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Capítulo III: Los principales elementos de la teoría de la


estructuración.

1. El Agente y su Obrar-Poder:
En esta, la primera sección del capítulo central del presente trabajo, me
concentraré en exponer la concepción estructuracionista del agente actuante. Esta, de
entrada, busca atender a la crítica presentada por el llamado descentramiento del sujeto,
tomando a la praxis como el elemento tácito central: “la prioridad ontológica se asigna a
la elaboración de la historia y la producción de la vida social, no a los hacedores o
productores de las circunstancias o eventos sociales.”1 Esto no implica restar
importancia a la conceptualización de lo que el agente es, verbigracia a sus específicas
capacidades psicológico-ontológicas. Estamos pues ante lo que se ha llamado “una
teoría postmetafísica de la agencia humana”2, para la cual hablar de un individuo “no es
hablar sólo de un “sujeto” sino, también de un agente” 3, por lo que resulta insoslayable
la idea de acción, que en última instancia es el elemento del que se genera la vida
colectiva.
Ahora bien, este segmento de la teoría de la estructuración es elaborado por
Giddens a partir de un diálogo con fuentes muy diversas, de entre las cuales, destacamos
las siguientes. En primera, los trabajos realizados por algunas expresiones de dos
escuelas filosóficas preocupadas por el estudio de las razones y motivos de la acción:
parte de la filosofía analítica anglo norteamericana y la hermenéutica continental, ambas
integrantes de lo que en el capítulo I reconocimos como la tradición de la hermenéutica
y las sociologías interpretativas. En segundo lugar, es de gran importancia su diálogo
crítico con el trabajo de Freud (El malestar en la cultura (1929), Esquema del
psicoanálisis (1949), etc) referente al obrar y a la definición del sujeto u agente,
incluido el propio-ser (self)). Además, resultan también importantes las contribuciones
realizadas por los llamados psicólogos del ego para comprender las características
psicológicas del agente, el yo del agente reflexivo y sus procesos inconscientes,
especialmente los escritos de Eric Erikson (Infancia y Sociedad (1963)) Finalmente, las

1
Ira Cohen, Teoría de la estructuración, Anthony Giddens y la constitución de la vida social, UAM,
México, 1986, p 53
2
F. R Dallmayr, “Agency and Structure”, en Christopher G.A. Bryant & David Jary, Anthony Giddens
Critical Assessments, Vol. II, Routledge, London, 1997, p 53
3
NRMS, p 15

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investigaciones de Goffman, Schutz y Garfinkel, revisadas en el primer capítulo,


resultan centrales para la pieza del discurso estructuracionista que expondremos aquí.
Nos concentraremos, entonces, en analizar la definición del sujeto en tanto actor
u agente, lo que conllevará el análisis de su constitución psicológica, por un lado, y por
otro, de las principales características ontológicas de su obrar; la relación que guardan
ambos con la concepción estructuracionista del poder será otra de las principales
vertientes de análisis de este parágrafo. La mayor parte de lo mencionado –que Giddens
suele denominar como el modelo de estratificación del propio-ser actuante– lo podemos
sintetizar en los siguientes esquemas conceptuales propuestos por nuestro autor. En gran
parte esta sección está dedicada a explicar brevemente cada uno de los conceptos –y su
dinámica de interacción con algunos otros directamente relacionados a ellos– que
aparecen en las siguientes figuras:
Modelo estratificado del agente (fig 1) y estratos de conciencia del agente (fig 2)

Conciencia discursiva

Conciencia práctica

Motivos cognición/ inconscientes

El agente y sus características ontológicas fundamentales:


A mi parecer, se podría decir que una de las concepciones estructuracionistas
concluyentes en lo que a la comprensión del agente se refiere, es aquella que lo
reconoce como un “sujeto humano global localizado en el espacio-tiempo corpóreo del
organismo vivo”4. El agente tiene como principal potencial –como se tratará de
mostrar– la capacidad de poner en práctica un poder o producir un efecto en el flujo
continuo de su acción. Esta compresión del agente supone la definición previa de un
conjunto de conceptos. Esa labor puede comenzarse explicando los tres elementos que
se hallan al centro de la figura 1, los cuales son considerados por Giddens como un
conjunto de procesos inmanentes al agente: 1) la reflexividad –el registro reflexivo–, 2)
la racionalización y 3) la motivación de la acción. Como señala Cohen, los tres refieren
a diversos aspectos de la subjetividad del agente, sostenidos en la rutina o en el
ordenamiento recursivo de la conducta humana –un concepto rector para la teoría de la
estructuración, como veremos con detenimiento posteriormente– por lo que se les da
4
LCS, p 86 Cabe aclarar aquí que, a nuestro juicio, en esta frase no existen reminiscencias de un
organisismo, sino que únicamente se busca enfatizar la importancia de la materialidad y la espacialidad
del agente, para su propio despliegue.

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por cumplidos.5 Los tres, deben entenderse como procesos interrelacionados con la
acción, de acuerdo con las relaciones indicadas por las líneas punteadas de la figura 1,
las cuales vinculan la acción con la generación de consecuencias no intencionales;
yendo de estas últimas hasta las condiciones no reconocidas de actos futuros. Más
adelante ahondaremos en esto. Pero primero enfoquémonos en esos tres procesos
señalados y en algunas cuestiones respecto de la constitución psicológica del agente.
La reflexividad es uno de los fenómenos distintivos de la vida humana y surge
de la aptitud de poder comprender lo que uno hace en tanto lo hace. 6 El monitoreo
reflexivo o la vigilancia de la acción es una noción central para la teoría giddensiana y
la podemos entender como el conjunto de procesos a través de los cuales el agente
presta atención al flujo constante de la vida social; o diría Giddens, como “el carácter
registrado del fluir corriente de una vida social.” 7 Así entendido, este proceso se
identifica con el carácter intencional o deliberado de la acción, en tanto que ésta última,
un constante flujo de intervenciones, es efectivamente dirigida “por actores que
continuamente examinan lo que están haciendo, cómo los otros reaccionan a sus hechos,
y las circunstancias en las que estos tienen lugar.” 8 En otras palabras, podríamos decir
que el registro reflexivo se integra a partir del monitoreo de la conducta, de los actos,
propios de un agente, así como de los de otros agentes, pero también, en una
observancia de “la significación socialmente constituida de los aspectos materiales y
temporales de los entornos donde esos actos resultan apropiados” 9, o como dice
Giddens, en un registro de aspectos sociales y físicos de los contextos en los que nos
desplegamos. Cabe señalar que para comprender todos estos ámbitos del registro
reflexivo es necesario desarrollar un análisis del despliegue de la acción en contextos
espacio-temporales de co-presencia (encuentros y episodios que transcurren en sedes)
aspectos que desarrollaremos posteriormente.

