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PUNTOS CLAVE
En la segunda parte del siglo xx los malthusianos modernos, entre ellos el biólogo de la
Stanford University, Paul Ehrlich, el fundador del Worldwatch lnstitute, Lester Brown, y
los investigadores que hicieron el informe Limits on Growth, para el Club de Roma,
extendieron la teoría de Malthus al aplicarla a una gama mucho más amplia de recursos.
También afirmaron que el crecimiento exponencial de la población y el crecimiento
económico generarían tanto el inminente agotamiento de los recursos como
hambrunas y tasas crecientes de mortalidad.
La mayor riqueza permite que la gente exija y cargue con los costos de mejorar el medio
ambiente, como lo es disponer de agua potable y aire más limpio. Por ejemplo, desde la
década de 1970, el Producto Interno Bruto (PlB) de Estados Unidos se ha duplicado,
mientras que los niveles de contaminación del agua y el aire se han reducido. Éste es
un fenómeno mundial.
En la era moderna, los mercados abiertos y los gobiernos democráticos parecen ser
instituciones indispensables para la prevención de hambrunas. El economista ganador del
Premio Nobel Amartya Sen, apunta que "en la terrible historia de las hambrunas del
mundo, es difícil encontrar un solo caso en el que la hambruna haya ocurrido en un
país independiente y democrático que posea un periodismo sin censuras".
Dos siglos después de Malthus, hoy resulta claro que el crecimiento exponencial del
conocimiento, no el de la población, es la verdadera clave para entender el futuro de la
humanidad y de la Tierra.
Doscientos años después de que Thomas Robert Malthus publicara por primera vez
Un ensayo sobre el principio de la población, los demógrafos, ecologistas, economistas,
biólogos y quienes diseñan las políticas públicas siguen debatiendo acaloradamente
su teoría sobre la población. Importantes fundaciones destinan millones de dólares a
programas de población, mientras que las Naciones Unidas organizan conferencias
internacionales sobre el tema e incluso cuentan con una agencia especializada, el
Fondo de Población de las Naciones Unidas, dedicada a estas cuestiones. Cada año,
universidades y grupos de asesores generan infinidad de estudios y publicaciones
donde se analiza lo que debe hacerse en relación con la población.
Malthus formuló dos proposiciones que consideraba evidentes: en primer lugar,
que "el alimento es necesario para la existencia del hombre"; en segundo que "la
pasión entre los sexos es necesaria y permanecerá casi en su estado actual". I Con
base en esas proposiciones, Malthus llegó a sus famosas conclusiones de que "el
poder de la población es infinitamente mayor que el poder de la tierra para producir la
subsistencia del hombre. La población, de no ser controlada, se incrementa en forma
geométrica. Los medios de subsistencia aumentan únicamente a razón aritmética. Un
conocimiento básico de los números nos mostrará la inmensidad del primer poder en
comparación con el del segundo... Ello implica una restricción poderosa y constante a
la población causada por la dificultad de subsistir"? El apocalíptico resumen que
Malthus llegó a hacer de la situación en la que se encuentra la humanidad es éste: "El
poder superior de la población no puede mantenerse a raya sin que se produzca
miseria o vicio. En otras palabras, una determinada porción de la humanidad siempre
estará al borde de la inanición. Además, tratar de ayudar a los hambrientos sólo puede
generar mayor miseria posterior, pues quienes se salvan inicialmente de la inanición
tienen demasiados hijos y los recursos alimentarios dejan de ser suficientes para
alimentar un mayor número de bocas.
Malthus ilustró su hipótesis usando dos series de números: "La especie humana se
incrementará a razón de: 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512, etc., y la subsistencia lo haría
a razón de: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, etc." Incluso llegó a afirmar: "La población
invariablemente se incrementa cuando hay medios de subsistencia; la historia de
todos los pueblos proporciona abundantes pruebas de ello". En su primera edición del
Ensayo, Malthus argumentó que había dos tipos de "controles" a la población: el
preventivo y el positivo. Los controles preventivos (los que impiden la natalidad)
incluyen el aborto, el infanticidio, la prostitución, entre otros, mientras que los controles
positivos incluyen la guerra, la peste y el hambre. En ediciones posteriores, añadió un
tercer control que llamó restricción moral, el cual incluye el celibato voluntario, el
matrimonio tardío, por mencionar un par de casos. La restricción moral, en esencia, es
una versión más sutil de los controles preventivos antes propuestos.
