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Cada uno de los miembros del cuerpo tiene una función específica. La palabra de Dios
nos muestra esta afirmación en 1era de Corintios 12: 12 al 24 y 27. En este último
versículo Pablo afirma lo siguiente: […] Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo y
miembros cada uno en particular […]
Dios trata diferente con cada uno de nosotros, pero así como el dedo y la muñeca
tienen diferentes funciones y son miembros del mismo cuerpo, cada uno de nosotros
en el lugar en el que el Señor nos colocó, formamos parte de un sólo cuerpo como
Iglesia de Cristo. A su vez, cada uno de los miembros del cuerpo tiene completa
dependencia de la cabeza, que es Cristo (Efesios 4: 15-16).
En 1era de Corintios 12:13 vemos que todo el cuerpo fue bautizado en un mismo
Espíritu. La palabra bautismo significa: “sumergir en”. Cada uno de los miembros del
cuerpo es bautizado cuando ha creído en el Evangelio y el Señor lo ha salvado; en ese
momento somos adoptados como sus hijos y por lo tanto, a partir de ese instante
pasamos a formar parte de su familia, de su iglesia. El Espíritu Santo entonces obra
sumergiendo en el cuerpo de Cristo a cada uno de sus miembros, de esa forma fuimos
todos bautizados.
Del versículo 19 al 24 observamos la necesidad que tenemos los unos por los otros.
Todo el cuerpo necesita de cada uno de los miembros para su funcionalidad, es por
eso que ningún hermano puede decirle a otro que no lo necesita, ya que forman parte
del mismo cuerpo. Hay hermanos que necesitan ser más cuidados que otros y son
puestos por Dios con esa finalidad, del mismo modo que pone a los párpados o las
costillas, entre otros, para proteger ciertos órganos en situación de mayor
vulnerabilidad en nuestro cuerpo natural.
Es nuestra responsabilidad esforzarnos para cumplir con cada uno de los
mandamientos que el Señor nos muestra en su Palabra respecto de cómo ser los unos
con los otros, pero la única manera de llevarlos a cabo es entendiendo que
necesitamos de la Gracia de Dios, Él es quien nos va a llevar a actuar de esa forma
(Filipenses 2: 13). Es por eso que cuando logramos actuar cómo Él nos muestra a
través de sus mandamientos como Iglesia, debemos darle la Gloria a Dios.
Primer mandamiento: “Amarnos los unos a los otros” (San Juan 13: 34)
Debemos amarnos los unos a los otros, como el Señor nos amó. El amor de Cristo es
un amor Ágape, mayor que cualquier amor humano, sobrepasa todo entendimiento.
Podemos encontrar algunas características del amor de nuestro Señor Jesucristo en
1era de Corintios 13: 4 al 7. Esa es la clase de amor que Dios pide que tengamos los
unos con los otros.
Cuando Juan, inspirado por el Señor expresa: un nuevo mandamiento les doy, en el
texto original se utiliza la palabra kainós para referirse a nuevo, que significa que
aquello que ya existía (el mandamiento de amarnos los unos a los otros), adquiera una
mejoría y renovación. El Señor exige esta renovación, porque los judíos habían
desvirtuado el mandamiento de: “amar a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18),
definiendo ellos quien era su prójimo y quién no, amando a los suyos y aborreciendo a
sus enemigos, a lo que Jesús respondió lo que expresa Mateo 5: 43 y 44.
La respuesta está en San Juan 13:1. Jesús nos amó hasta el fin; así debemos amar
nosotros a nuestros hermanos y de igual manera a aquellos que no conocen a Cristo
(Romanos 5:8, San Juan 10:11).
Si conocemos a Dios, si nacimos de nuevo debemos amar como el Señor nos amó (1era
de Juan 4: 7 al 11). Quien no ama así, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Si
no amamos de esta manera estamos pecando.
Si te está costando amar de esta manera, corré a Cristo, recurrí a Él. (Hebreos 4: 15,16;
7:25)
Segundo Mandamiento: “Tener paz los unos con los otros” (Marcos 9:50)
En este versículo el Señor Jesús se refiere a la sal necesaria para las relaciones, que es
la Gracia de Dios.
