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INTRODUCCIÓN

El hablar de nulidad del acto o el negocio jurídico, no estamos refiriendo a una figura
sumamente importante, y no porque esta tenga algo extraordinario en comparación a otra
figura del Derecho, sino porque es una figura que particularmente, tiene bastante incidencia
en el ordenamiento jurídico de nuestro país.
Bien en esta parte del trabajo que específicamente se trata de la nulidad y anulabilidad del
acto jurídico, nos centraremos en hablar de los puntos mencionados, dentro de ellos
puntualizaremos conceptos de la nulidad y anulabilidad del acto jurídico, Tipos de nulidad
y anulabilidad, también cual es la evolución histórica, ya que cada uno viene de algún lado,
así mismo las diferencias de estos, seguido de ello nos centraremos en hacer una diferencia
de cada uno de ellos, se desarrollaras también cuales son las características que presentan,
las causales, los tipos ya que cada uno tiene diferentes tipos. Así mismo mencionaremos
sobre el plazo de prescripción en una es diferente a la otra, en tanto la prescripción de la
nulidad es 10 años, a diferencia de la anulabilidad, según el inciso 3 del artículo 2001 del
Código Civil de 1984 es 3 años de haberse tomado conocimiento de la existencia del acto
jurídico Es posible mencionar acerca de la conversión del acto jurídico nulo, ya que el código
civil peruano regula solo algunos casos de conversión legal.
Cabe decir, la presencia de esta figura dentro de nuestro sistema, radica también en que
es claramente necesario que exista en nuestro ordenamiento legal vigente, un medio que
permita que en caso un acto o negocio jurídico mal formado, produzca los efectos jurídicos
para los que estaba destinado su cometido. Es esta reacción del ordenamiento legal
vigente, la que termina por finiquitar los efectos del acto nulo, y en tutela de los intereses
de la ciudadanía. Con la nulidad, se habla de una inconveniencia en que sucedan los
efectos jurídicos de determinado acto, dado que estos vulnerarían el orden jurídico
existente. Ciertamente, atendiendo a la voluntad de las partes, es común cuestionarse el
por qué, algo que había sido acordado, puede simplemente dejar de tener o producir sus
efectos. En el caso nuestro, está establecida la denominación de nulidad y la de
anulabilidad, dependiendo del grado de afectación en su estructura o con posterioridad a la
celebración del acto. Así mismo, el estudio de esta figura en el Perú, es relativamente más
sencilla, dado que se encuentra expresamente en el Código Civil.

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1. ANÁLISIS DE LAS CARACTERISTICAS
Ahora bien, empezaremos hablando sobre algunos doctrinarios que han desarrollado el
tema de nulidad y anulabilidad del acto jurídico. El acto jurídico es eficaz cuando produce
los efectos que le son propios, tales efectos son los contemplados en el ordenamiento
jurídico los queridos por la ley. si el acto jurídico no produce sus efectos normales es
llamado ineficaz, el acto jurídico valido es aquel que cuenta con todos los requisitos que
establece la ley, además de los voluntariamente añadidos por las partes que lo celebran.
Siempre que los requisitos carezcan de vicios que los afecte, caso contrario deviene en
invalido. Así los actos nulos son aquellos que carecen de efectos. Al adolecer el acto jurídico
de la falta de un elemento sustancial o por la existencia de un vicio al momento de su
celebración, significa que la nulidad solo se produce por una causa originaria, congénita,
originaria, consustancial al acto, como es la violación de una norma imperativa, falta de un
requisito de validez, o la existencia de vicios de la voluntad.
El código civil peruano de 1984 en su artículo 140 así como lo define al acto jurídico, indica
que para su validez se requiere: agente capaz, objeto física y jurídicamente posible, fin
licito, observancia de la forma prescrita bajo sanción de nulidad (Grecia, 2009).
Se entiende por negocio jurídico nulo aquel al que le falte un elemento, un presupuesto, o
un requisito, o sea contrario a las leyes que interesan al orden público o a las buenas
costumbres, o cuando infrinja una norma imperativa. Las causales de nulidad del acto
jurídico, dentro del Código Civil Peruano, están contempladas en su artículo 219.
Según Vidal Ramírez nos enseña que la nulidad viene a ser una sanción legal, la misma
sanción civil, cuando el acto jurídico se celebra sin sus requisitos de validez, o cuando se
celebra con perturbaciones o distorsiones, puesto que lo priva de su existencia, validez y
eficacia. Respecto de la nulidad del acto jurídico debemos señalar que en nuestro Código
Civil vigente se ha efectuado una distinción al tratar el tema, así tenemos que un acto
jurídico puede ser nulo o anulable, siendo que esta distinción tiene como principal sustento
en que la nulidad absoluta se funda en la tutela de interés público, mientras que la relativa
en la tutela del interés privado.
Esta distinción según lo señalado por Lizardo Taboada Córdova, da origen a que la acción
para solicitar la nulidad de un negocio jurídico pueda ser interpuesta no solo por cualquiera
de las partes que lo han celebrado, sino también por cualquier tercero, cabe decir “siempre
que acredite legítimo interés económico y moral”, o por el ministerio público. Incluso el juez
puede declarar de oficio una nulidad cuando la misma resulte manifiesta. Cabe señalar, que
la nulidad opera de pleno derecho, siendo, la sentencia que declare judicialmente la nulidad

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de un acto afectado por causal de nulidad, meramente declarativa, al limitarse a constatar
que se presentó y opero la causal de nulidad, y que el negocio jurídico nació muerto sin
producir ninguno de sus efectos jurídicos.
Pues bien, respecto lo explicado por Vidal Ramírez “el sentido de la nulidad que resulte
manifiesta se orienta a dos significados, el primero, en su significado semántico, cuando
se presenta al descubierto, de manera clara y patente, frente a la cual el órgano
jurisdiccional fácilmente se percata de ella y la declara, como cuando se trata de una
donación de inmueble en documento privado. El segundo significado no radica en
lo manifiesto de la nulidad, sino que esta se encuentra encubierta, pero luego resulta
manifiesta, como cuando se celebra un contrato con una finalidad ilícita que no ha sido
expresada, ya que, en tal caso, si una de las partes recurre al órgano jurisdiccional para
alcanzar la pretensión a la que se siente con derecho, el juzgador podrá evaluar la finalidad
del contrato y declararlo nulo, aun cuando su invalidez, no sea precisamente, la materia de
la controversia.
Siguiendo con los doctrinarios, según Renato Scognamiglio, manifiesta que existe una
divergencia entre el derecho positivo y la doctrina tradicional, acerca de la coherencia y
fundamentación de las normas sobre el régimen de los actos. Así mismo sostiene que el
acto jurídico puede ser disconforme o contrario a las disposiciones que lo regulan, y que
esta antijuricidad propia de lugar justamente a su invalidez. Todo acto jurídico que sea
contrario al derecho, se considera un acto defectuoso (ilícito) ya que es desconforme
respecto de las normas jurídicas.
Por su parte, Lizardo Taboada en su estudio de la nulidad, se enfoca en desarrollar
aspectos importantes entre nulidad y anulabilidad, por ejemplo; establecer las similitudes
entre nulidad y anulabilidad, diferencias entre ambas figuras, la figura de la confirmación,
plazo rescriptorio, la retroactividad de la sentencia declarada. (Ninamancco, pág. 3-6).
En sentido semejante, Espinoza Espinoza afirma: al referirse a la nulidad, se ha esgrimido
el aforismo romano “quod nullum est, nullum producit efectum”. Sin embargo, este criterio
no se aplica siempre. Con razón se ha afirmado (cita a León Barandiarán) que esta regla
no tiene una aplicación inflexible. El autor nos esclarece su posición de esta manera: Ante
la celebración de un acto nulo, caben tres posibilidades: a). Que las partes no se exijan
entre sí el cumplimiento del acto (hecho que no produce efectos jurídicos), b). Que una de
las partes haya cumplido con realizar lo acordado en el acto afectado de nulidad y la otra
no (frente a lo cual, la parte afectada puede, o no, reclamar lo que le corresponde), y c).
Que ambas partes hayan cumplido con ejecutar el acto afectado de nulidad. El hecho de

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que el acto jurídico afectado de nulidad no produzca efectos jurídicos depende, inicialmente,
de las partes. Si es que existe discusión respecto de la producción o no de dichos efectos,
interviene el juez, declarando dicha nulidad. La resolución judicial de la nulidad tienes
efectos retroactivos a la fecha de celebración del acto, se puede decir reflejaba una idea de
nulidad que se identificada con la inexistencia. Por ello, el acto jurídico afectado de nulidad
produce efectos jurídicos precarios y dejará de hacerlo cuando haya una sentencia que lo
declare como tal. Cosa que también pareciera hacer Lohmann en su libro, pero que
expresamente rechaza después en su artículo, al resaltar que las partes nada pueden hacer
en relación a los estados de invalidez y nulidad del negocio que celebren (Ninamancco,
pág. 6-9).
Por otra parte, en sentido análogo, Aníbal Torres Vásquez afirma que el acto que adolece
de nulidad absoluta lo es ipso iure, de pleno derecho, no es necesario de sentencia judicial
que lo declare. Para evitar incertidumbres o cuando una de las partes amenaza con exigir
o exige el cumplimiento de prestaciones en base al acto nulo, o cuando este perjudica el
derecho de terceros, se puede solicitar que judicialmente se declare la nulidad. No obstante,
el autor precisa que hay actos nulos que producen efectos. Así tenemos un ejemplo el
contrato nulo produce efectos cuando la prestación ejecutada no puede ser restituida, ya
sea porque ha prescrito la acción de restitución o debido a la naturaleza de la prestación,
como es el caso del contrato de arrendamiento nulo, en el que no es posible la devolución
del uso del bien por el tiempo que antecede a la declaración de nulidad. Siguiendo a una
doctrina italiana, el profesor Torres señala que no es viable dar una definición general de
nulidad, sino diciendo que nulo es aquel acto que produce efectos diversos respecto del
acto válido y que, en particular, obliga a restituir las prestaciones (Ninamancco).

2. NULIDAD DEL ACTO JURÍDICO


Al hablar de nulidad en el Derecho es común encontrar distintas formas en las que sistemas
y autores se refieren a este, así, por ejemplo; se conoce a la nulidad como aquella causal
por la cual un acto jurídico deja de tener validez, en este sentido se tiene lo dicho por Stolfi
sobre la nulidad:

Es nulo el negocio al que le falte un requisito esencial, o bien sea contrario


al orden público o las buenas costumbres, o bien infrinja una norma
imperativa.
Para que haya nulidad no es necesario, por consiguiente, que
sea declarada caso por caso, ya que viene impuesta como
sanción con que la Ley castiga en general la inobservancia de
una norma coactiva. Por esto se dice justamente que la nulidad

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puede ser expresa o tácita (o bien, como algunos prefieres,
virtual o textual). La primera supone que el legislador la
establezca expresamente (…). La segunda, en cambio, deriva
lógicamente de la Ley, aunque ninguna norma lo prohíbe, es
obvio que es nulo el matrimonio contraído entre personas del
mismo sexo. (Stolfi, 1959, pág. 80)
De esto se desprende que el tema de la nulidad se desprende del acto en sí
mismo, existiendo cuando uno de los elementos esenciales presenta errores
o problemas, o cuando como ya se vio, atenta contra uno norma de orden
público o las buenas costumbres.

