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rambién -jno podía ser de otra manera!- los movimientos de resistencia,


que combinados en su ejercicio permiten calibrar la fascinación despertada
en el Perú del siglo XVI por el grito de rebeldía pronunciado por Las
Casas. Dos hipótesis de trabajo, ambas por igual halagadoras para nuestra
interpretación de la Historia, pueden servir de conclusión: por un lado,
que las ideas-fuerza proclamadas por el ardoroso propagandista cayeron en
buena tierra, como en la parábola evangélica, y dieron frutos sazonados, Y
por otra parte, que esas mismas doctrinas, al suscitar en lo más profundo
de la conciencia de aquellos espanoles una nueva disposición de vida,
tuvieron la virtud eximia de poner al descubierto al caballero cristiano que
anidaba en el corazón de los conquistadores y los encomenderos.

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El licenciado Francisco Falcón {1521-1587)


Vida, escritos y actuación en el Perú de un
procurador de los indios*

E l presente estudio forma parte de una monografía en preparación


de mayor calado, en la que se tratará de desgranar la profunda
trascendencia que alcanzaron a ejercer en el Perú las corrientes ideológicas
que con criterio restrictivo se han venido rotulando como lascasianas, y que
en hecho de verdad no son sino exclusivamente una faceta, ciertamente
edificante, del complejo doctrinal que abarca la ética colonial espafi.ola
del Siglo de Oro, para emplear la feliz expresión del hoy cardenal Hõffner
al analizar la tensión entre Cristianismo y dignidad humana ante el
memorable acontecimiento histórico de la acción de Espaíía en el Nuevo
Mundo.

Es de veras apasionante internarse una y otra vez en la candente


palestra polémica de lo que Hanke ha definido con indudable acierto como
la lucha por la justicia en la conquista de América. Es en este terreno en
el que nos salen al encuentro tipos humanos como el protagonista de las
páginas siguientes. AI paso de ellas va a ir perfilándose una personalidad,
cuya postura y actuación la inscriben de pleno derecho en esa nutrida y
abigarrada comunión que, a lo largo del siglo XVI, enarboló como pendón
de combate la defensa del indígena americano. La fe ardiente en una causa,
aun a sabiendas de que sea imposible llevarla a la práctica o de que resulte
a ciencia cierta quimérica en este mundo, suscita siempre respeto y reclama
nuestra admiración. Seguramente muchas de las protestas y de las iniciativas
enunciadas por aquellos espíritus generosos fueron acogidas con sonrisas

* Anuario de Estudios Americanos, XXVII, (1970), PP· 131-194.

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irónicas o escépticas, desdenadas con un gesto de n:ialhumor o, por último,
se marchitaron en los anaqueles de los covachuelistas, pero hoy sabemo
de cierto dos principies: uno, que las afirma~i?nes. de, es_os propagandist~
estaban viciadas por una dosis de exageracion dialecuca pe~fectarnente
comprensible, y en segundo lugar, que b~e~a parte de las_ mismas logró
ser escuchada y cristalizá en generosas decis10nes gubern~t_ivas. De una u
otra suerte, esas expresiones revisten para nosotro~ el. n:iento excepcional
de acreditar libertad de expresión, confianza en la JUStlcia humana y rigor
moral en cuantos alzaron entonces el dedo acusador.

En el volumen XXIII de este mismo Anuario, ofrecido en


homenaje a don Manuel Giménez Fernández, maestro ! colega en
quien parecían haberse actualizado muchos rasgos del. cara~ter de Las
Casas, adelantamos un artículo relacionado con tan discutida materia
histórica, el cual versaba sobre una faceta del impacto en las conciencias
de los conquistadores y encomenderos del gran sacudimiento promovido
por el dominico sevillano, al recordar la obligatoriedad de restituir
lo ilícitamente adquirido. Ahora, e igualmente en el homenaje a un
entrafi.able amigo, también desaparecido, abocetamos la semblanza de un
letrado que se distinguió por su adhesión a la actitud criticista que con
tan egregios exponentes contá en el siglo XVI. Al reconstruir la biografía
del licenciado Francisco Falcón, con minuciosidad que quizá a algunos
parezca superflua, no nos ha guiado por cierto el puro virtuosismo
investigador, sino el explicable anhelo de instalar la personalidad de un
ardoroso procurador de los indios dentro de su ambiente histórico y de su
medio social, a fin de calibrar con la precisión máxima el predicamento
que conquistá en su época y determinar la influencia que lográ ejercer
en el ánimo de quienes tenían potestad para llevar a la práctica sus
prop_os~ciones._ En ~st~ asedio para al~mbrar las raíces profundas de los
movimientos ideologicos de las lndias en la decimosexta centuria, es
menester penetrar no sólo en la inteligencia de los textos escritos, sino
encuadrarlos dentro del mundo en que ellos se elaboraron .

. Por fuerza, de_bido a 1~ extensión que ha adquirido el presente


trabaJo, _n?~ hem~s _visto precisados a reservar para un ensayo posterior
la exp~sicion organica del pensamiento de Falcón, limitándonos aquí a
la re~en~ de sus escritos, en los cuales se advierten patentes reflejos del
ragi~teno de Vitoria, de Soto, de las originales tendencias de raigambre
6
ranc cana, Y_ -~quién lo duda?- del indefectible Las Casas con quien
nol c~ e exclmr la posibilidad de que a través de amigos comun~s entablara
re aciones, al hilo de la ·d •d d d . .
debi, F l , d . . i enu a e convicciones. De este último mentor
h i ª ~on. e .inspirarse para la concepción maniquea de dividir a
doem1.ndrues~ mst1tulc1odnes y regímenes políticos en buenos y males al punto
c1rnos a a uda d • al al' '
ante un «rebelde sin e s~ l ~n izar su comportamiento nos hallamos
causa» e siglo XVI, un iluso reformista de aquellos
80

que, seducidos por fervores apostólicos, soiíaban con moldear una sociedad
indiana perfec_ta, haciendo realidad la Ciudad de Dios agustiniana o, la
Ciudad Celestial de los franciscanos (idea que resurge en el Perú en pleno
siglo XVII en los tratados del franciscano fray Gonzalo Tenorio), o en
fin, un temperamento exaltado, que encontraba en la defensa de la raza
vencida un truculento tópico para atacar puritanamente a los poderosos
(opinión que Maravall rastrea en Espaiía a partir del gobierno de los
Reyes Católicos), pero que luego con diligencia oportunista servían a los
mismos grupos de presión cuya conducta tan estentóreamente censuraban.
Hasta ahora no se tenía a Falcón por sospechoso en este orden, pero sin
descender a pormenores que trataremos en otro lugar, séanos permitido
seiíalar de pasada un detalle revelador: mientras Santillán, cuya Relación
acusa un desbordante entusiasmo por lo indígena, cree descubrir en los
curacas poco menos que los verdugos de los nativos, Falcón los considera
elementos indispensables para regir a los mismos, y a fuer de abogado
de tales mandones, tiene buen cuidado de silenciar sus desmanes. Si a
esto aiíadimos su desembozado elogio de las encomiendas (actitud que
envuelve flagrante ruptura con su línea doctrinaria), se configura a las /·
claras una concepción seiíorial de la sociedad, que difiere bastante de la
imagen tradicionalmente admitida. I•

Al proyectar nuestra atención hacia la vida de un letrado del Perú


quinientista, que puede holgadamente entrar en liza con tratadistas de la
talla de Matienzo, de Santillán, de Polo de Ondegardo, de Loarte, de Bravo
de Saravia, nos ha preocupado sobre todo demostrar que su acción no es
la de una figura solitaria, de un ente aislado, sino que operando dentro
de estamentos de alto nivel, en los que conquistá una jerarquía realmente
excepcional, estuvo en condiciones únicas para que sus requisitorias
encontrasen eco en el ambiente en que se desenvolvía y alcanzaran a herir la
conciencia de los gobernantes, despertando en ellos una visión más lúcida
y escrupulosa de su propia situación ante el estado de cosas que revelaba
nuestro biografiado. Sirva como botón de muestra el famoso Memorial de
Yucay, en el que parecen advertirse propósitos de rebatir ciertas denuncias
formuladas por Falcón cuatro anos antes en su Representación, como a
su vez en este último surgen puntos de contacto y opiniones divergentes
de las que se leen en papeles coetáneos. No podía ser de otro modo al
encarar tópicos de suyo controvertibles, desde el punto de vista teorético y
doctrinario, como los que abordó Falcón en sus diversos escritos: títulos de
Espaiía para retener las Indias, usurpación de la potestad de las autoridades
autóctonas, licitud de la coerción para redurar mano de obra, régimen
tributado de los nativos, despojo de las tierras poseídas por los aborígenes,
facultad para aplicar en beneficio de los demás reinos de la Monarquía las
riquezas extraídas en el Perú, comparación entre la bondad del gobierno de
los Incas y el de las autoridades espaiíolas, etc.

