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¿constitutivos u opuestos?
Resumen Abstract
Este artículo busca responder la pregunta de This article searches for respond to the
si la polarización en los objetivos de la bio- question whether biopolitic’s objective (to
política (administrar la vida y construir esti- manage life and construct lifestyles) and
los de vida) y la necropolítica (administrar la necropolitic’s objective (to administrate
muerte y destruir hábitats y pueblos) hace a death and destroy habitats and peoples),
estos conceptos opuestos o, por el contra- polarized, make both concepts opposites, or
rio, si estos señalan una relación dialéctica on the contrary, if they indicate a dialectical
de construcción mutua en fenómenos relationship and mutual construction in
como la migración. Para responder a dicha phenomena such as migration. To answer
interrogante, el artículo primero examina la the question, the article first examines
biopolítica en el trabajo de Michel Foucault biopolitics in the work of Michel Foucault
y cómo este ha sido retomado en el análisis and seeks how it has been taken up in
de la migración contemporánea. Luego, des- the analysis of contemporary migration.
cribe la necropolítica a partir del trabajo de The paper then describes necropolitics in
Achille Mbembe y cómo ha sido retomado the work of Achille Mbembe, and how it
para identificar causas de migración forzada has been taken up to identify the causes
y trato racista a migrantes. Finalmente, se of forced migration and racism against
hace una revisión de literatura de estudios migrants. Finally, it reviews the literature on
biopolíticos y necropolíticos en el contexto biopolitical and necropolitical studies in the
de la migración internacional. context of international migration.
Profesora-Investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (cisan) de
la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), México. orcid: http://orcid.org/0000-
0002-5861-3956 aestevez@unam.mx
Fecha de recepción: 29 de noviembre de 2017. Fecha de aceptación: 10 de abril de 2018
Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. xxv No. 73 Septiembre / Diciembre de 2018 9
Ariadna Estévez
Introducción
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5. ¿Capitalismo o neoliberalismo?
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Conclusiones
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INTRODUCCIÓN
Ariadna Estévez*
E-mail: aestevez@unam.mx.
IX
DR © 2019. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv Libro completo en:
https://tinyurl.com/y47ynqog
X ARIADNA ESTÉVEZ
El objetivo es, pues, analizar las subjetividades que surgen de los pode-
res de regular y administrar la vida a través de la mediación digital, televi-
siva, literaria y periodística, en un país como México, donde la biopolítica
algorítmica, el trabajo inmaterial y las subjetividades necropolíticas se jun-
tan para reproducir regímenes de subjetividad marcados por la violencia,
el machismo, el narcotráfico y la explotación y la subordinación a Estados
Unidos. Se examinarán las distintas identidades del régimen de subjetivi-
dad biopolítica y necropolítica que son producto o reflejo de la mediación
digital y mediática. Antes de describir los capítulos que lo componen y cómo
y dónde se insertan sus hallazgos en el régimen de subjetividad biopolítica y
necropolítica mexicana, es necesario definir el papel y la relación del sujeto
con el poder, según el pensamiento de Foucault, para posteriormente carac-
terizarlo en las instancias específicas del biopoder y el necropoder.
I. La subjetividad biopolítica
INTRODUCCIÓN XI
INTRODUCCIÓN XIII
híbrido que conjuga hombre, hidra y dragón; es una bestia de gran altura,
fuerte y ágil que habita tierras infernales y produce un gran temor entre sus
enemigos. Valencia adopta el término Endriago para conceptualizar a los
hombres que utilizan la violencia como medio de supervivencia, mecanismo
de autoafirmación, y herramienta de trabajo. Los endriagos no sólo matan y
torturan por dinero, sino que también buscan dignidad y autoafirmación a
través de una lógica “kamikaze”. Valencia afirma que dadas las condiciones
sociales y culturales imperantes en México no debería ser una sorpresa que
los endriagos usen prácticas gore para satisfacer sus demandas consumistas,
ya que con ello subvierten la sensación de fracaso causada por la frustración
material (Valencia, 2010).
Para Valencia el Endriago es la subjetividad disidente del neoliberalis-
mo, pero no significa que sea una resistencia legítima: los endriagos siguen
siendo hombres de negocios que toman el neoliberalismo hasta sus últi-
mas consecuencias, resistiendo el Estado neoliberal pero de una manera
distópica. Según Valencia, el Endriago no se opone al Estado como tal,
sino que quiere reemplazarlo en sus funciones biopolíticas de control de la
población, el territorio y la seguridad, a través de las técnicas y tácticas de
dominación gore (Valencia, 2010). Las relaciones de necropoder actúan para
inducir a los endriagos a necroprácticas que se ofrecen en el biomercado, las
opciones “laborales” que quedan para quienes no pueden afirmarse identi-
tariamente en la economía “legal”.
Tres factores sostienen socialmente al sujeto Endriago: las presiones del
mercado, los medios de comunicación y la masculinidad hegemónica, mis-
mos que en este libro se interpretan como técnicas de producción, de signifi-
cación y de dominación que permiten al necropoder mantener sus dispositi-
vos y estrategias, es decir, la guerra contra el narcotráfico y la militarización,
respectivamente. En primer lugar, sobre las presiones del mercado, los suje-
tos no son ya una parte externa de los mercados, sino una interna mediante
la cual el consumo define y determina sus subjetividades. El mercado se
convierte en un biomercado. No debe sorprender entonces que el biomercado
incluya también los mercados gore, los cuales ofrecen las mercancías y los
servicios asociados al necropoder, como las drogas ilegales, la violencia, el
asesinato y el tráfico de órganos humanos y de las mujeres y niñas con fines
de esclavitud sexual. Valencia dice que estos varones no quieren perder su
rol de proveedores y dominadores de mujeres y están dispuestos a alquilar
sus cuerpos a la prestación de servicios gore, que abarcan: asesinatos, femini-
cidios, secuestros, desapariciones, tortura, extracción de órganos de sujetos
vivos, tráfico y esclavitud laboral y sexual de niñas, niños y mujeres (Valen-
cia, 2010).
INTRODUCCIÓN XV
INTRODUCCIÓN XVII
Los capítulos que componen el libro son análisis de las instanciaciones me-
diáticas de las modalidades de objetivación del biopoder y el necropoder, es
decir, casos que pueden ser examinados en la perspectiva ética del análisis de
la mediación. Bajo el primer eje ético, el de la biopolítica algorítmica, que
también corresponde a las modalidades de la bioeconomía y la forma en
que los sujetos se hacen sujetos del biopoder y el necropoder, está el capítulo
primero, “Bioalgoritmos y el camino a Roma (de Cuarón): audiencias creadas
para un cine mexicano en extinción”, de Sandra Loewe. Ella examina cómo
la gubernamentabilidad neoliberal establecida con el TLCAN en México
conformó una hegemonía cultural de consumo audiovisual importante, al
eliminar el consumo de la cinematografía nacional y dejar la producción de
ésta en manos del Estado.
Internet se convirtió en un espacio para que las producciones cinemato-
gráficas obtengan un segundo visionado dentro de las diversas plataformas
que hospedan audiovisual, así como ingresos económicos mediante la mo-
netización; sin embargo, la falta de estrategias de difusión en este medio y
los algoritmos programados para los motores de búsqueda colocan a estas
producciones al consumo de nichos específicos que no logran competir con-
tra las estrategias digitales implementadas por las empresas de distribución
norteamericanas. Este ensayo se concentra en el análisis de la construcción
de audiencias digitales dentro de Internet, su consumo y los espacios que se
han otorgado dentro de este medio para la cinematografía nacional a través
de los algoritmos como flujos de efectivo dentro del neoliberalismo. Analiza
como estudio de caso la película Roma, de Alfonso Cuarón (2018), que fue
un éxito en taquilla y en Netflix gracias a su estrategia de distribución.
En el segundo eje, el de la política económica de los nuevos medios, que
corresponde a las mismas modalidades de objetivación mencionadas arriba,
está el capítulo segundo, “Subjetividades necropolíticas 2.0: la narco-selfie”
de Fernando Gutiérrez Champion. Él examina cómo los sujetos endriagos
reproducen la economía criminal a través de la promoción de su imagen
como una inversión en capital humano criminal. Con base en el concepto
de narcomáquina y la selfie como dispositivo, Gutiérrez Champion argumenta
que el narco utiliza plataformas digitales 2.0 como Facebook para comuni-
car, popularizar y reproducir subjetividades necropolíticas para operar la
narcomáquina, convirtiéndose la narco-selfie en una parte integral del disposi-
tivo cultural a través del cual el narco se ha convertido en una forma y un
estilo de vida que ha logrado permear distintas capas de la vida social en
México.
INTRODUCCIÓN XIX
XX ARIADNA ESTÉVEZ
INTRODUCCIÓN XXI
V. Bibliografía
SISTEMA INTERNACIONAL DE
DERECHOS HUMANOS Y LAS
ONGS: EL ABANDONO DE LOS
DERECHOS ECONÓMICOS,
1
SOCIALES Y CULTURALES
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*Centro de
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fundamentos de la libertad y la
democracia en el “mundo libre”
(Craven, 1995, p. 9; Trubek, 1984, p.
IMPLEMENTACIÓN
211). Los países del “Tercer Mundo”,
que habían incrementado La decisión de elaborar dos convenios
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financiera a los más pobres (Steiner & justiciables ni ejecutables –no podían
Alston, 1996b, p. 1132), Occidente se ser demandados en una corte (UN,
las arregló para que ésta no fuera 1955, in Steiner and Alston, 1996a, p.
obligatoria sino sólo bajo “libre 261; Trubek, 1984, p. 211; Plant, 1992,
consentimiento”. Esto se convertiría p. 17; Wellman, 1999, p. 22; Craven,
en un factor fundamental para las 1995, p. 10). En segundo lugar, se
demandas de un derecho al aseguraba que mientras los derechos
desarrollo. civiles y políticos se podían
implementar inmediatamente
El segundo es que hubo en un debate
mediante constituciones políticas y
agitado acerca de que los dos tipos de
leyes, los derechos económicos,
derechos demandaban diferentes
formas de implementación. El debate sociales y culturales eran solamente 149
un nombre alternativo para las
sobre la implementación involucraba
necesidades, o ultimadamente para
al menos tres argumentos en los que
las demandas sociales, que debían ser
los fundamentos liberales de los
cumplidas progresivamente a través
derechos civiles y políticos
de programas de acción. (UN, 1955, in
(individualidad, universalidad,
Steiner and Alston, 1996a, p. 261;
carácter absoluto y negativo) fueron
Trubek, 1984, p. 211-2; Wellman, 1999,
usados para medir y evaluar el otro
p. 22-3; Beetham, 1995, p. 41-2;
tipo de derechos (Craven, 1995, p. 10-
Mendus, 1995, p. 14). Finalmente, se
11). En primer lugar, se dijo que a
aseguró que mientras los derechos
diferencia de los derechos civiles y
civiles y políticos eran derechos del
políticos, los derechos económicos,
individuo frente al Estado que no
sociales y culturales no eran
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implica gasto material, los derechos policía, salarios para los empleados,
económicos, sociales y culturales entre otras) (Plant, 1992, p. 23;
implicaban acciones positivas por Beetham, 1995, p. 51). Asimismo han
parte del Estado, mismo que tenía que demostrado que no todos los
dar recursos para implementarlos derechos económicos, sociales y
(UN, 1955, in Steiner and Alston, culturales implican costos, tales como
1996a, p. 261; Wellman, 1999, p. 22-5; el derecho a formar sindicatos o
Craven, 1995, p. 15; Plant, 1992, p. 18; unirse a ellos, o a no ser discriminado
Beetham, 1995, p. 45; Davidson, 1993, (Craven, 1995, p. 28; Davidson, 1993,
p. 42). p. 142). Finalmente, con base en las
teorías de justicia aseguran que
Los temas filosóficos y legales que
fomentaron este debate están lejos de ultimadamente los DESC son una 150
condición para el goce de los derechos
ser resueltos. Más recientemente, no
civiles y políticos (Craven, 1995, p.
obstante, los académicos de derechos
13)5.
humanos y filósofos han demostrado
que los derechos económicos, sociales Para ese entonces, sin embargo, esos
y culturales no son diferentes de los debates fueron factores determinantes
derechos civiles y políticos. Primero, no sólo para la decisión final de
porque los derechos civiles y políticos separar las dos categorías de
también implican acciones positivas derechos, sino también para
por parte del Estado ya que éste debe establecer los contrastes en las formas
proporcionar recursos para la
5
Para una discusión detallada de estos asuntos
infraestructura de las instituciones véase: Steiner &Alston, 1996, p. 274-310; Plant,
1992, p. 15-29; Mendus, 1995:11-24; Beetham,
legales (cortes, cárceles, estaciones de 1995, p. 41-60; Craven, 1995, p. 10-28; and
Wellman, p. 22-5.
