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2. Es importante conocer previamente lo que "es" la persona humana para saber, luego, qué es
lo que la sociedad y el Estado están obligados a defender, a proteger. La persona humana o
ser humano es, en síntesis y a la altura de nuestro tiempo, una "unidad psicosomática
constituida y sustentada en su libertad". El ente "persona humana" tiene, así una estructura
dentro de la cual se puede distinguir el soma - cuerpo en sentido estricto- y la psique.
Se trata de una "unidad" por cuanto todo lo que afecta al cuerpo en sentido estricto repercute,
de alguna manera y magnitud, en la psique y, viceversa, todo lo que afecta a la psique
repercute en el soma o cuerpo. La mencionada "unidad psicosomática" se constituye y se
sustenta en su libertad. La libertad es, por ello, el ser de la persona humana.
Es esta la calidad ontológica que distingue a la persona humana de los demás entes del
universo, los mismos que carecen de libertad. Si bien la persona humana es parte de la
naturaleza en cuanto pertenece a la especie de los por ser libertad es, además, un ente
espiritual capaz de conocer y vivenciar valores, presididos por el valor supremo del amor en
todas sus dimensiones y manifestaciones. La vida del ser humano es la vida de su libertad.
La libertad es lo que permite al ser humano constituirse como un ser dotado de una dimensión
espiritual. Ser libre significa tener permanentemente que elegir, que proyectar y para elegir hay
que preferir entre las múltiples opciones con que se cuenta para vivir la vida, es decir, para
determinar el destino personal, para decidir sobre el singular "proyecto de vida". Pero, para
preferir, la persona debe valorar cada una de las opciones con las que cuenta a fin de decidirse
por alguna de ellas para proyectar su vida. El ser humano es el único ente estimativo, es decir,
el que posee la capacidad de vivenciar valores. Los valores son "en" y "para" la vida del
hombre y, como está dicho, a través de ellos se ingresa al mundo del espíritu, que es privativo
del ser humano. El significado preponderante del concepto "persona" que se atribuye al ser
humano es, precisamente, el que se constituye como el único animal mamífero que es
"espiritual" por cuanto es un ser libertad. Es esta calidad ontológica la que lo hace único,
singular, irrepetible, idéntico a sí mismo, estimativa, proyectivo, no estandarizado, responsable.
La descripción de la persona humana, aparte de su constitución como un ser libertad,
comprende tanto su dimensión coexistencial4 o social como su inherente temporalidad.
Por ello, cuando constitucionalmente se enuncia que la defensa de la persona humana es el fin
supremo de la sociedad y del Estado, se debe considerar a la persona humana tal como ella
es, como una unidad psicosomática constituida y sustentada en su libertad, por lo que no se
puede prescindir de la protección de cualquier aspecto de dicha unidad ni del "proyecto de
vida" que es, como se ha apuntado, la concreción fenoménica de su libertad ontológica.
Es de advertir que, tradicionalmente, el Derecho se ha preocupado preponderantemente por la
protección de la unidad psicosomática del ser humano, con ostensible y criticable descuido de
la protección de su libertad fenoménica, de su "proyecto de vida". Ello no obstante que en este
se juega el destino mismo de cada ser humano, el sentido y la razón de su existencia.
Felizmente, en lo que concierne a la protección integral de la persona humana, la doctrina, en
las dos últimas décadas, ha elaborado una nueva teoría que es la del "daño al proyecto de
vida", la misma que, dentro de la genérica referida al "daño a la persona", ha mostrado la
importancia que tiene para el ser humano la protección de su libertad hecha acto o conducta.
Acto o conducta que responde a una decisión personal desde que el ser humano es un ser
libertad. Esta creación doctrinaria tiende a ingresar a los códigos civiles. Ejemplo de ello es el
artículo 1985 del Código Civil peruano de 1984 en el que se hace referencia al "daño a la
persona" y, dentro de él, al denominado "daño al proyecto de vida" .
La jurisprudencia, en cuanto Derecho vivo, ha empezado también a tener en consideración, por
su trascendencia en cuanto a la realización integral de la persona, la reparación del "daño al
proyecto de vida". Se conocen en este sentido, por ejemplo, algunas sentencias emanadas de
los tribunales de Argentina y Perú, las mismas que abren el correcto camino para la defensa y
protección de la esfera espiritual de la persona humana, la misma que se sustenta en su
libertad ontológica. Pero el impulso más vigoroso en lo que atañe a la reparación del "daño al
proyecto de vida" proviene de paradigmáticas sentencias dictadas por la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, en especial en los casos peruanos "María Elena Loayza Tamayo" y
''Alberto Cantoral Benavides".
