligatoria sino sólo bajo “libre 261; Trubek, 1984, p. 211; Plant, 1992,
consentimiento”. Esto se convertiría p. 17; Wellman, 1999, p. 22; Craven,
en un factor fundamental para las 1995, p. 10). En segundo lugar, se
demandas de un derecho al aseguraba que mientras los derechos
desarrollo. civiles y políticos se podían
implementar inmediatamente
El segundo es que hubo en un debate
mediante constituciones políticas y
agitado acerca de que los dos tipos de
leyes, los derechos económicos,
derechos demandaban diferentes
formas de implementación. El debate sociales y culturales eran solamente 149
un nombre alternativo para las
sobre la implementación involucraba
necesidades, o ultimadamente para
al menos tres argumentos en los que
las demandas sociales, que debían ser
los fundamentos liberales de los
cumplidas progresivamente a través
derechos civiles y políticos
de programas de acción. (UN, 1955, in
(individualidad, universalidad,
Steiner and Alston, 1996a, p. 261;
carácter absoluto y negativo) fueron
Trubek, 1984, p. 211-2; Wellman, 1999,
usados para medir y evaluar el otro
p. 22-3; Beetham, 1995, p. 41-2;
tipo de derechos (Craven, 1995, p. 10-
Mendus, 1995, p. 14). Finalmente, se
11). En primer lugar, se dijo que a
aseguró que mientras los derechos
diferencia de los derechos civiles y
civiles y políticos eran derechos del
políticos, los derechos económicos,
individuo frente al Estado que no
sociales y culturales no eran

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implica gasto material, los derechos policía, salarios para los empleados,
económicos, sociales y culturales entre otras) (Plant, 1992, p. 23;
implicaban acciones positivas por Beetham, 1995, p. 51). Asimismo han
parte del Estado, mismo que tenía que demostrado que no todos los
dar recursos para implementarlos derechos económicos, sociales y
(UN, 1955, in Steiner and Alston, culturales implican costos, tales como
1996a, p. 261; Wellman, 1999, p. 22-5; el derecho a formar sindicatos o
Craven, 1995, p. 15; Plant, 1992, p. 18; unirse a ellos, o a no ser discriminado
Beetham, 1995, p. 45; Davidson, 1993, (Craven, 1995, p. 28; Davidson, 1993,
p. 42). p. 142). Finalmente, con base en las
teorías de justicia aseguran que
Los temas filosóficos y legales que
fomentaron este debate están lejos de ultimadamente los DESC son una 150
condición para el goce de los derechos
ser resueltos. Más recientemente, no
civiles y políticos (Craven, 1995, p.
obstante, los académicos de derechos
13)5.
humanos y filósofos han demostrado
que los derechos económicos, sociales Para ese entonces, sin embargo, esos
y culturales no son diferentes de los debates fueron factores determinantes
derechos civiles y políticos. Primero, no sólo para la decisión final de
porque los derechos civiles y políticos separar las dos categorías de
también implican acciones positivas derechos, sino también para
por parte del Estado ya que éste debe establecer los contrastes en las formas
proporcionar recursos para la
5
Para una discusión detallada de estos asuntos
infraestructura de las instituciones véase: Steiner &Alston, 1996, p. 274-310; Plant,
1992, p. 15-29; Mendus, 1995:11-24; Beetham,
legales (cortes, cárceles, estaciones de 1995, p. 41-60; Craven, 1995, p. 10-28; and
Wellman, p. 22-5.

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de implementación. En consecuencia, derechos, en vez de su “inmediata”


aunque algunos tipos de derechos ejecución, usando los “recursos
supuestamente iban a permanecer disponibles”, la naturaleza de los
interdependientes a través de la cuales –nacionales o internacionales-
superposición de los derechos a la no se especificó (Trubek, 1984, p. 213-
autodeterminación, a la no 5).
discriminación y a la asociación (en
Por otro lado, a diferencia del
sindicatos), eso no ocurre (Trubek, mecanismo de supervisión del
1984, p. 212). la implementación bajo PIDCP, el del PIDESC fue diseñado
los dos convenios difería al menos en para ser extremadamente complicado
dos aspectos: el lenguaje y la e ineficaz ya que los Estados tenían
maquinaria. Por un lado, el contraste que dar un reporte que era sujeto a un
151
en lenguaje es claro en al menos tres revisión no obligatoria de la
cosas. Una, el PIDESC se escribió en Secretaría General de la ONU, el
un lenguaje de “realización Consejo Económico y Social
progresiva” en vez de “realización (ECOSOC), las agencias
inmediata” como el PIDCP. Dos, los especializadas, la Comisión de
derechos del PIDESC fueron Derechos Humanos y Estados
“reconocidos” en vez de “declarados” interesados. Se hizo un Comité de
–con la excepción del derecho a la DESC en 1987 para facilitar el
sindicalización, el cual se basa en el procedimiento y reforzar la
derecho civil a la asociación. Tres, los supervisión de esos derechos –antes
Estados se comprometían a “tomar de su creación el Comité existía casi
pasos” para la realización de esos como una “referencia textual”

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(Craven, 1995, p. 1). El Comité tiene Para resumir, asuntos ideológicos y


18 miembros que reciben los reportes políticos han favorecido la
de los Estados acerca de las medidas elaboración de una DUDH liberal que
que han adoptado y el progreso que relegó los DESC y las diferencias
han hecho en la observación de los socioeconómicas entre países a una
derechos reconocidos en el PIDESC, y posición de importancia secundaria.
luego se espera que haga comentarios Los mismos problemas, enfatizados
generales y examine los reportes, por el problema de independencia de
mismos que son presentados cada Asia y África, llevaron a la
cinco años, para dar sus desvalorización filosófica de los
observaciones concluyentes (Flood, derechos económicos, sociales y
1998, p. 34-5; Steiner & Alston, 1996a, culturales, y consecuentemente a la 152
p. 264). Aun que se esperaba que el separación de ambos tipos de
Comité mejorara la implementación derechos. Finalmente, esa separación
del PIDESC esto no ha sido el caso permitió un trato diferente -tanto en
porque la ONU no ha atendido su términos de lenguaje como de
trabajo como debería (Flood, 1998, p. procedimiento- de derechos
35).6 económicos, sociales y culturales,
llevando a su abandono institucional
6 El relator de DESC de 1988 a 1991 y presidente
del Comité de 1991 a 1998, Philip Alston, sesiones. En la ausencia de acceso a fuentes
denunció este abandono durante la Conferencia alternativas de información adecuadas, y toda vez
Mundial de Derechos Humanos de Viena en 1993. que no hay análisis de los temas y los materiales
Alston   dijo:     “Se   espera   que   las   funciones   se   por adelantado por parte del Secretariado (General
lleven a cabo por un Comité cuyos miembros se de la ONU), la calidad del trabajo de supervisión
reúnen una sola vez al año, sin recibir sueldo, sin llevado a cabo por el Comité nunca puede
ningún  tipo  de  facilidades  en  Ginebra…  y  quienes   alcanzar los niveles mínimos esperados, y de
no reciben virtualmente ninguna documentación hecho demandados, de cualquier procedimiento de
ni información de relevancia específica para el monitoreo internacional serio (Alston, citado en
trabajo del Comité por parte del Secretariado entre Flood, 1998:35, traducción de la autora).

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dentro del sistema internacional de particular de personas, a una


derechos humanos. nacionalidad en particular o a una
situación en un Estado en particular o
en un grupo de Estados en particular”
(Brett, 1995, p. 97). La resolución 1296
LAS ONGS DE DERECHOS del ECOSOC dice que “lo que
HUMANOS INTERNACIONALES distingue a una ONG de derechos
En el campo de los derechos humanos humanos de otros actores políticos…
las ONGs internacionales se han es que estos últimos buscan proteger
convertido en un actor muy los derechos humanos de sus
importante, quizá indispensable, para simpatizantes; un grupo de derechos
la promoción y la defensa de los humanos busca asegurar los derechos 153
derechos humanos, ya que no de todos los miembros de la sociedad.
solamente denuncian los hechos Más aun, un grupo político busca
violatorios sino que contribuyen a fomentar sus propios intereses o
establecer estándares internacionales programas; un grupo de derechos
y a establecer normas (Steiner & humanos busca mantener el proceso
Alston, 1996c, p. 456; Brett, 1995, p. político abierto para las fuerzas
103; Steiner, 1991, p. 1). Para calificar sociales legítimas” (en Brett, 1995, p.
como una ONG de derechos humanos 97)”7.
en la ONU se espera que tengan una
7
“preocupación general con los P. Archer ha identificado la Sociedad
Antiesclavista, creada en 1837, como la primera
asuntos internacionales sobre la ONG de derechos humanos; no obstante, la
creación de Amnistía Internacional en 1961 marcó
materia, no restringidos a un grupo el comienzo del movimiento internacional de
derechos humanos en el mundo. En la
Conferencia Mundial de Derechos Humanos de

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A pesar de esta distinción, las mismas identifican como ONGs de derechos


ONGs han admitido ellas mismas que humanos no tienen un enfoque
dibujar las fronteras de lo que debe integral de derechos humanos porque
ser considerada una ONG de sus mandatos están enfocados a los
derechos humanos es difícil. Esto se derechos civiles y políticos y a los
debe a que aunque también casos individuales de abuso
promueven temas de derechos gubernamental (Kothari, 1989, in
humanos, los grupos de presión Steiner & Alston, 1996c, p. 461;
dedicados al desarrollo o a los Steiner, 1991, p. 19).
derechos de los trabajadores no se ven Un mandato es una “expresión formal
a sí mismos como ONGs de derechos de las funciones y metas de una ONG
humanos y no usan el lenguaje de contenidas en un reglamento, una
154
derechos humanos (Steiner, 1991, p. 6; declaración programática, o cualquier
Brett, 1995, p. 106; Steiner & Alston, otra forma de autoidentificación
1996c, p. 269). De esta forma, “la auto- pública” (Steiner, 1991, p. 8, 13). Un
percepción y auto-definición de mandato muy famoso que está
ONGs constituyen el único método pesadamente orientado hacia los
sensato de identificar a las derechos civiles y políticos –aunque
organizaciones de derechos recientemente ha hecho campañas por
humanos” (Steiner, 1991, p. 7). derechos económicos, sociales y
Considerando la especificación de culturales en el ámbito de las
arriba, se puede decir que la mayoría maquilas en Asia, por ejemplo- es el
de los grupos internacionales que se de Amnistía Internacional,

Viena en 1993 se registraron 1,500 ONGs posiblemente la ONG de derechos


internacionales (Brett, 1995:97).

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humanos más influyente en todo el muerte en todo el mundo; y la


mundo. Aunque el objetivo del oposición a las ejecuciones
mandato de Amnistía es “contribuir a extrajudiciales y las desapariciones
la observancia en todo el mundo de forzadas (Amnesty International,
los derechos humanos como lo 1994, en Steiner & Alston, 1996c, p.
establece la Declaración Universal de 480).
los Derechos Humanos”, con base en
Después de reconocer la efectividad
las ideas de “universalidad e de Amnistía en su estrecho campo de
interdependencia”, se enfoca casi acción, el famoso jurista y promotor
exclusivamente en cinco cosas: la de la institucionalización de los DESC
defensa de la libertad de expresar las en la ONU, Philip Alston, quien
convicciones propias sin fungió como el primer presidente del
155
discriminación; la liberación de Comité de DESC, aseguró que “ el
“prisioneros de conciencia” (personas resultado, aunque no intencional de
encarceladas por sus ideas políticas o los esfuerzo de Amnistía es la
sus creencias religiosas, o sobre la diseminación amplia de una
base de su etnicidad, sexo, color, concepción de derechos humanos que
idioma y más recientemente es parcial (en el sentido de ser
orientación sexual, que no han usado incompleta) y no es un reflejo fiel de
ni hecho apología de la violencia para la Declaración Universal y las
ello); juicio justo para prisioneros presunciones que subyacen el
políticos (aquellos que defienden sus documento… Amnistía no debería
causas políticas con medios presumir fidelidad a la Declaración
violentos); la abolición de la pena de Universal y debería conceder que sus

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preocupaciones, lejos de ser un reflejo 44). Un caso extremo de eso son


de minorías universales, reflejan más algunas ONG que tiene Estados
de cerca los valores asociados con la Unidos como su base, y que ni
tradición liberal occidental” (Alston, siquiera ven los DESC como derechos
1990, in Steiner & Alston, 1996c, p. humanos. Estas ONGs temen que la
487). discusión de las causas estructurales
de las violaciones a los derechos
Existen al menos dos razones para
civiles y políticos pueda traer a la
este tipo de enfoque a los derechos
superficie visiones encontradas sobre
humanos, ambos estrechamente
el sistema socioeconómico de su país
relacionados con el abandono
y por consiguiente de su propio rol
institucional de los DESC dentro del
sistema universal de derechos como ONGs (Steiner, 1991, p. 20-1). 156
La segunda razón es metodológica.
humanos. La primera es ideológico-
Las ONGs dicen que es difícil
política. La mayoría de las ONGs de
monitorear estos derechos o juntar
derechos humanos internacionales
información al respecto. Mádicen que
tienen su base en países occidentales
junto con la ambivalencia de los
donde la tradición liberal que
gobiernos hacia los DESC, y la falta
favorece los derechos civiles y
de enfoques legales innovadores o
políticos está profundamente
derechos humanos aun, ´s aun,
enraizada y donde las clases medias
encuentran que el marco institucional
que apoyan su trabajo no están
para la implementación del PIDESC
particularmente interesadas en
es más débil que el del PIDCP
asuntos de desigualdad
(Steiner, 1991, p. 41-4).
socioeconómica (Steiner, 1991, p. 20,

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Aunque el entonces Relator Especial promueve una lista de valores


para la Tortura Nigel Rodley creía estrechamente asociados con la
que la especialización de las ONGs en tradición liberal occidental. Esto no
el área de derechos civiles y políticos sólo no expresa el espíritu de las dos
era “entendible” porque el “amplio visiones que componen la DUDH y la
campo de los derechos humanos interdependencia de los dos
cubre la consecución de la justicia en instrumentos vinculantes, sino que
muchas formas y requiere de la refleja una noción de derechos
definición de prioridades” (Rodley, humanos que es ajena o rechazada
1991, en Steiner & Alston, 1996c, p. por algunos pueblos del Sur y de
477), esta visión más bien limitada de Oriente, pueblos que frecuentemente
derechos humanos ha traído a la están más preocupados con los DESC 157
superficie al menos tres problemas. El y la comunidad en vez de asuntos de
primero es que ha contribuido a libertad individual (Kothari, 1989, in
relegar los DESC (Brett, 1995, p. 106). Steiner & Alston, 1996c, p. 460-2;
Steiner y Alston (1996a, p. 269) dicen Alston, 1990, in Steiner & Alston,
que junto con la ambivalencia de los 1996c, p. 461; Steiner, 1991, p. 13,19,
gobiernos hacia los DESC, y la falta 24). El tercero y último es que deja las
de enfoques legales innovadores para preocupaciones específicas de países
su implementación, la negación de las del Tercer Mundo sin abordar. Las
ONGs a enfocarse específicamente en ONGs del Sur han criticado que al
este tipo de derechos es una razón ignorar los DESC, sus contrapartes
importante para el “subdesarrollo” de del Norte ignoran las causas mismas
los DESC. El segundo es que se de las violaciones a los derechos

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civiles y políticos en el Tercer Mundo, estas organizaciones y a las de


los cuales a menudo están enraizados desarrollo de ser operadoras directas
en las relaciones de poder y del imperialismo y de mantener las
económicas entre países ricos y condiciones que perpetúan la
pobres (Steiner, 1991, p. 223-5). violencia estructural y subjetiva que
impera en las sociedades actuales.
Las acciones de las ONGs de derechos
humanos internacionales están Debido a la crítica, pero también
respaldadas por las de las grandes porque las condiciones materiales de
organizaciones filantrópicas que la gente pobre tanto en el Norte como
financian las organizaciones del tercer en el Sur se han deteriorado como
mundo. Estas organizaciones, resultado del neoliberalismo, algunas
frecuentemente operadas y ONGs de derechos humanos
158
financiadas por eminentes personas internacionales han empezado a
de negocios u organizaciones políticas abordar asuntos de escala global que
del Primer Mundo con intereses perjudican los DESC. Amnistía, por
políticos y económicos suficientes ejemplo, publicó su propio código de
para mantener el estatus quo conducta para las corporaciones
internacional -Fundación George trasnacionales. En 1999 sus
Soros, Fundación MacArthur, sugerencias formaron parte de la
Fundación Ford, Fundación Heinrich resolución del Parlamento Europeo
Boll, por mencionar sólo algunas- que tenía como fin hacer que las
deciden qué proyectos o campañas corporaciones rindieran cuentas de
pueden o no ser financiadas. Petras sus acciones concernientes a los
(1999) y Zizek (2008) han criticado a derechos humanos en Europa (AI,

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1999, p. 29-32). Otro ejemplo es ONU, no sólo por sus propias


Human Rights Watch, también agendas político-ideológicas sino
basada en Estados Unidos. Ésta también porque los arreglos
incluyó un récord de derechos institucionales de supervisión e
laborales en su reporte anual de 2000. implementación impuestos por la
Su enfoque, sin embargo, es propia ONU son más débiles que los
sumamente limitado porque se que se tienen para el monitoreo de los
concentra en el derecho a la derechos civiles y políticos. En
asociación (Human Rights Watch, consecuencia, han contribuido al
2000). Woodiwiss (2000, p. 87-106) ha abandono mundial de los DESC; la
criticado los enfoques que se promoción de una visión liberal de
concentran sólo en las nociones derechos humanos; y han ignorado la 159
liberales de no discriminación y el desigualdad social y los problemas
derecho a sindicalizarse, diciendo que estructurales a nivel nacional e
no abordan el asunto de la internacional que afectan a los países
desigualdad económica y la falta de del Sur. Influenciadas por las
apoyo a las sociedades no dinámicas de la globalización, las
occidentales, como las asiáticas. ONGs internacionales finalmente
están empezando a abordar algunos
Para resumir, las ONGs
asuntos de DESC aunque desde una
internacionales de derechos humanos
perspectiva predominantemente
juegan un rol importante en la
liberal.
política mundial pero han mostrado
una tendencia a reforzar el abandono
de los DESC que se ha hecho desde la

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LAS ONGS DE DERECHOS hasta la defensa del voto. Al mismo


HUMANOS MEXICANAS tiempo era una tribuna para

El abandono de los DESC ha tenido denunciar la violencia estructural y la

implicaciones desafortunadas para la desigualdad agravada con el arribo

agenda no gubernamental mexicana del neoliberalismo económico.

también porque sus contrapartes Inspirados en discursos como el de la

internacionales de alguna forma, han transición a la democracia y la

marcado la pauta, reforzada por las teología de la liberación, el

organizaciones financiadoras que dan movimiento de derechos humanos

fondos para campañas y proyectos mexicano era una plataforma política

que consideran convenientes para sus vibrante que involucraba a activistas,

agendas, las cuales no responden víctimas y personas solidarias. No 160


necesariamente a los problemas había una relación estrecha con las

socioeconómicos de las sociedades del ONGs internacionales todavía, de tal

Sur y que según autores como James forma que había una visión integral

Petras (1999) se benefician del status de los derechos humanos (Estévez

quo. De esta forma en México vimos López, 2007).

que en la década de los 1980s surgió Fue en los 1990s que se impuso el
el movimiento de derechos humanos falso dilema de defender “casos o
como una plataforma para la defensa causas” y entonces el movimiento se
de las personas que estaban en “legalizó”, es decir, lo que era una
diversos frentes sociales, desde la plataforma política se transformó en
denuncia de las desapariciones una agenda de casos litigados, donde
forzadas y las detenciones arbitrarias, los abogados adquirieron un aura de

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heroísmo indispensable. Mucho se financiadoras determinaban el


señaló que la legalización del discurso carácter liberal-legal de la
estaba dañando el vínculo del metodología de la agenda mexicana y
movimiento con las bases que le los temas civiles y políticos de su
dieron origen en los 1980s. El enfoque contenido. Evidentemente la agenda
en DESC se perdió por completo una democrática ocupaba toda la vida
vez que el trabajo de las ONGs política del país en su conjunto, pero
mexicanas estaba totalmente los problemas socioeconómicos y la
vinculado al trabajo de las ONGs desigualdad no desaparecieron, si
internacionales en el modelo acaso se incrementaron pero no así su
boomerang-espiral8, y que las denuncia en el movimiento de
derechos humanos (Estévez López, 161
8
Anaya, quien ha trabajado a profundidad este
tema desde la perspectiva teórica y empírica, 2007).
describe   el   modelo   así:   “Este modelo gira
alrededor de la acción de las llamadas redes En 2000, la parálisis del movimiento
transnacionales de promoción y defensa
(transnational advocacy networks), las cuales son de derechos humanos fue una
definidas como formas de organización flexibles
conformadas por entidades no gubernamentales consecuencia lógica de la alternancia
nacionales e internacionales (particularmente
ONGs de derechos humanos), órganos y en el poder presidencial. Sin saber
mecanismos internacionales de derechos humanos
(es decir, los mecanismos de implementación y
toma de decisiones de los propios regímenes
internacionales) y actores de gobiernos de usualmente no pueden influenciar directamente el
democracias desarrolladas, los cuales comportamiento de sus propios gobiernos
intercambian información y servicios con el fin de (autoritarios), por lo cual establecen una
promover     ‘ideas   basadas   en   principios’   (Keck   y   colaboración (de intercambio de información y
Sikkink 1998: 8-10). Estudiando redes servicios) con ONGs internacionales. Actuando en
transnacionales organizadas alrededor del medio conjunto, ONGs nacionales e internacionales
ambiente, la equidad de género y los derechos logran poner la situación del estado en cuestión en
humanos, Margaret Keck y Kathryn Sikkink la agenda de órganos internacionales y gobiernos
identificaron un patrón de activismo e influencia de democracias desarrolladas, generando así un
que  denominaron  ‘efecto  boomerang’.  De  acuerdo   proceso de presión desde afuera sobre los
con este esquema, los actores de la sociedad civil gobiernos transgresores, propiciando así cambios
dentro de estados violadores de normas en  su  comportamiento  (Keck  y  Sikkink  1998)”.

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bien a dónde moverse una vez que su sociales, pero desde una perspectiva
fundamento central se disolvía –los gerencial que priorizó la creación de
procesos que daban fuerza a su instrumentos de medición e índices
estrategia basada en el litigio de casos por sobre las causas político-sociales
paradigmáticos se resolvían poco a de la pobreza.
poco en la corta primavera Las nuevas metodologías eran y son
democrática de Vicente Fox- las
fundamentalmente cuantitativas,
organizaciones de derechos humanos positivistas, objetivistas y muy lejanas
empezaron a incursionar en algunos del sujeto de derechos humanos;
asuntos de DESC, como el libre fueron introducidas por centros de
comercio, y se hicieron algunos de los investigación, instituciones
primeros informes generales sobre el académicas y think tanks mexicanas
162
tema más allá de los informes que reproducen el pensamiento
alternativos al Comité del PIDESC gerencial y libertariano desarrollado
que durante los 1990s fueron de los en universidades estadounidenses
pocos esfuerzos registrados (Estévez, tales como Chicago y Harvard. Todo
2008). Conjuntamente con estas hay que explicarlo
actividades más de carácter político, econométricamente, despojando el
las ONGs empezaron a incursionar discurso de defensa de derechos
también en nuevas metodologías humanos de uno de sus fundamentos
sociológicas y politológicas de trabajo políticos: el antagonismo con el
que las alejaron un poco de la agenda Estado. Hoy se arman –
legal y las acercaron un poco más a conjuntamente con los gobiernos-
los relegados derechos económicos y diagnósticos y programas que le dan

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una perspectiva gerencial y socioeconómicos sino que está


racionalista a las problemáticas de posicionada desde donde se produce,
derechos humanos. Los estudios como lo establece el estudio reciente
comparativos y la creación de índices de una ONG internacional que
e indicadores desplazan las causas y irónicamente es una de las que
los casos, y el Estado ha dejado de ser produce y reproduce el lenguaje de
el interlocutor en tensión para élite que critica:
convertirse en un cliente más. Incluso Aquí́, la división entre las élites
para los derechos civiles y políticos el mexicanas y la población es
mucho mayor… un imponente
sujeto ha desaparecido: se habla de 86% de las élites mexicanas
sentencias y su cumplimiento, de afirman haber conocido a
reparaciones, de debido proceso; hay
alguien que trabaja para una
organización de derechos
163
un hipertecnificación del enfoque humanos, pero casi el 90% de
la población general afirmó lo
legal al que pueden acceder sólo los opuesto.
muy instruidos, no cualquier abogado Esta disparidad proporciona
de oficio o de barrio. Respecto de los evidencia poderosa de la
tendencia de los trabajadores
enfoques gerenciales de las ciencias de derechos humanos en
sociales, ha desaparecido del mapa el México a agruparse en las
esferas superiores del espacio
objeto fundamental del discurso: las socioeconómico. Estos
personas que sufren abuso, pobreza y promotores pueden ser
disidentes renegados de su
desigualdad. Se ha evidenciado la clase social, una “vanguardia”
aparición de una burocracia de derechos humanos, pero
siguen poblando las esferas
hiperespecializada que no solamente sociales habitadas por los
no entiende de problemas poderosos (Open Democracy,
2013, p. 4).

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Esas metodologías y la civil” en las capitales del jet set


hipertecnificación del discurso legal político global. El tecnócrata centra
de los derechos humanos fueron sus esfuerzos en la construcción de
introducidas por un nuevo tipo de índices, indicadores, esquemas de
actor: el tecnócrata de los derechos fortalezas/oportunidades, leyes,
humanos. El tecnócrata de los audiencias y conversatorios con las
derechos humanos es sobre todo un élites de la judicatura internacional,
profesional de la de los derechos mismos que no abordan el problema
humanos –no un activista ni mucho de DESC de fondo, sino su
menos un militante. Es egresado de cuantificación o medición. Para
sociología, ciencia política o derecho, él/ella la víctima, la persona sufriente
y muy posiblemente tiene un es un dato subsumido en el índice, a 164
posgrado en una de estas veces descrito en acciones urgentes,
instituciones mexicanas o extranjeras vestigios de estrategias de defensa de
que diseminan el pensamiento de tipo derechos humanos de otros tiempos.
tecnócrata. Es sobre todo el que se El interés no es resolver, ni siquiera
siente cómodo en el estatus quo y no entender los problemas sociales, sino
se da cuenta –o no reconoce- que las tener un kit que le permita producir
ONGs internacionales y las información que a su vez pueda
financiadoras se benefician de su cabildear para más financiamiento de
comodidad, adquirida a través de los temas que definen las ONGs del
financiamientos para sus ONGs o Norte. Aquí otra vez, las ONGs
viajes con todo pagado a atractivos internacionales fijan los términos de
foros y reuniones de la “sociedad la cooperación, es decir, estableciendo

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un tipo de trabajo que deja el tema de dos categorías de derechos con la


los DESC y la desigualdad sin elaboración de los dos convenios, el
resolver. PIDESC y el PIDCP. Con un énfasis
práctico en el último, especialmente
en términos del lenguaje y la
maquinaria de implementación, la
CONCLUSIÓN desigualdad socioeconómica y los
Este artículo demostró tres cosas. DESC quedaron en el abandono, y la
Primero, que las tensiones entre los desigualdad económica se quedó sin
poderes emergentes de la Segunda ser abordada. Segundo, las ONGs de
Guerra Mundial, el Occidente liberal derechos humanos internacionales
y el Este socialista, finalmente más importantes se han negado a 165
favorecieron una DUDH liberal, incluir los DESC en sus agendas
basada en la libertad más que en la porque están profundamente
justicia social, en la autonomía influenciadas por el pensamiento
individual en vez del bienestar social, liberal y la debilidad de la maquinaria
y en una presunción de igualdad de implementación de la ONU no
entre los Estados. Este enfoque ayuda. Tercero, el abandono de los
dominante de derechos humanos, DESC por parte de estas ONGs
junto con las tensiones que surgían internacionales se ha reflejado
del proceso de independencia en también en México, porque las ONGs
África y Asia, particularmente la de derechos humanos internacionales
redistribución del ingreso y del por su gran poder y capacidad
poder, llevaron a la separación de las económica –no solamente reflejan la

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inequidad de poder que existe en Alston, Philip (1990), “The Fortieth


Anniversary of the Universal Declaration”, in
general en las relaciones Norte-Sur Steiner, H., and Alston, P. (1996c) (eds.), The
Role of Non-Governmental Organizations, in
sino que son ellas las que financian a International Human Rights in Context: Law,
Politics and Morals, Clarendon Press, Oxford.
sus contrapartes del Tercer Mundo-
Alston, Philip (1991), “Revitalising United
son quienes determinan las agendas y Nations Work on Human Rights and
Development”, in Steiner, H., and Alston, P.
qué temas son los que pueden o no (1996) (eds.), “Development and Human
Rights”, in International Human Rights in
ser abordados. Últimamente la
Context: Law, Politics and Morals, Clarendon
agenda de DESC ha sido ineludible, Press, Oxford.
Amnesty International (1994), “Statute of
pero las ONGs mexicanas han caído Amnesty International”, in Steiner, H., and
Alston, P. (1996c) (eds.), The Role of Non-
en la trampa o en la cómoda posición
Governmental Organizations, in International
de implementar metodologías Human Rights in Context: Law, Politics and
Morals, Clarendon Press, Oxford.
gerenciales de las ciencias sociales Amnesty International (1999),
166
para quedarse en la creación de “Multinacionales y rendición de cuentas: el
balance globalizado de los derechos
indicadores e índices de medición de humanos”, in Amnistía, Amnesty
International’s bimonthly magazine for
la pobreza, la violencia y la Spanish speaking countries, No. 37, June-July,
1999.
desigualdad socioeconómica para
Anaya, Alejandro (2010), “Normas,
aparentar que abordan los DESC sin regímenes, ‘emprendedores’ y
comportamiento estatal. Un acercamiento al
que en realidad estén haciendo nada estudio de los derechos humanos desde las
Relaciones Internacionales, en Estévez,
para cuestionar el estatus quo en el Ariadna, y Vázquez, Daniel (2010), Los
derechos humanos en las ciencias sociales: una
que se han acomodado sin problema perspectiva multidisciplinaria, pp 43-76.
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e-ISSN 2395-9134 Estudios Fronterizos, vol. 19, 2018, e010

https://doi.org/10.21670/ref.1810010

Articles

The necropolitical dispositif of production and


administration of forced migration at the United
States-Mexico Border

El dispositivo necropolítico de producción y


administración de la migración forzada en la frontera
Estados Unidos-México

Ariadna Estévez a* https://orcid.org/0000-0002-5861-3956

a
Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones sobre América del Norte,
Mexico, email: aestevez@unam.mx

Abstract

The objective of the article is to develop the theory of the necropolitical disposi-
tif for the production and management of forced migration. The methodologi-
cal design is deductive, that is, it is based on fundamentally documentary sources
Received on October 19, 2017. through which theorization was reached. Even though it has the limitations of the
Accepted on March 23, 2018. method, the article is innovative because it systematically analyzes subjective phe-
Published on May 22, 2018. nomena —migrants, deportees, displaced and asylum seekers stranded or awai-
ting judicial decisions that live in rubbish dumps and other similar places— and
structural phenomena —political and sexual violence, impunity and economic
ORIGINAL ARTICLE LANGUAGE: megaprojects— to propose a theorization of forced migration as an apparatus
SPANISH. that operationalizes a series of policies, the purpose of which is the management
the death of disposable populations for the reproduction of neoliberal capitalism,
both legal and criminal, and the political and social circumstances that sustain it.
*Corresponding author: Ariadna Es-
tévez, e-mail: aestevez@unam.mx
Keywords: forced migration, necropolitics, structural violence, criminal violence,
United States-Mexico border.

Resumen

El objetivo del artículo es argumentar y fundamentar la teoría del dispositivo


necropolítico de producción y administración de la migración forzada. El dise-
ño metodológico es deductivo, es decir, se basa en fuentes fundamentalmente
documentales mediante las cuales se llegó a dicha teorización. Aun cuando tiene
This work is licensed under a Creative las limitaciones del método, el artículo es innovador porque analiza sistemática-
Commons Attribution-NonCommercial mente fenómenos subjetivos —migrantes, deportados, desplazados y solicitantes
4.0 International License.
de asilo varados o en espera de fallos judiciales que viven en basureros y otros

CITATION: Estévez, A. (2018). El dispositivo necropolítico de producción y administración de la migración forzada en la frontera Es-
tados Unidos-México [The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration at the United States-Mexico
border]. Estudios Fronterizos, 19, e010. doi:https://doi.org/10.21670/ref.1810010

ref.uabc.mx 1
Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 2

lugares similares— y estructurales —violencia criminal, estatal y sexual, impunidad y


megaproyectos económicos— para proponer una teorización de la migración forzada
como un dispositivo que operativiza una serie de políticas cuyo fin es administrar la
muerte de poblaciones desechables para la reproducción del capitalismo neoliberal,
tanto legal como criminal, y las circunstancias políticas y sociales que lo sostienen.

Palabras clave: migración forzada, necropolítica, violencia estructural, violencia crimi-


nal, frontera México-Estados Unidos.

Introduction

On the US-Mexico border, migrants and the poor are not only left to die, they are
pushed into scenarios from which they must escape and survive. In the 10 states that
make up the border region (Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo
Leon and Tamaulipas on the Mexican side, and California, Arizona, New Mexico and
Texas on the US side), necropower pushes migrants and the poor into urban areas that
are not conducive to life. Fracking, drug cartels, femicide, massacres and murders of
local officials, human rights activists and ecologists are the necropolitical forces behind
the displacement of marginalized populations. Moreover, migrants who are waiting for
their asylum applications to be resolved, or people who have been deported and are
waiting for a new opportunity to cross to the other side, are swept to the periphery
and to other barely livable urban spaces, such as garbage dumps and sewers. Likewise,
criminal violence, impunity and a state of exception drive the poor from their homes
located in places rich in natural resources.
Poverty, violence and other precarious living conditions for migrants and
marginalized populations along the US-Mexico border make up what we propose
calling the necropolitical dispositif of production and administration of forced migration—in
other words, a set of policies and laws enacted to produce situations, times and places
that force people to leave their homes or that lead them to situations and places of
death. According to the annual report by the United Nations Commission on Human
Rights (unhcr), from 2006 to 2016, a total of 111 176 Mexicans fled the country.
The most important report on worldwide internal displacement, by the Internal
Displacement Monitoring Centre (idmc), states that from 2006 to 2014, at least
481 000 people had been internally displaced in Mexico. According to the report,
in 2014 alone, some 9 000 people were displaced in 23 mass events in the Mexican
states of Sinaloa, Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz, Michoacán, Chiapas, Oaxaca,
Coahuila and Mexico City (idmc, 2015a; 2015b).
The present article suggests that necropower institutes policies and laws in
border regions that deliberately intend to lead asylum seekers and deportees to
their deaths and to depopulate geographically strategic spaces, thus producing
more migrants. To develop this argument, the idea of necropower in general and its
application to migration studies is first examined. Then, the apparatus for production
and administration of forced migration, which includes three necropolicies, is
characterized: forced depopulation, asylum as a means of administering suffering, and
disposability pockets.

Estudios Fronterizos, vol. 19, 2018, e009 e-ISSN 2395-9134


Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 3

Understanding Necropower

Foucault gave the name “biopolitics” to the technology of power through which the life
of the population is regulated and administered as a biological collective in order to
allow some to live and others to die. The latter are usually racial minorities and groups
deemed inferior. Biopolitics refers to a population, “a mass of coexisting, living human
beings that have specific biological and pathological characteristics and are therefore
placed under specific body of knowledge and technologies” (Foucault, 1997, p. 71).
The rationality—governmentality—of contemporary biopolitics is neoliberalism
(Foucault, 1997, p. 67). In the Foucauldian framework, the word “government”
does not refer to the institution of government but to “an activity aimed at leading
individuals throughout their lives by placing them under the authority of a guide that
is responsible for what they do and what happens to them” (Foucault, 1997, p. 67).
Neoliberalism as government opposes state intervention and bureaucratic expansion in
the name of economic freedom because it violates individual rights. Its main objective
is to apply an economic discourse—concepts, objects, logic and language—to social
analysis, thus erasing the differences between the two fields. The economic rationality
model is used to justify and restrict government action. The national government—the
governmentalized state—becomes a business administrator in charge of universalizing
competition and inventing systems for individual and social action that are governed by
the laws of the marketplace. In this manner, the economy ceases to be just one aspect
of human life and instead encompasses all areas of life. Universalizing the economy
enables an understanding of social aspects and an evaluation of state and social
performance in economic terms (Foucault, 2004) in order to subordinate all spheres
of life to market dynamics, including the criminal economy and human rights.
For this reason, neoliberal states have become managerial states that no longer only
control individual behavior using discipline but also regulate and manage population
growth and mortality such that the population reproduces itself through technologies
of the self, in other words, techniques that make individuals responsible for their own
health, education and everything involved in producing the “human capital” that each
individual possesses. In order to transfer its social obligations to the individual, the
neoliberal state uses various technologies of power, although only two are of interest
here: norms and public policy (Foucault, 2006).
On one hand, within neoliberalism there is a “growing importance of the role of
social norms at the expense of the legal system” (Castro, 2004, p. 219). However, it is
not that:
…the law disappears or that the institutions of justice tend to disappear, but
that the law works more and more as a social norm and the judicial institution
is integrated more and more with a continuum of apparatuses (medical,
administrative) whose functions are mainly regulatory (Castro, 2004, p. 219).
Furthermore, the neoliberal state implements public policies, which it defines as
decision-making mechanisms to modify or guide social action. They take the form of
legal, political and technical elements based on social knowledge (Guendel, 2009, p. 3).
In neoliberalism, public policy is expected to regulate the health and growth of the
population (Foucault, 1997, pp. 70-71), not via direct state intervention as in a welfare
state but rather through policies aimed at individual self-responsibility. In neoliberal
terms, this is expressed as “be your own boss.”

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 4

The role of the state in neoliberal public policy is characterized by a reduction of


social policy to a minimum and the distribution of basic social benefits to the poor,
primarily education and health, which are the services that guarantee the reproduction
of “human capital.” Meanwhile, the better-off groups in society are encouraged to use
the private sector to acquire education and health services. This policy transfers to the
individual the exclusive responsibility of seeking the best “investment” for their capital.
Ultimately, the emphasis on caring for oneself is presented as autonomy, whereby
individuals from civil society are compelled to become involved in the design of public
policy (Foucault, 2004).
Currently, in economically subordinated countries, population administration for
the propagation of the neoliberal state is aimed not so much at regulating population
growth but at managing the death of those who fail to insert themselves into
“globalization” or who do so marginally, such as those at the lower end of the criminal
economy. Biopolitics is transformed into necropolitics. According to the African
philosopher Achille Mbembe, because the poverty, inequality, violence, massacres,
privatization of violence (criminals, mercenaries, private guards) and markets for
illicit goods that threaten life are such prevalent phenomena, then what is regulated
and administered is clearly death (Mbembe, 2011). In that sense, in a world where the
economy of illegal goods includes human life that is threatened or shattered, then life
preservation, care and freedom are also a commodity, and likewise, its purchase and
sale are a market (Valencia, 2010). In this scenario, population intervention is designed
to make marginal social groups die off and to let live those favored by neoliberalism
(rich white men from the West). It is an administration of death.
In Mexico, necropolitics has a peculiarity: the state shares its technologies and
techniques for dominance and death management with the actors of privatized
violence—in particular the criminal actors—giving rise to what can be called the
necropolitical governmentalization of the Mexican state or the legal-criminal state.
Indeed, death is clearly the objective of the public displays of extreme violence, such
as massacres intended to intimidate, subjecting bodies to torture, executions, forced
disappearance, persecution and death, in territorial enclaves where the challenge is to
survive amidst the poverty, corruption, impunity and a minimal institutional presence of
the state (Estévez, 2013a; 2013b; 2015). According to data from the Center for Economic
Research and Higher Education (Spanish acronym-cide) and the vice news agency,
during Felipe Calderón’s presidential term (2006-2012), 68 massacres were recorded
throughout the country (the only states with no massacres were Zacatecas, San Luis
Potosi, Baja California Sur, Morelos, the federal district of Mexico City, Tlaxcala, Puebla,
Chiapas and Campeche. In contrast, Tamaulipas, Chihuahua, Durango and Guerrero
were the Mexican states with the most massacres, with 11 in Tamaulipas and Chihuahua,
nine in Durango, and seven in Guerrero (Hernández, 2017).
The following were the most shocking massacres covered by the media: La Marquesa,
state of Mexico (2008), 24 construction workers were kidnapped and killed by alleged
members of La Familia Michoacana; Acapulco, Guerrero (2010), an armed commando
group kidnapped 22 tourists from Michoacan, of which 18 were found dead days later;
Villas de Salvárcar, Ciudad Juarez, Chihuahua (2010), alleged hit men fired at 60
students between 12 and 15 years old, killing 16 and injuring 12; Guadalajara, Jalisco
(2011), alleged narcos left the bodies of 26 people at the Arcos del Milenio monument
a few days after the Pan-American Games began in that city; Allende, Coahuila (2011),

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 5

the army broke into homes in the town, burned businesses and kidnapped 300 people
who are still missing to this day; and San Fernando, Tamaulipas (2011), 72 migrants
were killed by Los Zetas for refusing to work as hit men. There were also the massacres
committed in Monterrey, Nuevo León (2011), alleged members of Los Zetas broke into
and burned a casino where they shot the owner for an unpaid debt and killed 52 in the
fire; Cadereyta, Nuevo León (2014), 49 torsos were strewn along a road; Ayotzinapa,
Guerrero (2014), the kidnapping and forced disappearance of 43 students by police
and military personnel; and Tlatlaya, Estado de Mexico (2014), the army executed
22 alleged criminals who had surrendered after being cornered; Tahuato, Michoacán
(2015), the Federal Police also executed 42 alleged criminals who had already
surrendered; Apatzingán, Michoacán (2015), police and military fired at self-defense
groups killing 16 and wounding 44; Zitlala, Guerrero (2015), an armed commando
killed seven people from that indigenous community; and Monterrey, Nuevo León
(2016), criminals from Topo Chico prison battled each other in a bloody fight that left
49 dead (Hernández, 2017).
Mbembe (2011) states that necropolitical technologies are those techniques used
for applying death, such as Nazi concentration camps or commonplace massacres
such as those mentioned above. They are ‘necro-anatomo-political’ in that they
do not simply discipline bodies but subject them to total destruction. However, I
maintain that necropolitics, as well as biopolitics, also operates through technocratic
technologies for regulation such as norms and public policies. Public necropolitics are
implemented to manage and regulate the side effects of the application of death, such
as social suffering.