5
I. Cohen, op.cit, p 55
6
LCS,p 24. En las NRMS nos dice: “Nada resulta tan central en la vida humana como “la regulación
reflexiva de la conducta, que todos los miembros “competentes” de la sociedad esperan de otros.”
(NRMS, p40)
7
, LCS, p 41.
8
John B Thompson, “La teoría de la estructuración; una valoración de las contribuciones de Anthony
Giddens”, en, Sociológica, año 3, números 7/8, 1998, UAM Azcapotzalco, México, p 190. Cabe apuntar
aquí que en LCS Giddens señala que una acción implica tomar en cuenta el cuerpo y las mediaciones con
el mundo circundante, además de la coherencia de un propio ser actuante, esto se verá con detenimiento
más adelante (LCS, p 41)
9
Cohen, op.cit, p55 Aquí mismo, este autor recuerda que ambos modos de monitoreo reflexivo
mantienen una conexión intrínsecamente reflexiva “en la medida en que la observación de los contextos
y eventos sociales, tal como se producen, influye en la vigilancia del agente sobre su propia conducta, por
cuanto esta última crea una “diferencia” para los actos de otros y para la generación mancomunada de
contextos.”

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La racionalización de la acción, el siguiente elemento a definir de la figura 1,


entra en juego, sobre todo, en la vigilancia de la conducta propia, aunque también está
presente en el monitoreo de los demás agentes y de los contextos espaciales. Antes de
extendernos en la definición de ésta cabe señalar desde este momento que, teniendo
como fundamento al despliegue de estas dos potencialidades (reflexividad y
racionalización), los agentes desarrollan lo que Giddens llama una conciencia discursiva
y una conciencia práctica, aspectos de su constitución ontológica que explicaré más
adelante en este apartado, junto al inconciente.10
La racionalización, supuesta por el registro reflexivo, es considerada por
Giddens como “parte intrínseca de la competencia de unos agentes” 11, es decir, que la
considera como un elemento constitutivo del despliegue de la agencia en cuanto tal. En
Las NRMS, señala que la misma se debe entender como el aspecto teórico de la
regulación reflexiva, y por lo tanto como la “expresión causal del fundamento de la
deliberación del agente en el conocimiento de sí mismo y en el conocimiento de los
mundos sociales y materiales que conforman el ambiente del ser actuante.” 12 Así las
cosas, hablar de racionalización es hablar de “las potencialidades que actores
competentes tienen de “no perder de vista” los fundamentos de lo que ellos hacen, tal
como ellos mismos lo hacen, de suerte que, si otros les preguntasen, podrían aducir
razones para sus actividades.”13 Podría decirse, por lo tanto, que todo agente tiene la
capacidad de ser un teórico social por sí mismo en tanto que puede desarrollar una
comprensión teórica continua de los fundamentos de su actividad. Pero esta capacidad
teórica no debe identificarse únicamente con la posibilidad de esgrimir discursivamente
razones. De hecho, para nuestro autor buena parte del proceso de racionalización sucede
al nivel de la conciencia práctica. El elemento discursivo de la racionalización sólo
emerge en casos en los que la acción resulta desconcertante para otros, lo que les
conduce a inquirir por las razones –piénsese, por ejemplo, en algunas diferencias
culturales–. La mayor parte del conocimiento teórico que representa la racionalización,
un proceso en el que agentes mantiene un entendimiento de lo que logran con sus
acciones en la vida social, es pues, tácito, no discursivo.

10
Por lo pronto podemos señalar que para nuestro autor los agentes poseen la capacidad de generar un
monitoreo tácito de la actividad social y, por otro lado, una identificación discursivo-teórica de actos;
además cabe apuntar que ofrece estos conceptos en contraposición a los brindados por Freud
11
LCS, p 41
12
NRMS, p109. Véase también, Cohen, op.cit, p 56-57
13
LCS, p 397

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Decíamos cuando hablábamos de la reflexividad que se identifica con la


intencionalidad o deliberación. La definición de esta última es importante tanto para
comprender la reflexividad, como la racionalización, y también otras cuestiones
vinculadas a la acción que se desarrollarán más adelante. Ya en las en las NRMS,
Giddens deja en claro que hablar del carácter deliberado de una conducta refiere,
exclusivamente, a la aplicación de un saber, un conocimiento, que se espera garantice
ciertos resultados. Así, un acto tiene una dimensión intencional o deliberada en tanto
“un agente sepa (crea) que puede esperar que (ese acto) manifieste una cualidad o un
resultado particular, y en el cual este conocimiento sea utilizado por el actor con el fin
de producir esta cualidad o este resultado.”14 Por lo tanto, un acto deliberado referiría a
una amplia gama de acciones, desde las más mundanas y cotidianas, verbigracia utilizar
zapatos, echar sal a los alimentos o utilizar perfumes, hasta acciones de mayor
contenido.15 Pero ni la existencia de intenciones ni de una racionalización de la acción
implican que los agentes están concientes, ni tácita ni discursivamente, de todas las
consecuencias de sus actividades; todo lo contrario. En la teoría de la estructuración,
como señala la figura 1, y como en breve explicaremos, existen consecuencias no
intencionales del obrar que re-aparecen como un rasgo recurrente de la vida social,
como condiciones no reconocidas Dicho lo anterior, regresemos al análisis de los
conceptos de la figura 1.
En contra posición al registro reflexivo y la racionalización, y por lo tanto, a la
conciencia discursiva y práctica, Giddens trabaja una teoría sobre la motivación, la cual,
refiere a las necesidades que incitan o disponen a la acción en un ámbito inconsciente.
Si razones, como señalábamos, se vinculan al proceso de racionalización, a la
comprensión de los fundamentos de la acción por parte del propio agente, los motivos,
14
NRMS, p 99. En el capítulo 2 de este libro, a partir de un análisis crítico de la bibliografía filosófica
respecto de la acción, nuestro autor plantea la necesidad de distinguir claramente el obrar, los vínculos
entre acción e intención, la caracterización de los tipos de actos, la significación de las razones y los
motivos, así como la naturaleza de los actos comunicativos. Cuando nos habla sobre la racionalización de
la acción diferencia entre, por un lado, intenciones, y por otro, razones y motivos del obrar. De hecho, en
lugar de razones prefiere hablar de “racionalización de la acción sobre el fondo de una regulación
reflexiva de la conducta del agente” (ibid,p106). Por otro lado, a su parecer ni intenciones ni proyectos
se pueden reducir a las acciones que tienen una clara definición o conciencia de su fin o aquéllos actos en
los que cualquiera tendería a pedir explicaciones; las acciones que pueden ser consideradas como
deliberadas son más extensas y no se limitan a este tipo de actos.
15
En LCS define intencional como “lo propio de un acto del que su autor sabe, o cree, que tendrá una
particular cualidad y resultado, y en el que ese saber es utilizado por el autor del acto para alcanzar esa
cualidad o ese resultado.”(LCS, p47) Para Cohen el núcleo de esta noción puede ubicarse en la creencia o
el conocimiento de que ciertos tipos específicos de prácticas tendrán una calidad o resultado en particular,
y al uso que hace el sujeto de este conocimiento para obtener la calidad o resultado en cuestión (Cohen,
op.cit, p57). Para Thompson lo intencional puede resumirse como “la capacidad de control auto-reflexivo
del comportamiento activo” (Thompson, op.cit, p 218)