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Por todo esto, pues, parece sobradame~te justificado tr~ar la
semblanza de un escritor que alcanzó en ,e1. Peru de h_ace cuatroc1entos
anos una singular resonancia y cuyo. credito, c?mo mform~te sobre
determinados aspectos del sistema soc10-economico del lmpeno de los
Incas no ha sido impugnado.

Nacimiento y estudios universitarios

El licenciado Francisco Falcón vino al mundo «en un lugar de la


Mancha»: la villa de Alcázar, entonces de Consuegra, y hoy de San Juan,
por haber sido cabecera del Priorato d~ 1~ O~den, ~ue s:noreó a9uella
porción de Castilla la Nueva. Una heráldica s1mbohca, s1 cabe, n~e su
nacimiento: el escudo de su patria representa a un caballero arremetlendo
con la lanza a un castillo. Entre bosques de olivos y vinedos, el mismo
paisaje que Cervantes imaginó como escénario para su héroe -muy cerca
se alzaban los molinas del Campo de Criptana-, se tendía la ciudad,
bianca y deslumbradora. Patria de hidalgos, de gente ruda y noble, al linaje
alcense de los Falcón habían pertenecido varios alcaides de la Hermandad
Vieja ciudad-realefta.

Fueron sus padres Juan Falcón el Viejo, oriundo de Ciudad Real,


y María Díaz de Quirós, que lo alumbró el 22 de julio de 1521. Tuvo
ocho hermanos: Antonio (casado con María de Villarreal, de la que tuvo
a Antonio y a Gaspar, que anos más tarde pasaron al Perú), Cristóbal,
Afonso (que murió hacia 1570), Ana (casada con Francisco Barroso, y con
sucesión), lnés (que casó en Villanueva de los Infantes con Diego de Busto,
padres de Juan de Busto, que también pasó al Perú y desarrolló al lado de
su tío Francisco lucrativas actividades), Francisca, María de la Cruz, y el
bachiller Diego Falcón. 1

Cursó la carrera de Leyes en el Estudio General de Lérida, primer


centro docente de su género en Aragón, fundado en 1300 por Jaime II,
y que en orden cronológico sólo reconoce como anteriores a Palencia,
S~amanca, ;'alladolid y Sevilla. Probablemente de este episodio de, 1~
vida de Falcon provenga la creencia de Garcilaso de tenerle por aragones.
Establecida dicha Academia con todas las gradas y preeminencias de la
de Toulouse, por privilegio otorgado por Carlos V en 1O de septiembre

Estos datos tan minuciosos provienen dei testamento dei licenciado Falcón, otorgado en
Lima en 1587, y dei cual se transcriben el encabezamiento y una cláusula en el expediente
conservado en el AGI, Contratación, 240, número 13. Corroboran la fecha de nacimiento
una declaración suya en los autos de la residencia dei licenciado Salazar de Villasante (AGI.
Justicia, 452, foi. 24v) y otras deposiciones concordantes.
2 Cfr. Garcilaso de la Vega 1617: lib. primero, cap. XXIII.

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de 1542 se dispu~o que los licenciados y doctores de ella gozasen de las
mismas prerrogativas que los de Salamanca y Bolonia. La indumentaria
que u_sab~ lo,s alumn?s p~ecíase al patrón de esta última, aunque en
m~tenas cienu~cas el mfluJo ~ecisivo provenía de la primera. 3 Entre el
m1llar de es~udtantes_ ~ue acu11an a las aulas leridanas por aquellos anos,
dos alcanzanan tambien notonedad en el Perú: el doctor Gabriel de Loarte,
famoso asesor de Toledo y magistrado de la audiencia de Lima desde 1569
hasta 1576, Ye1 cuarto rector seglar de la Universidad de San Marcos (1574-
1575), el doctor Juan de Herrera. 4 Por cierto que Falcón sólo alcanzó a
optar~ gr~d? de licenci_ado en la Facultad de Leyes. Ignoramos las razones
que le 1mp1d1eron culminar su carrera académica con la borla doctoral.

Probablemente, de regreso al terruno, contrajo matrimonio con


dona Briseida de Torres, nacida en 1533, y perteneciente a una vieja
estirpe toledana, con enterramiento en el monasterio de la Concepción de
la Ciudad Imperial. 5 AI emprender viaje en Sevilla, con destino a Popayán
y Chile, acompanaban a Falcón dona Briseida, un hermano de ella, Luis
de Torres, e1 mencionado sobrino Juan de Busto y un criado. La licencia se
extendió en 1555. 6 Una vez más se conculcaban las disposiciones dictadas
por la Coro na para que no pasaran al Nuevo Mundo letrados. 7

Percances de un teniente puntilloso

En ocasión del puntual ejercicio en Cali del cargo de teniente


general del gobernador de la provinda de ~opayán, Luis de, Guzmán,
nuestro biografiado se vio envuelto en un enoJoso lance, a traves dei cual
se perfila ya un carácter agresivo, de un hombre resuelto a hacerse valer.

La historia tuvo su comienzo con un incidente acaecido el domingo


26 de abril de 15 56. El vicario de la ciudad, licenciado Diego Manso,
utilizaba los servidos de índios alguaciles a fin de congregar a los nativos
para e1 cumplimiento de sus obligaciones espirituales. Estas auxiliares
empunaban unas varas con engaste ~e plata y ~na cruz en la contera, ~orno
símbolo de su investidura. AI termmar la m1sa celebrada en ese fenado,
estimando Falcón que tales alguaciles hacían uso indebido de esas insígnias
de autoridad, les ordenó entregarlas. Impuesto el vicario de la novedad,

3 La Fuenre 1884-l 889, I: 136-143 (cap. XIV); Lloréns Fabregat 1901: passim; y Gaya Massot
1952: 283-338, 1954: 19-34, y 1958: 101-124.
4 E . 1939· 170 207 275 286, y 1940-195 L I: 83 Yss.
gmguren ·. ' . ' Y. . , de Antonio dei Solar, Lima, 9 de marzo de
s En una declarac1ón vertida en la mformacwn N fi (AGI L' 123) .
- d d d más o menos o supo rmar , 1ma,
1573, confiesa ser de cuarenta anos e e a , , ·
6 Bermúdez Plata 1940-1946, III: 212 (asiento num. 2.396).
7 Malagón Barceló 1961: 1-17; y Vega 1966: 149-154.

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conminó al riguroso ministro a que en un término perentorio restituyera
las varas a los alguaciles, sin restarles un ápice de sus facultades.

El escrupuloso teniente general acató la requisitaria, no sin antes


despojar a las varas de sus atributos, y al tiempo de devolverias, en nombre
del gobernador, previno a las autoridades eclesiásticas, con pedantería,
que no estaban facultadas en modo alguno para conceder tales insignias.
Hizo presente asimismo que devolvía las repetid~s varas co!1 la condición
de que bajo ningún concepto se aplicaran med11as c?~ct1vas _contra los
indios que no acudieran voluntariamente a los ofic10s d1v1nos. Fmalmente,
advirtió al licenciado Manso que se abstuviera de acreditar alguaciles, en
vista de que éstos tomaban ocasión de tal investidura «para hacer muchas
oprisiones, molestias y vejaciones a los demás indios». Como nuestro
personaje no desconocía que su actitud iba a despertar la oposición de la
jerarquía eclesiástica, se apresuró a alistar sus elementos defensivos. Con
tal finalidad, mandó comparecer a los mencionados alguaciles y les hizo
confesar que cuando los indios rehusaban asistir a misa, los compelían a viva
fuerza a concurrir al templo. Probablemente, para adaptar estas medidas
Falcón recordaba la pragmática promulgada por los Reyes Católicos d 1O
de enero de 1502, sobre el uso de las insignias de autoridad por los jueces
eclesiásticos, en detrimento de la jurisdicción regia. 8

AI día siguiente de estos acontecimientos, el licenciado Manso


ordenó a Falcón, bajo apercibimiento de excomunión mayor, restituir a
los repetidos alguaciles la plenitud de sus atributos. Convencido de que
la legislación estaba de su parte, nuestro biografiado se negó a acatar el
requerimiento. El vicario hizo efectiva la pena con que había amenazado
al intrépido teniente. Posteriores intemperancias ahondaron el cisma, al
extremo de quedar en entredicho toda la población.

, ~l conflict? se agravó, al sobreve~ir nuevos incidentes. El 5 de julio


el can?m~o Francisco G~nz~~z Granad1n 0, deseoso de vengarse, arrebató
ª. un md1? una vara_ de J~stlc~a. que Falcon le había proporcionado para
1

eJecut~r c1ertas p~ov1denc1as c1viles, y sin reparar en las consecuencias de


su actttud, quebro la vara en pedazos y los arrojó despectivamente. A fin
de que sus. sup enores
· ·
sanc10naran como se merecía semeJ· ante desacato
a la autondad real , Palco' n ord eno' apreh en d er al iracundo
· ·
provisor y
;as d~ ~,egurarlo con unos grillos y unas cadenas, lo envió a Popayán, a
isposicion del gobernador Guzmán. El obispo de la diócesis Del Valle
no encontró materia para mcoar
· proceso al encartado y relajarlo
' al brazo'
1
secu ar, d an d o como fundam ento que Falcon ' h ab'1a procedido contra

8 Testimonio de dicha disposición en AGI p


Valverde en Cédula de 11 de feb;ero de ;~ronato, 185, Ramo 22, sobrecartada al obispo
154
84

González Granadino «por aplazer a los vecinos della [de Cali] y executar su
pasión E dar a entender falsamente so color de dezir ques letrado».

