Sunteți pe pagina 1din 76

C O N CILIUM

Revista internacional de Teología

DOGMA
TENSIONES ACTUALES EN LA IGLESIA

MADRID
1970
CONCILIUM
Revista internacional de Teología

Diez números al año, dedicados cada uno de ellos


a una disciplina teológica: Dogma, Liturgia, Pastoral,
Ecumenismo, Moral, Cuestiones Fronterizas, Histo-
ria de la Iglesia, Derecho Canónico, Espiritualidad
y Sagrada Escritura.

CONTENIDO DE ESTE NUMERO

E. Schillebeeckx-B. Willems: Presentación ... 5


M. L. West: Causas de intranquilidad en la
Iglesia 9
M. M. Bourke: ¿Debe imponer la Iglesia san-
ciones por errores en la fe? 19
A. Brekelmans: Confesiones de fe en la antigua
Iglesia: Origen y función 32
E. Gutwenger: ¿Qué papel desempeña el ma-
gisterio en la fe de la comunidad eclesial? ... 42
J.-P. Jossua: Regla de fe y ortodoxia 58
B.-D. Dupuy: El carácter constitutivo de la éti-
ca en la confesión de fe cristiana 71
M. de Certeau: ¿Existe un lenguaje de la uni-
dad? 83
C.-J. Pinto de Oliveira: Iglesia, ortodoxia y so-
ciedad pluralista 99

BOLETINES

W. DietEfelbinger: Movimientos restauradores


en la Iglesia protestante de Alemania 112
A. Macdonald Allchin: El problema de la «orto-
doxia». Panorama del mundo de habla inglesa. 120

DOCUMENTACIÓN CONCILIUM

Agitación en torno a la confesión de fe 129

Traductores de este número:


Un grupo de profesores del
Estudio Teológico de Madrid

Director y editor de la edición española:


P. JOSÉ MUÑOZ SENDINO
N o podrá reproducirse ningún artículo de COMITÉ DE DIRECCIÓN
esta revista, o extracto del mismo, en nin-
gún procedimiento de impresión (fotocopia,
microfilm, etc.), sin previa autorización de Directores de sección:
la Fundación Concilium, Nimega, Holanda. Edward Schillebeeckx OP Nimega Holanda
Hermán Schmidt sj Roma Italia
Alois Müller Friburgo Suiza
Hans Küng Tubinga Alemania Occidental
Franz Bockle Rottgen/Bonn Alemania Occidental
Johannes Baptist Metz Münster Alemania Occidental
Roger Aubert Lovaina Bélgica
Teodoro Jiménez Urresti Madrid España
Christian Duquoc OP Lyon Francia
Pierre Benoit OP Jerusalén Israel
Roland Murphy o. CARM. Washington Estados Unidos

Consejeros:

* Juan Alfaro sj Roma Italia


Marie-Dominique Chenu OP París Francia
Yves Congar OP Le Saulchoir/Etiolles Francia
Andrew Greeley Chicago, Illinois Estados Unidos
Rene Laurentin París Francia
Jorge Mejía Buenos Aires Argentina
Karl Rahner sj Münster Alemania Occidental
Roberto Tticci sj Roma Italia

Secretario general:
Jan Micklinghoff OP Nimega Holanda

Secretario adjunto:
Dr. Juan Peters OCD Smakt-Venray Holanda

Secretariado General:
Arksteestraat, 3-5, Nimega (Holanda)
Depósito legal: M. 1.399.—1965
COMITÉ D E REDACCIÓN D E ESTE NUMERO
PRESENTACIÓN

Director: Las tensiones internas en la Iglesia católica, tanto en materia


Pruf. Dr. Edward Schillebeeckx OP Nimega Holanda doctrinal como disciplinaria, revisten, de tiempo en tiempo, formas
que hacen que muchos juzguen crítica la situación. Pero entonces
se produce un hecho digno de atención. Los que hasta ese momento
Director adjunto:
demostraban escaso interés por los asuntos de la Iglesia parecen
Dt. Bonifac Willems OP Nimega Holanda
sentirse afectados en gran medida por todo cuanto ocurre en ella.
Renace en ellos la esperanza de que la Iglesia, al participar en los
Miembros: grandes acontecimientos espirituales de nuestro tiempo, vuelva a
ser un factor relevante en su vida. Pero precisamente entre los que
l'iof. Dr. Juan Alfaro sj Roma Italia ya con anterioridad habían estado realmente interesados hay quie-
I'i i)l. Di. Marie-Dominique Chenu OP París Francia nes piensan que resulta evidente que la tensión aumenta en exceso.
l'iol. Dr. Thomas Clarke sj Woodstock/Md. Estados Unidos
l'iol. Dr. Y ves Congar OP Le Saulchoir/Etíolles Francia Algunos de ellos ven sólo ruina, decadencia y pérdida de identidad,
I ) I . lueques Dournes MEP Phu-B6n Vietnam y se retiran a un aislamiento artificial o incluso, decepcionados, se
l'iof. Dr. Bernard-Dominique Dupuy OP París Francia
I'inl. Dr. Cornelis Ernst OP
apartan de la Iglesia.
Oxford Inglaterra
l'iol, Dr. Johannes Feiner Zurich Suiza Por muy comprensible que pueda ser esta última reacción, lo
l'ml. Dr. Donald Flanagan Maynooth Irlanda cierto es que se le escapa la verdadera naturaleza del fenómeno que
l'iol. Dr. Piet Fransen sj Lovaina Bélgica
I'MII, Dr. Olegario González Salamanca España representan las tensiones en la Iglesia. En definitiva, la lucha por
I'mi. Dr. Ican-Pierre Jossua OP Le Saulchoir/Etiolles Francia lograr nuevas formas de vida y de pensamiento es una prueba de
l'iol. Dr. lionaventura Kloppenburg OFM Petrópolis Brasil
l'ml Dr. Rene Laurentin la vitalidad de la comunidad eclesial. La comunidad no se mani-
París Francia
l'iol. Dr. IVter van Leeuwen orM Alverna/Nimega Holanda fiesta tan sólo en el asentimiento pasivo a lo que otros1 dicen y ha-
l'iof Dr. Magnus Lohrer OSB Roma Italia cen, a lo que otros han dicho o han hecho; la verdadera comunidad
I Dr ImnesMcCue Iowa City/Iowa Estados Unidos
I )i k evin McNamara Maynooth Irlanda
tiene que expresar y experimentar profundas divergencias de opi-
I )i I 'nrlo Molari Roma Italia nión para acceder a una renovada vitalidad, hasta alcanzar la «no-
Di I leribert Mühlen Paderborn Alemania Occ. vedad de vida», que es, según la Sagrada Escritura, la señal del
I )i I Vter Nemeshegyi sj Tokio Japón
Di |nsef Neuner SJ Poona India creyente. El presente número de CONCILIUM quiere aportar a este
I h I ¡<'rard Philips Lovaina Bélgica proceso, penoso pero inevitable, una modesta contribución a mane-
i ' Inseph Ratzinger Ratisbona Alemania Occ. ra de orientación. Su contenido se concentra en torno a algunas
1
' l'inilio Sauras OP Valencia España
l'li-t Schoonenberg sj Nimega Holanda nociones que constituyen por el momento el eje de las dudas y las
l'lrter Smulders sj Amsterdam Holanda controversias: ortodoxia-heterodoxia, pluralismo-unidad de la fe.
I li.ircisse Tshibangu Kinshasa Congo-Kinshasa
Iwn-MarieTillard OP Ottawa Canadá El número se abre con un testimonio muy personal. Morris
I jnbert Vorgrimler Lucerna Suiza West señala algunas de las causas de su malestar: la creciente con-
\
6 Presentación i Presentación 7
ciencia que de sí tiene el hombre de nuestros días, que a duras pe- Las formulaciones de la fe tienen que ser reflejo de la experien-
nas puede soportar que la autoridad se ejerza autoritariamente, la cia personal de la fe y al mismo tiempo deben brindar la posibilidad
falta de mutuo sostén en la comunidad eclesial, los ataques a la li- de comunicarse dentro de la comunidad con el otro en cuanto otro.
bertad de la entrega personal a la fe. El artículo que viene a conti- Sólo así se evitarán, por una parte, la insinceridad personal, y por
nuación pone de manifiesto que la más drástica de las medidas que otra, la evasión a un aislamiento espiritual (De Certeau). Las ten-
pueden adoptarse para garantizar la unidad de la fe, la excomunión, siones en el interior de la Iglesia provienen también del hecho de
si bien es posible en principio, escasamente puede invocar en favor que se presta muy poca atención a los puntos de coincidencia im-
suyo a la Sagrada Escritura. El camino del diálogo abierto por el plícitos en el pluralismo de nuestros días. La palabra de Dios está
Vaticano II resulta un medio más adecuado (Bourke). activa en muchas más partes de lo que se sospecha. De aquí que
Uno de los medios gracias a los cuales la primitiva Iglesia supo haya que entender él concepto de ortodoxia en un sentido positivo
conservar y consolidar la unidad de la fe fue la formulación de los y dinámico, de acuerdo con lo que llamó Bergson una «sociedad
símbolos y normas de la fe, nacidos de la catcquesis bautismal y en abierta» (Pinto de Oliveira).
el marco de las celebraciones eucarísticas. Cuando en la Iglesia pri- Las dos últimas colaboraciones ponen en evidencia que las lla-
mitiva se producían desacuerdos dogmáticos, también de ello se madas tensiones no se limitan únicamente a la Iglesia católica. Tam-
tomaba ocasión para formular concisamente los elementos funda- bién en las Iglesias de la Reforma ha aumentado la inquietud res-
mentales de la doctrina de la fe (Brekelmans). Es preciso asimismo pecto a la confesión. En Alemania, la preocupación se concentra en
investigar nuevamente la función del magisterio eclesiástico, que torno a las consecuencias de la teología de la existencia de Bult-
se ejerce dentro de la Iglesia en diversas instancias, y que también mann, pero las inquietudes raras veces van al meollo de las autén-
habrá de ocuparse de las causas más profundas dé las tensiones de
ticas intenciones de Bultmann. La protesta, que a menudo proviene
nuestros días. En obediencia a la palabra de Dios, deberá mostrar-
de direcciones opuestas, corre el riesgo de aislarse espiritualmente
se dispuesta al diálogo y reconocer la función propia de los teólogos
(Dietzfelbinger). En la Iglesia anglicana de Inglaterra las tensiones
(Gutwenger).
encontraron una vía de expresión en las discusiones sobre las pu-
A causa de la historicidad del cristianismo, la cuestión de la or- blicaciones del obispo Robinson. La situación en los Estados Uni-
todoxia o heterodoxia no puede medirse con arreglo a una norma dos es más complicada. Tras un período neoortodoxo, en los últimos
de fe absoluta e inmutable. Pueden, en efecto, aparecer simultánea- diez años se ha producido un cambio dramático, cuyas controver-
mente distintos desarrollos de la conciencia de la fe, en dependencia sias en torno a la teología de la «muerte de Dios» han recibido la
de distintos cuadros de referencia. Entre estos desarrollos debe máxima publicidad (Allchin).
existir un equilibrio que corresponde a los diferentes aspectos del
misterio al que, en definitiva, tiende la fe. Si este equilibrio se EDWARD SCHILLEBEECKX
rompe, la comunidad de la fe tendrá, en último término, que elegir BONIFAC WlLLEMS
(Jossua). Pero antes de llegar a estos extremos es preciso darse
cuenta de que conceptos tales como revelación o tradición pueden
entenderse de manera distinta a como se ha hecho hasta hace poco
por la influencia de la distinción griega entre acción y contempla-
ción. Tanto Martin Buber como Blondel han señalado ya que «en-
cuentro», «compromiso» y «ortopraxis» son categorías importan-
tes que habían quedado relegadas a un segundo plano a causa de
un enfoque puramente intelectual de la fe (Dupuy).
CAUSAS DE INTRANQUILIDAD EN LA IGLESIA

La Iglesia,£s^enJa~aclualidad una asamblea descontenta. Y lo


es porque está viva y, tal como le ocurre a todo organismo vivo, se
ve sometida a la dolorosa dinámica del nacer, el crecer, el decaer
y el regenerarse.
Yo soy un miembro de esa asamblea. Estoy contento de mi fe,
de mi acto de conocimiento acerca del misterio y de Cristo como
solución y compendio del misterio. Pero me siento muy a disgusto
conja marcha de las cosas en esta asamblea. Veo en élíá^graves
peligros, no por lo que a mí se refiere, pues ya soy lo bastante viejo")
como para que me preocupen las imperfecciones, sino por mis l-
hijos y por el mundo que les ha tocado heredar.
¿Por qué he de sentirme a disgusto? ¿Por qué tiene que pa-
sarles lo mismo a otros muchos? ¿Por qué son tantos los que se
rebelan, los que abandonan o caen en la indiferencia o en la frus-
tración total? He aquí, según creo, algunas de las causas.

1. MAYOR CONCIENCIA PERSONAL

La gente se ha vuelto más «consciente de sí misma» que antes.


Sabe más acerca de sus funciones corporales, más acerca de los
recovecos de su psique de lo que sabían sus antepasados. Por con-
siguiente, tiene una mayor conciencia de su propia identidad. Cuan-
ta mayor conciencia va tomando del misterio, menos dispuesta está i
a aceptar soluciones draconianas al dilema humano o respuestas I
convencionales a las cuestiones que le atormentan a cada hora.
Una encíclica del papa, escrita en el estilo formalista y estéril 1-
de los tribunales, ya no causa impresión alguna en la conciencia P"
agudamente preocupada. La media hora de sermón dominical, con t/
su tono didáctico o exhortatorio, deja a la persona tan solitaria
como antes. Los diez minutos de confesonario empleados en una
10 M. L. West Causas de intranquilidad en la Iglesia 11

recitación ritual de faltas, en recibir unos consejos rituales y una miedo y fragmentación. Y la persona sumida en el riesgo, necesi-
absolución ritual suponen un escaso alivio para una conciencia tada de alguna forma de fraternidad, se tira de cabeza al conflicto.
obsesionada por los horrores de nuestro tiempo: la tiranía y el Este es el terror de nuestros tiempos. Intentamos sobrevivir a tra-
asesinato masivo, el hambre y la conspiración de la violencia. vés de la destrucción.
Yo soy una persona. Yo he engendrado otras personas. ¿Cómo
podremos sobrevivir, sanos y humanos, en medio de esta locura
animal? 4. LA FALTA DE AFIRMACIÓN FAMILIAR EN LA IGLESIA

2. MAYOR SOLEDAD DE LA PERSONA Justamente en medio de esta crisis ha venido a manifestarse el


mayor defecto que hoy tiene la Iglesia: la falta de una sencilla afir-
Las personas se sienten cada vez más aisladas en este siglo de mación familiar.
las aglomeraciones. Hace mucho tiempo que salimos de la tribu. Nos guste o no nos guste, lo admitamos o no lo admitamos,
Ahora, en las grandes ciudades, nos estamos desfamiliarizando: somos hermanos y hermanas en una familia humana. Algunos de
un término feo y artificial para una situación fea y antinatural. entre nosotros hemos recibido un don, el don de ser capaces de
Vivimos retirados en jaulas llamadas apartamentos. Ponemos mi- aceptar a Jesús de Nazaret como Hijo de Dios, portador de un men-
rillas en las puertas para espiar al intruso hostil. La economía capi- saje salvador para nosotros mismos y para los demás seres humanos.
talista desarrolla en nosotros el espíritu competitivo. La economía Estejlon hace de nosotros jiña familia dentro de otra familia. Nos!
socializada nos convierte en rivales dentro de una burocracia. La impone~huevas obligaciones familiares, pero no nos dispensa dek
persona pasa a ser una función en la colectividad. La colectividad las que ya teníamos antes. Hemos recibido en depósito una fe en!
teme a la persona. La persona, por miedo o por odio a la colectivi- Cristo, una esperanza en su mediación redentora y un amor con,
dad, se retira a una oscuridad fetal o explota en una crisis revo- a través de y en él hacia la familia humana.
lucionaria.
Todo lo demás es método y metodología: conflicto de auto-
ridades, dialéctica de teólogos, ruido de canonistas. Con todo esto
3. MAYORES RIESGOS PARA LA PERSONA salimos empobrecidos, no enriquecidos.
Somos nosotros la Iglesia: nosotros, seres humanos, en unión j ,
Por cualquier lado que uno tire, los riesgos son enormes. La con el ser humano-divino de Cristo. Somos nosotros la Asamblea, j
persona que elige la huida no tiene otra meta de llegada que un y la Asamblea existe para nosotros, no nosotros para la Asamblea...
rincón oscuro en una estancia tenebrosa donde acurrucarse ciega, «Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó delij
sorda y muda, paralizada por el miedo de unos terrores innomina- cielo.»
dos. Quien se decide por la rebelión se desquicia en la angustia, la Permítaseme hacer una argumentación muy personal. Yo he i~
avidez y la violencia, hasta el punto de que ni todos los caballos creado una familia, he construido un hogar en torno a ella. Yo soy -^
del rey ni todos los hombres del rey —ni todos los terapeutas del su cabeza, pero no su dueño. Nosotros, los individuos separados, r
mundo— son ya capaces de volverla a unificar. somos la asamblea primaria. Tenemos una mutua necesidad de
Las amenazas contra la persona crecen cada día más según la atención, respeto y amor. Nos organizamos, pero la organización
investigación científica va liberando nuevas energías, aumenta la no es el fin del amor y de la crianza. Tenemos, en el sentido más
comunicación de masas y se producen nuevos cambios geopolíticos. amplio, una fe común, un código moral común. Pero la fe es com-
También la reacción frente a estos riesgos se hace más fuerte. La partida en el amor, y el sentido de sus exigencias es debatido con
violencia engendra la conspiración. La conspiración trae consigo amor y con deseo de conocerlo cada vez mejor. Si quebrantamos
12 Ai. L. West Causas de intranquilidad en la Iglesia 13
el código moral, nuestra preocupación es reparar las brechas y en nuestra propia asamblea. De hecho, se niega nuestra verdadera
mantener intacto el amor. Sin estos fallos, el amor jamás sería relación, de persona a Dios, en unión con otras personas que tam-
probado, quizá nunca fuera conocido. bién tienen esta misma relación.
De esta manera, nos sentimos celosos de mantener el código, La Iglesia, centralizada en Roma, ha sucumbido a unas ilusio-/
pero somos tolerantes con los fallos. Sabemos que nosotros mismos nes auténticamente romanas: que puede imponerse el orden me-^
o nuestros hijos podemos embrollar nuestras vidas hasta el extremo diante una legislación, que puede mantenerse pura la fe a base de
de que durante años tengamos que vivir en una situación anormal: multiplicar las definiciones, que la unidad se consolida con la cen-
un mal matrimonio, unas relaciones irregulares, un hijo ilegítimo. tralización, que la autoridad debe ser tan celosamente preservada
No echaremos a los ofensores. No emitiremos juicios draconianos y tan asiduamente inflada como el numen de los antiguos empe-
ni impondremos sanciones de por vida. La persona —que fue radores.
creada por Dios— ha de ser defendida y ayudada para que crezca La realidad de la familia, la experiencia de la comunidad apun-
hasta la más plena madurez —salvación— de que sea capaz. tan a unos resultados totalmente opuestos. Cuando se multiplican
La Iglesia actual se comporta más como^una .corporación que las leyes, la ley queda desacreditada. El lenguaje es un medio im-
como una familia. En ella se ve la forma jerárquica de una familia, perfecto de comunicación y nos vemos constantemente obligados
pero la vida familiar está en otro sitio. Mi obispo es para mí una a suplementar sus imperfecciones mediante códigos subsidiarios.
fotografía en los periódicos o una firma al pie de una carta pasto- El lenguaje especializado de los teólogos embalsama la idea como
ral. Toma decisiones en las que yo no intervengo. Vive en un «pa- una abeja en un trozo de resina. Pero esa abeja estaría ya muerta.
lacio» junto a una «catedral». Dejó de ser un pastor para conver- Nosotros asentimos a un Cristo vivo y a una revelación viva por
tirse en un presidente, que trata conmigo a través de un presbite- un acto de fe que no sufre las limitaciones del verbalismo humano.
rio, lo mismo que un burócrata que se entiende conmigo a través El verbalismo es inestable y, a veces, pierde todo interés, a menos
de un ejército de funcionarios. No le censuro. Es que la organiza- que sea apoyado con glosas e interpretaciones constantes. La unidad
ción lo ha deshumanizado, separándolo de su rebaño. Somos de- —«la unidad del Espíritu en el vínculo de la fe»— no está garan-
masiados para él solo. Nos lo nombraron. No lo «elegimos para tizada necesariamente porque haya una organización central de
nosotros» en atención a su talento, a su preocupación y a su capa- guardianes.
cidad para nuestro servicio espiritual. Ni él tiene contacto con Mi acto de fe es un asentimiento libre a Cristo y a su revela- h
nosotros ni nosotros con él. Y en esto consiste la siguiente causa ción. No se me puede forzar a que lo haga. Tampoco puedo serjf
importante de descontento. obligado a retirarlo por una autoridad central. El acto mismo me i
une a la comunidad de los creyentes y fundamenta la continuidad |
de la comunión entre nosotros.
5. RUPTURA DE LA COMUNICACIÓN DENTRO
Toda autoridad que se establezca dentro de la asamblea se es-
DE LA FAMILIA DE LA IGLESIA
tablece por y a través de la asamblea, que está por sí misma en
unión con Cristo.
La asamblea de la Iglesia católica romana ya no funciona como El papa es designado —elegido— por la asamblea. La voz de
una familia cristiana porque dentro de ella se ha roto la comunica- la asamblea es la única voz de Cristo que nos queda para hacer este
ción. Se legisla, se escribe, se habla, se explica, se advierte, se reza, acto de elección. El ritual de la elección papal lo confirma: Ac-
se lanzan censuras sobre nosotros los fieles como sujetos u objetos ceptasne electionem?, «¿Aceptas la elección (que hemos hecho
de escándalo, como si no fuésemos otra cosa que la masa proleta- nosotros)?»
ria en un vasto estado socialista criptocristiano. No tenemos voz Se ha olvidado durante mucho tiempo que el pastor es elegido
14 M. L. West Causas de intranquilidad en la Iglesia 15

por los fieles, para servicio de los fieles, que están afirmados «en afectan a nosotros los fieles y de manera muy íntima. Nos afectan? ji
la unidad de la fe». La unidad de los fieles es algo anterior. No en nuestras vidas y en nuestro más allá. Creemos en la actuación I
depende ni puede depender de la autoridad del pastor. del Espíritu, pero no tenemos confianza en el iluminismo y nos i[
El concepto de autoridad cristiana, tal como a veces ha sido sentimos escépticos acerca de las revelaciones privadas. Nos pre-
impuesto a los fieles, es esencialmente anticristiano. Cristo se pre- guntamos, con profunda preocupación, quién aconseja al pontífice
sentó como una invitación: «Venid, seguidme.» Su doctrina se re- sobre estas cuestiones de vida, muerte y salvación; quién le pre-
sumía en amor, comunión, comunicación: don libre de sí mismo senta —si es que alguien se encarga de hacerlo— el conocimiento
al Otro y a los otros. y la experiencia que nosotros tenemos acerca de asuntos tan em-
Creo, en consecuencia, que la verdadera función de la autori- brollados; quién controla por nosotros la lógica y los aspectos le-
dad, dentro de la Iglesia, consiste en llamar constantemente a los gales de su decisión. Recordamos con desagrado que en los proce-
fieles a la unión de amor que ellos mismos establecen mediante su sos matrimoniales hay un personaje llamado defensor vinculi, pero
común asentimiento a Cristo y a su doctrina. En la primitiva Igle- no un defensor personae. Es preciso que contemos con una voz'
sia primero fue el kerigma, y la didajé se desarrolló después, a partir que represente al pueblo de Dios en los consistorios del siervo de'
de aquél. Sin el kerigma, la didajé quedaría reducida a un sistema los siervos de Dios. El acto de fe nojjejjaceje^ur^ajrez^para siem-(
ético tan inestable como las costumbres de los hombres en sus p_re. Es preciso renovarlo todos los días, y que esta renovación,'
diferentes hábitos y «habitáis». como la primera vez que lo hicimos, sea libre, con pleno ejercicio
de la razón y con el conocimiento más profundo que sea posible
La autoridad apostólica se confiere a través de una elección.
6. UN SENTIMIENTO DE LO INADECUADOS QUE RESULTAN
Pero la naturaleza y los límites de la autoridad apostólica están\
LA LÓGICA Y EL LEGALISMO
todavía sujetos a discusión. Más aún: debe estar sometido a dis-K
cusión el ejercicio de esa autoridad, y a veces también a examen y
Lo que hoy se pone en tela de juicio dentro de la Iglesia no es - a revisión. Hasta San Pablo resistió al Príncipe de los Apóstoles
en su rostro. No_se nos condjjc£^aj^ajvapán.cxirno_borregos. La
la «doctrina del reino de Dios», sino algunas interpretaciones de
aceptamos como unaoíTHel amor eterno mediante un acto de co-
esta doctrina, la lógica en que se basan esas interpretaciones y las
nocimiento. En cqnsecuendaÍL^l_congjcer tiene para nosotros una
leyes con que se trata de asegurarla.
imjpor_tjincia_absohita. Por eso nos volvemos muy recelosos al ver ^ /
Porci^r^uí^-dm^le^j^japlo. Toda la legislación de la Iglesia
que la lógica de los teólogos se funda en presunciones y que las -£
sobre~éTmatrimonio está determinada según una norma legal ins-
leyes parten de un concepto de la persona humana muy discutible.
taurada por Inocencio I I I : favor matrimonii. Cuando se duda de
la validez del vínculo, hay que estar a favor de éste, no de la persona Un crítico no es un traidor, aunque muy bien puede resultar
o de las personas. ¿Por qué? El objeto de la salvación es el hombre, un miembro muy incómodo del Cuerpo místico. Quien hacej>re-
no una institución. Lo que importa es saber si la salvación del hom- gvmj^s^aa^©s_jjnrebelde. Sus preguntas son un síntomadeque le
bre recibe ayuda o sufre entorpecimiento por causa de una norma preocupa la verdad. La religión ata a un hombre porque este hom-
establecida con vistas a preservar el orden público. Esta cuestión bre eligió ser atado. No es una esclavitud. Es la libertad de los
hijos de Dios.
es urgente para muchos y razonable para todos. ¿Por qué no habría
de ser planteada, debatida, fervientemente protestada?
Un papa decide, en calidad de rey, si ha de dar por cerrada o
prohibir una discusión sobre ciertas cuestiones vitales; se reserva
el derecho a tomar decisiones sobre ellas. Son materias que nos
Causas de intranquilidad en la Iglesia 17

para la ley. La unión de Cristo con su pueblo es un matrimonio


7. UN DESEO FUNDAMENTAL DE LIBERTAD CRISTIANA místico, no un potro de tortura sobre el que se prolonga hasta un
infinito intolerable la agonía de la humanidad.
f La libertad es un estado que se ha de conquistar y una carga Nosotros estamos con Cristo. Estamos con Pedro, a quien
"Stjue se ha de llevar. El asentimiento de la fe es un acto liberador Nuestro Señor otorgó el primado entre aquellos que él envió. Pero
porque marca una orientación al desarrollo de la persona humana, —¡Dios nos asista!— ¿por qué habríamos de estar y cómo tendría-
una conformidad entre sí y los demás hermanos, fundada en la mos que entendernos con algunos secretarios de Pedro?
conformidad con Cristo vivo.
Sin embargo, los límites de la libertad, al igual que los de la
autoridad, aún no están claramente definidos. El deseo de organizar 8. ESTERILIDAD DE LA VIDA LITÚRGICA DE LA IGLESIA
y uniformar la asamblea cristiana no es suficiente razón para fijarlos
con excesiva rigidez o para mantener ciertas definiciones tajantes Por toda la vida litúrgica de la Iglesia se extiende una plaga
anteriormente hechas. de esterilidad. Uso el término «litúrgica» en su más amplio sentido,, l*
Una vez más nos encontramos frente a frente con una idea es- para describir cualquier actividad pública~Hélñtro~cle la asamblea: t
ecíficamente romana: que el objetivo de toda ley ,es el orden pú- el ritual, la administración de sacramentos, la misa, la práctica de la \j
i lico y no la dispensación de justicia_a_los individuos. El derecho vida sacerdotal y religiosa, la actividad misionera, la administración
canónico es romano hasta en sus cimientos. Se inclina más en favor jerárquica.
de las instituciones que de las personas. Se nos ha dicho que está En todos los sectores de la vida de la Iglesia nos encontramos
en trance de ser reformado, pero los conceptos que le sirven de presos en unas formas que, debido a siglos de uso, han ido asu- ,
fundamento necesitan una revisión tan radical como el mismo miendo un carácter seudosacral. Muchas de estas formas van aso-A'
código. ciadas a la riqueza, los privilegios clericales, la teatralidad eclesiásti- L\
Pero ¿qué podríamos hacer nosotros, los subditos de la ley, ca, el triunfalismo, la monarquía, el exclusivismo y los vestigios
con relación a esa revisión tan necesaria? ¿Cómo podríamos enta- de superstición. En la medida en que puedan prestar una ayuda
l ' blar un debate vivo con los miembros de las comisiones eclesiásti- para la piedad, la autoidentificación o la lealtad asociativa tendrán
» cas encargadas de redactar los nuevos cánones? No tenemos comu- su valor. Pero defenderlas como si se tratase de los últimos bastio-
•s <(\ nicación directa con ellos, ni esperanza de entablar este diálogo. nes de la fe es una maniobra peligrosa y desorientadora.
\ \ Nos tenemos que contentar con publicar nuestras opiniones y pro- Es muy fácil censurar los excesos de los ritualistas innovadores,'
V mover la discusión. Algunos lanzamos ataques contra las malas más preocupados del exhibicionismo de la religión que de su ver-,
leyes, con la esperanza de persuadir a los legisladores para que dadera sustancia. También es muy fácil alabarlos como nobles re-
redacten otras mejores. volucionarios que tratan de borrar los últimos vestigios de supers-
No creo que todo el que protesta sea un cismático o un rebelde tición que quedan en una asamblea que cuenta ya dos mil años. Los
o un motivo de escándalo. Tampoco pienso que todo prudente ritos y los gestos de veneración son recursos humanos, símbolos
conservador sea un reaccionario tiránico. Sin embargo, lo que sí humanos que sirven para expresar y para facilitar la relación tras-
pienso es que hay algunos viejos principios cristianos que han de cendental entre la criatura y su Creador. Como todas las cosas hu-
ser gritados una y otra vez desde los tejados. Los intérpretes de la manas, también éstas han de ser tratadas con respeto, pero nunca^
palabra son servidores de la palabra. Cada uno de nosotros —papa, debe consentirse que se conviertan en obstáculos para la comunión/ \
obispo, sacerdote, laico o laica— es un siervo de sus hermanos y espiritual entre los hombres de buena voluntad.
hermanas en Cristo. La ley se hizo para el hombre, no el hombre
El celibato y la virginidad son situaciones materiales hasta que
2
18 AI. L. West

las personas hacen de ellas una virtud. El matrimonio es un con-


trato social —con o sin éxito— hasta que la fe y la caridad le im-
primen el carácter trascendental de sacramento. Un hombre es
ordenado para el sacerdocio y encargado del ministerio de la pala-
bra. Si resulta incompetente o ya no desea ninguna de las dos
cosas, entonces debe ser liberado con dignidad y caridad. Las san- ¿DEBE IMPONER LA IGLESIA SANCIONES
ciones de los cánones pueden producir tanto escándalo como los POR ERRORES EN LA FE?
fallos personales de los clérigos y religiosos.
Dada la función que corresponde a la Escritura en la vida de
la Iglesia, será preciso consultar la Biblia al tratar de responder
CONCLUSIÓN a la pregunta planteada en el título de este artículo. Evidentemen-
te, esta investigación parecerá inútil a aquellos que consideran las
Resumiendo: el ritual es una ayuda y un método que debe faci- Escrituras como documentos del pasado que pueden enseñar muy
litar la práctica de la vida en caridad por el creyente. La autoridad poco a quienes siguen hoy las orientaciones del Espíritu. Estas
es un instrumento al servicio de la asamblea de los creyentes; el personas tienen un bajo concepto del valor normativo de la Biblia,
dogma es una codificación —en términos humanos y, por consi- a la que consideran como una colección de libros «históricamente
guiente, imperfectos— de la sustancia de la fe; la enseñanza y la condicionados». Pero «históricamente condicionado» no debería
interpretación representan el esfuerzo cristiano por aplicar la reve- confundirse con «pasado de moda». La norma paulina de que las
lación a la vida humana en sus circunstancias, que cambian con mujeres tengan la cabeza velada al hablar está condicionada histó-
tanta rapidez. ricamente; también lo están las palabras de Amos sobre la opresión
El hombre es el fin de todo ello: el hombre capaz de destruirse del pobre. El que las afirmaciones de la Biblia sean reflejo de un
a sí mismo, capaz también de salvarse mediante un acto de amor Zeitgeist superado o haya de atribuírseles una validez permanente
|hacia sí mismo, hacia sus semejantes y hacia su Creador, en el que es cuestión que deberá resolverse partiendo de bases distintas del
¡este hombre y sus semejantes subsisten. hecho aislado de que lleven o no la marca de una época determinada.
Las tensiones en la asamblea empiezan a producirse cuando las En la Biblia no hay pruebas de sanciones impuestas a aquellos
instituciones se colocan por encima de los hombres. Se aquietarán miembros de la comunidad que interpretan la fe de una manera
cuando el hombre recupere el lugar que Dios le asignó, la filiación rechazada por la misma comunidad. En el Antiguo y Nuevo Testa-
y la fraternidad en la familia. mento hay claras señales de que la expulsión de la comunidad era
M. L. W E S T aplicada como un castigo, pero en la mayoría de los casos se trataba
de la pena impuesta por faltas morales; en otros aspectos se dife-
renciaba también de la excomunión con que la Iglesia ha castigado
en los últimos tiempos a aquellos de sus miembros que han errado
en materias de fe. El anatema de los concilios ofrece una muy ligera
semejanza, si es que tiene alguna, con el que se aplicaba en el An-
tiguo Testamento o incluso con el de Pablo.
¿Debe imponer la Iglesia sanciones? 21

«ser agregado al propio pueblo» (cf. Gn 25,8; 49,29). Esto sugiere


I. EXCLUSIÓN DE LA COMUNIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO que también la fórmula de castigo ha de entenderse en igual sentido
restringido. En todo caso sería un proceder muy dudoso el explicar
Los LXX emplean el término griego anáthema para traducir la excomunión eclesiástica como una prolongación directa del ana-
el hebreo herem, aplicado a personas o cosas que eran separadas de tema o del castigo consistente en «ser exterminado de su pueblo».
cualquier uso profano y consagradas a Dios. En unos pocos casos El Antiguo Testamento nos ofrece un caso que incluso puede re-
esta separación es una consagración en calidad de ofrenda sagrada sultar instructivo para nuestro propósito. En Esd 10,8, los que
o sacrificio (cf. 2 Mac 2,13; 9,16; Jdt 16,19; este sentido se en- regresan del exilio casados con mujeres paganas son obligados a
cuentra también en Le 21,5). Pero normalmente consistía en una encaminarse a Jerusalén para disolver sus matrimonios irregulares.
•consagración a la ira divina y se expresaba mediante la destrucción. El castigo impuesto a uno que se negó a hacerlo así consistió en
D e ordinario, este castigo recaía sobre no israelitas y, por consi- que «todos sus bienes deberán ser confiscados y él mismo excluido
jguiente, no podía entrañar una exclusión de la comunidad de Is- (TM: yibbadel; LXX: diastalésetal) de la congregación de los exi-
mael; la población y los bienes de las ciudades cananeas fueron liados». Dado que este caso se refiere a una cuestión de disciplina,
dados al herem por los invasores israelitas (cf. Nm 21,3; Dt 7, no se trata directamente de una sanción impuesta por error en
25s; Jos 6,17). Pero no siempre era éste el caso. Los israelitas que materia de fe, pero la exclusión de la comunidad que se da en este
violaron el herem promulgado contra Jericó fueron, a su vez, so- pasaje es el paralelo más estricto que encontramos en el Antiguo
metidos a él (cf. Jos 6,18; 7,12); en Dt 13,15 se invoca contra los Testamento con la excomunión eclesiástica.
hebreos que han caído en la idolatría; los hombres y las mujeres
no vírgenes de la ciudad de Jabes-Galaad fueron dados al herem
por no haber tomado parte en la guerra contra los benjaminitas
II. EL ANATEMA EN EL NUEVO TESTAMENTO
(cf. Jue 21,11).
Próximo al anatema, por su aspecto destructivo, estaba el cas- 1. Epístolas paulinas y Mateo
tigo consistente en «ser exterminado de su pueblo» (cf. Lv 7,20s.
25.27; 17,9; 19,8; Nm 9,13). Esta pena, invocada frecuentemente Pasando al Nuevo Testamento, nos encontramos con las maldi-
contra los israelitas que violaban la ley, quizá significó original- ciones de Pablo a quienquiera que predique entre los gálatas un
mente que el violador debía ser condenado a muerte o declarado evangelio distinto del que éstos recibieron de él (Gal l,8s). El «sea
proscrito. Pero la expresión aparece en algunos textos en que este anatema» no significa aquí la excomunión exactamente, sino el de-
•sentido resultaría absurdo, pues el pecado por el que se impone el seo de que el culpable sea exterminado y condenado, semejante al
castigo podía no ser conocido de nadie más que del mismo pecador
de Rom 9,3 (cf. también 1 Cor 16,22) 2 . La finalidad y el efecto
{cf. Lv 7,20s). Por consiguiente, es probable que exprese una in-
a largo plazo del anatema hace evidente que hay una gran diferen-
vocación del castigo divino sobre el pecador, con la plena seguridad
d e que Dios lo ejecutará '. Ni siquiera es seguro que el pueblo del cia entre el anatema de Pablo y el uso de este término que poste-
•que debe ser exterminado el malhechor sea la comunidad de Israel riormente haiá la Iglesia. Sin embargo, es precisamente en Gal 1,
y no su propia familia; éste es, ciertamente, el sentido de la expre- 8s y 1 Cor 16,22 donde encontramos un paralelismo más estrecho
sión «pueblo» en Lv 21,1.4.14.15, así como en la frase semejante entre el Nuevo Testamento y la excomunión eclesiástica por razo-

2
* Cf. K. Elliger, Leviticus, Tubinga, 1966,101. Cf. K. Hofmann, Anáthema, en Reallexicon für Antike und Christentum,
I, 429.
22 M. M. Bourke ¿Debe imponer la Iglesia sanciones? 23

nes doctrinales3. Sobre todo el primer texto indica que para Pablo vosotros» (1 Cor 5,13), citado del Deuteronomio, donde tiene el
hay una posición doctrinal que resulta incompatible con la fe y con sentido (aunque no siempre; cf. Dt 19,19) de entregar a la muerte
la permanencia en la comunidad cristiana. La excomunión doctri- a un malhechor (cf. Dt 17,7; 22,21.24; 24,7). A Pablo le preocupa,
nal, tal como ha sido practicada por la Iglesia posterior, parece ser en definitiva, la salvación del pecador, pero no es esto lo único que
una combinación de esta convicción con la pena menos radical de pretende. También quiere purificar la comunidad (cf. 1 Cor 5,6) 5 .
Esd 10,8: la Iglesia ya no invoca un anatema final, de destrucción, Esta medida extrema de «entregar a Satán» es exigida por el
sobre los gálatas, sino que impone la exclusión de la comunidad Apóstol únicamente en el caso del incestuoso; sin embargo, 1 Cor
cristiana a quienes, según su juicio, han rechazado la fe común. En 5,11 muestra que los culpables de ciertos pecados graves debían ser
la mayoría de los casos, la exclusión de la comunidad de que se evitados por los demás cristianos. Esto quiere decir que, en la prác-
habla en las epístolas paulinas es mucho más drástica que la mera tica, se les excomulgaba. El cristiano no debe juntarse con tales in-
separación penal en esta vida. Esto es cierto no sólo a propósito dividuos, y el mandamiento de no comer con ellos llevaría también
de los textos antes mencionados, sino también en el caso del inces- consigo la prohibición de compartir la eucaristía, aunque esto últi-
tuoso de 1 Cor 5,1-13. Aquí se trata de un miembro de la comu- mo no debe entenderse como algo perteneciente directamente, y
nidad que se ha casado con su madrastra. Los exegetas que se nie- mucho menos en sentido exclusivo, a esta situación6. Ninguno de
gan a considerar este pecado como consecuencia de un «antinomis- los pecados que se mencionan tiene nada que ver con errores en la
mo pneumático» 4 no ven en él ninguna significación doctrinal. Pero fe 7 . En resumen, se puede decir que las epístolas paulinas hablan
lo cierto es que resulta difícil no admitir alguna relación entre el de una maldición condenatoria de quienes predican un evangelio
«orgullo» y la «vanagloria» de los corintios (cf. 1 Cor 5,2.6) y su corrompido o de quienes no «aman al Señor Jesús». Hay también
convicción de que el incestuoso se había comportado como una en ellas pruebas de una entrega a Satán del hombre que se ha con-
persona verdaderamente «espiritual», superior a las normas éticas. vertido en pecador notorio y de que exigen el apartarse de los cris-
En todo caso, es preciso admitir que la reacción de Pablo, lo mismo tianos que han cometido una serie de pecados. Con respecto a la
si la falta se debió a un pneumatismo doctrinario que si obedecía
exclusión de la comunidad por un medio menos tajante que la en-
a otros motivos, iba dirigida primariamente contra la irregularidad
trega a la muerte, únicamente la última forma tiene alguna seme-
moral en sí. El «entregar a Satán» al delincuente no implica sólo
janza con la posterior excomunión de la Iglesia. Pero no debe sub-
la excomunión, sino algo más grave aún. La finalidad de esa entrega
rayarse en exceso la semejanza, pues el eludir la compañía de los
es la «destrucción de la carne», es decir, la muerte del pecador, «a
pecadores no puede equipararse a una expulsión formal de éstos,
fin de que su espíritu pueda salvarse en el día del Señor» (1 Cor
que los separaría de la comunidad.
5,5). Un procedimiento semejante sería el que se siguió con Ana-
nías y Safira (Act 5,5.10) y en el castigo de Elimas (Act 13,8-12), En el Evangelio de Mateo encontramos la exclusión de la co-
si bien en el segundo caso, y probablemente también en el primero, munidad mediante una sentencia jurídica. En el «discurso eclesiás-
quien ejecuta la calamidad no es Satán, sino el Señor. La entrega
a Satán está en relación con el mandato «quitad al malo de entre 5
Cf. W. Doskocil, Exkommunication, en Reallexicon für Antike und
Christentum, VII (fase. 49), 14. El punto de vista de Doskocil, en el sentido
de que la excomunión era también una penitencia por el pecado, carece de
3
Cf. H. Schlier, Der Bríef an die Galater, Gotinga, 41965, 41: «... es für •base.
6
den Apostel eme Norm der Verkündigung gibt, eben sein Evangelium, und Cf. H. Lietzmann, op. cit., 25.
7
damit auch grundsatzlich die Mbglichkeit zwischen wahrer und falscher Ver- Los «idólatras» de 5,11 son una posible excepción. Pero según parece,
kündigung zu unterscheiden.» Pablo piensa aquí en unos cristianos que han tomado parte en los banquetes
4 sacrificiales de los paganos (cf. 1 Cor 10,14-22) según el principio de que los
Así, W. Kümmel, en H. Lietzmann, An die Korinther I/II, Tubinga,
4 (dolos a los que se habían ofrecido aquellos alimentos no eran nada.
1949, 173.
24 M. M. Bourke

tico» se presenta el caso de un cristiano que peca contra sus her-


manos y rechaza la corrección aun cuando le es impuesta por la 2. Otros datos del Nuevo Testamento
«Iglesia» (Mt 18,17). A este tal se le ha de considerar como «un
pagano y un publicano», es decir, como que no pertenece a la ekkle- Llegando a las Epístolas pastorales, hay pruebas claras de que
s'ta. Pero la cuestión de que se trata aquí es una ofensa contra otro esta separación de la comunidad, de la que dan testimonio los textos
miembro de la comunidad, no una interpretación errónea de la fe. anteriores, afecta ahora primariamente a quienes han caído en erro-
Es cierto que a este verso le sigue inmediatamente el logion «Os res de tipo doctrinal, más que de práctica moral. Es cierto que en
doy mi palabra de que todo lo que atéis en la tierra se atará en el las Pastorales no hay pruebas de una excomunión formal de estos
cielo, y lo que desatéis en la tierra se desatará en el cielo» (Mt 18, delincuentes, pero el evitar su trato, tal como «Pablo» aconseja,
18). La cuestión de si este logion va dirigido a la ekklesía en cuanto es algo equivalente a ese castigo. 2 Tim 3,5 pide a «Timoteo» que
tal, o sólo a un determinado grupo dentro de ella, es objeto aún de evite a estos individuos, que son descritos con unos rasgos que en
discusiones. Pero esto no nos afecta aquí directamente. En última gran parte corresponden al catálogo tradicional de vicios (cf. 2 Tim
instancia, este atar y desatar sería una prerrogativa de la Iglesia. 3,2-4), aunque su rasgo distintivo de culpabilidad consiste en pre-
sentarse «con apariencia de piedad (eusebeia), pero renegando su
Pero ¿a qué se refiere en definitiva? Los paralelos rabínicos de
fuerza»9; algunos de ellos consiguen arrastrar a ciertas mujeres
este logion sugieren que afecta a cuestiones de disciplina y doc-
locas con su doctrina errónea; resisten a la verdad, se han perver-
trina 8. La referencia a la doctrina no encaja en Mt 18,18, por lo
tido y son reprobos en cuanto a la fe (cf. 2 Tim 3,5-8). De igual
que el sentido del logion, en sí, no debe restringirse al caso de una
manera se ordena a «Tito» que evite la compañía de un «hereje»
acción disciplinar de que se habla en Mt 18,17, es decir, a la exclu-
(hairetikon anthropon) que rechaza la corrección (Tit 3,10). La
sión del ofensor expulsado de la comunidad (y, a la inversa, al le-
posición que se atribuye a Timoteo y Tito como delegados del
vantamiento de la sentencia en el caso de que se arrepienta). El
Apóstol confiere a estos mandatos carácter público, superior al que
logion existía como unidad independiente antes de que fuera incor- tendrían unas simples advertencias dadas a personas privadas. En-
porado a Mt 18, y se encuentra, referido sólo a Pedro, en Mt 16,19. tre estos herejes está un tal Himeneo, que, junto con Fileto, preten-
En este último contexto no hay limitación alguna de su sentido, de que la resurrección de los muertos ya ha tenido lugar, con lo que
como ocurre en Mt 18. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta que perturba la fe de los demás (2 Tim 2,17s). También se menciona
los paralelos rabínicos, en que manifiestamente se trata de atar y a Himeneo en 1 Tim l,19s como uno de los que «han naufragado
desatar en relación con la doctrina, no dan ningún ejemplo de doc- en la fe». El Apóstol lo ha entregado, junto con Alejandro, a Sa-
trina sobre materias de fe, sino únicamente de enseñanzas en que tanás, para que aprendan a no blasfemar. El último es un texto muy
se declara prohibida o permitida una determinada conducta moral. importante. El «entregar a Satán», si bien guarda estrecha relación
La semejanza de Mt 18,15-17 con el Manual de disciplina de con el procedimiento de 1 Cor 5,5, tiene consecuencias menos drás-
Qumrán ya ha sido subrayada varias veces {cf. 1 QS 6,1), si bien ticas que en este último texto. Se trata de una medida correctiva,
en este último texto nada se dice sobre una exclusión de la comu- en la que no se piensa de ninguna manera en la muerte. No se es-
nidad. Con todo, en el mismo Manual se dan algunos ejemplos de pecifican los males purgativos que se esperan han de derivarse para
exclusión, a veces permanente (cf. 1 QS 7,23ss; 9,1).

