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Autismo (trastornos del espectro autista)

Un niño juega con un tren y piezas de construcciones.


Muchos niños con TEA presentan intereses o actividades restringidos.
Qué es
Los trastornos del espectro autista (TEA) se encuadran dentro de los trastornos del
neurodesarrollo y se caracterizan por las alteraciones relacionadas con la
comunicación y la interacción social, así como por presentar intereses fijos y
conductas repetitivas.
Hace unos años se diferenciaban distintos tipos de autismo, pero ahora se tiende a
considerarlos en su conjunto y distinguirlos en función de su gravedad y de las
habilidades a las que afectan. Partiendo de esa base, tal y como explica José Ángel
Alda, jefe de Sección de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Hospital Sant Joan de Déu,
de Barcelona, "lo que se valora es, sobre todo, si hay discapacidad intelectual
porque muchas personas con TEA tienen problemas en este área".
También se evalúa si existen problemas del lenguaje y si hay una afección médica
asociada. Alda reconoce, no obstante, que en muchos casos se sigue hablando de
síndrome de Asperger para referirse a aquellas personas con TEA "con nivel
intelectual alto", pero con rasgos distintivos como una escasa interacción social con
los iguales.
Prevalencia
No existen cifras oficiales de prevalencia de los TEA en España, pero se estima que
podrían llegar a afectar a 450.000 personas. Hay muchos más niños y hombres que
niñas con TEA. Podría deberse a que la enfermedad afecta más al sexo masculino
que al femenino, pero cada vez parece más claro que ha habido un alto
infradiagnóstico en las mujeres.
Causas
"En la actualidad no es posible determinar una causa única que explique la aparición
del Trastorno del Espectro del Autismo (TEA), pero sí la fuerte implicación genética
en su origen", según explican desde la Confederación Autismo España. "La gran
variabilidad presente en este tipo de trastornos apunta también a la relevancia que
puede tener la interacción entre los distintos genes y diferentes factores ambientales
en el desarrollo del TEA, pero por el momento, estos elementos no se encuentran
claramente identificados, y aún es necesaria mucha investigación al respecto".
Tampoco se sabe con certeza (salvo en casos muy concretos en los que se han
identificado los genes responsables) en qué medida ese origen genético es
hereditario (transmitido de generación en generación) o accidental (como
consecuencia de una lesión genética producida en el momento de la fecundación o
durante la gestación).
Evalúa tus síntomas
Síntomas
En los trastornos generalizados del desarrollo, como los TEA, se suele producir una
amplia alteración de diversas funciones. De forma muy resumida, se podrían
destacar los siguientes síntomas:
Movimientos corporales estereotipados.
Anomalías en la emisión, forma y contenido del lenguaje.
Marcadas anomalías en la comunicación no verbal.
Insistencia irracional en el seguimiento de rutinas.
Intereses o actividades restringidos.
Déficits en la reciprocidad social o emocional
Prevención
Debido al desconocimiento de las causas del autismo, en la actualidad es
virtualmente imposible prevenir su aparición. No obstante, un diagnóstico precoz,
tener conocimiento de la enfermedad y, sobre todo, un entorno familiar
comprometido con el problema, contando con la ayuda de los profesionales
adecuados, puede contribuir de forma muy significativa al bienestar de las personas
con TEA.
Tipos
En consonancia con el manual de diagnóstico de los trastornos mentales de la
Asociación Americana de Psiquiatría, el DSM-5, en la actualidad se tiende a
abandonar la clasificación de los TEA en síndrome de Rett, síndrome de
Asperger,trastorno desintegrado infantil o síndrome de Heller y trastorno
generalizado del desarrollo no especificado.
Esas etiquetas o subgrupos no encajaban con la consideración del autismo como
un continuum o espectro, en el que no siempre se pueden separar, por ejemplo, los
síntomas sociales de los de comunicación, ya que se superponen.
Diagnóstico
Los TEA pueden ser difíciles de diagnosticar, porque no existen pruebas médicas,
como los análisis de sangre, que ayuden a confirmar estos trastornos. Para hacer
un diagnóstico, los profesionales evalúan aspectos como la conducta del niño y su
desarrollo.
A veces se pueden detectar a los 18 meses o antes. Hacia los dos años de edad, el
diagnóstico que haga un especialista se puede considerar bastante fiable. Sin
embargo, muchos niños no reciben un diagnóstico definitivo sino hasta que tienen
más edad y no son pocos los casos en los que el problema se detecta en la edad
adulta. Cuando hay discapacidad intelectual asociada se suele detectar antes el
trastorno.
Señales de alarma
Hay una serie de señales de alarma que pueden hacer recomendable una
valoración exhaustiva del desarrollo del niño.
Hacia los 12 meses de edad
No balbucea.
No hace gestos como saludar con la mano, señalar para pedir alguna cosa o mostrar
objetos.
No reconoce su nombre ni responde cuando se le llama.
No se interesa ni se implica en juegos interactivos sencillos, como el “cucú-tras” o
similares.
Entre los 12 y los 18 meses de edad
No dice palabras sencillas.
No responde a su nombre.
Presenta un uso limitado o disminuido del contacto ocular.
Ausencia de balbuceo social/comunicativo como si conversara con el adulto.
Ausencia de imitación espontánea.
No señala para pedir algo.
No mira hacia donde otros señalan.
No enseña o muestra objetos.
Puede manifestar una respuesta inusual ante estímulos auditivos.
Falta de interés en juegos interactivos simples.
Hacia los 24 meses de edad
No dice frases de dos o más palabras, que sean espontáneas y no sólo repeticiones
de lo que ha escuchado a los demás.
Tiene dificultades para mantener el contacto ocular cuando se le habla, y no sigue
objetos con la mirada.
No se implica en juegos compartidos y parece no disfrutar de la relación compartida
con otras personas.
Los expertos de Autismo España resaltan que todo lo anterior es meramente
orientativo y que cualquiera de esas señales, considerada de forma aislada, no tiene
valor diagnóstico. "También se recomendaría una valoración exhaustiva del
desarrollo si a cualquier edad parece que el niño o la niña pierde habilidades que
ya había conseguido, como el balbuceo o las primeras palabras", agregan.
Niño mirando una televisión sólo mientras agarra un peluche.
Tratamientos
No hay cura para el TEA; acompaña al individuo a lo largo de toda su vida. Las
terapias e intervenciones conductuales están diseñadas para minimizar los
síntomas específicos y pueden aportar una mejoría sustancial de la calidad de vida.
El plan de tratamiento ideal coordina las terapias e intervenciones que cubren las
necesidades específicas de los niños a nivel individual. El tipo de intervención más
efectiva es la psicoeducativa, proporcionada por psiquiatras, psicólogos, pedagotos,
logopedas...
El tratamiento precoz mejora significativamente los síntomas en muchos casos y es
esencial para que los niños desarrollen habilidades sociales y adapten su
comportamiento. De hecho, un diagnóstico tardío está relacionado con la aparición
de problemas asociados como trastornos de la alimentación, ansiedad o depresión.
Medicamentos
En el tratamiento de los TEA no se utilizan fármacos salvo en casos muy contados
y solo para controlar las posibles complicaciones. José Ángel Alda, psiquiatra
infanto-juvenil del Hospital Sant Joan de Deu, de Barcelona, pone como ejemplo el
antipsicótico risperidona "en niños que presenten problemas de comportamiento
más autismo".
En cualquier caso, no existen fármacos que traten de forma específica los TEA.
Otros datos
La actitud de los padres es clave para el bienestar de las personas con TEA. En
opinión de Noemí Velamazán, "lo más importante es que los padres (como con
cualquier niño) acepten y quieran a sus hijos tal y como son, sin tratar de cambiarles
y sin forzarles a hacer cosas que no quieren hacer, como asistir a una fiesta de
cumpleaños".
También aconseja "anticipar las cosas que van a ocurrir a lo largo del día, y saber
que si ocurre un imprevisto tu hijo se verá afectado, por lo que es importante conocer
estrategias que le ayuden a sentirse mejor".
Investigación
El psiquiatra José Ángel Alda confía en que los numerosos proyectos de
investigación sobre el autismo que están en marcha en la actualidad fructifiquen
próximamente. Uno de los mayores logros puede ser la obtención de marcadores
biológicos que permitan el diagnóstico objetivo de los TEA, con el fin de instaurar
un tratamiento efectivo incluso antes de que aparezcan los primeros síntomas.