The Dispositif for Production and Administration of Forced Migration

According to Foucault, a dispositif is a network of discursive and non-discursive elements


such as laws, institutions, and infrastructure with the specific function of maintaining
power. In the era of neoliberal governmentality, such dispositifs are characterized by
being inclusive because they tend to include more and more elements, permissive
because they can be added, and exclusionary because they eliminate the object of their
focus (Foucault, 2006, pp. 66-67).
Giorgio Agamben expanded on the dispositif concept, stating:
Further generalizing the already very broad class of Foucauldian dispositifs, I
will literally call anything a dispositif that has some capacity to capture, guide,
determine, intercept, model, control and ensure the expressions, behaviors,
opinions and conversations of living creatures (Agamben, 2009, p. 14).
According to Agamben, what is found between a living being and a dispositif is
a subject: “I call ‘subject’ whatever results from the relationship or, in a manner of
speaking, from body to body between the living and the apparatuses” (Agamben, 2009,
p. 14).
The necropolitical production and administration of forced migration refers
to how people who are subject to criminal and legal violence, death, sex and labor
trafficking, forced labor, and the criminal economy are left to die in their countries

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 6

of origin or while trying to cross borders that become increasingly protected and
dangerous due to the illegalization of undocumented migration, obstacles to asylum
and the deportability regime (De Genova, 2002). Thus, we suggest that the use of
these dispositifs as an analytical tool implies that there are dispositifs, technologies and
mechanisms used to ensure that the poor, the marginalized and the disposable die
while trying to migrate.
The analysis of the governmentality of migration focuses on how institutions, laws,
detention centers, courts, civil organizations and other bureaucracies are projected in
different apparatus types that manage the lives of migrants. These analyses focus on
the dispositifs through which migrants are constructed, managed and finally expelled.
While this article pursues a strategy of analyzing neoliberal governmentality and its
technologies (public policies), it does so from a decolonial perspective1—the analysis
of necropower—that focuses on how people are pushed into deadly scenarios through
neoliberal governmentality, and how it forces them to migrate or remain in a limbo
of mobility.
As in the neoliberal governmentality of biopower, necropower is executed through
death technologies, or necropolitics. However, the purpose of necropolitics is to
administer and regulate death beyond life to ensure the propagation of criminal and
legal capital. Necropolitics are technologies that aim to organize areas based on race,
gender and class. In the context of the US-Mexico border, the necropolitical device
of production and administration of forced migration contains three interrelated
necropolicies: a) forced depopulation, which produces asylum seekers, refugees and
the so-called undocumented migrants; b) asylum as an administration of suffering,
which uses legislation and asylum institutions to control the time and location of
asylum seekers, refugees and migrants, instead of providing them with legal protection
against persecution; and c) disposability pockets, which are the physical places of
death in which asylum seekers, migrants and deportees are confined when asylum, the
apparatus for administering suffering, is denied them.

Forced Depopulation of Border Areas

Criminal violence forces people to leave Mexico and take refuge in the United
States, or at least that is the most common narrative. Organized crime and drug
trafficking have led to Mexico having one of the highest homicide rates in the world
and therefore many flee the country. Mexico is ranked 23rd among the world’s most

1
Decolonial philosophy is responsible for unmasking European hegemony in world thought. It has a long
history in Latin America and can be traced back to the work of the Mexican Leopoldo Zea, the Cuban José
Martí and the Peruvian José Carlos Mariátegui, among others. However, it was not until the 1990s that
the exponents of this thinking established themselves as the Modernity/Coloniality Group and assumed
the foundational task of decolonizing Eurocentric epistemology. The main exponents of decolonial thinking
are Edgardo Lander, Enrique Dussel, Arturo Escobar, Michel Rolph Troullot, Walter Mignolo, Aníbal Quija-
no, Fernando Coronil, Ramón Grosfoguel, Santiago Castro Gómez, Catherine Walsh, Nelson Maldonado
Torres, Zulma Palermo, Eduardo Restrepo, Agustín LaoMontes, Freya Schiwy and Javier Sajinés. This is
a mostly male group, which only raises racism and indigenous identity as determinants of the particular
subjectivity of Latin America. There is a decolonial feminist wing that establishes the racial and ethnic
particularities of Latin American women that separate them from the homogenizing concept of “the wo-
man.” Among the decolonial feminists are Julieta Paredes, María Lugones, Silvia Rivera Cusicanqui and
Yuderkys Espinosa.

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 7

dangerous countries and is undergoing a humanitarian crisis (The United Nations High
Commissions for Refugees [unhcr], 2016). According to the United Nations and the
idmc, criminals are the ones responsible (idmc, 2015a; 2015b). However, this argument
ignores two factors. First, Mexico is rich in natural resources, including metals (steel,
lead, gold, nickel, zinc and silver) and hydrocarbons (shale gas) (Sinnot, Nash & De
la Torre, 2010). Second, not all of the region’s violence is related to the cartels: it
includes femicide, killings of environmental activists, political assassinations and
forced disappearances (Comisión Interamericana de Derechos Humanos [cidh] y
Organización de los Estados Americanos [oea], 2015) Criminal violence, even when it
is rampant, is only part of a dangerous cocktail that serves to “wipe clean” areas where
local communities resist dispossession. This can be called forced depopulation.
According to the idmc, of the 287 000 Mexicans displaced by violence and the
91 000 displaced by disasters, the majority are in the states of Chihuahua, Nuevo
Leon, Tamaulipas, Sinaloa, Durango, Michoacan, Guerrero and Veracruz (idmc,
2017). All these states are rich in minerals, non-renewable resources and shale gas.
These states are also famous for their narco-trafficking-related violence. A significant
number of forced disappearances have occurred in US border areas in which the army
and criminal gangs are jointly involved (Comisión Nacional de Derechos Humanos
[cndh], 2016).  For example, Ciudad Juarez, Chihuahua (across the border from
El Paso, Texas), was the most violent city in the country in 2009 and 2010 (Ortega,
2010). Nuevo Leon, Coahuila and Tamaulipas are states controlled by Los Zetas (which
is responsible for thousands of the 300 000 forced disappearances) and by the Gulf
Cartel, whose leaders are protected by local politicians (Martínez, 2013).
These states are also located on top of a very important source of shale gas on
the Mexico-Texas border called Eagle Ford Shale Basin in the United States and
Cuenca de Burgos on the Mexican side (Lallanilla, 2015). Fracking, the method used
to extract this shale gas, has important environmental consequences, as it requires
the use of 7.6-15 million liters of water per extraction and also involves the use of
polluting chemicals (Navarro & Bessi, 2015). Exploitation of the shale gas in Eagle
Ford requires 27 000 wells, and in an arid area where water is scarce, its intensive use
is damaging agriculture and provoking more and more protests (Grillo, 2014). Who
are the victims of violence in these resource-rich territories coveted by criminal and
legal corporations? According to a special report from the National Human Rights
Commission (cndh), the majority of displaced people in Mexico are peasants from
communities with self-sustaining economies, environmental and human rights activists,
small landowners, local authorities and journalists. Most of these groups represent a
threat to the interests of extractive capital that want to appropriate their lands, either
through explicit resistance (in the case of activists, authority figures not aligned with
capital and peasants) or accusations (in the case of peasants). While the violent cartels
certainly represent a major problem in Mexico that should not be ignored, there is a
link between all of the depopulation strategies that reveals the role of transnational
corporations, political elites and economic oligarchies in the daily displacement of
people and creation of places of death in the region (cndh, 2016).
The data indicate that in countries rich in natural resources, the coincidence
between forced displacement and criminal, misogynist and political violence is not
accidental. This murderous combination reflects a policy of forced displacement
that aims to achieve a conflict-free exploitation of resources, as these resources are

Estudios Fronterizos, vol. 19, 2018, e009 e-ISSN 2395-9134


Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 8

increasingly valued in the global economy by the new technology, renewable resource
and clean energy industries. To execute this strategy, a wide variety of armed
actors—including drug traffickers and criminals as well as mercenaries, private
security guards and hit men—sell their expertise in managing the technologies of
death to powerful entities such as repressive governments or transnational corporations
(or both) in what Mbembe (2011) has called the “indirect private government.”
This is the necropolitics—the politics of death—that Bobby Banerjee calls
necrocapitalism, or the deaths appeased by economic profit. For Banerjee,
necropolitics—which he defines as “practices of accumulation in (post) colonial
contexts at the hands of specific economic actors [...] which involves dispossession,
death, torture, suicide, slavery, habitat destruction, and the general administration of
violence”—“is a new form of imperialism. The forced expulsion of peasants is followed
by the control of natural resources that they once possessed” (Banerjee, 2008, p. 15),
and this is what we find in the forced migration that occurs in Mexico.
This is directly related to what Rodríguez Garavito calls “social minefields,” that
is, the territories of indigenous peoples that are rich in natural resources and are
contested by transnational corporations, criminal groups and states. These territories
are mined for having resources and for being dangerous. This is where the right to
prior consultation is promoted, which is a legal mechanism for legitimizing with a
purported consultation the previously made decision to exploit those territories
(Rodríguez, 2012, pp. 5-6). So, let us be honest: why negotiate with poor indigenous
communities sitting on rich deposits of oil, water, minerals and hydrocarbons if they
can be expelled from their lands by indirectly instigating violence through private
actors with economic-criminal or misogynist motivations?
While every Latin American country with high homicide rates also possesses
minerals, precious metals and hydrocarbons, for the purposes of our forced
depopulation argument, the extraction of hydrocarbons along the border serves as an
example of how forced displacement, political repression, and criminal and misogynist
violence in resource-rich territories all converge in the same place. Other academics
have already established this connection between gas extraction and murders, forced
disappearances, femicide and forced displacement (Correa-Cabrera, 2015).
Guadalupe Correa, for example, has stated that in the case of Coahuila and
Tamaulipas, violence has been instigated by the elites to force corporations to contract
private security. Correa-Cabrera argues that there is a spatial convergence of global
flows and economic inequality. In this specific area, there are at least four of these flows:
the maquiladora industry, the extractive industry, migration and transnational crime. The
impact of these phenomena has led to an increase in income inequality in the region, as its
internal dynamics widen the gap between rich and poor while reinforcing social inequality
(Correa-Cabrera, 2015).
In her book, Drug War Capitalism, journalist Dawn Paley states that internal conflict
and militarization occur in geographic areas that are crucial for energy and extractive
projects. Her field work in Colombia, Guatemala and Honduras indicates that these
phenomena also coincide with sociopolitical opposition to megaprojects such as
oil extraction and exploitation, large-scale agriculture, hydroelectric projects and
valuable hardwoods. Connections between the war on drugs, paramilitary violence
and gas extraction are not uncommon because non-state actors use them to intimidate
their opponents and control areas rich in natural resources (Paley, 2014).

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 9

According to this evidence and its different interpretations, it can be concluded that
forced displacement is not collateral damage but rather the desired or intended result,
namely, the forced depopulation of these regions. However, the state is not alone in
this. Corporations are actively, although quietly, involved in supporting violence, as
it allows them to argue that investment in these regions is too expensive, as a way of
hiding their true interests. Ultimately, these corporate actors allow criminals to make
extractions on their behalf.

Asylum as an Administration of Suffering

Once people are expelled from their homes and request asylum in the United States,
they face the suffering management dispositif, that is, the series of necropolitical dispositifs
designed to control the space and time of the subjects. According to Kleinman, Das
and Lock (1997), social suffering includes conditions that are usually categorized and
studied separately and individually—violence, drug addiction, post-traumatic stress
disorder, depression—and is used to link personal problems with social problems.
This demonstrates that suffering is a social experience that afflicts both rich and poor
countries but that primarily affects the marginalized and dispossessed classes.
For Kleinman et al. (1997), the dominant powers carry out various technological
interventions to “treat” social suffering, which actually intensify the suffering due to
their moral, economic and gender effects, and end up normalizing social pathologies
or pathologizing the psychology of terror. These policies translate the local expressions
of victims into the universal, professional language of complaint and restitution,
such as the language of human rights. This in turn re-enacts the manifestations and
experiences of suffering, bringing about the intensification of suffering itself. Das
calls this the “judicial and bureaucratic appropriation of suffering” (Das, 2008). The
bureaucratization of social suffering aims to manipulate the victims’ time because
waiting is a symbolic dimension of political subordination (Auyero, 2013). The lives
of those who suffer are lived in times that are directed by powerful agents, under a
state of domination that “is lived as a waiting period: at first waiting with delusion, and
then with impotence while others make decisions, and ultimately surrendering to the
authority of others” (Auyero, 2013, p. 18).
The collection of public necropolicies that appropriate suffering in order to
bureaucratize it and to symbolically dominate others by imposing waiting periods are
the mechanisms for the administration of suffering. The dispositifs for the administration
of suffering develop subjects that are of use to them and include different types of public
necropolicies—committees and special commissions, regulations, victim assistance
units—that function through technologies that regulate political agency. The first
type of public necropolicy is inter-institutional complexity. Representatives of the
executive and legislative branches are brought together in committees or councils
in which organizations may or may not have representation but which function as
collaboration forums without any real influence. This inter-institutional scaffolding
sets in motion a complex set of bureaucratic procedures that give people the illusion
that they are moving towards justice, even if the judicial branch is absent from the
process, and whose main feature is waiting. As Auyero states:

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 10

The waiting produces uncertainty and arbitrariness. Uncertainty and


arbitrariness produces a specific subjective effect among those who need the
state to survive: they submit in silence to usually arbitrary state requirements. To
put it bluntly, everyday political domination is what happens when apparently
nothing happens, when people ‘just wait’ (Auyero, 2013, pp. 36-37).
The second type of public necropolicy is subjectification. Public necropolicies
build passive subjects, who are the subject of intervention to “positively” manage their
suffering and political agency through the “judicial appropriation” of their suffering
(Das, 2008). The subjects become objects of a government intervention that they are
always awaiting, and “the habitual exposure to long hours of delay shapes a specific
set of submissive behaviors” (Auyero, 2013, p. 25). This has implications for political
subjectification as will be seen later.
The US asylum system can be considered a dispositif for managing suffering, not
only because its purpose is to control the time and space of asylum seekers—they
cannot move from place to place while awaiting the judge’s decision—but also because
it is composed of the whole set of necropolicies. As already mentioned, the law no
longer delivers justice in biopolitics and necropolitics but is used to homogenize
populations. In this case, there are clearly administrative elements of the exercise of
law that show how the instruments for administering international justice—protection
against persecution—are used by the United States for controlling immigration.
There are clearly administrative and procedural aspects of the exercise of the right
of asylum that show how some instruments that should be used for the administration of
international justice—such as the refugee treaty reflected in the Immigration and Nationality
Act (ina)—are used to manage forced migration and the suffering of those fleeing their
home countries. Administrative tactics facilitate migration control in different ways.
First is the division of the system into affirmative and defensive procedures, and the
semi-judicial nature of immigration management, which leaves much latitude for
making decisions that are even more subjective and arbitrary than expected under
Anglo-Saxon law, where the role of the judge and jurisprudence is more important
than the laws derived from the Constitution. This division enables different treatment
of applicants based on class and gender criteria.
On one hand, applicants in the affirmative procedure are those who enter the
country with a visa, or who have an expired visa, or who do not have permission to work
while in the country, and who have not been placed in deportation proceedings. These
requests are reviewed by an official from US Citizenship and Immigration Services
(uscis), who, if he or she does not approve an application, refers it for judicial review
by an immigration judge from the Executive Office for Immigration Review (eoir).
According to Kurzban: “The applications that have been first submitted to the ao
(Asylum Officer) are called ‘affirmative applications’ because they do not intervene in
deportation proceedings as a type of ‘defense’ against deportation” (Kurzban, 2014,
p. 698).
On the other hand, this is the point at which the case becomes defensive. The
applicant sees a judge in an immigration court as part of the deportation proceedings,
hence the name “defensive procedure.” Immigration courts are administrative entities
that resemble courts. According to Anna Jessica Cabot, legal coordinator of the Las
Americas Immigrant Advocacy Center in El Paso, Texas, the immigration courts:

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 11

Although they’re kind of like a court, they’re in fact administrative bodies,


and they say ok, immigration benefits are such that we must give people a
place that looks like a court, primarily to ensure that their rights in this area
can be appealed (Cabot, 2012).
Although immigration courts are administrative bodies that look like courts,
the application of law in them is even more subjective than in criminal and civil
courts. This is because, among other things, they provide little constitutional
protection but rather a protection that, according to legal precedents, is restricted
to the due process guaranteed by the Fifth Amendment, which applies to all
people rather than just citizens. They also protect freedom of speech under the
First Amendment, which allows non-immigrants to be members of communist and
anarchist parties (Rafeedie vs. ins 1992, in Kurzban, 2014, p. 159). In fact, Cabot
states that the law:
…can be changed according to the judge presiding over each court... each
judge can bend the rules within their own courts and this gives them much
wider discretionary powers than judges in other courts in the US such as
criminal courts, civil courts... to change the rules to accommodate their
prejudices and preconceptions expressed in other arenas (Cabot, 2012).
As for the defensive procedures, these were established in the Illegal Immigration
Reform and Immigrant Responsibility Act of 1996, which requires the immediate
removal or deportation of undocumented persons. Undocumented immigrants at
the border or those who are denied refugee status by an immigration officer (io)
are summarily deported unless they seek asylum before a judge. Undocumented
immigrants can seek asylum and express a well-founded fear of persecution before an
io, who determines whether or not the person has a “credible fear” of persecution. If
the applicant proves to have a credible fear of persecution he can obtain a humanitarian
parole while his legal status is resolved, after providing proof of identity and sufficient
evidence that he will appear at hearings and does not pose a threat to the internal
security of the United States. If credible fear is not proven, applicants can request a
review that takes up to seven days, during which time they remain in detention.
Once credible fear is verified, they go to a hearing with a judge in which they ask for
asylum, deportation suspension, or protection under the United Nations Convention
against Torture (Kurzban, 2014, pp. 181 and 698). If not, applicants remain in
detention until they have their hearing, which can take considerable time to schedule.
Although the amount of time in detention is not standard across all circuit courts,
most have established precedents dictating that a “reasonable” detention timeframe
cannot be “years,” as has happened in cases in which applicants have remained in
detention up to 4.5 years. In that particular case, the Ninth Circuit Court of Appeals
ruled that a “reasonable time” could not be longer than six months (Nadarajah vs.
González, cited in Kurzban, 2014).
The success of the credible fear interview depends entirely on the judge’s perception.
This prerogative is also found in the real id Act (1996) that hands judges the:
…adverse credibility determination, with which they can decide that the
applicants’ stories are not credible, based only on inconsistencies in the story,
even inconsistencies that have nothing to do with the background of the

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 12

application, such as the color of the house, the time of day when something
happened, etc. This kind of subjective judgment is insufficient for the judge
to dismiss the plaintiff’s testimony (Cabot, 2012).
Cabot states that similar inconsistencies are very frequent in cases of Mexicans
requesting asylum, given that:
They haven’t seen a lawyer, and also many people flee to the border, literally
run to the border. We know people who have been shot and taken to the
hospital as soon as they cross; so they clean and drug them, then give them
analgesics and send them back to the border for their interview. So they are
under the effects of strong analgesics just hours after being shot, and say
things that can hardly be consistent with anything they might say in the future,
but their testimony is discarded (Cabot, 2012).
Later, Cabot confirms that this is a determining factor in the rejection of the
application because:
If you have a judge with the preconceived notion that Mexicans do not deserve
asylum, and with the power to decide that their story is not credible based
only on small things, then it is incredibly easy for that judge to just say that
their testimony is not credible (Cabot, 2012).
Crystal Massey (2012), the human rights defender from the Southwest Asylum &
Migration Institute (sami), states that at least in the case of Mexicans, the division
between affirmative and negative procedures serves as its own filter to see who can
access the asylum system as an immunization against criminal violence, which does not
mean that they obtain it only for that reason. Massey (2012) affirms that people who
have a visa are generally middle class, well-informed Mexicans who have the means or
knowledge to obtain documents that allow them to cross borders, or who know that
expressing interest in asylum while at the border can get them placed in temporary
detention. Massey believes that young men spend more time in detention because
they are the ones involved in the drug trade or gangs. During detention people are
abused, as they are forced to remain for long periods in degrading or uncomfortable
conditions, or they are intimidated to pressure them into withdrawing their asylum
claims. Young children are separated from their parents and told that they may remain
separated for a long time. Another tactic that is used to prevent access to the asylum
system is time because you cannot apply for asylum after having stayed one year in US
territory. Applicants submit their applications (form I-589) along with their testimony
and the supporting evidence during the first meetings with the judges, in their master
calendar hearings. Because judges have heavy caseloads—there is a two-year backlog—
some applicants who arrived in 2012 did not have their hearings until 2014. According
to Ileana Holguín, lawyer and Executive Director of Diocesan Migrant & Refugee
Services, Inc. in El Paso, Texas, case reviews go faster in detention courts because these
are private and the government has to pay for each arrested applicant. As such, they
hurry the cases along to save money (Holguín, 2012). However, many cases are lost
because people do not receive any legal advice or do not know about the one-year time
constraint. Holguín (2012) states that judges are aware of this situation and are more
willing to expedite cases and have even committed to review three cases in three and a
half hours, which also indicates that they already know what their decision will be.

Estudios Fronterizos, vol. 19, 2018, e009 e-ISSN 2395-9134


Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 13

Disposability Pockets

On January 27, 2017, President Donald Trump issued an executive order on


immigration that not only prohibited the entry into the US by citizens from seven Arab
countries but also dealt a historic blow to the asylum and refugee system in general. The
order suspended general refugee admissions for 120 days, and admissions of Syrians
until further notice, and placed a 50 000-person limit on annual admissions (Obama
accepted 150 000). Although the order imposes significant legal challenges on those
who process asylum claims, there are important social and human implications that are
not very evident in the consequences of those measures. One important consequence
is the emergence of what are called disposability pockets, which refers to people who
live around open-air garbage dumps waiting for some informal work to come their
way, or around sewers and improvised migrant shelters. An unknown number of
disposability pockets can be found in the border city of Tijuana, which is located near
the border city of San Diego, California. Thousands of asylum seekers and migrants
have been trapped in Tijuana since the executive order was revoked because they were
waiting for their asylum applications to be processed.
In early February 2017, a visit was made to the migrant shelters to document this
humanitarian crisis, where we expected to find a certain type of immigrant: Mexican
women fleeing the cartels and gender violence as well as Guatemalans, Hondurans
and Salvadorans fleeing gang violence in their countries. However, we also found
unexpected immigrants: Haitians who sought refuge in Brazil after the 2010 Haitian
earthquake but who later left Brazil because of the economic and political crisis
there that has dramatically reduced employment possibilities. These Haitians are
not necessarily the typical “economic” immigrants; many are engineers, doctors and
architects between 20 and 30 years old. In fact, this small group makes up most of
those who are trapped in Tijuana.
According to activist Soraya Vázquez (2017) of the Tijuana Humanitarian Aid
Strategic Committee, six Haitians arrived in Tijuana on May 23, 2016. The next
day there were 100. Two months later, there were 15 000, and by the end of 2016,
there were some 30 000 Haitians stuck in Tijuana who had come from Brazil via a
human trafficking network that according to Vázquez has not been documented.
By comparison, some 10 000 Syrians sought asylum in the United States in the same
period. Asylum seekers cannot work, do not have permanent residency, and, if they
are Haitians, often do not speak Spanish. However, they must support themselves and
their families while waiting for immigration officials to process their applications.
To make matters worse, they have lost all possibility of establishing themselves in the
United States after President Donald Trump decided to end the Temporary Protected
Status that his predecessor, Barack Obama, had approved after a 7.0 earthquake hit
the Caribbean island in 2010. In May 2017, it was extended for six more months, but
in January 2018, it was ended, and Haitians were given 18 months to leave the United
States or be deported in July 2019.
These people live in Tijuana in open-air garbage dumps, sewers and makeshift
shelters. Many look for manual labor jobs in the black market, cleaning houses and
offices, working in maquilas or delivering pizzas for miserable salaries. This whole
situation on the border recalls what Henry A. Giroux calls the machinery of disposability:

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 14

“What has emerged in this new juncture is an intensification of the practice of


disposability in which more individuals and groups are considered as waste, consigned
to areas of abandonment, surveillance and imprisonment” (Giroux, 2014, par. 2).
People forced to flee natural disasters and unimaginable violence in their countries
of origin become disposable; people are human waste in dumps and sewers at the
gateway to one of the richest nations. In this way people are confined to social spaces
defined by what Edward W. Soja calls the “political organization of space,” but with
death as the main goal. Soja’s idea of spatial (in)justice establishes that wealth and
poverty are distributed geographically according to class, race and gender (Soja, 2009).
These forces determine what he calls “discriminatory localization,” which is created “by
prejudices imposed on certain populations due to their geographic locations” and is
“fundamental in the creation of social injustice and in the creation of spatial structures
of privilege and advantage” (Soja, 2009, p. 3). Soja believes that “spatial organization
[...] is a particularly powerful source of spatial injustice” (Soja, 2009, p. 3).
While his examples range from apartheid, residential segregation and militarization,
I believe that national borders, such as those that divide the United States and Mexico,
are important places of injustice due to economic inequality and the proliferation of
economic projects such as road construction and mining activities. Soja states that:
Geographically, unequal development and underdevelopment provide
another framework for interpreting processes that produce injustice, but as
with other processes, it is only when this inequality solidifies into more lasting
structures of privilege and disadvantage that intervention becomes necessary
(Soja, 2009, p. 3).
Disposability pockets are therefore areas of spatial injustice in which vulnerable
populations, especially migrant ones, are forced to live in inhumane conditions and
work in illegal labor markets with the tacit approval of a government that should, in
theory, and according to human rights legislation, be a protective government. It is a
radicalized and spatialized version of what sociologists call “pockets of poverty,” that
is, neighborhoods in which the extremely poor tend to be confined in ghettos, even
as prosperity grows around them. They are emerging not only in Tijuana but all along
the northern border of Mexico thanks to repression by the United States.

Conclusions

This article proposes the idea that along the Mexico-US border there is a deliberate policy
of forcing people to leave their homes through the use of different death technologies. I
call this the necropolitical dispositif of forced migration. This relies on both the apparatuses
and the application of the law that deliberately produces death, illegality and criminal
violence to achieve its goal of depopulating, dispossessing and managing the poor while
at the same time creating undocumented immigration and asylum seekers. In order to
develop this argument, this article first examined the idea of necropower, which suggests
that in the third world, power over death is more common than power over life. Then,
the idea of the dispositif was explained as the technology of power with various avenues for
managing and directing the behavior of its subjects. The necropolitical dispositif of forced

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Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 15

migration consists of three necropolicies: forced depopulation, asylum as managed


suffering, and disposability pockets.
This analytical interpretation of what happens on the border in terms of forced
migration is of utmost importance because it contributes to the debate in at least three
ways. First, it applies a structural element to a discussion that frequently stagnates in
subjective or administrative topics. The causal explanation of forced migration from
the perspective of a managed administration of death allows us to see the variety of
actors involved in persecution and displacement. It also proposes that the interests
of these actors, even though they may appear to be criminal, are not so simple, as
there exists a great diversity of interests, including legal and illegal economic interests.
Second, this article proposes a conceptualization of the causes of forced migration
and sees the latter as a deliberate process—a production process—of expulsion of
individuals and human conglomerates in order to guarantee conflict-free spaces or
of elimination of groups of people who are considered disposable by neoliberals.
Finally, this article establishes the concept of the administrative and judicial asylum
mechanisms as bureaucratic rollercoasters that serve the forced migration dispositif
instead of guaranteeing protection to those suffering from persecution. There is no
intention to protect victims but rather to contain a new forced migration.

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Ariadna Estévez
Mexican. PhD in International Relations and Human Rights (University of Sussex,
United Kingdom); Master’s in Political Sociology (City University, United Kingdom);
Bachelor’s in Communications (Universidad Nacional Autónoma de México-unam).
Researcher for the Centro de Investigaciones sobre América del Norte-unam. Research
areas: biopolitics and necropolitics in North America, forced migration and asylum

Estudios Fronterizos, vol. 19, 2018, e009 e-ISSN 2395-9134


Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 18

in North America, critical studies of human rights from a social science perspective,
geographies of death and necropolitical spaces, poststructuralist methodology
(genealogy, biopolitics, necropolitics and discourse analysis), and critical studies of
political, private and gender violence. Recent publications: Estévez, A. & Vázquez,
D. (Coords.). (2017). 9 razones para (des)confiar de las luchas por los derechos humanos.
Mexico: Cisan, Flacso-Mexico.

Estudios Fronterizos, vol. 19, 2018, e009 e-ISSN 2395-9134


Copyright © 2017
ISSN 1887-4606
Vol. 11(3), 365-387
www.dissoc.org

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Artículo
_____________________________________________________________

El discurso de derechos humanos como


gramática en disputa:
Empoderamiento y dominación

Human Rights Discourse as a Grammar in


Dispute:
Empowerment and Domination

Ariadna Estévez
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 366
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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Resumen

Desde una perspectiva posestructuralista del discurso, el artículo argumenta que los derechos
humanos son una gramática en disputa y poseen una capacidad dual y simultánea como
herramienta contra el poder de dominación y para su beneficio. Por ello se examina el uso del
discurso de derechos humanos para el empoderamiento de los movimientos sociales a través de
su función como significante vacío y sus cualidades de intertextualidad; y para la dominación
cuando se usa como dispositivo biopolítico y necropolítico. Se definirá el discurso de acuerdo
con la filosofía analítica del poder de Michel Foucault que despliega conceptos tales como
dispositivo y biopolítica, pero se incluirán también nociones de significante vacío,
intertextualidad y necropolítica.

Palabras clave: Derechos humanos, intertextualidad, articulación hegemónica, biopolítica,


necropolítica

Abstract

The article builds on poststructuralist views of discourse to argue that human rights are a
grammar in dispute, with a twofold quality: they are a discursive tool to fight against
domination powers, but also a tool for domination powers to use. In order to develop this
argument, the paper examines how human rights discourse could be used for the empowerment
of social movements when used as an empty signifier and an intertextual instrument; and for
domination when used as biopolitical and necropolitical apparatuses. Discourse will be
conceptualized according to Michel Foucault’s analytical philosophy of power, which deploys
such concepts as apparatus and biopolitics, but other poststructuralist concepts such as empty
signifier, intertextuality and necropolitics will be used as well.

Keywords: Human Rights, intertextuality, hegemonic articulation, biopolitics, necropolitics


Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 367
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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Introducción
Los derechos humanos, cuenta la leyenda, son los derechos que tenemos todos
los seres humanos por el simple hecho de ser humanos. Sin embargo, como se
observa en la cotidianidad mundial, esto no es cierto. A pesar de que la vida, la
integridad física, el empleo, la vida libre de explotación y de violencia, y la
protección internacional frente a la persecución son derechos humanos
reconocidos mundialmente, cada día miles de personas son heridas o asesinadas
a manos de militares, terroristas, guerrilleros, corporaciones o algún familiar.
Millones se encuentran sin empleo o en condiciones análogas a la esclavitud, el
medio ambiente no es propicio para la vida en diversos territorios, y las grandes
potencias económicas y militares invaden y matan a nombre de los derechos
humanos. Como si la miseria social y política no fuera prueba suficiente de su
ineficacia, siguen habiendo causas enmarcadas en el “discurso ético de la
globalización”.
La hipótesis analítica del artículo sobre esta paradoja irresoluble es que
más allá de lo que son, los derechos humanos constituyen una gramática en
disputa. Desde la perspectiva discursiva es posible apreciar su constitución dual
como discurso empoderador y de dominación. Para explicar esta dualidad, el
artículo se divide en dos partes. La primera analiza su capacidad de empoderar
a los sujetos sociales en dos dimensiones: como significante vacío para la
articulación de identidades políticas; y como discurso intertextual para la
argumentación liberal necesaria en la legitimación de demandas sociales que
podrían interpretarse como revolucionarias como, por ejemplo, la privatización
de tierras de cultivo como violaciones al derecho a la alimentación. La segunda
parte examina los derechos humanos como discurso para la dominación en dos
sentidos: como dispositivo biopolítico que administra el sufrimiento; y como
dispositivo necropolítico que gestiona muerte a través de una política de verdad
que se desentiende de las formas de dominación contemporáneas que van más
allá del poder político estatal.

Los derechos humanos como discurso en el marco foucaultiano

Cuando se dice que los derechos humanos son un discurso, esto puede
significar diversas cosas. Puede ser que discurso se refiera a los elementos del
lenguaje y su retórica para lograr ciertos objetivos ideológicos o de
adoctrinamiento; o puede ser también que describa el funcionamiento de una
episteme. En este artículo, al hablar del discurso de derechos humanos
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 368
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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estaremos hablando de un saber experto, una episteme que normaliza y legitima


nociones de universalidad, progreso e igualdad, con diferentes efectos de poder
de acuerdo al contexto. Más específicamente, la perspectiva discursiva que se
usará aquí para examinar el carácter empoderador y de dominación del discurso
de derechos humanos como disciplina es una posmodernista en lo
epistemológico y posestructuralista en lo teórico-metodológico1.
Dentro de las perspectivas posestructuralistas, se retomará la definición
de discurso de Michel Foucault. En sus estudios iniciales –aquellos que
analizaban la medicina y la psiquiatría (Foucault, 1977)- Foucault consideraba
los discursos como sistemas autónomos de reglas que constituían objetos,
conceptos, sujetos y estrategias, lo cual definía la producción de enunciados
científicos. Después, en sus trabajos que estudiaban la sexualidad y la historia
de la prisión (Foucault, 1988a, 1985, 1998), Foucault desarrolló una idea más
compleja de los discursos, que los considerabacomo bloques tácticos operando
en el campo de las relaciones de fuerza, es decir, el conjunto de enunciados que
utilizan diferentes fuerzas para promover sus intereses y proyectos mientras
establecen puntos de resistencia para que surjan contra-estrategias. En esta
visión, Foucault distinguía entre prácticas discursivas y no discursivas –como
las instituciones y la técnica (Foucault, 1988a, 1998).
Para indagar en la formación de discursos y en las relaciones de poder
que subyacen la práctica de un discurso determinado, Foucault desarrolló el
método genealógico con el cual, rastreando la formación de sujetos, objetos,
conceptos y estrategias en contextos específicos, se puede ver la forma en que
el poder se disputa en los enunciados que constituyen una formación discursiva.
En esta etapa, Foucault empezó a utilizar la idea del dispositivo para distinguir
claramente los aspectos extralingüísticos del discurso. Los dispositivos son las
redes de relaciones sociales construidas en torno a un discurso: instituciones,
leyes, políticas, disciplinas, declaraciones científicas y filosóficas, conceptos y
posiciones morales que tienen la función específica de mantener el poder. Hay
dispositivos de poder, de subjetividad, de verdad. Los dispositivos se mantienen
a través de diversas estrategias y tácticas, las cuales constituyen los elementos
que establecen la regularidad que organiza un modo de hacer orientándolo a un
fin (Foucault 2006, Foucault et al. 2007). Con ellos, la constitución de sus
elementos centrales va cambiando en el tiempo.
Para Foucault, los discursos son, sobre todo, vehículos para el poder,
cuyos efectos para la construcción de sujetos describe y analiza, por ello lo
considera como la capacidad de acción que unos sujetos tienen sobre otros,
induciendo, facilitando, dificultando, limitando o impidiendo sus acciones. En
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 369
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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su filosofía analítica del poder, Foucault distingue tres tipos que se han ido
yuxtaponiendo históricamente: el poder soberano o de espada (la ley), el poder
disciplinario (los saberes y las instituciones) y el biopoder (políticas de
regulación poblacional). En todos los casos, el poder conduce la conducta de
los sujetos a través de diversas acciones posibles que se dan a través de: 1) los
sistemas de diferenciación jurídica, económica y cognitiva, que permiten que
unos actúen sobre otros; 2) los objetivos de mantenimiento de privilegios,
acumulación de riqueza, y de trabajo; 3) las modalidades instrumentales tales
como el lenguaje, el dinero, registros, vigilancia; 4) las formas de
institucionalización implicadas, tales como estructuras jurídicas, costumbres,
jerarquías, leyes, burocracias; y 5) la racionalidad en juego, ya sea tecnológica
o económica. El poder así entendido, construye al sujeto de dos formas: el que
está sujeto por el control y la dependencia de otro; y el sujeto a la propia
identidad por las prácticas y el conocimiento de sí (Foucault, 1988b).
Con base en el pensamiento de Foucault sobre el discurso como
vehículo del poder, es posible decir que los derechos humanos son una
formación discursiva, una construcción lingüística y un saber político-legal
cuyos valores e instrumentos son intertextuales y pueden ser reinterpretados por
las luchas sociales para hacer lobbying y construir nuevas peticiones de
derechos humanos en el ámbito legal y sociopolítico. Pero, como lo demuestran
las invasiones bélicas en nombre de la democracia y los derechos humanos,
estas mismas cualidades sociopolíticas e intertextuales también pueden ser
utilizadas por los poderes de dominación. Una visión genealógica del discurso
de derechos humanos implica considerarlo como algo flexible, sin fundamentos
naturales o morales pues en su flexibilidad se encuentran, simultáneamente, la
posibilidad de expansión respecto de los sujetos, objetos, conceptos y
estrategias nuevas a las que se pueda abrir; y la posibilidad de conducir a los
sujetos a situaciones de dominación. Si se considera a los derechos humanos
como una formación discursiva, cuyos objetos, sujetos, conceptos y estrategias
nunca están fijos ni terminados sino en construcción constante, de acuerdo con
las diferentes luchas de fuerza y el surgimiento de contra-estrategias, es posible
observar que los derechos humanos se construyen según el contexto histórico y
nunca pueden ser fijos, de aquí que nunca son completamente positivos ni
completamente negativos. Los derechos humanos tienen una dualidad que varía
según la contingencia política y el contexto espacio-temporal, como veremos a
continuación2.
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 370
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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Los derechos humanos como discurso articulador e intertextual:


el empoderamiento

Como ya se sugirió en la primera parte del ensayo, el discurso de derechos


humanos tiene una faceta empoderadora que se da fuera y dentro de sus
dispositivos de poder soberano –el sistema de justicia- gracias a la
indeterminación discursiva del sujeto central del discurso (el humano del
significante derechos humanos), el cual permite: 1) que una gran diversidad de
sujetos sociales se incluyan e identifiquen en él, ampliando así los lugares de
enunciación; y 2) que la intertextualidad de los instrumentos de derechos
humanos históricamente determinados permita el reconocimiento de nuevos
sujetos de derechos humanos y sus causas específicas. Esta doble capacidad
empoderadora del discurso de derechos humanos se examinará a la luz de la
teoría de la articulación hegemónica (Laclau y Mouffe, 2014) y la
intertextualidad de los textos legales de derechos humanos (Baxi, 2003;
Nyamu-Musembi, 2002).

