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EXPERTO
EN EDUCACIÓN FAMILIAR, SISTEMA DAIP
e-mail: identitas@educarpersonas.com
ISBN: 978-84-16798-17-9
LA EDUCACIÓN DE LA AFECTIVIDAD
Cuestionario de evaluación
Presentaciones
Libro base
Cuestionario de evaluación
Vídeo de referencia
Trabajo de aplicación
Bibliografía de profundización
“La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa
los postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente.
— “No creo que venga nadie esta noche” —dijo el padre con la mano
sobre el tablero.
Hace unos días contaba Antonio, chico de 25 años: “cada vez es más
desagradable vivir en mi casa, siempre está tenso el ambiente: mi padre
no habla con mi madre, y ninguno de los dos se atreve a hablar
conmigo…”
¿Son tan “volátiles” los sentimientos?… Será cierto que, como dice el
aria del Rigoletto, de Verdi2:
e di pensier, e di pensier.
...
y de pensamiento, y de pensamiento.
...
Definición
Los instintos
Hay un primer escalón, el de los instintos: son las llamadas más básicas
que recibimos de nuestro cuerpo: sentimos hambre y deseamos comer;
tenemos sed y ansiamos beber; sueño y dormir; a veces un miedo
irracional, el pudor…
Como sabemos, los instintos son las pautas de conducta que permiten a
los animales conservar su vida (comida; bebida, huida ante el peligro…)
o la de la especie (reproducción). La reacción ante los estímulos es en el
caso del animal, automática y predecible; precisamente en función de los
instintos.
En la persona humana:
Para educar los instintos (las tendencias), lo primero es saber que están
ahí, que su llegada es automática y no sorprenderse ni tenerles miedo.
También, que su fuerza es caduca y limitada. Comprensión de lo que nos
ocurre y serenidad, especialmente para no enfadarse ante algo que nos
desajusta repentinamente4.
Si en lugar del bien tropezamos con el mal (lo que consideramos malo
para nosotros), lo odiamos (lo rechazamos: el odio). El mal en el
presente, es el dolor o la tristeza. Si podemos, ante ese mal, huimos.
La secuencia afectiva
“Una vida sin pasión sería aburrida; la meta es tener las emociones
apropiadas, sentir de manera apropiada a las circunstancias” (Goleman,
1996, 23).
El racionalismo, que se inicia con Descartes, tiene una visión dual del
hombre: distingue entre la res extensa (el cuerpo, la materia) y la res
cogitans (espíritu). En la res cogitans sitúa la afectividad, y ahí se queda,
como algo que molesta a la inteligencia, entendida como racionalidad.
Hay que prescindir de los sentimientos si queremos llegar a un método
del pensamiento.
Sí, pero el racionalismo sigue ahí, con esa fragmentación, con la ruptura
que produce en el hombre, al que cada día se quiere hacer que se
parezca más a una máquina, donde todo está controlado.
El otro extremo mantiene que el hombre es, ante todo alma, espíritu, y el
cuerpo se entiende como algo negativo, que lastra la interioridad, y que
hay que relegar. Aquí, estarían también, los racionalistas, que miran los
sentimientos como algo propio de seres débiles (Kant, Hegel, y sus
escuelas racionalistas de ética).
Así dice Hildebrand, en su obra “El corazón”. Y añade una cita de San
Agustín: “Finalmente nuestra doctrina pregunta no tanto si uno debe
enfadarse, sino acerca de qué; por qué está triste y no si lo está; y lo
mismo acerca del temor” (Hildebrand, 1997, 36).
Los sentimientos son el color, la luz, con la que nos llega lo que
acontece alrededor.
El cariño lo necesitan las personas. Por supuesto, los niños, los ancianos
y los enfermos tienen un especial derecho. Pero también todos, y en la
vida cotidiana.
Pero también se inician los sentimientos positivos, entre ellos el que será
más importante para la edificación posterior de una personalidad
equilibrada: la sensación afectiva de seguridad que se manifiesta, por
ejemplo, en el niño cuando reposa junto al pecho de la madre. La
sensación de seguridad es el germen sobre el que se implantará el
sentimiento social, que se va a ir desarrollando en cada etapa. El cariño
de los padres es esencial. Incluso el niño empezará a distinguir pronto la
delicadeza de la madre al cogerle en brazos, de las torpezas cariñosas
con las que le trata el padre. Las dos son igualmente necesarias.
Entre los seis y los diez años, en plena edad escolar, se debilitan los
lazos afectivos que eran tan fuertes entre los cuatro y los seis años.