¿Qué es la discapacidad?
Entendemos por discapacidad toda aquella situación en que un sujeto ve limitada
su participación en algún tipo de ámbito o acción, debido a la existencia de algún
tipo de deficiencia en algún órgano o capacidad intelectual. Se trata en sí de la
existencia de una limitación, no siendo causa sino consecuencia.
La existencia de una discapacidad implica pues una dificultad u obstáculo para la
participación del sujeto en la sociedad o en algún aspecto o dominio vital en
comparación con las posibilidades que presentan aquellas personas sin la
deficiencia en cuestión o incluso el propio sujeto en un momento anterior de su vida.
Eso sí, la discapacidad no implica que el sujeto que la tiene no pueda llegar a
alcanzar y realizar las mismas actividades siempre y cuando se cuente con una
ayuda ajustada a sus necesidades.
Los diferentes tipos de discapacidad
Tal y como hemos indicado anteriormente, no existe solo un tipo de discapacidad,
sino que podemos encontrar diferentes clasificaciones en función del tipo de
problema en que se presenten dificultades. Así, podemos establecer diferentes
grandes tipos de discapacidad, siendo los tres primeros los que más se tienen en
cuenta.
1. Discapacidad física
Recibe el nombre de discapacidad física o motora a todo aquel tipo de limitación
generada por la presencia de una problemática vinculada a una disminución o
eliminación de capacidades motoras o físicas, como por ejemplo la pérdida física de
una extremidad o de su funcionalidad habitual.
Este tipo de discapacidad surge en el contexto de problemas medulares, accidentes
de tráfico, traumatismo craneoencefálico, enfermedad médica generadora de
limitación física, amputaciones, malformaciones congénitas o accidentes
cerebrovasculares.