Articulación hegemónica

Los derechos humanos pueden lograr la articulación de una gran diversidad de


identidades, entre otras cosas, porque no implica sacrificar la identidad cultural
o política de los sujetos sociales y propone conceptos que apelan a muchas de
ellas –por ejemplo, unirse en torno al derecho a la alimentación o al desarrollo
no va contra la identidad de género o la indígena, y ofrece categorías de análisis
identitario o estructural. Para proponer una articulación en torno a los derechos
humanos se usará la idea de articulación hegemónica, del argentino Ernesto
Laclau y la belga Chantal Mouffe (Laclau and Mouffe, 2014).
La teoría de la hegemonía establece un análisis de la sociedad
comparándola con un sistema de significado en el que los sujetos sociales son
relacionales. En esta concepción de lo social, la identidad colectiva se logra con
la articulación hegemónica contingente, mediante la práctica de unir a un gran
número de sujetos bajo la fijación de un significante vacío que se erige como
una identidad nueva y contingente en un contexto histórico determinado
(Laclau, 1996, Laclau and Mouffe, 2001, Laclau, 1994).
La articulación hegemónica planteada así por Laclau y Mouffe tiene
guarda muy poca relación según Antonio Gramsci, para quien la hegemonía
significaba liderazgo moral e intelectual orientado a formar una voluntad
colectiva con un carácter nacional-popular (una identidad colectiva nueva) que
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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controlara la política, la economía y la sociedad civil. Gramsci le otorgaba a la


identidad de clase un rol ontológicamente privilegiado en la lucha por la
hegemonía, debido a la posición estructural de ésta, que se ubica al nivel de las
relaciones de producción. Por el contrario, para Laclau y Mouffe todas las
identidades tienen el mismo estatus ontológico y ninguna de ellas posee un
carácter fundamental.
El momento de la hegemonía en Laclau y Mouffe es el momento de
rearticulación de todas las diferentes identidades que se encuentran haciendo
política democrática, es decir, la lucha por sus demandas sin pasar,
necesariamente, por el sistema de partidos. Las articulaciones hegemónicas son
la unión temporal de diversas identidades a través del uso de significantes
vacíos, es decir, palabras que tienen la capacidad de fijar definiciones y
contenidos en las distintas luchas, y de cancelar, temporalmente, la diferencia
que caracteriza a cada identidad al convertirse en aquello que se es
sistemáticamente negado por el enemigo estructural.
Por ejemplo, si tomamos los derechos humanos como el significante
vacío en la lucha frente al neoliberalismo, aquéllos definen dos cosas. Primero,
el contenido de la agenda. Los derechos humanos pueden fijar, parcialmente, el
significado en una agenda común frente al neoliberalismo, lo cual quiere decir
que las demandas se expresan en lenguaje de derechos humanos para privilegiar
la dignidad humana, la participación ciudadana y la rendición de cuentas del
Estado y entidades privadas. Segundo, la idea de lo ausente frente al enemigo
estructural. La falta de garantías para los derechos humanos es justamente lo
que mujeres, indígenas, trabajadores/as, ambientalistas, migrantes, personas con
VIH/Sida, etc. tienen en común frente al neoliberalismo.
Los derechos humanos pueden desempeñar el rol de significantes vacíos
por dos razones. En primer lugar, los derechos humanos incluyen a las
diferentes identidades que luchan por causas determinadas frente al
neoliberalismo, al tiempo que representan lo que está ausente en términos de
sus demandas: disponibilidad y accesibilidad de servicios, y políticas públicas
que implementen el acceso a todos los/las sujetos a los derechos humanos.
Asimismo, todas las identidades buscan crear, de una forma u otra, las
condiciones que permitan desarrollar la dignidad humana, que es un valor
fundamental en los derechos humanos, y puede enfocarse en la procuración del
bienestar social, el respeto a las necesidades generadas en la orientación sexual,
la no discriminación por género, etc. Evidentemente, todo esto se reivindica
frente a un enemigo común a todas las identidades, que son las entidades de
toma de decisión en materia comercial, las trasnacionales y los gobiernos
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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empresariales, como el mexicano. En segundo lugar, los derechos humanos


proporcionan criterios y parámetros para fijar el significado en la construcción
de agendas. Esto quiere decir que las agendas de cabildeo de los diversos
grupos que formen coaliciones en acciones de diplomacia ciudadana pueden
estar construidas con base en las obligaciones del Estado y el respeto a la
diversidad cultural, con el fin último de establecer un tipo de orden
internacional en el que los derechos humanos sean el centro de la política
económica.

Intertextualidad

La legitimidad del discurso de derechos humanos basada en la política y no en


la supuesta esencia o moralidad humana es fundamental para la exigibilidad
política de derechos humanos reconocidos o por reconocer, la cual es posible
gracias a la intertextualidad del discurso de derechos humanos que proponen los
académicos poscoloniales Upendra Baxi (2003) y Celestine Nyamu-Musembi
(2002). La intertextualidad es un término acuñado por Julia Kristeva pero
ampliamente usado por los exponentes de los Estudios Legales Críticos (ECL),
y se refiere a la inexistencia de textos completamente nuevos o autónomos,
pues todo adquiere significado renovado por la lectura de contexto. Los textos
se construyen en la conjunción de textos previos y presentes, y en referencia a
sus contextos sociales, y tienen que ser entendidos en su propio contexto social
e histórico, pero también en la incorporación de lecturas y contextos actuales.
Para Baxi, los valores e instrumentos de derechos humanos se pueden
leer como textos que están listos para ser releídos y reinterpretados. Por
ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) se refiere a
los derechos naturales de la filosofía de la Ilustración, pero su construcción
moderna y contemporánea se tiene que entender en relación con las lecciones
del holocausto. Asimismo la DUDH nutre la Convención para la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la cual fue elaborada
en la década de los setenta, cuando el movimiento de mujeres estaba en un
momento histórico importante. Estas mismas normas dan cabida al
reconocimiento de derechos humanos de nuevos sujetos, como migrantes,
personas con discapacidad, indígenas.
La intertextualidad de los derechos humanos se da sobre todo en la
interpretación que se hace para la elaboración de jurisprudencia. En el estudio
del derecho existe un cuerpo extenso de literatura que aborda la naturaleza de la
autoridad legal y cómo ésta debe ser interpretada al momento de establecer
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 373
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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jurisprudencia. Algunos dicen que la ley se debe interpretar a la luz de las


intenciones de quienes elaboraron la ley en cuestión, mientras que otros creen
que la interpretación es válida en la medida que beneficia al sujeto defendido.
Para los ECL no hay una respuesta única para esto; el arte de interpretar es un
acto pragmático y se puede utilizar cualesquiera métodos que resulten
apropiados para el caso (Kennedy, 2006).
Esta misma idea se aplica a la interpretación política –en vez de legal-
de los derechos humanos. La legitimidad política del discurso de derechos
humanos hace posible que los textos de derechos humanos –instrumentos y
valores- tengan la misma validez aun cuando éstos sean materia de una
negociación y no de un caso legal. Los textos legales de derechos humanos se
pueden interpretar políticamente en el cabildeo de propuesta de política pública
y económica para producir determinados argumentos que llevan el simbolismo
ético y de legitimidad de los derechos humanos, sin tener que litigar el asunto
en una corte. Asimismo, la legislación de derechos humanos se puede usar para
producir una demanda legítima sin que necesariamente se encuentre establecida
como un derecho positivo, de la forma en que se hace la jurisprudencia.
La forma precisa en la que los sujetos sociopolíticos utilizan la
intertextualidad de los derechos humanos puede interpretarse a través del
trabajo de Celestine Nyamu-Musembi que ella llama “una perspectiva de
derechos humanos orientada al actor”. Señala que los instrumentos de derechos
humanos se utilizan para construcciones de derechos humanos histórica y
geográficamente determinadas que generalmente expanden la gama de los
derechos mismos y son posteriormente llevados a los escenarios
internacionales. Nyamu-Musembi analiza cómo, en su trabajo cotidiano, los
intelectuales y activistas locales interpretan los debates más importantes de
derechos humanos –especialmente los de universalidad vs. particularidad;
individualismo vs. colectividad; el estatus de los derechos económicos, sociales
y culturales; y la rendición de cuentas de los agentes violadores de derechos
humanos no estatales – a la luz de la legislación internacional de derechos
humanos y los mecanismos de defensa. Concluye que las interpretaciones
individuales de la gente amplían el alcance de algunos derechos porque,
mientras siguen habiendo debates teóricos y filosóficos sobre estos asuntos, en
la práctica la gente los ha rebasado. Nyamu-Musembi (2002:1) establece que
“observar el significado de los derechos desde la perspectiva de aquellos que
los reclaman transforma los parámetros normativos de los debates sobre
derechos humanos, cuestiona las categorías conceptuales establecidas y
expande el rango de demandas que son validadas como derechos”.
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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Los derechos humanos como dispositivo biopolítico y


necropolítico: la dominación

Si bien los derechos humanos tienen una faceta política (articulación


hegemónica) y legal (intertextualidad en la interpretación) que los convierten en
un discurso empoderador de movimientos sociales y causas contra la
dominación, también tienen otra que es funcional a las actividades más
depredadoras de la vida en todas sus formas, incluyendo la humana. Por un
lado, se han transformado en un discurso que legitima políticas públicas que
tienen como fin gestionar los efectos simultáneamente más corrosivos y
potenciadores de la agencia política, como es el sufrimiento social causado por
la victimización sistemática y generalizada. Por otro, su estado-centrismo
metodológico genera una política de verdad cuyos efectos de realidad excluyen
las experiencias de sufrimiento frente a la violencia no estatal, que es la que
impera en muchos lugares de América Latina actualmente. A continuación, se
analizan los derechos humanos como tecnologías del biopoder y del necropoder
en función del capital legal y criminal.

Biopolítica

oucault llamó biopol tica a la tecnolog a de poder mediante la cual se regula


administra la vida de la población como colectivo biológico, con el fin de hacer
vivir a unos y dejar morir a otros, generalmente los grupos racializados y
subordinados. El biopoder tiene como objeto a la población, “una masa de seres
vivientes y coexistentes que tienen particularidades biológicas y patológicas y
que por ello se colocan bajo un conocimiento tecnolog as espec ficas”
(Foucault, 1997:71). En el marco foucaultiano, la palabra gobierno no se refiere
a la institución de gobierno sino a “una actividad encaminada a conducir a los
individuos a lo largo de sus vidas poniéndolos bajo la autoridad de una guía
responsable de lo que hacen lo que pasa con ellos” ( oucault, 1997:67).
Agrega que la racionalidad –gubernamentalidad- contemporánea del
biopoder es el neoliberalismo. Según el estudio genealógico de Foucault, el
neoliberalismo se opone a la intervención estatal y a la expansión burocrática en
nombre de la libertad económica porque atenta contra los derechos
individuales. El objetivo central del neoliberalismo es aplicar el discurso
económico –conceptos, objetos, lógicas y lenguaje- al análisis social, borrando
las diferencias entre los dos campos. El modelo de racionalidad económica se
usa para justificar y limitar la acción gubernamental. El gobierno estatal –el
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 375
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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Estado gubernamentalizado- se vuelve un administrador de negocios a cargo de


universalizar la competencia e inventar sistemas para la acción individual y
social, que se rigen por las leyes del mercado. De esta forma, la economía deja
de ser sólo un área de la vida humana para cubrir todas las áreas de ésta.
Universalizar la economía sirve para entender lo social y evaluar el desempeño
estatal y social en términos económicos (Foucault, 2004), con el fin de
subordinar todas las esferas a las dinámicas del mercado, incluyendo la
economía criminal y los derechos humanos.
Por esta razón, los estados neoliberales se han convertido en estados
gerenciales que ya no controlan solamente el comportamiento individual a
través de la disciplina sino que regulan y administran el crecimiento y la
mortandad de la población para la reproducción de s misma a través de
tecnologías del yo, es decir, técnicas que desplazan al individuo la
responsabilidad sobre su propia salud, educación y todo aquello que incide en la
reproducción del “capital humano” que cada individuo posee. ara lograr
desplazar sus obligaciones sociales al individuo, el Estado neoliberal echa mano
de diversas tecnolog as de poder, pero aqu las que interesan son dos: la norma
y la política pública, que son la base de los derechos humanos como técnica y
tecnología.
or un lado, en el neoliberalismo ha una “importancia creciente
tomada por el juego de la norma a expensas del sistema jur dico de la le ”
(Castro, 2004:219); no es que “la le desaparezca o que las instituciones de
justicia tiendan a desaparecer, sino que la ley funciona cada vez más como una
norma y que la institución judicial se integra más y más a un continuum de
aparatos (médicos, administrativos) cuyas funciones son sobre todo
reguladoras” (Castro, 2004:219). El aparato jurídico del dispositivo de derechos
humanos ha adquirido un rol de norma, es decir, busca imponer conformidad,
homogenizar; es una técnica reguladora de la política de la vida, por eso se ha
instalado bien en el terreno de la administración pública.
Por otro lado, el Estado neoliberal implementa políticas públicas, las
cuales se definen como la toma de decisiones del Estado para modificar u
orientar la acción social. Toman la forma de elementos legales, políticos y
técnicos basados en el conocimiento social (Guendel, 2009:3). En el
neoliberalismo se espera que la política pública regule la salud y el crecimiento
de la población (Foucault, 1997:70-71) pero no con intervención estatal directa
como ocurría en el Estado de Bienestar sino con políticas encaminadas a que el
individuo se haga cargo de s mismo, o en términos neoliberales, sea
“empresario de s mismo”. Esta es propiamente lo que se entiende como
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 376
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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biopolíticas. Las políticas públicas de derechos humanos, como las de atención


a defensores y víctimas pertenecen a este tipo de biopolítica.
Guendel afirma que el enfoque de derechos humanos a las políticas
públicas es superior a los enfoques tradicionales o hegemónicos porque estos
últimos son instrumentales mientras que los primeros tienen un propósito moral
y ético: la redistribución del ingreso y el poder político a través del uso de los
principios morales de la legislación de derechos humanos. Se basa en la idea de
que la redistribución del poder político se da con la participación de los sujetos
en el diseño y evaluación de políticas públicas. Por sujeto el enfoque de
derechos humanos entiende a los representantes de la sociedad civil organizada,
es decir, los miembros de las organizaciones civiles que dicen representar los
intereses de los marginados. os “pobres”, los “vulnerables”, las “v ctimas” se
convierten en objetos de pol tica p blica cu a representación proactiva est en
estas organizaciones (Guendel, 2009).
Pero el enfoque de derechos humanos a la política pública presenta un
problema serio en términos de la defensa de las víctimas porque la agencia
política de los activistas es regulada para conducirlos a la despolitización de su
movilización: el cabildeo y la promoción de política pública se lleva a cabo en
un espacio de negociación y compromiso en vez de uno de antagonismo
político, es decir, la relación con el Estado deja de ser política y se vuelve
gerencial. Lo político se entiende aquí en el sentido del pensamiento político
posfundacional en su vertiente disociativa o schmittiana, opuesta a la asociativa
o arendtiana. En esta corriente de pensamiento no se cree que lo político no
tenga fundamentos, sino que este fundamento siempre es temporal y depende
de posiciones subjetivas, entre otras cosas (Marchart, 2009).
Desde la perspectiva schmittiana, toda vez que un principio político
debe ser disociativo, lo que opera es el antagonismo. M s a n, “cuando el
criterio amigo/ enemigo ya no es aplicable, perdemos automáticamente toda
política en el sentido radical de la palabra y, por tanto, nos quedamos en la mera
vigilancia de disturbios tales como rivalidades, intrigas o rebeliones. En el caso
más extremo, se nos deja lo que Schmitt denomina Politesse –algo así como
una forma “educada” l dica de la pol tica: la petite politique…” (Marchart,
2009:66).
En la biopolítica pública de derechos humanos se pierde totalmente el
antagonismo porque la distinción, que debiera ser el fundamento contingente,
se pierde al entrar en negociación y eventual burocratización de las demandas.
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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Los dispositivos de administración de sufrimiento como biopolíticas de


derechos humanos

Por estas características de negociación y compromiso, las biopolíticas de


derechos humanos se han convertido en dispositivos de administración del
sufrimiento para el tratamiento gerencial de un fenómeno vital en las
poblaciones que han vivido en conflicto y violencia: el sufrimiento social.
Kleinman, Das y Lock (1997: ix-x) denominan sufrimiento social al dolor
individual que el poder político, económico e institucional causa a los seres
humanos como colectivo. El sufrimiento social al conjunto de problemas
humanos que tienen origen y consecuencias en las heridas devastadoras que la
fuerza social puede infligir en la experiencia humana y que, a su vez, estimulan
una respuesta social. Agrupa condiciones generalmente categorizadas y
estudiadas por separado y de forma individual -violencia, drogadicción,
síndrome de estrés postraumático, depresión- y sirve para vincular los
problemas personales con problemas sociales evidenciando así que el
sufrimiento es una experiencia social que aqueja a países ricos y pobres, pero
que afecta primordialmente a las clases marginadas y desposeídas.
Para Kleinman, Das y Lock (1997: x) los poderes de dominación
elaboran diversas intervenciones tecnológicas para “tratar” el sufrimiento
social, que intensifican el sufrimiento debido a sus efectos morales, económicos
y de género, y a que terminan normalizando patologías sociales o patologizando
la psicología del terror. Estas políticas transforman las expresiones locales de
las víctimas en lenguajes profesionales universales de queja y restitución –
como el discurso de derechos humanos- lo cual recrea las representaciones y
experiencias de sufrimiento, induciendo a la intensificación del sufrimiento
mismo. De acuerdo a Daas (2008), esto se denomina la “apropiación judicial
burocr tica del sufrimiento”. a burocratización del sufrimiento social tiene el
objetivo de manipular el tiempo de las víctimas pues la espera es una dimensión
simbólica de la subordinación política (Auyero, 2013). La vida de los que
sufren acontece en un tiempo orientado por agentes poderosos, en una
dominación que “se vive como un tiempo de espera: esperar con ilusión
primero y luego con impotencia que otros tomen decisiones y, en efecto,
rendirse ante la autoridad de los otros” (Au ero 2013:18).
El conjunto de biopolíticas públicas que se apropian del sufrimiento
para burocratizarlo, para dominar al otro simbólicamente a través de la espera
es lo que constituye los dispositivos de administración del sufrimiento (Estévez,
2017, mimeo), los cuales construyen sujetos que les son funcionales y
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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conjuntan diversos tipos de biopolítica pública –comités y comisiones


especiales, reglamentos, unidades de atención a víctimas- que operan a través
de cuatro tecnologías que regulan la agencia política. La primera es la
positivización jurídica de la demanda política en una norma, no para reconocer
derechos sino para la conversión de ésta en un código administrativo que evita
imponer los términos de impartición de justicia y, en cambio, asigna los de la
operación de un instrumento que gestiona el sufrimiento a favor del Estado.
Esto es diferente a la positivización jurídica de la demanda política en el
reconocimiento de un derecho, por ejemplo la positivización de la desaparición
forzada como una violación grave al derecho a la vida y la integridad personal.
La norma en el sentido neoliberal reinterpreta las demandas con un código
administrativo de plazos, mecanismos y fondos que conduce a los sujetos a
lugares y tiempos en los que su capital político se va desvaneciendo y, al final,
el objetivo no es la legislación para el reconocimiento de un derecho, sino la
normativización de los términos de operación del dispositivo para su propia
sobrevivencia.
La segunda es la complejidad interinstitucional. Se conjuntan
representantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo en comités o consejos en
los que la organizaciones pueden o no tener representación, pero que sirven de
foros de colaboración sin influencia real. Este andamiaje interinstitucional echa
a andar un complejo juego de trámites burocráticos que dan al sujeto la ilusión
de que están avanzando hacia la justicia aunque esté ausente el poder Judicial y
la característica fundamental sea la espera y, como dice Auyero (2013: 36-37):
“la espera produce incertidumbre arbitrariedad. a incertidumbre la
arbitrariedad engendran un efecto subjetivo específico entre quienes necesitan
al Estado para sobrevivir: se someten en silencio a requisitos del Estado por lo
general arbitrarios. Para decirlo claramente, la dominación política cotidiana es
eso que pasa cuando aparentemente no pasa nada, cuando la gente ‘solo
espera’”.
La tercera es la subjetivación. Las biopolíticas públicas de derechos
humanos construyen dos tipos de sujetos: el sujeto activo, el de la
“participación ciudadana”; el sujeto pasivo, el que es sujeto de intervención
para gestionar “positivamente” su sufrimiento agencia pol tica a través de
canales de negociación. Aun cuando los activistas tienen las mejores
intenciones de participar en el diseño de estas políticas, los dispositivos de
administración del sufrimiento los convierten a ellos en stakeholders (en la
jerga gerencial, socios) y a las víctimas en objetos de intervención
gubernamental que sólo esperan, “la exposición habitual a largas demoras
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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modela un conjunto particular de comportamientos sumisos” (Au ero,


2013:25). Esto tiene implicaciones para la subjetividad política como se verá
más adelante.
En la biopolítica pública de derechos humanos se pierde totalmente el
antagonismo porque la distinción que debiera ser el fundamento contingente se
pierde al entrar en negociación y eventual burocratización de las demandas. Es
cierto que desde la perspectiva arendtiana la negociación es política porque es
el momento deliberativo, pero desde la perspectiva schmittiana se puede decir
que ese momento en el que se delibera sobre el contenido de la norma es donde
termina lo estrictamente político. El último momento de antagonismo es la
disputa por las definiciones y la negociación de la norma que le da organicidad
a la política pública. Los términos negociados son los que se traducen en las
tecnologías que dan cuerpo a la administración del sufrimiento.
Después de negociar la ley los activistas entran en una práctica
burocrática en la que la emergencia que debiera hacer evidente la primacía de la
relación amigo-enemigo –la violencia estado-criminal contra la ciudadanía- se
desvanece frente a la lógica administrativa que se vuelve una “petite politique”,
no un momento político como el que se requiere para entrar en resistencia
frente a la gubernamentalidad neoliberal. En los hechos, la sociedad civil y el
Estado-criminal se convierten en socios del diseño de la política pública
mientras que los activistas de derechos humanos se convierten en jugadores
claves de la administración de problemas sociales en vez de antagonistas del
Estado.
Cuarta y última, la fetichización de la justicia. Como la justicia no va a
llegar en la mayoría de los casos si no es que en todos, el mecanismo la
fetichiza de a lo menos dos formas. Una, con bienes materiales (botones de
pánico, guardaespaldas, carros blindados, tecnología de vigilancia) o
económicos (becas, viáticos para atender trámites, pagos por funerarias) que
pueden estar a disposición de los activistas y las víctimas en medio del proceso,
y cuya gestión se va convirtiendo en el objeto mismo de la lucha por la justicia.
El problema no es que se procuren medios para la seguridad de los activistas, o
fondos económicos para financiar los gastos en los que las víctimas incurren
durante la búsqueda de justicia, sino que estos bienes materiales y económicos
reemplacen la justicia. Dos, sustituir la justicia por el dispositivo mismo. Como
el dispositivo se encuentra diseñado para entrar en operación paulatinamente o
al mediano y largo plazo, y su andamiaje institucional está sujeto a una
burocracia gubernamental que, como todas, es proclive a la desviación de
fondos, la dilación, el abuso laboral y el nepotismo, los activistas y víctimas se
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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empiezan a enfocar en su ineficacia, corrupción y abuso, de tal forma que


paulatinamente la justicia empieza a tomar la forma de la correcta operación del
dispositivo.
Los dispositivos de administración del sufrimiento son variados. Pueden
ser los mecanismos que establece el Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR) en albergues de refugiados temporales mediante
los cuales procesa las solicitudes de asilo y atiende la emergencia humanitaria –
el caso de los Sirios en Grecia. También pueden ser las comisiones de atención
a víctimas o desplazados en contextos de desplazamiento y desaparición
forzada masiva, como en Colombia y México.

Necropolítica

Para crear efectos de verdad los discursos se apoyan en otros discursos


verdaderos y se producen y distribuyen bajo el control de grandes aparatos
políticos y económicos que permiten determinar las distinciones entre: 1)
enunciados falsos y verdaderos, 2) las formas en que se sancionan unos y otros,
3) las técnicas y los procedimientos para la obtención de la verdad, y 4) el
estatuto de aquellos sujetos que tienen la función de decir lo que funciona como
verdadero. La división entre falso y verdadero genera formas de exclusión
discursiva que se vuelve un sistema, es decir, adquiere carácter histórico,
modificable e institucionalmente coercitivo (Foucault, 1988b).
El discurso de derechos humanos tiene efectos de verdad, es decir,
establece subjetividades, objetos y conceptos que dividen lo verdadero de lo
falso. Para crear estos efectos de verdad se apoya en otros discursos de verdad
tales como el derecho y la criminología, y se produce y distribuye bajo el
control de aparatos económicos y políticos tales como cortes y otras
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. El discurso de derechos
humanos ha construido un régimen de verdad en el que la definición de la
atribución estatal excluye otras subjetividades, objetos y conceptos derivados
de la dominación contemporánea. Los derechos humanos construyen narrativas
verdaderas en las que los actores estatales siempre son los principales
perpetradores responsables de violaciones a los derechos humanos tales como
ejecuciones, desapariciones forzadas, tortura y persecución. Esta política de
verdad se ha vuelto un problema para calificar las violaciones a los derechos
humanos en contextos de necropolítica.
Aun cuando el término de necropolítica se atribuye al africano Achille
Mbembe (2011)3, la definición que interesa aquí es la de la feminista mexicana
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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Sayak Valencia, quien la sitúa en el contexto mexicano y señala que en las


sociedades hiperconsumistas los cuerpos se convierten en una mercancía, y su
cuidado, conservación, libertad e integridad son productos relacionados
(Valencia, 2010). Para ella, los cárteles de la droga y las pandillas ejercen un
poder de opresión análogo al del Estado y se han convertido en un Estado
paralelo que reconfigura la biopolítica y utiliza técnicas que Valencia denomina
necroprácticas –acciones radicales dirigidas a infringir dolor, sufrimiento y
muerte. Al igual que el Estado legítimo, su contraparte criminal pretende tener
el control sobre el territorio, la seguridad y la población, es decir, de gobernar a
través de la explotación de los recursos nacionales, la venta de seguridad
privada, y las personas. Controlan los cuerpos de hombres y mujeres,
haciéndolos mercancías de intercambio o consumidores de los bienes ofertados
en el narcomercado.
En las narrativas de violencia necropolítica, la naturaleza de las
violaciones a los derechos humanos se caracteriza por un traslape de los
dominios legal y criminal –ejecución por narcos trabajando para el Estado,
desaparición de mujeres para esclavitud sexual solapada por policías, tráfico de
migrantes para cosecha de órganos por parte de policías trabajando para narcos.
Sin embargo, no son necesariamente consideradas como violaciones porque no
siempre es posible comprobar que tienen vínculos con el Estado. Esto se debe a
que la naturaleza semicriminal del Estado en algunas partes de América Latina
–México y Centroamérica específicamente- en efecto disloca la política de
verdad del discurso de derechos humanos ya que se basa en el presupuesto
ontológico de que existe una división entre la esfera pública y la privada –típica
de los sistemas legales liberales-, que se vuelve extremadamente borrosa,
incluso aceptando que esa división existe objetivamente.
Las juristas feministas Chinkin (1999) y Gal (2005) aseguran que la
dicotomía público/privado en la ley siempre ha sido artificial, construida a
través del lenguaje, y sirve propósitos ideológicos (Gal, 2005:25). Chinkin cree
que esta división tiene importantes consecuencias para la legislación
internacional, especialmente la de derechos humanos, porque define una visión
estado-céntrica de la responsabilidad y la atribución. Asegura que la demanda
de aplicación universal de los derechos humanos asume una racionalidad poco
cuestionada de distinguir entre la conducta de los órganos estatales y los de
otras entidades cuya definición en realidad depende de las convicciones
filosóficas referentes al adecuado rol del gobierno y de la intervención
gubernamental (Chinkin, 1999). Según la división público/privado que permea
el discurso de derechos humanos, las actividades criminales se dan en el ámbito
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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de la economía criminal y no constituyen un problema de carácter público,


entendido éste como el ámbito de la política del Estado. La división legal entre
lo público y privado es fundamental para legitimar o descalificar la
espacialización de las violaciones a los derechos humanos en el contexto de la
narcoviolencia y la violencia sexual contra mujeres.
En narrativas típicas o verdaderas de derechos humanos estas
actividades son consideradas simples crímenes debido a: 1) que los objetos a
los que se refieren, como extorsión, y asesinato y vejaciones durante secuestros,
entre otros; 2) los sujetos que involucra, tales como agentes cuyo vínculo con el
Estado es borroso y generalmente negado; y 3) los sujetos subjetivados: no sólo
periodistas y activistas políticos, sino gente de negocios, familias con negocios
pequeños, testigos de actividades ilícitas, ciudadanos comunes que reclaman
justicia para sus seres queridos asesinados o desaparecidos, o que se resisten a
las extorsiones u otro tipo de delito. Las violaciones a los derechos humanos en
la necropolítica se invisibilizan por el colapso espacial de la dicotomía
público/privado para fines de identificar la atribución estatal en la
responsabilidad de derechos humanos; y por la impunidad estructural de delitos
que violan el derecho a la vida, la seguridad personal, y los derechos de las
mujeres a una vida libre de violencia sexual y sexista, incluyendo la esclavitud
sexual.
Conclusiones

Desde una perspectiva posestructuralista del discurso –Foucault, Mbembe,


Valencia, Kristeva, y Laclau y Mouffe, específicamente- el artículo demostró
que, en términos analíticos, los derechos humanos son una gramática cuyo
significado está siempre en disputa y susceptible de ser fijado por sujetos
antagónicos por tener capacidades simultáneas de emancipación y dominación.
Por un lado, la capacidad emancipadora de los derechos humanos se analizó y
demostró argumentando la existencia de dos dimensiones discursivas: como
significante vacío para la articulación de identidades políticas; y como
construcción intertextual que permite la argumentación liberal necesaria para
legitimar demandas sociales. Esto es posible porque la indeterminación
discursiva del “humano” de los “derechos humanos” hace posible que una gran
diversidad de sujetos sociales se incluyan e identifiquen en él, y que se
reconozcan nuevos sujetos de derechos humanos y las causas particulares de las
violaciones a sus derechos.
Por otro lado, su funcionalidad al poder de dominación se estableció
caracterizándolo como dispositivo biopolítico y necropolítico para la
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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administración de la vida y la muerte. Las biopolíticas de derechos humanos


administran el sufrimiento social causado por la victimización sistemática y
generalizada. Asimismo, establecen una política de verdad cuyos efectos de
realidad excluyen las experiencias de sufrimiento frente a la violencia no
estatal, sobre todo la violencia criminal y sexual.
Lo que esto nos demuestra de los derechos humanos es que su falta de
indeterminación conceptual los transforma en una herramienta política tanto
beneficiosa como peligrosa. Los derechos humanos constituyen una gramática
social y política cuyo significado es permanentemente dual. La virtud de esta
dualidad es a la vez su mayor defecto pues los derechos humanos pueden al
mismo tiempo constituir una plataforma que articula y argumenta causas
progresivas y ser funcionales a los poderes destructivos del capitalismo.
No obstante, a pesar de esta dualidad inherente a su indeterminación, la
investigación sociopolítica y sociojurídica en derechos humanos pone
demasiado énfasis en resaltar sus características positivas. Es necesario hacer
más investigación sobre los efectos corrosivos del uso de los derechos
humanos, sobre todo su función de invisibilización de experiencias grotescas de
sufrimiento social, en particular en los casos de la violencia doméstica y sexual
contra las mujeres, y la violencia de la guerrilla y el narcotráfico.

Notas
1
Es posmodernista porque cuestiona los efectos de realidad y de verdad que produce el
lenguaje de derechos humanos y su anclaje en la filosofía legal moderna, en particular las ideas
de racionalidad, objetividad y universalidad. Asume la inexistencia a priori del sujeto de
derechos humanos pues se construye a través de la sujeción a sus dispositivos legales y
políticos. Es también posestructuralista porque asume que lo social no tiene un significado
esencial, sino que éste es asignado a través del lenguaje, el cual funciona como un sistema
relacional en el que cada elemento adquiere un significado en relación con los otros
componentes del sistema.
2
No existe tal cosa como una sola historia de los derechos humanos, cada país o región podría
tener su propia genealogía. La historia ha realizado algunas indagaciones genealógicas sobre el
discurso de derechos humanos en México y América Latina, las cuales se pueden resumir muy
brevemente de la siguiente forma. La genealogía del discurso de los derechos humanos en la
región latinoamericana revela no solamente las relaciones de fuerza que llevaron a que surgiera
como una contra-estrategia de lucha, sino también la contribución del pensamiento
latinoamericano a la formación de conceptos tales como “desaparición forzada” o “derechos
colectivos de los pueblos indígenas”. El discurso de derechos humanos, como ha sido
institucionalizado ahora no es producto sólo de la práctica legal sino de movimientos sociales
por defender de la represión a sindicalistas, estudiantes, campesinos y oponentes políticos.
Éstos eran violentamente castigados por resistir los embates de los regímenes autoritarios –
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Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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desde el partido único hasta las juntas militares- que se resistían a liberar la política de la forma
que lo hacían con la economía, cuya reestructuración incrementaba los niveles de pobreza y
desprotección social. En esta lucha, la base discursiva no era el liberalismo político y social,
sino el discurso de la transición a la democracia como fue promovido por los intelectuales
latinoamericanos, y el discurso de la teología de la liberación. En términos más generales, la
genealogía del discurso de derechos humanos en el continente refleja cómo éste surge como una
contra-estrategia sociopolítica frente a la represión. En la medida en que se convirtió en un
terreno en el que diferentes fuerzas se disputaban el poder, se institucionalizó y comenzó a
legalizarse, pero también a incluir otros sujetos como los pueblos indígenas y las mujeres, u
objetos como el libre comercio y el desarrollo de términos tales como “desaparición forzada”.
Estévez 2007, 2008a,b, 201.
3
Mbembe sostiene que la biopolítica no es suficiente para entender cómo la vida se subordina
al poder de la muerte en África. Afirma que la proliferación de armas y la existencia de mundos
de la muerte –lugares donde la gente se encuentra tan marginada que en realidad viven como
muertos vivientes- son un indicador de que existe una política de la muerte (necropolítica) en
lugar de una política de la vida (biopolítica) como la entiende Foucault. Examina cómo el
derecho soberano de matar se reformula en las sociedades donde el estado de excepción es
permanente. Según Mbembe, en un estado sistemático de emergencia el poder se refiere y apela
constantemente a la excepción y a una idea ficticia del enemigo Afirma que las operaciones
militares y el derecho de matar no son ya prerrogativas exclusivas del Estado
gubernamentalizado, y que el ejército regular no es ya el único medio para ejecutar el derecho
de matar. Las milicias urbanas, los ejércitos privados y las policías de seguridad privada tienen
también acceso a las técnicas y prácticas de muerte. La proliferación de entidades
necroempoderadas, junto con el acceso generalizado a tecnologías sofisticadas de destrucción y
las consecuencias de las políticas socioeconómicas neoliberales, hace que los campos de
concentración, los guetos y las plantaciones se conviertan en aparatos disciplinarios
innecesarios porque son fácilmente sustituidos por la masacre, una tecnología necropolítica que
puede ejecutarse en cualquier lugar en cualquier momento. Mbembe (2011).

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Nota biográfica

Ariadna Estévez es Doctora en Derechos


Humanos (Sussex University, Inglaterra),
Maestra en Sociología Política, (City University,
Inglaterra) y Licenciada en Periodismo y
Comunicación Colectiva (UNAM). Investigadora
Titular Definitiva de la UNAM-CISAN, y tutora
en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de
la UNAM. Entre su intereses de investigación se
incluyen: la biopolítica de asilo en América del
Norte, la necropolítica en México, y la crítica a la
teoría de derechos humanos desde una
perspectiva necropolítica y feminista. Publica
ampliamente en español e inglés.
https://unam.academia.edu/ARIADNAESTEVEZ
Estudios de Género de El Colegio de México, 3(6) julio-diciembre de 2017, pp. 69-100 e-ISSN 2395-9185

DOI: http//dx.doi.org/10.24201/eg.v3i6.142
Artículo
La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos:
de la narcoguerra a las guerras necropolíticas
Violence against women and the human rights crisis:
from the war on drugs to the necropolitical wars

Ariadna Estévez

Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones sobre América del


Norte (CISAN), email: aestevez@unam.mx

Resumen
El artículo argumenta que las organizaciones de derechos humanos y sus
Recibido: junio de 2016 reportes tienden a ignorar las continuidades de género que hay en la
Aceptado: noviembre de 2016
violencia criminal que origina la crisis de derechos humanos. Desarrolla la
idea de las guerras necropolíticas como un tipo de conflicto que
simultáneamente explica la violencia delincuencial y la de género, como
parte de un contínuum de una violencia cuyo objetivo es asegurar el
comercio de la droga y la mercantilización de los cuerpos de las mujeres
para afirmar los mercados criminales. Con México como estudio de caso, se
ofrece una tipología de las guerras necropolíticas: la guerra por la
gubernamentalización necropolítica del Estado y la guerra por la
desposesión de los cuerpos de las mujeres. Mientras que estas dos guerras
tienen objetivos diferentes —cooptar y reconfigurar al Estado, y desposeer a
las mujeres de sus cuerpos, respectivamente— comparten una característica:
un espacio socio-legal disfuncional, permanentemente corrupto y
deliberadamente letal que asegura la impunidad de las tecnologías de muerte
del necropoder: masacre, feminicidio y desaparición forzada. Al analizar la
Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 70

violencia desde la perspectiva de las guerras necropolíticas, la violencia


contra las mujeres se vuelve visible.

Palabras clave: violencia sexual; feminicidio; desaparición forzada;


desposesión; necropolítica

Abstract
The article contends that human rights organizations and their reports tend to
dismiss the gender continuities of criminal violence in the human rights
crisis. Consequently, it develops the idea of necropolitical wars as a type of
conflict that simultaneously explains criminal and sexual violence as part of
a contínuum of violence for the securing of criminal markets and the
commodification of women’s bodies. Using Mexico as a case study, it offers
a typology of necropolitical wars: the war for the necropolitical
governmentalization of the State and the war for the dispossession of
women’s bodies. While these wars have different aims —co-opting and
reconfiguring the state, on the one hand; and dispossessing women of their
bodies, on the other— they share a common feature: a dysfunctional,
permanently corrupt and deliberately deadly legal-spatial site that secures the
impunity of their power technologies: massacre, feminicide and forced
disappearance. By analyzing violence through the lens of necropolitical
wars, violence against women becomes clearly visible.

Key words: sexual violence; feminicide; forced disappearance;


dispossession; necropolitics

estudiosdegenero.colmex.mx e-ISSN 2395-9185


Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 71

Introducción

Puesto de manera muy general, las mexicanas y mexicanos huyen del país porque existe
una grave “crisis de derechos humanos”. El informe más reciente de derechos humanos en
México (Open Society, 2016) asegura que el saldo de muertes desde que empezó la
narcoguerra (2006-2015) es de 150,000, aunque no aclara cuántas de esas bajas son
hombres y cuántas mujeres. Lo que sí deja claro es que “La evidencia sugiere que este
incremento se debió a la violencia perpetrada por el crimen organizado y a la estrategia de
seguridad del Estado, que recurría excesivamente al uso indiscriminado y extrajudicial de la
fuerza”. La información sobre las víctimas según su género es marginal. Sobre las mujeres
se limita a decir que “una fuente” dice que entre 2006 y 2012 se produjeron 4,306
feminicidios en México. También que, “en algunos lugares”, las mujeres han sido blanco
específico de “algunos asesinatos”, como en Ciudad Juárez.

Como este informe, los de otras importantes organizaciones de derechos humanos


nacionales e internacionales —desde Amnistía Internacional y el Centro de Derechos
Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, hasta el Ciudadano en Apoyo a los Derechos
Humanos (CADHAC) y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de Derechos
Humanos (CMDPDH)— no vinculan la violencia contra las mujeres con la dinámica de
violencia criminal. El caso de Ciudad Juárez es mencionado casi siempre cuando llegan a
hablar de la violencia contra las mujeres. Al Estado de México, que es el nuevo Juárez, lo
analiza la CMDPDH, pero este caso es la excepción y no la regla. La estadística que
sustenta la existencia de la crisis de derechos humanos pareciera indicar que la violencia se
ensaña sádicamente con hombres y deja a las mujeres la organización del duelo colectivo.
Pero si se cruza la estadística de victimización, criminalidad e impunidad, se podrá
constatar que la violencia contra las mujeres también es alta y está en aumento.

Mi hipótesis es que la violencia contra las mujeres queda invisibilizada en la estadística de


violaciones a los derechos humanos porque la violencia criminal se atribuye a una sola
guerra con dinámica político-estatal, cuando en realidad estamos hablando de dos, no

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Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 72

necesariamente con fines de control político. La interpretación analítica que se propone es


que se trata de dos guerras necropolíticas, la guerra por la gubernamentalización
necropolítica del Estado y la guerra por la desposesión de cuerpos femeninos. De estas dos
guerras sólo escuchamos sobre la primera, conocida como la narcoguerra, donde la mayoría
de las víctimas directas son hombres. La segunda afecta a las mujeres en lo individual y no
sólo como familiares, pero no escuchamos de ella ya sea porque las cifras no tienen
consideraciones de género o porque se piensa que es algo encapsulado en Ciudad Juárez.

Para desarrollar este argumento, primero caracterizaré la violencia contra las mujeres
analizando críticamente la estadística de asilo, desplazamiento, feminicidio, victimización,
violencia sexual y desaparición forzada. Con esta base empírica, definiré la necropolítica
según Sayak Valencia (2010) y caracterizaré las guerras necropolíticas, su tipología y sus
características.

La invisibilización de la violencia contra las mujeres


en la crisis de derechos humanos

Los informes de derechos humanos dan la impresión de que la crisis de derechos humanos
afecta mayoritariamente a hombres. Si se toma en cuenta la estadística de asilo y
desplazamiento forzado como indicador de que la crisis de derechos humanos está
expulsando gente, las cifras producidas en México y por la Agencia de las Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR), simplemente confirman esta creencia. Sin embargo, la
interpretación de los datos cualitativos del asilo y del desplazamiento, así como los
informes de feminicidio, victimización, violencia sexual y desaparición forzada indican que
estos informes no muestran el panorama completo de la crisis sino, por el contrario,
invisibilizan la violencia que sufren las mujeres, como se examina a continuación.

Según los informes anuales de la ACNUR, de 2006 a 2015, un total de 98,547 mexicanos
huyeron del país. El análisis general de la agencia es que el principal motivo del éxodo es la

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Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 73

narcoviolencia, pero sus cifras no tienen un registro de género y sólo proporcionan la cifra
global por país. No se sabe cuántos de estos casi 100,000 nacionales de México son
hombres y cuántos son mujeres (UNHCR, 2007; 2008; 2009; 2010; 2011; 2012; 2013;
2014; 2015).

No obstante, la ACNUR ha hecho un estudio sobre mujeres centroamericanas y mexicanas


que han huido de sus países y solicitado asilo en Estados Unidos. Las entrevistas
cualitativas realizadas a 160 mujeres en 2015 (37 mexicanas en edades de 18 a 57 años)
indican que la violencia de las maras y los cárteles las afecta en la medida en que ellas no
pueden hacer sus labores cotidianas, y se resisten a unirse a las bandas criminales como
objetos sexuales. Dice que la violencia criminal las afecta “directamente” porque sus hijos,
parejas u otros familiares son amenazados, secuestrados, extorsionados o asesinados, no
porque sus cuerpos son directamente violentados. Aun así, constata que las mujeres sufren
violencia física y sexual en el hogar que las autoridades no atienden; en muchas ocasiones,
los perpetradores son parte de estas autoridades (UNCHR, 2015).

