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La sentencia inhibitoria y la afectación a

los principios procesales (página 2)


Enviado por Javier Augusto Carrasco Chugnas

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Ahora bien, más halla de hacer una diferencia entre proceso y procedimiento[7]detallaré
cómo los autores contemporáneos han clasificado los principios del proceso, aunque con
matices peculiares, que en doctrina no hay consenso. Así, para Carrión Lugo[8]detallando
el conjunto de principios procesales que dicho autor ha intentado enumerar desde las
normas constitucionales, las normas legales y los principios no consignados en dispositivos
legales, opina que, existen principios procesales con rango constitucional, los principios
con rango legal y los principios procesales no consignados en dispositivo legal concreto,
pero conocidos por el ordenamiento procesal civil; a su criterio en los primeros
encontramos: la potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por el poder
judicial a través de sus órganos jerárquicos con arreglo a la Constitución y a las leyes, la
unidad y exclusividad del ejercicio de la función jurisdiccional por el Poder Judicial, la
independencia del poder judicial en ejercicio de su función jurisdiccional, la prohibición de
ejercer función jurisdiccional por quien no ha sido nombrado en la forma prevista por la
constitución o la ley, la observancia del debido proceso, el derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva, publicidad en los procesos, salvo disposición contraria a la ley, la motivación
escrita de las resoluciones judiciales en todas las instancias, excepto los decretos de mero
tramite, con mención expresa de la ley aplicable y los fundamentos de hecho en que se
sustentan, de la función jurisdiccional es el de la pluralidad de instancias en el sentido de
que los procesos deben desarrollarse en no menos de dos instancias, de no dejar de
administrar justicia por vacio o deficiencia de la ley y el principio de inaplicabilidad por
analogía de las normas procesales que restrinjan derechos, prohibición de revivir procesos
fenecidos con resolución ejecutoriada, de no ser privado del derecho a la defensa en ningún
estado del proceso, de gratuidad de la administración de justicia y de la defensa gratuita
para las personas de escasos recursos y para todos, en los casos en que la ley señala, las
obligaciones del Poder Ejecutivo de prestar colaboraciones en que los procesos le sea
requerida, el que preconiza del derecho de toda persona de formular análisis y critica de las
resoluciones y sentencias judiciales con las limitaciones. Entre los principios con rango
legal se encuentran: el de dirección e impulso del proceso, el principio que tiene como
finalidad concreta resolver el conflicto de intereses o eliminar una incertidumbre jurídica,
ambos con relevancia jurídica, haciendo efectivos los derechos materiales, y que la
finalidad esta dada con el propósito de alcanzar la paz social con justicia, de iniciativa de
parte, de conducta correcta que deben observar dentro del proceso los sujetos que
intervienen en él, de inmediación, de concentración, de economía procesal, de celeridad
procesal, de igualdad entre las partes, iura novit curia, de imperatividad de las normas
procesales y de formalidad procesal. En los principios no consignados en dispositivos
legales encontramos: a la imparcialidad de los jueces, el interés por intervenir en los
procesos, de contradicción, de preclusión o eventualidad y de adquisición.

Igualmente, el autor Monroy Gálvez[9]realiza la separación entre principios del proceso y


principios del procedimiento, manifestado que los principios del proceso son la esencia del
proceso en sí; pero que los principios del procedimiento son plasmados de acuerdo al
sistema procesal adoptado, sea éste privatistico o publicistico. En este sentido, para el
mencionado autor son principios del proceso: de la exclusividad y obligatoriedad de la
función jurisdiccional, de la independencia de los órganos jurisdiccionales, de la
imparcialidad de los órganos jurisdiccionales, de la contradicción o audiencia bilateral, de
publicidad, de obligatoriedad de los procedimientos establecidos en la ley, de la motivación
de las resoluciones judiciales, de la cosa juzgada. Igualmente, son principios del
procedimiento que orientan el sistema privatistico: de iniciativa de parte, de defensa
privada, de congruencia y de la impugnación privada. Mencionando además que, son
principios que orientan en sistema publicistico: de dirección judicial del proceso, de
impulso de oficio, de inmediación, concentración, de la buena fe y de la lealtad procesal, de
la economía procesal, celeridad procesal, socialización del proceso, de integración del
derecho procesal, de vinculación y elasticidad, de adquisición y preclusión.

Mostrando con tales opiniones, que los principios del proceso no tienen un numerus clausus
bien definido, pues de ser así, estaríamos restringiendo el constante desenvolvimiento
procesal de los titulares de la relación jurídica procesal (estos son las partes y el Juez como
director). Ya que, la correcta función de las actuaciones jurisdiccionales y de las partes
dentro de un proceso, es dada bajo el prisma constitucional como limite y con el mandato
constitucional imperativo "no se distingue donde la ley no lo hace", es decir todo lo que no
esta prohibido está permitido; sólo así las ansias de satisfacer necesidades de las partes a
través de la solución de un conflicto de interés, acarreará legitimidad en lograr la ansiada
paz social con justicia. En consecuencia, somos de la idea plasmada por el maestro Eduardo
Couture[10]al decir, la enumeración de los principios que rigen el proceso no puede
realizarse en forma taxativa, porque los principios procesales surgen naturalmente de la
ordenación, muchas veces impensada e imprevisible, de las disposiciones de la ley. Opinión
citada que responde a un numerus apertus de los principios procesales dentro de nuestro
ordenamiento legal en especial y de nuestro ordenamiento jurídico en general. No obstante
somos de la opinión que, para fines metodológicos, es la distribución de los principios
procesales del maestro Monroy Gálvez quien determina una adecuada ilación de los
mismos en ser los ejes directrices de las actuaciones de las partes procesales y el Juez
dentro de un proceso; ello debido a la clasificación de acuerdo al sistema procesal, muy
importante para el desarrollo del presente trabajo.

Las actuaciones del Juez como director del proceso, en


especial relevancia para con el saneamiento procesal y las
sentencias inhibitorias
Como bien establece nuestro Código Procesal Civil, las resoluciones judiciales que
expresan la manifestación de voluntad del Juez en ejercicio de sus funciones
jurisdiccionales, pueden ser: decretos, autos y sentencias. Dichas actuaciones
jurisdiccionales sólo tienen un fin primordial, el solucionar un conflicto de intereses o
incertidumbre jurídica, ambas con relevancia jurídica; llegando directamente al
pronunciamiento sobre el fondo de la contienda, o lo que llamamos una sentencia de merito
o de fondo, en pos de concretizar el fin abstracto de todo proceso civil, como es lograr la
ansiada paz social con justicia. Pues se satisface el interés de todo sujeto de derecho que
activó al sistema judicial, reforzando un idóneo Estado Constitucional de Derecho.

Ahora bien, para que el pronunciamiento del órgano jurisdiccional sea sobre el fondo de la
contienda o litis, el juez como director del proceso y siguiendo los principios del
procedimiento del sistema publicistico: dirección e impuso de oficio, vinculación y
elasticidad del mismo; tiene que adecuar su conducta a la determinación de una debida
relación jurídica procesal entre las partes, relación procesal que sea idéntica o sobreviniente
a la relación jurídica material (causa o motivo de la controversia jurídica). Es, en este
objetivo de los actos del juez, donde se presenta la función saneadora inherente a todo
proceso, es decir son los mandatos constitucionales y principios del proceso (unidad y
exclusividad de la función jurisdiccional, la independencia del juzgador en el ejercicio de
sus funciones, la imparcialidad y el de publicidad), los que a parte de legitimar la
actuación de acuerdo al ordenamiento jurídico del juzgador, obligan al mismo a buscar la
producción de una relación jurídica procesal válida; y esto último no puede realizarse sino
mediante el saneamiento procesal.

En este sentido, al referirnos sobre una relación jurídica procesal válida, mencionamos
primero qué es una relación jurídica procesal; así se entiende por tal, según Eduardo
Couture -citado por Monroy Gálvez[11]-, al vínculo o ligamen que une entre si a los sujetos
del proceso y sus poderes y deberes respecto de los diversos actos procesales; vale decir, a
la unión entrelazada de los sujetos del proceso, tanto las partes en litis como el Juez, donde
las actuaciones de uno afectan y vinculan a los demás, pues así como las partes y el juez
tienen derechos sustantivos y procesales dentro del proceso, igualmente tienen deberes
regulados por el procedimiento mismo. Tal relación jurídica procesal presenta
características propias, que Héctor Lama More[12]menciona, al decir que es publica y
aparece desde que la persona ejercita su derecho de acción; es autónoma en la medida que
tiene vida propia y si bien debe tener correspondencia con la relación material preexistente,
es independiente de ella; es compleja porque comprende un conjunto indefinido de
derechos y obligaciones para cada uno de los que intervienen, pero teniendo todos ellos el
mismo fin común: la voluntad de la ley. Así, dentro de las características de la relación
jurídica procesal, se ha mencionado que es autónoma, característica que singulariza tal
relación, por presentarse autónoma e independiente de la relación jurídica material, pues
esta última, es diferente debido al hecho de presentarse circunstancias que ameritan
representación por incapacidad absoluta o relativa (artículos 43 y 44 del CC) del titular de
dicha relación jurídica material, produciendo en consecuencia, una sucesión procesal. De
allí lo dicho líneas arriba sobre la identidad o sobreviniencia de la relación jurídica material
para con la relación jurídica procesal.

En consecuencia, habiendo desarrollado qué es una relación jurídica procesal, a través del
cual el Juez cumple el fin primordial de todo proceso; es conveniente referirnos al
instrumento del que se vale el juzgador para identificar y determinar una relación jurídica
procesal (que a términos el Código Procesal Civil), debe ser netamente válida, esto es el
saneamiento procesal. En este sentido, entendemos por saneamiento procesal como el
instrumento purificador del que se vale el Juez para identificar una relación procesal válida
a lo largo de todo el proceso, conocido en parte como filtros o diques procesales[13]que
revisan y traspasan, como un vigilante dentro del proceso, la producción de tal relación
procesal, en concordancia con un debido proceso y evitando nulidades procesales. Ello con
el fin de no realizar procesos inútiles y engorrosos, que perjudiquen los fines del proceso y
vulneren los principios procesales, tanto del proceso (de la motivación de las relaciones
judiciales y de cosa juzgada), como también del procedimiento publicistico (economía,
celeridad, buena fe, lealtad y preclusión). Haciendo alusión importante, lo dicho por Martin
Hurtado[14]al decir, no se debe confundir saneamiento procesal como institución natural de
todo proceso, con aquella actividad que realiza el juez en una etapa determinada que el
CPC la ha denominado "saneamiento" (originariamente por auto o audiencia), pues, esta es
una etapa establecida para ordenar el proceso, ya que esta función se ejerce desde la
calificación de la demanda hasta la emisión de sentencia; esto es, el saneamiento procesal
es un instituto procesal que se presenta a lo largo del proceso, pero presenta actualmente un
serio inconveniente, cuando se menciona al filtro procesal de sentencia y al principio de
preclusión, problema a desarrollar en líneas posteriores.

En este conjunto de ideas, por consenso doctrinario mayoritario, dentro de los diques o
filtros procesales que forman sólo una parte del saneamiento procesal, se tiene como primer
filtro: la calificación de la demanda; segundo filtro: resolución de las excepciones
planteadas; tercer filtro: el saneamiento procesal; y como cuatro filtro: la sentencia. Filtros
procesales a desarrollarse en el siguiente ítem, pero delimitando desde ya que para nosotros
el segundo con el tercer filtro se realizan en la mayoría de veces en uno solo.

Es pertinente mencionar las funciones que cumple el saneamiento dentro del proceso, o lo
que el autor Ticona Postigo[15]manifiesta al decir, consideramos que el orden
metodológico que el juez debe seguir en el saneamiento procesal, se resume en las
siguientes faces sucesivas: a) proceso existente[16]b) presupuestos procesales; c).
condiciones del ejercicio válido de la acción; d). debido proceso; e) si hay otras causales de
nulidad subsanables o insubsanables. Notándose en tal inferencia que, dentro de tal orden
metodológico, se encuentran los filtros procesales de manera intrínseca, no siendo los
únicos que determinan el saneamiento. Plasmando igualmente lo dicho por Hurtado
Reyes[17]sobre los fines que persigue el saneamiento, al respecto dice: desde la perspectiva
de los fines que persigue el saneamiento son los siguientes: a)aplicación irrestricta de los
principios de inmaculación del proceso y moralidad en el proceso, principio de celeridad y
economía procesal, b) impedir la emisión de sentencias inhibitorias, dando mas viabilidad
al pronunciamiento sobre el fondo (sentencia de mérito) ,c) evitar la prosecución de un
proceso sólo cuando se encuentre afectado por defectos insubsanables, ordenando su
inmediata conclusión ,d) prevenir el fraude procesal ,e) detectar y proscribir defectos
subsanables de la relación jurídica procesal ,f) velar por la irrestricta aplicación del debido
proceso. Dándose a notar que, dentro de las funciones, metodología y fines[18]de la
institución procesal del saneamiento o como originalmente se llama "despacho saneador",
se establece lo mismo, vale decir los filtros procesales de manera intrínseca, el debido
proceso y las nulidades procesales.

Siguiendo la secuencia de nuestras ideas, vale decir de haber determinado qué es una
relación jurídico procesal, luego qué es el saneamiento procesal integral a lo largo del
proceso, y dentro de éste último el detallar los filtros procesales que limpian el proceso de
toda desviación intencionada o no. Es momento de hablar sobre las actuaciones que tiene el
juez a lo largo del proceso vía el saneamiento procesal, en referencia a los filtros
procesales. Así, la primera actuación del juez dada a través del primer filtro es la
calificación de la demanda, en este filtro el juez analiza los requisitos de admisibilidad y
procedibilidad de la demanda (artículos 424, 425 y 130 del Código Procesal Civil),
mediante los cuales analiza la presencia de los presupuestos procesales, las mal llamadas
condiciones de la acción y la caducidad. Siendo los presupuestos procesales: competencia
del Juez, capacidad procesal de las partes y requisitos de la demanda; de igual modo, se
llama condiciones de la acción: legitimidad para obrar, interés para obrar y la voluntad de la
ley. Sin embargo, dentro de tal dualidad de los presupuestos procesales y las condiciones de
la acción para forjar una relación jurídica procesal valida, somos de la idea de la unificación
de los presupuestos procesales y las condiciones de la acción, donde las mal llamadas
condiciones de la acción sean trasladas a la institución procesal idónea, esto es a la
pretensión en sus dos directrices de formación: pretensión material y pretensión procesal;
aunados en sus dos elementos: causa petendi y petitum; todo ello fue plasmado por mi
persona en el III Congreso Nacional de Derecho Procesal al decir, la institución procesal en
la que puede estar configurada las condiciones de la acción es la pretensión, y no en la
institución procesal de la acción, porque como ya se mencionó, la acción no puede estar
condicionada por ser un derecho autónomo, abstracto y público[19]Inferencia deducida en
pos de evitar las nulidades procesales que obstruyen una sentencia de merito o de fondo.

