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1. El Agente y su Obrar-Poder:
En esta, la primera sección del capítulo central del presente trabajo, me
concentraré en exponer la concepción estructuracionista del agente actuante. Esta, de
entrada, busca atender a la crítica presentada por el llamado descentramiento del sujeto,
tomando a la praxis como el elemento tácito central: “la prioridad ontológica se asigna a
la elaboración de la historia y la producción de la vida social, no a los hacedores o
productores de las circunstancias o eventos sociales.”1 Esto no implica restar
importancia a la conceptualización de lo que el agente es, verbigracia a sus específicas
capacidades psicológico-ontológicas. Estamos pues ante lo que se ha llamado “una
teoría postmetafísica de la agencia humana”2, para la cual hablar de un individuo “no es
hablar sólo de un “sujeto” sino, también de un agente” 3, por lo que resulta insoslayable
la idea de acción, que en última instancia es el elemento del que se genera la vida
colectiva.
Ahora bien, este segmento de la teoría de la estructuración es elaborado por
Giddens a partir de un diálogo con fuentes muy diversas, de entre las cuales, destacamos
las siguientes. En primera, los trabajos realizados por algunas expresiones de dos
escuelas filosóficas preocupadas por el estudio de las razones y motivos de la acción:
parte de la filosofía analítica anglo norteamericana y la hermenéutica continental, ambas
integrantes de lo que en el capítulo I reconocimos como la tradición de la hermenéutica
y las sociologías interpretativas. En segundo lugar, es de gran importancia su diálogo
crítico con el trabajo de Freud (El malestar en la cultura (1929), Esquema del
psicoanálisis (1949), etc) referente al obrar y a la definición del sujeto u agente,
incluido el propio-ser (self)). Además, resultan también importantes las contribuciones
realizadas por los llamados psicólogos del ego para comprender las características
psicológicas del agente, el yo del agente reflexivo y sus procesos inconscientes,
especialmente los escritos de Eric Erikson (Infancia y Sociedad (1963)) Finalmente, las
1
Ira Cohen, Teoría de la estructuración, Anthony Giddens y la constitución de la vida social, UAM,
México, 1986, p 53
2
F. R Dallmayr, “Agency and Structure”, en Christopher G.A. Bryant & David Jary, Anthony Giddens
Critical Assessments, Vol. II, Routledge, London, 1997, p 53
3
NRMS, p 15
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Conciencia discursiva
Conciencia práctica
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por cumplidos.5 Los tres, deben entenderse como procesos interrelacionados con la
acción, de acuerdo con las relaciones indicadas por las líneas punteadas de la figura 1,
las cuales vinculan la acción con la generación de consecuencias no intencionales;
yendo de estas últimas hasta las condiciones no reconocidas de actos futuros. Más
adelante ahondaremos en esto. Pero primero enfoquémonos en esos tres procesos
señalados y en algunas cuestiones respecto de la constitución psicológica del agente.
La reflexividad es uno de los fenómenos distintivos de la vida humana y surge
de la aptitud de poder comprender lo que uno hace en tanto lo hace. 6 El monitoreo
reflexivo o la vigilancia de la acción es una noción central para la teoría giddensiana y
la podemos entender como el conjunto de procesos a través de los cuales el agente
presta atención al flujo constante de la vida social; o diría Giddens, como “el carácter
registrado del fluir corriente de una vida social.” 7 Así entendido, este proceso se
identifica con el carácter intencional o deliberado de la acción, en tanto que ésta última,
un constante flujo de intervenciones, es efectivamente dirigida “por actores que
continuamente examinan lo que están haciendo, cómo los otros reaccionan a sus hechos,
y las circunstancias en las que estos tienen lugar.” 8 En otras palabras, podríamos decir
que el registro reflexivo se integra a partir del monitoreo de la conducta, de los actos,
propios de un agente, así como de los de otros agentes, pero también, en una
observancia de “la significación socialmente constituida de los aspectos materiales y
temporales de los entornos donde esos actos resultan apropiados” 9, o como dice
Giddens, en un registro de aspectos sociales y físicos de los contextos en los que nos
desplegamos. Cabe señalar que para comprender todos estos ámbitos del registro
reflexivo es necesario desarrollar un análisis del despliegue de la acción en contextos
espacio-temporales de co-presencia (encuentros y episodios que transcurren en sedes)
aspectos que desarrollaremos posteriormente.