También las cifras de desplazamiento forzado nacionales invisibilizan las particularidades


de género, pues aseguran que la causa principal es la violencia generalizada por actividades
criminales (CMDPDH, 2014; CNDH, 2016; Rubio Díaz-Leal, 2014). Como antecedente de
este desplazamiento, los estudios citan el generado por conflictos étnicos y religiosos en
Chiapas y Oaxaca, y el producido por violencia sexual en Ciudad Juárez (Rubio Díaz-Leal,
2014). Si nos atenemos a los informes, la violencia sexual sólo provocó desplazamiento en
los noventa. Por su parte, el informe de desplazamiento interno, internacional, más
importante, el del Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC), señala que de 2006 a
2014, por lo menos 481,000 personas fueron desplazadas internamente en México. Tan sólo
en 2014, 9,000 personas fueron desplazadas en 23 eventos masivos en Estado de México,
Sinaloa, Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz, Michoacán, Chiapas, Oaxaca, Coahuila y
Ciudad de México. No se indica cuántas mujeres formaban parte de estos colectivos
desplazados, pero se asegura que el desplazamiento es por violencia criminal (IDMC, 2015,
pp. 9-21).

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Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 74

En contraste con la información producida en México, las cifras del IDMC —sin ser muy
específicas por país— registran el desplazamiento por violencia sexual de manera regional,
y señalan que además de la violencia criminal, las mujeres de Centroamérica y México
enfrentan violencia sexual e intrafamiliar. Según el IMDC, 21,500 personas jóvenes de
Guatemala, El Salvador, Honduras y México han tenido que dejar sus países en búsqueda
de protección internacional o simplemente para huir de violencia sexual sistemática y
generalizada; 18,800 de ellas son mujeres (87.44%). De estas mujeres, 23% son jóvenes
menores de edad, de entre 12 y 17 años (IDMC, 2015). Si nos atenemos a estas cifras, casi
el 90% de las personas que huyen por esta violencia son mujeres jóvenes.

Los indicios de una violencia de género vinculada a la narcoguerra que aparecen en el


informe del IDMC se amplían al hacer un análisis cualitativo de los casos de persecución
de mujeres asiladas o con solicitud de asilo. No obstante, en los casos de mujeres asiladas o
en proceso de asilo en Estados Unidos y Canadá 1 son pocos los registros de mujeres
víctimas de persecución por negarse a pagar extorsión, ser testigo de un crimen o
informante del narco, empresaria o propietaria de ranchos. Los casos de mujeres
directamente vinculados a la narcoguerra están relacionados con el reclamo de justicia o
con su labor en cuanto activistas contra el feminicidio. En este contexto, las mujeres llegan
acompañando a sus parejas perseguidas, y este parentesco es lo que las hace víctimas de
persecución junto con sus hijos, hijas, cuñadas, madres, suegras, etcétera, porque muchos
huyen en familias de hasta 20 o 30 miembros.

Las bases de datos más especializadas en género indican que las mujeres mexicanas, igual
que las guatemaltecas, hondureñas y salvadoreñas, huyen por persecución feminicida
constituida de violencia intrafamiliar y sexual en el hogar y en el espacio público, a veces

1
En los casos disponibles en el Centro de Estudios de Género y Refugiados (Center for
Gender & Refugee Studies, San Francisco, California), se incluyó también la persecución y
la violencia sexual contra dos hombres homosexuales. El periodo cubierto es 1998-2014.
Asimismo, se consultaron los archivos legales del bufete de abogados de Carlos Spector, en
El Paso, Texas, que incluían casos del periodo 2006-2012. Otros casos consultados
verbalmente fueron los del Instituto de Asilo y Migración del Sudeste (Southwest Asylum
& Migration Institute, Nuevo México). En Canadá se consultó la base de datos de casos del
Immigration and Refugee Board of Canada.
estudiosdegenero.colmex.mx e-ISSN 2395-9185
Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 75

perpetrada por alguna pareja o familiar relacionados con la delincuencia organizada. La


mayor parte de las solicitudes de asilo de mujeres tienen que ver con el abuso de la pareja,
incluyendo violencia sexual, violencia sexual no doméstica, normas sociales represivas,
abuso infantil e incesto. Los perpetradores son fundamentalmente parejas y padres que, en
algunos casos, son agentes estatales que trabajan para los cárteles o que son protegidos por
el pacto patriarcal de las instituciones públicas. En todos los casos, las mujeres reclamaron
justicia, pero las autoridades no la proporcionaron por la impunidad y la misoginia
institucional.

Esta información cualitativa tiene un correlato en las cifras nacionales sobre victimización
y violencia sexual e intrafamiliar, desaparición forzada y feminicidio, mismas que los
informes de derechos humanos no analizan y las estadísticas de asilo ni siquiera consideran.

En primer lugar, sobre victimización (víctimas del delito) y violencia sexual (ataques e
insinuaciones sexuales sin consentimiento e impuestas por medios violentos), las cifras
indican que las mujeres son las principales víctimas de delitos relacionados con la
esclavitud sexual y de violencia sexual en los ámbitos público y privado. La Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dice que en 2012 más mujeres que hombres
fueron víctimas de delitos graves tales como violación (82%); trata (82%); tráfico (81%);
abuso sexual (79%); violencia intrafamiliar (79%); violación (71%); delitos contra la
familia (56%); y delitos contra la libertad (83%). El índice de victimización indica que esta
tendencia se ha incrementado, dado que en 2010 el 43% de las víctimas del delito eran
mujeres, para 2014 el porcentaje ascendió a 51%, mientras que el de hombres disminuyó de
53% a 48%, respectivamente (CIDH 2015, p. 75, pp. 93-100, p. 117, p. 121).

Con información de las autoridades judiciales sobre delitos sexuales, la Comisión Ejecutiva
de Atención a Víctimas (CEAV) confirma lo referente a la violencia sexual: 81% de las
víctimas de delitos sexuales entre 2010 y 2015 fueron mujeres. En 60% de los casos de
violencia sexual los agresores eran conocidos de las víctimas; en 24% de los casos eran sus
parejas. En 40% de los casos las agresiones se dieron en escuelas, en 31% en instituciones
públicas y en 5.3% en el hogar. Los servicios de salud dijeron que de los casos atendidos,

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Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 76

97% de los agresores eran hombres, y 94% de las víctimas fueron mujeres, quienes en 60%
de los casos dijeron ser objeto de violencia subsecuente y en 70% tenían entre 16 y 45 años
(CEAV, 2016).

Asimismo, las cifras más recientes de violencia en el hogar del INEGI (2011) indican que
44.8% de 24,566,381 mujeres casadas o en unión libre en México habían sufrido violencia
en el hogar, 25.8% de ellas había sido objeto de violencia física; 11.7%, de violencia
sexual; 56.4% de violencia económica; y 89.2% de violencia emocional. La violencia
contra la mujer es más frecuente en Baja California, Sonora, Aguascalientes y Querétaro,
así como en algunos de los estados con problemas de narcotráfico y con los índices de
feminicidio más altos, como veremos adelante: Ciudad de México, Estado de México,
Jalisco, Chihuahua y Nuevo León (INEGI, 2013, p. 9, p. 12, p. 56, p. 60).

En segundo lugar, sobre desaparición forzada, las cifras de 2006 a 2014 contabilizaban
23,271 personas desaparecidas, 70% de las cuales eran varones y 30% menores de 18 años.
Si bien la mayoría son hombres, hay tres datos que ligan a la desaparición forzada con la
violencia sexual e intrafamiliar que está expulsando a las mujeres del país:

a) Como con respecto a la victimización, los casos de mujeres como blanco de la


desaparición forzada están al alza: según datos analizados por la revista Nexos, en 2011
había 1,930 más hombres desaparecidos que mujeres, pero en 2014 —año en que la
desaparición forzada de mujeres tuvo su pico más alto— la diferencia cayó a 1,095. Esto
indica que mientras que la tasa de hombres desaparecidos disminuyó en casi 1%, la de
mujeres creció 49% (Merino, Zarkin y Fierro, 2015).

b) Entre 2011 y 2015, 7,185 mujeres habían sido reportadas como desaparecidas, la mitad
de ellas menores de 18 años, cifra que coincide preocupantemente con la edad de mujeres
desplazadas por violencia y trata sexual, y que indica que un porcentaje importante del 30%
de personas menores de edad desaparecidas eran mujeres. De hecho, según la ONU, el
número de niñas (menores de 18 años) es 1.8 veces mayor que el de niños (Proceso, 2016).

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c) Los municipios con mayor número de mujeres desaparecidas recientemente están en: 1)
estados donde hay mayor número de feminicidios, como Estado de México, Guerrero,
Jalisco, Nuevo León y Oaxaca; 2) estados donde se han ubicado desplazamientos forzados
masivos como Tamaulipas y Coahuila; y 3) estados donde la violencia intrafamiliar es más
alta, como Sonora (Merino, Zarkin y Fierro, 2015).

En tercer lugar, respecto del feminicidio, desde 1993 más de 40,000 mujeres han sido
asesinadas por ser mujeres. Los estados con mayor índice de feminicidios concurren con
aquellos donde las tasas de violencia sexual e intrafamiliar y de desaparición forzada de
mujeres son también más altas: Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México, Guerrero, Jalisco,
Estado de México, Nuevo León, Oaxaca, Puebla y Sinaloa (CIDH, 2015). Seis de estos
estados están en la lista con más desplazamientos forzados masivos —Estado de México,
Sinaloa, Chihuahua, Chiapas, Oaxaca, Ciudad de México. Si bien, las cifras globales de
homicidio indican que los hombres tienen mayor probabilidad de ser asesinados, desde
2010 hay una tendencia al alza en el caso de mujeres asesinadas de entre 20 y 30 años, lo
que coincide con el incremento de feminicidios y violencia intrafamiliar en el hogar contra
mujeres en ese rango de edad (INEGI, 2015).

En la inconsistencia para mostrar el miedo de persecución específico de las mujeres y en la


consistencia en los altos índices de violencia sexual e intrafamiliar en los ámbitos público y
privado, las cifras expuestas indican que las mujeres sufren de violencia sexual e
intrafamiliar que, si bien no responde a las dinámicas de peleas entre cárteles, sí tienen que
ver con hombres vinculados a ellos, y con su misoginia y actividades en la economía
criminal, no necesariamente del trasiego de drogas sino de esclavitud sexual con fines
comerciales. Se trata de una violencia que es el contínuum de la narcoguerra; esa violencia
se presenta aquí como una guerra adyacente a la narcoguerra, y ambas son acepciones de lo
que llamo las guerras necropolíticas.

Los cuerpos de las mujeres y las guerras necropolíticas

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Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 78

Aun cuando el término de necropolítica se atribuye al africano Achille Mbembe, 2 la


definición que interesa aquí es la de la feminista tijuanense Sayak Valencia, quien la
mexicaniza y dice que en las sociedades hiperconsumistas los cuerpos se convierten en una
mercancía, y su cuidado, conservación, libertad e integridad son productos relacionados
(Valencia, 2010). Para ella, los cárteles ejercen un poder de opresión análogo al del Estado
y se han convertido en un Estado paralelo que reconfigura la biopolítica y utiliza técnicas
que denomina necroprácticas —acciones radicales dirigidas a infringir dolor, sufrimiento y
muerte. Al igual que el Estado legítimo, su contraparte criminal pretende tener el control
sobre el territorio, la seguridad y la población, es decir, de gobernar a través de la
explotación de los recursos nacionales y las personas, y la venta de seguridad privada.
Controlan los cuerpos de hombres y mujeres, haciéndolos mercancías de intercambio o
consumidores de los bienes ofertados en el narcomercado (Valencia, 2010).

Esta interpretación de la necropolítica complementa la discusión sobre nuevas guerras de


Mary Kaldor (2006), quien no nombra textualmente la violencia criminal pero la describe.
Kaldor asegura que las nuevas guerras no constituyen simples guerras civiles o conflictos
de baja intensidad, conceptos ampliamente utilizados durante la Guerra Fría. Tampoco son
guerras informales o privatizadas. Más bien, dice, son “posmodernas”, en el sentido de que

2
Mbembe sostiene que la biopolítica no es suficiente para entender cómo la vida se
subordina al poder de la muerte en África. Afirma que la proliferación de armas y la
existencia de mundos de la muerte —lugares donde la gente se encuentra tan marginada
que en realidad viven como muertos vivientes— son un indicador de que existe una política
de la muerte (necropolítica) en lugar de una política de la vida (biopolítica) como la
entiende Foucault. Examina cómo el derecho soberano de matar se reformula en las
sociedades donde el estado de excepción es permanente. Según Mbembe, en un estado
sistemático de emergencia el poder se refiere y apela constantemente a la excepción y a una
idea ficticia del enemigo. Afirma que las operaciones militares y el derecho de matar no son
ya prerrogativas exclusivas del Estado gubernamentalizado, y que el ejército regular no es
ya el único medio para ejecutar el derecho de matar. Las milicias urbanas, los ejércitos
privados y las policías de seguridad privada tienen también acceso a las técnicas y prácticas
de muerte. La proliferación de entidades necroempoderadas, junto con el acceso
generalizado a tecnologías sofisticadas de destrucción y las consecuencias de las políticas
socioeconómicas neoliberales, hace que los campos de concentración, los guetos y las
plantaciones se conviertan en aparatos disciplinarios innecesarios porque son fácilmente
sustituidos por la masacre, una tecnología necropolítica que puede ejecutarse en cualquier
lugar en cualquier momento (Mbembe, 2011).

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es imposible distinguir lo público de lo privado, así como los motivos económicos de los
políticos (Kaldor, 2006). Las nuevas guerras ocurren al interior del Estado en vez de entre
Estados, y son resultado del desmantelamiento neoliberal de éstos, pues se dan en
situaciones en las que el ingreso del Estado disminuye por un debilitamiento de la
economía y la propagación de la criminalidad, la corrupción y la ineficiencia. Según Kaldor
(2006) la violencia se privatiza debido al crecimiento del crimen organizado, la emergencia
de grupos paramilitares y la pérdida de legitimidad política. El Estado pierde control sobre
partes de su territorio a manos de los grupos criminales. Las nuevas guerras ocurren, pues,
en la lucha por el necropoder.

Al estar enfocadas en la lucha por el necropoder, estas nuevas guerras de las que habla
Kaldor tienen particularidades en el tercer mundo, donde el necropoder gira no sólo en
torno a la delincuencia, el paramilitarismo y los mercenarios, sino del control del mercado
de cuerpos y otras mercancías ilícitas. Por ello, propongo llamarlas guerras necropolíticas,
de las que por lo menos hay dos tipos: 1) las guerras por ganar la alianza con el Estado en la
reproducción del capital criminal en general, o guerras por la gubernamentalización
necropolítica del Estado; y 2) las guerras contra las mujeres para desposeerlas de sus
cuerpos para el dominio misógino privado y la explotación sexual, o guerras por la
desposesión de cuerpos femeninos.

1. Guerra por la gubernamentalización necropolítica del Estado

Comparto con Valencia (2010) la idea de que el necropoder es una apropiación criminal de
los elementos fundamentales de la biopolítica —territorio, seguridad y población—, pero
no coincido en que se erige como un Estado paralelo. La evidencia en estudios empíricos
sobre la reconfiguración cooptada del Estado (Flores Pérez, 2012; 2013) sugiere que a
diferentes niveles de gobierno el necropoder y el Estado son uno solo, es decir, los
criminales fungen como el brazo armado del poder estatal para regular la muerte de la
población en función de la reproducción del capital delincuencial. Mi hipótesis es que,

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aunque siempre ha habido relación entre criminales y el Estado en México como lo indica
Flores Pérez (2012; 2013), la guerra contra el narco permitió la intensificación de los lazos
porque condujo a las fuerzas armadas y las diversas policías a la disyuntiva de plata o
plomo, haciendo que exista una pelea entre los cárteles por ganar el favor de éstos.

Sobre gubernamentalidad, en el marco foucaultiano, la palabra gobierno no se refiere a la


institución de gobierno sino a “una actividad encaminada a conducir a los individuos a lo
largo de sus vidas poniéndolos bajo la autoridad de una guía responsable de lo que hacen y
lo que pasa con ellos” (Foucault 1997, p. 67). Para Foucault, las técnicas de gobierno no
son exclusivas del Estado pues constituyen el conjunto de acciones sobre las acciones
posibles de otros sujetos, o las acciones ejercidas sobre sí para dominar placeres o deseos:
“Gobierno de niños, gobierno de almas y conciencias, gobierno de una casa, de un estado, o
de uno mismo” (Foucault, 1997, p. 81). Para diferenciar la gubernamentalidad política de
las de otra índole, Foucault llamó a ésta la gubernamentalización del Estado.

Por ello, aquí se propone hablar de la gubernamentalización necropolítica del Estado,


misma que implica la delegación de autoridades estales a bandas criminales, de las técnicas
de dominación de la población para actuar sobre sus acciones a través de prácticas que
producen muerte (asesinato, tortura, persecución, tráfico de personas, trata sexual). La
gubernamentalización necropolítica del Estado usa discursos políticos como la guerra
contra el narcotráfico o la crisis de inseguridad como dispositivos de regulación de la
muerte; la securitización del espacio público como su estrategia central; y la economía
criminal como su principal motivación.

La gubernamentalización necropolítica del Estado dirige la conducta de policías y militares


hacia una situación en la que el manejo experto de tecnologías de muerte, se convierte en
una ventaja comparativa en un contexto de salarios de miseria y subordinación de lo ético
al mercado y al consumo. La guerra necropolítica por la gubernamentalización del Estado
implica una guerra entre grupos criminales para ganar la capacidad de servir como el
gobierno privado indirecto del Estado, como han expuesto Bunker (2011) y Sullivan
(2012). Estos autores dicen que los cárteles mexicanos son el arquetipo de un tipo de

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insurgencia que en los noventa solamente era una teorización: la insurgencia criminal
(Bunker, 2011; Sullivan, 2012). La insurgencia criminal es el resultado de la lucha entre
bandas criminales por el necropoder. Su competencia con éste no es por la tradicional
participación política dentro de las estructuras estatales —como los partidos políticos,
digamos— sino para liberarse del control estatal y así poder maximizar sus ganancias
ilegales.

En resumen, lo que conocemos como la narcoguerra sería una guerra por la


gubernamentalización necropolítica del Estado, es decir, una disputa entre cárteles por el
trato preferencial del Estado y su asociación con él. Pero esta guerra mutó. Si bien en un
principio era una guerra por poder territorial y control del mercado de la droga, los
objetivos económicos se desviaron a mercados y mercancías con igual valor comercial que
la droga, pero sin el creciente costo en riesgo y seguridad. Esta mercancía resultó ser el
cuerpo de las mujeres. La mercantilización de los cuerpos femeninos, la exacerbación de la
misoginia, la impunidad sistémica y los riesgos crecientes en el comercio de drogas han
colocado a las mujeres como adversarias en otra guerra necropolítica, una que es paralela a
la narcoguerra y que protagonizan los mismos hombres involucrados en ella, pero también
muchos de los hombres que han sido o pueden ser objeto de la narcoviolencia. Es una
guerra en la que la víctima de la guerra contra el narco también es potencialmente
victimario, porque lo que está en juego no es territorio ni poder ni control sobre el mercado
de drogas ilícitas, sino la desposesión de los cuerpos de las mujeres para dominarlos y
lucrar con ellos sexualmente.

2. La guerra por la desposesión de cuerpos femeninos

Kaldor apunta como característica general de las nuevas guerras el uso de la violación y
otros crímenes de orden sexual como parte de su estrategia de dominación. La antropóloga
Rita Laura Segato (Segato, 2006; 2014) coincide con Kaldor, pero ahonda en el uso de la
tortura y la esclavitud sexual que fueron paradigmáticas de las nuevas guerras

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ejemplificadas en Ruanda y la ex Yugoslavia, y dice que en este paradigma “la agresión, la


dominación y la rapiña sexual ya no son, como fueron anteriormente, complementos de la
guerra, daños colaterales, sino que han adquirido centralidad en la estrategia bélica”
(Segato, 2014, p. 343). Para ella, la violencia “corporativa y anómica se expresa de forma
privilegiada en el cuerpo de las mujeres”, pues los agentes violentos “escriben” en sus
cuerpos para hacerlos el “bastidor en el que la estructura de la guerra se manifiesta”
(Segato, 2014, p. 344).

Las definiciones de Kaldor (2006) y Segato (2014) son un comienzo para colocar el papel
central del cuerpo de las mujeres en acciones de guerra, pero los siguen supeditando a una
estrategia bélica que tiene como fin la dominación de un territorio para fines independientes
a los del uso de los cuerpos femeninos. En cambio, lo que se sugiere aquí es que éstos
tienen un rol central como mercancía y como fin en sí mismos. Mientras que la
gubernamentalización necropolítica del Estado puede constituir una nueva guerra en la que
los sujetos que se disputan el necropoder son criminales que luchan por la preferencia del
Estado, la violencia contra las mujeres constituye una disputa por el control de mercancías
ilícitas, sólo que en este caso el enemigo y la mercancía son la misma cosa, son las mujeres
y sus cuerpos cosificados y objetivados sexualmente. A las mujeres hay que disputarles el
control de sus cuerpos mediante violencia física y sexual extrema, porque sólo así pueden
ser desposeídas de ellos para mercantilizarlos en el mercado sexual. Es un insumo vivo que
hay que desposeer mediante tortura y muerte.

Para poder analizar el rol de los cuerpos femeninos como mercancías en guerras
necropolíticas, propongo introducir la idea de desposesión de Judith Butler (Butler y
Athanasiou, 2013). Butler dice que la desposesión tiene dos acepciones: 1) el sujeto
desposeído en cuanto que descentrado de sí mismo, lo cual le permite conectarse de forma
relacional con otros y la sociedad; y 2) el despojo de medios de subsistencia o
“acumulación por desposesión” (Harvey, 2004), que radicaliza la acumulación “originaria”
de Karl Marx, refiriéndose a “la depredación, el fraude y la violencia” que conlleva esta
actividad que extrae los recursos de la naturaleza y la tierra para privatizarlos y lucrar con
ellos.

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Para Butler, la desposesión en la primera acepción es determinante en la segunda, pues


incluso cuando gozamos de derechos somos dependientes de un tipo de gobernanza y un
régimen legal que nos confiere esos derechos y delimita nuestro actuar, de tal forma que
antes de que exista una posibilidad de ser desposeído ya estamos fuera de nosotros mismos.
Somos sujetos interdependientes cuyo placer y sufrimiento depende desde el principio de
un ambiente sostenible, por ello cuando alguien nace en condiciones de precariedad
extrema, su vida se encuentra ya en desposesión. En otras palabras, “solamente podemos
ser desposeídos porque ya estamos desposeídos” (Butler y Athanasiou, 2013, p. 5).

Esta idea constitutiva de desposesión subjetiva y objetiva permite entender cómo un


entorno social misógino y de impunidad estructural de la violencia sexual e intrafamiliar, es
la condición de posibilidad para que sujetos violentos y misóginos escindan a las mujeres
de sus cuerpos para ser esclavizadas, forzadas mediante violencia física, engaños y
depredación a ser mercancías sexuales.

Pero, ¿en qué momento se puede asegurar que esta desposesión de cuerpos constituye una
guerra? La guerra por la desposesión de cuerpos está directamente relacionada con las
actividades violentas y la autoafirmación de los sujetos centrales de la narcoguerra: utiliza
las mismas técnicas de extracción, es decir, el asesinato y la desaparición forzada. Sin
embargo, la guerra necropolítica por desposesión no es entre bandas criminales que se
disputan el control del mercado de drogas y la asociación con el Estado, sino entre hombres
violentos y precarizados, y mujeres que se resisten a ser desposeídas de sus cuerpos. La
guerra por los cuerpos femeninos tiene su primera línea de batalla donde están las mujeres
más pobres y marginadas de las zonas rurales y conurbadas de las grandes ciudades.

Esos cuerpos son extraídos de sus dueñas a través de brutalidad física y sexual para ser
esclavizadas y despojadas de su voluntad con amenazas contra ellas o sus hijos, la tortura y
la migración forzada. Luego de ser extraídos, los cuerpos son usados en esclavitud con
fines de comercio sexual o para controlarlos con fines de subordinación doméstica y sexual.
La guerra por desposesión de cuerpos femeninos es una guerra cuya existencia se refleja en

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los datos, pero ha sido invisibilizada en la impunidad estructural y selectiva que desprecia a
las mujeres y minimiza su experiencia de sufrimiento a la completa inexistencia.

Características de las guerras necropolíticas

La trata y el feminicidio existían desde antes de que la política antidrogas fuera nombrada
“guerra contra el narco”. No es decir que los hechos que se explican hayan empezado con
la narcoguerra, sino que las guerras necropolíticas pueden ser un marco que interpreta y
nombra sucesos que empezaron hace muchos años y que tienen características compartidas
que se han enfatizado y entrecruzado de tal forma en años recientes que pueden nombrarse
así. No es que se proponga analizarlas por separado, sino que hacen referencia a un tipo de
guerra (necropolítica) con diferentes objetivos, de allí que se proponga una tipología. Las
guerras necropolíticas son tales porque comparten al menos tres características: 1) la ley
opera para mantener la impunidad y las condiciones en las que las violaciones a los
derechos humanos se invisibilizan, sobre todo en el caso de las mujeres; 2) la subjetividad
endriaga (Valencia, 2010) es la protagonista de la violencia; y 3) el uso de desaparición
forzada, masacre y feminicidio constituyen técnicas de acumulación de capital (droga en el
caso de la guerra criminal y cuerpos femeninos en la guerra por desposesión).

1. Invisibilización de violaciones a los derechos humanos

Las violaciones a los derechos humanos en las guerras necropolíticas ocurren en un campo
nebuloso entre lo privado y lo público; y en la guerra por la desposesión de cuerpos
femeninos, la impunidad estructural que afecta todo el sistema judicial oscurece la
magnitud de las mismas. Sin embargo, las violaciones a los derechos humanos resultan
invisibilizadas por dos razones: 1) el colapso espacial de la dicotomía público/privado para

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fines de identificar la atribución estatal en la responsabilidad de derechos humanos; y 2) la


impunidad estructural.

Colapso de lo público y lo privado

Las violaciones a los derechos humanos como concepto jurídico son producto de un
proceso de interpretación legal en el que ciertos hechos se construyen como violaciones a
los derechos y otros no. El punto clave es que los atentados ocurran en el ámbito de lo
público, es decir, la arena político-estatal. Las actividades criminales no son consideradas
públicas en la medida en que el discurso legal hace creer que no ocurren en el ámbito
político-estatal.

Las juristas feministas Chinkin (1999) y Gal (2005) aseguran que la dicotomía
público/privado en la ley siempre ha sido artificial, construida a través del lenguaje, y sirve
a propósitos ideológicos (Gal, 2005, p. 25). Chinkin cree que esta división tiene
importantes consecuencias para la legislación internacional, especialmente la de derechos
humanos, porque define una visión estado-céntrica de la responsabilidad y la atribución.
Asegura que la demanda de aplicación universal de los derechos humanos asume una
racional poco cuestionada de distinguir entre la conducta de los órganos estatales y los de
otras entidades cuya definición en realidad depende de las convicciones filosóficas
referentes al adecuado rol del gobierno y de la intervención gubernamental (Chinkin, 1999).

Según la división público/privado que permea el discurso de derechos humanos, las


actividades criminales se dan en el ámbito de la economía criminal y no constituyen un
problema de carácter público, entendido éste como el ámbito de la política del Estado. En
México el escenario de lo público/privado ya no es claro, y eso sirve para ocultar las
dinámicas de poder detrás de las violaciones a los derechos humanos, como lo indica el
Informe Bourbaki, el cual dice que en la narcoguerra las “bajas humanas” se producen en

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“dominios de orden delictual” (criminales) y en “dominios de orden legal” (agentes de


alguno de los poderes del Estado), pero de forma híbrida (Equipo Bourbaki, 2011, p. 9).

Este entrelazamiento de lo estatal con lo criminal es lo que los estudiosos de las mafias
denominan intreccio, que significa “más que reciprocidad entre la mafia y el Estado; apunta
hacia una vasta área gris en la que es imposible determinar dónde termina una y empieza la
otra” (Schneider y Schneider 2003, pp. 33-34). No obstante, el entrelazamiento denso de las
mafias con el Estado no es unitario (Schneider y Schneider, 2003, p. 31), por lo que implica
generalmente un alto nivel de inconsistencia interna (Schneider y Schneider 2003, pp. 33-
34). Esto es lo que Auyero ha denominado el “área gris del poder”, que implica la fusión de
las actividades violentas de quienes las perpetran y de quienes deberían prevenirlas
(Auyero, 2007, p. 32). Para Auyero, la zona gris es al mismo tiempo un objeto empírico y
una lente analítica que dirige la atención hacia un área turbia en la que las fronteras
normativas se disuelven, en la que los actores estatales y las élites políticas promueven o
toleran y/o participan en causar daño (Auyero, 2007, p. 32). Las violaciones a los derechos
humanos ocurren en el área gris y no se registran.

Impunidad

En México la impunidad no es simple resultado de la impericia o la incapacidad para


investigar, sino de la reconfiguración cooptada del Estado, la cual se da a partir de lo que se
ha denominado “captura” del Estado, que es un tipo de corrupción institucional en la que
empresarios y agentes del Estado establecen alianzas para beneficio propio, ignorando las
reglas de competencia, y con el objetivo explícito de establecer reglas económicas que
buscan beneficiarlos a ellos y no el interés público (Flores Pérez, 2013). De esta forma, la
corrupción traspasa el simple soborno y se vuelve institucionalizada. Cuando en vez de
empresarios son criminales, y en vez de captura de instituciones y reglas económicas se
capturan instituciones de procuración de justicia y del orden público, estamos hablando de
un proceso de reconfiguración cooptada del Estado, porque lo que se coopta son las

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instituciones “encargadas de reforzar las disposiciones normativas más esenciales del


Estado” (Flores Pérez, 2013, p. 50).

La impunidad como resultado de la reconfiguración cooptada del Estado es parte


importante de la gubernamentalización necropolítica del Estado. De acuerdo con las propias
autoridades mexicanas (citadas en Sullivan, 2012), más de la mitad de los municipios del
país (60-65%) han sido impactados por la delincuencia organizada. Los cárteles de la droga
han infiltrado y usado como base de operaciones de secuestro, extorsiones y robo de
vehículos más de 1,500 ciudades. Por ello se ha reconocido la existencia de 980 “zonas de
impunidad” en las que las bandas delincuenciales operan sin ningún tipo de restricción. En
estas zonas de impunidad hay “enclaves” en los que los grupos criminales ejercen más
control territorial que el propio Estado. Estos enclaves se encuentran ubicados en los
municipios de las regiones conocidas como Tierra Caliente (Michoacán, Guerrero, Colima
y Estado de México), Triángulo Dorado (Chihuahua, Durango y Sinaloa), el Istmo de
Tehuantepec (Oaxaca), el Valle de Juárez (Chihuahua), Tamaulipas, y la zona
metropolitana de la Ciudad de México (Sullivan, 2012, p. 17, p. 20). Según el Índice Global
de Impunidad México 2016, que analiza datos de 2010 a 2012, sólo 4.46% de los delitos
consumados reciben sentencias condenatorias, lo que implica un índice de impunidad de
95%. La cifra negra de delitos no denunciados haría que esta cifra se elevara a 99% (Le
Clercq Ortega y Sánchez Lara, 2016).

La impunidad también es fundamental para asegurar la desposesión de cuerpos. Aun


cuando el índice global no reporta específicamente la impunidad en delitos por género, se
puede apreciar que aquellos lugares donde hay violencia sexual e intrafamiliar,
desaparición forzada de mujeres y feminicidio, se ubican en Estados con márgenes que van
de impunidad media (56-60%), como la Ciudad de México, Chihuahua, Sonora y Chiapas;
impunidad alta (65-70%), como Jalisco, Puebla, Sinaloa, Tlaxcala; y muy alta (70-76%),
como Estado de México, Nuevo León, Oaxaca, Tamaulipas, Coahuila y Guerrero (Le
Clercq Ortega y Sánchez Lara, 2016).

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Además, la violencia intrafamiliar es el delito más frecuente en Chihuahua y San Luis


Potosí, donde el nivel de impunidad es media, lo cual significa que no se investigan más de
la mitad de los casos. Este delito también está entre los cinco más habituales en Baja
California Sur, Nuevo León, Puebla y Quintana Roo. No obstante que Chihuahua es un
estado catalogado de impunidad media, es donde se tienen los índices de desplazamiento,
violencia sexual e intrafamiliar y feminicidio más altos. Baja California Sur, Nuevo León y
Quintana Roo cuenta con niveles de impunidad muy altos, y en uno de ellos, Nuevo León,
la violencia intrafamiliar y sexual, la desaparición forzada y el feminicidio, tienen uno de
los índices más altos del país. De hecho, en Nuevo León, Puebla y Baja California es donde
hay más averiguaciones previas por delitos sexuales (2010-2015) (Le Clercq Ortega y
Sánchez Lara, 2016; CEAV, 2016). Puebla tiene impunidad de rango alto, y está en la lista
de estados con mayor número de feminicidios. También entre los estados con mayor
recurrencia en el delito de incumplimiento de asistencia familiar se encuentran Chiapas,
con altos índices de feminicidio; y Sonora, con alta tasa de desaparición forzada.

El índice de impunidad no desagrega su información por género, pero los delitos de


lesiones y homicidio pueden incluir violencia sexual e intrafamiliar y desaparición forzada,
feminicidio y desplazamiento forzado, y eso nos permite cruzar la información de
impunidad con la de las violaciones a los derechos humanos de las mujeres. Por un lado, el
delito de lesiones está entre los cinco más frecuentes en casi todo el país, incluyendo los 10
estados con mayor índice de feminicidio, los ocho con mayor concentración de
desaparición forzada de mujeres, los nueve con más violencia intrafamiliar y los 10 con
mayor número de desplazamientos forzados masivos: Aguascalientes, Baja California, Baja
California Sur, Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Ciudad de México, Guerrero, Guanajuato,
Hidalgo, Jalisco, Estados de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo león, Oaxaca,
Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas,
Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas. Por otro lado, el delito de homicidio está entre los
cinco más recurrentes en Chiapas, Guerrero y Sinaloa, donde la impunidad es de media a
muy alta y donde el feminicidio es más común (Le Clercq Ortega y Sánchez Lara, 2016).

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2. El endriago

La subjetividad fundamental de las guerras necropolíticas es lo que Valencia (2010) llama


el Sujeto endriago. El endriago es un personaje mítico de la literatura medieval española
(Amadís de Gaula). Es un monstruo, un híbrido de hombre, hidra, y dragón; es una bestia
de gran altura, fuerte y ágil, que habita tierras infernales y produce un gran temor entre sus
enemigos. Valencia adopta el término endriago para conceptualizar a los hombres que
utilizan la violencia como medio de supervivencia, mecanismo de auto-afirmación, y
herramienta de trabajo. Los endriagos no sólo matan y torturan por dinero, sino que
también buscan dignidad y autoafirmación.

Para Valencia, el endriago es la subjetividad disidente del neoliberalismo, pero no significa


que sea una resistencia legítima: los endriagos siguen siendo hombres de negocios que
toman el neoliberalismo hasta sus últimas consecuencias, resistiendo el Estado neoliberal
pero de una manera distópica. Las relaciones de necropoder actúan para inducir a los
endriagos a necroprácticas que se ofrecen en el biomercado, las opciones “laborales” que
quedan para quienes no pueden afirmarse identitariamente en la economía “legal”. La
subjetividad del endriago es en parte posible gracias al patriarcado y los patrones de
conducta del tipo de masculinidad hegemónica y violenta. Valencia dice que estos varones
no quieren perder su rol de proveedores y dominadores de mujeres y están dispuestos a
alquilar sus cuerpos a la prestación de servicios de muerte.

Aunque Valencia no se refiere explícitamente a las fuerzas del orden o a los militares
cuando describe al endriago, los datos arrojan que son su mejor expresión, no sólo por su
monstruosidad sino también porque en la gubernamentalización necropolítica del Estado
mexicano no sólo es híbrido en su naturaleza racional-violenta, sino en su composición
criminal-legal, la cual subvierte la división dicotómica de lo público y lo privado a nivel
ontológico.

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3. Desaparición forzada, masacre y feminicidio


como tecnologías de muerte

Como se explicó ya en la definición de las guerras necropolíticas y en sus dos primeras


características, el campo de batalla, por así decirlo, es uno semilegal, uno caracterizado por
el colapso de lo público y lo privado en el ejercicio de la violencia y en la atribución de los
agentes violadores de derechos humanos. De esta forma no podemos esperar que se hable
de campos o frentes de batalla como tales. En vez de eso, las tecnologías de muerte que
caracterizan a las guerras necropolíticas son tres: la desaparición forzada, la masacre y el
feminicidio.

Desaparición forzada

En la guerra por la gubernamentalización necropolítica del Estado las víctimas son lo


mismo militares y policías que indígenas, activistas, comerciantes, migrantes y jóvenes sin
ninguna actividad política. En otras palabras, pareciera que cualquiera puede ser víctima de
desaparición, aunque debido a la zona gris del poder, no queda claro que estas
desapariciones sean desapariciones forzadas en el sentido legal del término.

La desaparición forzada de personas se encuentra sancionada en la Convención


Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas y
en la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, que establece
que “se entenderá por ‘desaparición forzada’ el arresto, la detención, el secuestro o
cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por
personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia
del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del
ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la
protección de la ley” (Artículo 2).

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La desaparición forzada es un delito que viola los derechos humanos cuando se ha


cometido por un agente del estado o con aquiescencia de éste; es un delito continuado,
porque empieza con una detención extrajudicial la cual se niega a familiares, y no prescribe
hasta que la persona es encontrada con o sin vida. En el discurso de derechos humanos,
como en el caso de persecución y tortura, una desaparición no es forzada si ocurre en el
ámbito doméstico o el espacio público a manos de agentes privados.

Lo que ocurre hoy en México desafía esta definición porque las autoridades del Estado no
siempre se encuentran inmiscuidas directamente, o por lo menos no de manera obvia o
activa. En muchos casos no se sabe el nivel de involucramiento de las autoridades, o no se
puede establecer con claridad, pues puede ser a través de una red de corrupción. Es esta
incertidumbre que se crea en la zona gris y la impunidad, lo que hace de la desaparición
forzada una herramienta útil en la gubernamentalización necropolítica del Estado, pues éste
puede deslindarse fácilmente de su responsabilidad al tiempo que parece violencia criminal
indiscriminada que lo exculpa de violaciones graves de derechos humanos. Es una
estrategia del necropoder para crear zozobra y no rendir cuentas sobre las muertes de
hombres y mujeres. La desaparición que sigue al secuestro o detención ilegal por parte de
criminales y autoridades contra migrantes, activistas, políticos incómodos, periodistas o
víctimas del delito es una forma de diluir responsabilidad.

Respecto de las mujeres, como sabemos por las cifras de muerte y el lugar preponderante
de las mujeres en los comités de búsqueda de desaparecidos, en la guerra por el control del
mercado de drogas el índice de muerte y desaparición es mayor en hombres. Los efectos en
las mujeres son mayoritariamente indirectos (madres, hermanas, esposas, cuñadas, nueras e
hijas). Pero esto no implica que las mujeres no sean asesinadas y desaparecidas. Lo son,
sólo que la violencia de la guerra por la desposesión de cuerpos femeninos tiene otra
dinámica espacio-temporal conformada por la esfera pública no securitizada, el espacio
privado o personal, y una combinación de ambas, con fines de dominación y explotación
sexual.

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Además, en términos legales, si una mujer es violada, asesinada y desaparecida a través de


desintegración química, hundimiento en aguas profundas o entierro clandestino, no
constituye desaparición forzada. Es simplemente una desaparición “por voluntad de un
particular”. La excepción de esta configuración del delito de desaparición forzada se da en
el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI), el cual reconoce como
desaparición forzada la desaparición de una persona en el contexto de delitos de lesa
humanidad, que incluyen “violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo
forzado, esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable” cuando
“se cometen como parte de un ataque generalizado o sistemático en contra de una población
civil y con conocimiento de dicho ataque” (CPI, 1998Art. 7(1)(g)).

Por ello, la desaparición es la tecnología ideal para someter a las mujeres a la esclavitud
sexual comercial, pues, dado que esta práctica es recurrente en el contexto de la
narcoviolencia, el sistema de justicia asume que las mujeres reportadas como desaparecidas
en realidad “andan por allí con el novio” o se buscaron su destino por “su estilo de vida”
que las relaciona a ámbitos de dominio del narcotráfico, como bares y burdeles. Por esta
razón es casi imposible que se siga la pista de la esclavitud y violencia sexual e
intrafamiliar en el espacio público y privado (Monárrez Fragoso, 2009).

Los estudios sobre la esclavitud con fines de explotación sexual comercial han evidenciado
que los tratantes “enganchan” a sus víctimas convirtiéndose primero en novios devotos; o,
bien, son los padres, madres y hermanos que se parapetan en reglas paralegales o
tradicionales para prostituirlas, venderlas o hacerlas esclavas sexuales personales. Luego las
jovencitas sólo “desaparecen”. Por ejemplo, según un estudio sobre proxenetas en las
comunidades nahuas de Tlaxcala (Romero Malgarejo y Pech Matamoros, 2014), los
hombres se dedican a prostituir mujeres desde 1960, y tienen una especie de “escuela” en la
que los padrotes enseñan a los jóvenes a vestirse y hablar para enamorar a mujeres jóvenes
de Oaxaca y Puebla, que trabajan en la Ciudad de México, en el sector de cuidados y
servicio doméstico, para forzarlas a prostituirse. Mientras que son trasladadas contra su
voluntad por una amplia red de proxenetas tlaxcaltecas en Ciudad de México, Guadalajara,
Coatzacoalcos, Matamoros, Tampico, Tijuana, Tlaxcala y Apizaco, en México; y Nueva

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York, Chicago y Houston, en Estados Unidos, en sus casas simplemente “desaparecen”


(Romero Malgarejo y Pech Matamoros, 2014).

