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RESUMEN
Este artículo estudia la discriminación salarial por razones de género en el sector privado en
España. La integración de las teorías por el lado de la demanda y de la oferta nos permite cuanti-
ficar en un 18% el nivel de discriminación de acuerdo con los datos de la Encuesta de Estructura
Salarial de 1995.
I. INTRODUCCIÓN1
1
Agradezco los comentarios de Gosta Esping-Andersen, Pedro Lago, Santiago Lago, Teresa
Martín, Marcos Rodríguez, Leire Salazar y Celia Valiente a una versión anterior de este trabajo,
así como las facilidades del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales del Instituto Juan
March. La responsabilidad de cualquier error u omisión es, por supuesto, sólo mía.
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elevados mantuvieron sus sueldos reales en unos niveles similares entre 1973 y
1996, mientras que todos los demás experimentaron significativas pérdidas. En
concreto, en los deciles más bajos los salarios cayeron en cerca del 20% en tér-
minos reales.
Entre las mujeres, todas experimentaron un incremento en sus salarios, que
oscila entre el 5% de las trabajadoras colocadas en la mediana de la distribu-
ción de sueldos y el 30% de las situadas en los deciles más elevados3. Y ello
cuando entre 1950 y 1980 las diferencias salariales por razones de género ape-
nas habían experimentado cambios significativos tras el proceso de convergen-
cia experimentado entre 1890 y 19304. Esta tendencia más favorable para las
mujeres se explica por la mejora en su cualificación respecto a los hombres y
por el debilitamiento de la discriminación (Blau, Ferber y Winkler, 1998).
En todo caso, es necesario tener en cuenta que estas tendencias se produ-
cen dentro de cada sexo. De este modo, por ejemplo, el incremento de los sala-
rios más elevados de las mujeres solamente llevó a una equiparación entre su
percentil noventa con el percentil ochenta de la distribución de los hombres en
1996, mientras que la mujer posicionada en la mediana de la distribución de
sueldos sigue ganando lo mismo que un hombre situado en el percentil treinta.
Si nos fijamos en el salario por hora, las mujeres reciben, en promedio, en
torno al 70% de lo que perciben los hombres. Por último, si observamos los
sueldos en los empleos a tiempo completo, las ganancias semanales de las
mujeres pasaron entre 1978 y 1996 de un 61 a un 75% de los salarios de los
hombres. Por lo tanto, aunque, efectivamente, las mujeres han experimentado
un incremento relativo y absoluto de sus salarios en las últimas décadas, siguen
todavía lejos de los niveles de los hombres (Blau, Ferber y Winkler, 1998;
England y Farkan, 1986; Goldin, 1990; Hakim, 1996; Morris y Western,
1999; Zabalza y Tzannatos, 1985).
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A) Educación
B) Aprendizaje en el trabajo
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Estos elementos no serían sino un mecanismo de control social para mantener la división
sexual del trabajo; una vez que las posiciones son definidas como masculinas o femeninas, las
sociedades deben reforzar estas definiciones (Jacobs, 1989).
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menor experiencia laboral que los hombres, si bien esta distancia es cada vez
menor (Blau, Ferber y Winkler, 1998).
Recoge otros factores que dan cuenta de las diferencias salariales entre los
hombres y las mujeres desde el lado de la oferta: i) Las horas que se destinan a
tareas domésticas reducen el esfuerzo que las mujeres ponen en sus trabajos, de
modo que decrece su productividad comparando con hombres de su misma
cualificación. ii) En la medida en que las familias anteponen la carrera profe-
sional del marido frente a la de la mujer en la determinación de la localización
geográfica de la familia, los ingresos de las mujeres decrecen con mayor proba-
bilidad7. iii) En tanto las mujeres conceden una mayor prioridad a la familia
que los hombres, tienen mayores restricciones para acomodar cambios o exi-
gencias laborales que no se ajustan al horario fijado8. iv) Si las mujeres antici-
pan una vida laboral más corta que los hombres, deberían invertir menos tiem-
po en buscar el mejor empleo posible que los hombres y, por tanto, recibirán
menos dinero.