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en cambio, se relacionan a “deseos” (inconcientes) que mueven a la acción y que


denotan "más un potencial de acción que el modo en que el agente lleva adelante una
16
acción inveteradamente." La motivación es pues un elemento que no se encuentra
directamente vinculado, como en el caso de la reflexividad o la racionalización a la
generación de un continum de acción. Resulta entonces que, desde la perspectiva de
Giddens, una gran parte de nuestra vida cotidiana, o más específicamente, de nuestra
conducta en la misma, no respondería directamente a motivos, sino sólo a razones e
intenciones. Sólo en circunstancias inusuales en las que una acción quebranta
radicalmente la rutina emergen los motivos de la misma, y la mayor parte de las veces,
estos ofrecen sólo un “plan general” o “programa” –lo que Schutz llamaba proyectos–
dentro del que se despliega una conducta. 17 Así pues, en tanto que la motivación de la
acciones se desarrolla a partir de un conjunto de procesos inconcientes, inquirir por ella
supone buscar elementos en la conducta de los agentes de los que ellos mismos pueden
no estar enterados, o pueden tomar noticia sólo después de haber realizado el acto al que
un motivo particular se refiere. Incluso llegan a ser incapaces de dar un informe
discursivo directo.18 La motivación como proceso inconsciente aparece para la teoría
estructuracionista como un rasgo distintivo de la conducta humana, que como en la
figura 1, está por debajo, pero además, separado del registro reflexivo y su
racionalización por una barrera de represión.
Ahora bien, este análisis estructuracionista de la motivación. –aunque también el
de los otros dos elementos de la subjetividad del agente– es enlazado directamente por
Giddens con una serie de temas que terminan por proyectarnos a la comprensión
integral de la interacción social, tanto en co-presencia o cara-cara, como la mediada por
un distanciamiento espacio-temporal entre agentes. El conocimiento de ambas le llevará
al análisis de la contextualidad del obrar en un espacio-tiempo, dimensiones que están
lejos de ser meros contornos de la acción, sin interés. Un análisis sobre las principales
características de la insoslayable contextualidad de la actividad humana en el espacio-
tiempo, así como del carácter rutinizado de la misma será central para comprender los
fenómenos sociales.

16
LCS, p 44
17
ibid. En NRMS nos dice que la motivación refiere a necesidades que disponen a la acción. Como tal,
incluye a la vez casos en los que los actores tienen noción de sus necesidades, y casos en los que su
conducta se ve influida por fuentes no asequibles a su conciencia. Además la motivación suele
relacionarse directamente con elementos afectivos de la personalidad; hablar de miedos, celos, vanidad,
etc, refiere tanto a motivos como a emociones (NRMS 109)
18
NRMS, p 143

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Así pues, nuestro autor teje una intima relación entre un relato sobre procesos
motivacionales (inconcientes) y otro referente a la rutinización, o el carácter recursivo
de la vida social –que resulta central para entender el orden y la continuidad–. Todo esto
–motivación (procesos insconscientes), la rutinización, lo situado de la acción en el
tiempo/espacio– es puesto en diálogo con las aportaciones teóricas de Irving Goffman
referentes a las vicisitudes de los encuentros, o de la interacción en copresencia, lo que
incluye el análisis de la postura de los actores en los contextos de interacción, el tacto, la
confianza, en suma, el análisis sociológico del monitoreo reflexivo de la conducta
cotidiana de los agentes. La comprensión de la integración de este conjunto de temáticas
la trataremos de alcanzar más adelante, en el parágrafo 3, sólo después de haber
desarrollado los conceptos de agente, obrar-poder, estructura, dualidad de estructura,
estructuración, etc; pues la interacción social presupone la relación obrar-estructura. No
obstante, en lo que resta de esta sección introduciré a algunas de estas problemáticas.
En lo que sigue entonces, procedo de la siguiente manera. Primero, realizo un
análisis sobre las tres capas de cognición/motivación introducidas con anterioridad
(conciencia discursiva, conciencia práctica y lo inconsciente). Al arribar a lo
concerniente a la teoría de la motivación, es decir, a los procesos inconcientes
desarrollados en la constitución del ser humano como agente, expongo una breve
explicación de la mencionada imbricación con el carácter rutinario de la vida social, la
cual se da a través de lo que Giddens llama el sistema de seguridad básica –o como dice
en Las NRMS, “un primitivo nivel de manejo de las tensiones enraizadas en necesidades
orgánicas.”19– Sobre todo, expongo lo que concierne a la denominada seguridad
ontológica. Después de esto, presento las ideas estructuracionistas más relevantes
respecto del obrar, y por ende, como se verá, del poder. Finalmente expongo brevemente
los principales aspectos a tener en cuenta, en este momento, sobre las consecuencias no
buscadas y condiciones no reconocidas de la acción.
Como señalamos, Giddens trata de ofrecer una alternativa a la famosa
organización psíquica del individuo esgrimida por Freud: Yo/Ello y superyó. 20 De igual
19
ibid, p144
20
De manera sintética podemos comprender al ello como el elemento más directamente vinculado al
inconsciente, el ello es una forma psíquica de deseos y pulsiones que se halla en conflicto con el Yo, el
cual desenvuelve la parte consciente e intencional del sujeto. El Superyo refiere a una instancia moral, la
internalización de normas, reglas, etc, a la cual, debe prestar atención el Yo, por lo que se encuentra de
igual manera en tensión con el ello. Hay que decir que Giddens, en lugar de hablar de superego, prefiere
hablar de “la conciencia moral de los sujetos”. En el capítulo 2 de LCS Giddens esgrime una crítica a la
conceptualización freudiano del agente, en particular del Yo. Destaca, por ejemplo que éste sólo se puede
generar a través de la relación con el otro y gracias a una apropiación de estructuras lingüísticas –
expresadas en lo general a través de la conciencia práctica–. Además su constitución implica un gobierno