En el antiguo testamento, cuando se ofrecían los sacrificios, era un requisito que las
ofrendas fueran sazonadas con sal, sino no eran aceptadas por Dios. La simbología de
esto se aplica a nuestras vidas, ya que nuestra naturaleza corrompida necesita la
Gracia de Dios (sal de la que está hablando Jesús) para ser aceptos ante el Padre.
Necesitamos ser cubiertos por su Gracia para tener paz los unos con los otros.
Para lograr este mandamiento es necesario haber tenido un nuevo nacimiento, a partir
de ese entonces comienza a observarse el fruto del Espíritu, una de cuyas aristas es la
paz. (Gálatas 5:22)
Debemos actuar con paz en todo momento, dando buen testimonio (Romanos
12: 17 al 21), procurando lo bueno delante de todos los hombres (v.17).
Cuando Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, establece que cubriendo la
necesidad de nuestros enemigos ascuas de fuego amontonaremos sobre sus
Mandamientos de los unos a los otros de la Iglesia Cristiana Pueblo de Dios 3
cabezas (v.20), se refiere a que los llevaremos a una profunda reflexión, que
puede derivar en un arrepentimiento genuino.
Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos
vosotros (2da de Tesalonicenses 3:16)
Cuando Pablo expresa que el amor debe ser sin fingimiento intenta hacer entender
que debe ser sincero, no hipócrita (no actuado). Esta clase de amor va más allá de lo
que decimos, se demuestra también a través de nuestras acciones. (1era de Juan 3:16
al 18). Así como el Señor Jesús demostró con hechos su amor para con nosotros, de la
misma manera nosotros debemos demostrar con hechos el amor para con nuestros
hermanos.
Aquellos que demuestran su amor sólo a través de sus palabras, deben esforzarse por
demostrarlo en los hechos; y de la misma manera, aquellos que fácilmente a través de
los hechos demuestran su amor, deben esforzarse por demostrarlo a través de las
palabras. Es importante tanto el decir como el hacer.
Tercer mandamiento: “Ser afectuosos los unos con los otros” (Romanos 12: 10 –
primera parte-)
Cuando Pablo se refiere a amarnos los unos a los otros con amor fraternal, utiliza la
palabra en griego: Philostorgoi, que es un vocablo aplicado para las relaciones
familiares, con la cual el Apóstol Pablo quiso hacer entender que debe existir entre
nosotros un amor entrañable, un lazo afectivo entre cada uno de los miembros del
cuerpo de Cristo.
También Pedro expresa la importancia del amor fraternal en 1era de Pedro 1:22
Este mandamiento también es fruto de la Gracia, ya que uno de los deseos engañosos
que tenemos los seres humanos es la intención de querer sobresalir o llamar la
atención. El Señor nos llama a procurar la honra de nuestros hermanos primeramente
antes que la nuestra. Debemos poner en preponderancia lo que mi hermano es y el
valor que él tiene aún sobre nosotros mismos. (1era de Pedro 2:17)
Para poder gozarnos con los que se gozan es fundamental tener mucha humildad y un
amor generoso. Muchas veces estas situaciones ponen a prueba nuestro orgullo. 1era
de Corintios 12: 26 –segunda parte-, también expresa la importancia de gozarnos
cuando un hermano recibe honra.
Sexto Mandamiento: “Llorar con los que lloran” (Romanos 12: 15-segunda parte-)
El Señor nos llama a ponernos en “los zapatos del otro”, en su lugar; es decir, a ser
empáticos unos con otros. La palabra de Dios en San Lucas 6:36, nos muestra la
importancia de ser misericordiosos con nuestros hermanos. Si un hermano está
pasando por alguna necesidad, de la índole que sea, debemos responder a ella,
atendiendo su situación. Si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él
(1era de Corintios 12:26-primera parte-).
El cuerpo no debería estar exento cuando hay un miembro que está dolido. Muchas
veces, cada uno de nosotros estamos inmersos de tal manera en nuestros propios
problemas, que no podemos ver la dificultad o la situación dolorosa que puede estar
atravesando algún miembro del cuerpo. Debemos batallar por nuestro gozo en Cristo,
para poder ver la necesidad de los demás.