2.1 NULIDAD, INEFICACIA E INVALIDÉZ

De acuerdo a nuestro ordenamiento, el concepto anterior tendría bastante


concordancia, pero como bien se dijo anteriormente, este varía y cambia
aunque sea ligeramente si tomamos lo dicho por otros autores: “Un negocio
jurídico que en principio sea ineficaz a todos los respectos y permanezca
ineficaz establemente se denomina nulo por el Código Civil” (Larenz, 1978,
pág. 622). En esta se evidencia una semejanza entre nulidad e ineficacia que
no es exactamente lo que se sienta en nuestro Código Civil.
Por otro lado, tenemos a lo dicho por Albaladejo:

Hay quien cree que la ineficacia es esencialmente transitoria; de


forma que cuando exista la certeza de su perpetuidad, el negocio
es nulo y no únicamente ineficaz. Ahora bien, aun no admitiendo
ese punto de vista, por lo menos el negocio definitivamente
ineficaz debe recibir el mismo trato que el nulo. (Albaladejo, 1958,
pág. 400)
En este punto, es importante señalar que no se hace una equivalencia entre
lo que es ineficaz y lo que vendría a ser un acto jurídico nulo; en nuestro
Código la invalidez es una causa de ineficacia por lo que no se podría hablar
de una equivalencia entre estas.

2.2 TIPOS DE NULIDAD

 EXPRESA O TEXTUAL: Se entiende que este tipo de nulidad es aquella que se


encuentra expresamente señalada en los textos normativos. Se hallan manifiestamente
en el ordenamiento jurídico.

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 TÁCITA O VIRTUAL: Este tipo de nulidad, es aquella que no se encuentra escrita en
los Códigos legales pero que, gracias a la interpretación y la argumentación, su
explicación se desprende de esta. Exactamente sobre esto, Ripert mencionaba:
Las nulidades son virtuales, se quiere decir con eso que la nulidad
existe solamente porque no han sido respetadas las
prescripciones legales en la conclusión del contrato. La ley no da
la lista de los casos de nulidad, es excepcional que se preocupe
de decir que la ley debe ser respeta “bajo penade nulidad”. El
método del legislador es diferente: fija las condiciones de validez
del contrato. Se incurre con nulidad cuando falta una de estas
condiciones. (Ripert & Boulanger, 1864, pág. 415)
En pocas palabras, para el caso de la nulidad tácita o virtual, no es necesario
que la Ley o la norma lo diga o estipule expresamente; basta con que exista
una norma que sea genérica y que se haya vulnerado la disposición
correspondiente.

Particularmente, en el Código Civil peruano, en el Artículo 219 en su inciso último se hace


referencia a aquellos supuestos de este tipo de nulidad. Se hace referencia así a las normas
imperativas las cuales son de carácter obligatorio y que no pueden ser sencillamente
ignorados por las partes, al mismo tiempo que el orden público, como base de la
convivencia en sociedad, garantiza la estabilidad y el clima de paz en esta.

3.NULIDAD E INEXISTENCIA

En el Derecho, cuando se habla de la nulidad virtual o tácita, es común que se caiga en una
confusión respecto a lo que supone esta nulidad y la inexistencia de un acto.
Para establecer las raíces de este asunto, hemos de remontarnos al Derecho Francés, en
el siglo XIX, el sistema de ese entonces sostenía que no existía la nulidad como tal si es
que esta no estaba expresamente establecida en la norma.
Específicamente, este fue un problema manifestado en su máximo esplendor cuando se
empezaron a ver los matrimonios entre personas del mismo sexo, sucediendo que esta
prohibición del matrimonio, no se encontraba expresamente prohibida. Al respecto, Villar
Palasi y Villar Escurra cuentan:
El siglo XIX y la etapa de la codificación contribuirían también a este proceso
mediante la figura de los actos inexistentes que surgirían como reacción al vigor
impuesto por el principio inicialmente canónico, luego adoptado y magnificado por
el Derecho Regio y traducido al Derecho administrativo francés como el principio
“pas de nullite sans texte”.

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El supuesto doctrinal que dio origen a esta distinción (por cautela excesiva
que tornó en lanzas las cañas) consistía en la ineficacia entre personas del
mismo sexo no prevista por el legislador, debido a lo cual se haría preciso
distinguir entre las condiciones de existencia de los actos y las condiciones
de validez a efectos de poder sostener la ineficacia de los primeros (sobre
la teoría de la inexistencia de los actos resultó fundamental la aportación
ZACHARLAE.)” (Villar Palasi & Villar Escurra, 1982, pág. 178)
Como es evidente, este tema de la inexistencia tuvo una importante repercusión en
toda Europa, por lo que constan dichos sobre ella por autores como Betti:

Se ofrecen casos en los que puede hablarse de verdadera inexistencia


jurídica del negocio que se ha pretendido realizar, en cuanto no existe más
que una bacía apariencia, la cual, si puede haber engendrado en alguno de
los interesados la impresión superficial de haberlo verificado o asistido a él,
no produce, sin embargo, y en absoluto, efectos jurídicos, ni siquiera de
carácter negativo o divergente. Por el contrario, la estimación de un negocio
como nulo presupone, por lo menos, que el negocio exista como supuesto
de hecho que, por tanto, exista una figura exterior de sus elementos
eventualmente capaz de engendrar algún efecto secundario, negativo o
divergente. (Betti, págs. 351-352)
Otros autores como Castro y Bravo señalan sobre la inexistencia del acto jurídico:

(…) se dirá que se trata de “negotium non existens” (Nichtrechsgesbaft),


cuando la falta de requisitos positivos impide hasta la apariencia del
negocio; mientras que la nulidad resultaría de una prohibición o requisito
negativo, contrario a la validez. El negocio inexistente se compara a un
fantasma y el nulo al nacido ya muerto. Muchos autores han considerado
insuficientes estas explicaciones para justificar la distinción entre estas dos
figuras; se tratarían, se objeta, de nociones sociológicas, extrañas al
Derecho positivo, y que más complican que aclaran. (Castro y Bravo, 1985,
pág. 464)
Con todo esto, se habla de un acto o negocio inexistente, cuando se producen en
los supuestos de inexistencia, los que a su vez vendrían a ser aquellos requisitos
esenciales del acto jurídico. Sin embargo, como se sabe, en el Sistema peruano esta
falta de requisitos esenciales es la que se refiere a la nulidad y no a la inexistencia;
nuestro ordenamiento, dicho de otro modo, no reconoce la teoría de la inexistencia
jurídica, sino más bien la de la nulidad y anulabilidad. Dicho de otro modo, lo que
para el ordenamiento peruano deviene en nulidad o anulabilidad, otros sistemas
jurídicos lo recogen como inexistencia.

Situación similar se ve en el Derecho Español, al respecto Larenz indicaba:

La designación de un negocio ineficaz a todos los respectos y


permanentemente como nulo no debe inducir a estimar que tal negocio se

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algo inexistente. El negocio existe como acto realizado, esto es, como un
evento; solo que se le deniegan los efectos jurídicos a que se dirige.
El ordenamiento jurídico no puede convertir en no acontecido el acto
realizado como tal. (Larenz, 1978, pág. 624)

4. SOBRE LA NECESIDAD DE DECLARAR LA NULIDAD

Que el acto jurídico deje de producir efectos producto de su nulidad origina otra
interrogante, si es que el acto deja de producir efectos sin la necesidad de que exista
declaración alguna, o caso contrario, que para que el acto deje de producir sus
efectos se necesite necesariamente de la declaración de su nulidad.
Al respecto, está una primera posición que defiende el hecho de que esta nulidad
tenga que encontrarse necesariamente expresa de manera judicial:

Cuando no se llena uno de los requisitos exigidos para la formación


de un contrato, este es nulo, ya sea de nulidad absoluta, ya sea de
nulidad relativa.
Toda la nulidad debe ser verificada por el juez, puesto que se
necesita destruir una apariencia. (Manzeaud, 1960, pág. 332)
Por otro lado, Savigny era de los que sostenía que dada la inexistencia del acto
(nulidad) no cabía ejercitar acción algún sobre el:

Según una opinión muy general, aquel a quien perjudica un acto


nulo tiene el derecho de reclamar contra él, y a este efecto se le
atribuye una acción especial bajo el nombre de querela mullitatis;
pero en realidad es superfluo y también imposible el dirigir una
accion contra un acto nulo, es decir contra un acto que no existe
jurídicamente (…) no existe acto jurídico, y por consiguiente, no hay
necesidad de ninguna acción (…). (Savigny, págs. 350-351)

5. CARACTERÍSTICAS DEL ACTO NULO


ES DE PLENO DERECHO

Un acto nulo, no necesita del pronunciamiento de un ente judicial, dado que solo en caso
de una de las partes no esté de acuerdo con este, pues el juez declara su nulidad.

PUEDE SER ALEGADA POR EL MINISTERIO P´UBLICO O POR QUIENES TENGAN


PLENO INTERÉS

Regulado dentro del artículo 220 de nuestro Código Civil, se refiere que pueden interponer
esta acción cualquiera que tenga pleno interés en el asunto o el Ministerio Publico. El interés

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de estos terceros, ha de ser un interés legítimo para que en consecuencia pueda ser
invocado. Estos terceros, han de probar que, de producirse los efectos del acto, estos los
perjudicarían seriamente.
En cuanto a la acción por parte del Ministerio Público, se da por cuanto es necesaria la
defensa de los incapaces, dado que este ente tiene la potestad y la función de velar por la
defensa del estado de estas personas y sus bienes.

6. CAUSALES DE NULIDAD
En el artículo 219 del Código Civil peruano, es donde se hallan contempladas las causales
de nulidad de un acto jurídico, siendo las siguientes:

6.1. FALTA DE MANIFESTACIÓN DE VOLUNTAD DEL AGENTE

Siendo la manifestación de la voluntad un elemento fundamental en lo que respecta a los


actos jurídicos, se habla de que la ausencia de esta no solo cuando falte la declaración
de esta voluntad, aquella directamente relacionada con la conducta, sino también cuando
no haya la voluntad de declarar la misma (conocimiento).
Dentro de esta causal, son supuestos que encajan los siguientes:

 Incapacidad natural:
Esta, está determinada por todas aquellas circunstancias pasajeras por las que el que
realiza el acto jurídico, se encuentra privado del discernimiento, por tanto, no sería una
verdadera manifestación de voluntad, aquella que haya hecho bajo ese estado, puesto
que no existe esa voluntad de declarar ni el conocimiento respecto al mismo.
Son ejemplos de este tipo de inconciencia o perturbación de la mente algunos como
encontrarse bajo hipnosis, sonambulismo, embriaguez o enfermedad que excluya del
discernimiento.

 Error de declaración:
Este error, es también llamado error obstativo; se refiere a un denominado “lapsus
linguae”, entendido a su vez como una discrepancia entre la voluntad que se declara y la
voluntad interna del declarante. Se entiende, que el sujeto ha cometido un error en la
declaración la cual es diferente a su voluntad verdadera. Sin embargo, en el caso peruano,
esta es aplicada como causal para la anulabilidad, aunque debiera corresponderle como
tal a la nulidad.

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 Declaración hecha en broma:
Este tipo de declaración, no es otra que la que el sujeto realiza con fines didácticos,
teatrales, por jactancia, cortesía o como de la misma forma se menciona, en broma, En
este caso, e evidente la existencia de la conciencia del sujeto que declara, de que su
declaración no es aquella que manifieste una verdadera voluntad para efectos de un acto
jurídico, por lo que al estar ausente uno de los componentes de la voluntad de declarar,
el acto devendría en nulo.

 Violencia:
Cuando existe de por medio la violencia para la celebración de un acto jurídico, también
se habla de una falta de la verdadera manifestación de voluntad, en cuanto no existe la
verdadera voluntad de lo que se declara y lo que se exterioriza de igual modo. Sin
embargo, también en este supuesto, el código establece como sanción la anulabilidad del
acto, aunque debiese de considerarse estrictamente para la nulidad.

6.2. INCAPACIDAD ABSOLUTA

Cuando atendiendo a la capacidad de ejercicio, el agente se encuentra en un estado de


incapacidad absoluta. Este supuesto de nulidad se trata de uno no por ausencia de un
elemento del acto jurídico, sino por la ausencia de un requisito, el de la capacidad de
ejercicio, que es un requisito con el que debe de contar el sujeto ante un acto o negocio
jurídico.
El artículo 140º del código civil alude solamente a la capacidad legal de ejercicio y no, a la
capacidad natural la cual se encuentra inmersa en los supuestos de manifestación de
voluntad.

