Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
acompañado por su escudero gordo, montado sobre su amado asno. El hombre flaco ve en la
distancia unos molinos de viento y siente el deseo de atacarlos por haberlos percibido como
gigantes amenazantes. Esta imagen, que ha ganado el cariño de millones de personas, representa
la esencia de la obra, y para muchos, la fachada de un libro arcaico. No obstante, esta misma
imagen que constituye el espíritu de la historia también destapa uno de los temas más centrales
del Quijote—la identidad. A pesar de que Cervantes escribió el Quijote más de cuatro siglos
atrás en un escenario totalmente distinto del nuestro, nunca ha sido más relevante que hoy en día.
La relevancia moderna del Quijote se halla en su comentario profundo del tema de la identidad
invariabilidad en su testimonio, Don Quijote testifica con cierto vigor, “Yo sé quién soy, y sé que
puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve
de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron, se
aventajarán las mías” (Cervantes 43). Con esta proclamación, Don Quijote decreta lo que él
percibe como su verdadera identidad como si fuera irrefutable. Para los examinadores y el lector,
un hidalgo humilde. Sin embargo, Don Quijote ha leído tantos libros de caballería que parece
haber absorbido cada uno de los valores caballerescos en su ser. Para él, su identidad verdadera
es de caballero andante, a pesar de haber pasado toda su vida como Alonso Quijano, el hidalgo.
Don Quijote ha creado de sus experiencias involucrado en la lectura profunda un perfil eterno de
un caballero andante, fabricado por las gallardías que se encuentran en los libros, que Platón
llamaría la “forma” (Saxonhouse 88). Esta forma es el alto nivel de caballería perfecta al cual
Don Quijote cree que debe llegar a ser, porque es su identidad verdadera. En su mete, su propia
forma tiene la misma composición que la del caballero andante. Habiendo llegado a esta
conclusión, la resolución más lógica para Don Quijote es la necesidad que tiene de representar
En cuanto a la representación, W.J.T. Mitchell dijo, “Man, for many philosphers both
ancient and modern, is the ‘representation animal,’ homo symbolicum, the creature whose
distinctive character is the creation and manipulation of signs—things that ‘stand for,’ or ‘take
the place of’ something else” (Mitchell 11). Don Quijote es un hombre, y como tal, es una
representación de algún signo. Él cree que la mejor manera de representar su identidad verdadera
es salir a buscar aventuras para reflejar las acciones de los caballeros que ha observado en los
numerosos libros que ha leído. Su deseo es llegar a ser la mejor representación posible a fin de
que indican el valor que tiene el comentario de Cervantes en la actualidad. Recién, ha surgido un
movimiento hacia la aceptación absoluta de cualquier declaración de identidad que una persona
centro del debate, se halla la idea de que el concepto moderno de la identidad no se justifica con
ninguna verdad absoluta, sino con la auto identificación, basada en las influencias de las
instituciones sociales. Al respecto, Anthony Giddens dijo, “One of the distinctive features of
and intentionality: globalizing influences on the one hand and personal dispositions on the other”
Quijote como positiva ni negativa, sino que ofrece varias situaciones que surgen como resultado
albedrío en el mismo contexto. Surge la duda de que quizás Don Quijote no controle su propia
identidad y que existe alguna fuerza abstracta que ha iniciado su forma caballeresca, a la cual
Don Quijote meramente se sujeta. No se sabe por cierto si Don Quijote obra como agente propio
o si es un objeto sobre el que se actúa. Una posible solución a esta pregunta se encuentra en la
imitación del famoso Amadís de Gaula que se observa en las obras de Don Quijote. Al respecto,
René Girard dijo, “Chivalric existence is the imitation of Amadís in the same sense that the
Christian existence is the imitation of Christ” (Girard 2). Amadís de Gaula es un símbolo en las
novelas caballerescas que representa el prototipo perfecto de cómo debe ser un caballero.
