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Sobre la complejidad del tema existe consenso.

La generación de las aguas de contacto es


considerada como uno de los principales problemas que enfrenta actualmente la actividad
minera. De hecho, y de acuerdo a las cifras que entrega el Ministerio del Medio Ambiente,
cerca del 56% de las faenas del país presentan este fenómeno, “particularmente en aquéllas
que se emplazan en zonas de ocurrencia relativamente frecuente de precipitaciones pluviales
y/o nivales”.

A nivel internacional, las aguas de contacto son conocidas como aguas ácidas, las cuales son
generadas producto de un proceso denominado como “drenaje ácido”, el cual es originado
cuando las aguas de origen natural (lluvia o nieve) entran en contacto con acopios o
instalaciones mineras, como son una mina subterránea, lagunas en los tajos abiertos (pit
lakes), un botadero o un depósito de relaves y que pueden transportarse al medio ambiente a
través de cursos de aguas superficiales o infiltraciones.

Entre los principales impactos que puede generar el drenaje ácido se encuentran: el daño a los
sistemas acuáticos; inhibir el crecimiento de las comunidades vegetales; afectar la calidad de
las aguas superficiales y subterráneas y acuíferos poco profundos, hecho que perjudica a las
comunidades locales, ya que les impediría utilizar estos recursos hídricos para su consumo
personal o en riego.

En la actualidad, el Ministerio del Medio Ambiente se encuentra realizando estudios para


reglamentar las aguas de contactos, con el objetivo de regular sus efectos y evaluar medidas
de control a través de su gestión, mitigación y prevención del fenómeno.

Leonel Sierralta, jefe de la división de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio del
Medio Ambiente (MMA), explica que en el marco de este proceso de análisis no sólo está la
posibilidad de elaborar una norma, sino también de modificar ciertos artículos de reglamentos
que existen actualmente para incluir la temática de las aguas de contacto en dichos
instrumentos legales. “Con respecto al punto de vista más técnico, esperamos separar en
términos conceptuales lo que son los residuos industriales líquidos (riles) de las aguas de
contacto, que actualmente aún presentan confusiones”.

Evolución normativa
En el marco del Workshop “Cómo abordar el drenaje de rocas en Chile: rol de la geoquímica”,
desarrollado por la empresa Golder Associates, Carmen Gloria Dueñas, geoquímico senior de la
firma, expuso que en el DS90, que comenzó a regir el año 2000, se consideraba a las aguas de
contacto como riles, “hecho que perjudicaba a las compañías mineras, porque a nuestro juicio,
el drenaje ácido es un fenómeno natural, que si bien es acelerado por la actividad minera, no
constituye propiamente tal un ril”.

El jefe de la división de Recursos Naturales y Biodiversidad del MMA sostiene que “si estas
aguas no se regulan, pueden generar efectos ambientales, por lo tanto, deben ser reguladas. Si
las regulamos como si fueran un efluente industrial, vamos a cargarle al sector minero un
costo de tratamiento que no corresponde que lo tenga”.

Posteriormente, en 2003, se dictó el DS46 referido a las Normas de Emisiones de Residuos


Líquidos a Aguas Subterráneas, que también catalogaba a las aguas de contacto como riles. Sin
embargo, después de un proceso de discusión entre las compañías mineras, la
Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS), la Comisión Nacional del Medio Ambiente
(Conama) y el Ministerio de Salud, se acordó, en 2009, que las aguas de contacto no fueran
consideradas como riles.
No obstante, en 2010 un pronunciamiento de la Contraloría General de la República sobre los
DS90 y DS46, establece que si bien no procede calificar las aguas de contacto como residuos
líquidos industriales, este fenómeno debe quedar sujeto a medidas de prevención y control
“con el objeto de enfrentar las situaciones de riesgo para el medio ambiente, o de efectos
adversos en la población y de hacer efectivas las responsabilidades por daño ambiental a que
hubiere lugar a consecuencia de esas circunstancias”.

A partir de ese dictamen el Ministerio se encuentra trabajando para desarrollar una regulación
sobre estas aguas.

A este panorama se debe agregar lo estipulado por el DS48, del año 2003, el cual excluía a los
Residuos Mineros Masivos en la categoría de residuos peligrosos. “Por lo tanto, desde esa
fecha no tenemos ninguna normativa ni regulación que nos permita regirnos o sistematizar
todo lo que tiene que ver con la predicción del drenaje ácido o cómo abordar este fenómeno”,
observó Carmen Gloria Dueñas.

Sin embargo, durante este año comenzó a regir la Ley de Cierre de Faenas Mineras y, producto
de esta normativa, existe un desafío sobre la generación del drenaje ácido, porque si bien aún
no tiene su reglamento, las compañías deben asegurar la estabilidad física y química de los
botaderos e instalaciones mineras.

“Con el reglamento sobre cierre de faenas mineras y la regulación de aguas de contacto se


busca establecer un estándar que debe ser seguido por las mineras. En la actualidad,
Sernageomin trabaja en la elaboración del reglamento para ver cómo asegurar la estabilidad
química de los botaderos, tema que no sólo debe ser preocupación en el cierre de la faena sino
también durante la operación”, enfatizó la geoquímico de Golder Associates.

Guía sobre aguas de contacto


El tema de la generación de aguas ácidas comenzó a ser abordado en el país el año 2002,
período en que se comenzó a trabajar y estudiar dicho fenómeno, en el marco del Acuerdo de
Producción Limpia del sector, instancia que reunió a varias empresas mineras y que permitió
elaborar diversas pautas de trabajo, de las cuales una consistió en el desarrollo de una guía
metodológica relacionada con el drenaje ácido.

Desde una óptica preventiva, el nuevo reglamento del Servicio de Evaluación Ambiental (SEA)
incorpora esta temática a través de una guía para el desarrollo de Estudios de Impacto
Ambiental (EIA) de proyectos mineros.
El documento tomó como base la Guía Global de Drenaje Ácido de Roca (Gard), iniciativa que
fue elaborada por la Red Internacional para la Prevención de Ácido (INAP) y que permite
orientar a las compañías mineras para establecer planes de predicción, prevención, manejo y
monitoreo del drenaje ácido. Además, establece las mejores prácticas y tecnologías para
abordar este fenómeno.

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