6.3. OBJETO FÍSICA O JURÍDICAMENTE IMPOSIBLE O INDETERMINABLE

Entendiendo al objeto del acto jurídico como la prestación propiamente dicha,


la exigencia de que este sea física o jurídicamente posible como un requisito
para la validez del acto, si por ejemplo este no estuviera dentro de la actividad
económica o del comercio sería imposible o indeterminable. Así tenemos:
(...) la transferencia de un bien ajeno convierte al objeto de la
compraventa en jurídicamente imposible, porque no se puede
vender el bien del cual no se es dueño, siendo nulo el acto jurídico.
(Cas. 1376-99-Huánuco, Normas Legales, T. 285, febrero 2000)
Constituye causal de nulidad, si el objeto del acto jurídico deviene
en un imposible jurídico (…). Es nulo el anticipo de legítima realizado
por los cónyuges demandados a sus hijos, porque el inmueble fue

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vendido con anterioridad, y por tanto no podían disponer de un bien
de que ya no les pertenecía.” (Exp. Nº 4530-98 – Lima, Sala de
Procesos Abreviados y de Conocimiento, 27-01-99)
Mientras el artículo 140 del Código Civil señala que el objeto deberá ser física
y jurídicamente posible, el inciso 3º del artículo 219 dispone que el acto jurídico
es nulo cuando su objeto es física o jurídicamente imposible o cuando sea
indeterminable. En otros términos, el Código exige que el objeto del acto
jurídico deba ser física y/o jurídicamente posible y determinable.
6.4.FIN LÍCITO

Atendiendo a lo establecido por el inciso 4 del artículo 219, será nulo todo acto
jurídico cuyo fin sea ilícito. Al mismo tiempo, se ha de comprender que la
finalidad tiene una doble dimensión; la causa abstracta–genérica-objetiva y la
causa concreta-específica-subjetiva:
Todo negocio jurídico tiene siempre una finalidad abstracta,
permanente y típica; pero, además, todo negocio tiene, no siempre
manifestado expresamente, o puede tener un fin concreto
perseguido por las partes como elemento determinante,
incorporado a la declaración de voluntad como móvil impulsivo, el
que, además, como requisito “Sine qua nom”, debe ser lícito y
manifiesto para ser jurídicamente relevante. (RJP., T. XLVI, p. 51)
República Dominicana.
De manera simplificada, se comprende que a lo que el fin ilícito se refiere, no
es a otro aspecto por el cual tanto el aspecto subjetivo como objetivo del acto
jurídico han de estar acordes al ordenamiento jurídico, sin contravenir las
normas, el orden público o las buenas costumbres.

Al respecto, bien señala el Código en el inciso 4 del artículo 219º, se sanciona


con nulidad únicamente el acto jurídico cuyo fin sea ilícito. Caso contrario,
como se dejará en manifiesto en la siguiente jurisprudencia:

Habrá fin ilícito, cuando respetándose aparentemente la forma del


acto jurídico, se evidencia la intención de conseguir un efecto
prohibido por la ley. En el presente caso no puede haber
pronunciamiento sobre el fondo del asunto para determinar la
nulidad de la escritura pública, ya que el fin ilícito debe resolverse
en el proceso penal instaurado y aún no sentenciado. (Cas. 2248-
99-Tacna, Normas Legales, T. 293, octubre 2000)
(…) el acto jurídico es nulo cuando su fin sea ilícito; esta norma hace
alusión a la finalidad del acto jurídico, la misma que exige que sea
lícito, pues éste no puede servir de instrumento para realizar efectos
antisociales, por ende, el legislador quiso eludir a la finalidad del

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acto como repercusión social y económica del negocio celebrado.
(Exp. Nº 1011-97-Lima, SCSS – EL Peruano 26-11-98).

6.5. SIMULACIÓN ABSOLUTA

En lo que concierne a este punto, este consiste en una discrepancia existente


entre la voluntad declarada y la voluntad interna, la cual a su vez se realiza
con el conocimiento de las partes y con la intención manifiesta en la
simulación, de engañar a terceros.
(…) la simulación (…) consistente (…) en la celebración aparente
de un acto jurídico sin que exista voluntad para ello, (…) la
simulación requiere de la concertación de las dos partes para
celebrar un acto jurídico aparente en perjuicio de terceros, en
cambio el dolo permite la acción de solo una de las partes en
perjuicio de la otra. (Cas. Nº 276-99-Lambayeque, Sala de Derecho
Constitucional y Social, El Peruano 17-09-2000)
La simulación, así mismo puede ser de dos tipos: una absoluta y otra relativa.
La simulación absoluta es aquella es aquella en la que existe un único negocio
o acto jurídico el cual es simulado, mientras que, en el caso de la simulación
relativa, se habla de un negocio simulado en cuya sobra existe otro verdadero
al que se le denomina disimulado. En ambos casos, atendiendo a que el
negocio o el acto carecerían de la verdadera voluntad de las partes se está
bajo una causal de nulidad.
6.6. AUSENCIA DE FORMALIDAD PRESCRITA BAJO SANCIÓN DE NULIDAD

Contemplado en el inciso 6 del artículo 219 del Código Civil, esta causal de nulidad
se refiere al caso en el que un Negocio Jurídico Solemne o con Formalidad Ad
Solemnitatem, se haya llevado a cabo sin cumplir con la forma dispuesta por la ley,
deviniendo en nulo a falta de uno de sus componentes o elementos.
Dicho de otro modo, el acto jurídico es solemne cuando la ley así lo determina, siendo
algunos de estos por no mencionar todos: el matrimonio, la adopción, el testamento,
la filiación extramatrimonial, ciertas donaciones muebles, la fianza, la renta vitalicia,
etc…
Atendiendo completamente a la formalidad, se ha de tener presente que esta no es
una que solo pueda imponer la Ley, sino que también puede estar acorde a la
voluntad de los agentes del acto dentro de los límites que establece el orden público,
se le llama la formalidad convencional. Ciertamente, entendiendo que la ley es la
única que puede establecer las causales de nulidad, este tipo de legalidad

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convencional solemne convenida entre las partes, contraviene el principio de
legalidad de la invalidez.
De manera que para que la forma sea un requisito de validez del acto, la ley ha de
prescribirla bajo sanción de nulidad, así, un acto plenamente solemne será aquel que
cumpla con todas las formalidades que la ley establezca:
6.7. NULIDAD EXPRESA

El artículo 219 en su inciso 7 señala claramente que será nulo el acto jurídico cuando
la ley así lo declare. A su vez, ubicándonos dentro de los dos tipos de nulidad que la
doctrina conoce, esta se enmarca dentro de la llamada nulidad expresa o textual,
dado que viene manifiestamente en un texto legal a diferencia de las virtuales.
Son casos de nulidades expresas en nuestro Código Civil son, por ejemplo, el artículo
274 para el Matrimonio, el artículo 865 para la partición hecha con preterición de algún
heredero, el artículo 1543 que dispone que la compra-venta es nula cuando la
determinación del precio se deja al arbitrio de una de las partes, el artículo 1927 que
establece que es nula la renta vitalicia cuya duración se fijó en cabeza de una persona
que hubiera muerto a la fecha de la escritura pública, el artículo 1932 que señala la
nulidad del pacto que prohíbe la cesión de la renta constituida a título oneroso entre
otros.
6.8 NULIDAD VIRTUAL

En este caso, la nulidad viene impuesta no de forma expresa por la norma legal, sino
por el hecho de que el negocio jurídico contraviene una norma inspirada en el orden
público o las buenas costumbres; contraviene fundamentos o pilares del sistema
jurídico.
El acto será nulo porque es contrario a las leyes que velan por el interés de la sociedad
y que salvaguardan el orden público.
Así, por ejemplo, si se produjera la venta de un bien ajeno, con la ausencia del
consentimiento o la autorización de quien es el propietario, nos encontramos
claramente ante un acto o negocio jurídico que es contrario a las normas y leyes que
son de interés público.
Hace referencia a este supuesto de nulidad tácita llamada virtual, el artículo 219 en su
último inciso.

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7. LA ANULABILIDAD

Nos referimos a esta como una sanción menos enérgica que la nulidad del negocio jurídico,
vela por intereses particulares no generales. En su momento patológico el negocio anulable
nace con vicios, es decir, “cuando están viciados algunos de sus elementos esenciales o
de los presupuestos necesarios para su constitución”, que pueden ser convalidadas
mediante la confirmación o en su defecto pueden ser impugnadas, con lo cual, se destruye
el acto retroactivamente, por considerarse nulo. Por lo demás, conviene indicar que, en
principio, el negocio anulable produce sus efectos mientras no se constituya su invalidez.
Una vez constituida no produce efecto alguno con carácter ex tunc. A ello agregamos, como
refiere JOSSERAN la anulabilidad “son aquellas que sancionan las reglas protectoras de
intereses particulares, de intereses privados; pueden, pues, ser calificadas, y se les califica
a veces, de nulidades de orden privado”. Sin embargo, para ALBALADEJO “el negocio
anulable (también llamado impugnable), es planamente eficaz, pero por haberse celebrado
con determinados defectos, está amenaza de destrucción, con lo que se borrarían
retroactivamente los efectos producidos. Se trata de un negocio provisionalmente válido (no
hay invalidación actual) que, por tanto, modifica la situación jurídica preexistente”, como la
doctrina ha manifestado la anulabilidad refiere que el acto jurídico ha nacido enfermo pero
vivo, contrario a la nulidad del acto que nace muerto.
En la anulabilidad, el acto jurídico celebrado es válido, mientras no se impugna, una vez
impugnado el acto jurídico es equivalente a un acto jurídico nulo, por ello se señala que la
invalidación depende de la acción de impugnación, no basta con la sola impugnación, sino
se requiere una sentencia confirmando dicha impugnación. Como señala el artículo 222 del
Código Civil, el acto jurídico anulable es nulo desde su celebración, por efecto de la
sentencia que lo declare. A ello debemos sumar que se requiere un sujeto legitimado para
pedir que se declare la nulidad del negocio anulable, para nuestro Código debe de ser a
petición de parte y no puede ser alegado por otras personas distintas aquellas que no
formaron parte del acto anulable. Así, la sentencia emitida por el Juez sobre la anulabilidad
del acto jurídico es constitutiva y no declarativa como la nulidad, esto debido, como señala
JOSSERAND, se inaugura, determina, una situación jurídica nueva. Para DE CASTRO y
BRAVO “el juego de este tipo de nulidad relativa se basa en que el negocio tiene un vicio
invalidante no visible y también sanable fácilmente a voluntad del protegido; vicio que podrá
determinar la nulidad radical del negocio, pero sólo por la declaración judicial” (Quico, 2016,
pág. 67-68).
Pues ahora bien daremos algunos puntos acerca de la anulabilidad.

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 Sujetos legitimados para interponer la anulabilidad

La anulabilidad del negocio se puede interponer vía acción o excepción. El sujeto


legitimado tiene dos alternativas: confirma el acto anulable (expresa o tácitamente)
o la impugna. La sentencia de anulabilidad es constitutiva, a diferencia de la nulidad
que es declarativa. La doctrina mayoritaria afirma, que el único sujeto legitimado
para interponer la anulabilidad es la parte perjudicada o interesada quien participó
en la celebración del negocio jurídico. Nosotros afirmamos lo contrario, a partir de la
regulación en el C.C., en el último párrafo del artículo 222: “Esta nulidad se
pronunciará a petición de parte y no puede ser alegada por otras personas que
aquellas en cuyo beneficio la establece la ley”. Este artículo, desde ya, se puede
indicar que tiene un carácter “numerus clausus” y la anulabilidad no puede ser
declara de oficio por el juez. El artículo en comentario se debe hacer una
interpretación extensiva, nos indica, que no sólo puede interponer la pretensión
anulabilidad las partes del negocio jurídico, también pueden ser otros, es decir,
terceros que no formaron parte del negocio jurídico. Pero tiene que ser restringida y
no puede asimilarse a la nulidad. Es como fluye del artículo citado: “no puede ser
alegada por otras personas que aquellas en cuyo beneficio la establece la ley”.
Conforme expresa la norma, las personas en cuyo beneficio establece la ley, la
anulabilidad no sólo puede ser interpuesta por las partes, como reiteramos, sino
también, por terceros beneficiados por disposición expresa de la ley, es decir, que
no pueden ser todos, sino, sólo aquellos que la norma indique expresamente. Por
ejemplo, en la simulación relativa (art. 221, inciso 3 del C.C.), el acto jurídico es
anulable “por simulación, cuando el acto real que lo contiene perjudica el derecho
de tercero”. Aquí, quién interpone la anulabilidad no son las partes, sino el tercero
que es perjudicado con el acto simulado. Asimismo, la anulabilidad por incapacidad
relativa del agente (art. 221, inciso 1 del CC.), quien va confirmar o interponer la
anulabilidad de dicho negocio no es el incapaz relativo ni la otra parte, sino es el
curador, quien es un tercero en relación a dicho negocio.