Para llegar a despojarlas de sus cuerpos las hacen sus novias, se casan e incluso tienen hijos
con ellas para persuadirlas de no escapar. Para someterlas, las golpean brutalmente a ellas y
a sus hijos, llegando incluso a matarlos con tal de mantenerlas en la esclavitud (Romero
Malgarejo y Pech Matamoros, 2014). Mientras esto les ocurre, para sus familias
simplemente desaparecieron: no se vuelve a saber de ellas. En el contexto de desaparición
forzada sistemática en el país, se puede suponer que fueron desaparecidas de la forma en
que fueron desaparecidos los hombres.

Masacre y feminicidio

El asesinato del enemigo, e incluso el asesinato indiscriminado de la población civil, no es


raro en las guerras y ciertamente es común en las nuevas guerras, y en las guerras
necropolíticas. Como ya se dijo en la primera parte de este capítulo, el número de muertes
de la narcoguerra en México asciende ya a 150,000, de las cuales la mayoría corresponde a
hombres. Pero no es el uso del asesinato lo que distingue a las guerras necropolíticas. Lo
que las diferencia es el uso intensivo de la masacre, que es una tecnología necropolítica por
excelencia. Mientras que en las guerras tradicionales el campo de concentración era central
para la administración de la vida y la muerte, en la necropolítica las tecnologías son más
móviles, como la masacre (Mbembe, 2011).

En México, de 2006 a 2015 se pueden contar por lo menos 13 masacres de las que se tiene
conocimiento a través de los medios, conteo que no excluye que haya habido otras. De
hecho, la existencia de 201 fosas clandestinas (2006-2015) sugiere que las desapariciones
pudieran ser el resultado de asesinatos y masacres varias (Open Society, 2016). Entre las
masacres conocidas, se encuentran las perpetradas en La Marquesa, Estado de México
(2008): 24 albañiles fueron secuestrados y asesinados por presuntos miembros de La

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Familia Michoacana; Acapulco, Guerrero (2010): un comando armado secuestró a 22


turistas michoacanos, de los cuales 18 aparecieron muertos días después; Villas de
Salvárcar, Ciudad Juárez, Chihuahua (2010): presuntos sicarios dispararon contra 60
estudiantes de entre 12 y 15 años, matando a 16 e hiriendo a 12; Guadalajara, Jalisco
(2011): presuntos narcos dejaron los cuerpos de 26 personas en el monumento Arcos del
Milenio a unos cuantos días de que comenzaran en esa ciudad los Juegos Panamericanos;
Allende, Coahuila (2011): el Ejército irrumpió en las casas del pueblo, quemó los negocios
y secuestró a 300 personas que siguen desaparecidas hasta la fecha; San Fernando,
Tamaulipas (2011): 72 migrantes fueron asesinados a manos de Los Zetas por negarse a
trabajar como sicarios.

Asimismo, están las masacres cometidas en: Monterrey, Nuevo León (2011): presuntos
miembros de Los Zetas irrumpieron e incendiaron un casino donde acribillaron al dueño
por no pagar cuota y mataron a 52 personas con el incendio; Cadereyta, Nuevo León
(2014): 49 torsos fueron tirados a lo largo de una carretera; Ayotzinapa, Guerrero (2014):
secuestro y desaparición forzada de 43 estudiantes a manos de policías y militares; y
Tlatlaya, Estado de México (2014): el Ejército ejecutó a 22 presuntos delincuentes que se
habían rendido después de ser acorralados; Tahuato, Michoacán (2015): la Policía Federal
ejecutó también a 42 civiles presuntamente criminales que ya se habían rendido;
Apatzingán, Michoacán (2015): policías y militares dispararon contra grupos de
autodefensa matando a 16 e hiriendo a 44; Zitlala, Guerrero (2015): un comando armado
asesinó a siete personas de esa comunidad indígena; y Monterrey, Nuevo León (2016): reos
del penal de Topo Chico se enfrentaron en una cruenta riña que dejó un saldo de 49
muertos.

Por otra parte, el feminicidio puesto de forma simple es el “asesinato misógino de mujeres
cometido por hombres; es una forma de violencia sexual” (Radford, 2006, p. 33). Sin
embargo, lo que define mejor el feminicidio para explicar el caso mexicano es la idea de
feminicidio sexual sistémico, de Julia Monárrez (2009), el cual “abarca o pertenece a la
totalidad de un sistema donde coinciden los elementos culturales, políticos, económicos y
religiosos que confluyen para que se dé el feminicidio” (Monárrez Fragoso, 2009, p. 12).

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Estos elementos abarcan la clase social, “el color de piel, la hegemonía de la violencia
patriarcal, capitalista y las ilegalidades” (Monárrez Fragoso, 2009, p. 27).

El feminicidio se usa como se usaron los campos de exterminio para implementar la


solución final a la cuestión judía. Foucault dijo que los campos de exterminio fueron las
tecnologías biopolíticas más sofisticadas que usaron los nazis para dejar y hacer morir a los
judíos que no tenían utilidad como fuerza de trabajo o científica: mujeres niños y niñas,
ancianos/as. En la guerra por desposesión necropolítica de cuerpos femeninos, la tecnología
principal es el feminicidio. Como en la masacre, no hay intención de exterminio, pero se
hace o se deja morir a aquellas mujeres que no son útiles ya, por resistirse a la esclavitud
sexual con fines comerciales o de dominación y a la autoafirmación endriaga.

Esto se debe que los sujetos endriagos no sólo buscan reconocimiento y enriquecimiento.
También buscan autoafirmarse imponiendo su control sobre su mujer, sus hijos y su casa.
El endriago puede asesinar a su pareja o sus hijas/os o pagar por ello si descubre que se
están saliendo de su ámbito de dominio privado. Se les domina para violarlas, controlar su
fertilidad, sexualidad y autonomía económica, y abusar impunemente de las hijas y los
hijos. Hay mujeres que acceden a los términos de los endriagos para resguardar su vida y la
de sus hijos o simplemente para no quedarse solas porque han sido convencidas de que
valen tan poco que sólo él (el endriago), las ama (Cacho, 2010).

Conclusión

El artículo criticó los reportes de derechos humanos porque ignoran las continuidades de
género que hay en la violencia criminal que origina la crisis de derechos humanos que
vivimos. Con base en una gran variedad de datos estadísticos sobre desplazamiento y
migración forzada, violencia contra las mujeres y victimización, se evidenció que las
mujeres sufren violencia sexual y doméstica que en muchas ocasiones es una continuidad
de la violencia criminal, sólo que no está apropiadamente registrada. Luego se desarrolla la

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idea de las guerras necropolíticas como un tipo de conflicto que simultáneamente explica
la violencia delincuencial y la de género como parte de un contínuum de una violencia cuyo
objetivo es asegurar el comercio de la droga y la mercantilización los cuerpos de las
mujeres para afirmar los mercados criminales.

Como se sabe que la narcoguerra y la violencia de género no persiguen los mismos


objetivos, se hizo una tipología de guerras necropolíticas, que incluye dos: la guerra por la
gubernamentalización necropolítica del Estado y la guerra por la desposesión de los
cuerpos de las mujeres. Mientras que una tiene que cooptar y reconfigurar al Estado, la otra
se propone desposeer a las mujeres de sus cuerpos. Pero comparten una característica: un
espacio socio-legal disfuncional, permanentemente corrupto y deliberadamente letal, que
asegura la impunidad de las tecnologías de muerte del necropoder: masacre, feminicidio y
desaparición forzada.

La masacre y la desaparición forzada son las tecnologías preferidas del necropoder para
administrar muerte en el ámbito de la guerra por la gubernamentalización necropolítica del
Estado. La desaparición es una tecnología necropolítica usada sobre niñas y mujeres
jóvenes (de 0 a 30 años) para extraer sus cuerpos y someterlos a esclavitud sexual, y el
feminicidio es la tecnología necropolítica usada en mujeres de más de 30 años cuyos
cuerpos no tienen utilidad comercial, o cuando se han revelado contra la dominación
económica, sexual, emocional o física dentro del hogar y la esclavitud sexual. Todo es
posible por la impunidad que impera para los delitos en general y los delitos sexuales en
particular.

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Sobre la autora
Ariadna Estévez es doctora en derechos humanos por la Sussex University de Inglaterra,
maestra en sociología política por la City University de Inglaterra, y licenciada en
periodismo y comunicación colectiva por la Universidad nacional Autónoma de México
(UNAM). Es investigadora Titular Definitiva de la UNAM-CISAN, y tutora en la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales de la misma universidad. Entre sus intereses de
investigación se incluyen la biopolítica de asilo en América del Norte, la necropolítica en
México y la crítica a la teoría de derechos humanos desde una perspectiva necropolítica y
feminista. Publica ampliamente en español e inglés. Es autora de (2012) Human Rights,
Migration and Social Conflict. Towards a Decolonized Global Justice (Palgrave-
Macmillan), publicado en español en 2014 (UNAM), y de (2016) “¿Derechos humanos o
ciudadanía universal?: Aproximación al debate de los derechos en la migración”, en Revista
Mexicana de Sociología.

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Andamios. Revista de Investigación Social
ISSN: 1870-0063
revistaandamios@uacm.edu.mx
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
México

Estévez López, Ariadna


Transición a la democracia y derechos humanos en México: la pérdida de integralidad en el discurso
Andamios. Revista de Investigación Social, vol. 3, núm. 6, junio, 2007, pp. 7-32
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=62830601

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TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN
MÉXICO: LA PÉRDIDA DE INTEGRALIDAD EN EL DISCURSO

Ariadna Estévez López*

RESUMEN. A través del método genealógico de Michel Foucault


este artículo describe cómo el discurso de derechos humanos
en México surge en la década de los ochenta como resultado de
una fusión ecléctica de los discursos de la transición a la de-
mocracia y la teología de la liberación. Esta fusión dio origen a
un discurso integral que daba el mismo valor a los derechos
civiles y políticos que a los derechos económicos, sociales y
culturales. Sin embargo, el discurso perdió integralidad en la
medida que se subordinó a la transición democrática y se pos-
tergó el aborde de los derechos relacionados con la desigual-
dad socioeconómica. Al agravarse la situación social en México
las organizaciones finalmente están abordando estos problemas
pero hasta ahora no han podido revertir el rezago causado por
una visión de implementación cronológica.

PALABRAS CLAVE: Derechos humanos, discurso, democracia, orga-


nizaciones de derechos humanos, genealogía.

SI BIEN EXISTE UN DISCURSO de derechos humanos con aspiraciones “uni-


versales”, también es cierto que la apropiación y el ejercicio de este dis-
curso tiene expresiones locales que están determinadas por factores
políticos, económicos, sociales y culturales tanto internos como externos.
En consecuencia no podemos hablar de un discurso de derechos
humanos, sino de una multiplicidad de discursos nacionales o regiona-

*
Doctora en derechos humanos por la Universidad de Sussex, Inglaterra. Correo
electrónico: aestevez@servidor.unam.mx

Volumen 3, número 6, junio, 2007, pp. 7-32 Andamios 7


ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

les cuyo origen se encuentra en la coincidencia de factores históricos


(Nyamu-Musembi, 2002; Baxi, 2002).
El discurso de derechos humanos en México1 surge en la década de
los ochenta y es producto del encuentro armónico entre dos discursos
que fueron opuestos durante mucho tiempo y que entraron a nuestro
país por la vía de los movimientos sociales y la intelectualidad lati-
noamericana: la transición a la democracia y la teología de la liberación.
Esta mezcla dio origen a un discurso que fue adquiriendo objetos y su-
jetos en función de las necesidades marcadas por la situación sociopolíti-
ca y económica de México —a su vez marcaba la liberalización econó-
mica y la consecuente crisis del corporativismo—. Con esta mezcla
ecléctica se construyó un discurso de derechos humanos que en un prin-
cipio propugnaba la integralidad de todos los derechos, pero que fue
volviéndose liberal en la medida en que la izquierda social se sumaba a
la lucha por la transición a la democracia.
Este artículo hace una descripción del surgimiento y el desarrollo del
discurso de derechos humanos en México a partir de una visión genea-
lógica. Para ello describe dos periodos marcados por momentos políticos
y socioeconómicos que ampliaron el discurso hasta su versión actual: 1)
el surgimiento del discurso integral (1984-1990), y 2) la subordina-
ción al discurso democrático y la resultante pérdida de la integralidad
(1991-2000). Las conclusiones son un epílogo a la situación actual del
discurso.

EL PRINCIPIO: CONSTRUYENDO UN DISCURSO INTEGRAL (1984-1990)

El discurso de derechos humanos en México fue de dominio casi


exclusivamente diplomático hasta mediados de los ochenta, cuando la
izquierda social empezó a utilizarlo en el contexto del conflicto armado
en Centro América, especialmente en El Salvador y Nicaragua, donde la

1
Aquí se entenderá el discurso según la definición de Michel Foucault, es decir, una
serie de enunciados que establece objetos y sujetos en una disciplina de conocimiento
que normaliza la conducta humana y crea relaciones de poder (Foucault, 1977, 1985,
1988, 1998, 2002).

8 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

Iglesia progresista creó organizaciones que se encargaban de denunciar


abusos como tortura, desaparición forzada, ejecuciones, detenciones ar-
bitrarias, incomunicación, asesinato político, etcétera, cometidos contra
la oposición armada (Acosta, 2004; Aguayo, 2004; Concha Malo, 2004;
Maldonado, 2004; Fernández, 2004).
Decenas de defensores de derechos humanos pertenecientes a esas
organizaciones fueron asesinados, o en el mejor de los casos perseguidos,
como los hermanos Roberto y Benjamín Cuéllar, fundadores del Comité
de Derechos Humanos “Socorro Jurídico Cristiano” de El Salvador. Los
Cuéllar huyeron a la Ciudad de México, donde de inmediato buscaron a
la Orden de los Dominicos, con quienes estaban relacionados en El Sal-
vador en su trabajo de defensa de los derechos humanos. Los Dominicos
en México les dieron las facilidades para echar a andar una campaña de
solidaridad con el pueblo salvadoreño, a la cual se unieron académicos,
promotores de educación popular y simpatizantes de la teología de la li-
beración, quienes posteriormente crearían las primeras organizaciones
de derechos humanos en México.
Aunque los derechos humanos como práctica discursiva entraron a
través de este movimiento de solidaridad con Centroamérica, como dis-
curso surgió de la fusión de dos corrientes de pensamiento diferentes
pero convergentes en las luchas sociopolíticas en América Latina: la tran-
sición a la democracia y la teología de la liberación. En primer lugar, la
noción de derechos humanos como herramienta de la transición a la de-
mocracia fue utilizada por académicos y activistas laicos que abando-
naban progresivamente la idea de “revolución” y se sumaban a las ideas
de “democratización” prevalecientes en otros países del continente.2 De

2
Hay tres abordes de democratización. El primero es la teoría de la modernización, la
cual enfatiza los aspectos económicos de la democratización y la vincula con la mo-
dernidad y su supuesto de progreso. Establece que la democracia es un producto del
desarrollo capitalista. El segundo es el aborde estructural o de la sociología histórica,
el cual señala que la relación cambiante e histórica entre el Estado y las clases sociales
determinan el sistema político. El tercer y más reciente es precisamente el de la teoría
de la transición, el cual es uno centrado en el sujeto como agente de cambio, y se en-
foca en el papel de las elites políticas en los procesos democráticos. Toda causa es-
tructural se encuentra fuera del análisis. La teoría de la transición ha sido recientemente
reformulada por J. Grugel, quien encontró dos deficiencias fundamentales en estos

Andamios 9
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

acuerdo con algunos estudios sobre las razones y usos de la democracia


en América Latina, la transición a la democracia tiene su origen en el
impacto que tuvieron los golpes de Estado de América del Sur de los se-
tenta en la intelectualidad de la época, la cual empezó a cuestionar seria-
mente la efectividad de los discursos revolucionarios del marxismo-
leninismo para el cambio político (Lesgart, 2003; Roitman Rosenmann,
2005).
La brutal represión de las juntas militares contra la guerrilla y los
líderes obreros fue atribuida al proyecto político-intelectual de la iz-
quierda de aquel entonces, que proponía la revolución armada como
método y el socialismo como meta. La idea de fondo era que el ideal de
la lucha armada como vía para el cambio político y económico había
suscitado una reacción feroz en la ultraderecha y polarizado las posturas
de los distintos actores políticos y sociales, y por ello era necesario cam-
biar la dinámica de pensamiento y en consecuencia de la acción política
(Lesgart, 2003; Roitman Rosenmann, 2005).

tres abordes. Por un lado, todos carecen de una visión integral del cambio político que
pueda dilucidar la influencia tanto del sujeto como de la estructura en los procesos de
democratización. Por otro lado, ninguno comprende una visión internacional que in-
corpore el rol de la economía política así como de la sociedad civil. Grugel, sin abandonar
la definición schumpetariana de democracia, propone una visión que ponga igual énfasis
en el Estado, la sociedad civil y la globalización. Para ello, hace una conexión entre los
procesos democráticos como el de México y los procesos globales de cambio político,
económico y cultural. En lo económico, Grugel observa una coincidencia en el sur-
gimiento de la economía global y la expansión mundial de la democracia como sistema
político. En este contexto, la democracia se construyó con base en estrategias de
liberalización económica global que redujeron la capacidad de los Estados autoritarios
para cooptar y comprar apoyo político. Esto no significa que la liberalización económica
haya llevado automáticamente a la democratización, pues solamente alentó la cons-
trucción de democracias formales al tiempo que incrementaba la pobreza y la desigualdad
social, lo cual actúa contra formas más sustantivas de democracia. En lo político, Grugel
cree que los procesos socioeconómicos tuvieron gran influencia en la formación de la
gobernabilidad global, la cual refleja las desigualdades estructurales entre pobres y
ricos, y por ende promueve el discurso democrático predominante que se enfoca so-
lamente en elecciones y alternancia en el poder. Finalmente, en relación con los aspectos
culturales, Grugel señala que el desarrollo tecnológico jugó un papel importante en la
difusión de los valores democráticos en todo el mundo (Grugel, 2002).

10 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

De esta forma, los intelectuales del Consejo Latinoamericano de


Ciencias Sociales (Clacso) analizaron las características de los regímenes
militares —que los intelectuales empezaron a llamar sistemas burocrático-
autoritarios para diferenciarlos del viejo autoritarismo, definido por el
uso del corporativismo para prevenir la disidencia—, y decidieron ela-
borar alternativas intelectuales que llevaran a un cambio político que
pudiera poner fin a la represión y a los gobiernos militares, pero que evi-
tara movimientos de masa proclives a la revolución (Lesgart, 2003; Ruiz
Contardo, 2004).3 La respuesta fue la “democracia” (Lesgart, 2003: 68).4
La opción por la democracia fue una decisión difícil toda vez que la
izquierda latinoamericana siempre había sospechado de las posibilidades
emancipadoras de ese discurso. Durante décadas los activistas e
intelectuales de la región habían visto la democracia y los derechos huma-
nos con suspicacia, no sólo por la prevalencia de los discursos mar-
xistas, sino también por el contexto de la Guerra Fría en la que los dis-
cursos liberales eran promovidos en la Alianza por el Progreso, un pro-
grama patrocinado por Estados Unidos con el que se trataba de impedir
el “contagio socialista” a través de programas para el desarrollo y la de-
mocracia. Pero detrás del uso de la transición a la democracia como un
concepto había razones pragmáticas, ya que la democracia tenía un rol
práctico doble: oponerse al autoritarismo, y permitir la defensa individual
frente a la brutal represión de las juntas militares (Lesgart, 2003: 81).

3
Para una amplia discusión sobre las preocupaciones de la comunidad intelectual
latinoamericana véase Lesgart (2003).
4
La reacción contra el marxismo en el trabajo teórico-político en América Latina
también alcanzó a la teología de la liberación. En los ochenta, con miles de personas
muriendo con la guerra en curso en Centro América, los teólogos de la liberación hi-
cieron una crítica al uso de herramientas marxistas para el análisis social. La experien-
cia de la Iglesia denunciando violaciones a los derechos humanos durante la dictadura
militar en Chile fue muy iluminadora. Para una interesante discusión de los desafíos
que imponía la creciente importancia de los derechos humanos y la democracia en la
conceptualización de la teología a la libración, véase Sigmund (1990). Sobre las im-
plicaciones de la doctrina de seguridad nacional en la teología de la liberación, véase
Comblin (1979).Sobre la influencia de la teología de la liberación en la izquierda en
general, véase Castañeda (1993).

Andamios 11
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

Aunque México no había pasado por la terrible situación de represión


generalizada que hizo a los países de Sudamérica elaborar la teoría de la
transición a la democracia —en México todavía había elecciones y la si-
tuación de los derechos civiles no era tan atroz como la de esos países o
los de América Central—, la situación política imperante era lo su-
ficientemente mala como para relacionarla con el “autoritarismo bu-
rocrático” y la consiguiente necesidad de “transitar a la democracia”.5
En México “la transición a la democracia” significaba un cambio de
partido en la oficina presidencial, misma que el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) había monopolizado durante 60 años. Incluía la ins-
tauración del Estado de Derecho, elecciones libres, un sistema de parti-
dos fuerte, la rendición de cuentas de los gobernantes, el goce de li-
bertades individuales y derechos políticos, y se veía como la forma de
lograr un gobierno verdaderamente electo por el pueblo que estuviera
dispuesto a revertir las políticas neoliberales y perseguir los ideales de
justicia social.
En México la visión de derechos humanos en el marco de la transición
a la democracia entendida en estos términos era esencialista. Se les
entendía como preexistentes a la ley y emanados de una supuesta na-
turaleza humana universal. También se enfocaban en el “Estado de
Derecho” como precondición para un régimen verdaderamente de-
mocrático, el cual veían como un fin en sí mismo, pues en la democracia
la ley se aplica en favor de los individuos para que puedan escoger li-
bremente a sus líderes y así asegurar cambios estructurales. Pero a di-
ferencia de los países del Cono Sur donde los asuntos económicos pasaron
a segundo plano debido a la represión generalizada contra activistas
políticos, en México, donde la represión estaba vinculada a la resistencia
contra el ajuste estructural y era mucho menos generalizada, las orga-
nizaciones laicas mantuvieron una visión integral de los derechos hu-
manos y advirtieron en sus publicaciones los peligros de remover de la
idea de democracia el análisis socioeconómico.6

5
La forma en que los derechos humanos y la democracia se relacionan en el caso
mexicano es muy ilustrativa en Acosta (1994).
6
Véase por ejemplo Academia Mexicana de Derechos Humanos (1990). Por otra
parte, la idea de democracia desvinculada al análisis estructural fue la promovida por

12 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

En segundo lugar la noción de derechos humanos basada primero en


las “prácticas pastorales” de la Iglesia Católica en el Cono Sur y América
Central, y después en las ideas de la teología de la liberación vinculadas
a esas prácticas, fue promovida por los Dominicos y los Jesuitas. La
Clacso. Aquí, el tipo de democracia al que los sistemas autoritarios debían transitar
tendría que estar definido de acuerdo con una formulación pragmática de las causas de
la democratización. Al principio los intelectuales evaluaron las implicaciones de la cul-
tura política, las instituciones y los ciclos del capitalismo para el desarrollo de una de-
mocracia liberal. Pero los análisis mostraron que la desaparición de la democracia coin-
cidía con las crisis cíclicas del capitalismo, en especial en países con industrialización
tardía, como los del Cono Sur y en general como América Latina toda. Como este aná-
lisis tenía consecuencias negativas para la construcción de alternativas conceptuales
(Chile y Argentina estaban justamente en una época de crisis capitalista), los intelectua-
les tomaron la decisión de separar la democracia de su contenido socioeconómico y
cultural, y dejarla como una categoría exclusivamente política, independiente de factores
culturales y socioeconómicos (Lesgart, 2003). En consecuencia comenzaron a vincular
la democracia con categorías con las que no se le había vinculado antes, como
“transición”, la cual fue redefinida como cambio gradual; y “régimen político”, que se
refería al diseño de instituciones. Así pues, se dejó de analizar la democracia en términos
de requisitos y se empezó a valorar en términos de las posibilidades de tránsito. El én-
fasis en las elites políticas de la transición a la democracia viene precisamente de la idea
de que éstas tienen que negociar un pacto que eventualmente lleve a la instalación de
una democracia política. Las características sustantivas de la democracia formuladas
por otros teóricos fueron reducidas a la “construcción de la sociedad civil” y la “par-
ticipación” en el proceso de democratización (Lesgart, 2003: 85-90). Al reducirla a
términos meramente políticos, los intelectuales latinoamericanos transformaron la
democracia en “democracia política” y empezaron a considerarla únicamente en términos
de la construcción de instituciones y procedimientos, y en la representación. Esto es
porque la democracia política estaba construida sobre las bases de la “democracia liberal”,
la cual se define como aquella en la que los gobiernos son electos directa o indirectamen-
te en elecciones periódicas y libres; las elecciones se hacen con base en partidos políticos;
se garantiza un determinado número de libertades civiles para hacer efectivo el derecho
a elegir; se establece la igualdad frente a la ley; se protege a las minorías; y se acepta el
principio de máxima libertad (Macpherson, 1977: 11). Separar la democracia de su
contenido más sustantivo y circunscribirla exclusivamente al estudio de la ciencia política
significó desconocer los factores socioeconómicos y las relaciones de poder. De hecho
la transición a la democracia ha sido fuertemente criticada por intelectuales marxistas,
quienes creen que se trató de una elaboración en exceso pragmática y conservadora,
pues establece un concepto de democracia que no toma en cuenta los problemas más
sentidos en la región —la desigualdad y la pobreza—, al tiempo que contribuye a la
expansión de la democracia formal promovida por los grupos conservadores. Véase
Lesgart (2003) y Macpherson (1977).

Andamios 13
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

teología de la liberación nunca fue tan importante en México como en el


resto de América Latina7 —excepto en el caso de las comunidades ecle-
siales de base (CEB)— pero debido al involucramiento de la izquierda
social en la campaña por los derechos humanos en El Salvador y el
movimiento de solidaridad con los refugiados centroamericanos en Mé-
xico, la obra de teólogos de la liberación que teorizaron sobre los derechos
humanos —especialmente Leonardo y Clodovis Boff, Ignacio Ellacuría
y Jon Sobrino, los dos últimos basados en la Universidad Centroame-
ricana de El Salvador— fue ampliamente leída entre curas activistas.
Durante la década de los setenta, los teólogos de la liberación recha-
zaron los discursos de democracia y derechos humanos8 porque los veían
vinculados con la política intervencionista de Estados Unidos (Sigmund,
1990), pero en Chile y Brasil algunos sacerdotes utilizaban el discurso
de derechos humanos de forma pragmática para buscar a los desapa-

7
No interesa en este artículo abundar sobre este asunto, baste con decir que de acuerdo
con el sacerdote dominicano y activista de derechos humanos Miguel Concha, la razón
de esto es la naturaleza conservadora del clero mexicano, que persiguió y reprimió a
aquellos curas que simpatizaban con las causas políticas y sociales posteriores a la ma-
sacre estudiantil de 1968. Roderic Ai Camp asegura que la teología de la liberación no
fue muy popular en los setenta en México porque la violencia gubernamental no fue
tan grave como la de América del Sur. Véase Camp (1997), y Concha Malo, González
Gari, Salas y Bastian (1986).
8
La excepción fue José Comblin, quien compartía el punto de vista de sus colegas
teólogos de la liberación de que la Iglesia debía enfocarse en la crítica al desarrollo, pe-
ro además señalaba que en la práctica, dado lo extendido de la doctrina de seguridad
nacional, los derechos humanos se estaban volviendo clave en un nuevo aborde pastoral
a los problemas que presentaban los gobiernos militares. Señalaba que en los países
donde se había establecido la doctrina de seguridad nacional, las iglesias habían pro-
ducido declaraciones “en defensa de los derechos humanos”, las cuales no eran “estudios
teóricos de una doctrina ética elaborada en el vacío. Son actos públicos de confrontación
con el sistema político. Los derechos humanos definen la forma en que la Iglesia percibe
su presencia en el mundo real y su posición real en relación con el Estado” (Comblin,
1979: 105). La visión de Comblin respecto de los derechos humanos y su crítica a la
violencia provocada por las ideas marxistas de revolución fueron una excepción dentro
de la teología de la liberación de la década de los setenta. Sin embargo, una vez que la
violencia se extendió a Nicaragua y El Salvador a finales de esa década, los teólogos
empezaron a incorporar los derechos humanos en lo que Comblin anunciaba tiempo
antes como un doble aborde pastoral que observa los problemas relacionados con el
desarrollo y promueve los derechos humanos. Véase Comblin (1979).

14 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

recidos y defender a los torturados y los detenidos arbitrariamente por


los gobiernos de la doctrina de seguridad nacional. Pero en la medida en
que la transición a la democracia ganaba terreno entre la izquierda social
del Cono Sur, y la violencia se extendía en toda América Central, en la
década de los ochenta los teólogos de la liberación se volvieron más re-
ceptivos y aquellos con base en la Universidad Centroamericana (UCA)
empezaron a desarrollar sus propias teorías de derechos humanos
(Sigmund, 1990: 77).
Boff, Ellacuría y Sobrino propusieron la idea de derechos humanos
como “derechos de los pobres”, siguiendo la idea liberacionista de que
Dios tiene una “opción preferencial por los pobres”. La idea de los de-
rechos de los pobres contrastó con el individualismo de la doctrina de
derechos humanos promovida por Estados Unidos, toda vez que proponía
los derechos humanos como los derechos de la comunidad y no del in-
dividuo (Czerny, 1992). De mucha influencia para esta formulación resultó
la idea de la historización de los derechos humanos elaborada por Ella-
curía, quien señalaba la importancia del contexto socioeconómico en la
construcción de los derechos humanos. Decía que antes de analizar “el
problema de los derechos humanos” era necesario descartar cualquier
noción abstracta de derechos humanos y examinar el contexto para de-
terminar si el concepto imperante servía únicamente para mantener el
estatus quo y los intereses de la minoría poderosa en detrimento de la
mayoría empobrecida (Ellacuría, 1990).
Esta visión de la necesidad de contextualizar los derechos humanos
rechazaba cualquier separación entre derechos civiles y políticos, y eco-
nómicos, sociales y culturales, y proponía una jerarquía basada en la lu-
cha de los pueblos por su liberación, la cual era entendida como la lucha
del pueblo contra la opresión para lograr su libertad. Esta jerarquía debía
ser cronológica y priorizar un derecho sobre todos los demás: el derecho
a la vida. La centralidad de este derecho estaba vinculado a la represión
sistemática y generalizada en América Central (Sigmund, 1990; Ellacu-
ría, 1990; Czerny, 1992).
En México, la visión religiosa de los derechos humanos se fusionó
con la concepción laica ofrecida por el discurso de la transición a la de-
mocracia y dio origen a una primera versión de un discurso de derechos
humanos propiamente mexicano. Esta visión mexicana establecía que

Andamios 15
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

las violaciones a los derechos civiles y políticos (DCP) —como tortura,


asesinato, detención arbitraria y desaparición forzada— eran expresiones
obvias de violaciones masivas a los derechos económicos, sociales y cul-
turales (DESC). A partir de mediados de los ochenta, se puso igual énfasis
en la importancia de estos dos tipos de derechos.
Sin embargo, la fusión de estas dos corrientes de pensamiento que
enfatizaban la necesidad de adquirir conciencia sobre el contexto socio-
económico e impulsar la solidaridad no eliminó las diferencias funda-
mentales entre las visiones laica y religiosa de los derechos humanos ya
que una de ellas era legal (iusnaturalismo) y la otra estaba basada en las
prácticas pastorales de la teología de la liberación, como la organiza-
ción de las bases. Estas diferencias llevaron a la creación de dos diferentes
tipos de sujetos de derechos humanos: las ONG académico-profesiona-
les y las religiosas (jesuitas y dominicas). Impulsados por el trabajo de los
Cuéllar y en respuesta al problema de los refugiados centroamericanos,
los dominicos crearon el Centro de Derechos Humanos “Fray Francisco
de Vitoria” en abril de 1984; y un grupo de académicos, políticos y acti-
vistas laicos crearon la Academia Mexicana de Derechos Humanos, en
octubre de ese año.9
Al principio estas organizaciones no abordaban problemáticas rela-
cionadas con violaciones a los derechos humanos en México. El Vitoria
se dedicaba a registrar la violencia política en Centro América, y la Aca-
demia se concentraba en educación e investigación en derechos humanos.
No es que estas organizaciones no tuvieran conciencia de la relevancia
de los derechos humanos para la problemática mexicana, pero no ha-
bía las condiciones para hacerlo: el discurso estaba muy relacionado
con la política “imperialista” de Estados Unidos, y muy poca gente fuera
del circuito de solidaridad latinoamericana sabía lo que eran los dere-
chos humanos, por lo que éste no tenía respaldo social y los activistas
ponían sus vidas en peligro. Los coordinadores de las organizaciones
9
Antes de que aparecieran las organizaciones de derechos humanos existían grupos
que luchaban contra los mismos objetos del discurso (tortura, desaparición forzada,
ejecuciones), como el Frente Nacional contra la Represión (FNCR), creado por Rosario
Ibarra en 1977. Sin embargo, el análisis genealógico de este artículo está interesado en
las luchas de poder dentro de una disciplina determinada, que es la de derechos hu-
manos. La lucha del FNCR se daba en el ámbito de la represión política.

16 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

decidieron que la mejor forma de lograr respaldo social era una difusión
amplia entre la clase política, la academia y el activismo social, de lo que
son los derechos humanos, a través de publicaciones y seminarios, y la
multiplicación de grupos de derechos humanos en la base.
Pero además de crear una cultura de derechos humanos, los activistas
vieron la necesidad de producir información sobre violaciones. Así pues,
en 1988 se publicó el informe Las violaciones a los derechos humanos in-
dividuales en México, en el Primer Informe sobre la Democracia en México,
un libro editado por Pablo González Casanova. El informe registraba las
violaciones a los derechos a la vida, la libertad y la integridad personal,
publicadas en la prensa mexicana de 1971 a 1986, y mostraba que mien-
tras las ejecuciones, las desapariciones forzadas y la tortura eran prácticas
generalizadas en Argentina, El Salvador y Guatemala, y donde la víctima
podía ser cualquier persona de la oposición, en México estas prácticas
eran sistemáticas pero no generalizadas pues se aplicaban sólo a líderes
sindicales y campesinos, estudiantes y miembros de la oposición política.
En contraste con América del Sur y Central, en México la represión era
aplicada selectivamente (Concha Malo y Centro de Derechos Humanos
“Fray Francisco de Vitoria”, 1989).
El informe fue importante no sólo porque logró poner en contexto la
situación de represión de México, sino también porque fue el primer in-
tento de ver la represión del gobierno mexicano desde una perspectiva
de derechos humanos. De esta manera el informe estableció las bases
para la construcción del discurso y la metodología en el futuro cercano:
la documentación de casos de violaciones a derechos civiles y políticos.
Este factor fue decisivo en la elaboración de un discurso mexicano de
derechos humanos, pues desde este momento la construcción de casos
paradigmáticos y la estadística de violaciones individuales se volvieron
centrales en la metodología de derechos humanos.
En el largo plazo, ésta dificultaría la adaptación del método a casos
de violación de DESC. Pero en aquel entonces el énfasis en DCP no quería
decir que el discurso estuviera desasociado de los DESC y de una visión
integral, pues desde su creación en 1984 el Centro Vitoria había publicado
en su boletín Justicia y Paz artículos y reportajes sobre DESC tales como
vivienda, trabajo, medio ambiente, alimentación y pueblos indígenas.
Si bien la metodología era pobre —se hablaba de DESC con escasas

Andamios 17
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

referencias a los instrumentos internacionales o regionales, los cuales de


cualquier forma eran muy limitadas en ese entonces— había un esfuerzo
consciente por mantener la integralidad entre la situación socioeconómica
(DESC) y la represión contra la resistencia pacífica a esta situación (DCP).
Por este tiempo (1988) las organizaciones de derechos humanos no
eran numerosas —apenas unas seis (Maldonado, 1995)—. Pero ese año
se creó el Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez”,10
el cual, junto con el Centro Vitoria, empezó a promover la creación de
organizaciones de derechos humanos de base, y a ayudar a organizacio-
nes populares que se oponían al gobierno. Se crearon tantas organi-
zaciones de derechos humanos en un tiempo tan corto que para 1989 se
creó la Red de Organismos Civiles de Derechos Humanos “Todos los
Derechos para Todos”,11 la cual tenía el fin de coordinar actividades y
crear una red de apoyo para el trabajo solidario. Ese año también se creó
la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de Derechos Humanos
(CMDPDH), como resultado de una escisión en la Academia, donde un
grupo de activistas decidió que preferían defender “casos” en vez de
“causas”, como ocurría en la Academia. Con la convicción de litigar ca-
sos paradigmáticos, esta organización agregó al discurso en ciernes una
práctica que se volvería crucial para adaptar la metodología de DCP a
DESC: la defensa jurídica.
Al mismo tiempo, la Red TDT logró elaborar la primera agenda con-
junta, misma que no pudo incluir los DESC. Comprendía impunidad y
violaciones a lo que empezaron a llamar “derechos fundamentales”, es
decir, los derechos a la vida, la libertad, la seguridad personal y la inte-
gridad física y psicológica (Concha Malo, 2004 [entrevista]). El trabajo
coordinado de las organizaciones a través de la Red TDT definió la agenda
de represión (violación a los derechos fundamentales) y la estrategia po-
lítica (defender a los grupos que estaban en resistencia frente a las políti-
cas de ajuste estructural) en un marco de derechos humanos claramente
integral.

10
En adelante, me referiré a esta organización como “Centro Prodh”.
11
En adelante, me referiré a esta organización como “Red TDT”.

18 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

En las publicaciones de estas organizaciones, especialmente en las re-


ligiosas, la contextualización de las violaciones y la estrategia ubica las
violaciones a los derechos políticos en un contexto de violación masiva
de DESC. Sin embargo, las organizaciones académicas y religiosas trata-
ban los DESC exclusivamente como una forma de dar contexto y no los
analizaban en sí mismos debido a las limitaciones del discurso
internacional que no daba muchas herramientas de implementación, y
también porque la represión era sistemática y sus recursos y cono-
cimientos limitados. Por ello, como lo recomendaron los teólogos de la
liberación, los activistas establecieron sus prioridades de una forma
cronológica que priorizara el derecho a la vida y estableciera un cumpli-
miento secuencial de los diferentes derechos humanos.
La expresión de esto fue la adopción de las “tres generaciones de
derechos humanos”, un aborde que establece que la instauración de un
sistema de protección individual y de ciudadanía política corresponde a
los siglos XVII y XVIII y conforma la primera generación; el establecimiento
de protección de social y económica corresponde a los siglos XIX y XX, y
conforma una segunda generación de derechos; y el reconocimiento de
asuntos que interesan a los pueblos como el desarrollo, la paz y el medio
ambiente corresponden a una tercera generación de derechos que se ha
expresado a partir de la década de los setenta del siglo XX (Davidson,
1993).
Los resultados de la fusión de la teología de la liberación y la transición
a la democracia en la metodología de las tres generaciones de derechos
humanos puede verse en las formulaciones estratégicas de reportes y
boletines de las organizaciones, las cuales promovían las ideas de que las
violaciones a los derechos civiles y políticos tenían sus raíces en causas
políticas, sociales y económicas; y que la defensa de estos derechos debía
llevar eventualmente a un régimen democrático que apoyara un proyecto
de justicia social (la prioridad de los derechos civiles y políticos llevaría
inevitablemente a la realización de los DESC). Estas prioridades fueron
definidas en parte por las circunstancias —represión sistemática y
selectiva— pero también por la creciente importancia que cobraba el
discurso de transición a la democracia, que ponía como objetivo estratégi-
co la defensa de los DCP. Las organizaciones apoyaban la integralidad
formalmente, pero en la práctica daban poca atención a los DESC.

Andamios 19
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

Debido al aborde de las tres generaciones y el contexto político espe-


cífico que hacía de los derechos civiles y políticos una prioridad, los
asuntos de la economía política no se establecieron como un objeto del
discurso de derechos humanos en el momento que el gobierno empezaba
a responder a la acción cada vez más asertiva de las ONG. Esto ocurrió
con la creación del primer organismo oficial de derechos, la Comisión
Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la cual marcó claramente el
momento en que el discurso de derechos humanos se volvía un terreno
en disputa, pues el gobierno dejó de repeler los ataques y lanzó sus pri-
meros intentos por definir los límites del discurso. El gobierno, que ha-
bía sido sujeto y autoridad para hablar del discurso de derechos huma-
nos internacional (el de la Organización de las Naciones Unidas y de los
Estados Americanos), tomó la decisión de disputarse los límites del dis-
curso interno de derechos humanos de acuerdo con su propia agenda
de intereses políticos.
La creación de la CNDH marcó el momento en que las ONG se con-
virtieron en un interlocutor oficial del gobierno porque la CNDH se creó
como una reacción a las agendas y preocupaciones de las organizacio-
nes. Al decir que la observancia de los derechos humanos tenía que ser
ajena a la política y que no podía erigirse en un órgano jurisdiccional
que reemplazara a las cortes existentes, la CNDH definió un manda-
to que le impedía (e impide) admitir quejas sobre violaciones a los dere-
chos político-electorales y los laborales, dos de los derechos más violados
en México entonces (y todavía ahora). En consecuencia, las organiza-
ciones de derechos humanos empezaron a distanciarse del discurso
gubernamental pues en su opinión el gobierno no consideraba, como
ellas, la promoción y defensa de todos los derechos humanos de forma
integral. Las organizaciones reforzaron su propia identidad al marcar
una diferencia cualitativa entre su discurso y el del gobierno.
Sergio Aguayo dice que la CNDH marcó también un momento de
expansión del discurso de derechos humanos. La agenda se amplió en
dirección del proyecto político de la sociedad mexicana en su conjunto,
la democracia. Esta se construía como un objetivo estratégico para alcan-
zar la justicia social, pues a través de ella se elegiría libremente a un
gobernante que cambiara el rumbo económico del país.