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forma intenta presentar su propia concepción del inconsciente. Así pues, prefiere hablar
de conciencia discursiva y conciencia práctica, las cuales se despliegan sosteniéndose en
dos de los procesos de la figura 1: el registro reflexivo y la racionalización. El
inconsciente, por su parte se vincula, como señalamos, a la motivación. Entre las
conciencias, más que una separación, existen diferencias entre lo que se puede decir y lo
que se puede hacer. En cambio, con el inconsciente, como decíamos, sí se erige una
barrera centrada en la represión frente a la conciencia discursiva.
La conciencia discursiva, partiendo de las aptitudes reflexivas del agente, refiere,
como ya es evidente, a lo que los actores son capaces de decir, a aquello a lo que
pueden dar expresión verbal, sean condiciones sociales, sean condiciones de la acción
propia. Por su parte, la conciencia práctica, a decir de Giddens uno de los temas rectores
de su teoría, se e ncarga de vehiculizar, de manera no discursiva, lo que los agentes
“saben” o “creen saber” sobre lo que hacen y sobre las condiciones sociales a las que se
enfrentan, es decir, el entendimiento necesario para comenzar a llevar acabo una acción
intencional. En un enunciado, podemos decir que la conciencia práctica se refiere a
“todas las cosas que los actores saben tácitamente sobre el modo de “ser con” en
contextos de vida social, sin ser capaces de darle una expresión discursiva directa.” 21 En
otras palabras, consiste en entender tácitamente las reglas, y las tácticas por las que se
constituye y reconstituye la vida social diaria en el tiempo y el espacio. 22 Así, la
cualidad distintiva de esta conciencia, es la de ser una noción tácita de las habilidades y
procedimientos adquiridos, a pesar de que, en general, sea posible concentrar la
atención discursiva, en diversos grados, en esas habilidades cuando se presenta la
ocasión. A decir de Cohen, es el énfasis en la existencia de esta lo que permite a

ramificado del cuerpo y un saber sobre los contextos de interacción de la vida social. En el primer
apartado de este capítulo, nuestro autor teje su crítica a la triada freudiana: para él tales conceptos
contienen dificultades cuando se reflexiona sobre el problema del obrar. Aunado a ello, señala que el
concepto de conciencia práctica desarrollado en la teoría de la estructuración, no encuentra lugar en el
pensamiento de Freud –ni en los desarrollos de estructuralistas y funcionalistas ya presentados. (Giddens,
LCS, p77-80)
21
LCS, p 24; Véase también p 44 .
22
ibid, p 123. Por otro lado, cabe apuntar que en el segundo apartado del capítulo 2 de LCS, nuestro autor
plantea la existencia de tres acepciones de conciencia. Relaciona una de ellas a su concepto de conciencia
discursiva y otra al de la conciencia práctica. Así, cuando conciencia refiere a “circunstancias en que la
gente presta atención a sucesos que se producen en su rededor para poder referir sus actividades a ese
suceso” (ibid, p80) –verbigracia el análisis que realizamos al entrar a un espacio de interacción como el
transporte público o un salón de clases– , se vincula directamente al registro reflexivo denotado por la
conciencia práctica. Por otro lado, existe una acepción de conciencia como enunciatividad; aquí un
agente necesita pensar, planear –construir un relato explicativo de las actividades y razones– para que la
acción se lleve acabo “concientemente”. Esta acepción, se vincula directamente con la conciencia
discursiva. (ibid)

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Giddens proponer que buena parte de nuestras prácticas cotidianas no necesitan de


motivación directa.23
En teoría psicoanalítica los procesos inconcientes denotarían lo opuesto a la
conciencia discursiva. Este tercer estrato de la subjetividad, a decir de nuestro autor,
sólo puede ser entendido en términos de memoria; a través de un examen sistemático
de la memoria que trace una íntima relación con otras nociones como las de conciencia,
percepción y recordación. Así, de manera esquemática podemos decir que dentro de la
teoría de la estructuración, la memoria no es sino otra manera de designar el
entendimiento inherente y exclusivo de los agentes, la constitución temporal de su
conciencia, dominio propio de la experiencia humana. La “recordación”, por otro lado,
se concibe como el medio a través del que se remembran experiencias pretéritas para
relacionarlas con la continuidad de una acción.24 Lo que debe quedar claro aquí es que,
a partir del análisis sobre la memoria y conceptos circundantes Giddens llega a la
conclusión de que el inconsciente refiere a modos de recordación a los que el agente no
puede acceder directamente debido a la existencia de alguna barrera inhibidora, con dos
posibles orígenes afines: las primeras experiencias del infante, que configuran el sistema
de seguridad básica –que enseguida abordaremos– y que son anteriores a la competencia
lingüística, por lo que suelen permanecer fuera de la conciencia discursiva; y en
segunda, represiones que inhiben una formulación discursiva. Ambas formas de
restricción impiden la vinculación inmediata al registro reflexivo de la conducta y en
especial a una conciencia discursiva.25 Lo inconciente aparece pues claramente separado
de las conciencias discursiva y práctica debido a mecanismos de distorsión y represión
que interfieren con el recuerdo de cogniciones y disposiciones. 26 Así las cosas, la
conciencia discursiva, la conciencia práctica y el inconsciente conforman para Giddens
al propio-ser, “la suma de las formas de recordación por las cuales el agente
reflexivamente define <<lo que>> se sitúa en el origen de su acción.” 27 El propio-ser, por
ende, es para nuestro autor la concepción que el agente tiene de sí mismo.
Sistema de seguridad básica y seguridad ontológica:
23
Cohen, op.cit, p 30.
24
En su desarrollo de la diferenciación relacional entre los conceptos de memoria, percepción y
recordación Giddens señala que la conciencia práctica y la conciencia discursiva “denotan mecanismos
psicológicos de recordación, tal como se los emplea en contextos de acción”. (LCS, p 84) La primera
hace alusión a formas de recordación a las que el agente puede acceder en el fluir de una acción, pero sin
ser capaz de expresar lo que con ello sabe. La conciencia discursiva connota formas de recordación
capaces de ser expresadas verbalmente. (ibid,)
25
ibid, p 84
26
Cohen, op.cit, p 59
27
LCS, p 86.