Si todo lo demás falla para mantener bajo control el número de seres humanos,
Malthus concluye de manera escalofriante:
Queda claro por qué la economía se ganó el mote de "ciencia del desconsuelo",
que acuñara Carlyle para la incipiente disciplina después de leer a Malthus.
El principio de la población de Malthus ha sido una de las teorías más influyentes y
convertidas de la historia. Por ejemplo, este principio ayudó mucho a Charles Darwin a
desarrollar su teoría de la selección natural. En su autobiografía, Darwin escribió que,
en octubre de 1838, "casualmente leí por diversión el libro de Malthus sobre la
población y, estando bien reparado para apreciar la pugna por la existencia que ocurre
por doquier, gracias a la prolongada observación de los hábitos de los animales y de
las plantas, al momento me pareció evidente que, bajo estas circunstancias, tenderían
a preservarse las variaciones favorables, mientras que las desfavorables serían
destruidas. El resultado de lo anterior sería la formación de una nueva especie. Aquí,
entonces, llegué por fin a una teoría con la que podía trabajar". "Darwin pensaba que
la mayoría de las plantas y los animales producían mucha más progenie que la que
podría sobrevivir hasta la edad adulta, debido a la depredación y a la cantidad limitada
de alimentos disponibles. Las tasas diferenciales de supervivencia entre la
descendencia son la fuerza motriz que sustenta gran parte de la selección natural y,
por tanto, de la evolución biológica.
A partir de Darwin, los naturalistas, biólogos y ecologistas han sido los máximos
defensores de la teoría de Malthus, y la han aplicado no sólo a los animales y a las
plantas, sino también a las sociedades humanas. Es innegable que esta teoría posee
una simplicidad atractiva que pretende explicar un cúmulo de datos complejos. De
hecho, el principio de población de Malthus ha sido una hipótesis por demás fructífera
para la ecología y la biología poblacional.
A ella subyacen conceptos biológicos como la capacidad de carga (que es una medida
para la población de, por ejemplo, el venado o el bisonte) que un ecosistema
determinado puede soportar. El ciervo de la planicie Kaibab es un caso famoso de una
población animal que agotó sus recursos alimentarios. En la década de 1920, la
población de ciervos creció sin control gracias a la ausencia de depredadores, lo cual
condujo a una escasez de forraje que devino en una mortandad masiva de este
animal.
En verdad, si la teoría de Malthus tiene tanto éxito en la biología, pensaron algunos
intelectuales en la segunda mitad del siglo xx, seguramente puede aplicarse por igual
a las poblaciones humanas. "Para los ecologistas que estudian a los animales, los
alimentos y la población semejan, con frecuencia dos caras de la misma moneda. Si
hay demasiados animales devorándolos, la cantidad de alimentos decrece y cuando la
comida es escasa, tiende a disminuir la cantidad de animales... El horno sapiens no es
la excepción a la regla y, por el momento, parece factible que el alimento será nuestro
recurso limitante", explica lacónicamente el entomólogo Ehrlich, de la Universidad de
Stanford.
A fines de la década de 1960, Ehrlich fue uno de los biólogos y agrónomos que
empezaron a lanzar agoreras advertencias sobre la sobrepoblación humana. Su más
famosa predicción apareció en el libro The Population Bomb, publicado en 1968: "La
batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado. En la década de 1970, el
mundo vivirá hambrunas: cientos de millones de personas morirán de inanición pese a
cualquier programa que hoy dé inicio". Más tarde, en un artículo para el primer Día de
la Tierra, en 1970, Ehrlich presentó un terrorífico escenario en el que 65 millones de
estadounidenses y cuatro mil millones de personas de otros países morirían de
hambre en el periodo de la "Gran Mortandad", que sucedería entre 1980 y 1989. Fieles
siempre a la teoría malthusiana, Ehrlich y su esposa Anne publicaron The Population
Explosion, en 1990. Una vez más afirmaron: "Una cosa parece segura de predecir: el
hambre y las epidemias elevarán las tasas de mortalidad en la mayor parte del
planeta", y ello a principios del siglo XXI.