Como se advierte, es más precisa la redacción del articulo 1 de la Constitución de 1979 que la
del mismo numeral de la Constitución de 1993, que al expresar que el fin supremo no es, en
sentido estricto, "la defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad" -como lo enuncia
este último numeral- sino la persona humana considerada en sí misma. Este enunciado, como
consecuencia, obliga a la sociedad y al Estado a "respetarla y protegerla". Por lo expuesto,
resultaría aconsejable que, en el Anteproyecto de Ley de Reforma Constitucional que de
conformidad con la Ley N° 27600 viene elaborando el Congreso de la República, se incluya
como articulo 1 el texto de la Constitución de 1979. Lo consideramos imprescindible pues en él
se encuentra la clave para la interpretación de la propia Constitución y del ordenamiento
jurídico en general.
Artículo 45
Origen y ejercicio del poder estatal
El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las
limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen.
Ninguna persona, organización, Fuerza Armada, Policía Nacional o sector de la
población puede arrogar se el ejercicio de ese poder. Hacerlo constituye
rebelión o sedición.
La primera parte de este artículo ratifica la doctrina política y la forma de gobierno adoptada por
el Estado peruano, consagrada además expresamente en el propio Preámbulo y en el artículo
43 de nuestra Constitución.
Dicho precepto enuncia que el poder del Estado deriva del pueblo -su detentador originario- y
que quienes lo ejercen están sometidos a los límites y responsabilidades que establece el
ordenamiento jurídico. Es decir, el artículo 45 corrobora que el Estado peruano es una
República democrática.
Como bien afirma Marcial Rubio, el Perú será una república porque tiene organización basada
en autoridades todas emergentes de la sociedad, sin privilegio alguno de carácter monárquico,
guiado por los principios antedichos; y será democrático porque la manera de asignar el poder
es la de decisión del pueblo a través de elecciones periódicas y con posibilidad de participación
mediante procedimientos de democracia directa.
Ahora, si bien el poder deriva o proviene del pueblo, dicho poder no es ejercido cotidianamente
de manera directa por todos los ciudadanos sino de manera indirecta o por delegación a través
de sus representantes.
Antes bien, las ejercen con el margen razonable de autonomía para cumplir a cabalidad su
función, pero dentro de las propias limitaciones que establece el sistema jurídico, y obviamente,
asumiendo la responsabilidad -previamente tipificada en la Constitución y las leyes- por los
actos indebidos que estos cometan.
De otro lado, la segunda parte del artículo 45 de nuestra Constitución condena las acciones
desplegadas por terceros que atenten o pretenden apropiarse ilegítimamente del poder, el cual
solo corresponde al pueblo a través de los representantes que este libremente elige.
De conformidad con lo señalado por Luis A. Bramont Arias, la noción de delito político ha sido
establecida de conformidad con los criterios que han servido para distinguidos del delito
común: objetivo, subjetivo y mixto. Para el criterio objetivo, el delito político se determina
atendiendo al derecho que lesiona, al bien o interés jurídico lesionado o puesto en peligro. El
criterio subjetivo se basa en el fin que el agente persigue, en su personalidad y en los motivos
de su conducta. El sistema mixto se basa en el bien o interés atacado y en el móvil del autor o
fin que se persigue.
Al respecto, el Código Penal en su Título XVI, denominado Delitos contra los Poderes del
Estado y el Orden Constitucional, Capítulo 1 (Rebelión, sedición y motín), tipifica y reprocha los
delitos políticos de rebelión y sedición.
El delito de rebelión se encuentra tipificado en el artículo 346 del Código Penal: "El que se alza
en armas para variar la forma de gobierno, deponer al gobierno legalmente constituido o
suprimir o modificar el régimen constitucional, será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de diez ni mayor de veinte años y expatriación".
Como se advierte de la simple lectura del artículo antes citado, la rebelión es un delito doloso
que exige el levantamiento en armas para cambiar el régimen constitucional establecido. Este
tipo penal describe tres conductas, el que se alza en armas para: (i) variar la forma de
gobierno; (ii) deponer al gobierno legalmente constituido;
Y, (iii) suprimir o modificar el régimen constitucional.