En San Lucas 10: 25 al 37, encontramos la historia del Buen Samaritano. En el versículo
37 encontramos la aplicación práctica para llevar a cabo este mandamiento y aprender
a ser misericordiosos con nuestros hermanos. El Señor nos dice: Vé, y haz tú lo mismo.
La Iglesia tenía dos características según lo expresado aquí en el libro de Los Hechos.
Por un lado, un mismo corazón, es decir, había entre ellos un mismo amor, criterio e
inclinaciones. Por el otro una misma alma, es decir, mismo afecto y sentimientos.
Había entre ellos muchas cosas que los unían más allá de la diversidad de cada
miembro. Cada uno tenía diversos oficios, carácter, temperamento, etc, pero más allá
de eso tenían un solo corazón y una sola alma; todos los hijos de Dios tenían en común
todas las cosas (Hechos 2:44).
Cada uno de nosotros, miembros del cuerpo de Cristo, vivimos en este mundo, pero no
pertenecemos a él y al sistema gobernado por el pecado (San Juan 17:15 y 16);
pertenecemos a otro reino, tenemos una ciudadanía en los cielos y somos
embajadores de Dios en la Tierra. Es por ello que vivimos de una forma diferente,
somos una familia.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que la familia no sólo se forma por la unión
de un hombre y una mujer que traen hijos al mundo; sino que día tras día, deben
educarlos y enseñarles como ser unidos entre hermanos, respetarse, amarse, entre
otros aspectos de gran importancia. Cuando los hijos crecen y pasan a formar su
propia familia, siguen teniendo un vínculo entre sí por ese trabajo llevado a cabo por
los padres.
En la Iglesia de Cristo ocurre lo mismo. El Señor nos ha hecho nacer en esta familia y no
hemos hecho nada ninguno de nosotros al respecto. Sin embargo, es ahora la
responsabilidad de cada miembro trabajar para edificar y cuidar a la familia que Dios
nos ha regalado.
Séptimo mandamiento: “Tener el mismo sentir unos con otros” (Romanos 12:16)
El verbo en griego que utiliza Pablo para referirse a esta unanimidad en el sentir los
unos con los otros es Phroneo que es el mismo utilizados en Romanos 12:3. Lo que
quiere transmitir Pablo es que debemos respetar las ideas y pensamientos de nuestros
hermanos. En el caso de que estén equivocados debemos recurrir a la palabra de Dios
para instruir y corregir.
La unidad en el cuerpo de Cristo es un mandato de parte de Dios; es por ello que Pablo
les ruega a los corintios que sean unánimes en sus pensamientos y en su parecer. (1era
de Corintios 1:10)
El Señor nos llama a aceptarnos unos a otros más allá de las diferencias, sin distinción.
(Efesios 2:14). Aquí Pablo nos muestra que Jesucristo derribó el muro existente en el
templo de Jerusalén, que dividía a judíos de gentiles, aceptándolos y uniéndolos en un
solo pueblo.
Debemos aceptarnos los unos a los otros para que los más débiles en la fe dejen atrás
los prejuicios o sentimientos de inferioridad, y para que los más fuertes puedan
trabajar en romper con su propio orgullo.
Noveno mandamiento: “Tener comunión unos con otros” (1era de Juan 1:7)
Si nosotros tenemos una correcta relación con Dios, también tendremos una correcta
relación entre hermanos, ya que la adecuada relación vertical con nuestro Padre se
traduce en una adecuada relación horizontal entre los miembros del cuerpo de Cristo.
Si amamos a Dios, por consiguiente amamos también a nuestros hermanos, porque el
Señor nos llama a eso (1era de Juan 4:20 y 21). El amor a nuestros hermanos es por lo
tanto una evidencia de que amamos a Dios. Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las
oraciones (Hechos 2:42)
La vida del cristiano se asemeja a una batalla (Efesios 6:12). Por eso Dios, en la
perfección de su voluntad, prepara para la vida de cada uno de sus hijos una familia en
la fe, para que ninguno esté solo.
Décimo Mandamiento: “Cuidarnos los unos a los otros” (1era de Corintios 12:25)
Concepto de estimular: avivar a alguien a que cumpla con una determinada función,
ejercicio u objetivo que se le fue encomendado.
Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras
(1era de Tesalonicenses 4:18).
Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.
