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Nota

Esta es una traducción hecha por fans para fans a fin de complacer
a los lectores.

Este documento fue elaborado sin fines de lucro por la cual no tiene
costo alguno y tampoco fue hecho con la intención de perjudicar al
autor(a).

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¡DISFRUTA DE LA LECTURA!
CrEditos

Moderación

Blog: Libros de Valentina

Traducción

Ecberm
Valentina

Corrección y Diseño

Valentina
Contenido
Capítulo 1

Capitulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Epílogo

Escena Extra: Parque Temático


Sinopsis
Regla de Chicos # 1: Las hermanas están fuera de los límites

Bailey Cross creció como la hija única de una madre soltera.


Cuando se entera de una familia que no sabía que tenía, viaja a
través de medio país para conocerla. En la noche en que Bailey llega
a la ciudad, sus nervios se apoderan de ella, haciéndola actuar de
forma inapropiada cuando conoce a Wyatt Kincaid en un bar y le
permite llevarla a su casa. Después de una noche que sacude su
mundo, sale corriendo de su cama tan rápido como se cayó a ella.
Pero hay una cosa de la que Bailey no puede huir, el bebé que ella y
Wyatt crearon.

Wyatt salió en busca de un buen momento y encontró mucho


más de lo que había esperado. Quiere más que una sola noche con
esa mujer en su cama; quiere una oportunidad para siempre. Pero
cuando se despierta a la mañana siguiente, se ha ido. La busca,
pero Bailey no está en ninguna parte.... hasta que va a buscar a su
mejor amigo a su casa.

Advertencia: Esta novela contiene un sexy alfa, un amor


instantáneo, y un bebé ¡oops! Es rápido, caliente y sucio.

Esta es la primera novela de la serie Yeah, Baby, pero cada


historia se puede leer como independiente y presenta una pareja
diferente.

Baby, You’re Mine.

Yeah, Baby 1#
El embarazo puede

ser accidental, pero su

amor no lo es.
1
Wyatt

Traducido por Ecberm


Corregido por Valentina

Entré en el interior oscuro y lleno de humo de Jumpin' Jacks,


el único bar en Red Springs, Nebraska. No estaba lejos de North
Platte, pero era el lugar más cercano para pasar el rato sin ir a la
ciudad. Entrecerré los ojos mientras se ajustaban y escaneaban el
lugar, pero no vi al amigo que se suponía que tenía que encontrar.
Me abrí paso entre las mesas, me acerqué al bar y llamé la atención
de Wendy, la camarera. Levanté la barbilla para saludarla, y sonrió,
guiñando un ojo lleno de kohl antes de agarrar una cerveza, quitar
la tapa y deslizarla hacia mi mano en espera.

La sonrisa de Wendy se extendió y movió su cabello rubio y


decolorado sobre un hombro delgado. Pasó sus ojos por encima de
mi cuerpo antes de volverse para atender al siguiente cliente. Mi
mejor amigo y yo hemos venido a este bar desde que éramos
mayores de edad. Wendy no había dejado de intentar meterse en mis
pantalones desde que me sirvió mi primer trago. Después de años de
ignorar los pechos falsos en mi cara y otros indicios no tan sutiles,
uno pensaría que ella tendría una pista. Y sin embargo, aquí estaba,
prácticamente violado por su mirada directa y claramente sucia. No
es que tuviera un problema con cualquier mujer que me imaginara
desnudo y soñando con hacerme cosas sucias, pero tenía algunas
normas.

—Buen truco.

Me congelé con la cerveza a mitad de camino a mi boca. La


suave y sensual voz se apoderó de mí, dejándome con un aprieto en
los pantalones y un corazón acelerado. Sí, sólo por una maldita voz.
Sin embargo, mi polla llamó la atención cuando vi a la dueña de la
voz sexy. Largos y brillantes rizos rojos, grandes, redondos, ojos
azules brillantes, pómulos altos y los labios más besables que había
visto en mi vida. Pero, lo que me hacía agua la boca eran sus
curvas. Tenía la silueta de un reloj de arena que le daría a Marilyn
Monroe una carrera para ganar su dinero. Sus pechos se
derramarían de mis manos, sus caderas eran perfectas para sujetar
mientras la golpeara por detrás, y tenía unas piernas de una milla
de largo y luciendo una buena cantidad de piel por su falda corta
mientras se sentaba en un taburete. De repente sentí la necesidad
de tirar de esa falda hasta donde se pudiese o de colocar encima una
chaqueta. Nadie debería ver esos muslos blancos y cremosos,
excepto yo. Finalmente me di cuenta de que estaba allí de pie, con la
boca abierta, mirándola fijamente y levanté la mandíbula del suelo.

Pongo mi mejor sonrisa derrite-bragas, asegurándome de que


mis hoyuelos aparezcan. —¿Truco? —pregunté.

Sonrió y señaló hacia el bar. —La cosa donde atrapaste la


botella. Si intentara lo mismo, lo más probable es que acabara en mi
regazo, o chocando contra la persona detrás de mí... —Se rio y joder,
el delicioso y genuino sonido fue la gota que colmó el vaso, lo que
volcó la montaña de heno.

Y me enamoro.

—Wyatt Kincaid. —Le informé, extendiendo mi mano. La tomó


y empezó a temblar, pero me la llevo a mis labios y roce con un beso
el dorso. Se sonrojó, y mi corazón empezó a latir con fuerza, el deseo
corriendo por mis venas.

—Bailey Cross.

—¿Eres nueva en la ciudad? —pregunté, tomando asiento en


el taburete vacío a su lado.

Bebió un sorbo de su Martini y sus ojos se apartaron. —Algo


así.

Cuando su mirada volvió a la mía, un rubor había aparecido


por sus mejillas y se movió en su silla, de repente nerviosa. —Acabo
de terminar mi primer año de docencia y estoy fuera por el verano.
Así que vine aquí para... —Se calló y tragó.

—Estoy pasando tiempo con mi familia. —Bebió el resto de su


Martini y apartó el vaso.

—¿Otro? —pregunté, y cuando asintió, le hice señas al otro


camarero, Brad, agradecido de que Wendy estuviera ocupada. Me
disculpé por un minuto para sacar mi teléfono y enviar un mensaje
de texto a mi mejor amigo.

Yo: Llegas tarde, imbécil. Búscate otro copiloto esta noche.

Jack: ¿Ese es el código para avisarme que encontraste un coño


que perseguir en vez de mi culo finamente esculpido?

Yo: Claro. Si eso te hace sentir mejor.

Jack: Rompiendo el código de hermanos, amigo.

Yo: El código de hermano es nulo y sin valor si hay una


oportunidad de tener sexo. Y, ¿cuándo carajo volvimos a ser
adolescentes?

Jack: Vete a la mierda

Yo: No, eso es lo que TÚ harás esta noche.

Jack: Verdad :(
Me reí y metí el teléfono en el bolsillo, volviéndome hacia
Bailey y prestándole toda mi atención. Nos sentamos en el bar
charlando durante más de media hora antes de que la llevara a un
reservado en la parte de atrás. Durante otras dos horas, hablamos
de nuestros trabajos, amigos, de la infancia, de todo. Me enteré de
que era maestra de tercer grado, que seguía siendo la mejor amiga
de una chica con la que fue a la escuela secundaria y que había
crecido con una madre soltera. No podía oír lo suficiente,
absorbiendo cada pequeño bocado que me daba.

Después de nuestro tercer trago, ambos cambiamos al agua.


Había algo en esta chica que me hizo pensar en cuerpos sudorosos y
desnudos envueltos en sábanas. Iba a hacer todo lo posible para
hacer realidad esos vívidos sueños, y quería que estuviera sobria
para que recordara cada segundo.

En algún momento, me había deslizado por el asiento para


acercarme lo más posible a ella, con el pretexto de oírla por encima
del ruido de la música y de la gente. Sentado tan cerca, pude
percibir su aroma a fresa y ver el rocío de pecas en su nariz. Llevaba
un suéter negro suelto que se caía de un hombro, revelando también
unas pecas claras. Quería conectar los puntos con mi lengua y
continuar hacia abajo hasta que supiera dónde estaba cada una de
ellas en su cuerpo.

Nuestra conversación se detuvo y nos miramos fijamente, el


silencio espeso y cargado de deseo. Sus ojos estaban llenos de
necesidad, así que cerré la distancia entre nosotros y suavemente
puse mi boca sobre la suya. Sus labios se abrieron inmediatamente,
y me deje llevar suavemente mientras mi lengua se deslizaba para
aparearse con la suya, mi cabeza inclinada para profundizar el beso.
Sumergí una mano en su brillante cabello y la otra se posó en su
cadera, poniendo nuestros cuerpos lo más al ras posible
considerando que estábamos sentados uno al lado del otro. El aire
se calentó, y ya no estaba satisfecho con el ángulo de nuestros
cuerpos, así que agarré sus caderas y empecé a levantarla para que
se sentara a horcajadas sobre mí.

¡Bang!

Me aparte un poco hacia atrás ante el fuerte crujido y el grito


apagado de dolor de Bailey, mientras caía de espaldas a mi lado,
maldiciendo y frotando su rodilla. Obviamente la golpeó contra la
mesa de madera.

—Bueno, eso fue sutil —dije sarcásticamente, haciendo que


Bailey se riera—. ¿Qué tal si lo intentamos de nuevo?

Bailey miró la mesa con escepticismo. —Odio tener que


decírtelo, Casanova, pero creo que la mesa gana esta ronda. —Miró
a su alrededor como si estuviera recordando dónde estábamos—.
Además, creo que la dirección en la que nos dirigíamos iba a
terminar con un arresto por indecencia pública. —Se rio y agitó la
cabeza con pesar.
—Tienes razón. —Estuve de acuerdo—. Soy un gran fanático
de la indecencia privada. —Me incliné y apoyé mi cara en su cuello,
mordisqueando mi camino hasta su oreja—. ¿Qué tal si lo
intentamos de nuevo en otro lugar?

Bailey inclinó su cuello, dándome mejor acceso a la columna


de su garganta. Maldición, sabía tan jodidamente delicioso.

—Um, ¿Qué es lo que… —jadeó cuando le mordí ligeramente


la piel y se sujetó de mis bíceps— …tienes en mente?

Lamí el lugar y susurré—: Mi casa. Vivo a unos diez minutos


de aquí.

Su barbilla golpeó mi cabeza cuando asintió, y me incorporé


para asegurarme de que no estaba asumiendo nada. Sus labios
rosados estaban hinchados y un poco rojos por el roce con mi barba.
Se veía muy sexy.

—¿Bailey?

Había incertidumbre flotando en sus profundidades azules, un


ligero nerviosismo también. Dudé, preocupado de haber
malinterpretado la situación. Se inclinó hacia adelante y arrastró mi
labio inferior entre sus dientes, antes de soltarlo y quemarme con
sus ojos ardientes. —¿Diez minutos? —Asentí—. Eso es un tiempo
terriblemente largo.
Gruñí, olvidando lo que fuera que había estado pensando, me
ajusté, la agarré de la mano y la saqué del reservado. Estaba duro
como una roca y sólo hundirme entre sus muslos me iba a dar
algún alivio. Se detuvo y sacó el teléfono de su bolso para enviar un
mensaje de texto. —Solo dejo que mi mejor amiga esté al tanto de
donde voy y con quien estoy.

Sólo la conocía desde hacía unas horas, pero estaba orgulloso


por ser segura e inteligente. Esa es mi chica. Agité la cabeza ante el
pensamiento repentino, sorprendido cuando no me asustó.
2
Wyatt

Traducido por Ecberm


Corregido por Valentina

No queriendo perder mi oportunidad, me apresuré a llevar a


Bailey a mi jeep, la ayudé a entrar y corrí al lado del conductor. Una
vez que entré y la puerta estaba cerrada, me volví y la empujé hacia
mí para darle un beso profundo. El estacionamiento de Jumpin'
Jacks no era donde quería que fuera la primera vez. Así es, primera,
porque ciertamente no sería sólo una vez. Me aparte, y ambos nos
abrochamos el cinturón de seguridad antes de salir del
estacionamiento y conducir como un murciélago fuera del infierno
hacia mi casa.

Después de unos minutos, Bailey se acercó y me bajó la


cremallera. Respiré entrecortadamente cuando deslizó su mano para
agarrar mi polla. —Nena, no estás ayudando a la situación y a
menos que quieras que te follen contra la pared en el momento en
que entremos en mi casa, deberías ser una buena chica y mantener
las manos quietas.
No dijo nada, y asumí que haría lo que le había sugerido hasta
que sentí que su cálida palma acariciaba la dolorosa cabeza de mi
polla. Un gemido gutural salió de mi pecho, y le agradecí a cada
puta estrella del cielo que en ese momento llegue a la entrada de mi
casa.

Bailey no me esperó, ambos nos desabrochamos y abrimos las


puertas, las cerramos de golpe y corrimos a la casa. La alcancé en el
escalón superior y me las arreglé para fusionar nuestras bocas
mientras abría la puerta. Nos tropezamos hacia adentro, casi caímos
al suelo y apenas conseguimos mantenernos erguidos. Me empujó
contra la pared y atacó mi boca con todas sus fuerzas. Después de
unos minutos de dejarla sostener las riendas, tomé el mando,
girando para empujarla hacia atrás y agachándome para deslizar
mis manos bajo su falda y levantarla por el trasero. Su redondo,
firme, desnudo y apetitoso trasero. Una maldita tanga. Sus piernas
me rodeaban, presionando su coño contra mi dolorida polla. El calor
y la fricción fueron mi perdición. Quería darme un festín con su
cuerpo, saborearla, pero tendría que esperar.

Separé nuestros labios y jadeé—: Espero que me perdones,


nena. Necesito follarte rápido y fuerte, y estar dentro de ti. Ahora. Te
lo compensaré, lo prometo.

Esa mirada volvió a brillar en sus ojos, pero se fue tan rápido
que me pregunté si realmente la había visto. Derrumbando mi boca
sobre la suya una vez más, le arranqué la ropa interior, rompiéndola
en el proceso. Tomé un condón de mi bolsillo y saqué mi polla. Me
incliné un poco y rodé el condón con una sola mano, un talento por
el que estaba supremamente agradecido, y luego metí un dedo en su
coño. —Maldita sea, estás tan jodidamente mojada. Estás lista para
tomarme, ¿verdad, nena?

Gimió, sus ojos cerrados, y su cabeza descansando en la


pared. Deslicé un dedo en su interior y se congeló por un segundo
antes de que sus caderas se elevaran, llevando mi dedo más
profundo. —Nena, estás muy apretada. —Su coño estaba siendo
estirado por un solo dedo, y me hizo hacer una pausa, preocupado
de que había pasado mucho tiempo y que pudiera lastimarla—.
¿Cuánto tiempo ha pasado? —pregunté, mi voz amortiguada porque
estaba besando una línea por su escote.

—Es…um, he pasado mucho tiempo esperando. —jadeó.

Asumí que no entendía mi pregunta y se refería a cómo la


noche parecía tardar una eternidad en llevarnos a este punto.
Sumergí mi dedo unas cuantas veces más, y eventualmente agregué
otro. Estaba goteando por mi mano y se me hizo agua la boca al
pensar en lamer toda esa dulce crema más tarde. Sacando mis
dedos, me los llevé a la boca y los chupé hasta limpiarlos. —Sabía
que tendrías un sabor increíble. Voy a comerme ese coño más tarde,
y deleitarme hasta que grites que pare.
Bailey gimió y sus caderas se movieron. Nos alineé y la empujé
contra mi polla hasta que estaba completamente dentro. Algo se
rompió en el camino y Bailey gritó. El tiempo se detuvo. De ninguna
manera. Tenía que haberlo imaginado. La miré a la cara y entendí
que no lo imagine. Las lágrimas caían por sus mejillas, y mi corazón
latía fuerte en mis oídos.

—¿Bailey, eras virgen? —pregunté incrédulo. No había


ninguna comprensión en mi mente de cómo esta mujer estaba
intacta. Entonces, una nueva sensación se deslizó dentro de mí,
creciendo lentamente, y expandiendo mi pecho hasta que pensé que
explotaría.

—Sí. —olfateó.

La sensación se solidificó. Era una mezcla de orgullo y


posesión. Nunca hubiera creído que existiera si no lo hubiera
experimentado en ese mismo momento, pero sabía, sin lugar a
dudas, que esa mujer era mía. Nunca había estado con nadie más y
nunca lo haría. La estaba reclamando, tomándola, y no permitiría
que nada se interpusiera en mi camino.

—Ojalá me lo hubieras dicho, nena. Habría sido más amable.

Parpadeó, y luego entrecerró los ojos. —¿Me habrías follado si


lo supieras?
Abrí la boca para decirle que lo habría hecho, pero las
palabras se me atascaron en la garganta, no sabía si habría tenido
la misma comprensión o no. —¿Importa? —Se movió, y apreté mi
mandíbula tan fuerte que me preocupaba que se me rompieran los
dientes.

—Nena, no... oh, joder. ¡No te muevas! —Me mordí y se


congeló—. Lo siento, me estoy mordiendo la piel con mis dientes
ahora mismo. ¿Todavía te duele?

Se movió de nuevo y no pude evitar presionarla aún más.

—¡Oh! —gritó. Me detuve, y se agarró a mis hombros, sus


uñas clavadas en mi piel a través de mi camisa—. ¡No pares!

Lentamente, me retiré y volví a entrar. Estaba tan mojada que


había muy poca fricción además de las paredes de su coño
sujetándose y tratando de mantenerme adentro cuando me retiré de
nuevo. Inhaló bruscamente. —¿Estás bien? —siseé, tratando de no
ahogarme en el placer.

—¡Wyatt! ¿Podrías concentrarte en la tarea en lugar de


analizar cada uno de mis movimientos y sonidos?