La teoría del capital humano ha encontrado en la obra de Hakim (1991,
1992, 1995, 1996a y 1996b) su versión más maximalista y polémica9. Hakim
sugiere que las pautas de segregación ocupacional son el producto de decisio-
nes tomadas por diferentes «tipos» de mujeres: las «comprometidas» o «hechas
a sí mismas» y las «no comprometidas» o «esclavas agradecidas». Las primeras
dan prioridad a sus carreras profesionales, mientras que las segundas a sus res-
ponsabilidades domésticas. Unas trabajan a tiempo completo, las otras a tiem-
po parcial10. La existencia de estas diferentes orientaciones hacia el empleo
7
De acuerdo con los cálculos de Hakim (1996b), los movimientos dentro y fuera del merca-
do laboral son entre dos y cuatro veces más probables entre las mujeres que entre los hombres. En
otras palabras, virtualmente todos los hombres permanecen en el mercado de trabajo a lo largo de
su vida, comparado con alrededor de un 10% de las mujeres en Gran Bretaña hoy y un 15% hace
treinta años.
8
No parecen existir, sin embargo, diferencias significativas entre las madres solteras y las
casadas en las salidas del mercado laboral y en las re-entradas en los trabajos a tiempo completo
(Drobnic, 2000).
9
Entre las numerosas críticas a Hakim, merecen especialmente la pena los trabajos de
Crompton y Harris (1998) y Ginn et al. (1996).
10
El empleo a tiempo parcial puede entenderse como una solución para reconciliar el cuida-
do de los niños y el empleo. Así podría explicarse que el trabajo a tiempo parcial sea «voluntario»,
esto es, una oportunidad para los que no quieren trabajar a tiempo completo, de modo que debe-
ría estar más extendido entre las mujeres (Blossfeld, 1994; Rosenfeld y Birkelund, 1992). La evi-
dencia empírica, sin embargo, no parece confirmar esta hipótesis. Los cálculos de Fagan y Rubery
(1996), por ejemplo, sugieren que la división entre fuerza de trabajo femenina a tiempo completo
y tiempo parcial no se explica por las funciones sociales y biológicas comunes a madres y esposas.
En este sentido, el empleo a tiempo parcial desde los años setenta parece más bien una solución
involuntaria (Carrasco y Mayordomo, 1997; Jacobs y Quian, 1994; Negrey, 1993).
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explica que las mujeres con trabajos a tiempo parcial, con peores condiciones y
menor remuneración muestren su satisfacción con los mismos. En definitiva,
para Hakim, la falta de compromiso de las mujeres con sus carreras profesiona-
les, la inestabilidad en el empleo o las diferencias salariales con los hombres
reflejan el comportamiento laboral de unas mujeres que anteponen su papel
doméstico11 (Blau, Ferber y Winkler, 1998; England y Farkas, 1986; Jacobs,
1989; Marini, 1989).
11
De este modo, un incremento relativo de los salarios de las mujeres respecto a los de los
hombres eleva el coste de oportunidad de casarse y de tener hijos. Es decir, la reducción de los
diferenciales de los salarios generaría cambios demográficos, incluyendo caídas en la fertilidad,
tendencias hacia el retraso en la formación de la familia, un incremento en las tasas de divorcio y
en las cohabitaciones no maritales. Los cambios en el mercado de trabajo también afectan a las
relaciones en el seno de la familia. En tanto las ventajas de la división doméstica del trabajo dis-
minuyen, la lógica económica que ata a los hombres y las mujeres a sus papeles tradicionales se
disipa y la forma convencional de la familia es más tenue (Irwin y Bottero, 2000; McRae,
1997).
12
Detrás de esta cuestión estaría la tesis que defiende la devaluación del trabajo de la mujer.
