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Artículo 1

La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin


supremo de la sociedad y del Estado.

1. El enunciado contenido en el artículo 1 de la Constitución peruana de 1993 es el eje sobre el


cual gira la interpretación de las normas de este cuerpo legal, así como de todas aquellas otras
que integran el ordenamiento jurídico del país. La defensa de la persona humana y el respeto a
su dignidad constituyen la razón de ser del Derecho. En realidad, con más precisión, cabe
expresar que la persona humana, considerada en sí misma, es el fin supremo de la sociedad
y del Estado, de donde se deriva la obligación de la sociedad y del Estado de defenderla y
respetarla.
El Derecho fue creado para proteger, en última instancia, la libertad personal, a fin de que cada
ser humano, dentro del bien común, pueda realizarse en forma integral, es decir, pueda cumplir
con su singular «proyecto de vida", el mismo que es el resultante de la conversión de su
libertad ontológica en acto, conducta o comportamiento. El Derecho pretende, a través de su
dimensión normativa eliminar, hasta donde ello sea posible, los obstáculos que pudieran
impedir el libre desarrollo del personal "proyecto de vida", es decir, de lo que la persona desea
ser y hacer en su vida1. El Derecho es, por ello, un instrumento liberador de la persona. De ahí
que es deber genérico de toda persona, que subyace en toda norma jurídica, el de no dañar al
prójimo, ya sea en su unidad psicosomática, en su libertad proyectiva o en su patrimonio. Por lo
expuesto, el axioma jurídico que preside cualquier ordenamiento jurídico prescribe "que toda
conducta intersubjetiva está permitida, salvo que se halle expresamente prohibida por dicho
ordenamiento jurídico o atente contra el orden público o las buenas costumbres". El prius del
Derecho es, pues, la libertad. Lo prohibido, en cuanto se trata de una conducta injusta o ilícita,
es la excepción.
Somos de la opinión que el mencionado axioma jurídico, por su trascendencia, debería
ubicarse en el pórtico de la normativa constitucional a fin de poner en evidencia que la misión
fundamental del Derecho es, como está dicho, proteger la libertad de cada persona a fin de
lograr su realización humana integral en armonía con el interés social. Para ello fue creado el
Derecho, el mismo que posee un sentido liberador. Para conseguir esta finalidad, el Derecho
debe crear aquellas condiciones sociales de justicia, solidaridad, seguridad, igualdad, que
permitan el cumplimiento del "proyecto de vida" de cada cual. La vivencia colectiva de los
valores es condición indispensable para la plena realización de la persona humana en cuanto
ser libertad.

2. Es importante conocer previamente lo que "es" la persona humana para saber, luego, qué es
lo que la sociedad y el Estado están obligados a defender, a proteger. La persona humana o
ser humano es, en síntesis y a la altura de nuestro tiempo, una "unidad psicosomática
constituida y sustentada en su libertad". El ente "persona humana" tiene, así una estructura
dentro de la cual se puede distinguir el soma - cuerpo en sentido estricto- y la psique.

Se trata de una "unidad" por cuanto todo lo que afecta al cuerpo en sentido estricto repercute,
de alguna manera y magnitud, en la psique y, viceversa, todo lo que afecta a la psique
repercute en el soma o cuerpo. La mencionada "unidad psicosomática" se constituye y se
sustenta en su libertad. La libertad es, por ello, el ser de la persona humana.

Es esta la calidad ontológica que distingue a la persona humana de los demás entes del
universo, los mismos que carecen de libertad. Si bien la persona humana es parte de la
naturaleza en cuanto pertenece a la especie de los por ser libertad es, además, un ente
espiritual capaz de conocer y vivenciar valores, presididos por el valor supremo del amor en
todas sus dimensiones y manifestaciones. La vida del ser humano es la vida de su libertad.
La libertad es lo que permite al ser humano constituirse como un ser dotado de una dimensión
espiritual. Ser libre significa tener permanentemente que elegir, que proyectar y para elegir hay
que preferir entre las múltiples opciones con que se cuenta para vivir la vida, es decir, para
determinar el destino personal, para decidir sobre el singular "proyecto de vida". Pero, para
preferir, la persona debe valorar cada una de las opciones con las que cuenta a fin de decidirse
por alguna de ellas para proyectar su vida. El ser humano es el único ente estimativo, es decir,
el que posee la capacidad de vivenciar valores. Los valores son "en" y "para" la vida del
hombre y, como está dicho, a través de ellos se ingresa al mundo del espíritu, que es privativo
del ser humano. El significado preponderante del concepto "persona" que se atribuye al ser
humano es, precisamente, el que se constituye como el único animal mamífero que es
"espiritual" por cuanto es un ser libertad. Es esta calidad ontológica la que lo hace único,
singular, irrepetible, idéntico a sí mismo, estimativa, proyectivo, no estandarizado, responsable.
La descripción de la persona humana, aparte de su constitución como un ser libertad,
comprende tanto su dimensión coexistencial4 o social como su inherente temporalidad.

3. El artículo 1 de la Constitución, al enunciar que la defensa de la persona humana es el fin


supremo de la sociedad y del Estado, lo que prescribe es el deber de todos y cada uno de los
miembros de la sociedad, así como de los diversos órganos del Estado, de proteger de una
manera preventiva, integral y unitaria a la persona.
Esta protección comprende tanto su estructura psicosomática como su libertad proyectiva,
fenoménica, hecha acto, conducta, comportamiento. Es decir, el "proyecto de vida" de cada
persona.

La defensa y protección de la persona humana, en primer lugar, debe ser preventiva. El


ordenamiento jurídico positivo debe contener normas que permitan a la persona obtener pronta
y eficaz protección frente a eventuales amenazas a su integridad psicosomática o a su libertad
proyectiva. En el caso peruano se cuenta con las acciones del hábeas corpus y de la acción de
amparo, recogidas por el artículo 200 de la Constitución de 1993, así como por la acción
inhibitoria que se deduce del texto del artículo 17 del Código Civil de 1984. Pero la defensa de
la persona, aparte de preventiva, debe ser unitaria e integral. Es unitaria en razón de que el ser
humano es un todo inescindible de carácter psicosomático, constituido y sustentado en su
libertad. De esta calidad ontológica se desprende la naturaleza integral de la defensa de la
persona humana. No se debe prescindir, por ello, tanto de la protección de su esfera
psicosomática como de su libertad fenoménica o fáctica, la que se concreta en el "proyecto de
vida" de cada cual.