' Cf. M. Dibelius y H. Conzelmann, Die Pastoralbriefe, Tubinga, 41966,


Kl: «Hier (verso 5) verliert die Lasterreihe ihren traditionellen Charakter;
1
Cf. H. Strack y P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus die folgenden Worte enthalten also einen wirklichen Vorwurf gegen die
Talmud und Midrash, 1, Munich, 21956, 738-741. Ketzer.»
26 M. M. Bourke ¿Debe imponer la Iglesia sanciones? 27

los culpables de su entrega a Satán; M. Dibelius sugiere que se contenido de las falsas doctrinas13. En contra de Bultmann M
trataría de «una enfermedad o cosa parecida» 10. También ha de Schnackenburg no cree que sea el «docetismo» el error cristológico
notarse que, al contrario que en 1 Cor 5, lo que ha motivado la contra el que habla el autor, si bien admite que hay puntos de con-
censura no es una falta de carácter moral, sino un error doctrinal tacto entre las falsas doctrinas repudiadas en la epístola y el doce-
(probablemente el mismo a que se refiere 2 Tim 2,18). Es evidente tismo 15. Aquéllas consistirían más bien en negar que la redención
la estrecha semejanza del procedimiento con la excomunión eclesiás- se realizase mediante la muerte salvadora del Jesús histórico, que
tica; se ha incurrido en sanción por una «interpretación de la fe» es también el preexistente, el Cristo celeste, el Hijo unigénito de
que el Apóstol juzga más bien como una falsificación y una nega- Dios. Según Bultmann, negar que Jesucristo ha venido en la carne
ción de la misma. es tanto como separar al Jesús histórico del Cristo escatológico;
La Primera Epístola de Juan tiene también importancia para para Schnackenburg, equivale a negar que la obra de la redención
nuestra investigación, puesto que en gran parte se dedica a tratar se ha realizado a través de Jesucristo 16.
de un error cristológico: la negación de que Jesús sea el Cristo (1 Jn La epístola subraya la incompatibilidad de esta doctrina con la
2,22). Dicho positivamente, el verdadero cristiano es aquel que fe cristiana: los falsos doctores, los «anticristos» (2,18), se han
confiesa que Jesús es el Hijo de Dios (4,15; 5,5), que Jesús es el excluido de la comunidad cristiana. Realmente, nunca pertenecieron
Cristo (5,1), que Jesús ha venido en carne (4,2), que Jesucristo a ella, pues si hubieran pertenecido a ella, no la habrían abando-
vino por el agua y por la sangre (5,6). Es sumamente difícil iden- nado (2,19). Este «salir fuera» no sugiere excomunión alguna o
tificar en esta epístola la negativa de que Jesús sea el Cristo con la un acto por el que la Iglesia hubiera expulsado a los falsos docto-
repulsa a admitirle como Mesías. En la epístola no hay pruebas de res n . Sin embargo, no podría expresarse de manera más tajante su
que vaya dirigida directamente contra ciertas creencias judías, sino separación del cuerpo de los creyentes. Ya antes de adherirse a las
más bien contra personas del pueblo que invocan el nombre cristia- falsas doctrinas habían dejado de ser realmente cristianos. No podía
no, y no es de creer que estas personas negasen la condición mesiá- expresarse con más claridad lo incompatible de una coexistencia,
nica de Jesús. Tampoco es suficiente la reducción hecha por R. Bult- dentro de la Iglesia, entre la fe y las doctrinas de los falsos docto-
mann de estas doctrinas erróneas a la negativa de que el Jesús res. Como señala Bultmann, esta repulsa de los falsos doctores
histórico sea idéntico al Cristo escatológico, el Salvador preexis- indica que éstos pretenden ser considerados como cristianos; a esto
tente n . Según Bultmann, versos tales como 1,7b; 2,2 y 4,10b, que replica el autor que nunca lo fueron realmente. Se discute si su
atribuyen la salvación a la muerte expiatoria («sangre») de Jesús, «marchar fuera» indica una separación voluntaria de la comuni-
son extraños al pensamiento del autor, y se deben a un redactor ecle- dad 18. Pero, en cualquier caso, el autor indica que su doctrina ha
siástico n. Pero es preferible el punto de vista de R. Schnackenburg,
en el sentido de que estas afirmaciones son muy valiosas como otros 13
tantos indicios de lo que implica la confesión «Jesús es el Cristo», Cf. Die Johannesbriefe, Friburgo-Basilea-Viena, 21963, 18: «Diese volle
und an keiner Stelle auftrennbare joh. Christologie setzt der Verf. den Irr-
«Jesús es el Hijo de Dios», «Jesucristo ha venido en la carne». Si lehrern entgegen... Die Christologie ist aufs engste mit der Soteriologie ver-
se toman juntas estas confesiones y todo lo que se afirma acerca bunden.»
de Jesucristo, se tiene la cristología del autor e, inversamente, el " Op. cit., 67.
15
Op. cit., 22: «...eine ausgesprochen 'doketische' Christologie wird
nicht erkennbar.»
16
Ibíd., 19.
10 17
Ibíd., 28. Cf. W. Bauer, Rechtglaubigkeit und Ketzerei ir» altesten Chrhtentum,
11
Cf. Die Johannesbriefe, Gotinga, 1967, 43s. Tubinga, 21964, 96.
12
Ibíd., 27, 29s, 73. " Así, Schnackenburg, op. cit., 150; C. H. Dodd, The Johannine Epistles,
Nueva York, 1946, 52; en contra, Bultmann, op. cit., 41.
28 M. M. Bourke ¿Debe imponer la Iglesia sanciones? 29

sido la verdadera tazón que los ha separado de la Iglesia; para venido (eleluthota) en la carne»; aquí, que «Jesucristo viene
permanecer en ésta es preciso profesar la verdadera fe. Bultmann (erchomenon) en la carne». Es probable que la diferencia de tiem-
distingue entre la comunidad «empírica» y la «real», y sostiene po entre los dos participios griegos no tenga mayor importancia. El
que los herejes siguen perteneciendo a la primera, pero no a la presente subrayaría «el significado intemporal de la encarnación» a
segunda w . Según él, esto queda claro por las constantes adverten- o, como sostiene C. H. Dodd, podría equivaler simplemente a afir-
cias de las epístolas que previenen contra el peligro que estos indi- mar la realidad de la encarnación, siendo el significado idéntico al
viduos suponen para los creyentes. No es convincente su argumen- de 1 Jn 4,2 23. Los «engañadores» creen que sus puntos de vista
tación; un grupo que se hubiera separado, pretendiendo que su son «avanzados» (v. 9); pero, según el autor de la epístola, quien
doctrina es la verdadera, podría constituir aún un peligro para los va tan adelante que termina por sobrepasar los límites de «la ense-
que permanecen dentro de la comunidad, mereciendo ser objeto ñanza de Cristo» (v. 9; el genitivo es probablemente objetivo,
de las advertencias del autor. Pero lo mismo si 2,19c significa que «enseñanza sobre Cristo» 24 ) no tiene a Dios. La comunidad a que
los falsos doctores están todavía dentro de la comunidad, con lo va dirigida la epístola recibe una advertencia para que se prevenga
que se demostraría que no todo el que pretende pertenecer a la co- contra estos doctores; si uno de ellos se presenta en medio de la
munidad real pertenece de hecho a ella (así, Bultmann), o si el pasaje comunidad, no debe ser recibido; ni siquiera se le ha de otorgar
se ha de tomar en el sentido de que aquéllos ya la abandonaron, un saludo, pues hacer tal cosa sería tanto como tomar parte en sus
demostrando así que ninguno de ellos había pertenecido nunca ver- maldades (vv. lOs). Esta advertencia deja en claro que, según el
daderamente a ella (así, Schnackenburg20), queda claro que los autor, los falsos doctores están realmente separados de la hermandad
errores cristológicos por ellos propuestos eran intolerables, y que cristiana, aun cuando no haya aquí, como tampoco en 1 Jn, indica-
la Iglesia una no puede aceptar dos cristologías diferentes. El lla- ción alguna de una excomunión formal.
mar a los herejes «anticristos» (2,18) y «falsos profetas» (4,1) lo Las epístolas de Judas y 2 Pedro son también ejemplos de una
indica claramente. Negar que Jesús es el Cristo es igual que negar polémica especialmente dura contra los falsos doctores, a los que
a Dios Padre; quien niega al Hijo no tiene parte en la vida del se achacan graves faltas morales tanto como errores parcialmente
Padre (2,22s). Según esto, la falsa doctrina equivale a la idolatría, cristológicos (Jds 4; 2 Pe 2,1; probablemente también 1,16). Pero
y la exhortación «hijitos, guardaos de los ídolos» (5,21) significa estos individuos no se han separado de la Iglesia; por el contrario,
que deben estar precavidos contra los errores referentes a Jesús participan en las comidas de la comunidad (2 Pe 2,13) y en las
el Cristo 21 . fiestas de fraternidad (Jds 12) 2S .
En 2 Jn se encuentra una afirmación aún más tajante sobre la
incompatibilidad de la verdadera fe con las falsas doctrinas. Aquí III. EL CAMINO MAS SEGURO
se llama a los falsos doctores «engañadores» que «han salido al
mundo» (v. 7). Como indica el v. 10, el movimiento se extiende El tema propuesto para este artículo era una investigación so-
por obra de misioneros itinerantes, aunque también es posible que bre los datos bíblicos que podrían dar respuesta a la pregunta:
la expresión «salir» aluda a una «salida» fuera de la comunidad, de
que habla 1 Jn 2,19. El error se formula también en términos se- 22
mejantes a los de 1 Jn 4,2: allí consistía en negar que «Jesús ha Schnackenburg, op. cit., 'bl'b; de manera parecida, Bultmann, op. cit., 107.
23
Op. cit., 149.
24
Así, Bultmann, op. cit., 108.
" Op. cit., 42. 25
Para un estudio sobre los falsos doctores de estas epístolas y sus doctri-
20
Op. cit., 151. nas, cf. K. Schelkle, Die Petrusbriefe/Der Judasbrief, Friburgo-Basilea-Viena,
21
Así, Bultmann, op. cit., 93s. 1961, 230-234.
30 M. M. Bourke jDebe imponer la Iglesia sanciones? 31

«Si la Iglesia cree que debe rechazar determinadas interpretaciones resulta difícil encontrar un caso de excomunión por errores en la
de la fe, ¿ha de llevar esto consigo también una sanción?» fe, pero la verdad es que sólo hay un paso entre la advertencia de
Afortunadamente, no cae dentro de nuestra tarea el determinar evitar a los que cometieron errores en la fe y la excomunión. ¿Hay
qué interpretaciones de la fe podría decidir la Iglesia que han de alguna razón para que la Iglesia cambie su manera de proceder al
ser rechazadas, pues dada la complejidad del desarrollo de las doc- icspecto?
trinas y del problema hermenéutico, no resulta fácil decir qué in- Quizá el ejemplo del Vaticano II nos oriente hacia una res-
terpretaciones en concreto han de ser rechazadas. Sin embargo, puesta. No es preciso advertir que no todos sus documentos versan
parece razonablemente claro que una interpretación contraria a las sobre materias de fe, e incluso los que proponen directamente esta
afirmaciones cristológicas y soteriológicas fundamentales del Nuevo materia ofrecen determinados puntos de vista a los que podría pre-
Testamento —una interpretación como aquellas a que se enfrenta sentar objeciones un fiel católico. Pero también es igualmente cierto
que documentos tales como la Constitución dogmática sobre la Igle-
el autor de 1 Jn— habría de ser rechazada. Es indudable que el
sia pretendían intencionadamente presentar, en su totalidad, la fe
Nuevo Testamento tiene diferentes niveles de cristología y de so-
de la Iglesia, exigiendo el asentimiento de los fieles. Pero el Conci-
teriología. Pero negar una etapa posterior (por ejemplo, negar la
lio no quiso pronunciar ni un solo anatema. Esta manera de proponer
preexistencia de Jesús) y apelar al hecho de que tal doctrina no era
la fe adoptada por el Concilio es probablemente, en nuestros tiem-
mantenida por los primeros cristianos, que eran de una indudable
pos, un método más eficaz que la excomunión para que la Iglesia
«ortodoxia», sería tanto como pasar por alto el hecho de que, en
dé testimonio de «la fe transmitida a los santos de una vez para
la visión de la Iglesia que estableció el canon del Nuevo Testamento,
siempre».
la verdad total no está representada por una o por varias de sus
M. M. BOURKE
partes, sino por todo él en conjunto. Es posible que nos sintamos
muy inclinados a asignar diferentes grados de desarrollo a los dis-
tintos niveles, palestiniano, helenístico-judaico y helenista. Pero
aun dando por supuesta la exactitud histórica de esta estratificación,
es difícil comprender cómo una interpretación que, de hecho, di-
suelve la cristología de cualquiera de estos estratos puede conside-
rarse como una formulación aceptable de la fe cristiana. Pero, en
cualquier caso, si la Iglesia juzga que ha de rechazarse una deter-
minada interpretación, ¿tendría que añadirse una sanción —la ex-
comunión— a esta decisión? Por principio, es imposible responder
que no debería hacerse. W. Doskocil ha dicho, y lo ha demostrado
hasta la saciedad, que «todo grupo social, pasado y presente, re-
clama para sí el derecho de excluir, bajo determinadas condiciones,
a algunos de sus miembros, temporal o definitivamente»26. Desde
el punto de vista histórico, la Iglesia cristiana no ha sido una ex-
cepción, y su actuación concreta cuenta con apoyos bíblicos. En el
Nuevo Testamento es raro el caso de excomunión formal, y hasta

26
Art. cit., 2.
Confesiones de fe en la antigua Iglesia 33

la cantidad de salmos y cánticos escritos desde la época más tem-


prana por nuestros hermanos en la fe, que ensalzan a la Palabra
de Dios, el Cristo, y lo consideran como Dios?», dice un autor des-
conocido en la Historia eclesiástica de Eusebio ( t 339) 3 . Por desgra-
cia, son pocos los himnos litúrgicos que se han conservado de los
CONFESIONES DE FE EN LA ANTIGUA IGLESIA: siglos ii y n i , y la mayoría de ellos proceden de círculos gnósti-
ORIGEN Y FUNCIÓN cos 4. Sabemos además que, junto a los himnos, también los salmos
veterotestamentarios, entendidos cristológicamente, tenían su lugar
en el culto 5 .
Esta colaboración contiene algunas observaciones sobre los prin- Llama la atención el hecho de que la primitiva liturgia cristiana
cipales momentos que dieron lugar al nacimiento de las confesiones dejara un gran margen a la improvisación (cf. 1 Cor 14,26). Y esto
de fe y en las que éstas han funcionado: la liturgia, la catequesis y se aplicaba asimismo a la anáfora (el canon de la misa). Así, dice
el bautismo, y las luchas contra la heterodoxia'. La situación litúr- Justino hacia 150-155: «El que preside, dirige las oraciones y la
gica —pensamos sobre todo en la celebración eucarística— nos acción de gracias según su propia capacidad, y el pueblo responde
brinda la ocasión para emplear la denominación de «confesión euló- con la invocación: ¡Amén!» 6 . Cuando Hipólito, hacia 215, ofrece
gica», derivada del griego eulogein: alabar. Tomando como base a la Iglesia de Roma un ejemplo de anáfora, menciona expresa-
las otras situaciones, hablaremos de «confesión bautismal» y de mente que «el obispo da gracias según lo que hemos dicho ante-
«confesión doctrinal» 2 . riormente. No es en absoluto necesario que emplee las mismas
palabras, de modo que deba esforzarse... en decirlas de memoria.
1. CONFESIÓN EULOGICA Cada uno puede orar según su propia inventiva. Está bien que al-
guno pueda componer una oración larga y solemne; pero si alguien
La situación más indicada para requerir una confesión de fe es al orar lo hace con una oración limitada, no ha de estorbársele, con
la liturgia. Aquí no nos encontramos con las circunstancias externas tal que su oración sea irreprochable y ortodoxa» 7 . No hay que
que provocaban la confesión de un creyente o de una comunidad admirarse de que precisamente en la liturgia la improvisación haya
de fieles, sino con una necesidad interna de alabar a Dios y de darle desempeñado un gran papel, ya que la confesión eulógica es la ex-
gracias por el don de la salvación. presión más directa y espontánea de una fe viva.
Ya en el culto veterotestamentario y del judaismo tardío, que Es imposible esbozar en este corto espacio el desarrollo de los
ciertamente ejercieron su influencia sobre la primitiva liturgia cris- himnos, plegarias y anáforas y analizar su contenido. Nos limitamos
tiana, gran número de salmos y la llamada Shema hacían las veces por ello a dirigir nuestra atención a las doxologías 8. Forman éstas
de confesión de fe. En las cartas de Pablo y en el Apocalipsis de
Juan encontramos himnos o fragmentos que, a juicio de los exege-
3
tas, provienen de la primitiva liturgia cristiana. Precisamente en el Hist. Eccl., V, 28, 5 (Sources chrét, 41, 75).
4
cántico, la confesión alcanza vigor expresivo. «¿Quién no conoce... Cf. J. Quasten, Patrology, I: The Beginnings of Patristic Literature,
Utrecht-Bruselas, 1950, 158-168.
5
1 Cf. B. Fischer, Die Psalmenfrómmigkeit der Marlyrerkirche, Friburgo
Cf. O. Cullmann, La foi et le cuite de l'Eglise primitive, Neuchátel, 1963, de Brisgovia, 1949.
56-66.
2 • Apología, I, 67,5 (Patr. Gr., 6, 429).
Los principales símbolos de la fe pueden encontrarse en Denzinger- 7
Traditio Apostólica, 10 (Sources chrét., París, 1946, 41-42).
Schbnmetzer, Enchiridion Symbolorum, 321963, o en ediciones más antiguas. ' Véase un resumen de la evolución: A. Stuiber, art. Doxologie, en Real-
El estudio más importante: J. N. D. Kelly, Early christian creeds, Londres,
2 Icxikon für Antike und Christentum, II, 210-226.
1960.
3
34 A. Brekelmans Confesiones de fe en la antigua Iglesia 35
una cristalización de la confesión eulógica. En la doxología alcanza las doxologías sufrieron el influjo de las fórmulas trinitarias bautis-
su expresión más destacada la estructura interna de la oración cris- males y de las controversias teológicas. Una indicación en este sen-
tiana. La fórmula presenta una interesante evolución en la que se i ido la brinda una sentencia de Hipólito que combate a los moda-
refleja el proceso de toma de conciencia del misterio trinitario. La listas o monarquianos: «(Puesto que el Logos) no quiso que el
Iglesia primitiva había orado con Pablo: «... a Dios, que es el único Padre fuese glorificado de otra manera más que de ésta, encomendó
sabio, por medio de Jesucristo, sea la gloria por los siglos de los
a los discípulos después de la resurrección: 'Id y haced a todos los
siglos, amén» (Rom 16,27; cf. 1,8; 7,25; 2 Cor 1,20; Heb 13,15;
pueblos discípulos míos, bautizándolos en el nombre del Padre
1 Pe 4,11). Podemos observar una primera fase de la evolución a
y del Hijo y del Espíritu Santo.' Para ello les dio a conocer que
mediados del siglo u, cuando se incluye al Espíritu Santo en la
todo el que excluye a uno sólo de éstos no glorifica plenamente a
mediación. Así, dice Justino: «(El que preside)..., ofrezca honor y
Dios, porque el Padre es glorificado por medio de esta Trinidad
alabanza al Padre de todas las cosas, por el nombre del Hijo y del
(Trias)» n. Un último desarrollo apareció en los siglos iv y v por
Espíritu Santo» 9 . Al tiempo que subsisten innumerables doxo-
influjo de las luchas amanas u . Este condujo a la doxología trini-
logías en que únicamente se menciona la mediación de Cristo, la
Traditio Apostólica de Hipólito pone de manifiesto una etapa supe- taria expresa: «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.»
rior en la evolución, cuando prescribe que en toda bendición se ha Es notable el hecho de que en la mayor parte de las liturgias
de decir: «Gloria a ti, Padre e Hijo, con el Espíritu Santo en la hayan subsistido las doxologías más primitivas. Tal vez pueda ex-
Iglesia, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén» 10. El plicarse porque las Iglesias locales disfrutaban de gran independen-
nuevo paso en la evolución consiste en que ambos, el Hijo con el cia y sólo tenían que adaptarse a las exigencias de la situación
Espíritu Santo, son colocados juntamente con el Padre en igual concreta. Al mismo tiempo, esta pervivencia pone de manifiesto
dignidad. La mención de la Iglesia en la anterior doxología es una que la lex orandi garantizaba una comprensión ortodoxa de la fe.
significativa adición del propio Hipólito, ya que la Iglesia es la
comunidad litúrgica en la que tiene lugar la confesión eulógica, En
Egipto, Dionisio de Alejandría concluye una carta con la misma 2. CONFESIÓN BAUTISMAL
doxología: «... terminamos con el modelo y la norma que hemos
recibido de los presbíteros anteriores a nosotros, de la misma ma- Para poder penetrar un poco en el origen y en la estructura de
nera como nosotros, en unanimidad con su oración, también ahora la confesión bautismal tenemos que apoyarnos en los ritos bautis-
os prescribimos a vosotros: a Dios Padre, y al Hijo nuestro Señor males posteriores y establecer una distinción entre: a) la fórmula
Jesucristo, con el Espíritu Santo, sean el honor y el poder...» n . bautismal pronunciada por el celebrante; b) las preguntas formu-
En otros lugares de Oriente, a excepción de Siria, la doxología más ladas al catecúmeno, y c) la respuesta dada por éste.
frecuente rezaba así: «Gloria al Padre por el Hijo en el Espíritu
Por lo que respecta a la fórmula bautismal, suponemos que en
Santo...» Podríamos preguntarnos por las causas que sirvieron de
la primitiva Iglesia se pronunciaba el nombre de Cristo sobre el
base a esta evolución en los siglos n y ni. Con toda verosimilitud,
bautizando. Es lo que se deduce de los datos del Nuevo Testamen-
to, en que se habla del bautismo «en» o «por el nombre de Cris-
' Apología, I, 65, 3 (Patr. Gr., 6, 428). to». Así, la Epístola de Santiago (2,7) puede hablar del «bello
M
6, loe. cit., 35; cf. ibíd., 4, loe. cit., 33; 22, loe. cit., 52.
11
C. L. Feltoe, The letters and retnains of Dionysius of Alexandria (Cam- 12
bridge Patristic Texts), Cambridge, 1904, 198; cf. G. Kretschmar, Studien zur Fragm. contra Noetum, 14 (P. Nautin, Hyppolite, contre les hérésies,
frühchristlichen Trinitatstheologie (Beitrage zur Historischen Theologie, 21), jragment, étude et édition critique, París, 1949,255).
13
Tubinga, 1956, 182-183. Cf. J. A. Jungmann, Die Stellung Christi im liturgischen Gebet (Litur-
giegeschichtliche Quellen und Forschungen, 19-20), Münster i. W., 1925.
36 A. Brekelmans Confesiones de fe en la antigua Iglesia 37

nombre... que ha sido invocado sobre vosotros». A mediados del ¿Crees en Cristo Jesús, Hijo de Dios, que nació por el Espí-
siglo I I , Hermas, refiriéndose a las persecuciones contra los cris- ritu Santo de la Virgen María, fue crucificado bajo Poncio Pilato,
tianos, habla de los apóstatas, «que se han avergonzado del nombre muerto y sepultado, resucitó al tercer día vivo de entre los muertos,
invocado sobre ellos» 14. Se trata, sin duda, del nombre de Cristo,
que subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre y ha de
por el cual reciben los fieles cristianos su denominación de tales.
venir a juzgar a vivos y muertos?
Junto a éste existió, como es sabido, el bautismo «en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). Esta fórmu- ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia y en la resurrec-
la bautismal es reproducida también por la Didajé a principios del ción de la carne?» 17.
siglo II 1S. Puesto que los judíos ya creían en el Dios único y esta- Esta forma hace las veces de fórmula trinitaria. En la Iglesia
ban asimismo familiarizados con la idea del Espíritu Santo (cf. Act occidental fue hasta el siglo vi la fórmula más habitual. En Oriente
2,14-41), cabe pensar que a la Iglesia primitiva le bastara con el estuvo en vigor hasta los siglos iv y v, pero ya hacia el 400 obser-
bautismo «en el nombre de Cristo» en su misión entre los judíos. vamos en Juan Crisóstomo y en Teodoro de Mopsuestia que la
Por el contrario, entre los paganos, el kerigma exigía la mención confesión bautismal se lleva a cabo en relación con la renuncia al
expresa del Padre y del Espíritu, lo cual encontró su formulación diablo.
en la fórmula bautismal trinitaria. Ambas fórmulas no se contra- Tras cada pregunta del obispo, respondía el catecúmeno:
ponen entre sí, ya que apuntan a un mismo y único acontecimiento «Creo», y era entonces sumergido. En nuestra opinión, las pre-
de salvación. guntas bautismales no pretendían simplemente averiguar si el cate-
cúmeno creía de verdad y quería aceptar la doctrina cristiana. Por
La cuestión principal que nos interesa es la de saber si en el
el contrario, la pregunta bautismal es la propuesta oficial de la rea-
bautismo se llevaba a cabo una confesión de fe en forma de pre-
lidad de la salvación presente en la Iglesia. La respuesta afirmativa
guntas y respuestas. Cuando investigamos el Nuevo Testamento no
es propiamente la confesión. Así, pues, la forma de preguntas y
podemos sustraernos a la impresión de que esta forma ha estado
respuestas estaba encaminada a lograr un acuerdo en la fe. Si pen-
al menos implícitamente presente. Un ejemplo lo encontramos en el
samos no en el texto muerto, sino en la confesión viva y actual,
texto interpolado, pero antiguo, de Act 8,36-38, en el que Felipe
podemos decir que la confesión bautismal reviste esencialmente un
dice al etíope: «Si crees de todo corazón (pregunta bautismal),
carácter dialogado que tiende a la conformidad en la fe.
puedes serlo. Este le respondió: Creo que Jesucristo es el Hijo de
Este acuerdo en la fe lo caracteriza justamente Tertuliano al
Dios» (respuesta en forma de confesión) l6 . Por falta de datos es
denominarlo pactio fidei (pacto de fe) y fidei conventio (acuerdo
muy poco lo que podemos decir sobre la forma concreta de pre-
de fe) 18 . La palabra «símbolo» apunta en la misma dirección. En
guntas y respuestas hasta mediados del siglo n.
la Antigüedad se tenía la costumbre de partir por el medio, a ma-
Para la segunda mitad del siglo II y la época siguiente tenemos nera de contrato, una moneda de oro o un anillo. El intercambio
los testimonios de Tertuliano, de Hipólito de Roma, de Dionisio (symballein) de los dos pedazos servía luego de prueba del con-
de Alejandría y de Orígenes. Citamos aquí el ejemplo de Hipólito. trato existente. Esto hace suponer que los cristianos de la Iglesia
El celebrante del bautismo, el obispo, pregunta: antigua tomaron pie de este sentido para llamar «símbolo» a su
«¿Crees en Dios, Padre todopoderoso? confesión bautismal. Cipriano, que es el primero en quien se en-
cuentra el término, se refiere precisamente a las preguntas bautis-
" Pastor Hermae, Sim. VIII, 6, 4 (72) (Sources chrét., 53, 276).
15
Didajé, 7, 1 (Die Apostolischen Váter, ed. Funk-Bihlmeyer, I, Tubinga, " Traditio Apostólica, 21, loe. cit., 50-51.
'1956, 5).
16 " De pudicitia, 9, 16; De anima, 35, 3; cf. E. Dekkers, Tertullianus en de
Cf. O. Cullmann, op. cit., 57. Para otros ejemplos, Kelly, op. cit., 29-37. geschiedenis van de liturgie, Bruselas, 1947, 195-196.
38 A. Brekelmani Confesiones de fe en la antigua Iglesia 39

males, a las que, no obstante, van inseparablemente ligadas las res- gloria del Padre, para restaurar todas las cosas y para despertar a
puestas 19. También es muy posible que en la palabra «homología» la vida a toda carne del género humano» n.
—el nombre grecocristiano de la confesión— haya resonado el Ireneo añade que de esta manera reproduce la doctrina de la
antiguo significado profano de «acuerdo». Por todo esto parece fe, que ha sido transmitida por los apóstoles y que en el mundo
que la confesión bautismal es dialogada y está destinada a lograr entero tienen en comunidad todas las Iglesias. Tiene interés en
el acuerdo en la fe20. acentuar tanto el origen apostólico como la universalidad de la
doctrina de la fe. Son dos argumentos en la lucha contra las here-
jías gnósticas. Si invocara únicamente la tradición asegurada por la
CONFESIÓN DOCTRINAL sucesión apostólica, aún sería éste un criterio insuficiente de la
doctrina ortodoxa. Se trata fundamentalmente de la universalidad
Por confesión doctrinal, llamada tradicionalmente symbolum de la doctrina: «(La Iglesia) cree unánimemente como si tuviera
fidei, entendemos una formulación concisa de la doctrina de fe una sola alma y un solo corazón, y los comunica (el kerigma y la
que pretende ser en cierto modo completa. Esta confesión debe doctrina) como si tuviera una sola boca. Indudablemente, las len-
ser situada, de acuerdo con su origen y función, en el cuadro de la guas son diversas por toda la faz de la tierra, pero la fuerza de la
enseñanza de la fe, de la apologética y la lucha contra la herejía. tradición es una y la misma. Las Iglesias establecidas en Germania
En los escritos del Nuevo Testamento y en los Padres apostó- no creen de manera distinta, ni transmiten la fe de diferente ma-
licos sólo encontramos expresiones doctrinales, que pueden consi- nera, ni tampoco las Iglesias establecidas en Iberia, ni entre los
derarse, a la luz de los desarrollos posteriores, como indicios y celtas, ni en el Oriente, ni las de Egipto...» 23 . Observamos que
fragmentos de confesiones doctrinales21. Encontramos ejemplos de Ireneo, cuando habla de la tradición, se refiere a la transmisión
formulación concisa de la doctrina de fe hacia el 200 en Ireneo y actual de la doctrina de la fe. De esta manera, la regla de fe consta
Tertuliano, cuando hablan de las reglas de la fe o de la verdad. de los elementos que se transmiten, se enseñan y se creen universal-
Justamente esta denominación pretende ser una reproducción fiel
mente. Es posible, según Ireneo, que los herejes tengan la misma
y un resumen de la doctrina tradicional de la fe. Según Ireneo, esta
formulación, pero puesto que se encuentran fuera de la Iglesia, su
regla tiene el contenido siguiente:
intelección de la fe es distinta M.
«... la fe en un solo Dios, Padre omnipotente, que hizo el cielo Por los ejemplos de reglas de fe que encontramos en Ireneo y
y la tierra y el mar y todo cuanto en ellos existe, y en un solo Jesu- Tertuliano parece que nos hallamos ante formulaciones bastante
cristo, Hijo de Dios, hecho hombre por nuestra salvación, y en el firmes que, sin embargo, tienen un contenido fijo: los elementos
Espíritu Santo, que por medio de los profetas anunció las obras fundamentales de la doctrina de la fe. Las expresiones cristológicas
de la salvación (oikonomias), la venida, el nacimiento virginal, la ocupan cada vez un lugar más preponderante. Son la prosecución
pasión, la resurrección de entre los muertos y la ascensión corporal de la tradición cristológica, que tiene sus orígenes en el kerigma
del amado Jesucristo, nuestro Señor, y su regreso de los cielos en la apostólico y que se observa con toda evidencia en las cartas de Ig-
nacio de Antioquía, en los escritos de Justino y también en las
2
Epist., 69, 7, 1 (San Cipriano, Correspondence, II, ed. Bayard, París, preguntas bautismales.
1961, 244). Cf. Epist., 15, 11, 1 (Firmiliano de Cesárea), ibtd., 298. Tal como se nos presentan las reglas de la fe, así fueron com-
20
Cf. J. Ratzinger, Einführung in das Christentum. Vorlesungen über das
Apostolische Glaubensbekenntnis, Munich, 1968, 61-69.
Cf. D. van den Eynde, Les normes de l'enseignement cbrétien dans la 22
Adv. Haer., 1,10,1 (Harvey, I, 90).
littérature patristique des trois premiers sueles, Gembloux-París, 1933, 25
Adv. Haer., 1,10, 2 (Harvey, 1,126).
281-313. 24
Cf. Van den Eynde, op. cit., 288.
40 A. Brekelmans Confesiones de fe en la antigua Iglesia -41

puestas y desempeñaron su función en la lucha contra la herejía. taba encaminada a la confesión bautismal propiamente dicha: las
Sin embargo, cabe pensar que no ha sido ésta su única situación. relaciones entre ambas pueden indicarse aproximadamente como
Ireneo, por ejemplo, habla de «los que recibieron en su bautismo fides quae y fides qua creditur.
la regla de la verdad y la conservan sin alterarla» 25 . Aunque la Por último, debemos fijar nuestra atención en otra confesión
denominación de «regla de fe» está en relación con el contenido doctrinal: el símbolo conciliar o antiherético. Como base de los
fijo de la doctrina de la fe, podemos, no obstante, suponer con antiguos símbolos conciliares, se encuentran siempre símbolos ca-
Kelly que también en la catequesis se emplearon compendios simi- tequéticos. De aquí se deduce, por una parte, que la confesión anti-
lares 26. Es evidente que los catequistas tenían necesidad de formu- herética quiere mantener la doctrina tradicional de la fe; pero, por
laciones concisas. Las reglas de fe catequéticas —o como queramos otra, intenta adaptarla a una necesidad perentoria: la lucha contra
llamarlas—, que por su naturaleza estaban dirigidas al bautismo, la heterodoxia. Característico de estos símbolos es, además, el he-
tenían indudablemente como base la fórmula bautismal y las pre- cho de que su formulación o terminología va a desempeñar la fun-
guntas del bautismo 21. Esto aclara la división trinitaria de las reglas ción de norma general de la verdadera doctrina de la fe. Un efecto
de la fe y de los posteriores symbola fidei. Si nos preguntamos cuál evidente de ello es el símbolo de Nicea con el término homo-
de las reglas, la catequética o la antiherética, es más original, debe- ousios, que en la controversia teológica que siguió al Concilio se
mos atribuir con certeza la prioridad a la catequética. Esto no quita convertiría en piedra de toque de la ortodoxia29. La defensa de la
que éstas no hayan sufrido también el influjo de las luchas anti- ortodoxia mediante recursos terminológicos no parece haber sido,
heréticas. En el siglo iv, cuando el catecumenado se convirtió en al menos en la lucha contra el arrianismo, un hallazgo feliz. De
una institución organizada, las reglas de fe fueron asumidas por hecho, el Niceno no llegó a aceptarse ni a convertirse en norma de
las confesiones de fe (symbola fidei). Estas están basadas tanto fe hasta que no se hubo alcanzado el acuerdo sobre el contenido.
en las reglas de fe como en las preguntas bautismales. En la medida Concluimos nuestra investigación nombrando una vez más los
que funcionaron en el catecumenado, podríamos llamarlas confe- tres tipos. La confesión eulógica es la expresión más directa y es-
siones de fe catequéticas y doctrinales, pero no hay que confun- pontánea de la fe viva. En la confesión bautismal se expresa el diá-
dirlas con las preguntas del bautismo. Esta confesión era transmi- logo entre el catecúmeno creyente y la Iglesia, encaminado a lograr
tida por el obispo al catecúmeno en una asamblea litúrgica tres el acuerdo. En las confesiones doctrinales de fe hemos hecho una
semanas antes del bautismo (traditio symboli). Como cabeza y distinción entre las antiheréticas o conciliares y las catequéticas.
representante de la Iglesia local, el obispo comunicaba oficialmente Estas tienen por misión comunicar la fe y están destinadas a la
al nuevo cristiano la doctrina de fe de la Iglesia. A lo largo de dos confesión bautismal. Aquéllas están concebidas para hacer las ve-
semanas se explicaban los puntos de fe. Después tenía lugar la lla- ces de norma de fe.
mada «devolución» (redditio) del símbolo, que el catecúmeno A. BREKELMANS
debía recitar de memoria28. De este modo, en el siglo iv, cada Igle-
sia tenía en grandes líneas una confesión del mismo tenor, la cual,
evidentemente, cumplía una función doctrinal. Esta confesión es-

25
Adv. Raer., I, 20 (Harvey, I, 88).
26
Kelly, Early ckristian creeds, 49-52.
77
Cf. Van den Eynde, op. cit., 312, y A. Benoit, Saint Irénée. Introduc-
tion a l'étude de sa théologie, París, 1960, 208.
2!
Cf. Kelly, 32-40. Denz.-Scbonm., n. 125 (54). Cf. Kelly, 205-262.
El magisterio en la comunidad eclesial 43

La historia no es sólo expresión del devenir, sino también de la


caducidad y de la superación.