Si una ocupación es predominantemente realizada por mujeres, todos los trabajadores en esa ocu-
pación son objeto de tal devaluación. En este sentido, los factores económicos no podrían expli-
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B) Discriminación estadística
car totalmente los efectos de la composición sexual del trabajo, puesto que el sesgo cultural con-
tra el trabajo de la mujer modifica o anula las consideraciones del mercado (Tam, 1997).
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Para un análisis empírico de la importancia de estos tres mecanismos en Estados Unidos y
Noruega, ver Petersen y Morgan (1995) y Petersen et al. (1997), respectivamente.
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D) El modelo overcrowding
14
E. Gross (1968), «Plus ca change...? The sexual structure of occupations overtime», Soc.
Prob., 16: 198-208.
15
La división entre trabajo a tiempo parcial y completo es, sin embargo, una fuente adicional
de segregación ocupacional entre hombres y mujeres, e incluso entre las propias mujeres en las
últimas décadas. La evidencia empírica disponible ofrece un fuerte respaldo a la hipótesis de que
las mujeres con mayor educación, incluso cuando tienen responsabilidades domésticas, cuentan
con una mayor probabilidad de emplearse a tiempo completo que las que poseen una menor for-
mación (Fagan y Rubery, 1996; Rosenfeld y Birkelund, 1995).
16
En un desafío a la ortodoxia, Blackburn, Jarman y Brooks (2000) apuntan que sólo la
dimensión vertical de la segregación mide desigualdad, mientras que la horizontal recoge simple-
mente diferencia.
17
En este sentido, Jacobs (1989) señala, en contraposición a lo que sostiene Hakim (1996a,
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E) Modelos institucionales
1996b), por ejemplo, la existencia de unos elevados niveles de movilidad de las mujeres entre las
ocupaciones dominadas por los hombres, las mujeres y las sexualmente neutrales. No obstante,
constata también que ha habido una reducida acumulación de mujeres en los trabajos propia-
mente masculinos. Para Jacobs, esta situación se explica por los mecanismos de control social que
refuerzan las definiciones masculinas y femeninas de las posiciones, sobre los que ya me he dete-
nido.
18
Si bien la distinción entre estos dos tipos de mercados es anterior, la principal formulación
se encuentra en el libro de P. B. Doeringer y M. J. Piore, Internal Labor Markets and Manpower
Analysis, Lexington, Mass.: Heath, 1971.
19
Ver, por ejemplo, A. L. Kalleberg y A. B. Sorensen (1979), «The Sociology of Labor
Markets», Annual Review of Sociology, 5: 351-379.
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Las encuestas empleadas en los estudios sobre la discriminación salarial en España presen-
tan algunas limitaciones que dificultan sobremanera el análisis empírico. El problema más grave
es, sin duda, la excesiva agregación de la información sobre la cuantía de los sueldos. Así ocurre
en la Encuesta sobre Condiciones de Vida y Trabajo de 1985, en la que los datos sobre el salario
se recogen en una variable discreta. También son bastante comunes los problemas de representa-
tividad y de información disponible. En primer lugar, la Encuesta de Discriminación Salarial de
1987 no es una muestra aleatoria de la población. Solamente se entrevista a mujeres asalariadas y
a su pareja, en caso de tenerla, residentes en Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla, Valencia y Zara-
goza. Por su parte, la serie cronológica de la Encuesta de Salarios en la Industria y los Servicios
agrupa las categorías profesionales en dos bloques, empleados y obreros, lo que imposibilita un
estudio más pormenorizado. Además, sólo incluye a trabajadores a tiempo completo ocupados en
empresas con cinco o más personas empleadas cotizantes de la Seguridad Social. La Encuesta de
Presupuestos Familiares de 1990-1991 carece de información sobre horas de trabajo y otras varia-
bles relevantes, como los años de antigüedad en la empresa o los años de experiencia laboral.
Tampoco la Encuesta Piloto de Ganancias anexa a la Encuesta de Población Activa del segundo
trimestre de 1990 contiene un volumen de información suficientemente amplio sobre las caracte-
rísticas personales y laborales del entrevistado (Carrasco y Rico, 1997; De la Rica y Ugidos,
1995; Hernández, 1996).