No obstante, Ehrlich distaba mucho de estar solo en la resurrección moderna de la
teoría malthusiana de la población. En 1967, los hermanos Paddock declararon en
Famine 19751 que "Las hambrunas que ahora se acercan... seguramente son
inevitables... Dentro de 15 años, las hambrunas serán catastróficas…” Hoy, el
Worldwatch Institute, un grupo de presión ambientalista con sede en Washington,
D.C., encabezado por Lester Brown, tiene un enfoque sólidamente Malthusiano.
Brown, quien trabajó como analista en el Departamento de Agricultura de Estados
Unidos, declaró en 1981: "El periodo de seguridad alimentaria global ha terminado".
En 1994, Brown escribió: "Ya no es posible contar con que los agricultores del mundo
sean capaces de alimentar a los aumentos proyectados a nuestras estimaciones"; y
en 1997: "La escasez de alimentos será el tema que definirá la época que está por
iniciarse, del mismo modo en que los conflictos ideológicos fueron el tema que definió
la era histórica que acaba de terminar". Y continuó: "Los crecientes precios de los
alimentos serán el primer indicador eco-nómico importante en demostrar que la
economía mundial se encuentra en una senda que no es sostenible en términos
ecológicos".
Poco después del resurgimiento de las preocupaciones malthusianas sobre la
sobrepoblación en la década de 1960, otros empezaron a enfocarse en la
disponibilidad de recursos diferentes de los alimentos. En 1972, el Club de Roma (un
grupo de políticos, empresarios y burócratas internacionales de alto rango) encargó la
elaboración del famoso informe The Limits to Groth (Los límites del crecimiento). Éste
fue preparado por un equipo que utilizó un modelo informático del mundo, diseñado,
en un principio, por Jay Forrester en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). El
reporte concluyó que "De continuar sin cambio las actuales tendencias de crecimiento
de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de
alimentos y el agotamiento de los recursos naturales, los límites de crecimiento en el
planeta se alcanzarán, en algún momento, en los próximos cien años. El resultado
probable será una reducción súbita e incontrolable tanto en la población como en la
capacidad industrial". En 1976, Paul y Anne Ehrlich, en su libro The End oi Affluence
hicieron proyecciones en las que "antes de 1985, la humanidad entrará en una
verdadera era de escasez... en ella el suministro disponible de muchos minerales
básicos enfrentará el agotamiento"
El informe The Limits to Growth trató de definir otros límites que el entorno natural
impondría tanto al crecimiento de la economía como al de la población humana. Esto
no es otra cosa que Malthus, escrito con mayúsculas. A la humanidad no sólo se nos
acabaría la comida sino que, también, nos quedaríamos, por un lado, sin lugares
dónde colocar nuestros desechos y, por el otro, sin recursos no renovables, como los
minerales y los combustibles fósiles. Si la humanidad no fuera a padecer hambrunas
masivas, entonces nuestras fábricas tendrían que detenerse al agotarse e! petróleo y
el hierro cuando nubes de contaminación asfixiaran a una humanidad sobrepoblada.
Más recientemente, los neomalthusianos han lanzado advertencias de que la
humanidad está acabando con la biodiversidad, con los mantos acuíferos, con la
pesca en alta mar y con la capa superficial de! suelo. Doscientos años después de que
lo propusiera Malthus, el principio de la población se sigue aplicando a casi todas las
actividades humanas que implican el uso de recursos, tanto renovables como no
renovables.