Por ello, cuando constitucionalmente se enuncia que la defensa de la persona humana es el fin
supremo de la sociedad y del Estado, se debe considerar a la persona humana tal como ella
es, como una unidad psicosomática constituida y sustentada en su libertad, por lo que no se
puede prescindir de la protección de cualquier aspecto de dicha unidad ni del "proyecto de
vida" que es, como se ha apuntado, la concreción fenoménica de su libertad ontológica.
Es de advertir que, tradicionalmente, el Derecho se ha preocupado preponderantemente por la
protección de la unidad psicosomática del ser humano, con ostensible y criticable descuido de
la protección de su libertad fenoménica, de su "proyecto de vida". Ello no obstante que en este
se juega el destino mismo de cada ser humano, el sentido y la razón de su existencia.
Felizmente, en lo que concierne a la protección integral de la persona humana, la doctrina, en
las dos últimas décadas, ha elaborado una nueva teoría que es la del "daño al proyecto de
vida", la misma que, dentro de la genérica referida al "daño a la persona", ha mostrado la
importancia que tiene para el ser humano la protección de su libertad hecha acto o conducta.
Acto o conducta que responde a una decisión personal desde que el ser humano es un ser
libertad. Esta creación doctrinaria tiende a ingresar a los códigos civiles. Ejemplo de ello es el
artículo 1985 del Código Civil peruano de 1984 en el que se hace referencia al "daño a la
persona" y, dentro de él, al denominado "daño al proyecto de vida" .
La jurisprudencia, en cuanto Derecho vivo, ha empezado también a tener en consideración, por
su trascendencia en cuanto a la realización integral de la persona, la reparación del "daño al
proyecto de vida". Se conocen en este sentido, por ejemplo, algunas sentencias emanadas de
los tribunales de Argentina y Perú, las mismas que abren el correcto camino para la defensa y
protección de la esfera espiritual de la persona humana, la misma que se sustenta en su
libertad ontológica. Pero el impulso más vigoroso en lo que atañe a la reparación del "daño al
proyecto de vida" proviene de paradigmáticas sentencias dictadas por la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, en especial en los casos peruanos "María Elena Loayza Tamayo" y
''Alberto Cantoral Benavides".

4. El artículo 1 de la Constitución de 1993, al lado del respeto a la persona humana, enuncia


también el deber de la sociedad y del Estado de respetar su dignidad. La "dignidad" es una
calidad inherente a la persona, en cuanto esta es simultáneamente libre e idéntica a sí misma.
La libertad y la identidad sustentan la dignidad del ser humano. El ser humano posee dignidad
porque, siendo libre, es un ser espiritual, y además, por el hecho de que, a pesar de que todos
los seres humanos son iguales, no hay dos idénticos. Es esta dignidad inherente a su ser el
sustento de los derechos fundamentales de la persona humana.

Los derechos fundamentales de la persona tienen como finalidad la protección unitaria e


integral de la persona en cuanto es un ser que posee dignidad. Es esta dignidad la que justifica
y explica los derechos fundamentales de la persona y le sirve de fundamento. De ahí que el
artículo 3 de la Constitución establezca que los derechos de la persona no se circunscriben a
solo aquellos expresamente normados por el ordenamiento jurídico sino que su protección
alcanza a aquellos que, sin encontrarse en esta situación, "se fundan en la dignidad del
hombre".

No obstante lo hasta aquí expresado, preferimos la redacción del articulo 1 de la Constitución


de 1979 en el sentido que: "La persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado.
Todos tienen la obligación de respetarla y protegerla". En verdad, el fin supremo está
constituido por la persona en sí misma, en base a su inherente dignidad. De ahí que, como
consecuencia de ello y tal como lo señala la segunda frase del citado numeral, todos están
obligados a respetarla y protegerla.

Como se advierte, es más precisa la redacción del articulo 1 de la Constitución de 1979 que la
del mismo numeral de la Constitución de 1993, que al expresar que el fin supremo no es, en
sentido estricto, "la defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad" -como lo enuncia
este último numeral- sino la persona humana considerada en sí misma. Este enunciado, como
consecuencia, obliga a la sociedad y al Estado a "respetarla y protegerla". Por lo expuesto,
resultaría aconsejable que, en el Anteproyecto de Ley de Reforma Constitucional que de
conformidad con la Ley N° 27600 viene elaborando el Congreso de la República, se incluya
como articulo 1 el texto de la Constitución de 1979. Lo consideramos imprescindible pues en él
se encuentra la clave para la interpretación de la propia Constitución y del ordenamiento
jurídico en general.
Artículo 45
Origen y ejercicio del poder estatal
El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las
limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen.
Ninguna persona, organización, Fuerza Armada, Policía Nacional o sector de la
población puede arrogar se el ejercicio de ese poder. Hacerlo constituye
rebelión o sedición.

La primera parte de este artículo ratifica la doctrina política y la forma de gobierno adoptada por
el Estado peruano, consagrada además expresamente en el propio Preámbulo y en el artículo
43 de nuestra Constitución.

Dicho precepto enuncia que el poder del Estado deriva del pueblo -su detentador originario- y
que quienes lo ejercen están sometidos a los límites y responsabilidades que establece el
ordenamiento jurídico. Es decir, el artículo 45 corrobora que el Estado peruano es una
República democrática.

Como bien afirma Marcial Rubio, el Perú será una república porque tiene organización basada
en autoridades todas emergentes de la sociedad, sin privilegio alguno de carácter monárquico,
guiado por los principios antedichos; y será democrático porque la manera de asignar el poder
es la de decisión del pueblo a través de elecciones periódicas y con posibilidad de participación
mediante procedimientos de democracia directa.

Nuestra Constitución reconoce expresamente, a través de distintos artículos, la obediencia al


mandato del pueblo ya sus representantes. De la lectura de los principios filosóficos que
inspiran nuestra Constitución, se advierte que nos encontramos dentro de un marco normativo
constitucional que consagra una democracia representativa, a través de la cual el pueblo elige
y los gobernantes elegidos ejercen el poder en representación del pueblo. En resumen, los
representantes no son los titulares del poder y lo ejercen exclusivamente en representación del
pueblo que los elige.

En palabras de Víctor García Toma924, la representación, vía el sufragio, es una forma de


racionalización de la actividad del poder estatal. A través de ella se convierte al Gobierno en el
responsable de las decisiones que adopte en nombre de la ciudadanía. En puridad, es un
mecanismo de presencia ciudadana indirecta en los asuntos concernientes a la estructuración
y dirección del sistema político, en virtud del cual una persona o grupo de personas se
encuentran facultadas de asumir la conducción del Estado por encargo de la comunidad
política a la que pertenecen.

En el hecho de que el poder radique en el pueblo está la esencia de la legitimidad republicana,


como en la legitimidad monárquica la esencia está en que el poder radica en una familia
dinástica. En la monarquía hay que cuidar que el heredero sea, indubitablemente, hijo del rey.
En la legitimidad republicana, hay que cuidar que la voluntad del pueblo sea expresada
fielmente. Por eso, las elecciones tienen que ser libres y limpias. Las elecciones fraudulentas -
como la confusión de sangres en la monarquía producen hijos adulterino s cuyo título se
impugna.