(1era de Tesalonicenses 5:11)
Somos llamados en esta batalla a luchar todos juntos y cuando un hermano se cae, su
compañero lo ayuda a levantarse.
El amor está ligado con la obediencia. El Señor nos muestra a través de su palabra que
el que ama a Dios, obedece sus mandamientos, cumple con su voluntad.
Décimo Tercer Mandamiento: “Servirnos los unos a los otros” (Gálatas 5:13)
La libertad de haber sido salvados por Gracia no debe llevarnos a actuar en relación a
nuestros propios designios sino a los de Dios. Lo que el Apóstol Pablo remarca en este
versículo es que la voluntad del Señor es que sirvamos a nuestros hermanos (v.14).
Nadie puede servir a un hermano que no quiere ser servido. Todo servicio parte de una
necesidad, y esta necesidad corrompe el orgullo humano. En muchas ocasiones nos
cuesta reconocer que necesitamos algo o a alguien. (San Juan 13: 6 al 8).
[…]Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis
lavaros los pies los unos a los otros. […]
Décimo Cuarto Mandamiento: “Someteos los unos a los otros” (Efesios 5:21)
En esta subordinación no sólo rendimos cuenta ante el Señor sino también ante los
miembros de su cuerpo, eso forma parte del discipulado.
Esta idea de confesar los pecados los unos a los otros que nos marca la Palabra del
Señor no es para perdonarnos entre nosotros (o sea los hombres no tienen la
autoridad para perdonar pecados). Cristo es el único que perdona los pecados (1era de
Juan 1:9). El perdón de pecados por parte de algún hombre en particular es una
herejía y nada tiene que ver con lo que nos muestra el Señor en Santiago 5:16.
Décimo Sexto Mandamiento: “Orar los unos por los otros” (Santiago 5:16- 2° parte-)
Para poder orar por nuestros hermanos debemos conocer su necesidad. Por eso, si los
pecados son confesados los unos a los otros, es mucho más simple saber la dificultad
por la que está atravesando un hermano. La oración de todos los justificados por Cristo
puede mucho (Santiago 5:17).
Somos un real sacerdocio (1° Pedro 2:19), que significa que Dios nos da la
responsabilidad de interceder (orar) por nuestros hermanos.
Debemos pedirle al Señor en nuestras oraciones que nos ayude a no ser indiferentes
con los demás, sino a estar alertas, preocupados por cada necesidad o dificultad que
tengan nuestros hermanos (Santiago 2: 14 al 17)
Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza,
esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por todas las
coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro,
recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. (Efesios 4: 15 y 16)
Cada miembro del cuerpo de Cristo necesita de sus hermanos. A través de la ayuda
mutua la Iglesia se va edificando.
La condición para cumplir este mandamiento es que la Palabra del Señor habite en
abundancia en cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo. Si desconocemos la
palabra, ¿con qué fundamento vamos a enseñarnos y exhortarnos los unos a los otros?
Cuando la Palabra de Dios no abunda en los miembros, pueden ocurrir las siguientes
situaciones:
Las enseñanzas y exhortaciones que se dan los unos a los otros son
mandamientos humanos transformados en doctrinas bíblicas, y eso es un
pecado muy grande delante del Señor. (San Marcos 7: 6 al 8).
Los consejos frente a un pecado o una dificultad por la que está atravesando un
hermano terminan siendo puramente subjetivos, fuera de los preceptos y
enseñanzas que Dios muestra en su Palabra. En 1era de Corintios 5: 1 al 5 el
Apóstol Pablo juzgó siendo completamente objetivo a lo que la Palabra del
Señor afirma, mostrándole a los corintios la importancia de defender el
Nombre de Cristo, para que Él sea glorificado.
El conocimiento que se tiene sobre el evangelio se mezcla con filosofías y
rudimentos del mundo, deformándose la verdad de Cristo, estableciéndose
herejías en gran manera. (Colosenses 2:8)
El Apóstol Pablo cuando estuvo dos años enseñando en Éfeso, públicamente y en las
casas, lo hizo de manera completa, no se guardó nada del evangelio para sí mismo,
sino que anunció todo el consejo de Dios. Podemos ver las exhortaciones que Pablo
hace al respecto en Hechos 20: 26 y 27 por la desobediencia que él observaba frente a
la Palabra de Dios por parte de la gente.