Ahora se hace más autónomo. Del ambiente primario que era la familia
está llegando a otros ambientes, a otros grupos, con los compañeros de
colegio. Posee ya un dominio de la realidad, y del sentido del bien y de
mal, y hace sus valoraciones de la conducta propia o de los demás.
La afectividad en la adolescencia
La educación de la afectividad
Un modo de entender la educación consiste en ayudar al educando a
alcanzar su madurez personal.
Está claro que la base somática de la persona –su cuerpo– tiene una
influencia clara en la capacidad de modulación y expresión de la vida
afectiva. De este modo, cuando se está enfermo o cansado se puede
estar más fácilmente irritable o susceptible, se albergan sentimientos
más pesimistas, etc. Por el contrario, la buena salud, el descanso… nos
permiten afrontar la vida con empuje y ánimo. Lo mismo se puede
afirmar de la interrelación entre afectividad e inteligencia, y entre
afectividad y voluntad. Las personas más virtuosas controlan mejor sus
reacciones y las más inteligentes pueden comprender mejor sus afectos.
Por estas razones, una persona madura posee una vida afectiva de gran
vitalidad: un corazón grande. Sus sentimientos educados potencian su
capacidad de manera que no sólo quiere el bien, sino que lo quiere con
todo el corazón. Es capaz de gozar, de sufrir, de superar los altibajos, de
distinguir un estado de ánimo de una decisión voluntaria, de odiar el mal
y de enfadarse cuando hay motivo. En definitiva, es dueña de sus
sentimientos.
No son pocas las familias en las que los padres procuran a toda costa
evitar a los hijos dolores, contrariedades y sufrimientos, satisfaciendo
muchos de sus caprichos y demandas de manera inmediata. Esto da
como resultado jóvenes sin fuerza ni vigor, incapaces de hacer lo que
deben y quieren cuando no les apetece, incapaces de resistir el menor
contratiempo. “Por eso, muchas veces conviene negar lo que los
sentimientos nos piden, auque sea justo; eso nos entrena. No comer y
beber siempre y en todo lo que nos apetece. No dejarnos llevar siempre
por la persona que más nos agrada, etc. Al igual que el gimnasta se
entrena (…) yo debo entrenar mi esfera afectiva e intelectual. (…) Si no
quiero dejarme llevar por la ira, el rencor o una sensualidad fuera de
lugar, debo entrenarme en situaciones neutras; porque así cuando llegue
la situación comprometida tendré las energías físicas y psicológicas para
vencer” (Gudín, 2001, 164-165).
Del mismo modo, las personas sensibles ante los sentimientos ajenos
generan confianza en sus relaciones, son más sociables, más capaces
de amistad y más estables emocionalmente. La propia afectividad está al
servicio de la comunicación con el otro, de manera sublime en la
comunicación del amor.
7. Principio de gradualidad
El primer trato del recién nacido con la realidad es afectivo. Ya a los dos meses
los ojos de su madre son el centro preferido de su atención. Cobra especial
importancia desde el principio el mostrarle que hay límites, así como mucho
cariño sin ansiedad. Si se satisfacen todos sus antojos, se le impedirá desarrollar
su capacidad de resistir el impulso y tolerar la frustración y su carácter se iría
volviendo egocéntrico y arrogante.
En los primeros de vida años va configurándose el temple básico del niño. Hacia
el primer año la madre va enseñando al niño si hay que sentir y qué hay que
sentir sobre el entorno. La seguridad del afecto de la madre es lo que permite al
niño apartarse, explorar, dominar los miedos y los problemas. El amor
incondicional propio de la familia va ayudando al niño a adquirir seguridad y
estabilidad afectiva. Las experiencias infantiles impregnadas de afecto pasan a
formar parte de la personalidad a través de la memoria. Hacia los dos años
entran en su mundo las miradas ajenas. Disfrutan al ser mirados con cariño. A
partir de ahora cobra gran fuerza educativa la satisfacción ante el elogio o ante
las muestras de aprobación o disgusto de aquellos a quien él aprecia.
Hacia los 7-8 años nos convertimos en actores y jueces: con el uso de razón
entran en juego la reflexión y la libertad. Y aparecen el orgullo y la vergüenza
aunque no haya espectadores. Hacia los 10 años pueden ya integrar sentimientos
opuestos y empiezan a darse cuenta de que los sentimientos deben controlarse.
La inteligencia se va haciendo objetiva y puede objetivar los valores que eran
sentidos. Las lecciones emocionales de los primeros años son muy importantes.
Una infancia rodeada de cariño facilita el ser positivo, la seguridad, la confianza
en los demás... En la infancia se hace especialmente importante el trabajo
educativo que se dirige a la adquisición de virtudes, a través del ejercicio.
