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PUEBLA
COLEGIO DE HISTORIA
Alumnos:
Nina Aguilar Galindo
Neftali León Cruz
Edilberto Luna Diaz
Alexei Otañez
19 de mayo de 2018
1
Ensayo crítico
La contaminación de nuestro espíritu como resultado del robo a mano armada de quienes se
decían (y dicen) los privilegiados de Dios para disponer del mundo. Eso sucedió desde el mo-
mento en que al primer europeo se le iluminó la mirada, llena de avaricia, con el destello del
oro y plata como ornamento de los indígenas de América Latina. Ávidos de riqueza, españoles
no solo saquearon, sino que insertaron la semilla del subdesarrollo en las comunidades latinas
al ponerlas en parangón con las europeas. Acción por la cual cinco siglos después nos mantie-
nen de rodillas ante los “países de primer mundo”.
Es lógico pensar que las circunstancias del europeo, a través de su historia, lo llevaron
a comportarse de esa manera durante la invasión a nuestro continente. Episodios llenos de gue-
rras, arrebatos de poder, de creación de imperios, de una religión que mas que alimentar el alma
y fomentar la exaltación de la moral, pedía sangre hereje y beneficios eclesiásticos de sus fieles
seguidores. El resultado de la suma de los factores mencionados y aquellos que nos faltaron,
fue la indiferencia hacia el prójimo en favor de su individualismo.
Tal ves si se hubieran detenido a observar de manera inquisitiva las formas de las cul-
turas que habitaban lo que hoy es América, se habrían dado cuenta que la palabra colectividad
era común en todas ellas. John Hemming menciona,
La primera impresión de los europeos sobre los indios de Brasil —en especial, los tupí,
que habitaban las costas del este— fue la de unos grupos tribales simples e igualitarios que
vivían en armonía interna (…), Su activo modo de vida, en la que cada miembro de la comu-
nidad participaba en la caza, la pesca o la agricultura, los mantenía en buen estado(…), la
ausencia de posesiones personales entre los indios y la actitud comunitaria ante la tierra y los
alimentos también les produjeron una impresión profunda” 1.
1
John Hemming, «Los indios del Brasil en 1500», en Historia de América Latina (Vol. 1. América Latina colonial: La
América precolombina y la conquista), ed. Leslie Bethell; Barcelona: Crítica, 1990, p. 103
2
supervivencia grupal, cosa que hoy en día se ha tergiversado, las clases altas opresoras de las
clases bajas se aprovechan de las míseras condiciones de vida que ofrece el Estado para mani-
pularnos a tal grado de mendigar por trabajos mal remunerados, que ni si quiera son en favor
de la población sino de unos cuantos bolsillos. En palabras de Galeano, «La fuerza del conjunto
del sistema imperialista descansa en la necesaria desigualdad de las partes que lo forman, y
esa desigualdad asume magnitudes cada vez más dramáticas»2.
¿Dónde quedó el Tlamatini?, el hombre náhuatl creador de una forma de vida, aquel
pulir el rostro y corazón durante la formación de una persona en la época de los prehispánicos.
Parece tan lejano en la actualidad, que ya muchos individuos carecen de escrúpulos ante la
miseria del prójimo. Cuánta diferencia espiritual había entre los españoles conquistadores y
las culturas prehispánicas, por un lado, la sed de riquezas a costa de sangre indígena, y por otro,
incluso el autosacrificio en favor del colectivo dentro de una cosmovisión humanista. Miguel
León Portilla nos dice,
Más, lo que sí puede afirmarse, porque hay base documental para ello, es que llevados
de hecho los nahuas por su preocupación de "forjar rostros ajenos" y de "humanizar el querer
de la gente", llegaron espontáneamente —al igual que otras de las grandes culturas clásicas—
a la creación directa y no diferenciada aún de lo que el pensamiento occidental moderno de-
signa hoy como un "sistema educativo, ético, jurídico, social, etc. 3.
La búsqueda del fin último como persona era ser honesto, regla de vida dentro de los
valores de los viejos; en las escuelas como el Calmecac y el Telpochcalli se sentaban los ci-
mientos de la vida moral y jurídica de los nahuas, aspectos para el buen vivir. En contraste con
los conquistadores, quienes «practicaban con habilidad política, la técnica de la traición y la
intriga»4. Los pobladores de las antiguas culturas gozaban de educación desde niños, en pri-
mera instancia impartida por los padres, posteriormente entrarían a alguna de las dos escuelas
antes mencionadas, no habiendo exclusión de clases.
2
Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, México: Siglo XXI, 2014, p. 17
3
Miguel León Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, México: UNAM, 2006, p. 219
4
Galeano Eduardo, Las venas…, pág. 34
3
Sin embargo, la filosofía prehispánica fue tirada a la basura para imponer un sistema
educativo, impartido desde la Edad Media, por clérigos impregnados de superchería, miedo, y
ávidos de beneficios eclesiásticos para su supervivencia y más aún, para llenar las arcas de “la
casa de Dios” en Roma. La Corona y la Iglesia se dieron a la tarea de “civilizarnos”, porque
nuestra desnudez, nuestra poligamia y nuestra idolatría significaban pertenecer al grupo de los
“otros”, como se les conocía a los habitantes europeos que no cumplían con los cánones que
dictaba la Iglesia, para ellos la evangelización y el hincarnos ante un monarca nos permitían,
ahora sí, ser personas. Se combinó la propagación de la fe cristiana con el saqueo 5 para dar
paso, pienso, a sociedades pobres donde el mercantilismo era la pieza clave para el desarrollo.