20 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

El siguiente periodo, pues, estuvo definido por la subordinación del


discurso de derechos humanos al de transición a la democracia, con
la consecuente pérdida de integralidad pues ésta se concentraba en la
defensa de los DCP.

LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y LA PÉRDIDA DE LA INTEGRALIDAD (1991-2000)

El énfasis en la transición a la democracia llevó a una interpretación más


bien dogmática de la historización de los derechos humanos de la que
hablaba Ellacuría. Esto se expresó en la adopción acrítica de la me-
todología de las tres generaciones de derechos humanos, la cual indicaba
que los DESC solamente se podían cumplir una vez que los DCP fueran
satisfechos. Esta interpretación, junto con las circunstancias particula-
res del contexto político, llevó a que las organizaciones se volvieran
complejas en su aborde a los derechos civiles.
Sin embargo, en 1991, gracias a la acción conjunta y la retroali-
mentación de las organizaciones participantes en la Red TDT, y en
respuesta a las distintas circunstancias represivas que producía la acción
del Estado autoritario, el discurso estaba pasando de incluir, como ob-
jetos, los asuntos relacionados exclusivamente con la represión política
(violaciones a los derechos a la integridad personal, la vida, un juicio
justo, y la libertad de expresión, asociación y opinión, a través del ase-
sinato, la tortura, la incomunicación, la ejecución extrajudicial y la
detención arbitraria), a incluir también asuntos relacionados con la vi-
da civil (abuso policiaco y violaciones perpetradas por los militares en
la lucha antinarcóticos). Asimismo, el análisis histórico de las violaciones
y el creciente desarrollo de capacidades en el campo jurídico estaban
añadiendo asuntos estructurales a la agenda, como la impunidad en las
esferas civil y política.
Sin embargo, el énfasis más fuerte en la ampliación del discurso em-
pezó a ponerse en el campo de los derechos políticos, en particular los
derechos a ser elegido y a votar en elecciones democráticas, pues éstas
eran áreas de especial disputa entre la sociedad civil y el Estado, por la
primacía del discurso democrático. Dos eventos ayudaron al rápido desa-

Andamios 21
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

rrollo de los derechos políticos como derechos humanos. En primer lu-


gar, en 1990 y 1991 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) emitió una resolución en relación con los fraudes en los proce-
sos electorales en Chihuahua, Durango y Nuevo León en la segunda
mitad de la década de los ochenta.
Las quejas, que habían sido interpuestas por el derechista Partido
Acción Nacional (PAN), llevaron a la CIDH a establecer que el gobierno
federal había violado los derechos políticos protegidos en la Convención
Americana de Derechos Humanos, pues había faltado a su obligación de
respetar los derechos de los mexicanos a participar en elecciones autén-
ticamente democráticas y a contar con un marco legal adecuado para in-
terponer quejas sobre violaciones a sus derechos políticos (Concha Malo,
1994). La resolución tuvo un gran impacto, pues transformó el típico
comportamiento fraudulento del PRI en violaciones a garantías univer-
sales, proporcionando mecanismos para la lucha nacional por la tran-
sición a la democracia.
En segundo lugar, durante las elecciones intermedias de 1991, las
organizaciones de derechos humanos que habían buscado de forma cons-
ciente y activa extender la agenda de derechos humanos hacia la lucha
por la democracia, como la Academia (el nuevo director, Sergio Aguayo,
orientó la agenda en esa dirección), empezaron a llevar a cabo obser-
vaciones electorales en la Ciudad de México y en estados donde iban a
llevarse a cabo elecciones locales, como San Luis Potosí, Guanajuato,
Jalisco y Coahuila. La Red TDT se unió a la observación electoral, pero
nuevamente el PRI volvió a cometer fraude y propició en todo el país un
amplio movimiento ciudadano que defendía explícitamente los dere-
chos políticos. La observación proporcionó información empírica —ma-
nipulación y compra de votos, parcialidad de los medios, manipulación
del padrón electoral— que fácilmente fue interpretada desde la
perspectiva de los derechos humanos, convirtiendo las elecciones en un
objeto más del discurso de derechos humanos en ciernes. Además, la
denuncia de violaciones a los derechos civiles —actos represivos ante-
riormente relacionados con la lucha campesina y obrera— se extendió a
la de los militantes de partidos de oposición.
Aunque la expansión del discurso estaba siendo subordinada al
discurso democrático, las organizaciones de derechos humanos trataron

22 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

de conservar su visión integral participando en conferencias sobre el


libre comercio y observación de elecciones sindicales, o incluyendo re-
portes sobre violaciones a los derechos a la educación, el medio ambiente
sano, la vivienda y la alimentación en informes anuales (Centro de
Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez”, 1992 y 1993). No
obstante, estos análisis no tenían la misma efectividad que los análisis
de DCP, pues carecían de referencias a instrumentos internacionales de
derechos humanos.
Al mismo tiempo, el enfrentamiento entre el Estado autoritario y las
organizaciones colocaba las disputas de poder en el campo del discurso
de la democracia, así que fueron los asuntos electorales y no los eco-
nómicos o culturales los que empezaron a volverse objetos del discurso
de derechos humanos. De hecho, en su participación en conferencias
relacionadas con el libre comercio,12 las pocas organizaciones de dere-
chos humanos que participaron (en especial el Centro Prodh y la
CMDPDH) no establecieron demandas de DESC propiamente dichas, como
el impacto del libre comercio sobre el empleo, el campo o la producción
local, sino “demandas democráticas”, como exigir a los Estados que
firmaran convenios internacionales de derechos humanos, o que el
gobierno mexicano pusiera fin a las violaciones relacionadas con la
represión a campesinos, trabajadores, líderes sociales y políticos, o con
las operaciones policiacas y militares en la lucha contra el narcotráfico.

12
Resaltan dos eventos. Primero, el Foro Internacional La Opinión Pública y la Negociación
del Tratado de Libre Comercio: Alternativas Ciudadanas, que tuvo lugar en la ciudad de
Zacatecas, México, del 25 al 27 de octubre de 1991. Los grupos de trabajo eran: de-
sarrollo, soberanía y deuda; trabajo y derechos sociales, y salud; medio ambiente,
desarrollo urbano y agricultura; democracia, derechos humanos y mujeres; y educación,
cultura y etnicidad. Segundo, la conferencia Intercambio trinacional. Perspectivas inter-
nacionales de derechos humanos, realizada en Reynosa, Tamaulipas, México, del 11 al 13
de septiembre de 1992. La conferencia se enfocaba exclusivamente en la relación entre
el libre comercio y los derechos humanos, pero fue un fracaso por dos razones: las
organizaciones no lograron encontrar el vínculo entre problemas de derechos huma-
nos a nivel nacional y la agenda comercial, y los tres países tenían visiones muy distintas
de los derechos humanos (los estadounidenses no consideraban los DESC como de-
rechos). Véase Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos
(1992), Acosta (2002) y Acosta (2004 [entrevista]).

Andamios 23
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

Así pues, a pesar de los esfuerzos de las organizaciones, las cir-


cunstancias llevaron a que de 1991 a 1993 la agenda de derechos hu-
manos perdiera en gran medida su carácter integral y se enfocara en los
DCP, justo lo que se habían propuesto evitar. La razón más obvia de esto
fue justamente las circunstancias que favorecían el desarrollo del discurso
democrático, pero también incidieron otros factores. Por una parte, de
más en más el discurso de derechos humanos se definía en el terreno del
derecho, así que la construcción de capacidades en asuntos socioeco-
nómicos era prácticamente inexistente. Por la otra, el aborde de las tres
generaciones de derechos humanos, que estaba subordinado al proyec-
to de la transición a la democracia, favorecía la idea de que la lucha por
los derechos humanos tenía que ser necesariamente por los de la pri-
mera generación, pues eran justamente los más violados por la represión
y el fraude electoral estatales (Cortez, 2004 [entrevista]). Sólo hasta alcan-
zar el cumplimiento de éstos podía empezarse la lucha por los de segunda
generación, es decir, los DESC.
Esta situación hizo borrosa las diferencias de origen entre organi-
zaciones religiosas y laicas, ya que ambas perseguían los mismos objeti-
vos enfocados en los derechos civiles y políticos: la defensa de los
individuos y su voto frente a la represión estatal y en la lucha por la
democracia.

LA LLEGADA INCONCLUSA DE LA “SEGUNDA GENERACIÓN” (1994-2000)

El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)


fue una gran influencia en la ampliación y construcción del discurso de
derechos humanos. Para empezar, el Zapatismo amplió el marco con-
ceptual para el que los derechos humanos servían de objetivo estratégico,
pues replanteó la definición de democracia usada en los movimientos
sociales hasta entonces. Para los zapatistas ésta debía ir más allá de lo
electoral: las organizaciones civiles y sociales tenían que ser considera-
das como un actor político más cuya función fuera la de reclamar la
rendición de cuentas de los gobernantes mediante la participación acti-
va en los procesos políticos y la toma de decisiones. Y aunque los entre-
vistados insisten en que el Zapatismo hizo a las organizaciones entrar en

24 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

la cuenta de la urgencia de demandar los derechos económicos y socia-


les de las poblaciones indígenas en el país, la expansión no se dio en ese
sentido, sino que llevó a la especialización de las organizaciones en los
campos de los derechos políticos, los derechos culturales y la denuncia
de violaciones a los derechos civiles en la esfera internacional (la inser-
ción de la sociedad civil mexicana en el discurso internacional).
La ampliación del discurso en este sentido obedece a varias razones.
Primero, a que la represión sobre los rebeldes indígenas y su replan-
teamiento de la democracia hicieron que algunas organizaciones in-
volucradas superficialmente en la observación electoral abandonaran
este campo para dedicarse de tiempo completo a denunciar el gran nú-
mero de detenciones arbitrarias, cateos, intimidaciones, amenazas, tor-
turas, desapariciones forzadas, asesinatos, ejecuciones, suspensión de
garantías civiles y hostigamiento a defensores de derechos humanos que
se dieron en la zona de conflicto durante los primeros años. Otras orga-
nizaciones apoyaron estas causas, pero no quitaron el énfasis sobre la
parte electoral de la lucha sobre la democracia. Mientras éstas se espe-
cializaron en la observación electoral, el monitoreo de los medios y su
cobertura de los procesos electorales, así como en la construcción de
propuestas para un sistema electoral ciudadano y democrático, aquéllas
se concentraron, durante los siguientes cinco años, en las violaciones a
los DCP en los ámbitos del conflicto en Chiapas y en la lucha contra el
narcotráfico (campo definido desde principios de los noventa).
Segundo, las violaciones a los derechos civiles en el conflicto chia-
paneco alcanzaron magnitud internacional y las organizaciones enfocadas
en la denuncia aprovecharon esto para llevar el caso chiapaneco al ámbito
internacional, apoyadas por organizaciones internacionales. En primer
lugar fueron a la CIDH, donde denunciaron el carácter ilegal de la mili-
tarización en Chiapas y las violaciones a los derechos civiles menciona-
das arriba. Luego en marzo de 1994 fueron a la Comisión de Derechos
Humanos de la ONU, donde denunciaron las violaciones y llamaron a
los Estados parte y las ONG internacionales a apoyarlas en su llamado al
gobierno mexicano a castigar a los perpetradores, a ratificar convenciones
y protocolos sobre derechos civiles, y, de forma más importante, a invitar
a una delegación de la comisión que evaluara la situación de derechos
humanos en el país. Este último reclamo se volvería la base de una

Andamios 25
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

estrategia internacional para mejorar la situación de los DCP en el país,


basada en la creciente legitimidad del discurso internacional de dere-
chos humanos y en la tendencia del gobierno mexicano a apoyar cau-
sas de derechos humanos en otros países. Con ello, la arena internacional
se volvió el sitio privilegiado para la disputa entre el gobierno y las
organizaciones por la función enunciativa en el discurso internacional.
Tercero, aunque en un principio los zapatistas no hablaban de sus
demandas en términos de derechos o de discriminación, la solidaridad
de las organizaciones de derechos humanos —las cuales empezaron
proporcionando cinturones de seguridad y terminaron presentando las
ventajas del Convenio 169 de la Organización Internacional del Traba-
jo (OIT) para la formulación de los acuerdos de San Andrés— los llevó a
formular sus demandas identitarias de acuerdo con los mecanismos de
derechos humanos. Así, en sus primeros comunicados, los zapatistas
atribuían sus problemas a la falta de democracia más que a la ausencia
de derechos. Antes de 1996 hablaban de su lucha por “democracia,
justicia y libertad”, pero en febrero de 1999 dijeron que “Nuestras de-
mandas principales son el reconocimiento de los derechos de los Pueblos
Indios, y democracia, libertad y justicia para todos los mexicanos”
(Molina, 2000).
Con esto, las organizaciones de derechos humanos ampliaron el dis-
curso de derechos humanos en la dirección de los derechos culturales.
La ampliación del discurso en esta dirección fue una expansión casi
natural pues el asunto de los derechos indígenas había estado en la preo-
cupación de las organizaciones desde mediados de los ochenta. Sin
embargo, la expansión del discurso hacia los DESC para retomar la inte-
gralidad con la que nació el discurso de derechos humanos en México
no fue posible a pesar de la conciencia tomada a partir de las terribles
condiciones de la población indígena y del deterioro de las condiciones
de vida de las mayorías después de la crisis económica de 1994.
Hasta 1999 la agenda permaneció enfocada en los DCP y en menor
medida a los culturales, aunque con frecuentes referencias al “contexto
socioeconómico” de esas violaciones y con un mejor manejo de los
instrumentos internacionales en la fundamentación de éste y del análi-
sis de algunos DESC. Pero aun en contextos evidentemente económicos
como el del libre comercio, la coyuntura era utilizada para la denuncia

26 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

de violaciones a los DCP. Tal es el caso de la participación de organizacio-


nes de derechos humanos en un grupo de organizaciones y redes
encargado de incidir en las negociaciones y en la inclusión de una cláu-
sula democrática, del acuerdo de libre comercio México-Unión Europea.

EL FIN DE LA TRANSICIÓN: CRISIS EN IMPASSE

Para el 2000, las organizaciones de derechos humanos se habían vuelto


sofisticadas y profesionales al defender casos, presentar informes sobre
la situación en México en organismos internacionales y abordar una
amplia gama de temas que incluía el multiculturalismo. Pero cuando la
agenda de la transición a la democracia se relajó, las ONG se vieron
perdidas. En el contexto de las tres generaciones de derechos humanos,
el cabal cumplimiento de los derechos civiles y políticos dio lugar a la
defensa de los DESC, pero en el caso de México las ONG encontraron esta
transición difícil.
El relajamiento de la agenda electoral comenzó en 1997 cuando el
perredista Cuauhtémoc Cárdenas ganó las elecciones para jefe de
gobierno de la Ciudad de México. Sin embargo, no fue sino hasta 2000
cuando la presidencia pasó a manos del PAN y la transición a la de-
mocracia se dio por concluida. El cambio de partido en la presidencia de
la República no sólo hizo del proyecto de la transición democrática una
causa pasada, sino que también cambió las reglas del juego de poder en
la construcción del discurso de derechos humanos porque el nuevo
presidente, Vicente Fox, estableció una política de derechos humanos
engañosa.
Mientras que Fox respondía favorablemente a las demandas de la
agenda de las organizaciones en los noventa, al mismo tiempo imple-
mentaba una política económica que empeoraba las condiciones so-
cioeconómicas en el país. Por un lado empezó una agresiva campaña
internacional para mejorar la imagen del gobierno respecto de su récord
de derechos humanos. La campaña incluyó la firma de diversas con-
venciones internacionales, la aceptación de la jurisdicción de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, la invitación a diversos relato-
res internacionales y el nombramiento de una “embajadora” de dere-

Andamios 27
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ

chos humanos, un puesto que al final no pudo justificar y terminó


desapareciendo. Acerca de las violaciones “tradicionales”, las ONG le
dieron el beneficio de la duda y resultó que la situación mejoró un poco
(García Alba, Gutiérrez y Torres Ramírez, 2004). Por otro lado, el nuevo
gobierno de derecha no mostró señales de revertir la política económica
de los últimos 25 años. Lejos de eso, Fox reforzó las medidas de liberación
económica y colocó a personas de negocios en carteras sociales impor-
tantes como la secretaría de trabajo.
Esta situación contradictoria indicaba que la disputa por el discurso
se había movido al campo de la economía política, así que postergar el
aborde del tema dejó de ser opción para las organizaciones. Pero no sa-
bían cómo hacerlo pues carecían de experiencia y conocimiento en los
campos de economía y política social para construir una agenda de DESC,
y encontraron difícil establecer prioridades de la forma como estaban
acostumbradas a hacerlo y que estaba definida por la transición a la de-
mocracia. La gama de objetos económicos y sociales era muy amplia y
era difícil decir que era “urgente” de la misma forma que se podía decir
que la prevención de la tortura lo era.
Como resultado, las ONG de derechos humanos entraron en crisis.
Toda vez que no pudieron encontrar su lugar en el México post-2000,
entre 2000 y 2002 hubo un impasse (Fernández, 2004 [entrevista]). En
este tiempo se concentraron en terreno conocido —los derechos civiles
e indígenas— y aprovecharon los beneficios de la actitud de Fox respec-
to del sistema internacional de derechos humanos. Los derechos políti-
cos se abandonaron casi en su totalidad, y se empezó a abordar el derecho
a la información y la participación. Les llevó un tiempo a las organi-
zaciones encontrar su nicho en el área de la política social y económica.
No fue sino hasta 2002-2003 que empezaron a encontrar su lugar al
abordar temas “tradicionales” desde una perspectiva más estructural (la
reforma del sistema judicial, y la política de seguridad pública), pero
también abordando los temas de la pobreza y el neoliberalismo. Algu-
nas organizaciones se dedicaron al tema de la discriminación, y otras se
dedicaron al desarrollo social, el cual se integraba al discurso de dere-
chos humanos desde mediados de los noventa a través de la participación
de las ONG de desarrollo que empezaron a adoptar el aborde de “dere-
chos básicos” al desarrollo social.

28 Andamios
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

CONCLUSIONES

El actual discurso de derechos humanos en México podría verse reflejado


en el de sus inicios, cuando se formuló la integralidad de todos los de-
rechos humanos. Incluso algunas organizaciones se han propuesto
erradicar la idea de las tres generaciones de derechos humanos que tanto
daño causó a la defensa de los DESC. Sin embargo, una defensa efectiva
de estos derechos aún se encuentra lejos y con ello también el rescate de
los objetivos del discurso originario. Esto se debe a dos cosas. En primer
lugar, algunas organizaciones no han logrado desarrollar capacidades
para mantenerse como sujetos activos del discurso —no han podido
desarrollar metodologías adecuadas o no logran definir sus nuevos man-
datos—. En segundo lugar, con la supuesta transición a la democracia,
las principales autoridades del discurso de la sociedad civil (los acti-
vistas más connotados) se han ido a instancias gubernamentales, de-
jando a las organizaciones sin líderes y cuadros que pudieran guiar a
éstas en la construcción del discurso.
Frente a esta perspectiva, la construcción de un discurso integral de
derechos humanos como fue planteado en los inicios, cuando se toma-
ron las ideas de la teología de la liberación y de una democracia con ad-
jetivos, parece lejana.

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ENTREVISTAS

Miguel Concha (2004).


Jesús Maldonado (2004).
David Fernández (2004).
Edgar Cortez (2004).
Rocío Culebro (2004).
Mariclaire Acosta (2004).
Adrián Ramírez (2004).
Silvia Aguilera (2004).
Sergio Aguayo (2004).

Fecha de recepción: 19/05/2006


Fecha de aceptación: 2/10/2006

Andamios Volumen 3, número 6, junio, 2007, pp. 7-32


32
LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA
DEL ESTADO Y LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA:
DISLOCACIÓN Y RECOMPOSICIÓN ONTOLÓGICA
DE LOS DERECHOS HUMANOS

Ariadna Estévez
Investigadora Titular, Universidad Autonoma de Mexico

Resumen: Con base en una reinterpretación necropolítica de la idea


de gubernamentalidad y retomando el concepto de Sujeto Endriago,
el artículo argumenta que la naturaleza híbrida (criminal-legal) del
poder estatal mexicano ha dislocado la dicotomía público/privado del
discurso de los derechos humanos ya que lo que solía pertenecer
claramente a la esfera privada -como la economía criminal y los
delitos comunes- ahora se entremezclan con lo político debido en
subjetividades masculinas hiperviolentas. El artículo propone que
existe una nueva ontología del discurso de los derechos humanos
determinada por la aparición de subjetividades que dislocan los
fundamentos del discurso de los derechos humanos y por ello es
necesaria una intervención epistemológica que incorpore
conceptualmente los elementos que la producen. Por esta razón el
artículo propone que la masculinidad hegemónica puede ser el
concepto eje para encontrar el problema medular de la dislocación y
las nuevas categorías que pueden ayudar a recomponerlo.
Palabras clave: Derechos humanos, necropolítica, Sujeto Endriago,
violencia, masculinidad hegemónica

Cítese como: Estéves, A. (2017) “La gubernamentalización necropolítica del Estado y la


masculinidad hegemónica: dislocación y recomposición ontológica de los derechos
humanos”, en Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74. ISSN 0719-5680. Recibido el 7 de octubre
de 2016, aprobado para su publicación el 18 de junio de 2017. Contacto del autor:
aestevez@unam.mx.
NECROPOLITICAL GOVERNMENTALIZATION OF
STATE AND HEGEMONIC MASCULINITY:
ONTOLOGIC DISLOCATION AND RECOMPOSITION
OF HUMAN RIGHTS

Ariadna Estévez
Investigadora Titular, Universidad Autonoma de Mexico

Abstract. Based on a necropolitical interpretation of governmentality


and the concept of the Endriago Subject, the article argues that the
hybrid nature of state power in Mexico (criminal/legal) has dislocated
the private/public dichotomy underlying human rights legal
discourse; what used to belong clearly to the private sphere –the
criminal economy and felonies- is now intertwined with typically
public and political activities and figures due to the rise of hyper
violent masculinities. The article contends that hybrid agents and
activities have dislocated human rights to such an extent that they
constitute a new ontology dislocating the very foundations of the
discourse. For this reason, the article proposes to tackle this
dislocation through a re-articulation of human rights discourse
through a new epistemology based on the problematization of
hegemonic masculinity.
Keywords: Human rights, necropolitics, Endriago Subject, violence,
hegemonic masculinity.

Cite as follows: Estéves, A. (2017) “La gubernamentalización necropolítica del Estado y la


masculinidad hegemónica: dislocación y recomposición ontológica de los derechos
humanos”, in Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74. ISSN 0719-5680. Received on October 7,
2016 and approved for its publication on June 18, 2017. Corresponding author contact:
aestevez@unam.mx.
2017] ARIADNA ESTÉVEZ 47

INTRODUCCIÓN

El mito fundante del discurso de los derechos humanos cuenta que los
intelectuales y los movimientos sociales de una sociedad crecientemente
burguesa exigieron al Estado no intervenir en su libertad y sus bienes
arguyendo una dignidad humana basada en la razón y su superioridad moral.
La justificación filosófica legitimaba el hecho de que la economía política de
la época transitaba de un Estado medieval a uno burgués y exigía a éste
límites. Hoy, como en aquel tiempo, estamos presenciando un cambio
histórico que exige evaluar la atribución y la responsabilidad estatal a la luz
de la economía política criminal y su reproducción sociocultural expresada
en sujetos hiperviolentos.
Esto es porque actualmente en México y otros países consumidos por la
violencia criminal y estatal resulta a veces imposible determinar la
responsabilidad del Estado en violaciones graves de derechos humanos. La
existencia de sujetos de las fuerzas del orden activos o retirados que venden
su expertise en aplicación y manejo de tecnologías de muerte a corporaciones
criminales, tiene implicaciones delicadas para los derechos humanos porque
éste es un discurso en el que su violación presupone la participación activa,
o por omisión o aquiescencia del Estado.
Este tipo de involucramiento del poder político en la experiencia de
sufrimiento y pérdida de personas que son víctimas de la delincuencia
organizada implica una alteración de la ontología tradicional del discurso de
los derechos humanos ya que constituye una mutación de lo que
regularmente entendemos por esfera política o pública, y ámbito civil o
privado. A ciertos niveles y grados del aparato estatal hay una superposición
de poderes que se expresan en subjetividades que hacen borrosa la
atribución y responsabilidad estatal establecida en la legislación internacional
de derechos humanos.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 48
Con base en una reinterpretación necropolítica 1 de la idea de
gubernamentalidad 2 y retomando el concepto de Sujeto Endriago 3 , el
argumento de este artículo es que existe una nueva ontología del discurso de
los derechos humanos determinada por la aparición de subjetividades
híbridas propias de una gubernamentalización necropolítica del Estado. Se
argumentará que esta gubernamentalización del Estado disloca los
fundamentos del discurso de los derechos humanos, y por ello es necesaria
una intervención epistemológica que incorpore conceptualmente los
elementos que la producen. La hipótesis que sostiene este trabajo es que la
masculinidad hegemónica puede ser el concepto eje para encontrar el
problema medular y así recomponer el discurso de los derechos humanos.
Para desarrollar este argumento, el ensayo se dividirá en tres partes. La
primera presenta la idea de gubernamentalidad de Foucault, la necropolítica
de Mbembe y el sujeto Endriago de Valencia a fin de proponer la idea de la
gubernamentalización necropolítica del Estado y el Endriago como
subjetividad fundamental. La segunda describe los fundamentos del discurso
de los derechos humanos y cómo se dislocan por los efectos de la
gubernamentalización del Estado, en particular la dicotomía
público/privado, con importantes consecuencias para la ontología de dicho
discurso. Finalmente se desarrolla la hipótesis de que el sufrimiento causado
por la masculinidad hegemónica a mujeres y hombres puede ser la clave para
replantear la incorporación de categorías como ‘motivación’ e ‘intención’ en
sustitución de ‘atribución estatal’ y ‘acción, omisión y aquiescencia del
Estado’.

1 Mbembe (2011).
2 Foucault (2006b, 2006a, 2004, 1997).
3 Valencia (2010).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 49

LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA DEL ESTADO Y EL SUJETO


ENDRIAGO COMO NUEVA ONTOLOGÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS

La participación criminal en diferentes niveles y grados del aparato del


Estado indica que hay una reconfiguración política 4 que a su vez tiene
repercusiones en discursos fundamentalmente Estado-céntricos, como el de
derechos humanos. Para reinterpretar este reacomodo ontológico propongo
un análisis basado en dos conceptos: la gubernamentalización del Estado, y
la necropolítica. En primer lugar, antes de entrar de lleno a la idea de
necropolítica hay que comprender la concepción foucaultiana del biopoder.
Según Foucault, la biopolítica es la forma contemporánea de poder, y se
centra en procesos que son específicos de la vida, como el nacimiento, la
muerte, la reproducción, la migración, la enfermedad y la mortandad.
Asimismo, las tecnologías que utiliza son específicas de este poder: la
medicina, la estadística, el control natal, la política pública, o cualquier
intervención gubernamental que tenga como fin el control y regulación de la
población. La biopolítica entonces se refiere al conjunto de instituciones,
cálculos, análisis y tácticas que tienen como objeto principal la población,
teniendo como forma la economía política y como instrumentos los

4 No es objetivo de este artículo demostrar la relación entre la delincuencia organizada y el


Estado mexicano. Este problema ha sido abordado de forma descriptiva sobre todo en
trabajos periodísticos que señalan la existencia –sistemática pero desigual y a diferentes
grados en los diversos niveles de gobierno- de estos vínculos. Véase, por ejemplo,
Bowden (2011), Bowden & Molloy (2011), Grillo (2012), Hernández (2010), Osorno
(2012). Asimismo, la evidencia en estudios académicos sobre la reconfiguración cooptada
del Estado sugiere que a diferentes niveles de gobierno el necropoder y el Estado son uno
solo, es decir, los criminales fungen como el brazo armado del poder estatal para regular la
muerte de la población en función de la reproducción del capital delincuencial. Carlos
Flores Pérez (2012) explica el fenómeno como uno de ‘cooptación criminal’, entendida
como “la captura de circuitos y áreas institucionales por intereses delictivos, auspiciados
con frecuencia por los propios servidores públicos encargados de velar por el interés
colectivo”(12-13). De la misma forma, cada vez hay más evidencia de que agentes híbridos
(criminal-legal) operan ampliamente como representantes de las fuerzas del orden, como
lo establecer el Informe Bourbaki, que se discutirá más adelante en el texto. Véase, Equipo
Bourbaki (2011).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 50
aparatos de seguridad5. La biopolítica, pues, es el poder que se ejerce sobre
la vida de los seres humanos para regular su reproducción como especie.
La racionalidad de la biopolítica es la gubernamentalidad. Cuando Foucault
habla de gobierno no se refiere a la institución ‘gobierno’, sino a las técnicas
y procedimientos usados para dirigir y conducir la conducta humana en el
marco y a través de las instituciones del Estado en el sentido más amplio6.
Para Foucault las técnicas de gobierno no son exclusivas del Estado pues
constituyen el conjunto de acciones sobre las acciones posibles de otros
sujetos, o las acciones ejercidas sobre sí para dominar placeres o deseos:
“Gobierno de niños, gobierno de almas y conciencias, gobierno de una casa,
de un estado, o de uno mismo” 7 Para diferenciar la gubernamentalidad
política de las de otra índole Foucault llamó a ésta la gubernamentalización
del Estado y es la línea de gobierno seguida por Occidente. Es el resultado
de un proceso que combina técnicas de dominación y técnicas de sí que han
llevado a que el Estado de justicia –el soberano que se rige por las leyes- se
convierta en un Estado administrativo, un Estado gubernamentalizado 8. Así
pues, el Estado gubernamentalizado se rige a base de políticas públicas,
mediciones y desviación de servicios hacia el ámbito corporativo. Sus
políticas pueden ser políticas de víctimas, drogas, cohesión social, migración
o salud, entre otras, orientadas a fortalecer el mercado, conducir la conducta
de la población y mantener niveles de impunidad que permitan la
reproducción del capital que lo sostiene y que en muchos casos tiene
participación criminal.
En segundo lugar, la necropolítica es un concepto desarrollado por el
camerunés Achille Mbembe, quien fue el primero en señalar que la
biopolítica es un punto de partida fundamental para el análisis de la
regulación de la población, pero en el contexto del tercer mundo resulta
insuficiente porque no permite entender cómo la vida se subordina al poder

5 Foucault (2000).
6 Foucault (1997) 74.
7 Foucault (1997) 81.
8 Castro (2004).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 51

de la muerte. Mbembe afirma que la proliferación de armas y la existencia de


mundos de la muerte –lugares donde la gente se encuentra tan marginada
que en realidad viven como muertos vivientes, como en África, México y
Centroamérica- es un indicador de que existe una política de la muerte
(necropolítica) en lugar de una política de la vida (biopolítica) como la
entiende Foucault. Mbembe examina cómo el derecho soberano de matar se
reformula en las sociedades donde el Estado de Excepción y de sitio –como
lo entienden C. Schmitt y G. Agamben- son permanentes. Según Mbembe,
en un estado sistemático de emergencia el poder se refiere y apela
constantemente a la excepción y a una idea ficticia del enemigo. Mbembe
afirma que el esclavismo y el colonialismo en África y en Palestina han sido
el producto del necropoder, aunque estas tragedias humanas de la
modernidad han sido ignoradas en las lecturas históricas de la biopolítica 9.
Mbembe cree que las operaciones militares y el derecho de matar no son ya
prerrogativas exclusivas del Estado, pues el ejército regular no es ya el único
medio para ejecutar el derecho de matar. Los nuevos actores son milicias
urbanas, ejércitos privados y policías de seguridad privada. La proliferación
de entidades necroempoderadas, junto con el acceso generalizado a
tecnologías sofisticadas de destrucción y las consecuencias de las políticas
socioeconómicas neoliberales, hacen que los campos de concentración, los
guetos y las plantaciones se conviertan en aparatos disciplinarios
innecesarios. Estos son sustituidos por la masacre, una tecnología
necropolítica que puede ejecutarse en cualquier lugar y en cualquier
momento10.
Valencia por su parte cree que la necropolítica así entendida es geopolítica y
contextualmente específica, y ella la analiza en sociedades hiperconsumistas
como la de México. Aquí, según sostiene, la radicalización de la biopolítica
tiene que ver con el hecho de que los procesos de muerte se han
desacralizado y mercantilizado. Si la biopolítica controla los procesos vitales,
las exigencias capitalistas han transformado en mercancías la vida y todos los

9 Mbembe (2011).
10 Mbembe (2011).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 52
procesos asociados, tales como la muerte. En las sociedades
hiperconsumistas los cuerpos se convierten en una mercancía, y su cuidado,
conservación, libertad e integridad son productos relacionados. Como
mercancía cada vez más valorada, la vida es más valiosa si es amenazada,
secuestrada y torturada11.
Esta economía que Valencia ha denominado Capitalismo Gore
simultáneamente destruye los órganos y produce capital través de la
especulación de los cuerpos como mercancía, y de la violencia como una
inversión, una herramienta que empodera y reproduce capital de forma
instantánea. La producción de cuerpos muertos o mutilados como
mercancía se sustenta y justifica en el proceso de la oferta y la demanda. En
el Capitalismo Gore, el asesinato se convierte en una transacción; la violencia
una herramienta; y la tortura, empoderamiento 12.
Al igual que en la comprensión de necropolítica de Mbembe, en la de
Valencia no sólo el Estado sino también los actores no estatales tienen
poder sobre la aplicación de muerte, tanto en los cuerpos individuales como
en la población en general. Para ella, los agentes privados ejercen un poder
paralelo de opresión y se erigen en un Estado paralelo que reconfigura la
biopolítica y utiliza tecnologías que Valencia denomina necroprácticas -
acciones radicales encaminadas a infringir dolor, sufrimiento y muerte, tales
como el asesinato, la tortura y el secuestro- para aprovechar, conservar y
lucrar con el poder de hacer morir13.
Para Valencia, al igual que el Estado legítimo, su contraparte criminal quiere
tener el control sobre el territorio, la seguridad y la población, es decir,
gobernar a través de la explotación de los recursos nacionales, la venta de
seguridad privada, y el control de la población. Los criminales controlan
necropolíticamente los cuerpos de las personas tomándolos como bienes de
intercambio comercial o como consumidores de las mercancías ofertadas en

11 Valencia (2010).
12 Valencia (2010).
13 Valencia (2010).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 53

el narcomercado. En resumen, el necropoder constituye la apropiación y la


aplicación de las tecnologías biopolíticas gubernamentales con el fin de
subyugar los cuerpos y las poblaciones. Mientras hace esto, el necropoder
también trae consigo nuevos elementos: la sobre-especialización de la
violencia y la mercantilización del hacer morir14
Comparto con Valencia la idea de que el necropoder es una apropiación
criminal de los elementos fundamentales de la gubernamentalidad –
territorio, seguridad y población-, pero no coincido en que –al menos en el
caso mexicano- se erige como un Estado paralelo. La evidencia en estudios
empíricos sobre la reconfiguración cooptada del Estado 15 sugiere que a
diferentes niveles de gobierno el necropoder y el Estado son uno solo, es
decir, los criminales fungen como el brazo armado del poder estatal para
regular la muerte de la población en función de la reproducción del capital
delincuencial. Por ello, aquí se propone hablar de la gubernamentalización
necropolítica del Estado, misma que implica la delegación de autoridades estales
a bandas criminales, de las técnicas de dominación de la población para
actuar sobre sus acciones a través de prácticas que producen muerte
(asesinato, tortura, persecución, tráfico de personas, trata sexual). La
gubernamentalización necropolítica del Estado usa discursos políticos como
la guerra contra el narcotráfico o la crisis de inseguridad como dispositivos
de regulación de la muerte, la securitización del espacio público como su
estrategia central; y la economía criminal como su principal motivación.
Asimismo, la gubernamentalización necropolítica del Estado produce
nuevas subjetividades híbridas (estatal-criminal) que se erigen como
violadores de derechos humanos sin atribución estatal clara. Para ubicar la
subjetividad central de la gubernamentalización necropolítica del Estado, la
episteme del Capitalismo Gore de Valencia es clave otra vez. Según Valencia, las
dinámicas culturales de la economía de cuerpos –que se basa sobre todo en
identidades y subjetividades que sostienen los medios de reproducción del
capital- se construyen sobre la subversión del significado del trabajo en el

14 Valencia (2010).
15 Flores Pérez (2012, 2013).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 54
Postfordismo. Valencia sostiene que hay una actitud de intenso desprecio
hacia la cultura del trabajo y la clase trabajadora en general que subvierte los
procesos tradicionales de reproducción del capital 16
En el Post-fordismo el trabajo como una actividad social significativa ha
sido reemplazada por el consumo, y debido a la presión generalizada para
alcanzar altos niveles de éste y a la frustración entre los jóvenes que no
pueden lograrlo, la economía criminal y el uso de la violencia como una
herramienta de mercado se han convertido en alternativas. Dado que el
trabajo no es valorado socialmente, los jóvenes que necesitan sentirse
competentes en su rol de proveedores en una dinámica de hiperconsumo
son los que buscan ‘trabajo’ en la industria gore -asesinatos, drogas,
secuestro, comercio del sexo 17 . Dichos trabajos se convierten en una
alternativa porque los valores éticos del humanismo son sustituidos por el
consumo. Dado que la adquisición de bienes es más valorada socialmente
que la autorrealización a través del trabajo, las limitaciones éticas para
participar en actividades gore se desvanecen. En el hiperconsumo la ética es
redundante, es vista como la autoprotección de los perdedores, así que el
imperativo categórico kantiano es sustituido por el imperativo económico.
Estos cambios culturales llevan a una nueva subjetividad que Valencia ha
llamado sujeto Endriago. El Endriago es un personaje mítico perteneciente
al libro Amadís de Gaula de Garci de Rodríguez de Montalvo, el cual
pertenece a la literatura medieval española. El Endriago es un monstruo, un
híbrido que conjuga hombre, hidra, y dragón. Es una bestia de gran altura,
fuerte y ágil que habita tierras infernales y produce un gran temor en sus
enemigos. Valencia adopta el término Endriago para conceptualizar a los
hombres que utilizan la violencia como medio de supervivencia, mecanismo
de auto-afirmación, y herramienta de trabajo 18.

16 Valencia (2010).
17 Valencia (2010).
18 Valencia (2010).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 55

Mi argumento es que la gubernamentalización necropolítica del Estado


conduce la conducta de policías y militares hacia una situación en la que el
manejo experto de tecnologías de muerte se convierte en una ventaja
comparativa en un contexto de salarios de miseria y subordinación de lo
ético al mercado y al consumo. Aunque Valencia no se refiere
explícitamente a las fuerzas del orden o a los militares cuando describe al
Endriago, yo he encontrado que éstos son su mejor expresión, no sólo por
su monstruosidad sino también porque en la gubernamentalización
necropolítica del Estado mexicano no sólo es híbrido en su naturaleza
racional-violenta, sino en su composición criminal-legal, la cual subvierte la
división dicotómica de lo público y lo privado a nivel ontológico.
La hibridez criminal/legal del Endriago así formulado se puede apreciar a
nivel empírico. El Equipo Bourbaki por ejemplo hizo un seguimiento de
prensa del periodo 2008-2009 (el pico de la violencia generada por la guerra
contra el narcotráfico en lugares como Chihuahua), y logró establecer un
patrón de participación sistemática y conjunta de autoridades estatales y
criminales en casos de violaciones graves a los derechos humanos a la vida,
como el asesinato y la desaparición forzada; y violaciones al derecho a la
integridad personal tales como tortura y otros tratos inhumanos, crueles o
degradantes, y detención ilegal o arbitraria 19. El reporte dice que algunos
asesinatos son perpetrados por criminales y otros representantes de las
fuerzas del orden, pero de una forma que parece ser híbrida, por lo que cree
que hay un ‘traslape’ del ‘dominio criminal’ con el ‘dominio legal’. También
explica cómo la impunidad de estos crímenes caracterizados por el traslape
de los órdenes legal y criminal llevaba a una espiral criminal que llama
‘represión criminal y legal’. Este hecho se puede apreciar en la persecución,
que puede terminar en asesinato, desaparición forzada o tortura de
periodistas, activistas, autoridades locales, policías, militares, migrantes o
gente que públicamente demanda justicia o denuncia corrupción y
extorsión 20 . A pesar de que la gubernamentalización necropolítica del
Estado mexicano se encuentra sólo a ciertos niveles, los Endriagos como un

19 Equipo Bourbaki (2011).


20 Equipo Bourbaki (2011).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 56
híbrido legal-criminal no son una excepción: cada vez hay más evidencia de
que operan ampliamente, y están subvirtiendo la división de lo público a
nivel ontológico21.
Al parecer la masculinidad hegemónica, resulta ser clave para ubicar las
motivaciones del Endriago, según la propia Valencia 22 y estudiosos del
machismo mexicano tales como Héctor Domínguez Ruvalcaba 23 . Por un
lado, Valencia dice que el régimen hetero-patriarcal juega un papel clave en
el sostenimiento del Endriago porque las masculinidades marginadas hacen
atractiva la idea de vender servicios de muerte. Debido a que no tienen
acceso a empleos legales significativos ni oportunidades, los sujetos
masculinos marginados necesitan resignificarse a través de medios
alternativos, aunque sean distópicos.
Por otro lado, Domínguez Ruvalcaba ha encontrado un vínculo entre el
traslape de órdenes privado y público del sujeto narcotraficante-policía que
él identifica, y el régimen patriarcal. Él asegura que:
“a) Existe un espacio de la ilegalidad que se articula fuera de los paradigmas en los cuales se
funda el Estado moderno, donde se refuerzan los sistemas culturales excluyentes como la
misoginia, la homofobia, la xenofobia, el racismo y el clasismo. Esto es, las fuerzas de
seguridad pública trabajan contra el orden público, anulando con esto el principio que le da
existencia; y el sujeto masculino a quien el orden patriarcal ha responsabilizado, entre otras
funciones, de la protección de la familia, se ha convertido en el autor principal del
desmembramiento y destrucción del ámbito privado tradicional” 24.