Ahora, si bien el poder deriva o proviene del pueblo, dicho poder no es ejercido cotidianamente
de manera directa por todos los ciudadanos sino de manera indirecta o por delegación a través
de sus representantes.

En épocas pasadas también existieron instituciones de democracia directa en la realidad


peruana. Así, conforme nos ilustra Francisco Miró Quesada, el camachico era un sistema de
asamblea popular, en donde las mujeres y los hombres del ayllu se reunían para debatir
públicamente sus problemas políticos, económicos y sociales, para elegir al curaca, y para ser
consultados. El camachico era la única institución, junto con la asamblea germana, en donde
las mujeres participaban en una elección o en una consulta en iguales condiciones que los
hombres.

En la actualidad, está convencionalmente aceptado y además reconocido por nuestra


Constitución que los representantes del Estado elegidos por el pueblo no tienen prerrogativas
absolutas, ni pueden ejercer sus facultades en forma desmedida.

Antes bien, las ejercen con el margen razonable de autonomía para cumplir a cabalidad su
función, pero dentro de las propias limitaciones que establece el sistema jurídico, y obviamente,
asumiendo la responsabilidad -previamente tipificada en la Constitución y las leyes- por los
actos indebidos que estos cometan.

De otro lado, la segunda parte del artículo 45 de nuestra Constitución condena las acciones
desplegadas por terceros que atenten o pretenden apropiarse ilegítimamente del poder, el cual
solo corresponde al pueblo a través de los representantes que este libremente elige.

Es importante mencionar que todos los ciudadanos en circunstancias de normalidad y equilibrio


político, social y económico, debemos obediencia al gobierno ya sus autoridades elegidas en
forma democrática. El Presidente de la República y las autoridades elegidas en cumplimiento
de los procedimientos establecidos en la Constitución y las leyes son los únicos legitimados
para ejercer la representación del Estado, y ningún civil o militar puede atentar contra el
ejercicio legítimo de ese poder o modificar el régimen constitucional. El pueblo no gobierna sino
por medio de sus representantes y autoridades creadas por la Constitución.

Ahora bien, cuando alguien se levanta en armas y vulnera el principio básico de


representatividad del gobierno -enunciado en la primera parte del artículo 45- comete el delito
político de sedición o rebelión, según corresponda.

Ordinariamente, la Constitución no contiene definiciones sobre los delitos políticos que


condena, sino que nos remite en forma obligatoria a normas de inferior jerarquía a efectos
encontrar su verdadero alcance.

De conformidad con lo señalado por Luis A. Bramont Arias, la noción de delito político ha sido
establecida de conformidad con los criterios que han servido para distinguidos del delito
común: objetivo, subjetivo y mixto. Para el criterio objetivo, el delito político se determina
atendiendo al derecho que lesiona, al bien o interés jurídico lesionado o puesto en peligro. El
criterio subjetivo se basa en el fin que el agente persigue, en su personalidad y en los motivos
de su conducta. El sistema mixto se basa en el bien o interés atacado y en el móvil del autor o
fin que se persigue.

Al respecto, el Código Penal en su Título XVI, denominado Delitos contra los Poderes del
Estado y el Orden Constitucional, Capítulo 1 (Rebelión, sedición y motín), tipifica y reprocha los
delitos políticos de rebelión y sedición.

El delito de rebelión se encuentra tipificado en el artículo 346 del Código Penal: "El que se alza
en armas para variar la forma de gobierno, deponer al gobierno legalmente constituido o
suprimir o modificar el régimen constitucional, será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de diez ni mayor de veinte años y expatriación".

Como se advierte de la simple lectura del artículo antes citado, la rebelión es un delito doloso
que exige el levantamiento en armas para cambiar el régimen constitucional establecido. Este
tipo penal describe tres conductas, el que se alza en armas para: (i) variar la forma de
gobierno; (ii) deponer al gobierno legalmente constituido;
Y, (iii) suprimir o modificar el régimen constitucional.

En el Perú es difícil de olvidar el nombre de Ollanta Humala. Dicho personaje en octubre del
2000, cuando aún poseía el grado de teniente coronel del Ejército Peruano, acompañado de un
grupo de reservistas, se levantó en armas contra el entonces presidente Alberto Fujimori
exigiendo su inmediata renuncia. En aquellos momentos se escucharon críticas y apologías
apasionadas a la conducta desarrollada por Ollanta Humala y los reservistas que lo apoyaron.
Se escucharon voces que consideraban que Ol1anta había hecho ejercicio legítimo de su
derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional. Otros, por el contrario, repudiaron
la conducta de Ollanta y calificaron su conducta como una rebelión o sedición. Lo cierto es que
durante el gobierno de transición del presidente Valentín Paniagua, Ollanta y su hermano
Antauro depusieron sus armas y se entregaron, luego de lo cual fueron finalmente amnistiados.

El delito de sedición está tipificado en el artículo 347 del Código Penal: "El que, sin desconocer
al gobierno legalmente constituido, se alza en armas para impedir que la autoridad ejerza
libremente sus funciones o para evitar el cumplimiento de las leyes o resoluciones o impedir las
elecciones generales, parlamentarias, regionales o locales, será reprimido con pena privativa
de libertad no menor de cinco ni mayor de diez años".

En este caso, tal como señala Marcial Rubio, el agravio no está dirigido directamente contra los
poderes del Estado o contra la Constitución sino contra el ejercicio de la autoridad. Es una
desobediencia activa. También ocurre cuando se pretende sabotear las elecciones que, en
realidad, no son sino el procedimiento democrático para determinar quién ejercerá el poder
legítimamente.

Finalmente, es menester recordar, que tanto en los casos de sedición como de rebelión, el tipo
penal exige que el levantamiento del sujeto activo se produzca con armas.
Artículo 54
El territorio nacional
El territorio del Estado es inalienable e inviolable. Comprende el suelo, el subsuelo, el
dominio marítimo, y el espacio aéreo que los cubre.
El dominio marítimo del Estado comprende el mar adyacente a sus costas, así como su
lecho y subsuelo, hasta la distancia de doscientas millas marinas medidas desde las
líneas de base que establece la ley.
En su dominio marítimo, el Estado ejerce soberanía y jurisdicción, sin perjuicio de las
libertades de comunicación internacional, de acuerdo con la ley y con los tratados
ratificados por el Estado.
El Estado ejerce soberanía y jurisdicción sobre el espacio aéreo que cubre su territorio y
el mar adyacente hasta el límite de las doscientas millas, sin perjuicio de las libertades
de comunicación internacional, de conformidad con la ley y con los tratados ratificados
por el Estado.