El mismo obispo, en vista de la magnitud de la querella, resolvió


trasladarse al teatro de los sucesos. El 12 de julio, durante la misa mayor,
proclamá oficialmente la excomunión de Falcón y de cuantos estuviesen
de su parte y le prestasen favor en su actitud de rebeldía a las autoridades
eclesiásticas. AI mismo tiempo, levantó el entredicho en que se hallaba
incursa la ciudad.

Acto seguido, el obispo Del Valle, en ejercicio de sus atribuciones


como inquisidor, pasó a calificar de «erróneas y malsonantes» tres
proposiciones sobre las cuales Falcón cimentaba sus procedimientos, en
verdad un poco drásticos. Las afirmaciones temerarias que el prelado
achacaba al inflexible teniente eran éstas: que los índios debían acatar a
los religiosos exclusivamente en cuanto dijera relación con su conversión
espiritual, debiendo en todo lo demás someterse a las autoridades civiles;
que cualquier persona estaba facultada para impartir la enseííanza de
la doctrina cristiana a los nativos, sin recabar licencia del ordinario, y
finalmente, que la justicia laica era competente para proceder contra
los ministros del culto en aquello que entrafiara usurpación de la
jurisdicción seglar.

El 21 .de septiembre Falcón, ante la perspectiva de verse envuelto


en un proceso inquisitorial, se presentó en Popayán con el propósito de
prestar la obediencia al obispo. Simula hallarse enfermo de gravedad y
suplica que se le levante temporalmente la excomunión, a fin de poder
reconciliarse y morir en grada de Dios. Del Valle accede a ello, pero con
la condición de que el penitente, con insígnias de arrepentimiento, se
retractara públicamente y reconociera su sumisión al prelado. Falcón se
resiste a bajar la cerviz y consigue que un clérigo, el P. Melchor de Henao,
al amparo de la Bula de la Santa Cruzada y lucrándose de un jubileo, le alce
las censuras en que ha incurrido.

Sin embargo, el obispo, exasperado ante tanta contumacia,


desconoce dicha absolución y el l.º de octubre emite sentencia, en la
que califica las opiniones de Falcón como sospechosas de luteranismo y
de gravemente heréticas, ordenando acto seguido confinado en la cárcel
episcopal hasta que se retractara.

AI fin nuestro personaje se doblega, no por convicción, sino


por salvaguardar sus intereses económicos, pues el obispo se niega
una y otra vez a concederle la excarcelación. El 8 de marzo de 15 5 7
Falcón presentó humildemente sus descargos. Por lo que tocaba a las
dos primeras proposiciones, que se le achacaban haberlas pronunciado

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en el curso de una arenga que hiciera en la residencia del gobernador
Guzmán en presencia de un crecido grupo de indígenas, las rechazó
como calumniosas. En todo caso, de admitirse la segunda era bajo la
inteligencia de que el seglar que adoctrinase a los nativ,?s debía hallarse
en posesión de los conocimientos suficientes para ensenar rectamente y
fuese buen cristiano. Finalmente, la tercera opinión que se le imputaba
debía entenderse de forma que la justicia civil podía aprehend~r en c~sos
excepcionales a los tonsurados, únicamente para ponerlos de mmed1ato
a disposición de su ordinario.
El obispo Del Valle admitió estas exculpac_iones, Y el do~ingo
14 de abril, en la catedral popayanesa, en plena m1sa mayor, el cmtado
Falcón cumplió la sentencia pronunciada el ~. º ~e octubre. Del~~te de
la feligresía y de algunos indios atónitos, abJuro d~ sus propos1c1ones,
hallándose «en mitad de la dha. yglesia con unas gnllos y una cadena a
los pies y una soga a la garganta». Volvió a sufrir la misma humillación
aquel día «... a la hora de la nona, hauiéndose juntado a la dotrina los
naturales como lo han de costumbre, el dho. licenciado Falcón estubo
en penitencia en medio de la yglesia en pie con unos grillos a los pies
y la saga a la garganta hasta que se acabá la dha. dotrina y dijo en voz
inteligible públicamente las palabras que le fueron mandadas dezir por la
dha. sentencia y conforme a su tenor». 9

Triunfá al fin y a la postre el obispo, pero la tenaz resistencia de


Falcón y las alternativas dei proceso hacen patente que su derrota no
obedeció a convencimiento o humildad, sino a la fuerza y prepotencia del
prelado. Sin embargo, podemos imaginar que los cinco meses de cautiverio
fueron para Falcón el camino de Damasco. Por curiosa paradoja, a juzgar
por s_u posterior trayector~a ideológica, resultada que de esta querella con
el mitrado, fogoso lascas1sta, el rebelde teniente fue atraído hacia una
actitud completamente _nueva en orden. al mundo indígena y a partir
de entonces su acercam1ento a las autoridades eclesiásticas es un hecho
in~o~~rovertib!e. De ~sta suert~, debemos atribuir al obispo Del Valle, cuya
fihacw_n lascasista esta de mamfiesto en el primer sínodo reunido bajo su
regencia e~ ~555, el mérito de haber ganado un propagandista de fuste
para las opm10nes de su mentor.

Poseemos un 10 · d.1c10
· que permite vislumbrar que Falcón se puso
en estrec
~
ho ,contacto con 1a po 61 ac10n
. , ab ongen
. de su comarca toda vez
que anos mas tarde estab a en cond.1c10nes
· d e informar que en 'el ámbito

9 AGI, Justicia, l.118 (B) núm 2 Ra 6


194-202.
v..'
dei obispo de Popayán J~an d j ll J1~ '
Procesos Y escrituras que se hallaron en poder
e ª e uempo de su fallecimiento. V. también Friede 1961:

86
de la gobernación de Popayán se hablaba más de un centenar de lenguas
indígenas, diferentes entre sí. 1º .

Bacia nuevos campos de acción

Con el propósito de alejarse de lugares que tan enojoso recuerdo le


despertaban, en el transcurso dei mismo afio de 1557 se trasladó a Quito.
Allí desempena nuevamente las funciones de teniente general de gobernador
y justicia mayor en aquella localidad y su término, por delegación de Gil
Ramírez Dávalos. 11 Concluyó su cometido el 10 de agosto de 1559, en
que en presencia de los capitulares traspasó la vara al sucesor, el contador
Diego Ruiz, que asumió el cargo en representación dei nuevo titular de la
gobernación, Melchor Vázquez Dávila. 12

El paso siguiente: la capital dei virreinato del Perú, donde


transcurrieron los más fecundos y laboriosos afiosde una vida de campana,
que sólo se extinguirá con su muerte, en 1587. En Lima nuestro biografiado
cobró bien pronto fama como sagaz abogado, nombradía como diligente
defensor de los índios y fortuna como hábil comerciante.

EI letrado de campanillas

El primer dato fehaciente de la estancia de Falcón en Lima se


remonta a enero de 1561. 13 De aquel mismo afio data un documento
sumamente sugestivo, que pone en evidenci~ una vinculación amistosa
de nuestro personaje con el licenciado Diego Alvarez, autor de un tratado
(hoy perdido), De titulis regni peruanis, por donde es dable presumir que
intervino en la gran polémica dei siglo XVI sobre la licitud dei derecho de
conquista de estas tierras. 14 El documento aludido está fechado el 3 de julio
y por él, Alonso de Toledo, en representación de su hermano el licenciado

10 AGI, Lima, 126. Declaración de Falcón, Lima, 12 de agosto de 1583, en el expediente


promovido por los criollos y mestizos contra un acuerdo dei Concilio limefio.
11 AGNP, Juan de Padilla, 1560-1561, foi. 984. Testimonio de una escritura extendida en Quito,
ante el escribano Gabriel de Heredia.
12 Garcés 1934: 158.
13 BNP, Mss. A 337, Protocolo de Esceban Pérez, 1561. Según el índice dei códice, en el foi.
37 debía de hallarse una carta de pago otorgada por Juan Sánchez de Aguirre y el licenciado
Falcón, pero no existe. Por las fechas, corresponde a una intermedia entre el 11 y 16 de enero
de dicho afio. Desde 1546 vivía en Lima un homónimo suyo, de profesión herrero (BNP,
Mss. A 32, Protocolo de Diego Gutiérrez, 1546, foi. 48).
14 Acerca dei licenciado Álvarez hemos preparado una semblanza que verá la luz en la Revista
Chilena de Historia dei Derecho (ver Lohmann Villena 1969b: 45-53).