PRINCIPIOS SOCIOLÓGICOS
¿QUE PAPEL DESEMPEÑA EL MAGISTERIO
EN LA FE DE LA COMUNIDAD ECLESIAL?
La autoridad en la Iglesia se desdobla en una triple dirección
como potestas regendi, potestas sanctificandi y potestas docendi.
El título de este artículo no interroga sobre qué papel desempe- Al hablar de potestas docendi, es decir, de la autoridad doctrinal en
ña de hecho (o desearía desempeñar) el magisterio —es decir, la la Iglesia, de modo general y sin atender a sus especificaciones, nos
función o potestad doctrinal— en la fe de la Iglesia, sino qué papel situamos ante el interrogante: ¿cuál será el punto de partida para
le corresponde de derecho. Con esta precisión respecto al título que- tratar este punto y cuál la medida que determinará la amplitud
da abierta la posibilidad de que haya unas fronteras claramente deli- de su objeto?
mitadas para la autoridad magisterial y de que estas fronteras no En todo caso, no es posible ya utilizar el sistema que, aceptado
sean siempre respetadas. Indudablemente, es misión de la teología sin reparos por la teología anterior, partía del principio: «lo que la
el aclarar, con objetividad y honradez, la confusión que reina en autoridad eclesiástica (sobre todo el papa) enseña es verdad», para
este campo, que ha llegado a convertirse en un mal endémico. Esta luego continuar con la proposición: «es así que la autoridad ecle-
situación anómala produce mayores males que la posible necesidad siástica, en la teoría y en la práctica, ha dicho lo siguiente acerca
de que las pretensiones del magisterio sean reducidas a sus justos de su competencia doctrinal...» Tal argumentación olvida que en
la primera proposición es presentado como verdadero algo que
límites, pues tal reducción implica lógicamente la existencia de
debe ser antes demostrado. En su carácter abstracto e indiferen-
unos derechos genuinos del magisterio dentro del ámbito de su
ciado, tal proposición se presenta como problemática y discutible.
competencia. El origen del actual descontento tiene, en parte, su
Lo mismo cabría decir de la apelación a la tradición. En el aser-
fundamento en la corriente actual, que avanza de una era absolutista
to de que la praxis doctrinal de la autoridad magisterial subsiste
y autoritaria hacia un sentimiento de sociedad progresista y adtdta.
hoy con pleno derecho porque ha sido ejercida así en épocas pasadas
Toda persona razonable comprende que en otras épocas, en las que
no se tiene en cuenta la posibilidad de que tal praxis anterior haya
el pueblo cristiano constaba en su mayor parte de analfabetos, era
sido introducida sin suficiente base teológica. El principio de la
un imperativo del momento el ampliar al máximo la instrucción doc-
prescripción no es válido en este caso, porque el derecho a poder
trinal y las directrices en el campo de la fe y, sobre todo, en el de decidir autoritativamente no puede ser supuesto, sino que habrá
las costumbres. Pero lo que entonces constituyó una auténtica pres- de derivarse de otros motivos distintos. La autoridad no constituye
tación de auxilio es considerado por el hombre de hoy como una la verdad, sino que ésta preexiste a la autoridad. Pero será necesa-
tutela innecesaria. Todo el mundo sabe que la autoridad eclesiástica rio estudiar en cada caso concreto a qué verdad habrá de ajustarse
solía interpretarse a sí misma según el módulo de la autoridad pro- dicha autoridad, cuándo ésta puede apoyarse en la asistencia infali-
fana de cada época. La ruptura que, con la democratización del ble divina y cuándo trabaja con los medios del pensamiento humano
mundo, se ha iniciado entre el ayer y el hoy nos obliga a pregun- y, por tanto, ha de contar con la posibilidad del error humano. En
tarnos: ¿qué es lo que debe permanecer como válido y qué es lo todo caso, el problema no puede solucionarse por una apelación in-
que deberá ser abandonado, como producto del efímero influjo de discriminada a la tradición, por el hecho mismo de que el concepto
un ambiente determinado, a la caducidad y al paso del tiempo? de tradición carece de la precisión necesaria. Quizá conviniese en
44 E. Gutwenger El magisterio en la comunidad eclesid 45

este artículo, con vistas al uso posterior del término tradición, hacer Escritura por parte de la Iglesia se halla a su vez bajo una norma
una aclaración fundamental. superior: la de la Escritura interpretada según las reglas estrictas
de la hermenéutica. Pero, por existir en este campo un avance, se
En la Constitución dogmática sobre la divina revelación (6, 24)
da también un progreso en la inteligencia de la Escritura por la
se dice: «La sagrada teología se apoya, como en cimiento perpetuo,
Iglesia. Por eso es comprensible el hecho de que la inclusión de
en la palabra escrita de Dios, al mismo tiempo que en la sagrada
la sagrada tradición en el texto antes citado del Concilio no haya
tradición» 1. Esta afirmación es explicada ulteriormente por el Con-
sido bien recibida por todos los teólogos.
cilio cuando dice que la Iglesia ve en las Sagradas Escrituras, jun-
tamente con la santa tradición, la suprema regula fidei2. ¿Qué Por ello, quizá sea lo más conveniente desarrollar el problema
significa en estos textos la santa tradición? Si comparamos los di- de la autoridad magisterial partiendo de sus fundamentos bíblicos,
versos textos en los que se habla de Escritura y tradición y aten- y, teniendo en cuenta las ulteriores precisiones introducidas en el
demos al progreso ulterior de la Constitución dogmática sobre la decurso de la historia, plantearse en cada caso críticamente la cues-
revelación, nos encontramos con que la tradición equivale a la in- tión: este proceso de diferenciación, ¿está o no justificado? No es
teligencia normativa de la Escritura. Este punto de vista es defen- recomendable, sin embargo, empezar nuestro trabajo desde una
dido también por Karl Rahner: «La intención de la afirmación es perspectiva puramente bíblica, ya que los resultados serían muy exi-
contrarrestada por la frase 'juntamente con la sagrada tradición', guos. Como es sabido, en los escritos del Nuevo Testamento apa-
fórmula que sólo puede ser armonizada con todo el capítulo II si recen ciertas organizaciones de la comunidad que, en comparación
la tradición es entendida como la inteligencia permanentemente con la organización actual de la Iglesia, pueden ser consideradas
viva y normativa de la Escritura. Esta intención aparece a su vez como muy embrionarias. El episcopado monárquico constituye una
por el hecho de que en el contexto siguiente sólo se habla de la adición relativamente tardía. En los comienzos de la Iglesia no
Escritura» 3 . Nosotros no nos preguntamos aquí por las dificultades existía un papa en la acepción actual de la palabra. Histórica-
que se plantean cuando se trata de analizar en concreto la inteligen- mente no nos es posible constatar el hecho de que, a la muerte de
cia que la Iglesia tiene de la Escritura como norma. Nos basta por Pedro, haya reclamado nadie para sí el derecho a ser su sucesor.
ahora el hecho de que el Concilio Vaticano II nos remita no a un Además hay que advertir que ciertos logia de Jesús, a partir de
determinado sistema teológico, sino a la Escritura como fundamen- los cuales la eclesiología anterior solía deducir la situación concreta
to de la teología, aunque sin prescindir, ciertamente, de la inteli- de la Iglesia actual, no siempre es posible demostrar claramente que
gencia viva de esa misma Escritura por parte de la Iglesia, cual- sean palabras provenientes del mismo Jesús histórico. Pero, aun
quiera que sea el significado de esta afirmación en un caso concreto. en el caso de que lo fuesen, cabría preguntarse si el sistema tradi-
Para poder calibrar las dificultades que ello implica, baste recordar cional, deductivo, no fuerza los textos más allá de lo que éstos
que en la época patrística la inteligencia de la Escritura como norma encierran en su sentido literal. Por el contrario, parece responder
tendía a considerar la historia de la creación, la narración del paraí- mejor al dato escueto la afirmación de que Jesús quiso fundar una
so, la historia de Jonás y los relatos evangélicos, etc., como narra- comunidad, pero dejando sin determinar en concreto las estructu-
ciones históricas, cuyo sentido literal reflejaba al pie de la letra lo ras que ésta debía adoptar. El método, tan en boga, de trasponer
que había sucedido. Todo esto demuestra que la inteligencia de la a los textos del Nuevo Testamento la actual organización de la
Iglesia, y por ello de hacer m-égesis en vez de ex-égesis, es fácil-
mente comprensible desde un punto de vista apologético, pero es
1
Citado según K. Rahner y H. Vorgrimler, Kleines Konzilskompendium, objetivamente inaceptable.
Friburgo, 1966, 380. Mucho más fructífero parece ser el método que parte de la
2
Ibíd., 6, 21.
3 realidad sociológica. La Iglesia, como comunidad querida por Cris-
Konzilskompendium, 365s.
46 E. Gutwenger El magisterio en la comunidad eclesid 47
to, implica desde el primer momento, y al menos en forma poten- Iizado». Sus funciones consistirían, en pocas palabras, en la predi-
cial, unas estructuras sociales. Aquello que haya sido establecido, cación y en la custodia de la expresión de la confesión religiosa.
al menos potencialmente, como estructura social y actuado después Quizá podamos esclarecer lo dicho hasta aquí si atendemos a la
en consonancia con las exigencias históricas puede ser considerado comunidad estatal. En una tribu de nómadas están vigentes ciertas
como querido por Dios o de iure divino. Quien quiere el conjunto, leyes, aunque sean más sencillas y simples que las leyes de un esta-
quiere también aquellos elementos que, aun en potencia, se hallan do. Todo miembro adulto de la tribu las conoce, y su interpretación,
necesariamente vinculados al todo y sin los que éste no sería posible aunque primitiva, es el resultado de un esfuerzo colectivo. El estado
como tal. Pero quiere también que sean actuados bajo el imperativo representa, en comparación con vina comunidad tribal, una realidad
de cada época histórica. Ahora bien: a las estructuras de una comu- mucho más diferenciada. Pero a esta diferenciación pertenece tam-
nidad pertenece la autoridad, que, conforme vaya creciendo el nú- bién el hecho de que, en este caso, la labor realizada por la colecti-
mero de sus miembros, adquirirá una mayor importancia. La forma vidad sea confiada a diversos grupos profesionales. En nuestro
concreta de esta autoridad sufre la influencia de las formas de ejemplo ello significa que la interpretación auténtica de la materia-
autoridad vigentes en cada época. Como modelo y ejemplo pudo lidad de la ley es asumida por un Tribunal Supremo de Justicia,
haber servido, en el primer momento, la estructura jerárquica del cuya misión es encontrar una expresión y una reglamentación deta-
sacerdocio en el judaismo tardío. Además de esto, hay que contar llada, orientada hacia su objeto y al servicio de una inteligencia más
con determinadas formas de autoridad en el ámbito profano que precisa.
sirvieron de modelo para la fijación del poder papal y episcopal. La
Una evolución semejante puede observarse en el proceso de di-
evolución de la Iglesia no puede explicarse únicamente a partir de
ferenciación dentro de una comunidad religiosa. En el primer mo-
su propia realidad intraeclesial, sino también a partir de su encuen-
mento nos encontramos con una tradición que es transmitida por
tro con el mundo, pues éste podía ofrecer ciertos incentivos a la
la comunidad más o menos literalmente; este depósito de la tradi-
configuración concreta de la autoridad en la Iglesia. El estudio de
ción es interpretado y ordenado colectivamente, por así decirlo, con
la historia eclesiástica confirma las afirmaciones que acabamos de
vistas a una mejor y más profunda inteligencia. Dado que la co-
hacer.
munidad eclesial es el sujeto primero de la fe (subiectum primarium
El que en la Iglesia, que es una comunidad de hombres congre- fidei), esta situación es correcta. Y cuando se constituye un magis-
gados sobre la base de una confesión de fe, deba existir un magis- terio doctrinal, papal o episcopal, éste se halla siempre en una rela-
terio doctrinal es algo que tiene su fundamento en la misma natu- ción de servicio respecto a la fe viva que reina en la Iglesia y que
raleza de las cosas. La expansión y la conservación del evangelio, ha de ser conservada y difundida. (La función del simple sacerdote
la edificación de las comunidades y la confrontación con otros am- respecto a la actividad magisterial consistirá en hacer presente el
bientes que pensaban de manera distinta fueron la ocasión de que magisterio del obispo en las comunidades de su diócesis.) Todo
ya muy pronto, además de los apóstoles, empezaran a existir doc- aquel que esté acostumbrado a pensar en categorías históricas o
tores en las comunidades. Con la continua difusión de la Iglesia se sociológicas no se escandalizará por estos hechos, ya que sabe que
llegó a una institucionalización de las funciones que originalmente toda evolución implica un proceso de diferenciación.
eran ejercidas por los apóstoles, los discípulos de los apóstoles, los
presbíteros y los carismáticos. En este sentido, la estructuración de
LIMITES DEL MAGISTERIO DOCTRINAL AUTENTICO
la potestad magisterial se sitúa en dependencia y en línea evolutiva
directa respecto de la jerarquía. Desde el punto de vista sociológico, El concepto de magisterium comprende una realidad muy am-
puede afirmarse que, al aumentar la diferenciación en la Iglesia, plia. Abarca, en primer término, el magisterio infalible de los con-
debía aparecer también un magisterio organizado y «profesiona- cilios y los papas. Se habla, además, de magisterium ordinarium y
48 E. Gutwenger El magisterio en la comunidad eclesid 49

se piensa al mismo tiempo en la proclamación de la fe por parte del ejemplo la doctrina de la visión beatífica por parte del Cristo te-
episcopado universal. Al magisterio pertenece también la potestad rreno.
doctrinal del obispo en su diócesis. Un puesto especial compete al De estos ejemplos, un tanto superficiales, brota ya una deter-
magisterium authenticum, cuyo objeto comprende las enseñanzas, minada problemática del magisterio eclesiástico. Por el momento
no infalibles, pero sí magisteriales, del papa para toda la Iglesia. excluimos el magisterio infalible, que estudiaremos en el próximo
Estas enseñanzas se centran principalmente en las encíclicas. Los apartado. Aquí habremos de constatar que en el ámbito del magis-
límites dentro de los que han de mantenerse las expresiones del terio han sido introducidas ciertas cuestiones históricas, interpreta-
magisterium authenticum son un tanto fluctuantes, ya que algunos ciones exegéticas y opiniones teológicas de escuela. La exégesis, con
teólogos consideran también los discursos del papa o sus cartas a una depuración de sus métodos, llegó a una visión nueva; y en lo
un obispo o cardenal determinado, publicados en el «Acta Aposto- que se refiere a las opiniones teológicas, éstas pueden ser abando-
licae Sedis», como expresión del magisterium authenticum. En el
nadas, a diferencia de lo que sucede con las verdades de la revela-
sentido propio y estricto de este término, el magisterium authenti-
ción. La fe (y esto nunca será suficientemente recalcado) se orienta
cum sólo se ejercita en aquellos casos en los que, por la forma, apa-
hacia la revelación divina y hacia aquellas conclusiones que se de-
rece claro que se trata de una doctrina que atañe a la Iglesia uni-
ducen inmediatamente de dos verdades reveladas. A este respecto,
versal.
es preciso recordar la afirmación de Santo Tomás: «Actus creden-
Además, la autoridad magisterial del papa, en cuanto dice rela- tis non terminatur ad enuntiabilc sed ad rem» 4 . Allí donde las
ción al magisterium authenticum, fue y es delegada en instituciones premisas sacadas del conocimiento natural constituyen el producto
concretas; por ejemplo, en la Comisión Bíblica y en la Congregación de una filosofía de no grandes alcances, se inicia con gusto el re-
para la Doctrina de la Fe (antes Santo Oficio), que en épocas pasadas greso hacia la tradición; tradición entendida aquí en su sentido más
ejercieron un poderoso influjo sobre la exégesis, la teología dogmá- amplio como el conjunto de usos consagrados, de doctrinas y pres-
tica y la predicación. Hoy, la mayor parte de los decretos de la Co- cripciones disciplinares que proceden de la piedad popular o de la
misión Bíblica han perdido su razón de ser, por lo que la validez especulación teológica y que no se contienen en la Escritura ni se
de sus afirmaciones aparece como algo relativo. En este mismo con- oponen a ella. Hemos explicado ya hasta qué punto la tradición
texto no es posible olvidar que la Comisión Bíblica defendió, entre puede ser obligatoria para la fe. Sin embargo, la tradición, en el
otras cosas, la prioridad del evangelio de Mateo frente al de Marcos más amplio sentido de la palabra, no puede ser aducida como de-
como doctrina obligatoria. Dado que aquí se trata de una cuestión mostración de la verdad de una doctrina, ya que históricamente
meramente histórica, de la que no dependen la fe ni las costumbres, se ha probado que algunas doctrinas que no poseían otro respaldo
podemos con razón preguntarnos si en este caso y en otros decretos que el de su venerable antigüedad fueron abandonadas en el
semejantes no se daba una extralimitación de competencia. Pare- decurso del tiempo (fuego del purgatorio). No obstante, hemos de
cidas reflexiones cabe hacer respecto a las actividades del Santo confesar con toda honradez que, sin justificación razonada, no debe
Oficio. Aunque esta institución era un mero órgano de vigilancia efectuarse sin más una ruptura caprichosa con la tradición. En este
y no podía emitir ordenanzas positivas respecto de la fe, a su in- sentido no ha de sorprendernos el que el magisterio actúe a veces
fluencia hay que adscribir el hecho de que ciertas opiniones teoló- con cierto nerviosismo y llame al orden. Por otra parte, cabe espe-
gicas que no se hallaban en conexión inmediata con la revelación rar que este mismo magisterio analice cuidadosamente los motivos
fuesen apoyadas, y censuradas, en cambio, otras de teólogos que que conducen a nuevas perspectivas teológicas y no se limite a con-
pensaban de modo diferente. De este modo pudieron imponerse
sin dificultad alguna ciertas conclusiones teológicas. Valga como 4
S. Th., II-II, q. 7, a. 2 ad 2.
4
50 E. Guttuenger El magisterio en la comunidad eclesiát 51
siderar su oposición a la tradición entendida en el sentido amplio tólica, dispone que una doctrina de fe o costumbres debe ser acepta-
de la palabra. da por toda la Iglesia, está dotado de aquella asistencia divina que le
Cuando falla la retirada hacia la tradición, se recurre con faci- fue prometida en San Pedro, de aquella infalibilidad con la que el
lidad al Espíritu Santo para dar respaldo a la autoridad doctrinal. Salvador divino quiso adornar a su Iglesia en la definición de una
Una mirada a la historia del magisterio eclesiástico muestra, sin doctrina de fe y costumbres; por ello, tales definiciones del romano
embargo, que ciertos criterios de este magisterio difícilmente pue- pontífice son irreformables de por sí, no por la aprobación ulterior
den remontarse al Espíritu Santo: baste aludir aquí al antiguo prin- de la Iglesia» s .
cipio de la intolerancia frente a personas de otras creencias. Ade- En esta definición, una de las más conocidas por todos los teó-
más, es preciso recordar que el Espíritu Santo actúa en la totalidad logos, hay algo que encierra especial importancia: la infalibilidad
de la Iglesia, no sólo en los representantes del magisterio. Es una del papa es puesta en relación con la infalibilidad de la Iglesia.
concepción mítica el creer que el Espíritu divino inspira de forma Aquélla tiene una función de servicio y no existe en razón de sí
inmediata actuando sobre la inteligencia del sujeto de la autoridad misma. La infalibilidad de la Iglesia es llamada también indefecti-
magisterial. Con frecuencia, el Espíritu Santo habla a la jerarquía bilitas; tal como se deduce de las actas del Vaticano I, la indefecti-
por medio de los teólogos. Si todo esto es verdad, el Espíritu Santo bilitas es idéntica a la conservación del depositum fidei, es decir,
debería ser el Espíritu del diálogo, de manera que la mutua atención la Iglesia permanece esencialmente la misma a lo largo de la histo-
de la Iglesia respecto del magisterio y del magisterio respecto de la ria porque el depositum fidei sigue siendo el mismo y es conser-
Iglesia conduciría a una fructífera vida de fe. Además, es preciso vado sin mutación. La infalibilidad del papa se ordena, por tanto, '
advertir lo siguiente: hay obispos progresistas y conservadores. Lo a la conservación de este depositum fidei. El depositum fidei —y
que uno aprueba es condenado por otro. Estas divergencias difícil- esto puede demostrarse igualmente por las actas del Vaticano I—•
mente pueden ser atribuidas al Espíritu Santo. Dado, pues, que la es entendido como el verbum Dei scriptum vel traditum. La con-
actuación del Espíritu Santo en un caso concreto no es algo palpa- fusión que existía respecto al verbum Dei traditum fue aclarada
ble ni mensurable, puede ser considerado, para nuestra argumen- por el último Concilio en el sentido de que la tradición no es otra
tación, como una incógnita x. Esto significa que no es aceptable cosa que la inteligencia normativa que la Iglesia tiene de la Escri-
apoyar la insuficiencia de un argumento con la apelación al Espíritu tura. Sobre ello ya hemos hablado.
Santo. Además, cabría esperar que en una sociedad ordenada según Resumiendo, podemos afirmar, por tanto, que el depositum fi-
derecho las diversas competencias de la autoridad se hallen clara- dei consiste en la Escritura tal como es entendida por la Iglesia;
mente delimitadas y sean fácilmente reconocibles. al mismo tiempo cabe pensar en la revelación de Cristo y por ello
en el Nuevo Testamento, pues esto responde al precepto: «Enseñad-
les a guardar todo lo que yo os he dicho.» En el discurso de despe-
MAGISTERIO INFALIBLE dida del evangelio de Juan se encuentra la misma idea cuando se
afirma que el Espíritu recordará a los discípulos todas las cosas y
Las fronteras del magisterio infalible del papa y las de su ma- les llevará a la inteligencia de todo lo que Jesús había dicho. (Eí
gisterio auténtico no coinciden plenamente. El magisterio auténtico Antiguo Testamento es también importante para los cristianos por
abarca más. El ámbito objetivo al que se extiende el magisterio la estima que Jesús demostró hacia él.)
infalible está delimitado por la definición del Concilio Vaticano I. Los esquemas sobre la Iglesia de Cristo se hallaban en gran
Allí se dice: «... definimos que cuando el papa habla ex cathedra, parte a disposición de los participantes en el Vaticano I. Cuando
es decir, cuando él, en función de su cargo de pastor y maestro de
todos los cristianos y haciendo uso de su suprema autoridad apos- 5
Consumió de Ecclesia Christi, c. 4 (DS 3074).
32 E. Gutwenger El magisterio en la comunidad eclesial 53

en el año 1870 estalló la guerra franco-alemana, el Concilio tuvo dogmática. Estos problemas no parecían aún estar maduros para una
que disolverse antes de tiempo. Hasta entonces sólo estaba acaba- definición y por ello quedaron para ulterior estudio y esclareci-
da una parte del esquema sobre la Iglesia: de quince capítulos, sólo miento por parte de los teólogos7.
fueron promulgados cuatro. Los restantes capítulos habían experi-
mentado en la discusión una clarificación parcial. Es interesante el
hecho de que Kleutgen, que presentó el último proyecto mejorado INVITACIÓN AL DIALOGO
(en el esquema original, cap. 9; en Kleutgen, cap. 7), propuso la
siguiente formulación corregida por las críticas anteriores: «Aunque El magisterio auténtico del papa encierra las características si-
el magisterio eclesiástico se ocupe, propia y principalmente, de la guientes:
palabra de Dios escrita y transmitida, debe abarcar también todo 1. Puede traspasar las fronteras que limitan el magisterio in-
aquello sin lo cual no podría cumplir su deber de custodiar el patri- falible, y de hecho las traspasa. Recuérdese que el papa, como
monio de la fe si no pudiese emitir su juicio sobre ello» 6 . Prescin- maestro supremo del pueblo de Dios, que se halla en camino hacia
diendo de que en este caso se afirma claramente que el magisterio el mismo Dios, tiene que interpretar también las leyes del derecho
se sitúa siempre bajo la palabra de Dios, puede deducirse de esta natural, pues la observancia de estas normas forma parte, a todas
propuesta de enmienda que la condenación de doctrinas falsas y las luces, de la vida cristiana. El ministerio pastoral exige del papa que
interpretaciones auténticas sólo pueden justificarse en atención a la dirija a su grey en este aspecto según sus propios conocimientos y
custodia del patrimonio de la fe. Lo que se halle fuera de los límites su propia conciencia.
citados del magisterio y no implique relación alguna con el depósito 2. El magisterium authenticum renuncia a hablar infalible-
de la fe sólo puede exigir asentimiento en virtud de los argumentos mente. A este respecto es preciso advertir: cuando el papa no pone
presentados. o no quiere poner en juego su infalibilidad, supone su autoridad
Dentro de este mismo contexto destaquemos un segundo punto como falible, es decir, queda abierta la posibilidad de error. Son
en la definición del Vaticano I sobre la infalibilidad pontificia. Se entonces decisivos los argumentos que aduzca para apoyar sus afir-
trata de la infalibilidad en lo que respecta a la decisión sobre cues- maciones doctrinales. Si estos argumentos son convincentes, se de-
tiones morales. La infalibilidad se ordena al deposttum fidei; por duce de la naturaleza misma de las cosas que su doctrina será acep-
eso parece evidente que un juicio infalible sobre cuestiones morales tada. En el caso de que se disponga de mejores argumentos que los
sólo puede darse en aquellos casos en los que tal decisión se en- presentados por el pontífice, su encíclica pronto quedará anticuada.
cuentra ya de antemano incluida, de alguna manera, en el depositum Si el papa apoya su doctrina con argumentos probables, frente a los
fidei. O para expresarlo de un modo más sencillo: las decisiones que existan otras razones probables de igual peso, puede uno deci-
magisteriales infalibles sólo son posibles si su objeto está revelado. dirse en pro o en contra según las reglas del probabilismo, siempre
Todo esto responde a la actual concepción vigente según la cual que se trate de problemas morales.
sólo son definiciones de fide divina et catholica aquellas definicio- A esta concepción suele oponerse el hecho de que la probabili-
nes cuyo objeto pertenece al depositum fidei. En todo caso, es sig- dad que se da en virtud de las razones aducidas queda anulada y
nificativo que el Vaticano I no haya mostrado interés por incluir transformada en certeza a causa de la autoridad pontificia. Esta ar-
en el esquema sobre la infalibilidad las canonizaciones y los facta gumentación debe ser considerada con cierto escepticismo. Pues
ante el problema de la verdad de una doctrina la autoridad sólo
6
Mansi 53, 313 C. La traducción alemana está tomada de F. van der puede ser considerada como factor decisivo cuando se demuestre
Horst, Das Schema über ¿Lie Kircbe auf dem I. Vatikaniscben Konzil, Pader-
born, 1963, 289. 7
Van der Horst, ib'td., 285.
54 E. Gutwenger El magisterio en la comunidad eclesial 55

que crea certeza. Pero precisamente a esto renuncia el papa cuando En las exigencias del derecho natural no siempre se puede lo-
pone en juego su autoridad como falible. La apelación al Espíritu grar una certeza total. Esto significa que Dios quiso dejar la deci-
Santo tampoco es convincente en este caso, pues no cabe apelar a sión a la conciencia del individuo. El conocimiento del derecho na-
su asistencia y al mismo tiempo conceder que esa asistencia no sirva tural ha de ser adquirido, sobre todo, a partir de la experiencia en
quizá para nada (ya que suponemos que las decisiones del magiste- la convivencia social de los hombres. La especulación filosófica in-
rium authenticum, en el caso que nos ocupa, están expuestas a tentará más tarde presentar de un modo reflejo este conocimiento.
error). La honradez lógica nos exige afirmar que, en definitiva, las Si esto llega a conseguirse en el caso de las normas conocidas y
expresiones del magisterium authenticum constituyen invitaciones aceptadas umversalmente, más bien surge la extrañeza ante la ar-
al diálogo, en el que el peso de los argumentos conduce hacia la monía entre el derecho natural objeto de la experiencia y las con-
clarificación de los problemas. clusiones filosóficas que la convicción absoluta desde el punto de
Por el mero hecho de que el magisterium authenticum haya ha- vista filosófico. Cuando, en el tratamiento de problemas del dere-
blado, los problemas no quedan definitivamente zanjados. Quizá sea cho natural, no se echa mano de la experiencia, sino que se procede
posible profundizar esta afirmación por medio de una reflexión únicamente por el camino de la filosofía, son muchas las dudas que
complementaria. El acto de fe es definido como la adhesión a una persisten.
verdad revelada en virtud de la autoridad de Dios revelante. Ya la
escolástica medieval había estudiado el problema de la explicación
lógica de la autoridad divina que interviene como motivo de la fe. EL MAGISTERIO DE LOS OBISPOS
Como todo teólogo sabe, Guillermo de París mantuvo la opinión
de que la autoridad divina en tal caso equivale al dominio supremo Este sería el lugar a propósito para hilvanar algunas ideas acer-
y absoluto por parte de Dios (supremum dominium Dei). Precisa- ca del magisterium ordinarium. El colegio de los obispos, que en-
mente en virtud de este dominio y señorío, Dios puede exigir de seña en unión con el papa, está obligado, en primer término, a dar
sus criaturas intelectuales obediencia y sumisión. La concepción de testimonio del evangelio, del depositum fidei. Al magisterium or-
Guillermo de París quedó reducida a una mera sentencia particular. dinarium le compete la infalibilidad o indefectibilidad en cuanto que
Los teólogos se decidieron generalmente por la opinión que veía el episcopado universal presenta ciertas proposiciones como verda-
la autoridad de Dios revelante en el conocimiento infalible y en la des de fe obligatorias e irreformables. Todo lo que no se halla en
veracidad de Dios. Y se daba la siguiente razón: la inteligencia tiene conexión directa con el depositum fidei es de por sí reformable, aun
por objeto lo verdadero; por eso sólo puede ser movida por la evi- en el caso de que sea sostenido por el magisterio ordinario. Esto es
dencia de lo conocido y la veracidad del que habla. Ahora bien: si válido principalmente para los problemas éticos, dado que en el
en la fe divina no es ya el supremo dominio de Dios lo que mueve estudio de su historia podemos constatar cierta relatividad. Ya he-
a la adhesión, sino su veracidad infinita, no vemos por qué habría mos aludido anteriormente a la doctrina según la cual creyentes de
de ser de otro modo en el caso del magisterio auténtico. La auto- otras religiones no poseían derecho alguno a la tolerancia y al ejer-
ridad magisterial del papa no puede mover el entendimiento a la cicio de sus convicciones religiosas. Torturas y autos de fe fueron
adhesión, porque esta autoridad es ejercida como falible. Por ello considerados como cosas permitidas. Todo esto ha cambiado radi-
el destinatario del magisterium authenticum es remitido a las ra- calmente.
zones que se presenten para apoyar una doctrina determinada. Como El magisterio del obispo diocesano dice relación, en primer lu-
ya hemos dicho, estas razones pueden ser convincentes o pueden gar, al testimonio del evangelio, y en este sentido destaca dentro
no serlo. Y según lo sean o no, surgirá o no en el destinatario la del magisterio ordinario. Por lo demás, su magisterio se sitúa en
obligación a una adhesión interna. analogía respecto del magisterio auténtico del papa, si bien se halla
56 E. Gutwenger El magisterio en la comunidad eclesial 57

limitado a una diócesis. Las normas que hemos desarrollado acerca ligada una formulación concreta, así como sobre la forma de ex-
del magisterium authenticum han de ser trasladadas, por tanto, a presión e interpretación de una verdad de fe acomodada a nuestra
las decisiones magisteriales del obispo diocesano. época y al horizonte actual de comprensión. Sería muy de desear,
dentro del espíritu del método teológico, que el lenguaje objetivo
no sea movilizado en contra de la teología situándolo en el nivel
LA LIBERTAD DE LOS TEÓLOGOS del metalenguaje.
2. La teología, naturalmente, hace afirmaciones sobre doctri-
Junto a los obispos más modernos y abiertos a las necesidades nas que no pertenecen directamente al depositum fidei y enjuicia
espirituales de nuestro tiempo hay otros que son conservadores las razones y los motivos que son aducidos en favor de una doctrina.
llevados de su preocupación por la Iglesia. Dado que estos obispos La teología cumple, por tanto, con una función crítica; función crí-
utilizan métodos represivos contra los teólogos, es comprensible tica que deberá ejercer también respecto a las afirmaciones del ma-
que constantemente se plantee el problema de la libertad de la teo- gisterio. Es claro que para ello necesita un ambiente de libertad,
logía. En parte, los mismos teólogos tienen la culpa de esta lamen- porque de lo contrario la función crítica de la teología podría ser
table situación porque lanzan a la luz pública, en revistas populares estorbada, suprimida o dirigida. De este modo, la teología sería
o en conferencias accesibles a todos, opiniones que todavía esperan excluida de la búsqueda de la verdad. Pero el planteamiento del
un definitivo esclarecimiento, contribuyendo así a la desorientación problema de la verdad constituye un derecho inalienable del hom-
del pueblo creyente. Para poder presentar, en un análisis rápido, el bre, incluido el teólogo, que, por su profesión, debe hacer uso de
problema de la libertad de la teología hay que aceptar como situa- este derecho dentro del campo de la doctrina eclesiástica.
ción ideal el que los teólogos circunscriban sus discusiones al ámbito 3. Es inadmisible, lógicamente, que una institución se confie-
de los círculos teológicos y de las revistas especializadas. En los se falible y al mismo tiempo pretenda, autoritariamente, tener la
casos en que el magisterio no considere una opinión apropiada para potestad de regular la búsqueda de la verdad. Esto sólo es admisi-
ser difundida en la predicación, puede prohibir por medio de un ble a partir de las razones que presente. Sería muy de desear que,
decreto episcopal que se manifieste en la predicación o en la cate- en tales casos, el magisterio se limitase a iniciar un diálogo con la
quesis. El problema que nos interesa aquí es si el magisterio puede teología y, si fuera necesario, a desautorizar las razones aducidas
inmiscuirse de manera inmediata en la teología científica por medio por medio de argumentos en contra.
de decretos, prohibiciones u ordenaciones semejantes. La respuesta El autor de las líneas que preceden tiene la convicción de que
a esta pregunta deberá tener en cuenta los siguientes puntos: no puede decir nada que sea definitivo y terminante acerca del tema
1. El magisterio y la teología científica se ordenan mutuamen- propuesto. Pero quizá sirvan las ideas expuestas para despertar un
te, situados en dos niveles distintos de expresión. El magisterio diálogo fructífero que sirva a la paz de la Iglesia en la confusión
trabaja sobre el lenguaje objetivo, dado que en la predicación y en del momento actual.
el testimonio del evangelio se hacen afirmaciones acerca de los di- E. GUTWENGER
versos objetos de la fe. El magisterio no es una institución científica.
La teología científica, en cambio, se sitúa en el nivel del meta-
lenguaje. A ella le compete hacer afirmaciones sobre las afirmacio-
nes de la fe cristiana y del magisterio. Ella investiga aquellos estra-
tos más profundos de donde proceden las afirmaciones de la fe y
juzga sobre la formulación correcta de una verdad revelada, sobre
la validez de un determinado horizonte de comprensión al que va
Regla de fe y ortodoxia 59

vida), de lo que es propiamente histórico (el Maestro de las bien-


aventuranzas y del ágape, el profeta que denuncia todas las injus-
ticias e inaugura la historia moderna de la humanidad) y la tras-
cendencia verdadera: Dios como hombre, Dios en una libertad
REGLA DE FE Y ORTODOXIA humana creadora de historia. Correlativamente, en el núcleo de
todo cristianismo hay una determinación de la fe —y de toda la
existencia cristiana— rigurosamente correlativa a la cristología y
El problema que hoy plantea la «ortodoxia» consiste en que el capaz de expresarse como paradoja de una adhesión humana in-
imprudente que pronuncia esta palabra se convierte en objeto de condicional a este compromiso de Dios en Jesucristo. Es decir, que
ataques opuestos. Como si el simple hecho de plantear la cuestión en su misma estructura comporta una dualidad coordinada de «mo-
de la ortodoxia de una expresión de fe fuese tan inaceptable para mentos»: es radicalmente distinta, nueva, no mediatizable en la
los unos como lo es para otros el poner en tela de juicio la orto- historia y no llega a realizarse más que en la vida humana terrena
doxia como concepto adecuado para determinar la fe auténtica. y en la historia. Respuesta a la interpelación del Otro en Jesucristo,
Podría, pues, considerarse este término como una especie de reve- lleva consigo un momento de alteridad radical, de riesgo absoluto,
lador particularmente sensible de la situación tensa en que se halla de gratuidad, de encuentro misterioso, simbolizado en categorías
la misma fe en las Iglesias. En nuestro intento de explicar la situa- interpersonales. Su acto propio es la oración. Pero como es también
ción, y para salir de esta antinomia, quisiéramos poner en claro que encuentro con el Dios vivo en su venida, en el mundo, en Jesu-
la cuestión de la «regla de fe» se plantea inevitablemente en el cristo, no sólo da sentido a la vida terrena por la aceptación de su
núcleo mismo de la fe, pero que su interpretación como «ortodoxia», designio, sino que su realización no puede darse más que en la
al menos tal como suele hacerse, no tiene en cuenta el carácter his- acción, en la historia; no conoce a su Dios más que al comprome-
tórico del cristianismo, ni el de la fe, por consiguiente, en su reali- terse en su impulso de entrega. Su acto propio es el servicio.
zación y en su formulación. Al hablar de determinación de la fe no se apunta aquí a la for-
ma o contenido de sus enunciados, sino que nos remontamos a un
momento anterior, a la orientación de su acto, correlativo al mis-
I. EXPERIENCIA DE FE, REGLA DE FE
terio mismo de la salvación. En efecto, es imposible separar ade-
Y FORMULACIONES DE LA FE
cuadamente la fe que cree (acto) de la fe que es creída (aquello que
Hemos de partir de una hipótesis, dando además por supuesto se cree). No puede concebirse la fe como un acto de estructura
que la discusión debería ser llevada de manera diferente: la fe no neutral que resultaría tener tal objeto, de manera que fuera posible
es lo primero, sino que es respuesta a un acto salvador de Dios, concluir que en principio «se tiene fe» (sin que importe lo que se
que es también y al mismo tiempo acto revelador. Para evitar cual- cree) o que «se tiene fe» desde el momento en que se posee una
quier desviación, atengámonos a un ejemplo concreto, que es, al enunciación exacta (incluso en el caso de que tal creencia no su-
mismo tiempo, el todo de la cuestión: Jesucristo, el «Hijo de Dios»; ponga ni decisión ni riesgo radical). Creer es siempre interpretar
reflexionemos sobre la cristología y sobre la fe cristiana que le res- lo que se cree, y sólo la adhesión y, en definitiva, la existencia en-
ponde. Al comienzo y a la base de todo cristianismo hay una iden- tera es interpretación. Pero, sobre todo, aquello que se cree a pro-
tificación de Jesucristo: la paradoja de una trascendencia que se da, pósito de Cristo nos es dado, en cuanto a lo esencial, en la deter-
que se entrega para la salvación en los condicionamientos de la minación misma del acto, correlativa a la de su «objeto» '. Aquello
historia y de lo humano. Es la reconciliación de lo que es propia- 1
Hablamos así para simplificar, pues es muy importante reconocer que el
mente existencia en el hombre (libertad del Siervo al entregar su carácter existencial de la manifestación de Dios en Cristo nos permite preci-
60 J.-P. Jossua Regla de fe y ortodoxia 61
que se cree no es más que la explícítacíón de ambos términos corre- —lo mismo si se trata de la Escritura que si se refiere a unas deter-
lativos; el paso a la expresión verbal —lo mismo si se vierte en minaciones eclesiales— en términos de «ortodoxia» y de «hetero-
unos símbolos escriturísticos que si se plasma en unos enunciados doxia», si por ello se entiende lo «inmutable» (o incluso lo «homo-
ulteriores— dice relación al Misterio y a la fe que a éste se ajusta. géneo») y lo «nuevo». En efecto, creemos que la historia de las
Esto es algo comúnmente admitido, y nuestra intención no es des- doctrinas cristianas nos impone una conclusión, que en definitiva
tacar este carácter relativo de los enunciados, sino hacer descubrir no es otra cosa que la expresión del carácter histórico del mismo
que la cuestión en torno a la regla de fe los sobrepasa y afecta a lo cristianismo: toda regla ha de ser necesariamente «proporcional»,
esencial, a la estructura fundamental de la fe que se desvanece y, por tanto, siempre remite a algo diferente de sí misma. Es im-
literalmente cuando es falseada. Nada tiene que ver aquí distinción prescindible exponer esto con precisión3.
alguna entre la fe-acto y la fe-creencia: el cristianismo se funda en
una determinada relación ya en su misma fuente, sin la cual que-
daría desnaturalizado y se destruiría a sí mismo.
II. LAS FORMULACIONES DE LA FE Y LA HISTORIA
Hay, pues, una medida, una regla de la cristología y de la fe,
y este problema, esencial, se sitúa más allá del que plantea la co-
1. Partiremos de las doctrinas cristianas en general para si-
rrección de los enunciados. La fe recta es la fe correctamente deter-
tuar a continuación el caso específico del «dogma». La verdadera
minada en su orientación, la que se ajusta a la medida que le im-
forma moderna de la ortodoxia-inmutabilidad no es el fixismo total,
pone el Misterio por ella recibido. Pero esto es algo que debe
que ya ha sido sentenciado, sino el desarrollo homogéneo, trans-
aparecer en la expresión que la fe da de este Misterio (símbolos
posición historicista del fixismo que se salva gracias a la «homo-
y enunciados). ¿Cuál es esta regla y cómo habrá de aplicarse a
geneidad» de la vía muerta en que se encontraba como consecuen-
unas formulaciones renovadas? Desde luego, esta medida es fun-
cia de una repulsa absoluta de la historia. Pero la idea no criticada
damentalmente la del Nuevo Testamento, expresión primera y
de un progreso resulta tan apologética como la de una invariabili-
normativa de la fe de la comunidad. Pero habida cuenta de lo que
dad, y su estructura optimista deja escapar lo esencial de unos fe-
realmente es el Nuevo Testamento, debería verse claro que éste no
nómenos históricos de variación que en principio admite (sustitu-
puede ser utilizado como regla fija tomándolo literalmente. Es éste
ciones de un modo de pensamiento por otro, regresiones, olvidos,
un primer caso, normativo, de interpretación y de formulación, que
redescubrimientos).
no nos dispensa de interpretar y formular de nuevo. ¿Y cómo po-
dría hacer las veces de guía en esta operación sino en una relación 2. La historia de las doctrinas manifiesta, de hecho, en su
viva con la conciencia creyente, que no puede decir de nuevo su fe relatividad una serie de estructuras inteligibles. Estas representan
como no sea refiriéndose a la palabra consignada ya, que la suscita el esfuerzo de una época, en función de sus recursos culturales, por
y la expresa a un mismo tiempo? 2 . organizar y captar intelectualmente el conjunto de los símbolos,
experiencias, convicciones, comportamientos del hombre cristiano.
Estamos convencidos de que la regla de fe no puede concebirse
La estructura nace de la conjunción de elementos estructurantes
brotados de un contexto cultural dado, con los elementos funda-
sámente superar esta dicotomía del objetivismo y del puro actualismo sub- mentales del cristianismo. Toda la dificultad en relación con nues-
jetivo.
2
De hecho, en el Nuevo Testamento se trata o bien de expresiones sim-
bólicas (títulos cristológicos, misterios como la cruz o la ascensión, cuya carga 3
Para ello resumiremos aquí el análisis que ya se hizo, con un amplio
simbólica es muy considerable), o bien de enunciados cuya determinación desarrollo, en Immutabilité, progrés, ou structurations múltiples des doctrines
como tales enunciados es contingente (estructuras antropológicas). En cual- chrétiennes: «Rev. Se. ph. théol.», 52 (1968), 173-200, que incorpora nume-
quiera de estos casos, todo simplismo fundamentalista es inviable. rosos matices, importantes complementos y muchos ejemplos.
62 J.-P. Jossua Regla de fe y ortodoxia 63

tro problema surge a la hora de captar la permanencia de estos lidades» y también de sistemas teológicos dependientes de ellas:
últimos sin interpretarla como invariabilidad, puesto que nunca distintas escuelas contemporáneas o sensibilidades de una época,
son captados «químicamente puros», al margen de cualquier formu- ligadas al contexto eclesial, a las experiencias más sobresalientes o
lación contingente. Puede observarse, por ejemplo, la aparición de a los combates doctrinales de una época dada, así como al conoci-
estructuras parciales (la doctrina medieval sobre el matrimonio, miento que en ella se tiene acerca del pasado cristiano.
estructurada según el esquema aristotélico de los dos fines). Pero 4. La conjunción de marco estructurante y elemento estruc-
esta perspectiva también puede ampliarse a las estructuras de turado desemboca, pues, en la creación de una estructura, expresión
conjunto: sistemas homogéneos (el escotismo) o, a la inversa, ideas inteligible de la experiencia cristiana en aquella época. Pero esta
directrices comunes en un medio cultural dado, pero que dentro experiencia, a su vez, es suscitada y luego articulada por las palabras
de él reciben un tratamiento diverso (la ciencia teológica en el del pasado y ante todo por la Palabra hecha Escritura. Estas forman
siglo XIII ). parte intrínsecamente de esta experiencia, y en ella adquieren nue-
3. Salta a la vista un primer factor de variabilidad en estas vo sentido, pero son transmitidas a otras épocas, teniendo sentido
estructuras: la variación de los elementos estructurantes, que afecta para todos los tiempos. Habrá, pues, en el elemento estructurado
al marco inteligible y a la postre lo devalúa. Se trata de la modifi- una tensión entre permanencia e interpretaciones sucesivas, pro-
cación, por obra de la crítica o de cualquier otra forma de atención blema hermenéutico en el que se prolonga el de la interpretación
a la realidad, del clima común a las doctrinas filosóficas ambienta- de la Biblia y el de la interpretación que ya en la misma Biblia se
les y, más fundamentalmente, de la civilización cuyo reflejo son hace de las tradiciones anteriores. Un caso interesante de esta ten-
aquéllas. Se plantean nuevas cuestiones, se descubren aspectos nue- sión es el que ofrece un cierto número de ideas-fuerza, que se dis-
vos de las cosas, se critican los avances espontáneos, se pierden así tinguen de las estructuras parciales gracias a su relativa estabilidad
de vista determinados aspectos de la realidad. Al análisis de este a través de las diferentes relecturas. Son más constantes porque
primer factor es preciso aportar dos matizaciones. La primera con- brotan de una voluntad más original y más duradera de expresar
siste en el hecho de que la variación nunca es total; afectará de determinados aspectos, lógicos, que se derivan de la fe. Ciertamen-
manera desigual a los diversos terrenos en cuestión: cosmología, te, estos conceptos maestros —el tcandrismo cristológico, la para-
metafísica, antropología, ética. No sería correcto imaginarse la va- doja antropológica del hombre hecho para Dios y, al mismo tiempo,
riación de las estructuras como una sucesión de figuras totalmente incapaz de alcanzar ese fin sin el cual nunca podría llegar a ser él
discontinuas. Aquéllas evolucionan, se degradan, se renuevan hasta mismo— tampoco podrían ser expresados al margen de un con-
que se llega a discernir, a veces bajo una identidad literal, un nuevo texto cultural. O bien ocurre que unas mismas palabras adquieren
equilibrio. La segunda matización consiste en que el marco racio- un valor relativo en el nuevo universo que las recibe. Pero, si bien
nal se modifica en cada época por influjo del cristianismo. Estas el dato nunca es captado antes de ser formulado, el hecho de que
vuelva a ser tomado en cuenta es signo de su existencia, y la com-
modificaciones son asimiladas unas veces por el medio ambiente
paración viene a determinar su permanencia. Estas ideas-fuerza
(una parte de la ética cristiana, en el caso de nuestra civilización),
derivan, ciertamente, del kerigma de la Iglesia, al mismo tiempo
otras veces la hipótesis directriz cristiana inspira una reflexión filo-
que difieren de éste en virtud de su formulación más abstracta.
sófica, creando una subcultura (dependiente de su marco, aunque
Pero el kerigma plantea de por sí los mismos problemas: su redes-
nunca por completo: «filosofías cristianas»). Finalmente, el segun-
cubrimiento se efectúa no por simple confrontación con una letra,
do factor de variabilidad consiste en la fluidez del mismo dato
sino en una tradición viva, lo que implica simultáneamente una
estructurado en función de las diferencias de énfasis y de percepción
recomprensión y una reestructuración. No es difícil caer en la
espiritual, de las formas de captación, diversamente centradas y cuenta de la importancia que esto tiene: el acto teológico no con-
concertadas, del dato, que engendran una pluralidad de «espiritua-
64 J.-P. Jossua Regla de fe y ortodoxia 65