El Señor Jesús exhorta a sus discípulos también en San Juan 6: 60 al 69, expresando la
verdad de la Palabra de Dios. Pedro, en los versículos 68 y 69, reconoce que Jesús es el
Hijo del Dios, en el único que hay palabra de vida. Esta es la actitud que deberíamos
tomar cada uno de nosotros al ser corregidos en amor.
Las palabras que salen de nuestra boca para con nuestros hermanos pueden ser para
edificación o para destrucción de ellos. En Santiago 3:10 vemos que debemos bendecir
con nuestra boca y no maldecir a nuestros hermanos; de una misma fuente no debe
salir agua potable y agua contaminada. Pablo también nos enseña al respecto
inspirado por el Señor en Efesios 4:29. Es fundamental como miembros del cuerpo de
Cristo que todo lo que digamos sea para edificación de la iglesia. Cuando las palabras
empleadas en nuestro hablar no son para edificación de los miembros son
corrompidas. Es por ello que debemos prestar suma atención a lo que decimos
siempre, especialmente cuando nos reunimos. (1era de Corintios 14:26). Es un
mandamiento por parte del Señor, si no edificamos a la Iglesia en nuestras reuniones
con nuestros familiares y hermanos estamos pecando delante de Dios.
Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis,
y estéis confirmados en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy
en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo
abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo
procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo
momento tener memoria de estas cosas. (2da de Pedro 1: 12 al 15)
Vigésimo Mandamiento “Compartir dones los unos con los otros” (1era de Pedro
4:10)
Charisma es la palabra que utilizan Pablo y Pedro para referirse a la palabra don. Es
una habilidad dada y potenciada por el Espíritu Santo para utilizar en los ministerios de
la Iglesia. La habilidad que tiene un hermano por naturaleza es ahora potenciada
conforme a la voluntad de Dios; como por ejemplo el don de liderazgo, el don de
administrar, etc.
Hay dones que no son naturales en las personas pero que también son dados por el
Espíritu Santo, como por ejemplo el don de profecía, sanidad, entre otros.
De todas maneras, cuando Pablo enseña al respecto no hace distención de estos dones
sino que los involucra en un todo.
Primeramente debe ser dado por el Espíritu Santo (1era de Corintios 12:11), para el
bien de los miembros de la Iglesia (1era de Corintios 12:7). Si no es de provecho para
la Iglesia es un talento natural pero no es un don espiritual, porque no es usado para
edificación de la misma. (1era de Corintios 14:26).
Los dones se conceden para capacitar a la Iglesia para llevar a cabo su ministerio hasta
que Cristo regrese (1era de Corintios 1:7). Para comprender mejor este aspecto
podemos observar 1era de Corintios 13: 8 al 10. Al comienzo Pablo empieza a
nombrar algunos dones (v.8) y en el v.9 quiere dar a entender al utilizar: en parte
conocemos, y en parte profetizamos, que los dones de Dios son perfectos, pero las
vasijas que contienen esos dones (cada uno de nosotros) son imperfectas y limitadas;
no tenemos un conocimiento pleno de Cristo debido a que en nuestro cuerpo el
pecado ya no gobierna pero sigue habitando. Es por este motivo que al estar aún
nuestras vidas en un proceso de santificación lo que puede ocurrir es que no
utilicemos siempre un don espiritual de la manera correcta.
Sin embargo, debemos dar Gloria a Dios porque en el v.10 podemos observar su
promesa: mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Ese
Estos versículos también nos muestran que así como el Espíritu Santo es la garantía de
lo que un día será manifestado por completo en la glorificación, de la misma manera
los dones espirituales son un anticipo de lo que un día vamos a poder disfrutar en
pleno gozo con el Señor.
En la primera parte del v.28 Pablo nombra los ministerios, y en la segunda parte los
dones: los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que
administran, los que tienen el don de lenguas. En 1era de Corintios 12: 8 al 10, vemos
otros dones que el Señor le dio a la Iglesia para agregar a los recién nombrados como
el don sabiduría, de ciencia, discernimiento de espíritus e interpretación de lenguas.
En 1era de Pedro 4: 10 y 11, el apóstol resume a los dones en dos grandes grupos
(v.11). Por un lado están los dones del habla (enseñanza, exhortación, aliento, etc) y
por otro lado están los dones de aquellos miembros que prestan algún servicio.