 Causales de anulabilidad en el Código Civil:

a) Por incapacidad relativa del agente. Que es una incapacidad menos radical
que la incapacidad absoluta. En la incapacidad relativa (art. 44 del C.C.) se
encuentran: Los mayores de dieciséis y menores de dieciocho años de edad; los
retardados mentales; los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar

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su libre voluntad; los pródigos; los que incurren en mala gestión; los ebrios
habituales; los toxicómanos; y los que sufren pena que lleva anexa la interdicción
civil.

b) Por vicio resultante de error, dolo, violencia o intimidación. Estas causales


tienen que ver con la formación de la voluntad y con la declaración. La manifestación
de voluntad tiene requisitos para que se forme, al igual que la causa, que tiene que
ser lícita y los mismos presupuestos de validez. Se indica que los elementos de la
manifestación de la voluntad deben concurrir en ella: requisitos internos y externos.
Entre los primeros son el discernimiento, la intención y la libertad; y el segundo es
la manifestación o declaración. Cuando no se crea correctamente la manifestación
de voluntad se incurre en un vicio. En cuanto al error: El error es una falsa
representación de la realidad que induce al declarante a la formación de una
voluntad que no hubiere tenido caso de no existir tal falsa representación. O bien el
error se produce cuando la persona que manifiesta su voluntad no conoce
cabalmente los hechos o el derecho sobre el que versa su declaración, o se
equivoca al interpretarlos. Los requisitos son que sea esencial y conocible por otra
parte (art. 201 del C.C.). En cuanto al dolo: El dolo consiste en la actuación
malintencionada de una de las partes para inducir a error a la otra parte al declarar
su voluntad. Asimismo, se puede considerar como aquella desviación de la
formación de la voluntad, es decir una falsa representación de la realidad, que no es
producto de la mente del declarante sino de la otra parte interesada, que con
maquinaciones engañosas induce a error al declarante. En cuanto a la violencia o
intimidación: La violencia es el ejercicio ilegítimo de la fuerza o de la intimidación
sobre alguien para obligarlo a hacer una declaración de voluntad que no desea
hacer o, cuando menos, no desea hacer en ese sentido. Es el temor racional,
infundido a una persona sensata, por el peligro de un mal grave (personal o
patrimonial) con que le amenaza otra persona cualquiera, aunque no intervenga en
negocio jurídico.

c) Por simulación, cuando el acto real que lo contiene perjudica al derecho de


tercero. Esta causal de anulabilidad regula la simulación relativa, es el acuerdo
simulatorio que establece, en lugar de la relación que deriva del contrato simulado,
se constituya entre las partes una relación contractual distinta. En acto simulatorio
existe “una relación realmente querida que se define como acto disimulado (sea

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disfrazado, u oculto”, y otra que oculta el acto disimulado. Quien perjudica al tercero
y el cual debe ser materia probatoria por parte de él es el acto disimulado (acto real)
y no el acto que disfraza o simula (acto ficticio).

d) Cuando la ley lo declare anulable. Una de sus características principales de la


anulabilidad es que ésta es expresa. Además, como señala BETTI “el fundamento
de la anulabilidad en cuestión no ha de buscarse en un motivo estrictamente lógico,
derivado de la estructura misma del negocio jurídico, como el de la nulidad por
ausencia de elementos esenciales, sino más bien en una razón de oportunidad
práctica, apreciable desde el punto de vista político legislativo”216. Por lo que el
ordenamiento fuera de los vicios de la voluntad, de la incapacidad relativa y de la
simulación relativa, puede por fines político legislativo regular supuestos de
anulabilidad que considere pertinente regularla (Torres, 2008, págs. 795-799).

Habiendo hecho un análisis de las características que presentan tanto la nulidad del acto
jurídico, como la anulabilidad, pues pasaremos a dar paso a la postura de los autores

EXPOSICIÓN DE LAS POSTURAS DE LOS AUTORES

En este punto se realizará un análisis de los puntos más importantes ya mencionados líneas
arriba, así como se tomará postura de dos autores, ahora bien, empezaremos haciendo una
diferencia entre la nulidad y anulabilidad del acto jurídico.

8. DIFERENCIA ENTRE NULIDAD Y ANULABILIDAD

A diferencia de la inexistencia del acto jurídico, al momento de hablar de nulidad o


anulabilidad, nunca se ha puesto en tela de juicio la inexistencia de estos. En esta línea,
son pocos los sistemas que durante años o hasta la actualidad tienen como una figura a la
inexistencia, en cambio, la figura de la nulidad y la anulabilidad son dos que se haya
plenamente vigentes y ratificadas dentro del ordenamiento jurídico peruano.
En primer lugar, se entiende que es un acto nulo aquel que resulta inválido por haber
infringido cualquier norma del Derecho que se halle vigente; caso contrario es el de la
anulabilidad, en este no se trata de que el acto sea de por sí inválido, sino que este pueda
llegar a serlo cuando aquel que se haya visto perjudicado, solicite su anulabilidad; se habla
pues de un acto invalidable cuya acción se deja en manos de aquella parte que resulte
afectada por el vicio del acto.
En el caso de la nulidad, se dice que esta es de orden público en tanto puede ser solicitada
por el Ministerio Público o de oficio por el juez; en esta medida, no se trata de lo que a las

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partes más les convenga o acuerden, se habla de algo superior, del respeto y cuidado del
ordenamiento público, en tanto toda infracción a estas ha de ser calificada como nula.
No ocurre lo mismo para la anulabilidad, en este caso nos situamos en la
esfera del derecho privado, por cuanto el acto que cuente con algún vicio,
solo podrá devenir en anulable si es que así lo solicita la parte que resulte
afectada o las que tengan pleno interés. En esta línea, bien manifestaba De
Castro al respecto:

(…) el sentido de la anulabilidad en este sector del ordenamiento


es garantizar que los actos o negocios jurídicos realizados por
personas incapaces o cuyo consentimiento está viciado puedan
ser invalidados (esto es, anulados o privados de eficacia) si les
resultan perjudiciales, pero también puedan considerarse válidos
si una vez subsanada la falta de capacidad o eliminada la causa
que viciaba el consentimiento, los afectados por el mismo
consideran que el negocio les beneficia. (De Castro y Bravo,
1991, págs. 497-ss)
Así, se está frente a un caso en el cual el vicio del negocio afecta solamente
a una de las partes, de manera que si la anulabilidad del acto, no es solicitada
por quien resulte ser el sujeto perjudicado, no es de interés o prioridad del
ordenamiento, eliminarlo o invalidarlo.

Por tanto, queda establecida la diferencia entre aquellos actos nulos y los anulables. Que,
en los casos de los primeros, existe la vulneración de una norma que afecta a todos y no
solo a algunos, siendo la finalidad de esta acción la protección general y no particular de
las partes.

Diferente es la situación para los casos de anulabilidad, en este supuesto se habla de la


intensión de la acción de proteger individualmente a las partes que forman el negocio y no
a todos los que intervengan en este. Es por ello, que solo aquella parte que haya sido
afectada, de conformidad con lo establecido en el ordenamiento, es la que puede pedir su
invalidez logrando así la ineficacia del negocio jurídico en el Derecho.

Así mismo, un punto en común entre la nulidad y la anulabilidad es el resultado, la


consecuencia en ambos casos, es una declaración formal de invalidez; en este sentido, se
habla de que, en sí, la diferencia entre nulidad y anulabilidad tiene que ver más con un tema
del modo en que se logra el resultado anterior, y no el resultado en sí mismo.

Otro punto diferencial entre nulidad y anulabilidad, es el referente a la legitimación de la


acción. Como ya se sabe, para el caso de la nulidad, esta puede ser pedida por todo aquel

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que se vea perjudicado solicitando su invalidez; caso contrario vemos para el caso de la
anulabilidad, en el cual se necesita que sea la parte afectada por el vicio del derecho la que
solicite su invalidez, de otra forma no procedería tal acción. Dicho de otra forma, para los
casos de nulidad, están legitimados de ejercer la acción todos aquellos que se hayan visto
perjudicados, mientras que en la anulabilidad, solo se encuentra legitimada la parte que
haya sido afectada por el vicio del negocio y al respecto indicaba Santamaría: “(..)
Únicamente aquel a quien el concreto vicio determinante de la invalidez puede perjudicar:
el incapaz o la parte cuyo consentimiento estaba viciado (…)” (Santamaría Pastor, 1977,
págs. 180-ss)

Reafirmándose una vez más, que no son todos aquellos a los que no les sea favorable el
negocio jurídico, los que pueden pedir su anulabilidad, pues para estos el negocio es
perfectamente válido, sino solo aquella parte afectada por su vicio.

Trascendentalmente, en el caso del Derecho peruano, otra diferencia establecida entre la


nulidad y la anulabilidad es la referente al plazo de la prescripción; pero ocurre lo mismo en
los distintos ordenamientos jurídicos, mientras que en el Perú el plazo de prescripción para
la nulidad es de 10 años y el de la anulabilidad de 2; en otros sistemas, el plazo de
prescripción para la nulidad no está determinado, es decir, es imprescriptible, no caduca ni
se afecta el derecho de acción por el transcurrir del tiempo.

Igualmente, otra diferencia que resulta obvia para ambos casos son las causales
estipuladas para la acción de estas:

Situándonos nuevamente en el Código Civil peruano, el artículo 219 señala:

Artículo 219º.- El acto jurídico es nulo:


1.- Cuando falta la manifestación de voluntad del agente.
2.- Cuando se haya practicado por persona absolutamente incapaz, salvo lo
dispuesto en el Artículo 1358º.
3.- Cuando su objeto es física o jurídicamente imposible o cuando sea
indeterminable.
4.- Cuando su fin sea ilícito.
5.- Cuando adolezca de simulación absoluta.
6.- Cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad.
7.- Cuando la ley lo declara nulo.
8.- En el caso del Artículo V del Título Preliminar, salvo que la ley establezca l
sanción diversa. (Código Civil, 2015, pág. 140)

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Por las causales anteriores, un acto será nulo porque entendiendo primeramente que,
dadas las circunstancias, nunca ha sido válido, pues tiene una invalidez permanente. En
esta situación, se da que algunos casos, se tienen dudas sobre si efectivamente un acto es
nulo, las partes no logran estar de acuerdo respecto a esto, teniéndose que recurrir a un
juez para que se determine si verdaderamente este es nulo.

En este punto, con respecto a la anulabilidad, se suele caer en una semejanza con la
nulidad, en la medida en que esta pueda ser constitutiva o declarativa. Si fuese declarativa,
se necesitaría de una sentencia judicial, he allí la semejanza con la anulabilidad.

Ahora, en lo que se refiere a las causales de anulabilidad, el Código nos dice:

Artículo 221º.- El acto jurídico es anulable:


1.- Por incapacidad relativa del agente.
2.- Por vicio resultante de error, dolo, violencia o intimidación.
3.- Por simulación, cuando el acto real que lo contiene perjudica el derecho de
tercero.
4.- Cuando la ley lo declara anulable. (Código Civil, 2015, pág. 141)
Como sabemos, para que proceda la anulabilidad, se requiere en un primer momento que
la acción sea emprendida por una de las partes que formó el negocio jurídico, no otras cuyo
beneficio la ley establezca, y que este negocio jurídico anulable, es nulo desde su
celebración y ha de estar declarada por sentencia judicial.