Obviamente, Don Quijote ha leído los libros sobre el héroe Amadís, porque lo menciona más que
cualquier otro caballero que ha motivado su percepción de la realidad. Según Girard, Amadís de
Gaula actúa como mediador, a pesar de que Don Quijote nunca logra conocerlo. Don Quijote es
un sujeto al que el perfil de Amadís tiene efecto. Sin embargo, dicho efecto no le quita a Don
Quijote su autonomía, sino que Don Quijote emplea su propio albedrío para escoger tomar sobre
sí el mismo perfil de Amadís de Gaula. La ambición caballeresca es el deseo que tiene Amadís
de Gaula a través de todos sus libros, y, debido a la sumisión de su voluntad, es el mismo deseo
que posea Don Quijote. A cierto nivel, Don Quijote se une a Amadís de Gaula cuando se sujeta
aplicaciones para el mundo actual. La ironía que se halla dentro del mismo lector es que critica a
Don Quijote por su disposición rígida de someterse a la influencia de Amadís de Gaula, como si
no tuviera albedrío. Lo critican por su necesidad incesante y celosa de hacer todo lo que ha
aprendido de estos héroes de una manera perfecta. Quizás una síntesis más eficaz se manifestaría
en la pregunta ¿Con qué frecuencia hace los mismo cada ser humano que forma parte de las
instituciones que componen la sociedad? Girard indicó en su cita mencionada arriba que, asía
como Don Quijote intenta imitar la identidad de Amadís, los cristianos aspiran reflejar la
apariencia de Cristo. Se percibe en el mismo título “cristiano” que anhelan tomar sobre sí el
El tema del albedrío es relevante también fuera de una distribución religiosa. Existen en
reflexiones de las identidades que más les llamen la atención. Todos aprenden y desarrollan
ejemplo de un hombre que escoge una sola identidad para representar, mientras que todo el
el contexto de la veracidad, sino cómo suelen percibir los seres humanos la identidad que han
asignado a ellos mismos. Miguel de Unamuno dijo “Don Quijote discurría con la voluntad, y al
decir ‘¡yo sé quién soy!’, no dijo sino ‘¡yo sé quién quiero ser!’ Y es el quicio de la vida humana
toda: saber el hombre lo que quiere ser. Te debe importar poco lo que eres; lo cardinal para ti es
lo que quieras ser” (Unamuno 39). Para el lector del Quijote, es obvio que la identidad de Don
Quijote no refleja una realidad substantiva. Sin embargo, la percepción de dicha identidad refleja
perfectamente el deseo personal de Don Quijote. Unamuno reconoce la identidad como un
reflejo del deseo individual y no como una representación de la realidad. Estos deseos pueden
surgir por medio de influencias positivas o negativas que se hallan en las numerosas instituciones
a las cuales uno se expone. Una vez que un individuo gusta de alguna influencia, pasa por un
proceso similar al de Don Quijote, y empieza a proyectar los deseos que obtiene como resultado
en su propia identidad.
Don Quijote comprende claramente que quiere llevar consigo la misma identidad de
Amadís de Gaula, pero ¿cree objetivamente que lleva la misma forma de Amadís en el sentido
su identidad, pero algunas veces durante la novela se aclarece que Don Quijote duda un tanto
sobre la veracidad del nuevo universo que ha creado. Cuando Don Quijote y Sancho Panza
llegan a Toboso, Don Quijote manda Sancho que recoja a Dulcinea para que la vea. Queriendo
cumplir con lo que su amo le pidió, Sancho agarra a una aldeana fea para presentar a Don
Quijote. Al lector le queda claro que esta labradora no es la dichosa Dulcinea de Toboso, pero
ella representa un tormento para Don Quijote por el resto de la novela. Don Quijote declara su
atestación de que su amor ha sido embrujada por el “maligno encantador” (515). La reacción de
Don Quijote presenta una verdad sumamente importante. La manera en la que describe la belleza
de Dulcinea de Toboso sugiere que ella representa para él el clímax de su convicción. El fingido
encantamiento de Dulcinea implica un choque profundo que Don Quijote experimenta contra la
realidad.
Don Quijote lleva esta carga que le hace dudar la invención hasta que llega a la corte de
los duques. El duque y la duquesa ha leído la primera parte de la novela y el hecho de que los
mismos personajes han entrado en su corte les fascina. Lo interesante es que han derivado gozo
de las ilusiones de Don Quijote, sabiendo claramente que son invenciones. Deciden perpetuar la
realidad ficticia de Don Quijote al tratarlo como un verdadero caballero andante. En estos
momentos, el narrador revela que “aquél fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó
ser caballero andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo que él había
leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos” (644). Este develamiento es
sumamente importante porque manifiesta que a pesar de que Don Quijote afirma con tan estable
bravura su identidad como el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, existe por la mayor
parte de la novela una batalla oculta dentro de su ser. El dilema de identidad es un tema que
existe en la actualidad también. Así como a Don Quijote los inconvenientes en sus aventuras le
causan cierto nivel de engaño en la ilusión que ha creado en su mente, los trastornos en la vida
tienen el potencial de sembrar dudas en la percepción que tiene cada persona de su propia
identidad.