1. Introducción
Cuando pasó el ser humano de homo vagus a homo manens, se percató que requería de un
asiento terrestre para mantenerse y conservarse. Este espacio, con el paso del tiempo, se ha
llegado a convertir en la conditio sine qua non para la formación del Estado 983. En su
configuración actual, son tres los factores que han posibilitado definir la naturaleza del territorio
nacional y su delirnitación984, razón que impulsa al intérprete constitucional a concretar qué
elementos lo componen (acápite 3), no sin dejar de observar cómo se ejerce su soberanía y
jurisdicción (acápite 2) y la forma en que esta se salvaguarda (acápite 4).

2. La trascendencia del territorio en el Estado


El Estado, en tanto sujeto y soporte de la convivencia social, aparece como personificación
jurídica de la nación, de aquel grupo de seres humanos con una ascendencia superior a las
voluntades individuales. La autoridad con la que el Estado interviene y con la que se
desenvuelve requiere ser independiente de cualquier influjo superior o concurrente en cuanto a
las relaciones que regula. Este poder es el que se conoce como soberanía, concepto
proveniente del latín superanitas-más exactamente del francés souveraineté- que implica un
poder de mando para definir y reconducir la voluntad de la nación. Para Kelsen, la soberanía
asoma como la capacidad de existencia de un orden supremo que cuenta con un carácter
básico de autodeterminación y cuya vigencia no es derivable de ninguna otra fuerza. Como
consecuencia lógica de lo expresado, al territorio nacional se le debe reconocer como el
substratum material, espacio o área física en la que el Estado despliega su hegemonía, y la
base sobre la cual se asienta una nación. En él, un pueblo se desarrolla y logra su
identificación. Sin territorio no hay Estado; lo requiere para poder ejercer su soberanía.

La noción de soberanía se encuentra en correlación con la propuesta de Jellinek respecto a la


jurisdicción territorial, tanto así que, en nuestra Constitución, cuando se desarrollan los temas
de mar y aire se proclaman conjuntamente. La jurisdictione va ligada normalmente al imperium
(facultad de mandar y de usar de la coacción y coerción) y se presenta cuando la solución de
los conflictos requiere de la intervención del poder público y demanda la aplicación de las
disposiciones normativas a casos concretos. Hoy en día, no es exacto señalar que el Estado se
impone plenamente sobre todo el territorio, y puede disponer de él con libertad. El Estado no
ejercerá soberanía en todo el territorio, pero sí ostentará su jurisdicción sobre su completa
extensión.

Respecto a la soberanía, los dos ámbitos que incluye están fundamentados exclusivamente en
el territorio. Internamente, el Estado tiene la facultad de ordenar y regir a todos los que residan
en él, y se requiere de una "ordenación" del territorio, tema que será profundizado a
continuación. Externamente, representa la nación y la personifica en sus relaciones con los
otros Estados, siendo necesaria realizar la "demarcación" del territorio, cuestión a la cual
regresaré más adelante.

La correspondencia territorio-soberania interna se define como el proceder en que la


autonomía positiva del Estado es ejercida. El ser humano ha distribuido su territorio desde el
mismo momento en que ha tenido capacidad mínima de intervención organizada en su entorno
inmediato; esta acción goza de un fuerte componente de contenido económico, al exhibirse
este como el motor y condicionante de sus actividades. La ordenación está referida a dirigir y
establecer un orden de prioridades en el uso del territorio correspondiente a un país para
obtener un fin deseado, concepto traducido en el ámbito legal como el proceso técnico-
geográfico mediante el cual se efectúa la organización a partir de la definición y delimitación de
las circunscripciones político-administrativas en el ámbito nacional.

Teóricamente, el cometido distributivo, basado en una visión geopolítica, debe presentarse por
encima de las conveniencias más o menos legítimas de los particulares, por lo que
necesariamente debe corresponder a una función estatal, derivada del orden público 987. En el
caso nacional, tras una intervención gubernamental988, la demarcación nacional debe ser
realizada por el Congreso989. El territorio se convierte, por tanto, en una zona de integración
nacional a través de diversas causas o circunstancias que actúan sobre las comunidades
humanas en él asentadas. Con relación a la funcionalidad del territorio y sobre la base que nos
proporciona, algunos cometidos estatales pueden ser ejercidos, a la vez que ciertas
prohibiciones suelen ser impuestas. Políticamente, dentro del territorio debe plasmarse el
gobierno del países; económicamente, desde él se utilizarán de manera adecuada los recursos
naturales; y, jurídicamente, en él los derechos fundamentales deben ser
ejercidos.

3. Configuración del territorio nacional


Con 1 285216 km2, el Perú es el tercer país de mayor extensión en América del Sur, y entre
los treinta más amplios del planeta. Posee además doscientas millas marinas y derechos
territoriales sobre una superficie de sesenta millones de hectáreas en la Antártida. En toda su
amplitud, nuestro país posee cuatro elementos característicos que merecen tratamiento
particular993: el suelo, el dominio marítimo, el subsuelo y el espacio aéreo. Los dos primeros
aparecen de un corte horizontal del territorio; los otros dos, de uno vertical.

Comenzaré con el estudio del elemento característico y esencial del territorio. Configurado
ahora como el "estatuto jurídico de la propiedad del suelo", en tanto su dimensión es inmanente
e irreductible, abarca la superficie de la corteza terrestre, con los accidentes geomorfológicos
en ella contenidos. Su distribución se sustenta en criterios geográficos, políticos o
administrativos: condicionadas por la Cordillera de los Andes, la Costa, la Sierra y la Selva
aparecen como las típicas regiones naturales del Perú; como parte de la organización política,
bajo un criterio de uniformidad subyace la extensión circunscrita de los gobiernos regionales y
municipales en conjunción con el nacional995; administrativamente hablando996, el Perú de hoy
cuenta con 24 departamentos y una provincia constitucional997, 194 provincias, 1 828 distritos y
69 951 centros poblados.