5
I. Cohen, op.cit, p 55
6
LCS,p 24. En las NRMS nos dice: “Nada resulta tan central en la vida humana como “la regulación
reflexiva de la conducta, que todos los miembros “competentes” de la sociedad esperan de otros.”
(NRMS, p40)
7
, LCS, p 41.
8
John B Thompson, “La teoría de la estructuración; una valoración de las contribuciones de Anthony
Giddens”, en, Sociológica, año 3, números 7/8, 1998, UAM Azcapotzalco, México, p 190. Cabe apuntar
aquí que en LCS Giddens señala que una acción implica tomar en cuenta el cuerpo y las mediaciones con
el mundo circundante, además de la coherencia de un propio ser actuante, esto se verá con detenimiento
más adelante (LCS, p 41)
9
Cohen, op.cit, p55 Aquí mismo, este autor recuerda que ambos modos de monitoreo reflexivo
mantienen una conexión intrínsecamente reflexiva “en la medida en que la observación de los contextos
y eventos sociales, tal como se producen, influye en la vigilancia del agente sobre su propia conducta, por
cuanto esta última crea una “diferencia” para los actos de otros y para la generación mancomunada de
contextos.”
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Por lo pronto podemos señalar que para nuestro autor los agentes poseen la capacidad de generar un
monitoreo tácito de la actividad social y, por otro lado, una identificación discursivo-teórica de actos;
además cabe apuntar que ofrece estos conceptos en contraposición a los brindados por Freud
11
LCS, p 41
12
NRMS, p109. Véase también, Cohen, op.cit, p 56-57
13
LCS, p 397
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LCS, p 44
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ibid. En NRMS nos dice que la motivación refiere a necesidades que disponen a la acción. Como tal,
incluye a la vez casos en los que los actores tienen noción de sus necesidades, y casos en los que su
conducta se ve influida por fuentes no asequibles a su conciencia. Además la motivación suele
relacionarse directamente con elementos afectivos de la personalidad; hablar de miedos, celos, vanidad,
etc, refiere tanto a motivos como a emociones (NRMS 109)
18
NRMS, p 143
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Así pues, nuestro autor teje una intima relación entre un relato sobre procesos
motivacionales (inconcientes) y otro referente a la rutinización, o el carácter recursivo
de la vida social –que resulta central para entender el orden y la continuidad–. Todo esto
–motivación (procesos insconscientes), la rutinización, lo situado de la acción en el
tiempo/espacio– es puesto en diálogo con las aportaciones teóricas de Irving Goffman
referentes a las vicisitudes de los encuentros, o de la interacción en copresencia, lo que
incluye el análisis de la postura de los actores en los contextos de interacción, el tacto, la
confianza, en suma, el análisis sociológico del monitoreo reflexivo de la conducta
cotidiana de los agentes. La comprensión de la integración de este conjunto de temáticas
la trataremos de alcanzar más adelante, en el parágrafo 3, sólo después de haber
desarrollado los conceptos de agente, obrar-poder, estructura, dualidad de estructura,
estructuración, etc; pues la interacción social presupone la relación obrar-estructura. No
obstante, en lo que resta de esta sección introduciré a algunas de estas problemáticas.