Con la llegada de la pubertad son llamativas la inestabilidad general y la intensa
excitabilidad. Lo más importante y característico de esta etapa es el comienzo
del desarrollo de la propia intimidad. Aparecen conductas egocéntricas y
presuntuosas —habla en primera persona, se siente víctima, se ruboriza cuando
se habla de él, etc.—, así como una desconfianza generalizada. Necesita
seguridad y pueden aparecer sentimientos de duda e inferioridad. Muchas veces,
su enfrentamiento con personas o situaciones es, sobre todo, autoafirmación. Es
preciso estar atentos para ayudarles a evitar complejos. Una buena atención
personal les ayudará a conocer sus buenas cualidades, como punto de apoyo para
su seguridad personal y para que puedan ponerlas al servicio de los demás. La
inseguridad personal provoca igualmente hipersensibilidad y sentido del ridículo
que, paradójicamente, van acompañados de un vivo deseo de libertad,
autoafirmación y autosuficiencia, que a veces les lleva a rechazar la autoridad.
Con un sentido optimista y positivo de la educación aprenderán a aceptar sus
propias limitaciones y a conocer sus defectos, que es la primera condición para
luchar por superarlos. Es también un momento especialmente adecuado para
cultivar las virtudes del pudor y la sinceridad, así como para ayudar a superar los
respetos humanos.
La adolescencia es una etapa decisiva en la historia de toda persona. Todo ese
abrirse a ilusiones nuevas, a nuevos amores, y el descubrir la propia intimidad
viene empapado por el despertar de una gran sensibilidad, en la que los
sentimientos fluyen con fuerza y variabilidad extraordinarias: es la edad de los
grandes ánimos y desánimos, también de los ideales, en la que muchos
experimentan la rebeldía de no poder controlar sus sentimientos ni comprender
su complejidad. Se siente y se vive todo con mayor intensidad, se está como en
carne viva y todo afecta más. Esto da lugar a la inestabilidad emotiva tan propia
de los adolescentes: los cambios de humor son rápidos y abundantes y cualquier
cosa les puede influir. Miran al futuro con afán de poseer lo que aún no tienen
(criterios y gustos propios) y buscan afirmar su propia personalidad con rebeldía,
que es como un mecanismo de defensa de lo propio ante las imposiciones que
puedan venir desde fuera. Pero la autoafirmación del adolescente entraña, por lo
general, una gran inseguridad, ante la que reacciona manifestando externamente
una seguridad que suele ser sólo aparente. En esta etapa de la vida cobra especial
importancia el ayudar a pensar, a razonar, a juzgar y a argumentar a favor de su
pensamiento. Es el momento de que la reflexión personal vaya modelando la
vida afectiva con libertad.
Se trata de algo tan sencillo como de pensar antes que hacer, para
poder hacer bien. En la educación de los hijos o alumnos, también.
¿Cómo nos gustaría que fuesen? ¿Qué valores queremos transmitirles?
¿Qué significan hoy, este mes, en mi actuación como educador, esas
metas? Con otras palabras, cuáles son nuestros objetivos, los medios
que ponemos para conseguirlos, el tiempo que dedicamos a esa tarea, el
modo en que vamos a valorar los progresos, el momento en que nos
vamos a replantear si estamos en el camino adecuado, etc.
Para llevar las riendas de la educación de los jóvenes, sin esperar a ver
si salen buenos, no se sabe muy bien por qué, es imprescindible una
planificación, aunque sea mínima.
b. Evaluar
POLO, L. (1998): Los apetitos sensibles. La voluntad y sus actos. Anuario Filosófico, nº 50.
Pamplona.
7 El Doctor Polaino afirma: “El compromiso hunde sus razones en la libertad. Sin libertad no
puede haber compromiso”. En la actualidad, parece que comprometerse es signo de pérdida
de libertad. ¿Realmente es así? ¿Cómo se explica la frase del Dr. Polaino?
La Dimensión Afectiva constituye el carácter, las emociones, las pasiones, los sentimientos y
la huella que dejan en la personalidad de cada cual: autoestima, confianza, seguridad,
capacidad de superar dificultades, empatía, timidez, agresividad, ansiedad, temor,
optimismo, etc.:
2. ¿Qué opinión te merece la distinción que hace la autora entre coeficiente intelectual y
coeficiente emocional?
6. ¿Cómo se podrían trabajar los contenidos de este libro de forma práctica con un grupo de
profesores “nuevos”? Y con un grupo de padres?
1 ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es verdadera?
Sin el dominio de las habilidades emocionales no se puede ser eficaz en las relaciones
sociales, en la labor de formación o en cualquier actividad educativa.