De otro lado, una situación sui géneris del suelo se encuentra en los territorios antártico s,
respecto de los cuales, ya desde hace varios años, se ha venido declarando que el Estado, al
encontrarse vinculado por costas que se proyectan hacia ella, así como por factores ecológicos
y antecedentes históricos, debe propiciar su conservación y la construcción de una zona
armónica dedicada a la investigación científica998. Para concretar tal fin, el Perú tuvo que
suscribir el Tratado de la Antártida999, el cual reconoce la utilización pacífica de tales territorios,
y posibilita que en la actualidad se ejecute la Política Nacional en la Antártida con el propósito
de fortalecer nuestra presencia activa y permanente en ella1000.
El tema más peliagudo con relación al territorio está referido al dominio marítimo uninacional. El
"Mar de Grau"1001 demanda la preservación1002, aparte de lo que el propio mar circunscribe -
como pueden las áreas insulares1003, del espacio aéreo, lecho y sub suelo. A partir del año
1947, y con el fin de proteger, conservar y reglamentar el uso de sus recursos naturales
existentes, el Perú se constituyó en uno de los países pioneros en la denominada "tesis de las
200 millas"1004, a través de la cual se ha declarado la vigilancia y resguardo de un mar contiguo
a sus líneas de base por dicha distancia. Para la mejor defensa de sus intereses, frente a la
tendencia universal de establecer un mar territorial de hasta doce millas1005, conjuntamente con
Chile, Colombia y Ecuador, constituimos la Comisión Permanente del Pacífico Sur - CPPS,
para que este organismo regional marítimo refleje una alianza y opción estratégica, política y
operativa de la Cuenca del Pacífico1006. Pese a la posición oficial, el condominio marítimo
multinacional llamado "zona económicamente exclusiva" previsto en la Convención de las
Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar1007, no debe tomarse como incongruente con la
postulación constitucional mostrada, al no afectarse ningún interés de Defensa Nacional, pues
la protección de los recursos naturales y jurisdicción se mantendrán incólumes. En tal sentido,
se debe considerar que el Estado tiene completo dominio sobre las primeras doce millas, pero
sobre las siguientes ciento ochentiocho, solo capacidad exclusiva de ejercicios de derechos
soberanos, básicamente de índole económica.

Entrando a un examen del territorio desde el punto de vista vertical, se ha de presentar al


subsuelo y al aire. Con respecto al primero de ellos, se señala que al proyectarse hacia el
centro del planeta, aparece como una forma cónica formada con el vértice del globo terráqueo.
El reconocimiento de la parte inferior del suelo y/del lecho marino se exhibe como intrínseca a
la naturaleza del territorio, puesto que seria imposible materialmente hablando reconocer los
elementos antes estudiados sin tener en cuenta la base sobre la cual se asientan. Su
importancia es capital con relación a los recursos en ella contenidos, sobre todo si se observa
en el ámbito económico1008.

Por último, el territorio también incluye el aire1009. Este elemento se respalda en el principio
incontestable del Cifius est solum e Jus est usques ad coalium, y no debe ser confundido con d
espacio cósmico (este pertenece a la humanidad)1010, al estar su cobertura restringida a la zona
de características atmosféricas1011. Cubre el suelo y el mar adyacente, siendo su protección
completa y exclusiva1012. El desarrollo del espectro aéreo del país se ha centralizado tanto en la
posibilidad de tránsito en su esfera1013 -entendido como derecho al paso inocente y pacífico1014-,
como en la conservación de la integridad territorial.

4. Integridad territorial
En la teoría constitucional y desde un ámbito subjetivo, el Estado puede ser observado como
un ente con una identidad similar a la de persona. Aparte de su contenido físico, el cual se
condice directamente con el territorio, el Estado posee una característica moral propia,
reconociéndosele diversas unidades de mismidad. Y bien se permite su desarrollo y promoción
(ejercicio positivo), también es lógico reconocer que su intangibilidad es componente
característico de su realidad (ejercicio negativo). Solo se estará ejerciendo la soberanía y
jurisdicción sobre el territorio terrestre, marítimo, subterráneo y aéreo si este se exhibe como
inalienable e inviolable. El Perú es independiente y autónomo, libre de cualquier tipo de
autoridad extraña a su potestas. Como condición de la estabilidad de los países, todos los
factores alcanzados por el poder estatal deben ser amparados, al convertirse en trascendentes
para fines de sanidad, recursos, defensa, y fomento de intereses culturales y materiales.

Esta gestión estatal solo será posible con el reconocimiento de la inviolabilidad e inalienabilidad
del territorio. Por más que a partir de una visión no literal, y consistente constitucionalmente, el
primero subsuma con facilidad al segundo, ambos términos han debido ser diferenciados. Que
sea inalienable significa que no es propiedad de Estado foráneo alguno ni que es imposible su
enajenación, según un principio de no- injerencia ni intervención. Que sea inviolable significa
que no puede ser materia de amenaza externa, e involucra todo tipo de control de las fuerzas
de otros países por parte del nuestro, con una consecuente búsqueda de paz.

Por evitar problemas limítrofes, el estatus de las fronteras deben ser concretadas, por lo que
frente a tal situación, la acción estatal debe ser bidireccional: Protegiéndolas 1019 y
promocionándolas1020. Retomando lo que se entiende por soberanía externa -revisar, supra-, es
decir, respecto a la demarcación del territorio, se puede afirmar que es necesario definir con
claridad cuáles son los límites que tiene el Perú con relación al resto de países de la región,
convirtiéndose el territorio, según Hauriou, en el límite geopolítico de la autoridad del propio
Estado. La demarcación requiere de tratados con los respectivos países aprobados a través de
un procedimiento especial1021. Por eso, contamos con acuerdos internacionales1022 con los
países de Bolivia1023, de Brasil1024, de Chile1025, de Colombia1026 y de Ecuador1027.

Por tanto, como fundamento material indispensable del Estado, la indivisibilidad del territorio se
erige como su distintiva forma de custodia y deferencia, al señalarse que cualquier tipo de
segmentación o afectación a su superficie menoscabaría la esencia y personalidad misma del
Estado. La soberanía territorial transita como un anticuerpo protector frente a agresiones
exógenas, y se exterioriza como un mecanismo potencial para defenderse de estratagemas
y sorpresas, entiéndase como válido broqucl en el que se refugian los países para reclamar el
reconocimiento de su autonomía o aminorar su dependencia económica, cultural, tecnológica y
política. En la práctica, ningún país puede dejar de demandar firmemente el respeto a su
soberanía cuando ve afectados sus intereses, proscribiéndose todo pacto que se oponga a su
integridad1028.

Sin embargo, parece contradictorio es que de un lado aún confluyan intereses nacionalistas y
fragmentadores en los países, y de otro, cada vez se empuje con mayor fuerza la globalización
y la unificación territorial. Pero por más sólida que aparezca la salvaguardia del territorio, esta
posee límites constitucionales. En primer lugar, se podrá permitir que las tropas extranjeras
ingresen siempre que cuenten con autorización previa1029, que las oficinas diplomáticas
establecidas en otro país merezcan reconocimiento sobre la base del Derecho Internacional1030
y que los Estados adquieran terrenos en uno ajeno1031. En segundo lugar, la soberanía y la
jurisdicción, relacionándolas con el dominio marítimo y el espacio aéreo, deben ser ejercidas
sin afectar las libertades de comunicación internacional. No hay que olvidar que al haberse
vuelto las relaciones internacionales instantáneas y mundiales (la economía mundial opera de
manera simultánea en todos los continentes) no pueden ser obstruidas las comunicaciones y
las redes u ondas transmitidas a través de antenas, satélites o nuevas tecnologías que facilitan
el funcionamiento de los medios de comunicación, sobre todo, televisión, telefonía celular e
internet1032.
El Estado peruano como Estado social y democrático de Derecho

Artículo 43
La República del Perú es democrática, social, independiente y soberana.
El Estado es uno e indivisible.
Su gobierno es unitario, representativo y descentralizado, y se organiza según
el principio de la separación de poderes.