87
Álvarez, del capitán Luís Dávalos de Ayala, y del convento de La Merced
de Potosí, y como procurador de sus poderdantes ante la audiencia de
Lima, ajusta los servidos de Falcón como asesor en las causas que seguía,
por d lapso de afio y media, en mil pesos de plata. 15

El 20 de febrero de 1562, ostentando ya el título de abogado en


ejercicio ante la audiencia de Lima, confiere poder a un colega, el licenciado
Jerónimo López Guarnido, para proseguir en su nombre cualquier acción
procesal. 16 El 29 de julio extiende facultad para efectuar t?do géner? de
cobranzas en cabeza del corregidor de la ciudad de San Miguel de P1ura,
Pedro Pacheco. 17 El 20 del mes siguiente el licenciado Juan de Aillón le
18
otorga poder general para comparecer en juicio en su nombre.

Desde 1563 figura contratado por el município limefi.o para servirle


19
como letrado de la corporación, por el estipendio ?e 20? pes~s anuales. El
25 de junio del mismo ano, a requerimiento del 01dor, l1cenc1ado Saavedra,
comparece a declarar en el sumario instruído contra Juan de Velasco, hijo
del conde de Nieva, y su criado Juan de Villavicencio, comendador de la
orden de San Juan, a quienes se inculpaba haber intentado dar muerte con
sus espadas a1 fiscal de la audiencia, licenciado Monzón, aprovechando de
la oscuridad de una noche de octubre de 1562. 20

El 7 de enero de 1564 compromete sus servidos profesionales


(junto con el licenciado García de León) para prestados en los estrados
de la audiencia en calidad de procurador de la Comp~fiía de los
Gentileshombres Lanzas y Arcabuces, en la instancia que seguían contra los
titulares de repartimientos en que dicha hueste tenía asignadas dotaciones.
La retribución se pactó en mil pesos, pagaderos al término de acho meses,
o antes, si el proceso feneciera en plazo inferior al convenido. 21

El 29 del mismo mes se extiende una escritura que permite ya


adelantar una presun~ión acer~a del grupo social e ideológico dentro del
cual nuestro personaJe se ha61a enrolado. En esa fecha, el obispo de La
Plata, fray Domingo de Santo Tomás Navarrete, uno de los hombres de
con~~nza_ de Las Casas y su corresponsal, en su propio nombre y en el de
su d10c~s1s, apod~ra a Falcón y al licenciado Diego de Pineda (abogado
del cabildo de Lima desde 1544 y corregidor de Trujillo desde mayo

15 AGNP, Diego Ruiz, 1557- 1563, fol. 788.


16 AGNP, Alonso Hernández, 1562, fol. 49v.
17 ~itP, Rodrigo de Pomareda, 1562, fol. 1.045. Incluído en el protocolo de Juan dei Prado,

I8 AGNP, Esteban Pérez, 1560-1564, foi. 1.102.


19 Lee y Bro~ley 1935-1962, VI: 167 y 254.
20 AGI, Jusnc1a, 1.088, núm. 4, Ramo 3 _
21 AGNP, Juan García de Nogal, 1564, foi. 6.

88
de 1557 ~ast_a el_ mismo me~ de 1559), para actuar como gestores ante
r
rodas las l~StltUCIOnes S~fVlf2~omo agentes O delegados cerca dei virrey
y las a~tondades ecles1as~1cas. La vi?culación entre el prelado platense
y Falcon, sea que se hub1ese establec1do por intervención del obispo de
Popayán Dei Valle, sea que proviniera de una identidad de ideales éticos
entre fray Domingo de Santo Tomás y nuestro biografiado, abre una amplia
perspectiva en orden a la futura actuación de este último.

El 26 de mayo dei repetido ano el escribano público de la


misma localidad de La Plata, Francisco de Reinoso, pactó con Falcón la
prestación de sus servicios como letrado para abogar en la demanda que
había interpuesto contra el virrey, conde de Nieva, y los camisarias de
la perpetuidad, en razón de haberle despojado de su oficio en Potosí. La
retribución se ajustá en cien pesos, pagaderos en dos cuotas, dentro de tres
y seis meses. 23

En aquel entonces Falcón habitaba en un inmueble situado en la


calle de los Guitarreros (hoy de Jesús Nazareno), esquina con la de los
Espaderos, cuyo propietario era el capitán Francisco de Ampuero, marido
de dona Inés Yupanqui. Allí también moraban el mencionado licenciado
García de León y el doctor Esteban Gallegos. Por remate de la finca, los
inquilinos pasaron a ser duenos de la misma. 24 Aõos después Falcón se
trasladó a una nueva morada, frente a la iglesia de Santo Domingo.

De aquel mismo 1564 data un nuevo y expresivo testimonio dei


ambiente dentro dei cual se movía nuestro biografiado, pues consta que a
finales de ese ano ya sele contaba entre los allegados de mayor intimidad
del arzobispo Loaysa. En calidad de consultor o asesor, a Falcón (además dei
dominico fray Francisco de la Cruz, del franciscano fray Juan dei Campo,
y del doctor Cola María Oliva) le confiá el estudio de un cuaderno de doce
hajas, incautado al famoso navegante Pedro Sarmiento de Gamboa, y que
por contener disquisiciones sobre artes mágicas, virtudes de algunas piedras
y yerbas naturales e influjos astrales, se juzgaba sospechoso de herejía. 25

En 1565, la audiencia, en juicio de preferencia, ordenó a dona


Catalina de Arellano satisfacerle sus honorarios profesionales, en sexto
lugar entre los concursantes. 26

En este mismo ano rompe los fuegos como vocero y paladín de los
naturales. Su primera aparición en este terreno ocurre con motivo de la

22 AGNP, Juan García de Nogal, 1564, fol. 36v.


23 AGNP, Juan García de Nogal, 1564, fol. 457.
24 Eguiguren 1945: 20.
25 Medina 1952: 230; y Mackehenie 1941: 220.
26 Gálvez 1935: 27 .

89

t
insta~ración de los corregidores de indios, pron:iul~ª?ª por el gobernador
Garcia de Castro. Falcón se incorpora desde el prmc1p10 entre los opositores
a la existencia de tales autoridades. En calidad de procurador general de los
caciques del distrito de la ciudad de Huánuco (Recurso de 27-Vl-1565),
de los de la ciudad de Lima (Escrito de 18-VII) Y de los lugarefios de
Yauyos (sin fecha expresa) asume la tarea de protestar por el perjuicio que
27
significan esos funcionados para sus patrocinados.

El alegato razona la improcedencia de la designación de corregidores


de indios, arguyendo ser de todo punto superflua. Ante la remota
eventualidad de que se justificara su existencia, debía disponerse que el
haber de tales autoridades se abonara directamente por el fisco (al estilo de
la Nueva Espafia y como sabiamente rectificó el propio licenciado García
de Castro, por Provisión de 11 de febrero de 1566), o los encomenderos,
como beneficiados inmediatos de los tributos, y en modo alguno mediante
la exacción de una aportación de dos tomines por cada indio residente en
la jurisdicción. Muy a tono con la inspiración de estos recursos, Falcón
ofrecía en nombre de sus apoderados elegir de entre los mismos indios
autoridades propias para su gobernación.

Los argumentos invocados en este petitorio los haría suyos el


arzobispo Loaysa, en su investidura de protector nato de los indígenas, lo
cual deja entrever la profunda compenetración existente entre el prelado
y Falcón. 28

El hecho de servir nuestro biografiado de portavoz oficial de los


curacas (como dos afios más tarde lo sería de toda la colectividad aborigen
cerca del segundo Concilio limefio) es prueba fehaciente de que gozaba de
un lisonjero crédito y que a fuer de hombre influyente se encomendaban a
su gestión asuntos de envergadura y trascendencia.

Como pequenas noticias domésticas recogeremos que el 19 de


febrero de 1566 traspasa en 267 pesos una negra esclava al maestro Antón
de Rodas, y que el 13 de abril siguiente Afonso de Vargas le designa su
apoderado para litigios judiciales. 29

27 Como
a1 ~ a1el petitorio . de Ios ongmanos
. . en nombre · · · d e y auyos se conserva anejo a la Representaczon,
.,
sent) t 1 ongi nal Y_e,diciones de ella se dará también la referencia de este documento (cfr.
~o,ta.4 a1· da ryec1amacion en nombre de los caciques de Huánuco y de Lima cuyo texto es
1
p entico
, e auyos '. aparece
. cranscma ' e indios de1
· en el exped'1ente seguido por los caciques
eru para que se supnm1eran 1 C 'd ,
se prcsencó ante el C . d ~s d_orregi ores prove1dos por García de Castro. El expediente
28
Lohmann Villen/195;~~;~ t
Carta dei Arzobis o tnseJo e n ~as el 3 de febrero de 1567 (AGI, Lima, 121).
6
1. de marzo de 1566. En Lissón 1943-1956, II: 310-312; y
29 AGNP, Juan Guciérrez, 1566, fois. 113 y 233v.

