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CONCLUSION
Una vez revisados algunos de los argumentos a favor de la legalización de la
prostitución es evidente que esta acción es una medida que se debe aceptar de
manera inminente, se observa que puede traer más beneficios que perjuicios, entre
los principales, mayor seguridad para las personas que ejercen esta profesión así
como para los que adquieren sus servicios ya que, con los controles sanitarios se
reduciría la cantidad de enfermedades por transmisión sexual.
Legalizarlo sería admitir una realidad, no hay que olvidar que cada uno es libre de
hacer con su cuerpo lo que quiera. Si no hubiera pobreza habría menos prostitución
pero al día de hoy muchas mujeres prefieren ejercer la prostitución a ejercer otros
trabajos peor remunerados y de mil horas.
Hay que dejar de pensar que trata y prostitución son lo mismo. Hay que darles
derechos a las minorías y no arrebatárselos en nombre de un bien mayor (la trata).
Debemos pensar el mejor modo de ayudar a las personas que ejercen esto, bien
sea ayudándolas a salir de ese mundo o dándoles unos derechos laborales y
libertad de profesión.
La legislación debe plantearse como una etapa transitoria que permita dignificar a
las personas que actualmente ejercen la prostitución como forma de vida,
posibilitando mediante políticas activas su reinserción en otras funciones a través
del diseño de programas y de actividades de formación específicas.
La formación en una vida digna y sana debe ir dirigida a todos los componentes de
la sociedad, sólo de esa manera avanzaremos con fluidez y eficacia.