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ln WH = XH · βH + VH
ln WM = XM · βM + VM
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30% de las mujeres frente a un 26% de los hombres tienen un contrato tem-
poral— y, sobre todo, en el tipo de jornada —un 10% de las mujeres frente a
un 2% de los hombres trabajan a tiempo parcial—. Si nos detenemos, por últi-
mo, en la distribución por ocupaciones, el 21% de las mujeres y el 5% de los
hombres se concentran en las cinco actividades cuantitativamente más impor-
tantes para las mujeres, y sólo un 3% de las mujeres y un 18% de los hombres
en las cinco ocupaciones más específicas de los hombres.
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Todas las variables son significativas al 1%, excepto las dummies para algunas Comunida-
des Autónomas, cuyos coeficientes no se recogen en el texto.
28
El grupo de referencia para los hombres corresponde a un individuo de treinta y dos años,
residente en Andalucía, sin estudios y con un año de antigüedad en su empresa, que trabaja cua-
renta horas semanales en una empresa privada, con un contrato indefinido a tiempo completo y
que no realiza horas extraordinarias. El grupo de referencia para las mujeres sería un individuo
con las mismas características que en el caso de los hombres pero más joven —veintiséis años—.
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Este valor es simplemente la diferencia entre el antilogaritmo de las constantes de cada uno
de los modelos.
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CUADRO 3
Ecuaciones de salarios*
Hombres Mujeres
Variables** (1) (2) (1) (2)
Estudios primarios 0,07 0,07 0,11 0,11
(7,31) (7,73) (5,08) (5,03)
Bachillerato 0,36 0,37 0,37 0,38
(33,93) (34,94) (16,30) (17,13)
Formación profesional 0,29 0,30 0,31 0,31
(27,71) (28,42) (13,15) (13,55)
Universitarios y postgrado 0,69 0,70 0,61 0,62
(65,34) (65,81) (25,97) (27,10)
Edad 0,01 0,01 0,01 0,01
(42,54) (42,74) (13,55) (16,77)
Antigüedad 0,01 0,01 0,01 0,01
(44,41) (45,07) (31,64) (31,58)
Días de baja laboral –0,01 –0,01 –0,02 –0,02
(–26,16) (–25,74) (–16,80) (–17,29)
Jornada semanal 0,03 0,04
(60,69) (86,28)
Horas extraordinarias 0,01 0,01 0,01 0,01
(36,14) (34,59) (13,86) (13,44)
Empleos propiamente masculinos 0,03 0,03 0,16 0,17
(7,12) (7,93) (10,35) (10,85)
Empleos propiamente femeninos –0,12 –0,12 –0,07 –0,07
(–16,98) (–17,22) (–9,76) (–11,00)
Tipo de jornada –0,83 –0,71
(–67,18) (–76,93)
Tipo de contrato –0,15 –0,16 –0,09 –0,09
(–34,29) (–36,05) (–12,08) (–12,76)
Empresa pública –0,19 –0,24 –0,25 –0,31
(–15,87) (–19,77) (–11,67) (–14,74)
Constante 11,63 10,39 11,48 9,98
(667,82) (387,62) (329,57) (266,39)
R2 ajustado 0,47 0,46 0,51 0,54
Número de observaciones 62.360 62.360 20.114 20.114
** Aparecen en primer lugar los coeficientes de regresión, seguidos por los estadísticos t calcula-
do a partir de la matriz de varianzas y covarianzas estimada por MCO.
** No se incluyen los coeficientes de las variables ficticias específicas para cada Comunidad
Autónoma.
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CUADRO 4
VI. CONCLUSIONES
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ABSTRACT
The article studies salary discrimination for reasons of gender in the private sector in Spain.
The integration of theories on supply and demand makes it possible to quantify the level of
discrimination at 18 per 100 in accordance with the data published in the 1995 Salary Structure
Survey.
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