sistirá pura y simplemente en un análisis del texto en que se halla en un contexto determinado, ha rubricado con el sello de su carisma
consignada la Palabra fundante; no será tampoco una interpreta- de indefectibilidad— cae también bajo el golpe de estas mismas
ción con sólo los recursos del presente. Decir que consiste en tomar precisiones. Para negarlo hace falta una cierta dosis de ignorancia
de nuevo esta Palabra en una tradición que lleva grabados los es- de la historia o mantenerse en unos prejuicios. Lo de menos es que
fuerzos del pasado no equivale únicamente a afirmar que la Pala- hoy ya nadie considere «dogmáticas» ciertas doctrinas que en otros
bra se vuelve a tomar en esta cadena, sino, más todavía, que lo es tiempos gozaron de un asentimiento universal y de la sanción del
junto con sus anteriores explicitaciones. magisterio. En otros casos se impone al espíritu una comparación
embarazosa de textos procedentes de distintas épocas de la vida
5. En efecto, en un ambiente dado, la estructuración del men-
de la Iglesia (Unam Sanctam... Yehementer nos... Gaudium et
saje cristiano difícilmente hubiera podido ser diferente en cuanto
spes). Nuestra intención es limitada y en modo alguno original.
a lo esencial, incluso si se acepta que siempre hay lugar a variantes,
Todos saben que en un dogma, formulación eclesial de la palabra
a sistemas teológicos dentro de una misma estructura de conjunto.
en un tiempo y lugar determinados, es preciso distinguir su auto-
Este inmenso esfuerzo que ha significado el intento de las genera-
ridad absoluta, que viene de la misma Palabra, y la autoridad de la
ciones pasadas con vistas a una inteligencia de la fe tiene algo de-
Iglesia, que queda comprometida en la formulación. Esta última,
cisivo que aportarnos. Las estructuras en que desembocó, sin ser
y en ello hay acuerdo común, depende precisamente del tiempo y
normativas de suyo, y sólo en virtud de que eran una solución feliz
del lugar 5 , dependencia que es el origen de una legítima diversidad
a la necesidad de dar cuenta de un aspecto decisivo de la fe, son
de la misma formulación dogmática6. En esta perspectiva no es la
portadoras de unas enseñanzas de las que sólo tomaremos nota aquí
simple cualificación de «homogénea» —por oposición a una simple
en cuanto a una faceta. Si se comparan las diferentes estructuras
evolución de hecho— la que entraña dificultad, sino el mismo tér-
teológicas entre sí, refiriéndose al dato y a las ideas-fuerza de las
mino «evolución», en singular, porque hay «evoluciones». La inte-
que intentan dar razón, se verá cómo se manifiestan unas reglas
ligencia viva de la fe es frondosa, múltiple, hecha de aproximacio-
de equilibrio estructural, unos principios permanentes, pero estric-
nes, de búsquedas en distintas direcciones, y es justamente en medio
tamente proporcionales, de sabiduría teológica, que se mantienen
de esta aventura donde se produce la formulación dogmática.
luego como orientaciones indispensables de las reestructuraciones
ulteriores. La devoción y la teología del «Sagrado Corazón» salva- 7. El mensaje se irá formulando en «profesiones de fe» a
ron durante el siglo xvn algo esencial en cristología, y este esfuerzo, partir de los acontecimientos y las palabras de salvación, pero
que hoy queda perdido en el pasado, conserva a pesar de todo plena siempre será algo más que un texto: realidad viva que se comunica,
significación para nosotros, como testimonio de una voluntad en- experiencia inagotable que seguirá haciéndose más profunda y ex-
caminada a mantener un cierto equilibrio entre majestad divina y plícita incluso cuando ya se haya fijado en Escritura. Pero surgirán
humanidad de Dios 4 . nuevas cuestiones y posibilidades inéditas de formular mejor el
mensaje. Entonces, y en contextos diversos, aparecerán los teólogos
6. En cuanto a los «dogmas», nuestro análisis debe incorpo-
rar unos matices decisivos que salven el peligro de «relativismo». 5
Pero, en principio, no sería posible seguir manteniendo sus formu- «Porque una cosa es el depósito mismo de la fe —o sea, sus verdades—
y otra cosa es el modo de formularlas, conservando el mismo sentido y signi-
laciones. La «evolución homogénea» de los dogmas —doctrinas que ficación» (Vaticano II, Gaudium et spes, II, cap. 2, n. 62, expresándose con
el juicio de la Iglesia, al referirlas a la Palabra como afirmaciones palabras de Juan XXIII: AAS 54 [1962], 792).
8
formales, consecuencias o explicitaciones, pero formuladas de nuevo «La herencia transmitida por los apóstoles ha sido recibida según formas
y modos diversos. Por eso, desde los mismos comienzos de la Iglesia, fue ex-
plicada diversamente en cada sitio por la distinta manera de ser y la diferente
* Otros muchos ejemplos en art. cit. (nota anterior). forma de vida» (Vaticano II, Unitatis redintegratio, III, n. 14).
5
66 ].-P. Jossua Regla de fe y ortodoxia 67
cristianos y la proclamación se estructurará en diferentes sentidos. 9. Quien pretenda hoy reestructurar la cristología no puede
¿Cómo se dará el paso al dogma? Dentro de un determinado siste- perder de vista el texto de Calcedonia, aun en el caso de que no
ma de referencias sabemos que pueden darse sistematizaciones par- esté dispuesto a asumir ni sus categorías ni sus palabras. Sigue
ticulares, realizaciones parciales de la estructura, que es común en siendo un testimonio indispensable por la precisión de sus términos
lo esencial, debido a unas referencias culturales y al conocimiento y su equilibrio, aunque ya no responda —por la yuxtaposición de
que se tiene del dato y de la tradición (el teandrismo cristológico las naturalezas, corregida mediante la comunicación de las propie-
formulado en términos de dyofisismo). Una determinada realización dades— ni a la riqueza que posee nuestra forma de captar el dato
puede presentarse como un intento de solución que no consigue ni a las cuestiones más esenciales: el compromiso de Dios en la
expresar el dato fundamental y las ideas-fuerza tradicionales (la historia, el misterio de la humanidad de Cristo como tal humanidad,
cristología de Eutiques, fija en unas fórmulas clásicas que se vuelven la conciencia personal de Cristo. Una cristología más «económica»
peligrosas en un contexto nuevo). Pueden rechazarla entonces la no bastaría. Hay que profundizar en Dios como hombre, en lo que
conciencia teológica y la autoridad de la Iglesia, o pueden también esta realidad significa para Dios y en lo que supone para el hombre.
elaborar otra distinta imponiéndola como normativa (Calcedonia). Lo que decíamos al comenzar debe ayudarnos a comprenderlo: esto
8. «Normativo», tratándose de la Escritura, significa que una es algo indispensable en cristología, pero lo es también en cuanto
expresión simbólica o una afirmación de fe tienen valor privilegiado a la concepción de la vida cristiana, a fin de dar con la justa medida
para siempre. Esto quiere decir que, dado un marco de referencias de su «secularización». Una existencia cristiana que se manifiesta
determinado, aquella expresión (dos naturalezas, una persona) es por y en una vida humana, y no precisamente en el tono de lo
punto de paso obligado para responder a tal cuestión o dar cuenta maravilloso, de lo excepcional, sino en una vida integral, incluyendo
de tal idea-fuerza en este sistema de coordenadas. Hay, pues, tam- entre sus experiencias esenciales la relación filial a Dios como acti-
bién aquí dos factores de variabilidad, uno a partir de la fuente (un vidad humana. La necesidad, la dificultad, las posibles desviaciones
impacto distinto en el dato cambiará el problema) y otro debido a de esta doble y única operación a nadie, sin duda, se le escapan, y
los desarrollos ulteriores (otra cuestión, otro cuadro de referencia ahí es donde se ve también la riqueza junto con las limitaciones
llevarán a otras formulaciones que alejarán las anteriores). Las nue- de las aportaciones del pasado.
vas formulaciones no harán que las anteriores se vuelvan falsas, 10. Queda claro, pues, que la regla de fe no es una fórmula
puesto que su intención esencial queda a salvo, y ello, en primer inmutable, sino una cierta proporción de fórmulas sucesivas mar-
lugar, porque desde el momento en que sea planteada de nuevo cadas por contextos distintos. Y en el caso de la cristología, un
la cuestión en términos idénticos a como lo fuera en otros tiempos, cierto equilibrio que remite al equilibrio interno del misterio de
será preciso formular también la respuesta de aquella misma mane- Cristo y de la fe viva que este misterio expresa nocionalmente.
ra; la relativa «necesidad» que atribuimos a la formulación teo- También está claro que semejante regla no podría aplicarse mate-
lógica recibe aquí una consagración normativa (aspecto de autori- rialmente, sino que plantea a su vez la cuestión del criterio.
dad eclesial). Y en segundo lugar, porque la verdad de je enunciada
en esta formulación debe permanecer indemne en cualquier otro
sistema de referencia, cuando se ha hecho preciso volverla a expre- III. LA INTERPRETACIÓN DE LA COMUNIDAD
sar (aspecto de autoridad de la Palabra en la formulación eclesial). ¿Cuál será el criterio para regular la fe, discernir intención y
Finalmente, la manera misma en que se ha dado con la solución de estructura, asegurarse de la fidelidad de una reinterpretación, com-
una dificultad con que se tropezaba para expresar la fe es muy probar la aplicación de la norma proporcional, verificar en la fórmu-
aleccionadora, por lo que se refiere a la simple tradición teológica la, y más allá de ésta, la fidelidad en la orientación de la fe? No
y aun en otros sentidos. será mediante el recurso a los textos, si nuestro análisis es exacto
68 J.-P. Jossua Regla de fe y ortodoxia 69

—dado que este recurso exige, a su vez, otra cosa—, sino por ape- jarse encerrar en una problemática de pertenencia o no pertenencia
lación a la conciencia viva, a la que hemos visto reaccionar en el que iría ligada a criterios de orden jurídico arbitrariamente fijados
pasado hasta desembocar en aquellos textos. Hemos descubierto un por vía de autoridad. No es correcto remitirse a la «autoridad»
proceso que va de la indefectibilidad de la Iglesia a la norma de la para hacer de ella el criterio, ni aceptar una equivalencia entre
infalibilidad (proporcionales) de sus documentos. Es preciso ahora «tradición viva» y «magisterio».
recorrer este camino a la inversa; volver del criterio estático al cri- Todavía es posible sacar una consecuencia importante, que ade-
terio dinámico, al criterio-acto, que está en el origen del otro. más puede esclarecer la situación de que hemos partido. Si de lo
En consecuencia, a la luz de la Palabra y con ayuda de la tradi- que se trata es de interpretar, hay varias interpretaciones posibles.
ción, habrá que emitir de nuevo un juicio sobre todo lo que es Habrá margen para un cierto pluralismo dentro de la comunidad,
contingente en el pasado, poner en evidencia la intención para re- pues es indispensable una investigación que llevará a una relativa
asumirla teológicamente o para tantear otras orientaciones en algún diversidad. Pero surge el problema, y no pequeño, de cómo habér-
caso. Ciertamente, quien busque con afán la verdad no puede con- selas con una especie de fixismo total, como el que pretendió al-
tar con ningún seguro. Será preciso reinterpretar los símbolos bí- canzar el catolicismo, o creía poderlo alcanzar, porque en realidad
blicos, remitirse a los acontecimientos de salvación y a la experien- el catolicismo nunca dejó de evolucionar. Cuestión delicada ésta,
cia cristiana, en la tradición, tal como la ha vivido una comunidad. que se plantea cuando un conjunto sin fisuras, sin grietas, absoluto,
La fe de esta comunidad juzgará. rodeado de una intensa adhesión afectiva, demuestra ser bastante
Insistamos una vez más en la importancia de esta tradición de más complejo, frágil y relativo de lo que se suponía. ¿Cómo evitar
la Escritura: no es pura transmisión material de un depósito inmu- entonces que no se acierte a dar con lo esencial, y que incluso
table ni ilusorio enriquecimiento incesante o maduración continua, cuando se llega a captar de nuevo lo esencial, operación que siem-
pero tampoco es un simple continuum cultural que ofrecería las pre tiene el carácter de una interpretación, ésta no se realice de
ventajas de una contemporaneidad puntual. Se trata más bien de manera infiel?
un medio vital en que el Espíritu otorga una cierta connaturalidad Porque, efectivamente, podrán darse, más allá del necesario
con la Escritura, en el que se transmite indefectiblemente la Pala- pluralismo, unas tomas de posición que alterarán, en la operación
bra, y con ella la riqueza de una meditación secular que se ofrece de interpretar, la identificación de Cristo y la determinación de la
a nuestra búsqueda común. fe. Sabemos que esas interpretaciones existen hoy y que, recusando
Hemos hablado de «comunidad» para no entrar en otras cues- toda regla de fe, plantean a la comunidad el problema de la fide-
tiones difíciles de elucidar que desbordarían nuestro tema. Sería lidad esencial a su propio origen. Piénsese, en el terreno que nos
preciso situar también el aspecto de autoridad eclesial con vistas ha servido de referencia, en la cristología del «cristianismo ateo»
a la proposición unánime de la Palabra y a la verificación de sus (Jesús, maestro de amor fraterno y ejemplo de riesgo), en la que
lazos de unión con los orígenes. La eclesiología católica nos permite supone la «teología de la muerte de Dios» (kenosis sin sujeto y sin
afirmar este carisma institucionalizado que discierne y expresa la resurrección), en la de un bultmannismo estricto (notable por el
acción indefectible del Espíritu en la comunidad. En materia de vigor de su fe, pero doceta por su criterio existencial estrecho, apli-
«ortodoxia» 7 , el problema está en que no deben minimizarse y cado sólo a nuestra existencia y no a la humanidad del Salvador),
mucho menos negarse las mediaciones jerárquicas, sin por ello de- hasta en la del mismo Robinson de Honest to God (el hombre para
los demás, revelador, en la profundidad de su amor, del misterio de
7 Dios, ciertamente, pero alejando cada vez más el diálogo filial de
Está claro que el término «ortodoxia» es susceptible de un sentido dife-
rente del de la ortodoxia-inmutabilidad que criticamos aquí, y que se puede Cristo con el Padre), y quizá sea aún más grave (aunque irrepro-
hacer que equivalga a lo que nosotros llamamos aquí «regla de fe». chablemente «ortodoxa») la cristología de un docetismo integrista
70 J.-P. Jossua

para el que la significación humana —y política en definitiva— de


la enseñanza y la vida de Cristo se han volatilizado. Estas cristolo-
gías, muy exactamente desproporcionadas, son correlativas a otras
tantas mutilaciones o contradicciones en la concepción de la exis-
tencia cristiana, con las que podemos tropezamos todos los días.
Creemos que la comunidad habrá de enfrentarse, finalmente, EL CARÁCTER CONSTITUTIVO DE LA ETICA
con una decisión, pues la elasticidad del lenguaje se hace muy EN LA CONFESIÓN DE FE CRISTIANA
fuerte en este terreno y es causa de verdaderos cismas latentes, sin
rupturas, ya que la interpretación permite esta diversidad que la
inmutabilidad (aunque fuera ficticia) impedía. Esta discriminación, El pensamiento cristiano de los últimos siglos se ha esforzado
que las Iglesias llevaron a cabo en el pasado a impulso del Espíritu, en subrayar la distinción entre la teología y la moral, entre la con-
habrá de realizarse una vez más. La regla de fe sigue siendo indis- templación y la acción, en vez de buscar la manera de dejar bien
pensable; toda la cuestión está en que no sea aplicada ni demasiado sentada su necesaria complementariedad. De ahí que se haya pro-
pronto —y de manera simplista— ni demasiado tarde. ducido un cierto vacío, una ruptura, que en algunas ocasiones ha
llegado a constituir verdadera oposición, entre la teología propia-
J.-P. JOSSUA mente dicha, terreno reservado a la inteligencia, y la ética, dominio
preferente de la acción, de la praxis.
En nuestros días, por el contrario, muchos cristianos subrayan
el alcance ético del Evangelio. Afirman que el mensaje cristiano
tiene unas dimensiones morales, sociales, hasta políticas. Con esta
afirmación se sobrentiende que es posible dar el paso de la fe tra-
dicionalmente confesada y de la moral cristiana a estos problemas
que se plantean en la vida moral y social, en la realidad económica
y política. Se reconoce que, si en el mundo en que vivimos se da
un cierto desgarramiento entre la acción cotidiana y la cultura, entre
la vida y el lenguaje, la fe no puede ignorarlo. Se toma nota de que
la crisis del hombre contemporáneo lleva a plantear unos interro-
gantes angustiosos a los que la conciencia cristiana en modo alguno
puede sentirse extraña. Ello implica, además, que las realidades de
la fe, de la tradición, de la vida cristiana son, en cierto sentido,
contrastadas al contacto con la realidad cotidiana, vivida bajo unas
formas nuevas que fueron desconocidas en el pasado, y que pueden
ser recuperadas en esta realidad nueva.
El carácter constitutivo de la ética 73

de la Parusía y en modo alguno se les ocurrió la idea de organizar


I. DIFICULTADES DE LA ACTUAL REFLEXIÓN el mundo. Pero, en nuestros días, ¿qué ha ocurrido con la forma-
SOBRE LA ETICA CRISTIANA ción de la ética cristiana? ¿Ha seguido el mismo ritmo que el avan-
ce del dogma?
Afirmar hoy que el cristianismo tiene unas dimensiones éticas 2. Segunda dificultad. Es preciso subrayar que el mundo oc-
no significa simplemente postular un nexo entre la moral y el dog- cidental, del que tantas veces se dice que representa la civilización
ma como algo evidente, sino que equivale a hacer un acto de fe; es cristiana, ignora muchas veces sistemáticamente sus raíces judeo-
tanto como sentar que debe existir un lazo de unión entre la ética cristianas. Y, sin embargo, no resulta difícil reconocer estas fuentes.
cristiana tradicional, que se sitúa en la línea de la contemplación, Racionalista en su manera de actuar, espiritualista unas veces y
de la sabiduría, de la «virtud», y la ética contemporánea profana, materialista otras, el Occidente acude una y otra vez a sus orígenes
que está en la línea de la obra realizada, de lo vivo y de la praxis. griegos y latinos, pero desconoce de manera sorprendente su fuente
Nuestra pretensión y nuestros intentos estarán justificados si acer- bíblica. Cierto que, tras el descubrimiento contemporáneo de la
tamos a demostrar que, justamente, la revelación judeo-cristiana no historia de la salvación, algunos cristianos empiezan a interrogarse
admite la separación entre los dos planos, dogmático y ético; que sobre la ética de los profetas y sobre el mensaje de los apóstoles,
rechaza su oposición, y que no es responsable de la ruptura que en pero a excepción de algunos síntomas favorables y de una actitud
el curso de los siglos se ha producido entre ambas éticas. de espera que algunos mantienen, el mundo occidental cristiano
No es nuestra intención invocar aquí una ética cristiana inde- halla sumamente trabajoso el reencuentro de una clave para funda-
pendiente de los problemas del mundo actual, como aislada en sí mentar su comportamiento en la revelación. La tradición griega,
misma. Semejante concepción sería menos justificable aún desde el en conjunto, tiende a oponer la pura contemplación de las ideas,
punto de vista ético que desde el dogmático. La ética se vive en el entendidas como realidades inmutables, inmunes al fluir heracliteo,
plano de lo concreto. Es preciso estudiarla partiendo del mundo en a las discontinuidades de la acción concreta. Es indudable que
que vive el hombre, teniendo en cuenta sus fallos, sus insuficien- Platón tuvo el sentimiento punzante del desgarramiento entre las
cias y sus defectos; tomando nota de que son precisamente esos realidades inmutables y la vida cotidiana, y que percibió mejor que
mismos fallos los que pueden esclarecer la situación que pretende nadie la necesidad de unirlas a cualquier precio: hizo que la filo-
iluminar la revelación judeo-cristiana. Es el mundo real, tal como sofía descendiera a la caverna. Pero esta intuición de un gran pen-
es, el que pide una ética y espera el mensaje de la revelación. En sador quedó aislada, y la tradición griega, en conjunto, opone la
esta ensambladura del mundo con la Iglesia es donde se hace pre- contemplación a la acción. Esta es al menos la comprobación hecha
ciso plantear el problema de la ética cristiana. por Pierre-Maxime Schuhl 1 : la civilización griega se edifica sobre
1. Una primera dificultad con que tropieza el intento de hacer la oposición de las artes liberales y las artes mecánicas y vive de la
una reflexión general sobre la ética cristiana procede de la amplitud intuición de dos universos disociados.
del dominio ético. En realidad, abarca toda la vida humana. Este Esta misma disociación vuelve a encontrarse en el universo la-
es el motivo por el que algunos exegetas han llegado a sentar la tino y deja su huella en la tradición cristiana. Sabida es la exégesis
tesis de que Jesús no entregó a sus discípulos ninguna ética, y que habitual de la comparación de Marta y María: «Ella eligió la mejor
el Evangelio se limitó simplemente a dar en algunos textos la parte, que no le será quitada.» De ahí se saca la conclusión, en sen-
ética ambiente del siglo i, a la espera de que pudiera configurarse tido griego, de que la vida contemplativa es superior a la vida activa,
la ética cristiana cuyos fundamentos fueron puestos por Pablo.
Tendríamos así una ética provisional, cosa tanto más comprensible 1
Pierre-Maxime Schuhl, Lecture et contemplation: «Efforts et réalisation»
si se tiene en cuenta que los primeros cristianos esperaban la llegada (diciembre 1952).
74 B.-D. Dupuy El carácter constitutivo de la ética 75

que la primera tiene un valor eminente en sí misma, lo que ha lle- según la terminología de Maurice Blondel, un carácter extrinsecista,
vado a distinguir, como lo han hecho hasta las mismas órdenes re- que apenas responde a la realidad.
ligiosas en su propio seno, dos modos distintos de realización de la De hecho, la Biblia nos enseña que todo comienza por un acon-
vida cristiana: los contemplativos y los activos. Cierto que los gran- tecimiento imprevisto y decisivo, por una ruptura: Abrahán aban-
des místicos cristianos, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Avi- dona Ur, los hebreos son reunidos por Moisés y se libran de las
la, San Vicente de Paúl, han superado esta antinomia, pero esta manos del faraón. Este acontecimiento estará siempre en el centro
superación ha sido más bien privilegio de unos pocos santos y no de la historia; no se sitúa en el orden de las ideas. El Dios a cuyo
ha pasado a las instituciones. De forma habitual, el problema de la descubrimiento llegan los filósofos es un concepto que se deriva
acción y de la vida espiritual no ha logrado asumirse en una verda- de unas ideas abstractas; el Dios con quien se encontraron los pa-
dera unidad. triarcas y los profetas se manifestó en actos y en acontecimientos.
Estas perspectivas ideológicas y espirituales vuelven a darse en Por consiguiente, la entrada en la vida nueva no es, ante todo,
el nivel de las estructuras sociales. En su artículo ya citado, Pierre- adhesión a un código moral ni a un cuerpo de doctrinas, sino fide-
Maxime Schuhl hace notar que, según el humanismo bíblico, toda lidad a unos acontecimientos salvadores. Creer es acordarse, es
la humanidad, a semejanza de Adán, está obligada a ganar el pan entrar en la perenne actualidad de un acontecimiento sagrado. No
con el sudor de su frente, sin dejar esta preocupación para que sea consiste sólo en aceptar una verdad de carácter dogmático ni so-
resuelta por una clase social particular, como incesantemente vuelve meterse a una moral. La fidelidad a la fe se expresa en la celebra-
a ser el caso en la sociedad. La antigua esclavitud, la servidumbre ción de unos acontecimientos de salvación, en que se inserta la
medieval tienden a establecer diferencias en cuanto a la carga de recitación del Credo, pero no se reduce a la recitación de este Cre-
la maldición: unos la sufren directamente, mientras que otros tie- do. Ignorar el acontecimiento en el que precisamente se trata de
nen una evasión en la vida del espíritu. Según esta concepción, las entrar, preocupándose únicamente de las enseñanzas que de él se
tareas se reparten por «órdenes» especializados, que son el funda- desprenden, es tanto como perderse un aspecto esencial del cris-
mento de la vida social. Estas tradiciones parecen psicológica y ob- tianismo.
jetivamente justificadas, pues dan la impresión de ser perfectamente Este acontecimiento se ofrece como un encuentro. Si la cate-
naturales. goría de acontecimiento tiene un carácter excesivamente neutral,
la de encuentro nos lleva hasta el corazón de la ética. Todo encuen-
II. LA REVELACIÓN COMO CONOCIMIENTO tro, efectivamente, es encuentro con otro, con un «tú», dicho con
Y COMO ENCUENTRO categorías de Martin Buber, y a través de este «tú» es una invoca-
ción dirigida al «tú eterno». Puestos a interpretar este tú eterno
¿Cómo podría abrirse camino en estas condiciones el sentido según las categorías clásicas tomistas, diríamos que corresponde al
del hombre que supone la Biblia? ¿Cómo podrá realizarse la ética reconocimiento de la ventas prima (in cognoscendo) que se realiza
propia de la historia de la salvación en un mundo en que las rela- en el acto de fe. Sabido es, en efecto, que el acto de fe non termi-
ciones sociales en nada están de acuerdo con la ética revelada? natur ad enunciabile sed ad rem. El Dios trascendente llega al
Y, en definitiva, ¿cómo alcanza a este mundo el mensaje de la espíritu como un sujeto, y éste se encuentra con Dios a la manera
Biblia? de un objeto. El creyente se sitúa frente al otro entrevisto.
La respuesta habitual es: por el kerigma y por la predicación En las categorías del pensamiento moderno, según el cual la
de la fe. Luego por el reconocimiento de la Iglesia y la adhesión inteligencia se caracteriza menos por la impronta de un objeto en
al magisterio. Cierto, sin duda. Pero este esquema presenta, dicho el espíritu que por la actividad subjetiva de la razón, el encuentro
76 B.-D. Dupuy El carácter constitutivo de la ética 77

con el tú eterno se considera no tanto como un conocimiento, sino Este registro del comportamiento humano pone en juego otras
que es más bien aquello que Martin Buber llama una «realización»2. cualidades distintas de la pura inteligencia. La actitud de neutra-
Esta «realización» que se da en el acto de fe desconcierta nues- lidad benevolente y de apertura estática, característica del acto
tras categorías mentales, que desde Descartes, y más aún a partir intelectual, debe ser sustituida por una actitud de tensión interior,
de Kant, están fundadas en una teoría del conocimiento a base del de comunicación activa, que ponga en movimiento las energías
par sujeto-objeto. Para Buber, el caso de Dios, si es lícito hablar espirituales y creadoras. Estas energías se despiertan, a favor del
así, el caso de la revelación es el que menos puede ser expresado en encuentro, en el seno de una reciprocidad de las conciencias, y no
términos de la relación sujeto-objeto. Es necesario, pues, apelar a sólo como actos de nuestras facultades. Aquí se aborda con cate-
otras categorías distintas de las del entendimiento. A Dios se le gorías totalmente nuevas la idea misma de revelación. En el en-
encuentra, jamás se le conoce a título de objeto. El registro de la cuentro se revela la misma existencia, se manifiesta el ser mismo.
«realización» nos lleva necesariamente muy lejos de la objetivación Hay revelación del ser porque la existencia se hace verbo, se revela
y de la especulación. Martin Buber se niega a estudiar la teología en lo que Martin Buber llama «carácter verbal» del ser. Este cara
si es que este intento ha de desembocar en una reinstauración, en a cara percibido y aceptado como tal por mí no queda mudo, sino
el dominio de la fe, de un conocimiento que no sería más que un que habla, y su palabra, que responde a mi llamada, arrastra consigo
intento humano más acerca de Dios, si todo hubiera de reducirse la respuesta de mi ser. La revelación crea el universo del diálogo.
a convertir la revelación en objeto de nuestras especulaciones. Pero El hombre que busca «conocer» se interesa por un objeto. Al
la revelación en modo alguno puede ser objeto de la especulación, que trata de «realizar» le ocurre algo muy distinto: se siente afec-
pues debe ser, ante todo, fuente de realización. Lo que hace no es tado por el acontecimiento que le sobreviene, por el encuentro al
desvelar ante nuestros ojos el ser de Dios, sino instaurar una vida que se siente llamado. Cuando capto un objeto que me interesa, yo
humana según Dios. «La revelación no se refiere al misterio de Dios, sigo siendo dueño de mí mismo, al mismo tiempo que el objeto,
sino a la vida del hombre en el sentido de que ésta debe ser una en un cierto sentido, se deja dominar por mí. Por el contrario, el
vida que puede y debe ser vivida en función del misterio de Dios; otro, con el que se establece un encuentro en calidad de tú, me
o más exactamente, una vida que es vivida así verdaderamente afecta, tuerce mi trayectoria y mi destino, me cambia. El conoci-
desde el momento en que empieza a ser una vida auténtica.» Otro miento de un objeto introduce en mi espíritu una semejanza de ese
pensador judío, Abraham Heschel, se expresa en términos pareci- objeto que yo puedo evocar en cualquier momento. La realización
dos: «La Biblia no es una teología para el hombre, sino una antro- hace algo más: reviste a aquel que ha surgido ante mí de la dignidad
pología para Dios» 3. y la singularidad del otro, del tú al que yo invoco, del rostro que
En esta línea de reflexión sobre la revelación, la vía para re- se entrega, de la personalidad que se desvela y entra de golpe en mi
conocer la acción de Dios en el mundo no es tanto la teología como existencia. El conocimiento es apropiación. La realización abre la
aquello que nosotros llamamos antropología y ética, pues la reve- puerta al encuentro con otro y supone una desapropiación.
lación surge en el camino del existente mucho menos por un logos
que en un ethos. Ya Newman había subrayado este hecho en su
obra Idea of a University. III. LA TRADICIÓN, EDUCACIÓN MAS QUE INSTRUCCIÓN

2 Si la revelación es esencialmente encuentro más que conocimien-


Martin Buber, Daniel, Gesprache von der Verwirklichung, Leipzig, 1913;
Ich und Du, Leipzig, 1923. to, en el sentido intelectualista del término, la tradición es educa-
3
Abraham Heschel, Les Bátisseurs du temps, París, 1954; id., Dieu en ción más que instrucción. El objeto de la educación religiosa consis-
quéte de l'homme. Philosophie du judáisme, París, 1968, 149-228. te en establecer la relación entre el hombre y Dios y en mantener
78 B.-D. Dupuy El carácter constitutivo de la ética 79

al hombre en esta relación. La Biblia entiende la relación del hom- asunto de un individuo aislado, sino de todo un pueblo, de la Igle-
bre con Dios y expresa la santidad de Dios en un sentido que nos sia. De esta manera, en su totalidad y en su coherencia, constituye
aleja de la posesión o de la captación de algo sagrado o numinoso, un principio propio de discernimiento.
tal como ocurre en las religiones primitivas o en las mistéricas. En Este rasgo de la tradición ha sido particularmente desarrollado
estas religiones, la posesión de Dios por el hombre o la del hombre por Maurice Blondel en Histoire et dogme 4. En medio del debate
por Dios, mediante un mistagogo, en el entusiasmo o en el éxtasis, provocado por la exégesis modernista, Blondel demostró que la fe
se presenta como la consecuencia del encuentro con Dios, comienzo cristiana, a pesar de que depende de unas pruebas histórico-críticas
de la vida espiritual. El judaismo y el auténtico cristianismo son extrínsecas a la Escritura y a la tradición, no puede, sin embargo,
refractarios a semejantes formas de instrucción secreta, denuncián- ser adecuadamente mensurada por ellas. La tradición brota de una
dola como idolatría. Lo numinoso exalta las facultades del hombre fuente permanente, inagotable, nunca reducible a unos documen-
o bien las lleva más allá de sus posibilidades naturales. La verda- tos escritos o a una inspiración particular: la experiencia de la rea-
dera libertad, restaurada por la revelación judeo-cristiana, se opone lidad que en su vivir crea la comunidad creyente entera reunida en
a tales transportes. Lo numinoso anula las relaciones interpersona- torno a los sucesores de los apóstoles. Esta experiencia no es cosa
les al intentar proyectar a los individuos, por medio del éxtasis, en de unos pocos individuos, sino de todo un pueblo, la Iglesia, y
un drama en que se sumergen los seres. Este esoterismo es lo opues- además constituye un principio original de continuidad y de discer-
to del sacramento, que es memorial, entrada en un acontecimiento nimiento de la verdad. También mostraba Blondel lo que una tra-
que me afecta y que me hace invocar al Dios vivo. dición así entendida presenta de original con relación a cualquier
El monoteísmo judeo-cristiano no exalta potencia sagrada al- otra forma de enseñanza o de magisterio doctrinal: es la captación
guna, no se nutre de milagros múltiples, porque va directamente progresiva y permanente del tesoro poseído como realidad viva
al fondo de la existencia humana. Hay un midrash rabínico que por la Iglesia. Es, ya desde los comienzos del cristianismo, como
expresa bien este sentido de la existencia humana en el seno de la una promesa mantenida y una posibilidad de acción en el mismo
revelación. Representa a Dios instruyendo a los ángeles y a Israel. centro de la comunidad cristiana. «La tradición hace subir al nivel
En esta escuela de enseñanza divina, los ángeles piden a Israel, de la conciencia clara unos elementos que hasta entonces habían
colocado en la primera fila, que les enseñe la palabra divina. Este estado retenidos en las profundidades de la fe y de la práctica, que
apólogo trata de explicarnos que la existencia humana, a pesar de no estaban aún del todo expresados, relacionados y reflexivamente
la bajeza de su rango, es el espacio donde verdaderamente se hace poseídos. Pero esta capacidad de conservar y preservar es, al mismo
oír la palabra divina, en que ésta se hace inteligencia. Pero también tiempo, capacidad de instruir e iniciar. Vuelta amorosamente hacia
nos enseña el apólogo que la verdad de los ángeles no es de especie el pasado, donde está su tesoro, sale al encuentro del porvenir,
diferente que la de los hombres, y que los hombres acceden a la donde está su conquista y su luz. Hasta aquello mismo que va
revelación sin que sea preciso que el éxtasis venga a arrancarlos descubriendo tiene el sentimiento humilde de irlo recuperando en
de su verdadera naturaleza, de su auténtica existencia humana. la fidelidad. Nada tiene que innovar, porque ya posee a su Dios, su
Entendida así la tradición, como educación de la verdadera re- todo; pero tiene que enseñarnos de nuevo, incesantemente, porque
lación religiosa, como entrada en el camino trazado por la historia siempre está haciendo que algo pase del nivel de lo vivido implí-
de la salvación, pasa a ser apertura al misterio cristiano en su tota- citamente al de lo explícitamente conocido. En resumen, para la
lidad, y como tal totalidad, más allá de lo que es posible compren- tradición trabaja todo el que vive y piensa cristianamente, lo mis-
der y formular acerca del mismo. Más allá también de cuanto pueda
ser justificado por medio de fórmulas extrínsecas, de tipo histórico 4
Artículo aparecido en «La Quinzaine» (enero-febrero 1904) y reprodu-
o crítico. La tradición se autentica por el hecho de que no es cido en Les premiers écrits de Maurice Blondel, París, 1956, 149-228.
80 B.-D. Dupuy El carácter constitutivo de la ética 81

mo el santo, que perpetúa a Jesús entre nosotros, que el erudito oración, sino también las costumbres, las normas de derecho, los
cuando se remonta hasta las puras fuentes de la revelación, o el hábitos culturales y espirituales de la comunidad. Es un estilo de
filósofo que se esfuerza por abrir los caminos del porvenir y por vida, una manera de ser cristiano en el mundo y un medio de mutuo
preparar el parto eterno del Espíritu de novedad. Este trabajo reconocimiento entre cristianos. Hablando en concreto, hay lugar
difuso de todos los miembros contribuye a la salud del cuerpo, bajo para una pluralidad de ritos en régimen cristiano, debido a las
la dirección del único jefe, que, en la unidad de una conciencia divi- diversificaciones posibles dentro de una misma comunidad cristiana.
namente asistida, concierta y estimula su progreso.» Blondel re- Pero esta diversidad de ritos no afecta a la estructuración esencial
conocía a la tradición una capacidad de mantener y guardar la tota- del rito en sus momentos esenciales: el bautismo y la eucaristía. De
lidad del depósito que el pensamiento consciente y reflexivo no es esta manera, el sacramento pasa a ser el lugar esencial de la tradi-
capaz de realizar en igual grado: «La acción tiene el privilegio de ción. Se podría afirmar que es su «lugar teológico», donde la fe es
ser clara y completa, incluso en lo implícito; el pensamiento, en transmitida como totalidad, siendo a la vez instrucción, principio
cambio, con su carácter analítico, no llega a configurarse en ciencia de vida y de salvación, catequesis y sacramento, «misterio» en el
sino a través de una reflexión lenta y como a tientas. Este es el sentido de acción salvadora de Jesucristo actuando a través del
motivo de que me parezca esencial volver a unir el conocimiento tiempo en unos signos sagrados aprehendidos por la fe. Gregorio
dogmático, siempre perfectible, con la vida cristiana, que no nece- de Niza llamaba al bautismo próte parádosis, la tradición primera.
sita una ciencia explícita para ser perfecta.» Estas explicaciones de En los orígenes, el bautismo daba toda su importancia a la traditio
Maurice Blondel no implican concesión alguna al pragmatismo. (y poco después también a la redditio) symboli. El bautismo era
Son expresión de un dato de la fe, que ya Newman reconocía tam- la puerta de entrada a una comunidad cuya manera de vivir se asi-
bién: los fieles, que carecen de una ciencia explícita y de una ins- milaba, cuyas normas de comportamiento se observaban. Por los
trucción completa acerca de la tradición, son, sin embargo, porta- sacramentos se entraba en la realidad viva del cristianismo.
dores de esta tradición viva y la custodian con toda seguridad en
los peores momentos de crisis 5 . La vida cristiana tiene prioridad
sobre las investigaciones teológicas y las expresiones ideológicas
aventuradas. La fe se transmite en la vida, en una práctica viva IV. EL «SENSUS FIDEI» COMO SENTIDO ETICO
más que en palabras. Se debe creer y vivir tal como se ha vivido Y ESTILO DE VIDA
antes de nosotros, desde tiempos de los apóstoles, desde Jesucristo,
en el seno de la comunidad de hermanos. Quienquiera que intro- En los fieles, el efecto de la tradición es comunicar aquello que
duzca novedades que lo sean con relación a esto, se sitúa fuera de los Padres y los concilios llamaron el sentido católico o sentido de
la tradición católica. la fe. Este sentido de la fe es la profesión viva de todos los fieles,
en su continuidad y en su identidad seculares. No se trata de una
Esta transmisión de la fe en una praxis comunitaria tiene sus profesión de fe teórica, volcada en fórmulas; se trata más bien de
centros capitales: se expresa en los ritos. Sería preciso dar aquí toda la manera de ser hoy cristiano, siguiendo a quienes supieron serlo
su amplitud a la noción de rito y, si fuera posible, emplearla en ayer, y para preparar el camino a quienes habrán de serlo mañana.
singular: el rito abarca no sólo la acción litúrgica y las formas de la Es un acto de la comunión católica. Así entendido, el sensus fidei
5
no podría quedar reducido a la profesión de fe, sino que es la reali-
Cf. J.-H. Newman, On consulting the Faitbfull in matters of doctrine,
dad misma del cristianismo. Non terminatur ad enunciabile... Es
artículo aparecido en «Rambler» (julio 1859), 198-230, reeditado por J. Coul-
son, Chapman, Londres, 1961; cf. J. Lebreton, Le désaccord de la foi populaire el efecto de la iniciación bautismal y fue proclamado en la redditio
et de la théologie ¡avante dans l'Eglise cbrétienne au III' siécle: «Revue symboli; es un cierto sentido de lo que se me exige para que yo
d'Histoire ecclésiastique», 19 (1923), 481-506, y 20 (1924), 5-37. pueda vivir en la comunión de la Iglesia y para que la comunión
6
82 B.-D. Dupuy

de la Iglesia pueda desarrollarse a partir de mí. Este es el motivo de


que muchas veces haya podido ser designado con el nombre de sen-
sus catholicus, no en el sentido de que todos los fieles estén obli-
gados a prestar su adhesión a toda proposición doctrinal que se
halle en la tradición católica, sino en el sentido de que el fiel vive
en comunión con todo el cuerpo católico. ¿EXISTE UN LENGUAJE DE LA UNIDAD?
Este sentido cristiano que los fieles ponen en juego en su vida
y en sus acciones pasa a ser factor de comunión. Y es también factor
de unidad y de verdad, contribuyendo a la indefectibilidad de la LA UNIDAD ROTA
Iglesia.
B.-D. DUPUY Antes de que, en el Vaticano II \ pasara de unas condiciones
previas a convertirse en doctrina o programa, el pluralismo ya era
un hecho. Desborda los límites admitidos por las teorías más «li-
berales». Adquiere el aire de una división insuperable. La unidad,
más holgada desde que fueron reconocidas las variantes, se pierde
en esta multiplicidad. ¿Cómo distinguirla en medio de tantas acti-
tudes opuestas? ¿Qué signos servirán para determinar, entre unas
experiencias divergentes que se presentan bajo el mismo nombre
y se consideran cristianas, que aún se trata de la misma fe, del
mismo Señor, del mismo bautismo? 2. El cristianismo se fragmenta
y cada una de las porciones resultantes reivindica el título de ver-
dadera, pero ocurre que la etiqueta con que cada una se presenta
podría no ser más que una ficción, un signo equívoco que abarcaría
convicciones, comunidades o concepciones heterónomas. Cuando la
Iglesia reconoce una diversidad, cuando las autoridades la admiten
en principio (pero no siempre en sus consecuencias), resulta que
la dispersión efectiva está mucho más «avanzada» de lo que ex-
presan las declaraciones oficiales. Una realidad temible porque es
una amenaza contra la unidad y hace problemática hasta su misma
posibilidad.
Se produce entonces un movimiento de repliegue. Se frena este
reconocimiento, juzgándolo ahora excesivo y temerario, como si
fuese la causa de un «mal» o como si hubiera venido a agravarlo,
cuando en realidad no era más que un síntoma suplementario y la
manifestación prudente de una situación de hecho. Incluso sin tocar