Se ve nuevamente, una diferencia notoria entre nulidad y anulabilidad, que el primero


corresponde a la esfera pública, mientras que el segundo, no pudiendo ser alegada por
cualquier sujeto, sino solo por la parte afectada que formó el negocio jurídico, se halla en el
campo de lo privado.

Así mismo, se cae en cuenta de que, en el caso del negocio anulable, este no fue siempre
nulo, en cuanto es un acto que cuenta con una validez presente y cuya invalidez se
encuentra pendiente, por lo que mientras no exista sentencia judicial que declare su
invalidez este continuará como válido y en consecuencia, naturalmente eficaz. En cambio,
para los casos de nulidad se habla de que este es un negocio que de por sí nace muerto,
cuando un acto es nulo jamás podrá ser eficaz, no es reconocido por el Derecho.

9. EL PLAZO DE PRESCRIPCIÓN DE LA NULIDAD

Teniendo como objetivo, el fomento de una mayor eficacia en lo que concierne el resguardo
y protección de los intereses propios, lo que hace es sancionar con pérdida del derecho de

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acción si en algún caso se ha dejado pasar más del tiempo otorgado por las normas para
poder velar sobre intereses que se tengan. Así mismo, la prescripción también tiene como
fin la seguridad jurídica, por cuanto la acción sobre determinados actos o negocios no sea
perpetua.
Particularmente para el caso de la nulidad en el Perú, tomaremos lo establecido en el
siguiente artículo del Código Civil sobre los Plazos de Prescripción:

Artículo 2001º.- Prescriben, salvo disposición diversa de la ley:


1.- A los diez años, la acción personal, la acción real, la que nace de una
ejecutoria y la de nulidad del acto jurídico.
2.- A los siete años, la acción de daños y perjuicios derivados para las partes
de la violación de un acto simulado.
3.- A los tres años, la acción para el pago de remuneraciones por servicios
prestados como consecuencia de vínculo no laboral.
4.- A los dos años, la acción de anulabilidad, la acción revocatoria, la acción
indemnizatoria por responsabilidad extracontractual y la que corresponda
contra los representantes de incapaces derivados del ejercicio del cargo.
5.- A los quince años, la acción que proviene de pensión alimenticia.
(Código Civil, 2015, págs. 633-634)
Como se ve, en el inciso 1 del citado artículo, se menciona expresamente que el plazo
para la prescripción de la nulidad es de 10 años, diferente al de la anulabilidad que se ve
reducido 5 veces a tan solo 2 años en comparación del primero.

En este sentido, para poder analizar detalladamente el porqué de este plazo para la
prescripción de la nulidad, se tiene que tener en cuenta en primera instancia las causales
de la nulidad, las cuales son distintas a las de la anulabilidad. Las causales de la nulidad
son unas extremadamente graves, a diferencia de las de la anulabilidad las cuales no son
tan serias como las primeras. Es esa una de las motivaciones a la hora de definir el plazo
tan prolongado para la prescripción de la nulidad.

Otro aspecto a tener en cuenta, es que atendiendo a que la nulidad puede ser alegada
por quienes tengan interés, el Ministerio Público o de oficio por el juez, esta es de interés
público, por lo que, con ese carácter, se le otorga un mayor plazo a su prescripción que el
de la anulabilidad.

Un tercer aspecto, está el hecho de que, a diferencia de la anulabilidad, la nulidad no es


susceptible de subsanación por lo que resulta lógico que a esta se le otorgue un tiempo
más amplio para su prescripción.

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De igual forma, la seguridad jurídica en el caso de la nulidad se ve afectada, en tanto se
le otorga mayor tiempo a la nulidad motivada por casos graves que a la anulabilidad. En
este punto, se habla incluso de que se le estaría dando cabida a la remediación del acto
jurídico, mientras que, en la anulabilidad, con plazo prescriptivo de dos años, se entiende
que no es prioridad o de interés pleno del Derecho si al final este se declara anulable o
no.

Con respecto a la seguridad jurídica señalada, con el plazo de diez años de prescripción.
Se encuentra permanente la inseguridad jurídica en cuanto se pueda demandar por este
largo periodo de tiempo, la nulidad del negocio o acto jurídico.

Como se indicaba, no ocurre lo mismo con respecto al plazo de prescripción de la


anulabilidad, si se tienen en cuenta que las causales de la anulabilidad, son menores en
gravedad a las causales de la nulidad, no se estaría sacrificando por mucho tiempo la
mencionada seguridad jurídica; una seguridad jurídica que, en todo caso, el Derecho debe
de proteger.
10. HANS KELSEN

Para efectos del análisis de la teoría de Kelsen respecto a la nulidad, empezare señalando
que es una concepción clásica del derecho suponer que la institución de la nulidad, tiene
como finalidad limpiar al ordenamiento jurídico de un conjunto de normas que han sido
creadas irregularmente.
Esto resulta por el hecho de que es común encontrarse frente a situaciones en las que un
determinado órgano ha creado o elaborado alguna ley o norma que no cumple con todas
las condiciones establecidas para que su producción se válida. En este sentido, una norma
será válida, cuando ha sido creada cumpliendo todas las estipulaciones para darle origen,
en tanto una norma será inválida, cuando ha sido creada efectuándose vicios en lo que
respecta a su creación o elaboración.
En este sentido, la importancia de esto, radica en el interés del Derecho por declarar su
validez y resolver cuestiones sobre su posible adecuación con otras normas que son
superiores.
Brevemente, para poder comprender el legado de Hans Kelsen, debemos partir de una
noción de lo que es una norma irregular.
Tal expresión hace referencia de primer plano, a actos y normas inválidas, que son
inconstitucionales, contratos viciados, etc… Así mismo, la expresión “norma irregular”,
incluye dentro de su definición la propiedad de “inválida”. Al respecto, el problema de esta

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norma inválida radica en que no se puede justificar que estas produzcan efectos en tanto
esto supondría que una norma inconstitucional es de todas formas ley.
Al respecto, Hans Kelsen, en la Teoría Pura del Derecho de 1960 señala
respecto a las normas irregulares:

Puesto que el orden jurídico representa una construcción


escalonada de normas entre sí en relación de supra y
subordinación, y dado que una norma solo pertenece a determinado
orden jurídico porque y en tanto su producción corresponde a una
norma superior determinante, surge el problema de un posible
conflicto entre una norma de nivel superior y una de nivel inferior; es
decir, la pregunta: qué vale como derecho cuando una norma no
corresponde a la norma que predetermina su contenido. (Kelsen,
1986, págs. 273-274)
En respuesta a la interrogante anterior, Kelsen señala que sencillamente que
las normas que son inválidas, son inexistentes y que por lo tanto no
pertenecen al campo del Derecho. Si una norma ha sido creada de tal forma
que se ignoran el presupuesto establecido legalmente para su formación,
esta es inválida. Así mismo, atendiendo a la jerarquía de las normas, si una
norma inferior contraviene lo estipulado en una superior, también es inválida.

En ese sentido, Kelsen señala que una norma inválida supone que no es ley
alguna, simplemente no existe. Pero, al mismo tiempo comprende que dado
que no se puede garantizar del todo la regularidad en la producción
normativa dentro de un sistema jurídico, el Derecho ha de establecer
métodos represivos a esta, estos no son otros que el de la nulidad y la
anulabilidad.

Así, desde el punto de vista de este autor, la nulidad supone lo siguiente:

(…) que un acto que pretende ser un acto jurídico, y especialmente,


un acto del Estado, no es objetivamente tal, porque es irregular, es
decir, porque no responde a las condiciones que prescribe para él
una norma jurídica de grado superior. (Kelsen, La Garantia
Jurisdiccional de la Constitución, 1994, pág. 122)
Al ser para Kelsen la validez, aquella forma específica para la existencia de
las normas jurídicas, estas carecerían a su vez de carácter jurídico, por lo
que carecería de algún sentido hablar de leyes nulas, dado que nunca
llegaron a ser normas, refiriendo que, en todo caso, solo puede hablarse de
leyes anulables. Agrega Kelsen en referencia a lo anterior: “cualquiera tiene
derecho a examinar la regularidad del acto nulo, a declararlo irregular y a

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tratarlo como no valido, u obligatorio” (Kelsen, La Garantia Jurisdiccional de
la Constitución, 1994, pág. 122)

En lo que respecta a la anulabilidad, se encuentra limitada la facultad de evaluar aquellas


normas que pretenden ser jurídicas y decidir sobre su carácter regular, a ciertos órganos y
en algunas circunstancias. Así, se ve que la norma no es nula a priori, por lo que surge la
necesidad de crear una acción que pueda establecer su invalidez. En este sentido, la
anulabilidad a diferencia de la nulidad, supondría que dicha norma es válida, puesto que
carecería de sentido anular una que sea inválida, inexistente.

Pero como se entiende que una norma jurídica pretenda ser válida siendo anulable. Al
respecto, Kelsen desarrolla dos distintas respuestas a la validez de estas normas:

Primero, refiere que las normas jurídicas que son dictadas por una autoridad de carácter
público, están gozan de una presunción en su validez a diferencia de las que son creadas
amparadas en la propia voluntad. En otras palabras, estas normas emanadas de
autoridades públicas gozan de la presunción de su validez,

En segundo lugar, sustentándolo en la doctrina de la cláusula alternativa tácita, Kelsen


fundamenta la validez de estas normas suponiendo que las normas de competencia
habilitan a crear normas válidas de acuerdo, claro está, a lo establecido en su contenido, a
su vez que también la habilitan para crear otras normas, siendo estas válidas.

Por ello, una sentencia que declara la anulabilidad de una norma, es


constitutiva de su invalidez, dado que el objetivo de la anulabilidad son los
actos o normas válidos. En esta medida, cualquier ley o contrato es:

(…) objetivamente, valido en tanto no sea anulado por un tribunal


superior. Esta validez puede ser provisional, si es el caso de que
esta decisión judicial sea susceptible de recurso o definitiva, en el
caso de que sea establecida por un tribunal de última instancia,
respecto de cuya resolución ya no cabe ulterior recurso. (Kelsen,
Teoria Pura del Derecho, 1986, pág. 276)
Es por eso, que lo que Kelsen critica es aquella concepción que sostiene que
las sentencias anulativas son declarativas, dado que a su juicio esto
supondría que se encontraba presente desde el comienzo la invalidez de
estas normas, y que de acuerdo a lo que el sostiene, no se tratarían de
normas jurídicas.

Es de esta forma que Kelsen logra llegar a establecer una diferencia entre lo que supone la
nulidad la anulabilidad. Mientras que la anulabilidad sería una dotada de distintos grados y

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tiempos, la nulidad vendría a ser justamente el mayor grado de la anulabilidad. Así mismo,
se vuelve a ratificar en su postura, sosteniendo que para él no tiene caso que se hable de
leyes o contratos nulos por cuanto nunca fueron normas.

Para Kelsen, lo único de lo que se puede hablar es de normas anulables, es decir, aquellas
con la posibilidad de ser privadas de su carácter reconocido de norma por el Derecho en
algún momento en conjunto con sus consecuencias jurídicas; se tratan pues de normas que
son susceptibles de invalidez.

Estas posturas de Kelsen, como era de esperarse, no se limitaron a ningún territorio o


tiempo, sino que fueron analizadas por diversos autores, así tenemos a Bulygin quien
indicaba que Kelsen había usado la validez como:

1) pertenencia: una norma es válida si ha sido creada por el órgano jurídico competente.

2) obligatoriedad: una norma jurídica es válida si y solo si es obligatoria, en el sentido de


aplicable.