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Conforme a lo que hemos dicho hasta ahora se entrevé que en la teoría de la


estructuración, motivación y procesos inconcientes, van de la mano. El sistema de
seguridad básica y su respectiva seguridad ontológica, aspectos de enorme importancia
para la constitución del agente y de su propio-ser, se erigen en el ámbito de la
motivación y su característico vinculo con el carácter rutinizado de la vida. Analicemos
cómo es que, para nuestro autor, se da esto. Dada la definición giddensiana de la
motivación surge la siguiente pregunta: ¿por qué los agentes siguen involucrados
crónicamente en el desempeño de tantas rutinas, si no existe una motivación directa?
Para dar respuesta a esta interrogante la teoría de la estructuración, como señala Ira
Cohen y otros autores, pone el acento en los motivos inconcientes de la acción. Estos, se
argumenta, impactan de manera indirecta en la acción: disponen a los agentes a actuar
según formas de conducta institucionalizadas a través del llamado sistema de seguridad
básica y su resultado más importante: la seguridad ontológica.28 Ambos resultan
centrales para comprender las rutinas sociales como exentas, en general, de
motivaciones directas. Definamos brevemente estos dos elementos.
Para construir su concepción del sistema de seguridad básica y la seguridad
ontológica nuestro autor recupera el trabajo de los llamados psicólogos del ego (sobre
todo de Eric Erikson (Childhood and Society, 1963), pero también de Sullivan (The
interpersonal Theory of psychiatry,1955) y Kardiner (The individual and his
society,1939)). Específicamente su idea de que “en el origen del inconsciente yace una
orientación básica que trata de evitar la ansiedad y preservar la auto estimación” 29,
necesarias ambas para el desarrollo normal del agente. De esta orientación surge el
sistema de seguridad básico, que tiene como objetivo la generación de sentimientos de
confianza, y que se desarrolla durante el proceso de socialización de la infancia
prelingüística, gracias a la rutina predecible y a los cuidados ofrecidos en la interacción
primigenia con otro (generalmente la madre).30 Así las cosas, podemos decir que el
28
Cohen, op.cit, p59
29
ibid.
30
LCS, p85. Para desarrollar el análisis de los aspectos que aquí estamos exponiendo resulta de gran
importancia para Giddens retomar los principales planteamientos esgrimidos por Erikson al estudiar la
naturaleza de las inclinaciones motivacionales y las capacidades mentales del infante. Sobre todo, su
planteamiento de tres polaridades asociadas a la transformación del cuerpo para <<actuar-en-el mundo>>,
pues resultan bastante esclarecedoras respecto al significado de la confianza en el desarrollo del infante.
Así pues, a través de dichas polaridades el neonato adquiere, mediante una dialéctica de dependencia-
independencia, tanto el control de su cuerpo, como los rasgos de personalidad. Las polaridades son: 1)
confianza básica vs desconfianza básica 2) autonomía vs vergüenza y duda 3) iniciativa vs culpa. Como
lo plantea Giddens la polaridad 1) se genera en el recién nacido, un haz de impulsos en un medio extraño,
para el cual las actividades de cuidado de una madre proveen la protección y el cuidado. La confianza se
entiende aquí como un rasgo psicológico de personalidad que no mira la ausencia como abandono;
confianza equivale a fe. Además, el cuidador en tanto tal impone al infante “una demanda social que

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sistema de seguridad básico –que sólo habíamos definido con anterioridad como “un
primitivo nivel de manejo de las tensiones enraizadas en necesidades orgánicas”–
refiere a un espectro de modos de luchar contra la angustias: “un conjunto de
mecanismos inconscientes de protección contra los estímulos que provocan ansiedad,
tales como la desconfianza, la vergüenza, o la duda y la culpa… es la conexión con la
motivación inconsciente que incita a los adultos a emprender rutinas.”31
En base a dicho sistema de seguridad es que en la vida cotidiana ordinaria, del
infante y del adulto, se incluye y desarrolla una seguridad ontológica –término tomado
de R.D Laing (The self and others) por Giddens– “que expresa una autonomía de
gobierno corporal dentro de rutinas predecibles.”32 Sintéticamente podríamos definirla
como la certeza o confianza en que los mundos natural y social experimentados en la
rutina son tales como parecen ser, incluidos los parámetros existenciales básicos del
propio-ser y la identidad social.33 En Las consecuencias de la modernidad, uno de los
libros posteriores a LCS, nuestro autor analiza la seguridad ontológica en relación a
aspectos de fiabilidad y desarrollo de la personalidad. En ese contexto, la presenta como
una de las formas más importantes del sentimiento de seguridad en un sentido amplio;
más específicamente recurre a la misma idea que acabamos de apuntar al afirmar que la
seguridad ontológica es “la confianza que la mayoría de los seres humanos depositan en
la continuidad de la autoidentidad y en la permanencia de sus entornos, sociales o
materiales de acción” 34 Aunque cabe señalar que también destaca su raíz inconciente
como fenómeno anímico y la centralidad que en su despliegue tiene el desarrollo de un

presagia las sanciones normativas asociadas con la posterior formación de relaciones sociales”. La
polaridad 2) surge junto a la maduración física del cuerpo. El retener y soltar freudianos son el correlato
de esta etapa en la cual, la polaridad se puede resolver de manera amable o perturbadora. Retener puede
llegar a ser una cruel absorción en uno mismo, o bien una pauta de cuidado que refleja autonomía. En esta
etapa, la vergüenza se identifica con la perturbación y deteriora las raíces mismas de la autoestima; aquí
se forja la posibilidad de desplegar amor, odio, mala voluntad, libertad para la expresión de sí o su
sofocación. Finalmente, la polaridad 3) iniciativa vs culpa es una etapa que culmina a la par del dominio
sintácticamente elaborado de un lenguaje, y también de la transición edípica. Corporalmente, se domina la
postura erecta con su respectivo movimiento ambulatorio, así como la maduración de la genitalidad
infantil. Así también en esta tercera fase se adquiere iniciativa para ir mas allá de la familia, para tejer
relaciones con pares. “En conjunto las tres fases representan un movimiento progresivo hacia la
autonomía, que se debe entender como el fundamento de la capacidad para el registro reflexivo de una
conducta.” (Todo lo dicho es expuesto en LCS, p 86- 91)
31
Cohen, op.cit, p 60. En palabras de Giddens, “los componentes motivacionales de la personalidad
infantil y de la adulta derivan de una orientación generalizada a evitar angustia y preservar autoestima
contra el <<ser inundado>> por vergüenza y culpa”( LCS, 92)
32
LCS, p 85. Cursivas del propio autor. Más adelante en el mismo capítulo expone de una manera más
detallada esta idea al señalar que “la vida social cotidiana – en mayor o menor medida, según el contexto
y los azares de la personalidad individual– supone una seguridad ontológica fundada en una autonomía de
gobierno corporal dentro de rutinas y encuentros predecibles.” (ibid, p 98)
33
ibid, 399
34
A Giddens, Las consecuencias de la modernidad, op.cit, p 91. Véase p 91-94