1
Especialmente en los textos referentes al ecumenismo y a la misión.
2
Ef 4,4-6.
34 AL de Certeau
¿Existe un lenguaje de la unidad? 85
los «principios» enunciados, se alberga el deseo de modificar o res-
(teológicos, litúrgicos, etc.) de la fe, identificándolos con los rasgos
tringir su aplicación; de frenar la «democratización» de las insti-
de un grupo actual o de una elaboración del pasado, no hace sino
tuciones; de evitar, por la forma de representación impuesta a las
agravar el problema que está señalando. Da pruebas de una urgente
diversas corrientes de la Iglesia, su efectiva manifestación; de obli-
necesidad, pero no responde a ella. Se contenta con señalar el cisma
gar a los cristianos «diferentes» a unirse de nuevo a una tradición
entre la multiplicidad de las experiencias cristianas y la necesidad
reafirmada, o a separarse de la Iglesia, renunciando a dar testimo-
de un «nexo» dogmático en que éstas pudieran reconocerse. La
nio de Jesucristo ellos también; en resumen, de limitar la profusión
fisura aumenta, debido precisamente a las medidas que pretenden
de las investigaciones y las iniciativas, acotando en medio de esta
borrarla y que llevan consigo un recíproco endurecimiento de las
experiencia excesivamente rica, tumultuosa y también incontrolable,
«verdades» opuestas.
una zona de lo «conforme» y de lo ortodoxo.
Como se trata de asuntos vitales para todos nosotros, y lo que
está en juego, en definitiva, es la verdad, todos nos sentimos arras-
trados por esta lógica. Reduciendo la verdad a lo que de ella capta-
LA UNIDAD NECESARIA
mos y vivimos, defendiendo lo que para nosotros ha pasado a ser
esencial, nos aislamos unos de otros y corremos el riesgo de perder
Esta reacción se vuelve frecuente. Es la prueba de una inquie- de vista el sentido cristiano, el título mismo que nos arrogamos al
tud, y por ello mismo, se torna fácilmente defensiva, apologética, considerarnos discípulos de Jesucristo.
acusadora también. Pero no es posible «explicarla» a base del mie-
Volvamos («volver a» es el término bíblico para designar la
do ni reducirla a las denuncias que muchas veces trae consigo. Tiene
conversión) a los rasgos característicos de la fe «católica» en Jesu-
un sentido. Nos recuerda una necesidad de la fe, a saber: la posi-
cristo. Esta es la condición previa para proceder a un análisis que
bilidad de expresar socialmente, mediante signos reconocibles, la
implicaría dos momentos, si pudiéramos desarrollarlo aquí.
unidad del Dios que se manifiesta en la pluralidad de las experien-
1. Precisar libremente los datos del problema que hoy se
cias cristianas. Sería imposible creer en el Dios único revelado en
plantea a la Iglesia. Esta libertad dócil a los hechos supone que
Jesucristo si los testigos no tuviesen entre sí «algo» común. Nadie
Dios es «más grande» que nosotros. No hay que temer por lo que
podría llamarse cristiano si este término sólo entrañara unas signi-
ficaciones extrañas unas a otras. El cristianismo sería una completa a él se refiere. Sabemos que la realidad es la única vía de acceso a
ilusión si resultara incapaz de enunciar una continuidad y una uni- su verdad. Negándose a ver la naturaleza y las formas efectivas de
dad efectivas. Sería únicamente ficción, hipótesis nocturna, «fe» las actuales divisiones no se llegaría a otra cosa que a buscar a Dios
utópica e imaginaria al margen de la historia si no tuviese también en lo ilusorio o a no seguir creyendo en él como real.
xm lenguaje propio, si no alcanzase a hacer legible su coherencia 2. Intentar responder hoy al Dios único, determinando los
•espiritual. caminos y las condiciones que permitirían significar socialmente,
visiblemente, es decir, realmente, la exigencia de unidad esencial
A pesar de su misma forma defensiva (éste no es siempre el a nuestra fe.
caso), la reacción que provoca hoy la «fragmentación» de la Iglesia
expresa una exigencia esencial de la fe.
LA VERDAD, UNA CUESTIÓN DE CONCIENCIA
Sería inconsciente no retener de ella más que sus rasgos polé-
micos. Pero esta «reacción», a remolque en exceso de los debates
Juzgando por su forma viva, la experiencia cristiana ha presen-
y las divisiones internas de la Iglesia, demasiado condicionada por
tado siempre dos aspectos indisociables, aunque aparentemente con-
su lógica, se contenta muchas veces con expresar una necesidad sin
tradictorios. Nadie escapa entre nosotros al aguijón de estas dos
intentar satisfacerla. Cuando pretende restaurar los signos visibles
exigencias, aunque puede ser más sensible a una que a otra.
86 M. de Certeau ¿Existe un lenguaje de la unidad? 87

Es posible que la primera hunda sus raíces sobre todo en una damental que el hombre mantiene con Dios, enunciada mediante
larga tradición filosófica. Prevalece allí donde se plantea una cues- el lenguaje de la fe, es, por consiguiente, el criterio de todo lengua-
tión relativa a la «verdad» o se afirma una conciencia. Un elemento je. Es su «contenido» último, su sentido definitivo y su raíz. No es
de irreducibilidad se sobrepone a cualquier otra fidelidad, incluso posible, en recta justicia, que el discurso cristiano, sea el que fuere,
a la que exige la amistad o el afecto; magis amicus veritati. Siempre ponga entre paréntesis —para imponerse en nombre de un pasado
sale ganando algo que es esencial, que no puede ser traicionado sin o de una sociedad— el testimonio que da la conciencia de su rela-
traicionarse uno mismo y que, al dar su sentido a la vida, vale más ción actual con Dios y del «amor de Dios difundido en nuestros
que ésta en definitiva. «Algo» que no es posible desarraigar (pero corazones por el Espíritu que nos ha sido dado» 4 . Si se le dispen-
que puede perecer, pues cualquier componenda lo borra y hace que sara de este control, terminaría por eliminar aquella misma verdad
uno se vaya «desviando» poco a poco de ello), que es preciso de la que pretende hablar: verdad viva, «dada» al creyente en las
mantener y precisar. Una verdad sin la cual la vida ya no sería vida. entrañas, en la herida y en el deseo de su propia existencia.
Frágil, hasta parpadeante tal vez, como las luces que van marcando Es así como las experiencias de lo «irreducible» condicionan la
de noche la ruta de la navegación a lo largo de las costas. Luz entre- verdad del lenguaje. Lo vivo de la fe es precisamente lo que el
vista que juzga cada palabra y cada gesto. Movimiento que llena y lenguaje oficial de la fe debe enunciar y recibir: lo que testifica
anima un lenguaje y una conducta, que es su impulso y su sentido. y por lo que es juzgado. De ahí la importancia y la gravedad de la
Inseparable de cada expresión, como que es su razón de ser. relación entre «experiencias» cristianas (que son también otros
El discurso cristiano, precisamente porque pretende anunciar tantos lenguajes de la fe) y las formulaciones doctrinales o dogmá-
al que es verdadero, se refiere por necesidad a esta exigencia de ticas. Si este nexo necesario se afloja, si se vuelve problemático, si
conciencia. No puede concebirse como verdadero mientras no corres- se rompe, ¿de qué verdad cristiana podría seguir hablando la ense-
ponda a este «irreducible», si no lo suscita, si deja de ser para cada ñanza doctrinal?
creyente la manera de decir «aquello sin lo cual ya no es posible
vivir». No posee legitimidad alguna a menos que «permita» esta
veracidad de conciencia, y si, a la vez que se somete a su control y UNA VERDAD COMPARTIDA: I.A COMUNIDAD
revela lo que aquélla es de verdad, le abre un espacio de palabras
y de actos. Dicho en otros términos (como ya lo demuestra el Evan- El lenguaje cristiano responde, por consiguiente, a una segunda
gelio): la condición y la «prueba» al mismo tiempo del discurso necesidad, igualmente esencial a la fe, y en la que se manifiesta que
cristiano están en que pueda ser reconocido en nombre de una la verdad no puede identificarse con la conciencia que de ella se
necesidad (personal o colectiva) que hace exclamar: «Es cierto», tiene. En su forma más sencilla, este imperativo vivido por todo
«¡Qué verdad tan grande!». Su valor se mide por el hecho de que creyente podría formularse así: «Tú, porque eres otro, eres nece-
es recibido en nombre de una exigencia de conciencia y que él la sario a mi verdad.»
revela. Lo repite a su manera, entre otros muchos, Marie de l'In- Esta experiencia se relaciona con la fe y con la caridad. Con la
carnation cuando escribe, a propósito de su lectura del Evangelio: fe, que incesantemente descubre a Dios como el más «otro» y el
«Todo procedía del centro de mi alma» 3 . más «necesario»; con la caridad teologal, que continuamente im-
En virtud de este primer aspecto, el discurso cristiano supone pulsa a respetar en los otros su diferencia y a buscarlos como inse-
que, en definitiva, Dios es la verdad del hombre. La relación fun- parables. Aquí es uno mismo el impulso que anima la fe en Dios
y el «amor del prójimo». Desde el punto de vista de la «verdad»
3
Marie de l'Incarnation, Oeuvres (Jamet, t. 2), Desclée de Brouwer, París,
1930, 427. 4
Rom 5,5.
88 M. de Certeau ¿Existe un lenguaje de la unidad? 89

(tal como es vivida por el cristiano, de modos muy diferentes, ela- un lenguaje que nunca está «cerrado», ni encerrado en el museo
borados o no), esta relación necesaria con el otro en su condición de un pasado ni en el imperialismo de un presente o en las fronteras
de prójimo es, indudablemente, algo específico del cristianismo. En de un lugar particular. La primera fórmula nos recuerda que Dios
todo caso añade a la experiencia irreducible (personal o colectiva) es la verdad del hombre, y que no podría ser considerado «la»
estos dos elementos: hay otras verdades aparte de la mía; yo no verdad si no es al mismo tiempo «mi» verdad. La segunda signifi-
puedo permanecer separado de ellas sin, al mismo tiempo, dejar ca que Dios es Dios, que no es pertenencia exclusiva de nadie,
de estar en la verdad. Cada cual va descubriendo una y otra vez puesto que está «presente» a toda existencia: la realidad de su veni-
esta alteridad insuperable y esta unión necesaria. Según las distintas da y de su inaccesibilidad se manifiesta, en efecto, por el lenguaje
épocas, según las diferentes etapas de una misma vida también, se comunitario, es decir, por la unión de testigos diferentes, por el
es más o menos sensible a una o a otra de estas facetas, pero ambas magisterio que representa y hace presente el fundamento de esta
se corresponden y una lleva a la otra; caracterizan, por su conjun- unión, por la necesidad que a cada cual incumbe de reconocer otras
ción, toda la experiencia cristiana. La diferencia, jamás eliminable, experiencias sin renunciar a la suya propia, por un mutuo respeto
despierta el deseo de unión, y la unión, jamás realizada totalmente, fundado en la relación de cada creyente con Dios, por una circu-
restaura la diferencia. Un «trabajo» constante hace que Dios se nos lación jamás concluida que supone (en vez de negar) la veracidad
vuelva más «cercano» o más «extraño», y nuestros «hermanos», de cada confesión de fe, pero que también la refiere a otras confe-
más alejados o más íntimos 5 . siones diferentes que también son necesarias.
El signo vivo de esta experiencia es la comunidad: jamás puede
ser reducida a la identidad (por eliminación de las diferencias, por
el imperialismo de un pequeño número, por el formalismo de re- DOS TENTACIONES:
glas o de programas, etc.) ni es compatible con una pura dispersión LA UTILIDAD SOCIAL Y EL EXILIO ESPIRITUAL
(por exclusiones recíprocas, por renuncia a la verdad que atestiguan
los otros, por el encerrarse cada cual en sí mismo, etc.). ¿Y qué es Así enfocada (aunque ciertamente de manera demasiado rápi-
el lenguaje más que la manifestación de la comunidad, el enunciado da), la articulación fluida de estas dos exigencias cristianas define
de la experiencia que ella supone? El lenguaje manifiesta constan- indudablemente el lenguaje de la fe. Este debe ser recibido o enun-
temente las diferencias y hace de ellas el elemento de la comunica- ciado por cada cual como la expresión de una experiencia «irredu-
ción. Saca a la luz las oposiciones, pero a título de experiencias cible». En nombre de una verdad que supera toda experiencia
recíprocamente necesarias para la revelación del Dios que se ha particular, debe permitir también el intercambio, la circulación,
dado a cada uno. la confrontación y el reconocimiento entre los testimonios de la fe
En la perspectiva que pone de relieve la «cuestión de concien- (normalmente heterogéneos en el tiempo y en el espacio), manifes-
cia», el cristiano dirá: «¿Qué me importa un lenguaje que no es tando así la relación a un mismo Espíritu de «funciones» diversas
verdadero para mí?» Tiene razón, pero debe añadir, en nombre dentro de la Iglesia 6 . Porque es recibido, se somete al control de
de una fe indisociable de la comunidad cristiana: «¿Qué me importa la experiencia particular; porque asegura la circulación comunitaria,
una verdad que me separa de mis hermanos?» debe resistir a la particularidad de cada creyente. Es juzgado por
No se trata de dos fórmulas contradictorias, sino que se articu- la vida y, a su vez, juzga a ésta.
lan una con otra de manera que constituyen, reasumen y prosiguen En el plano de la realidad, el proceso de su elaboración da lugar
a unas tensiones (patentes desde los orígenes y a lo largo de toda
5
Cf. Michel de Certeau, L'étranger ou l'union dans la différence, Desclée
de Brouwer, París, 1969,179-224, etc. « Cf. 1 Cor 12,4-11.
90 M. de Certeau ¿Existe un lenguaje de la unidad? 91

la historia cristiana). Igualmente, se diversifica según las modali- salvaguardar la sociedad de los creyentes, más que la misma verdad
dades de la representación en cada grupo y en cada sociedad: la del Dios que en aquélla habla.
convocación (liturgia), la enseñanza (catcquesis, pastoral, etc.)... Se constituye así una «objetividad», resguardo y bandera de la
De ahí surgen las confrontaciones, que no afectan únicamente a colectividad. Menos ligada a la experiencia de los cristianos que a
las «tendencias» ligadas a unos lugares o a unos tiempos, sino tam- las exigencias de su organización, menos aceptada y más impuesta,
bién a unas funciones necesariamente distintas, a los «carismas» tiende a contradecir aquello mismo que debe significar. En efecto,
que deben ser mantenidos, a unas tareas que son irreducibles unas al mismo tiempo que se afirma el don de Dios y su presencia espi-
a otras. ritual, se minimiza, por razones de utilidad pública, el recurso a
De este conjunto de conflictos normales es preciso aislar dos los diferentes testimonios de esta presencia. El control de las de-
tentaciones que se hacen más agobiadoras siempre que se produce claraciones oficiales se considera como una forma de «protestar»,
una crisis importante. En período de mutación, cuando las diferen- cuando esencialmente no es otra cosa que la «verificación» nece-
cias culturales, sociales y políticas se acentúan, cuando se pone saria por el pueblo cristiano, en cuanto que «recibe» esta verdad
sobre todo de manifiesto, como hoy ocurre, una heteronomía entre y la reconoce por suya. Llevadas las cosas a los extremos, y para
«los múltiples lenguajes de nuestro tiempo» 7 y también, por con- salvar la unidad del cuerpo, se terminará por coger miedo a su Es-
siguiente, entre las formas de la experiencia cristiana, el creyente píritu, suponiendo que Dios ha vivido, pero que ya dejó de dar
experimenta una mayor dificultad para tolerar esas diferencias y testimonio de sí mismo y que ya no vive entre los destinatarios de
para captar su sentido. De esta manera, se siente arrastrado a elegir, su mensaje.
con menoscabo del otro, uno de los dos aspectos de la verdad Ante esta manera de someter las expresiones del Verdadero a
cristiana que acabamos de distinguir. Elección peligrosa, porque al los intereses de un grupo; de servirse de él para mantener un poder
eliminar uno de los polos de una combinación necesaria al lenguaje o asegurar una autonomía; de hacer prevalecer el beneficio social
cristiano, quita al otro justamente aquello que lo convertía en un —y, en definitiva, una rentabilidad colectiva— por encima del
«símbolo» de la fe. servicio a la verdad y a las actuales exigencias de la conciencia cris-
La primera reacción consiste en privilegiar la unión, en defen- tiana, podría darse como excusa la inestabilidad de los tiempos y
der las instituciones y las formulaciones comunes, en juzgarlas ob- la búsqueda inquieta (en parte legítima) de las secularidades. Pero
jetivamente verdaderas, sin tener en cuenta las experiencias nuevas esto no es aceptable. Cada cual tic entre nosotros, ciertamente, pue-
y las dificultades que muchos cristianos experimentan para seguir de acusarse de haber cedido a esta tentación, de haber confundido
aceptando unos signos que hasta entonces se habían dado por reci- la defensa de una institución o de un pasado con un gesto de fide-
bidos. Por ello mismo, este lenguaje ya no atestiguaría la verdad lidad a Dios; de haber identificado unos intereses nacionales, cul-
viva. Le falta toda referencia al Espíritu que ha recibido cada cre- turales, sociales o políticos con los de Jesucristo; de haber ligado
yente. Se desentiende de este control, que, sin embargo, sigue sien- a un «prestigio» adquirido la fe en aquel que «se anonadó a sí
do indispensable. Quizá sin darse cuenta se independiza de la ve- mismo, tomando la forma del Siervo» 8. Sin embargo, ningún cris-
tiano, incluso «seducido» por la lógica que endurece recíprocamen-
racidad, a fin de poder mantener la comunidad. Obedece, desde
te unas posiciones de grupo, sería capaz de admitir en principio que
luego, a la ley de la utilidad social: es el medio de dar seguridad
ésa es la «regla de la fe», ni de sentirse satisfecho con un positivis-
al grupo (incluso cuando los miembros del grupo ya no se adhieren,
mo que aliena el espíritu en una «letra», es decir, en unos signos
personalmente, a todas las verdades enunciadas). Pretende ante todo
objetivos y en una utilidad pública.
7
Gauiium et spes, 44,1-3. • Cf. Fil 2,7.
92 M. de Certeau ¿Existe un lenguaje de la unidad} 93

A la inversa, también es grande la tentación de encerrarse en sí mada se escucha hoy en especial con la necesidad de romper las
mismo, en ese terreno que constituye una exigencia de conciencia. fijaciones socioculturales a fin de introducir, en la edificación del
Desde este retiro inviolable e irreducible, como un torreón cerrado, cuerpo de Cristo (es decir, de su lenguaje), a todos aquellos que
uno se cree juez de cuanto ocurre allá abajo, en el llano. Los enor- dan testimonio de su Espíritu n , al par que se toleran, como nece-
mes debates internos de la Iglesia sólo se considerarían como sór- sarias, las diferencias que nutren, renuevan, amplían un discurso 1Z
didas políticas y alienaciones. Testigos de su propia verdad, estos católico que fue definido de una vez para siempre en el Nuevo
profetas terminan por creerse propietarios de la verdad, sin hacerse Testamento como una connexio oppositorum que nunca debe darse
la pregunta de qué puede pesar esta su legítima reivindicación al por cerrada13.
lado de la inmensa e inabarcable revelación de Dios que habla en Dios opone su resistencia a la experiencia particular mediante
tantas otras experiencias. Lo que en principio era una exigencia la presencia de los otros. A las formulaciones comunes y concilia-
auténtica corre el peligro de subirse a lo alto de una columna, ais- doras (litúrgicas, catequéticas, teológicas) resisten, a su vez, las
lándose del Dios «anonadado» en el océano innumerable de las experiencias nuevas y particulares que suscita un Dios incansable.
experiencias modestas o sin rostro o altivamente consideradas como Bajo cada una de estas dos formas nos llega una llamada de Dios.
«tradicionalistas». ¿Cómo responderle intentando defenderse de él?
Cuando la actitud utilitaria sólo aspira a llenar las iglesias, a
robustecer las instituciones en peligro y a dar seguridades a los
grupos que se sienten sorprendidos por las innovaciones del Espí- DE LA CRITICA DE LAS DOCTRINAS
ritu, la actitud intransigente toma como criterio sólo su propia AL ENIGMA DE LAS CREENCIAS
manera de ver a Jesucristo, separándose de unos hermanos desco-
nocidos, o mal conocidos, cuya presencia tendrían que estarle re- El que hayamos señalado los límites más allá de los cuales ya
cordando constantemente los mil signos que esta intransigencia no sería posible la unidad ni, por consiguiente, el lenguaje «cris-
sólo acierta a rechazar. Lo que el uno rechaza como subversivo no tiano» es, simplemente, recordar, según creo, las condiciones en
es más que la referencia de todo lenguaje cristiano al testimonio, por que se han elaborado sucesivamente las diversas expresiones de la
el hombre, del «sentido de su propia existencia»9. Lo que el otro
recusa al rechazar la pesadez de las instituciones y de los lenguajes
11
no es otra cosa que la resistencia opuesta a unas experiencias dis- Cf. Ef 4,11-16.
12
tintas de la suya y a los medios de la comunicación. (¿Acaso no Discurso, en español, significa a la vez sucesión, conjunción y elucida-
ción. En esta perspectiva, la comunidad es discurso social; el itinerario per-
han de ser éstos necesariamente objetivos y sociales?) sonal, en su continuidad, es discurso psicológico. En un caso u otro, el lengua-
La realidad no se parece a esta caricatura. Toda presentación je constituye el lugar humano de la experiencia: supone divergencias, pero
también una relación necesaria entre unidades, momentos o individuos dis-
dicotómica ofrece siempre los inconvenientes de lo legendario. Pero tintos.
al menos permite precisar el medio entre dos extremos en que se n
En «¿Constituye el canon del Nuevo Testamento la base de la unidad
sitúa la tarea de cada cristiano y de cada grupo. «Vuelve a mí —dice de la Iglesia?» (Exegetische Versuche und Besinnungen, I, Gotinga, 1960,
el Señor—; prepárate para el encuentro con tu Dios» 10. Esta 11a- 214-223), E. Kasemann demuestra que el Nuevo Testamento es una complexio
oppositorum. Con razón, H. Küng hace suya la expresión: «La Iglesia cató-
lica se ajusta al Nuevo Testamento cuando se esfuerza por reunir los opposita
9
Cf. Gaudium et spes, 11, 1; 41, 1, y 44, 1-3, textos que relacionan todo (no todos, sino únicamente los que se encuentran en el Nuevo Testamento)
discurso evangélico y misionero con la experiencia del hombre que «abre nue- en un sentido válido y por prestar atención a todo el Nuevo Testamento como
vos caminos a la verdad». Evangelio» (Le Concile, épreuve d'Eglise, París, 1963, 161). Cf. Michel de
10 Certeau, Les révolutions du croyable: «Esprit» (febrero 1969), 190-202.
Cf. Am 4.
94 M. de Certeau ¿Existe un lenguaje de la unidad? 95

fe, litúrgicas, teológicas, catequéticas o jurídicas. Precisar más, por verdad. Todo análisis que reduce un lenguaje cristiano a la condi-
lo que se refiere a la historia, debe ser objeto de estudios más ción de algo local y particular ataca también a su veracidad (no
técnicos. digo a su autenticidad; ésta es otra cuestión). También el esfuerzo
De todas maneras, con esto no queda dicho lo que es o lo que teológico consiste siempre en manifestar una verdad instaurando
debe ser hoy el lenguaje de la unidad. Tampoco quedan ya resuel- una unidad, de la misma manera que en los orígenes apostólicos de
tas las dificultades más importantes a que tendría que hacer frente la Iglesia el anuncio de Jesucristo se articulaba a base de una puesta
una tarea multiforme. Hay fallos que empañan y comprometen el en común de bienes y de la formación de una comunidad. Por con-
reconocimiento mutuo del mismo Señor y de la misma fe. Dentro siguiente, la crítica de las «ideologías» cristianas afecta al resorte
de la multiplicidad de problemas que ya están planteados conviene, interno de la fe. No basta con oponerle el desprecio, la negativa o
al menos, destacar algunas cuestiones más graves y más generales. la condena.
La primera se refiere a la crítica de las ideologías. Sus síntomas Pero tras esta pregunta planteada hoy a la reflexión y a la vida
son patentes en todas las sociedades occidentales. Las crisis que se eclesíales surge otra dificultad, aún más fundamental: el enigma
multiplican generalizan la sospecha que opone a toda doctrina o
de las experiencias o de las «creencias» cristianas. Recientemente,
a todo programa una pregunta subversiva: ¿qué es lo que se oculta
un sociólogo comprobaba en los finales del siglo xix una notable
detrás? Un cierto descrédito o desconfianza tiende a relativizar las
teorías, sobre todo aquellas que se creen autorizadas a hablar de divergencia entre «doctrinas» y «creencias», es decir, entre las
una verdad o de un sentido de la historia. Se las reduce a su fun- formulaciones oficiales y el sentimiento religioso o la experiencia
cionamiento, a su localización sociocultural, a su utilidad o a su cristiana colectiva 15. Después, los estudios históricos, sociológicos
nocividad, y, en consecuencia, «ya no se cree en ellas» 14. Esta crí- o etnológicos han venido señalando incesantemente, al ocuparse de
tica no opone certezas nuevas a seguridades antiguas. Se limita a los fenómenos religiosos en Occidente o en todo el mundo 16, ese
poner de manifiesto el carácter ambiguo, equívoco incluso, legen- mismo desacuerdo, planteándose en los más agudos términos el
dario en todo caso, de unas doctrinas elaboradas en medios restrin- problema de la relación entre las exposiciones magisteriales o eru-
gidos, menos «universales», por tanto, de lo que se pretende, re- ditas y las expresiones de la mentalidad colectiva. Han ido ponien-
veladoras únicamente de la función que ambiciona el grupo del que do poco a poco en claro la existencia, oculta muchas veces tras la
proceden. enseñanza teológica o pastoral, olvidada también a causa del privi-
Las repercusiones y las consecuencias de esta protesta son con- legio acordado a la historia de las ideas o de los textos elaborados
siderables en la Iglesia, pues el descrédito de las ideologías pone por los «clérigos», de una múltiple variedad en la vida cristiana,
en tela de juicio al mismo tiempo la verdad de que se trate en los enigmática y muchas veces inasible.
discursos oficiales y su capacidad para representar la unidad de las De ahí se pasa a plantear la cuestión de si esta experiencia «po-
experiencias cristianas. Por lo demás, estos dos aspectos de la crí- pular» se ha venido calificando hasta ahora de cristiana, sin ningún
tica están relacionados uno con otro, pues todo recurso a una refe- derecho a llamarla así (de manera que el catolicismo se reduciría
rencia unitaria (por ejemplo, el tomismo, el derecho natural o la a los límites estrechos de los ambientes «cultivados», donde esta-
determinación de lo «esencial», en el pasado) pretende también ría atestiguado con certeza), o bien lo ocurrido es que se ha iden-
definir aquello sin lo cual la vida y la acción ya no serían verdade-
tificado indebidamente el cristianismo con lo que éste significaba
ramente cristianas. Lo que afecta a la unidad alcanza también a la

14
Cf., por ejemplo, M. de Certeau, Religión et société: Les messianismes:
Maurice Montuclard, Conscience religieuse et Démocratie, Seuil, 1963, «Etudes» (abril 1969), 608-616.
201-207. " Cf. Jn 7.
% M. de Certeau

para los «clérigos» (es decir, con una ínfima parte de la historia
viva de la transmisión evangélica). REALIZAR LA UNIDAD
Antes se calificaba de «ignorancia» o «superstición», o incluso
de «herejía», cuanto no estuviera conforme con la enseñanza ma- Aunque partamos de diferentes ángulos, al final siempre nos
gisterial. Pero hoy parece venirse abajo aquella certidumbre. Hasta vemos remitidos de la unidad a la verdad, y a la inversa. La mani-
nosotros llega un mundo ignorado que se dice cristiano y que en festación de la verdad revelada exige un lenguaje unitario, pero las
nada se parece a las imágenes que nos habíamos trazado de lo cris- deficiencias y los titubeos de este mismo lenguaje nos recuerdan la
tiano. Está emergiendo «otro país» inmenso, múltiple, de debajo clase de verdad a que se refiere toda afirmación de la fe.
de los discursos (misioneros o teológicos) que lo cubrían. Nosotros, Al no poder determinar aquí las diferentes tareas a que, una
los clérigos, no podemos ni eliminar esta multitud ni creernos capa- vez más, la comunidad cristiana es llamada por su fe, habrá que
citados para representarla, ni arrogarnos cualquier tipo de identidad repetir, al menos, que esta fe implica la certeza de una articulación
con ella. Ni el imperialismo dogmático ni mucho menos la simu- necesaria entre la exigencia personal y la comunicación, o entre la
lación de una solidaridad son respuesta válida a la pregunta lanzada experiencia del Absoluto y el lenguaje social. Esta es la condición
por tantas voces que empiezan a hacerse oír. De esta manera, el previa a toda tarea. Allí donde falte esta «seguridad» es que ya no
nexo entre las afirmaciones oficiales y la realidad viva de la fe se hay —creo yo— fe cristiana, fundada en el Dios encarnado. Esto
vuelve cada vez más problemático. nos permite fijar ciertos principios y algunas orientaciones.
Y, sin embargo, un postulado indisociable de la fe nos propor- 1. La unidad nunca está dada. Perteneciente al orden espiri-
ciona un principio de solución anterior a cualquier solución efectiva. tual, fundada sobre la fe en Dios, es al mismo tiempo indisociable
Pues, en definitiva, el misterio está en la presencia de Dios que de la historia, es decir, de un devenir. Si la «estructura» o la lógica
puedan entrañar estas experiencias. En ellas vuelve a hacerse pre- de la fe ha sido puesta de una ve/, para siempre con la conjugación
sente, aunque desviado, un dato tradicional del lenguaje cristiano: apostólica de la presencia (de Jesús) y de la comunidad (eclesial);
el carácter «analógico» de toda afirmación referente a Dios. Desde si el primer lenguaje cristiano (ncotcstnmentario) define y postula
hace tiempo debe admitirlo así todo enunciado teológico; por ejem- esta conjugación como la «rc^la de fe», todo ello significa que
plo, es verdad que Dios es «bueno» o «personal», pero estas afir- siempre hay un trabajo que reemprender, a medida que la historia
maciones, sin más explicación, son también falsas. El peso de su se renueva, incluso si este trabajo responde siempre al mismo «mo-
trascendencia relativiza toda proposición referida a Dios, hasta el delo», en función del misino l'.spíritu.
punto de que el enunciado «Dios es...» ha de ir seguido de una 2. De ahí se desprendí- una primera consecuencia: el lenguaje
negación. Quizá haya de situarse en este mismo orden la relación cristiano dejaría de anunciai al Verdadero en el momento en que
enigmática entre las formulaciones oficiales y la experiencia viva. eliminase el derecho que compete a toda conciencia cristiana de
Es posible que una relativización de los discursos magisteriales por
expresarse, de contar con un espacio dentro del discurso comuni-
obra de la inmensidad de la piedad popular apunte al misterio vivo
tario donde hacerse oír no sólo a título de una benevolencia pater-
de Dios. Este misterio, ciertamente, debe ser expresado, pero supera
nalista, sino en nombre de una verdad testificada también por aque-
y niega, al ponerla en tela de juicio, toda afirmación. Posiblemente
llo que es más irrecusable, más irreducible en una conciencia de
esta confrontación entre la «razón» inspirada por la fe y el senti-
hombre y de cristiano.
miento religioso popular, que se inspira también en esa misma fe,
3. Otra consecuencia: la imposibilidad de que nadie erija su
signifique para los teólogos tanto como encontrarse una vez más
experiencia particular, por muy profunda que sea, en regla de fe
en presencia de su juez, el Dios vivo que se ha difundido en los
corazones. y norma de verdad. Por la lógica fatal de las actuales tensiones,
ocurre hoy con demasiada frecuencia el que unas exigencias «evan-
7
98 M. de Certeau

gálicas», hasta ahora mal conocidas o simplemente desconocidas, no


puedan presentar su propio testimonio como no sea pretendiéndose
las únicas o tratando de reducir las demás a sí mismas.
4. A este respecto, lo mismo en la comunidad eclesial entera
que en cada grupo, la resistencia que oponen los otros significa una IGLESIA, ORTODOXIA Y SOCIEDAD PLURALISTA
llamada a la conversión. Un cara a cara siempre temible, pues es
Dios mismo el que se alza delante de cada uno de nosotros (como
ante los fariseos, tan «fieles» a Moisés, a la Ley, a Dios)", bajo MISIÓN PASTORAL Y PROFETICA DE LA IGLESIA EN LA ACTUALIDAD:
un rostro humano. Porque él es el Extranjero que nos trae una PROMOVER UNA ORTODOXIA ABIERTA EN RELACIÓN DINÁMICA
verdad de la que nosotros no podemos desentendernos, que siem- CON UNA SOCIEDAD PLURALISTA
pre corremos el riesgo de perder al escudarnos tras unos conoci-
mientos o unas experiencias «verdaderos». La época actual señala un progreso indiscutible en lo que se
5. En resumen, con la unidad y con su lenguaje ocurre lo refiere a la conciencia teologal de la Iglesia acerca de sí misma. La
mismo que con la verdad: hay que realizarla y ponerla en práctica. Iglesia se mira como el núcleo misterioso del espacio y del tiempo
«El que hace la verdad —dice Jesús— viene a la luz.» Induda- en que resuena eficazmente la "Palabra" y actúa la gracia salvadora.
blemente, es el aguijón de esta verdad el que forma en nosotros Hay "toda una constelación de elementos característicos d i este
el deseo de la unidad. El recurso a las exigencias de la conciencia despertar que afecta a la conciencia de muchos cristianos, fecunda^ '
condiciona la veracidad de la comunicación y desmitifica la hipo- la teología, al par que le sirve de estímulo, y empieza a tener re-i>
cresía siempre latente. Pero el recurso a la «pobreza» y al deseo, percusiones en las mismas actuaciones del magisterio. El Vatica-
que nos hacen sentir hasta qué punto los demás nos son indispen- no II fue la expresión autorizada y el momento carismático, en más
sables, desenmascara también la «suficiencia» personal o colectiva de un aspecto, de este resurgir. Sin embargo, como ya ocurrió en
de unas verdades localizadas, idolátricas en última instancia. Es así otras épocas, este avance corre el peligro de verse comprometido
como avanza (a la manera de una marcha adelante, más que como o frenado por el peso de ciertos elementos de carácter recesivo que
una rotación en torno a un mismo centro) la realización de la uni- aún permanecen vigentes en la evolución de la conciencia eclesial.
dad. Su lenguaje tiene como principio vivo, dado de una vez para Entre ellos deben enumerarse concretamente la noción de ortodo-f
siempre, el Espíritu recibido en lenguas de fuego por cada uno de xia y la función que la Iglesia se atribuye en la preservación de laí
los miembros que forman una sola comunidad. Pero cuando se trata misma, al concebirla demasiado estáticamente como un depósito.
de Dios, nunca se llega al final. A pesar de una clara decisión al elegir Ja actitud de diálogo y la
M. DE CERTEAU superación de unos coni|»>ilamientes represivos o de vigilancia
negativa 1 , lo cierto es que se siguen produciendo ciertas oscilacio-
nes y hay un clima de nucriiclumbre debido a que persiste una
concepción estrecha de la ortodoxia, solidaria de la antigua cris-
17 n
J 3,21. Poiein ten alétheian (hacer la verdad) es una expresión empleada tiandad, que pretendía ser algo monolítico. ¿No podría la reflexión
seis o siete veces en el Antiguo Testamento para designar al que actúa leal-
mente. En San Juan se da una articulación más estrecha entre la decisión y la
teológica activar esta maduración de la conciencia cristiana, ponién-
verdad. Voiein significa, a la vez, producir (a diferencia de prattein, que insis-
te más en el agente de la acción, poiein apunta sobre todo al resultado de 1
ésta; además, éste es el verbo bíblico de la creación en los LXX) y traducir Pensamos, por ejemplo, en la encíclica Ecclesiam suam y en el «motu
en hechos (actuar según la verdad, que «sale del corazón»). La «lealtad» se proprio» Intégrete servandae (7-XII-65), en que se anunciaba la readaptación
refiere a una inhabitación más fundamental de la verdad. del Santo Oficio.
100 C.-]. Pinto de Oliveira
iglesia, ortodoxia y sociedad pluralista 101
dose eficazmente al servicio del magisterio en la tarea de profun-
doctrinales o intelectuales diferentes. Las expresiones distintas de-
dizar la noción de fe, especialmente en cuanto que ésta representa
rivarán de la diversidad de los respectivos ambientes culturales,
un tipo original de conocimiento? Creemos que sí. Esta búsqueda
manifestando, sin embargo, el despliegue de una vida espiritual
teológica vendría a ser como una prolongación de aquellos estudios
básicamente idéntica. Con referencia a la tradición cristiana, se tra-
eclesiológicos que tan oportunamente prepararon las más abiertas
tará, sobre todo, de la homogeneidad teologal de la fe, que se afirma
y ricas adquisiciones del último Concilio. Pero tendría que propo-
mediante el empleo de unas formas de comunicación cultuales, dog-
nerse ante todo no eludir los dos aspectos esenciales del problema:
máticas o teologales estructuradas a partir de unos materiales cul-
primero, mirar de frente la situación concreta de un mundo plura-
turales, filosóficos, artísticos, muy diferenciados y, a veces, heteró-
lista que condicionará la búsqueda de la ortodoxia, y en segundo
clitos. Puede así entenderse, sin necesidad de compromisos o con-
lugar, tratar de poner en claro los rasgos que ésta debe entrañar para
cordismos, el acuerdo profundo que se desprende de una compa-
que permanezca fiel al carácter teologal de la fe, más que a deter-
ración entre las síntesis de un Santo Tomás de Aquino y un San
minadas maneras de tipo jurídico que a veces siguen inspirando el
Agustín, especialmente en el terreno de la antropología y de la
comportamiento de un sector del cuerpo eclesiástico.
ética. En una teología realista, gracias a las «nociones» y las «natu-
ralezas» tomadas de una ontología fundada sobre la consistencia
del «ser» y de la «physis», el I >oclor Medieval es capaz de trans-
1. RASGOS E INTERROGANTES DE UNA SOCIEDAD PLURALISTA
cribir los datos tradicionales qur la corriente agustiniana expresaba
según una antropología predominantemente simbolista, fundada
Comencemos por desglosar los aspectos semánticos para abor- sobre la distinción res-signa. lisia postura teológica pretendía ser
dar después las cuestiones que plantea el pluralismo a un intento fiel no sólo a la revelación bíblica, sino además a su transmisión
de buscar la ortodoxia en el mundo contemporáneo. patrística, cosa que esencialmente concede, al parecer, la historia
de las doctrinas.
En el mismo Nuevo Testamento puede verse otro ejemplo qui-
A) Dos acepciones principales del pluralismo
zá más sorprendente aún. La reflexión sobre el misterio cristológico
parece adoptar en él una diversidad sucesiva o concomitante de
Aun corriendo el riesgo de caer en un cierto esquematismo o
imágenes o nociones que, sin embargo, manifiesta en todo momento
de acentuar arbitrariamente algunas líneas de división, nos parece
la bipolaridad fundamental: el Hijo del hombre en su humildad y
preferible señalar aquí las diferentes acepciones que puede tener
en su exaltación, el Siervo doliente y el Señor de la gloria, Jesús de
el término «pluralismo». Dejando a un lado la diversidad de las
Nazaret constituido Cristo salvador y juez. En una palabra: tras-
instituciones, la diferenciación social de los grupos y las costumbres,
cendencia divina y rebajamiento humano, indisociables en una mis-
no tomaremos en cuenta más que la heterogeneidad de las ideas y
ma persona, y que la comunidad ha sabido captar haciendo de esta
las doctrinas, dado que ésta tiene una relación más estrecha con
bipolaridad el objeto de su fe. En este caso, ¿no sería más adecuado
nuestro tema. En ella se puede discernir una doble significación,
hablar de pluralidad que de pluralismo?
que lleva consigo una diversidad esencial, según el nivel de profun-
didad a que apunte el «pluralismo», es decir, el de la comunicación
o el de la significación fundamental de la misma fe. b) Pluralismo en la percepción de la fe y de los valores. El
pluralismo, en efecto, puede designar una divergencia aún más
a) Pluralismo teológico. Se refiere a la formulación de una profunda, mereciendo así incuestionablemente el nombre que os-
misma experiencia humana, ética, religiosa o teologal en registros tenta. Se trataría en este caso de la coexistencia de sistemas de vida
y pensamiento realmente discordantes en cuanto a la afirmación o
\ Iglesia, ortodoxia y sociedad pluralista 103
202 C.-J. Pinto de Oliveira

la apreciación de los principios profesados, por una y otra parte, la seguridad de que el Espíritu de la verdad suscita una experiencia
en lo íntimo de los corazones y de las comunidades mucho más
como fundamentales, o de la percepción de determinados valores
rica que todas las formulaciones dogmáticas, aunque se trate de las
igualmente considerados como esenciales. Tales serían las visiones,
más adecuadas. Estos son los rasgos que caracterizan a ese plura-
por ejemplo, marxista y cristiana del mundo, a pesar de la posibi-
lismo que la práctica del diálogo entre los creyentes y también con
lidad de una colaboración entre creyentes y ateos en las tareas es-
los hombres de buena voluntad ha acreditado en la Iglesia a partir
pecíficas de la promoción humana. Asimismo, las nociones católica
de Juan XXIII y sobre todo desde la celebración del Vaticano II.
y protestante del magisterio vivo en la Iglesia, que se revelan tanto
A este fenómeno de enriquecimiento espiritual es preciso contra-^
más netamente antagónicas en el plano doctrinal cuanto más leal
poner la visión correlativa de una ortodoxia que, por el contrario, •
y auténtico es el diálogo ecuménico. No se trata, sin embargo, de parece no haber sido capaz de evolucionar en la debida proporción.
una divergencia pura y total, como podría dar a entender de por
sí el término «pluralismo». Hay en todo ello, por el contrario, un
acuerdo básico, pero latente o implícito. El uso de unos términos
como «mundo» o «sociedad», realidades que son calificadas como B) Pluralismo y búsqueda de la ortodoxia
«pluralistas», está apuntando, sin duda, al hecho de un encuentro
en el plano de la vida, del trabajo. Para vivir juntos, para habitar en Desearíamos comparar esta realidad pluralista actual, en su
una misma ciudad humana, se requiere un mínimo de acuerdo. Eg doble acepción, con el mantenimiento y la perfección incesante de
imposible prescindir de algún grado de convergencia en cuanto é la ortodoxia, que se presentan como misión esencial de la Iglesia,
puntos de vista u opciones en el terreno de las realidades concretas!' concretamente de su autoridad suprema ejercida por el cuerpo epis-
Es justamente el acuerdo en lo implícito lo que hace posible el diá- copal bajo la dirección del soberano pontífice.
logo. Este supone no una simple tolerancia o la presunción de bue- a) De acuerdo con la primera acepción del pluralismo, el Va-
na fe en los demás participantes, tratando en su caso de atraer al ticano II parece postular una pluralidad de teologías dentro de la
otro a las propias convicciones. El verdadero fundamento del diá-i£-, Iglesia. Algunos textos lo dicen explícitamente (cf., por ejemplo,
logo está en una certidumbre de que hay mucho más en el plano / Decreto sobre el ecumcnhmo, nn. 4, 10-11), pero sobre todo ln-f,
de lo implícito que en el de la formulación explícita. La presencial concepción subyacente al Concilio y las líneas directrices que de '
viva de la verdad ,ar¿niando-4a~«©exi§tencia yja_ acción de unos ella se desprenden suponen la elaboración o la búsqueda de una
hombres ideológica o doctrinalmejrte separados constituye la reali- teología diversificada, pluralista. Este pluralismo, o mejor, esta
dad positív^-de^lfea|ísfis5rEsfe es so&nént?ün mal que es pre- pluralidad de teologías, una vez admitida como un derecho, tendrá
ciso tolerar, pero almismo tiempo indica un aspecto fecundo y profundas repercusiones en la visión y en la puesta en práctica de
estimulante de la condición humana, y muy en especial del pueblo la ortodoxia. Esta no podrá seguir apoyándose, en sus formulacio-
de Dios en marcha hacia la «verdad plena» bajo la guía del Espíritu nes dogmáticas, en los símbolos de fe que haya de proponer, en
(cf. Jn 16,13). Cierto que el pluralismo, cuando lleva consigo el| un solo tipo de teología, la escolástica, por ejemplo. Sería muy difí-
desacuerdo, hasta la falta de comprensión entre los creyentes, en- cil predecir todas las consecuencias que esta toma de conciencia
cierra numerosos males. Recuerda entonces las limitaciones del es-1 traerá consigo con relación a las expresiones de la ortodoxia. Estas,
píritu humano, y más todavía las opacidades y los lastres cuya raíz indudablemente, se irán acercando cada vez más a la sobriedad y
es el pecado. A pesar de todo, la razón de ser última de esta situa- al lenguaje, más próximoji la_experiencia humana^ j e l Nuevo Tes-
ción pluralista es el carácter escatológico de la salvación, la inmen- O tamento y su revelación. Pero en cualquier caso, sería una inco-
sidad de los misterios divinos que desbordan las posibilidades de / herencia de extrema gravedad y fuente de malestar indescriptible
cada etapa histórica y exigen la búsqueda por parte de todos, con * para la comunidad eclesiástica el proclamar la necesidad del diálogo,
104 C.-J. Pmto de Olivara Iglesia, ortodoxia y sociedad pluralista 105