Esta doble división, resulta bastante importante, dado que mientras, por un lado, una norma
inválida es una norma irregular, creada incumpliendo las disposiciones estipuladas para
efectos de su creación, nos lleva a comprender que al ser invalida no es, en consecuencia,
una norma jurídica.

Muy a pesar de esto, como se vio brevemente al inicio de la explicación de esta teoría, a
veces sucede que incluso una norma que, creada de forma irregular, cuando es realizada
por autoridades jurídicas, pueden ser consideradas. Ya decía Kelsen: “Pero no es posible
definir por medio de una técnica teórica general el límite que separa el acto nulo a priori que
es una pseudo ley, de un acto legislativo que es viciado pero válido, es decir de una ley
inconstitucional” (Kelsen, La Garantia Jurisdiccional de la Constitución, 1994, pág. 123)

En este punto, en el que estas normas son obligatorias y que el Derecho las
reconoce, Kelsen para poder establecer la concordancia entre esto y que para
que una norma sea válida se requiere que cumpla con las normas superiores,
utiliza la cláusula alternativa tácita: con esta, Kelsen sustenta que los órganos
jurídicos tienen la potestad de crear normas con cualquier tipo de contenido.

(...) el sentido de las normas constitucionales que regulan la


legislación no es que las leyes válidas solo pueden llegar a ser
de la manera que la constitución directamente determina, sino
que también pueden llegar a ser a través de otra manera que el
orden legislativo mismo establecerá. La constitución faculta al

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legislador a producir normas generales también en un
procedimiento distinto del determinado directamente por las
normas de la constitución, dándoles otro contenido del que
determinen directamente las normas constitucionales (…) Las
disposiciones constitucionales que regulan la legislación tienen
el carácter de disposiciones alternativas. (Kelsen, Teoria Pura del
Derecho, 1986, pág. 279)
Básicamente, lo que Kelsen plantea como solución, es que se reforme la norma
competente, es decir la norma superior, de manera que una vez reformada, se
pueda permitir la creación de normas con cualquier tipo de contenido. Al
respecto, Atienza y Ruiz Manero indican: “Todos los actos normativos resultan
permitidos por normas de grado superior y todas las normas mediante ellos
dictadas corresponden a tales normas de grado superior (…)” (Atienza & Ruiz
Manero, 1996, pág. 51)

Esta concepción de Kelsen, muchos la han catalogado como destructora de la idea del
sistema dinámico. Sin que se deje de mencionar, que tiene verdadera importancia en lo que
concierne a los sistemas irregulares, en primer lugar, porque con su teoría se estaría
hablando de una eliminación de los sistemas irregulares y por el otro nos encontraríamos
ante el hecho de que todas las normas son válidas por lo que no habría normas irregulares.

Lo anterior, se constituye como una verdadera objeción hecha a lo sustentado por Kelsen,
pues este intenta explicar con un mismo criterio, dos objetivos que son incompatibles.
Mientras que por un lado intenta explicar el derecho válido, por el otro explica el fenómeno
anómalo que constituyen las normas irregulares.

En consecuencia, son diversos los autores que sugirieron diferenciar la validez de la


aplicabilidad de una norma. Siendo la última, una relación entre dos normas y un caso, en
la medida de que una norma es aplicable cuando otra prescribe o faculta a dicho caso. En
este sentido, se desprende que la aplicabilidad de una norma, es relativa a determinados
órganos jurídicos, dicho de otro modo, a los deberes de determinadas autoridades.

A su vez, estos órganos encargados de la aplicabilidad, utilizan determinados criterios los


cuales pueden hallarse en alguna norma del sistema jurídico respectivo.

Por otro lado, como sostuviera Bulygin, así como es importante diferenciar
validez de aplicabilidad, también lo es, separar la aplicabilidad de la vigencia.
Este autor, distingue la vigencia de la validez, así como el sentido de
pertenencia y aplicabilidad:

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Los conceptos de validez, obligatoriedad y vigencia designan
propiedades compatibles, pero independientes. Dado que en la
filosofía jurídica se halla muy arraigada la tradición terminológica
que asocia “validez” con “obligatoriedad”, resulta particularmente
importante subrayar la independencia de los respectivos conceptos.
(Bulygin, pág. 365)
De lo anterior, la vigencia vendría a ser una especie de disposición aplicada
a normas y definiciones generales que admiten grados. En cambio, en el
caso de la aplicabilidad, una norma es o no aplicable individualmente.

Para Bulygin, la vigencia es semejante a un predicado descriptivo, de allí que


se mencione la disposición; que se aplica a disposiciones o normas
generales y que a su vez puede ser más o menos vigente y admite grados.

Mientras que aplicabilidad, no es un predicado sostiene, del cual puedan


afirmarse la gradualidad, por lo mismo lo anterior; una norma es aplicable a
un caso individual o no es aplicable.

APLICABILIDAD, INEXISTENCIA, NULIDAD Y ANULABILIDAD

Dentro de la dogmática jurídica, no es común que se encuentre o se utilice el término “norma


irregular” y que cuando se hable de esta, se haga referencia a la inexistencia, la nulidad y
la anulabilidad, como aquellos defectos que de estar presentes afectarían a una
determinada norma o un acto jurídico.
En primer lugar, se entiende por norma inexistente aquella que, al carecer de las
características esenciales, no pueden ser consideradas como jurídicas., dado que no
considera las normas establecidas para su elaboración. Con esto, esta norma no tiene esta
apariencia como tal, por lo que no hace falta acudir al juez para declarar su nulidad.
Así, suele definirse a las normas nulas como aquellas que, al presentar vicios importantes,
no pueden ser consideradas como válidas. Si la norma es nula, es ineficaz, por ende, no es
necesario que intervenga la autoridad judicial, así mismo, los efectos que pudo haber
producido, se consideran como que nunca se hubiesen dado; por esto, es el Derecho el
que busca mecanismos para volver a la situación inicial anterior a cualquier efecto, o en
todo caso, resarcir los daños que se pudieron ocasionar.
Otro aspecto a tomar en cuenta, es que la nulidad puede ser declarada de oficio, como
consecuencia de que sus vicios y circunstancias, son necesarias contrarrestar para
proteger el orden público. Esta declaración de oficio por el juez, erga omnes, es decir de
cumplimiento obligatorio, no es susceptible de convalidación, no puede ser sanada.

27
Ahora, si se establece una comparación de la nulidad con la anulabilidad, esta es de
carácter privado, la anulabilidad, a diferencia de la nulidad, tiene como finalidad la
protección de los intereses particulares y no los públicos. De manera que, al estar en la
esfera del derecho privado, la anulabilidad permite algo que la nulidad no, permite que,
dada la menor gravedad de sus infracciones, este contrato viciado pueda convalidarse de
acuerdo con las partes que intervinieron. Sin embargo, la diferencia más sustancial es que
son considerados como obligatorios, los efectos generados por norma anulable, al menos
hasta que no se produzca declaración judicial que declare su nulidad.
Por otro lado, establecer la diferencia entre norma nula e inexistencia ha sido siempre un
asunto de poca claridad. Un sector, se posiciona contrario a la teoría de la inexistencia,
dado que sus consecuencias, no se distinguen de aquellas que produce la nulidad, la
invalidez. Así mismo, a diferencia de la inexistencia, un contrato nulo puede tener apariencia
de tal, y por lo tanto, producir efectos para las partes, quedando motivada que se produzca
una sentencia judicial anulatoria del contrato para deshacer los efectos producidos.
Es otra característica de la anulabilidad, es el carácter que tienen las normas anulables, un
parte las califica de válidas, mientras que otra de inválidas. Mientras que, en cuanto al
carácter de la nulidad, por lo que se dice que la norma nula es inválida, e inaplicable por
regla general. Teniendo en cuenta que lo que motiva una nulidad es algo realmente grave,
esta norma nula carece de validez y es inaplicable incluso cuando se trate de una que ya
ha producido efectos y que su nulidad no haya sido declarada. Por esto que el derecho
habla de la ineficacia de las normas nulas.
Por regla general, las normas nulas son inaplicables, pero entendiendo la existencia de las
dos esferas, el Derecho Público y el Derecho Privado, las normas que se dictan con el
amparo del primero, Derecho Público, gozan, ante todo, de la presunción de su validez de
grado fuerte, es por eso que, en determinadas ocasiones, incluso la nulidad de algunas
normas, estas seas aplicables por algunos organismos.
Caso distinto es el del Derecho Privado, en este, la nulidad tiene como consecuencia lo que
se denomina en el Derecho como ineficacia radical, significa que no produce ni puede
producir ningún efecto jurídico. Por esto, no significa que este si produzca efectos entre las
partes, sino que no debería de haber producido en un primer momento, tales efectos,
entendiéndose que se hable de volver al estado original o inicial, o que simplemente se
trate de subsanar o resarcir los daños efectuados por los efectos. Hablando de forma
general, un contrato nulo, es uno que siempre será inaplicable, siendo irrelevante los
efectos que haya producido para efectos de su inaplicabilidad.

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Es distinto lo que sucede en el caso de la anulabilidad con respecto a la nulidad, en este
caso, independientemente del vicio que fundamenta la sentencia anulatoria, el contrato será
aplicable, eficaz y generará obligaciones. Sin embargo, el carácter de esa aplicabilidad es
claudicante, dado que la presencia del vicio puede generar que se declare su nulidad. En
este sentido, se entiende que las normas anulables, si bien son inválidas, gozan del carácter
de aplicabilidad.
De esta forma, se ha establecido que existe una elación entre lo que es aplicabilidad y la
presunción de validez. La primera, solo supone que ciertos órganos tienen la facultad de
aplicar ciertas normas aun cuando estas sean normas irregulares, sin que esto afecte la
validez. En estas circunstancias, si un órgano tuviera alguna inquietud con respecto a la
validez, este está facultado para elevar su cuestión a un órgano supremo o tribunal a fin de
que esta sea quien determine al fin si esa norma es válida o de lo contrario es inválida.
Por lo anterior, mientras la validez y la invalidez de una norma o un contrato, depende de
otras consideraciones o de la declaración de un tribunal; por su parte, la inaplicabilidad de
una norma es de carácter provisional, dado que puede claudicar en los casos en los que el
tribunal competente declare su invalidez.
Así, la diferencia entre validez e inaplicabilidad, se halla ligada a lo que Hary dijera con
respecto a la definitivita de una decisión judicial y su infalibilidad. Así, una decisión que
tenga el carácter de cosa juzgada, supone que esta es definitiva, luego de sentenciada ya
no puede ser cambiada, esto porque establece la aplicabilidad de una norma a un caso en
concreto; empero, esta no es infalible, dado que cabe la posibilidad de que pudieron
haberse equivocado al momento de evaluar si la norma era válida o inválida.
Continuando, una de las características más resaltantes del contrato anulable y que lo
diferencian de uno nulo, es el detalle de la posibilidad de reparación del anulable, significa
que este, es susceptible de sanar con el transcurrir del tiempo. En estos casos, se entiende
que cuando el afectado no emprende medida anulatoria alguna de forma y por el contario
existe un consentimiento manifestado expresa o tácitamente, es que se da lugar al efecto
sanatorio del negocio, mediante este efecto sanatorio, el negocio se vuelve valido.
Al respecto, una parte del Derecho Civil, opina que el negocio era invalido, y en todo caso,
lo que se produce es una sanción de ese negocio, convirtiéndolo en valido, en otras
palabras, en un negocio en el que anteriormente no existía la validez, con la sanación, se
produce la validez de este.
A diferencia de lo anterior, otro sector del Derecho sostiene que, por el transcurso del
tiempo, no se corrige ni mucho menos se borra la irregularidad existente. Sino que es a