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Sur y que según autores como James forma que había una visión integral
que en la década de los 1980s surgió Fue en los 1990s que se impuso el
el movimiento de derechos humanos falso dilema de defender “casos o
como una plataforma para la defensa causas” y entonces el movimiento se
de las personas que estaban en “legalizó”, es decir, lo que era una
diversos frentes sociales, desde la plataforma política se transformó en
denuncia de las desapariciones una agenda de casos litigados, donde
forzadas y las detenciones arbitrarias, los abogados adquirieron un aura de
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bien a dónde moverse una vez que su sociales, pero desde una perspectiva
fundamento central se disolvía –los gerencial que priorizó la creación de
procesos que daban fuerza a su instrumentos de medición e índices
estrategia basada en el litigio de casos por sobre las causas político-sociales
paradigmáticos se resolvían poco a de la pobreza.
poco en la corta primavera Las nuevas metodologías eran y son
democrática de Vicente Fox- las
fundamentalmente cuantitativas,
organizaciones de derechos humanos positivistas, objetivistas y muy lejanas
empezaron a incursionar en algunos del sujeto de derechos humanos;
asuntos de DESC, como el libre fueron introducidas por centros de
comercio, y se hicieron algunos de los investigación, instituciones
primeros informes generales sobre el académicas y think tanks mexicanas
162
tema más allá de los informes que reproducen el pensamiento
alternativos al Comité del PIDESC gerencial y libertariano desarrollado
que durante los 1990s fueron de los en universidades estadounidenses
pocos esfuerzos registrados (Estévez, tales como Chicago y Harvard. Todo
2008). Conjuntamente con estas hay que explicarlo
actividades más de carácter político, econométricamente, despojando el
las ONGs empezaron a incursionar discurso de defensa de derechos
también en nuevas metodologías humanos de uno de sus fundamentos
sociológicas y politológicas de trabajo políticos: el antagonismo con el
que las alejaron un poco de la agenda Estado. Hoy se arman –
legal y las acercaron un poco más a conjuntamente con los gobiernos-
los relegados derechos económicos y diagnósticos y programas que le dan
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UNIVERSIDAD VERACRUZANA.169
Instituto de Investigaciones Jurídicas
http://revistas.uv.mx/index.php/univerjuridicos/index
Xalapa, Veracruz, México
e-ISSN 2395-9134 Estudios Fronterizos, vol. 19, 2018, e010
https://doi.org/10.21670/ref.1810010
Articles
a
Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones sobre América del Norte,
Mexico, email: aestevez@unam.mx
Abstract
The objective of the article is to develop the theory of the necropolitical disposi-
tif for the production and management of forced migration. The methodologi-
cal design is deductive, that is, it is based on fundamentally documentary sources
Received on October 19, 2017. through which theorization was reached. Even though it has the limitations of the
Accepted on March 23, 2018. method, the article is innovative because it systematically analyzes subjective phe-
Published on May 22, 2018. nomena —migrants, deportees, displaced and asylum seekers stranded or awai-
ting judicial decisions that live in rubbish dumps and other similar places— and
structural phenomena —political and sexual violence, impunity and economic
ORIGINAL ARTICLE LANGUAGE: megaprojects— to propose a theorization of forced migration as an apparatus
SPANISH. that operationalizes a series of policies, the purpose of which is the management
the death of disposable populations for the reproduction of neoliberal capitalism,
both legal and criminal, and the political and social circumstances that sustain it.
*Corresponding author: Ariadna Es-
tévez, e-mail: aestevez@unam.mx
Keywords: forced migration, necropolitics, structural violence, criminal violence,
United States-Mexico border.
Resumen
CITATION: Estévez, A. (2018). El dispositivo necropolítico de producción y administración de la migración forzada en la frontera Es-
tados Unidos-México [The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration at the United States-Mexico
border]. Estudios Fronterizos, 19, e010. doi:https://doi.org/10.21670/ref.1810010
ref.uabc.mx 1
Estévez, A. / The necropolitical dispositif of production and administration of forced migration 2
Introduction
On the US-Mexico border, migrants and the poor are not only left to die, they are
pushed into scenarios from which they must escape and survive. In the 10 states that
make up the border region (Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo
Leon and Tamaulipas on the Mexican side, and California, Arizona, New Mexico and
Texas on the US side), necropower pushes migrants and the poor into urban areas that
are not conducive to life. Fracking, drug cartels, femicide, massacres and murders of
local officials, human rights activists and ecologists are the necropolitical forces behind
the displacement of marginalized populations. Moreover, migrants who are waiting for
their asylum applications to be resolved, or people who have been deported and are
waiting for a new opportunity to cross to the other side, are swept to the periphery
and to other barely livable urban spaces, such as garbage dumps and sewers. Likewise,
criminal violence, impunity and a state of exception drive the poor from their homes
located in places rich in natural resources.
Poverty, violence and other precarious living conditions for migrants and
marginalized populations along the US-Mexico border make up what we propose
calling the necropolitical dispositif of production and administration of forced migration—in
other words, a set of policies and laws enacted to produce situations, times and places
that force people to leave their homes or that lead them to situations and places of
death. According to the annual report by the United Nations Commission on Human
Rights (unhcr), from 2006 to 2016, a total of 111 176 Mexicans fled the country.
The most important report on worldwide internal displacement, by the Internal
Displacement Monitoring Centre (idmc), states that from 2006 to 2014, at least
481 000 people had been internally displaced in Mexico. According to the report,
in 2014 alone, some 9 000 people were displaced in 23 mass events in the Mexican
states of Sinaloa, Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz, Michoacán, Chiapas, Oaxaca,
Coahuila and Mexico City (idmc, 2015a; 2015b).
The present article suggests that necropower institutes policies and laws in
border regions that deliberately intend to lead asylum seekers and deportees to
their deaths and to depopulate geographically strategic spaces, thus producing
more migrants. To develop this argument, the idea of necropower in general and its
application to migration studies is first examined. Then, the apparatus for production
and administration of forced migration, which includes three necropolicies, is
characterized: forced depopulation, asylum as a means of administering suffering, and
disposability pockets.
Understanding Necropower
Foucault gave the name “biopolitics” to the technology of power through which the life
of the population is regulated and administered as a biological collective in order to
allow some to live and others to die. The latter are usually racial minorities and groups
deemed inferior. Biopolitics refers to a population, “a mass of coexisting, living human
beings that have specific biological and pathological characteristics and are therefore
placed under specific body of knowledge and technologies” (Foucault, 1997, p. 71).
The rationality—governmentality—of contemporary biopolitics is neoliberalism
(Foucault, 1997, p. 67). In the Foucauldian framework, the word “government”
does not refer to the institution of government but to “an activity aimed at leading
individuals throughout their lives by placing them under the authority of a guide that
is responsible for what they do and what happens to them” (Foucault, 1997, p. 67).
Neoliberalism as government opposes state intervention and bureaucratic expansion in
the name of economic freedom because it violates individual rights. Its main objective
is to apply an economic discourse—concepts, objects, logic and language—to social
analysis, thus erasing the differences between the two fields. The economic rationality
model is used to justify and restrict government action. The national government—the
governmentalized state—becomes a business administrator in charge of universalizing
competition and inventing systems for individual and social action that are governed by
the laws of the marketplace. In this manner, the economy ceases to be just one aspect
of human life and instead encompasses all areas of life. Universalizing the economy
enables an understanding of social aspects and an evaluation of state and social
performance in economic terms (Foucault, 2004) in order to subordinate all spheres
of life to market dynamics, including the criminal economy and human rights.
For this reason, neoliberal states have become managerial states that no longer only
control individual behavior using discipline but also regulate and manage population
growth and mortality such that the population reproduces itself through technologies
of the self, in other words, techniques that make individuals responsible for their own
health, education and everything involved in producing the “human capital” that each
individual possesses. In order to transfer its social obligations to the individual, the
neoliberal state uses various technologies of power, although only two are of interest
here: norms and public policy (Foucault, 2006).
On one hand, within neoliberalism there is a “growing importance of the role of
social norms at the expense of the legal system” (Castro, 2004, p. 219). However, it is
not that:
…the law disappears or that the institutions of justice tend to disappear, but
that the law works more and more as a social norm and the judicial institution
is integrated more and more with a continuum of apparatuses (medical,
administrative) whose functions are mainly regulatory (Castro, 2004, p. 219).
Furthermore, the neoliberal state implements public policies, which it defines as
decision-making mechanisms to modify or guide social action. They take the form of
legal, political and technical elements based on social knowledge (Guendel, 2009, p. 3).
In neoliberalism, public policy is expected to regulate the health and growth of the
population (Foucault, 1997, pp. 70-71), not via direct state intervention as in a welfare
state but rather through policies aimed at individual self-responsibility. In neoliberal
terms, this is expressed as “be your own boss.”
the army broke into homes in the town, burned businesses and kidnapped 300 people
who are still missing to this day; and San Fernando, Tamaulipas (2011), 72 migrants
were killed by Los Zetas for refusing to work as hit men. There were also the massacres
committed in Monterrey, Nuevo León (2011), alleged members of Los Zetas broke into
and burned a casino where they shot the owner for an unpaid debt and killed 52 in the
fire; Cadereyta, Nuevo León (2014), 49 torsos were strewn along a road; Ayotzinapa,
Guerrero (2014), the kidnapping and forced disappearance of 43 students by police
and military personnel; and Tlatlaya, Estado de Mexico (2014), the army executed
22 alleged criminals who had surrendered after being cornered; Tahuato, Michoacán
(2015), the Federal Police also executed 42 alleged criminals who had already
surrendered; Apatzingán, Michoacán (2015), police and military fired at self-defense
groups killing 16 and wounding 44; Zitlala, Guerrero (2015), an armed commando
killed seven people from that indigenous community; and Monterrey, Nuevo León
(2016), criminals from Topo Chico prison battled each other in a bloody fight that left
49 dead (Hernández, 2017).
Mbembe (2011) states that necropolitical technologies are those techniques used
for applying death, such as Nazi concentration camps or commonplace massacres
such as those mentioned above. They are ‘necro-anatomo-political’ in that they
do not simply discipline bodies but subject them to total destruction. However, I
maintain that necropolitics, as well as biopolitics, also operates through technocratic
technologies for regulation such as norms and public policies. Public necropolitics are
implemented to manage and regulate the side effects of the application of death, such
as social suffering.
of origin or while trying to cross borders that become increasingly protected and
dangerous due to the illegalization of undocumented migration, obstacles to asylum
and the deportability regime (De Genova, 2002). Thus, we suggest that the use of
these dispositifs as an analytical tool implies that there are dispositifs, technologies and
mechanisms used to ensure that the poor, the marginalized and the disposable die
while trying to migrate.
The analysis of the governmentality of migration focuses on how institutions, laws,
detention centers, courts, civil organizations and other bureaucracies are projected in
different apparatus types that manage the lives of migrants. These analyses focus on
the dispositifs through which migrants are constructed, managed and finally expelled.
While this article pursues a strategy of analyzing neoliberal governmentality and its
technologies (public policies), it does so from a decolonial perspective1—the analysis
of necropower—that focuses on how people are pushed into deadly scenarios through
neoliberal governmentality, and how it forces them to migrate or remain in a limbo
of mobility.
As in the neoliberal governmentality of biopower, necropower is executed through
death technologies, or necropolitics. However, the purpose of necropolitics is to
administer and regulate death beyond life to ensure the propagation of criminal and
legal capital. Necropolitics are technologies that aim to organize areas based on race,
gender and class. In the context of the US-Mexico border, the necropolitical device
of production and administration of forced migration contains three interrelated
necropolicies: a) forced depopulation, which produces asylum seekers, refugees and
the so-called undocumented migrants; b) asylum as an administration of suffering,
which uses legislation and asylum institutions to control the time and location of
asylum seekers, refugees and migrants, instead of providing them with legal protection
against persecution; and c) disposability pockets, which are the physical places of
death in which asylum seekers, migrants and deportees are confined when asylum, the
apparatus for administering suffering, is denied them.
Criminal violence forces people to leave Mexico and take refuge in the United
States, or at least that is the most common narrative. Organized crime and drug
trafficking have led to Mexico having one of the highest homicide rates in the world
and therefore many flee the country. Mexico is ranked 23rd among the world’s most
1
Decolonial philosophy is responsible for unmasking European hegemony in world thought. It has a long
history in Latin America and can be traced back to the work of the Mexican Leopoldo Zea, the Cuban José
Martí and the Peruvian José Carlos Mariátegui, among others. However, it was not until the 1990s that
the exponents of this thinking established themselves as the Modernity/Coloniality Group and assumed
the foundational task of decolonizing Eurocentric epistemology. The main exponents of decolonial thinking
are Edgardo Lander, Enrique Dussel, Arturo Escobar, Michel Rolph Troullot, Walter Mignolo, Aníbal Quija-
no, Fernando Coronil, Ramón Grosfoguel, Santiago Castro Gómez, Catherine Walsh, Nelson Maldonado
Torres, Zulma Palermo, Eduardo Restrepo, Agustín LaoMontes, Freya Schiwy and Javier Sajinés. This is
a mostly male group, which only raises racism and indigenous identity as determinants of the particular
subjectivity of Latin America. There is a decolonial feminist wing that establishes the racial and ethnic
particularities of Latin American women that separate them from the homogenizing concept of “the wo-
man.” Among the decolonial feminists are Julieta Paredes, María Lugones, Silvia Rivera Cusicanqui and
Yuderkys Espinosa.
dangerous countries and is undergoing a humanitarian crisis (The United Nations High
Commissions for Refugees [unhcr], 2016). According to the United Nations and the
idmc, criminals are the ones responsible (idmc, 2015a; 2015b). However, this argument
ignores two factors. First, Mexico is rich in natural resources, including metals (steel,
lead, gold, nickel, zinc and silver) and hydrocarbons (shale gas) (Sinnot, Nash & De
la Torre, 2010). Second, not all of the region’s violence is related to the cartels: it
includes femicide, killings of environmental activists, political assassinations and
forced disappearances (Comisión Interamericana de Derechos Humanos [cidh] y
Organización de los Estados Americanos [oea], 2015) Criminal violence, even when it
is rampant, is only part of a dangerous cocktail that serves to “wipe clean” areas where
local communities resist dispossession. This can be called forced depopulation.
