Sunteți pe pagina 1din 3

Álvaro Enrique Macías Rodríguez.

Cédula de ciudadanía número: 1.014.277.261 de Bogotá D.C.


Programa: Especialización en Derecho Contractual y Relaciones Jurídico-Negociales.
Clase: Teoría General del Contrato: El negocio jurídico.
Profesor: Dr. Fernando Alarcón Rojas.

El contrato consigo mismo

El fenómeno del contrato consigo mismo corresponde a una vicisitud de la representación


legal o convencional, en la cual, ontológicamente, se presenta solo una persona al momento
de la celebración del contrato de que se trate, sin que, por virtud de la circunstancia anotada
deje de tratarse de un verdadero contrato.

Lo anterior es así, sobre la base que aun en un contrato, y en cualquier negocio jurídico, se
habla de la presencia de personas que obran como partes sustanciales, las cuales
corresponden a los titulares de derechos o intereses que están siendo objeto de la regulación
o disposición privada, y por otro lado están las personas que, en el marco de un contrato,
obran como parte en sentido formal, es decir, como agente o representante del titular de
derechos o intereses a disponer 1. Luego, fundamentalmente, la noción de contrato requiere
la concurrencia de intereses o derechos a disponer, o sobre los que habrá un efecto, cuya
titularidad recaiga en un número plural de personas, aun a pesar de que se suscriba la
convención por un agente o representante común de las partes sustanciales del contrato con
respecto a las cuales desplegará sus efectos, como ocurre en la figura del contrato consigo
mismo.

Así, por ejemplo, lo reconoce Fernando Hinestrosa al señalar: “Hoy bien puede estimarse
superada la discusión o, mejor, la objeción, y darse por sentado que en la figura [refiriéndose
acá al contrato consigo mismo] hay efectivamente dos partes: “bilateralidad entendida
como referibilidad de la disposición de intereses cuando menos a dos partes”, y no un solo
sujeto y una sola parte”2 (negrilla fuera de texto). En desarrollo de esa idea, el mismo autor
sostiene que a pesar de la circunstancia ontológica en la que actúa solo una persona, lo cierto
es que la investidura jurídica de la persona que actúa es dual3.

Ahora, explica la jurisprudencia nacional, haciendo eco de la posición de la doctrina, que el


denotado contrato consigo mismo, también conocido como “autocontrato” o “autoacto”, se
configura en el evento en que “(…) un determinado negocio jurídico se concluye con la
participación de un único sujeto, quien interviene en él con diversas cualidades
jurídicas, bien porque funge como representante de todas las partes comprometidas, bien
porque es el representante de una de ellas, frente a la cual, correlativamente, es cocontratante
a nombre propio”4 (negrilla fuera de texto).

1
Fernando Hinestrosa Forero. Tratado de las obligaciones II: De las fuentes de las obligaciones: El negocio
jurídico. Bogotá D.C., Universidad Externado de Colombia, Vol. I, 2015, p. 525.
2
Fernando Hinestrosa Forero. La representación. Bogotá D.C., Universidad Externado de Colombia, 2008, p.
321.
3
Ibíd.
4
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 26 de enero de 2006, M.P.: Carlos Ignacio
Jaramillo Jaramillo, Exp.: 1994-13368-01, p. 23
En el mismo sentido, un pronunciamiento posterior de la Casación Civil colombiana describe
la figura del contrato consigo mismo como el evento en el que “(…) una persona, bien por
virtud de la representación legal o de la contractual, vincula con su única voluntad dos
patrimonios distintos con expectativas diferentes, de manera que el beneficio o ganancia que
se reporta para uno irá en desmedro o perjuicio del otro” 5.

Al respecto de su consagración legal, es del caso acotar que el Código Civil colombiano,
siguiendo lo consagrado por las codificaciones que sirvieron de modelo, no contiene una
norma que especialmente se refiera a la disciplina del autocontrato; sin embargo, lo que
existen son disposiciones normativas que, a lo largo de la legislación civil, consagran ciertos
tipos de limitaciones en la representación que ejercen padres, tutores, curadores, o
mandatarios en relación con este tipo de negocios 6.

Entre las disposiciones aludidas se encuentra el literal c) del artículo 92 de la ley 1306 de
2009, modificatorio del primigenio artículo 501 del Código Civil, por virtud del cual, no es
lícito para el curador celebrar cualquier contrato en el que tenga interés directo, o lo tenga
alguna persona relacionada con él, y que por ello dé lugar a que exista un conflicto de
intereses frente a los intereses o derechos de su pupilo. En este caso, además de hablar de
ilicitud, la misma ley señala que si ese fuera el caso, el contrato que pondría al curador o
guardador, o sus parientes hasta el cuarto grado de afinidad o segundo de consanguinidad, en
conflicto de interés podrá ser celebrado, previa autorización judicial, por un representante
suplente, especial designado por el juez.