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efectos del pasar del tiempo, que es posible notar la eficacia del contrato. Así, no se borra
la irregularidad del contrato, sino que se está produciendo una eliminación de la lo que en
principio lo ocasiona, la sanción, la ineficacia.
La confirmación o la sanación, ubicándonos en un sentido estricto del concepto, no borra
irregularidad alguna, de manera que no podrá decirse que el contrato es válido, dado que
el juicio invalidante subsiste y la consecuencia adherida, la invalidez, no desaparece.
Dado esto, sería posible indicar que no afecta a la validez el efecto sanatorio por el
transcurso del tiempo, sino que afecta a la aplicabilidad de la norma o el contrato.
Tratándose de un negocio que es irregular, pero aplicable de manera provisional, es a partir
del momento en que ocurre el suceso sanatorio del negocio, que este será dotado de
validez, que será aplicable de forma definitiva y que eliminada definitivamente la posibilidad
de que en un futuro sea determinada su ineficacia, inaplicabilidad.
En efecto, hasta antes de que se diera algún evento sanatorio de la norma o el contrato,
este el contrato era inválido pero aplicable, sin embargo, como vimos anteriormente, es
característica de esa aplicabilidad, el aspecto temporal del que está dotado, solo es
provisional.
Ocurre lo distinto, cuando frente a un negocio o norma irregular, sucedida la sanación,
desaparece esa aplicabilidad temporal o provisional anterior, con y gracias a la sanación,
lo que ocurre es que serán aplicables, y no solo aplicables con algún tipo de temporalidad,
serán aplicables definitivamente.
Finalmente, lo que básicamente Kelsen sostenía era que las normas irregulares, los
contratos, los negocios, eran válidos, juntando argumentos que hasta cierto punto
resultaban contradictorios, por cuanto se amparaban en algo poco objetivo y bastante
subjetivo como la potestad de normar sobre lo que le apeteciera, que tenían los organismos
y la autoridad.
11.LIZARDO TABOADA

Para el estudio de este autor, es importante que nos sumerjamos en principio, en lo que da
inicio a la nulidad.
Como sabemos, los hechos jurídicos son todos aquellos sucesos que ocurren sin la
intervención del ser humano y que tienen la característica de ser eventuales, es decir que
no se puede prever a exactitud su ocurrencia con la intervención humana.
Dentro de la categoría de los hechos jurídicos, está lo que conocemos como actos jurídicos,
que son otra cosa que aquellos hechos ocurridos con intervención humana y que además
sucedieron por la voluntad del sujeto de producir tal acto que en la medida en que se

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encuentre dentro de lo permitido por el ordenamiento jurídico, será uno jurídico, acto
jurídico.
Ahora bien, la importancia de estos actos jurídicos, radica en que es a través de ellos que
las personas tienen la posibilidad de satisfacer las diversas necesidades que presentan en
su vida diaria que necesiten de una relación con otras personas, otros sujetos de derecho.
Es por eso que la categoría de los actos jurídicos se encuentra constituida en la doctrina
del Derecho, los distintos sistemas jurídicos y entre los doctrinarios, como la categoría más
importante dentro de los hechos jurídicos. Como ejemplo de esto, está el caso del nuestro
propio sistema jurídico peruano, dado que, en el Código Civil vigente, se le ha dedicado a
esta figura del acto jurídico, un libro especial que lo regula.
Así mismo, una característica primordial de los actos jurídicos es la llamada “autonomía
privada”, que, a su vez, encuentra en los actos jurídicos la posibilidad máxima de su
manifestación, a comparación de otras figuras del Derecho.
Se entiende por “autonomía privada” a aquella autoridad que tienen los particulares, sean
estos personas jurídicas o personas naturales; de establecer los lineamientos de sus
intereses privados que los vinculan con otras personas a raíz de sus diversas necesidades,
todo esto con independencia del ordenamiento jurídico en el cual se hallen. Es a través de
los actos jurídicos, que con el ejercicio de la “autonomía privada”, las partes involucradas
pueden lograr los resultados que deseen, ya sea creando, regulando, edificando o
extinguiendo relaciones jurídicas, sean estas de carácter patrimonial o extra patrimonial;
por lo que se confirma lo dicho anteriormente, que los actos jurídicos son la mejor forma en
que las partes que en el intervienen, realizan el ejercicio pleno de la “autonomía privada”
Así, los actos jurídicos son llevados a cabo con el fin de producir todos aquellos efectos
jurídicos de manera que, con una autorregulación y satisfactoria celebración del acto, se
puedan satisfacer las diferentes necesidades que las partes hayan visto, motivan su
actuación. Dicho de otro modo, la finalidad de los actos jurídicos no es otra que la de lograr
un determinado resultado jurídico, producto de la celebración libre y la autorregulación de
estos intereses a través de la creación, modificación, regulación o extinción de relaciones
jurídicas. “La finalidad del acto jurídico es alcanzar un determinado resultado jurídico que
consistirá en crear, modificar, regular o extinguir las relaciones jurídicas”.
De igual forma, la importancia de que se produzcan estos efectos jurídicos como
consecuencia de la celebración de un acto jurídico, se aprecia en una deducción simple:
que, si no se produjeran los efectos jurídicos, la celebración del acto jurídico o tendría

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ningún sentido, en la medida en que los actos jurídicos son celebrados con la finalidad de
que estos efectos jurídicos se produzcan.
Ahora bien, independientemente de otros sistemas jurídicos, el peruano, reconoce la figura
del negocio jurídico como “acto jurídico”, de manera que también resulta ser una especie
de suma importancia y que se haya dentro de los hechos jurídicos voluntarios, a través de
los cuales, son las personas naturales o jurídicas, las que tienen la posibilidad de satisfacer
sus necesidades en relación con otros sujetos de Derecho.
Sin embargo, la orientación al logro de funciones que sean socialmente dignas y
razonables, es la orientación que han de tener los negocios jurídicos para ser considerados
como tal. Sumado a esto, los negocios jurídicos tendrán que tomar en cuenta que su
contenido, prácticamente tiene que ser prácticamente lícitos, es decir, que no alteren el
orden público, las buenas costumbres ni mucho menos las normas imperativas vigentes
que regulan la convivencia pacífica de una determinada sociedad.
Dicho esto, los negocios jurídicos son llevados a cabo de igual forma, para que produzcan
determinados efectos jurídicos, dado que en la medida en que no se produzcan efectos
jurídicos, los buscados por los interesados, como se dijo con anterioridad, no tendría ningún
sentido que las partes recurran a la celebración de este.
Es de esta manera, que queda demostrada cual es la importancia de que los negocios
jurídicos y los contratos, produzcan efectos jurídicos, entendiendo que aquellos actos o
negocios jurídicos y contratos que son celebrados de forma validad y eficaz, de aquellos
que no, es la producción de los efectos jurídicos, sean estos de creación, modificación,
regulación o extinción de las relaciones jurídicas patrimoniales o extra patrimoniales.
En este sentido y volviendo a la “autonomía privada”, tanto los negocios jurídicos como los
contratos, son eficaces cuando permiten que las partes que en ellos intervienen,
autorregulen sus intereses privados con la finalidad de satisfacer aquella infinita y diversa
gama de necesidades que deseen satisfacer.
No obstante, el hablar de negocio jurídico y de contratos, nos lleva al estudio de la
denominada doctrina de la “ineficacia” del negocio jurídico o el contrato. Esta doctrina de la
ineficacia se explica por el hecho de que, en muchos casos, son los negocios o contratos
que no son eficaces, es decir, en ningún caso producen los efectos jurídicos o se da que
estos efectos que se producen no perduran y desaparecen por eventos posteriores a la
celebración de estos. De esta forma, se denomina con ineficacia, a aquella categoría que
describe todos los supuestos por los cuales los negocios jurídicos o los contratos no son

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eficaces, al no haber producido efectos jurídicos o que sencillamente estos hayan
desaparecido con posterioridad.
Sea que se esté hablando de una ineficacia inicial o sobreviniente, las razones para esta
figura son vareadas, siendo una regla general en esta doctrina, el incumplimiento de un
requisito de orden legal, ya sea el momento en que se celebró el negocio jurídico o con
posterioridad a esta celebración, de manera que quede justificado el hecho de que o se
produzcan los efectos jurídicos deseados por las partes que en el intervienen o que estos
efectos jurídicos que se produjeron desaparezcan.
Sin embargo, sucede que, en determinado caso de ineficacia sobreviniente, esta puede ser
producto de la voluntad de las partes y no del incumplimiento de un requisito de orden legal.
Quiere decir que, en atención a la autonomía privada de las partes, los negocios jurídicos,
dejen de producir los efectos que venían produciendo, como consecuencia de lo celebrado
por ambas partes, esto por resolución voluntaria de estas partes. Por lo cual, hablando de
forma general, la ineficacia, ya sea inicial o ineficacia o sobreviniente, se produce como
producto del incumplimiento de un requisito o un aspecto determinado por la Ley.
 SEMEJANZAS ENTRE NULIDAD Y ANULABILIDAD
Dentro de las semejanzas que se pueden establecer entre la nulidad y la anulabilidad
están las siguientes: Que las causales son coetáneas a la celebración del acto jurídico,
se refieren siempre a un defecto en la estructura del acto jurídico y no puede ser
pactadas ya que vienen establecidas por la Ley.
En pocas palabras, un acto jurídico será inválido, nulo o anulable, cuando no tenga,
carezca o sufra de la falta de algún aspecto estructural. Sin embargo, si bien ambas
figuras, la nulidad y la anulabilidad son ambos supuestos de invalidez, no se puede
negar que entre ambas figuras existen diferencias empezando por la caracterización.

 DIFERENCIAS ENTRE NULIDAD Y ANULABILIDAD


Primeramente, el acto nulo, es todo acto que carece de algún elemento, presupuesto
o requisito esencial, o que su contenido atente contra los principios del orden público,
las buenas costumbres, o vulnere una o varias normas imperativas.
En segundo lugar, un acto jurídico anulable, es aquel que se halla afectado por algo
vicio en su conformación.
Como se ve, si bien es cierto tanto la nulidad como la anulabilidad son dos supuestos
de invalidez del negocio jurídico, la diferencia que existe entre ambos resulta evidente.
Es decir, ambos son dos supuestos totalmente distintos de invalidez; cuando hablamos
de un acto nulo, nos referimos a aquel que ni siquiera se ha llegado a formar
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válidamente justamente por no contar con algún elemento, presupuesto o requisito que
sea de carácter indispensable, que tenga un contenido ilícito o atente contra las el
orden público y las leyes imperativas; motivos por los cuales, la nulidad se configura
como el supuesto de más severidad e invalidez, dado que en este, los actos jurídicos
no se han llegado a conformar por esta ausencia de elementos o presupuestos
fundamentales, de un requisito que la ley establece, o que sean ilícitos por atentar
contra los fundamentos del sistema jurídico.
Mientras que, en el caso de la anulabilidad, no se configura la falta de algún elemento
o presupuesto elemental o que su contenido se encuentre prohibido, sino que, por el
contrario, son actos jurídicos que cuentan con la mayoría de los aspectos estructurales
pero que tiene un vicio en su conformación, motivo por el cual no son válidos
Con respecto a la denominación, había dicho anteriormente que, en muchos sistemas
jurídicos, se calificaba a la nulidad como nulidad absoluta, y a la anulabilidad, como
nulidad relativa. Así mismo, se indicó que, en nuestro sistema jurídico, los términos
adoptados son los de nulidad y anulabilidad.
Ahora bien, tanto la nulidad como la anulabilidad cuentan con dos tipos de causales:
las causales genéricas y las específicas. Las primeras causales, las genéricas, son de
aplicación a todos los actos jurídicos en general y se hallan reguladas en el Artículo
219 del Código Civil peruano en el caso de la nulidad.
El acto jurídico es nulo.
 Cuando falta manifestación de voluntad del agente.
 Cuando se haya practicado por persona absolutamente incapaz, salvo lo
dispuesto en el artículo 1358.
 Cuando su objeto es física o jurídicamente imposible o cuando sea
indeterminable.
 Cuando u fin sea ilícito.
 Cuando adolezca de simulación absoluta.
 Cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad.
 Cuando la ley lo declare nulo.
 En el caso del artículo V del título preliminar, salvo que la ley lo establezca
sanción diversa. (Código Civil, 2015, pág. 140)

Mientras que, para el caso de la anulabilidad, estas causales genéricas se encuentran


reguladas en el artículo 221 del Código Civil. El acto jurídico es anulable:

 Por incapacidad relativa del agente.