Me reí un poco. —Sí, señora.

Estableciendo un ritmo suave, me esforcé por entrar y salir,


tratando de ser gentil. Una bofetada en la parte de atrás de mi
cabeza hizo que mi mirada volara hacia la suya. —No soy frágil,
Wyatt. Dijiste que necesitabas follarme rápido y fuerte contra la
pared, estabas tan desesperado por mí.

—Nena, es tu primera vez, tengo que serlo... —Me cortó,


golpeando su boca contra la mía, chupando mi lengua, y apretando
sus piernas alrededor de mi cintura, las paredes de su coño se
tensaron al mismo tiempo.

—¡Joder! —grité. Mis caderas tomaron una mente propia y


comenzaron a embestir su coño caliente, cada arremetida
empujándome un poco más profundo, empujándola un poco más
fuerte contra la pared. Sus jadeos se convirtieron en llantos, y luego
en gritos, el sonido me rompió. Perdí la cabeza y empecé a golpearla
hasta que sus gritos se mezclaron con mis propios gruñidos. Estaba
en el precipicio, pero estaba decidido a que ella llegara primero.
Podía sentirla tensarse y acercarse, así que apreté un pezón entre el
pulgar y el índice, retorciéndome y tirando al soltarlo, y luego hice lo
mismo con el otro. Se agitó salvajemente en mis brazos, —Eso es,
nena… —susurré bruscamente— ...deja que tu vagina me chupe la
polla tan fuerte que nunca la sacaré. Vente, nena. —Mientras
hablaba, mi mano se deslizó entre nosotros y justo cuando entraba
con todas mis fuerzas, le pellizqué el clítoris. Se corrió como un
maldito cohete. Gritando mi nombre tan fuerte, que mis oídos
sonaban, y le agarré el trasero, empujando por última vez, sin dejar
espacio entre nosotros cuando llegué, el orgasmo más fuerte que
jamás había tenido explotó en su interior.

Retorciéndome de nuevo, me deslicé hacia el suelo, mi trasero


golpeando el piso y provocando otro gemido cuando la gravedad hizo
que Bailey cayera sobre mí y me di cuenta de que seguía estando
semiduro. Nuestra respiración finalmente comenzó a calmarse, y me
las arreglé para salir de su interior, pararme y abrazarla. Suspiró
alegremente, y estoy seguro de que si hubiera estado usando una
camisa con botones, se habrían reventado de inmediato. Llegamos al
baño y la coloque en el lavabo antes de abrir la ducha. En el
momento en que fui a quitarme el condón, la sangre manchada me
recordó que acababa de follarme a una virgen. ¡Maldita sea! me
maldije por un lado y por el otro por mi falta de autocontrol. Iba a
estar muy dolorida. Me despedí figurativamente de mi plan de sexo
maratónico mientras volaba por la ventana.

Agarrando un paño, lo mojé con agua tibia y levanté la falda


de Bailey, para poder limpiar y calmar su coño. Hizo una mueca de
dolor un par de veces, y me sentí como escoria por haberla tomado
como lo había hecho. —Detente.

Su voz me sacó de mis pensamientos mientras tiraba el paño a


la basura. —¿Detener qué, cariño?

—Deja de arrepentirte.
Mis cejas se alzaron. —¿Crees que me arrepiento de haberte
follado? —Aclaré incrédulo.

Frunció los labios hinchados, sus ojos azules cerrados por sus
largas pestañas. —¿No?

Me paré entre sus piernas y la moví hasta el borde del


mostrador. Con un solo dedo, levanté su barbilla para poder mirar
sus ojos. —Nunca, nunca, me arrepentiré de estar contigo, Bailey
Cross. ¿Entiendes? —Mi voz era firme, no hay lugar para
malinterpretaciones. Asintió, y le di un beso rápido. —Me arrepiento
de la forma en que te tomé. Es probable que mañana te duela
mucho. Debería haber sido…

—Wyatt, para. —Interrumpió—. Fue perfecto. Cualquier dolor


con el que tenga que lidiar mañana valdrá la pena.

Sonreí, no pude evitarlo. —Entonces, fue bueno para ti, ¿eh?

Me golpeó en el pecho juguetonamente y luego me besó


apasionadamente. —Épico.

La ducha estaba empañando el baño, así que me desnudé


rápidamente y ayudé a Bailey a quitarse la ropa. Se sonrojó
tímidamente cuando estuvo desnuda y se metió en la ducha,
haciéndome reír. —Nena, he estado muy dentro de ti, ahora quiero
disfrutar del paquete por fuera.
Me metí bajo el rociador caliente y la acurruque de nuevo en
mi pecho. Entonces empecé una lenta exploración de sus curvas,
aprendiendo cada centímetro suave de su delicioso cuerpo, con mis
manos y mi boca. Descubrí que tenía razón, Bailey sabía a fresas y
crema, y su crema era la más dulce que jamás había probado. ¿La
mirada de Bailey cuando tuvo el orgasmo? Nada se puede comparar.

El agua finalmente se enfrió y nos lavamos y salimos del


recinto de cristal. Me envolví una suave toalla verde esmeralda
alrededor de la cintura y usé otra para secar a Bailey antes de
abrazarla y llevarla a mi cama. Bajándola, retrocedí y miré la vista.
Su cabello de cobre se extendió y brillaba contra las almohadas
blancas. Sus tetas grandes y redondas con sus pezones oscuros, su
cintura pequeña, sus caderas anchas y sus largas, largas piernas.
Jodidamente preciosa.

Me arrastré sobre ella y bajé mi cuerpo, así que estábamos a


ras, piel con piel. Maldición, se sentía bien debajo de mí. Deslizando
una mano a través de sus húmedos rizos, se los aparté de su cara y
le di suaves besos en toda la cara.

—Hay algo entre nosotros, nena. Puedo sentirlo atándonos


juntos. Esto es más de una noche. Lo sabes, ¿verdad?

La respuesta de Bailey fue besarme sin sentido, sacando cada


pensamiento lógico de mi cerebro. La pasión comenzó a arder,
rápidamente convirtiéndose en un frenesí de necesidad. Traté de
parar, le sugerí que durmiéramos, advirtiéndole que ya iba a estar
increíblemente dolorida. Pero, tenía una manera de convencerme de
hacer casi cualquier cosa que quisiera. Después de sacudir su
mundo (no arrogante... seguro) con dos orgasmos más, me perdí en
su interior una vez más.

Sudoroso y saciado, me caí de espaldas, llevándola conmigo,


manteniéndome cómodo dentro de su cuerpo. Su respiración se
ralentizó, comenzando a nivelarse. La envolví con mis brazos y la
sostuve. Había una cosa que no sería capaz de lograr que hiciera.
Déjala ir.

La apreté suavemente y un dulce suspiro cayó de sus labios.


—Creo que me quedaré contigo.

*****

La luz del sol me golpeaba la cara, los rayos brillantes me


calentaban pero no me dejaban dormir. Bailey. La noche anterior
regresó corriendo y sonreí, y luego me acerqué para traer su suave
cuerpo al mío. Mi mano no encontró nada más que sábanas
calientes por el sol. Fruncí el ceño y abrí un párpado, descontento
porque se había levantado de la cama antes de que pudiera envolver
su cuerpo desnudo y besarla para despertarla.

—¿Bailey? —suspiré y me levanté sobre un codo, abriendo


ambos ojos y mirando alrededor de la habitación. No oí la ducha
corriendo, pero me levanté de la cama y me dirigí al baño. Su ropa
ya no estaba en el suelo y la mía había sido doblada y colocada en la
encimera de mármol. La caja abierta de condones cerca del
fregadero me recordó que me había quedado dormido y enterrado en
su interior. Cuando quité el condón noté un gran desgarro en la
punta. ¡Carajo! ¡El maldito condón se rompió! Mierda. Mierda.
Mierda. Respiré profundamente y me lavé las manos. Bien, esto no
estaba tan mal. Era mía, me casaría con ella y empezaría una
familia en algún momento. No había contado con hacerlo al revés.

Me pregunté brevemente si Bailey se había dado cuenta


cuando se había levantado. Entonces descarté la idea. Si lo hubiera
hecho, probablemente estaría intentando calmarla de un ataque de
pánico ahora mismo. ¿Dónde estaba? —¿Nena? —llamé, sujetando
mi bata y saliendo a la cocina. Cuando no la encontré allí, la llamé
de nuevo y revisé cada habitación. Algo parecido al miedo me
apuñalaba en el pecho, volví al dormitorio, miré a mí alrededor y no
encontré ni una nota. Debe haber llamado a un taxi y se fue
mientras dormía. Empecé a caminar, necesitaba un plan. Todo lo
que tenía para continuar era su nombre y el hecho de que sólo
estaba en la ciudad temporalmente. ¡Carajo!

*****

—Hermano, ¿sigues deprimido?


Le fruncí el ceño a Jack mientras me daba una cerveza y se
tiraba al lado mío en el sofá.

—Cállate la boca, imbécil —gruñí. Tomé un profundo tirón de


la botella y bajé la cabeza hacia atrás, soltando una respiración
frustrada.

—Sin suerte encontrándola, ¿eh? —Jack preguntó, genuina


simpatía en su voz esta vez—. Vas a tener que dejar ir a la chica
misteriosa en algún momento. ¿Por qué no salimos esta noche?
Iremos al bar y recogeremos a unas rubias. —Movió las cejas
sugestivamente.

—He terminado con esa escena, Jack. En serio. —Agarré la


botella, mis nudillos se volvieron blancos—. Es mía. Me niego a
aceptar cualquier otro resultado que no sea encontrarla.

Prácticamente había cerrado mi vida durante el último mes,


trabajando y buscando. Había agotado la mayoría de mis opciones.
Había literalmente más de cuatrocientas personas con el apellido
Cross en Nebraska. Reducirlo a la primera inicial B tampoco me
sirvió de nada. Sin mencionar que ni siquiera sabía si su residencia
permanente estaba en el mismo estado. Sólo había hablado con
Jack brevemente, poco después de la mañana en que Bailey me
abandonó. Recientemente descubrió que tenía una media hermana y
la familia había estado ocupada conociéndose. No es que estuviera
listo para hablar de Bailey con él.
—Guau. Bien. —Jack se encogió de hombros—. Supongo que
hablabas en serio sobre eso.

No respondí, sólo me tomé el resto de mi cerveza. Necesitaba


pensar en otra cosa por un tiempo.

—¿Cómo van las cosas con tu nueva hermana?

La cara de Jack se suavizó, una mirada que nunca pensé que


vería. —Encaja perfectamente. Honestamente, desearía haber estado
allí para ser su hermano mayor cuando crecía. Es hermosa, dulce e
inocente y tengo la sensación de que me habría roto unas cuantas
veces la nariz, tal vez una o dos veces la mandíbula.

Me reí, el sonido oxidado y extraño a mis oídos. Se sintió bien.

—¿Por qué no vienes a cenar con la familia y la conoces? A


papá le encantaría verte. —Jack puso los ojos en blanco y se bebió
la cerveza—. Y Sharon. Le encantaría vernos, a todos.

Resoplé. La madrastra de Jack, Sharon, era una especie


única. Amaba a su padre, era fiel, pero no tenía ningún problema en
comerte con la mirada “un caramelo de hombre” y no se
avergonzaba de pedir ver las cosas buenas. Incluso había usado una
excusa de clase de dibujo para tratar de llevarme a posar desnudo.
Era... interesante. Inofensivo.

—¿Y? —preguntó.
—Claro, ¿por qué no? —Estuve de acuerdo. Me vendría bien
una noche libre para refinar mis habilidades de suspirar y beber. No
tenía la intención de ser profesional, así que toda esta práctica era
realmente innecesaria.

—Genial. —Jack me dio una palmada en la espalda y se puso


de pie—. Oh, y cuando conozcas a Bailey, recuerda lo que te dije de
la nariz y mandíbulas rotas.

Mis ojos se detuvieron a medio rodar y empecé a ahogarme


con el trago de cerveza que acababa de tomar. ¿Dijo...?

Tosí. —¿Cómo se llama tu hermana?

Jack salía de mi casa pero gritó, —Bailey.


3
Bailey

Traducido por Ecberm


Corregido por Valentina

—Llevo aquí un mes, ¿no crees que es hora de que vuelvas a


tu propia casa? Papá me dijo que ni siquiera pasaste tanto tiempo
aquí cuando estabas en el instituto.

Papá. Fue muy raro lanzar esa palabra en las conversaciones


cotidianas cuando hubiera dado lo que fuera por poder hablar de mi
padre cuando era niña. Amaba a mi mamá más que a nada en el
mundo, pero me había perdido mucho al no tenerlo cerca. Cuando le
diagnosticaron cáncer de mama en mi último año de secundaria,
dejé de añorar a mi padre y me concentré en cuidarla. Cambié todos
mis planes y me cambié a una universidad local, quedándome en
casa en vez de en los dormitorios para poder cuidarla.

Las cosas mejoraron cuando me gradué con mi licenciatura y


mi permiso de enseñanza. Mamá estaba a punto de cumplir cinco
años de su último tratamiento de quimioterapia, y rápidamente
conseguí un puesto en la escuela primaria a la que había asistido
cuando era niña. Entonces recibimos la llamada que cambió
nuestras vidas, otra vez. El cáncer de mama no había regresado,
pero le diagnosticaron leucemia, un efecto secundario del
tratamiento original que había recibido.

Fue una batalla que perdió esta vez, e hizo una confesión en el
lecho de muerte que me dejó conmocionado. Nunca le contó a mi
padre sobre su embarazo. Cuando se conocieron, era viudo y tenía
un hijo pequeño, y ella acababa de salir rota de una relación.
Encontraron consuelo el uno en el otro mientras se curaban, pero
nunca había sido una unión amorosa. Descubrió que estaba
embarazada después de haberse mudado y decidió que era mejor
mantener los lazos cortados y sin complicaciones.

Cuando se dio cuenta de que no iba a sobrevivir a la leucemia,


contrató a un investigador privado para localizarlo para que tuviera
la oportunidad de conocerlo, si así lo deseaba. Menos de tres meses
después, aquí estaba, sentado en el sofá con mi hermano mayor en
la casa de nuestro padre en Nebraska, aún luchando con el hecho
de que mi madre me había mantenido alejado de ellos toda mi vida.

—Hey. —Jack movió mi oreja para llamar mi atención—.


¿Quieres deshacerte de mí tanto que vas a ignorarme ahora?

—Lo siento. —suspiré—. Me perdí en mi cabeza por un


minuto, pensando en mi madre.
Su sonrisa se convirtió rápidamente en una mueca. Mi mamá
era un tema de conversación que evitábamos ya que él y mi papá la
odiaban por la decisión de mantener en secreto su embarazo. Pero,
respetaron mi dolor y el hecho de que, sin importar qué, seguía
siendo mi madre, lo suficiente como para guardar sus opiniones
para sí mismos. Por mucho que la amara, no podía defender lo que
había hecho. No después de lo que nos ha costado a todos.

Necesitaba volver a dirigir la discusión porque no quería


arruinar la cena de todos. —¿Qué estaba diciendo que era tan
importante que necesitaba infligirme daño corporal?

Levantó las manos, con las palmas hacia mí, y una expresión
inocente en su hermosa cara. —¿Quién? ¿Yo? Nunca lastimaría a mi
hermana.

—Uh-huh. —dije arrastrando las palabras, golpeándole


ligeramente en el brazo—. Por suerte para mí, nunca dije nada de no
lastimar a mi hermano.

—¡Oye! —protestó, frotando el punto donde había golpeado—.


No es justo. Menos mal que tengo refuerzos en camino.

—¿Refuerzos?

—Eso es lo que intentaba decirte. Por fin tienes la oportunidad


de conocer a mi mejor amigo, hermanita. Pero no te preocupes, le
advertí que se guardara las manos para sí mismo. —Guiñó el ojo y
forcé una risa.

A menos que su nombre fuera Wyatt Kincaid, Jack no


necesitaba preocuparse de que su mejor amigo tuviera la
oportunidad de tocarme. Ese hombre se las había arreglado para
entrar en mi subconsciente en las horas que habíamos pasado
juntos en mi primera noche en la ciudad. Había pasado todas las
noches después soñando con él y las cosas que le había hecho a mi
cuerpo. —No necesitas advertir a todos tus amigos que se alejen de
mí. Soy una mujer adulta. Puedo cuidarme sola.

—Estoy seguro de que puedes con la mayoría de los chicos, y


tengo uno o dos amigos a los que podría, tal vez, considerar no
matar si decides que te gustan. Pero tendrás que confiar en mi juicio
cuando se trate de mis amigos.

Puse los ojos en blanco ante su tono superior. —Estoy segura


que puedo resistir la tentación de tu mejor amigo sin tu ayuda.

—No significa que vaya a permitirlo. —murmuró, poniéndose


de pie y soltando un beso en mi cabeza ante el sonido de la llamada
a la puerta principal.

—¡Siempre a tiempo! —dijo Sharon, mientras ella y mi padre


llevaban bandejas de servir a la mesa del comedor. Su casa tenía un
diseño de planta abierta, con la sala de estar fluyendo hacia el
comedor. La cocina estaba separada del espacio vital por una isla de
granito rodeada de taburetes por tres lados donde habíamos
disfrutado de la mayoría de las comidas. Aparentemente, la llegada
del mejor amigo de Jack justificó una comida más formal.

Estaba mirando la carne asada, mi estómago se alteró


ligeramente mientras el olor de la carne cocida se abría paso cuando
escuché a mi hermano burlándose de su amigo.

—¿Flores? No debiste hacerlo, hombre —bromeó—, aunque


estoy seguro de que Sharon las apreciará.

—No son para Sharon.