63
64

sentimiento de fiabilidad.35 En los términos de Ira Cohen podemos plantear que la


seguridad ontológica, refiere a un estado mental que se protege mediante la
previsibilidad de las rutinas, así como por la confianza y el tacto desplegadas en la
interacción; es un logro constante del agente alcanzado a través de la rutina misma. 36En
suma, el sistema de seguridad básica y la seguridad ontológica son elementos
conceptuales estructuracionistas que intentan captar la manera en que se pueden
entender los fundamentos psicológicos del entrelazamiento de consciente e
inconsciente, lo que incluye el vínculo existente entre la rutinización y la motivación.
Para dejar hasta aquí estos temas –que terminaremos de abordar en el tercer
parágrafo– cabe resumir los argumentos centrales, planteando la respuesta que J.D
Mendoza, sociólogo de la Universidad de Leuven, ofrece a la pregunta que habíamos
señalado: ¿Por qué los agentes repiten sus rutinas? Pues bien, para la teoría de la
estructuración, sostiene este autor, los agentes repiten su obrar porque tienen una
“orientación psicológica generalizada”37 al mantenimiento de las rutinas o a la
continuidad de la vida social. Este supuesto analítico, como hemos sugerido, se
conforma a partir de la puesta en relación de una teoría de la motivación –parte
integrante de la teoría giddensiana del sujeto actuante– y una teoría de la rutinización.
Así, el planteamiento estructuracionista intenta mostrar que la reproducción social, en lo
que a la socialización se refiere, está enraizada en el proceso de composición
psicológica de la personalidad, en el que los agentes, susceptibles a estímulos causantes
de angustia que nunca termina de superarse, desarrollan, en los primeros años de vida y
en la interacción con un cuidador, un sistema de seguridad básico, por el cual, la
seguridad ontológica y la autonomía de control corporal se aseguran. Teniendo esto
como base, el individuo aprende las reglas y convenciones de conducta e interacción
que conforman la vida social, así como las habilidades para mantenerle. Giddens
muestra, a decir de Mendoza, que estas habilidades y convenciones están ahí para
sostener la continuidad misma de la vida social;38su disrupción, como veremos, se
traduce en disturbios emocionales y ansiedades.

35
ibid.
36
I. Cohen, op.cit, p 60. En el parágrafo 3 cuando retomemos estos temas y su relación con la rutina se
analizarán las situaciones sociales en las que las rutinas quedan drásticamente quebrantadas para mostrar
la centralidad de las mismas no sólo para la reproducción de formas institucionalizadas de vida social,
sino también, para lo que Cohen llama la constitución de la mecánica de la personalidad del agente.
(ibid)
37
J.D Mendoza, “Ontological security, Routine, Social Reproduction, en Bryant & David Jary, Anthony
Giddens: Critical assessements, Routledge, London, 1997, p 273
38
Todo lo anterior es planteado por Mendoza en en el orden mismo es que se ha expuesto, ibid.

64
65

Características del obrar-poder:


Hasta ahora nos hemos concentrado, sobre todo, en describir los tres procesos
centrales de las figura 1 y 2, junto a otras cualidades psicológicas del agente. A
continuación, viraremos nuestra atención hacia el análisis de la praxis. A la manera en
que Giddens entiende el obrar y demás conceptos afines, entre los que destaca el de
poder. De entrada, debemos señalar que, desde la perspectiva estructuracionista, es
erróneo suponer que un suceso valdrá como ejemplo de obrar sólo si es susceptible de
ser definido como intencional. Ello, argumenta, confunde la designación de un obrar
con dar definiciones de un acto y el registro reflexivo con las propiedades que definen la
acción como tal.39 El obrar, no apunta pues únicamente a las intenciones que la gente
tiene para hacer cosas, sino a la capacidad en sí de hacerlas. Además, así entendido,
refiere a sucesos de los que un individuo es el autor efectivo, “en el sentido de que este
pudo, en cada fase de una secuencia dada de conducta, haber actuado diferentemente” 40,
y por tanto, intervenir, influir, en los procesos del mundo. He ahí la base del nexo lógico
entre obrar y poder. El agente es tal, en tanto que, como ya señalábamos al principio de
este parágrafo, su obrar produce un efecto, una diferencia y, en ese sentido, ejerce poder
(precisamente a esto, nos recuerda Giddens, refiere la definición de agente en el Oxford
English Dictionary). Por otro lado, no debemos olvidar que la acción debe
comprenderse como el proceso continuo de la vida, fluir cotidiano en el que es
fundamental el registro reflexivo a partir del que, como ya señalamos, se mantiene el
control del cuerpo y de nuestras acciones, así como una observación de los actos de
otros agentes y de los contextos de interacción. Dicho lo anterior, cabe a continuación
presentar algunos otros señalamientos respecto de la significación del concepto de poder
para la teoría de la estructuración.

39
LCS, p46. Cabe recordar que ya en NRMS (capítulo 2) Giddens apunta que se debe dejar de lado el
contraste entre acciones y movimientos asumido por algunos filósofos, pues resulta engañoso. Aunado a
ello, rechaza la tendencia a identificar la acción únicamente en referencia a una conducta dotada de
sentido –con intención–, tendencia que se ha presentado en dos formas: respecto de la acción en un
sentido genérico y respecto de segmentos identificados de acciones, es decir, de actos. Por otro lado, en el
mismo capítulo de NRMS sostiene que la unidad de referencia apropiada para un análisis del obrar, es la
persona, el ser-actuante; por ello resulta necesaria la teoría del sujeto que hemos venido exponiendo es
sus líneas generales. Así también, define el obrar como “un flujo continuo de experiencia vivida”, una
constante praxis: “la corriente de intervenciones causales reales o contempladas de seres corpóreos en
el proceso corriente de suceso en-el-mundo.” Además, como enseguida veremos, para nuestro autor el
examen analítico del obrar da muestras de que todo agente tiene la posibilidad de actuar de alguna otra
manera a la que de hecho eligió. Finalmente cabe dejar apuntado que desde su perspectiva el mundo,
“está constituido por una corriente de sucesos-en proceso independientes del agente” que no sustentan un
futuro predeterminado; que no poseen pues una teleología (Todo lo anterior en NRMS, p 95-97)
40
LCS, p 46