1. Introducción
El Estado peruano, de conformidad con lo establecido en la Constitución de 1993, presenta las
características básicas de Estado social y democrático de Derecho.
Ello se concluye de un análisis conjunto de los artículos 3 y 43 de la Ley Fundamental.
Asimismo, se sustenta en los principios esenciales de libertad, seguridad, propiedad privada,
soberanía popular, separación de las funciones supremas del Estado y reconocimiento de los
derechos fundamentales. Principios de los que se deriva la igualdad ante la ley y el necesario
reconocimiento de que el desarrollo del país se realiza en el marco de una economía social de
mercado.

2. Fundamentos ideopolíticos del Estado social y democrático de Derecho


El Estado social y democrático de Derecho no obvia los principios y derechos básicos del
Estado de Derecho, tales como la libertad, la seguridad, la propiedad privada y la igualdad ante
la ley. Antes bien, pretende conseguir su mayor efectividad, dotándolos de una base y un
contenido material, a partir del supuesto de que individuo y sociedad no son categorías
aisladas y contradictorias, sino dos términos en implicación recíproca. Así, no hay posibilidad
de materializar la libertad si su establecimiento y garantías formales no van acompañados de
unas condiciones existenciales mínimas que hagan posible su ejercicio real (GARCÍA PELAYO,
p. 26), lo que supone la existencia de un conjunto de principios que instrumentalicen las
instituciones políticas, fundamenten el sistema jurídico del Estado y sustenten sus funciones.
Ahora bien, siendo la dignidad humana el presupuesto de todos los derechos fundamentales,
su reconocimiento es una condición para el ejercicio de la libertad, entendida como aquella
condición humana según la cual ninguna persona se halla sujeta a coacción derivada de la
voluntad arbitraria de los demás (HAYEK EA., p. 26).

La seguridad jurídica y la igualdad ante la ley, a su vez, son condiciones necesarias para el
funcionamiento del Estado social y democrático de Derecho, y se configuran en un marco de
condiciones vitales mínimas y de una posición estadual vigilante a través de órganos
autónomos y transparentes que promuevan el desarrollo del país, en un marco de libre
competencia e, igualmente, velen por el respeto de la dignidad de las personas.

3. Aspectos teleológicos del Estado social y democrático de Derecho


El Estado social y democrático de Derecho, como alternativa política frente al Estado liberal,
asume los fundamentos de este, pero además le imprime funciones de carácter social.
Pretende que los principios que lo sustentan y justifican tengan una base y un contenido
material. Y es que la libertad reclama condiciones materiales mínimas para hacer factible su
ejercicio. Por ejemplo, la propiedad privada no solo debe ser inviolable, sino que debe
ejercerse en armonía con el bien común, y dentro de los límites de la ley.

La seguridad e igualdad jurídicas requieren de una estructura económica adecuada que haga
posible estos principios. La configuración del Estado social y democrático de Derecho requiere
de dos aspectos básicos: la existencia de condiciones materiales para alcanzar sus
presupuestos, lo que exige una relación directa con las posibilidades reales y objetivas del
Estado y con una participación activa de los ciudadanos en el quehacer estatal; y la
identificación del Estado con los fines de su contenido social, de forma tal que pueda evaluar,
con criterio prudente, tanto los contextos que justifiquen su accionar como su abstención,
evitando tornarse en obstáculo para el desarrollo social.

La exégesis del régimen económico constitucional, a la luz del principio del Estado social y
democrático de Derecho (artículo 43 de la Constitución), que encuentra en el bien común (que
es idéntico al interés de la sociedad) su ratio fundamental, bien puede ser traducida en la
expresión contenida en la Encíclica Maler el magistra, según la cual: "En materia económica es
indispensable que toda actividad sea regida por la justicia y la caridad como leyes supremas
del orden social. (u.). (Es necesario establecer) un orden jurídico, tanto nacional como
internacional, que, bajo el influjo rector de la justicia social y por medio de un cuadro de
instituciones públicas o privadas, permita a los hombres dedicados a las tareas económicas
armonizar adecuadamente su propio interés particular con el bien común" (Iters. N°s. 39-
40).

4. Supuestos fundamentales de nuestro Estado social y democrático de Derecho

García Pelayo asevera que esta modalidad estadual, históricamente, es el intento de


adaptación del Estado tradicional o Estado Liberal Mínimo a las condiciones sociales de la
civilización industrial y posindustrial, con sus nuevos y complejos problemas, pero también con
sus grandes posibilidades técnicas, económicas y organizativas, en un contexto de respeto a
los derechos fundamentales (GARCÍA PELA YO, p.18).

Las nuevas funciones del Estado moderno tienen que ver con aspectos económicos, sociales,
políticos y jurídicos.

4.1. Supuestos económicos


La economía social de mercado es una condición importante del Estado social y democrático
de Derecho. Por ello debe ser ejercida con responsabilidad social y bajo el presupuesto de los
valores constitucionales de la libertad y la justicia. A tal efecto está caracterizada,
fundamentalmente, por los tres elementos siguientes:

Bienestar social; lo que debe traducirse en empleos productivos, trabajo digno y reparto justo
del ingreso.
Mercado libre; lo que supone, por un lado, el respeto a la propiedad, a la iniciativa privada y a
una libre competencia regida, prima facie, por la oferta y la demanda en el mercado; y, por otro,
el combate a los oligopolios y monopolios.
Un Estado subsidiario y solidario, de manera tal que las acciones estatales directas aparezcan
como auxiliares, complementarias y temporales.
En suma, se trata de una economía que busque garantizar que la productividad individual sea,
por contrapartida, sinónimo de progreso social.

4.2. Supuestos sociales


Se trata del Estado de la integración social, dado que se busca conciliar los intereses de la
sociedad, desterrando los antagonismos clasistas del sistema industrial. Al respecto, García
Pelayo sostiene que la unidad entre el Estado social y la comunidad nacional hace posible otra
característica de dicho tipo de Estado, a saber, su capacidad para producir la integración de la
sociedad nacional, o sea, el proceso constante, renovado, de conversión de una pluralidad en
una unidad, sin perjuicio de la capacidad de autodeterminación de las partes (GARCÍA PELA
YO, p. 45).

