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El poeta (enriquegutierrezmiranda.blogspot.com)
Se ha dicho que “El ciprés de Silos” es la expresión de un hombre creyente en busca del
afinamiento espiritual que Dios procura. Si bien es cierto que la idea de
perfeccionamiento en Dios es fundamental en el soneto, al igual que el ciprés como
símbolo del anhelo ascético, esta lectura deja de lado el pesimismo que, a mi juicio,
transmiten los versos y determina la lectura.
En lo que se refiere a la métrica, ya hemos dicho que se trata de un soneto. Consulte este
manual de métrica para leer algo más sobre este poema estrófico.
La estructura interna ofrece comentarios diversos. Por un lado, es preciso notar la doble
focalización externa e interna, centradas en el ciprés y la voz lírica, respectivamente. La
focalización externa ocupa los versos primero a sexto, así como el segundo terceto. La
interna, los versos séptimo a décimo. Tal estos versos íntimos están contorneados por la
descripción del árbol, el lector siente al poeta envuelto y arrastrado por el vigor de la
apetencia religiosa.
Es posible, por otro lado, trazar otra estructura interna, a mi modo de ver más fructífera
en significado:
– primera parte: los dos cuartetos. La voz se dirige al objeto poético para anunciar el
encuentro místico. Distínganse los versos primero a sexto, sucesión de metáforas que
apostrofan al ciprés, de los versos séptimo y octavo, relato de la íntima reunión.
– segunda parte: los dos tercetos. El poeta describe la consecuencia sensacional del
encuentro descrito en la primera parte.
A continuación analizaremos con detalle cada una de estas dos partes para justificar el
pesimismo enunciado en el tema principal.
Las cuatro presentan una estructura bimembre que da mucho comentario. En las del
verso quinto, la primera parte de la estructura se relaciona con tema segundo: mástil,
prodigio, el impulso en la búsqueda de confortación; la segunda ahonda en el
desánimo:soledad, isleño, en el sentido de “aislado”. En la lectura final, la noción de
soledad vela el vigor de las recias metáforas y se impone, tanto en este verso como en la
composición. Así lo consigna el tema principal expuesto en este comentario.
Por su parte, las metáforas del verso sexto parecen consolidar la visión amable del
árbol:
El léxico es, en efecto, coherente con el símbolo del ciprés como anhelo místico, pero es
menester agotar todas las posibilidades que estas metáforas ofrecen. Tanto flecha de
fe como saeta de esperanza pueden leerse como “flecha para la fe” y “saeta para la
esperanza”, lectura coherente a su vez con lo que plantea este comentario. Véase, por
un lado, el verso segundo; por otro, como hemos visto en el verso cuarto y veremos en
el decimosegundo, el ciprés es también presencia sombría en la oposición de este
soneto, venero de esperanza a la par que pozo de abatimiento entre los que titubea el
alma del poeta.
Las soluciones sintácticas elegidas por el poeta reflejan la contradicción interior que
acabamos de comentar. Por un lado, el primer cuarteto está compuesto por dos
oraciones de relativo. En ambas el antecedente se refiere al tema segundo (surtidor,
verso primero, chorro, verso tercero) matizado a continuación por la subordinada.
Apréciese la sutil oscilación entre los dos cipreses que se desdoblan en el alma del
poeta, en concordancia con el tema principal. Destacan, por otro, las estructuras
binarias de los versos quinto y sexto, que ahondan en lo afirmado a propósito del primer
cuarteto.
En resumen, los seis primeros versos, que retratan al ciprés como metáfora de la
aspiración al alivio divino, no suponen un regocijo para el alma del lector, quizá
también extraviada, sino la confirmación de que el refugio espiritual que evoca el
cupresáceo es imposible de alcanzar.
El ciprés (almasdepoetas.blogspot.com)
Los versos séptimo y octavo cierran la primera parte con el encuentro entre la voz y el
objeto poéticos. Destaca aquí el contraste entre la solidez del ciprés y la condición
mudable del alma: peregrina, azar, sin dueño. Tal recurso multiplica lo majestuoso del
árbol a la par que justifica el arrobo del poeta. Sin embargo, creo que en estos dos
versos no hay ansia de superación, sino que permanece el pesimismo del tema principal.
Corrobora la inconstancia del viajero el hipérbaton que abarca ambos versos. Una
sintaxis acaso más recta leería “mi alma, peregrina y sin dueño, llegó a ti hoy al azar por
las riberas del Arlanza”.
En la segunda parte, el lector vuelve a encontrar la oposición entre los objetos poéticos
representados por el ciprés. Por un lado, ideal robusto de perfección:
señero, dulce, firme, (verso 9)
por otro, testimonio de que para el hombre, tal perfección es imposible de alcanzar. A
continuación, trataremos de justificar esta afirmación.
cuando te vi,
Esta ansiedad concierta con la congoja del segundo verso, la locura del cuarto, así como
con el delirio del décimo. Se trata de sensaciones que cohesionan toda la composición y
que, por tanto, demuestran que la actitud primera del poeta es la desesperanza por saber
que el ansia de superación sugerido por el ciprés es imposible de alcanzar.
El segundo terceto empieza con la repetición de como tú, que corrobora la distancia
insuperable entre el alma del poeta y el sosiego atribuido al árbol. El lector, al comenzar
la lectura de este verso, adquiere la certidumbre de que la voz nunca alcanzará la
purificación anhelada. Se comprende también el léxico determinadamente sombrío que
colma el soneto hasta su fin: negra torre, arduos filos, delirios, mudo.
Es indudable que negra alude a la muerte, por lo que enlaza con el ascender del verso
undécimo; arduos filos aporta una visión áspera del ciprés, lejos de la figura amable que
nos hace soñar con un yo mejor que tradicionalmente se ha presentado; por su parte,
delirios ahonda en la idea de que todo afán humano de perfeccionamiento es una
quimera.