65
66

De acuerdo a lo visto, toda expresión de nuestro obrar tiene la posibilidad, el


potencial ontológico en términos de Cohen, de haber podido ser otro. Por tanto, es capaz
de producir un influjo, una diferencia sobre procesos que acontecen en el mundo social.
Luego entonces, como dice nuestro autor, “ser un agente es ser capaz de desplegar
(repetidamente en el fluir de una vida diaria) un espectro de poderes causales, incluido
41
el poder de influir sobre el desplegado por otros.” Así pues, el obrar implica poder, y
este último, en tanto aptitud transformadora se considera que resulta lógicamente
anterior a la subjetividad y a la constitución de un registro reflexivo. 42 En resumen, se
puede sostener que, en la teoría de la estructuración, la definición elemental del poder es
aquella que lo entiende como el medio de obtener que se hagan cosas; “la capacidad de
alcanzar resultados” 43 envuelta en la acción humana.
Para Hans Joas la forma en que se comprende el concepto de poder en los
escritos de Giddens tiene por fuente de inspiración central al trabajo de Foucault
(Vigilar y castigar (1975)) pues a través de su enfoque se puede analizar una amplia
gama de estrategias de poder.44 Richard Kilminster es a mi juicio más certero en su
artículo: “Structuration Theory as a World-View” al señalar que la conceptualización
giddensiana del poder puede ser comprendida como una recuperación, desde la de teoría
de la acción, del principio de la ubicuidad del poder en las relaciones sociales, una
realidad humana establecida tanto en Foucault como en Norbert Elias, así como en los
esfuerzos de Weber por demostrar que el análisis del poder económico realizado por
Marx era sólo un ejemplo de un fenómeno genérico. 45 Desde nuestra perspectiva,
Giddens estaría de acuerdo en que el trabajo de Foucault y demás autores mencionados
es central en su concepción del poder sin embargo, según podemos observar en LCS, a
su parecer las mencionadas y otras concepciones de ese aspecto de la vida social tienden
a reflejar un dualismo sujeto/objeto que él busca sortear, y al que de hecho busca
contraponer la concepción de una dualidad: obrar-estructura. Así pues, desde su
perspectiva usualmente el poder se ha enfocado bien como intención o voluntad, bien
41
ibid, p51
42
Cabe señalar que para Giddens carecer de opción no significa el reemplazo del obrar-poder por la
simple reacción; un agente sólo dejaría de ser tal cuando pierde el potencial de ejercer un poder o
producir un efecto. Véase, ibid, p 51-52
43
ibid, p 283 y 309.
44
Hans Joas, Sociológica, año 3, números 7/8, 1998, UAM Azcapotzalco, México, p228
45
Richard Kilminster, “Structuration Theory as a World-View”, en Christopher G.A. Bryant & David
Jary, Anthony Giddens Critical Assessments, Vol. I, Routledge, London, 1997, p 117. Cabe apuntar la cita
de Weber, recuperada por Kilminster, en torno al tema del poder: “El poder económicamente
condicionado no es, por supuesto, idéntico al poder como tal. Por el contrario, la emergencia del poder
económico puede ser la consecuencia de la existencia del poder en otros terrenos. El hombre no lucha por
el poder sólo para enriquecerse a sí mismo económicamente. (Weber,1922: 926) Cit en ibid, p 135

66
67

como una propiedad de la sociedad o comunidad social –tal y como a su parecer es el


caso en Foucault y Parsons–.46 De hecho, para él, uno de los mejores tratamientos sobre
la cuestión del poder en la vida social sería el realizado por Peter Bachrach y Morton
Baratz, pues estos autores buscan poner en interacción ambas “caras” del poder, es
decir, “la aptitud de los actores para poner en práctica decisiones preferidas por ellos,
por un lado, y la <<movilización de influencia>> inherente a instituciones, por el otro”.47
Sin embargo, muestra también sus reservas frente a esta conceptualización pues prefiere
expresar la relación entre las dos caras del poder como un aspecto de la llamada
dualidad de estructura. Como se ve, un amplio espectro de aspectos concernientes al
poder resultan centrales para la teoría de la estructuración. El caso de su expresión en la
dualidad de estructura –en el devenir de una interacción social– podría señalarse como
el más importante y lo trataremos en el próximo parágrafo cuando analicemos la
dualidad de estructura y el papel de los recursos. De igual forma más adelante
abordaremos algunos otros temas referentes al poder, por lo pronto, terminemos
adelantando lo siguiente.
El poder (como dominación) es una dimensión primordial de la dualidad de
estructura pero, como señala Hans Joas, lo es sólo conjuntamente con otras dos
dimensiones: los aspectos normativos (legitimación) y la constitución de significado
(comunicación).48 Estas tres dimensiones conforman el despliegue de la dualidad de
estructura en una interacción y son por tanto los principales elementos a analizar en la
misma. Además, para comprender las relaciones de poder enlazadas a la dualidad de
estructura resultará fundamental el concepto de recursos. Desarrollar una teoría sobre el
poder es tan importante para la teoría de la estructuración que de hecho en gran parte del
penúltimo capítulo de LCS –titulado: Cambio, evolución y poder– Giddens intenta
plantear una reconstrucción del discurso sobre la naturaleza del poder, partiendo del
supuesto de que es parte constitutiva de la vida social. 49 En base a este supuesto, como
hemos señalado, plantea el concepto de poder como la capacidad de los agentes de
alcanzar resultados. Cabe señalar por otro lado que para Giddens el hecho de que el
poder se relacione con intereses de clase no es esencial a su definición: “el poder no es
un obstáculo a la libertad o a la emancipación sino que es su verdadero instrumento,
aunque sería insensato, desde luego, desconocer sus propiedades coercitivas.” 50
46
LCS, p 52.
47
ibid
48
Hans Joas, op.cit, p228
49
LCS, p 283
50
ibid, p 45

67
68

Finalmente, cabe apuntar que para la teoría de la estructuración será fundamental el