90

j
Del sólido predica~ento de que disfrutaba nuestro biografiado en
rodas las esferas, Y en particular cerca del gobernador García de Castro,
es testimonio fehaci~nte el hecho de que éste requiriera su dictamen
antes de proceder ,ª implant~r el pago del 1 o/o por razón de plusvalía
sobre las mer~~denas qu~ se 1~portasen de Tierra Firme. 30 Este recargo
afectaba tamb1en al prop10 Falcon, pues sin perjuicio de sus labores como
jurisconsulto, ~~tenía un lucrativo intercambio mercantil con Panamá,
aspecto pragmauco q~e. complementa su silueta personal. Son pocos los
datas acerca de sus act1v1dades como hombre de negocios que han llegado
hasta nosotros, pero a través de ellos puede adivinarse la magnitud de las
mismas. Ya a poco de radicarse en Lima había otorgado poder al corregidor
de Piura, Pedro Pacheco, para todo género de cobranzas, y en especial
para hacerse cargo de cualquier expedición de mercaderías que llegase
consignada a su nombre a Paita. 31 En 1568 realizó una remesa de 2.000
pesos a Panamá, para adquirir en esa plaza artículos variados. Parece que esta
inversión defraudó las expectativas de Falcón, pues seguramente a ella se
refiere cuando en 1572 se lamentaba de que al cabo del tiempo transcurrido
aún no había recobrado el capital, y los beneficias apenas llegaban a un
3 % del mismo. 32 No debió de desanimarse para tales empresas, pues el
31 de enero de 1569 celebraba compafiía con su sobrino Juan de Busto.
Falcón aportó la ingente suma de 10.000 pesos de plata ensayada, y Busto
ofreció su trabajo personal, viajando a Tierra Firme, en donde adquiriría
mercaderías surtidas. Conducidas a Lima, las entregaría al sacio capitalista,
para que éste las liquidara. Las utilidades se distribuirían a razón de 75 o/o
para Falcón y 25 o/o para el factor. Durante su estanda en el istmo, Busto
se haría cargo igualmente de una partida de artículos que estaba allí entre
los bienes de Juan de Mazuelas, de quien Falcón era albacea testamentario.
Si Busto no pudiese cumplir la comisión, le sustituirían Juan de Lumbreras
o Cristóbal Quintero. 33

Del prestigio de que gozaba en los ambientes forenses disponemos


qe una prueba muy elocuente: en 1567 se constituyó garante del oidor
Alvaro Ponce de León por las sumas que este magistrado recibiría como
viáticos durante su visita al distrito de la Audiencia, y en la que a la postre
resultó deudor al fisco de 20 pesos. 34

30 AGI, Justicia, 447, Expediente promovido por los mercaderes dei Perú sobre la aplicación
de la cédula de 28 de noviembre de 1568, que incrementaba dicho impuesto al 5%. Cfr.
la pregunta XVIII. El texto de la cédula, en Ministerio de Trabajo y Previsión 1930, III:
151-154.
3l V. nota 17.
32 V. el expediente citado en la nota 30, fois. 45-47.
33 AGNP, Juan García, 1569-1570, fois. 30, 31 v, 33v y 69.
34 AGI, Contaduría, 1685, Libra de cargo dei Tesorero Pedro Bonconte, 1568, fois. 68v y 84.

91
Un ano trascendental

1567 marca el apogeo de la trayectoria de Falcón como gestor y


:ocero de los intereses de los indígenas. Datan de aquel afio s~s escritos más
importantes, entre ellos e1 que le ha granjeado la nomb~adia de que goza
nuestro biografiado como fuente informativa acerca de c1ertos aspectos de
la vida incaica. En enero de dicho afio hace un dictamen sobre la licitud de
compeler a los nativos a prestar trabajo como asalariados, Y poco después
somete a1 Segundo Concilio limefio (que inició sus~ reuniones_ el 2 de
marzo) la tan llevada y traída Representación de los danos Y molesttas que se
hacen a los indios. Acaso también cercana a estas fechas haya que asignar
una desconocida Apología pro indis, que consta haber sido presentada al
gobernador García de Castro (1564-1569) y que a todas luces no debe de
ser lo mismo que e1 tratado De libertate indorum servanda, adjudicado a
Falcón por Garcilaso.

En e1 primem de los aludidos recursos, 35 nuestro biografiado, a


requerimiento del gobernador García de Castro, interviene en el áspero
debate centrado en torno del trabajo coercitivo de los indígenas. 36 Con
ademán intransigente, deja constancia de su opinión adversa a1 proyecto
de compeler a los naturales a alquilarse, como la única solución ante la
renuencia de los mismos a ofrecerse espontáneamente como mano de
obra en cantidad apropiada para cubrir los requerimientos de la expansión
industrial en las minas o en las obras públicas. La polémica era enconada
y las opiniones discordantes, hasta el punto de que todavía a lo largo dei
siglo XVII va a seguir abierta la discusión en las páginas de tratadistas dei
fuste de Solórzano Pereira o del P. Avendafio. ·

La cuestión sobre la licitud de obligar a los aborígenes a ofrecerse


como jornaleros para el trabajo en las minas o para portear abastecimientos
a dichos centros de explotación, fue planteada por García de Castro a la
jerarquía eclesiástica y a un grupo de teólogos de prestigio en Lima. El tema
era motivo de honda preocupación para el gobernador. En despacho de 4 de
enero de 1567 expone concisamente a1 monarca los graves inconvenientes
que acarreaba la aplicación estricta de las magnánimas disposiciones de
la Carona, en orden a proscribir toda coerción en el reclutamiento de la
mano de obra para el laboreo en las minas. 37

35 AI igual que el reclamo contra l · I ·' d I e


• l R . ª imp antacion e os orregidores, este documento corre
aneJo ª a epresentactón, por lo que en razón dei motivo expuesto en la nota 27 remitimos a
laoom 45. ,
36 Wiedner 1960: 357-383.
37 Levillier 1921 - 1926, III: 220-221.

92
Para vencer_los es~rúpulos que le asaltaban, García de Castro propuso
el probl~~a a una Junta mtegrada por el arzobispo Loaysa, el provincial de
los dommicos fray Pedro de Toro, sus hermanos de hábito fray Francisco
3
de 1~ ~ru~ (~igo ~e Las Casas ª y protagonista de un sonado proceso
inqu1S1tonal anos mas tarde) Y fray Alonso de la Cerda; los mercedarios
fray Miguel d~,. Orenes, pro:7incial, fray Juan de Roa, comendador, y fray
Melchor C?rdon~z; los franc1~canos fray Juan del Campo, prior, fray Diego
de Medellm (ob1spo _de Santiago de Chile desde 1576 hasta 1593), y fray
Juan de Vega, y el pnor de los agustinos, fray Francisco del Corral.

El parecer emitido por estos tonsurados se articula en torno de


tres interrogantes, formuladas por García de Castro, como supuestos
que justificaban la implantación del proyectado sistema de enganchar
braceros por la vía coactiva: en primer lugar, que el soberano espanol no
podía abandonar estas tierras; en segundo término, que para retenerlas
era menester la presencia de colonos espanoles en ellas, los cuales a su
vez requerían de peonaje para los trabajos rudos, y finalmente, que para
mantener ese vínculo con la metrópoli era indispensable la exportación
de metales preciosos, cuyo beneficio era impracticable sin el suministro
regular y proporcionado de mano de obra. El corolario era recurrir a una
imposición coercitiva.
i '
Tanto los religiosos como Falcón admiten como razonables las
dos primeras premisas, pero disienten de la tercera, si bien la respuesta de
aquéllos es evasiva, mientras que nuestro biografiado adopta una actitud
muy dara. El arzobispo y los demás ministros estiman que si es cierto que los
índios eran libres y era contra razón y leyes obligarlos a aportar su esfuerzo,
no obstante por causa de necesidad pública se podía ordenar que acudiesen
a trabajar voluntariamente y percibiendo una retribución equitativa. En
punto al intercambio entre la metrópoli y sus dominios, podía aprobarse
siempre que fuese sin perjuicio de los habitantes respectivos. En concreto,
no hay una opinión concluyente sobre la pregunta principal. 39

Falcón, más radical en su postura, informa a García de Castro que


la hipótesis de las ventajas dimanantes de la explotación de las minas es
insostenible. En extrana contradicción con sus intereses de comerciante
importador de efectos procedentes de la metrópoli (según queda advertido
más arriba), asevera taxativamente que todo intercambio con Espana
resulta lesivo para la población indígena, puesto que lo único que se traía
eran artículos suntuarios, y en todo caso, susceptibles de producirse en
el Perú. Concreta su pensamiento negando la necesidad de coactar a los

38 Bataillon 1965: 265 .


39 EI texto dei dictamen, en Levillier 1919, I: 53-60; Lissón 1943-1956, II: 343-349; y Vargas
1948: 138 y ss.

93
indios a alquilarse para esa dase de faenas; ~n último extrer:no, p~r ser
labradores, sólo cabría apremiarlos a que se aphcasen a los trabaJ~s agncolas
o similares, a finde lograr mayores cosechas de productos de la tterra, de lo
cual también se beneficiarían los espaííoles.

El resto del alegato es ya puro sent~mentali~mo efectista.