4.3. Supuestos políticos


El Estado social y democrático de Derecho posibilita la integración y democratización del
Estado, así como la unificación de la sociedad. La democracia, por ello, constituye un elemento
imprescindible del Estado.

Desde esta perspectiva, la democracia ostenta una función dual: método de organización
política del Estado, es decir, método de elección y nombramiento de sus operadores, y
mecanismo para conseguir el principio de igualdad en el ámbito social. Así, el principio
democrático no solo garantiza una serie de libertades políticas, sino que transita e informa todo
el ordenamiento jurídicopolítico, desde el ejercicio de las libertades políticas, pasando por la
libertad de elección propia del libre desarrollo de la personalidad, hasta llegar, incluso, al seno
mismo del núcleo duro de todos y cada uno de los derechos fundamentales. De modo que, aun
cuando nuestra Constitución no lo establezca expresamente, el hecho de que exista una
remisión al Estado democrático de Derecho como una fuente de interpretación y también de
identificación de los derechos fundamentales de la persona (artículo 3 de la Constitución), hace
del principio democrático uno que trasciende su connotación primigeniamente política, para
extenderse a todo ámbito de la vida en comunidad. De este forma, nuestra Carta Fundamental
lleva implícito el reconocimiento de una democracia económica, social y cultural.

La vigencia de los principios democráticos asume vital importancia, dado que la satisfacción
razonable de las condiciones de existencia de la persona determina y condiciona la voluntad
legítima de la nación sobre el sistema estadual, consiguiéndose la estabilidad del Estado en
todos sus elementos, y alcanzándose las metas propuestas en el modelo social.

La historia de la humanidad demuestra que el Estado no puede agotarse en sus funciones


jurisdiccionales, de policía y de defensa del territorio; asimismo, que no puede limitar su
actividad solo a garantizar la seguridad interior y exterior del país. El Estado debe ser el ente
integrador del orden político y social, y el regulador de la estructura social, que asegure el
ejercicio de los derechos fundamentales de las personas.

4.4. Supuestos jurídicos


En el Estado social y democrático de Derecho, el fenómeno jurídico no puede ser concebido
como una regulación de características estrictamente formales, sino como una de
connotaciones sociales. El sistema jurídico derivado de esta modalidad estadual trasciende la
regulación formal, y apareja la exigencia de que sus contenidos axiológicos se plasmen en la
vida cotidiana.

Dicha concepción presupone los valores de justicia social y de dignidad humana, los cuales
propenden la realización material de la persona; esto es, el libre desenvolvimiento de la
personalidad y el despliegue más acabado de las potencialidades humanas sobre la base del
principio de libertad.

5. Dignidad de la persona humana


Esta se encuentra consagrada en el artículo 1 d J Texto Constitucional, cuyo tenor es que la
dignidad de la persona humana es el valor superior dentro del ordenamiento y, como tal,
presupuesto ontológico de todos los derechos fundamentales, incluyendo, desde luego,
aquellos de contenido económico. De este modo, no serán constitucionalmente adecuadas la
explicación y solución de la problemática económica desde una perspectiva alejada de la
dignidad humana, pues la persona no puede ser un medio para alcanzar una economía estable
sino, por el contrario, debe ser la que auspicie la consecución de un fin superior para el Estado
y la sociedad; a saber, la consolidación de la dignidad del hombre.

6. Igualdad
El orden constitucional económico debe ser interpretado también a la luz del principio de
igualdad, reconocido en el inciso 2) del artículo 2 de la Constitución.
Sobre el particular, en el Caso Colegio de Notarios de Lima (Exps. Acums. N° 00012003-AI/TC
y N° 0003-2002-AI/TC), el Tribunal Constitucional precisó que: "(…) el principio de igualdad en
el Estado Constitucional, exige del legislador una vinculación negativa o abstencionista y otra
positiva o interventora (…)"

'''(…) La vinculación negativa podrá elucidarse desde la ya consolidada jurisprudencia de este


Colegiado, cuya sucinta expresión es 'tratar igual a los que son iguales' y 'distinto a los que son
distintos', de forma tal que la ley, como regla general, tenga una vocación necesaria por la
generalidad y la abstracci6n, quedando proscrita la posibilidad de que el Estado, a través del
legislador, pueda ser generador de factores discriminatorios de cualquier índole. Empero,
emprender la interpretación del derecho a la igualdad desde un criterio decimonónico,
supondría reducir la protección constitucional del principio de igualdad a un contenido
meramente formal, razón por la cual es deber de este Colegiado, de los poderes públicos y de
la colectividad en general, dotar de sustancia al principio de igualdad reconocido en la
Constitución".

Debe reconocerse también una vinculación positiva del legislador con los derechos
fundamentales, de forma tal que los poderes públicos sean capaces de revertir las condiciones
de desigualdad o, lo que es lo mismo, reponer las condiciones de igualdad que pudieran
estarse manifestando en la realidad social, a contracorriente de las aspiraciones
constitucionales. Dicho juicio, desde luego, es aplicable también al ámbito económico, en el
que, por mandato expreso de la Norma Fundamental, el Estado tiene la obligación de adoptar
las medidas orientadas a brindar oportunidades de superación a los sectores que sufren
cualquier desigualdad (artículo 59).
Artículo 58

IV. Economía social de mercado

16. En el orden que sigue el artículo 58, la segunda regla que aparece es la referida a la
economía social de mercado, vinculándola, desde luego, a la iniciativa privada. La presencia de
esta regla en la Constitución sugiere varias preguntas. La primera de ellas es qué debe
entenderse por economía social de mercado, la segunda es por qué el constituyente ha
escogido este sistema económico, y qué tan vinculante es esta norma. De estos temas vamos
a ocupamos ahora.

17. En el Perú existe casi unanimidad en cuanto al hecho de que la actividad económica del
país debe desarrollarse en una economía social de mercado. El problema es que no existe la
misma unanimidad respecto de lo que debe entenderse por este sistema económico. Desde
que la economía social de mercado apareció constitucionalmente en nuestro país, esto es con
la Constitución de 1979 (artículo 115) han transcurrido 25 años y han pasado casi cinco
gobiernos: Fernando Belaunde Terry (1980-1985), Alan García Pérez (1985-1990), Alberto
Fujimori (1990-2000), Valentín Paniagua Corazao (2000-2001), Alejandro Toledo Manrique
(2001-2006), todos ellos aplicaron políticas económicas distintas, y todos también se
reclamaron seguidores de una economía social de mercado. No obstante, con más o menos
diferencias, en ninguno de estos gobiernos hubo una auténtica economía social de mercado, ni
un pleno respeto de las libertades económicas; la pobreza en el país continuó, y ninguno de
estos gobiernos alcanzó niveles de bienestar y desarrollo aceptables para las grandes
mayorías. Un cuarto de siglo después continuamos siendo una sociedad pobre.