Luego de calificar la demanda, el Juez produce el Autoadmisorio mediante el cual se corre


traslado a la parte demandada, con el fin de apersonarse al proceso y ejercer su derecho de
defensa. Es en este sentido donde la parte demandada puede proponer excepciones y/o
defensas previas, con el objetivo de atacar la relación jurídica procesal válida calificada por
el Juez como tal, es decir el demandado ataca los presupuestos procesales y las mal
llamadas condiciones de la acción; siendo así el conjunto dialectico de los actos procesales,
es el Juez quien nuevamente entra a tallar como director del proceso, desarrollando el
segundo filtro procesal: resolución de las excepciones planteadas[20]Emitida la resolución
de no amparo a las excepciones deducidas, el Juez en tal auto expresa de oficio saneado el
proceso, produciéndose el saneamiento como sección plasmada dentro del Código Procesal
Civil (artículo 465 del Código Procesal Civil). Siendo hasta este filtro procesal el tiempo
para las partes de atacar a los presupuestos procesales y las mal llamadas condiciones de la
acción (articulo 466[21]del Código Procesal Civil), más no para el Juez, quien por ser el
director del proceso puede declarar la existencia o no de una relación jurídica procesal
válida en sentencia; a pesar de la debida diligencia de este último en nuevamente verificar
la existencia legítima de los presupuestos procesales y las mal llamadas condiciones de la
acción, por segunda vez. Situación en mención que nos parece muy desproporcional,
porque el Juez está vinculado con las partes procesales desde la etapa postulatoria del
proceso, concretando tal vinculo la relación procesal deseada, pero de forma trilateral entre
los sujetos procesales; ello en concordancia con los principios del proceso (unidad y
exclusividad jurisdiccional, independencia jurisdiccional y publicidad), emanadas de la
voluntad social del pueblo peruano como poder constituyente dentro de un Estado
democrático de derecho y plasmado en nuestra Constitución Política (artículos 138 y 139),
como poder constituido. Muy a parte de ser el Juez el director del proceso por el principio
del procedimiento publicistico, como es el de la dirección judicial del proceso e impulso de
oficio; puesto que los principios del proceso son principios constitucionales que están por
encima del sistema procesal adoptado y desenvuelto en principios del procedimiento
publicistico ya mencionados. Por tanto, la norma procesal que establece la perdida o
preclusión de toda petición de las partes en atacar la relación jurídica procesal válida luego
de consentida la resolución o auto que sanea el proceso, debe ampliarse en los mismos
términos al Juez; porque la relación jurídica procesal es una vinculación emana de
principios constitucionales que son desarrollados como principios del proceso ya
sustentado líneas arriba.

Prosiguiendo con el desarrollo normal de un proceso, podemos decir que, luego del auto
que declara saneado el proceso, el Juez convoca a las partes a proponer la fijación de
puntos controvertidos, para después fijar el mismo tales puntos controvertidos y la
declaración de admisión o rechazo, según sea el caso, de los medios probatorios ofrecidos
en la interposición de demanda y contestación de la misma, tal cual reza el articulo
468[22]–primer párrafo- del Código Procesal Civil. Convocando a audiencia de pruebas,
sólo cuando lo requiera. Pasando posteriormente, a la conclusión del proceso a través del
acto procesal más importante para las partes, la seguridad jurídica y la justicia dentro de
nuestro Estado Constitucional de Derecho, es decir a través de la Sentencia; siendo lo ideal
si el Juez concluye el proceso con declaración sobre el fondo de la litis, resolviendo en
fundada o infundada la demanda (articulo 322 numeral 1 y el artículo 474 del Código
Procesal Civil). Llegando con lo mencionado al último filtro procesal que sanea el proceso,
la Sentencia.

Ergo, nuestro Código Procesal Civil sobre este último filtro procesal menciona que,
mediante la sentencia el Juez pone fin a la instancia o al proceso en definitiva,
pronunciándose en decisión expresa, precisa y motivada sobre la cuestión controvertida
declarando el derecho de las partes, o excepcionalmente sobre la validez de la relación
jurídica procesal (artículo 121, último párrafo). Presentando esta preposición normativa las
dos formas de sentencias o –para algunos- tipologías de sentencias: sentencias de merito o
las que se pronuncias decidiendo el derecho a una de las partes demandantes
(pronunciamiento sobre el fondo que amerita) ; y las sentencias inhibitorias, que son las que
se abstienen de pronunciarse sobre el fondo de la contienda, debido a la existencia de vicios
o defectos en la relación jurídico procesal (ya sea en los presupuestos procesales o en las
mal llamadas condiciones de la acción), que originan que la decisión final del Juez sea sólo
de declarar la validez de tal relación procesal, tal como Jorge Walter Peyrano[23]establece
al manifestar que, es aquella que –oficiosamente o a pedido de parte- declara que el tribunal
se encuentra impedido de emitir una declaración sobre el fondo del litigio; decisión que no
involucra obstáculo alguno para que ulteriormente, y salvadas que fueran las deficiencias u
omisiones correspondientes, se genere un nuevo proceso que ahora sí podrá pronunciarse
sobre el mérito del asunto. Situación última que ocasiona un grave perjuicio para las partes
(en estricto: tiempo, dinero y esfuerzo) y vulnera principios del proceso, como el de
publicidad; así como principios del procedimiento privatistico, como el de congruencia, y
principios del procedimiento publicistico, como el de: inmediación, concentración, buena
fe, lealtad procesal, economía, celeridad y preclusión. Detalle taxativo de la vulneración de
tales principios procesales que ex pos ocasionan graves perjuicios para el valor justicia y el
de seguridad jurídica en un Estado como el nuestro, donde la potestad de administrar
justicia emana del pueblo[24]

Consecuencia de una sentencia inhibitoria para las partes


procesales en base a la vulneración de principios del
proceso y del procedimiento
Detallado el conjunto dialéctico de actos procesales que conforman el dinamismo del
proceso, desde la etapa postulatoria hasta la decisoria, con mención a los principios
esenciales de todo proceso; es hora de expresarnos sobre la Sentencia, como decisión
debidamente motivada y a lo que cada justiciables - o parte en el proceso - aspira, siempre
que provea un pronunciamiento de mérito o de fondo. Por el contrario, si tal
pronunciamiento no es de fondo, sino sólo declara la validez de una relación procesal,
debido a una falencia o descuido negligente del director del proceso (Juez), de no haberse
percatado en los tres primeros filtros las irregularidades de los presupuestos procesales y las
mal llamadas condiciones de la acción; estamos ante la presencia de una sentencia
inhibitoria.

Pues, como bien es sabido, dentro de los diferentes pronunciamientos del Juez a lo largo del
proceso (decretos, autos y sentencias), la labor más noble, inteligente y con las máximas de
la experiencia insustituibles es la de "juzgar". Que, tal como dice autorizada doctrina[25]la
sentencia tiene relación con la norma de derecho objetivo y no sólo significa una aplicación
de la ley fría al caso particular, sino que constituye una norma individual, una creación del
derecho que realiza el Juez, permitiendo que las normas del ordenamiento jurídico sean
necesarias y esenciales para aplicar el caso que debe resolver. Esto es, la aplicación al caso
que debe resolver la norma sustantiva, en concordancia con la norma procesal, en pos y
utilidad de hacer justicia socio-jurídica, dando utilidad, importancia y respeto a las normas
jurídicas, que verdaderamente si solucionan un conflicto de interés o incertidumbre
jurídica, ambas con relevancia jurídica; privilegiándose la seguridad jurídica como primer
orden y al valor justicia como orden esencial. Lógicamente, todo ello sólo es posible si la
decisión jurisdiccional sea de merito o de fondo; contrario sensu, si tal decisión judicial no
es de fondo, sino inhibitoria, estamos desvaneciendo todo un ordenamiento jurídico donde
las partes del proceso son las más perjudicadas, solo por el simple hecho - del Juez - de no
haber realizado una conducta diligente o haberlo hecho menos de lo establecido, saneando
el proceso de manera inconclusa.

Líneas arriba se habló sobre la vulneración de principios procesales y de procedimiento


cuando el Juez produce una sentencia inhibitoria, como es los principios del proceso, como
el de publicidad; así como principios del procedimiento privatistico, como el de
congruencia, y principios del procedimiento publicistico, como el de: inmediación,
concentración, buena fe, lealtad procesal, economía, celeridad y preclusión. Haciendo
mención escueta del por qué de tal vulneración inferimos que:

 a) Se vulnera el principio de publicidad, debido a que el servicio de justicia es un


servicio social, pues lo que ocurre en los juzgados no es de interés exclusivo de los
litigantes, sino de la sociedad, con el objeto de enterarse de cómo es que se resuelve
un conflicto de intereses o incertidumbre jurídica, a fin de generar más confianza
entre los órganos jurisdiccionales y la sociedad. Pero, se ve afectado este principio,
desde el momento de emitir sentencias inhibitorias, pues no solucionan ningún
conflicto de intereses o incertidumbre jurídica de por medio, ocasionando más
desconfianza de la sociedad para con los órganos jurisdiccionales. No cumpliendo el
Estado con uno de sus deberes[26]como es el bienestar general que se fundamenta
en la justicia, pues el principio en referencia es un principio constitucional emanado
del pueblo en protección y defensa del derecho fundamental a la información
(dentro de éste el derecho humano a la verdad).
 b) Se vulnera el principio de congruencia, ya que el juzgador sólo emite
pronunciamiento de sentencia en base a las pretensiones invocadas por las partes.
Sin embargo, cuando nos encontramos ante una sentencia inhibitoria[27]el juzgador
está omitiendo el pronunciarse sobre las pretensiones de las partes, en estricto
realiza una congruencia citra petita. Solo por el hecho de no haber verificado bien
los presupuestos procesales y las mal llamadas condiciones de la acción, en las tres
oportunidades o filtros que tuvo para hacerlo. Ocasionando que, las normas
jurídicas sustantivas no logren el fin por el que fueron creadas, no porque sean
ineficaces e invalidadas, sino porque hubo una mala operatividad de las normas
procesales o públicas (son éstas las que hacen efectivo y eficaz las normas
sustantivas), de acuerdo a las consecuencia jurídicas sobrevinientes del supuesto de
hecho de tal norma sustantiva, que se identifica con el supuesto de hecho acaecido
realmente.
 c) Se vulnera el principio de inmediación, debido a que por este principio el Juez
tiene el mayor contacto posible con todos los elementos del proceso, sean los
subjetivos (los intervinientes: las partes procesales, los testigos, auxiliares
jurisdiccionales, funcionarios públicos, entre otros); así como los objetivos
(documentos, lugares, etc.) que conforman el proceso; con el propósito de tener un
contacto permanente y real entre el contexto real de la litis y el contexto procesal.
Pero, a pesar de este contacto que tiene el juez al permitirle corroborar la existencia
de los presupuestos procesales y las mal llamadas condiciones de la acción y
afianzar un debido saneamiento procesal (vía los filtros procesales, un debido
proceso y nulidades procesales); simplemente se limita a emitir sentencia
inhibitoria, dejando de la lado el contacto constante y fluido dentro del conjunto
dialectico del proceso, es decir vulnera el principio en mención.
 d) Vulnera el principio de concentración, en el sentido de que al ser el Juez quien
teniendo la dirección del proceso y el impulso del mismo, es él quien tiene un
contacto directo con los elementos objetivos y subjetivos que conforman el proceso
y por tanto es él quien decide acumular el proceso en el menor número de actos
procesales, en estricto en audiencias; ello con el fin de que obtenga los medios
idóneos la producción de un resultado en sentencia o de fondo que cumpla con los
fines del proceso. Pero, tal principio se ve vulnerado con una sentencia inhibitoria
porque el Juez no cumple con producir medios idóneos que satisfagan el solucionar
un conflicto de interés, por su indebido cuidado en concentrar o acumular el proceso
en pos de afianzar el control de los presupuestos procesales y las mal llamadas
condiciones de la acción.
 e) Vulnera el principio de buena fe y lealtad procesal, puesto que hoy en día el
proceso es de interés exclusivo a la sociedad, por lo que lo actos procesales de las
partes y el Juez deben realizarse en base a la buena fe, es decir a la correcta
actuación de las partes a acuerdo a derecho, sin fraudes ni malas maniobras que
perturben el normal desarrollo del proceso. No obstante, teniendo el Juez la
posibilidad de actuar de acuerdo a derecho en el control de la relación procesal
válida, a través de los tres primeros filtros; creemos que no se está respetando la
buen fe que se debe primar cuando el juez emite sentencias inhibitorias.
 f) Vulnera el principio de economía procesal, puesto que por este principio se
privilegia el tiempo, gasto y esfuerzo que las partes procesales realizan con el fin de
satisfacer derechos vulnerados o amenazados. Presentando los requerimientos al
juzgado en tiempo prudente, proveyéndose en el mismo sentido (tiempo),
impidiendo que el costo del proceso obstruya el poder ejercer derechos vulnerados o
amenazados (gasto) y evitando actos del proceso que a pesar de estar en la ley son
de por si redundantes (esfuerzo). Contrario sensu, al emitir el juez una sentencia
inhibitoria esta produciendo que las partes procesales aporten más dinero en el costo
de un nuevo proceso, inviertan más tiempo en las diligencias procesales y
aumentando el esfuerzo al repetir actos procesales ya desarrollados.
 g) Vulnera el principio de celeridad procesal, debido a que mediante este principio
se busca satisfacer el conflicto de interés o incertidumbre jurídica de relevancia
jurídica en el menor tiempo posible (por ello tiene relación con los principios de
impulso de oficio y economía procesal), ello con el fin insoslayable de cada parte
procesal de buscar justicia rápida; en este sentido, el maestro Monroy
Gálvez[28]dice, si es buena o mala –la justicia rápida-, esta calidad será
responsabilidad de todos sus protagonistas. Por consecuencia, al emitir el juez una
sentencia inhibitoria a pesar de saber que la partes han dado su mayor esfuerzo,
gasto y tiempo, después de tener a su cargo una proceso por mas de dos años, por
ejemplo, a parte de vulnerar el principio de celeridad procesal estamos ante una
responsabilidad por indebida diligencia en sus actos como director del proceso.
Responsabilidad que en un inicio de nuestro proyecto pensamos en una
responsabilidad civil, sin embargo el Código Procesal Civil es muy estricto en la
seguridad jurídica que establece como requisito de admisibilidad de la demanda de
responsabilidad civil de juez, pues la demanda sólo puede interponerse una vez que
se han agotado todos los medios impugnatorios que la ley procesal establece
(Artículo 513[29]Por tanto, en vez de que la parte pierda más tiempo, gasto y
esfuerzo proponemos –a nuestro criterio- la eliminación de la sentencia como filtro
procesal, salvo por circunstancias sobrevinientes (ver nota al pie 28) que legitimen
al juez no declarar sobre el fondo del asunto litigioso. Ahora, una vez acaecido en
cosa juzgada la sentencia de merito, y posteriormente se descubre fraude de una de
las partes o del juez o colusión de las partes y el juez, el perjudicado o el tercero con
legítimo interés puede accionar al órgano jurisdiccional mediante la nulidad de cosa
juzgada fraudulenta, teniendo un plazo de seis meses desde: sentencia se esta
ejecutando o a quedado consentida o firma (articulo 178 del Código Procesal Civil),
o desde el primer día de tener conocimiento de tal.

