Sunteți pe pagina 1din 3

¿Qué significa “amar a Dios con todo tu corazón”?

Marcos 12:30 dice:


“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente
y con todas tus fuerzas”.
En pocas palabras, este versículo significa que Dios quiere que le amemos con todo nuestro
ser.

Así que, ¿a qué nos referimos cuando decimos todo nuestro ser?

¿En qué son diferentes el alma del espíritu?, 1 Tesalonicenses 5:23 nos muestra las tres
partes de nuestro ser: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y
vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles
para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.
espíritu es la parte más profunda de nuestro ser, la parte que usamos para recibir a Dios y
contactarlo. Cuando recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador, éste fue el lugar
donde Él vino a vivir. En nuestro espíritu podemos tener comunión con el Señor y pasar
tiempo en Su presencia.
alma se compone de nuestra mente, emoción y voluntad. Es nuestra persona, nuestra parte
psicológica.
Nuestro cuerpo, naturalmente, es nuestra parte física, con la cual contactamos las cosas
físicas por medio de nuestros cinco sentidos
El Señor Jesús dijo que debemos amar a Dios con estas tres partes, es decir, con todo
nuestro ser. Este es un mandamiento fuerte y a la vez misterioso. En 1 Pedro 1:8 dice: “A
quien amáis sin haberle visto, *en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con
gozo inefable y colmado de gloria”. ¿Cómo es posible amar a alguien que no hemos visto?
¿Y cómo podemos amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma,
y toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas? ¿Acaso tenemos la capacidad de hacerlo?
Veamos cómo podemos amar a Dios plena y absolutamente con cada una de las partes de
nuestro ser.

Todo comienza con el corazón

Dios nos creó con un corazón a fin de que lo amaramos plena y absolutamente. Hoy en día,
sin embargo, nuestros corazones aman muchas otras cosas aparte de Dios. Se nos hace
difícil orar con el salmista: “¿A quién tengo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada
deseo en la tierra” (Sal. 73:25). Debemos admitir que aunque amamos a Dios hasta cierto
punto, Muchas veces, Él no es nuestro único o primer amor. Las cosas del mundo capturan
nuestro corazón. Así que, ¿cómo podemos obedecer el mandamiento del Señor de amar “al
Señor tu Dios con todo tu corazón”?
En 1 Juan 4:19 dice: “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero”. La nota en este
versículo del Nuevo Testamento Versión Recobro dice: “Dios nos amó primero porque Él
nos infundió Su amor y generó en nosotros el amor con el cual lo amamos a Él y a los
hermanos (vs. 20-21)”.
Dios nos ordenó a que le amaremos absolutamente, pero Su intención nunca fue que
produjéramos este amor hacia Él con nuestro propio esfuerzo. De hecho, Él está muy
consciente que en nosotros mismos, somos incapaces de tal amor. Es necesario que nos
demos cuenta que cuando Dios demanda algo, Su intención es que Él mismo ha de cumplir
esa demanda por nosotros. Nuestro amor por Dios de hecho, tiene su origen en Dios mismo.
Proviene de Su amor en nuestro ser, el cual es más elevado que cualquier otra cosa que
seamos capaces de producir.
Dios es amor y Él se hizo un hombre llamado Jesucristo. Cuando recibimos al Señor Jesús,
recibimos todo lo que Él es en nuestro espíritu.

Nuestra alma

Nuestra alma—es una gran parte de nuestro corazón. Dios creó nuestra alma para que le
expresáramos, pero debido a la caída, solemos expresarnos a nosotros mismos. Tenemos
nuestras propias opiniones, sentimientos y decisiones aparte de Dios.
No obstante, cuando volvemos nuestro corazón al Señor, nuestro amor por Él crece. Lo
amamos con nuestro corazón y específicamente, comenzamos a amarlo con nuestra alma.
Sus pensamientos llegan a ser nuestros pensamientos, Sus sentimientos llegan a ser
nuestros sentimientos y Sus decisiones llegan a ser nuestras decisiones. A medida que Él
realiza Su obra transformadora en nosotros, espontáneamente expresamos a Dios y le
glorificamos. Otros ven a Cristo expresado en nosotros en nuestro amor hacia Él con toda
nuestra alma.

Nuestra mente

Nuestra mente es la parte principal de nuestra alma, la cual dirige el resto de nuestro ser.
Ponemos nuestra mente en muchas cosas, pero Dios quiere que la pongamos en el espíritu,
donde está Cristo. Romanos 8:6 dice: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la
mente puesta en el espíritu es vida y paz”.
Una de las maneras de poner la mente en el espíritu es por medio de leer la Biblia con un
corazón abierto. Mientras leemos, nuestra mente es alumbrada y renovada, y somos lavados
en el agua de la Palabra. Leer la Palabra de Dios a diario beneficia enormemente nuestra
mente y nuestra alma.

Nuestras fuerzas

Nuestras fuerzas aluden a nuestras fuerzas físicas. Cuando volvemos nuestro corazón al
Señor, le expresamos en nuestra alma y ponemos nuestra mente en Él, nuestro cuerpo le
seguirá. Anteriormente, usábamos nuestras fuerzas para servirnos a nosotros mismos o al
mundo, pero conforme el amor por el Señor se extiende a todas nuestras partes internas,
nuestras acciones externas comenzarán a cambiar. Las cosas que antes ocupaban nuestro
tiempo y energía cederán debido a que lo que amamos ha cambiado. Tenemos un nuevo
objetivo, una nueva meta y un nuevo reto. Nuestras fuerzas físicas ahora son para Su
propósito.
Comience hoy mismo

Amar a Dios con todo nuestro ser es un ejercicio. No siempre nos levantamos en la mañana
con un corazón amoroso hacia el Señor. No obstante, podemos comenzar el
día volviendo nuestro corazón a nuestro querido Señor Jesús. Podemos decir: “Señor Jesús,
vuelvo mi corazón a Ti esta mañana. ¡Te amo!” Podemos practicar decirle al Señor que lo
amamos todos los días. También podemos orar: “Señor Jesús, haz que te ame más el día de
hoy de lo que te ame ayer”. Conforme oramos al Señor Su propio deseo de amarlo
absolutamente, ¡Él tendrá la manera de forjarse en nosotros a fin de que lo amemos con
todo nuestro ser

S-ar putea să vă placă și