En el Perú es difícil de olvidar el nombre de Ollanta Humala. Dicho personaje en octubre del
2000, cuando aún poseía el grado de teniente coronel del Ejército Peruano, acompañado de un
grupo de reservistas, se levantó en armas contra el entonces presidente Alberto Fujimori
exigiendo su inmediata renuncia. En aquellos momentos se escucharon críticas y apologías
apasionadas a la conducta desarrollada por Ollanta Humala y los reservistas que lo apoyaron.
Se escucharon voces que consideraban que Ol1anta había hecho ejercicio legítimo de su
derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional. Otros, por el contrario, repudiaron
la conducta de Ollanta y calificaron su conducta como una rebelión o sedición. Lo cierto es que
durante el gobierno de transición del presidente Valentín Paniagua, Ollanta y su hermano
Antauro depusieron sus armas y se entregaron, luego de lo cual fueron finalmente amnistiados.
El delito de sedición está tipificado en el artículo 347 del Código Penal: "El que, sin desconocer
al gobierno legalmente constituido, se alza en armas para impedir que la autoridad ejerza
libremente sus funciones o para evitar el cumplimiento de las leyes o resoluciones o impedir las
elecciones generales, parlamentarias, regionales o locales, será reprimido con pena privativa
de libertad no menor de cinco ni mayor de diez años".
En este caso, tal como señala Marcial Rubio, el agravio no está dirigido directamente contra los
poderes del Estado o contra la Constitución sino contra el ejercicio de la autoridad. Es una
desobediencia activa. También ocurre cuando se pretende sabotear las elecciones que, en
realidad, no son sino el procedimiento democrático para determinar quién ejercerá el poder
legítimamente.
Finalmente, es menester recordar, que tanto en los casos de sedición como de rebelión, el tipo
penal exige que el levantamiento del sujeto activo se produzca con armas.
Artículo 54
El territorio nacional
El territorio del Estado es inalienable e inviolable. Comprende el suelo, el subsuelo, el
dominio marítimo, y el espacio aéreo que los cubre.
El dominio marítimo del Estado comprende el mar adyacente a sus costas, así como su
lecho y subsuelo, hasta la distancia de doscientas millas marinas medidas desde las
líneas de base que establece la ley.
En su dominio marítimo, el Estado ejerce soberanía y jurisdicción, sin perjuicio de las
libertades de comunicación internacional, de acuerdo con la ley y con los tratados
ratificados por el Estado.
El Estado ejerce soberanía y jurisdicción sobre el espacio aéreo que cubre su territorio y
el mar adyacente hasta el límite de las doscientas millas, sin perjuicio de las libertades
de comunicación internacional, de conformidad con la ley y con los tratados ratificados
por el Estado.
1. Introducción
Cuando pasó el ser humano de homo vagus a homo manens, se percató que requería de un
asiento terrestre para mantenerse y conservarse. Este espacio, con el paso del tiempo, se ha
llegado a convertir en la conditio sine qua non para la formación del Estado 983. En su
configuración actual, son tres los factores que han posibilitado definir la naturaleza del territorio
nacional y su delirnitación984, razón que impulsa al intérprete constitucional a concretar qué
elementos lo componen (acápite 3), no sin dejar de observar cómo se ejerce su soberanía y
jurisdicción (acápite 2) y la forma en que esta se salvaguarda (acápite 4).
Respecto a la soberanía, los dos ámbitos que incluye están fundamentados exclusivamente en
el territorio. Internamente, el Estado tiene la facultad de ordenar y regir a todos los que residan
en él, y se requiere de una "ordenación" del territorio, tema que será profundizado a
continuación. Externamente, representa la nación y la personifica en sus relaciones con los
otros Estados, siendo necesaria realizar la "demarcación" del territorio, cuestión a la cual
regresaré más adelante.