Dos dones más que Dios da son el celibato y el matrimonio, los cuales vemos en 1era
de Corintios 7:7.
Todos estos dones habitan en la vida de los cristianos de acuerdo a la función que
cumple cada miembro dentro del cuerpo de Cristo. El Espíritu Santo nos capacita a
Es por ello fundamental que cada uno de nosotros utilicemos los dones espirituales
para edificación de la Iglesia. Nuestro servicio a Cristo no debe depender de nuestro
estado de ánimo. Si estamos débiles debemos correr al Señor, pero si no usamos
nuestros dones estamos pecando y afectando a todo la Iglesia.
A través de estos dones repartidos por Dios a la Iglesia podemos ver su magnificencia y
lo multiforme que es su Gracia. El objetivo principal es que Cristo sea glorificado. (1era
de Pedro 4:11- segunda parte-)
En Romanos 12:3, 6 observamos que cada miembro del cuerpo de Cristo usa el don
recibido según la gracia y medida de fe recibida, de acuerdo a la función a ocupar.
Pero también se debe a su vez ejercitar ese don poniéndolo al servicio de la Iglesia
(1era de Timoteo 4:14 y 2da de Timoteo 1:6).
Los dones espirituales que Dios le dio a cada miembro de la Iglesia no deben der motivo
de orgullo. Debemos entender que todo lo que somos es por gracia de Cristo (1era de
Corintios 15:10)
Por un lado existe la corriente de pensamiento cesacionista que afirma que los dones
considerados más milagrosos (profecía, sanidad, lenguas, discernimiento de espíritu,
etc), se otorgaron en el tiempo de los Apóstoles para autentificarlos durante la
temprana predicación del evangelio; y que en la actualidad han cesado. Por otro lado
existe la postura continuacionista, que afirma que todos los dones continúan teniendo
vigencia y la tendrán hasta la venida de Cristo. Estas posturas se basan en diferentes
interpretaciones bíblicas respecto de los dones y la utilización de los mismos.
Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, realiza esta aclaración para establecer que hay
cierta utilización de los dones con motivaciones incorrectas, y debemos ser muy
cuidados al respecto.
Motivaciones incorrectas:
Tenemos un Dios que es orden en todo (1era de Corintios 14:33). Nuestro Dios no
genera confusión, sino que hace todas las cosas de una forma excelente y con un
propósito. Vivir de acuerdo con su propósito trae paz a nuestras vidas.
El orden para la utilización de los dones que Dios nos da está escrito en su Palabra, y
deben estar sujetos a la suficiencia de las Escrituras y no a movimientos eclesiásticos o
revelaciones humanas. Si algo no se sujeta a la Palabra de Dios, no es dado por ÉL.
o Utilización del don de lenguas durante la reunión (1era de Corintios 14:27 y 28).
El don de lenguas debe ser administrado en este orden estipulado por Dios en
su Palabra.
Algunos establecen que el don de lenguas o el de profecía no se pueden
controlar, lo cual es una gran herejía. El don se sujeta al ejecutante, no controla
a la persona; es esta misma la cual tiene el control sobre la administración del
don. Decir que el Espíritu Santo obra por medio nuestro a través de los dones
es pecado, porque estaríamos asumiendo que procede con un orden contrario
al establecido en su Palabra.
Otros establecen que el hablar en lenguas es un don que demuestra un mayor
crecimiento espiritual, representado el bautismo en el Espíritu Santo. Este
pensamiento también es una herejía.
El bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia general en cada creyente
verdadero en el momento de su conversión y no depende en ninguna supuesta
señal de hablar en lenguas (1era de Corintios 12:13).
En este versículo podemos ver el “estándar” que el Apóstol Pablo exige de la Iglesia
local, rogando desde lo más profundo de su corazón, por el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, con la finalidad de mostrar la importancia de este mandamiento, siendo
conscientes de lo que representa Cristo para nosotros y lo que está exigiendo Él de
nosotros.
Debemos como cuerpo de Cristo, hablar lo mismo, pensar lo mismo y sentir lo mismo.
Para que hablemos lo mismo debemos pensar igual y para pensar igual debemos sentir
de la misma manera.
