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PROGRAMA

EXPERTO
EN EDUCACIÓN FAMILIAR, SISTEMA DAIP

(DESARROLLO ARMÓNICO DE LA IDENTIDAD PERSONAL)


Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción,
distribución, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con
autorización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados
puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código
Penal).

Primera edición digital: Abril 2016

© 2016. José Antonio Alcázar y Juanjo Javaloyes

© Identitas Asesores de Educación Personalizada S.L.

e-mail: identitas@educarpersonas.com

ISBN: 978-84-16798-17-9

Composición digital: Coffee Design (Dublín, Irlanda)


CURSO 5

LA EDUCACIÓN DE LA AFECTIVIDAD

Una de las carencias más alarmantes de la educación actual es la


ausencia de programas educativos para la expresión y comprensión de
la afectividad.

La afectividad constituye el sistema de relación más espectacular entre


el yo y los demás, entre el yo y la realidad material. En ella se distingue,
como manifestaciones básicas, la autoestima, la seguridad, la confianza
en uno mismo, que permite afrontaresta relación de forma positiva; y al
mismo tiempo, la inseguridad, el miedo, la ansiedad, la tristeza, el
desánimo, y tantas otras manifestaciones “negativas” de la afectividad de
los hijos, que requieren de atención y educación, sistemática e
intencionalmente.

Temperamento, carácter, personalidad


Educación de los sentimientos en la familia
Manifestaciones básicas de la afectividad: autoestima, seguridad, confianza
Trastornos afectivos más frecuentes: impulsividad, retraimiento, dureza de
corazón, baja autoestima
Violencia escolar
El amor afectivo: de emociones, pasiones y sentimientos
La autonomía afectiva

© JOSÉ ANTONIO ALCÁZAR Y JUANJO JAVALOYES


Documento base

Cuestionario de evaluación

Presentaciones

5.21 Temperamento, carácter y personalidad

5.22 La afectividad básica, autoestima, seguridad y confianza

5.23 La cuestión del bullying

5.24 Algunos trastornos de la afectividad

5.25 De emociones, pasiones y sentimientos en el amor

Libro base

Ideas para el fórum

Cuestionario de evaluación

Vídeo de referencia

Cronograma y selección de diálogos relevantes

Puntos de reflexión sobre las ideas que se presentan en la película

Trabajo de aplicación

Bibliografía de profundización

Cómo usar este libro


Introducción

“La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa
los postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente.

Padre e hijo jugaban al ajedrez. El primero tenía ideas personales sobre


el juego y ponía al rey en tan desesperados e inútiles peligros que
provocaba el comentario de la vieja señora, que tejía plácidamente junto
a la chimenea.

— “Oigan el viento” —dijo el señor White— ocurría que había cometido


un error fatal y trataba de que su hijo no lo advirtiera.

- “Lo oigo” —dijo éste, moviendo implacablemente la reina– “Jaque”.

— “No creo que venga nadie esta noche” —dijo el padre con la mano
sobre el tablero.

- “Mate” — contestó el hijo

— “Esto es lo malo de vivir tan lejos” —vociferó el señor White con


imprevista y repentina violencia… “El camino es un pantano…”

- “No te aflijas, querido –dijo suavemente su mujer—, ganarás la próxima


vez”.

El señor White alzó la vista y sorprendió una mirada de complicidad


entre madre e hijo”1

“El corazón –decía Pascal — tiene razones que la razón no entiende”.

Hace unos días contaba Antonio, chico de 25 años: “cada vez es más
desagradable vivir en mi casa, siempre está tenso el ambiente: mi padre
no habla con mi madre, y ninguno de los dos se atreve a hablar
conmigo…”

Unos buenos sentimientos nos acercan a la felicidad. Pero una


afectividad reprimida o desbordada hace que las personas se aíslen… o
lleguen a odiarse, sin saber muy bien que es lo que pasa o lo que llegó a
pasar.

¿Qué habrá ocurrido para que Alejandro, tras cerca de 30 años de


matrimonio y cinco hijos, abandone a Carmen y se haya ido a vivir con
una joven secretaria?

¿Son tan “volátiles” los sentimientos?… Será cierto que, como dice el
aria del Rigoletto, de Verdi2:

La donna è mobile, qual piuma al vento,

muta d’accento, e di pensiero.

Sempre un amabile, leggiadro viso,

in pianto o in riso, è menzognero.

La donna è mobile, qual piuma al vento,

muta d’accento, e di pensier

e di pensier, e di pensier.

...

La mujer es voluble, cual pluma al viento,

cambia de palabra y pensamiento.

Siempre su amable, hermoso rostro,

en llanto o risa, es engañoso.

La mujer es voluble, cual pluma al viento,

cambia de palabra y pensamiento.

y de pensamiento, y de pensamiento.
...

Sin embargo, cualquiera que conozca la ópera de Verdi no podrá dejar


de admirarse con el comportamiento de la bella y fiel Gilda, dispuesta a
morir en lugar de su amado, y censurar al duque, que es precisamente el
que canta el aria, y de comportamiento más que licencioso, sumamente
mobile.

¡Ah, los sentimientos! Esencial el papel que juegan en nuestra vida.

Definición

La afectividad es el nombre genérico que damos a aquello que nos


afecta: que ha impresionado nuestra psicología y altera el ritmo vital. Un
autor la define brevemente como “la interacción entre mundo y
subjetividad” (Noriega, 2005,97).

Hay hechos, personas, cosas, que tienen mayor o menor resonancia en


nuestra vida. Y siempre nos inclinan a obrar, a actuar, —o a salir
corriendo y no querer saber nada—, dependiendo de que percibamos lo
que nos ha llegado como bueno, o malo o peligroso…

En el hombre, nuestro cuerpo es material, y comunica con el mundo


animal. La inteligencia es espiritual, y capaz de elevarse con el
conocimiento más abstracto. La afectividad es la intersección de los dos
anteriores, el hombre mismo, su tejido más íntimo y esencial (Torelló,
2008, 75). Los sentimientos llevan a actuar con más fuerza, con más
pasión, o a hacerlo desmadejadamente.