En lo que sigue entonces, procedo de la siguiente manera. Primero, realizo un
análisis sobre las tres capas de cognición/motivación introducidas con anterioridad
(conciencia discursiva, conciencia práctica y lo inconsciente). Al arribar a lo
concerniente a la teoría de la motivación, es decir, a los procesos inconcientes
desarrollados en la constitución del ser humano como agente, expongo una breve
explicación de la mencionada imbricación con el carácter rutinario de la vida social, la
cual se da a través de lo que Giddens llama el sistema de seguridad básica –o como dice
en Las NRMS, “un primitivo nivel de manejo de las tensiones enraizadas en necesidades
orgánicas.”19– Sobre todo, expongo lo que concierne a la denominada seguridad
ontológica. Después de esto, presento las ideas estructuracionistas más relevantes
respecto del obrar, y por ende, como se verá, del poder. Finalmente expongo brevemente
los principales aspectos a tener en cuenta, en este momento, sobre las consecuencias no
buscadas y condiciones no reconocidas de la acción.
Como señalamos, Giddens trata de ofrecer una alternativa a la famosa
organización psíquica del individuo esgrimida por Freud: Yo/Ello y superyó. 20 De igual
19
ibid, p144
20
De manera sintética podemos comprender al ello como el elemento más directamente vinculado al
inconsciente, el ello es una forma psíquica de deseos y pulsiones que se halla en conflicto con el Yo, el
cual desenvuelve la parte consciente e intencional del sujeto. El Superyo refiere a una instancia moral, la
internalización de normas, reglas, etc, a la cual, debe prestar atención el Yo, por lo que se encuentra de
igual manera en tensión con el ello. Hay que decir que Giddens, en lugar de hablar de superego, prefiere
hablar de “la conciencia moral de los sujetos”. En el capítulo 2 de LCS Giddens esgrime una crítica a la
conceptualización freudiano del agente, en particular del Yo. Destaca, por ejemplo que éste sólo se puede
generar a través de la relación con el otro y gracias a una apropiación de estructuras lingüísticas –
expresadas en lo general a través de la conciencia práctica–. Además su constitución implica un gobierno
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forma intenta presentar su propia concepción del inconsciente. Así pues, prefiere hablar
de conciencia discursiva y conciencia práctica, las cuales se despliegan sosteniéndose en
dos de los procesos de la figura 1: el registro reflexivo y la racionalización. El
inconsciente, por su parte se vincula, como señalamos, a la motivación. Entre las
conciencias, más que una separación, existen diferencias entre lo que se puede decir y lo
que se puede hacer. En cambio, con el inconsciente, como decíamos, sí se erige una
barrera centrada en la represión frente a la conciencia discursiva.
La conciencia discursiva, partiendo de las aptitudes reflexivas del agente, refiere,
como ya es evidente, a lo que los actores son capaces de decir, a aquello a lo que
pueden dar expresión verbal, sean condiciones sociales, sean condiciones de la acción
propia. Por su parte, la conciencia práctica, a decir de Giddens uno de los temas rectores
de su teoría, se e ncarga de vehiculizar, de manera no discursiva, lo que los agentes
“saben” o “creen saber” sobre lo que hacen y sobre las condiciones sociales a las que se
enfrentan, es decir, el entendimiento necesario para comenzar a llevar acabo una acción
intencional. En un enunciado, podemos decir que la conciencia práctica se refiere a
“todas las cosas que los actores saben tácitamente sobre el modo de “ser con” en
contextos de vida social, sin ser capaces de darle una expresión discursiva directa.” 21 En
otras palabras, consiste en entender tácitamente las reglas, y las tácticas por las que se
constituye y reconstituye la vida social diaria en el tiempo y el espacio. 22 Así, la
cualidad distintiva de esta conciencia, es la de ser una noción tácita de las habilidades y
procedimientos adquiridos, a pesar de que, en general, sea posible concentrar la
atención discursiva, en diversos grados, en esas habilidades cuando se presenta la
ocasión. A decir de Cohen, es el énfasis en la existencia de esta lo que permite a
ramificado del cuerpo y un saber sobre los contextos de interacción de la vida social. En el primer
apartado de este capítulo, nuestro autor teje su crítica a la triada freudiana: para él tales conceptos
contienen dificultades cuando se reflexiona sobre el problema del obrar. Aunado a ello, señala que el
concepto de conciencia práctica desarrollado en la teoría de la estructuración, no encuentra lugar en el
pensamiento de Freud –ni en los desarrollos de estructuralistas y funcionalistas ya presentados. (Giddens,
LCS, p77-80)
21
LCS, p 24; Véase también p 44 .