Esa voz. No puede ser. Me levanté del sofá y giré la cabeza


para encontrarlo de pie en la entrada mirándome fijamente con ojos
ardientes, un ramo de flores azules y anaranjadas quemadas en sus
manos. El mejor amigo de Jack era Wyatt, el hombre al que le había
dado mi virginidad hace un mes.

¡Santa mierda!

—¿Qué quieres decir con que no son para Sharon? —Jack se


rascó la cabeza, claramente confundido—. ¿Para quién más serían?
—Su mirada siguió la línea de visión de Wyatt, directamente hacia
mí.

—Son para Bailey.


—¿Por qué trajiste flores a Bailey? —preguntó Jack, con los
ojos entre Wyatt y yo mientras nos mirábamos fijamente.

Algo parecía encajar en su sitio, y sus ojos se entrecerraron


con sospecha. —¿Qué carajo, Wyatt? —Sus manos estaban tan
apretadas a sus lados que pude ver el blanqueamiento de sus
nudillos desde donde estaba—. Te lo advertí antes de que llegara a la
ciudad —Jack gruñó—, mi hermana está fuera de tus límites. No
hay flores. Sin citas. Sin conexiones. Así que deja de mirarla como
estás haciendo ahora mismo porque estoy a unos 30 segundos de
echarte con todos los huesos rotos de los que hablamos.

Me acerqué, con la intención de interponerme entre los dos


hombres, para intervenir con mi hermano en nombre de Wyatt. Jack
no sabía que nos habíamos conocido antes, y Wyatt no sabía que era
la hermana de Jack. Lo último que quería era que se pelearan por
mí. No llegué muy lejos antes de que mi cabeza comenzara a nadar y
mi estómago, que sólo había estado ligeramente alterado unos
minutos antes, se revolvió. Sentí que la sangre se me drenaba de la
cara mientras los escalofríos corrían a lo largo de mi piel.

¡Demonios! No estaba segura de si iba a llegar al baño a


tiempo.

Me di la vuelta y salí corriendo de la habitación, yendo por el


pasillo tan rápido como pude. Al abrir la puerta, me caí de rodillas
frente al baño y vomité mis entrañas. Al menos, eso es lo que sentía
que estaba haciendo. Nunca me había sentido tan mal antes, ni
siquiera la única vez que me había intoxicado con comida de
mariscos en mal estado cuando estaba en la universidad.

—Urg. —Me sentí avergonzada cuando me di cuenta de que


Jack y Wyatt estaban en la puerta mirándome. O más exactamente,
mi hermano estaba mirando mientras impedía que Wyatt entrara al
baño.

—No se queden ahí parados, muchachos. —Mi papá les tiraba


de los cuellos como si fueran niños pequeños y los arrastraba hacia
atrás hasta que Sharon pudo esquivarlos.

—De ninguna manera voy a entrar ahí. —Jack contestó—. No


quiero atrapar lo que sea que Bailey tenga. Sabes cuánto odio
vomitar.

—Está bien, cariño. —dijo Sharon mientras agarraba una


toallita y la pasaba bajo agua fría.

Wyatt seguía intentando entrar en el baño. —No vas a atrapar


lo que ella tiene.

Gemí de gratitud cuando Sharon me limpió la cara con el paño


frío, pero se convirtió en un gemido de mortificación cuando Jack
volvió hablar. —¿Cómo demonios sabes que no lo atraparé?

—Porque está embarazada, imbécil.


—¿Embarazada? —Jack y yo repetimos al unísono.

Mi papá soltó a los chicos y entró al baño, en cuclillas, así que


estábamos cara a cara, sus ojos llenos de preocupación. —¿Tiene
razón Wyatt? ¿Podrías estar embarazada, nena?

Mi mirada corrió sobre su hombro hacia Wyatt, y las imágenes


de nuestra noche juntos pasaron por mi cabeza. Mis mejillas se
calentaron con el conocimiento carnal de sus ojos. Bajé la cabeza,
mirando al suelo mientras hacía un rápido cálculo de los días en mi
cabeza. Entonces admití una verdad que no había considerado hasta
este momento: a mi padre y a mí mismo. —Sí, es posible.

—No vayas a pensar que estar embarazada es el fin del


mundo. —Sharon regañó—. Tener un bebé es el principio, niña
tonta.

—¿Cómo carajo pasaste de Bailey vomitando sus entrañas a


un posible embarazo? —Jack le preguntó a Wyatt—. ¿Y por qué
Bailey te miró como lo hizo antes de responder a la pregunta?

—Está bien, Bailey. —Mi padre me tranquilizó, tirándome a su


regazo y abrazándome—. Te prometo que todo va a estar bien.

—Porque el bebé es mío. —Sentí su cuerpo endurecerse con la


respuesta de Wyatt.
Era como si el tiempo se detuviera por un minuto y nadie
supiera cómo reaccionar ante el anuncio de Wyatt. Sin embargo,
Sharon no se quedó sin palabras por mucho tiempo.

—¿Conseguiste ver a Wyatt desnudo? —Me dio una palmadita


en la espalda—. Muy bien hecho, nena. He estado tratando de
revisar las joyas de la familia durante años, y tú fuiste capaz de
acercarte a ellas. ¡Buen trabajo!

No tenía la energía para hacer nada más que sentarme,


envuelta en el abrazo de mi padre, y mirar sobre su hombro cuando
mi hermano finalmente descubrió cómo quería reaccionar. Golpeo a
su mejor amigo directamente a la cara.
4
Wyatt

Traducido y Corregido por Valentina

—¡Joder! —Mi cabeza giró hacia un lado cuando el puño de Jack


se conectó con mi mandíbula. Debería haberlo visto venir. Era eso o
tu nariz. Ahuequé el dolorido hueso en mi palma y sentí una
pequeña sensación de presunción de que estaba sacudiendo su
mano, silbando de dolor.

—¿Follaste a mi hermanita? —rugió él.

—Jack, no sabía que era tu hermana cuando me acosté con


ella. —Hice una mueca tan pronto como las palabras salieron de mi
boca. Incorrecto de decir, amigo. Probablemente sea una mala idea
recordarle que te follaste a su hermana.

Me agaché justo cuando su puño se dirigía a mi nariz.

—¡Chicos!

Veintiocho años y el sonido de la severa voz del padre de Jack


todavía nos llamaba la atención. Milo fue uno de los papás
divertidos, pero también exigió respeto y no soportó ninguna mierda.
Odiaba cada vez que me miraba con desilusión, era peor que la ira.
Abrió la boca, sin duda a punto de darnos un sermón, pero el sonido
de arcadas volvió a llamar nuestra atención.

Esta vez, me abrí paso antes de que alguien pudiera


detenerme y caí de rodillas al lado de Bailey. Sharon me entregó el
paño recién humedecido y se puso de pie, dándome palmaditas en la
espalda mientras pasaba. Había recogido el largo cabello rojo de
Bailey en un clip, así que usé mi mano vacía para frotar círculos
suaves en su espalda.

Cuando parecía que todo estaba fuera de su estómago, se echó


hacia atrás y usé el paño para limpiar su boca antes de tirarlo a la
basura. Luego la tomé en mis brazos y la puse en mi regazo. Su
cabeza cayó sobre mi pecho, claramente por el agotamiento, así que
cuando Sharon me entregó un cepillo de dientes, la ayudé a
cepillarse antes de llevarla al fregadero para enjuagarse la boca.
Cuando terminó, la saqué del baño, pero Jack me obligó a detenerse
en mi camino. Él extendió la mano e intentó alejarla de mí.

—Yo me ocuparé de ella, gilipollas. Ella es mi hermana. —


gruñó él.

La sostuve más fuerte contra mi pecho. —Ella es mi prometida


—respondí. Sus ojos se abultaron y su rostro comenzó a ponerse
rojo moteado. No tenía tiempo para esta mierda. Caminé alrededor
de él hacia la sala de estar y coloqué suavemente a Bailey en el sofá.
Milo apareció a mi lado y le entregó un pequeño vaso de algo
transparente y carbonatado.

Tomó un pequeño sorbo y aparté su cabello de su rostro,


frunciendo el ceño ante lo pálida que se veía. Sus ojos estaban un
poco vidriosos pero se estaban aclarando mientras me observaba
con un brillo especulativo en ellos.

Milo puso una mano pesada sobre mi hombro y me dio un


pequeño apretón. —Me alegro de que no voy a necesitar tener que
hablar contigo sobre hacer lo correcto y casarte con ella, Wyatt. —
murmuró—. Me haces sentir orgulloso.

—¡Sobre mi cadáver! —intervino Jack. Él vino detrás de mí y


agarró mi cuello, intentando levantarme del suelo. Teníamos
aproximadamente la misma altura y peso, pero me sorprendió y
pudo arrastrarme a mis pies.

Me metí en su cara. —Odiaría tener que lastimarte, Jack —


amenacé—, pero Bailey y yo nos vamos a casar. Esto no está en
discusión.

—Disculpa… —interrumpió la voz de Bailey y nuestras


miradas giraron en su dirección. Me sentí aliviado al ver que algo de
color volvía a sus mejillas, aunque parte del rubor era claramente
por la ira—. Estoy aquí. Por lo tanto, primero, no hables de mí como
si no lo estuviera. Segundo, no estoy segura si estoy embarazada,
solo que es posible. Y tercero, nadie se va a casar.

Yo palidecí. —Estamos seguros como la mierda. —gruñí.

Milo levantó la mano para pedir silencio, mirándome a mí y a


Jack. Una vez más, seguimos las órdenes de inmediato. Se arrodilló
junto al sofá y tomó la mano de Bailey. —Si estás embarazada…

Resoplé ante la insinuación de que ella podría no estarlo.

— …entonces será necesario casarse, nena.

Los ojos de Bailey se movieron entre Jack y Milo, sus cejas


hacia abajo, con un ceño fruncido en su hermoso rostro.

—Todos estos años desperdiciados, Bailey. Podríamos haber


sido una familia. No quieres quitarle eso a tu hijo o hija, ¿verdad?

Los ojos de Bailey se llenaron de lágrimas. —No —estuvo de


acuerdo—, pero esto no es lo mismo, papá. Wyatt lo sabe, y no tengo
intención de mantenerlos separados si hay un bebé.

—Además —resopló Jack—, ella nos tiene ahora. Ella no


necesita un esposo que no reconozca el compromiso incluso si le
muerde el culo.

Un comentario más y, que me ayuden, iba a engraparle la


boca.
—¡Jack! —espetó Milo—. No estás ayudando.

Los ojos llorosos de Bailey se fijaron en Jack, un destello de


miedo oscureció el azul del océano.

—Jack tiene razón, ¿no es así? —preguntó en un susurro,


mirando a su padre—. Tengo a mi familia para apoyarme. —Nunca
había visto a Milo con la expresión que apareció en su rostro, ella
era claramente valiosa para él, y notó mi admiración por él en todos
los sentidos.

—Por supuesto, nena. No importa lo que decidas, estaremos


aquí para ayudarte. —Su semblante de repente se animó, su rostro
esperanzado.— ¿Esto significa que te mudarás aquí
permanentemente?

Toda esta discusión era ridícula y estaba empezando a


molestarme. No sabía de dónde estaba visitando, pero estaría
moviendo su trasero aquí y a mi casa lo antes posible. Nos íbamos a
casar y podíamos conocernos como hombre y mujer. Además, ya
sabía que ella era mí para siempre, y ahora que íbamos a tener un
bebé, sería más fácil convencerla.

—Por supuesto, ella se mudará aquí — ladré—, mi esposa y mi


bebé vivirán conmigo.

Bailey me fulminó con la mirada y yo solo me encogí de hombros.


Esto no estaba en debate, era la forma en que iba a ser, maldita sea.
5
Bailey

Traducido y Corregido por Valentina

No apreciaba que un hombre que apenas conocía pensara que


podía tomar decisiones sobre mi vida por mí. A menos que contaras
el contexto carnal porque ciertamente estaría en lo cierto. Sacudí mi
cabeza, tratando de concentrarme en cualquier cosa que no fueran
las imágenes de cómo obtuvo esa idea.

—Ni siquiera sabemos si hay un bebé —discutí, concentrada


totalmente en Wyatt mientras mi padre se levantaba y se alejaba
para dejar que se acercara a mí. Claro, mi período estaba retrasado,
y el olor a carne asada me había hecho vomitar, pero podría ser otra
cosa. ¿Cierto?—, podría haber contraído un virus estomacal o haber
comido algo que no estaba de acuerdo conmigo.

La mirada de Wyatt cayó sobre mi vientre y luego volvió a mi


rostro para encontrarse con la mía. —No atrapaste nada excepto a
mi bebé.
Bajé la voz al más bajo susurro, no queriendo que mi padre o
hermano escucharan ninguno de los detalles sobre la noche que
había pasado con Wyatt. —Pero usaste condón las dos veces.

Se agachó frente a mí, tomando mis manos entre las suyas y


combinando su tono con el mío. —Se rompió, bebé. No me di cuenta
hasta que me desperté por la mañana. —Su agarre se apretó, casi
como si temiera que me alejara de él—. Te hubiera hablado de eso
antes, pero me diste un acto de desaparición.

Su evidente frustración me sorprendió. Había sido difícil salir


de su casa esa mañana, pero supuse que era lo que debía hacer, lo
que él esperaba de mí. Había actuado completamente fuera de lugar
con él, pero incluso mientras estaba asustada por la situación, me
había sentido segura envuelta en sus brazos. No tenía la intención
de lastimarlo, pero estaba empezando a pensar que eso era
exactamente lo que había hecho. Tal vez debería haber escuchado
los consejos de mi mejor amiga y haber regresado a su casa al día
siguiente. Ella había chillido tan fuerte en mi oído mientras me
gritaba por haber corrido así de él durante nuestra llamada que
pensé que podría quedar sorda. —Lo siento. No pensé que me
querrías allí durante toda la incómoda mañana siguiente.

—Pensaste mal, Bailey —gruñó, su voz un poco más alta—, te


quería allí esa mañana y cada una después.

—Claro que sí. —siseó Jack.


Mi cabeza se alzó bruscamente, su interjección me sorprendió
porque de alguna manera había logrado olvidar que mi hermano y
mi papá estaban en la habitación con nosotros. Mi fascinación con
él era tan absorbente.

—Deja de decir mierda para que tu hermana dude de mí —


Wyatt miro sobre su hombro antes de volverse hacia mí—, ¿Sabes
cuántas familias Cross hay en el estado de Nebraska? Porque lo
hago.

—¿Cómo? —jadeé

—Pasé el último mes buscándote, Bailey. —Era imposible


dudar de la sinceridad de su declaración. Por lo menos para mí. Mi
hermano era un asunto completamente diferente.

—Esto es una mierda.

Mi papá dio un paso adelante y tiró de Jack unos pasos hacia


atrás. —Es tu mejor amigo, Jack. Se conocen desde siempre, y tú y
yo sabemos que es un buen hombre. Entiendo que ser un hermano
mayor es nuevo para ti, al igual que tener una hija que proteger lo
es para mí, pero ambos debemos dejar que Bailey y Wyatt hablen de
esto sin que la situación sea más difícil para ellos.

—Ni siquiera sabemos si tenemos una situación todavía. —


gruñí, completamente mortificada por toda la conversación.
—Y ahí es donde entro yo —dijo Sharon desde la puerta,
cerrándola detrás de ella. Ni siquiera me había dado cuenta de que
se había ido, pero tenía en la mano una bolsa de la farmacia de la
calle. Ella se acercó y lo dejó caer en mi regazo—, como tu mejor
amiga no está en la ciudad, pensé que era mi responsabilidad como
tu madrastra salir corriendo y comprarte una prueba de embarazo.

Agarrando la bolsa con fuerza en mi puño, salté del sofá y


abracé a Sharon. No había forma de que pudiera pasar el día sin
saber si estaba embarazada. Diablos, ni siquiera sabía si podría
hacerlo una hora más, y ahora no tenía que hacerlo por ella. Regresé
corriendo al baño y arrojé el contenido de la bolsa al mostrador.
Había tres tipos diferentes de pruebas. ¿Quién incluso sabía que
había tantos tipos disponibles? Al escanear la parte posterior de
cada una, decidí usar la que ofrecía el resultado más obvio. No hay
líneas para mí. Quería que la prueba se comprometiera a
proporcionar los primeros resultados con las palabras —
embarazada — o — no embarazada — en la pantalla.

Abrí la caja y comencé a girar hacia el inodoro cuando


vislumbré en el espejo el reflejo de Wyatt. Estaba parado en la
puerta mirándome. —No. De ninguna manera. —Lo lleve un paso
atrás—. Puedes esperar ahí afuera. No voy a orinar delante de ti.

Cerré la puerta suavemente, resistiendo el impulso de


golpearla en su cara. No era su culpa que el condón se rompiera.
Había sido un participante dispuesto en todo lo que habíamos hecho
juntos. Mi mano cayó sobre mi vientre, frotando ligeramente,
mientras caminaba de regreso al baño. Hice mis asuntos y volví a
colocar el palo sobre el mostrador. Luego me apoyé contra la puerta,
queriendo estar más cerca de Wyatt pero aún no estaba lista para
abrirla y verlo todavía. Mi pulso se aceleró y mi estómago volvió a
girar mientras esperaba que llegaran los resultados. Tres minutos
nunca parecieron durar tanto. Y luego todo terminó y los resultados
comenzaron.

Embarazada.

Estaba embarazada.

Oh Dios mío, estaba embarazada.

Con el bebé de Wyatt.

Y él estaba esperando justo afuera de esa puerta.

—No hay tiempo como el presente. —me susurré antes de


abrir la puerta.

Wyatt estaba parado allí, con una sonrisa de mierda en su


rostro. —Te golpeé, ¿verdad?

—No se supone que debes parecer tan feliz por eso. —me
quejé—. Además, estas pruebas no son cien por ciento precisas.
Probablemente debería buscar un médico para poder hacerme un
análisis de sangre para confirmarlo.
Su sonrisa se volvió aún más presumida y me levantó y me
hizo girar.