Definición de economía social de mercado


18. Pero vayamos en orden, desentrañemos primero lo que encierra el concepto. Una
economía social de mercado parte de dos convicciones; por un lado, la creencia de que el
mercado es el mejor invento para el desarrollo y funcionamiento de la economía; la segunda,
referida a que si bien el mercado puede ordenar la economía, no crea necesariamente justicia.
Una economía totalmente libre sin límite alguno, creará más desigualdades y agudizará las
existentes, generará centros de poder económico que muy pronto falsearán la competencia y
harán de las libertades económicas de las más débiles meras declaraciones legales. De ahí
que una economía social de mercado postule que en situaciones de desigualdad el Estado
deberá regular la libertad de mercado.

Sin embargo, si bien hay un relativo consenso respecto a la necesidad de limitar la libertad de
mercado, no existe la misma unanimidad en relación a cómo deben operar estas limitaciones
en una economía social de mercado. El problema reside en que para que este sistema
funcione debe combinarse eficiencia con justicia social, un equilibrio esquivo, difícil de alcanzar.
El sistema busca que el mercado funcione sin distorsiones y sin actores económicos con un
poder que haga imposible el libre juego, y permita que todas las personas puedan tomar
libremente sus decisiones económicas. No obstante, en muchas
ocasiones el propio Estado puede llegar a ser un agente distorsionador del mercado; de ahí la
limitación que la Constitución le impone al Estado en cuanto a su accionar económico.
19. En resumen, mercado eficiente y sociedad justa es lo que persigue una economía social de
mercado. Pero este equilibrio no es fácil, exige la participación del Estado pero de manera
restringida, estableciendo las reglas de juego de acuerdo a las cuales operará el mercado y los
agentes económicos, reglas que no podrán exceder los límites impuestos por la propia
Constitución ni violar las libertades económicas que en ella se consagran. En este sentido, la
iniciativa privada y la libertad de mercado que la Carta Fundamental regula no son ni pueden
ser meramente formales, el Estado deberá crear las condiciones para su pleno ejercicio. Sin
embargo, la Constitución también impone que el conjunto de las libertades económicas que
implica el libre ejercicio de la iniciativa privada, se ejerzan en armonía con los intereses
sociales. No hay que olvidar, como ya se dijo, que la Constitución es una norma de equilibrio, y
en el plano económico el equilibrio ha de darse entre libertad de mercado e interés general.

20. Ahora bien, tal como sostiene Pfaller: "el concepto de economía social de mercado
reconoce explícitamente que ni siquiera un mercado altamente eficiente satisface todas las
necesidades de una sociedad. Es por ello que no solo le atribuye al Estado el derecho, sino
incluso la obligación de intervenir activamente dondequiera que se produzca un menoscabo de
intereses sociales legítimos. Esta obligación de intervenir abarca tres aspectos: restricción de la
libertad del mercado, compensación de fallas del mercado, corrección de resultados generados
por el mercado".

Probablemente la aportación más destacada que los padres de la economía social de mercado
hicieron al pensamiento político-económico, consiste en la clara delimitación que marcaron
entre la economía de mercado como conjunto de instrumentos organizados por un lado, y el
objetivo de una sociedad "justa", concebida de manera independiente de aquel. De modo
expreso, no dejaron librada enteramente a los mecanismos del mercado la distribución del
bienestar social. Por el contrario, impusieron la vigilancia permanente y eventualmente, la
corrección de los efectos distributivos del mercado con miras a alcanzar mejor el objetivo
distributivo del mercado.

Precisamente aquí se halla la idea central de la economía social de mercado, la participación


del Estado en la economía solo se dará para contribuir a cumplir con el objetivo distributivo en
el mercado. Esta debe ser su medida y limite, no sustituye al mercado, solo colabora con él.
Según las ideas de los padres de la economía social de mercado, en lo esencial el propio
mercado eficiente debía asegurar una distribución aceptable. La competencia tenía la función
de "socializar" utilidades excesivas en beneficio de la gran masa de consumidores. Por lo tanto,
el mercado era considerado como una fuerza igualadora y no polatizadora. La fuente más
importante de una creciente desigualdad se detectó más bien en la concentración de
patrimonio. Por tal razón, el modelo le asigna al Estado la tarea de procurar una distribución lo
más amplia posible del patrimonio.

21. Así, un sistema de economía social de mercado marca pautas claras a la actuación del
Estado; en primer término renuncia a competir con los particulares en la actividad económica,
absteniéndose de la creación y gestión de empresas públicas; igualmente se abstiene, en
principio de participar en la formación de los precios; no obstante, asume la protección de los
actores más débiles del mercado (consumidores); por último, se constituye en el garante de
la seguridad económica de todos los ciudadanos. Todo lo cual no debe llevamos a confundir el
rol del Estado, este no busca el bienestar de todos los ciudadanos, sino garantiza que todos
pueden alcanzar dicho bienestar. No es su función crear riqueza, sino facilitar que los
particulares la generen, y que lo hagan a través del mercado. Su rol consiste en tutelar que el
mercado funcione, y que cumpla su función de distribución.

Sin embargo, por más que el Estado deje que la economía se organice a través del mercado,
siempre su participación en ella se dará de una manera múltiple, pero igualmente importante
(regulaciones, impuestos, protección, incentivos, compras, subsidios, etc.), de ahí la necesidad
de que su actuación sea coherente y consistente en el tiempo, una actuación desordenada, con
ausencia de principios rectores perturbará el comportamiento de los
particulares en el mercado, y hará muy difícil el planeamiento empresarial y más onerosas las
inversiones.

22. Un tema en el que conviene insistir es que si bien en la economía social de mercado, el
ordenamiento jurídico consagra libertades económicas que se deberán respetar, esto no es
suficiente, pues la convivencia de tales libertades con abismos sociales y desigualdades
económicas solo terminaría por hacer inviable el sistema.
Nuestro ordenamiento constitucional consagra la economía social de mercado, porque en su
vértice se halla el respeto y protección de la dignidad de la persona, y no es posible hablar de
dignidad sin un mínimo de bienestar económico que el Estado debe garantizar. El hombre
económico es solo una realidad parcial. La libertad invocada para la formación de la voluntad
democrática no puede ser falseada por los procesos de poder económico, ya que la sociedad
abierta no es "un juego de ganancia económica". No se puede canjear el poder del Estado por
el poder de los grupos económicos. Una teoría constitucional del mercado debe tener como
premisa la dignidad de la persona, orientándose a la justicia y al interés general, sin caer presa
del economicismo.

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