According to the idmc, of the 287 000 Mexicans displaced by violence and the
91 000 displaced by disasters, the majority are in the states of Chihuahua, Nuevo
Leon, Tamaulipas, Sinaloa, Durango, Michoacan, Guerrero and Veracruz (idmc,
2017). All these states are rich in minerals, non-renewable resources and shale gas.
These states are also famous for their narco-trafficking-related violence. A significant
number of forced disappearances have occurred in US border areas in which the army
and criminal gangs are jointly involved (Comisión Nacional de Derechos Humanos
[cndh], 2016). For example, Ciudad Juarez, Chihuahua (across the border from
El Paso, Texas), was the most violent city in the country in 2009 and 2010 (Ortega,
2010). Nuevo Leon, Coahuila and Tamaulipas are states controlled by Los Zetas (which
is responsible for thousands of the 300 000 forced disappearances) and by the Gulf
Cartel, whose leaders are protected by local politicians (Martínez, 2013).
These states are also located on top of a very important source of shale gas on
the Mexico-Texas border called Eagle Ford Shale Basin in the United States and
Cuenca de Burgos on the Mexican side (Lallanilla, 2015). Fracking, the method used
to extract this shale gas, has important environmental consequences, as it requires
the use of 7.6-15 million liters of water per extraction and also involves the use of
polluting chemicals (Navarro & Bessi, 2015). Exploitation of the shale gas in Eagle
Ford requires 27 000 wells, and in an arid area where water is scarce, its intensive use
is damaging agriculture and provoking more and more protests (Grillo, 2014). Who
are the victims of violence in these resource-rich territories coveted by criminal and
legal corporations? According to a special report from the National Human Rights
Commission (cndh), the majority of displaced people in Mexico are peasants from
communities with self-sustaining economies, environmental and human rights activists,
small landowners, local authorities and journalists. Most of these groups represent a
threat to the interests of extractive capital that want to appropriate their lands, either
through explicit resistance (in the case of activists, authority figures not aligned with
capital and peasants) or accusations (in the case of peasants). While the violent cartels
certainly represent a major problem in Mexico that should not be ignored, there is a
link between all of the depopulation strategies that reveals the role of transnational
corporations, political elites and economic oligarchies in the daily displacement of
people and creation of places of death in the region (cndh, 2016).
The data indicate that in countries rich in natural resources, the coincidence
between forced displacement and criminal, misogynist and political violence is not
accidental. This murderous combination reflects a policy of forced displacement
that aims to achieve a conflict-free exploitation of resources, as these resources are
increasingly valued in the global economy by the new technology, renewable resource
and clean energy industries. To execute this strategy, a wide variety of armed
actors—including drug traffickers and criminals as well as mercenaries, private
security guards and hit men—sell their expertise in managing the technologies of
death to powerful entities such as repressive governments or transnational corporations
(or both) in what Mbembe (2011) has called the “indirect private government.”
This is the necropolitics—the politics of death—that Bobby Banerjee calls
necrocapitalism, or the deaths appeased by economic profit. For Banerjee,
necropolitics—which he defines as “practices of accumulation in (post) colonial
contexts at the hands of specific economic actors [...] which involves dispossession,
death, torture, suicide, slavery, habitat destruction, and the general administration of
violence”—“is a new form of imperialism. The forced expulsion of peasants is followed
by the control of natural resources that they once possessed” (Banerjee, 2008, p. 15),
and this is what we find in the forced migration that occurs in Mexico.
This is directly related to what Rodríguez Garavito calls “social minefields,” that
is, the territories of indigenous peoples that are rich in natural resources and are
contested by transnational corporations, criminal groups and states. These territories
are mined for having resources and for being dangerous. This is where the right to
prior consultation is promoted, which is a legal mechanism for legitimizing with a
purported consultation the previously made decision to exploit those territories
(Rodríguez, 2012, pp. 5-6). So, let us be honest: why negotiate with poor indigenous
communities sitting on rich deposits of oil, water, minerals and hydrocarbons if they
can be expelled from their lands by indirectly instigating violence through private
actors with economic-criminal or misogynist motivations?
While every Latin American country with high homicide rates also possesses
minerals, precious metals and hydrocarbons, for the purposes of our forced
depopulation argument, the extraction of hydrocarbons along the border serves as an
example of how forced displacement, political repression, and criminal and misogynist
violence in resource-rich territories all converge in the same place. Other academics
have already established this connection between gas extraction and murders, forced
disappearances, femicide and forced displacement (Correa-Cabrera, 2015).
Guadalupe Correa, for example, has stated that in the case of Coahuila and
Tamaulipas, violence has been instigated by the elites to force corporations to contract
private security. Correa-Cabrera argues that there is a spatial convergence of global
flows and economic inequality. In this specific area, there are at least four of these flows:
the maquiladora industry, the extractive industry, migration and transnational crime. The
impact of these phenomena has led to an increase in income inequality in the region, as its
internal dynamics widen the gap between rich and poor while reinforcing social inequality
(Correa-Cabrera, 2015).
In her book, Drug War Capitalism, journalist Dawn Paley states that internal conflict
and militarization occur in geographic areas that are crucial for energy and extractive
projects. Her field work in Colombia, Guatemala and Honduras indicates that these
phenomena also coincide with sociopolitical opposition to megaprojects such as
oil extraction and exploitation, large-scale agriculture, hydroelectric projects and
valuable hardwoods. Connections between the war on drugs, paramilitary violence
and gas extraction are not uncommon because non-state actors use them to intimidate
their opponents and control areas rich in natural resources (Paley, 2014).
According to this evidence and its different interpretations, it can be concluded that
forced displacement is not collateral damage but rather the desired or intended result,
namely, the forced depopulation of these regions. However, the state is not alone in
this. Corporations are actively, although quietly, involved in supporting violence, as
it allows them to argue that investment in these regions is too expensive, as a way of
hiding their true interests. Ultimately, these corporate actors allow criminals to make
extractions on their behalf.
Once people are expelled from their homes and request asylum in the United States,
they face the suffering management dispositif, that is, the series of necropolitical dispositifs
designed to control the space and time of the subjects. According to Kleinman, Das
and Lock (1997), social suffering includes conditions that are usually categorized and
studied separately and individually—violence, drug addiction, post-traumatic stress
disorder, depression—and is used to link personal problems with social problems.
This demonstrates that suffering is a social experience that afflicts both rich and poor
countries but that primarily affects the marginalized and dispossessed classes.
For Kleinman et al. (1997), the dominant powers carry out various technological
interventions to “treat” social suffering, which actually intensify the suffering due to
their moral, economic and gender effects, and end up normalizing social pathologies
or pathologizing the psychology of terror. These policies translate the local expressions
of victims into the universal, professional language of complaint and restitution,
such as the language of human rights. This in turn re-enacts the manifestations and
experiences of suffering, bringing about the intensification of suffering itself. Das
calls this the “judicial and bureaucratic appropriation of suffering” (Das, 2008). The
bureaucratization of social suffering aims to manipulate the victims’ time because
waiting is a symbolic dimension of political subordination (Auyero, 2013). The lives
of those who suffer are lived in times that are directed by powerful agents, under a
state of domination that “is lived as a waiting period: at first waiting with delusion, and
then with impotence while others make decisions, and ultimately surrendering to the
authority of others” (Auyero, 2013, p. 18).
The collection of public necropolicies that appropriate suffering in order to
bureaucratize it and to symbolically dominate others by imposing waiting periods are
the mechanisms for the administration of suffering. The dispositifs for the administration
of suffering develop subjects that are of use to them and include different types of public
necropolicies—committees and special commissions, regulations, victim assistance
units—that function through technologies that regulate political agency. The first
type of public necropolicy is inter-institutional complexity. Representatives of the
executive and legislative branches are brought together in committees or councils
in which organizations may or may not have representation but which function as
collaboration forums without any real influence. This inter-institutional scaffolding
sets in motion a complex set of bureaucratic procedures that give people the illusion
that they are moving towards justice, even if the judicial branch is absent from the
process, and whose main feature is waiting. As Auyero states:
application, such as the color of the house, the time of day when something
happened, etc. This kind of subjective judgment is insufficient for the judge
to dismiss the plaintiff’s testimony (Cabot, 2012).
Cabot states that similar inconsistencies are very frequent in cases of Mexicans
requesting asylum, given that:
They haven’t seen a lawyer, and also many people flee to the border, literally
run to the border. We know people who have been shot and taken to the
hospital as soon as they cross; so they clean and drug them, then give them
analgesics and send them back to the border for their interview. So they are
under the effects of strong analgesics just hours after being shot, and say
things that can hardly be consistent with anything they might say in the future,
but their testimony is discarded (Cabot, 2012).
Later, Cabot confirms that this is a determining factor in the rejection of the
application because:
If you have a judge with the preconceived notion that Mexicans do not deserve
asylum, and with the power to decide that their story is not credible based
only on small things, then it is incredibly easy for that judge to just say that
their testimony is not credible (Cabot, 2012).
Crystal Massey (2012), the human rights defender from the Southwest Asylum &
Migration Institute (sami), states that at least in the case of Mexicans, the division
between affirmative and negative procedures serves as its own filter to see who can
access the asylum system as an immunization against criminal violence, which does not
mean that they obtain it only for that reason. Massey (2012) affirms that people who
have a visa are generally middle class, well-informed Mexicans who have the means or
knowledge to obtain documents that allow them to cross borders, or who know that
expressing interest in asylum while at the border can get them placed in temporary
detention. Massey believes that young men spend more time in detention because
they are the ones involved in the drug trade or gangs. During detention people are
abused, as they are forced to remain for long periods in degrading or uncomfortable
conditions, or they are intimidated to pressure them into withdrawing their asylum
claims. Young children are separated from their parents and told that they may remain
separated for a long time. Another tactic that is used to prevent access to the asylum
system is time because you cannot apply for asylum after having stayed one year in US
territory. Applicants submit their applications (form I-589) along with their testimony
and the supporting evidence during the first meetings with the judges, in their master
calendar hearings. Because judges have heavy caseloads—there is a two-year backlog—
some applicants who arrived in 2012 did not have their hearings until 2014. According
to Ileana Holguín, lawyer and Executive Director of Diocesan Migrant & Refugee
Services, Inc. in El Paso, Texas, case reviews go faster in detention courts because these
are private and the government has to pay for each arrested applicant. As such, they
hurry the cases along to save money (Holguín, 2012). However, many cases are lost
because people do not receive any legal advice or do not know about the one-year time
constraint. Holguín (2012) states that judges are aware of this situation and are more
willing to expedite cases and have even committed to review three cases in three and a
half hours, which also indicates that they already know what their decision will be.
Disposability Pockets
Conclusions
This article proposes the idea that along the Mexico-US border there is a deliberate policy
of forcing people to leave their homes through the use of different death technologies. I
call this the necropolitical dispositif of forced migration. This relies on both the apparatuses
and the application of the law that deliberately produces death, illegality and criminal
violence to achieve its goal of depopulating, dispossessing and managing the poor while
at the same time creating undocumented immigration and asylum seekers. In order to
develop this argument, this article first examined the idea of necropower, which suggests
that in the third world, power over death is more common than power over life. Then,
the idea of the dispositif was explained as the technology of power with various avenues for
managing and directing the behavior of its subjects. The necropolitical dispositif of forced
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Ariadna Estévez
Mexican. PhD in International Relations and Human Rights (University of Sussex,
United Kingdom); Master’s in Political Sociology (City University, United Kingdom);
Bachelor’s in Communications (Universidad Nacional Autónoma de México-unam).
Researcher for the Centro de Investigaciones sobre América del Norte-unam. Research
areas: biopolitics and necropolitics in North America, forced migration and asylum
in North America, critical studies of human rights from a social science perspective,
geographies of death and necropolitical spaces, poststructuralist methodology
(genealogy, biopolitics, necropolitics and discourse analysis), and critical studies of
political, private and gender violence. Recent publications: Estévez, A. & Vázquez,
D. (Coords.). (2017). 9 razones para (des)confiar de las luchas por los derechos humanos.
Mexico: Cisan, Flacso-Mexico.
_____________________________________________________________
Artículo
_____________________________________________________________
Ariadna Estévez
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 366
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
_________________________________________________________________________
Resumen
Desde una perspectiva posestructuralista del discurso, el artículo argumenta que los derechos
humanos son una gramática en disputa y poseen una capacidad dual y simultánea como
herramienta contra el poder de dominación y para su beneficio. Por ello se examina el uso del
discurso de derechos humanos para el empoderamiento de los movimientos sociales a través de
su función como significante vacío y sus cualidades de intertextualidad; y para la dominación
cuando se usa como dispositivo biopolítico y necropolítico. Se definirá el discurso de acuerdo
con la filosofía analítica del poder de Michel Foucault que despliega conceptos tales como
dispositivo y biopolítica, pero se incluirán también nociones de significante vacío,
intertextualidad y necropolítica.