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 Por vicio resultante de error, dolo, violencia o intimidación.
 Por simulación, cuando el acto real que lo contiene perjudica el derecho de
tercero.
 Cuando la ley lo declare anulable. (Código Civil, 2015, pág. 141)

Muy a parte de las causales genéricas, las cuales son aplicables a todos los actos jurídicos,
tenemos a las causales específicas, que, a su vez, se presentan y evidencian solo en
determinados tipos o supuestos de actos jurídicos.

Con respecto a estas, sus causales, a diferencia de las genéricas, se hallan dispersas a lo
largo y ancho de sistema jurídico en general, dado que no existe ninguna especie de lista
cerrada o numerus clausus que mencione estas causales, como si ocurre con las causales
genéricas.

Ahora bien, existen dos tipos de causales de nulidad específicas:

 Nulidades expresas o textuales:


Son las que vienen declaradas directamente por la norma jurídica. Es decir, se hallan
positivamente dentro de los textos normativos de un sistema jurídico determinado. Sucede
lo mismo para el caso de la anulabilidad expresa o textual.
 Nulidades virtuales o tácitas:
Estas se refieren o se deducen del contenido del acto jurídico, por contravenir el orden
público, las buenas costumbres o las normas imperativas. De esta manera, se deduce que
los supuestos de nulidad virtual son infinitos.

No sucede lo mismo para el caso concreto de la anulabilidad, dado que para esta solo
existen las causales específicas expresas o textuales, no pudiendo ser en ningún momento
virtuales o tácitas.

De esta forma y por lo anteriormente visto, queda establecida una de las principales
diferencias entre la nulidad y la anulabilidad. Mientras la nulidad supone la existencia de un
defecto severo en la conformación del acto jurídico; la anulabilidad, únicamente refiere la
presencia de un vicio en su estructura, es decir, estamos ante la presencia de un defecto
de menor categoría en comparación con la nulidad. Dicho de otra forma, La nulidad
presenta defectos severos en la conformación del acto jurídico y en la anulabilidad existe
un vicio en su estructura.

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Otra diferencia claramente establecida entre lo que es nulidad y anulabilidad, es el hecho
de que en cuanto a las causales, las causales de la nulidad se construyen y establecen
legalmente en tutela del interés público; mientras que en el caso de las causales de la
anulabilidad, estas encuentran su fundamentación en la tutela del interés privado de las
partes que han celebrado el acto o negocio jurídico, en contraposición a la nulidad, con el
fin de proteger a la parte que haya resultado afectada por la causal de anulabilidad. Es
decir, la anulabilidad se fundamenta la tutela de interés privado con las partes que han
celebrado el acto jurídico.

Una tercera diferencia entre lo que es nulidad y anulabilidad, es la acción para solicitar la
declaración judicial de nulidad o anulabilidad. En el caso de la nulidad, la acción puede ser
interpuesta no solo por aquellas partes que hayan celebrado el acto jurídico, sino también
la puede interponer un tercero que acredita tener legítimo interés, ya sea este económico o
moral, o puede ser también, solicitada por el Ministerio Publico; es más, el juez tiene la
potestad de declararla de oficio cuando esta resulte manifiesta, tal y como lo señala el
artículo 220 del Código Civil del Perú. La nulidad a que se refiere el artículo 2019 puede ser
alegada por quienes tengan legítimo interés o por el ministerio Público, puede ser declarada
de oficio por el juez cuando resulte manifiesta, no puede subsanarse por la confirmación.
(Código Civil, 2015, pág. 141)

No sucede lo mismo para el caso de la anulabilidad del acto jurídico, pues esta acción solo
puede interponerla las partes que hayan celebrado el acto jurídico que se halla viciado, la
ley establece que ellos tienen el beneficio de la acción.

De lo visto anteriormente, es fácilmente entendible la gravedad de la nulidad como sanción


para los actos jurídicos que se hayan conformado de manera defectuosa o que tengan un
contenido ilícito, pues como se vio, esta puede ser interpuesta por cualquier persona que
acredite tener un legítimo interés para ello, la puede solicitar el Ministerio Publico en su
potestad de defensor de la legalidad, o en extremo, puede ser declarada de oficio por el
juez, cuando resulte manifiesta; en pocas palabras, la nulidad la solicitud de declaración
judicial de nulidad puede ser interpuesta por cualquiera de las partes y por un tercero o por
el Ministerio público. Es distinto el caso de la anulabilidad, dado que solo atenta contra los
intereses privados, afecta a una de las partes que celebró el acto jurídico. En esta línea, en
el artículo 222 de nuestro Código Civil señala que esta se pronunciará a petición de parte y
que no puede ser alegada por otras personas pues la ley no les otorga ese beneficio. La

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anulabilidad solo puede ser interpuesta por la parte que ha celebrado el acto jurídico viciado,
afectada por la causal.

ARTICULO 222. El acto jurídico anulable es nulo desde su celebración, por efecto de la
sentencia que lo declare. Esta nulidad se pronunciará a petición de parte y no puede ser
alegada por otras personas que aquellas en cuyo beneficio la establece la ley. (Código Civil,
2015, pág. 141)

Otra diferencia existente entre ambas categorías, es el hecho de que los actos jurídicos
nacen muertos, motivo por el cual no producen efecto jurídico alguno que tendría que haber
producido. En la nulidad los efectos nacen muertos, no producen efectos jurídicos. Mientras
que, para efectos de la anulabilidad, estos actos si nacen con vida, pero se dice que sufren
o adolecen de una enfermedad por lo cual tienen un destino distinto o excluyente: o bien
son subsanados o convalidados sus vicios a través de la confirmación, o son declarados
nulos a través de la acción de anulabilidad. Las anulabilidades nacen con vida, tienen doble
destino son subsanados o convalidados, el acto jurídico nace muerto, en consecuencia, no
produce ningún efecto jurídico por haber nacido sin vida. En el caso de los actos anulables,
estos nacen produciendo sus efectos jurídicos, y estos efectos seguirán produciéndose con
normalidad si es que el acto que adolece de los vicios es confirmado, o caso contrario,
dejará de producirlos si es que es declarado judicialmente nulo. Estos actos anulables,
nacen con vida, consecuentemente, produciendo todos sus efectos jurídicos, sin embargo,
dejará de producir estos efectos, cuando la parte afectada interviniente, solicite
judicialmente su nulidad; caso contrario, si la parte afectada decide optar por confirmar el
acto anulable al subsanarse el vicio que lo aquejaba, el acto seguirá produciendo sus
efectos jurídicos. Se deduce así, que dados los dos caminos que la parte afectada puede
tomar en los casos de anulabilidad, el acto anulable depende exclusivamente de la decisión
de la parte afectada por la causal de anulabilidad, es la parte afectada quien decide la suerte
o el destino del acto jurídico anulable.

Como se ha dejado entrever al hacer mención del doble destino que tenía el acto jurídico
anulable, el objetivo que tiene la acción de judicial de anulabilidad, no es que se declare
judicialmente la anulabilidad de un acto jurídico, sino que se declare su nulidad siendo un
acto jurídico anulable. Sucede esto, pues como ya se había dicho, existen dos caminos
cuando se está frente a un acto jurídico anulable: Que se declare la nulidad del acto
anulable o bien que se ratifique el acto luego de ser subsanados sus vicios.

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Es decir, para efectos de la figura de la anulabilidad; cuando el acto anulable es confirmado,
este continuará produciendo los efectos jurídicos que ha venido causando desde el
momento de su nacimiento, esto se debe justamente a la confirmación de este acto al
haberse subsanado el vicio que lo aquejaba. Sin embargo, como se vio antes, los actos
jurídicos anulables podrían no ser confirmados y en efecto, se produciría a la declaración
judicial de nulidad, razón por la cual los efectos que el acto venía produciendo desde el
momento de su nacimiento, desaparecerán una vez declarada judicialmente la nulidad de
este acto jurídico anulable. Se ve en esta última alternativa del acto anulable, que existe la
figura de la retroactividad en cuanto a los efectos jurídicos del acto, esta retroactividad es
llamada la retroactividad obligacional, que se encuentra señalada en el artículo 222 del
Código Civil peruano, dado que expresamente señala que el acto anulable es un acto nulo
desde el momento de su celebración en consecuencia de su declaración judicial de nulidad.

Queda establecido claramente que el acto jurídico anulable, a diferencia del acto jurídico
nulo, tiene dos alternativas cuando se quiera proceder, tiene un doble sentido alternativo,
es decir, al nacer con vida produciendo todos sus efectos jurídicos, y que en el futuro se
conozca de un vicio u enfermedad, este acto viciado tiene dos posibles destinos alternativos
y excluyentes:

 Se confirma el acto jurídico, por lo cual es subsanado o convalidado, de manera que


seguirá produciendo sus efectos jurídicos.
 Se declara judicialmente la nulidad del acto jurídico, luego de haberse interpuesto
una demanda de acción de anulabilidad, sentencia tras la cual, la consecuencia en los
efectos jurídicos, es que estos desaparecerán de forma retroactiva a la fecha en que se
llevó a cabo o se celebró el acto jurídico anulable.

Anteriormente, mencionaba que el objetivo de la acción de anulabilidad no era en sí, que


se declare esta anulabilidad, sino que se declare la nulidad del acto jurídico anulable, con
lo que este acto jurídico, que padezca de algún vicio, dejará de producir sus efectos; caso
distinto al del acto nulo, en este caso, el acto nace muerto y en ningún caso se producirá
efecto alguno que tendría que haber producido. Por lo visto párrafos antes, una diferencia
bastante notoria entre ambas figuras, nulidad y anulabilidad, es el hecho de que el acto nulo
no puede ser confirmado, mientras que el acto anulable si puede ser confirmado o
convalidado por adolecer de un vicio subsanable. Ahora bien, corresponde mencionar que,
en cuanto a los plazos de prescripción de la nulidad y la anulabilidad, surge y se establece
otra diferencia entre ambos.

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CONCLUSIONES
Luego de haber estudiado a profundidad la figura de la nulidad y la anulabilidad del acto
jurídico, así como las consecuencias de estas mismas, queda ratificar que la nulidad es una
acción que, ante todo, busca proteger los derechos de la población, de toda la sociedad en
sí. Puede ser declarada no solo por las partes, sino por cualquiera que tenga legitimo
interés, por el Ministerio Publico, o por el propio juez de oficio cuando sea visible.

Como se ha dejado entrever al hacer mención del doble destino que tenía el acto jurídico
anulable, el objetivo que tiene la acción de judicial de anulabilidad, no es que se declare
judicialmente la anulabilidad de un acto jurídico, sino que se declare su nulidad siendo un
acto jurídico anulable. Sucede esto, pues como ya se había dicho, existen dos caminos
cuando se está frente a un acto jurídico anulable: Que se declare la nulidad del acto
anulable o bien que se ratifique el acto luego de ser subsanados sus vicios.

El acto anulable, es decir el que adolece de nulidad relativa, reúne los elementos esenciales
y requisitos de validez, produce normalmente los efectos que le son peculiares, siempre
que sea a petición de la parte interesada, este puede declararse nulo judicialmente, pero
con efectos retroactivos al momento de su celebración, siempre que concurra alguna de las
causales, ya sea un vicio que lo invalida.

Otro punto, es el acto anulable no es nulo por si, sino que está afectado por un vicio como
ya se ha mencionado. Entonces la anulabilidad simplemente se traduce en nulidad por
efecto de la sentencia judicial que declara que el acto jurídico es nulo, reduciendo a la nada
los efectos producidos.

Y para finalizar acotaremos recalcando que si bien es cierto tanto la nulidad, como la
anulabilidad establecen similitudes y diferencias entre ambas figuras, la figura de la
confirmación, plazo rescriptorio, la retroactividad de la sentencia declarada.

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