Sunteți pe pagina 1din 5

El garrote de Trump

Trump está dichoso con el garrote de los aranceles. Después de arrodillar a


México, dijo que si el primer ministro Xi no se reunía con él en el próximo
encuentro del G20, sin otra consideración, le volvería a elevar los aranceles a
China. Así se pasa por la faja las normas de la OMC, los tratados internacionales
y todos los procedimientos diplomáticos.

Lo interesante —y asustador— del caso mexicano es que, a cambio de no subir


los aranceles, Trump no pidió ninguna contraprestación comercial, sino una serie
de medidas sobre migración. Puso a temblar a México y pronto consiguió lo que
quería. De esta forma, en el futuro podría amenazar, por ejemplo, con que si no
se reducen las hectáreas de coca en Colombia, si no se extradita a fulano o a
zutano, o si el Congreso de este país no toma alguna medida que le convenga,
nuestras exportaciones a Estados Unidos podrían ser gravadas con impuestos.

Lo de México es tremendo. Trump le está exigiendo a ese país que impida la


entrada a su territorio de los migrantes centroamericanos que por miles pasan por
allí en su camino a Estados Unidos. Mientras que hace un año AMLO había
dicho que no le iba a “hacer el trabajo sucio a Estados Unidos”, ahora, después
del susto, se comprometió a mandar a 6.000 efectivos de su Guardia Nacional
hasta la frontera con Guatemala para detener a los centroamericanos. De hecho,
está erigiendo un muro militar al sur del país para darle gusto a Trump. Y eso no
es todo. Se comprometió también a recibir a las decenas de miles de
centroamericanos —y darles salud, educación, empleo y cuidado en México, con
un costo incalculable— que esperan una decisión sobre su asilo en Estados
Unidos.

Pero esto no terminará aquí. Se sabe que si se cede una vez ante un chantaje, se le
abren las agallas al chantajista. Numerosos observadores predicen que México se
verá sometido a nuevas exigencias y amenazas si no cumple las metas que le
imponen los gringos. La humillación de México será uno de los espectáculos que
ofrecerá Trump a sus votantes en su campaña reeleccionista.

Aunque es claro que México no es China —un país mucho más grande e
independiente, que no cedió a la amenaza y respondió con la misma moneda a la
presión de mayores aranceles—, llama la atención la docilidad de AMLO frente
al matoneo de Trump. Después de pedir una reunión para negociar, antes de su
sometimiento, el líder mexicano escribió: “Al presidente Donald Trump no le
levanto un puño cerrado, sino una mano abierta y franca”. Sus defensores
aplauden, sin embargo, lo que llaman el “pragmatismo” de AMLO en esta crisis
es algo semejante al comportamiento de ciertas doncellas que aceptan resignadas
la violación a cambio de salvar su vida. Sus críticos, en cambio, insisten en que
AMLO no es un estadista con una visión internacional, sino un político de corte
regional, una especie de priísta trasnochado, conciliador, cuyo foco son las gentes
que se deleitan con sus inocuos gestos populistas.

La enorme vulnerabilidad de México se deriva de su excesiva dependencia de la


economía de Estados Unidos. Para curarse en salud, Colombia haría bien en
ampliar vigorosamente sus lazos comerciales con los países de Asia. En esto,
infortunadamente, nos llevan ventaja los países latinoamericanos que les
apostaron hace décadas a la cuenca el Pacífico y a la diversificación geográfica
de su canasta exportadora.
Guerra, conflicto y Estado
A pesar de que se sabe que guerra es uno de los grandes flagelos de la
humanidad, ciertos autores sostienen que de ella pueden surgir algunos
desarrollos institucionales positivos. El sociólogo Charles Tilly, por ejemplo,
plantea que las continuas rivalidades bélicas crearon las condiciones para la
modernización y el fortalecimiento económico y militar de los Estados europeos.
Walter Reichel, por su parte, insiste en que las estructuras tributarias progresivas
de Europa y Estados Unidos, que contribuyeron a mejorar la distribución del
ingreso y la riqueza, fueron el resultado de la gran movilización social y política
que se dio a raíz de las guerras mundiales (algo que se ha venido echando para
atrás en las pacíficas décadas pasadas, a partir de Reagan y Thatcher).

Lo interesante es que esto no sucedió en América Latina. Michael Reid, autor de


“Bello” en The Economist, señala que “una razón por la cual los Estados
latinoamericanos no lograron modernizarse fue la relativa ausencia de guerras
entre ellos”. Sin ejércitos suficientes y eficaces, sus débiles Estados nunca
tuvieron el control efectivo de grandes territorios, sobre todo de aquellos cerca de
sus fronteras, lo que permitió que vastos espacios fueran tomados por ejércitos
irregulares, guerrillas y otros grupos armados, donde, además, florecieron
actividades ilícitas. Asimismo, a diferencia de lo que ocurrió en Europa, en
América Latina la ausencia de conflictos internacionales fue uno de los factores
que impidió el desarrollo de un sistema tributario moderno, progresivo, necesario
para que el Estado pudiera cumplir sus funciones básicas.
Los conflictos militares domésticos, confinados en sitios apartados, no producen
los mismos efectos políticos y sociales de las confrontaciones internacionales; no
suscitan la movilización y el consenso político necesario para hacer las reformas
que permitan enfrentar al enemigo extranjero. En Colombia, la lucha contra las
guerrillas, con escasas excepciones, nunca indujo el clima de opinión necesario
para fortalecer el Estado en forma permanente. Prueba de ello es que el volumen
de los recaudos tributarios (frente al PIB) es hoy más o menos el mismo que en el
año 2000. Y el gasto militar, que viene cayendo desde que comenzó la
negociación con las Farc, no llega al 2 % del PIB (si se descuentan los pagos de
seguridad social), una cifra relativamente baja para un país que, incluso después
de la desmovilización de ese grupo armado, sufre del asedio de miles de
guerrilleros y miembros de bandas criminales que controlan grandes áreas de su
territorio.

Tenían razón los académicos que sostenían que la causa de la violencia en


Colombia era la incapacidad del Estado para imponer el monopolio de la fuerza
en buena parte del país. Sólo de la mano de la seguridad estatal es posible hacer
cumplir la ley y atender las necesidades sociales de la población. Con un Estado
débil, sin recursos tributarios suficientes, es imposible mejorar las condiciones de
vida de los habitantes de las zonas periféricas e imponer la ley y el orden en los
extensos territorios donde hoy mandan la parada los grupos armados ilegales.

Sin el apremio de las guerras internacionales, el fortalecimiento del Estado


colombiano únicamente podrá lograrse por medio de complicados y tortuosos
acuerdos políticos en el marco de la democracia.

S-ar putea să vă placă și