Teóricamente, el cometido distributivo, basado en una visión geopolítica, debe presentarse por
encima de las conveniencias más o menos legítimas de los particulares, por lo que
necesariamente debe corresponder a una función estatal, derivada del orden público 987. En el
caso nacional, tras una intervención gubernamental988, la demarcación nacional debe ser
realizada por el Congreso989. El territorio se convierte, por tanto, en una zona de integración
nacional a través de diversas causas o circunstancias que actúan sobre las comunidades
humanas en él asentadas. Con relación a la funcionalidad del territorio y sobre la base que nos
proporciona, algunos cometidos estatales pueden ser ejercidos, a la vez que ciertas
prohibiciones suelen ser impuestas. Políticamente, dentro del territorio debe plasmarse el
gobierno del países; económicamente, desde él se utilizarán de manera adecuada los recursos
naturales; y, jurídicamente, en él los derechos fundamentales deben ser
ejercidos.
Comenzaré con el estudio del elemento característico y esencial del territorio. Configurado
ahora como el "estatuto jurídico de la propiedad del suelo", en tanto su dimensión es inmanente
e irreductible, abarca la superficie de la corteza terrestre, con los accidentes geomorfológicos
en ella contenidos. Su distribución se sustenta en criterios geográficos, políticos o
administrativos: condicionadas por la Cordillera de los Andes, la Costa, la Sierra y la Selva
aparecen como las típicas regiones naturales del Perú; como parte de la organización política,
bajo un criterio de uniformidad subyace la extensión circunscrita de los gobiernos regionales y
municipales en conjunción con el nacional995; administrativamente hablando996, el Perú de hoy
cuenta con 24 departamentos y una provincia constitucional997, 194 provincias, 1 828 distritos y
69 951 centros poblados.
De otro lado, una situación sui géneris del suelo se encuentra en los territorios antártico s,
respecto de los cuales, ya desde hace varios años, se ha venido declarando que el Estado, al
encontrarse vinculado por costas que se proyectan hacia ella, así como por factores ecológicos
y antecedentes históricos, debe propiciar su conservación y la construcción de una zona
armónica dedicada a la investigación científica998. Para concretar tal fin, el Perú tuvo que
suscribir el Tratado de la Antártida999, el cual reconoce la utilización pacífica de tales territorios,
y posibilita que en la actualidad se ejecute la Política Nacional en la Antártida con el propósito
de fortalecer nuestra presencia activa y permanente en ella1000.
El tema más peliagudo con relación al territorio está referido al dominio marítimo uninacional. El
"Mar de Grau"1001 demanda la preservación1002, aparte de lo que el propio mar circunscribe -
como pueden las áreas insulares1003, del espacio aéreo, lecho y sub suelo. A partir del año
1947, y con el fin de proteger, conservar y reglamentar el uso de sus recursos naturales
existentes, el Perú se constituyó en uno de los países pioneros en la denominada "tesis de las
200 millas"1004, a través de la cual se ha declarado la vigilancia y resguardo de un mar contiguo
a sus líneas de base por dicha distancia. Para la mejor defensa de sus intereses, frente a la
tendencia universal de establecer un mar territorial de hasta doce millas1005, conjuntamente con
Chile, Colombia y Ecuador, constituimos la Comisión Permanente del Pacífico Sur - CPPS,
para que este organismo regional marítimo refleje una alianza y opción estratégica, política y
operativa de la Cuenca del Pacífico1006. Pese a la posición oficial, el condominio marítimo
multinacional llamado "zona económicamente exclusiva" previsto en la Convención de las
Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar1007, no debe tomarse como incongruente con la
postulación constitucional mostrada, al no afectarse ningún interés de Defensa Nacional, pues
la protección de los recursos naturales y jurisdicción se mantendrán incólumes. En tal sentido,
se debe considerar que el Estado tiene completo dominio sobre las primeras doce millas, pero
sobre las siguientes ciento ochentiocho, solo capacidad exclusiva de ejercicios de derechos
soberanos, básicamente de índole económica.
Por último, el territorio también incluye el aire1009. Este elemento se respalda en el principio
incontestable del Cifius est solum e Jus est usques ad coalium, y no debe ser confundido con d
espacio cósmico (este pertenece a la humanidad)1010, al estar su cobertura restringida a la zona
de características atmosféricas1011. Cubre el suelo y el mar adyacente, siendo su protección
completa y exclusiva1012. El desarrollo del espectro aéreo del país se ha centralizado tanto en la
posibilidad de tránsito en su esfera1013 -entendido como derecho al paso inocente y pacífico1014-,
como en la conservación de la integridad territorial.