Denuncia, en primer lugar, que los espaííoles se estan aduenando de todo,
desplazando a los naturales de sus propiedades. Niega en redondo que
se pueda apremiar a los indios a acudir a ofrecerse en las obras urbanas
y, forzando aún más la argumentación, considera del todo innecesario
que se compela a hacerlos trabajar. No estima lícito que se recolecte el
tributo para invertir su recaudación en lugares extraííos y menos que se
exploten las minas, salvo en la medida adecuada para proveer al Perú de los
metales preciosos indispensables para su comercio interno. Aconseja como
solución un aumento de los jornales, con lo cual suponía Falcón que los
indios acudirían de grado a ofrecerse para todo género de labores, hasta en
las penosas de las minas, aunque de preferencia debía de inducírseles a que
se dedicaran a ser operarios en los ingenios azucareros, en los obrajes de
panos o, en fin, se asociaran con espaííoles en pie de igualdad. 40

La salida un tanto ambigua de los religiosos no fue en manera


alguna del agrado de García de Castro. En un despacho inédito de 27
de abril ~e 15~9, 41 se queja de que no le permitieron hallarse p'resente
en las del1berac1ones,
d" , y. sobre todo, se muestra muy incomodado de que
«no me 1eron :açon mn g~na más de que se guardasen las cédulas de Su
1
Magestad», y _anade sarcasticamente: «Bien creo yo que si ellos hobieran
de lleuar el d1ezmo del oro o plata que no me dieran 1
me dieron». ' a rrespuesta que

Palas~malo~ ~alora a ocuparnos de la Representación, con la cual nuestro


autor esc o s1t1 que ocupa en 1 fal d
en el Perú y en la misma medida ad jg~ ~~ensores dei régimen espaííol
Incas. Leído ese escrito . d . e os 1 e izadores dei gobierno de los
y colocado al lado de los1~ eJarse abrlrastrar por su retórica entonación
s mnumera es te t · ·1
mismo tema solazándos b x os sim1 ares que abordan el
tintas, se des~anece basta:t en 1su rayar lo desfavorable y recargando las
En resolución no dice n· e e, au~a de notoriedad que lo ha circundado.
conductos ace;ca de un est1 dmasd n1 me~os de lo que sabemos por otros
· • do con celo • a l o e cosas c1ertamente caouco,
corng1en ' · pero que sei ba
eJemp ar y cuyas p "d . d
en promulgar el virrey Tol d El rovi enc1as efinitivas no tardaría
mayores quilates que 1 de º· P 0nd erado temple de Falcón no reviste
os e numerosos d enunciantes
· d e aquel entonces,

40 Bataillon glosa esc


t d d e parecer de FaJ ,
ema o e abandonar l I . con, en relación co l
41 AGI, Lima, 270. as nd1as, en 1965: 303-305. n e rumor de que Carlos V esruvo

94
que estimaban un deber de conci·en · ~ al · · ·
. ., , eia sen ar situac1ones irregulares, para
cuya rect1ficac1on creia~ necesario sacar fatalmente todo de quicio. Falcón,
en esto, responde sencillamente al espíritu censurador del momento, de
cuyos cont~rn_os n~s hemos ocupado en otro lugar. 42 Hecha abstracción del
declama:ono mtro1t? Y de la deprecación final, muy propios de petitorios
de ~sta mdole, el nucleo d~l t~~tado 9ue nos_ oc upa condene datos muy
cunosos acerca de la organizacion social preh1spanica, sobre los que poco
1

se ha reparado y menos aún aprovechado.

Por lo pronto, conviene rectificar la muy divulgada opinión,


que proviene de Jiménez de la Espada, 43 de que este documento fuera
presentado al Tercer Concilio limefio. En verdad lo fue a la asamblea
eclesiástica reunida quince anos antes. Abonan esta inferencia datos
extraídos del análisis interno de la Representación, a saber: se sefiala como
de redente e innecesaria fundación las poblaciones de Camaná, Arnedo
e Ica, que databan de 1557, 1562 y 1563, respectivamente, e inclusive se
alude a la disposición regia que ordenaba extinguir la segunda (expedida
en 2 de diciembre de 1563), 44 hechos que en 1583 carecían de vigencia \'
,,
alguna, y sobre todo, se encaran las cuestiones de los justos títulos y de la
restitución, controversias que iban ya de vencida en el séptimo decenio y
que tres lustros después habían perdido absolutamente beligerancia. 45

He aquí un esquema del pedimento que nos ocupa, cuyo desarr?llo 1'
lo articulá Falcón en torno a tres tópicos: la parte doctrinal o especulativa,
la parte expositiva, de tonalidad histórica, y la parte exclamatoria.

Da principio el texto invocando su autor los título~ que le asistían


para comparecer ante el Concilio como portavoz de los abongenes, en orden
a dar cuenta de los hechos que configuraban el complejo de obstáculos
ían su evangelización. Reconoce Falcón desde luego que tales
que entorpec . d al . 1· .
transgresiones no estaban legalmente autonza as, y en t mte 1genc1a pasa
a juzgarlas.

42 Lohmann Villena 1967: vi-xxi.


43 Jiménez de la Espada 1879: XXX.
44 AGI, Lima, 569, lidb. 11, fol. 76XI.·ste en la BNE Manuscrito 3.042 (antiguo J-89), fols. 220-
45 El original de este ocumento e ' b d l b '
• ·, fi l Contradición a los Corregidores» en nom re e os a ongenes
234v A contmuacton guran ª « · l · d' (fi l 235 237 ) El
de Y~uyos (fols. 234v-235) y el «Parecer sobre el ~qdUtlMarse oals m tos» do sd. V'l-l vb.
, . d I f: mada biblioteca del marques e ante egre, coo e e 1 aum rosa
cod~ce p_rocede e a ~I \ de Barcia 1737-1738, li: col. 788). Ha sido reproducido en Tejada y
(Leo~ Pmelo y Gonza ~ 488-506; CDIAO, VII: 451-495; CLDHP, 1918, P_rimera ~erie, XI:
849 85
Ramiro ~ -l ~ · 1946 , Serie Primera, X: 121-164. En todas ~~tas vemones se mcluyen
135-176, Y LPGL • . . dinger se refieren a la Representaczon en 1916-1939, II: 240
los tres documentos. 5trett Y 0 m
(núm. 1.027).

95
Como supuesto previo, cuestiona e1 derecho de Espafia a la
adquisición y retención de los territorios indianos, no con ánimo de
~nervado, sino para poner en evidencia, a través de la exposición de cuanto
1ba a revelar en el texto, que no se habían satisfecho los requisitos bajo
los cuales se reputaba por legítima la incorporación del Nuevo Mundo
a la Corona espafiola. En concepto suyo, los fundamentos que asistían a
esa acción eran esencialmente dos: e1 derecho de conquista y la donación
pontificia.

Según Falcón, mal podía proclamarse el primero como título


eficiente, pues no hubo causa lícita para emprender una campana
militar; aun admitiéndolo como recurso para desterrar la idolatría, los
procedimientos empleados no se habían ajustado a los requisitos solicitados
como necesarios para reputados por valederos. En cuanto al segundo
fundamento, no autorizaba para emprender operaciones militares salvo en
los casos prevenidos por e1 Derecho, y desde luego no entrafiaba despojar
de su soberanía a los gobernantes autóctonos ni privados del legítimo
disfrute de sus propiedades, habida cuenta de que la concesión de Alejandro
VI, con vistas a facilitar la predicación de la fe cristiana, autorizaba a los
monarcas castellanos exclusivamente a asumir un papel similar al de un
emperador sobre reyes, nunca para subrogarse en la potestad inherente a
las autoridades vernáculas.

De tales premisas infiere nuestro autor que si en algún tiempo


futuro los gobernantes nativos alcanzaran un nivel de cultura cívica, que
permitiese fundadamente suponer que iban a ejercer e1 mando justa y
cristianamen te, debía indefectiblemen te restaurárseles en e1 pleno desarrollo
de sus atribuciones tradicionales. De hecho, sin embargo, e1 propio Falcón
excluye esta contingencia, pues lo más previsible era que retornaran a la
infidelidad y al despotismo inveterados.

Ahora bien: por lo pronto, y en la medida en que los curacas no


significasen impedimento para el gobierno de los indígenas ni inter.firiesen
en su catequesis, deberían reasumir por entero sus facultades y ser
reintegrados en las atribuciones de que hubiesen sido despojados.

Dentro de esta misma interpretación restrictiva del derecho de


Espafia, se hace hincapié en que la concesión de los indios a los encomenderos
había sido en régimen de depósito, de suerte que los beneficiarios de tales
feudos entendiesen que eran meros tenedores precarios. En consecuencia,
no cabía pensar en una adjudicación a título perpetuo. Es interesante
apostillar que, en este particular, Falcón se aparta de su mentor Las Casas,
en cuanto admite la institución de la encomienda.

96
. ;ºr otra parte, .~abida cuenta de que el fin primordial de la
donac1on papal la c?n?1c1onaba a la conversión de los indios, a juicio de
Falcón todo el rend1m1ento económico de los mismos debía invertirse en
el cumplimien:o de aquel compromiso, sin detraerlo para el sustento de
comarcas extranas.