Estamos hablando del Corazón: un ámbito de nuestro ser en el que se


encuentra lo sublime con lo que no lo es tanto.

“Tener un corazón capaz de amar, un corazón que puede conocer la


ansiedad y el sufrimiento, que puede afligirse y conmoverse, es la
característica más específica de la naturaleza humana” (Hildebrand,
1997, 15)
“Para bien o para mal, en aquellos momentos en que nos vemos
arrastrados por las emociones, nuestra inteligencia se ve francamente
desbordada (Goleman, 1996, 37)”

Los instintos

Hay un primer escalón, el de los instintos: son las llamadas más básicas
que recibimos de nuestro cuerpo: sentimos hambre y deseamos comer;
tenemos sed y ansiamos beber; sueño y dormir; a veces un miedo
irracional, el pudor…

¿Es correcto utilizar la palabra “instinto”, para referirse a estos


fenómenos psíquicos en el hombre?

Como sabemos, los instintos son las pautas de conducta que permiten a
los animales conservar su vida (comida; bebida, huida ante el peligro…)
o la de la especie (reproducción). La reacción ante los estímulos es en el
caso del animal, automática y predecible; precisamente en función de los
instintos.

En la persona humana:

a) El hombre puede decir que no a sus instintos, decidir pasar


hambre o seguir de pie, en lugar de comer o sentarse. El animal, no.

b) El instinto obliga a los animales a respuestas inmediatas e


idénticas ante un mismo estímulo. En el hombre, entre el estímulo y
la respuesta caben muchas reacciones, muchas posibilidades: cabe
la libertad personal. Decía López Ibor que el hombre es capaz de
inventar su respuesta.

Quizás, por lo visto, tal vez resulte más adecuado hablar de


“inclinaciones” o “tendencias”. La tendencia es precisamente esa
llamada hacia determinados bienes, requerimientos que nos llegan, y
que se trata de que dejen margen a la libertad personal (aunque no
siempre se consiga).
En cualquier caso, las inclinaciones —los “instintos”—, si no tienen
control, si no están subordinados, pierden su eficacia y llenan al hombre
de obstáculos y dificultades mentales. En cambio, “el instinto, iluminado
y guiado por la psique superior, se vuelve una fuerza personal, una
riqueza insustituible”3.

“Si no se tiene el diablo en el cuerpo, no se llega a nada”, decía


Tocqueville.

Para educar los instintos (las tendencias), lo primero es saber que están
ahí, que su llegada es automática y no sorprenderse ni tenerles miedo.
También, que su fuerza es caduca y limitada. Comprensión de lo que nos
ocurre y serenidad, especialmente para no enfadarse ante algo que nos
desajusta repentinamente4.

Las sensaciones. Distinción entre los sentimientos

Pero ahora, subamos un escalón y entremos ya en el mundo más


propiamente de la afectividad. Aquí hay más claridad y libertad. Aunque
sigamos en ese “batiburrillo” de cosas que ocurren en nuestro interior.

Hemos de distinguir entre la simple sensación, también llamada “estado


psíquico”, (sentirme bien; o “sentir que me duele la cabeza”; o incluso:
“noto que me aprieta el pantalón”…) y los sentimientos: que son más
racionales, y nos abren a la realidad que nos rodea.

La sensación tiene un origen biológico y se encierra en nuestro propio


cuerpo. Además, la sensación se acaba enseguida, es fugaz, mientras
que el sentimiento se prolonga en el tiempo y origina, como decíamos
antes, una conducta (Yepes y Aranguren, 1999).

Algunos autores piensan que el dolor estaría precisamente en esa


frontera entre sensación y sentimiento (por la repercusión afectiva). En
cualquier caso es manifestación evidente de la interacción cuerpo y
alma, de las operaciones comunes entre ambos.

Schneider clasifica las sensaciones en tres tipos: a) las objetivas, es


decir aquellas que pueden ser comprobadas a su vez por otros (las
visuales y auditivas). b) Las objetivas —subjetivas, que aluden tanto a la
objetividad como al sujeto: olfativas, gustativas, táctiles y térmicas (así,
el olor a especias; el sabor a chocolate; el frío en la piel) y c) las
exclusivamente subjetivas: el dolor, la sensación de fuerza, de pesadez;
de equilibrio; de posición y las vitales.

Para este autor, lo que distinguiría al sentimiento de la sensación es que


aquél (el sentimiento) se caracteriza por ser agradable o desagradable.

Pero subamos ya decididamente el tercer escalón: aquí están los


sentimientos, los afectos, las emociones y las pasiones. Unos autores
los llaman genéricamente “los sentimientos”; otros “los afectos
humanos”. “El corazón”. O se usa la palabra “pasión” para referirse
genéricamente a todo el conjunto.

No siempre es fácil diferenciar, aunque podemos hablar de la intensidad


de la perturbación (la fuerza que nos ha impresionado, si es mayor
(pasión) o menor (sentimiento), pero también su prolongación en el
tiempo, en nuestra subjetividad, etc.

Vamos a intentar una primera clasificación:

Emoción: viene de emovere, entendido como desplazar, sacudir… Sería


todo aquello que produce un movimiento interior en el psiquismo. Todo lo
que llega y percute en el sujeto interiormente.

Sentimiento: procede de sentire, por lo que “conlleva una vivencia


psicológica o una toma de conciencia de lo que acontece en la propia
subjetividad.” Es más estable que la emoción. Puede alterar positiva o
negativamente. Son la conexión con el yo más personal.