4. Integridad territorial
En la teoría constitucional y desde un ámbito subjetivo, el Estado puede ser observado como
un ente con una identidad similar a la de persona. Aparte de su contenido físico, el cual se
condice directamente con el territorio, el Estado posee una característica moral propia,
reconociéndosele diversas unidades de mismidad. Y bien se permite su desarrollo y promoción
(ejercicio positivo), también es lógico reconocer que su intangibilidad es componente
característico de su realidad (ejercicio negativo). Solo se estará ejerciendo la soberanía y
jurisdicción sobre el territorio terrestre, marítimo, subterráneo y aéreo si este se exhibe como
inalienable e inviolable. El Perú es independiente y autónomo, libre de cualquier tipo de
autoridad extraña a su potestas. Como condición de la estabilidad de los países, todos los
factores alcanzados por el poder estatal deben ser amparados, al convertirse en trascendentes
para fines de sanidad, recursos, defensa, y fomento de intereses culturales y materiales.
Esta gestión estatal solo será posible con el reconocimiento de la inviolabilidad e inalienabilidad
del territorio. Por más que a partir de una visión no literal, y consistente constitucionalmente, el
primero subsuma con facilidad al segundo, ambos términos han debido ser diferenciados. Que
sea inalienable significa que no es propiedad de Estado foráneo alguno ni que es imposible su
enajenación, según un principio de no- injerencia ni intervención. Que sea inviolable significa
que no puede ser materia de amenaza externa, e involucra todo tipo de control de las fuerzas
de otros países por parte del nuestro, con una consecuente búsqueda de paz.
Por evitar problemas limítrofes, el estatus de las fronteras deben ser concretadas, por lo que
frente a tal situación, la acción estatal debe ser bidireccional: Protegiéndolas 1019 y
promocionándolas1020. Retomando lo que se entiende por soberanía externa -revisar, supra-, es
decir, respecto a la demarcación del territorio, se puede afirmar que es necesario definir con
claridad cuáles son los límites que tiene el Perú con relación al resto de países de la región,
convirtiéndose el territorio, según Hauriou, en el límite geopolítico de la autoridad del propio
Estado. La demarcación requiere de tratados con los respectivos países aprobados a través de
un procedimiento especial1021. Por eso, contamos con acuerdos internacionales1022 con los
países de Bolivia1023, de Brasil1024, de Chile1025, de Colombia1026 y de Ecuador1027.
Por tanto, como fundamento material indispensable del Estado, la indivisibilidad del territorio se
erige como su distintiva forma de custodia y deferencia, al señalarse que cualquier tipo de
segmentación o afectación a su superficie menoscabaría la esencia y personalidad misma del
Estado. La soberanía territorial transita como un anticuerpo protector frente a agresiones
exógenas, y se exterioriza como un mecanismo potencial para defenderse de estratagemas
y sorpresas, entiéndase como válido broqucl en el que se refugian los países para reclamar el
reconocimiento de su autonomía o aminorar su dependencia económica, cultural, tecnológica y
política. En la práctica, ningún país puede dejar de demandar firmemente el respeto a su
soberanía cuando ve afectados sus intereses, proscribiéndose todo pacto que se oponga a su
integridad1028.
Sin embargo, parece contradictorio es que de un lado aún confluyan intereses nacionalistas y
fragmentadores en los países, y de otro, cada vez se empuje con mayor fuerza la globalización
y la unificación territorial. Pero por más sólida que aparezca la salvaguardia del territorio, esta
posee límites constitucionales. En primer lugar, se podrá permitir que las tropas extranjeras
ingresen siempre que cuenten con autorización previa1029, que las oficinas diplomáticas
establecidas en otro país merezcan reconocimiento sobre la base del Derecho Internacional1030
y que los Estados adquieran terrenos en uno ajeno1031. En segundo lugar, la soberanía y la
jurisdicción, relacionándolas con el dominio marítimo y el espacio aéreo, deben ser ejercidas
sin afectar las libertades de comunicación internacional. No hay que olvidar que al haberse
vuelto las relaciones internacionales instantáneas y mundiales (la economía mundial opera de
manera simultánea en todos los continentes) no pueden ser obstruidas las comunicaciones y
las redes u ondas transmitidas a través de antenas, satélites o nuevas tecnologías que facilitan
el funcionamiento de los medios de comunicación, sobre todo, televisión, telefonía celular e
internet1032.
