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Tomado de: Amaro Cano María del C. Rev. Medicina General Integral 2003; 19
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Lo que caracteriza al hombre y lo diferencia del resto de los seres biológicos es su
condición de ser social, su capacidad de relacionarse con sus semejantes en el
propio proceso de producción, reproducción y distribución de sus bienes
materiales y espirituales. Este tipo de relaciones lo enfrenta a disímiles situaciones
que llevan en sí mismas la necesidad de adoptar conductas que se consideran las
más apropiadas o más dignas de ser cumplidas. En todos los casos se trata de
problemas de orden práctico que se presentan en las relaciones efectivas reales y
que demandan acciones o decisiones propias o bien juicios acerca de acciones o
decisiones de otros hombres que no solo afectan a la persona particular, sino
también a otra u otras personas, quienes sufrirán las consecuencias de dicha
acción, decisión o juicio moral. Cuando el hombre trasciende el hecho mismo de
su particular comportamiento práctico para tomarlo como objeto de reflexión y de
su pensamiento, y examina razones o argumentos para demostrar la validez del
acto, decisión o juicio moral que se ha realizado, entonces ha establecido la
relación entre los problemas morales –la práctica– y los problemas éticos –la
teoría–. De esa reflexión teórica, para un comportamiento práctico responsable,
trata este tema.
La ciencia que trata de los deberes o que más bien se refiere al deber ser de una
actividad profesional específica y que en cierta forma señala la moral interna de
una profesión determinada, se llama deontología. Sus principales funciones son
consolidar la identidad profesional, legitimar socialmente la práctica profesional y
servir de patrón para la defensa, ante la crítica social y jurídica, del ejercicio
profesional.
En los preceptos de la ética médica hallan reflejo las dificultades y los problemas
de la práctica actual para proteger la salud pública, aunque de modo tradicional la
atención se ha centrado en la relación médico-paciente, y en esta es un requisito
indispensable el cumplimiento del principio del respeto al ser humano. Este
principio comienza por el propio respeto del profesional a sí mismo, lo cual se
evidencia en la actualización de su competencia y en la autoexigencia de un
desempeño que incluya los aspectos éticos relacionados para poder catalogarlo
de calidad.
Hasta finales de la década de los 60 del pasado siglo XX, la práctica médica
estaba universalmente regida por la ética hipocrática. Los médicos ingleses y los
norteamericanos estuvieron también bajo la égida de esta doctrina, más bien
deontológica, hasta que, en especial los estadounidenses, bajo la influencia de los
acontecimientos que se sucedían en su país, comenzaron a cuestionársela. Ello
obedeció a un conjunto de factores que en el orden económico, social y político
desencadenó la crisis de los valores más importante que ha enfrentado la
sociedad norteamericana en los últimos decenios. Otro elemento importante que
debemos considerar es el gran desarrollo científico técnico alcanzado en el país
más industrializado del mundo, que invadió el quehacer de los profesionales de la
salud, y provocó en no pocos casos actitudes deshumanizadas. Lo anterior, unido
a las abismales disparidades ocasionadas por el neoliberalismo, puso en
evidencia las
grandes contradicciones entre crecimiento económico e inequidades sociales.
En este contexto, el doctor Van Rensselaer Potter (1971) crea el término y lo da a
conocer con la publicación de su libro: Bioética, puente hacia el futuro. Al sentirse
incomprendido, a fines del siglo XX, publica un nuevo libro, Global Bioethics, en el
que enfatiza sobre el carácter abarcador de la bioética acerca de la conducta
moral de los hombres ya no solo entre ellos, sino con respecto a todos los seres
vivos, por lo que es imposible reducirla al campo de los problemas de salud de las
personas y desconocer el entorno ambiental, físico y social en el que viven y se
relacionan.
En 1979, dos filósofos, también norteamericanos, Tom Beauchamp y James
Childress, establecieron el sistema de los cuatro principios de la Bioética: No
maleficencia, Justicia, Autonomía y Beneficencia. Esta teoría principalista es la
que más adeptos ha ganado en el mundo anglosajón.
El estudio de esta nueva disciplina ha involucrado cada vez más a numerosos
profesionales, especialmente vinculados con las ciencias de la salud. Algunos
piensan que la Bioética es un genuino producto norteamericano que solo tiene
aplicación en el contexto de esa sociedad neoliberal, otros dicen que en ella se
cuestionan problemas que pueden ser reconocidos como universales y no pocos
insisten en que lo importante es la argumentación filosófica. Lo que sí es evidente
que nadie puede ignorar su existencia. De modo que la Bioética está a debate
en el mundo entero.
Ética de la atención primaria de salud
Como respuesta a esa conducta irracional, un número cada vez más creciente de
personas ha comenzado a interesarse no solo por el ambiente social en que
desenvuelven su vida laboral, familiar, política y espiritual, sino también por el
ambiente natural con el cual están en constante interacción. La conservación de
los animales y las plantas, el aire, las aguas de los mares y ríos, forman parte de
su proyecto de desarrollo sostenible o lo que es igual, el aseguramiento de
la vida de sus sucesores.
Estas normas éticas deben ser tomadas en cuenta desde el diseño del protocolo
de investigación, y asegurar su estricto cumplimiento a lo largo del proceso de
estudio, que termina con la publicación de sus resultados.