Afecto o afectividad: se deriva de afficere, ser afectado por algo, poner a


uno en un estado determinado. Implica por ello una modificación que
acontece en el sujeto en razón de algo externo” (Noriega, 2005, 97).

Podemos observar la similitud que existe entre sentimientos y afectos.


De hecho, muchos autores los identifican.
Sí que parece más fácil distinguir entre emoción y sentimiento —afecto.
La emoción conlleva una carga somática (afecta especialmente al
cuerpo), mientras que el sentimiento es más bien psíquico. La emoción
es más bien el fogonazo, la llamarada arrolladora y poco diferenciada,
mientras que el sentimiento o afecto es más estable, específico, y surge
del interior.

Pasión, “viene de passio, derivado de pati, que implica un padecer el


influjo de algo sin que se haya decidido previamente. Indica una
tendencia o impulso de gran intensidad que rompe el equilibrio de la vida
psíquica.

A veces se utiliza como sinónimo de afecto: pero la pasión es más fuerte,


y el afecto más generalizado y pausado.

Hay que mencionar también la distinción que hizo en su día Scheller, y


que sigue teniendo validez.

Max Scheller, llegó a la conclusión de que hay cuatro especies distintas


de sentimientos:

a) Los sensoriales: conjunción de sensaciones a los que se añade la


vivencia de agrado o desagrado. Se localizan en puntos concretos
del organismo. Están ligados a la sensación, pero se independizan
de ella. Es el caso del dolor.

b) Los sentimientos vitales: se diferencian de los sensoriales por su


carácter difuso: se extienden por todo el cuerpo: por ejemplo, las
sensaciones de comodidad o incomodidad o relajación, etc. Se
sienten muy ligados al cuerpo: “me siento cómodo o incómodo”, con
todo mi cuerpo.

Son duraderos y tienen cierta intencionalidad. Aquí podemos incluir


la angustia, el cansancio, el pudor…

c) Los sentimientos psíquicos: son de reacción frente a lo que nos


llega del exterior. Es el significado que damos a las cosas que
percibimos. Son intencionados, y cuando responden a algún hecho
externo lo hacen valorándolo y situándolo en el mundo personal,
asignándole un lugar. Son estados del yo, no una función del yo. Es
el caso de una alegría o de una tristeza, motivadas, distintas al
malestar vital, que es difuso y corporal.

d) Los sentimientos espirituales: “Surgen del mismo punto de donde


emanan los actos espirituales. Estos sentimientos cuando se
originan, se identifican con el sujeto, son ya modos de ser en lugar
de modos de estar”. Ejemplos de sentimientos espirituales son los
artísticos, metafísicos o religiosos.

En el plano de la intencionalidad, los sentimientos sensoriales y vitales


serían preintencionales. Los espirituales: supraintencionales.

Los sentimientos según las tendencias o apetitos

Hay otro modo de poner orden en lo que concierne al corazón, y es a


partir de los tendencias o impulsos humanos. Las tendencias o apetitos
son, como ya sabemos, la fuente de los sentimientos.

Esta clasificación la hizo Aristóteles, la enriqueció Santo Tomás de


Aquino (s. XIII) y sigue igualmente vigente.

Hay dos grandes tipos de tendencias o apetitos (deseos) en el hombre:


las que nos llevan a conseguir un bien sensible de modo inmediato y a
gozar ese bien cuanto antes, a gastarlo. Es la tendencia o apetito
concupiscible, también llamado sensualidad, muy ligada al placer.

Pero el bien no está siempre al alcance de la mano y para conseguirlo


hay que poner medios. Son bienes futuros, más difíciles de lograr. Este
es el apetito irascible, más duradero que la concupiscencia, y ligado a la
sensibilidad superior (Polo, 1998).

En esas dos tendencias se originan dos tipos de sentimientos. En el


apetito concupiscible5:

El amor, como deseo de posesión del bien. El gozo en presente de ese


amor es el placer; si todavía lo estamos buscando, es el deseo.

Si en lugar del bien tropezamos con el mal (lo que consideramos malo
para nosotros), lo odiamos (lo rechazamos: el odio). El mal en el
presente, es el dolor o la tristeza. Si podemos, ante ese mal, huimos.

Pero el bien, decíamos, no siempre es inmediato: a veces hay que


vencer obstáculos para alcanzarlo, cuesta más: es el impulso (apetito)
irascible. Y en este tener que luchar para conseguir lo que se desea,
están…

La esperanza: cuando pensamos que podremos alcanzar ese bien que


deseamos. Desesperación: surge cuando ese bien nos resulta
inalcanzable.

Y luego, los sentimientos de temor: cuando nos enfrentamos al mal (lo


que estimamos un mal para nosotros); y la audacia: el enfrentamiento
decidido. Y la ira, que quiere rechazar el mal.

La secuencia afectiva

Hay una secuencia en el fenómeno afectivo:

1º Un estímulo (una persona, algo que ha ocurrido) da origen a la


emoción, que es la respuesta inmediata a ese “impacto” en nuestro
yo.

2º Se produce la emoción, propiamente dicha, en forma de


agradable —desagradable y al mismo tiempo un movimiento
(acercamiento o huida). Esa emoción o perturbación anímica es, en
sentido estricto, muy breve, máxime si es muy intensa, ya que el
organismo no puede soportar por mucho tiempo una alteración
intensa del equilibrio psicosomático.

3º La emoción deja paso a una respuesta diferida, también positiva


o negativa, como la emoción anterior, y que provoca alteraciones
orgánicas o síntomas físicos, de mayor o menor intensidad y
dependiendo: una reacción inicial de cólera puede transformarse
tanto en agresividad como en tristeza; en depresión o en
remordimiento…

Algunas de las alteraciones que se pueden producir a nivel


fisiológico son, por ejemplo: aumento de la frecuencia cardíaca; se
acelera la respiración; dilatación de las pupilas; disminución de la
secreción salival; disminución o paralización de la motilidad del
aparato digestivo; tensión y temblor en los músculos… Pero no
todas las emociones actúan con la misma intensidad y las
reacciones son distintas en cada individuo.