Abstract
The article builds on poststructuralist views of discourse to argue that human rights are a
grammar in dispute, with a twofold quality: they are a discursive tool to fight against
domination powers, but also a tool for domination powers to use. In order to develop this
argument, the paper examines how human rights discourse could be used for the empowerment
of social movements when used as an empty signifier and an intertextual instrument; and for
domination when used as biopolitical and necropolitical apparatuses. Discourse will be
conceptualized according to Michel Foucault’s analytical philosophy of power, which deploys
such concepts as apparatus and biopolitics, but other poststructuralist concepts such as empty
signifier, intertextuality and necropolitics will be used as well.
Introducción
Los derechos humanos, cuenta la leyenda, son los derechos que tenemos todos
los seres humanos por el simple hecho de ser humanos. Sin embargo, como se
observa en la cotidianidad mundial, esto no es cierto. A pesar de que la vida, la
integridad física, el empleo, la vida libre de explotación y de violencia, y la
protección internacional frente a la persecución son derechos humanos
reconocidos mundialmente, cada día miles de personas son heridas o asesinadas
a manos de militares, terroristas, guerrilleros, corporaciones o algún familiar.
Millones se encuentran sin empleo o en condiciones análogas a la esclavitud, el
medio ambiente no es propicio para la vida en diversos territorios, y las grandes
potencias económicas y militares invaden y matan a nombre de los derechos
humanos. Como si la miseria social y política no fuera prueba suficiente de su
ineficacia, siguen habiendo causas enmarcadas en el “discurso ético de la
globalización”.
La hipótesis analítica del artículo sobre esta paradoja irresoluble es que
más allá de lo que son, los derechos humanos constituyen una gramática en
disputa. Desde la perspectiva discursiva es posible apreciar su constitución dual
como discurso empoderador y de dominación. Para explicar esta dualidad, el
artículo se divide en dos partes. La primera analiza su capacidad de empoderar
a los sujetos sociales en dos dimensiones: como significante vacío para la
articulación de identidades políticas; y como discurso intertextual para la
argumentación liberal necesaria en la legitimación de demandas sociales que
podrían interpretarse como revolucionarias como, por ejemplo, la privatización
de tierras de cultivo como violaciones al derecho a la alimentación. La segunda
parte examina los derechos humanos como discurso para la dominación en dos
sentidos: como dispositivo biopolítico que administra el sufrimiento; y como
dispositivo necropolítico que gestiona muerte a través de una política de verdad
que se desentiende de las formas de dominación contemporáneas que van más
allá del poder político estatal.
Cuando se dice que los derechos humanos son un discurso, esto puede
significar diversas cosas. Puede ser que discurso se refiera a los elementos del
lenguaje y su retórica para lograr ciertos objetivos ideológicos o de
adoctrinamiento; o puede ser también que describa el funcionamiento de una
episteme. En este artículo, al hablar del discurso de derechos humanos
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 368
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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su filosofía analítica del poder, Foucault distingue tres tipos que se han ido
yuxtaponiendo históricamente: el poder soberano o de espada (la ley), el poder
disciplinario (los saberes y las instituciones) y el biopoder (políticas de
regulación poblacional). En todos los casos, el poder conduce la conducta de
los sujetos a través de diversas acciones posibles que se dan a través de: 1) los
sistemas de diferenciación jurídica, económica y cognitiva, que permiten que
unos actúen sobre otros; 2) los objetivos de mantenimiento de privilegios,
acumulación de riqueza, y de trabajo; 3) las modalidades instrumentales tales
como el lenguaje, el dinero, registros, vigilancia; 4) las formas de
institucionalización implicadas, tales como estructuras jurídicas, costumbres,
jerarquías, leyes, burocracias; y 5) la racionalidad en juego, ya sea tecnológica
o económica. El poder así entendido, construye al sujeto de dos formas: el que
está sujeto por el control y la dependencia de otro; y el sujeto a la propia
identidad por las prácticas y el conocimiento de sí (Foucault, 1988b).
Con base en el pensamiento de Foucault sobre el discurso como
vehículo del poder, es posible decir que los derechos humanos son una
formación discursiva, una construcción lingüística y un saber político-legal
cuyos valores e instrumentos son intertextuales y pueden ser reinterpretados por
las luchas sociales para hacer lobbying y construir nuevas peticiones de
derechos humanos en el ámbito legal y sociopolítico. Pero, como lo demuestran
las invasiones bélicas en nombre de la democracia y los derechos humanos,
estas mismas cualidades sociopolíticas e intertextuales también pueden ser
utilizadas por los poderes de dominación. Una visión genealógica del discurso
de derechos humanos implica considerarlo como algo flexible, sin fundamentos
naturales o morales pues en su flexibilidad se encuentran, simultáneamente, la
posibilidad de expansión respecto de los sujetos, objetos, conceptos y
estrategias nuevas a las que se pueda abrir; y la posibilidad de conducir a los
sujetos a situaciones de dominación. Si se considera a los derechos humanos
como una formación discursiva, cuyos objetos, sujetos, conceptos y estrategias
nunca están fijos ni terminados sino en construcción constante, de acuerdo con
las diferentes luchas de fuerza y el surgimiento de contra-estrategias, es posible
observar que los derechos humanos se construyen según el contexto histórico y
nunca pueden ser fijos, de aquí que nunca son completamente positivos ni
completamente negativos. Los derechos humanos tienen una dualidad que varía
según la contingencia política y el contexto espacio-temporal, como veremos a
continuación2.
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 370
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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Articulación hegemónica
Intertextualidad
Biopolítica
Necropolítica
Notas
1
Es posmodernista porque cuestiona los efectos de realidad y de verdad que produce el
lenguaje de derechos humanos y su anclaje en la filosofía legal moderna, en particular las ideas
de racionalidad, objetividad y universalidad. Asume la inexistencia a priori del sujeto de
derechos humanos pues se construye a través de la sujeción a sus dispositivos legales y
políticos. Es también posestructuralista porque asume que lo social no tiene un significado
esencial, sino que éste es asignado a través del lenguaje, el cual funciona como un sistema
relacional en el que cada elemento adquiere un significado en relación con los otros
componentes del sistema.
2
No existe tal cosa como una sola historia de los derechos humanos, cada país o región podría
tener su propia genealogía. La historia ha realizado algunas indagaciones genealógicas sobre el
discurso de derechos humanos en México y América Latina, las cuales se pueden resumir muy
brevemente de la siguiente forma. La genealogía del discurso de los derechos humanos en la
región latinoamericana revela no solamente las relaciones de fuerza que llevaron a que surgiera
como una contra-estrategia de lucha, sino también la contribución del pensamiento
latinoamericano a la formación de conceptos tales como “desaparición forzada” o “derechos
colectivos de los pueblos indígenas”. El discurso de derechos humanos, como ha sido
institucionalizado ahora no es producto sólo de la práctica legal sino de movimientos sociales
por defender de la represión a sindicalistas, estudiantes, campesinos y oponentes políticos.
Éstos eran violentamente castigados por resistir los embates de los regímenes autoritarios –
Discurso & Sociedad, Vol. 11(3), 2017, 365-386 384
Ariadna Estévez, el discurso de derechos humanos como gramática en disputa
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desde el partido único hasta las juntas militares- que se resistían a liberar la política de la forma
que lo hacían con la economía, cuya reestructuración incrementaba los niveles de pobreza y
desprotección social. En esta lucha, la base discursiva no era el liberalismo político y social,
sino el discurso de la transición a la democracia como fue promovido por los intelectuales
latinoamericanos, y el discurso de la teología de la liberación. En términos más generales, la
genealogía del discurso de derechos humanos en el continente refleja cómo éste surge como una
contra-estrategia sociopolítica frente a la represión. En la medida en que se convirtió en un
terreno en el que diferentes fuerzas se disputaban el poder, se institucionalizó y comenzó a
legalizarse, pero también a incluir otros sujetos como los pueblos indígenas y las mujeres, u
objetos como el libre comercio y el desarrollo de términos tales como “desaparición forzada”.
Estévez 2007, 2008a,b, 201.
3
Mbembe sostiene que la biopolítica no es suficiente para entender cómo la vida se subordina
al poder de la muerte en África. Afirma que la proliferación de armas y la existencia de mundos
de la muerte –lugares donde la gente se encuentra tan marginada que en realidad viven como
muertos vivientes- son un indicador de que existe una política de la muerte (necropolítica) en
lugar de una política de la vida (biopolítica) como la entiende Foucault. Examina cómo el
derecho soberano de matar se reformula en las sociedades donde el estado de excepción es
permanente. Según Mbembe, en un estado sistemático de emergencia el poder se refiere y apela
constantemente a la excepción y a una idea ficticia del enemigo Afirma que las operaciones
militares y el derecho de matar no son ya prerrogativas exclusivas del Estado
gubernamentalizado, y que el ejército regular no es ya el único medio para ejecutar el derecho
de matar. Las milicias urbanas, los ejércitos privados y las policías de seguridad privada tienen
también acceso a las técnicas y prácticas de muerte. La proliferación de entidades
necroempoderadas, junto con el acceso generalizado a tecnologías sofisticadas de destrucción y
las consecuencias de las políticas socioeconómicas neoliberales, hace que los campos de
concentración, los guetos y las plantaciones se conviertan en aparatos disciplinarios
innecesarios porque son fácilmente sustituidos por la masacre, una tecnología necropolítica que
puede ejecutarse en cualquier lugar en cualquier momento. Mbembe (2011).
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Nota biográfica
DOI: http//dx.doi.org/10.24201/eg.v3i6.142
Artículo
La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos:
de la narcoguerra a las guerras necropolíticas
Violence against women and the human rights crisis:
from the war on drugs to the necropolitical wars
Ariadna Estévez
Resumen
El artículo argumenta que las organizaciones de derechos humanos y sus
Recibido: junio de 2016 reportes tienden a ignorar las continuidades de género que hay en la
Aceptado: noviembre de 2016
violencia criminal que origina la crisis de derechos humanos. Desarrolla la
idea de las guerras necropolíticas como un tipo de conflicto que
simultáneamente explica la violencia delincuencial y la de género, como
parte de un contínuum de una violencia cuyo objetivo es asegurar el
comercio de la droga y la mercantilización de los cuerpos de las mujeres
para afirmar los mercados criminales. Con México como estudio de caso, se
ofrece una tipología de las guerras necropolíticas: la guerra por la
gubernamentalización necropolítica del Estado y la guerra por la
desposesión de los cuerpos de las mujeres. Mientras que estas dos guerras
tienen objetivos diferentes —cooptar y reconfigurar al Estado, y desposeer a
las mujeres de sus cuerpos, respectivamente— comparten una característica:
un espacio socio-legal disfuncional, permanentemente corrupto y
deliberadamente letal que asegura la impunidad de las tecnologías de muerte
del necropoder: masacre, feminicidio y desaparición forzada. Al analizar la
Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 70
Abstract
The article contends that human rights organizations and their reports tend to
dismiss the gender continuities of criminal violence in the human rights
crisis. Consequently, it develops the idea of necropolitical wars as a type of
conflict that simultaneously explains criminal and sexual violence as part of
a contínuum of violence for the securing of criminal markets and the
commodification of women’s bodies. Using Mexico as a case study, it offers
a typology of necropolitical wars: the war for the necropolitical
governmentalization of the State and the war for the dispossession of
women’s bodies. While these wars have different aims —co-opting and
reconfiguring the state, on the one hand; and dispossessing women of their
bodies, on the other— they share a common feature: a dysfunctional,
permanently corrupt and deliberately deadly legal-spatial site that secures the
impunity of their power technologies: massacre, feminicide and forced
disappearance. By analyzing violence through the lens of necropolitical
wars, violence against women becomes clearly visible.
Introducción
Puesto de manera muy general, las mexicanas y mexicanos huyen del país porque existe
una grave “crisis de derechos humanos”. El informe más reciente de derechos humanos en
México (Open Society, 2016) asegura que el saldo de muertes desde que empezó la
narcoguerra (2006-2015) es de 150,000, aunque no aclara cuántas de esas bajas son
hombres y cuántas mujeres. Lo que sí deja claro es que “La evidencia sugiere que este
incremento se debió a la violencia perpetrada por el crimen organizado y a la estrategia de
seguridad del Estado, que recurría excesivamente al uso indiscriminado y extrajudicial de la
fuerza”. La información sobre las víctimas según su género es marginal. Sobre las mujeres
se limita a decir que “una fuente” dice que entre 2006 y 2012 se produjeron 4,306
feminicidios en México. También que, “en algunos lugares”, las mujeres han sido blanco
específico de “algunos asesinatos”, como en Ciudad Juárez.
Para desarrollar este argumento, primero caracterizaré la violencia contra las mujeres
analizando críticamente la estadística de asilo, desplazamiento, feminicidio, victimización,
violencia sexual y desaparición forzada. Con esta base empírica, definiré la necropolítica
según Sayak Valencia (2010) y caracterizaré las guerras necropolíticas, su tipología y sus
características.