El Estado peruano como Estado social y democrático de Derecho
Artículo 43
La República del Perú es democrática, social, independiente y soberana.
El Estado es uno e indivisible.
Su gobierno es unitario, representativo y descentralizado, y se organiza según
el principio de la separación de poderes.
1. Introducción
El Estado peruano, de conformidad con lo establecido en la Constitución de 1993, presenta las
características básicas de Estado social y democrático de Derecho.
Ello se concluye de un análisis conjunto de los artículos 3 y 43 de la Ley Fundamental.
Asimismo, se sustenta en los principios esenciales de libertad, seguridad, propiedad privada,
soberanía popular, separación de las funciones supremas del Estado y reconocimiento de los
derechos fundamentales. Principios de los que se deriva la igualdad ante la ley y el necesario
reconocimiento de que el desarrollo del país se realiza en el marco de una economía social de
mercado.
La seguridad jurídica y la igualdad ante la ley, a su vez, son condiciones necesarias para el
funcionamiento del Estado social y democrático de Derecho, y se configuran en un marco de
condiciones vitales mínimas y de una posición estadual vigilante a través de órganos
autónomos y transparentes que promuevan el desarrollo del país, en un marco de libre
competencia e, igualmente, velen por el respeto de la dignidad de las personas.
La seguridad e igualdad jurídicas requieren de una estructura económica adecuada que haga
posible estos principios. La configuración del Estado social y democrático de Derecho requiere
de dos aspectos básicos: la existencia de condiciones materiales para alcanzar sus
presupuestos, lo que exige una relación directa con las posibilidades reales y objetivas del
Estado y con una participación activa de los ciudadanos en el quehacer estatal; y la
identificación del Estado con los fines de su contenido social, de forma tal que pueda evaluar,
con criterio prudente, tanto los contextos que justifiquen su accionar como su abstención,
evitando tornarse en obstáculo para el desarrollo social.
La exégesis del régimen económico constitucional, a la luz del principio del Estado social y
democrático de Derecho (artículo 43 de la Constitución), que encuentra en el bien común (que
es idéntico al interés de la sociedad) su ratio fundamental, bien puede ser traducida en la
expresión contenida en la Encíclica Maler el magistra, según la cual: "En materia económica es
indispensable que toda actividad sea regida por la justicia y la caridad como leyes supremas
del orden social. (u.). (Es necesario establecer) un orden jurídico, tanto nacional como
internacional, que, bajo el influjo rector de la justicia social y por medio de un cuadro de
instituciones públicas o privadas, permita a los hombres dedicados a las tareas económicas
armonizar adecuadamente su propio interés particular con el bien común" (Iters. N°s. 39-
40).
Las nuevas funciones del Estado moderno tienen que ver con aspectos económicos, sociales,
políticos y jurídicos.
Bienestar social; lo que debe traducirse en empleos productivos, trabajo digno y reparto justo
del ingreso.
Mercado libre; lo que supone, por un lado, el respeto a la propiedad, a la iniciativa privada y a
una libre competencia regida, prima facie, por la oferta y la demanda en el mercado; y, por otro,
el combate a los oligopolios y monopolios.
Un Estado subsidiario y solidario, de manera tal que las acciones estatales directas aparezcan
como auxiliares, complementarias y temporales.
En suma, se trata de una economía que busque garantizar que la productividad individual sea,
por contrapartida, sinónimo de progreso social.
Desde esta perspectiva, la democracia ostenta una función dual: método de organización
política del Estado, es decir, método de elección y nombramiento de sus operadores, y
mecanismo para conseguir el principio de igualdad en el ámbito social. Así, el principio
democrático no solo garantiza una serie de libertades políticas, sino que transita e informa todo
el ordenamiento jurídicopolítico, desde el ejercicio de las libertades políticas, pasando por la
libertad de elección propia del libre desarrollo de la personalidad, hasta llegar, incluso, al seno
mismo del núcleo duro de todos y cada uno de los derechos fundamentales. De modo que, aun
cuando nuestra Constitución no lo establezca expresamente, el hecho de que exista una
remisión al Estado democrático de Derecho como una fuente de interpretación y también de
identificación de los derechos fundamentales de la persona (artículo 3 de la Constitución), hace
del principio democrático uno que trasciende su connotación primigeniamente política, para
extenderse a todo ámbito de la vida en comunidad. De este forma, nuestra Carta Fundamental
lleva implícito el reconocimiento de una democracia económica, social y cultural.