fomentarlo entre los cristianos, entre los creyentes de las distintas En nuestra investigación, lo esencial es encontrar una expresión
religiones y los hombres de buena voluntad, pero manteniendo al de la ortodoxia capaz de estar al servicio de la verdad viva, del Es-
mismo tiempo una concepción cerrada de la ortodoxia, proponiendo píritu que actúa hoy en el mundo.
a la conciencia católica las verdades de fe en un lenguaje dogmático
estrechamente solidario de un solo tipo de teología.
b) Sin embargo, el verdadero problema teológico, que si no 2. ORTODOXIA, INEVITABLE TENSIÓN
puede considerarse inédito, al menos se plantea en términos nuevos,
surge cuando se toma el pluralismo en el sentido fuerte y propio En la tradición cristiana, probablemente con más fuerza que en
del término. Se trata, en este caso, no sólo de la yuxtaposición, del cualquier otro movimiento religioso, se afirma una aguda tenden-
encuentro pasivo, sino de la coexistencia dialogante de posiciones cia a constituir una ortodoxia. Esta pretende ser, en primera inten-
fundamental y conscientemente antagónicas dentro de la civiliza- ción, expresión doctrinal precisa de la totalidad de los datos reve-
ción actual, y más aún en el centro del mismo cristianismo. ¿Qué lados como constitutivos de un objeto de fe para todo el pueblo de
sentido tiene semejante situación? Subyugado por la imagen nos- Dios en la actualidad, habida cuenta de su marcha en la historia.
tálgica de una cristiandad unida, uniforme tal vez, el teólogo podría Dicho de otro modo: busca una palabra capaz de permitir la «con-
sentir la tentación de gritar señalando el escándalo, no viendo en fesión» más interior que sea posible en el corazón mismo de los
el mundo contemporáneo otra cosa que la división, signo evidente fieles y el anuncio del mensaje al mundo. La más auténtica inspira-
del error. Pero la vida cristiana se revela hoy enriquecida con otra ción que puede alentar la elaboración de una ortodoxia es la afir-
experiencia, de la que son formas explícitas y conscientes la práctica mación de la «catolicidad», de la universalidad en cuanto al conte-
del ecumenismo, la proclamación de la libertad —no de la simple nido de la Palabra, en cuanto al pueblo de los creyentes y en cuanto
tolerancia— en el terreno de lo religioso, la comprensión positiva al desarrollo histórico de la comunicación humana.
de las religiones históricas como portadoras de semillas de verdad
y salvación, formas que ya han sido ratificadas por el magisterio
eclesiástico, por el Vaticano II concretamente. Pero en lo íntimo A) Definición y universalidad
de esta experiencia, animándola y comunicándole su sentido más
auténtico, está la presencia de la verdad percibida según su moda- ¡ En la historia de la ortodoxia es fácil comprobar la continua
lidad propia y viva. Cierto que al servicio de la verdad divina está I tensión entre este esfuerzo de determinación y la amplitud de la
el testimonio de los textos bíblicos y tradicionales, así como las/ palabra divina que la fe quiere acoger y proclamar. De esta tensión
formulaciones dogmáticas, pero donde habita realmente es en la pueden destacarse tres aspectos. En primer lugar —situándonos
inteligencia creyente iluminada por el Espíritu. Esta presencia his- en el terreno de la inteligencia—, un dogma, por ejemplo, expre-
tórica y viva de la verdad se traduce de una manera difusa, incluso , 1 sión típica de la ortodoxia, pretende ser la expresión doctrinal cons-
divergente; esta divergencia puede ser avivada endureciendo las j ciente, en cuya elaboración entra la cultura de una época determi-
separaciones entre los sistemas filosóficos o religiosos. Pero ello ' nada, pero que trata, por otra parte, de abarcar la universalidad
sería tanto como desconocer al hombre, la condición humana en su del espíritu humano y más aún la infinitud significativa de la misma
amplitud universal, en sus avances por tanteo. Más aún: para el palabra divina. Al mismo tiempo que profesaba esta universalidad
cristiano ello sería tanto como cegarse ante el Evangelio de la ver- ¡ de las fórmulas de fe y negaba que estuvieran enfeudadas en los
dad, que actúa en los corazones y en las comunidades para llevarlas, / particularismos de unos sistemas de pensamiento, la dogmática ca-
al reconocimiento del Misterio que trasciende toda formuIación\ tólica, especialmente desde el Concilio de Trento, se revestía del
sistemática. lenguaje de la teología escolástica. Representa, sin embargo, una
106 C.-J. Pinto de Oliveira Iglesia, ortodoxia y sociedad pluralista 107
limitación, en la medida en que la filosofía aportada por la Escuela En afinidad con este anquilosamiento es posible comprobar la
no puede agotar la universalidad del espíritu humano, que busca la nivelación de unas proposiciones de fe expresadas en una profesión
verdad a través de las diferentes culturas y coyunturas históricas. cuyos artículos pierden su jerarquía y parecen quedar sin relieve
Podría, incluso, convertirse en una traba tanto más embarazosa para en un sistema lineal de afirmaciones homogéneas. El Vaticano II
la comunicación universal de la fe cuanto que persistiría en la pre- ha querido suprimir esta actitud esterilizante de todo diálogo ecu-
tensión inconsciente de ser un lenguaje transparente, de afinidad ménico cuando invita a la reflexión cristiana para que se esfuerce
congénita con la verdad revelada. Esta tensión presenta un segundo por encontrar de nuevo la jerarquía de los misterios divinos (cf. De-
aspecto: la formulación dogmática pretende favorecer la vida de fe creto sobre el ecumenismo, cap. 2, n. 11). Más aún: ¿no sería tanto
del pueblo de Dios. Sin embargo, esta formulación ha cristalizado como situarse cada vez más en la línea de este repliegue el empe-
las más de las veces en un momento polémico. Se ha afirmado como ñarse en realzar los elementos «típicamente católicos», es decir,
defensa frente a la herejía. Ha sobrevalorado un elemento y por aquellos que se enunciaron en tanto que opuestos a las herejías?
ello mismo se ha particularizado, incapaz de corresponder al signi- Esto sería desquiciar el mensaje de la salvación, rompiendo la armo-
ficado global de la palabra de Dios que «hace vivir al justo por la nía del kerigma en provecho de unos desarrollos accidentales.
fe». Esta misma tensión vuelve a manifestarse en otra consideración: Por otra parte, y pasando al extremo opuesto, al dar lugar a este
la de una acción del Espíritu que se hace sentir en el conjunto del anquilosamiento supuestamente ortodoxo, no se podría paliar el pe-
pueblo cristiano y que es la misma que asiste al magisterio en su ligro consistente en disolver el contenido de la fe, vaciándola de
función de activar y enderezar la vida cristiana. En la medida en una conciencia de verdad y orientándola en un sentido exclusivo
que el magisterio se incline a concebir la fidelidad a la ortodoxia de eficacia ciega. Efectivamente, a partir del advenimiento del
como una adhesión a las fórmulas ya adquiridas, no teniendo en mundo moderno y la implantación del conocimiento científico, hay
cuenta sino sus propios enunciados, sin prestar atención a los nue- un cierto número de teólogos que se han sentido llevados a caracte-
vos interrogantes y a la vitalidad de todo el cuerpo eclesial, se rizar la noche de la fe no por una falta de evidencia, sino por una
seguiría un grave daño. Habría que atribuirlo ante todo a esta ausencia radical de contenido intelectual. Para evitar esta desviación,
noción parcial, vivida cuando no consciente, de las fuentes de la fe que a fin de cuentas terminaría por impedir toda proclamación del
ortodoxa. mensaje, y también para escapar a todo retraimiento que no haría
sino comprometerlo, la Iglesia de hoy tiene ante sí la tarea de llevar
a cabo una profundización en la idea de ortodoxia, ajustando a ella
B) Endurecimiento o disolución su comportamiento doctrinal y pastoral.

Más que de tensiones tendríamos que hablar de verdaderos


peligros de infidelidad, tanto más peligrosa cuanto que afectaría a 3. MISIÓN DE LA IGLESIA
lo más precioso, a la fe del pueblo de Dios. Y VISION PROFUNDA DE LA ORTODOXIA
El primer peligro está precisamente en lo que podríamos llamar
la «herejía de la ortodoxia», la quietud en las adquisiciones del Todo progreso en la actitud de la Iglesia —pueblo de Dios
pasado, la reiteración de las fórmulas tradicionales. Se guardaría conducido por la jerarquía— ante los problemas suscitados por el
hoy como lo más seguro aquello mismo que fue determinado ayer, pluralismo del mundo actual dependerá directa e inmediatamente
sin tener en cuenta un eventual desnivel entre ambos momentos de una visión profunda de la fe. Dicho de manera más precisa: la
de la vida del espíritu, sin tomar en serio las etapas cualitativa- perspectiva de una teología que reflexiona sobre la vida de la Igle-
mente diferentes en la historia de la cultura. sia (la Iglesia predica «lo que cree, lo que es»; cf. constitución
108 C.-J. Pinto de Oliveira

Verbum Dei, cap. 2, n. 8) exige que se tomen en cuenta los ele-


mentos que presupone la actitud de la Iglesia ante la palabra de B) Ante el pluralismo
Dios hoy, y que estos elementos sean ordenados según su intrínseca
La Iglesia se presentará como la garantía de que Dios sigue ha-
jerarquía, es decir, por comparación con el acontecimiento central
blando hoy en la historia, en la diversidad de los lenguajes y en la
de la salvación anunciado por el kerigma neotestamentario y acogido
multiplicidad de las experiencias humanas. En un mundo que siente
por todo el pueblo de los creyentes en conjunto.
ansias de justicia, de fraternidad, de comunicación entre los hom-
bres y los pueblos, la Iglesia señala la armonía de estos valores con
el ágape universal revelado en las palabras, en la vida y, sobre
A) Visión íntegra de la fe, fundamento de la ortodoxia todo, en la muerte de Cristo. Un deseo estrecho de ortodoxia pudo
desembocar en la incomprensión eclesiástica frente a los derechos
Es completamente evidente que hay una cierta correspondencia del hombre y los ideales de libertad del siglo xix 2 . Cuando, por el
entre los tipos históricos de ortodoxia y la noción de fe formulada, contrario, la Iglesia se mantiene fiel al dinamismo de la palabra
pero sobre todo vivida por la Iglesia, concretamente por sus miem- viva de Dios, su presencia señala el camino de la unidad no en la
bros responsables del magisterio. El avance realizado por el último repetición estereotipada de ciertas fórmulas, sino en la invitación
Concilio en la definición que propone de la fe, y más todavía en la y en el impulso a buscar una armonía que habrá de realizarse en
noción viva subyacente a sus tomas de posición más caracterizadas, diferentes registros al nivel de la comunicación humana. La riqueza,
da pie a la esperanza y al empeño por alcanzar una ortodoxia más la trascendencia y la fecundidad de la palabra divina son suscepti-
adecuada y comprehensiva. En efecto, al paso que el Vaticano I bles de traducirse en un cierto pluralismo dogmático o, por mejor
ponía de relieve sobre todo los aspectos intelectuales de la fe, el decir, en la pluralidad de unas expresiones dogmáticas bajo la auto-
Vaticano II la define como homenaje total del hombre que se so- ridad del magisterio, en intercambio vivo con la comunidad de los
mete por completo a Dios, como respuesta a su palabra manifestada creyentes.
en la historia de la salvación (constitución Verbum Dei, cap. 1,
n. 5). Esta palabra ha sido pronunciada de manera perfecta en la CONCLUSIÓN
revelación de Jesucristo. Pero también se actualiza, desvela «toda-
vía» su significado de verdad y de salvación, porque Dios, que ya En la Iglesia se nota cómo se va configurando, a veces muy
habló por medio de su Hijo, sigue en diálogo con su pueblo en cada trabajosamente, una nueva forma de ortodoxia que puede caracte-
momento de la historia, gracias a la acción iluminadora y vivificante rizarse como positiva y dinámica. Es la adecuada a una «sociedad
del Espíritu (cf. const. cit., n. 8). La fe, por tanto, se extiende hasta abierta», al igual que el tipo de ortodoxia ligada a la Inquisición
donde llega la Palabra, desplegando sus significaciones en la histo- y al Santo Oficio era el que correspondía al modelo de una «sociedad
ria. Esta noción de fe es como la inspiración y el principio animador cerrada» (en la acepción de H. Bergson). Esta visión de la ortodoxia
de las relaciones que la Iglesia pretende entablar con el mundo, se inserta en un diálogo eclesial; la enseñanza de la Iglesia se ejerce
según la constitución Gaudium et spes, así como de la actitud defe- entonces como una palabra viva, una conversación de toda la Igle-
rente que se siente llamada a mantener con relación a las comuni-
dades cristianas no católicas y las religiones no cristianas. De seme- 2
jante visión de la fe se desprende un nuevo tipo de ortodoxia, que Sobre la documentación y matizaciones que deben aportarse a esta afir-
mación, cf. C.-J. Pinto de Oliveira, Information et Propagande, Responsabilices
consiste precisamente en buscar el significado de la palabra divina chrétiennes, París, 1968, cap. II: «Conflits et recherches autour de la liber-
en el pluralismo. té», pp. 53-108.
110 C.-J. Pinto de Oliveira Iglesia, ortodoxia y sociedad pluralista 111
sia realmente atenta al momento histórico que atraviesa el mundo, de detectar las constantes en la diversidad de los enunciados, la
desarrollándose también en tres tiempos: preparación, promulga- armonía en la pluralidad confesional y cultural. Esta agudeza para
ción y resonancia de las actuaciones doctrinales. Esto no quiere adivinar distaría mucho de causar daño alguno a la tarea más nor-
decir que la autoridad de los documentos magisteriales dependa de mal dentro de las prácticas eclesiásticas: la de fomentar el desarrollo
la subsecuente aprobación del cuerpo eclesiástico, lo que sería vol- de las verdades germinales, la amplificación de las expresiones in-
ver a caer en el viejo error galicano. Pero su significación viva completas, hasta el enderezamiento, por el camino de lo sustan-
—para los fieles y para el mundo de hoy— no se manifiesta sino cial, de unas formulaciones inadecuadas.
a través de un diálogo vivo en que los escalones del magisterio
pontificio y episcopal, la reflexión teológica y la participación del C.-J. PINTO DE OLIVEIRA
pueblo de Dios (que aportaría su experiencia típica) se muestran
realmente activos y coordinados.
¿Es posible entrever ya los caminos que seguirá esta ortodoxia
abierta y dinámica? A menos que su aparición sea comprometida
por una falta de audacia y clarividencia, tratará de tomar los datos
de la palabra de Dios en su totalidad y según las diferentes moda-
lidades de su expresión bíblica y tradicional. Tendrá en cuenta la
jerarquía de los misterios divinos, así como los elementos de la vida
cristiana, en vez de aferrarse en sentido cerradamente material a
unas formulaciones, aunque sean dogmáticas, que fueron necesarias
en determinados momentos de la cristiandad como respuesta a las
vicisitudes históricas o como elementos en las luchas antiheréticas.
Más aún: consciente de los diversos niveles de la comunicación
humana utilizada por la revelación y por la tradición, se propondrá
—y ello precisamente por necesidad sentida de ser fiel— evitar la
uniformidad de las fórmulas, toda vez que la diversidad de las si-
tuaciones, las regiones y las culturas exige la pluralidad al servicio
de la unidad trascendente de la palabra divina bajo la acción del
Espíritu. Pero hay más: la fe activa del pueblo de Dios y la misión
del magisterio deben responder hoy a una función profética de
escucha que, ciertamente, se presenta como una prueba difícil y una
tarea jamás perfectamente realizada. Se trata, en efecto, de prestar
atención a las actitudes, a las tendencias (muchas veces apenas es-
bozadas o proclamadas de manera cambiante), a los valores humanos
vigentes y activos en el mundo (muchas veces fragmentariamente
captados), a fin de confrontarlo todo con el acontecimiento central
que es el amor de Dios, dado y revelado en Jesucristo. Bajo esta
luz, que es al mismo tiempo una soberana exigencia de afinidad
profunda y efectiva con la palabra de Dios, la Iglesia será capaz
INTERPRETACIÓN DE LA ESCRITURA

La lista de reproches que levantan dichos grupos contra la teología exis-


tencial es considerable: la investigación crítico-histórica ha puesto en duda los
hechos salvíficos y ha dado lugar a que las comunidades estén inseguras res-
Boletines pecto a tales realidades. No hay lugar para el nacimiento virginal de Jesús, los
milagros, la resurrección y la ascensión. A Jesús se le ha degradado a la con-
dición de simple hombre, a un ideal de amor y a un maestro de moral, pero
ya no se puede hablar de su muerte vicaria y de su victoria efectiva sobre la
MOVIMIENTOS RESTAURADORES muerte. Dios mismo no es considerado como un ser personal y, en consecuen-
EN LA IGLESIA PROTESTANTE DE ALEMANIA cia, no hay a quién dirigir la oración. La escatología queda reducida a la con-
quista presente de la auténtica comprensión de sí mismo y ha perdido su ca-
rácter futuro y apocalíptico. Al haber sido absolutizadas las diferencias teo-
Desde hace años, en el seno de la Iglesia protestante de la República Fe- lógicas entre los distintos autores bíblicos, se ha perdido el testimonio común
deral de Alemania se levantan voces que ponen reiteradamente de manifiesto del Nuevo Testamento. Con esto ha desaparecido, al mismo tiempo, la base
una gran inquietud ante la evolución eclesiástica y teológica. Primero fueron común para una eclesiología, ya que la Iglesia, según esta interpretación, sólo
reclamaciones y amonestaciones aisladas; recientemente se han organizado en puede darse de cuando en cuando. Se ve en todo esto que la trascendencia
grupos. Los más conocidos son los nombres del movimiento confesante «Kein divina se ha volatizado y que el evangelio se ha adaptado al ámbito de la in-
anderes Evangelium» (según Gal 1,6), de la «Sammlung um Bibel und Be- manencia. Y la causa de este mal radica en que se interpreta la Biblia, cons-
kenntnis» y de la «Ludwig-Hofacker Vereinigung» de Wütemberg. Las líneas ciente o inconscientemente, partiendo de los prejuicios de la filosofía exis-
de distinción entre estos tres grupos y otros semejantes no son muy claras. tencial.
A veces se da el caso de miembros que pertenecen a dos organizaciones;
más frecuentemente se da el intercambio de conferenciantes, de acciones co- Se espera justamente, según este último reproche, que los escritos de aque-
munes y de comunicaciones personales. Todos los miembros de estos grupos llos grupos confesantes expliquen hasta qué punto la filosofía existencial es
pertenecen a la Iglesia protestante evangélica y son, en la mayoría de los ca- inadaptada para la Biblia o, por lo menos, que aclaren los presupuestos con
sos, pastores que trabajan al servicio de la comunidad o de la evangelización; los cuales debemos acercarnos a la Escritura. Pero en vano se busca lo uno y
en algunos casos se trata de profesores de una escuela superior, pero también lo otro. En la literatura a que nos referimos falta toda reflexión sobre los
hay seglares. Es imposible dar un número exacto; no se trata de una organiza- métodos propios de la hermenéutica. Para estos grupos es incomparablemente
ción rigurosa, exclusiva, sino que alrededor de los colaboradores responsables más importante el qué de la predicación que el cómo; el contenido significa
se reúne un grupo no muy bien determinado de amigos, interesados y simpa- todo; la forma, casi nada. Si preguntamos por los presupuestos con que hemos
tizantes, que no siempre tienen una unión muy fuerte. de llegar a la cosa, se nos contesta con la cosa misma.
Este proceder se suele justificar diciendo que la Sagrada Escritura debe
Las formas de expresarse de estos grupos son varias: hay coloquios doc- hablar al margen de todo presupuesto humano. Sin embargo, nos parece que
trinales con profesores de teología y obispos, hay manifestaciones masivas de aquí se da una primera simplificación tanto más evitable cuanto que la histo-
carácter demostrativo y hay una inundación de cartas airadas dirigidas a los ria de la teología enseña que jamás existió una interpretación bíblica sin pre-
representantes de una teología moderna. La protesta se ha expresado en hojas supuestos y que, por tanto, jamás existirá. Todo el que estudia e interpreta
parroquiales, en diarios y en otros medios de comunicación social. Ha crecido la Biblia, se acerca a ella con determinados presupuestos mentales; la lee, por
como una avalancha la literatura polémico-apologética, que se va extendiendo así decirlo, con unas gafas determinadas. Las publicaciones de los grupos con-
en forma de hojas volantes, revistas y libros de bolsillo. Todos esos hechos fesantes demuestran claramente esta experiencia.
muestran claramente cómo se lucha, en los campos más diversos, por la con- Si aparecen en un artículo palabras como «hijos de Dios», «cristianos
servación de la fe y la doctrina, que se ve amenazada y atacada en distintos verdaderos», «resucitados», «convertidos», «piedad cordial», «entrega total»,
planos. De todos modos, se está de acuerdo en cuanto a la tendencia de la cual un experto advertirá inmediatamente que aquí la Biblia es entendida partiendo
viene el peligro para la «fe tradicional»: es la teología llamada existencial, del presupuesto de un píetísmo cerrado: un pietismo con rasgos psicológicos
cuyos orígenes están vinculados al nombre de Rudolf Bultmann, y la secula- individuales, preocupado exclusivamente por la regeneración del individuo y
rización de la Iglesia tanto en el campo ideológico como ético, la cual se ve la agrupación de los renacidos en un pequeño grupo. Frente a esto, todas las
muy estrechamente relacionada con aquélla. cuestiones de la Iglesia institucional, como autoridad, sacramentos, fórmulas
de fe y matices confesionales pasan a segundo término. Ante estos problemas
8
224 W. Dietzfelbinger Movimientos en la Iglesia protestante de Alemania 115

se adopta una postura que va desde una tolerancia benévola, pero sin interés, breve fórmula se redujo la imagen del hombre en la teología existencial. Los
hasta la desconfianza más abierta. ataques de aquellos grupos contra este punto de vista tienen lugar en dos
En el movimiento confesante «Kein anderes Evangelium» desempeñan un planos. Por una parte, se intenta demostrar que los fundamentos de esta ima-
papel importante tales corrientes. A esto hay que añadir como otra clave de gen del hombre ya son anticuados a causa del último desarrollo de la ciencia.
interpretación el dogma tradicional en la Iglesia, concretamente el credo apos- Se aduce toda clase de citas de físicos renombrados que tratan de la validez
tólico. Esto nos lleva a un lenguaje más cargado de filosofía e historia de los limitada de la ley causal y de la limitación del conocimiento humano. Natural-
dogmas que el del puro pietismo. Al lado de términos como «Hijo de Dios», mente, si se colocan los milagros en este campo ultraterrenal, no puede uno
«alma», «pecado original», aparecen otros como «trascendencia», «ontología», librarse de la impresión de una situación embarazosa. Dios, «a quien todo es
«persona», «historia», «nada», que sirven de medio explicativo y no necesitan posible», es obligado a adoptar el papel de tapahuecos en lo inexplicable, sin
ninguna otra explicación. que por esc sea más probable que lo inexplicable llegue a significar algo en
Si «Kein anderes Evangelium» entiende por confesión el acto de confesar mi vida. Además falta el nexo lógico entre la posibilidad y lo verdaderamente
(en cierto modo, la confessio qua), la «Sammlung um Bibel und Bekenntnis» sucedido.
piensa en el contenido (confessio quae) de los escritos confesionales luteranos. En segundo lugar, se intenta atenuar la antropología de la teología existen-
A tal contenido pertenece, por ejemplo, la insistencia en la presencia real de cial hablando de casos en los que la «fe tradicional» se ha mostrado eficaz
Cristo en la eucaristía o el énfasis en el ministerio (a veces junto con una deci- para el hombre actual, desde la conversión de un borracho hasta la proclama-
dida repulsa de la ordenación de las mujeres). Esto refleja con toda claridad ción en masa de los 20.000 asistentes al congreso confesante de Dortmund
cuáles son los presupuestos gnoseológicos de este grupo luterano. No se pre- en 1966.
gunta por la influencia de la época en tales escritos confesionales; no tiene en Estas advertencias pueden corregir la imagen, fuertemente intelectualizada,
cuenta que éstos pueden recibir un matiz muy distinto según que se interpre- del hombre en la teología existencial. Ellas nos hacen observar que la fe hu-
ten partiendo de Lutero o de Melanchton, de la ortodoxia o del neoluteranismo mana no depende sólo de la razón, sino que tiene campos que están por enci-
del siglo xix, por no hablar de otros intentos más recientes. ma de ella. Pero esto pertenece a la incumbencia de la pastoral. Y aquí resultan
Así, pues, la diferencia entre los grupos confesantes y la teología existencial muy convincentes los argumentos de aquellos grupos, cuyos miembros, como
no consiste en que ellos den una interpretación de la Biblia sin presupuestos, hemos dicho antes, están trabajando en la vida diaria.
ya que en ambas partes existe una determinada «precomprensión». La diferen- Sin embargo, no se puede pensar que con esta corrección ya está refutada
cia es que esta precomprensión aparece en los primeros con un carácter más la criticada imagen del hombre. Pero queda demostrado que también hoy hay
práctico y, en gran parte, no reflejo, mientras que en la teología existencial tipos de hombres a los que el texto bíblico no plantea ninguna dificultad in-
aparece con un acento predominantemente filosófico y más consciente. Si se telectual, y ello no tanto porque estén dispuestos a hacer expresamente un
pudiera partir de este estado de cosas, se tendría una base para comparar crí- sacrificium intellectus, sino porque se interesan más por otros aspectos de la
ticamente las distintas concepciones y examinar su utilidad. Pero, como en los persona. Con todo, existe también, tanto ahora como antes, el tipo mencionado
grupos confesantes apenas se llega a este grado de conciencia, en vez de esta- en primer lugar, que, expuesto a tales dificultades y harto de las formas tra-
blecer una polémica científica, todo se reduce a hablar de lo mismo sin enten- dicionales, sólo puede ser abordado con una nueva forma de predicación del
derse. evangelio. Sería fácil hacer el balance por ambas partes. Pero de ninguna ma-
nera ha de equipararse automáticamente la contradicción intelectual (cuya
ANTROPOLOGÍA naturaleza habría que analizar muy bien) con la repulsa de lo incomprensible
en el cristianismo. Precisamente porque esto sucede con frecuencia en los
Quien pregunte por la imagen del hombre, que es tan decisiva para am- grupos confesantes, y con ello se absolutiza el tipo de hombre que se tiene
bas partes, llega al mismo resultado. En la polémica contra la teología existen- ante los ojos, el diálogo sobre el ser del hombre actual se interrumpe antes de
cial se concede, en general, a sus representantes una intención honrada y un iniciarse.
compromiso serio. Es sabido que esta teología se desarrolló con la finalidad
eminentemente práctica de predicar el evangelio en una forma acomodada PERFIL
al hombre del siglo xx. Sin embargo, ahora se reprocha a esa preocupación por
el hombre que va demasiado lejos, pues es causa de que se acorte o se falsifi- Cuanto más tiempo se ocupa uno de los grupos confesantes, tanto más acu-
que el evangelio. Sólo se escoge de él lo que está dispuesto a aceptar el hom- ciante surge la pregunta de si, además de la defensa ante un peligro, se da una
bre moderno, mientras que se calla justamente el escándalo del mensaje cris- concepción teológica peculiar. Es sorprendente que, en los últimos años, se
tiano. La teología se ha convertido en antropología. haya ensalzado con frecuencia esa comprensión de la fe en una serie de tesis,
El que usa la luz eléctrica y la radio no puede creer al mismo tiempo en con las oportunas reprobaciones de la doctrina contraria. Pero tales tesis son
el mundo de los espíritus y de los milagros del Nuevo Testamento; a esta cortas e imprecisas. Además no se refieren a un punto único de la teología,
116 W. Dietzfelbinger Movimientos en la Iglesia protestante de Alemania 117

sino a casi todo el depósito de la fe, desde los prolegómenos hasta la escato- ningún perfil teológico propio, se deduce de ello que el matiz histórico de los
logía. Por último, tales tesis están hechas generalmente para todos los estratos distintos grupos que nombrábamos antes, como pietismo, movimiento resu-
de la comunidad y por eso tienen que ser fácilmente comprensibles. rreccionista o luteranismo ortodoxo, puede influir con mayor facilidad. Es de
Estos componentes llevan irremisiblemente al resultado de que lo expuesto notar que estas corrientes son muy opuestas entre sí, y, a pesar de ello, se ve
en tales tesis está tan generalizado y abreviado que no afecta en gran parte cuan estrecha y duradera puede ser su unión. La consistencia de tales grupos
a la teología existencial; incluso ésta (con la correspondiente interpretación) no parece garantizada si tenemos en cuenta que los intereses respectivos de
podría suscribir esas mismas afirmaciones. Por el contrarío, en los anatema- sus miembros en particular suelen diferir mucho unos de otros. Por una parte,
tismos se toca siempre lo mismo, de manera que la doctrina contraria no es está el luterano influido por el movimiento anglicano de Escandinavia; por
atacada en el centro, sino en puntos secundarios, con frecuentes exageraciones otra, el pietismo de Wütemberg, al que le es ya sospechosa la más pequeña
o caricaturas. Así surge la sorprendente situación de que, en vez de poner de inclinación al catolicismo. Aquí se enfrentan el laico que tiene la predicación
manifiesto las diferencias entre el movimiento confesante y la teología exis- como segunda profesión y para quien el obrar invisible y carismático del Es-
tencial, se destacan sus semejanzas. Esta impresión se fortalece por el hecho píritu Santo significa todo, y el hombre de la «Sammlung», al que le preocupa
'de que, en general, ambas partes se apoyan en las mismas autoridades del pa- sobre todo una auténtica interpretación del sacramento. Por tanto, cabe pregun-
•sado. Naturalmente, unos y otros recurren principalmente a la Biblia. Los gru- tar: ¿cuál es el vínculo que puede mantener a la larga el matrimonio contraído
pos confesantes citan con mucha frecuencia a Lutero; pero justamente Lutero entre las corrientes opuestas de la ortodoxia y el pietismo?
íes uno de los testigos principales de la teología existencial. Y si Adolf Schlatter
•puede apoyar la «fe tradicional», se recuerda que precisamente un discípulo
de Bultmann, Ernst Kasemann, ha dado lugar a un renacimiento schlatteriano. PERSPECTIVAS
Los grupos confesantes se defienden contra esta constatación señalando que
en ambas partes se emplea la misma terminología, sólo que allí ésta significa Es indiscutible que la Iglesia protestante alemana se encuentra en crisis.
algo muy distinto de lo que significa aquí. Afirman que la teología existencial Los grupos confesantes han dado el toque de alarma ante ella; ése es su mé-
dificulta la polémica porque, sea o no sea intencionadamente, usa los términos rito. Pero con una amonestación y un presagio de mal agüero no se hace nada.
tradicionales en contradicción con lo que significaban en un principio. Se ha- Lo importante es saber si se trata de una crisis de crecimiento. Además es in-
bla de Dios y se le interpreta como fundamento del ser o como una forma dudable que la teología existencial desempeña un papel decisivo dentro de
determinada de humanidad. Se habla de la justificación, de la resurrección, esta crisis. No podemos dedicarnos aquí a investigar hasta qué punto esta
de la gracia, del Espíritu Santo y se está pensando en una nueva comprensión función de la teología existencial puede decirse que sea favorable o desfavora-
de sí mismo. Se habla de oración; se está pensando en la meditación. De ese ble, que sirva de impedimento o de curación, que mejore o empeore. Por otra
modo, los términos pierden su significado o bien se les da otro a capricho; son parte, esta misma teología encierra en sí las tendencias más diversas y cuenta
números vacíos, puro ropaje, cuyo contenido se ha alejado de su significado con fuerzas que se saben responsables de la Iglesia, así como con otras que
o bien se ha cambiado. carecen de esa responsabilidad. De todos modos, nos hallamos ante una postu-
Sin embargo, habría que preguntar a quienes formulan esas objeciones si ra con la que ha de enfrentarse seriamente quien quiera colaborar en la supe-
la teología existencial (prescindiendo ahora de su resultado objetivo) no tiene ración de la crisis.
razón en principio al esforzarse por dar una nueva interpretación a lo tradicio- Por lo dicho hasta aquí queda bastante claro que los grupos confesantes
nal. Si echamos una mirada retrospectiva a la historia de un solo concepto han entrado en esta discusión de una manera muy insuficiente. Se ve en ellos
teológico, vemos que ha cambiado varias veces su significado. Esto quiere una inclinación a tomar la postura del beatus possidens, a sentirse represen-
decir en nuestro caso que o bien me decido con argumentos evidentes por un tantes de la auténtica y verdadera Iglesia. Se ha pedido a las autoridades ecle-
significado que el término en cuestión ha tenido en un tiempo, o bien me es- siásticas que introduzcan un método de disciplina en la enseñanza y que cier-
fuerzo por hallar un significado propio y actual. En la palabra «persona», por tos profesores dejen de dar clase a los estudiantes de teología. Se ha recomen-
ejemplo, me pregunto en seguida si hay que interpretarla según el sentido del dado a los miembros de la comunidad que no asistan a los cultos de ciertos
dogma de la Iglesia primitiva, o bien según el sentido del idealismo o del ro- párrocos y que no envíen a sus hijos a la clase de religión dada por ellos. Los
manticismo. Pero los grupos confesantes no dan a esto ninguna contestación. coloquios con los teólogos modernos han sido calificados de polémicos y hasta
Creen saber lo que significan los conceptos sin investigarlos profundamente. se ha llegado a hablar de dos Iglesias distintas surgidas de hecho como conse-
Suponen un significado sin más aclaraciones. Son puros restauradores en cuanto cuencia de esa lucha.
que se limitan a giros lingüísticos tomados de la «fe de los Padres», en los Los grupos confesantes justifican estas tendencias fundándose en la respon-
cuales está implícita una especie de comprensión normal que no necesita de sabilidad que tienen para con la doctrina y los fieles. No obstante, nos parece
ninguna explicación ulterior. que se trata de tendencias claramente cismáticas que, afortunadamente, hasta
Si los que están en contra de la teología existencial no han encontrado ahora sólo se han manifestado en casos aislados y de una manera apenas per-
118 W. Dietzfelbinger Movimientos en la Iglesia protestante de Alemania 119
BIBLIOGRAFÍA: Gerhard Bergmann, Kirche am Scheideweg, Schriftenmis-
ceptible. De todos modos, vemos el peligro de que un núcleo todavía sano sionsverlag, Gladbeck, 1967; Otto Rodenberg, Der Weg Gottes, Brockhaus,
(si es que está verdaderamente sano) puede ser afectado en el futuro por esa Wuppertal, 1968; Sven Findeisen, Helmuth Frey y Wilhelm Johanning, Das
crisis. Vemos asimismo el peligro de que la Iglesia pueda olvidar su misión Kreuz Jesu und die Krise der Evangelischen Kirche: «Liebenzeller Studien-
hefte», 5 (1967); Georg Huntemann, Angriff auf die Moderne, Brockhaus,
específica y se adapte completamente al mundo. Pero es inadmisible llegar a Wuppertal, 1966; Walter Kunneth, Vori Gott reden?, Brockhaus, Wuppertal,
tal amenaza mediante el defecto opuesto de la simple reacción. La mera defensa 1965; Walter Kunneth, Dimensionen des Glaubens, Steinkopf, Stuttgart,
y oposición podría llevar un día a que un grupo eclesial, muy unido en sí mis- 1967; Günter Klein y Walter Kunneth, Bekenntnis im Wíderstreit, Mohn,
mo, tomara un carácter de secta cerrada a los demás. Esta podría gloriarse a Gütersloh, 1967; Peter Hartig (ed.), Offenbarung-Schrift-Kirche, Wuppertal-
Bremen, 1968.
lo sumo de haber evitado que su sal se volviera insípida. Pero ¿es menos la- REVISTAS Y BOLETINES INFORMATIVOS : Bekenntnisbewegung; «Kein anderes
mentable el hecho de que la sal no llegue a la comida que ha de condimentar? Evangelium»; Kirchliche Sammlung um Bibel und Bekenntnis; Lebendige
Además, no es posible hacer retroceder la rueda de la historia ni la rueda Gemeinde (Freundesbrief der Ludwig-Hofacker-Vereinigung); Horer-Echo
de la filosofía o de la teología, lo mismo si se presenta como bendición que (Lutherische Stunde).
si se presenta como desgracia. La Iglesia no puede quedarse estancada en el W. DIETZFELBINGER
ayer y hacer como si entre tanto no hubiera sucedido nada. Tiene que inspirar-
se incesantemente en la rica herencia de su tradición, porque puede aprovechar
las experiencias de los Padres y evitar caer en los errores de los antiguos. Pero
nunca debe llegar a una aceptación indiscriminada y arbitraria del pasado, sino
que esto ha de efectuarse con conocimiento de lo que se hace y con responsa-
bilidad y buen fundamento.
Evidentemente, no se puede ir adelante sin delimitaciones. Pero se tiene
la impresión de que los límites todavía no están bien definidos. De todos mo-
dos, su desarrollo es tan específico que no se le puede salir al paso con re-
proches y tesis sucintas. La criba capaz de separar hoy la paja del trigo no
puede ser de malla espesa. Pero ¿hasta qué punto tal separación puede ser
obra de hombres? E n el seno de la Iglesia evangélica hay mucha fermentación,
confusión, falta de reflexión, irresponsabilidad e incluso calumnia. Pero ¿no
hay otra alternativa que condenar por las buenas o colaborar sin espíritu crí-
tico? ¿No es posible un examen reposado que siga atentamente el desarrollo,
bien animando y participando, o bien frenando con cuidado u oponiendo una
negativa? Se puede censurar tal comportamiento como táctica de la indecisión,
pero también se puede reconocer en él la confianza en el Espíritu Santo, el
cual hace que lo malo se extinga a tiempo, que los extremismos terminen sin
resultado, que lo inmaduro se desarrolle y que de los males del presente nazca
nueva vida para el futuro.
Con estas breves consideraciones quedan indicadas las perspectivas gene-
rales de los grupos confesantes. No están libres del peligro de aislarse a sí
mismos y quedarse parados a la orilla derecha del camino de la Iglesia. Pero
también tienen la posibilidad de alcanzar la flexibilidad suficiente para dialo-
gar dentro de la Iglesia protestante y poder así contribuir a su bendición.
Panorama del mundo de habla inglesa 121
en diferentes lugares. El primer grupo, a pesar de estar fuertemente influido
por las posiciones teológicas predominantes en el mundo anglosajón, mantiene,
desde luego, una estrecha relación con las principales corrientes del protes-
tantismo europeo continental, en el que los documentos confesionales del pe-
ríodo de la Reforma han desempeñado un amplio papel en cuanto a la deter-
minación de los límites de la ortodoxia cristiana. En el segundo grupo, el
quehacer teológico ha tendido a desarrollarse en una línea más individualista
y empírica, con una clara negativa, en ocasiones, a ligar a las Iglesias con
EL PROBLEMA DE LA «ORTODOXIA» ninguna clase de esquemas doctrinales fijos. En el tercer caso, el de los angli-
PANORAMA DEL MUNDO DE HABLA INGLESA canos, si bien no se han menospreciado las fórmulas del siglo xvi, sin embargo,
la tradición teológica ha experimentado cada vez más intensamente la influen-
cia de los estudios sobre los tres primeros siglos de la doctrina cristiana, así
Los problemas que se plantean a propósito de la ortodoxia en las Iglesias como la del empleo constante de los credos ecuménicos en el culto público.
protestantes del área lingüística anglosajona necesariamente han de ser muy Estos hechos han dado a los anglicanos una visión en cierta medida diferente
complicados. Ninguno de los términos empleados es fácil de definir. El área de la «ortodoxia», distinta de la que es corriente entre la mayoría de los pro-
geográfica a que nos referimos es amplia y difusa. El término «protestante», testantes '.
aparentemente simple, tiene sus propias complicaciones, pues las Iglesias an-
glicanas son contadas a veces entre las que integran el protestantismo de habla
inglesa, pero otras veces son excluidas de este número. Por lo que se refiere 2. Tan importantes por lo menos como estas diferencias de actitud que
al término «ortodoxia», son incontables los problemas que supondría el defi- surgen por causa de los puntos de vista divergentes en lo confesional son las
nirlo en este contexto. diferencias resultantes de las respectivas situaciones de las Iglesias a ambos
lados del Atlántico Norte. Del lado de Europa están las antiguas Iglesias na-
Sin embargo, es posible imponer una cierta medida esclarecedora en la dis- cionales establecidas en Inglaterra y Escocia, obligadas a enfrentarse con los
cusión, pues, por de pronto, el área geográfica que examinaremos en este ar- problemas que surgen cuando una Iglesia nacional se encuentra en medio de
tículo comprende las Islas Británicas (especialmente Inglaterra y Escocia) y una sociedad cada día más secularizada. En el caso de Inglaterra tenemos una
Norteamérica (Estados Unidos y Canadá). También hay actividad teológica en Iglesia que desde tiempos de la Reforma viene intentando conciliar la actitud
otras partes del mundo de habla inglesa (por ejemplo, Australia o Sudáfrica), conservadora, por lo que se refiere a la estructura, con una apertura hacia las
pero es indudable que los principales centros de interés se sitúan a ambos nuevas ideas y con un sentido de responsabilidad corporativa que deje lugar
lados del Atlántico Norte. al respeto hacia la libertad individual. En este sentido, la historia de la Iglesia
de Inglaterra ofrece un paralelo con la de una nación en que una cierta capa-
I cidad de cambio se combina de manera sorprendente con un fuerte grado de
tradicionalismo. Esta tiene que ser necesariamente una Iglesia en que la actual
1. Sobre la cuestión de las Iglesias a que nos referimos incluiremos tam- crisis teológica ha de hacerse sentir muy agudamente. Este dilema puede verse
bién la anglicana, a la que se debe la mayor, aunque no única, influencia teo- ejemplarizado en la persona del doctor J. A. T. Robinson, cuyo libro Honest
lógica dentro de las Islas Británicas y que también se halla establecida en to God (Londres, 1963) fue el síntoma, más que la causa, de la revolución que
Norteamérica, si bien en este país constituye una pequeña minoría. En las ya empezaba a producirse en la teología del mundo angloparlante. Indudable-
diversas Iglesias de que nos ocuparemos se dan tradiciones teológicas muy mente, el hecho de que su autor fuera un obispo fue uno de los motivos de
distintas, con actitudes también muy diferentes en cuanto a criterios de orto- que el libro causara un impacto tan fuerte en el público lector. Puede que
doxia cristiana o a la forma de entender la naturaleza de la Iglesia y su con- en el anglicanismo no esté muy definida la autoridad doctrinal del episcopado,
fesión comunitaria de fe. Habremos de distinguir al menos tres tipos princi- pero así y todo al obispo se le considera (y no sólo entre los anglicanos) como
pales de Iglesias: 1) las tradiciones confesionales protestantes, por ejemplo, una especie de portavoz de la Iglesia en el terreno de la tradición común y la
la tradición luterana en los Estados Unidos, la reformada en Escocia; 2) la
Iglesia libre, con sus distintas denominaciones, cuyo origen ha de buscarse en
Inglaterra, pero que han tenido su mayor desarrollo en los Estados Unidos, ' Merece tenerse en cuenta que la Conferencia de Lambeth de 1968 reco-
por ejemplo, los metodistas, baptistas y congregacionalistas, y 3) la tradición mendó que en el futuro no se debería exigir a los clérigos que prestaran
anglicana. ns'cntimiento a los treinta y nueve artículos, o que en todo caso este asenti-
mlonto debería estar de tal manera contextualizado que quedara bien clara
Todas estas Iglesias reconocen la autoridad suprema de la Escritura en l.i relación entre los artículos y otros elementos más universales en la Iglesia,
asuntos de fe. Pero este recurso a la Escritura puede significar diferentes cosas en ln tradición de la fe y en la doctrina, tales como los credos ecuménicos.
122 A. Macdonald Allchin Panorama del mundo de habla inglesa 123