h) Vulnera el principio de preclusión procesal, pues si se entiende por preclusión el cierre


de una etapa para pasar a otra, así como la pérdida o extinción de actuación de las partes
dentro de un proceso por haber finalizado los plazos legales procesales, no por cerrar una
etapa y pasar a otra, sino porque existe imposibilidad de hacer algo en el proceso que antes
si se podía hacer, debido al tiempo procesal extinto. Ello no puede ser desestimado o
quedado sin afectación para con el Juez permitiéndole que declare en sentencia sólo la
validez de una relación jurídica procesal (sentencia inhibitoria); porque si conceptuamos a
la relación jurídica procesal como un vínculo entre los sujetos del proceso (juez y las
partes) y tal vínculo es el que pone en marcha el dinamismo dialéctico del mismo, es
inconcebible que un principio del procedimiento publicistico (principio de dirección del
proceso por parte del Juez), sea mayor que principios del proceso emanados de nuestra
carta fundamental, como el principio de publicidad (detallado en el literal a). No guardando
concordancia con lo dicho por el autor Hurtado Reyes[30]cuando menciona que, las partes
en el proceso para la realización de sus actos procesales cuentan con plazos predefinidos
por ley procesal, se liberan de dicha carga si realizan la actividad para la cual tienen un
plazo; no guardamos concordancia, no con el contendido del entendimiento de la preclusión
procesal, sino con la delimitación que hace sobre el principio de preclusión, al decir que
sólo opera para las partes como si sólo ellas realizaran actos dentro del proceso. Ya que la
preclusión como principio en privilegiar los plazos legales procesales afecta a todos los
sujetos del proceso, en específico al Juez. Y ello es afianzado por lo dicho por el mismo
autor[31]cuando dice, la preclusión no se debe entender "como la apertura de una etapa,
sino la ejecución válida de los actos procesales"; inferencia donde se corrobora que los
actos procesales no sólo son de las partes, también es del juez, y por tanto es a este último
quien también está afectado por el principio de preclusión. Corrobora lo que establezco la
autora Ariano Deho[32]cuando expresa que, lo que el CPC de 1993 quiso es que el juez se
pronunciara expresamente, primero, sobre la aptitud de la demanda para abrir el proceso y,
luego, sobre la validez (hasta ese momento) del proceso, y todo ello a fin de que no saltaran
recién en la sentencia, o sea al final del proceso. A estar a la intención, la consecuencia
lógica de tales previsiones debería haber sido que una y otra resolución, de ser positivas (la
demanda es admisible, la "relación procesal" es válida), fueran vinculantes para el juez, en
sentido de que al momento del (llamado) saneamiento el juez ya no tuviera que analizar lo
que ya había analizado al controlar la demanda, y al momento de la sentencia ya no tuviera
que analizar lo que ya había analizado al momento de pronunciarse sobre la validez del
proceso. En otras palabras: las cuestiones sobre la validez o no de la demanda y del proceso
todo al momento de la sentencia, debían ya estar superadas y cerradas, vale decir,
"precluidas".
Detallado con lo dicho, la efectiva vulneración de principios del proceso y principios del
procedimiento privatistico y publicistico que nuestro propio Código Procesal Civil, en su
Título Preliminar, regula. Por el simple hecho de conferirle al juez la dirección del proceso
para hacer y deshacer el mismo a lo que mejor le parezca, como si las partes tuvieran la
capacidad eterna de tiempo, gasto y esfuerzo en hacer valer sus derechos a través de la
satisfacción de sus intereses. Tomando concordancia con lo dicho por la autora Ariano
Deho[33]cuando menciona que, contrariamente a las (buenas) intenciones de los autores del
CPC de 1993, hemos llenado nuestro proceso civil de "instituciones" que sólo sirven para
que "el proceso sea moroso, aleatorio y antieconómico"; instituciones como la sentencia
inhibitoria, que a parte de vulnerar principios del proceso, evidencian una indebida
actuación del juez en sanear con eficiencia la relación jurídica procesal a lo largo del
proceso. Es más, vulnerando el principio del proceso como es el de publicidad, igualmente
está vulnerando mandatos constitucionales de la función jurisdiccional como principios
constitucionales consagrados en nuestra Carta Magna (articulo 139 numeral
4[34]consagrando en estricto el derecho humano a la verdad contemplado dentro del
derecho fundamental a la información[35]donde -como se dijo- la publicidad de los
procesos es porque el interés exclusivo de satisfacer intereses intersubjetivos haciendo valer
derechos vulnerados o amenazados, es para la sociedad en conjunto a fin de generar más
confianza entre los órganos jurisdiccionales y la sociedad en general. No obstante, al
producir el juzgador sentencias inhibitorias está generando menos confianza para con la
sociedad en acudir a los órganos jurisdiccionales en hacer valer o respetar derechos
subjetivos en juego. Cuanto más si los actos del Juez, como el Autoadmisorio y el auto de
saneamiento es vinculante para los sujetos procesales siempre que no sea apelado en
estricto e impugnado en general, en base al artículo 406 del CPC, vale decir el Juez no
puede alterar las resoluciones que fueron notificadas una vez que tal resolución cause
ejecutoria[36][37]no pudiendo el Juzgador modificarlo so pretexto de saneamiento en
sentencia; tal como dice la autora Ariano Deho[38]al mencionar que, considerar que el
"admisorio" y el "auto de saneamiento" sean "provisorios" (o sea no vinculantes) resulta tan
aberrante, como lo sería si se considerara que la decisión (firme) desestimatoria de alguna
excepción (procesal y no tanto) del artículo 446 CPC fuera también "provisoria" en el
sentido de que, ex post, en la sentencia, el juez pudiera volver a pronunciarse (en sentido
contrario) sobre la cuestión planteada con la excepción. Cosa que, felizmente, nadie ha
pensado. Punto de vista muy importante de la referida autora, porque si se considerase
provisional al Autoadmisorio y auto de saneamiento, dándole potestad ilegítima al juez para
que nuevamente vuelva a verificar una relación jurídica procesal válida, se vulnerarían en
demasía principios del proceso que tienen el estatus de constitucionales, como es el
principio de independencia de la función jurisdiccional, el principio de publicidad.

Finalizando la puntualización de nuestra opinión de eliminar o dejar de considerar a la


sentencia como un filtro de saneamiento, arguyo que la sentencia inhibitoria sólo se
produce a la luz del articulo 121 –ultimo párrafo- del CPC de manera excepcional tal como
ya señale líneas anteriores; tomando lo dicho por Ariano Deho[39]al decir que, el supuesto
para emitir la sentencia meramente absolutoria debe ser "nuevo", entendiéndose por
"nuevo" no necesariamente un hecho sobreviniente a la emisión del auto de saneamiento ex
inc. 1 del artículo 465 CPC, sino también que lo sobreviniente sea su conocimiento. Es
decir, hechos sobrevinientes que no previstos en los tres primeros filtros procesales.
Conclusiones
 Hablar de los principios del proceso es hablar de concepciones del derecho procesal
o ideas eje, que dan luz y guían las actuaciones de los sujetos procesales, con el fin
de desarrollar el proceso sin fraudes ni contravenciones a las normas jurídico
procesales.
 La norma procesal (artículo 466 del Código Procesal Civil) que establece la pérdida
o preclusión de toda petición de las partes en atacar la relación jurídica procesal
válida luego de consentida la resolución o auto que sanea el proceso, debe ampliarse
en los mismos términos al Juez. Es decir, la preclusión como principio que legitima
el proceso no debe afectar sólo a un lado de los sujetos procesales, sino a todos; ya
que el vínculo de la relación jurídico procesal es dada entre todos los sujetos del
proceso (incluido el Juez).
 El producir una sentencia inhibitoria ocasiona que, las normas jurídicas sustantivas
no logren el fin por el que fueron creadas, no porque sean ineficaces e invalidadas,
sino porque hubo una mala operatividad de las normas procesales o públicas (son
éstas las que hacen efectivo y eficaz las normas sustantivas), de acuerdo a las
consecuencia jurídicas sobrevinientes del supuesto de hecho de tal norma
sustantiva, que se identifica con el supuesto de hecho acaecido realmente.
Desvaneciendo todo un ordenamiento jurídico donde las partes del proceso son las
más perjudicadas, solo por el simple hecho - del Juez - de no haber realizado una
conducta diligente o haberlo hecho menos de lo establecido, saneando el proceso de
manera inconclusa. Y, engendrando mayor desconfianza entre el aparato
jurisdiccional y la sociedad (vulnerando el principio del proceso como es el de
publicidad).
 Al emitir el juez sentencia inhibitoria esta produciendo que las partes procesales
aporten más dinero en el costo de un nuevo proceso, inviertan más tiempo en las
diligencias procesales y aumentando el esfuerzo al repetir actos procesales ya
desarrollados. Como si tuvieran el tiempo, gasto y esfuerzo en demasía y eterno.
 Las sentencias inhibitorias tienen como única justificación o excepción de
realización cuando, luego de haber realizado el Juez los tres primeros filtros
procesales y, estando la causa para sentenciar, se producen circunstancias
sobrevinientes que imposibiliten la emisión de una sentencia de merito, es decir
de manera excepcional[40]Es por ello que, proponemos –a nuestro criterio- la
eliminación de la sentencia como filtro procesal; modificando literalmente el
articulo 121 del CPC, expresando la producción –de sentencias inhibitorias- por
circunstancias sobrevinientes ya mencionadas (pero por orden legal más no por
saneamiento).
 Si conceptuamos a la relación jurídica procesal como un vínculo entre los sujetos
del proceso (juez y las partes) y tal vínculo es el que pone en marcha el dinamismo
dialéctico del mismo, es inconcebible que un principio del procedimiento
publicistico (principio de dirección del proceso por parte del Juez), sea mayor que
principios del proceso emanados de nuestra carta fundamental, como el principio de
publicidad. Ello al concederle legitimidad al Juez en emitir fallos inhibitorios.

Referencias bibliográficas
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Octubre. Editorial Jurista Editores EIRL. Lima: Perú.
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 Sagastegui Urteaga, Pedro. 1996."Teoria General del Proceso Judicial" Editorial
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 Referencias virtuales.

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 Peyrano, Jorge Walter.2006. "¿Qué es una Resolución Inhibitoria?".En: Derecho &
Sociedad Nº 25. Revista emitida por los estudiantes de Derecho de la Pontificia
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 Ariano Deho, Eugenia. "Las" imprecisiones" de la demanda y el" bondadoso"
articulo 426 del Código Procesal Civil". Extraído el 22 de Enero de 2011 de los 129
Tomos de Gaceta Jurídica (Suscripción Diálogo con la Jurisprudencia), disponible
en: http://127.0.0.1:2271/CLPLocal/contenidos.dll/129-
Tomos/tomo08749.htm/seccion08764.htm/tema08801.htm/sub-
tema08802.htm/articulo_nivel08804.htm.
 Acuerdo Plenario Nº 05. Extraído el 22 de Enero de 2011 de los 129 Tomos de
Gaceta Jurídica (Suscripción Diálogo con la Jurisprudencia), disponible en:
http://127.0.0.1:2271/CLPLocal/contenidos.dll/129-
Tomos/tomo03026.htm/seccion03110.htm/tema03111.htm/articulo_nivel03116.htm
.
Anexo
SOBRE EL "INAGOTABLE" PODER DEL JUEZ DE PRONUNCIARSE SOBRE LA
(LLAMADA) "VALIDEZ DE LA RELACIÓN JURÍDICA PROCESAL" (Eugenia
ARIANO DEHO(*))

De la problemática que encierra el caso que se analiza, la autora concluye que debe
excluirse definitivamente la posibilidad de que una vez que se haya dictado el auto de
saneamiento, determinándose la existencia de una relación jurídica procesal válida y sin
que se haya producido una variación de las circunstancias, el juez pueda plantearse ex
post las mismas cuestiones, por el simple hecho de que con la emisión de la referida
resolución agotó su poder para ello.

CAS. N° 1645-2004-LIMA

Lima, veinticuatro de agosto de dos mil cinco.

La Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República, vista la


causa el día de la fecha y producida la votación correspondiente de acuerdo a ley, emite la
presente sentencia:

1. RESOLUCIÓN MATERIA DEL RECURSO

Es materia del presente recurso de casación la sentencia de vista de fojas mil quinientos
treinta, de fecha cuatro de marzo de dos mil cuatro, expedida por la Quinta Sala Civil de
Lima que revoca la sentencia de fojas mil trescientos sesenta y siete de fecha treinta y uno
de julio de dos mil dos y reformándola declara Improcedente la demanda.

2. FUNDAMENTOS POR LOS CUALES SE HA DECLARADO


PROCEDENTE EL RECURSO

Mediante resolución de fecha quince de febrero de dos mil cinco, la Sala declaró
procedente el recurso de casación propuesto por don Cristóbal Aljovín de Losada, por la
causal prevista en el inciso 3 del artículo 386 del Código Procesal Civil.

3. CONSIDERANDOS

PRIMERO: El recurso que motiva la presente Resolución se sustenta en el hecho que el


Colegiado Superior se ha pronunciado en grado sobre extremos de la sentencia de primera
instancia con autoridad de cosa juzgada; toda vez que se ha declarado improcedente la
demanda, cuando solo se apeló la decisión respecto a la tacha interpuesta por el
demandante contra el medio probatorio signado como anexo uno ofrecido por el
demandado don Guillermo Coll.
SEGUNDO: En este sentido es conveniente precisar que cuando la sentencia se
pronuncia sobre la validez de la relación procesal, lo hace porque así lo permite la norma
procesal en su artículo 121 de1 Código Procesal Civil.

TERCERO: Siendo ello así, el Juez está facultado por el referido artículo del Código
Procesal Civil a cautelar el desarrollo del proceso, por lo que no se puede argumentar que
se ha contravenido las normas que garantizan el derecho al debido proceso por el hecho de
haber sido declarada improcedente la demanda, criterio que quedó establecido en la
casación cuatrocientos veintitrés guión noventa y cinco.

CUARTO: Que; se debe precisar que el Colegiado superior ha llegado a colegir que el
demandante es el propietario del inmueble, no siendo procedente que solicite la
prescripción adquisitiva de dominio del inmueble sub litis, encontrándose expedito el
derecho del accionante para que haga valer su derecho conforme a la ley según
corresponda.

QUINTO: La garantía del derecho a un debido proceso consiste en la administración de


justicia conforme al ordenamiento legal vigente, garantías que no han sido contravenidas,
por lo que el recurso debe desestimarse.

4. DECISIÓN

a) Por tales consideraciones y aplicación al artículo 397 del Código Procesal Civil
declararon: INFUNDADO el recurso de casación; en consecuencia, NO CASAR la
sentencia de fojas mil quinientos treinta de fecha cuatro de marzo de dos mil cuatro,
expedida por la Quinta Sala Civil de Lima, interpuesto por don Cristóbal Aljovín de
Losada; en los seguidos por don Guillermo Coll y otros sobre prescripción.

b) CONDENARON al recurrente al, pago de la multa de una Unidad de Referencia


Procesal, así como de las costas y costos originados en la tramitación del recurso.

c) DISPUSIERON la publicación de la presente Resolución en el diario oficial El


Peruano, bajo responsabilidad; y los devolvieron.