3 Del capítulo qué se entiende por inteligencia, del recuadro “para no olvidar”, selecciona las
CINCO que consideres más significativas.
El C.I. aporta el 80% de los factores que determinan el éxito, siendo el restante 20% debido
a otras causas.
Es importante desarrollar el C.E. pues importa más lo que sienten que lo que aprenden.
Es necesario forjar una personalidad madura y modelarla, salvo que haya un rasgo de
temperamento preocupante que haga necesario esperar hasta la adolescencia.
5 Resume la teoría de las inteligencias múltiples; y selecciona del apartado “para no olvidar”
de este capítulo, los TRES puntos que te parezcan más significativos.
6 «El principio más profundo del ser humano es el anhelo de ser apreciado». Explica esta
frase y cómo se consigue transmitir aprecio.
7 Russell escribió:
La inteligencia emocional es más eficaz para el trabajo del directivo que la inteligencia
analítica, ya que se necesita más capacidad de liderazgo, de empatía, de relación, de
autoestima y de autocontrol que conocimientos técnicos.
La lectura de buenos libros es una gran fuente de conocimiento propio y de los demás, y una
auténtica escuela de formación, pues presenta la vida, los sentimientos, las ilusiones de
otras personas.
El autodominio es imprescindible, exige tiempo para que descubran como sus emociones
nunca pueden afectar a sus acciones.
La reflexión es un hábito que viene innatamente desarrollado en los hijos y les facilita la
relajación y el acceso a su mundo interior donde deben encontrar serenidad, equilibrio, paz y
una visión absoluta de los acontecimientos.
11 Del capítulo ¿Saber autointerpretarse?, resume el punto que habla “tirar hacia arriba de
los hijos”.
13 Completa:
14 Fomentar el individualismo en los niños es posible que les lleve a desarrollar una
personalidad narcisista. ¿Qué caracteriza a dicha personalidad?
Es necesario ejercitar en los niños desde los primeros años la sensibilidad por los
sentimientos y emociones de los que les rodean.
La empatía se potencia facilitando o sugiriendo a los niños situaciones en las que puedan
solventar una necesidad ajena.
La armonía personal será una realidad en la personalidad del hijo si ha sabido integrar por el
silencio, la reflexión y la lucha personal todo lo adverso que encuentren en su camino.
La belleza y armonía exteriores dan paso a un orden exterior necesario y exclusivo de
encuentro de la paz interior de la persona.
Debe haber un enlace emocional entre el niño y las personas importantes en su vida:
padres, profesores.
Es imprescindible que los niños, aprendan de los mayores las manifestaciones de los
afectos: la gratitud, la amabilidad, el consuelo, la sonrisa, la alegría, la solidaridad y la
ternura.
16 Define asertividad y manipulación. ¿De qué tres formas se adquiere actitudes asertivas?
3ª PARTE LONDRES
8 ª escena El Baile
¿Qué podemos aprender del “control” afectivo de cada uno de los personajes?
2 Analiza las relaciones humanas entre los distintos protagonistas de esta historia y
descubre en cada uno de ellos aspectos positivos y negativos de su concepción afectiva:
b Dimensión afectiva:
3 Elige una de las etapas anteriores, y desarrolla uno de los contenidos mínimos con todo el
detalle posible: objetivos, actividades, medios, evaluación, tiempo de duración, colaboración
padres-colegio, etc. Ten en cuenta la estructura de persona DAIP para aprovechar todos los
aspectos de la unidad personal.
1 En su libro Educar el carácter, Alfonso Aguiló afirma que Los padres deben alabar más el
esfuerzo de los hijos y elogiar menos sus dotes intelectuales, pues lo primero produce
estímulo y lo segundo sólo vanidad. Es indudable el amor de los padres por sus hijos, pero
no siempre es suficiente para acertar en su educación. ¿Por qué crees que la sociedad
valora más los conocimientos intelectuales que el dominio afectivo? ¿Qué consecuencias
tiene esta hipervaloración para la convivencia social? ¿se puede cambiar esta percepción?
2 Comenta la afirmación del Doctor Polaino y sus consecuencias para las personas y para la
sociedad:
Existen muchas apps de lectura de EPUB en el mercado aunque actualmente los más
recomendados son los siguientes:
iBooks (Apple)
El uso de un libro digital es bastante intuitivo. Por ejemplo, basta con tocar dos veces
rápidamente en una imagen y ésta aparecerá en pantalla completa. Puedes aprender más
en los siguientes links:
3 Tomar notas
Para saber más sobre notas y resaltado de palabras, puedes visitar los siguientes enlaces:
Notas en iBooks