confesión pública de la fe. En parte fue debido a la posición que el doctor quien pretenda comprenderla desde fuera, recordar el carácter específico de
Robinson ocupaba el que las cosas tan poco corrientes que decía en su libro la historia religiosa de Norteamérica.
causaran tanta sensación.
Pero si es cierto que el tradicionalismo del pensamiento inglés se ha visto 4. Estas consideraciones previas sobre los rasgos diferenciadores dentro
seriamente comprometido por el actual fermento teológico, también es verdad del protestantismo anglosajón, que hacen difícil la generalización en esta ma-
que el elemento de continuidad que caracteriza la vida de la Iglesia anglicana teria, exigen ser completadas con un examen del desarrollo habido en el pen-
ha actuado como contrapeso del cambio violento. También en este sentido samiento teológico durante los años siguientes a la guerra, en el que encontra-
resulta característica e interesante la posición del doctor Robinson. El hecho remos muchas cosas comunes a Inglaterra y Norteamérica. Únicamente sobre
de haber vuelto a la actividad académica dejando sus tareas episcopales no el trasfondo más general podremos empezar a establecer distinciones en la
significa que haya dejado de actuar muy intensamente en la vida de la Iglesia; masa de escritos teológicos, que han sido verdadera avalancha durante los diez
por otra parte, en sus dos libros más recientes, The New Reformation (Lon- últimos años, señalando lo que puede tener importancia duradera y lo que es
dres, 1965) y Exploration into God (Londres, 1967), parece que intenta re- meramente efímero.
cuperar ciertos elementos del cristianismo tradicional que antes había descui- Se diría que la crisis de la última década es, en parte, una reacción contra
dado. Todo ello sugiere que dentro del anglicanismo, y desde luego dentro el desarrollo teológico del período anterior, cuyos rasgos dominantes eran la
de la teología británica en conjunto, resulta muy difícil diferenciar con abso- insistencia y la atención casi exclusiva que se prestaba a la naturaleza específica
luta claridad el elemento radical y el conservador. de la revelación y la tradición cristianas, por encima de una exploración de las
posibilidades de relacionar el misterio cristiano con los problemas en curso de
3. En los Estados Unidos, al otro lado del Atlántico, la situación es muy planteamiento y con los avances de la sociedad humana. Este período, que se
distinta, más compleja y abierta, y con mayores probabilidades de irse hacia prolongó hasta cerca de 1960, fue el llamado de la «neoortodoxia». Estuvo
los extremos. Pero si bien es rotundamente confusa, también es claramente marcado, en todas las Iglesias a que nos referimos, ante todo por un fuerte
esperanzadora. Se trata de un país en el que no hay una Iglesia oficial; sin interés hacia la teología bíblica, un estudio y exposición de la revelación bí-
una tradición teológica con profundas raíces, cuyas tendencias secularizantes blica, que, al mismo tiempo que utilizaba los resultados de la investigación
son muy distintas de las que se dan en Europa. Un país en el que, desde los crítica e histórica, se contentaba con exponer la Biblia en sus propios términos.
años de la posguerra, las Iglesias han conocido, al menos en el nivel material, Ejemplo valioso y típico de este trabajo entre los anglicanos podría ser la obra
una considerable prosperidad. Por lo que se refiere a los rasgos que hacen de de Alan Richardson An Introduction to the Theology of the New Testament
esta cristiandad algo típicamente americano, es preciso volver hasta aquel tipo (Londres, 1958). Otro teólogo anterior, y de tendencias más especulativas, que
particular de protestantismo que los primeros colonos trajeron consigo en el pasó de la teología filosófica a la bíblica, fue L. S. Thornton, cuyo estudio
siglo xvn. Durante el primer siglo de su establecimiento en Nueva Inglaterra The Common Life in the Body of Christ (Londres, 1941) era, como sugiere
hubo una tradición intelectual de calvinismo estricto y sistemático2, combi- su título, un estudio sobre la naturaleza de la Iglesia a la luz de las imágenes
nado con una ferviente piedad individualista. Durante el siglo xvm se produ- e ideas bíblicas3. Porque éste también fue el período en que la eclesiología
jo un rápido giro, pasando del escolasticismo reformista a una cierta forma del llegó a constituir una cuestión de importancia capital en las diferentes tradi-
deísmo inglés, que dio origen al unitarianismo americano. Se tiene la impre- ciones del protestantismo de habla inglesa, impulso que se benefició con la
sión de que, en cierto sentido, el protestantismo americano ha estado oscilando creación del Consejo Mundial de las Iglesias en 1948, en el que participaron
entre unos sistemas autoritarios altamente conservadores, dotados de un pro- todas las Iglesias de que nos venimos ocupando. Eran los tiempos del llamado
fundo y fuerte sentido religioso, de los que se derivarían unas definiciones ecumenismo eclesiológico. Estrechamente relacionada con lo anterior estaba
muy estrictas de la ortodoxia cristiana, y unas formas teológicas y de existencia la atención prestada a la doctrina de los sacramentos, y en muchos lugares el
cristiana que tienden a convertirse en poco más que una especie de colorido redescubrimiento del puesto central que corresponde a la liturgia. La obra
cristiano o religioso impuesto a los movimientos intelectuales predominantes de Gregory Dix The Shape of the Liturgy (Londres, 1945) tuvo en esto una
fuera de la Iglesia, en los que tendría muy poca importancia el concepto de importancia decisiva. Por motivos diferentes, entre ellos la ubicua influencia
ortodoxia. Ciertamente, es imposible definir la actual situación religiosa de de Karl Barth, que se hizo sentir en muchos lugares donde incluso había sido
América sólo a base del pasado americano, pero no dejará de ser útil, para muy poco estudiada su obra, la teología adquirió una nueva confianza en sí

' En su última trilogía, bajo el título general The Form of the Servant,
• Sobre este tema, cf. los brillantes estudios de Perry G. E. Miller The Thornton se propone estudiar la naturaleza específica de las formas de la
New England Mind; the 17 th Century (Nueva York, 1939) y The New England revelación cristiana; Revelation and the Modern World (Londres, 1950), The
Mind; From Colony to Province (Cambridge, Mass., 1953). Dominion of Christ (Londres, 1952) y Christ and the Church (Londres, 1956).
124 A. Macdonald Allchin Panorama del mundo de habla inglesa 125

misma, y con ella también la seguridad de que podía empezar su trabajo par- Por una parte, hay una «teología periodística», que se escribe en plan sensa-
tiendo de la palabra de Dios, dada en la Escritura y habida cuenta de la fun- cionalista, sobre posiciones extremas, como si se tratase de una moda teológica
ción intermediaria de la tradición, mejor que de la situación del hombre con- que se ve obligada a cambiar frecuentemente, cada dos años poco más o menos.
temporáneo. Pero, al mismo tiempo, la teología fundamental y filosófica iba Por otra parte, el desarrollo de la publicación de libros baratos y las fuertes
sufriendo un eclipse. ventas que han alcanzado algunas obras teológicas, populares a la vez que serias,
han animado a los teólogos, que se han decidido, en buen número, a escribir
II de manera más accesible e inmediatamente más eficaz, de forma que sus obras
puedan alcanzar a un público cada vez más numeroso y menos especializado.
Parece como si se estuviera formando un nuevo tipo de lectores, laicos en gran
La última década ha contemplado un cambio repentino y dramático en esta parte y con unos lazos de afiliación muy holgados con respecto a las Iglesias.
situación. Los motivos de esta revolución han sido muchos. Indudablemente En esta situación han comenzado a aparecer en todas las Iglesias tensiones en-
surgen, en parte al menos, de la nueva situación en que se encuentra el mun- tre este nuevo estilo de plantearse las cuestiones que adopta la teología laica,
do, que si bien está llena de amenazas, ofrece al mismo tiempo razones para
profundamente preocupada por las realidades seculares, y las formas antiguas,
un optimismo, de cara al futuro de la humanidad, que hubiera sido inconcebi-
más tradicionales, del pensamiento y la sensibilidad cristianos.
ble en los años inmediatamente posteriores a la guerra. En parte es debido el
cambio también a las presiones de las revoluciones sociales y tecnológicas, que 3. En esta situación de extrema fluidez resulta muy difícil saber qué es
están obligando a los teólogos a replantearse su forma de entender al hombre
«ortodoxo» y qué no lo es. Muchos teólogos se muestran remisos a la hora de
y la sociedad, y que demuestran que por muy necesario que sea para el teó-
logo cristiano un «retorno a las fuentes», ello no puede significar en modo tomar decisiones rápidas. Parece como si en las cambiantes escuelas nuevas
alguno la vuelta a una fase anterior de la cultura cristiana, a una cristiandad de pensamiento las tendencias que se sitúan verdaderamente al margen de la
que ya pasó para siempre. Pero ha habido además una especie de explosión tradición cristiana, entendida en toda su plenitud, convivieran codo con codo
dentro de la misma teología que ha obligado a muchos de los líderes de la con otras que sólo en apariencia están en contradicción con la «ortodoxia» o
teología bíblica a enfrentarse con cuestiones distintas, a situarse en nuevas que realmente están en rebeldía frente a unas «ortodoxias» de tipo más local
áreas tanto de la experiencia humana contemporánea como de la tradición his- o muy recientes. Si fijamos la atención en ciertas áreas típicas donde la teología
tórica de la Iglesia. está entrando en un contacto más estrecho con las escuelas contemporáneas
de filosofía, quizá podamos encontrar algunos ejemplos de este hecho. En
No cabe duda que en esta revolución ha influido también la vitalidad de América, pongamos por caso, hay un renovado impulso que pretende utilizar
otro elemento: el desarrollo paralelo que ha tenido el pensamiento católico las categorías de la process philosophy, relacionada con la obra de Charles
romano a partir del Concilio. La actitud de apertura hacia el mundo y el pro- Hartshorne, a fin de elucidar el misterio cristiano4. Hay aquí un deseo de
pósito de prestar atención a los signos de los tiempos, que fueron característi- entender el proceso revolucionario en términos de la actuación de Dios, que
cas del espíritu que animaba al papa Juan, han tenido influencia decisiva en
a veces parece conducir a una visión de Dios en que éste queda reducido
el desarrollo del pensamiento cristiano lo mismo fuera que dentro de la Igle-
sia católica. simplemente a la totalidad del proceso, mientras que otras se le ve como si-
tuado en el mismo corazón del proceso, pero permaneciendo en sí mismo
1. Al hablar de una explosión o revolución en el mundo teológico hace- mayor que éste. También en Inglaterra se han dado intentos del pensamiento
mos algo más que expresarnos en términos retóricos. Algo ha cambiado rápida teológico que han pretendido establecer un contacto más estrecho entre la teo-
y radicalmente. Hay una libertad sin precedentes en la discusión teológica y logía y la filosofía lingüística predominante en las Islas Británicas durante
un deseo manifiesto de volver sobre las cuestiones teológicas fundamentales más de treinta años. Por parte de algunos de sus adeptos, este movimiento
del ser y la naturaleza de Dios, de sus relaciones con la humanidad y el mun- parece conducir a unas notables reformulaciones de la posición cristiana; en
do. Como si ello fuera consecuencia de un dinamismo interno, el diálogo ecu- otros casos se tiene la impresión de que todo queda reducido a una completa
ménico, que por los años cuarenta y cincuenta tendía a concentrarse en cues- aceptación de los presupuestos y de los métodos de la filosofía actuals.
tiones secundarias, aunque importantes, como eran las referentes a los sacra-
mentos y el ordenamiento eclesial, ha ido retornando hasta plantearse las
cuestiones básicas del ser de Dios y la revelación en Cristo. * Para un buen examen breve de este movimiento, cf. Norman Pittenger,
God in Process (Londres, 1967); cf. también J. A. Martin, The New Dialogue
2. Al mismo tiempo parece haber empezado a existir un nuevo público bctween Philosophy and Theology (Nueva York, 1966). Aquí son a veces muy
llamativos los paralelismos con Teilhard de Chardin.
para la teología; se da un nuevo interés por la discusión teológica en los lugares * Cf., a propósito, Ian T. Ramsey, Religious Language (Londres, 1957) y
donde menos se podía sospechar. Los efectos de este desarrollo son diversos. Mndcls and Mystery (Londres, 1964).
126 A. Macdonald Allchin Panorama del mundo de habla inglesa 127

posición que rechaza la dicotomía entre radical y conservador 8 . En su condi-


4. De manera semejante, todo el movimiento de la teología secular, lo
ción de autoridad sobresaliente en cuanto al pensamiento de Martin Heidegger
mismo en su forma más personalista, como se da en el escritor Ronald Gregor
en el mundo de habla inglesa y como pensador en quien ha tenido profunda
Smith (Secular Christianity [Londres, 1966]), o en su versión más bien políti-
influencia la obra de Rudolf Bultmann, MacQuarrie puede difícilmente consi-
ca y social, en la obra de Harvey Cox The Secular City (Nueva York, 1965),
derarse como un teólogo puramente conservador. Y, sin embargo, insiste al
tiende hacia un descubrimiento de Dios en y a través de este mundo. Pero sigue
mismo tiempo con toda energía en la continuidad y en la condición de algo
planteándose la cuestión de si lo que busca es o no exclusivamente a Dios por
dado que tienen la vida cristiana y la tradición, en la que y para la cual debe
este camino. En fuerte contraste con esta tendencia a ver la actividad de Dios
trabajar el teólogo. «Negar doctrinas fundamentales como la doctrina de la
exclusivamente en el desarrollo del mundo secular occidental está el propósito
Trinidad, rechazar los credos, situarse al margen de las creencias proclamadas
que últimamente se han hecho algunos teólogos, en el sentido de buscar los
en los primeros concilios de la Iglesia aún indivisa, son acciones a las que los
signos de la actividad divina en las otras tradiciones religiosas de la humanidad.
individuos pueden verse impulsados por su propia manera de pensar acerca
Así, por ejemplo, se ha llegado a unas notables reinterpretaciones del Islam,
de estas cuestiones, pero no pueden tener cabida en la teología cristiana, pues
desde un punto de vista cristiano, en la obra de Kenneth Cragg, escritor que
se resuelven en una repulsa de la historia y, por consiguiente, de la identidad
más recientemente ha ampliado su atención extendiéndola a otra gran reli-
permanente de la comunidad dentro de la cual ocurre la tarea cristiana de hacer
gión 6. También en la obra de John MacQuarrie Principies of Christian Theo-
teología»'.
logy (Nueva York, 1966) hay una valiosa y original exposición del tema «Re-
ligión y religiones» (op. cit., 134-158). De nuevo nos encontramos con una 6. Mientras tanto se ha ido imponiendo la evidencia de que las barreras
tensión entre unas interpretaciones más exclusivistas de la unicidad del cris- existentes entre los teólogos de las distintas tradiciones cristianas han caído,
tianismo y unos tanteos que niegan rotundamente esta unicidad. y éste es uno de los más importantes avances de los últimos diez años. El sen-
timiento de que todos nos encontramos frente a una misma situación y que
5. Entre todos los movimientos teológicos de este período, quizá haya juntos andamos a la búsqueda de vivir y expresar el misterio de Cristo se im-
sido la controversia sobre la «Muerte de Dios» el que mayor publicidad ha pone arrolladoramente. Pasaron los días de un ecumenismo cauteloso, confe-
alcanzado. Pero detrás de unos mismos lemas se esconden teologías muy dife- sional, como pasaron también los tiempos de cualquier tipo de «ortodoxia»
rentes, de las que podrían ser exponente, por ejemplo, la obra de Thomas Alti- parcial. Buscar qué sea realmente la «ortodoxia» es tarea común a todas las
zer The Gospel of Christian Atheism (Filadelfia, 1966), o la de William Ha- Iglesias. Esta nueva situación hace que sea más necesario que nunca el esta-
milton The New Essence of Christianity (Nueva York, 1961) 7 . El toque de blecer contactos teológicos entre pensadores de diferentes tradiciones y áreas
alarma y las palabras proféticas de Nietzsche significaron y siguen significando lingüísticas. En la última década, la traducción de muchas obras católicas ale-
cosas muy distintas para muy diferentes personas; que Dios siempre estuvo manas (de Karl Rahner sobre todo, por supuesto) ha introducido un nuevo
muerto, que murió en un momento determinado, que ha caducado una cierta elemento en el debate teológico anglosajón. En los Estados Unidos el diálogo
imagen que de él se tenía, que ha finalizado una época del pensamiento y el ha desbordado los límites del mundo estrictamente cristiano e incluye ya una
sentimiento religioso. Es evidente que algunas interpretaciones de la expresión activa participación de los judíos. La insistencia de un escritor como Emil
serán menos ortodoxas que otras. Pero será cuestión de tiempo y sabiduría Fackenheim en la trascendencia de Dios ha significado un valioso contrapeso
el llegar a discernir el significado real de todo lo que se ha dicho. a ciertas tendencias de moda en teología, demasiado rápidamente aceptadas 10.
En estas y en otras muchas áreas es imposible saber cómo se desarrollarán
7. La etapa que comienza hacia 1960 ha sido verdaderamente febril y ha
y qué cambios experimentarán los movimientos intelectuales. El doctor
hecho absolutamente necesario el descubrimiento de un nuevo sentido de la
A. M. Ramsey ha hecho un breve pero notable intento de valorar esta situa- proporción. Quizá nos haga falta entender más vivamente que la tradición
ción en su obra God, Christ and the World. A Study in Contemporary Theo- cristiana es bastante más antigua que la Reforma y que la escolástica occiden-
logy (Londres, 1969). Otra valoración, en escala más amplia, también desde
un punto de vista anglicano, es la que ofrece la obra de John MacQuarrie,
' Cf. Twentieth-century Religious Thought (Londres, 1963); Principies of
que ha sido reconocido como uno de los más cualificados portavoces de una Christian Theology (Nueva York, 1966), y God-Talk (Londres, 1967).
' Principies of Christian Theology, p. 11. Donald MacKinnon ofrece en su
obra Borderlands of Theology (Londres, 1969) una posición distinta ante los
' Kenneth Cragg, The Cali of the Minaret (Nueva York, 1956); The Dome problemas de la filosofía en relación con la teología, pero igualmente impo-
and the Rock (Londres, 1964); Christianity in World PerspecUve (Londres, sible de calificar como «conservadora» o «radical». D. L. Edwards, Religión
1963); The Privilege of Man (Londres, 1965). and Change (Londres, 1969), ofrece un amplio panorama de todo este campo.
' T. W. Ogletree, The Death of God Controversy (Londres, 1966), ofrece '• Emil Fackenheim, The Quest for Past and Future (Bloomington, In-
un breve examen. diana, 1969).
128 A. Macdonald Allchin
tal. ¿Realmente helenizaron los Padres de la Iglesia el evangelio o se mantu-
vieron fieles a su mensaje esencial? ¿Qué tiene que aportar la tradición apofá-
tica de la teología patrística a nuestra controversia sobre la «Muerte de Dios»?
Sugerencias de este tipo pueden hallarse en las obras de D. E. Jenkins A Guide
to the Debate about God (Londres, 1965) y The Glory of Man (Londres,
1967). H. W. Richardson, en un libro que no ha sido estimado como merecía,
Toward an American Theology (Nueva York, 1967), junta un profundo cono-
cimiento de los cambios que hoy se están produciendo en la sociedad y en la
vida humanas con una fina sensibilidad hacia el valor y la importancia de mu-
chas parcelas de la tradición cristiana. En su exposición acerca de la obra y Documentación Concilium *
la persona del Espíritu Santo hay un intento de replantear con nuevo sentido
los viejos y olvidados temas de la primitiva tradición cristiana, a la luz que AGITACIÓN EN TORNO A LA CONFESIÓN DE FE
proyectan las más recientes experiencias de la Free Church Cbristianity. Quizá
sea aquí, en una doctrina renovada sobre la presencia personal del Espíritu
Santo en la Iglesia y en cada persona, donde hayamos de buscar la clave que
La sesión inaugural del Concilio Vaticano I I fue perturbada por un inci-
nos permitirá redescubrir la ortodoxia no como un esquema impuesto desde
dente en apariencia pequeño acerca de la confesión de fe oficial. El derecho
fuera, sino como una glorificación, viva y verdadera, de la generosidad de Dios.
eclesiástico exige que una asamblea importante de la Iglesia sobre «fe y cos-
tumbres», tal como un concilio ecuménico, se abra con la solemne confesión
A. MACDONALD ALLCHIN de la fe de la Iglesia. Para esta solemnidad inaugural se había procurado una
versión simplificada del credo' empleado corrientemente en solemnidades se-
mejantes. De hecho, sin embargo, se utilizó la confesión de fe del Concilio
de Tremo. A los invitados de otras Iglesias, sobre todo reformadas, les pareció
extraña esta confesión, llena de ecos de una teología de controversia, en la
apertura de un Concilio que se denominaba expresamente ecuménico. Extra-
ñamente, en las ulteriores sesiones del Vaticano I I tampoco se volvió a hablar
de la nueva versión que se había provisto, en la que aparecían citas tomadas
de la encíclica Humani generis, de Pío X I I . Al contrario de los demás con-
cilios, en el Vaticano I I , anunciado expresamente como concilio pastoral2,
no se planteó la cuestión de hacer eventuales adiciones al credo oficial, y los
padres se volvieron a sus casas sin que se promulgara una nueva formulación
del símbolo. A la vista de las afirmaciones sobre la colegialidad del colegio
episcopal con el portador de la dignidad de Pedro, lo que menos se esperaba
es la proclamación de una confesión oficial de fe sin consultar con este colegio
de obispos. Tanto más sorprendente resulta la confesión de fe por vía de
autoridad del papa Pablo VI en la clausura del Año de la Fe el 30 de junio
de 1968, que coincidió con la solemne inauguración de la cuarta asamblea

* Bajo la responsabilidad del Secretariado General.


1
O. Karrer, Das Bekenntnis der Bischofe, en J. C. Hampe, Die Autoritat
dcr Freiheit, I, Munich, 1967, 62 y nota 2; cf. para el trasfondo histórico de
este punto y para literatura de toda la cuestión K. Lehmann, Bedarf das
Olaubensbekenntnis einer Neufassung?, en Veraltetes Glaubensbekenntnis?,
Katisbona, 1968, 125-186, sobre todo 140, nota 29.
' El calificativo de «pastoral» adoptado por el Vaticano II ha recibido un
uso ambiguo y en algunos casos se despacha mucha problemática con la afir-
mación de que ha sido un Concilio «pastoral» y no «doctrinal»: pertenece a
la esencia de un concilio ecuménico el que sea integral; cf. M.-D. Chenu, La
rónnvalion de la théologie morale: «Vie Spir.» (Supl.), 90 (septiembre 1969),
28!).
9
130 Secretariado General Agitación en torno a la confesión de fe 131
general del Consejo Mundial de Iglesias en Upsala 3 . Para muchos cristianos, científica sobre las demás religiones. P. Brunner 6 observa que todas las reli-
tanto dentro como fuera de la Iglesia católica, esta confesión solemne del papa giones que se apoyan radicalmente en una revelación conocen un credo. Tam-
fue una respuesta a su demanda de mayor seguridad acerca de lo que hay que bién los fieks de las religiones iraníes, del islamismo 7 e incluso del budismo
creer en nuestros días; para otros se agudizaba una problemática que, tras hinayana 8 . Dentro del islamismo, tal como se puso de manifiesto en la asam-
medio siglo de incubación, amenazaba con irrumpir al exterior 4 . Esta proble- blea mundial de los principales intelectuales islámicos organizada en Kuala
mática en torno a una nueva formulación de la confesión de fe está lejos de Lumpur en mayo del año pasado, se presenta incluso la misma cuestión de
haber sido superada. renovar la confesión. A menudo se ha considerado, para bien o para mal, que
Si es cierto lo que dicen los sociólogos, que ahora una generación sólo abar- el hecho de que el cristianismo tenga en el símbolo una definición bien redac-
ca cinco años, entonces CONCILIUM comienza con este número una segunda tada y comprensible para todos de sus dogmas más importantes constituye una
generación. Por eso, en el primer número del segundo quinquenio de esta especie de marca de fuego del cristianismo, gracias a la cual se distinguiría de
revista, que quiere proseguir también a nivel pastoral la inspiración teológica las demás religiones. Sin embargo, los estudios más recientes muestran que la
del Vaticano I I , nos ha parecido acertado aportar una Documentación precisa- existencia o n o existencia de una formulación del núcleo, del centro del que
mente sobre esta problemática, que ha tomado cuerpo sobre todo en la nueva vive un creyente, no tiene que ver tanto con el carácter doctrinal o no de una
generación. La demanda de una confesión renovada no es un asunto puramen- religión como con el hecho de que a partir de una religión crece una comuni-
te académico, sino una cuestión de máxima importancia pastoral. Desde esta dad confesante, cuyos miembros se hacen conscientes de su identidad precisa-
perspectiva queremos dar en esta Documentación un resumen ordenado de la mente en una confesión de fe de este tipo. Las religiones de los pueblos, por
problemática y de sus presupuestos de fondo. Quizá resulte útil, en conexión ejemplo, carecen de credo porque su convicción religiosa está entrelazada con
con la colaboración de Brekelmans en este número, proporcionar en primer su conciencia de pueblo o con su conciencia nacional. En este sentido, Miguel
lugar una información global sobre la presencia y la función de la confesión de Unamuno afirmaba que es imposible para un español el ser auténticamente
en el judaismo y en algunas religiones no cristianas para evitar la impresión heterodoxo, puesto que su cristianismo coincide con su conciencia nacional.
de que la confesión de fe es un asunto puramente cristiano. A continuación, Sin embargo, las religiones que pretenden ser universales y que presentan un
y de la mano de publicaciones recientes, esbozaremos la historicidad del sím- carácter misionero, tienen todas una confesión de fe. Una confesión semejante,
bolo apostólico y de otros símbolos. Luego daremos un resumen de los in- formulada con brevedad y doxológica, indica que también en esas religiones
tentos de lograr una confesión de fe funcional en nuestra época y nuestra cul- la fe tiene su origen en el oír, en el mensaje, en la palabra viva que comunica
tura. Una formulación de lo que Rahner, siguiendo en esto a Lutero 5 , ha algo nuevo y en la que el creyente se reconoce a sí mismo y a los que partici-
llamado una «Kurzformel». pan con él en la fe. En este sentido, G. van der L e e u w ' dice que lo caracte-
rístico de toda confesión de fe formulada se remonta a la palabra hablada, y
desemboca también nuevamente en la palabra hablada en la medida que en
1. UN CREDO, ¿SOLO EN EL CRISTIANISMO? la confesión cultual la recitación del credo declara precisamente lo que hace
a esa comunidad ser una comunidad, y que en esa confesión se reconoce lo
La afirmación tajante de que sólo en las Iglesias cristianas es posible en- que es propio de esa comunidad de fe.
contrar una confesión de fe en forma de credo manual se encuentra actualmen-
A primera vista parece que el judaismo no responde a esta descripción del
te contrarrestada gracias en no pequeña parte a una información mejor y más credo, ya que ser pueblo y ser creyente parecen aquí superponerse completa-
mente. Con von Rad lc, muchos autores recientes demuestran que no es éste
' L. Vischer 't Hooft, Kommentar zu der Ansprache des Papstes vom
30. 1Juni 1968, Uppsala Reléase, nr. UP-13.
W. Kasper, Dogma unter dem Wort Gottes, Maguncia, 1965, 52. Este ' Wesen und Funktion von Glaubensbekenntnissen, en Veraltetes Glaubens-
proceso de incubación se ha enconado a lo largo del último siglo por el cons- bekenntnis?, Ratisbona, 1968, 7-11, y la bibliografía allí indicada.
tante temor de la autoridad de que el Modernismo no fuera a levantar cabeza ' A. J. Wensinck, The Muslim Creed. Its Génesis and Historical Develop-
de nuevo. Es también característico que grupos al estilo de «Confrontación» ment, Londres, 1965, 3, 19, 102, 270; para el conflicto entre las confesiones
caractericen angustiosamente los intentos de renovación en la Iglesia como de fe cristiana y mahometana en el Oriente en época primitiva, cf. A. J. Visser,
«neomodernismo»; «nos cambian la fe». R. Aubert, Alfred Loisy, der uVater De vroeg-christelijke sekten: «Spiegel Historiael», 4-5 (mayo 1969), 260-265.
des Modernismus» : «Orientierung», 32 (22 noviembre 1968), 246-249; artículo 1
G. Mensching (Religionsgeschichtlich) y C. Westermann (Im Alten Testa-
Modernismus,
1
en Sacramentum Mundi, III, Friburgo de Br., 1969, col. 589-591. ment und im Judentum), art. Bekenntnis, en Die Religión in Geschichte und
K. Lehmann, loe. clt., 173, fija su atención sobre este respecto en tres Gegenwart, I, Tubinga, 1957, col. 988-991.
obrillas de Lutero que éste publicó en 1520 con un título común: Eine kurze ' G. van der Leeuw, Phánomenologie der Religión, !1956, 503.
Form der 10 Gebote; Eine kurze Form des Glaubens; Eine kurze Form des " G. von Rad, Das fünfte Buch Mosc, Gotinga, 1964, 113. W. Molinski, en
Vaterunsers (Weimar Ausgabe, 7, 204-229). H. Dórries, Das Bekenntnis in In obra en colaboración Die viele Wege zum Heil - Heilsanspruch und Heils-
der Geschichte der Kirche, Gotinga, "1959, 82ss, alude incluso a fórmulas hvdcutung nichtchristlicher Religionen, Munich, 1969, mantiene aún la con-
breves de la fe en Pascal, Spencer, Zinzendorf, etc. cepción ya anticuada de que sólo el cristianismo tiene un «credo» expreso.
132 Secretariado General Agitación en torno a la confesión de je 133

en otro grupo se pueden discernir los rasgos de la cultura grecorromana. Frente


el caso. Existe en Israel una permanente tensión entre el ser nacionalista y el
a una familia de credos que constan de siete partes, en las Iglesias sirias, en
ser creyente. También Israel conoce la confesión de fe en la que el judío se
el ámbito cultural grecorromano florecen variantes de un credo de doce par-
reconoce a sí mismo como creyente. No sólo el Shema Yizrael del Deuterono-
tes, que históricamente se desarrollaría hasta constituir el llamado símbolo
mio («Escucha, Israel, yo soy tu Dios»), que muchas veces se señala como el
apostólico. E n Occidente, Milán, Turín, Rávena, Florencia, Toledo, las Igle-
único indicio somero de una confesión de fe en Israel, sino que también la ac-
sias de África y las de Galia antes de Carlomagno, tenían su propio credo ".
ción cultual de gracias por los hechos salvíficos, bien definidos e históricamente
Y, sin embargo, en Rávena se reconocía como verdadero cristiano e hijo del
comprobables de «Yahvé nuestro Dios», a medida que pasa el tiempo, merece
nuevo Israel de Dios a un cristiano procedente de Jerusalén: los credos no
con mayor exactitud la calificación de confesión expresa de fe. Puede encon-
se oponían entre sí, sino que eran variaciones armónicas sobre un mismo
trarse una cierta racionalización de estas confesiones de fe narrativas y doxo-
tema: un reconocimiento lleno de alabanza de los actos salvíficos de Dios en
lógicas en las llamadas trece reglas, en las que el pensador más importante del
Jesús de Nazaret. Esta pacífica coexistencia de distintos credos es tanto más
judaismo medieval, Moisés Maimónides, intentó resumir el núcleo del judais-
comprensible si se piensa en la concepción original del credo, ser médium
mo y que aún hoy sobrevive como Yigdal en la tradición judía ". También en
fidei: un medio de confesar la fe comunitaria en forma de oración. Cuando
la secta de Qumrán se ha descubierto una confesión de fe empleada en las
el credo pasó a ser más tarde norma de fe (norma fidei) y, después de los
•celebraciones litúrgicas 12 .
Padres apologistas y con el nacimiento de la primera teología, también norma
Esta somera orientación puede bastar para poner en evidencia que la con- de la doctrina (norma doctrinae) y canon de la rectitud de la fe (norma ortho-
testón de fe en la primitiva Iglesia no es una novedad religiosa, sino que se doxiae) frente a los cristianos que buscaban su salvación en otra dirección, la
relaciona armónicamente con una tradición de confesiones de fe en el judais- multiplicidad de credos se convirtió en una amenaza para la unidad. Los em-
mo. Probablemente, para los cristianos procedentes del judaismo, el Shema peradores orientales, pero más tarde también los occidentales, lo convirtieron
Yizrael hacía las veces de credo en sus asambleas en el templo, con la adición en medio político para fundamentar o restablecer la unidad del Imperio, con
de que en Jesús se cumplían las promesas de Yahvé. lo cual llegó a ser parte integrante de una especie de carta imperial. La histo-
E n todas estas confesiones de fe se encuentra u n rasgo común: son u n ria muestra el paralelismo existente entre los intentos de centralización en la
medio de ayudar a expresarse al creyente que ora en comunidad (médium Iglesia y en el Imperio después del 313 por una parte, y por la otra, la cre-
fidei); en ella reconoce a sus hermanos en la fe y es asimismo reconocido ". ciente uniformidad del credo. A pesar de la intromisión política de los credos
Al principio no se hacía hincapié en el carácter doctrinal del credo y, por su- de diversos concilios (el de Efeso, convocado por Teodosio en 431, es uno de
puesto, no se insistía en absoluto en su aspecto jurídico; la confesión de fe los más sorprendentes en esta perspectiva) y de la integración del credo en el
tampoco pretende ser el objeto del acto de fe, sino que quiere apuntar a la Codex Justinianus, por ejemplo I5, en Oriente se mantiene aún la coexistencia
realidad a la que tiende el acto de fe: el Dios identificable por sus obras. de varios credos; en Oriente, el símbolo apostólico (siglo m ) , al que más tarde
se llamará romano, irá aumentando con el tiempo su carácter decisivo, no sólo
para la fe, sino también para la política imperial, lo cual fue gustosamente
2. DESARROLLO HISTÓRICO DE LOS CREDOS fomentado por Carlomagno. No es sino hasta el siglo v i cuando surge la leyen-
da de que el apostólico, dividido en doce partes, se remontaba a los doce
Se violentaría la realidad histórica si uno se empeñara en interpretar la apóstoles, cada uno de los cuales habría aportado un artículo por propia ins-
presencia, en la historia de la Iglesia, de credos y símbolos distintos en su piración. A medida que predomina la función jurídica y doctrinal del credo
formulación, a partir de una especie de credo original, imposible de recons- se ven con claridad lagunas dogmáticas: no todo lo que pertenece a la doctrina
truir, que estaría a la cabeza de toda una familia de símbolos que procederían oficial se encuentra en el apostólico; la evolución del dogma va a ir asumiendo
d e él. La historia de la joven Iglesia apunta más bien en dirección a la forma- progresivamente la función del credo; en los siglos x y xi aparece un primer
ción espontánea de una multitud de credos en las diversas Iglesias locales, estancamiento en el crecimiento del credo. Esta divergencia entre los dogmas
•entre los cuales en una familia aparecen rasgos de u n medio judío, mientras y el apostólico, desarrollada históricamente, es para la Reforma, desde sus

" K. Hruby, Eléments de spiritualité juive, en La mystique et les mysti-


tjues, Brujas-París, 1965, 159ss, y bibl., 255-256. " Cf. los textos de los distintos credos en A. Hahn, Bibliothek der Symbole
" H. Bardtke, Das Ich des Meisters in den Hodajoth von Qumran: «Wissen- und Glaubensregeln der alten Kirche, mit einem Anhang von A. Harnack,
schaftliche Zeitschrift Leipzig», 6 (1956-57), 93-104. Breslau, '1897; J. N. D. Kelly, Early Christian Creeds, Londres, '1960, y para
" J. Ratzinger, Einführung in das Christentum, p. 66: el símbolo (dos la Iglesia siria, R. H. Connolly, The Early Syriac Creeds: «Zeitschr. f. n. t.
piezas que podían encajarse entre sí de nuevo, de modo que formaran otra Wiss. und die Kunde der alteren Kirche», 7 (1906), 202-223.
vez el todo original) estaba ya en uso entre los antiguos, para reconocer a '* A. Ehrhardt, art. Justinian, I, en Religión in Gesch. und Gegenwart,
u n mensajero o a un huésped; una especie de pasaporte mediante el que se III, '1959, 1076-4077; A. J. Visser, loe. cit., y W. Maurer, art. Bekenntnis, Vil
•establecía la identidad de alguien. (rechtlich), en Religión in Gesch. und Gegenwart, I, "1959, 1003.
134 Secretariado General Agitación en torno a la confesión de fe 135

comienzos, una dificultad. El dogma de la justificación del pecador, núcleo das (comienzos de Faith and Order). Puede decirse que en los siglos x-xi se
inicial de la Reforma, no se encuentra en el apostólico. Lutero supo ver bien ! produce ya un primer calambre en el credo. Después de 1568, aparece la pará-
que el apostólico podía entenderse también desde la confesión del perdón de lisis permanente. Con relación a esta parálisis desarrollada históricamente se
los pecados como punto central, y que no era necesario dar cabida expresa- Mantea hoy, en la exigencia de una nueva formulación del credo, la cuestión
mente en el apostólico a su Anlkgen, históricamente condicionado, sobre la de saber si esta parálisis es curable y cómo. Tampoco en el creyente la creati-
justificación. En diversas ocasiones declaró que no quería discutir sobre el vidad es algo que aparezca por mandato 18 .
apostólico y su contenido: «Esta es mi Biblia..., no me dejo guiar por ninguna Podría pensarse que el descubrimiento de la historicidad del apostólico,
otra cosa» ". que siempre ha marcado la pauta, fue la causa de este acalambramiento. Pero
Para él, y esto parece importante en cuanto a la función del apostólico, se no Ihay nada de ello. Ya desde bastante temprano pudo observarse que la
trata de un texto de autoridad al que compara con el padrenuestro y que leyenda de los orígenes del apostólico con sus doce artículos era históricamente
recomienda rezar diariamente, en conexión con la función doxológica que insostenible. Y, no obstante, su autoridad siguió intacta". Sin extendernos
tiene el credo en la tradición ". Podría decirse que Lutero redescubre la fun- sobfe el particular, más bien deberían señalarse como causas de este estanca-
ción de confesión y la función doxológica del apostólico, e incluso las refuer- miento una concepción demasiado estrecha de la unidad de la fe y una con-
za mediante la creación de cánticos de fe; los aspectos doctrinales encuentran cepción demasiado estática y ontológica de la identidad de esta fe con la de
cabida en las reglas dogmáticas, tales como la Confesión de Augsburgo, etc., «nuestros padres». El mantenimiento jurídico de la fórmula lograda parece
que sólo a causa de su longitud no son utilizables litúrgicamente. En la con- ser Ja garantía de unidad y continuidad de la fe. De hecho, sin embargo, de
fesión de fe de Trento aparecen, junto a textos que revisten un carácter ex-
la historia de estos últimos cuatro siglos resulta evidente que la creatividad
presamente confesional, otros que son expresamente dogmáticos. El inconve-
de \i fe ha quedado paralizada. Esta falta de creatividad se acusa en el hecho de
niente de colocar este género doctrinal junto al género confesional es que los
haber quedado relegada la confesión a un lugar secundario en la Iglesia orante.
«interpretamenta» se convierten en «credenda». La explicación y el desarrollo
No es probablemente un paralelismo rebuscado el que se compare el impasse
doctrinal se convierten en objeto de fe. Esta íntelectualización de los símbolos
que atraviesa el credo actualmente con el impasse que sufre hoy la oración
y la introducción de terminologías teológicas perturbó el juego propio del
del breviario. La multiplicidad de breviarios fue suprimida por Trento, dando
lenguaje en la confesión original e hizo imposible la pacífica coexistencia de
credos en las distintas Iglesias: ahora un credo se opone a otro credo; el como motivo expreso «ad tollendam varietatem orationis». De resultas de ese
«frente» de la confesión ya no es la identidad del Dios vivo, sino el «ser breviario uniforme, la creatividad en este sector de la oración ha carecido de
distinto» de la otra profesión de fe o confesión. El resultado es que los credos oportunidades. Algo semejante se ha presentado con la fijación del credo uni-
ya no obran en el sentido de formar la comunidad, sino que adquieren una forme. El desarrollo excesivo de la función doctrinal y dogmática del credo
función de separación (schisma). \,2L prohibición por Trento y por el Catecis- ha dejado en la sombra a su función litúrgica y doxológica M . De esta manera,
mo romano de servirse de otras formas de confesión de fe que la aquilatada la renovación litúrgica y la introducción de la lengua vernácula han agudizado
por el Concilio de Trento, con sus términos contrarreformistas, significa el fin aún más los defectos del credo, largo tiempo encubiertos por el latín. Y esto
de un legítimo pluralismo de credos y también de un legítimo pluralismo de ca- no ocurre sólo en la Iglesia católica, sino también, en parte, en las Iglesias
tecismos. El catecismo uniforme va a presentar el carácter de medio de adoctri- protestantes 21 .
namiento. Este proceso significa, asimismo, el fin de un período de crecimiento
del lenguaje de la fe; la creatividad del creyente, que se crea en la confesión
un lenguaje propio, actualizando así constantemente la salvación, queda blo- " Cf. el número especial de «Parole et Mission», 47 (15 octubre 1969):
Malaises autour de la confession de foi, y sobre todo el artículo de O. Costa
queada. Esto se ve caracterizado por el cambio de terminología en el símbolo: de Beauregard Ma foi chrétienne en 1970.
el credo (creo) del apostólico y del Niceno e incluso del primitivo Constantino- " Cf. H. Dorries, Das Bekenntms in der Geschichte der Kirche, Gotinga,
politano, se convierte ahora en docemus-confiteri: enseñamos que debe confe- "1959. En Alemania se llegó en el siglo xix a la llamada «Apostolikumstreit»
sarse (en el sentido de manifestación). El símbolo no es ya signo de reconoci- (disputa del apostólico); cf. G. Hoffmann, art. Apostolikum, II, en Reí. in
Gesch. u. Gegenw., I, "1959, 515s
miento, sino un caso de prueba de la fidelidad (en forma extrema, en el " Cf. sobre la función del credo H. Dombois (canonista evangélico), Das
símbolo llamado juramento antimodernístico) de un grupo «de dentro» contra Recht der Gnade, Witten, "1969, 681ss, que atiende necesariamente al con-
un grupo «de fuera»; el carácter universal del credo ha desaparecido de hecho, texto del credo con la liturgia para prevenir la degeneración tanto del uno
lo cual es penosamente comprobado por los misioneros de las Iglesias separa- como de la otra (682). También W. Kasper, op. cit., 32s, acentúa la relación
entre liturgia y dogma en la Iglesia oriental.
" Las parroquias universitarias protestantes, por ejemplo, se ven obliga-
das a crear nuevos credos para sus oficios modernos, como en Bonn; pero
" Cf. WA 37, 55. también puede decirse lo mismo de los demás oficios para la juventud.
" Die Bekenntnisschriften der ev.-luth. Kirche (krit. Ausgabe), Gotinga, Cf. H. Keller, Bekenntnisbildung in der Gegenwart, en Bekenntnis in Be-
'1956, 521s. wegung, Gotinga, 1969, 167s.
2^6 Secretariado General Agitación en torno a la confesión de je 137

En las Iglesias protestantes este defecto salió a la luz mucho antes. En los prácticamente estudios sobre este aspecto del lenguaje cristiano 26 . Habla de
primeros intentos de Sbderblom, en los primeros intentos por lograr lo que anacronismo y de enfermedad de la facultad de hablar, pero deja entrever que
hoy ha llegado a ser el Consejo Mundial de las Iglesias, se intentó unir en l a / este lenguaje religioso gastado no está condenado a muerte sólo porque el
doctrina y en la confesión a las Iglesias protestantes contrapuestas, desde las mensaje evangélico no esté aún expresado en el «Weltgesprach». Menos alen-
extremadamente ortodoxas hasta las extremadamente liberales, sobre la bas^ tador, Robinson 27 ha sugerido que sobre determinados aspectos parciales de
de una especie de credo mínimo. Por medio de la reducción se quería llegar la confesión lo mejor que se puede hacer es callarse. En el conjunto del cris-
a un mínimo doctrinal. De hecho, esta tentativa fracasó22. / tianismo, ésta es una tarea imposible: hay fe cuando se habla con fe; hay con-
Quien compare estos trabajosos intentos de los comienzos del Conspjo fesión en la medida que se confiesa algo, por muy difícil que se haya vuelto
Mundial para llegar a un mínimo de doctrina común con el texto definitivo la acción de confesar en nuestros días. Un callar absoluto y creyente no existe,
de Upsala sobre «nuestra confesión comunitaria» 23 se extrañará de ver que y sería una traición al carácter de revelación del cristianismo. Todas las consi-
el carácter doctrinal de la confesión no se menciona en Upsala y sí, en cam- deraciones sobre una nueva confesión eventual deberán hacerse cargo de esta
bio, los resultados prácticos. Estos se resumen en cuatro características: que fundamental dificultad de la lengua religiosa si no se quiere caer en una
la confesión debe obrar algo en el mundo (carácter revolucionario); que1 ha maniobra acomodaticia de diletantes 2S . Hay que pensar que el lenguaje es un
de ser corporativa (ya no puede venir de una sola persona ni de una sola Igle- dato. El hombre no crea el lenguaje, ni tampoco el lenguaje de la confesión:
sia: ha de provenir de las World Confessional Families) 24 ; debe implicar siem- está atado al lenguaje en que ha confesado el cristianismo durante veinte siglos.
pre un carácter de respuesta, es decir, la confesión es posible sobre el fqhdo El hombre encuentra este lenguaje. Hay presente en él una realidad de la que
del hecho de que Dios se declara a los hombres (la propia confesión de Dios): no es dueño, que le obliga a confesar en este lenguaje algo más que la sola fe:
la historia por la que Dios se revela a los hombres ya no puede volverse al^ás; confiesa también una parte de cultura y, al margen, un poco de incredulidad
ya no puede ser una confesión que esté ante el mundo como si no fuera del y de superstición; esto no es grave, con tal que no se convierta en esclavo de
mundo: la confesión viene condicionada y exigida por el mundo. A primera ello. Acertadamente, el análisis del lenguaje nos hace atender al hecho de que
vista parece que todo lo anterior se encamina a un pragmatismo creyente, si no en cada formulación se dice y se descubre algo, pero que, al mismo tiempo,
a un cristianismo sociologizado: no importa lo que se confiesa con tal que se toda formulación oculta también mucho. Podría pensarse que un remedio a
confiese que algo se hace en el mundo. En realidad se trata sólo de una apa- este mal sería mantenerse fiel a una formulación, una vez lograda ésta. Se
riencia: también el Consejo Mundial está convencido de que no da lo mismo olvida, empero, que también el lenguaje está sometido a desgaste y debe ser
lo que se confiese; sólo que lo que se confiesa no puede ser únicamente una renovado para reencontrar su poder de decir 2 '. La cuestión es saber si ello es
repetición de lo que ya se ha dicho antes, puesto que esto tiene el peligro de posible en este momento. Resulta en cualquier caso sorprendente que en las
no ser ya comprendido cuando su lenguaje ha dejado de ser un bien común. regiones en que más se cultiva el análisis del lenguaje y el estructuralismo, en
Esta cuestión del lenguaje plantea un problema verdaderamente fundamen- los países anglosajones, en Alemania y, en menor medida, en Francia, las deman-
tal 2 5 . Theunis ha demostrado en un penetrante análisis que Europa va muy das de una formulación renovada de la confesión resuenan con la máxima in-
a la zaga de América en esta cuestión, y que en Europa occidental no existen sistencia 30. En la última parte de esta documentación veremos en qué medida
se está en vías de lograr algún resultado.