4º La conducta que genera lo anterior, la manifestación de lo


ocurrido. No se trata solo de la conducta como reacción inmediata,
sino que también puede haber unas huellas, en forma de hábitos
emocionales, positivos o negativos, que van conformando la
personalidad del sujeto (Campillo, 1973).

Los sentimientos a través de la historia del pensamiento

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse


con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno,
con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta
tan sencillo”

Con esta cita de Aristóteles en la Ética a Nicómaco (libro IV), comienza


Daniel Goleman su famoso libro sobre la inteligencia emocional. Y
debemos agradecerle el que haya recordado en nuestra época, la íntima
unidad que existe en el hombre entre lo sensible y lo espiritual, entre lo
corporal y lo psíquico.

“Una vida sin pasión sería aburrida; la meta es tener las emociones
apropiadas, sentir de manera apropiada a las circunstancias” (Goleman,
1996, 23).

No es algo nuevo. Para la antropología clásica6, recogida y reelaborada


por Santo Tomás de Aquino, el hombre es una unidad de cuerpo y alma,
y esa unidad está en la base de la ética y de la comprensión de lo
humano. No hacen falta grandes demostraciones: basta pensar en lo
que nos ocurre, en todo nuestro ser, ante un dolor de cabeza

El racionalismo, que se inicia con Descartes, tiene una visión dual del
hombre: distingue entre la res extensa (el cuerpo, la materia) y la res
cogitans (espíritu). En la res cogitans sitúa la afectividad, y ahí se queda,
como algo que molesta a la inteligencia, entendida como racionalidad.
Hay que prescindir de los sentimientos si queremos llegar a un método
del pensamiento.

Desde el siglo XVIII hasta el siglo XX, se impone de modo excluyente el


racionalismo: el hombre “educado”, “civilizado”, debía estar libre de
sentimientos. La Razón, así, escrita con mayúsculas, y su fruto la
Técnica, eran la clave de la felicidad humana. En junio de 1794,
Robespierre encabezaba en Francia una enorme procesión que se
dirigía a las Tullerías, y en la que se ensalzaba a la diosa Razón,
acompañada de sacerdotisas que le daban culto. Se trataba de dar paso
a un nuevo modelo de hombre, moderno, desprovisto de cualquier
instinto primitivo, especialmente del religioso, el más dañino.

Tras Descartes, Kant supuso un punto de inflexión en el racionalismo,


también en el terreno de la moral, donde la clave está en el cumplimiento
del deber, de hacer lo que hay que hacer, sometiendo los sentimientos a
las reglas que impone de modo abstracto la razón.

Nietzsche insistiría en el autocontrol de la razón, mientras que los


sentimientos eran propios del hombre inferior, esclavo. El superhombre,
con su inteligencia, con su voluntad de poder, despreciaba las
manifestaciones de debilidad del hombre inferior, condenado a obedecer.

Paso a paso el racionalismo se iba afirmando: desde la razón se


diseñaba el modelo de sociedad y de hombre que debía regir el futuro y
ser feliz. A continuación, se trataba de obligar a la realidad a que se
ajustase al modelo previamente diseñado.

Las dos guerras mundiales, con su brutalidad, pusieron de manifiesto la


fuerza de los instintos e hicieron estallar las emociones. Una energía
humana que había estado oculta por el velo de la formalidad, de la
corrección y de la frialdad racionalista, irrumpía en la vida de los
hombres. Había muchas cosas que no encajaban (Torelló, 2008, 76).

Pero no estaba todo perdido para el racionalismo: Freud, con su teoría


sobre el eros sexual, dirá que esa es la fuerza que siempre está oculta
en el interior del hombre. Y la causa de todos sus desajustes está en el
inicio, en las angustias del parto. En consecuencia, los instintos están
detrás de todas las disfunciones humanas. Hoy, la teoría freudiana de los
instintos, nunca demostrada, está pasada de moda.

Sí, pero el racionalismo sigue ahí, con esa fragmentación, con la ruptura
que produce en el hombre, al que cada día se quiere hacer que se
parezca más a una máquina, donde todo está controlado.

Tiene tal fuerza el racionalismo que el mismo Goleman parece influido


por él, al menos en la visión que tiene del hombre y su educación.

Así, cuando se plantea quien debe educar la inteligencia emocional, dirá:

“los padres emocionalmente diestros pueden hacer mucho para que


sus hijos asimilen los elementos fundamentales de la inteligencia
emocional: aprender a reconocer, canalizar, y dominar sus propios
sentimientos y empatizar y manejar los sentimientos que aparecen
en sus relaciones con los demás. El impacto en los hijos de los
progenitores emocionalmente competentes es ciertamente
extraordinario”.

Pero, a pesar de lo que acaba de decir sobre los padres…, considera


que son más eficaces los procedimientos reglados, planificados y
evaluados de la escuela… De ahí que se propugne la “escolarización de
las emociones” (Goleman, 1995, p. 402). ¿Cuál es el motivo de esta
propuesta?: La mayor racionalidad de los métodos escolares. Pero esto
es, cuando menos, paradójico: es como si volviera a la posición estoica
de recelo ante todo lo que provenga de “los impulsos”, o sea, de las
emociones (Altarejos, 2004).

Para unos la persona es pura materia: el alma se encontraría en el


cerebro y todo lo que nos ocurre depende de las conexiones neuronales.
El amor y la afectividad serían un conjunto de sustancias químicas.