A pesar de nuestras diferencias personales, como hijos de Dios y siendo guiados por el
Espíritu Santo, debemos estar de acuerdo en fe y en amor, es decir, en lo referido a lo
esencial de nuestra vida cristiana.
Había problemas de división dentro de la iglesia de los corintios, entonces Pablo utiliza
la palabra griega cisma (división) para referirse a la importancia de la unión de los
hermanos dentro de la Iglesia; la misma palabra utilizada en San Mateo 4:21. Pablo
asemeja la Iglesia a una red. Debemos impedir que esta “red” se rompa, que se
agriete, que se filtren cuestiones que produzcan división o partidismo dentro del
cuerpo de Cristo.
Vigésimo segundo mandamiento (Efesios 4:32): “Perdonarnos los unos a los otros ”
Debemos perdonarnos como Cristo nos perdonó, por la riqueza de su gracia (Efesios
1:7). No hubo ningún mérito en nosotros para que Él nos perdonara.
El Señor no sólo nos perdonó sino que se olvidó de todos nuestros pecados, los echó a
lo profundo del mar (Miqueas 7:18 y 19).
Él nos perdonó absolutamente todos nuestros pecados. Cristo clavó junto con Él en la
cruz toda nuestra culpabilidad, anulando el acta del decreto, haciéndonos justos.
El no perdonar interfiere en nuestra comunión con Dios (Marcos 11:25; Mateo 5:23 y
24).
Vigésimos tercer mandamiento: “Soportarnos con paciencia los unos a los otros”
(Colosenses 3:13)
La palabra que se utiliza para referirse a paciencia es: Maksothumía, que traducida a
nuestra lengua significa longanimidad: anchura de ánimo, de paciencia hacia los otros
(mucha paciencia).
Vigésimo cuarto mandamiento : “Ser humildes los unos con los otros” (1era de Pedro
5:5)
Que nuestra vestimenta interior (la del corazón) sea la de un siervo y no la de un amo,
la de menor honor, sin rasgos de altivez.
Como expresa el teólogo Salguero “es la misma vestimenta que Pedro observa en Su
Maestro”. (San Juan 13:4)
Entonces: ¿Cómo debe ser nuestra actitud? La respuesta está en los versículos 12 al 15
En Tito 3:2, Pablo enseña sobre la importancia de ser amables y no pendencieros con
todos los hombres. En los versículos siguientes explica el por qué de este
mandamiento haciendo referencia a nuestra condición previa a haber sido salvados
por Cristo. Su Gracia nos salvó sin haber ningún merecimiento en nosotros, sólo por su
bondad y amor para con cada uno de nosotros (v.4). En el corazón de Cristo hubo esta
inclinación de benignidad; no había merecimiento en los receptores, y aún así el obró.
Considerando la benignidad de nuestro Señor que nos guió al arrepentimiento
(Romanos 2:4), debemos seguir su ejemplo y tomar esta misma actitud para con los
otros.
Sólo un corazón que ha probado la benignidad de Dios puede ser benigno con los
otros. (1era de Pedro 2: 1 y 3).
Pablo, inspirado por el Espíritu Santo nos muestra la manera en la que debemos
saludarnos. Ésta es con ósculo (beso) santo.
Nuestro saludo hacia los otros no debe ser como lo terrenal, como lo de este mundo,
sino diferente a cualquier otro saludo.
Vigésimo Séptimo Mandamiento: “Sean hospitalarios los unos con los otros” (1era
de Pedro 4:9)
En la época de los apóstoles era común que los cristianos recibieran a extranjeros que
predicaban el evangelio en sus casas. Los alimentaban y les ofrecían un lugar donde
dormir (Romanos 12:13/Hebreos 13:2/3era de Juan 5 al 8)
En algunas situaciones puede ocurrir que los hermanos que conocemos que están
practicando la sana doctrina tengan alguna necesidad, de alimento, vivienda, etc. Cada
uno de nosotros somos llamados a suplir las necesidades de nuestros hermanos.
Podemos ver en la Biblia el ejemplo de Gayo, que era muy hospitalario con sus
hermanos, incluso con los desconocidos (Romanos 16:23/3era de Juan 5 al 8).