SS. SÁNCHEZ-PALACIOS PAIVA; PACHAS ÁVALOS; EGÚSQUISA ROCA;


QUINTANILLA CHACÓN; MANSILLA NOVELLA

ANÁLISIS Y CRÍTICA JURISPRUDENCIAL

I. PREÁMBULO

Como parte de mi pequeña batalla en contra de las perniciosas consecuencias de las


previsiones de los artículos 426-427 CPC(1), hace unas semanas escribí un pequeño
comentario crítico a un auto que, in limine, declaraba improcedente, por "imposible", una
demanda en la que el actor pretendía ser declarado propietario por usucapión de un
vehículo que había previamente "comprado"(2). Cuando lo escribí tenía la conciencia de
que estaba tocando un tema (sustancial y procesalmente) espinoso y controversial, pero lo
que no imaginé fue ni su dimensión ni su recurrencia. De allí mi sorpresa cuando en el
inmediato de su publicación otra de las (por lo visto, muchas) "víctimas" de la posición por
mí criticada me hiciera conocer su caso y el triste desenlace que tuvo en la Corte Suprema
(en la sentencia arriba transcrita), la cual, como se verá, sin advertir la gravedad de las
cuestiones que el recurso de casación le ponía entre manos, se lo declaró infundado, con la
consecuencia de que la declaración de improcedencia de la demanda de usucapión quedó
firme.

Por ello, si no fuera por más que para proseguir con mi pequeña batalla en contra de los
efectos perversos que, a la postre, puede producir el "poder eugenésico" de los artículos
426-427 CPC (máxime cuando se combina con lo dispuesto en el último párrafo del
artículo 121 CPC), bueno será analizar cómo llegó a aplicarse al caso.

II. UNA DESVENTURADA DEMANDA DE USUCAPIÓN

Y para ello, me parece oportuno seguir paso a paso el caso concreto, aportando algunos
elementos del iter del proceso que quedan (para variar) ocultos en la Sentencia de Casación
arriba transcrita, pues tengo la convicción de que solo conociéndolos se puede tomar
realmente conciencia de los niveles de perversión a los que se puede llegar.

In primis, la demanda. Como se habrá intuido con mi preámbulo, con ella (que se
presentó el 7 de abril de 1999) se pretendía la declaración de usucapión de un inmueble.
Para ser precisos: de un departamento y una cochera, edificados sobre un terreno cuya
fábrica no se encontraba inscrita, por lo que también se demandó la usucapión de las áreas
comunes. Tales bienes, según lo expresó el actor, estaban en su posesión continua, pacífica
y pública como propietario por más de diez años, precisando que su madre los había
poseído (por haberlos comprado) desde 1986, quien a su vez había transmitido la posesión
por causa de una compraventa celebrada en 1986 y documentada en 1999. La demanda se
fundó en el artículo 950 CC, es decir, en la prescripción "larga".

El juez a quo, en cabal respeto del plazo del artículo 124 CPC (o sea dentro de los cinco
días de presentada la demanda) declaró, in limine, improcedente la demanda por considerar
que ella se encuadraba dentro de los supuestos de improcedencia de los incs. 5 (falta de
conexión lógica entre hechos y petitorio) y 7 (petitorio jurídicamente imposible) del
artículo 427 CPC.

En concreto el juez indicó que: "(...) el recurrente pretende mediante la presente acción
adicionar el periodo de posesión de su señora madre y la de él a efectos de cumplir con el
plazo legal de posesión del mismo para que se le declare propietario por prescripción
adquisitiva (...) por lo que no cumple con lo establecido en el (artículo 950 CC)".

Si mal no se entiende, el juez bajo la (jurídicamente errada) premisa de que la "suma" de


las posesiones no era posible, llegó a la conclusión de que el actor no había poseído el
tiempo necesario para usucapir. De allí su muy "lógica" y "jurídica" solución: la demanda
era improcedente por falta de "conexión lógica entre hechos y petitorio" y por tener un
petitorio "imposible".
Solo que considerar que el actor no poseyó el tiempo necesario para usucapir no hace
que lo pretendido en una demanda sea "ilógico" o "imposible". En efecto, si alguien
pretendiera ser declarado propietario por usucapión y el juez considerara que, en el
concreto, faltara uno o más de sus elementos, no es que se tenga una demanda
"improcedente", sino que, más simplemente, lo que se tendría es una demanda infundada,
en cuanto, al no concurrir todos los elementos constitutivos del instituto, no habría derecho
de propiedad que declarar. Luego, en esta hipótesis, no habría escapatoria: no existiendo el
derecho, la demanda debería desestimarse. Pero debería desestimarse en la sentencia, no a
través de un auto emitido in limine.

Y he aquí uno de los más comunes efectos perversos de la declaración de improcedencia


basada en el artículo 427 CPC: sirve de expediente para evitar el dar curso a un proceso que
los jueces consideran a pura pérdida (de su tiempo...)(3), enmascarando un
pronunciamiento de fondo desestimatorio de la demanda con uno de improcedencia.

En el caso, el actor había afirmado haber poseído los bienes por el plazo de ley
(adicionando la posesión de quien se la había transmitido) y el juez, olvidando que el
artículo 898 CC sí permite la accessio temporis, en atención a que (increíble, pero cierto...)
no se podía sumar la posesión propia con la del anterior poseedor, consideró que el actor
pretendía el "imposible" de ser declarado propietario por usucapión pese a no haber poseído
el tiempo requerido por la ley.

Sin embargo, 48 horas después de haber declarado la improcedencia in limine, el juez,


probablemente advertido de su "pequeño" olvido normativo, "integra" a su auto de
improcedencia con un fundamento más: "(...) existiendo una serie sucesiva de contratos de
compraventa traslativos de dominio respecto del inmueble sublitis cuyo tracto sucesivo le
otorga al accionante su condición de propietario en virtud de los contratos celebrados por
sus anteriores propietarios (...) la prescripción adquisitiva fundada en la posesión del
recurrente y de su inmediato transferente no es la que corresponde sino la formalización de
su título de propiedad en base a dichos actos contractuales mediante el ejercicio de la
acción pertinente".

Ergo, el juez con su resolución de "integración", por implícito, se adhirió a la "tesis"


(por mí criticada(4)) de que "no se puede usucapir lo que ya es propio". Pero, para llegar a
ello no es que se haya basado en las meras afirmaciones del actor, sino que in limine litis (e
inaudita altera parte...), a los efectos (solo) de la declaración de improcedencia de la
demanda (rectius, para "reforzar" la ya declarada) valoró los medios probatorios
documentales aportados por el actor (que al momento estaban meramente ofrecidos... ) y
concluyó que ya era propietario, por lo que "la prescripción adquisitiva fundada en la
posesión del recurrente y de su inmediato transferente" no era la que correspondía, sino que
debía demandar la "formalización de su título de propiedad".

Naturalmente el actor apeló. Y tras más de un año de la presentación de la demanda (el 5


de junio de 2000) la entonces rebautizada "Sala Civil para Procesos Abreviados y de
Conocimiento", declaró nulo el auto apelado y dispuso "que el juez de la causa proceda a
calificar la demanda con arreglo a ley".
En tal auto, la Sala Superior, expresamente indicó que: "el hecho de que el demandado
haya expresado en el escrito de demanda que adquirió el inmueble materia de litis por
compraventa de su señora madre, en modo alguno importa falta de conexión lógica toda
vez que (...) del texto del citado libelo no se desprende que la madre del demandante tenga
el derecho transferido inscrito".

Además, bajo la premisa de que el artículo 898 CC permite la accessio temporis, agregó
que: "es de advertir que la resolución apelada se encuentra afectada de nulidad al contener
supuesto contrario a lo expresamente previsto por la norma anotada, máxime que tal hecho
es materia de pronunciamiento de fondo del proceso y no de un pronunciamiento liminar, al
no importar lo expuesto imposibilidad jurídica".

Ergo, por un lado, la Sala Superior (por lo que se entiende) excluyó que la circunstancia
de que el actor afirmara haber "comprado" el bien de quien precedentemente lo había
comprado del "propietario registral", fuera un supuesto de falta de "conexión lógica" y, por
el otro, a estar a lo dispuesto en el artículo 898 CC, que hubiera alguna "imposibilidad
jurídica" en juego. En suma, la cuestión de la procedencia o no de la demanda parecía
haber quedado definitivamente zanjada.

Como consecuencia, el juez a quo admitió (finalmente) la demanda y, en su momento


(el 31 de julio de 2002), la declaró fundada. En concreto el juez declaró al actor propietario
por prescripción del departamento y estacionamiento indicados en la demanda "y de todo
cuanto de hecho y de derecho corresponde a los citados inmuebles, incluyendo los
porcentajes de propiedad sobre las áreas comunes del edificio (azoteas, escaleras, pasadizos
y otros) donde se ubica el departamento y estacionamiento materia del proceso".

Y aquí viene lo auténticamente perverso: apelada (en parte, como se precisará) la


sentencia por uno de los demandados (el propietario registral del terreno), la (nuevamente
llamada) Quinta Sala Civil de la Corte Superior de Lima (con fecha 4 de marzo de 2004, o
sea a los cinco años de presentada la demanda y a casi cuatro de haber anulado la
resolución del a quo que la declaraba improcedente...), revocó la apelada y declaró
¡improcedente (toda) la demanda! Y ello porque:

a) Conforme al artículo 949 CC, "de aplicación al caso de autos" (?), "la sola
obligación de enajenar un inmueble determinado hace al acreedor propietario de él, siendo
obligación esencial del vendedor perfeccionar la transferencia de la propiedad del bien,
conforme lo establece el (artículo 1549 CC)";

b) En el caso "se ha dado un tracto sucesivo, mediante sendos documentos privados,


desde los propietarios primigenios y con derecho inscrito hasta el hoy demandante";

c) De "lo alegado (?) y probado, se colige que el demandante es propietario del


inmueble, en consecuencia no es procedente que se solicite la prescripción adquisitiva de
dominio del inmueble materia de litis, dada la existencia del contrato de compraventa
celebrado con anterioridad, no resultando la intentada la acción idónea, desde que esta
constituye un modo de adquirir la propiedad, derecho que conforme al propio actor aduce
ya ostenta, siendo que, por la prescripción adquisitiva se consolida el derecho del poseedor
que se creía propietario, pero sin tener la calidad de dueño, lo cual no sucede en el presente
caso.

Como "remate" la Sala Superior expresó que "la sentencia emitida por el a quo incurre
en evidente error "in iudicando" al no haber calificado correctamente la demanda
desnaturalizando el instituto jurídico de la prescripción adquisitiva de dominio".

Si uno no lo lee, no lo cree: ¡el a quo habría incurrido en error in iudicando!


Evidentemente, la Sala Superior olvidó que el a quo, en su primigenia resolución de
improcedencia, había señalado exactamente lo mismo que ella (que el actor era ya
propietario por compraventa por lo que no podía pretender ser declarado propietario por
usucapión) y que fue la propia Sala Superior (o sea el mismo órgano jurisdiccional, con
otro nombre y, ciertamente, otra composición) la que, cuatro años antes, le había anulado la
resolución por los motivos vistos, por lo que, si la lógica funcionara, la Sala no habría
podido reponer sobre el tapete –por previa consumación del correspondiente poder– esa
específica cuestión de procedencia de la demanda de usucapión.

III. SIGUE. EFECTO DEVOLUTIVO Y CARENCIA DE PODER DEL AD


QUEM SOBRE LO NO APELADO. LOS "OLVIDOS" DE LA CORTE SUPREMA

Pero, la Sala Superior no solo olvidó la circunstancia de que ella misma había
previamente (repito, cuatro años antes) desechado esa específica cuestión de improcedencia
de la demanda, sino que no advirtió que carecía de poder (o sea de competencia) para
pronunciarse sobre lo que se pronunció.

En efecto, el apelante –que, como ya dije, era el propietario "regitral" del terreno en
donde se habían edificado el departamento y el estacionamiento objeto de la demanda de
usucapión– solo había apelado de dos "extremos":

a) el que declaraba fundada una tacha propuesta por el actor en contra de un


documento aportado por el demandado; y

b) el fallo principal solo en cuanto a los "aires" del departamento y estacionamiento,


por cuanto el apelante consideraba que el actor no había adquirido por prescripción tales
"aires ni porcentaje alguno sobre los mismos".

De allí que pretendiera (solo) que se revocara la apelada declarando infundada la tacha a
su documento y, justamente en mérito de tal documento, que se la revocara declarándose
fundada solo en parte la demanda, excluyéndose la usucapión de los "aires". En suma,
siendo que el departamento y el estacionamiento se encontraban en un edificio, el apelante
estaba impugnando aquella parte del fallo que se refería a usucapión de las áreas comunes y
específicamente respecto de los porcentajes de propiedad sobre los "aires". Por lo tanto,
sobre ello y nada más que sobre ello debió pronunciarse la Sala.

Sin embargo, la Sala Superior, pese a tenía muy claro que la apelación era parcial (tanto
que en su considerando segundo indica que "el impugnante argumenta que se ha incurrido
en error al considerar que los aires del inmueble materia de litis le corresponda al
demandante...), no extrae las debidas consecuencias de ello (o sea, su ausencia de poder
para pronunciarse sobre los extremos de fallo no impugnados) y emite la sentencia que
conocemos.

Ergo, palmariamente, la Sala Superior al declarar improcedente la demanda no solo


ejercitó un poder que ya previamente había agotado, sino que ejercitó un poder que no
tenía: el pronunciarse sobre toda la demanda.

En efecto, como todos sabemos (o deberíamos saber), si bien nuestra apelación es una
impugnación devolutiva, en el sentido de que en virtud de ella los poderes de conocer y de
resolver lo que fue objeto de decisión por parte del juez a quo pasan de este al juez ad
quem, cuando existen varios extremos de fallo esa "devolución" (o sea, el "traslado" de la
competencia) está limitada a los extremos (de fallo) efectivamente impugnados por el
apelante (el tantum devolutum, quantum appellatum, deducible del artículo 370 CPC). Ello
significa que, si no todos los extremos de fallo son impugnados, el juez de apelación carece
de competencia para conocerlos y resolverlos, los que, justamente por no haber sido
impugnados, quedarán firmes y como tal serán cosa juzgada en el sentido del último
párrafo del artículo 123 CPC (o sea, serán "inmutables").

Y en el caso, dado que se demandaba la declaración de usucapión de un departamento y


una cochera, más las correspondientes áreas comunes del edificio en donde aquellos
estaban construidos, había tres clarísimos extremos de fallo (principal). Y dado que la
primera sentencia declaró los tres extremos fundados y solo uno (el relativo a las áreas
comunes) fue apelado, es más que obvio que la competencia de la Sala Superior estaba
limitada a este extremo, mientras que los otros habían quedado consentidos y, como tales,
firmes. Al pronunciarse sobre el "todo" (arrastrando los extremos no impugnados), la Sala
Superior incurrió en un clarísimo exceso de poder, en cuanto contravenía esa base
fundamental del proceso que es el nemo iudex sine actore, que en materia de apelación se
expresa en el ya recordado brocardo tantum devolutum quantum appellatum.