Para resumir, en la gubernamentalización necropolítica del Estado, los


Endriagos son criminales que trabajan para las fuerzas del orden, o policías y
militares que trabajan para bandas criminales. Aunque los sicarios han
estado en el mundo del narcotráfico durante mucho tiempo, los Endriagos –
hombres capaces de usar su manejo experto de tecnologías de muerte como
capital laboral tanto en el ámbito criminal como en el legal- es la

21 Bowden (2011), Bowden & Molloy (2011), Hernández (2010), Osorno (2012),
Ciudadanos en Red (2015).
22 Valencia (2010).
23 Domínguez Ruvalcaba (2011).
24 Domínguez Ruvalcaba & Ravelo Blancas (2011) 121.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 57

subjetividad que surge de la gubernamentalización necropolítica del Estado


mexicano por la desaparición de un umbral ético, la desigualdad social y el
lugar privilegiado del consumo dentro del neoliberalismo. Por esta razón, el
Sujeto Endriago implica una transformación de la ontología clásica de los
derechos humanos en la que la división público/privado permitía ubicar la
atribución y responsabilidad estatal en violaciones a los mismos, como
veremos en la siguiente sección.

LA DISLOCACIÓN ONTOLÓGICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Según la definición hegemónica proveniente del esencialismo del


pensamiento liberal, los derechos humanos son garantías inherentes al ser
humano por la simple posesión de la razón. Para esta postura, las garantías
tienen como base los derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad,
lo que J. Locke formulara en el siglo XVII, y se han traducido a través de los
años en garantías de seguridad jurídica y libertades para la participación
política.
El indio Upendra Baxi cree que esta posición es simplista. Dice que las ideas
esencialistas de los derechos humanos atribuyen su autoría a los pensadores
liberales europeos y nos hacen suponer que los derechos humanos son ‘un
regalo del Occidente para el resto’, cuando en realidad se están
desconociendo las tradiciones de pensamiento no occidentales que
refuerzan la idea contemporánea de derechos humanos. Por ello Baxi
distingue entre la emergencia de los ‘derechos humanos modernos’ y los
‘derechos humanos contemporáneos’. Mientras la concepción moderna de
derechos humanos fue eurocéntrica y construida sobre el derecho a la
propiedad que excluía al pobre y al colonizado, la versión contemporánea
está definida por una creciente inclusión y por la negociación entre
organizaciones civiles y gobiernos 25. Los derechos humanos modernos se
refieren a las ideas surgidas de la Ilustración; y los segundos, a los
movimientos de resistencia frente a dos cosas: los supuestos teóricos de la
concepción moderna de derechos humanos, y las formas contemporáneas

25 Baxi (2002).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 58
de explotación que han llevado a la construcción de nuevos derechos. Un
ejemplo de la resistencia a los supuestos filosóficos es la respuesta del
movimiento feminista a la ceguera de género de la doctrina internacional de
derechos humanos, que llevó al pleno reconocimiento de los derechos de las
mujeres durante la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena en
1993.
Siguiendo el pensamiento de Baxi y considerando el cambio a nivel
ontológico de la configuración estatal que se discutió en la primera parte del
ensayo, propongo que estamos presenciando una transición que lleva a los
derechos humanos a una etapa nueva de poder, uno detentado por un
Estado gubernamentalizado por la necropolítca. Con base en literatura
crítica de derechos humanos 26 , aquí los derechos humanos se entienden
como un discurso. Para Foucault, el discurso es un saber experto que sirve
como vehículo ideal para el poder, y opera a través de dispositivos que se
mantienen a través de diversas estrategias. Para Foucault un dispositivo es el
conjunto de relaciones que se construyen en torno a un discurso (saberes):
instituciones, leyes, políticas públicas, disciplinas, enunciados científicos y
filosóficos, conceptos, proposiciones morales, etc. 27
De esta forma, los derechos humanos son un discurso que adjudica a los
sujetos las garantías civiles, políticas, económicas, sociales y jurídicas
mínimas para que puedan vivir con dignidad. Aun cuando la dignidad tiene
cierto fondo metafísico, en el marco discursivo la dignidad se define de
acuerdo con el contexto histórico y territorial, y con componentes lo mismo
axiológicos que materiales y culturales, por lo que aquellos derechos que
garantizaban la dignidad de las personas en alguna época en particular, no
son necesariamente los mismos para garantizar la dignidad de los individuos
en el tiempo presente o el futuro. El fundamento moral de los derechos
humanos es hoy atribuible a diferentes elementos de su indiscutible
construcción social, desde la moral legal y el consenso político que dan
origen a los instrumentos internacionales, hasta la legitimidad que le dan las

26 Baxi (2002), Douzinas (2007), Woodiwiss (2002), Woodiwiss (2003).


27 Castro (2004).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 59

luchas sociales que los reivindican y el carácter ético-político de su simple


declaración discursiva. Esto significa que no existe un solo discurso de los
derechos humanos fijo en el tiempo y el espacio.
El discurso de los derechos humanos se ha transformado en el tiempo por
diversas dislocaciones discursivas. El concepto de dislocación se refiere a los
procesos o eventos sociales que no pueden ser representados o
simbolizados dentro de un discurso en particular y consecuentemente lleva a
la disrupción del discurso mismo. La dislocación es una acción permanente,
no ocasional, de descentrar un discurso determinado 28. En términos de la
dislocación del discurso de los derechos humanos, Warwick afirma que se
refiere a la disrupción de la coherencia del discurso, no a simples
excepciones que son marginales a su lógica interna 29. En este entendido, lo
que vemos hoy en día es la dislocación de la supuesta separación natural
entre lo público y lo privado, que ubica al hogar, el mercado y el crimen
fuera del ámbito de influencia estatal a través de la gubernamentalziación
necropolítica del Estado en la expresión subjetiva del Endriago.
La división público/privado es una característica clave del pensamiento
liberal que permea los aparatos legales, tanto nacionales como
internacionales, y ha sido el objeto de la crítica feminista desde hace
décadas. Las juristas feministas Chinkin30, Gal31 y Owens32 aseguran que la
dicotomía público/privado en la ley siempre ha sido artificial, construida a
través del lenguaje, y sirve propósitos ideológicos porque “tiene
consecuencias políticas: disfraza las relaciones de poder, evoca ansiedades
características, y a veces da forma a nuevas imaginaciones políticas” 33. Para
Gal, la separación es artificial y tiene objetivos económicos. También para

28 Laclau (1990).
29 Warrick (2009).
30 Chinkin (1999).
31 Gal (2005).
32 Owens (2008).
33 Gal (2005) 25.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 60
Owens quien asegura que: “definir una actividad económica como ‘privada’
libera el proceso de acumulación y circulación de la riqueza y las separa de la
regulación democrática. De forma similar, los estados poderosos pueden
organizar la fuerza de una forma que pasa como ‘privada’ y/o extranjera
porque esto reduce el escrutinio político” 34. Chinkin cree que esta división
ha tenido importantes consecuencias para la legislación internacional,
especialmente la de derechos humanos, porque define una visión Estado-
céntrica de la responsabilidad y la atribución. Chinkin asegura que debido a
la dicotomía la legislación internacional defiende una visión muy tradicional
del rol del Estado35.
El reclamo del movimiento feminista para hacer los derechos de las mujeres
derechos humanos ha llevado al reconocimiento de la violencia sexual y de
género en el ámbito privado como violaciones a los derechos humanos de
las mujeres. También la creciente impugnación de las actividades de las
empresas trasnacionales ha generado la formulación de diversos
instrumentos que establecen las responsabilidades corporativas. Sin
embargo, debido a la gubernamentalización del Estado hoy presenciamos un
socavamiento de los fundamentos de esta división, en particular las
implicaciones de esta preferencia ontológica por lo estatal para la
responsabilidad y la atribución en derechos humanos.
Por un lado, la idea de atribución –quién puede ser identificado como
agente estatal- para ubicar la responsabilidad del Estado se disloca cuando se
entienden los derechos humanos en el mismo marco conceptual de la
gubernamentalización necropolítica del Estado, es decir, partiendo de la idea
foucaultiana de discurso como se explicó arriba. En esta lógica, los derechos
humanos tienen efectos de verdad, es decir, establecen subjetividades,
objetos y conceptos que dividen lo verdadero de lo falso. Para crear estos
efectos de verdad el discurso de los derechos humanos se apoya en otros
discursos de verdad tales como el derecho y la criminología, y se produce y
distribuye bajo el control de aparatos económicos y políticos tales como

34 Owens (2008) 987.


35 Chinkin, (1999) 390.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 61

cortes, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. El discurso


de los derechos humanos ha construido un régimen de verdad en el que la
definición de la atribución excluye otras subjetividades, objetos y conceptos
derivados de la dominación contemporánea de la gubernamentalización
necropolítica del Estado.
Los derechos humanos construyen narrativas verdaderas en las que los actores
estatales siempre son los principales perpetradores y son responsables por
violaciones a los derechos humanos tales como ejecuciones, desapariciones
forzadas, tortura y persecución. En esas narrativas la naturaleza de las
violaciones a los derechos humanos ocurridas en el traslape de los dominios
legal y criminal, es decir, por los sujetos Endriagos no son necesariamente
consideradas como violaciones porque no siempre es posible comprobar
que tienen vínculos con el Estado. Esto se debe a que la naturaleza
semicriminal del Estado mexicano en efecto disloca la política de verdad del
discurso de los derechos humanos ya que se basa en el presupuesto
filosófico de que existe una división entre la esfera pública y la privada –
típica de los sistemas legales liberales-, misma que el contexto mexicano se
vuelve extremadamente borrosa, incluso si se acepta que esa división existe
objetivamente.
Por otro lado, la responsabilidad del Estado hacia con los derechos
humanos genera obligaciones que le implican tanto acciones negativas (no
intervenir) como positivas (tomar medidas), de tal manera que falta a ellas
por acción pero también por omisión. Las obligaciones de los Estados con
los derechos humanos son seis: la obligación de respetar, que lo llama a no
interferir en el disfrute de los derechos; la obligación de proteger, que le
requiere prevenir o detener violaciones a los derechos humanos por parte de
particulares; la obligación de garantizar el goce de los derechos humanos,
que implica desplegar los recursos disponibles para ello; la obligación de
promover los derechos humanos, que implica elaborar políticas públicas de
largo plazo encaminadas a garantizar el respeto, la protección y la garantía
de un derecho; la obligación de establecer y cumplir con los objetivos que
demuestren progreso en el cumplimiento de los derechos económicos,

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 62
sociales y culturales; y la obligación de prevenir, evitar y combatir la
discriminación contra las personas en el goce de sus derechos.
De esta forma, en el caso de los crímenes ocurridos dentro de la lógica de la
gubernamentalización necropolítica del Estado a través de las acciones del
Sujeto Endriago, la conducta en cuestión no es fácilmente atribuible al
Estado y por ello determinar el ámbito de su responsabilidad, debido a su
naturaleza híbrida que también disloca los fundamentos ontológicos de lo
que se entiende por ‘público’. La naturaleza híbrida del poder
contemporáneo socava los principios de lo público pero no en términos de
la crítica feminista a la dicotomía de la división público/privado en el
derecho. Las feministas creen que esta división es artificial, construida a
través del lenguaje, y que sirve propósitos ideológicos 36. El argumento aquí
es que el poder híbrido disloca la definición de la atribución y
responsabilidad del Estado, suponiendo sin conceder que tal división existe.
El punto no es la naturaleza pública o privada de un delito, sino el carácter
híbrido del poder estatal o público, el cual se define según las especificidades
de la gubernamentalización necropolítica del Estado en la que la distinción
entre el dominio estatal y criminal no puede establecer con claridad a nivel
ontológico.
La responsabilidad y atribución estatal en violaciones a derechos humanos
más liberales tales como el derecho a la vida o a la integridad física son
subvertidas por el Endriago, el cual -a nombre de un Estado
gubernamentalizado en contextos de necropolítica que prohíja una cultura
de impunidad- lleva a cabo ejecuciones, torturas, desapariciones forzadas y
persecución. En narrativas típicas o verdaderas de derechos humanos estas
actividades son consideradas simples crímenes dado que los objetos a los
que se refieren (extorsión, y asesinato y vejaciones durante secuestros, entre
otros), los sujetos que involucra (agentes cuyo vínculo con el Estado es
borroso y generalmente negado) y los sujetos subjetivados (no sólo
periodistas y activistas políticos, sino gente de negocios, familias con
negocios pequeños, testigos de actividades ilícitas, ciudadanos comunes que

36 Chinkin (1999), Gal (2005), Owens (2008).

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2017] ARIADNA ESTÉVEZ 63

reclaman justicia para sus seres queridos asesinados o desaparecidos, o que


se resisten a las extorsiones u otro tipo de delito).
Para recomponer el discurso de los derechos humanos de esta dislocación
generada por la gubernamentalización del Estado, es fundamental hacer una
serie de sustituciones conceptuales que permitan adjudicar responsabilidad y
así restablecer su carácter emancipador ante nuevas narrativas de
sufrimiento. Mi propuesta es buscar estas sustituciones en el terreno de las
motivaciones e intenciones de masculinidad hegemónica del Endriago como
principal agente violador de derechos humanos.

LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA DEL ENDRIAGO Y LA RECOMPOSICIÓN


DEL DISCURSO DE LOS DERECHOS HUMANOS

El artículo ha argumentado que la situación que se vive en México y otros


lugares que han sido consumidos por la violencia criminal constituye una
dislocación del discurso de los derechos humanos, pues el Estado ha sido
cooptado por la delincuencia organizada reconfigurándolo de forma híbrida
–criminal/legal- a diversos niveles de su aparato administrativo. Esta
reconfiguración es lo que he llamado la gubernamentalización necropolítica
del Estado, y tiene una subjetividad central, el sujeto Endriago. Retomado
de la episteme del Capitalismo Gore de Valencia37, el Endriago es un híbrido de
fuerzas del orden y delincuencia organizada que no permite determinar con
claridad, desde la lectura hegemónica de los derechos humanos, su
atribución como agente del Estado, oscureciendo la responsabilidad estatal
al respecto.
Frente a esta dislocación ontológica es fundamental que el discurso de los
derechos humanos se recomponga. Dado que la expresión subjetiva
fundamental de esta dislocación es el Sujeto Endriago y éste se reproduce y
legitima a través de los convencionalismos de la masculinidad hegemónica,
mi hipótesis es que es en éste concepto donde se debe buscar su
recomposición.

37 Valencia (2010).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 64
Al hablar de masculinidad hegemónica no me refiero al ‘enfoque de género’
que promueve el discurso neoliberal y gerencial de los derechos humanos.
Julieta Paredes dice de ese enfoque:
“Esto de la equidad de género, fue el viraje neoliberal que hicieron las
ONGs de mujeres y se convirtieron en tecnócratas de género, confundiendo
la denuncia del género con la equidad de género, como parte de una
estrategia de vaciamiento de contenido de los conceptos” 38.
El enfoque de género victimiza a las mujeres y criminaliza individualmente
a los perpetradores sin jamás abordar el tema de fondo, esto es, el estado de
cosas que produce todos los fenómenos tipificados de forma aislada y no
abordados como expresiones de un mismo entorno cultural, uno que puede
describirse como un ‘régimen de violencia’, es decir, un contexto simbólico
construido con sus propios intereses morales, políticos y económicos que
divide a la sociedad en términos de perpetradores y víctimas 39 . Dice
Domínguez Ruvalcaba que en el sistema de violencia el sistema sacrificial
(relación asesino víctima en términos morales) garantiza la continuidad del
orden violento, lo que beneficia al asesino, quien permanece al margen de
las representaciones mientras la víctima es excesivamente visible 40 . El
feminicidio y la trata sexual, así como el asesinato, la tortura y la persecución
entre hombres son todos fenómenos derivados del mismo régimen de
violencia que es reproducido, justamente, por la masculinidad hegemónica:
“El régimen de violencia consiste en un sistema de destrucción, un
protocolo de complicidad, un código de venganza y chantaje y métodos de
coerción: sistemas, métodos, protocolos y códigos denotan que la violencia
es un aparato de normas que ha sido expandido y consolidado mediante un
proceso de aprendizaje […] para obtener competencia en este sistema de
violencia, la educación de los hombres se enfoca en el desarrollo de una
tecnología de destrucción. Esta disciplina se encuentra fuera de las

38 Paredes (2010) 60.


39 Domínguez Ruvalcaba (2013).
40 Domínguez Ruvalcaba (2013) 143.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 65

instituciones oficiales que controlan los cuerpos, es decir, las escuelas, las
fábricas, etcétera”41.
Si la masculinidad hegemónica produce y reproduce el sistema de violencia
que arraiga culturalmente la gubernamentalización necropolítica del Estado
a través del Sujeto Endriago, es allí donde debemos encontrar respuestas
para la recomposición del discurso de los derechos humanos, lejos de
enfoques que sostienen en vez de contrarrestar los efectos del régimen de
violencia. De hecho, problematizando las acciones del Endriago como
principal agente violador de los derechos humanos desde los elementos
causales de su construcción y no de la criminalización tardía de sus efectos,
se pueden encontrar categorías que reemplacen las que han sido socavadas,
en particular las que vienen dadas por la dicotomía público/privado tales
como ‘atribución estatal’ y ‘acción, omisión y aquiescencia del Estado’. Mi
propuesta es sustituir estas categorías por las de motivaciones e intenciones de
masculinidad hegemónica del Endriago.
Como sabemos, no existe una sola sino un sinfín de masculinidades o
distintas formas de ser hombre. Las masculinidades son individuales y
colectivas, y se construyen en la práctica cotidiana, aunque no son fijas sino
que cambian con el tiempo y tienen un origen histórico. Las masculinidades
no se constituyen como formas de vida alternativas, es decir, algunas tienen
mayor autoridad y se llaman masculinidades hegemónicas 42.La masculinidad
hegemónica o tóxica43 es aquella en la que los hombres compiten entre sí
para demostrar quién es más fuerte, más competidor, y más poderoso,
despreciando valores tales como “la empatía, la comprensión, la solidaridad,
la ternura, la paciencia, la aceptación y la espiritualidad” 44 . Cuando los
hombres aplican su energía a estas empresas tóxicas –el poder, la
dominación y el control como fines en sí mismos –es cuando se genera una

41 Domínguez Ruvalcaba & Ravelo Blancas (2011) 144.


42 Connell (2013).
43 Sinay (2006).
44 Sinay (2006) 97-98.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 66
sociedad violenta 45 . Para Nuria Varela, la masculinidad hegemónica o
tradicional:
“[…] está compuesta por una constelación de valores, creencias, actitudes y
conductas que persiguen el poder y autoridad sobre las personas que
considera más débiles. Para conseguir esta dominación, las principales
herramientas son la opresión, la coacción y la violencia […] la masculinidad
androcéntrica es una forma de relacionarse y supone un manejo del poder
que mantiene las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en el
ámbito personal, económico, político y social. Esta concepción masculina
del mundo está sustentada en mitos patriarcales basados en la supremacía
masculina, en la autosuficiencia del varón, en la diferenciación de las mujeres
y en el respeto a la jerarquía. Estos mitos funcionan como ideales y
transforman en mandatos sociales acerca de ‘cómo ser un verdadero
hombre’ […]”46.
Sin embargo, algunos autores han identificado ya una mutación
hiperviolenta en esta masculinidad, con expresiones de clase distintas. Por
ejemplo, con la globalización Connell identifica un giro corporativo en esta
masculinidad. Para él la masculinidad corporativa refuerza agresivamente los
elementos nocivos de la masculinidad hegemónica ya que tiene un enfoque
en el logro competitivo y un cierto carácter despiadado para conseguir sus
metas personales y corporativas; el perfil del hombre que se entrega a largas
jornadas bajo alta presión es valorado e incluso esencial; sus relaciones
personales, la cultura, la comunidad y sus hijos e hijas son aislados en un
mundo privado y privatizado de esposas, novias, empleadas cuidadoras; y
tiene un inmenso desprecio a los que no logran destacar en el sistema
competitivo47.
Si bien esta masculinidad es propia de los CEOs de los grandes
corporaciones trasnacionales, al nivel de las clases populares esta

45 Sinay (2006) 112.


46 Varela (2005) 322.
47 Connell (2013).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 67

masculinidad ‘emprendedora’ se expresa de forma distinta, con una violencia


más subjetiva48. Bajo el entendido de que la violencia no es inherente al ser
hombre, Domínguez Ruvalcaba habla de esta masculinidad hegemónica
como la masculinidad violenta y la ubica claramente en las acciones del
‘narcotraficante-policía’ o el Endriago en la epistemología usada en este
trabajo. El perpetrador de la violencia “es el modelo cultural del hombre
dominante que resuelve sus conflictos y frustraciones con amenazas,
lesiones y muerte”49.
Si el objetivo del Endriago, como expresión necropolítica de la masculinidad
hegemónica, es someter a mujeres y hombres causando sufrimiento, parece
pertinente reemplazar las categorías problemáticas, derivadas de la
dicotomía público/privado, por otras derivadas del régimen de violencia del
Endriago. En particular sugiero reemplazar la ‘atribución estatal’ por
‘motivación de masculinidad hegemónica’; y ‘acción, omisión y aquiescencia’
del Estado, por ‘intención de causar sufrimiento’, en la comisión de delitos
equiparables al genocidio, la desaparición forzada, la tortura, la ejecución, la
privación ilegal de la libertad y la persecución.
Sobre las motivaciones de masculinidad hegemónica, como no siempre es
posible encontrar en el sujeto violador de derechos humanos una atribución
estatal, tendría que ser suficiente con encontrar sus motivaciones de
masculinidad hegemónica, en el entendido de que ésta es el motor de la
gubernamentalización necropolítica del Estado. Las motivaciones de
masculinidad hegemónica serían equiparables a las motivaciones en la
fundamentación del derecho humano al asilo. Una demanda de asilo se
cimenta en el temor fundado de persecución motivado por una o más de las
cinco categorías protegidas por la legislación internacional de asilo: raza,

48Zizek (2008), afirma que la violencia explícita y física es sólo una parte de la compleja
violencia generada por el capitalismo, la cual es de tres tipos: la violencia subjetiva, es
decir, la cruda violencia perpetrada por individuos (el terror, el asesinato, la tortura); la
violencia simbólica, es decir, la violencia del lenguaje, las imágenes, y los medios de
comunicación; y la violencia objetiva, que es la violencia sistemática y estructural de la
marginación social y la pobreza que el capital necesita para reproducirse.
49 Domínguez Ruvalcaba & Ravelo Blancas (2011) 116.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 68
religión, nacionalidad, opinión política y pertenencia a un grupo social
particular. Análogamente las motivaciones de masculinidad hegemónica
podrían estar resumidas en estas tres categorías: el género o la orientación
sexual de la víctima; la oposición a ser sometido violentamente por el
Endriago en su búsqueda de reafirmación identitaria, es decir, hombres o
mujeres que se resisten a extorsiones, secuestros, violaciones sexuales y
sometimiento a tecnologías de muerte en general; y la búsqueda de justicia
frente al feminicidio, crímenes por homofobia, trata y tráfico sexual de niños
y niñas, y otras industrias gore 50.
Acerca de las intenciones del Endriago, como no siempre es posible
determinar si el Estado es ejecutor o cómplice en sus motivaciones, debe
bastar con demostrar que sus acciones causan el mismo sufrimiento que si
fueran perpetradas por un agente con clara atribución estatal o con vínculos
con el Estado tan claros que es posible determinar omisión o aquiescencia.
Para ello es indispensable retomar el imperativo ético del sufrimiento social
como sustituto de la acción, omisión o aquiescencia del Estado. Kleinman,
Das y Lock pusieron las bases para conceptualizar el dolor individual que el
poder político, económico e institucional causa a los seres humanos como
colectivo51. Llamaron sufrimiento social al conjunto de problemas humanos
que tienen origen y consecuencias en las heridas devastadoras que la fuerza
social puede infligir en la experiencia humana, y que a su vez estimulan una
respuesta social. El sufrimiento social agrupa condiciones generalmente
categorizadas y estudiadas por separado y de forma individual -violencia,
drogadicción, síndrome de estrés postraumático, depresión- y sirve para
vincular los problemas personales con problemas sociales evidenciando así
que el sufrimiento es una experiencia social que aqueja a países ricos y
pobres, pero que afecta primordialmente a las clases marginadas y
desposeídas. En términos de derechos humanos, el sufrimiento social es
vivido como injusticia en la mayoría del mundo donde la experiencia social e

50 Valencia (2010).
51 Kleinman et al. (1997) Caps. IX-X.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 69

individual de dolor y pérdida se da en regímenes políticos violentos y


crueles52.
Fagan dice que el sufrimiento dio origen a la Declaración Universal de
Derechos Humanos, porque fue el holocausto y la condena del genocidio lo
que la motivó. El problema, dice, es que en los últimos años los legalistas y
teóricos de los derechos humanos se han obsesionado con visiones más
formalistas de la ética y el derecho que ven la injusticia como una
consecuencia de la discriminación y la desigualdad. El sufrimiento
equivalente al del genocidio ha desparecido del radar de los intelectuales que
viven en Occidente 53. Para Fagan, es necesario retomar el sufrimiento como
el imperativo ético de los derechos humanos.
El imperativo ético del sufrimiento ha desaparecido del umbral del análisis
legal y político de los derechos humanos porque el discurso liberal ha
impuesto los indicadores económicos como valores superiores al del
derecho a la vida de las personas nacidas. El neoliberalismo, como dijo
Foucault, aplica el discurso económico -conceptos, objetos, lógica y
lenguaje- al análisis social, borrando las diferencias entre los dos. El modelo
de racionalidad económica se usó para justificar y limitar la acción
gubernamental. El gobierno se convierte en un administrador de negocios a
cargo de universalizar la competencia e inventar sistemas para la acción
individual o colectiva que se rigen por las leyes del mercado. De esta forma
la economía deja de ser sólo un área de la vida humana y cubre todas las
áreas de la vida humana.
Los derechos humanos se han vuelto lo que Das llama la “apropiación
judicial y burocrática del sufrimiento”54. Para Kleinman, Das y Lock 55 los
poderes de dominación elaboran diversas intervenciones tecnológicas para
‘tratar’ el sufrimiento social, mismas que intensifican el sufrimiento debido a

52 Baxi (2002).
53 Fagan (2008).
54 Das (2008).
55 Kleinman et al. (1997) Cap. X.

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 70
sus efectos morales, económicos y de género, y a que terminan
normalizando patologías sociales o patologizando la psicología del terror.
Estas políticas transforman las expresiones locales de las víctimas en
lenguajes profesionales universales de queja y restitución –como el de
derechos humanos-, lo cual rehace las representaciones y experiencias de
sufrimiento, induciendo a la intensificación del sufrimiento mismo 56.
Volviendo al sufrimiento como el imperativo ético como sugiere Fagan y
retomando la crítica de Chinkin 57 a la dicotomía público/privado es
necesario poner énfasis en la intención del perpetrador y la experiencia de
sufrimiento de la víctima. Propongo que el sufrimiento causado por la
masculinidad hegemónica en acciones identificadas como violaciones graves
de derechos humanos (desaparición forzada, tortura, ejecución, genocidio,
privación ilegal de la libertad, persecución) reemplace la acción, omisión o
aquiescencia del Estado, en virtud de que el sufrimiento causado en este
contexto es igual al causado por un agente de atribución estatal
incuestionable.
Al incorporar las motivaciones de masculinidad hegemónica del Endriago y
el sufrimiento en la epistemología de los derechos humanos, la defensa
jurídica y política debería dirigirse a crear una argumentación que se centre
en las motivaciones del Endriago (utilizar tecnologías de muerte contra
hombres y mujeres por su posición de desventaja en el sistema de violencia)
y sus intenciones (causar sufrimiento y con ello lucrar con el derecho a la
vida). Ciertamente esta estrategia discursiva podría despertar suspicacias
entre los liberales que desechan el imperativo hobbesiano (el ‘hombre es el
lobo del hombre’) y desconfían de que el sufrimiento y no la dignidad sea la
sustancia fundamental de los derechos humanos. Sin embargo, los liberales
deberían estar tranquilos. Dignidad y sufrimiento son constitutivos porque
el sufrimiento es la negación de la dignidad y no podría entenderse aquel sin
la existencia de ésta, sólo que el sufrimiento ha desaparecido de la
argumentación jurídica y política porque la tesis de derechos humanos

56 Das (2008).
57 Chinkin (1999).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


2017] ARIADNA ESTÉVEZ 71

generalmente se centra en la atribución del agente violador y no en la


experiencia de la víctima en su relación con un individuo que detente poder
no necesariamente estatal.

CONCLUSIONES

La naturaleza híbrida (criminal-legal) del poder estatal mexicano ha


dislocado la dicotomía público/privado de la legislación de derechos
humanos, ya que lo que solía pertenecer claramente a la esfera privada -
como la economía criminal y los delitos comunes- ahora se entremezclan
con lo político debido a la cooptación criminal del Estado que se expresa en
subjetividades masculinas hiperviolentas. Esto es lo que he llamado la
gubernamentalización necropolítica del Estado, cuya subjetividad he
descrito con la ayuda del concepto del Sujeto Endriago de Valencia 58.
Este nuevo orden político ha dislocado el discurso de los derechos humanos
a nivel ontológico, ya que lo que solía ser claramente estatal o público se ha
vuelto un híbrido. Para enfrentar esta dislocación del discurso de los
derechos humanos se ha propuesto enfocarse en la subjetividad del
Endriago como el agente violador de los derechos humanos más
preponderante en la gubernamentalización necropolítica del Estado. Su
subjetividad se fundamenta en lo que varios autores han conceptualizado
como masculinidad hegemónica.
La masculinidad hegemónica permite reemplazar la idea de ‘atribución
estatal’ con la de ‘motivación de masculinidad hegemónica’ y la de ‘acción,
omisión o aquiescencia del Estado’ por ‘intención de causar sufrimiento’ a
través de delitos equiparables a las violaciones más graves a los derechos
humanos, como el genocidio, la desaparición forzada, la tortura, las
ejecuciones, la privación ilegal de la libertad, y la persecución. Esta
propuesta se ha trabajado como una hipótesis que pudiera ser utilizada en
futuras investigaciones sobre la crisis de los derechos humanos derivada de

58 Valencia (2010).

Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


LA GUBERNAMENTALIZACIÓN NECROPOLÍTICA 72
la violencia que experimentan países como México y los de Centroamérica,
entre muchos otros.

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Derecho y Crítica Social 3(1) 45-74


 

THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO:


DISLOCATING HUMAN RIGHTS AND ASYLUM LAW
THROUGH HYBRID AGENTS1

ARIADNA ESTÉVEZ
Centre for Research on North America
National Autonomous University of Mexico
aestevez@unam.mx

Abstract: In 2006 Mexico’s then-president Felipe Calderón declared war on drug


trafficking. The human toll was devastating with the loss of over 95,000 lives
and the forced disappearance of more than 27,000 people. In addition, two per-
cent of the Mexican population was displaced with families forced to flee their
homes in the face of criminal violence. This article offers an explanation of how
death, forced disappearances, persecution and exile are in essence the specific
effects of governmentalization of the Mexican state. This governmentalization
includes the shared use, by criminals and authorities, of techniques for domi-
nating the population and controlling the conduct of citizens through the prac-
tices of death, that is, by employing the politics of death (necropolitics). The
article goes on to discuss how the objectives, rationality and governmentaliza-
tion of the State serve to dislocate human rights discourse in such a way that its
truth politics excludes people suffering serious human rights violations, such as
Mexican asylum seekers. This is accompanied by a new mode of subjectivity
produced by Mexico's politics of death – the Endriago subject – which operates
as a hybrid perpetrator of human rights violations.

Keywords: hybridity, human rights, asylum, biopolitics, necropolitics.

INTRODUCTION

In 2006 Mexico’s then-president Felipe Calderón de-


clared war on drug trafficking2. The choice of words was
not simply metaphorical as Calderón ordered the de-
ployment of over 45,000 soldiers to areas where drug car-
tels were most active. By 2012, militarization was wide-
spread – with over 70,000 soldiers occupying northern and
central Mexico –, and so was death. Shootouts, people
trapped in crossfire, decapitations and car bombings in-
volving government authorities and rival gangs were rife,
while kidnappings, extortion, forced disappearances and
executions involving civilians became daily occurrences.
The human toll of Calderón’s war on drugs was devastat-
ing: the loss of over 95,000 lives and the forced disappear-
ance of more than 27,000 people (Redacción 2013; Zúñiga
M. 2012). As for displacement, two percent of the Mexican
ISSN 2283-7949
GLOCALISM: JOURNAL OF CULTURE, POLITICS AND INNOVATION
2013, 1, DOI: 10.12893/gjcpi.2013.1.4
Published online by “Globus et Locus“ in www.glocalismjournal.net

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2 ARIADNA ESTÉVEZ

population was forced to flee their homes as a result of


criminal violence (Benavides & Patargo 2012)3.
Death, forced disappearances, persecution and exile are
effects of the specific governmentalization of the Mexican
state, one that includes the shared use, by criminals and
authorities, of population domination techniques in order
to control the conduct of the Mexican population through
death practices (forced disappearances, murder, torture,
and persecution). This governmentalization uses the war
against drug trafficking as its main apparatus and milita-
rization as its key strategy. Human rights violations such
as executions, torture, forced disappearances and displace-
ment could therefore be considered a consequence of the
politics of death or necropolitics in its Mexican version
(Valencia 2010). The perpetrator is therefore neither crim-
inal nor law-enforcement. It is both, it is a hybrid. This
hybridity dislocates human rights discourse as a tool for
protection against suffering.
The main purpose of this article is to address the is-
sue of the dislocation – and more importantly – the effects
of such dislocation for Mexicans seeking political asylum
in El Paso, Texas as the result of persecution in the Valle
de Juárez4. At the same time I examine how this disloca-
tion brings human rights discourse into the biopolitical
machinery of migration regulation in the United States.
The article will therefore first discuss how biopower
and the governmentalization of the State work, how both
constitute biopolitics, how the third-world expression is
necropolitics, and how biopolitics and necropolitics form
part of the same regulatory machinery. Secondly, it will dis-
cuss how the objectives, rationality and governmentalization
of the State, as well as the mode of subjectivity derived
from Mexican necropolitics – the Endriago subject (Valen-
cia 2010) –, which operates as a hybrid human rights vio-
lator, serve to dislocate human rights discourse in such a
way that its truth politics excludes people suffering seri-
ous human rights violations, such as Mexicans asylum
seekers. By describing the new narratives of persecution
derived from Mexican necropolitics, the article will then
analyze how dislocation transforms human rights into a
discourse of the US migration apparatus. Conclusions will
provide clues to the possible transformations of human

ISSN 2283-7949
GLOCALISM: JOURNAL OF CULTURE, POLITICS AND INNOVATION
2013, 1, DOI: 10.12893/gjcpi.2013.1.4
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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 3

rights interpretation that could advance the struggles of


social subjects in the face of domination.