—Vas a poner a la chica enferma de nuevo. —reprendió


Sharon.

Ella tenía un buen punto porque mi cabeza ya estaba girando,


y no en estado de shock. Este era el tipo de mareo donde terminabas
con manchas negras bailando frente a tus ojos. —No es broma.

—Lo siento, cariño. Debería saberlo mejor. Prometo hacerlo


mejor de ahora en adelante. —Me colocó suavemente en el sofá—.
Comenzando por llevarte a ver a un médico hoy.

***

Cuando Wyatt pensaba en algo, hacia las cosas rápidamente.


Solo fueron cuarenta y cinco minutos después cuando me encontré
en el consultorio de un médico y me llevaron de regreso a una sala
de prueba con Wyatt a mi lado.

—El doctor estará aquí en breve. Levántate y quítate el vestido


y bragas, pero puedes dejar el sujetador si quieres. —instruyó la
enfermera, cerrando la puerta detrás de ella.

—Date la vuelta. —Gire mi dedo en el aire hacia Wyatt.


—No es que no lo haya visto antes —se quejó, pero se volvió y
miró hacia la pared como le había pedido—, también lo toque, lamí y
chupe.

—Sí, lo hiciste. —murmuré por lo bajo, sonrojándome por los


recuerdos mientras terminaba de ponerme la bata y me subía a la
mesa de examen.

—¿Qué? —preguntó Wyatt.

—Dije que puedes darte la vuelta ahora. —mentí totalmente.

—¿Seguro que eso es lo que dijiste?

Fui salvada por un rápido golpe en la puerta. La enfermera de


antes asomó la cabeza dentro. —Hey, el doctor está un poco
retrasado y quería que comenzara tu extracción de sangre. ¿Estás
decente?

—Lo estoy —confirme.

Entró en la habitación, seguida de un flebotomista. Wyatt


tomó mi otra mano mientras tomaba algunas muestras para
analizar. —¿Por qué tantos tubos para probar el embarazo? —
preguntó

—Mientras hacemos un pinchazo de aguja, también


buscaremos otras cosas. Nada de qué preocuparse. Es estándar. Si
Bailey está embarazada, terminará atascada aquí tantas veces,
apreciará que los dupliquemos ahora.

—Grandioso —murmuré cuando estábamos solos otra vez—,


odio las agujas.

Soltó mis manos, jugando con el dobladillo de la bata y


haciéndome querer extender mis piernas y envolverlas alrededor de
sus caderas, por inapropiado que sea en realidad. —Entonces
supongo que será mi trabajo hacer que cada viaje al médico valga la
pena.

Tenía una idea bastante buena basada en los círculos que sus
pulgares dibujaban sobre mis rodillas, pero no pude resistir
preguntar de todos modos. —¿Cómo, por favor, vas a hacer eso?

—Así —susurró mientras deslizaba sus manos por mis muslos


hasta que descansaban justo debajo de mi coño—, haciéndote venir
para mí.

Presionó firmemente, ensanchando mis piernas y abriéndome


a su toque. Ya estaba mojada y caliente, todo lo que había
necesitado era la sensación de sus palmas en mis piernas desnudas.
Mis caderas se levantaron cuando sus dedos formaron un círculo
sobre mi clítoris.

—No podemos hacer esto —protesté débilmente—, El doctor


podría estar aquí en cualquier momento.
—Entonces supongo que mejor trabajo rápido para hacerte
venir antes de que toque a la puerta porque ya es bastante malo que
sea un hombre. De ninguna manera voy a dejar que vea lo hermosa
que eres cuando te vengas.

Su toque en mi clítoris se hizo más exigente y deslizó un dedo


dentro de mí.

—Estoy tan cerca. —gemí.

Giró la mano, encontrando el lugar correcto, pero eso no fue lo


que me envió al límite. Fue la forma en que me miró cuando apoyó
su cabeza contra la mía y me vio volar en sus manos.

En serio, ¿quién era yo cuando estaba con Wyatt? ¿Cómo logró


hacerme olvidar todo hasta el punto de encontrarme como un águila
extendida en la mesa de examen, con este horrible vestido subiendo
por mis piernas, mientras llegaba al clímax en su mano?
6
Wyatt

Traducido y Corregido por Valentina

No había nada en este mundo tan hermoso como Bailey


cuando viene. Saqué mi dedo de la succión de su coño empapado y
manteniendo mis ojos fijos en los de ella, lo lamí para limpiarlo. Su
rostro se calentó con un sonrojo y le guiñé un ojo, con una sonrisa
en mis labios.

Hubo un breve golpe en la puerta antes de que se abriera


lentamente. —¿Bailey Cross? —Un hombre de mediana edad con
una bata blanca de laboratorio entró, mirando un gráfico, antes de
sentarse en un pequeño taburete en la parte inferior de la mesa de
examen. Cuando levantó la vista de la hoja, frunció el ceño—. ¿Se
siente bien, Sra. Cross? Te ves un poco sonrojada, ¿estás demasiado
caliente? —preguntó mientras tomaba un termómetro de la mesa de
instrumentos a su lado.

Reprimí una carcajada y Bailey me lanzó una mirada asesina,


lo que hizo aún más difícil contenerlo.
—Estoy bien, gracias, doctor —dijo ella rápidamente—,
Simplemente estoy nerviosa.

Parecía dudoso, pero volvió a bajar la máquina y regresó a su


tabla. —Primero, déjame confirmar que estás embarazada.

Mi sonrisa parecía que me iba a partir la cara. Esto era todo lo


que podría haber esperado. Estaba extasiado al descubrir que iba a
ser papá, pero el beneficio adicional era que Bailey ahora estaba
permanentemente unida a mí. Los planes comenzaron a formarse en
mi cabeza, agitándola, una boda rápida, haciendo que se enamorara
de mí. Me había enamorado de Bailey en el momento en que la
conocí y me iba a asegurar de que ella me necesitara tanto como yo.

Todavía parecía un poco conmocionada, pero sus ojos también


estaban iluminados de felicidad y suspiré de alivio. El médico la tocó
y la presionó un poco y luego nos dio información, vitaminas, fecha
de terminación aproximada y una lista de lo que se debe y no se
debe hacer. Cuando terminó, dejó el gráfico y encendió la máquina
que miraba la computadora al lado de la mesa de instrumentos. —
¿Quieres que tú y tu esposo se hagan un ultrasonido? Es posible
que no podamos ver nada, pero a veces el bebé aparece temprano.

—Oh, no estamos casados. —aclaró Bailey de inmediato, lo


que me molestó.
—Sin embargo —gruñí—, todavía no estamos casados, pero
estamos comprometidos.

Bailey abrió la boca, probablemente para discutir, pero la


cerró cuando la miré, gruñendo de irritación.

—Sí, nos gustaría una ecografía. —respondí por ella.

El doctor se levantó y tomó uno de los lazos del vestido de mi


mujer. Sabiendo que no tenía bragas puestas, gruñí
involuntariamente y él retrocedió sorprendido.

Bailey puso los ojos en blanco. —¿Puedo volver a ponerme la


ropa interior primero? —preguntó ella dulcemente.

—Oh, sí, adelante.

El doctor se ocupó de algo mientras Bailey saltaba de la mesa


para tomar sus bragas. Las encontré primero e intenté ayudarla a
ponérselas, ignorándola cuando me dio una palmada. Ella se rindió
y entró en ellas cuando me agaché, ofreciéndolas. Las deslicé por
sus piernas, dejando que mis dedos se arrastraran sobre su piel
sedosa, solo logrando no presionar mi cara entre su hendidura e
inhalar profundamente. Un pequeño gemido escapó de sus labios y
me puse tan duro que me preocupaba no poder salir de la oficina sin
follarla. No podía esperar para llevarla a casa para poder
reencontrarme con su delicioso cuerpo.
El doctor tosió torpemente, interrumpiendo nuestro momento.
Me puse de pie y volví a levantar a Bailey sobre la mesa. Él
vacilantemente extendió la mano otra vez, pero ella abrió el vestido
primero, mirándome con fastidio. Me encogí de hombros y tomé su
mano. No me disculparía por los sentimientos posesivos que tenía
por ella.

Cuando su estómago fue visible, lo miré maravillado. Mirando


un poco más de cerca, estaba seguro de que podía ver un ligero
redondeo del área, apenas allí, pero comprendí el hecho de que mi
chica ahora lucía un bulto de bebé.

Al señalarlo, le pregunté con entusiasmo al médico—: No me


lo estoy imaginando, ¿verdad?

La cabeza de Bailey voló desde donde había estado


descansando, su mano apretada sobre su estómago. Pasó una mano
sobre la superficie no muy plana y gimió, a pesar del brillo
encantado en su melancolía. —¿Cómo no me di cuenta de eso?

El doctor se echó a reír—: Es fácil pasarlo por alto si no lo


estás buscando. El hecho de que haya evidencia de embarazo tan
temprano significa que es más probable que veamos al bebé en la
exploración.

Después de arrojarle algo pegajoso al estómago, movió una


cosa tipo varita sobre el área y observó la pantalla en el monitor.
La pantalla se iluminó y el médico movió el instrumento
alrededor de su vientre. Finalmente hizo una pausa y usó un dedo
cubierto con guantes de látex para tocar la pantalla. —Esa pequeña
mancha negra entre todas las blancas es donde está creciendo tu
pequeño.

Mis ojos estaban pegados a la imagen frente a mí, mi mano


agarraba firmemente a Bailey. El doctor se inclinó para presionar un
botón, rompiendo mi conexión con la máquina. Usé un solo dedo
debajo de su barbilla para girar la cabeza de Bailey hacia mí. Estoy
seguro de que la maravilla en su rostro se reflejó en la mía. Me
incliné y rocé mis labios sobre los de ella. —Ese es nuestro hijo,
bebé. —Ella asintió en silencio y la besé nuevamente, demorándome
hasta que escuché al doctor aclararse la garganta.

Le dimos nuestra atención y nos entregó dos pequeñas fotos,


capturando el momento en que vimos por primera vez nuestro
pequeño maní. Las tomé con reverencia y después de mirarlas un
poco más, puse una en el bolso de Bailey y metí la otra en mi
billetera.

—Debe hacer una cita para ver a su obstetra en seis semanas,


o si decide continuar conmigo, Lisa, al frente, los ayudará a
reservar.
Se quitó los guantes y nos estrechó la mano, luego nos dejó
solos. Ayudé a Bailey a salir de la mesa y me di vuelta para dejarla
vestirse sin discutir, los dos perdidos en nuestros pensamientos.

Me tocó el brazo para hacerme saber que era seguro dar la


vuelta, y entrelacé mis dedos con los de ella cuando salimos de la
habitación. Nos detuvimos en el frente para recoger una receta de
vitaminas y ella le mencionó a la mujer detrás del mostrador que
quería reservar su próxima visita.

No está pasando.

—Ella no necesitará otra cita. Gracias, —dije secamente y


arrastré a Bailey de la oficina, ignorando su chisporroteo.

—¿Qué diablos, Wyatt? —gritó cuando llegamos al auto.

Al abrir su puerta, la levanté al asiento del pasajero de mi


camioneta y la abroché antes de responder. —Bebé, te
encontraremos el mejor médico de la ciudad. La mejor doctora. —
subrayé. Luego cerré la puerta y di la vuelta al lado del conductor.
Bailey resopló un poco y murmuró algo sobre hombres mandones.
Ella podía quejarse todo lo que quisiera, yo era el único hombre que
pasaría tiempo con su lindo coño.

Una vez que estuvimos en el camino, conduje hacia mi casa


con urgencia, desesperado por estar enterrado profundamente
dentro de mi chica.
—Wyatt, te perdiste el desvío. —dijo con impaciencia cuando
conduje por la calle de su padre.

—Nos vamos a casa. —Mi voz era un hecho.

—Mi casa está allá atrás. —objetó ella, su pulgar sacudiéndose


sobre su hombro.

Suspiré. —Vamos a discutir los arreglos más adelante. Déjame


ponerlo de esta manera. —Mi mano fue automáticamente entre sus
piernas y apretó contra su centro—. Bebé, he esperado cuatro
semanas para coger de nuevo y no estoy esperando por más tiempo
ser dueño de este coño. —Arrastre mis palabras—. Es en nuestra
casa, la de tu papá o esta camioneta. Elige la opción.

Frotando mi mano un poco más fuerte, mentalmente


canturreé triunfante cuando ella jadeó—: La tuya. —Seguido de un
gemido necesitado.

Apreté el acelerador un poco más fuerte y deslicé un dedo


dentro de sus empapadas bragas. Casi me reí de la similitud de esta
situación a cuando nos conocimos. Nos detuvimos en mi camino de
entrada y tiré la camioneta al jardín, luego corrí a su lado y la
desabroché antes de que tuviera la oportunidad. Su mano se metió
en la mía, la arrastré hasta la casa y abrí la puerta, la atraje hacia
adentro y cerré de un puntapié cuando la presioné contra la pared.
—Pienso en lo que te hice contra esta pared —murmuré,
mordisqueando su oreja—. Haciéndote mía y solo mía, tengo la
tentación de recrearlo de nuevo. —Mis caderas se balancean contra
las de ella mientras tomo su boca en un beso profundo, sintiendo su
cuerpo temblar—. Otra vez. Te necesito en nuestra cama.

La levanto y la arrojo sobre mi hombro como un bombero,


caminando por el pasillo hasta la habitación.

—Tu cama. —la escuché gruñir suavemente, ganándose un


fuerte golpe en su delicioso culo.

—¡Ow! —exclamó ella, moviéndose para librarse de mi agarre,


pero apreté, con cuidado de no dejarla caer.

Cuando llegamos a la cama, la puse suavemente sobre ella y


la seguí hasta que mi cuerpo cubrió completamente el de ella. Tenía
curvas tan suaves y generosas sin ángulos huesudos que me darían
miedo cortarme. Estaba a punto de terminar, así que empujé mi
mano por debajo de sus pantalones y dentro de sus bragas, mi dedo
se hundió y la encontré tan jodidamente húmeda y lista para mí.

Me quité la camisa y le pase la suya sobre su cabeza, mi polla


prácticamente llorando al ver sus grandes tetas. Sellando mi boca
sobre la de ella, logré mantener el contacto mientras nos despojaba
a ambos. El contacto de nuestros cuerpos desnudos y febriles
provocó gemidos guturales de cada uno de nosotros.
—Eres tan jodidamente perfecta, bebé. Nunca tendré
suficiente de ti. —Bajé la cabeza para chupar un gordo pezón en mi
boca y gruñí ante el dulce sabor—. No puedo esperar para ver estos
hinchados y llenos, listos para alimentar a nuestro hijo.

Agarrando mi polla dura como una roca, apreté la base una


vez, tratando de aliviar un poco la presión para no soplar en el
momento en que entré en ella. A la mierda. Lo dejé ir y me conduje
profundo, tan jodidamente profundo. Ella gritó y su sonido,
mezclado con la exquisita sensación de estar dentro de ella desnuda,
me provocó un frenesí. Mi boca continuó deleitándose con sus tetas,
mordiendo, chupando y lamiendo sus pezones mientras metía mi
polla en su coño.

—¡Wyatt! ¡Oh! ¡Oh! ¡No pares!

No hay una jodida oportunidad en el infierno .

Palmeando su trasero perfecto, levanté su pelvis para cambiar


el ángulo y ella comenzó a gritar con cada empujón de mi polla. Las
paredes de su coño se estaban apretando, apretando, agarrándome
y tratando de mantenerme dentro.

—Joder, cariño. Te sientes tan bien. Podría vivir en este


pequeño y apretado coño.
Me estaba poniendo más duro y un hormigueo comenzó en la
base de mi columna vertebral cuando mis bolas comenzaron a
estirarse. Aún no.

—Este coño es mío, Bailey. —ladré—. Fui tu primero y voy a


ser el último. Perteneces aquí conmigo, en nuestra casa, nuestra
cama, dándome bebés.

—Wyatt, no puedes simplemente...

La interrumpí, golpeando aún más profundo y cuando todo su


cuerpo temblaba y ella gritaba mi nombre, levanté una mano y le di
una palmada en el culo, deseando poder ver la huella de la palma
roja en esa mejilla regordeta. Una bofetada más y ella se astilló, su
cuerpo convulsionándose y agarrándome con tanta fuerza. En mi
próximo empujón, me enterré tan profundamente dentro de ella que
me pregunté si había fusionado nuestros cuerpos de forma
permanente en uno.

—¡Jodeeeeeeer! —grité, chorros de semen salieron disparados


de mi cuerpo una y otra vez, llenándola con la mayor cantidad
posible de mí. Mi orgasmo fue tan feroz que me pregunté si sería
posible tener otro bebé dentro de ella.

Vacío y gastado, me derrumbé encima de ella, pero rodé a un


lado inmediatamente para no aplastarla. Le di la vuelta y la tiré
hacia mí para que su espalda estuviera pegada a mi frente.
Lanzando una pierna sobre la de ella y envolviéndola fuertemente en
mis brazos, me quedé dormido decidido a evitar que se me escapara
por la mañana.
7
Bailey

Traducido por Ecberm


Corregido por Valentina

Tuve una sensación de déjà vu cuando desperté, envuelta en


los brazos de Wyatt después de otra noche de pasión. La última vez
que estuve en este mismo lugar, me asusté y me fui antes de que se
diera cuenta de que no estaba. Fue tentador volver a intentarlo, pero
sabía que no podría ir muy lejos. Mi conciencia no me lo permitía,
no cuando estaba embarazada de su bebé, y tampoco él. Lo hizo
obvio cuando me dijo que me había buscado cuando me fui antes.
Dejé que eso me afectara por un momento. Wyatt me buscó.