Como es obvio, el actor interpuso recurso de casación fundándose en el inc. 3 del


artículo 386 CPC, por cuanto, sostenía, se había violado la cosa juzgada y el derecho a una
adecuada motivación. Además, fundó su recurso, en vía subordinada, en el inc. 2 del
artículo 386 CPC, en cuanto, sostenía, se había inaplicado el artículo 950 CC, y, también
como motivo subordinado (del subordinado), la aplicación indebida de los artículos 949 y
1549 CC, o sea en el inc. 1 del artículo 396 CPC.

Así las cosas, la Corte Suprema, omitiendo el orden lógico con que el actor había
planteado las causales del recurso, en su "auto calificatorio", le filtra (desechándolas) las
causales de fondo y lo deja pasar por los errores in procedendo, tanto por lo que atañe a la
violación de la cosa juzgada como en lo relativo a la motivación defectuosa "por
incongruente (...) puesto que la resolución de vista se pronuncia sobre extremos que no
fueron materia de impugnación, siendo una decisión ultra petita".
Sin embargo, pese a que la estimación del recurso se presentaba más que cantada, la
Corte Suprema no encontró ninguna "anomalía" en la sentencia de vista, tanto que, con toda
naturalidad, le declaró infundado el recurso. Y ello porque:

a) "Cuando la sentencia se pronuncia sobre la validez de la relación procesal, lo hace


porque así lo permite la norma procesal en su artículo 121 de1 Código Procesal Civil";

b) "El Juez está facultado por el referido artículo del Código Procesal Civil a cautelar
el desarrollo del proceso, por lo que no se puede argumentar que se ha contravenido las
normas que garantizan el derecho al debido proceso por el hecho de haber sido declarada
improcedente la demanda".

Ergo, la sentencia de vista no violaba la cosa juzgada ni era, en consecuencia,


incongruente por ultra petición por cuanto con ella no se hizo sino ejercitar la "facultad" del
artículo 121 CPC. Evidentemente la Sala Suprema cerró los ojos a la más que grosera
violación del principio contenido en el artículo 370 CPC y más pesó la (inconsciente)
consideración de que el "poder eugenésico" que le confieren los artículos 426-427 CPC al
juez se mantiene mientras el proceso no haya concluido del todo. De allí que tan
serenamente se haya invocado el artículo 121 CPC, una norma, según se expresa, permitiría
"cautelar el desarrollo del proceso" (estas cosas si no se leen no se creen...).

IV. EL PROBLEMA DE FONDO: LA SUPUESTA "PROVISIONALIDAD" DE


LAS DECISIONES SOBRE LA ADMISIBILIDAD DE LA DEMANDA (Y DE
"SANEAMIENTO")

Como consecuencia, el problema de fondo que suscita el presente caso no está (tanto) en
la más que palmaria violación de la cosa juzgada, sino en que esa (repito, palmaria)
violación se justifique invocando la existencia de un poder del juez (el de declarar la
improcedencia de la demanda) que se mantendría hasta que no se dicte la resolución
"final-final" del proceso.

De allí la necesidad (y se diría el deber) de seguir profundizando sobre este espinoso


tema a fin de hallar una solución que resulte algo razonable, pues se convendrá que no debe
considerarse para nada normal que primero se diga que la demanda "sí" procede, y luego,
por el mismo motivo desechado previamente, se diga que "no".

Y para ello quizá convenga recordar (con el riesgo de aburrir al lector, por lo reiterativo
de mi temática) que los redactores del CPC de 1993, siguiendo ciertos modelos procesales
no precisamente liberales(5), decidieron que en el nuevo ordenamiento procesal debía
dársele al juez el poder-deber de controlar in limine litis (o sea, antes de que entre en escena
el demandado) los "requisitos" de admisibilidad y procedencia de la demanda (o sea un
control sobre la existencia de los llamados "presupuestos procesales"), y ello con la (loable)
finalidad última de evitar que "tras un penoso y largo" proceso recién en la sentencia se
terminara emitiendo una resolución de improcedencia de la demanda(6), o sea, evitar la
emisión de sentencias de mera absolución de la instancia(7) (tal como ocurrió en nuestro
caso). A la par, siempre con la misma finalidad, se le impuso al juez el deber de, antes de
entrar a la "fase" de conciliación y/o de admisión y actuación probatoria, pronunciarse
sobre la (llamada) "validez de la relación procesal" (entiéndase, de validez del "proceso")
en una resolución a la que se le dio el nombre (luso-brasilero) de "auto de saneamiento"
(artículo 465 CPC).

Ergo, lo que el CPC de 1993 quiso es que el juez se pronunciara expresamente,


primero, sobre la aptitud de la demanda para abrir el proceso y, luego, sobre la validez
(hasta ese momento) del proceso, y todo ello a fin de que no saltaran recién en la sentencia,
o sea al final del proceso. A estar a la intención, la consecuencia lógica de tales previsiones
debería haber sido que una y otra resolución, de ser positivas (la demanda es admisible, la
"relación procesal" es válida), fueran vinculantes para el juez, en sentido de que al
momento del (llamado) saneamiento el juez ya no tuviera que analizar lo que ya había
analizado al controlar la demanda, y al momento de la sentencia ya no tuviera que analizar
lo que ya había analizado al momento de pronunciarse sobre la validez del proceso. En
otras palabras: las cuestiones sobre la validez o no de la demanda y del proceso todo al
momento de la sentencia, debían ya estar superadas y cerradas, vale decir, "precluidas".

Sin embargo, al legislador, por un lado, se le escapó el "detalle" de que lo que el juez
debía controlar in limine litis, podía (en su gran mayoría) ser opuesto por el demandado a
través de las (llamadas) excepciones del artículo 446 CPC, con la no rara posibilidad de que
el juez se encontrara en el impasse de deber pronunciarse dos veces sobre lo mismo (p. ej.,
sobre la caducidad(8) o sobre la legitimación del actor, etc.); y, por el otro, fue en extremo
incoherente al establecer los efectos del "auto de saneamiento" puesto que si en el artículo
466 CPC escribió que "consentida o ejecutoriada la resolución que declara la existencia de
una relación jurídica procesal válida, precluye toda petición referida, directa o
indirectamente, a la validez de la relación citada", en el párrafo final del artículo 121 CPC
le permitió al juez que en la sentencia, "excepcionalmente", pudiera pronunciarse sobre "la
validez de la relación procesal". Además, en el artículo 396 CPC, al regular los efectos de
la estimación del recurso de casación por errores in procedendo, estableció que se podía
declarar no solo la "insubsistencia" de la sentencia apelada y la nulidad de todo lo actuado,
sino inclusive "la inadmisibilidad o improcedencia de la demanda" (inc. 2.5).

A estar a estas disposiciones, desde que el CPC de 1993 entró en vigencia, se interpretó
que, pese al auto de saneamiento (el que declara la "existencia de una relación jurídico
procesal válida"), el juez (el a quo, el ad quem o, incluso, el supremo) podría, en la
sentencia, volverse a "pronunciar" sobre la "validez de la relación procesal" o sea, en buena
cuenta, podría siempre declarar improcedente la demanda.

Pero, seguir esta interpretación (que es ya communis opinio entre los operadores
judiciales(9)), en sustancia, implica considerar que los llamados "auto admisorio" y "auto
de saneamiento", por más que impliquen un juicio sobre la ausencia de todo impedimento
para sustanciar el proceso y pronunciarse, en su momento, sobre el fondo, no serían para
nada vinculantes para el juez que está conociendo del proceso, en cuanto lo allí decidido
(la demanda "es" admisible; el proceso "es" valido) no excluiría su "re-enjuiciamiento" en
la sentencia, siendo, en consecuencia, meramente "provisorios"(10).

De ser esto así, resultaría burlada la propia ratio de los poderes contenidos en los
artículos 426-427 y 465 CPC, por cuanto se estaría legitimando que, con toda tranquilidad,
se pudiera seguir un proceso sobre unas bases tan poco firmes que, al final del mismo, en la
sentencia, termine derrumbándose todo lo andado con una declaración de improcedencia,
dejando, como consecuencia, la situación planteada en la demanda sin pronunciamiento de
fondo, que es, nunca se olvide, lo que se trataba de evitar con esas disposiciones.

Sin embargo, considerar que el "admisorio" y el "auto de saneamiento" sean


"provisorios" (o sea no vinculantes) resulta tan aberrante, como lo sería si se considerara
que la decisión (firme) desestimatoria de alguna excepción (procesal y no tanto) del artículo
446 CPC fuera también "provisoria" en el sentido de que, ex post, en la sentencia, el juez
pudiera volver a pronunciarse (en sentido contrario) sobre la cuestión planteada con la
excepción. Cosa que, felizmente, nadie ha pensado(11).

V. SIGUE. LA VÍA DE SOLUCIÓN: EL ARTÍCULO 406 DEL CPC Y LA


"COSA JUZGADA INTERNA"

Ahora bien, para llegar a la conclusión de la legitimidad, en todos los casos, de las
sentencias meramente absolutorias de instancia, los operadores judiciales olvidaron (y
olvidan) que si bien efectivamente el último párrafo del artículo 121 CPC permite la
emisión de una sentencia que se pronuncia "sobre la validez de la relación procesal" (en
lugar de una de fondo), lo permite solo "excepcionalmente", lo que (si no yerro en darle un
sentido al demasiado claro significado del adverbio) implica que ello podría hacerse solo
"por excepción", o sea "no siempre". Ergo, la tarea del intérprete consistía (y consiste) en
ubicar la "excepción" que hiciera (y haga) legítima una sentencia meramente absolutoria y
no ciertamente transformar lo que legalmente es una excepción en regla.

Y antes de (tratar) de ubicar los supuestos en los que "excepcionalmente" el juez, pese al
auto admisorio y, sobre todo, al de saneamiento, podría dictar una sentencia absolutoria,
hay que primeramente tomar en cuenta una norma que por lo general se olvida: la del
artículo 406 CPC, que es aquella que establece que "el juez no puede alterar las
resoluciones después de notificadas".

La norma, ubicada dentro del título relativo a la aclaración y correcciones de


resoluciones, está visiblemente enderezada a establecer los límites del poder de decisión de
los jueces(12). En tal sentido, un vez emitida y notificada la resolución (cualquier
resolución, vale decir, un decreto, un auto o una sentencia), el juez solo podría aclararla,
pero sin "alterar el contenido sustancial de la decisión" (primer párrafo in fine del artículo
406 CPC), corregirla en "cualquier error material evidente" (primer párrafo del artículo
407 CPC) o completarla (a pedido de parte) "respecto de puntos controvertidos pero no
resueltos" (segundo párrafo del artículo 407 CPC).

Ergo, fuera de la posibilidad de aclaración, corrección e integración de la resolución


emitida (y notificada), el juez no puede "alterar" el contenido de ninguna resolución suya.
Lo que significa que:

a) la resolución es vinculante para él, siendo inalterable ex officio;


b) la posibilidad de "alteración" (sustitución o eliminación) de la resolución solo
podría lograrse a través de los recurso pertinentes (segundo párrafo del artículo 356 CPC),
o sea con la reposición en el caso de decretos (artículo 362 CPC), con la apelación en el
caso de autos y sentencias (artículo 365 CPC), con el recurso de casación en el caso de los
autos y sentencias indicados en el artículo 385 CPC y de la queja en el caso de los autos
indicados en el artículo 401 CPC, es decir, solo por parte del juez competente para conocer
del recurso (que solo en el caso de la reposición es el mismo juez autor de la resolución);

c) de no plantearse el recurso respectivo, la resolución (repito, cualquier resolución),


errada o correcta que sea, deviene firme y como tal inalterable.

Si esto es así, si los jueces (a diferencia de las autoridades administrativas que, como
parte de su autotutela(13), sí gozan del poder de "enmendar" sus actos en cuanto "agravien
el interés público"(14)) no pueden "alterar"ninguna de sus resoluciones, debería ser obvio,
que el contenido de lo establecido en ellas sea vinculante tanto para las partes como para el
juez, en el sentido de que, las primeras no podrían replantear la cuestión ya previamente
decidida, a fin de obtener una nueva decisión(15) y el segundo no podría, de su propia
iniciativa, en una resolución ulterior, ir en contra de lo ya decidido.

Ahora, que esa inalterabilidad (del contenido) de las resoluciones la llamemos cosa
juzgada interna (o sea endoprocesal), o más simplemente (como prefería Chiovenda(16))
preclusión(17), poco importa, pues lo trascendente es que el artículo 406 CPC fija el límite
de los poderes decisorios del juez al interior de un proceso.

Luego, a la luz de lo dispuesto en el artículo 406 CPC, no creo que se pueda válidamente
sostener, como tan tranquilamente se sostiene, que el juez pueda en la sentencia siempre
pronunciarse "sobre la validez de la relación procesal", o sea, pueda, a esas alturas del
proceso, declarar improcedente la demanda, porque un pronunciamiento así,
inevitablemente, implica "alterar" tanto el "auto admisorio" como el "auto de saneamiento",
en cuanto el uno y, sobre todo, el otro, implican un juicio sobre la inexistencia de
impedimentos para sustanciar el proceso y para emitir, en su momento, una sentencia de
fondo.

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos82/sentencia-inhibitoria-principios-


procesales/sentencia-inhibitoria-principios-procesales2.shtml#ixzz2dSPB3X15
13/06: ¿Qué es una Resolución Inhibitoria?
Categoría: Derecho

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En: Derecho & Sociedad Nº25

Jorge W. Peyrano

I.- Introducción

En algunas oportunidades, la adecuada ubicación teórica de ciertas cuestiones permite un mejor y


mas afiatado funcionamiento de la maquinaria procesal. Fieles a nuestro ideario acerca de que las
urgencias de la hora determinan que deba privilegiarse el estudio de los problemas operativos del
Servicio de Justicia (1) y no tanto las disquisiciones academicistas, nos permitimos aquí una
justificada licencia respecto de tal línea pragmática para dar cabida al tratamiento de la
denominada “resolución inhibitoria”. Y si así procedemos, es porque estamos persuadidos de que
la difusión de que sus alcances y características contribuirá a dar adecuada solución a
interrogantes espinosos y propensos a generar decisiones equivocadas. En verdad, estamos ante
un tema proclive a producir yerros. Así, desde el vamos, corresponde recordar cuál es el origen de
la terminología “resolución inhibitoria”. Ello obedece a que en el caso el juez se limita a declarar
“...que está inhibido para decidir sobre la existencia del derecho material pretendido, de manera
que no niega ni afirma que ese derecho exista” (2). Vale decir, que lo de “inhibitoria” ninguna
relación guarda con la vía de inhibitoria como forma de desplazar competencia (3) ni con la excusa
de los jueces para intervenir en una causa (que a veces, es denominada “inhibitoria”) y tampoco
con la decisión judicial que hace lugar a la medida cautelar “inhibición”.