22
ibid, p 123. Por otro lado, cabe apuntar que en el segundo apartado del capítulo 2 de LCS, nuestro autor
plantea la existencia de tres acepciones de conciencia. Relaciona una de ellas a su concepto de conciencia
discursiva y otra al de la conciencia práctica. Así, cuando conciencia refiere a “circunstancias en que la
gente presta atención a sucesos que se producen en su rededor para poder referir sus actividades a ese
suceso” (ibid, p80) –verbigracia el análisis que realizamos al entrar a un espacio de interacción como el
transporte público o un salón de clases– , se vincula directamente al registro reflexivo denotado por la
conciencia práctica. Por otro lado, existe una acepción de conciencia como enunciatividad; aquí un
agente necesita pensar, planear –construir un relato explicativo de las actividades y razones– para que la
acción se lleve acabo “concientemente”. Esta acepción, se vincula directamente con la conciencia
discursiva. (ibid)
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sistema de seguridad básico –que sólo habíamos definido con anterioridad como “un
primitivo nivel de manejo de las tensiones enraizadas en necesidades orgánicas”–
refiere a un espectro de modos de luchar contra la angustias: “un conjunto de
mecanismos inconscientes de protección contra los estímulos que provocan ansiedad,
tales como la desconfianza, la vergüenza, o la duda y la culpa… es la conexión con la
motivación inconsciente que incita a los adultos a emprender rutinas.”31
En base a dicho sistema de seguridad es que en la vida cotidiana ordinaria, del
infante y del adulto, se incluye y desarrolla una seguridad ontológica –término tomado
de R.D Laing (The self and others) por Giddens– “que expresa una autonomía de
gobierno corporal dentro de rutinas predecibles.”32 Sintéticamente podríamos definirla
como la certeza o confianza en que los mundos natural y social experimentados en la
rutina son tales como parecen ser, incluidos los parámetros existenciales básicos del
propio-ser y la identidad social.33 En Las consecuencias de la modernidad, uno de los
libros posteriores a LCS, nuestro autor analiza la seguridad ontológica en relación a
aspectos de fiabilidad y desarrollo de la personalidad. En ese contexto, la presenta como
una de las formas más importantes del sentimiento de seguridad en un sentido amplio;
más específicamente recurre a la misma idea que acabamos de apuntar al afirmar que la
seguridad ontológica es “la confianza que la mayoría de los seres humanos depositan en
la continuidad de la autoidentidad y en la permanencia de sus entornos, sociales o
materiales de acción” 34 Aunque cabe señalar que también destaca su raíz inconciente
como fenómeno anímico y la centralidad que en su despliegue tiene el desarrollo de un
presagia las sanciones normativas asociadas con la posterior formación de relaciones sociales”. La
polaridad 2) surge junto a la maduración física del cuerpo. El retener y soltar freudianos son el correlato
de esta etapa en la cual, la polaridad se puede resolver de manera amable o perturbadora. Retener puede
llegar a ser una cruel absorción en uno mismo, o bien una pauta de cuidado que refleja autonomía. En esta
etapa, la vergüenza se identifica con la perturbación y deteriora las raíces mismas de la autoestima; aquí
se forja la posibilidad de desplegar amor, odio, mala voluntad, libertad para la expresión de sí o su
sofocación. Finalmente, la polaridad 3) iniciativa vs culpa es una etapa que culmina a la par del dominio
sintácticamente elaborado de un lenguaje, y también de la transición edípica. Corporalmente, se domina la
postura erecta con su respectivo movimiento ambulatorio, así como la maduración de la genitalidad
infantil. Así también en esta tercera fase se adquiere iniciativa para ir mas allá de la familia, para tejer
relaciones con pares. “En conjunto las tres fases representan un movimiento progresivo hacia la
autonomía, que se debe entender como el fundamento de la capacidad para el registro reflexivo de una
conducta.” (Todo lo dicho es expuesto en LCS, p 86- 91)
31
Cohen, op.cit, p 60. En palabras de Giddens, “los componentes motivacionales de la personalidad
infantil y de la adulta derivan de una orientación generalizada a evitar angustia y preservar autoestima
contra el <<ser inundado>> por vergüenza y culpa”( LCS, 92)
32
LCS, p 85. Cursivas del propio autor. Más adelante en el mismo capítulo expone de una manera más
detallada esta idea al señalar que “la vida social cotidiana – en mayor o menor medida, según el contexto
y los azares de la personalidad individual– supone una seguridad ontológica fundada en una autonomía de
gobierno corporal dentro de rutinas y encuentros predecibles.” (ibid, p 98)
33
ibid, 399
34
A Giddens, Las consecuencias de la modernidad, op.cit, p 91. Véase p 91-94
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ibid.
