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Su figura está por encima de los demás personajes. Esto se debe en gran parte a la
técnica del «retrato paradojal», un método que Salustio usa para tratar y describir
personalidades combatidas por grandes pasiones, en las que se unen grandes vicios con
virtudes excepcionales.
Lucio Catilina, de noble estirpe, tuvo un ingenio vivaz y un cuerpo vigoroso, pero era de ánimo
perverso y depravado. Desde niño le resultaron atractivos los desórdenes, las violencias, los robos,
la discordia civil y desde su juventud ejercitó tales cosas.20
Durante la batalla, Catilina murió, pero fue una muerte honrosa, digna de un héroe
épico. El historiador Lucio Anneo Floro (del siglo I d. C.) afirmó en una epítome:
Fue una muerte hermosísima, ¡si al menos hubiese sido por la patria! 23
Por lo demás, las convicciones de Catilina, según cuanto refiere en sus discursos,
no se separaban mucho de las de Salustio. La diferencia sustancial era que el
historiador, dado su pasado y su condición social, no habría apoyado jamás una solución
distinta de la moderada y respetuosa legalidad en relación con la clase senatorial.24
Papel de César[editar]
Un papel particular dentro de la historia está reservado a la figura de César. En
efecto, según los historiadores modernos es muy verosímil, aunque no se diga
abiertamente en el curso de la obra, que el futuro dictador de Roma, hubiera puesto
más de una esperanza en el éxito de la conspiración catilinaria, como ya había hecho
en la primera conjuración aun cuando jamás se menciona su nombre. Entre los principales
objetivos de Salustio, cesariano convencido, está el de limpiar la fama de César de
cualquier sospecha. Por ese motivo habría tratado de las motivaciones morales o
generales de la conspiración sin entrar en las políticas o económicas.11
Estilo de la obra[editar]
- la esencialidad expresiva,
- la omisión de conjunciones,
- la elisión de verbos auxiliares (con un uso rítmico y continuo del modo infinitivo
narrativo y del quiasmo): se evitan las estructuras balanceadas y las cláusulas rítmicas
del discurso oratorio. De Catón toma el modo solemne, la actitud moralizante, la lengua a
veces severa y a veces popular, austera: el período esencial y enriquecido por
arcaísmos39 que exaltan las frecuentes aliteraciones y asíndeton.