No, eso fue quedarse corto.

Había buscado por todo el estado de Nebraska tratando de


encontrarme. A mí, la virgen sin experiencia que se había follado
contra la pared.

Nuestra situación era inesperada, no había discusión sobre la


rapidez como las cosas habían sucedido entre nosotros. La forma en
que reaccioné fue aterradora. Saber que estaba embarazada de su
bebé me cambió la vida. Pero todo fue un poco emocionante, al
darme cuenta de que un hombre como él me deseaba tanto. La
pierna de Wyatt se deslizó entre la mía mientras se agitaba,
originando un hormigueo por mi columna vertebral. Corrección,
nuestra situación era explosiva.

Por muy tentador que fuera disfrutar de la sensación de su


cuerpo caliente contra el mío, necesitaba orinar. Inmediatamente.
Estaba contemplando cómo salir de su agarre para escapar al baño
cuando mi estómago soltó el gruñido más fuerte de la historia del
mundo. Atrapada por mi propia barriga.

—Mierda —Wyatt gimió con voz grave, sus brazos apretando a


mí alrededor—. Debería haberme asegurado de que tuvieras un
bocadillo antes de que nos durmiéramos. Apenas tocaste la cena y
parece que mi chico necesita ser alimentado.

No podía discutir la parte de no comer mucho porque el olor


de la carne asada había hecho que mi estómago siguiera
revolcándose la noche anterior. Aparentemente, estaba en la fase de
náuseas nocturnas en lugar de matutinas porque me moría de
hambre sin una leve náuseas en este momento. ¿Pero la parte del
chico? Sí, eso podría discutirlo. —Creo que quieres decir que mi
chica necesita desayunar.

Frotó su barbilla contra mi cuello, su barba raspando mi


tierna piel y dejando piel de gallina a su paso.
—Me das una niña y puede que tenga que darte unos azotes
otra vez.

Mi cara se calentó al recordar cómo reaccioné ante la


sensación de su palma golpeaba mi piel anoche. Había sido
increíblemente caliente y ahora me preguntaba si había algo que
pudiera hacer para garantizar que tuviéramos una chica. Recibir
unos azotes sexys de Wyatt definitivamente no era un elemento
disuasivo. Sin embargo, no quería que se diera cuenta de ese
pequeño hecho, ya que quería tener la oportunidad de ganarme
unos cuantos azotes en el futuro.

Decidí que un poco de descaro podría hacer que siguiera


adelante. —¿Me estás diciendo que amarías más a un hijo que a una
hija?

—Por supuesto que no —contestó, claramente molesto por mi


suposición—. Pero, con un chico, no tengo de qué preocuparme. Si
nuestra hija fuera la mitad de hermosa que su mami, tendría que
encerrarla en una torre donde los chicos no pudieran alcanzarla —
se detuvo, frotándose la barbilla pensativamente—. Un cinturón de
castidad tampoco estaría fuera de consideración.

Puse los ojos en blanco y me reí, pero por dentro me estaba


desmayando. —¿Qué tal si me buscas algo de comida mientras
utilizo el baño y nos preocupamos por el sexo de nuestro bebé más
tarde? —Mierda, iba a tener un bebé y no sabía nada sobre el
embarazo ni sobre ser madre. Nunca antes había sostenido a un
bebé—. Necesito ir a la librería hoy.

—Baño, comida y una librería. —Wyatt se rio—. Creo que


puedo hacer todo eso por ti, pero no hasta que me den mi beso de
los buenos días. Me lo perdí la última vez y me prometí a mí mismo
que empezaría todos mis días con un beso tuyo una vez que lograra
encontrarte. No esperaba que tardara tanto, pero ahora estoy más
que listo para compensar todas las mañanas que me perdí.

No me da la oportunidad de objetar, ahuecando mi cara en


sus manos e inclinando mi cabeza para poder capturar mis labios.
No tenía sus labios cerrados, ni tampoco estaba preocupado por el
aliento matutino. Este era un beso que me consumía y me dolía el
corazón, haciéndome olvidar lo mucho que necesitaba usar el baño.
Mis piernas temblaban tanto cuando me soltó, que apenas pude
salir de la cama.

Mis mejillas aún estaban sonrojadas y mis labios hinchados


cuando me miraba al espejo mientras me lavaba las manos. Me
salpicaba la cara con agua fría, esperando ocultar lo mucho que me
había afectado su beso. Teníamos asuntos serios que discutir hoy, y
Wyatt no necesitaba saber que tenía un arma secreta en su arsenal.
Con la forma en que me hacia derretirme, necesitaba todas las
ventajas que pudiera obtener, incluyendo un buen desayuno para
empezar la mañana. Una muy necesaria basada en la sensación
dolorosa y roedora de mi estómago.
Entré en la cocina y encontré a Wyatt de pie frente a la nevera,
con el brazo apoyado en la puerta abierta. —Dame de comer. —
lloriqueé.

Se giró para mirarme, con una mirada de disculpa en su cara


mientras cerraba la puerta de la nevera. —¿Recuerdas cuando te
prometí comida?

—Umm, sí. Fue hace sólo un par de minutos.

—Vamos a tener que salir a desayunar porque prácticamente


no hay comida en casa —admitió—. Ciertamente no me sentiré
seguro sirviéndote algo ya que no estoy seguro de cuánto tiempo ha
estado en los contenedores de sobras ahí.

Pasé a su lado y abrí la puerta de la nevera, encontrando una


caja de pizza, contenedores para llevar de comida china y cerveza en
los estantes. Mirando a la puerta, noté mantequilla, leche y una
botella de jarabe. Me moví a la despensa, abrí la puerta y busqué en
los estantes casi vacíos cualquier cosa que se pareciera a la mezcla
para panqueques o harina. Dejé salir una sonrisa de asombro,
sorprendida de que ni siquiera tenía suficientes alimentos básicos a
mano. La casa podría no parecerlo en la superficie, pero la casa de
Wyatt era definitivamente un apartamento de soltero. —Olvida eso,
definitivamente vamos a salir a comer. —Mi estómago gruñó fuerte
otra vez—. Ahora.
No estaba contenta de volver a ponerme la ropa del día
anterior para salir a primera hora de la mañana. Lo estaba aún
menos cuando Wyatt cambió mi pedido. —Cambie su café por té de
hierbas y añada un poco de fruta fresca.

La camarera volvió a prestarme atención, con su frente


levantada y sus labios inclinados por diversión. —¿Te parece bien,
cariño?

—Odio el té —me quejé.

—La cafeína no es buena para el bebé —respondió Wyatt.

—Ahh, eso lo explica —La camarera se rio, su mirada cayendo


hacia mi vientre—. ¿Qué tal si te traigo café descafeinado? Todo el
sabor sin nada del protagonista.

—Bien —suspiré, quejándome con Wyatt después de que se


fuera—. El punto del café es la cafeína.

—Nena —respondió como si eso fuera una respuesta


completa. Supuse que lo era, al menos hasta que tuve un libro sobre
el embarazo en la mano que decía que podía tomar una taza de café
sin lastimar al bebé.

—No seas un sabelotodo.

—Mejor que un imbécil —devolvió el disparo.


¡Gah! Ganar con este hombre era imposible. —Siempre y
cuando no creas que esto significa que voy a empezar a dejar que
tomes todas las decisiones por mí.

Metió la mano debajo de mi silla y la acercó a la suya,


envolviendo un brazo alrededor de mi hombro hasta que estuve lo
suficientemente cerca. —Haré lo mejor que pueda para no agobiarte,
pero voy a tener voz en tu vida de ahora en adelante.

Me mordí la lengua, queriendo discutir pero sabiendo que no


era justo. Hasta cierto punto, lo que dijo era cierto. Estaba
embarazada de su bebé, lo que significaba que íbamos a estar
conectados para siempre, independientemente de lo que ocurriera
entre los dos en el futuro. —Escucharé tu opinión —admití.

—Bien —Asintió—. Ya que necesitamos hablar acerca de los


arreglos de vivienda, tengo mucha información que me gustaría
compartir. —Prácticamente escupió la palabra “información”,
dejando claro su desagrado por mi elección de palabra—.
Empezando con el hecho de que quiero que te mudes aquí
permanentemente.

—No estoy segura de estar lista todavía.

No me dejó terminar mi respuesta. —Aún no había terminado,


Bailey. —Su brazo se deslizó de mi hombro, y me giró, así que
estábamos uno frente al otro—. Cuando digo “aquí”, no me refiero a
este pueblo, ni tampoco a la casa de tu padre. Te quiero bajo mi
techo para poder ver a mi bebé crecer en tu vientre, para estar
contigo en cada paso del camino.

Dejé caer mi cabeza contra su pecho y gemí. —¿Cómo se


supone que voy a discutir contigo cuando dices cosas tan dulces?

—No lo hagas. Será mucho más fácil si sigues con todo lo que
quiero.

Mi cabeza se volvió a levantar al oír el sonido de los platos que


estaban colocando sobre la mesa. —No vayas engañando a la chica
para que acepte algo cuando se está muriendo de hambre. —La
camarera le agitó el dedo antes de prestarme atención—. Adelante y
llena tu barriga para que puedas pensar con claridad antes de
decirle que harás lo que quiera.

Salvada por la comida. Nuestra conversación se detuvo


mientras me llenaba la boca, devorando toda la comida que había
pedido más la fruta que Wyatt había insistido en conseguirme. Me
dio tiempo para reflexionar, y estaba lista para discutir las cosas un
poco más racionalmente una vez que pude saciar mi hambre.

—Cuando vine a Nebraska, se suponía que era sólo por el


verano. Quería tener la oportunidad de conocer a mi padre y a mi
hermano, pero siempre planeé regresar a casa antes de que
comenzara el año escolar. Tengo un trabajo y un hogar allí
esperándome.

—Eso puede ser cierto, pero tienes una familia y el padre de tu


bebé aquí para ti.

Agarré su mano, atando mis dedos a través de los suyos


mientras buscaba las palabras correctas para hacerle entender. —
Durante tanto tiempo, fuimos mi madre y yo contra el mundo. Ahora
se ha ido y tengo una familia. —Me detuve, mi mano cayendo sobre
mi vientre— …pero no estoy lista para dejar la casa en la que pasé
toda mi infancia. Es la última atadura a mi madre y no estoy
preparada para venderla y marcharme.

—No te estoy pidiendo que dejes la casa de tu madre —


murmuró, apoyando su mano en la mía. —Podemos quedárnoslo
para las vacaciones familiares, para que nuestros hijos vean cómo
fue tu infancia. Diablos, podemos pasar todo el verano allí cada año
si quieres. Soy arquitecto, y mi propio jefe desde que soy dueño de la
firma. Puedo trabajar desde donde quiera con una oficina móvil, y el
lugar donde más quiero estar es a tu lado.

—Ahí vas, estas siendo tierno otra vez. —Suspiré,


considerando todo lo que había dicho. La idea de regresar a mi
ciudad natal embarazada de tres meses y sola, excepto por mi mejor
amiga, era desalentadora. No era lo que quería para mí, y por
supuesto que no era lo que quería para mi bebé. Especialmente
cuando Wyatt me ofrecía la solución perfecta. —Llamaré a la escuela
y veré si me dan una licencia por el embarazo. Si voy a pasar el
próximo año…

—Más como el resto de tu vida — interrumpió.

Lo miré con ira. —Bien, entonces tendré que volver y recoger


algunos de mis objetos personales y recuerdos que dejé en casa. La
ropa no será un problema ya que voy a necesitar un guardarropa
nuevo debido al embarazo.

—Te llevaré y cargaré el camión yo mismo si eso significa que


lo voy a llevar todo a mi casa.

—Entonces supongo que tenemos un trato —Estuve de


acuerdo. —Pero no pienses ni por un segundo que he olvidado cómo
me llamaste tu prometida ayer en el consultorio del doctor. Puede
que haya accedido a mudarme contigo, pero eso no significa que me
vaya a casar contigo.

—Tal vez aún no —respondió, con una sonrisa de suficiencia


porque sabía que había ganado este asalto—. Pero voy a hacer lo
que sea para que suceda antes de que des a luz a mi hijo, y esa es
una promesa que puedes llevar al banco.

Sentí como si el guante hubiera sido tirado, pero de ninguna


manera iba a recogerlo. Era un desafío que estaba bastante segura
de que no podía ganar, no contra el hombre que me había metido en
su cama la primera noche que nos conocimos. El mismo hombre
que se las arregló para embarazarme la segunda vez que tuve sexo.
Y había sido capaz de convencerme de que dejara la ciudad donde
crecí para mudarme al otro lado del país. Era persuasivo, por no
decir otra cosa. Además, si era brutalmente honesta conmigo
misma, ni siquiera estaba segura de querer ganar.
8
Wyatt

Traducido por Ecberm


Corregido por Valentina

Subí una última caja a mi camión, cerré el portón trasero,


aseguré la lona y regresé a la casa. Llevábamos dos días en
California recogiendo las pertenencias de Bailey. Al principio, sólo
había empacado otra maleta y una pequeña caja, como si fuera a
volver para una larga visita. No dejé que se saliera con la suya.
Puede que aún no lo haya aceptado del todo, pero este ya no era su
hogar. Empecé a empacar su habitación mientras se enfadaba y se
marchaba furiosa. Tomándome mi tiempo, trabajé lentamente,
esperando. Efectivamente, veinte minutos más tarde, volvió a entrar
en la habitación y me hizo a un lado murmurando que lo estaba
haciendo todo mal.

Me reí y levanté las manos para rendirme hasta que me dio


instrucciones y nos pusimos a trabajar. Terminamos la habitación al
día siguiente y me pidió que apilara todas las cajas en una esquina.
Hice lo que me pidió, pero cuando fue a cenar con su mejor amiga,
lo lleve todo a la parte trasera del camión. Insistí en quedarnos en
un hotel, sin querer que limpiara además del trabajo de empacar
que había hecho, así que no regresamos a la casa esa noche. Me las
arreglé para mantenerla lo suficientemente distraída como para que
no se diera cuenta esta mañana que las cajas ya estaban en el
camión y que ahora estábamos listos para salir a la carretera.

Eran las primeras horas de la tarde y podíamos hacer una


buena distancia antes de llegar la noche. No me gustaba tenerla
sentada en el coche durante tanto tiempo, pero quería llevarla a
casa y asentarnos aún más. Sin embargo, planeaba hacer una
parada lo suficientemente temprano como para tener una cena
relajada y dormir bien. Estaba particularmente dedicado a agotarla
para que no tuviera problemas para dormir.

Sonreí para mí mismo. Algunas noches, colapsé antes que


Bailey, era insaciable. Si así sería cada vez que estuviera
embarazada, estaba pensando seriamente en mantenerla
embarazada durante la próxima década.

Una vez que crucé la puerta principal, me detuve y la observé


mientras deambulaba por la habitación principal, su mano
siguiéndola suavemente, tocando recuerdos y muebles. Su rostro
estaba melancólico, sus ojos llenos de tristeza, y no quería nada más
que quitarle el dolor de su pasado. Después de unos minutos, me
acerqué y la envolví en mis brazos. Se apoyó contra mí, con la
cabeza apoyada en mi pecho, y respiró hondo.
—Le hubiera encantado ser abuela —murmuró, y luego se rio,
el sonido se apagó contra mi camiseta—. Tan loco como suena
teniendo en cuenta lo que hizo con mi padre, no le hubiera gustado
tanto que tuviera un bebé fuera del matrimonio.

—Fácil de rectificar. —Le recordé. Había aprovechado todas


las oportunidades que se me presentaban para hablar de
matrimonio, pero había sido muy hábil en eludir el tema, para mi
frustración.

Se quedó en silencio un rato, luego frotó su nariz contra mi


camisa como si le diera un beso de esquimal. —Le hubieras gustado
—El calor se extendió por mi pecho ante la idea de que su madre me
hubiera aprobado. Esperaba que me apoyara, dondequiera que
estuviera.

Bailey inhaló y me rompió el corazón sabiendo que estaba


sufriendo. Tenía tantas ganas de poder cambiarlo, pero no había
manera de arreglarlo. Dejé caer un beso en la parte superior de sus
rizos de color rojo intenso, y luego puse mi mejilla sobre el punto
sedoso.

—Estoy seguro que nuestro hijo la hubiera adorado.

Sentí que sus mejillas se movían con una sonrisa antes de


escuchar su dulce risita. —Sí, nuestra hija hubiera amado a su
abuela.
Llevábamos días jugando a este juego y sabía que esto
aliviaría su estado de ánimo. Me encantaba burlarme de que el bebé
era un niño, pero la verdad es que la imagen de una hermosa niña
con el cabello rojo y los ojos azules de su madre había echado raíces
en mi cabeza. Sin embargo, fue acompañado por el terror al pensar
en cuando tenga edad suficiente para salir con alguien. Ningún niño
sería lo suficientemente bueno para mi niña. Chicos. Sólo
deberíamos tener hijos varones.

—¿Estás lista para irte, nena? —Besé su cabeza de nuevo


cuando suspiró.

—Sí. —Me miró y sus ojos azules como el mar nadaban con
lágrimas, pero me dio una sonrisa temblorosa—. Es difícil dejarla ir,
pero estoy emocionada de tener un nuevo maravilloso capítulo en mi
vida.

Aparte mis brazos que estaban alrededor de su cuerpo y


ahueque sus mejillas en las palmas de mis manos, besando cada
lágrima que se escapaba. —No esperaba nuestra parte en esta
historia, nena. Pero, viéndolo delante de mí ahora, no podría estar
más feliz.

*****
Levantando a Bailey en mis brazos, sentí que se movía
mientras la llevaba y a nuestro bolso a la puerta de la habitación del
hotel. Había caído en un sueño emocionalmente agotada a una hora
de nuestro viaje. No era tarde, pero se estaba cansada más y más
últimamente. Al principio estaba preocupado, pero había leído en los
libros que Bailey compró y decían que era normal.