Así inicio un camino en el cual las culturas americanas transitaron con las manos encadenadas
y la cabeza gacha detrás de un amo cuyo fin último era y es, la explotación de los recursos
naturales del continente sin importar los primeros habitantes y dueños de las regiones “descu-
biertas” 6.
5
Galeano Eduardo, Las venas…, p. 30
6
Lo pongo entre comillas a raíz de lo discutido en clase sobre el tema, el punto es preguntarnos cuando surgió la idea
de que se había descubierto América porque es claro que Colón nunca se percato de esto.
7
Para el caso de los incas, cada ayllu (similar al calpulli mexica) poseía sus propias tierras de cultivo, sus pastos y
también sus aguas. Los cronistas informan que todo hombre del común poseía un tupu de tierra y, con cada nuevo
hijo, le era aumentada su parcela.
María Rostworowski, «Redes económicas del Estado inca: el “ruego” y la “dádiva”» en El Estado está de vuelta: de-
sigualdad, diversidad y democracia, ed. Victor Vich; Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2005, p. 27
4
pues simplemente están en contubernio con las clases altas humillando al pueblo. Bien lo dice
Galeano,
8
Galeano Eduardo, Las venas…, pág. 18
9
Laura Caso escribe sobre los mayas que huían a la selva para oponer resistencia a sus dominadores, enfrentando
condiciones más extremas en espera de que los españoles no les dieran alcance.
Laura Caso Barrera, «Vidas fugitivas: los pueblos mayas huidos en Yucatán» en Historia de la vida cotidiana en México
(Tomo I: Mesoamérica y los ámbitos indígenas en la Nueva España), coord. Pablo Escalante Gonzalbo; México: FCE /
El Colegio de México, 2004, p. 473
5
doble tragedia de los países en desarrollo consiste en que no sólo fueron víctimas de ese pro-
ceso de concentración internacional, sino que posteriormente han debido tratar de compensar
su atraso industrial, es decir, realizar la acumulación originaria de capital industrial, en un
mundo que está inundado con los artículos manufacturados por una industria ya madura, la
occidental” 10.
¿Cómo retomar el camino del progreso cuando tu ideología fue pisoteada, parte de tu
población aniquilada, tus riquezas naturales robadas y lo mas importante, un Estado represor
que no le importa la comunidad?, y que, haciendo un paréntesis, todo gobierno que ha transitado
en nuestro país parece haber heredado el pensamiento de los conquistadores, enriquecimiento
de unos cuantos a costa del pueblo.
10
Ernest Mandel, «La teoría marxista de la acumulación primitiva y la industrialización del Tercer Mundo», revista
Amaru, núm. 6, abril-junio de 1968, en Galeano Eduardo, Las venas…, p. 47
11
Enrique Florescano, Historia de las historias de la nación mexicana, México: Taurus, 2002, p. 36
12
Caso Barrera Laura, «Vidas fugitivas…», p. 475
6
que veían al maíz como el dios creador de su pueblo, de la misma tierra nacía, por eso también
los relacionaban con la fertilidad.
Sin lugar a duda, la acción más baja y sinvergüenza, con la que inicia el proceso de
conquista, resulta ser el requerimiento. Ante el remordimiento de algunos eclesiásticos al pre-
senciar las matanzas de los americanos por manos españolas, surge la propuesta de una ideolo-
gía política hecho lenguaje conocida como el requerimiento. Eduardo Torres menciona lo si-
guiente,
13
David Harvey, (2004). «El “nuevo” imperialismo”: acumulación por desposesión», en Francisco Robles, «Rom-
piendo fronteras: ¿una Mesoamérica ‘otra’?», Revista de la Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Costa Rica,
Vol. 91, Núm. 1, 2012, p. 235
14
Quetzalcóatl prende el fuego nuevo en el cerro de Mixcoatepetl con los huesos de su padre Mixcoatl, el dios de la
guerra mexica.
Michael Graulich, «Los reyes de Tollan», Revista Española de Antropología Americana, 2002, p.p. 87-114.
7
(…) como su nombre lo indica resultó ser la formula legalista y religiosa por la que un
conquistador debía requerir a los infieles si aceptaban el cristianismo y la autoridad del rey
católico. De no hacerlo, la violencia, en su peor acepción, podía caer sobre esa gente que,
asumida como ensoberbecida, se había atrevido a rechazar a Jesucristo y a sus pontífices, es
decir, el papa y el rey 15.