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I. Cohen, op.cit, p 60. En el parágrafo 3 cuando retomemos estos temas y su relación con la rutina se
analizarán las situaciones sociales en las que las rutinas quedan drásticamente quebrantadas para mostrar
la centralidad de las mismas no sólo para la reproducción de formas institucionalizadas de vida social,
sino también, para lo que Cohen llama la constitución de la mecánica de la personalidad del agente.
(ibid)
37
J.D Mendoza, “Ontological security, Routine, Social Reproduction, en Bryant & David Jary, Anthony
Giddens: Critical assessements, Routledge, London, 1997, p 273
38
Todo lo anterior es planteado por Mendoza en en el orden mismo es que se ha expuesto, ibid.
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39
LCS, p46. Cabe recordar que ya en NRMS (capítulo 2) Giddens apunta que se debe dejar de lado el
contraste entre acciones y movimientos asumido por algunos filósofos, pues resulta engañoso. Aunado a
ello, rechaza la tendencia a identificar la acción únicamente en referencia a una conducta dotada de
sentido –con intención–, tendencia que se ha presentado en dos formas: respecto de la acción en un
sentido genérico y respecto de segmentos identificados de acciones, es decir, de actos. Por otro lado, en el
mismo capítulo de NRMS sostiene que la unidad de referencia apropiada para un análisis del obrar, es la
persona, el ser-actuante; por ello resulta necesaria la teoría del sujeto que hemos venido exponiendo es
sus líneas generales. Así también, define el obrar como “un flujo continuo de experiencia vivida”, una
constante praxis: “la corriente de intervenciones causales reales o contempladas de seres corpóreos en
el proceso corriente de suceso en-el-mundo.” Además, como enseguida veremos, para nuestro autor el
examen analítico del obrar da muestras de que todo agente tiene la posibilidad de actuar de alguna otra
manera a la que de hecho eligió. Finalmente cabe dejar apuntado que desde su perspectiva el mundo,
“está constituido por una corriente de sucesos-en proceso independientes del agente” que no sustentan un
futuro predeterminado; que no poseen pues una teleología (Todo lo anterior en NRMS, p 95-97)
40
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Thompson, op.cit p 207
54
R. Kilminster, op. cit, p 117
55
LCS, p50
56
“Manifest and latent functions”, en Social Theory and Social Structure (Glencoe:Free Press, 1963) Cit
en LCS, 49. Merton realiza su estudio sobre las consecuencias no buscadas aquí y en “The unanticipated
consequences of purposive social action”, American Sociological Review, vol 1 , 1936.
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LCS, p 50
58
ibid
59
ibid. Esto lo han destacado según Giddens, autores como Jon Elster (Lógica y sociedad), Boudon (Las
consecuencias no buscadas de la acción social) y Mancur Olson (La lógica de la acción colectiva).
60
ibid, p 47/50
61
ibid, p 48
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