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Traducción de Julio A. Castello Dubra.
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL 2do CUATR. DE 2019 – TURNO TARDE
tampoco deben ser tratadas en alguna única ciencia particular, pues como cualquier género de
entes requiere de ellas para su conocimiento, con igual razón serían tratadas en cualquier
ciencia particular. Por ello, resta que este tipo de cosas sean tratadas en una única ciencia
común, la cual es máximamente intelectual y reguladora de las otras. [3] Tercero, por el
conocimiento mismo del intelecto. Pues como cada cosa tiene capacidad intelectiva por el
hecho de que es inmune a la materia, es preciso que sean máximamente inteligibles las cosas
que son máximamente separadas de la material. En efecto, lo inteligible y el intelecto tienen
que ser proporcionados y de un único género, puesto que el intelecto y lo inteligible en acto
son <algo> único. Pero son máximamente separadas de la materia aquellas cosas que no sólo
se abstraen de la materia signada, como las formas naturales tomadas en general, acerca de las
cuales trata la ciencia natural, sino <las que se abstraen> totalmente de la materia sensible. Y
no sólo según el concepto, como las matemáticas, sino también según el ser, como Dios y las
inteligencias. De allí que la ciencia que considera esas cosas parece ser máximamente
intelectual y gobernante o señora de las otras.
Ahora bien, esta triple consideración debe atribuirse no a diversas ciencias, sino a una sola
ciencia. Pues las predichas sustancias separadas son causas universales y primeras del ser.
Pero le pertenece a la misma ciencia considerar las causas propias de un género y el género
mismo, tal como el <filósofo> natural considera los principios del cuerpo natural. Por ello, es
preciso que a la misma ciencia le pertenezca considerar las sustancias separadas y el ente en
común, que es <su> género y del cual las predichas sustancias son causas comunes y
universales. De lo cual resulta evidente que, por más que esa mencionada ciencia considere
tres <asuntos>, no considera cualquiera de ellos como su objeto, sino sólo al ente en común.
En efecto, el sujeto en una ciencia es aquello cuyas causas y propiedades buscamos, y no esas
causas de algún genero buscado. Porque el conocimiento de las causas de algún género es el
fin que alcanza la consideración de una ciencia. Pero aunque el objeto de esta ciencia sea el
ente en común, sin embargo, toda <ella> es llamada acerca de las cosas que son separadas de
la materia según el ser y el concepto. Pues se dice que se pueden separar según el ser y el
concepto no sólo aquello que nunca puede existir en la materia, como Dios y las sustancias
intelectuales, sino también aquello que puede existir sin la materia, como el ente en común.
Esto no sucedería si dependieran de la materia según el ser. Por tanto, conforme a las tres
cosas por las cuales se alcanza la perfección de esta ciencia resultan <sus> tres
denominaciones. Pues se llama ciencia divina o teología, en cuanto considera las sustancias
mencionadas; metafísica, en cuanto considera el ente y aquellas cosas que le son consecuentes
—en efecto, estas cosas que van más allá de la física se descubren en el método de resolución,
tal como lo más común después de lo menos común—; se llama, en fin, filosofía primera, en
cuanto considera las causas primeras de las cosas. Así pues, queda manifiesto cuál sea el
objeto de esta ciencia, de qué modo se relaciona con las otras ciencias, y con qué
denominación es nombrada.”
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que proceden de principios conocidos con la luz de una ciencia más alta, como la óptica
procede de los principios certificados por la geometría y la música de los principios conocidos
por la aritmética. Y de este modo la doctrina sagrada es ciencia, porque procede de principios
conocidos con la luz de una ciencia superior, a saber, la ciencia de Dios y de los
bienaventurados. Por ello, como la música tiene creencia de los principios que le transmitidos
a ella por el aritmético, así la doctrina sagrada tiene creencia de los principios que le son
revelados por Dios.”
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