La resolución inhibitoria de la que venimos hablando es aquella que –oficiosamente (4) o a pedido
de parte- declara que el tribunal se encuentra impedido de emitir una declaración sobre el fondo
del litigio; decisión que no involucra obstáculo alguno para que ulteriormente, y salvadas que
fueran las deficiencias u omisiones correspondientes, se genere un nuevo proceso que ahora sí
podrá pronunciarse sobre el mérito del asunto. Sobre el particular, Devis Echandía apunta lo
siguiente: “Para que se surta la cosa juzgada, se necesita que la sentencia haya recaído sobre el
fondo del litigio y por esta razón cuando en virtud de una excepción perentoria temporal o del
juicio (dilatoria conforme a la doctrina), el juez se abstiene de fallar sobre la existencia del derecho
o relación y no se pronuncia sobre el “petitum”, nada impide que se promueva nuevo juicio entre
las mismas partes, por la misma causa y el mismo objeto”(5) y también que “la sentencia que
desestima la demanda por carencia de interés para obrar no constituye cosa juzgada, porque no
contiene una decisión sobre el fondo de la litis. Podrá en este caso iniciarse nuevo juicio contra el
mismo demandado o por el mismo demandante, si posteriormente adquiriera ese interés jurídico
de obrar que no tenían” (6).

II.- Delimitación del Instituto

Con lo arriba expuesto, ya tenemos los elementos caracterizantes de una resolución inhibitoria. A
saber: a) declaración, oficiosa o a pedido de parte, acerca de que no resulta posible emitir un
pronunciamiento de mérito que dirima sobre la existencia o inexistencia del derecho material
debatido; b) posibilidad de renovar el proceso en cuestión en pos de alcanzar una declaración
sobre el fondo del asunto, una vez que se superen o subsanen las deficiencias observadas. A ello,
sólo falta agregar que la declaración firme que corona el proceso en cuyo seno se ha emitido una
resolución inhibitoria no irroga cosa juzgada alguna (que presupone declaración sobre la existencia
o inexistencia de una relación jurídico-material controvertida), sino que únicamente surte el
efecto de extinguir el juicio de que se trate; dejando, como se ha visto, expedita la chance de
iniciar un nuevo proceso civil ya purgado de las deficiencias anteriores.

Mientras que en la cosa juzgada formal (v.gr., la correspondiente al juicio ejecutivo) concurre una
declaración judicial de mérito que sólo puede revisarse a través de la iniciación de otro proceso
(proceso revisor, que es llamado por algunos “remedio procesal”) porque no admite cambios por
vía recursiva alguna (7), en la cosa juzgada material (v.gr., la que puede consolidarse en un juicio
ordinario) la decisión de fondo es absolutamente inmutable (salvo, claro está, la incidencia de
situaciones patológicas excepcionales que puedan legitimar el ejercicio de una acción de nulidad
de sentencia firme). En relación de la cosa juzgada material, enseña Colombo que “en algunos
tipos de juicio, en los que la cognición ya desde el comienzo tiene posibilidades de ser exhaustiva,
total, integral para las partes y para el juez, la sentencia final definitoria, firme, asume un valor
normativo como regla ya indiscutible para las partes en sus relaciones jurídicas sobre la cuestión
decidida... Son ésas las sentencias que producen cosa juzgada material. Esta es, pues, la fuerza
vinculante irrevocable que adquiere la sentencia final, firme, definitoria de un juicio, por haber
decidido sobre el mérito en un tipo de proceso que permite el contradictorio exhaustivo sobre el
fondo de la relación litigiosa...”(8)

III- Elenco de Hipótesis

A continuación, pasaremos revista a un elenco (no exhaustivo) de las hipótesis más frecuentes en
las cuales se registra el dictado de resoluciones inhibitorias.

1- La sentencia que desestima la demanda por carencia de interés para obrar


Tanto el interés para obrar como la falta de legitimación en la causa, son
requisitos para que el tribunal pueda dictar una sentencia de fondo. (9)
Cabe recordar que el interés para obrar se refiere a la relación material y es necesariamente actual
(10), subjetivo o particular (11); debiendo determinarse caso por caso respecto de cada vínculo
sustantivo.

La falta de interés para obrar se da, en las peticiones prematuras, entre las cuales puede citarse el
supuesto del hijo que no tiene interés para obrar en la causa que ha promovido para declarar su
derecho a heredar de un padre que todavía no ha fallecido (12). También puede verificarse dicha
carencia en la hipótesis de una promoción “temprana” de la vía inhibitoria para desplazar
competencia. Conviene señalar que la vía inhibitoria presupone la presentación del interesado
ante el órgano jurisdiccional que reputa competente para solicitarle que así lo declare y que,
consecuentemente, requiera del Tribunal que considera incompetente, que cese en su accionar
(13); y que se trata de una institución que goza actualmente de poco prestigio (14). Pero vamos a
lo que aquí interesa. No puede proponerse una inhibitoria exitosa respecto de un proceso
principal que todavía no se hubiera iniciado con la presentación de una demanda y su posterior
notificación. Por ello es que el futuro demandado que es objeto de una medida cautelar o de
aseguramiento de pruebas en “extraña jurisdicción”, no puede todavía plantear inhibitoria. Aparte
del argumento escolar consistente en decir que no existe descripción legal o doctrinaria que no
exprese que es el demandado el legitimado activo para plantear inhibitoria, debe también
valorarse la circunstancia de que, como se sabe, la competencia se determina en función de los
alcances de la demanda y si ésta todavía no se hubiera presentado no habría elementos de juicio
suficientes y atendibles como para establecer si es competente ( o no) el tribunal que se encuentra
interviniendo en el trámite preparatorio anterior a la presentación de la demanda. Concurriendo
esta última hipótesis, resulta evidente que es prematura la promoción de una inhibitoria. (15).

Finalmente, consignamos que existen otros casos (v.gr. la condición no cumplida) donde también
la carencia de interés para obrar hace que deba emitirse una resolución inhibitoria.

2) La sentencia que desestima la demanda por un déficit en la legitimación de la causa

En cuanto a la legitimación causal, señalamos que determina quiénes deben figurar como partes
demandantes y demandadas en un juicio dado (16). Correlativamente, la ausencia del juicio de
ciertas personas impide el pronunciamiento de la decisión de fondo sobre las pretensiones
formuladas en la demanda (17).
Una hipótesis de singular importancia que se inscribe en lo que venimos exponiendo, está
constituída por la falta de integración completa de un litisconsorcio pasivo necesario (18), que se
da, como se sabe, cuando la demanda debe ser ineludiblemente dirigida contra todos los
involucrados en una relación jurídica inescindible, so pena no poder dictarse una sentencia útil.
Los supuestos de división de condominio, de la acción de simulación, del reclamo de cumplimiento
de obligaciones indivisibles y el pedido de nulidad de un acto jurídico bilateral o plurilateral, son
ejemplos del funcionamiento de un litisconsorcio pasivo necesario(19).
Cuando se verifica una deficiente integración de un litisconsorcio pasivo necesario en ocasión de
emitir la sentencia final, se producen las siguientes consecuencias: la demanda debe ser rechazada
aún oficiosamente, pero ello no impide que pueda ser promovida nuevamente; integrándose esta
vez el litisconsorcio necesario pasivo del caso. En relación de este punto, se han efectuado las
siguientes precisiones: “Si la falta de integración de la litis se advierte en el momento de dictar
sentencia, la demanda debe ser rechazada, sin que tal decisión produzca cosa juzgada en cuanto al
fondo de la cuestión en debate, tal rechazo procede de oficio, aunque las partes interesadas no
hayan planteado el tema” (20). También se ha expresado que “El juez no puede negarse a dictar
sentencia de conformidad con las pretensiones deducidas en el juicio por las partes, y con quienes
se trabó la relación procesal, por falta de integración del litisconsorcio necesario, porque de existir
éste, correspondía integrar la litis citando al litigante omitido, pero en el momento oportuno, vale
decir, antes de la providencia de apertura a prueba (art.89 Cód.Proc.) (21).

Es menester destacar que tampoco en esta hipótesis la resolución firme desestimatoria no hace
cosa juzgada formal (puesto que no hay pronunciamiento sobre el mérito del asunto), sino que tan
sólo produce el efecto de extinguir el proceso respectivo, dejando expedita la chance de iniciar un
nuevo juicio. En el punto, discrepamos de lo opinado por nuestro querido amigo Enrique Falcón,
quien aparentemente interpreta que habría en la especie cosa juzgada formal (22).

3) La resolución que considera fundada una excepción dilatoria o previa

Las defensas o excepciones exitosas de incompetencia o de falta de personería, no involucran, en


modo alguno, emitir criterio sobre el fondo del asunto, y, además, tienen la virtualidad de
extinguir el proceso en el cual se han hecho valer; sin perjuicio de la posibilidad de los vencidos de
formular nuevos reclamos salvados que sean los defectos pretéritos. Se dan, entonces, todos los
ingredientes de una resolución inhibitoria. Otras excepciones previas no poseen igual virtualidad.
Así, por ejemplo, la de cosa juzgada exitosa obsta a que la cuestión respectiva sea nuevamente
planteada y la de defecto legal en el modo de proponer la demanda no tiene por efecto ineludible
extinguir el proceso en el cual se inserta, por lo que, a nuestro modo de ver, las resoluciones
correspondientes no serían “inhibitorias”.

IV.- Conclusiones
1- La resolución inhibitoria es una resolución judicial, formalizada oficiosamente o a pedido de
parte, mediante la cual el tribunal se inhibe, por resultar imposible, de pronunciarse sobre el
fondo de la causa; aunque surte el efecto de extinguir el proceso en cuyo seno se emite, dejando
abierta la posibilidad de renovar el “petitum” una vez que se subsanen la omisión o deficiencia
registradas que dieran lugar a su dictado.
2- La resolución inhibitoria no tiene la virtualidad de producir cosa juzgada material o formal, sino
tan sólo la de extinguir el proceso civil respectivo.
ércoles, 3 de agosto de 2011
INEFICACIA SÍ, NULIDAD NO.
Con motivo de la emisión de la Sentencia Casatoria N° 953-2010-CUSCO.

* Pol David Medina Pinares


Abogado egresado de la UNSAAC

Recientemente hemos tomado conocimiento de la emisión de la sentencia casatoria N° 953-2010-


Cusco, de fecha 14 de octubre de 2010, en la cual la Corte Suprema de Justicia de la República ha
definido que los supuestos contemplados en el artículo 161 del Código Civil -caso de venta de bien
ajeno, caso del representante que excede los límites de su representación, denominado también
por la doctrina como “falsus procuratur-, constituyen supuestos de ineficacia de actos jurídicos,
pues la mencionada sentencia refiere claramente que el caso que analizó conforme a la pretensión
demandada constituye un supuesto de ineficacia de acto jurídico y no de nulidad, aspecto
establecido en la siguiente cita: “… constituye un ejercicio lícito del iura novit curia entender que la
demanda es una de ineficacia de acto jurídico y no de nulidad, definiendo además que la ineficacia
es una solución menos extrema y menos gravosa que la nulidad…”(Fundamento décimo tercero de
la Sentencia Casatoria N° 953-2010-CUSCO).

Con ello, por fin se deja en claro uno de los temas que ha originado constante discordia en los
jueces de las distintas instancias, quienes a raíz de la publicación de la citada sentencia deberán
unificar criterios en aras de no afectar los derechos de los justiciables, debiendo aplicar las
facultades que otorga la Ley y decidir la norma a aplicar al caso concreto; es decir, aplicar el
principio iura novit curia, manifestación concreta de la dirección y autoridad del Juez, quien al
hacer uso de dicho principio prescinde de la opinión de los particulares y privilegia el objetivo final;
la paz social en justicia. Por lo que, el Juez al momento de emitir el fallo debe tener en cuenta los
conceptos fundamentales respecto a la pretensión procesal a fin de aplicarlos a las situaciones
distintas que se presentan en la casuística, así como también debe tener clara la oportunidad de
su aplicación.

El aforismo Iura novit curia es un principio, que significa literalmente "el juez conoce el derecho",
utilizado para referirse al principio del derecho procesal, según el cual el Juez conoce el derecho
aplicable y, por tanto, no es necesario que las partes prueben en el litigio lo que dicen las normas.
El juez debe someterse a lo probado en cuanto a los hechos, pero puede y debe ampararse de ser
el caso en este principio para aplicar un derecho distinto del invocado por las partes al momento
de argumentar la causa. Nuestro ordenamiento jurídico, contempla este principio de la siguiente
manera: "Los jueces tienen la obligación de aplicar la norma jurídica pertinente, aunque no haya
sido invocada en la demanda" (Artículo VII del Título Preliminar del Código Civil). También está
considerada con mayor precisión de la siguiente manera: "El juez debe aplicar el derecho que
corresponda al proceso, aunque no haya sido invocado por las partes o lo haya sido
erróneamente. Sin embargo, no puede ir más allá del petitorio ni fundar su decisión en hechos
diversos de los que han sido alegados por las partes" (Artículo VII del Título Preliminar del Código
Procesal Civil).

Este principio tiene límites, que pueden ser resumidos en: i) El juez no puede fundar su decisión en
hechos diversos de los que han sido alegados por las partes; y, ii) El juez no puede ir más allá del
petitorio. Por otra parte, también existen reglas fundamentales que deben ser respetadas las que
se detallan a continuación: a) el juez no puede iniciar de oficio el proceso; b) no puede tener en
cuenta hechos ni medios de prueba que no han sido aportados por las partes; c) debe tener por
ciertos los hechos en que ellas estuviesen de acuerdo; d) la sentencia debe ser dictada conforme a
lo alegado y probado, y e) el juez no puede vulnerar el principio de congruencia procesal.

Sin embargo, es lamentable observar en nuestro medio el bajo nivel de compromiso y desempeño
de algunos jueces, quienes no utilizan los medios facultados por la ley para resolver de manera
adecuada el caso que se les presenta; ellos están obligados a calificar en la etapa procesal
correspondiente los hechos expuestos por las partes y la relación sustancial, debiendo prescindir
de la calificación efectuada por los litigantes. El juez debe determinar la causa petendi y siempre
que no se aparte de los hechos afirmados ni modifique su objeto, puede otorgar lo pedido sobre la
base de una calificación de la causa distinta a la que hicieron las partes.

Lo expuesto tiene que ser aplicado sin duda alguna a los casos concretos que se presentan en la
realidad, siendo los casos con mayor arraigo, los referidos al cuestionamiento del acto jurídico,
que se presenta cuando se demanda la nulidad del acto jurídico por persona que no tiene la
representación que se atribuye (venta de bien ajeno), o en el caso del representante que excede
los límites de su representación (artículo 161 del Código Civil) y en los casos en que se demanda la
nulidad de acto jurídico por disposición de bienes sociales (artículo 315 del C.C.); por ello la
sentencia casatoria mencionada resulta siendo una guía que ha definido el tema respecto al caso
previsto por el artículo 161 del C.C., aspecto que debe ser imitado para definir el tema de la
disposición unilateral de bienes de la sociedad conyugal.