Es un hecho interesante en la historia intelectual el que los biólogos y los
ecologistas hayan abrazado de manera tan absoluta una teoría sobre la población
propuesta por un economista. La teoría de Malthus es una de las primeras
formulaciones de los rendimientos marginales decrecientes. En palabras de un analista:
Si bien argumentaba que la cantidad de suelo cultivable era fija y que algún día sería
ocupada totalmente por granjas, Malthus también reconocía que la tierra podía hacerse
más productiva a través del cultivo intensivo. Con un mayor esfuerzo, los agricultores
gradualmente podrían extraer más cosechas de la misma cantidad de tierra -y he aquí el
meollo del asunto-- a tasas decrecientes por cada nuevo trabajador adicional. Por tanto,
cada trabajador nuevo rinde una cantidad cada vez menor de producción agrícola o, como
dirían economistas posteriores, genera rendimientos marginales decrecientes... Malthus
predijo rendimientos marginales decrecientes a medida que los agricultores buscaran
alimentar a una población cada vez mayor. Surgiría la escasee económica debido a que la
sociedad tendría que sacrificar cada vez más para obtener cada vez menos utilidad
marginal. Medido ya sea que por el número de brazos y sus hoces en el campo, o bien por
el dinero necesario para pagar esa mano de obra y equipo, el costo de generar producción
agrícola se incrementaría.
La idea consiste en que, a medida que más y más trabajadores laboran en una
hectárea de tierra, los aumentos a la producción tendrían que disminuir. Si un
trabajador produce dos toneladas de trigo, dos podrían producir cuatro toneladas del
cereal. Tres trabajadores, sin embargo, quizá lleguen a producir sólo cinco toneladas,
mientras que 10 o 20 jornaleros se estorbaríamos a otros y pisotearían e! trigo.
La ley de los rendimientos decrecientes opera con claridad en e! mundo natural. A
medida que aumenta el esfuerzo por obtener recursos, como comida y luz solar, hay
menos oportunidades de que los individuos más débiles de una especie o los que se
encuentran en posiciones menos favorables sobrevivan en un ecosistema cada vez
más sobre poblado. El modelo malthusiano de los rendimientos decrecientes describe
con precisión la experiencia de todas las demás especies de la Tierra. La idea de los
rendimientos marginales decrecientes hace que muchos ecologistas y biólogos
argumenten que la continuidad del crecimiento poblacional ·puede conducir a una
catástrofe.
La ley de los rendimientos marginales decrecientes opera en muchas actividades de!
hombre, incluyendo aquellas que parecen tan ordinarias como la disminución de los
beneficios que obtiene una persona por pasar más horas en el gimnasio, el placer que
se experimenta al comerse una vigésima galleta con chispas de chocolate, o las
ventajas médicas derivadas de un quinto examen de próstata en un mismo mes.
¿Qué tan bien se desempeñó empíricamente el principio de Malthus en relación
con la población cuyo comportamiento pretendía explicar: los seres humanos?
Históricamente, llama la atención que, mientras Malthus escribía, Francia era el primer
país cuya tasa de fertilidad empezó a declinar. Él había concluido que, en muchos
países, la humanidad ya había alcanzado el límite de su crecimiento y ésta era la
razón por la que Inglaterra y Europa vivían con tanta pobreza, miseria y vicio. "El
principio enunciado por él con tal fuerza era universal, en el sentido de que era capaz
de explicar las condiciones pasada, presente y futura de la humanidad, donde fuera
que ésta se encontrara escribió el biógrafo de Malthus, Donald Winch.
Sin embargo, justo cuando Malthus formulaba su teoría, sabemos ahora que el
mundo estaba a punto de iniciar el más grande salto en el crecimiento económico y
poblacional que la humanidad haya experimentado jamás. En el siglo que transcurrió
entre la publicación de su Ensayo y el inicio del siglo xx, el ingreso per cápita de
Inglaterra se sextuplicó, pese a que la población se multiplicó por seis. Si tomamos un
periodo aún más largo, entre 1820 y 1992, la población mundial se quintuplicó, mientras
que las economías del mundo crecieron 40 veces.
En su Ensayo, Malthus afirmó haber comprobado "que la población se incrementa
invariablemente cuando se incrementan los medios de subsistencia. Sus herederos en
la era moderna insisten en que Malthus tenía razón. "Hacer que el alimento sea aún
más barato y esté al alcance de un mayor número de personas alentará un mayor
crecimiento de la población y asegurará que empeore la vida en muchos aspectos
importantes", escribió Garrett Hardin.U profesor emérito de ecología humana en la
University of California, en Santa Barbara. "La tesis malthusiana ha resultado cierta y
permanece vigente en todo momento. La población está regulada por la oferta de
alimentos. Escribió el padre del estudio The Limits to Growth, Jay Forrester, en su libro
World Dynamics. Forrester añadió que en su modelo informático "se asume que una
abundancia de alimentos eleva la tasa de natalidad a un factor de 2". Así se inicia la
carrera entre el alimento y la población, y la hambruna es el vencedor final.