Los informes de derechos humanos dan la impresión de que la crisis de derechos humanos
afecta mayoritariamente a hombres. Si se toma en cuenta la estadística de asilo y
desplazamiento forzado como indicador de que la crisis de derechos humanos está
expulsando gente, las cifras producidas en México y por la Agencia de las Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR), simplemente confirman esta creencia. Sin embargo, la
interpretación de los datos cualitativos del asilo y del desplazamiento, así como los
informes de feminicidio, victimización, violencia sexual y desaparición forzada indican que
estos informes no muestran el panorama completo de la crisis sino, por el contrario,
invisibilizan la violencia que sufren las mujeres, como se examina a continuación.
Según los informes anuales de la ACNUR, de 2006 a 2015, un total de 98,547 mexicanos
huyeron del país. El análisis general de la agencia es que el principal motivo del éxodo es la
narcoviolencia, pero sus cifras no tienen un registro de género y sólo proporcionan la cifra
global por país. No se sabe cuántos de estos casi 100,000 nacionales de México son
hombres y cuántos son mujeres (UNHCR, 2007; 2008; 2009; 2010; 2011; 2012; 2013;
2014; 2015).
En contraste con la información producida en México, las cifras del IDMC —sin ser muy
específicas por país— registran el desplazamiento por violencia sexual de manera regional,
y señalan que además de la violencia criminal, las mujeres de Centroamérica y México
enfrentan violencia sexual e intrafamiliar. Según el IMDC, 21,500 personas jóvenes de
Guatemala, El Salvador, Honduras y México han tenido que dejar sus países en búsqueda
de protección internacional o simplemente para huir de violencia sexual sistemática y
generalizada; 18,800 de ellas son mujeres (87.44%). De estas mujeres, 23% son jóvenes
menores de edad, de entre 12 y 17 años (IDMC, 2015). Si nos atenemos a estas cifras, casi
el 90% de las personas que huyen por esta violencia son mujeres jóvenes.
Las bases de datos más especializadas en género indican que las mujeres mexicanas, igual
que las guatemaltecas, hondureñas y salvadoreñas, huyen por persecución feminicida
constituida de violencia intrafamiliar y sexual en el hogar y en el espacio público, a veces
1
En los casos disponibles en el Centro de Estudios de Género y Refugiados (Center for
Gender & Refugee Studies, San Francisco, California), se incluyó también la persecución y
la violencia sexual contra dos hombres homosexuales. El periodo cubierto es 1998-2014.
Asimismo, se consultaron los archivos legales del bufete de abogados de Carlos Spector, en
El Paso, Texas, que incluían casos del periodo 2006-2012. Otros casos consultados
verbalmente fueron los del Instituto de Asilo y Migración del Sudeste (Southwest Asylum
& Migration Institute, Nuevo México). En Canadá se consultó la base de datos de casos del
Immigration and Refugee Board of Canada.
estudiosdegenero.colmex.mx e-ISSN 2395-9185
Estévez, A. (2017). La violencia contra las mujeres y la crisis de derechos humanos 75
Esta información cualitativa tiene un correlato en las cifras nacionales sobre victimización
y violencia sexual e intrafamiliar, desaparición forzada y feminicidio, mismas que los
informes de derechos humanos no analizan y las estadísticas de asilo ni siquiera consideran.
En primer lugar, sobre victimización (víctimas del delito) y violencia sexual (ataques e
insinuaciones sexuales sin consentimiento e impuestas por medios violentos), las cifras
indican que las mujeres son las principales víctimas de delitos relacionados con la
esclavitud sexual y de violencia sexual en los ámbitos público y privado. La Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dice que en 2012 más mujeres que hombres
fueron víctimas de delitos graves tales como violación (82%); trata (82%); tráfico (81%);
abuso sexual (79%); violencia intrafamiliar (79%); violación (71%); delitos contra la
familia (56%); y delitos contra la libertad (83%). El índice de victimización indica que esta
tendencia se ha incrementado, dado que en 2010 el 43% de las víctimas del delito eran
mujeres, para 2014 el porcentaje ascendió a 51%, mientras que el de hombres disminuyó de
53% a 48%, respectivamente (CIDH 2015, p. 75, pp. 93-100, p. 117, p. 121).
Con información de las autoridades judiciales sobre delitos sexuales, la Comisión Ejecutiva
de Atención a Víctimas (CEAV) confirma lo referente a la violencia sexual: 81% de las
víctimas de delitos sexuales entre 2010 y 2015 fueron mujeres. En 60% de los casos de
violencia sexual los agresores eran conocidos de las víctimas; en 24% de los casos eran sus
parejas. En 40% de los casos las agresiones se dieron en escuelas, en 31% en instituciones
públicas y en 5.3% en el hogar. Los servicios de salud dijeron que de los casos atendidos,
97% de los agresores eran hombres, y 94% de las víctimas fueron mujeres, quienes en 60%
de los casos dijeron ser objeto de violencia subsecuente y en 70% tenían entre 16 y 45 años
(CEAV, 2016).
Asimismo, las cifras más recientes de violencia en el hogar del INEGI (2011) indican que
44.8% de 24,566,381 mujeres casadas o en unión libre en México habían sufrido violencia
en el hogar, 25.8% de ellas había sido objeto de violencia física; 11.7%, de violencia
sexual; 56.4% de violencia económica; y 89.2% de violencia emocional. La violencia
contra la mujer es más frecuente en Baja California, Sonora, Aguascalientes y Querétaro,
así como en algunos de los estados con problemas de narcotráfico y con los índices de
feminicidio más altos, como veremos adelante: Ciudad de México, Estado de México,
Jalisco, Chihuahua y Nuevo León (INEGI, 2013, p. 9, p. 12, p. 56, p. 60).
En segundo lugar, sobre desaparición forzada, las cifras de 2006 a 2014 contabilizaban
23,271 personas desaparecidas, 70% de las cuales eran varones y 30% menores de 18 años.
Si bien la mayoría son hombres, hay tres datos que ligan a la desaparición forzada con la
violencia sexual e intrafamiliar que está expulsando a las mujeres del país:
b) Entre 2011 y 2015, 7,185 mujeres habían sido reportadas como desaparecidas, la mitad
de ellas menores de 18 años, cifra que coincide preocupantemente con la edad de mujeres
desplazadas por violencia y trata sexual, y que indica que un porcentaje importante del 30%
de personas menores de edad desaparecidas eran mujeres. De hecho, según la ONU, el
número de niñas (menores de 18 años) es 1.8 veces mayor que el de niños (Proceso, 2016).
c) Los municipios con mayor número de mujeres desaparecidas recientemente están en: 1)
estados donde hay mayor número de feminicidios, como Estado de México, Guerrero,
Jalisco, Nuevo León y Oaxaca; 2) estados donde se han ubicado desplazamientos forzados
masivos como Tamaulipas y Coahuila; y 3) estados donde la violencia intrafamiliar es más
alta, como Sonora (Merino, Zarkin y Fierro, 2015).
En tercer lugar, respecto del feminicidio, desde 1993 más de 40,000 mujeres han sido
asesinadas por ser mujeres. Los estados con mayor índice de feminicidios concurren con
aquellos donde las tasas de violencia sexual e intrafamiliar y de desaparición forzada de
mujeres son también más altas: Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México, Guerrero, Jalisco,
Estado de México, Nuevo León, Oaxaca, Puebla y Sinaloa (CIDH, 2015). Seis de estos
estados están en la lista con más desplazamientos forzados masivos —Estado de México,
Sinaloa, Chihuahua, Chiapas, Oaxaca, Ciudad de México. Si bien, las cifras globales de
homicidio indican que los hombres tienen mayor probabilidad de ser asesinados, desde
2010 hay una tendencia al alza en el caso de mujeres asesinadas de entre 20 y 30 años, lo
que coincide con el incremento de feminicidios y violencia intrafamiliar en el hogar contra
mujeres en ese rango de edad (INEGI, 2015).
2
Mbembe sostiene que la biopolítica no es suficiente para entender cómo la vida se
subordina al poder de la muerte en África. Afirma que la proliferación de armas y la
existencia de mundos de la muerte —lugares donde la gente se encuentra tan marginada
que en realidad viven como muertos vivientes— son un indicador de que existe una política
de la muerte (necropolítica) en lugar de una política de la vida (biopolítica) como la
entiende Foucault. Examina cómo el derecho soberano de matar se reformula en las
sociedades donde el estado de excepción es permanente. Según Mbembe, en un estado
sistemático de emergencia el poder se refiere y apela constantemente a la excepción y a una
idea ficticia del enemigo. Afirma que las operaciones militares y el derecho de matar no son
ya prerrogativas exclusivas del Estado gubernamentalizado, y que el ejército regular no es
ya el único medio para ejecutar el derecho de matar. Las milicias urbanas, los ejércitos
privados y las policías de seguridad privada tienen también acceso a las técnicas y prácticas
de muerte. La proliferación de entidades necroempoderadas, junto con el acceso
generalizado a tecnologías sofisticadas de destrucción y las consecuencias de las políticas
socioeconómicas neoliberales, hace que los campos de concentración, los guetos y las
plantaciones se conviertan en aparatos disciplinarios innecesarios porque son fácilmente
sustituidos por la masacre, una tecnología necropolítica que puede ejecutarse en cualquier
lugar en cualquier momento (Mbembe, 2011).
es imposible distinguir lo público de lo privado, así como los motivos económicos de los
políticos (Kaldor, 2006). Las nuevas guerras ocurren al interior del Estado en vez de entre
Estados, y son resultado del desmantelamiento neoliberal de éstos, pues se dan en
situaciones en las que el ingreso del Estado disminuye por un debilitamiento de la
economía y la propagación de la criminalidad, la corrupción y la ineficiencia. Según Kaldor
(2006) la violencia se privatiza debido al crecimiento del crimen organizado, la emergencia
de grupos paramilitares y la pérdida de legitimidad política. El Estado pierde control sobre
partes de su territorio a manos de los grupos criminales. Las nuevas guerras ocurren, pues,
en la lucha por el necropoder.
Al estar enfocadas en la lucha por el necropoder, estas nuevas guerras de las que habla
Kaldor tienen particularidades en el tercer mundo, donde el necropoder gira no sólo en
torno a la delincuencia, el paramilitarismo y los mercenarios, sino del control del mercado
de cuerpos y otras mercancías ilícitas. Por ello, propongo llamarlas guerras necropolíticas,
de las que por lo menos hay dos tipos: 1) las guerras por ganar la alianza con el Estado en la
reproducción del capital criminal en general, o guerras por la gubernamentalización
necropolítica del Estado; y 2) las guerras contra las mujeres para desposeerlas de sus
cuerpos para el dominio misógino privado y la explotación sexual, o guerras por la
desposesión de cuerpos femeninos.
Comparto con Valencia (2010) la idea de que el necropoder es una apropiación criminal de
los elementos fundamentales de la biopolítica —territorio, seguridad y población—, pero
no coincido en que se erige como un Estado paralelo. La evidencia en estudios empíricos
sobre la reconfiguración cooptada del Estado (Flores Pérez, 2012; 2013) sugiere que a
diferentes niveles de gobierno el necropoder y el Estado son uno solo, es decir, los
criminales fungen como el brazo armado del poder estatal para regular la muerte de la
población en función de la reproducción del capital delincuencial. Mi hipótesis es que,
aunque siempre ha habido relación entre criminales y el Estado en México como lo indica
Flores Pérez (2012; 2013), la guerra contra el narco permitió la intensificación de los lazos
porque condujo a las fuerzas armadas y las diversas policías a la disyuntiva de plata o
plomo, haciendo que exista una pelea entre los cárteles por ganar el favor de éstos.
insurgencia que en los noventa solamente era una teorización: la insurgencia criminal
(Bunker, 2011; Sullivan, 2012). La insurgencia criminal es el resultado de la lucha entre
bandas criminales por el necropoder. Su competencia con éste no es por la tradicional
participación política dentro de las estructuras estatales —como los partidos políticos,
digamos— sino para liberarse del control estatal y así poder maximizar sus ganancias
ilegales.
Kaldor apunta como característica general de las nuevas guerras el uso de la violación y
otros crímenes de orden sexual como parte de su estrategia de dominación. La antropóloga
Rita Laura Segato (Segato, 2006; 2014) coincide con Kaldor, pero ahonda en el uso de la
tortura y la esclavitud sexual que fueron paradigmáticas de las nuevas guerras
Las definiciones de Kaldor (2006) y Segato (2014) son un comienzo para colocar el papel
central del cuerpo de las mujeres en acciones de guerra, pero los siguen supeditando a una
estrategia bélica que tiene como fin la dominación de un territorio para fines independientes
a los del uso de los cuerpos femeninos. En cambio, lo que se sugiere aquí es que éstos
tienen un rol central como mercancía y como fin en sí mismos. Mientras que la
gubernamentalización necropolítica del Estado puede constituir una nueva guerra en la que
los sujetos que se disputan el necropoder son criminales que luchan por la preferencia del
Estado, la violencia contra las mujeres constituye una disputa por el control de mercancías
ilícitas, sólo que en este caso el enemigo y la mercancía son la misma cosa, son las mujeres
y sus cuerpos cosificados y objetivados sexualmente. A las mujeres hay que disputarles el
control de sus cuerpos mediante violencia física y sexual extrema, porque sólo así pueden
ser desposeídas de ellos para mercantilizarlos en el mercado sexual. Es un insumo vivo que
hay que desposeer mediante tortura y muerte.