No quería que se sintiera incómoda, así que una vez que


llegamos a Las Vegas, me detuve en un hotel y nos registré para
pasar la noche. Después de entrar en la habitación, dejé la bolsa en
el suelo y la acosté suavemente en la cama. Mirándola, me
sorprendió su belleza, y un torrente de posesividad me recordó que
es mía.

Odiaba despertarla, pero ella y el bebé necesitaban comer.


Agité la cabeza, aún sorprendido por el hecho de que estuviera
embarazada. Y, para ser honesto, tenía una buena dosis de orgullo
masculino. Bien hecho, chicos.

Deslizando una mano sobre su frente, puse un suave beso en


sus labios y silenciosamente dije su nombre. —Bailey, es hora de
despertar, cariño. Necesito alimentarte, entonces puedes volver a
dormirte.

Se agitó y sus ojos se abrieron, agraciándome con una dulce


sonrisa. —Lo siento mucho, soy una terrible compañera de viaje —
dijo tímidamente. Me reí y la besé de nuevo.
—No querría a nadie más, aunque roncaras todo el camino.

Jadeó y me golpeó ligeramente el pecho. —¡No ronco!

Guiñarle el ojo fue mi única respuesta. En realidad, no


roncaba, pero sí hacía un pequeño sonido que podría describir mejor
como ronroneo. Era adorable e hizo que la amara aún más.

Amor.

Estaba lleno de emoción y me sorprendió que no sintiera ni un


poquito de miedo. Amar a Bailey era fácil, pero no estaba listo para
decírselo hasta que supiera que estaba tan perdida como yo.

Me dijo lo que quería comer y fue al baño a prepararse para ir


a la cama mientras hacía nuestra orden de servicio a la habitación.

Todas las noches se coloca su camiseta sexy y sus pantalones


cortos de dormir y todas las noches se los quitaba. No podía
entender por qué no elimina al intermedio.

Apenas probé mi comida, demasiado ocupado devorando a mi


mujer con mis ojos y babeando sobre el postre. Estaba tan cargada
sexualmente últimamente, que no hizo falta mucho para ponerla en
marcha. Sus pezones estaban apretados, visible a través de la
delgada tela y sabía que ya estaría mojada y goteando para mí.
Encajaría bien, ya que estaba duro y goteando pre—semen
constantemente.
Por fin, tragó el último bocado de su comida y me levanté de la
mesa tan rápido que mi silla se fue volando hacia atrás. Me acerqué
y la tiré contra mi cuerpo, arrastrándola hasta la cama y
ayudándola a subir. Me despojé de mis bóxers y descendí sobre su
cuerpo, cada uno de nosotros gimiendo mientras hacía contacto. Me
sumergí en un beso profundo, chupando su labio inferior en mi boca
y dejándolo arrastrar a través de mis dientes. Luego, moví mi lengua
hacia adentro para acoplarme con la suya.

Nuestras bocas se separaron y lloriqueó—: Te necesito, Wyatt.


Ahora.

—¿Quieres mi lengua en tu dulce y jugoso coño, nena? O mi


polla enterrada muy, muy dentro de ti... —gruñí, deseando su sabor
tanto como la sensación de su coño apretando a mi polla.

Sus ojos azules estaban nublados por la lujuria. —Sí —jadeó.

Me reí. —Mi chica codiciosa. Te daré ambas con una


condición.

Bailey se retorcía debajo de mí, su cara una máscara de


desesperada necesidad. —¿Qué? —gritó su pregunta mientras
acunaba mi dura erección en su núcleo.

—Cásate conmigo, nena —demandé.


Aparentemente, no había llegado tan lejos como esperaba
porque negó con la cabeza. —Wyatt, no voy a casarme contigo sólo
porque estoy embarazada.

Obviamente, necesitaba trabajar un poco más duro para


convencerla de que, aunque el bebé me ayudaba en mi deseo de
hacer que las cosas avanzaran rápidamente, habríamos terminado
siendo marido y mujer sin importar lo que pasara.

En el momento en que la vi, fue mía y yo fui suyo.


9
Bailey

Traducido por Ecberm


Corregido por Valentina

Mi voz no cedió, pero mi corazón sí. Cada vez era más difícil
decirle que no cada vez que preguntaba. Estar enredados juntos en
la cama así me hacía sentirme tan conectados. Besó mi mejilla antes
de lamer entre mis labios, mordiéndolos. Cuando jadeé, su lengua se
deslizó adentro y todos los pensamientos sobre por qué seguía
proponiéndose huyeron.

—Por favor, Wyatt. Te necesito ahora. —rogué, la combinación


del cuerpo duro y desnudo de Wyatt sobre el mío y las hormonas del
embarazo era letal para mi libido.

—Mierda. —gimió mientras deslizaba su polla dentro de mí.


Estaba empapada, y eso le facilitó ir más profundo. Me sujete a sus
hombros y me aferré fuerte mientras me follaba.

—Más fuerte —me quejé.

Giraba mis caderas en círculos con cada uno de sus


empujones hacia abajo. Después de una docena de golpes, agarró
mis caderas y cambió el ángulo de su polla hasta que encontró un
punto que me volvió aún más loca. Me embistió, golpeando el mismo
lugar una y otra vez, empujándome hasta el borde. Una mano se
deslizó alrededor de mi cadera y se deslizó por mi vientre, su pulgar
encontrando mi clítoris, frotándolo en círculos. La estimulación
adicional me hizo ver las estrellas mientras me apretaba a su
alrededor cuando me venía.

Mi cuerpo temblaba mientras me llevaba a través de mi


clímax. Cuando acabo, me dio la vuelta sobre mi estómago, tirando
de mis piernas hasta que me puso sobre mis rodillas frente a él.
Sentí que se colocaba en su lugar detrás de mí y luego se empujaba
en mi interior.

—¡Wyatt! —jadeé, arañando las sábanas mientras se deslizaba


dentro y fuera de mí con movimientos lentos y burlones.

—Se siente tan bien, nena —gimió.

—Siempre es así —Retrocedí, tratando de acelerar su ritmo,


sintiendo que ya se estaba construyendo otro clímax.

Sus manos apretaron mis caderas, sujetándome en mi lugar


para que no pudiera empujar en su contra. —No tan rápido, nena.
Quiero tomarme mi tiempo. Tu coño apretado y mojado siempre me
hace venir demasiado rápido, pero no esta vez.
Había un desafío, si es que alguna vez escuché uno. Me
gustaba saber que le hacía perder el control. Ciertamente me hacía
lo mismo a mí. —Necesito que te vengas para mí. —gemí mientras
intentaba tirar mis caderas hacía atrás para forzarlo a que se
adentrara más.

—No hasta que sienta que te aprietas a mi alrededor otra vez.

No me tomaría mucho tiempo volver hacerlo, y no quería


esperar si eso era lo que me costaría traerlo conmigo. Bajé por mi
cuerpo para llegar a mi clítoris.

—Joder, nena. ¿Te estás tocando? —Me follo más fuerte—. Eso
es tan caliente.

Mientras tocaba mi clítoris, le apreté la polla. Luego me


envolvió con un brazo y me levantó hasta que mi espalda se apoyó
contra su pecho mientras se inclinaba hacia atrás, sentándose sobre
sus talones. Empujó hacia adentro y hacia afuera, mi coño lo apretó
mientras rebotaba en su regazo. Se impulsó sobre mí como un loco,
y le clavé las uñas en los muslos, y le acompañé en el paseo salvaje.

—Sí —siseé cuando se levantó por última vez y se quedó


quieto, vaciándose dentro de mí mientras mi orgasmo se estrellaba
sobre mi cuerpo.

Wyatt me bajó de nuevo al colchón, así que estaba


descansando sobre mi estómago. —¿No lo sientes, nena?
—¿Sentir qué? —jadeé cuando giró las caderas una última vez
antes de salir.

—Como estamos hechos el uno para el otro —respondió,


rodando de lado y llevándome consigo.

Apoyé mi cabeza en su pecho. —Ciertamente encajamos bien.

Sus ojos se volvieron pensativos mientras me miraba. —Lo


digo en serio, Bailey. Lo sentí desde la primera vez que oí tu risa
mientras estaba sentado a tu lado en el bar de Jumpin Jacks. Sabía
que eras mía cuando te hundí mi polla y descubrí que era el
primero. —Su mano se interpuso entre nosotros y se posó en mi
vientre—. Ni siquiera sentí un momento de preocupación cuando me
di cuenta de que el condón se rompió porque sabía que me casaría
contigo en algún momento. Durante semanas, puse mi vida en
espera y te busqué porque sabía que no había otra mujer en el
mundo a la que quisiera para mi esposa, sino a ti.

—Hagámoslo —Me oí decir. Ni siquiera sabía que las palabras


estaban en mi cabeza, y mucho menos que iban a salir de mi boca.
Puse mis manos sobre mis labios con sorpresa, mis ojos se abrieron
de par en par cuando me di cuenta de la magnitud de lo que
acababa de decir y de lo mucho que realmente quería decirlo. Lo
único que me había impedido decir que sí cada vez que Wyatt me
había pedido que nos casáramos antes, era mi certeza de que sólo lo
hacía por el bebé. Pero al oírlo ahora, finalmente entendí lo
equivocada que estaba. Por más imposible que fuera de creer, Wyatt
me quería. Sólo a mí, con o sin bebé. Y también lo quería.

—¿Hacer qué, nena?

Me senté, me puse de rodillas para mirarlo fijamente. —Vamos


a casarnos. Ahora, antes de volver a casa. —Sus músculos
abdominales se tensaron debajo de mi palma mientras se inclinaba
hacia adelante. Me apresuré a explicarle, temiendo que no estuviera
de acuerdo con mi idea. —No estamos lejos de Las Vegas, ¿verdad?
Volvamos al auto, busquemos una capilla y casémonos. Esta noche.

—¿Quieres casarte esta noche? —repitió, con una gran sonrisa


en la cara.

—Si —suspiré. —Realmente lo quiero.

—¡Diablos sí! —rugió, saltando de la cama y levantándome


para hacerme girar. Luego me puso de pie suavemente. Se vistió de
nuevo antes de ayudarme con mi ropa. —Sé que debo insistir en que
duermas un poco y que casarnos puede esperar hasta mañana, pero
me prometí que te pondría mi anillo en el dedo tan pronto como
pudiera y no voy a perder ni un solo momento ahora que has dicho
que sí.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras lo veía arrojar todas


nuestras cosas en nuestras bolsas. —¿No necesitaremos todas esas
cosas cuando volvamos después?
Cerró la cremallera de las bolsas y se las tiró por encima del
hombro. —No vamos a volver, nena. Puede que estemos a punto de
hacer lo de la boda en Las Vegas, pero no voy a pasar la noche de
bodas con mi hermosa novia en un hotel sin nombre a un lado de la
carretera.

Miré a la luna mientras prácticamente me arrastraba al


camión.—No va a quedar mucho de esta noche para disfrutar.

Me ayudó a subirme al asiento del pasajero, abrochándome el


cinturón y luego se dirigió a su lado del camión y subió, girando la
llave y saliendo del estacionamiento. —Será más que suficiente ya
que es la primera noche que tendrás mi anillo en tu dedo y mi
apellido como tuyo.

—Anillos —jadeé, mis ojos llorando de nuevo cuando me di


cuenta de lo poco preparada que estaba para una boda. —Y un
vestido. Flores.

Wyatt extendió su brazo, uniendo sus dedos a los míos y


apretando con fuerza. —Ya tengo el anillo cubierto, nena. Lo he
estado llevando conmigo durante semanas.

Si realmente compró un anillo hace semanas, había algo que


no entendía. —Nunca me mostraste un anillo cuando me pediste
que me casara contigo.

—¿Habría hecho la diferente?


Pensé en ello por un momento. —Sí, podría ser.

—Bueno, ahora sé que me quieres por algo más que el anillo


de diamantes en mi bolsillo.

Me reí un poco. —Y sé que me quieres por algo más que por el


bebé en mi vientre.

—Suena como si tuviéramos el mayor problema resuelto,


entonces. ¿Qué tal si haces una búsqueda rápida en Internet y
averiguas qué capilla es la mejor y te aseguras de que ofrezcan
vestidos, esmóquines y flores?

Lo miré de arriba a abajo, pensando en cómo se vería con un


esmoquin al final del pasillo esperándome. Estábamos a menos de
una hora, y no podía esperar a ver si la realidad era mejor que mi
imaginación.

Tres horas después, descubrí que mis fantasías ni siquiera se


acercaban. Wyatt se paró al lado del ministro y aceleré el paso en mi
prisa por llegar a su lado. Tan pronto como me acerqué, se adelantó
y agarró mis manos con las suyas. —Estás impresionante.

Me sentía hermosa. En el momento en que vi el vestido de


novia de encaje de marfil colgado en los estantes de los vestidos
disponibles, supe que era el que tenía que usar. La coordinadora de
la boda, que ahora actuaba como nuestra testigo, me dijo que había
elegido uno de los vestidos nuevos que acababan de llegar esa tarde.
Sería la primera y última novia en llevarlo porque Wyatt le había
dicho que lo añadiera a su cuenta. Por supuesto, me burlé que
quería eso para cuando nuestra niña se casara algún día.

—No estás nada mal tampoco.

La ceremonia pasó inadvertida y antes de que me diera


cuenta, nos habían declarado marido y mujer. Antes de que el
ministro pudiera decirle a Wyatt que podía besar a su novia, sus
labios estaban en los míos. Fue el beso más gentil que me había
dado, pero todavía lleno de toda la pasión que sentíamos el uno por
el otro.

—Eres oficialmente mía, Sra. Kincaid.

Me mostró exactamente cuánto era suya, toda la noche, antes


de meterme en el camión a la mañana siguiente y dejarme dormir
durante el resto del viaje de vuelta a casa. Bueno, excepto por la
noche siguiente en el hotel donde dormí muy poco.
10
Wyatt

Traducido por Ecberm


Corregido por Valentina

Casi no podía creerlo cuando me desperté la mañana después


de nuestra boda, y la siguiente, y más aún la primera vez que nos
despertamos juntos en nuestra casa. Me encontré inmediatamente
buscando la mano de Bailey para asegurarme de que tenía mi anillo.
Ahora el mundo sabría que era mía. Sra. Kincaid. Maldición, me
encantaba cómo sonaba eso.

Al abrir los ojos y darme cuenta de que finalmente estábamos


en casa, en nuestra cama, solté un suspiro de satisfacción antes de
fijarme de que Bailey no estaba en mis brazos. Fue sorprendente ya
que tendía a dormir pegada a mi cuerpo. No es que me estuviera
quejando.

Me senté y miré a mí alrededor. —¿Nena? —Sentí un poco de


pánico, pensando que tal vez cambió de opinión y corrió. El sonido
de alguien vomitando llegó a mis oídos en ese momento, y me sentí
como un idiota por mi momento de locura. Salté y caminé
rápidamente al baño, encontrando a Bailey de rodillas sobre el
inodoro. Agarré un paño, lo puse bajo agua fría y se lo pasé por la
frente antes de ponerlo sobre su cuello—. Eh —murmuré—. ¿Estás
bien?

Se sentó y me miró fijamente —¡No! Estoy vomitando mis


tripas y todo es tu maldita culpa!

—Lo siento, nena. —Pongo mi mejor cara de simpatía, me


sentía mal porque estaba enferma, pero no me arrepentí en absoluto
de que llevara a mi bebé.

—No, no lo sientes —Prácticamente gruñó—. Puedo ver al


hombre de las cavernas ahí dentro bailando una jodida danza ante
la prueba de que dejó embarazada a su mujer. —Me reí, pero
rápidamente me puse serio cuando sus ojos se entrecerraron y la
mirada de sus ojos se volvió violenta. La recogí, la senté en el
mostrador del baño y tomé su cepillo de dientes, y se lo entregué
después de que le aplicara pasta de dientes.

Mientras se cepillaba, encendí la ducha, y luego volví a su lado


para cuidar de mis propios dientes.

—Voy, si… —murmuró alrededor de su cepillo de dientes.

Me enjuagué, y luego me moví para pararme entre sus


piernas, la expresión de su cara estaba desolada. Levanté una ceja.
—¿Quieres intentarlo de nuevo sin una boca llena de espuma?
Se inclinó hacia un lado, sobre el fregadero, para escupir y
enjuagar y luego se volvió frente a mí.

—Voy a engordar. —Su voz estaba malhumorada y sus ojos se


estaban poniendo llorosos—. Te verás así —Hizo un gesto a mi
cuerpo desnudo—, y yo luciré como una ballena.

Froté su pequeño bulto de bebé con una mano y le puse la


otra en la mejilla. —Este vientre va a estar hinchado con nuestro
bebé y no puedo esperar a verlo crecer. Nunca serás menos hermosa
para mí, Bailey, y ver tu pequeño y sexy cuerpo con mi hijo sólo
añadirá a tu belleza.

—Pero, seré maliciosa y hormonal, no vas a querer tener sexo


con una mujer gorda y malvada. —se quejó.

No pude aguantar la risa esta vez, lo que me ganó un


puñetazo en el brazo.

—Siempre lo haré —comencé y puse mis palmas sobre sus


hombros—, Siempre, querré a este cuerpo. —Encendido. Me tomé
mi tiempo admirando cada deliciosa pulgada de su cuerpo. Sus
pechos grandes, sus caderas anchas, tan perfectas para agarrar
mientras me empujaba en ella, sus muslos gruesos que me
apretaban tan fuerte, y su coño rosado y carnoso. Deslicé mis
manos por sus brazos, luego las levanté para descansarlas en su
clavícula antes de verlas descender hasta sus pechos llenos. Sus
pezones se endurecieron y los apreté suavemente, ganándome un
gemido bajo de su parte—. Estos ya son irresistibles y cada vez más
grandes. —Continuando el viaje hacia abajo, la agarré de las caderas
y la jalé contra mí, forzándola a rodear mi cintura con sus piernas o
a perder el equilibrio.