Retraso Mental Leve


Los individuos afectos de retraso mental leve adquieren tarde el
lenguaje, pero la mayoría alcanzan la capacidad de expresarse en la
actividad cotidiana, de mantener una conversación y de ser abordados
en una entrevista clínica. La mayoría de los afectados llegan a
alcanzar una independencia completa para el cuidado de su persona
(comer, lavarse, vestirse, controlar los esfínteres), para actividades
prácticas y para las propias de la vida doméstica, aunque el desarrollo
tenga lugar de un modo considerablemente más lento de lo normal.
Las mayores dificultades se presentan en las actividades escolares y
muchos tienen problemas específicos en lectura y escritura. Sin
embargo, las personas ligeramente retrasadas pueden beneficiarse de
una educación diseñada de un modo específico para el desarrollo de
los componentes de su inteligencia y para la compensación de sus
déficit. La mayoría de los que se encuentran en los límites superiores
del retraso mental leve pueden desempeñar trabajos que requieren
aptitudes de tipo práctico, más que académicas, entre ellas los
trabajos manuales semicalificados. En un contexto sociocultural en el
que se ponga poco énfasis en los logros académicos, cierto grado de
retraso leve puede no representar un problema en sí mismo. Sin
embargo, si existe también una falta de madurez emocional o social
notables, pueden presentarse consecuencias del déficit, por ejemplo,
para hacer frente a las demandas del matrimonio o la educación de los
hijos o dificultades para integrarse en las costumbres y expectativas
de la propia cultura. En general las dificultades emocionales, sociales
y del comportamiento de los enfermos con retraso mental leve, así
como las necesidades terapéuticas y de soporte derivadas de ellos
están más próximas a las que necesitan las personas de inteligencia
normal, que a los problemas específicos propios de los enfermos con
retraso mental moderado o grave.

Pautas para el diagnóstico


Si se utilizan tests de C.I. estandarizados de un modo adecuado el
rango 50 al 69 corresponde a un retraso mental leve. La comprensión
y el uso del lenguaje tienden a tener un retraso de grado diverso y se
presentan problemas en la expresión del lenguaje que interfieren con
la posibilidad de lograr una independencia, y que puedan persistir en
la vida adulta. Sólo en una minoría de los adultos afectados puede
reconocerse una etiología orgánica. En un número variable de los
afectados pueden presentarse además otros trastornos tales como
autismo, otros trastornos del desarrollo, epilepsia, trastorno disocial o
discapacidades somáticas. En estos casos deben ser codificados
independientemente.

Características de los niños con Retraso Mental


Leve
 Son independientes, pero presentan deficiencias en el área
sensorio motriz.
 El bebé con debilidad mental suele ser muy tranquilo en ocasiones,
demasiado, lo que puede inquietar.
 No se aprecian diferencias significativas en la coordinación general
ni en la coordinación específica óculo-manual; tampoco en los
trastornos de la lateralidad.
 El equilibrio en relación con los trastornos posturales, la orientación
espacio-temporal y las adaptaciones a un ritmo (especialmente
precisión-rapidez) suelen ser dificultosos.
 Como trastornos intelectivos propiamente dichos, se presentan
disminución de la comprensión, pobreza de razonamiento, falta de
autocrítica, dificultades del pensamiento abstracto.
 El débil pasa por los estadios sucesivos del desarrollo a un ritmo
más lento que el niño normal, sin acabar de desprenderse del todo
de las formas anteriores de su razonamiento.
 También los resultados de las operaciones concretas de los niños
retardados y los normales son muy semejantes; pero en cambio, en
los primeros no aparecen indicios de las operaciones formales. Un
factor típico de la debilidad es la dificultad de alcanzar el
pensamiento abstracto. Evidentemente, cuanto más profundo sea
el retardo, las dificultades se acrecentarán hasta llegar a la
incapacidad.
 En los aprendizajes escolares, estos niños pueden alcanzar niveles
aproximados de hasta sexto grado en la enseñanza primaria,
aunque a un ritmo más lento que el normal.
 Frente a situaciones nuevas o extrañas, aparecerán dificultades
para adaptarse, pudiendo llegar a necesitar ayuda cuando se
encuentren bajo un fuerte estado de tensión.
 Los niños con retardo leve presentan una mayor sensibilidad ante
el fracaso y una baja tolerancia a las frustraciones, especialmente
las afectivas.

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