BIOPOLITICS AND NECROPOLITICS: COMPLEMENTARY PHE-


NOMENA

It was not the intention of Michel Foucault to write a


theory of power, but he did venture an analytical philos-
ophy of power that, while not attempting to define it,
does establish how it works and its powers of subjection
(Castro 2004). This analytical work focuses on differentia-
tion systems, instrumental modalities and how power is
institutionalized. For Foucault, power is the control of
conduct, that is, power is not exercised directly on people
but by inducing, facilitating, hindering, limiting, and pre-
venting their actions. Power relations become relations of
domination when they are transformed into blocks through
techniques that permit the complete domination of the
actions of others. The ideal vehicles of power are dis-
courses – elements or tactical blocks used in the relations
of force that construct subjectivities (Castro 2004) –, and
they operate through apparatuses (dispositifs or the non-
discursive instruments linked to discourses) maintained
through a variety of strategies. In the course of his intel-
lectual work, Foucault identified the use of three types of
power in European history: sovereign power, disciplinary
power and biopower. In this typology historical types of
power do not replace each other but overlap (Castro 2004;
Foucault 2000, 2004, 2006a; Foucault et al. 2007). Whereas
sovereign power is exercised through the legal apparatus-
es and disciplinary methods, biopower is enforced through
a very different set of objectives, objects, rationality, appa-
ratuses, strategies and struggles or resistances (Castro 2004).
Biopower modifies the sovereign’s right to let live
and make die, essentially inverting the relationship: in-
stead of letting live and making die, the State now exercises
the right to make live and let die. Through the use of these
techniques the State does not replace disciplinary power
but manages to incorporate it and take it to another level
or sphere of action where different devices are used.
While disciplinary power is focused on individual bodies
(anatomopolitics), biopower focuses on processes that are

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4 ARIADNA ESTÉVEZ

specific to life itself, such as birth, death, reproduction,


migration and disease, while the technologies used are also
different: medicine, statistics, birth control, and policy, in
fact anything intended for use as a means of population
control (Castro 2004; Foucault 2004, 2006a; Foucault et al.
2007). As Foucault has indicated, it is in fact “indirect
murder” since without killing intentionally, entire popu-
lations die as a consequence of the state not doing any-
thing on their behalf (Foucault 2006a). The biological field
controlled by power is fragmented into a hierarchy of
races with those at the bottom being left to die5.
The rationality of biopower is governmentality, which
refers to the set of institutions, analyses, calculus and tac-
tics that focus on population as the main objective while
political economy gives it shape and security apparatuses
are its main instrument (Castro 2004). Governmentality is
not exclusive to the state since these techniques control
the possible actions of other subjects, or self-directed ac-
tions for the domination of pleasures and desires. In order
to differentiate political governmentality from other types
of governmentality, Foucault referred to the first as “Gov-
ernmentalization of the state”. This is the type of govern-
ment in play in the West and it is the result of a process
that combines techniques of domination and techniques
of the self, i.e. people are forced to have private health
insurance or to obsess about fitness, spirituality, lifestyles
and other practices of self-care. This process has turned
the justice State – the sovereign State ruled by law – into
the managerial State, or more precisely, the governmen-
talized State (Castro 2004).
Scholars from Africa and Latin American have point-
ed out that biopolitical analysis does not operate in the
same way everywhere. In fact, they believe that biopoli-
tics is inadequate for assessing the politics of life in the
Third World, where criminal violence and the governmen-
talization of the State are not intended to regulate life but
death. In other words, the third world faces a politics of death,
a form of necropolitics (Mbembe 2011; Valencia 2010). In the
view of scholars from peripheral countries, while biopoli-
tics is a fundamental starting point for the analysis of re-
lations of domination, in the context of the Third World it
proves inadequate because the apparatuses, techniques,
practices and strategies used in the relations of domina-

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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 5

tion have very different and radical effects, such as the


consequences of Calderon’s war on drug trafficking. This
is not to say that biopolitics and necropolitics are in oppo-
sition, but it is important to make a distinction between
them since this will allow us to identify their specific ob-
jectives – the regulation of life and the regulation of death,
respectively – and clearly establish how their apparatuses
and strategies become intertwined in situations such as
that of Mexicans applying for asylum in the Juárez-El
Paso border region.
The most important necropolitics thinker is Cameroon-
born philosopher Achille Mbembe (2011), who argues
that biopolitics is not enough in itself to establish an un-
derstanding of how life becomes subordinated to the
power of death in Africa. He claims that the proliferation
of weapons and the existence of worlds of death – where
people are so deprived that they in fact become the living
dead – indicate that a politics of death (necropolitics) ra-
ther than a politics of life (biopolitics) is in operation, as
Foucault argued with reference to the holocaust. Mbembe
examines how the sovereign’s right to kill is reformulated
in societies where states of exception and sieges are per-
manent. He argues that military operations and the right
to kill are no longer exclusive to the governmentalized
State and that the regular army is not the only means that
can be used to exercise the right to kill. The new actors in
this scenario are urban militias, private armies, and pri-
vate security officers who have access to the techniques
and practices of death. The proliferation of necroempow-
ered entities, together with widespread access to sophisti-
cated technologies of destruction and the consequences of
neoliberal socioeconomic policies, makes concentration
camps, ghettos and plantations unnecessary disciplinary
devices since they can be substituted by massacres, which
can take place anywhere and at any time (Mbembe 2011).
Mbembe’s African reading of Foucault’s biopolitics
has heavily influenced other scholars writing from the
perspective of the periphery about the role of governmen-
tality in the generation of violence. For example, Valencia
agrees with Mbembe in his reinterpretation and radicali-
zation of Foucault’s biopolitics, and like them believes
that today death rather than life is at the center of biopoli-
tics which effectively transforms it into necropolitics. How-

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6 ARIADNA ESTÉVEZ

ever, she moves beyond Mbembe to say it is not enough


to simply introduce analysis of the deadly impact of ne-
oliberalism and the activities of private necroempowered
entities. She claims that necropolitics has to be geopoliti-
cally and context specific, and offers a reflection on ne-
cropolitics in hyper-consumer societies, particularly Mex-
ico, where extreme violence and hyper-consumerism serve
as structuring elements in the construction of dissident –
although illegal – subjectivities resisting state power (Va-
lencia 2010).
She argues that if biopolitics controls life processes,
capitalist demands have transformed life and all associat-
ed processes – such as death – into commodities. In hy-
per-consumerist societies bodies become a commodity,
and their care, conservation, freedom and integrity are re-
lated products. As a commodity, life is more valuable
when subject to threats, kidnappings, and torture. For Va-
lencia, illegal drug corporations wield a parallel power of
oppression and have effectively become a parallel state
that reconfigures biopolitics and uses technologies called
necropractices – radical actions designed to inflict pain,
suffering and death through the use of murder, torture
and kidnapping – to seize, retain and profit through exer-
cising the power of making die. Just like the legitimate
State, this criminal counterpart seeks control over territo-
ry, public security and the general population, that is, it
seeks to govern through the exploitation of national re-
sources, the sale of private security, and the control of the
population. Drug cartels control the bodies of citizens by
using them as commodities to be exchanged or as con-
sumers of the merchandise sold on the narco-market. In
Valencia’s Mexican interpretation of the politics of death,
necropolitics is only part of a larger cultural and socioec-
onomic interpretative framework designed to explain the
internal dynamics of violence in Northern Mexico, specif-
ically in border cities such as Tijuana, Baja California (or
Ciudad Juárez, Chihuahua, in the case analyzed here)
where forced displacement and asylum seeking are en-
demic. Valencia calls this framework ‘Gore Capitalism’6.
Of all the approaches to necropolitics, Valencia’s best
describes the status of life and death in the governmental-
ization of the Mexican state, although I do not share her
interpretation of the role of criminal gangs. Considering

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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 7

Foucault’s definition of governmentality, I believe that crim-


inal gangs do not necessarily represent a parallel state,
although at times and at different levels they do use the
same techniques, practices and apparatuses of the govern-
mentalized state, leading to a form of hybrid State as re-
gards the use of security techniques for the regulation of
death7. This is to say that the necropolitics of the govern-
mentalized Mexican state involves the sharing – between
the state and criminal gangs – of techniques and practices
for dominating the population such as public displays of
violence for the purposes of intimidation, and the subjec-
tion of bodies to extreme violence (torture, executions,
disappearances, and persecution), in order to regulate not
the life of the population, but its death. This necropolitics
uses the war against drug trafficking as its central appa-
ratus and militarization as its core strategy.
The specific subjectivity of Mexican necropolitics could
be defined in terms of what Valencia has called the Endri-
ago subject, which is the result of the sociocultural dynam-
ics of Gore Capitalism. According to Valencia, Gore Capi-
talism’s cultural patterns build on the subversion of the
meaning of work derived from the Post-Fordist organiza-
tion of labor. Valencia argues that the Post-Fordist con-
tempt for labor culture and the working class in general
subverts the traditional processes of capitalist reproduc-
tion, replacing labor as a meaningful social activity with
consumption, even in extremely deprived and marginal-
ized areas and regions. Social pressure for consumption,
together with widespread frustration among young peo-
ple who cannot reach socially-demanded levels of con-
sumption, make the criminal economy and the use of vio-
lence as a market tool viable options. Given that work is
not socially valued, young men who need to feel compe-
tent as providers in the dynamic of hyper-consumption
seek “work” in the gore industry of killing, drugs, kid-
napping, and the sex trade. Due to widespread pressure
for consumption, and because of the frustration among
young people who cannot reach such levels of consump-
tion, the criminal economy and the use of violence as a
marketing tool have become an alternative for them (Va-
lencia 2010).
Necropolitical relations serve to induct subjects to the
necropractices offered in the biomarket. The subjectivity

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that emerges from this induction is what Valencia has


called the Endriago subject, a subjectivity that, as we shall
see later, operates as the main agent of persecution in the
asylum cases of Mexicans. The Endriago is a mythical char-
acter from the medieval romance Amadis of Gaul. The En-
driago is a monster, a hybrid of man, hydra, and dragon.
It is a tall, strong and agile beast that inhabits infernal
lands and produces great fear in its enemies (Valencia
2010). Valencia borrows the term Endriago to conceptual-
ize the subjectivity of men who use violence as a means of
survival, a mechanism of self-affirmation, and a tool of
work. Valencia claims that Endriagos do not only kill and
torture for money but also for dignity and self-affirmation;
given the prevailing social and cultural conditions in
Mexico, it should come as no surprise that Endriagos use
gore practices to meet the demands of consumerism since
they are used to subvert the feelings of failure caused by
material frustration. Valencia argues that Endriagos achieve
social legitimation by means of three phenomena linked
to the dynamics of gore capitalism: market pressure, the
media, and hegemonic masculinity, which in this article
are interpreted as the production, signification and domi-
nation techniques that sustain the State’s governmental-
ized apparatuses and strategies, specifically the war against
drug trafficking and militarization, respectively.
For Valencia the Endriago is therefore a dissident sub-
jectivity that resists power. Resistance, however, doesn’t
mean legitimate resistance: Endriagos continue to be busi-
ness-men who take neoliberalism to its ultimate conse-
quences, resisting the neoliberal state but in a dystopian
way. According to Valencia, Endriagos do not dispute the
state as such, but biopolitical power, that is, control of the
population, territory and security through necropractices.
As mentioned previously, I do not believe that criminals
constitute a parallel state because they often work togeth-
er with authorities. As a consequence, Endriagos do not re-
place state agents; the Endriago represents the subjectivi-
ty emerging from the governmentalized State in Mexico,
which is, as stated previously, a mixture of criminal gangs
and government institutions at different levels and to
varying degrees. Endriago subjects hired by criminal gangs
are usually former sportsmen, soldiers, law enforcement

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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 9

officials and private security guards, and in many cases


their links to the government are unclear.
Necropolitics and its core subjectivity – the Endriago
subject – allow us to identify specific practices of the gov-
ernmentalized Mexican State that, as can be seen below,
are conducive to relations of domination that force people
to flee and become asylum seekers in the United States, a
country that in turn subjects them to the truth politics of
asylum discourse, which serves the migration apparatus
in the US. At the same time, power relations derived from
necropolitics will transform human rights – in its role of
complementary means of protection for asylum seekers –
into a discursive practice that not only fails to challenge
the governmentalized State’s domination strategies, but
also becomes a technique and practice of signification that
maintains the regulatory functions of asylum law.

HYBRID AGENTS AND NECROPOLITICAL DISLOCATION OF HU-


MAN RIGHTS DISCOURSE

In the writings of Foucault, discourses are elements or


blocks of tactics used in relations of force and they are
designed to construct subjectivities (Castro 2004). By the
same token, a dispositif or apparatus is a set of social rela-
tionships that are built around a discourse: institutions,
laws, policies, disciplines, scientific and philosophical state-
ments, concepts and moral propositions (Castro 2004). As
a discourse, human rights has truth effects, that is, it es-
tablishes subjectivities, objects and concepts that divide
the false from the true. In order to create these truth ef-
fects it relies on other true discourses such as law and
criminology, and it is produced and distributed under the
control of large political and economic apparatuses such
as courts, NGOs, and the ombudsman. Human rights have
truth effects over what constitutes a violation of physical
integrity and life, a victim and a context of widespread abuse.
Human rights discourse has constructed a truth regime in
which the definition of state attribution, responsibility,
victim and context exclude many subjectivities, objects
and concepts derived from contemporary, necropolitical
relations of domination, such as necropractices.

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Human rights construct true narratives in which state


actors are always the main perpetrators and are responsi-
ble for human rights violations such as executions, forced
disappearances, and persecution. As Douzinas explains:

Human rights are the way people speak about the world and their
aspirations; the expression of what is universally good in life. They
have become ingrained in the new world order, their claims adopted,
absorbed and reflexively insured against challenge. Assent and cri-
tique, approbation and censure are part of the same game, both con-
tributing to the endless proliferation and to the colonialism of rights
(Douzinas 2007, 33).

However, the hybrid character of the governmentaliza-


tion of the Mexican state and its necropolitics subvert the
politics of truth in human rights discourse because it is
based in the philosophical assumption of an alleged divi-
sion between the public and the private – typical of liberal
legal systems – that in the Mexican context becomes even
more blurred. Ernesto Laclau’s concept of dislocation may
be helpful in understanding this subversion. Dislocation
refers to those social processes or events that cannot be
represented or symbolized within a particular system of
identities and consequently lead to a disruption of the
structure itself (Laclau 1990, 1996). Or as Panizza explains it:

Dislocation is caused by events beyond the control of the hegemonic


forces that cannot be symbolized by the existing discursive order and
therefore cannot be integrated within its political, cultural and institu-
tional boundaries (Panizza 2002, 66).

Necropolitics has dislocated human rights discourse


because it generates new subjectivities that challenge the
assumption of the public/private division, such as: the
emergence of the Endriago subject, whose state attribu-
tion is often blurry (are sicarios state employees or do state
employees also play the role of sicarios?); crime as an ele-
ment of the Mexican governmentalized state; and the
domination – on behalf of the governmentalized state – of
new socio-political actors (business families and people
speaking out against crime, corruption and impunity, among
others). According to Foucault, truth leans on institution-
al devices and other discourse within apparatuses (Castro
2004); in the case of human rights a support discourse is
law, which from its very early stages established that the

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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 11

government (the public, political sphere) should not inter-


fere in the personal and social realms (the private sphere)
where individuals are to fulfill their goals through self-
realization, property ownership and the family. The pub-
lic/private divide is a key feature of liberal thought and
permeates legal systems, both domestic and international.
Feminist legal scholars such as Chinkin (1999), Gal (2005),
and Owens (2008) argue that the public/private dichoto-
my in law is artificial, constructed through language, and
serves ideological purposes because it is “politically con-
sequential: it disguises power relations, evokes character-
istic anxieties, and sometimes shapes novel political imag-
inings” (Gal 2005, 25). For Gal, this separation is therefore
artificial and has economic objectives. According to Owen, to

define an economic activity as ‘private’ liberates processes of wealth


accumulation and circulation and separates them from democratic
regulation. Similarly, powerful states can organize force in a manner
that appears to be ‘private’ and/or foreign because this reduces politi-
cal scrutiny (Owens 2008, 987).

Chinkin believes that the divide has important conse-


quences for international law, especially human rights
law, because it defines a state-centric view of responsibil-
ity and attribution (Chinkin 1999).
Through its main subjectivity, the Endriago, necropoli-
tics has dislocated the public/private dichotomy in hu-
man rights law because what used to belong clearly to the
private sphere (business and crime) is now intertwined
with politics because of the criminal co-optation of the
state and the appearance of new political hybrid entities,
such as Endriagos. This dislocation is slightly different to
the feminist critique discussed above in terms of the defi-
nition of attribution, perpetrator and context in the frame-
work of women’s rights and labor rights, because the
main issue is not the public or private character of crime,
but the hybrid character of power, which is defined by
the specificities of the governmentalization of the Mexi-
can state whereby the distinction between state and crim-
inal domination is incommensurable.
Consequently, responsibility, attribution and context
in the most straightforward of liberal human rights are
dislocated, such as the right to life and to physical integri-
ty, because Endriago subjects – in the name of a partly

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criminal governmentalized state – carry out executions,


torture, forced disappearances, and persecution. In typi-
cal or true human rights narratives these activities would
be considered simple crimes due to the objects they are
related to (extortion, murder and assault during kidnappings,
kidnappings), the subjects involved (Endriagos whose links
with the state are blurry and always denied), and the people
subjected (business people, families with small businesses
or property, witnesses to the activities of Endriagos, aver-
age citizens seeking justice for their loved ones or who
resist crime). Since the truth politics of human rights dis-
course excludes these elements it cannot be considered an
instrument for opposing power and in fact becomes an
instrument of domination since the result is the exclusion
of victims of necropower who seek protection.
Foucault argued that as a consequence of the devel-
opment of biopower there is an increasing strategic use of
law in biopolitics, with norms becoming more important
than the judicial system of law (Castro 2004, 219). This
does not mean that law or its institutions tend to disap-
pear but that increasingly law works as a norm – norms
are intended to impose conformism, to homogenize –,
and that judicial institutions are more integrated into a
continuum of apparatuses (medical, administrative) that
have regulatory functions (Castro 2004, 219). It is a regu-
latory mechanism in the politics of life and death. Human
rights instruments play a normative role, that is, they are
used to impose conformity and homogeneity; they be-
come regulatory devices in the politics of death, and life,
as we shall see later. Douzinas (2007) and Odysseos (2009)
have pointed out that human rights have become tools of
biopower in different settings, from the war on terror and
humanitarian intervention, to the delivery of social ser-
vices through human rights NGOs. Douzinas argues that
in their capacity to contribute to the creation of human
identities, human rights have become tools of public power
and the expression of individual desires, claiming that:

people are divided into rulers, ruled and excluded. Human rights both
record and uphold this hierarchy (…) Rights offer defenses against
power. But they also increasingly target and regulate parts of the body
becoming major tools for the biopolitical operation of power (Douzi-
nas 2007, 7-8).

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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 13

Because human rights have been co-opted by gov-


ernments, “they have lost much of their critical force and
their initial aim and role has been reversed” (Douzinas
2007, 24). Douzinas argues that human rights become bi-
opolitical tools because they are enforced as administra-
tive law intended for management and not for justice.
For her part, Odysseos claims that:
Once in place as legal instruments (human rights) become more a tac-
tic of governmental power in that they assist in the organization and
management of ‘freedoms’ – the structural conditions or parameters-
which the new art of ‘frugal’ government requires. The language of
rights, therefore, is at the same time both an articulatory and regulato-
ry device: it describes the subject to itself as a rights holder; it provides
the legal and political frameworks and language through which to
make claims about social and political issues. Furthermore, it directs
governmental practice itself to respond to such claims within the same
rights language and frameworks” (Odysseos 2009, 18).

Following Douzinas and Odysseos and their argu-


ment that human rights play a biopolitical role, I believe
that the necropolitical dislocation of human rights dis-
course makes it a biopolitical tool in asylum law since the
legal foundations are based on a radical division between
the public and the private that has now been dislocated
by necropolitical agents whose attribution is hybrid. Such
dislocation has practical consequences for litigation in
asylum cases in the US since human rights become a part
of the asylum apparatus due to the fact the politics of
truth excludes new narratives of persecution and victimi-
zation thus blocking – rather than facilitating – a new pol-
itics of truth for persecution in terms of asylum law.

THE NEW NARRATIVES OF PERSECUTION: NECROPOLITICAL


DISLOCATION AND THE BIOPOLITICS OF HUMAN RIGHTS IN
ASYLUM LITIGATION

Migration authorities in El Paso, Texas – located across


the border from Ciudad Juárez, which is a region particu-
larly affected by necropolitical violence – systematically
reject the asylum claims of Mexicans based on new narra-
tives of persecution even when their cases are clearly hu-
manitarian issues8 that lead to a steady increase in asylum
figures9. Authorities usually reject their cases due to the
truth effects in human rights discourse that exclude new
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subjectivities and objects emerging from relations of dom-


ination in necropolitics; human rights argumentation is
key in arguing persecution in asylum litigation10.
Asylum discourse in the United States – through its
legal texts – serves as a tactic for the regulation of migra-
tion, which in turn has economic and political objectives:
to defend US territory from the threat of unwanted migra-
tion (in this case Mexicans) and to maintain the credibility
of security cooperation (between Mexico and the US, in
this particular case). There are several legal categories in
asylum discourse that serve to prevent the entrance of sub-
jects suffering from persecution in general, and these are
codified in various legal texts: asylum is defined in terms
of the United Nations Convention Relating to the Status
of Refugees (1951) and its Protocol (1967); withholding of
removal implements the obligation of non-refoulment es-
tablished in the Convention of Refugees; and prevention
of deportation due to a well-founded fear of being the sub-
ject of torture, enforced as complementary means of pro-
tection under the Convention against Torture and Other
Cruel, Inhuman or Degrading Treatment or Punishment.
Based on the Immigration and Nationality Act (INA), asy-
lum discourse in the migration apparatus of the US ex-
cludes a subject a priori if they: have participated in the
persecution of others in connection with one or more of
the five protected grounds; have stayed in the US for over
a year at the time of the application; or have resettled suc-
cessfully in another country. Once a person proves eligi-
ble for asylum, their claim will be successful if they man-
age to prove, in terms of the politics of truth of asylum
discourse that: they have a well-founded fear of persecu-
tion because of the government’s unwillingness or inabil-
ity to protect the victim from their persecutors; and that
this persecution is motivated by the victim’s race, nation-
ality, religion, political opinion, or membership of a par-
ticular social group (INA 101[a] [42]).
These two concepts – the government’s unwillingness
or inability to protect, and motivation – establish the terms
of inclusion and exclusion in the politics of truth of asy-
lum law, which in turn leans on the politics of truth of
human rights discourse, that is, a discourse that establish-
es that law enforcement officials or other state agents are
involved in the persecution of journalists, human rights

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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 15

defenders, law enforcement deserters, and activists due to


their political opinions and membership of a particular
group. In these narratives, the state is clearly unable, or
lacks the will, to protect them. In fact, the few cases for
which asylum has been granted are typical human rights
narratives of the political domination of journalists and
human rights activists. For example, in September 2010
the US government granted political asylum to journalist
Jorge Luis Aguirre, director of La Polaka.com. Aguirre man-
aged to flee Ciudad Juárez just a few hours after the exe-
cution of journalist Armando “Choco” Rodríguez and af-
ter having received an anonymous phone call warning
him: “you’re next”. Another case is that of human rights
activist Cipriana Jurado who managed to demonstrate she
was being persecuted by Army officials due to her activism
in favor of a family seeking justice for two of its members –
two women – reported as missing in Valle de Juárez in 2009.
She was granted political asylum in June 2011.
However, these concepts exclude the objects of new
narratives of persecution due to the emphasis placed on
state attribution in human rights discourse, which is key
to the politics of truth. Asylum claims based on new nar-
ratives include local government authorities such as mayors
and councilors from all political parties who flee after col-
leagues and/or relatives are killed in Ciudad Juárez or
some of the small towns of the Valle de Juárez. They are
also police officers who refuse to participate in drug-
related corruption; journalists the Mexican government is
unable or unwilling to protect; human rights and wom-
en’s rights activists who are persecuted by both criminals
and state authorities; average citizens who witness atroci-
ties perpetrated by the Army or gangs; women threatened
by former partners who work as drug traffickers; and
small business owners and families from the Valle de Juá-
rez who publically refuse to pay extortion; and victims of
crime who demand justice and an end to impunity.
In most cases persecutors and victims are atypical be-
cause their activities are related to the necropolitics of the
Mexican governmentalized state and not state-centric,
mainstream – true – human rights narratives. This is due
to the fact that in necropolitics Endriagos have links to
both the state and criminal gangs, either because they
work for the cartels or they are sicarios protected by the

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state, which is penetrated by criminals at certain levels of


political government. Consequently thousands of Mexi-
cans have been the victims of crimes that in the politics of
truth of human rights discourse would constitute human
rights violations – forced disappearances, executions, tor-
ture, and persecution – if state attribution and responsi-
bility were clearer. Nevertheless the almost non-existent
line dividing the political and the criminal government in
the necropolitics of the governmentalized Mexican state
dislocates such definitions. The rejection of new narratives
of persecution from human rights discourse facilitates the
exclusion of Mexicans from the migration apparatus be-
cause human rights law works as a complementary means
of protection in asylum discourse, which is central to how
the apparatus operates. Human rights law is in fact the
basis for objective proof of the context of persecution and
the subjective experience of harm, as indicated by the Ex-
ecutive Committee of the UNHCR which:

(c) Recognizes that refugee law is a dynamic body of law based on the
obligations of State Parties to the 1951 Convention and its 1967 Proto-
col and, where applicable, on regional refugee protection instruments,
and which is informed by the object and purpose of these instruments
and by developments in related areas of international law, such as
human rights and international humanitarian law bearing directly on
refugee protection (Executive Committee of the United Nations High
Commissioner on Refugees 2005).

Given the key role of human rights, the necropolitical


dislocation of the philosophical assumption of a pub-
lic/private divide in the politics of truth of this discourse
makes it an obstacle for proving the Mexican state’s un-
willingness or inability to protect victims from their per-
secutors and that this persecution is motivated by the vic-
tim’s race, nationality, religion, political opinion, or mem-
bership of a particular social group. These two central
concepts of the definition of refugees are fundamentally
compromised by the necropolitical dislocation of human
rights discourse since victims must provide evidence that
there is a serious human rights problem in their country.
The scope of human rights violations in any given coun-
try support the objective grounds of an asylum claim (the
proof), specifically the proof for “willingness” and “un-
willingness” and qualifications for the “social group” and
“political opinion”11 of victims. This proof must be in the

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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 17

form of general human rights reports, police reports and


human rights complaints. While in most cases the identity
of the perpetrator is unclear, even when state involve-
ment is clear the victim cannot present evidence because
the judicial system has been infiltrated by criminal gangs
and it is impossible to obtain a police report.
As a discourse supporting the politics of truth of asy-
lum discourse in the American apparatus of migration,
human rights become a technique of exclusion when de-
fining the concepts and fixing the meaning in new narra-
tives of persecution12. This is particularly true in the case
of the following three concepts: 1) the responsibility of the
state for the purposes of a state “unwilling” or “incapa-
ble” of protecting its citizens; 2) the characteristics of per-
secutors (attribution) for the purposes of “acquiescence of
the state” in protection under CAT; and 3) the context of
the persecution for the purposes of establishing “political
opinion” and “membership of a particular social group”.

STATE RESPONSIBILITY IN TERMS OF THE STATE THAT IS “UN-


WILLING” OR “UNABLE” TO CONTROL PERSECUTORS

In terms of asylum law, the difficulty of proving the


Mexican government’s unwillingness or inability to pro-
tect its citizens is linked to the fact that while the federal
government enforces anti-crime policies, at the local and
mid-levels of government law enforcement officials are
often on the payroll of drug cartels. The Mexican gov-
ernment spends billions of dollars on security and the
militarization of the war on drug trafficking, as evidenced
by the Merida Initiative (2008) through which the United
States transferred resources for law enforcement and the
anti-drugs, anti-terrorism and border security program.
As a consequence of this policy for drug trafficking, evi-
dence of the state’s unwillingness or inability to protect
citizens pursuant to human rights law is problematic
since it would appear to judges and migration officials
that the state does in fact make an effort to fight criminal
gangs. However, while the state fights crime with this
type of policy there are cases in which cartels have been
set up by former Army members or are operating with
the help of the police whose members are Endriago sub-

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jects engaged in persecution13. The lawyers of Mexican


asylum seekers submit recommendations from Mexican
human rights commissions or news clippings reporting
that law enforcement officials or soldiers linked to these
or other cartels have directly participated in, or ignored,
murders related to their cases, although such proof is not
always available. In response, authorities empowered to
grant asylum provide evidence of Mexican or bilateral
policies aimed at fighting drug trafficking such as the Mé-
rida Initiative.
A case illustrating this is that of a woman we shall re-
fer to as Miss Bala14. Miss Bala lost her husband in April
2010 when he was abducted, murdered and his body
dumped in the streets of Ciudad Juarez. Miss Bala be-
lieves this was due to his refusal to pay extortion. In order
to support her children, Miss Bala started working as a
waitress in a bar in Ciudad Juarez. In 2011 a group of fed-
eral police officers visited the bar to conduct a routine in-
spection, which turned out to be far more extensive than
previous inspections. Five minutes after they left, with the
police vehicles still parked outside, heavily armed men
entered the premises and opened fire on customers. Miss
Bala found herself on the floor with the bodies of dead
customers and workers piled on top of her. She didn’t get
up to leave until she smelled burning. Local police at-
tempted to enter the building but were prevented by fed-
eral police who were still present, so she took advantage
of the confusion and left. Although she managed to es-
cape police identified her car and a week later a colleague
rang her to say five Federal police officers were looking
for the surviving waitresses. Two weeks after the massa-
cre a car tried to bump her off the road while she was
transporting her children. The next day she fled to El Paso
and requested asylum. However, a few months later she
learned that a group of armed men had broken into her
home, where her uncle had been living since she had left
Ciudad Juarez. Members of her family were then beaten
until they revealed the whereabouts of Miss Bala’s father.
These men went to her father’s home and, since he re-
fused to reveal her whereabouts, forcibly removed him.
The man is still missing. Criminals told Miss Bala’s moth-
er that if her daughter failed to return to Juarez they

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would eliminate the entire family. Today the whole fami-


ly is seeking asylum.

ATTRIBUTION FOR THE PURPOSES OF TORTURE WITH STATE


“ACQUIESCENCE” UNDER THE PROTECTION OF CAT

The participation of non-state actors in persecution is


not the main problem facing Mexican asylum applicants
since judges can apply the broad perspective of persecu-
tion15. It is a problem, however, when dealing with a per-
son who has a criminal record or no apparent motivation
based on one of the protected grounds for the protection
of CAT since this protection applies only to people who
could face torture by state agents or with the consent of
the state. Protection under CAT (INA 208 16-18) is a hu-
man rights-based means of complementary protection by
which immigration judges determine whether there is a
“credible” and “reasonable” fear not necessarily of perse-
cution but of torture in the terms of the Convention
against Torture and not the Convention on Refugees. Un-
like asylum and withholding of removal, CAT protects
people with criminal records and applies even if persecu-
tion on account of the five protected grounds is not proved
(Roitman Rosenmann 2005). According to CAT, torture is
not determined by the ends – to intimidate or punish a
person- but by the perpetrator, who must be a state agent
(Chinkin 1999). Torture is state-centric in the Convention
(Art. 1):
torture means any act by which severe pain or suffering, whether
physical or mental, is intentionally inflicted on a person for such pur-
poses as obtaining from him or a third person information or a confes-
sion, punishing him for an act he or a third person has committed or is
suspected of having committed, or intimidating or coercing him or a
third person, or for any reason based on discrimination of any kind,
when such pain or suffering is inflicted by or at the instigation of or
with the consent or acquiescence of a public official or other person
acting in an official capacity. It does not include pain or suffering aris-
ing only from, inherent in or incidental to lawful sanctions. For the
purpose of determining whether there are such grounds, the compe-
tent authorities shall take into account all relevant considerations in-
cluding, where applicable, the existence in the State concerned of a
consistent pattern of gross, flagrant or mass violations of human rights
(United Nations 1985).

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The consequences of the private/public divide are


found in international human rights law through the prin-
ciples of attribution for the purposes of state responsibil-
ity to delineate the area reserved from international intru-
sion, among other things (Chinkin 1999). Chinkin argues
that, based on the public/private divide, “the concept of
state responsibility rests upon distinguishing acts and omis-
sions that can be attributed to the state from those that
cannot, for it is axiomatic that private conduct is not in
principle attributable to the state” (Chinkin 1999, 387-388),
because “attribution does not depend upon a functional
classification of activities but upon the characterization of
the actor as a state organ, acting in that capacity” (United
Nations 1985, 388).
In narratives of fear of torture in the context of ne-
cropolitics, attribution is frequently unclear because the
torturer could be an Endriago working for a criminal gang
linked to the governmentalized state. A case that clearly
illustrates this is that of Juan T. In October 2010 law en-
forcement officials from a border city working for a cartel
began to extort Juan T. with two police officers lying in
order to arrange a meeting with him. Once he arrived at
the expected business interview, these officers –they were
even wearing their badges – demanded he pay a “quota”
if he wanted his business to continue and informed him
he had three days to pay 380,000 pesos. He paid them the
money but three months later he received a call from the
same police officers demanding he meet them again. Be-
fore hanging up they warned him not to call the federal
authorities or they’d kill him and his family, making it
clear they knew every single detail concerning his family.
He was too scared not to show up and when he arrived at
the agreed place the officers – still wearing their badges –
pulled out AK-47 machine guns and demanded a 120,000
peso quota. They gave him an hour to get the money from
his personal deposit box and on this occasion he managed
to pay on time.
In June 2011 Juan T. received another extortion call
from the same officers. He met with them again at the
same place where they demanded another 120,000 pesos,
although this time they made him ring his wife to bring
the money or they wouldn’t release him. His business
wasn’t doing very well at this point given the quotas he

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THE POLITICS OF DEATH IN MEXICO 21

had to pay, so his wife only managed to bring half the


amount they demanded. The police officers then warned
him not to leave the city. Two months later one of the ex-
tortionists was killed and a month after that Juan T. was
riding his bike when a car cut him off. Two men got out
of the car and knocked him off his bike. One of these men
was the surviving extortionist, now accompanied by an-
other police officer, who told him he still hadn’t paid the
remaining 60,000 pesos of his quota before shooting him
in the foot. No police report was prepared despite the fact
the officers gave him first aid. The victim was too scared
to lodge a complaint against the police officers in question.
A few days later, Juan T. was with some friends at a
local park when four armed men approached him, one of
whom was the police officer who had extorted him previ-
ously. This man came up to him and said he was tired of
playing games. Then they hacked off both his feet. As the
extortionist left, he warned him not to leave town or hide
because he’d find him and kill his family. When the police
had left his friends came back and took him to hospital,
where he remained for 10 days. No special security was
provided during his time in hospital even though it is
customary for incidents such as this. A few hours after
Juan T. was admitted to hospital, two police officers from
the office of the police officer extorting him arrived to
take his statement. The very same police department that
chopped his feet off was asking him whether he wanted
to press charges. He said he would, but didn’t give
names. He was too scared. As soon as he left hospital he
headed to El Paso, Texas, to seek asylum.

CONTEXT OF PERSECUTION FOR THE PURPOSES OF ESTABLISH-


ING “POLITICAL OPINION” AND “MEMBERSHIP OF A PARTIC-
ULAR SOCIAL GROUP”

Because of the nature of persecution in Mexico – the


necropolitics of Endriago subjects whose state attribution
is not always clear –, Mexicans seeking asylum cannot
argue persecution on the grounds of their nationality, re-
ligious beliefs or ethnic origin. This leaves them with just
two options: persecution on account of political opinion
and membership of a particular social group. In order to

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prove motivation on one of these two grounds, the claim-


ant has to demonstrate their case involves human rights.
According to Hathaway16, there are three orders of hu-
man rights violations determining persecution. First and
foremost there are direct violations of the rights included
in the Universal Declaration of Human Rights (UDHR)
and the International Covenant on Civil and Political Rights
(ICCPR). Secondly, there are violations of the rights in-
cluded in the ICCPR, which are derogated in the case of a
national emergency. Thirdly, there are violations of the rights
included in the International Covenant on Economic, So-
cial and Cultural Rights (ICESCR), which “have been rou-
tinely marginalized and this is partly the reason why
membership of a social group has been much more con-
troversial” (Pickering 2005, 148).
Because of the nature of the governmentalized state,
necropolitics occurs in the state political realm but also in
the socioeconomic arena due to the issues it involves,
such as the extortion of business people. Not only that,
the existence of necropolitics leads to new sociopolitical
antagonisms and thus to new confrontations between the-
se new political subjectivities. The most prevalent politi-
cal subjectivity in the Narco-Nation is that of the Endri-
ago subject, who clashes with the subjectivities of people
resisting necropractices and the pressures of the biomar-
ket, such as business people resisting necropolitical con-
trol and people seeking justice for the victims of necrop-
ower, among others. While these victims of necroempow-
ered individuals face persecution for their resistance of
necropolitics, immigration officials and judges refuse to
recognize that the issues leading to their persecution con-
stitute a political opinion or that business families could
constitute a particular social group. A case illustrating these
new antagonist political subjectivities is that of the Morín
Brothers. Since 1989 the Morín brothers have owned a public
transport company in Ciudad Juárez, Chihuahua, and short-
ly after its founding they joined a PRI-affiliated union con-
federation. In addition to the three brothers, another five
family members became involved in the business. In 1997
they operated 10 buses and by 2005 they had received an-
other 10 bus concessions. From that moment on they be-
gan to hire drivers since prior to that they had done the
driving themselves.

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In June 2008 a drug cartel began to extort them, mak-


ing death threats and warning them their homes would
be set on fire and their buses incinerated if they failed to
pay the cartel the sum of 5,000 pesos a week. The brothers
tried to organize union members in order to avoid mak-
ing these payments and to stage a public protest. Howev-
er, they were warned that if they continued to organize
others against the cartel’s interests their buses would be
incinerated. One of the brothers suggested the group or-
ganize a general strike and refuse to provide bus services,
thereby exerting pressure on the police. The union mem-
bers present agreed to take action but ultimately were
afraid so no group action was taken at the meeting. A
phone call was later received saying that a bus had been
set on fire and that if he continued to advocate strikes and
resist extortion the cartel would kill a family member.
Shortly after, the son of one of the brothers was executed
in a Juárez bar and in March 2011 the Morín family fled to
El Paso. Calling publically on others to organize a united
front against extortion qualifies as political opinion, ac-
cording to lawyer Carlos Spector, who also believes that
the Morín family was not persecuted on an individual
basis but as a family with strong political opinions. How-
ever, the Morín family has been denied affirmative asy-
lum and find itself in defensive proceedings.

CONCLUSIONS: TOWARD A NEW POLITICS OF TRUTH IN HU-


MAN RIGHTS DISCOURSE

This article has developed three important theses for


assessing the protective capacity of human rights dis-
course in a context of extreme violence where state attrib-
ution is hybrid due to the politics of the governmentaliza-
tion of the Mexican state, characterized here as necropo-
litcs. These ideas are not only relevant for persecution but
also for torture and enforced disappearance, among other
serious human rights violations. The first thesis is that
necropolitics is the third-world counterpart of biopolitics
in first world countries like the United States. The second
is that necropolitics has dislocated the pillars of the poli-
tics of truth in human rights discourse, specifically the
public/private divide. The third thesis is that the disloca-

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tion of human rights – as an episteme supporting asylum


discourse in the US migration apparatus – allows for its
use in biopolitical domination practices in first world
countries that have made asylum law part of the migra-
tion regulation dispositif, such as the US.

NOTES
1
The fieldwork for this article, which is also part of a wider research pro-
ject (Human Rights and Biopolitics: the Case of Mexican Asylum Seekers in the US
and Canada), was made possible thanks to funding from the Mexican Associa-
tion of International Studies (AMEI) as part of its Research Fund 2012.
2
Former president Felipe Calderón finished his term in office in Decem-
ber, 2012. New president Enrique Peña Nieto made it very clear he would adopt a
similar strategy concerning drug trafficking from the moment he took office. In
fact, in December 2012 and during the first months of 2013 violence remained at
the same levels. Although these trends indicate that drug-related violence is
likely to continue with the new presidential administration, this article will
focus exclusively on the Calderon administration. See: Archibold (2013).
3
The reader can obtain the descriptive details of Mexico’s war on drug
trafficking in the national media as well as in Stratfor’s Mexico Security Memos:
http://www.stratfor.com/. For an account of the human rights consequences
of the war, see: Estévez (2012).
4
El Paso has been used as a case study since it shares a border with Ciu-
dad Juárez, a Mexican city that can be considered the epitome of necropolitcs.
In addition, El Paso has received a considerable number of asylum cases and its
judges have shown a clear and steady pattern of rejection in the Fifth Circuit
migration courts of Texas, thereby supporting the hypothesis that human rights
serve as an obstacle rather than as a support for the litigation of asylum cases.
5
Evidently a discussion on biopolitics and its complex relationship with
the historical development of capitalism and liberalism should be wider and
more sophisticated, however such a discussion is beyond the scope of this arti-
cle. The interested reader should go to more extensive and specific sources such
as: Castro (2004); Foucault (1985, 1988, 1997, 1998a, 2002, 2004, 2006a, 2006b);
Foucault, Senellart, Davidson (2007).
6
Valencia borrows the term Gore from a movie genre focused on extreme
and graphic violence to describe the Third World’s current stage of capitalism
in which blood, corpses, mutilated bodies, and captive lives are used as the
tools of capital reproduction. According to Valencia, this economy simultane-
ously destroys bodies and produces capital, the reproduction of which is based
on speculation which uses bodies as merchandise and violence as investment.
Valencia characterizes Gore Capitalism’s political, cultural, economic and pow-
er dynamics in terms of the Narco-state, hyper-consumption, drug-trafficking,
and necropolitics. While at the empirical level all the analytical dimensions of
Gore Capitalism operate together, for the purposes of this article it is sufficient
to focus on two of them: necropolitics and a new subjectivity derived from hy-
per-consumption and violence, which is in fact the final operator of necropoli-
tics: the Endriago subject. These will be described in detail later in the text.
(Valencia 2010).
7
It is not the purpose of this article to demonstrate the relationship be-
tween organized crime and the Mexican state. This issue has been addressed
primarily in journalistic work that shows the uneven existence of such links at
the different levels of government (local, state, federal). See: Bowden (2011);
Bowden, Molloy (2011); Grillo (2012); Hernández (2010). There is also the doc-
umentary El Sicario at: http://www.youtube.com/watch?v=KmHF7ALrjJI (in
Spanish with subtitles in German) and http://www.youtube.com/watch?v=

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ZsQd5nxZGps (a teaser with subtitles in English). This link has also been stu-
died in academic literature such as: Flores Pérez (2012). Here, the author main-
tains that the Mexican state fails to function as a proper state due to the domi-
nance of circuits and institutional areas by criminal interests which are often
sponsored by public servants responsible for ensuring collective interests. He
argues that the implementation of these interests in institutions has obstructed
their functions and generated serious deviations from what was initially ex-
pected of them. This process of state cooptation is considered from the perspec-
tive of "co-opted State Reconfiguration" in which a group of public and non-
public actors with shared interests of an illicit nature employ different strategies
to use state resources to their benefit, thereby determining or hindering institu-
tional design and operation. The implementation of this interest in institutions
has obstructed their functions and led to serious deviations from what was
initially expected of them. In addition, in asylum cases many witnesses and
applicants claim that law enforcement officials have been present before or after
murders and disappearances. The argument developed in this article assumes
that these testimonies as well as journalistic and academic reports are credible.
8
There are over 700,000 displaced persons in the country, 230,000 of these
from the Valle de Juarez in Chihuahua alone. 150,000 of these displaced persons
from the Valle de Juarez are now in the US with hundreds of them seeking
asylum. While in 2001 there were just 50 cases of Mexicans requesting asylum
in the United States, by 2007 the number had increased to 1,830. In 2008 the
number increased to 2,487 before dropping slightly to 2,422 in 2009. In 2010 the
figure increased by almost 100 percent in relation to the previous year – from
2,422, it rose to 4,225. By 2010, Mexico was responsible for one of the highest
numbers of asylum requests in the United States, second only to China, and
followed by Haiti, Guatemala and El Salvador. The United States Department
of Justice (2011), UNHCR (2007, 2008, 2009, 2010, 2011, 2012).
9
According to the Transactional Records Access Clearinghouse (TRAC),
in 2012 over a third of the court backlog of asylum applications were those of
Mexicans - 113,829 of a total of 305,556 -, followed only by China, Honduras, El
Salvador, and Guatemala. Except for the courts in Guam, in 2012 every Ameri-
can state processed applications from Mexicans with 60% of the cases being
recorded in just four states: California, Texas, Illinois and Arizona. Acceptance
rates are shockingly low, and we may even say non-existent: in 2010, only 143
of 2,320 cases of affirmative asylum were granted (6.2%). The number of suc-
cessful affirmative cases suffered an overall decrease between 2008 and 2010
with 176 in 2008; 191 in 2009; and 143 in 2010. In 2010, asylum was granted in
just 49 of the 3,231 cases (1.5%). With respect to defensive asylum, the number
of successful applications also dropped between 2008 and 2010 with 72 in 2008;
62 in 2009; and 49 in 2010. A total of 85% of the total asylum claims lodged be-
tween 2008 and 2010 have been denied. Dzubow (2012). Transactional Records
Access Clearinghouse (2012a, 2012b, 2012c).
10
In their rejection or acceptance letters migration authorities do not ex-
plicitly state their reasons. However, the researcher had access to the files as
well as details of the oral exchanges with judges and officials through interviews.
11
A well-founded fear of persecution is not necessarily determined by
human rights law, although there are certain extralegal issues involved. For
instance, the result of the claimant’s credible fear interview depends entirely on
the biased perception of the judge.
12
The researcher had access to the legal files for these cases. The details
provided here are accurate with respect to the testimonies provided in sworn
affidavits and applications (forms I-589). However, the names have been
changed in order to protect their identities.
13
See: Bowden (2011) Bowden, Molloy (2011).
14
Miss Bala is a Mexican film about a woman kidnapped by police linked
to a criminal gang after she witnesses a massacre in the bar where she works. I
call the woman in this case Miss Bala due to the way her story resembles that of the
film. See Miss Bala trailer at: http://www.youtube.com/watch?v=FQ28EpGSC2w

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15
According to the UN Asylum Handbook, persecution could be by the
state or could take place due to the inability of the state to restore the criminali-
ty of non-state actors. There are two interpretations of persecution by non-state
agents against which the state is willing but unable to protect. One, the protec-
tion view which extends the definition to cover situations where the state of
origin is unable to provide necessary protection; and two, the accountability
view, which establishes that only when persecution is by the state can the per-
son be a refugee. See: Bruin (2002); García (2011); Pickering (2005).
16
Cited in: Pickering (2005).

REFERENCES

Archibold 2013: R.C. Archibold, Unabated Violence Poses Challenge to Mexi-


co’s New Anticrime Program, in “The New York Times”, http://www. ny-
times.com/2013/02/19/world/americas/mexico-anticrime-plan-challenged-
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