AI encarar el tema de la propiedad dei suelo, proclama Falcón


que, puesto que tal transferencia de dominio se había producido como
consecuencia de una guerra injusta, era inobjetable que los reyes de Espafia
carecían de c~mpetencia para disponer de ellas, ni aun bajo la suposición
de que se hab1an subrogado en el ejercicio de la soberanía detentada por los
dirigentes indígenas, porque sólo los habían reemplazado en el mando hasta
tanto que sus antiguos súbditos adquiriesen madurez, pero sin despojarlos
del domínio eminente. A mayor abundamiento, se estaba disponiendo de
bienes raíces con duefios perfectamente identificables, y no de realengos,
mostrencos o despoblados, de tal suerte que todos los espafioles agraciados
con tierras las detentaban sin derecho alguno, y venían obligados a
restituirias, bajo pecado. Por idénticas razones, no podían apropiarse de las
aguas y pastos, ni aun en régimen de condominio con los naturales. Los
infractores debían satisfacer a los eventuales damnificados el valor de los
pastos y los perjuicios sufridos por los propietarios originales. Corolario de
este planteamiento era que sólo podían fundarse los pueblos indispensables
que actuarían como base de operaciones para las tareas evangelizadoras, y
en ellos se radicarían exclusivamente los espafioles dispuestos a cooperar
con efectividad en aquella misión. Cuantos hubiesen pasado a las Indias
inspirados en otras consideraciones, incurrían en pecado y venían obligados
a restituir todo lo adquirido ai margen dei fin primordial de la colonización.

La parte medular dei escrito de Falcón, que merece particular


hincapié, versa sobre la cuantía de los tributos impuestos a los aborígenes,
dando a entender con especiosos argumentos que su monto era superior ai
que habían erogado antes de la llegada de los espafioles, sin hacer cuenta de
que la exacción era más gravosa, con el afiadido de que su producto no se
aplicaba a la sazón en beneficio de la población contribuyente. Demuestra
en este aspecto nuestro autor un sólido y profundo conocimiento de las
distintas modalidades de tributarias, los sistemas impositivos y formas de
pago de la capitación en la época prehispánica, lo que le lleva a intercalar
una valiosa y original exposición crítica acerca dei gobierno en general de
los Incas. Acaso sean estas párrafos los más sustanciosos de la Representación,
desde luego, en muchos pormenores, únicos en su prolijidad. Hay noticias
sobre la estructura social y administrativa, nómina de oficios de utilidad
pública y otros extremos, que emparentan a Falcón con Huamán Poma de
Ayala y el P. Murúa.

97
La parte final versa sobre los perjuicios y molestias que acusaban
los indios, como consecuencia de los trastornos experimentados por el
colapso de su tradicional régimen administrativo Y económico y por la
modificación sustancial introducida en el módulo de valoración de su
esfuerzo laboral. El desarreglo del primero había afectado principalmente
a las autoridades locales, ai privadas de buena parte de su potestad y de las
innumerables gollerías a que habían estado acostumbradas.

Con propósito constructivo, aporta Falcón sugesti~nes en orden


ai procedimiento de computar el tributo, de forma que sm c~nvertirse
en servido personal, tampoco recayese sobre el parvo pecuho ~e los
aborígenes, relevando desde luego de su abono a lo~ ~ue por razon de
su investidura, dedicación a rrabajos útiles a la colect1v1dad, sexo o edad,
fuese de justicia dispensarles tal grada. Recomienda que la exacción se
cargase sobre una sola especie o artículo, en todo caso sobre aquellos que
cómodamente pudiesen satisfacer a los contribuyentes, y qu~ ~e ningún
modo la entrega en sí del impuesto constituyese una carga ad1c10nal. Hay
aquí, pues, un esbozo de política tributaria racional y equitativa.

Sin embargo, la obligación más numerosa a que se hallaban sujetos


los indios, en opinión de nuestro autor, era el mandato con arreglo al
cual, bajo coacción, debían ofrecer sus servidos en diversas actividades.
Esta compulsión, aun entendida en aras del bien común, quebrantaba
directamente la libertad natural. Tal obligación de asegurar mano de
obra para la minería, construcciones públicas, industrias y explotaciones
agrícolas, había sido abordada ya en su dictamen anterior al licenciado
García de Castro, por lo que en la Representación se limita nuestro
biografiado a reiterar su enérgica repugnancia a procedimiento tan enojoso
para aquellos a quienes alcanzaba. Como no podía ser por menos, también
subraya las molestias que irrogaba la residencia de los encomenderos dentro
de sus feudos, y el trabajo en las insalubres chácaras de coca.

Re~~ta Falcón su _escrito exhortando a los religiosos congregados


en el Conc1!10 a pron~nc1arse oficialmente contra los que de una u otra
man~ra ~ub1esen agrav1ado a los nativos, sefialando la satisfacción a que en
conc1encia estaban ligados.

~H~ló eco en dicha asamblea eclesiástica el contenido de la


Representactón-;· No qmsieramos
· ·' · • en exagerac1on
mcurnr . , acerca de sus
1 d
cancfsdvec aderos, pero nos parece descubrir rastros de las protestas
6
doÍ~u ª ;~ por _F~cón en algunas constituciones aprobadas ai término
E~ el onci, 10, pr1n cipalmente de la parte primea, tocante a los espafioles.
capitu1O 12 1 se recomend'0 d d
económicas a los indios . , que cesase to o género e extorsiones
injustamente- en el ' ~~ st1 tuyendoles c~anto se les hubiese cobrado
' 122 se Ispuso que por nmgún motivo se compeliese a
98
V
los naturales a laborar en las minas, y menos en las de mercurio· en el 123
se previen~ a las au~oridad~s civiles para que no oprimiesen ni vejasen a
sus subordmados, 01 los obhgasen a trabajar sin una adecuada retribución;
en el 124 se propone ~a exti?ción de toda clase de faenas en los cocales, y
en el 128, que no se 1mpus1era a los nativos la servidumbre de construir
calanqueras para las corridas de toros. Es posible que también los capítulos
116 y 1 1_7 de la part~ se~unda, ~elativa a los indios, hayan acogido ciertas
observac10ne~ del pet1tono suscnto por Falcón, en orden al procedimiento
seguido para 1mponer sanciones a los indios renuentes a su catequesis. 46

Resta ahora hacerse cargo de otros dos escritos de Falcón, que no


es aventurado adscribir a estas anos: la Apología pro indis y De libertate
indorum servanda. De ambos tratados razonaremos los fundamentos que
nos asisten para estimar que corresponden a un momento cercano o muy
próximo a 1567 o 1568.

En primer lugar, daremos entrada a laApología. Las únicas referencias


a ella es preciso rastrearias a través de la Relación de las costumbres antiguas
de los naturales dei Perú. 47 Al decir de los fragmentos indirectamente
conocidos, dicha obra abordaba la religión en el Imperio de los Incas, usos
rituales, sacrificios humanos (que Falcón se niega a admitir en el capítulo
«De pr:etoribus»), o raciones y creencias aborígenes. En consonancia con
su línea apologista, Falcón sale ai paso y desmiente las aseveraciones
vertidas por el licenciado Polo de Ondegardo, por León «y otros papeles
de soldados maliciosos». Esta indicación del jesuita autor de la Relación es
preciosa, puesto que nos pane sobre la pista de la cronología de la obra de
Falcón que nos ocupa, por si no fuera suficiente el dato de que la misma
fue presentada al gobernador García de Castro.

Con arreglo a tales antecedentes, puede aseverarse que el propósito


de Falcón fue refutar las informaciones que sobre la materia había
proporcionado el licenciado Polo de Ondegardo al Segundo Concilio
limeno, bajo el título de «Los errares y supersticiones de los indios,
sacadas del tratado y aueriguación que hizo el licenciado Polo». 48 El otro
autor impugnado, el incógnito León, ~será el licenciado García de León,
corregidor (1554-1557) y alcalde de Lima (1562), abogado de la audiencia
de la misma sede y que, como se ha visto, prestó servidos profesionales en

46 Vargas Ugarte 1951-1954, I: 153-156 y 218-219.


47 Anónimo 1879: 135-230. Las alusiones a1 escrito de Falcón, en las páginas 138, 141-142,
142-143 y 154. José Durand ha postulado el nombre del jesuíta P. Luís López como autor
dei hasta ahora anónimo trabajo, lo cual dada la ideología criticista de ese religioso y sus
afinidades hacen plenamente aceptable la hipótesis. V. Durand 1961: 73-94.
48 Las rectificaciones de Falcón se contraen a las aserciones de Polo de Ondegardo en los
Capítulos VI y XIII, núm. 2, de su tratado, reproducido en Ondegardo 1906: 207-230, y en
CLDHP, 1916, III: 3-43 y 189-203.

99

o
1564 a la Compaííía de los Lanzas y Arcabuces, asociado con Falcón? ~O se
alude a un hermano de Polo de Ondegardo, que ta~bién vivía en el Perú,
llamado Diego de León? ~O, en fin, se trata dei médico dei conde de Nieva,
licenciado Juan de León? Queda abierta la interrogante de la identidad de
49
ese nuevo entendido en antiguallas peruanas.