Para poder analizar el rol de los cuerpos femeninos como mercancías en guerras
necropolíticas, propongo introducir la idea de desposesión de Judith Butler (Butler y
Athanasiou, 2013). Butler dice que la desposesión tiene dos acepciones: 1) el sujeto
desposeído en cuanto que descentrado de sí mismo, lo cual le permite conectarse de forma
relacional con otros y la sociedad; y 2) el despojo de medios de subsistencia o
“acumulación por desposesión” (Harvey, 2004), que radicaliza la acumulación “originaria”
de Karl Marx, refiriéndose a “la depredación, el fraude y la violencia” que conlleva esta
actividad que extrae los recursos de la naturaleza y la tierra para privatizarlos y lucrar con
ellos.
Pero, ¿en qué momento se puede asegurar que esta desposesión de cuerpos constituye una
guerra? La guerra por la desposesión de cuerpos está directamente relacionada con las
actividades violentas y la autoafirmación de los sujetos centrales de la narcoguerra: utiliza
las mismas técnicas de extracción, es decir, el asesinato y la desaparición forzada. Sin
embargo, la guerra necropolítica por desposesión no es entre bandas criminales que se
disputan el control del mercado de drogas y la asociación con el Estado, sino entre hombres
violentos y precarizados, y mujeres que se resisten a ser desposeídas de sus cuerpos. La
guerra por los cuerpos femeninos tiene su primera línea de batalla donde están las mujeres
más pobres y marginadas de las zonas rurales y conurbadas de las grandes ciudades.
Esos cuerpos son extraídos de sus dueñas a través de brutalidad física y sexual para ser
esclavizadas y despojadas de su voluntad con amenazas contra ellas o sus hijos, la tortura y
la migración forzada. Luego de ser extraídos, los cuerpos son usados en esclavitud con
fines de comercio sexual o para controlarlos con fines de subordinación doméstica y sexual.
La guerra por desposesión de cuerpos femeninos es una guerra cuya existencia se refleja en
los datos, pero ha sido invisibilizada en la impunidad estructural y selectiva que desprecia a
las mujeres y minimiza su experiencia de sufrimiento a la completa inexistencia.
La trata y el feminicidio existían desde antes de que la política antidrogas fuera nombrada
“guerra contra el narco”. No es decir que los hechos que se explican hayan empezado con
la narcoguerra, sino que las guerras necropolíticas pueden ser un marco que interpreta y
nombra sucesos que empezaron hace muchos años y que tienen características compartidas
que se han enfatizado y entrecruzado de tal forma en años recientes que pueden nombrarse
así. No es que se proponga analizarlas por separado, sino que hacen referencia a un tipo de
guerra (necropolítica) con diferentes objetivos, de allí que se proponga una tipología. Las
guerras necropolíticas son tales porque comparten al menos tres características: 1) la ley
opera para mantener la impunidad y las condiciones en las que las violaciones a los
derechos humanos se invisibilizan, sobre todo en el caso de las mujeres; 2) la subjetividad
endriaga (Valencia, 2010) es la protagonista de la violencia; y 3) el uso de desaparición
forzada, masacre y feminicidio constituyen técnicas de acumulación de capital (droga en el
caso de la guerra criminal y cuerpos femeninos en la guerra por desposesión).
Las violaciones a los derechos humanos en las guerras necropolíticas ocurren en un campo
nebuloso entre lo privado y lo público; y en la guerra por la desposesión de cuerpos
femeninos, la impunidad estructural que afecta todo el sistema judicial oscurece la
magnitud de las mismas. Sin embargo, las violaciones a los derechos humanos resultan
invisibilizadas por dos razones: 1) el colapso espacial de la dicotomía público/privado para
Las violaciones a los derechos humanos como concepto jurídico son producto de un
proceso de interpretación legal en el que ciertos hechos se construyen como violaciones a
los derechos y otros no. El punto clave es que los atentados ocurran en el ámbito de lo
público, es decir, la arena político-estatal. Las actividades criminales no son consideradas
públicas en la medida en que el discurso legal hace creer que no ocurren en el ámbito
político-estatal.
Las juristas feministas Chinkin (1999) y Gal (2005) aseguran que la dicotomía
público/privado en la ley siempre ha sido artificial, construida a través del lenguaje, y sirve
a propósitos ideológicos (Gal, 2005, p. 25). Chinkin cree que esta división tiene
importantes consecuencias para la legislación internacional, especialmente la de derechos
humanos, porque define una visión estado-céntrica de la responsabilidad y la atribución.
Asegura que la demanda de aplicación universal de los derechos humanos asume una
racional poco cuestionada de distinguir entre la conducta de los órganos estatales y los de
otras entidades cuya definición en realidad depende de las convicciones filosóficas
referentes al adecuado rol del gobierno y de la intervención gubernamental (Chinkin, 1999).
Este entrelazamiento de lo estatal con lo criminal es lo que los estudiosos de las mafias
denominan intreccio, que significa “más que reciprocidad entre la mafia y el Estado; apunta
hacia una vasta área gris en la que es imposible determinar dónde termina una y empieza la
otra” (Schneider y Schneider 2003, pp. 33-34). No obstante, el entrelazamiento denso de las
mafias con el Estado no es unitario (Schneider y Schneider, 2003, p. 31), por lo que implica
generalmente un alto nivel de inconsistencia interna (Schneider y Schneider 2003, pp. 33-
34). Esto es lo que Auyero ha denominado el “área gris del poder”, que implica la fusión de
las actividades violentas de quienes las perpetran y de quienes deberían prevenirlas
(Auyero, 2007, p. 32). Para Auyero, la zona gris es al mismo tiempo un objeto empírico y
una lente analítica que dirige la atención hacia un área turbia en la que las fronteras
normativas se disuelven, en la que los actores estatales y las élites políticas promueven o
toleran y/o participan en causar daño (Auyero, 2007, p. 32). Las violaciones a los derechos
humanos ocurren en el área gris y no se registran.
Impunidad
2. El endriago
Aunque Valencia no se refiere explícitamente a las fuerzas del orden o a los militares
cuando describe al endriago, los datos arrojan que son su mejor expresión, no sólo por su
monstruosidad sino también porque en la gubernamentalización necropolítica del Estado
mexicano no sólo es híbrido en su naturaleza racional-violenta, sino en su composición
criminal-legal, la cual subvierte la división dicotómica de lo público y lo privado a nivel
ontológico.
Desaparición forzada
Lo que ocurre hoy en México desafía esta definición porque las autoridades del Estado no
siempre se encuentran inmiscuidas directamente, o por lo menos no de manera obvia o
activa. En muchos casos no se sabe el nivel de involucramiento de las autoridades, o no se
puede establecer con claridad, pues puede ser a través de una red de corrupción. Es esta
incertidumbre que se crea en la zona gris y la impunidad, lo que hace de la desaparición
forzada una herramienta útil en la gubernamentalización necropolítica del Estado, pues éste
puede deslindarse fácilmente de su responsabilidad al tiempo que parece violencia criminal
indiscriminada que lo exculpa de violaciones graves de derechos humanos. Es una
estrategia del necropoder para crear zozobra y no rendir cuentas sobre las muertes de
hombres y mujeres. La desaparición que sigue al secuestro o detención ilegal por parte de
criminales y autoridades contra migrantes, activistas, políticos incómodos, periodistas o
víctimas del delito es una forma de diluir responsabilidad.
Respecto de las mujeres, como sabemos por las cifras de muerte y el lugar preponderante
de las mujeres en los comités de búsqueda de desaparecidos, en la guerra por el control del
mercado de drogas el índice de muerte y desaparición es mayor en hombres. Los efectos en
las mujeres son mayoritariamente indirectos (madres, hermanas, esposas, cuñadas, nueras e
hijas). Pero esto no implica que las mujeres no sean asesinadas y desaparecidas. Lo son,
sólo que la violencia de la guerra por la desposesión de cuerpos femeninos tiene otra
dinámica espacio-temporal conformada por la esfera pública no securitizada, el espacio
privado o personal, y una combinación de ambas, con fines de dominación y explotación
sexual.
Por ello, la desaparición es la tecnología ideal para someter a las mujeres a la esclavitud
sexual comercial, pues, dado que esta práctica es recurrente en el contexto de la
narcoviolencia, el sistema de justicia asume que las mujeres reportadas como desaparecidas
en realidad “andan por allí con el novio” o se buscaron su destino por “su estilo de vida”
que las relaciona a ámbitos de dominio del narcotráfico, como bares y burdeles. Por esta
razón es casi imposible que se siga la pista de la esclavitud y violencia sexual e
intrafamiliar en el espacio público y privado (Monárrez Fragoso, 2009).
Los estudios sobre la esclavitud con fines de explotación sexual comercial han evidenciado
que los tratantes “enganchan” a sus víctimas convirtiéndose primero en novios devotos; o,
bien, son los padres, madres y hermanos que se parapetan en reglas paralegales o
tradicionales para prostituirlas, venderlas o hacerlas esclavas sexuales personales. Luego las
jovencitas sólo “desaparecen”. Por ejemplo, según un estudio sobre proxenetas en las
comunidades nahuas de Tlaxcala (Romero Malgarejo y Pech Matamoros, 2014), los
hombres se dedican a prostituir mujeres desde 1960, y tienen una especie de “escuela” en la
que los padrotes enseñan a los jóvenes a vestirse y hablar para enamorar a mujeres jóvenes
de Oaxaca y Puebla, que trabajan en la Ciudad de México, en el sector de cuidados y
servicio doméstico, para forzarlas a prostituirse. Mientras que son trasladadas contra su
voluntad por una amplia red de proxenetas tlaxcaltecas en Ciudad de México, Guadalajara,
Coatzacoalcos, Matamoros, Tampico, Tijuana, Tlaxcala y Apizaco, en México; y Nueva
Para llegar a despojarlas de sus cuerpos las hacen sus novias, se casan e incluso tienen hijos
con ellas para persuadirlas de no escapar. Para someterlas, las golpean brutalmente a ellas y
a sus hijos, llegando incluso a matarlos con tal de mantenerlas en la esclavitud (Romero
Malgarejo y Pech Matamoros, 2014). Mientras esto les ocurre, para sus familias
simplemente desaparecieron: no se vuelve a saber de ellas. En el contexto de desaparición
forzada sistemática en el país, se puede suponer que fueron desaparecidas de la forma en
que fueron desaparecidos los hombres.
Masacre y feminicidio
En México, de 2006 a 2015 se pueden contar por lo menos 13 masacres de las que se tiene
conocimiento a través de los medios, conteo que no excluye que haya habido otras. De
hecho, la existencia de 201 fosas clandestinas (2006-2015) sugiere que las desapariciones
pudieran ser el resultado de asesinatos y masacres varias (Open Society, 2016). Entre las
masacres conocidas, se encuentran las perpetradas en La Marquesa, Estado de México
(2008): 24 albañiles fueron secuestrados y asesinados por presuntos miembros de La
Asimismo, están las masacres cometidas en: Monterrey, Nuevo León (2011): presuntos
miembros de Los Zetas irrumpieron e incendiaron un casino donde acribillaron al dueño
por no pagar cuota y mataron a 52 personas con el incendio; Cadereyta, Nuevo León
(2014): 49 torsos fueron tirados a lo largo de una carretera; Ayotzinapa, Guerrero (2014):
secuestro y desaparición forzada de 43 estudiantes a manos de policías y militares; y
Tlatlaya, Estado de México (2014): el Ejército ejecutó a 22 presuntos delincuentes que se
habían rendido después de ser acorralados; Tahuato, Michoacán (2015): la Policía Federal
ejecutó también a 42 civiles presuntamente criminales que ya se habían rendido;
Apatzingán, Michoacán (2015): policías y militares dispararon contra grupos de
autodefensa matando a 16 e hiriendo a 44; Zitlala, Guerrero (2015): un comando armado
asesinó a siete personas de esa comunidad indígena; y Monterrey, Nuevo León (2016): reos
del penal de Topo Chico se enfrentaron en una cruenta riña que dejó un saldo de 49
muertos.
Por otra parte, el feminicidio puesto de forma simple es el “asesinato misógino de mujeres
cometido por hombres; es una forma de violencia sexual” (Radford, 2006, p. 33). Sin
embargo, lo que define mejor el feminicidio para explicar el caso mexicano es la idea de
feminicidio sexual sistémico, de Julia Monárrez (2009), el cual “abarca o pertenece a la
totalidad de un sistema donde coinciden los elementos culturales, políticos, económicos y
religiosos que confluyen para que se dé el feminicidio” (Monárrez Fragoso, 2009, p. 12).
Estos elementos abarcan la clase social, “el color de piel, la hegemonía de la violencia
patriarcal, capitalista y las ilegalidades” (Monárrez Fragoso, 2009, p. 27).
Esto se debe que los sujetos endriagos no sólo buscan reconocimiento y enriquecimiento.
También buscan autoafirmarse imponiendo su control sobre su mujer, sus hijos y su casa.
El endriago puede asesinar a su pareja o sus hijas/os o pagar por ello si descubre que se
están saliendo de su ámbito de dominio privado. Se les domina para violarlas, controlar su
fertilidad, sexualidad y autonomía económica, y abusar impunemente de las hijas y los
hijos. Hay mujeres que acceden a los términos de los endriagos para resguardar su vida y la
de sus hijos o simplemente para no quedarse solas porque han sido convencidas de que
valen tan poco que sólo él (el endriago), las ama (Cacho, 2010).