papel de lo que llama “la dialéctica del control” en las luchas de poder, a la cual nos
referiremos más adelante.
Los límites de la intencionalidad:
Finalicemos esta sección volviendo a la figura 1, para definir los únicos
elementos restantes: las consecuencias no buscadas y las condiciones inadvertidas de la
acción. En esa figura Giddens sintetiza gráficamente su idea de que el obrar –como
vimos, intrínsecamente despliegue de poder de agentes que de continuo realizan un
registro reflexivo y una racionalización, que les permite desarrollar una conciencia
discursiva y una conciencia práctica, y que además, como telón de fondo, desarrollan
procesos motivacionales inconscientes respecto de su fluir de actividad– tiene
constantemente consecuencias no buscadas o intentadas que pueden realimentarse
sistemáticamente para convertirse en condiciones inadvertidas de actos futuros. 51 Uno
de los casos arquetípicos de ello es observado por nuestro autor en nuestro uso del
lenguaje. Que uno intencionalmente busque desplegar el complejo de acciones de hablar
y escribir adecuadamente, en nuestro caso el español, conlleva un aporte no intencional,
una consecuencia no buscada envuelta en ese obrar: la reproducción de los elementos y
reglas que permiten la existencia misma del español como una lengua entre otras. En
este punto se puede avizorar que el obrar supone siempre como su otro lado, como su
otra cara, a una estructura. De ahí, en parte, la pertinencia de hablar de la dualidad
obrar-estructura, las dos caras de un mismo objeto. Toda acción involucra pues manejo
de estructuras y el análisis de las consecuencias no buscadas/condiciones no
reconocidas de la acción nos remite a su estudio así como al de la llamada dualidad de
estructura. Estos serán los objetos centrales de nuestro siguiente apartado.
Por lo pronto, como decíamos, aquí intentaremos comenzar a comprender las
características de las consecuencias no buscadas/condiciones no reconocidas del obrar,
“un rasgo recurrente de la vida social” que se despliega a pesar de la existencia de
intenciones, procesos de racionalización y capacidades reflexivas de la acción. Ni de
manera tácita, ni de manera discursiva el agente puede estar completamente conciente o
tener el control de todas las posibles consecuencias de sus actividades. 52 De ahí que
“una idea fundamental para el modelo de estratificación es que mientras la vida
cotidiana ocurre como un flujo continuo de acciones intencionales, muchos actos tiene
51
ibid. Cabe mencionar en este punto que al enfocarnos en el análisis de la estructura en una interacción
social, el lenguaje aparece de nueva cuenta para Giddens como un buen modelo explicativo general
52
Cohen, op.cit, p57

68
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consecuencias no deseadas que pueden convertirse en las condiciones no reconocidas de


actos futuros.” 53 Para Giddens, como hemos dicho, esta es una de las formas centrales
en que la acción se vincula con la estructura. Así, las consecuencias no buscadas –al
igual que el entendimiento de los agentes de los mecanismos de reproducción de
sistemas– se pueden realimentar en una reproducción sistémica. Esta forma de
comprender las consecuencias no buscadas como señala Kilminster, se entrelaza con la
comprensión estructuracionista del poder como praxis, y por ende, busca también
cumplir con la demanda de reflexividad que la teoría social actual exige.54
De acuerdo con lo que plantea Giddens en LCS podemos distinguir
analíticamente tres contextos generales de investigación en los que se puede analizar el
influjo de las consecuencias no buscadas en la constitución de la vida social.
Señalémoslos brevemente para concluir este parágrafo. El primero, y más importante, es
el que identifica consecuencias no buscadas con mecanismos de reproducción de
prácticas institucionalizadas, “que son aquellas de hondo arraigo en tiempo y espacio.” 55
Los trabajos de Rober K Merton (Consecuencias no anticipadas de la acción social
(1936) Funciones manifiesta y latentes (1963)) representan, al parecer de Giddens, el
abordaje clásico a este respecto (no obstante el carácter funcionalista de su discurso) En
los términos de Merton se puede decir que existen funciones manifiestas (para el
discurso estructuracionista el carácter intencional de la actividad) que se contraponen a
funciones latentes (sus consecuencias no buscadas). Estas últimas refieren a actividades
sociales, como decíamos, generalmente de largo aliento, y que en muchos casos podrían
ser tachadas de “irracionales”, supersticiosas, etc. Sin embargo, para Merton se puede
trabajar un relato que les enfoque más bien como elementos que ayudan a la
reproducción continuada de prácticas. Así, un ceremonial, por ejemplo, “puede cumplir
la función latente de reforzar la identidad grupal si proporciona una ocasión periódica
en que los miembros dispersos de un grupo se reúnan para participar de una actividad
común.”56 Lo que importa para Giddens en este caso es la posibilidad de explicar cómo
es que intervienen consecuencias no buscadas en la reproducción de estructuras; cómo
las consecuencias no buscadas “ofrecen las condiciones inadvertidas de una acción

53
Thompson, op.cit p 207
54
R. Kilminster, op. cit, p 117
55
LCS, p50
56
“Manifest and latent functions”, en Social Theory and Social Structure (Glencoe:Free Press, 1963) Cit
en LCS, 49. Merton realiza su estudio sobre las consecuencias no buscadas aquí y en “The unanticipated
consequences of purposive social action”, American Sociological Review, vol 1 , 1936.

69
70

ulterior dentro de un ciclo de realimentación no reflexiva (lazos causales)” 57. O sea, el


tipo de situación que apuntábamos desde un principio, a través del ejemplo de la lengua.
En segunda instancia el investigador puede enfocar las consecuencias no
buscadas como un “acumular sucesos derivados de una circunstancia iniciadora sin la
que esa acumulación no se habría producido” 58 Los exámenes elaborados por Max
Weber en Ensayos sobre metodología sociológica respecto de la batalla de Maratón
como circunstancia disparadora del posterior desarrollo de la cultura griega, así como
respecto de la bala que mató al archiduque Fernando en Sarajevo serían ejemplos de
este enfoque en el que se estudia un conjunto singular de sucesos reconstruyéndolos y
analizándolos de manera contra-fáctica: ¿Qué habría ocurrido con B,C,D, si A no se
hubiera dado, o si se hubiera desplegado de otro modo?
Finalmente, se puede analizar una pauta de consecuencias no buscadas que
resulta de un complejo de actividades individuales y no de un sólo suceso. En este caso
un resultado final se toma como el fenómeno a explicar. Aquí se trata de mostrar como
el resultado no esperado deriva de la acción intencional concatenada de varios
individuos, tal que, por ejemplo, “el resultado de una serie de acciones racionales, que
actores individuales emprenden por separado, puede ser irracional para todos ellos.” 59
Giddens ejemplifica esta posible situación a través del análisis, vía analogía, de una
pauta de segregación étnica. En síntesis, plantea que los casos de segregación étnica
pueden generarse sin que ninguno de los implicados tenga la intención de que ello
ocurra. Aunque no se sienta hostilidad hacia otros grupos, puede suponerse que los
miembros de los diversos grupos no quieren vivir en vecindarios donde estén en
minoría. Así pues, de la suma de actos individuales intencionales –agentes buscando
vivienda– se produce un resultado final no buscado ni deseado por nadie: una pauta de
60
segregación étnica extrema. Las diversas formas en las que se expresan las
consecuencias no buscadas de la acción nos muestran que “en la mayoría de las esferas
de la vida, y en las más de las formas de actividad, el control está limitado a los
contextos inmediatos de acción o interacción.”61

57
LCS, p 50
58
ibid
59
ibid. Esto lo han destacado según Giddens, autores como Jon Elster (Lógica y sociedad), Boudon (Las
consecuencias no buscadas de la acción social) y Mancur Olson (La lógica de la acción colectiva).
60
ibid, p 47/50
61
ibid, p 48

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