Recordemos que para la religión católica las tierras son de Dios, por tanto, su represen-
tante, el Papa, tiene el derecho de reclamar aquellas tierras que hayan sido ocupadas por infie-
les. A partir del Patronato Regio, donde se les otorgan ciertos privilegios a los reyes Isabel y
Fernando de Castilla y Aragón, como demostración de gratitud por defender territorios perte-
necientes a la Iglesia en Roma, la Corona podía reclamar en nombre del rey y de Dios los
territorios ocupados por herejes. Lo cual ocurrió con la invasión de América. Además de llegar,
con la mano en la cintura, a solicitar las tierras de las que eran dueños los pueblos prehispánicos,
se atrevían a imponer una devoción de la cual los naturales no tenían ni idea de como se comía
aquello de las tres personas en una sola (padre, hijo y espíritu santo). Y, por si fuera poco, en
dado caso de no aceptar el mandato, no quedaría más que el uso de la violencia y su transfor-
mación en sangre. El uso de la violencia para efectos particulares no respetando, para este caso,
la propiedad ajena.
15
Eduardo Torres Arancivia, La violencia en los Andes. Historia de un concepto, siglos XVI-XVII, Perú: PUCP / Instituto
Riva-Agüero, 2016, p. 394
8
cañones de bronce y algunos arcabuces, mosquetes y pistolones. Y sin embargo, la capital de
los aztecas, Tenochtitlán, era por entonces cinco veces mayor que Madrid y duplicaba la po-
blación de Sevilla, la mayor de las ciudades (…), Los indígenas fueron, al principio, derrotados
por el asombro” 16.
[ Los españoles encontraron en su adelanto tecnológico una forma de represión, así que
el progreso de las naciones no necesariamente es en favor de la humanidad, sino en detrimento
del vecino].
América Latina vive sumida en pobreza y corrupción en parangón con los países de
primer mundo. Parece que no nos hemos recuperado del knock out sufrido en el primer asalto
contra los invasores hispanos. Hemos arraigado en nuestra mente actitudes que llegaron con el
primer español que piso tierra americana, el abuso del poder, la riqueza individual a costa del
prójimo, la imposición de una doctrina religiosa, la explotación desmedida de recursos natura-
les, etc. La pobreza ha subsistido, al analfabetismo simplemente se le sigue alimentando, em-
pleos mal remunerados por empresas nacionales e internacionales ávidas de riqueza, niños que
se les obliga a trabajar antes que estudiar porque uno prefiere comer, vestir, y lugar donde
domir, que aprender a leer y escribir. Como diría Fernando Delgadillo en su canción (Primera
estrella de la tarde), «La obscuridad se ha quedado de entonces a la fecha, y ya es la hora que
no fulge el nuevo sol» 17. Gobiernos dictadores que análogo a los conquistadores españoles se
aprovechan de las masas, asesinan, despojan, humillan, reprimen la libre expresión, pero lo mas
preocupante es, que continúan. ¿Por qué a pesar de que para todos son conocidos los actos de
corrupción de un Gobierno asesino no hacemos nada? Será que estamos viviendo en una socie-
dad símil a la de George Orwell donde se manipula los medios y los textos, «Quien controla el
pasado -decía el slogan del Partido- controla el futuro, quien controla el presente controla el
pasado» 18, se pierden en la memoria los actos reprochables del poder del Estado y de los po-
deres facticos, las noticias de sus atropellos duran una semana y después continuamos viviendo
16
Galeano Eduardo, Las venas…, pág. 33
17
Fernando Delgadillo. (1997). “Primera estrella de la tarde”. En álbum Primera estrella de la tarde (CD). México D.F.
Producción Independiente
18
George Orwell, 1984, 3ª edición, México: Ed. Época, 2010 p. 42
9
como si nada hubiera pasado. Se percibe el miedo en cada levantamiento de la voz ante el
Estado, ante las instituciones, sino es así, basta el ejemplo de lo que esta sucediendo en nuestra
Facultad. Acciones en detrimento de la educación del estudiante, destitución de catedráticos
que miran la Historia desde otro punto de vista y que dada su experiencia nos permiten con-
trastar ideas para hacernos de un pensamiento crítico, y que sin embargo apesta a represión, a
miedo, a terror psicológico.
Bibliografía
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GALEANO, Eduardo, Las venas abiertas de América Latina. México: Siglo XXI, 2014
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GRAULICH, Michael, «Los reyes de Tollan», Revista Española de Antropología Americana, 2002, pp. 87-
114.
19
George Orwell, 1984, p. 81
10
HEMMING, John, Los indios del Brasil en 1500, en Bethell Leslie, Historia de América Latina (Vol. 1
América Latina colonial: La América precolombina y la conquista), Barcelona: Crítica, 1990, pp.
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ROSTWOROWSKI, María, Redes económicas del Estado inca: el ruego y la dádiva, en Victor Vich, El
Estado está de vuelta: desigualdad, diversidad y democracia, Lima: Instituto de Estudios
Peruanos, 2005, pp. 15-47
TORRES ARANCIVIA, Eduardo, La violencia en los Andes. Historia de un concepto, siglos XVI-XVII, Perú:
PUCP / Instituto Riva-Agüero, 2016
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