El otro extremo mantiene que el hombre es, ante todo alma, espíritu, y el
cuerpo se entiende como algo negativo, que lastra la interioridad, y que
hay que relegar. Aquí, estarían también, los racionalistas, que miran los
sentimientos como algo propio de seres débiles (Kant, Hegel, y sus
escuelas racionalistas de ética).

Pero hay una tercera vía, decíamos al comienzo de este apartado,: la


que concibe al hombre como una unidad de cuerpo y alma, formando un
todo indivisible.

La conexión de los sentimientos con la realidad

La clave para valorar los sentimientos es su conexión con la realidad y


serán auténticos, fiables, en la medida en que se adecuen a esa
realidad. La razón debe valorar la proporción que existe entre los
sentimientos, la reacción que han desencadenado, y la realidad.

Es clave este punto: la afectividad se convierte en algo falso si se la


separa del objeto que la motiva y al que responde.

“Si consideramos el entusiasmo, la alegría o la pena aisladamente, como


si tuvieran sentido en sí mismas, y las analizamos y determinamos su
valor prescindiendo de su objeto, falsificamos la verdadera naturaleza de
tales sentimientos. Solamente cuando conocemos el objeto del
entusiasmo de una persona se nos revela la naturaleza de ese
entusiasmo y especialmente “su razón de ser”.

Así dice Hildebrand, en su obra “El corazón”. Y añade una cita de San
Agustín: “Finalmente nuestra doctrina pregunta no tanto si uno debe
enfadarse, sino acerca de qué; por qué está triste y no si lo está; y lo
mismo acerca del temor” (Hildebrand, 1997, 36).

También se miden por la emoción que producen en nuestro psiquismo y


la reacción que originan. Esa reacción —el modo adecuado o no de
ocasionarse— sirve también a la persona para medir su grado de
independencia y dominio personal con respecto a sus afectos.

Cuando más adelante hablemos de la educación de los sentimientos,


tengamos en cuenta este criterio de autenticidad de los mismos: su
conexión con la realidad, con la “verdad diaria” de lo que nos acontece.

El papel de la afectividad en el hombre

A. “El ser humano es como un barco provisto de un buen timón (la


inteligencia), un motor excelente (la voluntad) y una capacidad
añadida que le permite el máximo rendimiento: un poderoso
velamen (la dimensión sensible: sentimientos, emociones y afectos)”
(García Morato, 2010)

Corazón, inteligencia y voluntad tienen un papel insustituible en el


proyecto de plenitud personal… El propio yo personal lo
encontramos en esas tres dimensiones humanas que, han de ir
armónicamente unidas. Cualquier intento de dominio de una sobre
las otras conduce a desajustes y desequilibrios psíquicos.

Es el yo el que quiere con su cabeza, con su corazón, con todo su


cuerpo… es todo el yo. Y cuando algo lo quiere de verdad, lo quiere
apasionadamente.

¿Sin pasión habría compuesto Mozart su “Requiem”? ¿Es solo la


inteligencia lo que movía a Miguel Ángel, cuando a los 24 años
esculpió su “Pietá?.

¿Qué ocurrió aquel día, en la Real Maestranza, la plaza de toros de


Sevilla, en la que el maestro Curro Romero, después de tardes y
tardes de nada, dio de pronto un pase único, magistral… un solo
pase… El silencio se oía, quietud tensa, absoluta… Y de pronto, del
graderío del sol, el de los 40 grados, se oyó un enorme quejido:
¡”Señor, que no nos merecemos tanto”!?.

Los sentimientos son el color, la luz, con la que nos llega lo que
acontece alrededor.

B. Pero existe también un peligro: el del sentimentalismo: cuando


son los sentimientos lo que dirigen la conducta. Es peligroso y
anómalo. Los afectos son pre —racionales, y capaces de
“desgobernar” al hombre que se deja guiar por ellos. Es una parte
del alma que se escapa al control de la inteligencia y de la voluntad.
Se mueven en un ámbito propio que solo es controlable si existe
una educación previa.

El sentimentalismo lleva a la inestabilidad afectiva; a una búsqueda


excesiva de aprobación y afecto por parte de los demás, a una falta
de autoestima personal y no deja de ser, en mayor o menor grado,
un desequilibrio.

C. El “sentirse bien”, o el “estar a gusto” son estados de ánimo que


hay que saber ponderar. Pueden indicar la conveniencia de ir al
médico (si nos encontramos mal) o de cambiar de ambiente. Pero
también ser fruto de un sentimiento ocasional, al que no hay que
prestar excesiva atención. Ayuda al equilibrio emocional (forma
parte de una buena educación) el no atender a una parte de los
reclamos interiores que nos llegan.

Al tiempo, “Quien disfruta con lo que hace y lo hace ver, se convierte


en alguien atractivo. La razón es que consigue que su vida tenga
una unidad muy plena: lo que quiere mi corazón lo quiere mi cuerpo,
mi cabeza, todo mi yo. La indiferencia provoca la muerte de lo vivo”
(Yepes y Aranguren, 1999, 5)

D. El lenguaje de la afectividad es el de los gestos y la conducta. Es


el comportamiento diario, —la conducta de una persona—, lo que
nos va a decir cuáles son sus sentimientos auténticos.

Los gestos –levantarse, sonreír, llorar… El modo en que se recibe a


otra persona… El interés por las cosas que cuenta… Son modos
elocuentes de manifestar los sentimientos hacia los demás y el
modo en que se les quiere o se les prefiere ignorar.
El día a día, es lo que permite conocer de verdad los sentimientos y
los modos de ser.

La mirada es un modo espontáneo de expresión de sentimientos en


las relaciones personales. Muchas veces ocurre con los hijos: ven
en los ojos de los padres la aprobación o el rechazo de su conducta.
Su alegría o su pena. Esto ocasiona muchas sensaciones de
fracaso e impotencia en los adolescentes. Con frecuencia, porque
no se habla –a veces, no se sabe hablar — con los hijos. La manera
en que se miran unos esposos expresa su amor.