La vigencia de los principios democráticos asume vital importancia, dado que la satisfacción
razonable de las condiciones de existencia de la persona determina y condiciona la voluntad
legítima de la nación sobre el sistema estadual, consiguiéndose la estabilidad del Estado en
todos sus elementos, y alcanzándose las metas propuestas en el modelo social.
Dicha concepción presupone los valores de justicia social y de dignidad humana, los cuales
propenden la realización material de la persona; esto es, el libre desenvolvimiento de la
personalidad y el despliegue más acabado de las potencialidades humanas sobre la base del
principio de libertad.
6. Igualdad
El orden constitucional económico debe ser interpretado también a la luz del principio de
igualdad, reconocido en el inciso 2) del artículo 2 de la Constitución.
Sobre el particular, en el Caso Colegio de Notarios de Lima (Exps. Acums. N° 00012003-AI/TC
y N° 0003-2002-AI/TC), el Tribunal Constitucional precisó que: "(…) el principio de igualdad en
el Estado Constitucional, exige del legislador una vinculación negativa o abstencionista y otra
positiva o interventora (…)"
Debe reconocerse también una vinculación positiva del legislador con los derechos
fundamentales, de forma tal que los poderes públicos sean capaces de revertir las condiciones
de desigualdad o, lo que es lo mismo, reponer las condiciones de igualdad que pudieran
estarse manifestando en la realidad social, a contracorriente de las aspiraciones
constitucionales. Dicho juicio, desde luego, es aplicable también al ámbito económico, en el
que, por mandato expreso de la Norma Fundamental, el Estado tiene la obligación de adoptar
las medidas orientadas a brindar oportunidades de superación a los sectores que sufren
cualquier desigualdad (artículo 59).
Artículo 58
16. En el orden que sigue el artículo 58, la segunda regla que aparece es la referida a la
economía social de mercado, vinculándola, desde luego, a la iniciativa privada. La presencia de
esta regla en la Constitución sugiere varias preguntas. La primera de ellas es qué debe
entenderse por economía social de mercado, la segunda es por qué el constituyente ha
escogido este sistema económico, y qué tan vinculante es esta norma. De estos temas vamos
a ocupamos ahora.
17. En el Perú existe casi unanimidad en cuanto al hecho de que la actividad económica del
país debe desarrollarse en una economía social de mercado. El problema es que no existe la
misma unanimidad respecto de lo que debe entenderse por este sistema económico. Desde
que la economía social de mercado apareció constitucionalmente en nuestro país, esto es con
la Constitución de 1979 (artículo 115) han transcurrido 25 años y han pasado casi cinco
gobiernos: Fernando Belaunde Terry (1980-1985), Alan García Pérez (1985-1990), Alberto
Fujimori (1990-2000), Valentín Paniagua Corazao (2000-2001), Alejandro Toledo Manrique
(2001-2006), todos ellos aplicaron políticas económicas distintas, y todos también se
reclamaron seguidores de una economía social de mercado. No obstante, con más o menos
diferencias, en ninguno de estos gobiernos hubo una auténtica economía social de mercado, ni
un pleno respeto de las libertades económicas; la pobreza en el país continuó, y ninguno de
estos gobiernos alcanzó niveles de bienestar y desarrollo aceptables para las grandes
mayorías. Un cuarto de siglo después continuamos siendo una sociedad pobre.
Sin embargo, si bien hay un relativo consenso respecto a la necesidad de limitar la libertad de
mercado, no existe la misma unanimidad en relación a cómo deben operar estas limitaciones
en una economía social de mercado. El problema reside en que para que este sistema
funcione debe combinarse eficiencia con justicia social, un equilibrio esquivo, difícil de alcanzar.
El sistema busca que el mercado funcione sin distorsiones y sin actores económicos con un
poder que haga imposible el libre juego, y permita que todas las personas puedan tomar
libremente sus decisiones económicas. No obstante, en muchas
ocasiones el propio Estado puede llegar a ser un agente distorsionador del mercado; de ahí la
limitación que la Constitución le impone al Estado en cuanto a su accionar económico.