Conclusión
El artículo criticó los reportes de derechos humanos porque ignoran las continuidades de
género que hay en la violencia criminal que origina la crisis de derechos humanos que
vivimos. Con base en una gran variedad de datos estadísticos sobre desplazamiento y
migración forzada, violencia contra las mujeres y victimización, se evidenció que las
mujeres sufren violencia sexual y doméstica que en muchas ocasiones es una continuidad
de la violencia criminal, sólo que no está apropiadamente registrada. Luego se desarrolla la
idea de las guerras necropolíticas como un tipo de conflicto que simultáneamente explica
la violencia delincuencial y la de género como parte de un contínuum de una violencia cuyo
objetivo es asegurar el comercio de la droga y la mercantilización los cuerpos de las
mujeres para afirmar los mercados criminales.
La masacre y la desaparición forzada son las tecnologías preferidas del necropoder para
administrar muerte en el ámbito de la guerra por la gubernamentalización necropolítica del
Estado. La desaparición es una tecnología necropolítica usada sobre niñas y mujeres
jóvenes (de 0 a 30 años) para extraer sus cuerpos y someterlos a esclavitud sexual, y el
feminicidio es la tecnología necropolítica usada en mujeres de más de 30 años cuyos
cuerpos no tienen utilidad comercial, o cuando se han revelado contra la dominación
económica, sexual, emocional o física dentro del hogar y la esclavitud sexual. Todo es
posible por la impunidad que impera para los delitos en general y los delitos sexuales en
particular.
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Sobre la autora
Ariadna Estévez es doctora en derechos humanos por la Sussex University de Inglaterra,
maestra en sociología política por la City University de Inglaterra, y licenciada en
periodismo y comunicación colectiva por la Universidad nacional Autónoma de México
(UNAM). Es investigadora Titular Definitiva de la UNAM-CISAN, y tutora en la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales de la misma universidad. Entre sus intereses de
investigación se incluyen la biopolítica de asilo en América del Norte, la necropolítica en
México y la crítica a la teoría de derechos humanos desde una perspectiva necropolítica y
feminista. Publica ampliamente en español e inglés. Es autora de (2012) Human Rights,
Migration and Social Conflict. Towards a Decolonized Global Justice (Palgrave-
Macmillan), publicado en español en 2014 (UNAM), y de (2016) “¿Derechos humanos o
ciudadanía universal?: Aproximación al debate de los derechos en la migración”, en Revista
Mexicana de Sociología.
*
Doctora en derechos humanos por la Universidad de Sussex, Inglaterra. Correo
electrónico: aestevez@servidor.unam.mx
1
Aquí se entenderá el discurso según la definición de Michel Foucault, es decir, una
serie de enunciados que establece objetos y sujetos en una disciplina de conocimiento
que normaliza la conducta humana y crea relaciones de poder (Foucault, 1977, 1985,
1988, 1998, 2002).
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TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO
2
Hay tres abordes de democratización. El primero es la teoría de la modernización, la
cual enfatiza los aspectos económicos de la democratización y la vincula con la mo-
dernidad y su supuesto de progreso. Establece que la democracia es un producto del
desarrollo capitalista. El segundo es el aborde estructural o de la sociología histórica,
el cual señala que la relación cambiante e histórica entre el Estado y las clases sociales
determinan el sistema político. El tercer y más reciente es precisamente el de la teoría
de la transición, el cual es uno centrado en el sujeto como agente de cambio, y se en-
foca en el papel de las elites políticas en los procesos democráticos. Toda causa es-
tructural se encuentra fuera del análisis. La teoría de la transición ha sido recientemente
reformulada por J. Grugel, quien encontró dos deficiencias fundamentales en estos
Andamios 9
ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ
tres abordes. Por un lado, todos carecen de una visión integral del cambio político que
pueda dilucidar la influencia tanto del sujeto como de la estructura en los procesos de
democratización. Por otro lado, ninguno comprende una visión internacional que in-
corpore el rol de la economía política así como de la sociedad civil. Grugel, sin abandonar
la definición schumpetariana de democracia, propone una visión que ponga igual énfasis
en el Estado, la sociedad civil y la globalización. Para ello, hace una conexión entre los
procesos democráticos como el de México y los procesos globales de cambio político,
económico y cultural. En lo económico, Grugel observa una coincidencia en el sur-
gimiento de la economía global y la expansión mundial de la democracia como sistema
político. En este contexto, la democracia se construyó con base en estrategias de
liberalización económica global que redujeron la capacidad de los Estados autoritarios
para cooptar y comprar apoyo político. Esto no significa que la liberalización económica
haya llevado automáticamente a la democratización, pues solamente alentó la cons-
trucción de democracias formales al tiempo que incrementaba la pobreza y la desigualdad
social, lo cual actúa contra formas más sustantivas de democracia. En lo político, Grugel
cree que los procesos socioeconómicos tuvieron gran influencia en la formación de la
gobernabilidad global, la cual refleja las desigualdades estructurales entre pobres y
ricos, y por ende promueve el discurso democrático predominante que se enfoca so-
lamente en elecciones y alternancia en el poder. Finalmente, en relación con los aspectos
culturales, Grugel señala que el desarrollo tecnológico jugó un papel importante en la
difusión de los valores democráticos en todo el mundo (Grugel, 2002).
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3
Para una amplia discusión sobre las preocupaciones de la comunidad intelectual
latinoamericana véase Lesgart (2003).
4
La reacción contra el marxismo en el trabajo teórico-político en América Latina
también alcanzó a la teología de la liberación. En los ochenta, con miles de personas
muriendo con la guerra en curso en Centro América, los teólogos de la liberación hi-
cieron una crítica al uso de herramientas marxistas para el análisis social. La experien-
cia de la Iglesia denunciando violaciones a los derechos humanos durante la dictadura
militar en Chile fue muy iluminadora. Para una interesante discusión de los desafíos
que imponía la creciente importancia de los derechos humanos y la democracia en la
conceptualización de la teología a la libración, véase Sigmund (1990). Sobre las im-
plicaciones de la doctrina de seguridad nacional en la teología de la liberación, véase
Comblin (1979).Sobre la influencia de la teología de la liberación en la izquierda en
general, véase Castañeda (1993).
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5
La forma en que los derechos humanos y la democracia se relacionan en el caso
mexicano es muy ilustrativa en Acosta (1994).
6
Véase por ejemplo Academia Mexicana de Derechos Humanos (1990). Por otra
parte, la idea de democracia desvinculada al análisis estructural fue la promovida por
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7
No interesa en este artículo abundar sobre este asunto, baste con decir que de acuerdo
con el sacerdote dominicano y activista de derechos humanos Miguel Concha, la razón
de esto es la naturaleza conservadora del clero mexicano, que persiguió y reprimió a
aquellos curas que simpatizaban con las causas políticas y sociales posteriores a la ma-
sacre estudiantil de 1968. Roderic Ai Camp asegura que la teología de la liberación no
fue muy popular en los setenta en México porque la violencia gubernamental no fue
tan grave como la de América del Sur. Véase Camp (1997), y Concha Malo, González
Gari, Salas y Bastian (1986).
8
La excepción fue José Comblin, quien compartía el punto de vista de sus colegas
teólogos de la liberación de que la Iglesia debía enfocarse en la crítica al desarrollo, pe-
ro además señalaba que en la práctica, dado lo extendido de la doctrina de seguridad
nacional, los derechos humanos se estaban volviendo clave en un nuevo aborde pastoral
a los problemas que presentaban los gobiernos militares. Señalaba que en los países
donde se había establecido la doctrina de seguridad nacional, las iglesias habían pro-
ducido declaraciones “en defensa de los derechos humanos”, las cuales no eran “estudios
teóricos de una doctrina ética elaborada en el vacío. Son actos públicos de confrontación
con el sistema político. Los derechos humanos definen la forma en que la Iglesia percibe
su presencia en el mundo real y su posición real en relación con el Estado” (Comblin,
1979: 105). La visión de Comblin respecto de los derechos humanos y su crítica a la
violencia provocada por las ideas marxistas de revolución fueron una excepción dentro
de la teología de la liberación de la década de los setenta. Sin embargo, una vez que la
violencia se extendió a Nicaragua y El Salvador a finales de esa década, los teólogos
empezaron a incorporar los derechos humanos en lo que Comblin anunciaba tiempo
antes como un doble aborde pastoral que observa los problemas relacionados con el
desarrollo y promueve los derechos humanos. Véase Comblin (1979).
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decidieron que la mejor forma de lograr respaldo social era una difusión
amplia entre la clase política, la academia y el activismo social, de lo que
son los derechos humanos, a través de publicaciones y seminarios, y la
multiplicación de grupos de derechos humanos en la base.
Pero además de crear una cultura de derechos humanos, los activistas
vieron la necesidad de producir información sobre violaciones. Así pues,
en 1988 se publicó el informe Las violaciones a los derechos humanos in-
dividuales en México, en el Primer Informe sobre la Democracia en México,
un libro editado por Pablo González Casanova. El informe registraba las
violaciones a los derechos a la vida, la libertad y la integridad personal,
publicadas en la prensa mexicana de 1971 a 1986, y mostraba que mien-
tras las ejecuciones, las desapariciones forzadas y la tortura eran prácticas
generalizadas en Argentina, El Salvador y Guatemala, y donde la víctima
podía ser cualquier persona de la oposición, en México estas prácticas
eran sistemáticas pero no generalizadas pues se aplicaban sólo a líderes
sindicales y campesinos, estudiantes y miembros de la oposición política.
En contraste con América del Sur y Central, en México la represión era
aplicada selectivamente (Concha Malo y Centro de Derechos Humanos
“Fray Francisco de Vitoria”, 1989).
El informe fue importante no sólo porque logró poner en contexto la
situación de represión de México, sino también porque fue el primer in-
tento de ver la represión del gobierno mexicano desde una perspectiva
de derechos humanos. De esta manera el informe estableció las bases
para la construcción del discurso y la metodología en el futuro cercano:
la documentación de casos de violaciones a derechos civiles y políticos.
Este factor fue decisivo en la elaboración de un discurso mexicano de
derechos humanos, pues desde este momento la construcción de casos
paradigmáticos y la estadística de violaciones individuales se volvieron
centrales en la metodología de derechos humanos.
En el largo plazo, ésta dificultaría la adaptación del método a casos
de violación de DESC. Pero en aquel entonces el énfasis en DCP no quería
decir que el discurso estuviera desasociado de los DESC y de una visión
integral, pues desde su creación en 1984 el Centro Vitoria había publicado
en su boletín Justicia y Paz artículos y reportajes sobre DESC tales como
vivienda, trabajo, medio ambiente, alimentación y pueblos indígenas.
Si bien la metodología era pobre —se hablaba de DESC con escasas
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10
En adelante, me referiré a esta organización como “Centro Prodh”.
11
En adelante, me referiré a esta organización como “Red TDT”.
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Resaltan dos eventos. Primero, el Foro Internacional La Opinión Pública y la Negociación
del Tratado de Libre Comercio: Alternativas Ciudadanas, que tuvo lugar en la ciudad de
Zacatecas, México, del 25 al 27 de octubre de 1991. Los grupos de trabajo eran: de-
sarrollo, soberanía y deuda; trabajo y derechos sociales, y salud; medio ambiente,
desarrollo urbano y agricultura; democracia, derechos humanos y mujeres; y educación,
cultura y etnicidad. Segundo, la conferencia Intercambio trinacional. Perspectivas inter-
nacionales de derechos humanos, realizada en Reynosa, Tamaulipas, México, del 11 al 13
de septiembre de 1992. La conferencia se enfocaba exclusivamente en la relación entre
el libre comercio y los derechos humanos, pero fue un fracaso por dos razones: las
organizaciones no lograron encontrar el vínculo entre problemas de derechos huma-
nos a nivel nacional y la agenda comercial, y los tres países tenían visiones muy distintas
de los derechos humanos (los estadounidenses no consideraban los DESC como de-
rechos). Véase Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos
(1992), Acosta (2002) y Acosta (2004 [entrevista]).
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CONCLUSIONES
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ARIADNA ESTÉVEZ LÓPEZ
ENTREVISTAS
Ariadna Estévez
Investigadora Titular, Universidad Autonoma de Mexico
Ariadna Estévez
Investigadora Titular, Universidad Autonoma de Mexico
INTRODUCCIÓN
El mito fundante del discurso de los derechos humanos cuenta que los
intelectuales y los movimientos sociales de una sociedad crecientemente
burguesa exigieron al Estado no intervenir en su libertad y sus bienes
arguyendo una dignidad humana basada en la razón y su superioridad moral.
La justificación filosófica legitimaba el hecho de que la economía política de
la época transitaba de un Estado medieval a uno burgués y exigía a éste
límites. Hoy, como en aquel tiempo, estamos presenciando un cambio
histórico que exige evaluar la atribución y la responsabilidad estatal a la luz
de la economía política criminal y su reproducción sociocultural expresada
en sujetos hiperviolentos.
Esto es porque actualmente en México y otros países consumidos por la
violencia criminal y estatal resulta a veces imposible determinar la
responsabilidad del Estado en violaciones graves de derechos humanos. La
existencia de sujetos de las fuerzas del orden activos o retirados que venden
su expertise en aplicación y manejo de tecnologías de muerte a corporaciones
criminales, tiene implicaciones delicadas para los derechos humanos porque
éste es un discurso en el que su violación presupone la participación activa,
o por omisión o aquiescencia del Estado.