Con base en este sombrío cálculo, con frecuencia los malthusianos modernos
adoptan la propia prescripción de Malthus, de que la ayuda debe mantenerse fuera del
alcance de los más pobres, puesto que sólo incrementará la miseria y, posteriormente,
el vicio. Garrett Hardin propone una ética de bote salvavidas, mediante una analogía
entre los países y los botes salvavidas que se hundirían si, en un impulso de
conmiseración mal dirigida, los ocupantes permitieran que la gente que se está
ahogando a su alrededor suba al bote. Adoptando una lógica Igualmente cruel,
Maurice King, profesor de medicina en la University of Leeds, en Gran Bretaña, quiere
racionar juiciosamente los controles de mortalidad. Así como el control de la natalidad
previene nacimientos, el control de mortalidad previene muertes. King argumenta que
a la gente pobre del mundo en desarrollo no se le debería enseñar controles de
mortalidad modernos, como la simple terapia de hidratación oral que ha salvado a
muchos millones de niños de morir por enfermedades diarreicas a menos que adopten
primero medidas estrictas de control natal. "Si no es posible sostener de manera
adecuada las medidas complementarias (por ejemplo, la planificación familiar), no
deberían introducirse medidas insostenibles, como la hidratación oral a escala masiva
de salud pública, puesto que incrementarían los años-hombre de miseria, causada
finalmente, por el hambre", escribe King.
Pese a todo, otros malthusianos modernos opinan que tales medidas draconianas
no se limitarán a los países en desarrollo. El ecologista Michael Tobías comenta:
"Preveo que tal vez tengamos que oponer a un medio ambiente severamente
deteriorado un severo menoscabo de lo principios democráticos, en el sentido de que
tendremos que implementar leyes y reglamentos que no serán del agrado de mucha
gente. Tendrán que constreñirse drásticamente las libertades básicas, puesto que no
habrá suficiente aire y agua limpios para hacer lo que cada cual quiera hacer.
Sin embargo, ¿es realmente terrible la situación ambiental.? En contradicción con
las predicciones de Malthus y sus herederos intelectuales, nos encontramos con que
los países más ricos y que tienen el mayor acceso a los alimentos (Estados Unidos,
Alemania, Italia, España, Japón, Francia) son precisamente los que tienen menores
tasas de natalidad, todas ellas por debajo de los niveles de reemplazo (véase
Eberstadt en este libro, Capítulo 4). Resulta que para los países desarrollados, más
comida no significa más niños; en vez de eso, significa más ancianos obesos.
En el último medio siglo, los demógrafos han encontrado que el crecimiento
económico y las reducciones drásticas en las tasas de fertilidad van de la mano. El
demógrafo Robert Kates, de la Brown University, identifica cuatro razones de esta
reducción en la fertilidad:
Algunos malthusianos convencidos objetan que Romer y otros que sostienen que el
crecimiento económico es en potencia infinito, no sólo violan la ley de los rendimientos
decrecientes, sino que transgreden una ley física aún más fundamental: la segunda ley
de la termodinámica." De acuerdo con la segunda ley, en un sistema cerrado, la
entropía tiende a incrementarse. La entropía es una medida de desorden. Pensemos
en una gota de tinta como un pigmento sumamente ordenado, que se diluye hasta ser
invisible cuando uno la vierte en una pecera de 40 litros. Cuando las moléculas de
pigmento se distribuyen de manera uniforme en el agua de la pecera, el desorden está
en su punto máximo. Se requeriría de un enorme esfuerzo para reconstituir la gota. La
idea es que incrementar el orden en una parte del sistema (la calefacción de una casa)
requiere un incremento en el desorden en otro lugar (quemar petróleo para que
funcione un calefactor eléctrico). Uno no puede realizar dos veces la combustión de un
barril de petróleo; éste se disipa en la atmósfera en forma de dióxido de carbono
yagua y no se puede volver a usar.