Considerando este trasfondo histórico, casi era de esperar que el credo que
Cf. para la historia del credo del Consejo Mundial de las Iglesias el papa proclamó como credo del pueblo de Dios el 30 de junio de 1968 no
R. Bultmann, Das christologische Bekenntnis des bkwmenischen Rates, en
Glauben und Verstehen, II, Tubinga, '1961, 246-261, y W. Theurer, Die trini- fuera recibido en todas partes con el mismo entusiasmo. Ha habido pocas re-
tarische Basis des okumenischen Rates der Kirchen, Bergen-Enkheim, 1967.
Cf. el discurso de R. Bertram, Unser gemeinsam.es Bekenntnis und seine
Konsequenzen für unsere Zeit: «Reden», 4, ókum. Rat der Kirchen 4. Voll-
versammlung, Uppsala, julio 1968, especialmente 9-18.
" En el Ausschuss-Dokument Nr. 1 von Glaube und Kirchenverfassung •* F. Theunis, Zur Sprache des Glaubens: «Weltgesprach», 7, con el título
del Consejo Mundial de las Iglesias, cuarta asamblea, Upsala, julio de 1968, de Sprache und Wahrheit, Zweite Folge, 1969, 16-31.
se destaca la importancia de las World Confessional Families. " J. A. T. Robinson, The new Reformation?, Londres, SCM-Press, y
No es posible en este resumen extendernos en los estudios de los ana- cf. J. Sperna Weiland, Orientatie, Baarn, 1966, 103s.
líticos del lenguaje, pero para el futuro puede esperarse de ellos una impor- " El libro de W. Huster Sinnvolles Glaubensbekenntnis heute, Laien-
tante aportación para el lenguaje cristiano de la confesión. Nos bastará con gedanken zu theologischen Fragen der Gegenwart (Experiment Christentum,
aludir a J. L. Austin, Philosophical Papers, Oxford, 1961; D. D. Evans, The 4), Munich, 1969, no nos ayuda a dar un solo paso.
Logic of Self-Involvement. A Philosophical Study of everyday Language with " Cf. el artículo de S. Ijsseling Gezag en vrijheid (Summary: Freedom and
special reference to the Christian Use of Language about God as Creator, Authority): «Tijdschrift voor Theol.», 9 (1969), 249-268.
Londres, 1963, y el artículo de J. Q. Ladriére en «Tijdschrift voor Filosofie», " Ya en 1967, Y. Congar, K. Rahner y E. Schillebeeckx, en una entrevista,
28 (1966), 3 : «Langage auto-implicatif et langage biblique selon Evans», habían contemplado la necesidad de una breve fórmula de fe. Cf. «Informa-
441-494. tions Catholiques Internationales», 290 (15 junio 1967), 16-19.
138 Secretariado General Agitación en torno a la confesión de fe 139

acciones oficiales31. Esto puede deberse al hecho de que u n mes después de socialmente privilegiado a otros movimientos: todo esto ha sacado a la luz del
este credo apareció la encíclica Humanae vitae, que desvió la atención de este día de manera desconsoladora la problemática largo tiempo encubierta en torno
problema urgente, pero no tan inmediato, el cual, por lo demás, fue presta- a la nueva formulación del credo. Tanto entre católicos como entre no católi-
mente silenciado. En la afirmación, convertida ya en lugar común, de que en cos se observa en esta problemática una polarización que lo hace todo aún más
nuestros días la fe ha perdido su condición de algo sobrentendido y evidente, difícil. Un polo está formado por la fuerte corriente que quiere mantener el
está implícita la afirmación de que tampoco se puede hablar de esta fe dándola carácter doctrinal del antiguo credo y emplear además éste como norma de
por supuesta. El credo del papa presupone aún este sobrentendimiento de la exclusión frente a otros cristianos. Este polo quiere reconocer la funcionalidad
fe. Es, tal como lo ha señalado Congar 32 , un credo retrospectivo. Quiere invo- del credo únicamente como frontera de la Iglesia institucional. Ejemplos de
car el rico pasado de la fe, que sigue estando presente en la Iglesia. Por razones esta corriente son, dentro de la Iglesia católica, entre otros: Movimiento por
que pueden apreciarse, el papa no se atreve a formular un credo prospectivo. el Papa y el Catolicismo, El Hombre Nuevo, Confrontación; del lado protes-
El credo de Pablo VI tiene valor como testimonio y como intento de trans- tante: Ningún Otro Evangelio, Cristianos Confesantes 35 . Estos acentúan uno
misión de un fervor personal; este valor habría sido más alto si la confesión de los polos: estabilidad del contenido doctrinal como verdad eterna, clara
se hubiera producido en colaboración con el episcopado mundial, de modo que delimitación de la Iglesia frente al mundo, de la Iglesia docente frente a la
pudiera destacarse para nuestro tiempo el sujeto de la confesión, la comunidad Iglesia discente.
de fe. El aspecto estático e histórico de este credo se hace más evidente gracias El otro polo está integrado por las corrientes que hacen hincapié en la
al hecho, que salta a la vista, de que el papa elige formulaciones de práctica- funcionalidad del credo para la práctica, dedican menos atención al contenido
mente todos los siglos del cristianismo, y formulaciones preferentemente doc- de la fe que al acto existencial de fe y tienden a la difuminación de las fronte-
trinales en vez de kerigmáticas. A algunos autores les ha llamado la atención ras entre la Iglesia y el mundo, entre el magisterio y los creyentes comunes.
que en esta confesión del papa estén puntualizadas todas las objeciones contra Ejemplos extremos de esta última polarización son las Underground Churches,
la formulación kerigmática del nuevo Catecismo holandés, el cual ha logrado, Catolicismo Crítico o Contradicción x. Los movimientos en torno a estos dos
sin embargo, crear u n lenguaje religioso propio de su tiempo 33 . Es evidente polos no son un fenómeno típicamente católico, sino que atraviesa todas las
que esta formulación se dirige contra una tendencia antimetafísica en la formu- Iglesias y se encuentran incluso en movimientos de alcance mundial como el
lación kerigmática y quiere subrayar la realidad ontológica de las verdades de marxismo. Tienen que ver con el nivel de toma de conciencia espiritual, con
fe expresadas en los artículos de fe 34 . la irrupción de una nueva fase cultural en la que el cristianismo debe funcio-
nalizarse de manera distinta y, tal vez inconscientemente, con el temor a las
pruebas a las que tiene que someterse al descubierto toda fe por parte de las
ciencias del hombre. K. Jaspers 37 afirmaba que las Iglesias, con sus confesiones
3. DESCRIPCIÓN Y LOCALIZACION DE LA PROBLEMÁTICA DE HOY
contrapuestas y encontradas, no estaban ya en condiciones de prestar al hombre
ningún servicio en el camino hacia la unificación, y planteaba como alternativa
La historicidad del credo, las concepciones sobre la naturaleza de la uni- lo que llamaba «fe filosófica», la cual debía asumir el cometido de las religiones
dad de la Iglesia, las dificultades propias de la época con las que, dentro de la reveladas 38 . Pero una filosofía única es una utopía tan grande como una sola
crisis general del lenguaje, tropieza el lenguaje religioso, las dificultades inhe- fe. Rahner, con otros muchos, ha señalado sobre este particular que la plura-
rentes a la confesión misma por el hecho de haber perdido el cristianismo su
condición de evidencia sobrentendida y de haber tenido que ceder su puesto

" Cf. los Boletines de este número: W. Dietzfelbinger, Movimientos res-


" J. Daniélou, La profession de foi de Paul VI: «Etudes» (noviembre tauradores en la Iglesia protestante de Alemania, y A. M. Allchin, El proble-
1968), 599-607; L. M. Armendáriz, Los enunciados de la fe (Cristianismo para ma de la «Ortodoxias. Panorama del mundo de habla inglesa, y U. Schwarz,
hoy): «Razón y Fe», 178, 846-847 (julio-agosto 1968), 23-40; G. Cardenal Garro- Wer is katholisch? Anmerkungen zu einer «Bewegung für Papst und Kirchev:
ne, La profession de foi de Paul VI (Introduction) (Col. Pour le Peuple de «Publik», 2, 25 (junio 1969), 24.
Dieu, 1), París, 1969. El comentario más completo que conocemos es de '* «Kritiseher Katholizismus» es un grupo reunido en torno a la publica-
C. Pozo, El credo del pueblo de Dios (Comentario teológico a la profesión de ción del mismo nombre en Alemania. Cf. también su libro Kritiseher Katholi-
S. S. Pablo VI), Madrid, BAC, 1968, 240 págs. zismus, Fiseherbuch, Francfort, 1968. En Holanda puede encontrarse un gru-
" Y. Congar discute el credo de Pablo VI en Au milieu des orages. po semejante en el «colectivo» que publica el periódico de reciente aparición
L'Eglise affronte aujourd'hui son avenir, Ed. du Cerf, París, 1969, 58-65. (Gooi en Sticht, Hilversum) «Tegenspraak».
" G. Zizola llama la atención sobre ello en su artículo Loin de toute " K. Jaspers, Philosophische Glaube, 1948.
«passion poun le changement et la nouveauté: «Inform. Cath. Intern.», 316 " Planteamientos semejantes ya habían sido formulados en el siglo xix
(15 julio 1968), 9-11. y principios del xx por H. Spencer, W. James y E. Durkheim. Cf. «Archives
" Cf. las discusiones críticas en Problemberichte zum Zeitgeschehen. de Sociologie des Religions», 27 (enero-junio 1969); los artículos de J. Seguy,
Bemühungen um eine nKurzformel» des Glaubens: «Herderkorrespondenz», 28-35; J. P. Deconchy, 51-70, y los textos de los autores mencionados, 37-50
23, 1 (enero 1969), 37s. y 73-77.
240 Secretariado General

lidad de las filosofías conduce al pensamiento creyente a una legítima pluri-


formidad ". A menudo, en medio de esta inquietud, se ha señalado la tranqui- 4. ¿CUALES SON LOS RESULTADOS?
lidad de las Iglesias ortodoxas, que, según se dice, nunca han tenido necesidad
de reforma y a las cuales aún les basta con sus antiguos credos. Esto parece No hay que responder a esta pregunta aludiendo a los escasos intentos de
estar cambiando en este momento, ya que el clero ortodoxo que comenzó sus lograr una formulación verdaderamente nueva del credo. Debe señalarse tam-
estudios en 1950 tiene sobre la solidaridad con el marxismo ideas distintas de bién el creciente consenso en relación con la necesidad de una renovación se-
las del clero de más edad y no tan bien formado, y sobre todo desde que en los mejante de la Kurzformel. Uno puede, por ejemplo, no sentirse satisfecho con
círculos universitarios se formula una pregunta renovada sobre el mensaje del la confesión de Pablo VI o del intento de Varillon K, pero no ha de olvidarse
evangelio <0 . que por medio de este intento se reconoce la necesidad de hecho de una nueva
La agitación en torno a la confesión atraviesa todas las Iglesias y todos los formulación.
países. Ciertamente, el problema es más urgente en los países anglosajones y Un segundo elemento, que es importante para responder lealmente a la
de la Europa occidental, pero también es conocido en países románicos como pregunta precedente, es el hecho de que hoy se es científicamente consciente
España e Italia, Argentina y México 41 . Está más vivo entre los jóvenes que en de los presupuestos que se exigen para lograr una nueva formulación. Estos
la vieja generación. Sobre todo, los jóvenes demuestran mayor sensibilidad para dos elementos, junto con las nuevas formulaciones de hecho de la fe, dan base
el margen de ideología que acompaña a toda confesión y para la manipulación para esperar que no nos hayamos metido en un callejón sin salida, por mucho
de las fórmulas confesionales como materia de enseñanza. La generación joven tiempo que deba pasar antes de que podamos poseer fórmulas mejores y más
ya no quiere confesar la fe de sus padres, sino su propia fe, como también lo manejables de la confesión de fe; aunque asimismo éstas, a su vez, serán una
hicieron sus padres. Quieren hacerse conscientes de lo que verdaderamente invitación a comenzar de nuevo, puesto que toda formulación será provisional.
creen K.
a) Consentimiento creciente sobre la necesidad de una fórmula breve
Dentro de este contexto es grande la tentación de prescindir completamen-
te de la confesión con contenido y limitarse a lo que se llama cristianismo E n las Iglesias de signo luterano este consenso es mayor que en las otras
práctico: los cuáqueros, por ejemplo, o el Ejército de Salvación. Los sociólogos Iglesias. Las Iglesias luteranas siempre han insistido más en su confesión que,
distinguen aquí entre confesión y confesionalidad *3. Aunque los cuáqueros no por ejemplo, las Iglesias reformadas. Estas últimas dejaron ya en el siglo xvi
tienen confesión (quizá porque tampoco tienen bautismo), poseen, sin embar- de reconocer oficialmente sus confesiones respectivas, lo cual implica una rela-
go, una confesionalidad: un conjunto de usos y prácticas como son, por ejem- tivización de las formulaciones escritas de la confesión. La cuestión se puso
plo, no tomar alcohol, etc., mediante las cuales son reconocibles en sus con- de actualidad en el período nazi en Alemania: para los cristianos resultaba evi-
vicciones por los demás. No se debe tampoco perder de vista que estas formas dente que frente a ese paganismo tenían que llegar a una nueva confesión. Bajo
aconfesionales de cristianismo viven, aunque inconsciente y antitéticamente, el vigoroso influjo de K. Barth, nació, en 1934, la llamada Declaración de
de la existencia de confesiones en las demás Iglesias '*. Barm, firmada por teólogos tanto luteranos como reformados o unificados. En
ella, la confesión de Jesucristo ocupaba la posición central, junto con el rechazo
de los cristianos alemanes y de los lemas paganos. También en Holanda se
encuentra algo semejante ,6 por la misma época en la Iglesia reformada holan-
" K. Rahner, Schisma in der katholischen Kirche: «Stimmen der Zeit», desa. Tras la segunda guerra mundial, la confesión de la Iglesia confesante se
94, 7 (julio 1969), 27s, y El •pluralismo en teología y la unidad de confesión" contaba entre los escritos confesionales de los reformados en Alemania. Las
en la Iglesia: «Concillum», 46 (1969), 427-449. Iglesias luteranas, sin embargo, siguen oponiéndose a ello. E n las misiones sí
*" Cf. la noticia en «Herderkorrespondenz», 23 (octubre 1969), 462-465: se ha logrado una confesión realmente nueva, cuya formulación por la Iglesia
Atheistische Propaganda und orthodoxe Erneueruna in der Sowjetunion.
" Para México, cf. M. de Certeau (Cuernavaca), Le Centre Interculturel luterana de Batak en 1952 es la más independiente 47.
et Mgr. Illich: «Etudes» (octubre 1969), 436-440.
" Véase H. Keller, loe. cit., 164. Cf. también los resultados de la encuesta
realizada en Francia entre los jóvenes por P. Villain, Les jeunes Frangais et
la foi: «Inform. Cath. Int.», 334 (15 abril 1969), 4-6. " F. Varillon, Un abrégé de la foi catholique: «Etudes» (1967); separata,
" Cf. N. Hasselmann, ükumene und Bekenntnis, en Bekenntnis in Be- París, 1967, 26 págs.
megung, op. cit., 113-116. Ecos de esta distinción se encuentran en la asam- " E. Wolf, Bekennende Kirche, en Die Relig. in Gesch. und Gegenw., I, 3,
blea del Consejo Mundial de las Iglesias, en el que no se contraponen las dis- Tubinga, 1957, 984-988. Para la Iglesia reformada holandesa, cf. Fundamenten
tintas confesiones, sino que se habla de familias confesionales. Cf. Ausschluss en Perspectieven van Belijden: «Documenten Ned. Hervormde Kerk» (1944-
Dokument I, Glaube und Kirchenverfassung, f. 9. 1955), 's Gravenhage, z. j . , 78-111, y en «Lebendiges Bekenntnis* mit einer
" Para el curioso apoyo buscado por los metodistas en los anglicanos y el Einfúhrung v. O. Weber, Neukirchen-Moers, '1959.
rechazo final de los metodistas por los anglicanos, cf. J. Coventry, Anglican- " J. Hermelink, Bekenntnis, VIII (in den jungen Kirchen), en Bel. i.
Methodist Vnity: «One in Christ», 4 (1969), 479-486. Gesch. u. Gegenw., I, '1959, 1008.
142 Secretariado General Agitación en torno a la confesión de fe 143

Para las Iglesias de signo pietista, la cuestión reviste menor importancia, formulación: debe aclarar la fe en una formulación que sea central y que esté
dado que la creatividad de una oración-confesión es mayor en ellas, y la validez llena de sentido para los creyentes y no ser comprensible sólo para teólogos;
universal en materia de doctrina no tiene ningún sentido para ellas. En parte, debe proteger al creyente contra todo tipo de superstición o de incredulidad
puede decirse lo mismo también de la «comprehensiveness» anglicana, que, no que proceda de la cultura en la que se sitúa el creyente; debe poder desem-
obstante, parece no haber sido suficiente para dejar entrar a los metodistas peñar una función litúrgica, y por ello ha de ser corta y convertible en oración.
en su familia confesional 4S el año pasado. Los aspectos jurídicos de la confe- Junto con Rahner 54 , Baum subraya la necesidad de que una confesión de
sión en el sentido de juramento se abolieron el año pasado en las Iglesias an- fe en nuestros días no empiece ex abrupto; debe volver a empezar, incluso en
glicanas. su preparación litúrgica en la celebración cultual, más allá de una confesión de
En la Iglesia católica, la necesidad se hace sentir al máximo entre los llama- fe expresada en una cultura o en u n período en los que, por ejemplo, revela-
dos grupos espontáneos y entre aquellos para quienes la liturgia es u n aconte- ción y Dios son realidades que se dan por supuestas; deberá mostrar cómo
cimiento. Para estos últimos, la predicación no alcanza ninguna solución, no actúa liberadoramente y cómo es saludable, sin que por ello pierda necesaria-
provoca ninguna adhesión, no formula ideología alguna ni planea ninguna es- mente su «carácter de escándalo».
trategia. No tiene ninguna fuerza de suyo, pero quiere liberar la fuerza en el Otros autores añaden que una nueva formulación ha de actuar en el sentido
oyente. Para ellos, el poder de predicar no está dado de antemano, sino que de una unificación de las Iglesias y no debe tender a producir cismas; que
tiene que aparecer cada vez en los acontecimientos concretos de los hombres debe presentar un carácter doxológico, ha de ser misionera y mostrar una evi-
entre sí; que puedan ellos llegar efectivamente a la fe y puedan obrar la justi- dente aplicabilidad catequética 5! . E n relación con esto, es significativo que el
cia: un acontecimiento de fe 4 '. También se siente esta necesidad en muchas nuevo Catecismo holandés, lo mismo que otros muchos nuevos catecismos en
Iglesias locales que dejaron prevalecer su creatividad y su inspiración por en- Europa y América S6 , se denomine catecismo para adultos. Esto presupone que
cima de una unidad centralista. Desde la declaración de principios del Vatica- las confesiones de fe han de adaptarse a las necesidades de edad, que no tienen
no I I sobre la colegialidad de los obispos con el portador de la dignidad de ninguna pretensión de absolutez y que son provisionales. Una nueva formula-
Pedro, sigue desplazándose el acento hacia la importancia de las Iglesias loca- ción deberá tener en cuenta que un lenguaje de confesión presupone un juego
les y, consiguientemente, también el convencimiento de que es necesaria una lingüístico propio; no es un lenguaje informativo, sino efecruativo (performa-
nueva formulación del «centro de la fe» para estas Iglesias locales. Que, a pro- tief); esto amplía sus posibilidades de ser asimilado y evita la acusación de
pósito de esto, la cuestión de saber qué es lo que se debe retener cueste lo herejía contra aquellos que sólo puedan identificarse parcialmente con esta
que cueste también se ha vuelto más urgente entre los espíritus reflexivos es confesión ejemplar 57 .
algo que no necesita demostración; se encuentra incluso en un filósofo como Esto último nos lleva a una dificultad que ya ha sido frecuentemente seña-
P. Ricoeur 5°. En este sentido también la confesión de fe de Pablo VI puede lada por J. B. Metz: la dificultad de una confesión que sea actual a menudo
considerarse como una confirmación de la necesidad de llegar a una nueva lleva al hombre a una formulación demasiado unilateral de lo que se confiesa.
formulación; por lo demás, lo demuestra el propio papa en su discurso intro- Pero hay aún una dificultad mayor: el acto de fe, que implica siempre un
ductorio cuando dice que su confesión de fe «es principalmente una repetición «recuerdo», se ha vuelto más difícil para el hombre contemporáneo, puesto
de la formulación que forma parte de la tradición inmortal de la santa Iglesia que vive en una sociedad que carece de historia (geschichtlos) y de recuerdos
de Dios», pero «a la que se han añadido algunas aclaraciones requeridas por (erinnerungslos). La confesión es, sin embargo, un «recuerdo» que se inserta
las exigencias de nuestra época» 51 . en una historia. Si quiere tener alguna efectividad en esa sociedad, no podrá

b) Lo que se exige para una nueva confesión de je fiamos en él. 4) El nos llama a su Iglesia: para celebrar su presencia, para
amar y servir a los demás, para buscar la justicia y resistir al mal. 5) Pro-
Con ocasión de una nueva formulación del credo por la United Church of clamamos su reino. 6) En la vida, en la muerte, en la vida después de la
Canadá a , G. Baum 53 ha descrito a grandes rasgos las exigencias de una nueva muerte, él está con nosotros. 7) No estamos solos; creemos en Dios.
" G. Baum, A New Creed: «The Ecumenist», 6, 5 (1968), 164-167.
" La necesidad de una «fórmula breve» de la fe cristiana: «Concilium», 23
(1967), 450-465, aunque Rahner no menciona el problema de una nueva for-
" Cf. nota 44. mulación.
" H. Oosterhuis, In het voorbijgaan, Utrecht, 1968, contiene textos; " Bewaltigen wir die gegenwártige Glaubenkrise?: «Herderkorrespon-
cf. Baumgartner, op. cit. denz», 25, 2 (febrero 1969), 49-53; Bemühungen um ein Kurzformel: «Herder-
" De l'interprétation, París, 1965, 37, 504, 509. korrespondenz», 25, 1 (enero 1969), 32-38.
" «L'Oss. Rom.», 1-2 julio 1968, p. 1. '* Sobre esto se informa ampliamente en el número 53 (Pastoral) de CON-
" A título de ejemplo, he aqui esta nueva formulación: 1) El hombre no CILIUM (1970) por B. Collins, F. Blachniki, O. O'Forman, W. Bless y L. della
está solo, vive en el mundo de Dios. 2) Creemos en Dios: que ha creado y Torre.
está creando, que vino en el verdadero hombre, Jesús, para reconciliar y re- 17
K. Rahner, Schisma in der katholischen Kirche: «Stimmen der Zeus,
novar, que obra dentro de nosotros y entre nosotros por su Espíritu. 3) Con- 94, 7 (julio 1969), 20-33.
144 Secretariado General Agitación en torno a la confesión de fe 145
ser un recuerdo que sólo transmite los resultados de un pasado dorado: habrá bre. El estilo del libro nunca nos permite olvidar que el apostólico, desde la
de ser un recuerdo «peligroso», consciente de que el pasado ha dejado muchas Antigüedad, ha sido, junto con el padrenuestro, la oración más a mano. En las
tareas sin acabar, ha resuelto mal muchos problemas y ha encubierto muchas recensiones62 se señala que este libro no es propiamente teología, sino más
cuestiones. Si una religión histórica como el cristianismo sólo transmite el pa- bien meditación. La cuestión consiste precisamente en saber si no es éste el
sado como un pasado feliz, en fórmulas de institución, daría por lo menos la camino para llegar a una nueva formulación de la confesión del apostólico en
impresión de que se ha terminado con Jesús de Nazaret. El carácter provisio- nuestros días. Esta obra aparece como un paso en el necesario proceso de toma
nal del cristianismo debe llamar siempre la atención de los que son sus confe- de conciencia, que hace más cercana la posibilidad de una nueva fórmula crea-
sores sobre el hecho de que aún están abiertas las cuentas para el futuro y tiva. Como ligero reproche, Ratzinger añade también que ha esquivado el prin-
que el Evangelio lleva consigo misiones que son peligrosas tanto para la con- cipio de verificación reduciendo la cuestión de la verdad al amor, y que de
dición de evidencia autosuficiente de la sociedad como para la de la Iglesia; este modo ha convertido la ciencia teológica en una confesión personalmente
por tanto, debe formularse de nuevo una y otra vez, puesto que debe ser algo comprometida63. Pero la intención de Ratzinger no es precisamente mantener
más que la paráfrasis simbólica de la conciencia contemporánea, frente a la siempre la prioridad de la fe sobre la teología y sondear en busca de posibi-
cual debe llevar a cabo una función crítica de la sociedad, que sólo puede lidades de creer. Se trata, sin embargo, de una forma de respeto por la auto-
desempeñarse desde la fe cristiana B . ridad del apostólico muy propia de nuestra época. Sería desconocer el carácter
Dombois59 señala aún otra condición que deberá cumplir una confesión de de confesión del credo el querer encontrar únicamente en él la esencia del
fe incluso en su nueva formulación: su carácter jurídico. El derecho eclesiástico cristianismo.
debe encaminarse siempre a la confesión. El sujeto de la confesión no es, sin Junto a la realización de una nueva formulación de la confesión está el
embargo, un individuo o una comunidad particular. El sujeto de la confesión triple intento por parte de Rahner de lograr una fórmula breve (Kurzformel)
es sólo el concilio ecuménico en cuanto representante de la verdadera univer- para nuestra época H. Su gran mérito reside en el hecho de recorrer el espacio
salidad de esta Iglesia; el carácter jurídico de la Iglesia se mantiene o desapa- que se antepone en estos días como una antesala oscura de la confesión propia-
rece según la validez de su confesión. mente dicha. Si se establecen distinciones entre las fórmulas breves según el
Un último presupuesto para una nueva formulación eventual nos lo brinda nivel de aquellos a quienes va dirigida, entonces los intentos de Rahner son
el Vaticano II cuando habla de la hierarchia verítatum m. El valor supremo ha adecuados para los especialistas en filosofía y teología. En todo caso, se ha
de atribuirse a la confesión, ya que está íntimamente ligada al kerigma propia- hecho aquí una labor de adelantado que crea las posibilidades de lograr una
mente dicho, centro del evangelio. La nueva formulación del núcleo de la fe formulación que pueda desempeñar también una función litúrgica.
no puede consistir ya en la adición de verdades al apostólico, sino en una re- Además de las ya conocidas formulaciones de un credo renovado65, la obra
ducción más consciente al símbolo de los apóstoles, en una concentración al de Baumgartner ofrece un ensayo y una documentación sobre las confesiones
centro del evangelio. de fe litúrgicamente funcionales6S.
La cosecha es, ciertamente, más rica en las Iglesias luteranas de Alemania.
La conferencia episcopal de Velkd se ocupó desde el 30 de septiembre hasta
c) Los resultados el 4 de octubre de 1969 " de esta cuestión. Sus hallazgos pueden resumirse
como sigue. A lo largo de la historia ha habido siempre diferencias en la ma-
Esta última observación es sumamente adecuada para llamar optimista al nera de confesar a Jesús; la confesión debe renovarse constantemente y expre-
resultado de lo que a primera vista no parece ser una nueva formulación del sarse en nuevas formulaciones. En la multiplicidad de la confesión, la unidad
apostólico, sino sólo un comentario ". El libro de Ratzinger reduce el apostó-
lico al centro del evangelio sin alejarse del sentimiento vivo de nuestros días. •* H. Mynarek, Das Wesen des Christlichen- «Théol. Revue», 65, 3 (1969),
Lo hace de una manera que descubre una nueva posibilidad del ser del hom- 177-182.
" W. Kasper, loe. cit., 182-188.
•' «Geist und Leben», 38 (1965), 374-379; «Concilium», loe. cit.; Schriften
zur Theologie, VIII, 159-164; Handbuch der Pastoraltheol., III, 518ss.
" Sinn von Bekenntnisformeln' «Frankf. Allg. Zeitung», 214 (16 septiem- " Entre otros, L'espérance qui est en nous, Roma, 1967, 38 págs.;
bre 1969), 21. F. Boerwinkel, Voorlopig Credo, Odijk, s. f.; E. Cardinal, Protest achter
" H. Dombois, op. cit., 695-699. prikkeldraad, Amsterdam, 1968; Hamburgse versie van het Apostolicum, etc.
" U. Valeske, Hierarchia Verítatum, Munich, 1968; F. Haarsma, De leer " J. Baumgartner, Neubesinnung auf das Credo in der Messe: «Liturgi-
van de Kerk en het geloof van haar leden, Utrecht, 1968; comentario y biblio- sches Jahrbuch», 19, 2 (1969), 91-112.
grafía sobre esta expresión en Lex. f. Theol. u. Kirche (Supl.), II, Friburgo " W. Tannert, Bekenntnis und Kirchengemeinschaft: «Lutherische Mo-
de Br., 1967, 29, 38, 88ss. natshefte», 8, 8 (1969), 393-397; cf. «Herderkorrespondenz», 23, 9 (1969),
" J. Ratzinger, Einführung in das Christentum - Vorlesungen uber das 402-403; Bekenntnis in Bewegung - Ein Informations- und Diskussionsbuch,
Apostolische Glaubensbekenntnis, Munich, 1968. Gotinga, 1969.
10
146 Secretariado General

se configura mediante la confesión de los hechos salvíficos de Dios. Los credos


históricos no pueden descuidarse, aunque la mera recitación y repetición de las
antiguas confesiones de fe no basta y lleva a una falsa seguridad. Las nuevas
formulaciones siguen siendo empresa arriesgada, pero es preciso correr el
riesgo.
Unas reflexiones de Schrber68 y de algunos autores afines parten de la
experiencia y subrayan principalmente la necesidad de una nueva fórmula de
confesión. Puesto que la «comunicación de las conciencias» es la meta de toda
ética, una nueva formulación del apostólico deberá acrecentar mediante la con-
fesión las posibilidades de comunicación. Por su posición entre el dogma y el COLABORADORES DE ESTE NUMERO
kerigma, entre la cristología y la antropología, entre la ontología y la persona-
lidad, la confesión posee posibilidades propias para ello. Evidentemente, el
acento se desplaza aquí en dirección a la ética, así como en las publicaciones MYLES M. BOURKE
católicas se desplaza el acento de la ortodoxia a la ortopraxis ". En una reseña
de nuevas fórmulas de confesión observa Keller™ que ni una sola de ellas Nació el 30 de enero de 1917 en Nueva York (Estados Unidos) y fue orde-
tiende un puente al mundo de la técnica y de las ciencias naturales. nado sacerdote en 1942. Estudió en la Universidad Católica de América (Wash-
Podrá decirse que la cosecha es escasa, pero en todo caso queda como ga- ington) y en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Licenciado en Sagrada
nancia el que se hayan abierto nuevos caminos para la confesión de la fe, ca- Escritura y doctor en teología (1947), es profesor de Nuevo Testamento en el
minos por los que las generaciones venideras deben avanzar más para cumplir St. Joseph's Seminary (Yonkers, Nueva York) y profesor adjunto de Sagrada
una misión que los cristianos no hemos hecho más que empezar. Saber esto Escritura en la Fordham University (Nueva York). Entre sus publicaciones
y aplicarse seriamente a esta tarea, dice Theunis ", es ya una esperanzadora podemos citar The Meaning of the Ñame Yahweh (Significado del nombre de
presencia de la fe. Yahvé), en The Bridge, vol. III, Nueva York, 1958. También ha publicado
diversos artículos sobre el Nuevo Testamento.

ANTONIUS BREKELMANS MSF

Nació el 16 de diciembre de 1930 en Udenhout (Holanda) y fue ordenado


sacerdote en 1958. Estudió en la Universidad Gregoriana (Roma) y es doctor
en historia de la Iglesia. Explica historia de la Iglesia en la Escuela Superior
de Teología de Tilburg (Holanda). Ha publicado Martyrerkranz. Bine symbol-
geschichtliche Untersuchung im frühchristlichett Schrifttum (Corona de márti-
res. Investigación histórico-simbólica en los escritos del cristiano primitivo),
Roma, 1965.
ENGELBERT GUTWENGER SJ

Nació el 6 de junio de 1905 en Essen (Alemania) y fue ordenado sacerdote


en 1936. Estudió en Pullach (Alemania) y en la Universidad de Innsbruck
(Austria). Doctor en teología (1938) y en filosofía (1950), es profesor de teo-
logía fundamental en la Universidad de Innsbruck, de la que fue rector de
1961 a 1962. Es autor de Bewusstsein und Wissen Christi (Conciencia y cono-
" H. Schroer, Auf der Suche nach einer neuen dogmatischen Bekenntnis- cimiento de Cristo), 1960, y de Wertphilosophie (Filosofía de los valores),
konzeption, en Bekenntnis m Bewegung, 79->lll. 1952. Colabora en «Zeitschrift für katholische Theologie».
" E. Schillebeeckx, «Het rechte geloofn - Zijn onzekerheden en zijn entera
«Tijdschrift voor Theol », 2 (1969), 125-148.
" H. Keller, Bekenntnisblldung m der Gegenwart, 174ss.
" Sprache und Wahrheit (Weltgesprách, 7), Basllea, 1969, 31.
JEAN-PIERRE JOSSUA OP
WOLFGANG DIETZFELBINGER

Nació el 24 de septiembre de 1930 en Boulogne-sur-Seine (Francia) y fue Nació el 12 de marzo de 1936 en Würzburg (Alemania) y fue ordenado en
ordenado sacerdote en 1962. Estudió en la Facultad de Medicina de París, en la Iglesia luterana evangélica en 1961. Estudió en las Universidades de Mu-
las Facultades de Teología de Le Saulchoir y en la Universidad de Estrasbur- nich, Heidelberg, Erlangen y Roma. Doctor en teología, es pastor en Erben-
go. Doctor en teología (1968), es profesor de dogmática en las Facultades de dorf (Alemania). Ha publicado Die Grenzen der Kirche nach romisch-kathóli-
Le Saulchoir desde 1965 y rector de las mismas desde 1968. Entre sus publi- scher Lehre (Las fronteras de la Iglesia según la doctrina católica), Gotinga,
caciones destacan Le salut. Incarnation ou mystére pascal?, París, 1968, y 1962. Ha colaborado en Die Autoritat der Freiheit, 2 vols., Munich, 1967.
Christianisme de masse ou d'élite, París, 1967.

ARTHUR M. ALLCHIN
BERNARD-DOMINIQUE DUPUY OP

Nació el 20 de abril de 1930 en Londres (Inglaterra) y fue ordenado en la


Nació el 21 de agosto de 1925 en París y fue ordenado sacerdote en 1955. Iglesia anglicana. Estudió en la Christ Church y en el Cuddeston College de
Estudió en la Escuela Politécnica de París y en las Facultades de Teología Oxford. Licenciado en filosofía (1955), es actualmente bibliotecario en Pusey
de Le Saulchoir. Licenciado en teología, es gerente de la revista «Istina» (Pa- House (Oxford). Es autor de The Silent Rebellion: Anglican Religious Com-
rís). Ha escrito numerosos artículos sobre el episcopado, el magisterio, el lai- munities 1845-1900 (La rebelión silenciosa: Comunidades religiosas anglicanas
cado y la obra de Newman. de 1845 a 1900), 1958, y colabora en la obra Newman, a Portrait Restored
(Newman, Restauración de un retrato), 1965. Ha escrito varias colaboraciones
para «Irénikon» y «Journal of Ecumenical Studies».
MICHEL DE CERTEAU SJ

Nació el 17 de mayo de 1925 en Chambéry (Francia) y fue ordenado sacer- MORRIS WEST
dote en 1956. Estudió en la Universidad de Grenoble, en las Facultades Ca-
tólicas de Lyon, en la Sorbona y en la Escuela de Estudios Superiores de Nació el 26 de abril de 1916 en Melbourne (Australia). Profesa la fe cristia-
París. Es licenciado en filosofía y teología, y doctor en ciencias de la religión na. Tras haber enseñado lenguas modernas en New South Wales, pasó a ser
(1960). Actualmente dirige la revista «Christus». También es subdirector de secretario del primer ministro de Australia. Actualmente es novelista. Destaca
«Recherches de Science Religieuse», miembro del consejo de redacción de entre su producción The Devils Advócate (El abogado del diablo), Nueva
«Etudes» y director de seminario en la Facultad de Teología de París. Entre York, 1960; The Shoes of the Fisherman (Las sandalias del pescador), Nueva
otras obras, ha publicado Le Guide spiriluel de J.-J. Surin, 1963; La corres- York, 1963, y The Ambassador (El embajador), Nueva York, 1965. Es miem-
póndase de ].-]. Surin, 1966, y Entretiens sur Henri Brémond (en colabora- bro del Royal Society Literary Club of South Pacific.
ción), París, 1967.

CARLOS-JOSAPHAT PINTO DE OLIVEIRA OP


i
1
Nació el 4 de noviembre de 1922 en Abaeté (Brasil) y fue ordenado sacer-
dote en 1945. Estudió en el Seminario Mayor de Petrópolis (Brasil) y en el
Estudio Dominicano de la Provincia de Toulouse (Francia), así como en las
Facultades de Teología de Le Saulchoir. Entre sus obras podemos citar Infor-
mation et propagande. Responsabilités chrétiennes, París, 1968, y Evangelho
e revdlucao social, 1963.

S-ar putea să vă placă și