En la dogmática civil, se puede identificar a la ineficacia como género, de la que son especies la
inexistencia, la nulidad, la anulabilidad y la inoponibilidad. Así también la doctrina divide la
ineficacia del negocio jurídico en: a) aquella motivada por la invalidez del negocio jurídico
(ineficacia estructural), donde el acto jurídico no produce efectos porque al momento de su
concertación falta un elemento de su estructura o existe algún vicio, por ejemplo la nulidad y
anulabilidad del acto jurídico; y b) aquella proveniente de causas extrañas a la estructura del acto
jurídico (ineficacia funcional), donde el acto no obstante ser válido no produce todos o algunos de
sus efectos por una causal extraña a su estructura como puede ser por una condición o el plazo, la
resolución, la rescisión, el mutuo discenso, la reversión, etc.

Dentro de la clasificación del instituto de la ineficacia, tenemos entre otras a las siguientes: total o
parcial; absoluta o relativa, estructural y funcional, para el caso del presente artículo nos
remitimos a lo señalado por Lizardo Taboada Córdova, quien nos dice, que estaremos ante un
supuesto de nulidad cuando estemos comentando la ineficacia estructural, y ante un supuesto de
ineficacia propiamente dicha cuando abordemos el tema de la ineficacia funcional.

Estos dos temas son frecuentemente confundidos, lo que conlleva a que el instituto de la nulidad
del acto jurídico no sea adecuadamente regulado, agravado con la omisión de la regulación de la
estructura del negocio jurídico, que ha originado que en la práctica se presenten divergencias en
cuanto a la determinación del medio de saneamiento que les corresponden. Con la emisión de la
sentencia que se comenta ha quedado claro el tema de la aplicación de la ineficacia cuando este
referido a los supuestos establecidos en el artículo 161 del Código Civil, sin embargo aún subsiste
la duda -aunque cada vez en menor número- respecto de los supuestos de venta unilateral de los
bienes de la sociedad conyugal, pues la confusión existente (en calificarla como nula o ineficaz) se
acarrea inclusive desde el órgano de más alto nivel, la Corte Suprema, pues si bien es cierto
cuando emitió la sentencia casatoria N° 111-2006-Lambayeque (publicada en el Peruano el 31 de
enero del 2007), se definió el tema considerando que en caso de disposición de bienes sociales se
debía aplicar la institución jurídica de la ineficacia y no la de nulidad, pues hasta antes de ella, el
mismo órgano Supremo los llegó a calificar como negocios jurídicos nulos, como en el caso de la
sentencia casatoria N° 336-2006-Lima (emitida en fecha 28 de agosto de 2006), divergencia que
merece pronto pronunciamiento a fin de que sea adecuadamente tratada.

Para poder entender estos temas debemos remitirnos al génesis del problema, la estructura del
negocio jurídico, y para entender el caso del instituto de la venta de bien ajeno, dentro de ella
encontrar el instituto jurídico de la legitimación para contratar, para entender si la vulneración de
este instituto debe sancionarse con la nulidad del negocio jurídico o con la ineficacia del mismo. La
doctrina en general considera que el negocio jurídico se estructura en base a: 1) Elementos,
constituido por un elemento estructural, en el que debe considerarse el elemento formal, que
comprende a la declaración o manifestación de voluntad, y el elemento funcional, que comprende
a la causa o finalidad; 2) Presupuestos, los que comprende tanto a los sujetos de la relación y al
objeto; 3) Requisitos que vienen a ser los presupuestos y elementos para que el negocio jurídico
sea válidamente eficaz.

Se debe evaluar las cualidades que debe tener el sujeto, es decir la parte de la relación jurídica
sustancial. En ese sentido se puede llegar a la conclusión de que el sujeto de la relación debe tener
capacidad, legitimación y determinabilidad. Es decir el acto jurídico debe cumplir con la estructura
que lo hará realmente válido, pues cuando se demanda la “nulidad de acto jurídico” por
disposición unilateral de bienes de la sociedad conyugal, se está denunciando la carencia de
legitimidad para contratar del transferente, caso similar se presenta en los supuestos
contemplados por el artículo 161 del Código Civil. La legitimidad para contratar es: “la
competencia para obtener o para sentir los efectos jurídicos de la regulación de intereses que se
ha tenido presente, competencia que resulta de una específica posición del sujeto con respecto a
los intereses que se trata de regular”. (Emilio Betti, citado por Franciso Messineo, en Doctrina
General del Contrato, traducido por R.O. Fontanarrosa, S. Sentis Melendo y Voltera, Ara. Lima.
2007, página 126-127). Así también lo ha señalado la sentencia casatoria N° 111-2006, cuando
señala: “Es decir, la intervención de ambos cónyuges supone dar cumplimiento a un requisito de
eficacia denominado legitimidad para contratar, el cual implica el “poder de disposición que tiene
el sujeto en relación a una determinada situación jurídica” (Máximo Bianca. “Diritto Civile”. Tomo
3. II Contratto. Giuffré Editore. Milán 1998, páginas 65-66)…”.

Siendo así, podemos concluir en decir que la legitimación para contratar es el poder para transferir
un bien del que se es propietario, por ello el negocio jurídico que vulnera la legitimación para
contratar, es ineficaz, esto quiere decir, que siendo válido el negocio no producirá los efectos
jurídicos perseguidos por los contratantes. Conclusión que tiene sustento en lo expuesto por
Massimo Bianca, quien en cita de Morales Hervías, refiere que: “La legitimación es un requisito
subjetivo de eficacia del contrato. La ausencia de legitimación no implica por tanto la invalidez del
contrato sino su ineficacia respecto al objeto de que la parte no es competente para
disponer”.(Estudios sobre Teoría General del Contrato, Rómulo Morales Hervías, Editorial Grijley,
2006, Pág. 498).

Con lo expuesto podemos concluir que, los casos previstos por el artículo 161, así como el previsto
por el artículo 315 ambos del Código Civil, cuando se cuestione la validez del acto jurídico, deben
ser abordados como supuestos de ineficacia de acto jurídico, y de ser el caso –siempre y cuando
no sobrepase los límites expuestos supra- cuando el demandante no lo precise de tal forma, el
Juez tiene la facultad-deber de aplicar el principio iura novit curia, cuando el caso concreto lo
amerite, con la finalidad de no afectar los principios recogidos por nuestro ordenamiento y no
vulnerar los derechos de todo justiciable.

Publicado por Catedra Judicial en 21:39


Etiquetas: casación, ineficacia, inoponibilidad, iura novit curia, Nulidad de Despido, saneamiento

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1. PREMISA SOBRE LA INEFICACIA DEL NEGOCIO JURÍDICO.
Con la expresión ineficacia del negocio jurídico se hace referencia a todos aquellos supuestos en que
el negocio no llega a producir los efectos a los que estaba dirigido o deja de producirlos en un
momento dado. Así, serán ineficaces, respectivamente, un negocio jurídico sometido a condición
suspensiva que nunca llega a producirse (el eventual donatario muere sin terminar la carrera) o la
venta celebrada por el empresario a su primo hermano para evitar que la finca caiga en manos de sus
acreedores.
Por tanto, dado que la autonomía privada no es reconocida por el Ordenamiento jurídico para que se
juegue con ella celebrando negocios jurídicos ineficaces, resulta clara que los supuestos de ineficacia
representan para el Derecho los que, en términos figurados, podríamos denominar supuestos
patológicos.
Los supuestos de ineficacia negocial pueden integrarse en dos grandes grupos:

 Invalidez, motivada por la existencia de circunstancias intrínsecas a cualquiera de los


elementos esenciales del negocio jurídico que no resultan admisibles para el Ordenamiento jurídico.
A su vez, dentro de la invalidez, según la gravedad de tales circunstancias, resulta necesario
distinguir entre:
1) Nulidad, y
2) Anulabilidad.

 Ineficacia en sentido estricto, en la que deberían incluirse aquellos casos en que ciertos
defectos o carencias extrínsecos al negocio jurídico en sí mismo considerado, como acuerdo de
voluntades, conlleva su falta de efectos. Tales casos serían, al menos, los siguientes:
1) Mutuo disenso.
2) Desistimiento unilateral.
3) Resolución por incumplimiento.
4) Rescisión.
5) Revocación.
6) Acaecimiento de la condición resolutoria.
7) Falta de acaecimiento de la condición suspensiva.

2. LA NULIDAD.
Se trata del supuesto más grave de ineficacia. Por ello, suele ser adjetivado como nulidad absoluta o
nulidad de pleno derecho. Los negocios jurídicos nulos, pues, no merecen para el Derecho más que
rechazo; no puede reconocer el Ordenamiento jurídico ningún efecto del negocio jurídico nulo, ni
siquiera su admisibilidad como tal negocio jurídico.

2.1. Causas de nulidad.


La nulidad absoluta o nulidad de pleno derecho es el supuesto más grave de ineficacia. De acuerdo
con una sentencia del Tribunal Supremo, la nulidad propiamente dicha, absoluta o de pleno derecho,
tiene lugar cuando el acto es contrario a las normas imperativas o prohibitivas o cuando no tiene
existencia por carecer de alguno de sus elementos esenciales, es decir si falta el consentimiento, el
objeto o la causa.
Son causas de nulidad radical del negocio jurídico:
1) La carencia absoluta o inexistencia (excluidos, por tanto, los denominados vicios de la
voluntad, pero no la violencia absoluta) de cualquiera de sus elementos esenciales. En tal caso, de
conformidad con el Código Civil, debería concluirse que no hay negocio jurídico alguno.
2) El incumplimiento de cualquiera de los requisitos del objeto del contrato: licitud, posibilidad y
determinación.
3) La ilicitud de la causa de cualquier negocio jurídico.
4) El incumplimiento de la forma sustancial en el caso de negocios formales o solemnes.
5) La contrariedad a las normas imperativas, a la moral y al orden público (negocio jurídico
ilegal).
6) Los actos a título gratuito sobre bienes comunes realizados por un cónyuge sin el
consentimiento del otro.
2.2. La acción de nulidad.
Por muy nulo que sea un negocio jurídico, en caso de haberse celebrado, producirá una apariencia de
tal que, salvo que sea destruida, seguirá produciendo los efectos propios del negocio jurídico de que
se trate, como si fuera válido.
Para evitar semejante “apariencia legal”, el Derecho dota a la “acción de nulidad” (vehículo procesal
tendente a lograr que el Juez decrete la nulidad del negocio jurídico) de una serie de caracteres:
 Es imprescriptible, puede ser ejercitada en cualquier momento.
 Puede ejercitarla cualquier persona interesada en deshacer el negocio jurídico nulo. En efecto,
en el ejercicio de la acción de nulidad, “la Jurisprudencia no excluye a los terceros, si a ellos les
puede perjudicar el negocio jurídico que impugnan”.

2.3. Consecuencias de la nulidad.


2.3.1. En general: la restitución.
Dado que el negocio jurídico no produce efectos, las consecuencias de la declaración judicial de
nulidad tienden a dejar las cosas en el estado inmediatamente anterior a la celebración del supuesto
negocio jurídico, lo que técnicamente se denomina RESTITUCIÓN.
El Código Civil establece que declarada la nulidad los contratantes deben restituir recíprocamente
las cosas que hubiesen sido materia del contrato, con sus frutos y el precio con sus intereses.
La restitución ha de tener lugar, en principio, en forma específica o in natura (devolviéndose las
partes precisamente las cosas que fueron transmitidas en base la negocio jurídico nulo). No siendo
ello posible, conforme a las reglas generales, procederá la restitución (recíproca o no) del equivalente
pecuniario, en dinero. En tal sentido el Código Civil establece que “siempre que el obligado por la
declaración de nulidad a la devolución de la cosa, no pueda devolverla por haberse perdido, deberá
restituir los frutos percibidos y el valor que tenía la cosa cuando se perdió, con los intereses desde la
misma fecha”.

2.3.2. En particular: los supuestos de ilicitud.


La regla restitutoria no ha parecido históricamente conveniente a los supuestos de ilicitud, ¿se
satisfarían los intereses generales si el ordenamiento jurídico permitiese que las consecuencias de
vender por ejemplo, un bien de dominio público, se limitasen a una restitución entre los
contratantes?. En el Código Civil tampoco resulta aplicable la restitución en los supuestos en que el
objeto del contrato o la causa del negocio sean ilícitos, contrarios al ordenamiento jurídico en su
conjunto.
En tales casos han de aplicarse las reglas que determinan diferentes consecuencias según que la
ilicitud (civil) del objeto y de la causa constituya o no, simultáneamente, un ilícito penal propiamente
dicho (esto es delito o falta tipificado por el Código Penal):
1) En el caso de ilícito penal se dispone que las partes carecerán de toda acción entre sí, y se
procederá contra ellos, dándose, además, a las cosas o precio que hubiesen sido materia del contrato,
la aplicación prevista en el Código Penal respecto de los efectos o instrumentos del delito o falta.
Esta disposición es aplicable al caso en que sólo hubiese delito o falta por parte de uno de los
contratantes, pero el no culpado podrá reclamar lo que hubiese dado y no estará obligado a cumplir
lo que hubiese prometido.
2) En los supuestos en que la "causa torpe” no constituye ni delito ni falta, se observarán las
reglas siguientes: Cuando la culpa esté de parte de ambos contratantes, ninguno de ellos podrá repetir
lo que hubiera dado en virtud del contrato, ni reclamar el cumplimiento de lo que el otro hubiese
ofrecido. Cuando esté de parte de un solo contratante, no podrá éste repetir lo que hubiese dado en
virtud del contrato, ni pedir el cumplimiento de lo que se le hubiera ofrecido. El otro, que fuera
extraño a la causa torpe, podrá reclamar lo que hubiera dado, sin obligación de cumplir lo que
hubiera ofrecido”.

2.4. La nulidad parcial.


Frente a la relativa escasez práctica de casos de nulidad negocial (que conllevan, además, problemas
de prueba muy difíciles de superar y, por tanto, en numerosas ocasiones no llegan a plantearse
judicialmente), son cada día más frecuente los casos de nulidad parcial.
Se habla de nulidad parcial cuando el negocio jurídico contiene una o varias cláusulas o
determinaciones ilegales, pese a la validez y adecuación al ordenamiento jurídico del conjunto
esencial del mismo. Esto es, el consentimiento, la causa, el objeto (en el caso de contratos) y en su
caso, la forma, son intachables, pero algunos aspectos del negocio jurídico son contrarios a una
norma imperativa (por ejemplo se concede un préstamo superando el tipo de interés el máximo fijado
por el Banco de España).
La coexistencia de cláusulas nulas, por ilegales, con los restantes pactos válidos del negocio jurídico
plantea el problema de determinar si la invalidez de la cláusula debe afectar a todo el conjunto
negocial.
El Código Civil no contempla este problema con carácter general, aunque a lo largo de su articulado
existen normas concretas de las que se deduce el principio general que ha de inspirar su solución: las
determinaciones o condiciones nulas deberán tenerse por no puestas, como inexistentes, al tiempo
que se debe preconizar la eficacia del negocio jurídico (principio de conservación del negocio
jurídico). Este criterio de evitar la trascendencia de las cláusulas nulas a la totalidad del negocio es
usa comúnmente por el Tribunal Supremo.
No obstante, resulta claro que el vacío contractual resultante debe rellenarse mediante las tareas de
interpretación y, fundamentalmente, de integración, de forma casuística.