Sancho Panza, el mismo fabricador del fingimiento. Cuando escucha el desconsuelo de Don
Quijote al concluir que Dulcinea ciertamente ha sido encantada, “harto tenía que hacer el
socarrón de Sancho en disimular la risa, oyendo las sandeces de su amo, tan delicadamente
engañado” (517). Claramente, Sancho sabe al principio que el encantamiento de Dulcinea es una
mentira porque él eligió la aldeana al azar para presentársela a Don Quijote. Sin embargo, lo que
le sucede cuando conversa con la duquesa desconcierta la impresión de que Sancho reside en una
esfera realista. La duquesa platica con Sancho con la meta de perpetuar la ilusión. Sancho le
convence que la verdad era que Dulcinea fue encantada y que no era una situación elaborada por
él. Como resultado, Sancho empieza a creer en el encantamiento a pesar de haber presenciado la
experiencia en realidad.
una existencia extrema de la realidad o de ficción, sino que “la verdadera interpretación del alma
con innumerables grados intermedios entre ambas posiciones extremas” (Alonso 20). Sancho
Panza se caracteriza por una oscilación entre la realidad y la ficción. A veces cree en el sueño de
recibir una isla como le promete Don Quijote, pero también reconoce la locura de su amo cuando
le implora que no se lance a los molinos de viento. En el caso del encantamiento de Dulcinea,
sabe al principio que la ilustración es inventada, pero con el tiempo, llega a creer en la
afirmación de Don Quijote. Sancho es una representación genérica del hombre en el sentido de
que oscila entre un estado de realismo y de idealismo. Los hombres no permanecen en ningún
ámbito extremo que incorpore el realismo ni el idealismo, sino que habitan una condición entre
los dos.
En cuestiones de identidad, los hombres suelen emplear el mismo patrón. Así como dice
Unamuno, los hombres saben lo que quieren ser, pero el deseo de reflejar una identidad no
género y orientación sexual, “we see a sharpened tensión between idioms of choice, autonomy,
subjectivity, and self-fashioning on the one hand and idioms of givenness, essence, objectivity,
and nature on the other” (Brubaker 414). En otras palabras, existe una distinción entre la realidad
y la ficción en temas de identidad hoy en día. El ejemplo de Sancho Panza muestra el desafío por
el cual los que son comprometidos a la realidad pasan en su conducta con aquellos que, como
confusión. La pregunta universal que Sancho Panza exhibe es ¿hasta qué punto debe uno
conformarse a una persona que cree algo que es ciertamente ficticio? En la novela, la locura de
Don Quijote no se presenta con una connotación. Negativa. De hecho, el lector experimenta una
sensación de melancolía cuando, al final del libro, Don Quijote pone fin a su ilusión, declarando
que “yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho,
Alonso Quijano del Bueno” (914). Sin embargo, al confesar su identidad verdadera, reconoce la
mentira que fue su auto identificación de caballero andante. Don Quijote está dispuesto a
despojarse de la ilusión cuando le conviene. El ejemplo de Don Quijote hace que las personas
reflexionen sobre el valor del concepto moderno de la auto identificación, y si vale la pena
satisfacer y acomodar los deseos que tienen las personas que, como lo describiría Unamuno,
En conclusión, la identidad de Don Quijote presenta un tema ambiguo que tiene varias
espectro entre la verdad y la ficción. En el principio del libro, sabe lo que quiere ser, y emprende
reflejar la forma perfecta de esta identidad con toda su alma. Cervantes presenta el tema de
identidad no en términos absolutos, sino con circunstancias que reflejan las consecuencias que
surgen como resultad de la ilusión en la cual Don Quijote cree. La representación, el albedrío, y
la oscilación entre verdad y ficción son temas importantes que se pueden emplear hoy en día para
Brubaker, Rogers. “The Dolezal Affair: Race, Gender, and the Micropolitics of Identity.” Ethic
and Racial Studies Review, vol. 39, no.3, 11 Sept. 2015, p. 4114-448.
Cervantes, Miguel de. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Editado por Salvador J.
Giddens, Anthony. Modernity and Self-Identity: Self and Society in the Late Modern Age.
Girard, René. Deceit, Desire, and the Novel. The Johns Hopkins Press, 1961.
Mitchell, W.J.T. Picture Theory: Essays on Verbal and Visual Representation. University of
Saxonhouse, Arlene W. “Freedom, Form, and Formlessness: Euripides’ Bacchae and Plato’s
Republic.” American Policital Science Review, vol. 108, no. 1,17 Jan. 2014.
Unamuno, Miguel de. Vida de Don Quijote y Sancho. Espasa-Calpe, Madrid, 1964.