E. Pero también hay que aprender a expresar los sentimientos con


las palabras: con las personas adecuadas y en el momento
oportuno. Saber contar lo que nos ocurre, pero solo a aquellos que
nos aprecian o nos pueden ayudar. Abrir la intimidad frívolamente,
es un quedarse vacío, una falta de pudor.

Por otro lado, pretender entrar en la intimidad de una persona, joven


o adulta, sin abrirnos ella “la puerta”, es una violencia. La intimidad
se conquista. Se debe cuidar también en pequeños detalles: no leer
mensajes o correos ajenos sin permiso del destinatario, etc.

F. Debe existir una jerarquía entre los sentimientos, especialmente


para detectar su validez: así, los miedos infundados; la timidez
excesiva; los celos; las desconfianzas inmotivadas… No pueden
tener la misma acogida que la confianza y el cariño que debemos a
los que queremos y sabemos que nos quieren, por encima de malos
entendidos ocasionales.

A propósito de esos sentimientos “perniciosos”, hay que tratar de


objetivarlos. Mejor, alejarse de ellos; esperar, no hacerles excesivo
caso e incluso ironizar sobre uno mismo. El perdón y el saber
olvidar, son esenciales en las relaciones familiares o en la amistad.

G. También son más apreciables los sentimientos y su expresión en


la mujer que en el varón: “porque la mujer está más fuertemente
unida a lo vital: ser madre es distinto de ser padre. Y la manera de
expresar la relación con lo vital es la afectividad; por eso se da de
modo natural, en cualquier mujer, una mayor identificación con los
sentimientos”(García-Morato, 2010,78)

Destacar aquí también el conocimiento intuitivo, que nace del amor,


y que lleva a actuar con rapidez, con el sentimiento, porque se
percibe su necesidad. Es el modo de conocer de las madres.

H. Hay sentimientos profundos, muy arraigados, y que no se


detectan mediante estados emocionales: el caso del amor a los
padres; la fidelidad en lo cotidiano; la lealtad a un compromiso; el
odio tribal…

“El modo más sublime de expresar los sentimientos es el arte, y


quizás el más privilegiado sea la música… Cantar quizás sea una de
las formas más bellas de exteriorizar lo que sentimos. Y el cine un
arte donde confluyen casi todos los demás” (Yepes y Aranguren,
1999, 54).

La necesidad del cariño

El cariño lo necesitan las personas. Por supuesto, los niños, los ancianos
y los enfermos tienen un especial derecho. Pero también todos, y en la
vida cotidiana.

La frialdad, la insensibilidad es un mal, una carencia. “Santo Tomás,


siguiendo a Aristóteles, considera que no es sólo un defecto, sino un
vicio. Si una persona es incapaz de disfrutar de las cosas buenas de la
vida, si en su comportamiento es excesivamente fría y seca, puede tener
esto también un origen patológico” (Burggraf, 2002, 52).

El cariño, y su modo de expresarse en la ternura “nace de la


comprensión del estado del alma de la otra persona y tiende a
comunicarle lo unido que se está a ella; y acaba por manifestarse
exteriormente. La ternura por sí misma no es sinónimo de afecto
sexuado y puede ser totalmente desinteresada.

Hace falta ternura en la amistad, en la fraternidad, en la filiación, en el


amor humano, etc. Una firme educación de la afectividad evitará el
riesgo de la ternura de buscar satisfacer la propia afectividad, sin tener
en cuenta la necesidad objetiva y el bien del otro.

A las manifestaciones de ternura —sobre todo las externas— hay que


aplicar una medida única: el amor de la persona, adecuado a la situación
personal.

Como no podemos dejar de tener afectos y de sentir ternura al


relacionarnos con los demás, una tarea en la educación de la afectividad
es valorar la adquisición de las dependencias e independencias
adecuadas… La inteligencia y la voluntad nos harán ver los valores que
nos emocionan y si la reacción afectiva se adecua y es compatible con
nuestros compromisos personales (García-Morato, 2010, 79).

Apuntes sobre el desarrollo afectivo

En la infancia (Campillo, 1973)

En los primeros momentos de la vida predominan las sensaciones


negativas, molestas: el niño ha abandonado la placidez del seno
materno para encontrarse con ruidos, sobresaltos… todo es nuevo para
el recién nacido. Las brusquedades, interrumpir el sueño, retrasar el
alimento, provocan miedo, agitación y rabia.

Pero también se inician los sentimientos positivos, entre ellos el que será
más importante para la edificación posterior de una personalidad
equilibrada: la sensación afectiva de seguridad que se manifiesta, por
ejemplo, en el niño cuando reposa junto al pecho de la madre. La
sensación de seguridad es el germen sobre el que se implantará el
sentimiento social, que se va a ir desarrollando en cada etapa. El cariño
de los padres es esencial. Incluso el niño empezará a distinguir pronto la
delicadeza de la madre al cogerle en brazos, de las torpezas cariñosas
con las que le trata el padre. Las dos son igualmente necesarias.

Entre los seis y los diez años, en plena edad escolar, se debilitan los
lazos afectivos que eran tan fuertes entre los cuatro y los seis años.
Ahora se hace más autónomo. Del ambiente primario que era la familia
está llegando a otros ambientes, a otros grupos, con los compañeros de
colegio. Posee ya un dominio de la realidad, y del sentido del bien y de
mal, y hace sus valoraciones de la conducta propia o de los demás.

La afectividad en la adolescencia

Varias novedades diferencian al adolescente de las etapas anteriores.