Este tipo de involucramiento del poder político en la experiencia de
sufrimiento y pérdida de personas que son víctimas de la delincuencia
organizada implica una alteración de la ontología tradicional del discurso de
los derechos humanos ya que constituye una mutación de lo que
regularmente entendemos por esfera política o pública, y ámbito civil o
privado. A ciertos niveles y grados del aparato estatal hay una superposición
de poderes que se expresan en subjetividades que hacen borrosa la
atribución y responsabilidad estatal establecida en la legislación internacional
de derechos humanos.
1 Mbembe (2011).
2 Foucault (2006b, 2006a, 2004, 1997).
3 Valencia (2010).
5 Foucault (2000).
6 Foucault (1997) 74.
7 Foucault (1997) 81.
8 Castro (2004).
9 Mbembe (2011).
10 Mbembe (2011).
11 Valencia (2010).
12 Valencia (2010).
13 Valencia (2010).
14 Valencia (2010).
15 Flores Pérez (2012, 2013).
16 Valencia (2010).
17 Valencia (2010).
18 Valencia (2010).
21 Bowden (2011), Bowden & Molloy (2011), Hernández (2010), Osorno (2012),
Ciudadanos en Red (2015).
22 Valencia (2010).
23 Domínguez Ruvalcaba (2011).
24 Domínguez Ruvalcaba & Ravelo Blancas (2011) 121.
25 Baxi (2002).
28 Laclau (1990).
29 Warrick (2009).
30 Chinkin (1999).
31 Gal (2005).
32 Owens (2008).
33 Gal (2005) 25.
37 Valencia (2010).
instituciones oficiales que controlan los cuerpos, es decir, las escuelas, las
fábricas, etcétera”41.
Si la masculinidad hegemónica produce y reproduce el sistema de violencia
que arraiga culturalmente la gubernamentalización necropolítica del Estado
a través del Sujeto Endriago, es allí donde debemos encontrar respuestas
para la recomposición del discurso de los derechos humanos, lejos de
enfoques que sostienen en vez de contrarrestar los efectos del régimen de
violencia. De hecho, problematizando las acciones del Endriago como
principal agente violador de los derechos humanos desde los elementos
causales de su construcción y no de la criminalización tardía de sus efectos,
se pueden encontrar categorías que reemplacen las que han sido socavadas,
en particular las que vienen dadas por la dicotomía público/privado tales
como ‘atribución estatal’ y ‘acción, omisión y aquiescencia del Estado’. Mi
propuesta es sustituir estas categorías por las de motivaciones e intenciones de
masculinidad hegemónica del Endriago.
Como sabemos, no existe una sola sino un sinfín de masculinidades o
distintas formas de ser hombre. Las masculinidades son individuales y
colectivas, y se construyen en la práctica cotidiana, aunque no son fijas sino
que cambian con el tiempo y tienen un origen histórico. Las masculinidades
no se constituyen como formas de vida alternativas, es decir, algunas tienen
mayor autoridad y se llaman masculinidades hegemónicas 42.La masculinidad
hegemónica o tóxica43 es aquella en la que los hombres compiten entre sí
para demostrar quién es más fuerte, más competidor, y más poderoso,
despreciando valores tales como “la empatía, la comprensión, la solidaridad,
la ternura, la paciencia, la aceptación y la espiritualidad” 44 . Cuando los
hombres aplican su energía a estas empresas tóxicas –el poder, la
dominación y el control como fines en sí mismos –es cuando se genera una
48Zizek (2008), afirma que la violencia explícita y física es sólo una parte de la compleja
violencia generada por el capitalismo, la cual es de tres tipos: la violencia subjetiva, es
decir, la cruda violencia perpetrada por individuos (el terror, el asesinato, la tortura); la
violencia simbólica, es decir, la violencia del lenguaje, las imágenes, y los medios de
comunicación; y la violencia objetiva, que es la violencia sistemática y estructural de la
marginación social y la pobreza que el capital necesita para reproducirse.
49 Domínguez Ruvalcaba & Ravelo Blancas (2011) 116.
50 Valencia (2010).
51 Kleinman et al. (1997) Caps. IX-X.
52 Baxi (2002).
53 Fagan (2008).
54 Das (2008).
55 Kleinman et al. (1997) Cap. X.
56 Das (2008).
57 Chinkin (1999).
CONCLUSIONES
58 Valencia (2010).
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ARIADNA ESTÉVEZ
Centre for Research on North America
National Autonomous University of Mexico
aestevez@unam.mx
INTRODUCTION
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Human rights are the way people speak about the world and their
aspirations; the expression of what is universally good in life. They
have become ingrained in the new world order, their claims adopted,
absorbed and reflexively insured against challenge. Assent and cri-
tique, approbation and censure are part of the same game, both con-
tributing to the endless proliferation and to the colonialism of rights
(Douzinas 2007, 33).
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people are divided into rulers, ruled and excluded. Human rights both
record and uphold this hierarchy (…) Rights offer defenses against
power. But they also increasingly target and regulate parts of the body
becoming major tools for the biopolitical operation of power (Douzi-
nas 2007, 7-8).
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(c) Recognizes that refugee law is a dynamic body of law based on the
obligations of State Parties to the 1951 Convention and its 1967 Proto-
col and, where applicable, on regional refugee protection instruments,
and which is informed by the object and purpose of these instruments
and by developments in related areas of international law, such as
human rights and international humanitarian law bearing directly on
refugee protection (Executive Committee of the United Nations High
Commissioner on Refugees 2005).
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NOTES
1
The fieldwork for this article, which is also part of a wider research pro-
ject (Human Rights and Biopolitics: the Case of Mexican Asylum Seekers in the US
and Canada), was made possible thanks to funding from the Mexican Associa-
tion of International Studies (AMEI) as part of its Research Fund 2012.
2
Former president Felipe Calderón finished his term in office in Decem-
ber, 2012. New president Enrique Peña Nieto made it very clear he would adopt a
similar strategy concerning drug trafficking from the moment he took office. In
fact, in December 2012 and during the first months of 2013 violence remained at
the same levels. Although these trends indicate that drug-related violence is
likely to continue with the new presidential administration, this article will
focus exclusively on the Calderon administration. See: Archibold (2013).
3
The reader can obtain the descriptive details of Mexico’s war on drug
trafficking in the national media as well as in Stratfor’s Mexico Security Memos:
http://www.stratfor.com/. For an account of the human rights consequences
of the war, see: Estévez (2012).
4
El Paso has been used as a case study since it shares a border with Ciu-
dad Juárez, a Mexican city that can be considered the epitome of necropolitcs.
In addition, El Paso has received a considerable number of asylum cases and its
judges have shown a clear and steady pattern of rejection in the Fifth Circuit
migration courts of Texas, thereby supporting the hypothesis that human rights
serve as an obstacle rather than as a support for the litigation of asylum cases.
5
Evidently a discussion on biopolitics and its complex relationship with
the historical development of capitalism and liberalism should be wider and
more sophisticated, however such a discussion is beyond the scope of this arti-
cle. The interested reader should go to more extensive and specific sources such
as: Castro (2004); Foucault (1985, 1988, 1997, 1998a, 2002, 2004, 2006a, 2006b);
Foucault, Senellart, Davidson (2007).
6
Valencia borrows the term Gore from a movie genre focused on extreme
and graphic violence to describe the Third World’s current stage of capitalism
in which blood, corpses, mutilated bodies, and captive lives are used as the
tools of capital reproduction. According to Valencia, this economy simultane-
ously destroys bodies and produces capital, the reproduction of which is based
on speculation which uses bodies as merchandise and violence as investment.
Valencia characterizes Gore Capitalism’s political, cultural, economic and pow-
er dynamics in terms of the Narco-state, hyper-consumption, drug-trafficking,
and necropolitics. While at the empirical level all the analytical dimensions of
Gore Capitalism operate together, for the purposes of this article it is sufficient
to focus on two of them: necropolitics and a new subjectivity derived from hy-
per-consumption and violence, which is in fact the final operator of necropoli-
tics: the Endriago subject. These will be described in detail later in the text.
(Valencia 2010).
7
It is not the purpose of this article to demonstrate the relationship be-
tween organized crime and the Mexican state. This issue has been addressed
primarily in journalistic work that shows the uneven existence of such links at
the different levels of government (local, state, federal). See: Bowden (2011);
Bowden, Molloy (2011); Grillo (2012); Hernández (2010). There is also the doc-
umentary El Sicario at: http://www.youtube.com/watch?v=KmHF7ALrjJI (in
Spanish with subtitles in German) and http://www.youtube.com/watch?v=
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ZsQd5nxZGps (a teaser with subtitles in English). This link has also been stu-
died in academic literature such as: Flores Pérez (2012). Here, the author main-
tains that the Mexican state fails to function as a proper state due to the domi-
nance of circuits and institutional areas by criminal interests which are often
sponsored by public servants responsible for ensuring collective interests. He
argues that the implementation of these interests in institutions has obstructed
their functions and generated serious deviations from what was initially ex-
pected of them. This process of state cooptation is considered from the perspec-
tive of "co-opted State Reconfiguration" in which a group of public and non-
public actors with shared interests of an illicit nature employ different strategies
to use state resources to their benefit, thereby determining or hindering institu-
tional design and operation. The implementation of this interest in institutions
has obstructed their functions and led to serious deviations from what was
initially expected of them. In addition, in asylum cases many witnesses and
applicants claim that law enforcement officials have been present before or after
murders and disappearances. The argument developed in this article assumes
that these testimonies as well as journalistic and academic reports are credible.
8
There are over 700,000 displaced persons in the country, 230,000 of these
from the Valle de Juarez in Chihuahua alone. 150,000 of these displaced persons
from the Valle de Juarez are now in the US with hundreds of them seeking
asylum. While in 2001 there were just 50 cases of Mexicans requesting asylum
in the United States, by 2007 the number had increased to 1,830. In 2008 the
number increased to 2,487 before dropping slightly to 2,422 in 2009. In 2010 the
figure increased by almost 100 percent in relation to the previous year – from
2,422, it rose to 4,225. By 2010, Mexico was responsible for one of the highest
numbers of asylum requests in the United States, second only to China, and
followed by Haiti, Guatemala and El Salvador. The United States Department
of Justice (2011), UNHCR (2007, 2008, 2009, 2010, 2011, 2012).
9
According to the Transactional Records Access Clearinghouse (TRAC),
in 2012 over a third of the court backlog of asylum applications were those of
Mexicans - 113,829 of a total of 305,556 -, followed only by China, Honduras, El
Salvador, and Guatemala. Except for the courts in Guam, in 2012 every Ameri-
can state processed applications from Mexicans with 60% of the cases being
recorded in just four states: California, Texas, Illinois and Arizona. Acceptance
rates are shockingly low, and we may even say non-existent: in 2010, only 143
of 2,320 cases of affirmative asylum were granted (6.2%). The number of suc-
cessful affirmative cases suffered an overall decrease between 2008 and 2010
with 176 in 2008; 191 in 2009; and 143 in 2010. In 2010, asylum was granted in
just 49 of the 3,231 cases (1.5%). With respect to defensive asylum, the number
of successful applications also dropped between 2008 and 2010 with 72 in 2008;
62 in 2009; and 49 in 2010. A total of 85% of the total asylum claims lodged be-
tween 2008 and 2010 have been denied. Dzubow (2012). Transactional Records
Access Clearinghouse (2012a, 2012b, 2012c).
10
In their rejection or acceptance letters migration authorities do not ex-
plicitly state their reasons. However, the researcher had access to the files as
well as details of the oral exchanges with judges and officials through interviews.
11
A well-founded fear of persecution is not necessarily determined by
human rights law, although there are certain extralegal issues involved. For
instance, the result of the claimant’s credible fear interview depends entirely on
the biased perception of the judge.
12
The researcher had access to the legal files for these cases. The details
provided here are accurate with respect to the testimonies provided in sworn
affidavits and applications (forms I-589). However, the names have been
changed in order to protect their identities.
13
See: Bowden (2011) Bowden, Molloy (2011).
14
Miss Bala is a Mexican film about a woman kidnapped by police linked
to a criminal gang after she witnesses a massacre in the bar where she works. I
call the woman in this case Miss Bala due to the way her story resembles that of the
film. See Miss Bala trailer at: http://www.youtube.com/watch?v=FQ28EpGSC2w
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15
According to the UN Asylum Handbook, persecution could be by the
state or could take place due to the inability of the state to restore the criminali-
ty of non-state actors. There are two interpretations of persecution by non-state
agents against which the state is willing but unable to protect. One, the protec-
tion view which extends the definition to cover situations where the state of
origin is unable to provide necessary protection; and two, the accountability
view, which establishes that only when persecution is by the state can the per-
son be a refugee. See: Bruin (2002); García (2011); Pickering (2005).
16
Cited in: Pickering (2005).
REFERENCES
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ISSN 2283-7949
GLOCALISM: JOURNAL OF CULTURE, POLITICS AND INNOVATION
2013, 1, DOI: 10.12893/gjcpi.2013.1.4
Published online by “Globus et Locus“ in www.glocalismjournal.net
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GLOCALISM: JOURNAL OF CULTURE, POLITICS AND INNOVATION
2013, 1, DOI: 10.12893/gjcpi.2013.1.4
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