Vigésimo octavo Mandamiento: “Esperaos los unos a los otros” (1era de Corintios
11:33)
Pablo exhorta a los hermanos a esperar a los demás. A no ser avaros o ambiciosos;
estimando a nuestro hermano como superior a nosotros mismos. Pablo pone el
ejemplo de la comida, pero este mandamiento es aplicable a diferentes áreas de
nuestras vidas. Debemos esperarnos unos a otros, no intentando tomar nunca el
primer lugar, tomando el ejemplo de Cristo. Cuando no cumplimos con este
mandamiento estamos pecando. En Romanos 16:18 y Filipenses 3:19, el apóstol Pablo
cita el ejemplo de los falsos maestros.
Son las dificultades, obstáculos y problemas que cada miembro del cuerpo de Cristo
tiene. La Palabra en el griego utilizada en este versículo para referirse a carga es: Bare,
que significa peso.
Lo que Pablo quiere expresar en este versículo, inspirado por el Espíritu Santo, es lo
siguiente: cuando un miembro recibe una carga muy pesada para soportar, los otros
miembros deben ayudarlo a llevar esa carga y soportarla por él. Para poner un ejemplo
en el cuerpo humano lo que sucede es lo siguiente: cuando una pierna está herida, la
otra debe realizar un esfuerzo mayor, soportando más carga hasta que la herida se
recupere. Lo mismo ocurre durante las batallas: cuando un soldado está herido los
compañeros que están a su alrededor lo cubren, lo protegen y lo sacan de la batalla
llevándolo a otro lugar donde pueda ser curado para estar listo para la próxima batalla.
¿Por qué el versículo expresa: cumplan así la ley de Cristo? La respuesta está en San
Juan 13:34 y San Juan 15:12.
Estos versículos resaltan la importancia del amor hacia nuestros hermanos teniendo en
cuenta que el amor es el cumplimiento de la ley de Dios. (Romanos 13:8-10). En este
mismo pasaje, Pablo refleja que debemos tener una sola deuda: amar a nuestros
hermanos. Debemos sentirnos siempre en deuda respecto de dar amor; sentir que
siempre podemos amar más de lo que estamos amando, ya que la forma en la que
debemos amar es como Cristo nos amó.
Si alguno hermano es sorprendido en alguna falta, los otros miembros del cuerpo
deben corregirle, buscando ayudarle en su restauración, considerando que cualquiera
de nosotros podría estar en la misma condición (Gálatas 6:1). En este versículo se
utiliza la palabra griega Katartizo, que tiene la funcionalidad de explicar la obra
reparadora de un cirujano durante una operación, en la cual vuelve a poner al miembro
dañado en su lugar reconstituyéndolo.
Entonces, los miembros del cuerpo deben ayudar a sobrellevar los bare de cada uno de
sus hermanos, pero éstos deben llevar también su propia porthíon, ya que cada uno
dará cuenta de sí mismo ante la presencia del Señor (Romanos 14:12; 2da de Corintios
5:10)
Trigésimo Mandamiento: “Ser miembro los unos de los otros” (Romanos 12:5)
Si somos todos miembros los unos de los otros, el mandamiento es vivir de acuerdo a
esta realidad, a esta declaración por parte del Señor.
(…)Si esta enseñanza bíblica se entendiese bien y se practicase con amor y humildad,
cada iglesia local sería un centro de edificación espiritual y de expansión misionera, sin
envidias ni recelos de ninguna clase (…) (Francisco Lacueva)
Debemos entender que nos necesitamos los unos a los otros, a pesar de nuestras
diferencias. Como cristianos tenemos la necesidad de la comunión en una Iglesia local;
porque Dios puso a cada uno de los miembros para edificación de los otros.
Así mismo debemos dar el debido valor al servicio que prestamos dentro del cuerpo,
ya que la labor de cada uno de los miembros es importante y fundamental para la
edificación de la Iglesia; sintiendo el correcto peso por la obra de Cristo y entendiendo
que no se trata de nosotros sino de lo que Dios quiere hacer a través de nosotros.
Pero no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra
de ellos, para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno
en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que me diste,
para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean
perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a
ellos como también a mí me has amado. San Juan 17:20-23
Al terminar esta serie te invitamos a que puedas hacerte las siguientes preguntas: