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El problema reside en que el contrato de sociedad es formal, esto es, requiere de una serie
de formalidades, como el registro o la escritura pública, para su consecución. Cuando una
sociedad se encuentra en proceso de constitución, pero todavía no está completada, en
ocasiones contrae obligaciones con terceros, y es necesario regular qué ocurre en esos
casos.
Por ello, las sociedades irregulares son aquellas que exteriorizándose como entidades
societarias de carácter mercantil ante terceros, se encuentran sujetas a una situación
jurídica especial por la falta de uno o más de los requisitos legales para su constitución.
Las sociedades irregulares pueden serlo por su origen , o sea, aquellas cuya existencia
consta de prueba escrita pero que no se han constituido por escritura pública; o por
irregularidad sobrevenida, o sea, las que continúan en actividad después de vencido el
plazo de duración, o no obstante la pérdida de su capital en la proporción señalada en la
Ley; o las que modifican su organización sin las formalidades legales, o las que, en
general, debían haberse disuelto en virtud de la causal prevista en la ley o en el pacto
social.
No puede aceptarse, desde una vista práctica, que la existencia de la sociedad por
inobservancia de la forma determine la nulidad de todos los contratos celebrados por ella,
originando perjuicios a terceros, que no tienen responsabilidad por las omisiones formales
en que se hubiera ocurrido.
Se constituyen en virtud de un contrato por el que dos o más personas ponen en común
dinero, bienes o trabajo con el propósito de repartir entre sí las ganancias.