Entre ellas, y en breve resumen:

Aparece la sexualidad, que provoca en los adolescentes sorpresa, inquietud, y


desasosiego: parecen notar una fuerza que actúa en ellos y con una finalidad que
todavía no ven clara. La conversación con los padres, con serenidad y sin dar
importancia a lo que no la tiene, les ayudará a saber enfocar e integrar en su vida
la sexualidad.
Hiperemotividad: Una palabra, un gesto, una alusión, son suficientes para
provocar una tempestad. Se ruborizan por cualquier sucedido. El eco interior de
las cosas que le ocurren es grande.
Se da una reorganización del mundo sentimental del adolescente. Sentimientos
que ya existían como la autoestima y el cariño a los padres, toman caracteres
nuevos. Surgen el amor y el odio, el desprecio y la admiración… También los
sentimientos superiores, como el apreciar lo bello, los morales y religiosos. No
obstante, los dos sentimientos más característicos son la amistad y el amor.
Toda su actividad, también la emocional, se hace más interior, menos espontánea
que la del niño. En tanto que la vida afectiva del niño se desarrolla a flor de piel,
gesticula etc., la del joven se va haciendo más íntima, más secreta. Tienen la
posibilidad de ocultarla cuidadosamente o de expresarla con vigor.
Si los padres han sabido ganarse previamente la confianza de los hijos, estos
ahora, en los momentos en que más necesitan ser orientados, les abrirán
espontáneamente su intimidad. Con delicadeza, sin imposiciones, respetando su
libertad, se dejarán ayudar.

La educación de la afectividad
Un modo de entender la educación consiste en ayudar al educando a
alcanzar su madurez personal.

Ser dueño de sí mismo, de los sentimientos, de sus palabras y gestos,


es el primer paso para ser más libres y llevar una existencia feliz. Y esto
se va educando en la familia desde los primeros momentos de la
existencia del niño: no cediendo a sus primeros caprichos, cuando hacen
su aparición.

Pero es necesaria una finalidad. Un “por qué” y “para qué”. Se trata de


dar razones para estudiar, para llevar una vida recta… Hasta para
levantarse de la cama con ilusión por las mañanas. El deber por el deber
no es motivante y conduce a muchos problemas psíquicos. La libertad,
sin rumbo, se pierde en los vericuetos del camino.

Una educación acorde con la dignidad de la persona es aquella que le


ayuda a aspirar a los más altos ideales: a alcanzar los más altos bienes.
La búsqueda de la belleza, del bien y de la verdad, ayudan a salir de sí
mismo y a ponerse en el camino de la felicidad personal.

Pero internamente, si consideramos la armonía psíquica desde dentro,


es preciso que el hombre esté en paz con su inconsciente. “Es el
conjunto de elementos biológicos, genéticos, psicológicos, culturales,
etc. que el hombre lleva consigo cuando desarrolla su vida consciente. A
este conjunto se le puede llamar síntesis pasiva... La salud psíquica y el
sosiego dependen del adecuado control de las tendencias y de los
sentimientos, y de la normal integración del inconsciente en la vida
consciente” (Yepes y Aranguren, 1999, 55).

En las siguientes páginas, el profesor Alcázar expondrá con más


profundidad cómo debe ser la educación de la vida afectiva.

Algunos principios en la educación de la afectividad

El mundo afectivo, como cualquier otro aspecto de la persona humana


es rico y complejo, por lo que podría ser abordado desde numerosas
perspectivas. En estas líneas lo hacemos desde la perspectiva
educativa, intentando además que las reflexiones lleven a propuestas
prácticas para la acción educativa.

Podemos entender por afectividad —de un modo muy general— el


conjunto de las tendencias sensibles innatas en el ser humano
(sensibilidad), y el resonar que dichas tendencias producen en nuestro
interior (afectos, sentimientos, emociones o pasiones). Se trata de
reacciones involuntarias, que la persona experimenta ante las
circunstancias, según la personalidad de cada uno. Cada persona tiene
una forma peculiar de captar la realidad, en la que ésta se manifiesta
como algo no indiferente: la realidad (personas, cosas, situaciones…)
afecta positiva o negativamente.

La afectividad posee constitutivos internos, que a veces no dependen de


la libertad, pero a la vez se va configurando a través de nuestros actos
libres. Dicho de otro modo: la afectividad afecta a la captación de la
realidad. A veces brota de manera espontánea, y otras se manifiesta en
que acabamos “sintiendo” afectivamente de la forma en que nuestra
libertad la ha ido modelando, con esfuerzo, según los valores que
orientan su vida.

La afectividad (o sentimentalidad) es una realidad muy poderosa, ya que


nuestro contacto con la realidad cotidiana es sentimental y práctico. La
afectividad aporta vida —calor, color, intensidad, dimensión— a las
palabras, a las ideas, a la virtud, al amor... a la vida. Si no hay emoción
es imposible captar la fuerza arrolladora y embriagadora del amor; si no
hay pasión se hace muy difícil superar los obstáculos que aparecen en el
camino. La persona necesita seguridad y brío para enfrentarse a
grandes retos, para dirigir su libertad hacia el bien y la felicidad. San
Josemaría lo expresa con rotundidad en un conocido punto de Camino:
“Me dices que sí, que quieres. —Bien, pero ¿quieres como un avaro
quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso
quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer?

—¿No? —Entonces no quieres” 7.

“La dimensión afectiva de la persona —igual que las tendencias


biológicas— posee la misma dignidad humana de que gozan la
inteligencia y la voluntad, aunque está en un orden diverso. No es menos
humano sentir atracción (p.ej: por una persona de otro sexo), que
pensar. En esta perspectiva surge una visión muy positiva de la
afectividad humana, alejada tanto de una absolutización de los
sentimientos, como de un falso espiritualismo: no somos ni sólo
afectividad (impulsos, emociones, instintos), ni solo espiritualidad (razón
y voluntad). Somos personas y, como tales, contamos con una serie de
dinamismos, diferentes pero igualmente humanos”8. Estamos ante la
maravillosa unidad de alma y cuerpo propia de la persona humana.