3. LA ANULABILIDAD.
Un negocio jurídico anulable será aquel que puede ser impugnado o, por el contrario, seguir
produciendo efectos (incluso frente al Derecho) en caso de que su efectiva anulación tenga lugar.
3.1. Causas de anulabilidad. .
Las razones o causas de anulabilidad, de menor gravedad que las propias de la nulidad, pueden
identificarse en las siguientes:
1) Todos los vicios de la voluntad o, en su caso, del consentimiento: error, violencia (no
absoluta), intimidación y dolo.
2) Inexistencia de plena capacidad de obrar en alguno de los sujetos del negocio, y en su caso, de
las partes contratantes, tal y como ocurre en los siguientes casos:
 Los menores no emancipados.
 Las personas sometidas a tutela conforme a sentencia de incapacitación.
 Las personas sometidas a curatela (sin la presencia del curador).
 Los emancipados respecto de los negocios jurídicos contemplados en el artículo 3231[1] (para
el casado menor de edad, artículo 3242[2]).
3) Inexistencia de consentimiento marital o uxorio (esto es, del otro cónyuge) respecto de los
actos o negocios jurídicos onerosos realizados por el otro cónyuge, cuando legalmente se requiere el
consentimiento de ambos.

3.2. La acción de anulabilidad.


La menor gravedad o esencialidad de las carencias o vicios del negocio jurídico anulable, en relación
con el nulo, hace que la acción de anulabilidad tenga un alcance mucho más limitado que la de
nulidad.
El Código Civil denomina a la acción de anulabilidad ahora considerada “acción de nulidad”, por
ello, algunos autores consideran preferible hablar de “nulidad absoluta” y “nulidad relativa” para
referirse, respectivamente, a la nulidad y a la anulabilidad.

1[1] Artículo 323.


La emancipación habilita al menor para regir su persona y bienes como si fuera mayor; pero hasta
que llegue a la mayor edad no podrá el emancipado tomar dinero a préstamo, gravar o enajenar
bienes inmuebles y establecimientos mercantiles o industriales u objetos de extraordinario valor sin
consentimiento de sus padres y, a falta de ambos, sin el de su curador.
El menor emancipado podrá por sí solo comparecer en juicio.
Lo dispuesto en este artículo es aplicable también al menor que hubiere obtenido judicialmente el
beneficio de la mayor edad.
a) Plazo de ejercicio:
La acción de anulabilidad sólo durará cuatro años. Se trata de un plazo de caducidad, que ha de
computarse de forma diversa, según la naturaleza de la causa de nulidad:
1) El punto inicial del cómputo es la “consumación del contrato” (expresión que ha de asimilarse
a perfección del mismo o a la celebración del negocio jurídico de que se trate) sólo en los casos de
error o dolo.
2) Por el contrario, en las demás causas de anulabilidad, el cómputo inicial queda retrasado a un
momento posterior a la celebración del negocio jurídico anulable:
 El cese o desaparición de la intimidación o violencia, ya que, mientras existan, el negocio
jurídico se ha de entender continuadamente viciado.
 La salida de la tutela respecto de los negocios jurídicos celebrados por menores o
incapacitados.
 La disolución de la sociedad conyugal o del matrimonio en los casos de falta del
consentimiento del otro cónyuge.
b) Legitimación activa:
El círculo de personas legitimadas para el ejercicio de la acción de anulabilidad queda limitado a las
personas que hayan sufrido el vicio de la voluntad o del consentimiento o fuesen incapaces para
realizar el negocio jurídico, así como quienes, sin ser parte propiamente hablando, asumen
obligaciones a causa de dicho negocio jurídico.
Por aplicación de la buena fe, excluye el Código Civil que puedan ejercitar la acción de anulabilidad
los causantes del error, violencia, intimidación o dolo o las personas capaces que contraten, y por
extensión, que negocien, con incapaces.

3.3. Efectos de ala anulabilidad.


Las diferencias, al menos fundamentales, entre la nulidad y la anulabilidad, se acaban con lo dicho,
pues, en contra de lo que la lógica exigiría, los efectos de la anulabilidad son sustancialmente los
mismos que las consecuencias de la nulidad analizadas en general: la restitución conforme al artículo
1303 y normas complementarias.
El Código Civil dispensa un trato favorable a quienes realizan negocios jurídicos sin tener plena
capacidad de obrar: “no está obligado el incapaz a restituir sino en cuanto se enriqueció con la cosa o
precio que recibiera”. De otra parte, es obvio que las normas aplicables a los supuestos de ilicitud
quedan restringidas al ámbito estricto de la nulidad radical y no pueden expandirse a los supuestos de
anulabilidad.
La fundamental coincidencia de efectos entre nulidad y anulabilidad, la restitución entre las partes
del negocio, o, en su caso, los contratantes, es consecuencia del hecho de que la anulación del
negocio jurídico (y, por tanto, la sentencia judicial que la establece) tiene carácter retroactivo.
Ahora bien, sea por la razón que sea, el efecto restitutorio es análogo, si no absolutamente idéntico,
en caso de prosperar la acción de anulabilidad y la de nulidad.

4. LA PERVIVENCIA DE LOS NEGOCIOS JURÍDICOS INVÁLIDOS.


4.1. Las causas de invalidez y su posible sanación.
La diferencia entre la nulidad y anulabilidad no puede rastrearse en base a los efectos positivos del
ejercicio de la correspondiente acción, sino resaltando las consecuencias de la falta de ejercicio de la
acción.
Desde el punto de vista fáctico, es evidente que, en tanto que no se declare judicialmente la nulidad o
anulabilidad, los negocios jurídicos inválidos pervivirán como si no lo fueran, pero para el
ordenamiento jurídico merecen la siguiente consideración:
1) Aunque no se ejercite la acción de nulidad, el negocio jurídico nulo será tal para el Derecho
(de ahí la imprescriptibilidad de la acción, la amplia legitimación para su ejercicio, etc.). Por tanto, se
tratará de una mera apariencia de negocio jurídico que no podrá ver sanados sus vicios de raíz.
2) La falta de ejercicio de la acción de anulabilidad (supongamos, por transcurso del plazo de
caducidad) conlleva, por el contrario, que la pervivencia fáctica del negocio jurídico anulable se
asume por el Ordenamiento jurídico, que lo convalida (lo hace válido), por considerar que las causas
de anulabilidad no atentan contra el orden público negocial, sino contra los intereses de un particular.
Por tanto si la propia persona que ha sufrido la causa de anulabilidad no procura su propia
indemnidad ejercitando la acción anulatoria del negocio jurídico, el principio de seguridad jurídica
comportará la sanación de la causa de anulabilidad.
En definitiva, las causas de anulabilidad son disponibles para las partes y por tanto sanables. Las
causas de nulidad, por el contrario, son de derecho necesario y de carácter absolutamente
indisponible, por atentar contra el orden público.

4.2. La confirmación del negocio jurídico anulable.


Si las causas de anulabilidad son disponibles para las partes, renunciando al ejercicio de la
correspondiente acción, es lógico que exista un cauce para sanar el negocio jurídico anulable antes
de que la acción de anulabilidad prescriba.
Dicho cauce sanatorio se conoce con el nombre de confirmación. La confirmación purifica al
contrato de los vicios de que adolezca desde el momento de su celebración (esto es, tiene eficacia
retroactiva) y, por consiguiente, extingue la acción de anulabilidad.
Para que la confirmación sea válida, se requiere que quien la lleve a cabo sea consciente de la
trascendencia de la misma. Por ello requiere el Código Civil que el confirmante tenga conocimiento
de la causa de anulabilidad y que el vicio no le siga afectando.
La confirmación puede realizarse de forma expresa o tácita. Esta última consiste en que el legitimado
para ejercitar la anulabilidad “ejecutase un acto que implique necesariamente la voluntad de
renunciarlo” (viciado por error y en contra de la voluntad de su padre un menor de edad compra a
plazos un ordenador que no satisface sus necesidades, para evitar la riña del padre, acude al centro
mensualmente y abona las mensualidades).

4.3. La denominada conversión del negocio jurídico nulo.


Dado que la confirmación es sólo aplicable a los anulables, se afirma que el negocio jurídico nulo es
susceptible de conversión.
La pretendida conversión del negocio jurídico consistiría en que un negocio jurídico con tacha de
nulidad, por contravenir alguna norma imperativa propia del modelo o tipo negocial de que se trate,
puede ser reconducido a un tipo negocial diverso para ser considerado válido. Así por ejemplo, un
comodato oneroso debería estimarse arrendamiento, ya que para el Código Civil intercambiar cesión
de uso de una cosa por precio constituye la causa típica del arrendamiento y no la del comodato.
Generalizar la figura de la conversión en nuestro Derecho resulta tarea ardua, ya que el Código Civil
no la considera posible. En supuestos concretos, la tarea interpretativa resultará igualmente difícil; ya
que, además de concurrir en el negocio jurídico nulo los requisitos y contenidos del negocio jurídico
válido al que se reconvierte, no parece razonable propugnar la conversión del negocio jurídico sin
tener en cuenta la voluntad de las personas en él interesadas. Por cuanto se refiere al ejemplo
arquetípico del comodato oneroso transmutado en arrendamiento, más bien parece que estaríamos
sencillamente ante un supuesto de calificación convencional errónea.

5. LA RESCISIÓN.
La rescisión es una forma particular de ineficacia del contrato que procede de un momento posterior
a la celebración del mismo, el cual nace plenamente válido, pero posteriormente puede ser declarado
ineficaz por sus efectos lesivos o perjudiciales para una de las partes o de un tercero. La regulación
general de la rescisión se realiza una vez más en relación con los contratos, pero el alcance de esta
forma de ineficacia se extiende a otros actos de autonomía privada que se engloban en la categoría
general del negocio jurídico.
La rescisión se distingue, legal y teóricamente, con facilidad de la nulidad y anulabilidad del
negocio: la rescisión presupone un negocio jurídico inicialmente válido mientras que la nulidad y la
anulabilidad implican la invalidez inicial del negocio a que estén referidas. Según el Código Civil los
contratos válidamente celebrados pueden rescindirse en los casos establecidos por la ley.

5.1. Causas de rescisión.


Las causas de rescisión se pueden clasificar en tres grupos distintos:
A) Rescisión por lesión:
El término lesión, utilizado aquí y ahora, significa sencillamente perjuicio patrimonial para uno de
los sujetos del negocio y en particular para una de las partes contratantes. Utilizando esta idea como
causa de ineficacia, declara el Código Civil rescindibles:
1) Los contratos que pudieran celebrar los tutores sin autorización judicial, siempre que las
personas a quienes representan hayan sufrido lesión en más de la cuarta parte del valor de las cosas
que hubiesen sido objeto de aquellos. Los contratos que celebre el menor por sí solo serán anulables
y no rescindibles. Tampoco serán rescindibles los contratos que celebre el tutor con autorización
judicial, respecto de los cuales podrá el menor, para reparar los perjuicios que le causen, exigir la
responsabilidad en que haya podido incurrir el juez al conceder la autorización al tutor. Finalmente,
aquellos contratos que, necesitando autorización judicial, celebre el tutor por sí solo, serán
directamente nulos por incumplimiento de ese requisito.
2) Los celebrados en representación de los ausentes, siempre que éstos hayan sufrido la lesión en
más de la cuarta parte del valor de la cosa, y no se haya celebrado el contrato con autorización
judicial.
3) La partición de la herencia, siempre que la lesión sea en más de la cuarta parte, atendiendo al
valor de las cosas cuando fueran adjudicadas.
B) Rescisión por fraude:
La celebración de un negocio jurídico y en particular los contratos, con intención fraudulenta
respecto de terceros, con ánimo de engañarlos perjudicando sus intereses, constituye causa de
rescisión en los siguientes supuestos:
1) Los contratos celebrados en fraude de acreedores cuando éstos no puedan cobrar de otro modo
lo que se les deba. Se presume fraude todas las enajenaciones gratuitas, y, en las onerosas, cuando el
transmitente haya sido condenado o cuando se trate de bienes embargados judicialmente.
2) Los contratos que se refieran a cosas litigiosas, cuando hubiesen sido celebrados por el
demandado sin conocimiento y aprobación de las partes litigantes o de la Autoridad judicial
competente.
3) Los pagos hechos en estado de insolvencia por cuenta de obligaciones a cuyo cumplimiento no
podía ser compelido el deudor al tiempo de hacerlos.
Atendiendo a los intereses generales, el Tribunal Supremo se pronuncia a favor de una interpretación
extensiva de las normas legales sobre fraude.
C) Rescisión por otros motivos.
El Código Civil mediante una cláusula remisiva de carácter general, deja la puerta abierta a
cualesquiera otros casos en que especialmente determine la ley la rescisión.

5.2. La acción rescisoria.


El Código Civil exige tres requisitos para que sea posible la acción rescisoria, el efecto propio de la
rescisión, es decir, la devolución de las cosas que fueron objeto del contrato con sus frutos y del
precio con sus intereses. Estos requisitos son:
1) Que el perjudicado carezca de otro recurso legal para obtener la reparación del perjuicio. Es
una acción subsidiaria.
2) Que el perjudicado pueda devolver aquello a que estuviera obligado.
3) Que las cosas objeto del contrato no se hallen legalmente en poder de terceras personas que
hubieren procedido de buena fe, en tal caso la pretensión del lesionado o defraudado se limitará a
reclamar la indemnización de perjuicios al causante de la lesión.
El plazo para ejercer esta acción es el de cuatro años establecido para las acciones de anulabilidad.
Este plazo comenzará a computar desde la celebración del negocio jurídico rescindible. Sin embargo,
para las personas sujetas a tutela y para los ausentes, los cuatro años no comenzarán a contar hasta
que haya cesado la incapacidad de los primeros, o sea conocido el domicilio de los segundos.

5.3. Eficacia restitutoria e indemnizatoria de la rescisión.


El efecto fundamental de la rescisión tiene un acusado matiz restitutorio: obtener la devolución de
todo aquello que haya sido entregado por virtud del negocio rescindible (tanto la cosa como el
precio). Pero puede ocurrir que las cosas entregadas hayan desaparecido, o que estén en manos de
terceros adquirentes, protegidos en su adquisición de modo preferente sobre el que ejercita la acción
rescisoria por lesión o por fraude, en estos casos de imposible restitución, la acción rescisoria se
transforma en indemnizatoria o reparatoria, con carácter subsidiario.
La acción de indemnizar puede alcanzar al adquirente de mala fe, pues “el que hubiere adquirido de
mala fe las cosas enajenadas en fraude de acreedores deberá indemnizar a éstos de los daños y
perjuicios que la enajenación les hubiere ocasionado, siempre que por cualquier causa les fuere
imposible devolverlas”.

Notas
[2] Artículo 324.
Para que el casado menor de edad pueda enajenar o gravar bienes Inmuebles, establecimientos
mercantiles u objetos de extraordinario valor que sean comunes, basta, si es mayor el otro cónyuge,
el consentimiento de los dos; si también es menor, se necesitará, además, el de los padres o curadores
de uno y otro.

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