Su coño desnudo estaba en contacto con mi polla. Ya estaba


de pie ante la atención de la mañana, pero el calor y la resbaladiza
humedad de su interior le hicieron endurecerse hasta el punto del
dolor.

Gimió de nuevo y mordí sus labios, meciéndome a su


alrededor lentamente. —Nunca dejaré de querer que este coño
apriete a mi polla y —Arrastré un dedo a través de sus pliegues
húmedos, luego me llevé el dedo a los labios y lo lamí para
limpiarlo—, comerme a este coño siempre será mi comida favorita.

Bailey se adelantó y fusionó nuestros labios, justo cuando me


metí en su coño empapado. Ambos gritamos, nuestros sonidos de
pasión absorbidos en la boca del otro.

Besando la columna de su garganta, lamí y succioné hasta


que llegué a una pequeña y tensa punta y la envolví con mis labios.
Me encantaban los sonidos que hacía cuando follábamos. Sólo
alimentaba mi necesidad y le succioné el pezón profundamente en
mi boca para oírla gritar mi nombre.
Dejándolo ir con un pequeño pop, ronroneé—: Y me aseguraré
de que siempre me quieras y me necesites también.

—Sí, Wyatt —gemía mientras lamía y succionaba su otro


pecho, sin querer que se sintiera excluido—, te necesito.

—Seguro que sí —gruñí, acelerando mis movimientos al


meterme en su coño apretado. Sus piernas temblaban y las paredes
de su coño me exprimían la polla. Se estaba acercando.

—Eres tan caliente como la mierda, nena. ¿Sabías eso? Nunca


me cansaré de la forma en que envuelves mi polla, tan apretada.
Espera. —advertí. Moviendo mis manos hacia su trasero, la levanté
del mostrador y sus piernas se apretaron, sus manos volando hacia
mis hombros mientras la empujaba contra la pared, para que
estuviera lo suficientemente alta como para poder cambiar el
ángulo, empujándola hacia arriba y golpeando ese punto dulce cada
vez.

—¡Oh, Wyatt! —gritó—. ¡Más fuerte!

—¿Lo quieres más fuerte, nena? —exclame—. Entonces quiero


escucharte gritar.

Tenía su cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello y le lamí un


camino hasta la boca, mordiéndole el labio inferior antes de unir a
nuestros labios. Golpeando mi polla contra su coño jugoso y
caliente, pude sentir el hormigueo que comenzaba en mi columna
vertebral y mis bolas se tensaban.

—Vamos, nena —alenté.

—¡Wyatt! —gritó mientras se rompía en mis brazos, su voz


zumbando en mis oídos, provocando mi propio orgasmo.

—¡Bailey! ¡Mierda! —grité y me vine tan fuerte que vi estrellas.

Perezosamente bombeé hacia adentro y hacia afuera hasta


que ambos nos calmamos de la tormenta, y luego la llevé a la ducha,
aún en su interior. Se meneó cuando sintió el rocío caliente del agua
y, como si fuera una señal, mi polla se endureció de nuevo.

La follé de nuevo, sentado en el banco, en el humeante espacio


de cristal. Luego nos lavamos el uno al otro, tardando aún más en
terminar cuando no pude evitar hacerla venir una vez más en mi
lengua. Para mi exquisito placer, me devolvió el gesto.

Finalmente vestida y lista para el día, estaba haciendo el


desayuno de Bailey cuando su teléfono empezó a sonar. —Nena,
llamada, teléfono.

Entró corriendo en la habitación, con sus pantalones cortos


abrazando su trasero y su camiseta abrazando sus generosos
pechos, la parte delantera hundiéndose, mostrando un poco
demasiado de su escote. No había manera de que saliera de la casa
de esa manera.

—¡Jack! —exclamó mientras respondía.

Le guiñé un ojo y disfruté del tinte rosado de sus mejillas


antes de volver a cocinar, dejándola con su conversación.

—Claro. —pude escuchar la sonrisa en su voz y sentí que una


coincida en mi rostro.

—Um, déjame preguntarle a Wyatt... porque él es mi... —Su


voz bajó, pero aún así me di cuenta de su furioso susurro. —No, no
puedo ir sin él... estamos juntos.

Se estaba angustiando, así que decidí tratar por qué no le


había dicho que era su marido más tarde. Estaba más concentrado
en por qué Jack estaba molestando a mi esposa.

Me acerqué y extendí la mano, pidiendo en silencio el teléfono.


—Jack y mi padre quieren cenar esta noche —dijo con dudas.

Entrecerré los ojos, no contento con la sugerencia, pero la


mirada suplicante en su rostro me hizo asentir con un suspiro
infeliz. Juro que si Jack le causaba más dolor, le iba a dar una
paliza a ese imbécil.
—Bien, estaremos allí a las seis. —Terminó la llamada y coloco
el teléfono en el mostrador, luego caminó y me rodeó con sus brazos,
apoyando su cabeza en mi espalda. —Gracias.

Puse mis manos sobre las suyas donde estaban en mi pecho.


—No tienes que agradecerme, nena. Ellos también son tu familia. —
Rompiendo su agarre, giré alrededor hasta que estaba frente a ella,
ahuecando su cara en mis manos—. Pero te lo advierto, si Jack no
se detiene, nos vamos hasta que saque la cabeza de su trasero.

Bailey me da una pequeña sonrisa y una risita, me besó y se


sentó en la barra mientras preparaba nuestro desayuno y lo servía.

—Nena.

—¿Hmmm?

—¿Quieres decirme por qué no le dijiste a tu hermano que nos


casamos?

Prácticamente se llenó la boca de comida, así que no pudo


contestar y se encogió de hombros, sin mirarme a los ojos.

—Bailey —advertí.

Tragó lentamente, pero esperé.

—Quiero darle la noticia a todos juntos, a la vez.


La observé durante unos minutos mientras comíamos, mis
cejas arrugadas por la sospecha. —¿Estás segura de que eso es todo
lo que es?

Suspiró. —Sí, Wyatt. Ahora, ¿cuál es el plan para hoy? —


preguntó, cambiando hábilmente de tema y decidí dejar que se
saliera con la suya.

—Deberíamos conseguir desempacar. —Se encogió de


hombros y empujó su plato vacío.

Tomé los platos y me ocupé en el fregadero mientras respondía


casualmente. —Son todas tus cosas, nena. Tenemos que descargarlo
y encontrar un lugar para todo.

—¿Qué quieres decir con que son todas mis cosas?

Escuché sus pasos mientras corría afuera para mirar en el


camión y luego la oí gritar mi nombre.

Durante media hora me llamo mandón, dominante y


controlador (decidí que era una mala idea recordarle que todos eran
lo mismo). Puede que sólo tenga un moretón en el pecho donde me
dio un puñetazo, que recibí cuando trate de calmarla y le recordaba
que los casados vivían juntos, así que nada de su mierda debería
estar en su vieja casa.
Pasamos el día trasladándola. Bueno, moví las cosas y me
negué a dejar que me ayudara, para su molestia, diciendo
solamente. —Nena. —con una mirada acentuada a su estómago,
para que retrocediera.

Nos preparamos y nos dirigimos a la casa de su padre un poco


antes de las seis. Cuando llegamos, Milo y Sharon nos saludaron en
la puerta, abrazando a Bailey. Al cabo de unos momentos, la tiré de
nuevo entre mis brazos, celoso de que alguien más la abrazara,
incluso su padre y su madrastra.

De repente, Sharon chillaba y agarraba la mano de Bailey, y


me la volvía a arrancar de las manos. Me quejé, pero a
regañadientes la dejé ir para mostrar los anillos que anunciaban que
ahora me pertenecía.

—¡Es precioso, Bailey! —Sharon me dirigió una mirada


desagradable cuando vio la alianza de bodas que descansaba junto
al anillo de diamantes de compromiso—. Aunque, hubiera sido
bueno estar en la boda de nuestra única hija y que su padre la
llevara al altar.

Milo se rio y me dio una palmada en la espalda. —Debí


haberme dado cuenta cuando dijiste que estabas conduciendo por
Las Vegas. No podías esperar, ¿eh?
Lo miré a los ojos y le dije—: No, señor. —No iba a
disculparme por hacer que Bailey fuera mía oficialmente, en el
momento en que dijo que sí. No importaba que fuera idea de Bailey
casarse de inmediato.

Sharon se enfadó. —Tendremos que planear una boda


apropiada, y no importa si ya estás casada.

Milo me dio la mano y me guiñó un ojo. —Bienvenido a la


familia, hijo. Trátala bien o te enterraré donde nadie te encuentre.

Me reí un poco. —Sí, señor.

Todos entramos y nos dirigimos hacia los sofás, Sharon


charlando felizmente sobre todos sus planes de boda. Bailey me
echó una mirada divertida y se encogió de hombros.

—¡Oh! ¡Milo! —Sharon exclamó. —Trae el champagne,


tenemos que celebrar y brindar por los nuevos esposos.

Se volvió hacia Bailey, radiante.

—¿Qué carajo? —El grito de indignación de Jack detuvo a


Sharon y todos miramos para verlo parado justo detrás de la puerta.
Sus ojos me apuntaban directamente a mí, su rabia oscureciendo
sus ojos azules hasta casi negros.

—¿La convenciste para una boda rápida? —Se enfureció, su


voz cambiando a una calma mortal.
Bailey se paró y dio un paso en su dirección, pero la agarré del
brazo y la empujé hacia mi costado, deteniéndola.

—Tomamos la decisión juntos, Jack. —dije hablando entre los


dientes apretados—. Vamos a tener un bebé y queremos ser una
familia.

—Somos su familia. —Jack se golpeó en el pecho, sobre su


corazón—. Ni siquiera la conoces. Si lo hubieras hecho, entonces le
habrías dado a mi hermanita la boda que se merecía en lugar de
una boda falsa en Las Vegas sin ninguno de nosotros allí.

Bajó la mirada y miró a Bailey, su cara suavizándose. —Estoy


aquí para ti, hermanita. No tenías que apresurar nada. Estaré aquí
para apoyarte si quieres cambiar de opinión. Tal vez llegar a
conocer…

Había tenido suficiente. —¡Jack! —grité—. Es mi esposa.


Tienes que retroceder y aceptarlo.

—Jack, esta fue mi decisión y necesito ver si puedo hacer que


esto funcione. Si no lo hace, serás el primero al que llamaré.

—¿Si no funciona? —No hay manera de ocultar el dolor y la


ira de mi voz.

Bailey puso su mano en mi brazo, llamando mi atención —


Tranquilo, Wyatt. Nos acabamos de encontrar y no hemos tenido
mucho tiempo como familia. Teme que me vuelvan a llevar y que no
esté ahí para protegerme.

—¿Protegerte de qué?

—De que me lastimen.

Me tambaleé un poco hacia atrás. —¿Crees que alguna vez


podría hacerte daño?

—Por supuesto que puedes lastimarla. No sabes nada sobre el


compromiso, Wyatt. —intervino Jack y le disparé dagas a través de
mis ojos.

Bailey gruñó de frustración. —¿Podrían los dos dejarlo de una


maldita vez?

Luego suspira y se frota el estómago, mirándome. —No me


conoces de verdad, Wyatt, y tampoco te conozco muy bien. Sólo
intento decir que puedo entender por qué le preocupa que las cosas
no funcionen.

Agité la cabeza un poco, confundido y dolido. —Fue idea tuya


casarnos en Las Vegas. Si pensabas que esto no funcionaría, ¿por
qué aceptaste casarte conmigo?

—Pienso que esto funcionará… —Bailey jadeó y se inclinó un


poco, sus manos acunando su vientre. Me miró con el dolor escrito
en la cara y las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. La
agarré de los brazos en pánico, sin entender lo que estaba pasando.
Con otro grito ahogado, de repente se acurrucó en sí misma,
abrazando con fuerza su cintura. Su cara se descoloró, sus ojos
cerrados, y la atrapé justo antes de que su cabeza golpeara el suelo.
11
Bailey

Traducido por Ecberm


Corregido por Valentina

—Tengo miedo. —lloré, mi agarre en la mano de Wyatt se


tensaba mientras esperaba en una cama en la sala de emergencias.
Habíamos estado aquí por varias horas ya, y habían hecho
numerosas pruebas para ver qué estaba pasando. El dolor había
desaparecido, dejando sólo calambres leves a su paso, pero la
mancha de sangre que había encontrado en el refuerzo de mis
bragas cuando me puse la bata del hospital que me habían dado,
era lo que me había asustado por completo.

—Estoy aquí, nena. —Su pulgar frotó la parte inferior de mi


anillo de bodas, un recordatorio de que estábamos juntos en esto
como marido y mujer—. Sin importar lo que pase.

Apenas me sostenía en un hilo, la sensación de su mano sobre


la mía era lo único que me mantenía cuerda. Jack me agarró de la
otra mano. No había dicho una palabra desde que llegamos y había
insistido en que se quedaría con nosotros. Mi papá y Sharon
estaban en la sala de espera, y sabía que la única razón por la que
ninguno de los dos había discutido con mi hermano era porque
todos sabíamos que se sentía culpable por haber comenzado la
discusión con Wyatt.

—Lo siento. —susurré, mirando a mi Wyatt con lágrimas


corriendo por mis mejillas.

—No tienes nada qué lamentar. —me tranquilizó.

Pero sí lo hacía. Me sentí horrible por haberle hecho daño


antes. Por no poder encontrar las palabras adecuadas. Sólo había
estado tratando de convencer a mi hermano de que se calmara de su
ira, para hacerle ver que sabía que me cubría las espaldas, aunque
Wyatt era su mejor amigo. —¿Qué estaba diciendo antes? ¿Cuándo
comenzó el dolor? Intentaba decirte que creo que esto funcionará.
Nunca habría sugerido que nos casáramos de inmediato si no lo
hubiera hecho.

—Nena. —suspiró, su mirada moviéndose hacia Jack antes de


volver a mí—. No te preocupes por eso ahora. No es importante.

—Lo es. —insistí—. Necesitas saber lo feliz que me siento de


convertirme en tu esposa.

—En serio, Bailey. —gruñó—. Esta es la última cosa en la que


necesitas estar centrada ahora mismo.

—Wyatt tiene razón, hermanita. —Jack estuvo de acuerdo.


Fue agradable escuchar a mi hermano apoyando a su mejor
amigo después de todas las discusiones. —Me mata saber que soy la
razón por la que están peleando.

—Hemos terminado con las peleas. —declaró Wyatt.

—¿Lo están? —Mi mirada se abalanzó entre ellos dos.

—Lo estamos. —confirmó Jack, sonriéndome antes de enfocar


su atención en Wyatt—. He sido un idiota y lo siento.

—No hace falta que te disculpes, hombre. Lo entiendo. Es tu


hermana y quieres lo mejor para Bailey. Puedo respetar eso.

—Quiero lo mejor. —Jack estuvo de acuerdo—. Y si no hubiera


estado tan ocupado con la idea de perder a mi hermanita con mi
mejor amigo, habría admitido que no podría estar mejor que contigo.

—Mierda, Jack. Tienes que saber que haré lo que sea para
hacerla feliz.

—Sé que lo harás. —mi hermano me sonrió—. Lo he visto por


mí mismo por la forma en que has estado cuidándola desde que
llegamos aquí.

Mis pensamientos volvieron a el por qué estábamos en el


hospital en primer lugar. —¿Y si hay algo malo con el embarazo?
—Nunca me lo perdonaré. —murmuró Jack—. Debí haber
sacado la cabeza de mi trasero antes de conseguir llevarte a la sala
de emergencias.

—Soy el que estaba discutiendo con ella. —señaló Wyatt.

—No es culpa tuya. De ninguno de los dos.

—Deberían escuchar a mi paciente. Tiene razón. —Una


doctora que no habíamos visto antes les dijo a los chicos mientras
entraba en la sala de exanimación. Sus ojos se deslizaron hacia mis
manos, su frente se levantó cuando notó que ambos hombres
sostenían una. —Sra. Kincaid, ¿preferiría estar sola mientras
hablamos?

—No voy a ninguna parte. —gruñó Wyatt, mirando a la


doctora.

—Ni yo tampoco. —Jack agregó.

—Mi marido y mi hermano están ansiosos por mí —expliqué—


, y el bebé.

Su postura se relajó mientras se sentaba en un taburete y lo


rodaba hasta mi cama. —Soy la Doctora Harris, una de las
ginecólogas aquí en el hospital. Me topé con su médico de urgencias
y me preguntó si podía ver su expediente, entrar y hablar contigo.

—Ok. —susurré, tensándome porque esto no sonaba bien.


—No es algo malo. —me aseguró—. Desde que su marido
mencionó que no había encontrado un médico propio porque quería
una mujer, pensó que le gustaría conocerme mientras ambos
estuviéramos aquí.

—¡Oh! —jadeé, iluminándome con entendiendo y alivio. El


médico de la sala de emergencias pensó que necesitaba un
ginecólogo—. Entonces… ¿no estoy abortando?

—Ninguna de las pruebas indica un aborto espontáneo. —


confirmó.

—Gracias a Dios. —Respiré.

—¿Qué hay del dolor?

—¿Por qué se desmayó?

Wyatt y Jack hicieron sus preguntas al unísono.

—¿Cómo está el dolor ahora? —preguntó la doctora, con la


mirada en la tablet entre sus manos—. Lo describiste como un
cuatro en una escala del uno al diez cuando llegaste. ¿Sigue al
mismo nivel?