La vida misma parecería ser una violación de la segunda ley, porque los seres
vivos son) entidades complejas sumamente ordenadas que usan y disipan energía
continuamente para sobrevivir. La solución al enigma de la vida y de una economía en
crecimiento es que la tierra .no es un sistema cerrado: la energía que la nutre se deriva
principalmente del sol. Es cierto que la energía solar se está disipando y que, por
consiguiente, en cerca de cuatro o cinco mil millones de años se agotará, pero parece
prematuro preocupamos hoy por esa eventualidad. Pero, ¿qué sucede con el barril de
petróleo consumido? Recordemos que lo que la gente quiere es calentar sus casas, no
quemar petróleo. Las recetas que el hombre podría inventar para obtener y utilizar
energía son casi ilimitadas. Hasta la Edad Media, la gente calentaba sus casas y cocía
sus alimentos en forma ineficiente a flama abierta; después, alguien en Europa,
inventó la chimenea, que incrementó de manera radical la eficiencia de la calefacción y
la cocción. Después, en el XVIII, Benjamín Franklin inventó la estufa de hierro fundido
que, una vez más, impulsó la eficiencia y así sucesivamente, hasta llegar a los
calefactores eléctricos, las estufas de gas y demás aparatos modernos. Con el tiempo,
estas ideas y diseños han incrementado de manera notable los servicios que la gente
obtiene de diversas fuentes de energía y constantemente se desarrollan nuevas ideas
y diseños [por ejemplo, casas solares pasivas, celdas solares, celdas de combustible,
plantas de energía nuclear, etc. [véase "Benchmarks (Puntos clave)", Consumo de
energía por unidad de Producto Interno Bruto], No parece aventurado concluir que
mientras brille el sol, la segunda ley de la termodinámica no es relevante en el ámbito
del planeta Tierra, de modo que tanto los sistemas naturales como los humanos
pueden hacerse cada vez más complejos y ordenados.
Mucha gente cree que el petróleo, el gas natural y el carbón son los "combustibles
puente" I hacia la economía de energía solar e hidrógeno de! futuro. Tras un análisis
más profundo, este tipo de pensamiento es poco más que una perogrullada. Tal como
e! aceite de ballena fue un combustible puente entre la cera de abeja y e! queroseno, e
igual que e! queroseno fue un combustible puente entre e! aceite de ballena y la luz
eléctrica, los combustibles fósiles actuales, por definición, son combustibles puente
hacia alguna otra clase de combustible futuro. Es evidente que los combustibles fósiles
son los combustibles puente para alguna mezcla energética futura. Es muy poco
probable que e! arreglo energético del mundo actual vaya a ser e! mismo que e!
arreglo energético de principios del siglo veintidós.
Una implicación de este análisis es que tratar de planear hoy, a escala global, el
arreglo energético de los próximos cien años, sería tan absurdo como si alguien en
1900 hubiera tratado de planear el arreglo energético actual. Una persona que viviera
en 1900 simplemente habría sido incapaz de diseñar un plan que incluyera los cientos
de millones de automóviles y camiones, la luz eléctrica en cientos de millones de
casas y edificios de oficinas, e! combustible para miles de jets, millones y millones de
refrigeradores, acondicionadores de aire. Ninguno de los aparatos de esta lista casi
infinita había sido inventado. Sin duda, nos encontramos ante una situación aún peor,
en comparación con una persona de hace cien años, en cuanto a intentar prever los
desarrollos que ocurrirán en los próximos cien años, dada la tasa de innovación
tecnológica actual. Es evidente que ninguna persona o dependencia centralizada
puede anticipar las necesidades energéticas o de cualquier otra naturaleza para los
siguientes cien años. Por tanto, la estrategia más sabia para la humanidad es apoyar a
las instituciones y los sistemas de incentivos que alentarán a los futuros científicos,
inventores y emprendedores a poner en funcionamiento sus conocimientos especiales
descentralizados, para descubrir, financiar y producir las tecnologías que satisfarán las
necesidades humanas y protegerán e! ambiente natural de! siglo entrante.