A su turno, la misma legislación civil consagra, en el marco de la disciplina legal del contrato
de mandato, a una limitación expresa en el desarrollo de lo que le ha sido encomendado al
mandatario. En ese sentido, el artículo 1856 del Código Civil se pronuncia anunciando para
los mandatarios, síndicos de concursos y albaceas, en cuanto a la compra o venta de las cosas
de su mandante o representado, la aplicación de la prohibición prevista en el artículo 2170
ibídem con fundamento en el cual no le será posible adquirir directamente, o por interpuesta
persona, los bienes de su representado que se le ha ordenado vender, así tampoco podrá
venderle de los bienes que comprenden su patrimonio al mandante que le ha encargado
comprar. Lo anterior sin perjuicio de la autorización del mandante.

En el mismo sentido, el artículo 1852 ibídem consagra una sanción a un evento particular de
contrato consigo mismo, pues a su tenor está viciado de nulidad aquel contrato de
compraventa que se celebra entre el padre y el hijo de familia.

Sin embargo, al margen de la tendencia de la ley civil en prohibir estas convenciones


efectuadas “por solo una persona”, se han previsto también normas que admiten la
celebración de un contrato consigo mismo como aquella del artículo 2171 de la misma
legislación, por virtud de la cual se autoriza al mandatario a obrar como mutuante en el
préstamo de dinero que su mandante le encargó celebrar para su favor.

5
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 26 de enero de 2017, M.P.: Fernando Giraldo
Gutiérrez, Exp.: 2011-00605-01, p. 22
6
Ver: Ospina Fernández. Teoría general del contrato y de los demás actos o negocios jurídicos. Citado por:
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 26 de enero de 2017, M.P.: Fernando Giraldo
Gutiérrez, Exp.: 2011-00605-01, p. 22
Existen, a diferencia del Código Civil, legislaciones foráneas –como la alemana7– en la que
la prohibición de celebrar autocontratos, o contratos consigo mismo, se ha previsto de manera
general como una regla expresa e impersonal. Del mismo sentir fue el legislador mercantil al
establecer en el artículo 839 del Código de Comercio: “[n]o podrá el representante hacer de
contraparte del representado o contratar consigo mismo, en su propio nombre o como
representante de un tercero, salvo expresa autorización del representado”8.

Sin perjuicio de la regla general, otras disposiciones del ordenamiento jurídico comercial han
previsto eventos de contratos de –aparentemente– una sola persona, junto con su
consecuencia jurídica; por ese camino se dispuso el artículo 906 ibídem prevé hipótesis de
autocontratos de compraventa mercantil, consagrando su anulabilidad o nulidad relativa para
algunos de ellos, y para los restantes la nulidad absoluta.

No obstante los eventos de nulidad absoluta en algunos de los contratos previstos en el


artículo 906, con respecto al efecto jurídico que se desencadena por virtud de a celebración
de un contrato mercantil en una situación fáctica como a la que se ha hecho mención por
estar consagrada en el artículo 839 de la legislación mercantil, su consecuencia, en efecto,
sería la anulabilidad o nulidad relativa del contrato, en atención a que, como lo ha reconocido
la Corte Suprema de Justicia 9: (i) la ausencia de autorización otorgada por la persona por la
cual se actúa, es una requisito que tiende a preservar el interés privado y no coincide con la
protección a la que tienden las normas imperativas; (ii) el Código de Comercio consagró la
posibilidad de ratificación posterior del interesado en cuanto se haga con todas las exigencias
legales que el negocio jurídico a ratificar requiere, de manera retroactiva; (iii) el artículo 906
ibídem se refiere al contrato de compraventa realizado por un representante a favor de sí
mismo, en pública subasta, cuyo efecto corresponde a la anulabilidad del contrato.

Así, en términos generales, y para finalizar, podría decirse que los eventos de contrato
consigo mismo son censurados por el ordenamiento nacional, ya sea a través de la nulidad
absoluta del contrato o su anulabilidad, cuya diferencia no viene a menos si se consideran los
efectos sobre el saneamiento del contrato. Dicha actitud tendiente a la prohibición de este
tipo de negocios corresponde a que “[e]l supuesto de hecho de la invalidez del contrato
consigo mismo consiste en la celebración del contrato en contraposición de intereses, que
puede decirse manifiesta o hay lugar a presumirla (…)”10, sin perjuicio de que el
representante logre demostrar la inexistencia de dicha contraposición de intereses, o
deslealtad, en cuanto a que obró de conformidad con el interés del mandante o el interés de
este último no se desconoció de manera desleal11. Lo anterior, sin perjuicio que, para un
contrato en particular, celebrado bajo esa modalidad, además de la contraposición de
intereses, por sí mismo sea censurado por la ley a causa de ir en contra de los límites de la
autonomía privada, caso en el cual estaría viciado de nulidad absoluta.

7
Ver: Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 26 de enero de 2017, M.P.: Fernando
Giraldo Gutiérrez, Exp.: 2011-00605-01, p. 29.
8
Código de Comercio de Colombia, artículo 839.
9
Ver: Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 26 de enero de 2017, M.P.: Fernando
Giraldo Gutiérrez, Exp.: 2011-00605-01, pp. 32 a 36.
10
Fernando Hinestrosa Forero. La representación. Op. Cit., p. 326.
11
Ibídem, p. 327.

S-ar putea să vă placă și