Para concluir este apartado, diremos rodo lo que se sabe acerca dei
tratado De libertate indorum servanda. Por conducto dei Inca Garcilaso, 50
tenemos conocimiento de la mención que hacía el P. Blas Valera de un
libro de Falcón con el título citado. En dicha obra se recogía el texto de
la retórica arenga o requerimiento dei P. Valverde a Ata~ualpa. Lo más
sugestivo de todo esto es que Valera incluye a nuestro b10grafiado entre
los autores veraces que coinciden con su idol~peya, a s~b~r los sacerdo_tes
Juan de Oliva ( ·el dominico fray Juan de Olias?) y Cnstobal de Medma
(~será el P. Cris\óbal de Molina, e/ cuzquefio?), ambos muy peritos en
51
lengua indígena, y el franciscano fray Marcos Jofré, los mismos que
52
también se alegan en la Relación dei jesuíta anónimo, única fuente,
como hemos visto, que seííala la existencia dei trabajo de Falcón que
acabamos de tratar.

De improviso surge aquí una turbadora interrogante: ~recibió


Falcón dicha versión de boca de un descendiente dei monarca indígena?
Seguramente, a su paso por Quito, había conocido a los deudos de
Atahualpa, y entonces o después, don Francisco Atabalipa, hijo del
monarca ajusticiado en 1533, y Diego Pretel, nieto dei mismo, confirieron
poder a nuestro personaje para que como representante de sus derechos,
gestionara dei gobernador García de Castro que hiciera efectivas sendas
mercedes regias, concedidas a sus patrocinados, consistentes en mil
pesos de renta, según cédulas de 8 de septiembre de 1563. Falcón logró
que García de Castro librase provisiones, el 19 de noviembre de 1567
p~r las _qu~ s~ ins:ruía a los_ o~ciales fiscale~ de Quito consignar tale;
asistencias. 3 éLlego a conocimiento de Falcon a través de la tradición
f~iliar aquella información? ~O la recogió dei círculo de sus colegas
aficionados_ a exhumar el pasado peruano dentro de la corriente que
profesaba s1mpatía hacia el indígena?

49 En el Apéndice I hemos recogido 1 f; .


contenido de la Apología. as re erencias que permiten indirectamente conocer e1
50 grc•c·l~o de la Ve~a 1617: Lib. Primero, Cap. XXIII.
51 r. ordoba Salinas 1957· 77 326 343 4 8
guardián dei Convento de Ti .'.U .' : 6, 618-619, 625 y 1.001. En 1558, como
abonarse a los indígenas ue fUJI d~• mtervmo. en la regulación de los jornales que debían
marro de 1558). q acu iesen ª alquilarse (Acta del Cabildo de Trujillo, de 21 de
52 Cfr. Anónimo 1879: 138, 140 142 2
53 Garcés 1934: 399-406; y Obe;em 1;68! ~--62.

100
El varón expectable

Al borde de cumplir medio siglo de vida, el predicamento de


Falcón como hombre de respeto y consideración en Lima era indiscutible.
Consejero de autoridade_s civiles y eclesiásticas, amigo leal de los principales
vecinos y persona de qmen se echaba mano en las coyunturas de apremio,
llegó a escalar una situación excepcional, según lo acreditan las reiteradas
muestras de confianza que en él se depositara, como se enumera a renglón
seguido.

En 1568, con un donativo de cien pesos encabeza los contribuyentes


en la cuestación que se hizo entre los vecinos de Lima para proporcionar
a los recién llegados jesuitas el peculio necesario para la adquisición de la
manzana entera flanqueada por las calles de Gato, los Estudios, Cascarilla y
la Botica de San Pedro. 54 El 13 de mayo dei mismo ano Pablo Corso ajusta
sus servidos como abogado, por un estipendio de cien pesos, en la causa
criminal que seguía aquél contra Pedro de las Casas. 55

Su ánimo arriscado le hacía pasar por encima de las convenciones 1 1

y de la amistad. El 26 de junio de 1568 es llamado a declarar en el juicio


de residencia abierto contra el fiscal de la audiencia, licenciado Juan
Bautista Monzón, a quien Falcón confiesa conocer desde hacía unos veinte 1 :

anos. Sin embargo, nuestro personaje se despacha inmisericorde contra


el magistrado, acusándolo de negligente y remisa en el cumplimiento de
sus obligaciones. He aquí el pasaje pertinente de la deposición de nuestro
biografiado:

y que en lo que toca al fauorescer los yndios En este reyno vio este testigo
que no lo fizo [Monzón] porqu~ aunque se han traído muchas cédulas
de Su Magestad en fauor de los dhos. yndios, como son para que no sean
compelidos a se alquilar ni sean lleuados a diferentes temples ni echados
a minas ni consentido cargar y otras munchas, ninguna dellas se han
cumplido ni cumplen, porque este testigo vee cada día que los yndios
vienen a esta ciudad, ques tierra caliente, compelidos por la Justicia
y se han dado pregones de _la audiencia para q. los yndi~s serranos de
tierra fría vengan a se alqmlar a los Llanos fuera desta cmdad, contra
lo proueydo por Su Magestad; y aunque en sus cédulas se manda que
les den dos tomines, no les dan más que uno, y aunque se manda q. les
paguen ida y vuelta, nos~ la_pagan ni se la mand:111 pagar, y au~que por
las calles y caminos van md10s cargados con hac1enda de espanoles, no
se ha pedido que los castiguen a los que los cargan, antes ha visto este
testigo en esta audiencia prenderlos y castigados los índios porque no
dan cuenta de las cargas, como fue a ciertos índios de Guadacherí, porque

54 Eguiguren 1945: 285.


55 AGNP,Juan García, 1567-1568, foi. 1.549.

101
n~ d~eron cuenta a un fulano Palomino de ur~as cargas de ropa; y
asimismo se han dado prouisiones por el Presidente [Garcia de Castr qj
:u
0
pª q. los indios sean compelidos a ir a las minas a lleuar bastimentos, y
todo el mundo sabe q. en las minas de Atunsulla y las Huánuco y en 1l
de Potosí no hay negros que saquen la plata.' y así es público y notorio q.
los indios la sacan pª los espaííoles en las mmas de Atunsulla y Huánuco
contra su voluntad, lleuándoles so color de que no h~ de hacer más
que lleuar bastimentos, y q. aunque todo esto_l? ha sabido el ~scal [e. d.
Monzón] porque ha visto que se han dado pet1c10nes en la Audiencia que
este testigo ha ordenado pidiendo que no se faga, ~? lo ha c?ntradicho
ni suplicado dello como era obligado ... y que tambien ~a temdo mucha
culpa en no haber contradicho el haber mandado el P~esiden~e que todos
los índios deste Reyno paguen el salario de los Corregi~ores siendo como
es de justicia que no lo paguen, pues están tasados los tributos que han de
pagar por orden de Su Magestad. 56

En 1568-69 actuó como gestor de los herederos de Rodrigo de


Mazuelas en un litigio promovido por el Hospital de Santa Ana contra
ellos, por incumplimiento de una manda del testamento de su causante,
otorgado en 1548. Se trataba de una renta que debía revertir al Hospital al
cabo de veinte anos, y que los herederos rehuían hacer efectiva. Aquí Falcón
resulta descalificado moralmente en su labor proselitista, pues aparece
defendiendo intereses opuestos indirectamente a los de los beneficiados
acogidos en dicho Hospital. Esta vez la dialéctica de Falcón nada pudo
contra la parte contraria, en cuyo favor sentenció la audiencia. 57

Por cierto que en relación con la herencia de otro Mazuelas, éste de


nombre Juan, ocurrió a Falcón un sonado lance con un insano, a quien antes
de perder el juicio había albergado en su casa. Llamábase el desequilibrado
Juan de Huerta, y con el achaque de ser nuestro biografiado «hombre
conocido en las dichas prouincias [del Perú] y que tenía mano para todo
lo que quería» le reclamó los bienes de Mazuelas en términos violentos.
Recluido en el Hospital de San Andrés por sus reiterados ataques de locura,
en un descuido de sus guardianes logró escapar, corrió a la morada de
quien anteriormente le había dispensado acogida y derribó furiosamente la
puerta de la alcoba de Falcón~ 58

El 3 de septiembre de 1569, junto con el licenciado García de


León,_que parece haber sido estrechamente allegado suyo, sale por fiador de
Francisco Flores en el pleito que éste sostenía con el escribano de Trujillo,

56 AGI, Justicia ' 453 ' Res1·d encia


· d el 1·1cenc1a
· d o M onzon,
, por el 01dor
· Sánchez d e pare des,
V, foi. LXV.
57 Gálvez 1935: 27.
58 AGI, Justicia, 1.064 núm 2 E d' 'd d -r l do
Fl , b ' · · xpe tente segui o por Juan de Huerta, vecino e 10 e '
contra a con so re las cuentas de la herencia de Mazuelas, 1573.

102

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