—No. —susurré—. Diría que es más como un dos ahora


mismo. Lo describiría como calambres en lugar de dolor.
—Es genial oír eso. —murmuró, mirándome y sonriendo—.
Los calambres durante la primera etapa del embarazo son normales,
a menos que estén acompañados de dolor severo o sangrado.

—Había sangre en mis bragas cuando me las quité. —susurré.

—Las manchas también pueden ser normales. Mientras no


tengas un flujo constante, no hay nada de qué preocuparse.

—¿Y los desmayos? —pregunté.

—Bueno, tu nivel de azúcar en la sangre está un poco bajo, lo


que podría explicar por qué te desmayaste. ¿Cuándo fue la última
vez que comiste hoy?

—Apenas tocó su desayuno y sólo almorzó un poco. —Wyatt


respondió por mí.

—Estábamos por cenar en la casa de nuestro padre cuando se


desmayó. —agregó Jack.

—He estado teniendo problemas con las náuseas matutinas.—


me defendí. —Es más como una enfermedad durante todo el día.

—Te haré una receta para algunos medicamentos contra las


náuseas que son seguros para el bebé. Veré si hay aquí una muestra
de esos con jengibre que les gustan a mis pacientes, para que
puedas llevarte unos cuantos a casa y ver si trabajan en ti. Entonces
me gustaría que llamaras a mi consultorio para programar una cita
esta semana para hacer un seguimiento y discutir el plan para tu
embarazo en el futuro.

—¿Eso es todo? —pregunté.

—Sí. —confirmó—. Llama a mi consultorio si el sangrado o los


calambres empeoran antes de tu cita. Y por lo que escuché cuando
entré, también les aconsejo que eviten las discusiones acaloradas
tanto como sea posible. No necesitas el estrés adicional durante tu
embarazo.

—No más discusiones. —Wyatt prometió, apretando mi mano.

—O estrés de cualquier tipo. —agregó mi hermano.

—Si descubres cómo manejarlo, házmelo saber. —La doctora


se rio, volviendo a ponerse de pie—. Una enfermera vendrá pronto
para comprobar tus papeles de alta y luego podrás irte a casa.

—Iré a darles las buenas noticias a papá y a Sharon. —Jack


me dio un beso en la frente antes de seguir a la doctora fuera.

—Te quiero, Bailey. —Wyatt murmuró.

—También te quiero a ti.

Su mano libre se movió para descansar sobre mi vientre. —A ti


y a mi hijo.
—Hija. —corregí a la ligera, aliviada de saber que él o ella
estaba sano y salvo y que podíamos volver a burlarnos el uno del
otro sobre el embarazo.

Como prometió, la enfermera vino a despedirme y nos


sorprendió compartiendo un beso apasionado. Unos minutos más
tarde, Wyatt me llevó a la sala de espera en una silla de ruedas y se
negó a que nadie más me empujara.

—¿Acaso los dos, testarudos, terminaron de ser estúpidos? —


Mi papá preguntó, él y Sharon se pusieron de pie tan pronto como
nos vieron. Sin embargo, el poder de su mirada se vio disminuido al
divisar cómo era sostenida por un oso de peluche gigante.

—Sí, hemos terminado. —Wyatt confirmó.

Jack asintió. —Es algo bueno, también, porque creo que Wyatt
va a necesitar toda la ayuda que pueda para mantener a mi
hermanita a raya.

—Oh, mierda. —Me quejé al pensar que los dos se unirían en


mi contra por el resto de mi embarazo.

—Estoy bastante seguro de que puedo manejarla. —Wyatt se


rio.

El escalofrío que bajó por mi espina dorsal al escuchar su risa


confirmó que podía manejarme. Después de todo, había sido capaz
de hacerlo desde el momento en que nos conocimos. No esperaba
que cambiara pronto, si es que alguna vez sucedía.
Epilogo
Wyatt

Traducido y Corregido por Valentina

—Veremos, que tenemos aquí. —El Dr. Harris movió la varita del
ultrasonido, haciendo clic aquí y allá con el mouse. Esperé
impaciente, mi peso cambió de un pie a otro hasta que Bailey soltó
mi mano para pasar una palma suavemente por mi brazo antes de
volver a unir nuestros dedos.

—Relájate, Wyatt. —dijo ella, suprimiendo claramente una


risa.

Aparté los ojos de la pantalla en blanco y negro y bebí la vista


de mi bella esposa. Estaba radiante de emoción, tan ansiosa como
yo, pero no tan nerviosa. Me agaché y la besé suavemente,
descansando mi frente sobre la de ella por un momento antes de
que ambos volviéramos nuestra atención al monitor.

Escuchando los latidos rítmicos de dos latidos de corazón,


todavía no podía creer que estuviéramos teniendo gemelos. Después
del susto en su temprano embarazo, la revisaron un poco más a
menudo. Alrededor de las diez semanas, el médico nos informó que
la ecografía reveló dos bebés. Bailey estaba en la luna, y no me
malinterpreten, estaba extasiado. Me hinché de orgullo porque mis
descendencias lograron golpear a mi mujer con dos bebés de una
sola vez. Pero también estaba aterrorizado. ¿Y si tuviéramos dos
chicas? ¿Cómo las protegería a ambos de los niños al mismo
tiempo? Comencé a investigar todas las escuelas de niñas y a hacer
una lista: spray pimienta, no, una Taser, tenía que haber algún tipo
de cinturón de castidad moderno que pudiera obtener, lecciones de
karate.

—¿Definitivamente quieren saber el sexo de los bebés, Sr. y


Sra. Kincaid? —La pregunta del doctor interrumpió mis
pensamientos.

Bailey me apretó la mano y asintió con la cabeza, pero aún así


respondió en voz alta. —Absolutamente.

—Felicidades, se ve la vida de dos chicas. —El Dr. Harris


sonrió y volvió a mirar al monitor.

—Mierda — susurré—, estoy tan jodido.

Bailey me golpeó en el brazo, había estado detrás de mí para


comenzar a cambiar mi lenguaje.

No podía imaginar cuán conmocionado debía de haberme visto


mientras estaba allí murmurando—: Escopeta, necesito una maldita
escopeta. Y una pistola Taser...
Una vez más, mis pensamientos fueron interrumpidos, esta
vez por la risa de Bailey. El Dr. Harris me lanzó una mirada
divertida y las manos de Bailey se cerraron sobre su boca, pero no
pudo contener la risa. La mire. —Bebé, no hay nada gracioso en
todo esto y no me mires con esos ojos porque estoy pensando que he
olvidado darte unos azotes. —gruñí.

Sus ojos se calentaron, obviamente no se oponían a la idea y


tuve que acomodarme con la esperanza de ocultar mi creciente
erección.

—Oh, espera. —dijo el médico. Nuestras cabezas giraron en su


dirección simultáneamente. ¿Había algo mal con mis hijas?

Debe haber notado la falta de color en nuestras caras porque


rápidamente nos aseguró que estaban sanas y que todo era normal.

—El bebé número dos estaba escondiendo su pequeño pene.

Me animé de inmediato. —¿Suyo? ¿Su pene? —aclaré.

—Sí. —confirmó, señalando la cosita entre las piernas de mi


bebé.

Suspiré, completamente aliviado. —Ella tendrá un hermano


para ayudarme a protegerla.

***
Siete años después

—¡Mami! —gritó Julia, su voz indignada—. ¡Peter trató de


compartir su merienda conmigo en el patio de juegos y Jack lo
ahuyentó!

Sonreí cuando mi dulce niña pisoteó en la cocina, su carita


linda se retorció de ira. —Hola, Marshmallow —saludé, levantándola
y acariciando su nariz con la mía, luego besé la punta.

Ella se rió—: Hoy estoy Snickers, papi. —Me reí mientras la


bajaba y discutimos juguetonamente sobre qué —dulce— ella estaba
todos los días.

De nuevo en pie, los pequeños puños de Julia se le subieron a


las caderas y miró a Jack cuando él entró en la habitación. —Ahora
él no querrá ser mi novio. —espetó ella. El pequeño pecho de Jack
se hinchó de orgullo y extendí mi puño. Lo golpeó con una amplia
sonrisa—. Ese es mi chico.

—¡Wyatt! —regañó Bailey en advertencia mientras entraba a la


habitación. Me encogí de hombros, no lamente ni un poco haberle
enseñado a mi hijo cómo ser un hermano mayor. Ella puso los ojos
en blanco e insto a los dos niños hacia el baño para ayudarlos a
lavarse para la cena. Estaba hablando con Jack acerca de dejar
tranquilos a los amigos de Julia cuando él me miró y le guiñé un
ojo. Él sonrió ampliamente pero rápidamente la dejó caer cuando
Bailey nos miró a los dos.

Terminé de poner la mesa y fui a ver a mi otra preciosa niña.


Hayley, de cuatro años, estaba coloreando en su habitación y me dio
una gran sonrisa cuando entré.

—¿Quieres pintar conmigo, papá?

Cada vez que cualquiera de mis chicas me llamaba papi, mi


pecho se calentaba por completo y les daba casi todo lo que querían.
Me tenían envuelto alrededor de sus pequeños dedos.

—Después de la cena, Hayley bug. —La levanté en mis brazos


y ella deslizó sus pequeños brazos alrededor de mi cuello y me
apretó con fuerza. Me derretí un poco y pensé, maldita sea, tenía
una gran vida.

***

—Eso es, bebé, tómame profundo —gruñí mientras me


empujaba en el coño de mi esposa desde atrás. Me estaba poniendo
aún más duro al ver mi polla desaparecer debajo de su culo
perfectamente redondo. Agarré sus caderas generosas, joder, me
encantan esas caderas, y la jalé hacia atrás para encontrar cada
empuje.
—¡Wyatt! —gritó y yo gruñí de satisfacción al escuchar su voz
fuerte y lujuriosa. Los niños estaban con mis padres y teníamos la
casa para nosotros solos por una noche. Tenía la intención de
aprovecharla y hacerla gritar toda la noche.

—Déjame escucharte, bebé. Joder, extraño escuchar lo fuerte


que gritas cuando te follo.

Bailey gimió y se movió para obtener un mejor ángulo,


cuidando su gran estómago. Disminuí mis empujes a una velocidad
enloquecedoramente perezosa, sonriendo ante su gruñido de
frustración. Mis manos se deslizaron para sostener su vientre
hinchado. Inclinándome sobre ella, le susurré—: Sabes que estás en
problemas, ¿verdad bebé? —pregunté, mi voz ronca y espesa de
deseo.

—Sí —gimió ella. Habíamos ido al médico ese día y


descubrimos que teníamos otra hermosa niña. Jack y yo seríamos
superados en número y estaba muy claro cuando volvió a quedar
embarazada de que era mejor ser un niño. Mis chicas eran
demasiado hermosas y necesitaban protección adicional.

Levanté una mano y la próxima vez que empujé adentro, la


bajé, dejando una huella rosa en su piel blanca y cremosa,
sacudiendo sus las nalgadas. Ella se estremeció y empujó contra mí,
intentando atraerme para acelerar.
Quería provocarla y atormentarla, pero no tenía suficiente
control. Aceleré de nuevo, volví a sus caderas y la apreté con tanta
fuerza que probablemente tendría moretones por la mañana. La
abofeteé de nuevo y ella gritó de placer cuando su cuerpo comenzó a
temblar, su orgasmo se acercaba.

—Espera, bebé —le ordené—, Todavía no. Quiero sentir que tu


coño me chupa un poco más.

Ella apretó sus paredes y me gritó—: ¡Joder!

Le di una palmada en el culo otra vez. La pequeña descarada


estaba tratando de hacerme perder el control. Pero, todo lo que hizo
fue construir mi propio frenesí y me golpeé contra ella, disparando
calor directamente a mis bolas. —Oh, mierda, bebé —dije entre
dientes cuando ella apretó de nuevo—, Eso se siente tan bien.
Nunca dejaré de desear tu cuerpo sexy. Soy adicto a follarte.

—Wyatt —gimió—, yo también te necesito.

—De hecho —su voz se puso un poco irritada—, ¡Te necesito


ahora mismo! —exigió.

Me reí de mi chica codiciosa y le di lo que quería, sin tener la


capacidad de no darle nada de lo que pedía.

Mis dedos encontraron su clítoris y lo pellizqué con fuerza.


Sus gritos me excitaron y exploté dentro de ella.
Nuestra respiración se acababa de igualar cuando fuimos a
otra ronda, esta vez sin prisas. Disfrutamos nuestros raros
momentos cuando no teníamos que apurarnos en caso de que los
niños despertaran. Exploré y adoré cada centímetro de su increíble
cuerpo, haciéndole el amor, y cuando me vine, le entregué mi
corazón. Como lo hice cada vez que estaba dentro de ella, cada vez
que sonreía, cada vez que la miraba y recordaba que era mía.

La recogí, acunándola, mi mano frotando suavemente círculos


sobre la vida que habíamos creado. Joder, esta mujer era tan
perfecta y me pertenecía. La adoraba a ella y a nuestros bebés, los
amaba con todo mí ser. Y, probablemente estaba entregando mi
tarjeta de hombre por decir esto, pero todos los días, estaba
agradecido por la fabricación de mierda de un condón.
Escena Extra
Wyatt

Traducido y Corregido por Valentina

—¡Papá! ¿Puedes dejar de besarte con mamá en público? ¡Es


asqueroso! —La cara de Julia estaba arrugada de asco, y no pude
evitar reír.

—Julia, tienes doce años. Ya deberías estar acostumbrada —


bromeé con un guiño.

Hizo otra cara y giró sobre sus talones, pisoteando. Jack la


siguió, pero no antes de lanzarnos su propia mirada de irritación.

—¡No muy lejos, ustedes dos! —gritó Bailey.

Se sentó en un banco y comenzó lo que parecía una muy


intensa (lo que podría ser tan intensa cuando tenias alrededor de
doce años de edad, no tengo ni idea) conversación e ignorándonos a
nosotros. Después de unos minutos de pucheros, ella se estaba
riendo, su gemelo la hizo sonreír, el incidente claramente olvidado.
Riendo, envolví a mi esposa con los brazos y vimos a nuestras otras
chicas en el carrusel, saludándoles cada vez que hacía una rotación
completa.
Habíamos decidido llevar a nuestros hijos a Disney World para
sus vacaciones de primavera. Cuando los sorprendimos con el viaje,
Jack y Julia nos informaron que eran demasiado viejos para
parques de atracciones. Bailey y yo habíamos puesto los ojos en
blanco y les habíamos dicho que los llevaríamos a Universal. De
repente, todos sonrieron y estaban ansiosos por ir. Fue idea de mi
esposa porque los gemelos estaban obsesionados con el cine, y se
volvió hacia mí con una sonrisa petulante—: Conoce a tu audiencia,
Wyatt.

Incliné mi cabeza hacia abajo y rocé mis labios sobre la piel


sensible detrás de la oreja de Bailey, disfrutando el escalofrío que
corría por su columna vertebral. Era bueno que ella estuviera
parada frente a mí, porque esos pequeños escalofríos nunca fallaban
en excitarme. Catorce años juntos, y mi esposa todavía era tan
hermosa como el día que la conocí.

—Bebé, es mejor que hayas programado un momento sexy en


nuestro itinerario —susurré severamente—, o te encontrarás en el
rincón oscuro más cercano con un culo rojo una vez que los niños
estén dormidos. —Habíamos estado en Florida durante cinco días, y
yo estaba como un hombre en el desierto sin agua. Amaba a mis
pequeños bloqueadores de pollas más que a la vida, pero joder,
estaba desesperado por ser enterrado en el interior del coño de mi
esposa.
Bailey se movió y juro que se frotó contra mi polla a propósito,
la provocadora. —La paciencia es una virtud —dijo ella. Gruñí y abrí
la boca para replicar cuando sentí un golpe en mi hombro. Al girar,
vi a Milo y Sharon parados allí con sonrisas sarcásticas en sus
caras.

El viaje se detuvo y gritos felices de—: ¡Abuela! ¡Abuelo! —


sonaron cuando dos pares de pequeños pies llegaron corriendo
hacia ellos, sus padres casi olvidados.

Tiempo perfecto. —Hola, denle a su mamá y a mí un poco de


azúcar. Van a colgar con la abuela y el abuelo por… —Fui
interrumpido y mire a Bailey.

—Tres días. —Joder, mi esposa era increíble. No habíamos


tenido tiempo fuera, solo nosotros dos, en años. Abrazamos a
nuestros pequeños, luego agarré la mano de Bailey y la arrastré
hacia Julia y Jack. Los levanté de su asiento, uno a la vez, y les di
un abrazo, sin soltar la mano de Bailey mientras ella hacía lo
mismo—. Te veo en unos días, Cotton Candy. —le dije a Julia
mientras besaba su frente.

—¿A dónde van chicos? —gritó ella cuando comencé a


arrastrar a Bailey lejos.

—¡A besarnos en privado! —grité, luego me incliné y agarré a mi


esposa por la cintura y la arrojé sobre mi hombro, estilo bombero.
Me acerqué a la entrada del parque en un tiempo récord con Bailey
protestando a medias por su risa.

Fin.
Sobre la autora

El dúo de escritoras Elle Christensen y Rochelle Paige se unen


bajo el seudónimo de Fiona Davenport para ofrecerte historias
atractivas de amor llenas de hombres alfa. Si quieres una lectura
rápida y sucia con un feliz para siempre garantizado, ¡entonces
prueba con Fiona Davenport!
Creditos

Por favor, no subas capturas de los PDF’s a las redes sociales y


etiquetes a los autores, no vayas a sus páginas a pedir la traducción
de un libro cuando ninguna editorial la ha hecho, no vayas a sus
grupos y comentes que leíste sus libros, ni subas capturas de las
portadas de la traducción, recuerda que estas tienen el logo del foro,
blog o del grupo que hizo la traducción.

Tratemos de ser cuidadosos, de lo contrario: ¡Te quedaras sin


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