19. En resumen, mercado eficiente y sociedad justa es lo que persigue una economía social de
mercado. Pero este equilibrio no es fácil, exige la participación del Estado pero de manera
restringida, estableciendo las reglas de juego de acuerdo a las cuales operará el mercado y los
agentes económicos, reglas que no podrán exceder los límites impuestos por la propia
Constitución ni violar las libertades económicas que en ella se consagran. En este sentido, la
iniciativa privada y la libertad de mercado que la Carta Fundamental regula no son ni pueden
ser meramente formales, el Estado deberá crear las condiciones para su pleno ejercicio. Sin
embargo, la Constitución también impone que el conjunto de las libertades económicas que
implica el libre ejercicio de la iniciativa privada, se ejerzan en armonía con los intereses
sociales. No hay que olvidar, como ya se dijo, que la Constitución es una norma de equilibrio, y
en el plano económico el equilibrio ha de darse entre libertad de mercado e interés general.
20. Ahora bien, tal como sostiene Pfaller: "el concepto de economía social de mercado
reconoce explícitamente que ni siquiera un mercado altamente eficiente satisface todas las
necesidades de una sociedad. Es por ello que no solo le atribuye al Estado el derecho, sino
incluso la obligación de intervenir activamente dondequiera que se produzca un menoscabo de
intereses sociales legítimos. Esta obligación de intervenir abarca tres aspectos: restricción de la
libertad del mercado, compensación de fallas del mercado, corrección de resultados generados
por el mercado".
Probablemente la aportación más destacada que los padres de la economía social de mercado
hicieron al pensamiento político-económico, consiste en la clara delimitación que marcaron
entre la economía de mercado como conjunto de instrumentos organizados por un lado, y el
objetivo de una sociedad "justa", concebida de manera independiente de aquel. De modo
expreso, no dejaron librada enteramente a los mecanismos del mercado la distribución del
bienestar social. Por el contrario, impusieron la vigilancia permanente y eventualmente, la
corrección de los efectos distributivos del mercado con miras a alcanzar mejor el objetivo
distributivo del mercado.
21. Así, un sistema de economía social de mercado marca pautas claras a la actuación del
Estado; en primer término renuncia a competir con los particulares en la actividad económica,
absteniéndose de la creación y gestión de empresas públicas; igualmente se abstiene, en
principio de participar en la formación de los precios; no obstante, asume la protección de los
actores más débiles del mercado (consumidores); por último, se constituye en el garante de
la seguridad económica de todos los ciudadanos. Todo lo cual no debe llevamos a confundir el
rol del Estado, este no busca el bienestar de todos los ciudadanos, sino garantiza que todos
pueden alcanzar dicho bienestar. No es su función crear riqueza, sino facilitar que los
particulares la generen, y que lo hagan a través del mercado. Su rol consiste en tutelar que el
mercado funcione, y que cumpla su función de distribución.
Sin embargo, por más que el Estado deje que la economía se organice a través del mercado,
siempre su participación en ella se dará de una manera múltiple, pero igualmente importante
(regulaciones, impuestos, protección, incentivos, compras, subsidios, etc.), de ahí la necesidad
de que su actuación sea coherente y consistente en el tiempo, una actuación desordenada, con
ausencia de principios rectores perturbará el comportamiento de los
particulares en el mercado, y hará muy difícil el planeamiento empresarial y más onerosas las
inversiones.
22. Un tema en el que conviene insistir es que si bien en la economía social de mercado, el
ordenamiento jurídico consagra libertades económicas que se deberán respetar, esto no es
suficiente, pues la convivencia de tales libertades con abismos sociales y desigualdades
económicas solo terminaría por hacer inviable el sistema.
Nuestro ordenamiento constitucional consagra la economía social de mercado, porque en su
vértice se halla el respeto y protección de la dignidad de la persona, y no es posible hablar de
dignidad sin un mínimo de bienestar económico que el Estado debe garantizar. El hombre
económico es solo una realidad parcial. La libertad invocada para la formación de la voluntad
democrática no puede ser falseada por los procesos de poder económico, ya que la sociedad
abierta no es "un juego de ganancia económica". No se puede canjear el poder del Estado por
el poder de los grupos económicos. Una teoría constitucional del mercado debe tener como
premisa la dignidad de la persona, orientándose a la justicia y al interés general, sin caer presa
del economicismo.