La afectividad, aunque tiene manifestaciones somáticas, es una realidad


que las supera y les da sentido, ampliando su significado, ya que ella
misma es a la vez lenguaje de otra realidad que se superpone, que es la
del pensamiento y la voluntad. Sólo se puede entender la realidad en su
totalidad desde la perspectiva de la totalidad de la persona.

En las páginas anteriores, el profesor García Campillo ha desarrollado el


concepto de afectividad y sentimentalidad y estudiado el papel de la
afectividad en el hombre. En las siguientes páginas vamos a intentar
desarrollar algunos principios a tener en cuenta en la educación de los
sentimientos.

En una educación realmente integral e integradora, que ayude a la


persona a desarrollarse libremente y a lograr su madurez personal en
unidad de vida, la afectividad debe ser tenida en cuenta, no puede
ignorarse: “No te digo que me quites los afectos, Señor, porque con ellos
puedo servirte, sino que los acrisoles”9.

Ahora bien, la complejidad10 del mundo afectivo-emocional hace a su


vez compleja la formación de la afectividad, de modo que no es
infrecuente que padres y maestros afronten este reto con dificultad.
Parece, por tanto, una tarea importante ayudar a los padres y maestros a
educar la afectividad de sus hijos y alumnos.

1. Principio de la unidad de la persona


Al plantearnos cualquier tarea educativa no podemos perder de vista la
unidad de la persona. “La persona es una y las divisiones que
presentamos —cuerpo y alma; conjunto biológico, afectivo e intelectual;
inteligencia y voluntad, ...— no son más que diferentes aspectos desde
los que podemos acercarnos a lo único real, que es el conjunto”
Javaloyes, 2001, 29) armónico –la persona– para afrontar el estudio de
una realidad tan compleja.

La identidad personal se nos muestra como la nota fundante más propia


de la persona: la persona vive en unidad.

Constatamos a diario esta realidad: un dolor de muelas es suficiente


para no entender con claridad lo que se está diciendo en una reunión, o
para quitarnos los deseos de escuchar nuestra música preferida. Cuando
uno está bajo los efectos de un intenso dolor de muelas no está para
nadie, excepto para el odontólogo, y lo antes posible. De igual forma,
cuando nos enfadamos y la pasión nos domina, no estamos
precisamente en las mejores condiciones para tomar decisiones
importantes. Nuestra vida afectiva influye en nuestros juicios: basta ver
los comportamientos de personas normales en los estadios de fútbol.
También podemos considerar el efecto contrario: en más de una ocasión
nosotros mismos habremos comprobado cómo la necesidad de terminar
un trabajo o de hacer reír a un niño que celebra su cumpleaños, nos
hace olvidar el cansancio y las contrariedades del día.

Está claro que la base somática de la persona –su cuerpo– tiene una
influencia clara en la capacidad de modulación y expresión de la vida
afectiva. De este modo, cuando se está enfermo o cansado se puede
estar más fácilmente irritable o susceptible, se albergan sentimientos
más pesimistas, etc. Por el contrario, la buena salud, el descanso… nos
permiten afrontar la vida con empuje y ánimo. Lo mismo se puede
afirmar de la interrelación entre afectividad e inteligencia, y entre
afectividad y voluntad. Las personas más virtuosas controlan mejor sus
reacciones y las más inteligentes pueden comprender mejor sus afectos.

En consecuencia, “una sólida formación no tiene por qué limitarse a la


sola información, nutriendo la inteligencia, sino que se debe prestar
especial atención a la educación de la voluntad, de los sentimientos, de
las emociones y pasiones, así como también abarcar la educación del
corazón. En efecto, para tender a la madurez en la vida afectivo-sexual,
es necesario el dominio de sí, el cual presupone virtudes tales como el
pudor, la templanza, el respeto propio y ajeno, la humildad, la apertura al
prójimo; es decir, tanto la actuación de la voluntad como la del corazón”
(López Ortega, 1994,136).

La misma caridad, virtud principal, necesita de la compañía del afecto


para manifestarse de modo pleno, como insistía San Josemaría al decir
que no es suficiente con la caridad, pues todos necesitamos del cariño.11

La unidad de vida es una tarea: un esfuerzo ético12. Es la tarea de


mejorar, de perfeccionarse, de llegar a ser la persona que podemos ser
(a ser yo mismo, el mejor yo, el que estoy llamado a ser). La integración
propia de la conducta coherente habrá que conseguirla según el orden
de la propia naturaleza humana, es decir, debe confiarse a la inteligencia
y a la voluntad, potencias superiores del ser humano. La afectividad es
cambiante y variable según las circunstancias, por lo que la potencia
directriz es la voluntad: el esfuerzo integrador de la conducta es obra
suya. Es la dinámica de la libertad, por la que somos autores —
protagonistas— de nuestra propia biografía.

En este proceso de integración de la sensibilidad y los sentimientos por


la voluntad más que de reprimir o controlar los afectos, se trata de
integrarlos en la vida y en la conducta diaria. Una adecuada formación
personal va llevando progresivamente a la adquisición de capacidades
integradas, al equilibrio interior propio de las personas maduras. Este
proceso educativo no está exento de dificultades y tensiones: la madurez
afectiva exige cultivar los sentimientos, con la ayuda de la gracia de Dios
y el esfuerzo personal, para conseguir progresivamente la unidad y el
equilibrio interior, en que la voluntad asume los afectos, a la vez que
éstos matizan y dan colorido el querer voluntario. Esta integración tiene
como fruto la armonía y estabilidad de la persona.

“Pero ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que


ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma.
Sólo cuando ambos se funden verdaderamente en una unidad, el
hombre es plenamente él mismo. Únicamente de este modo el amor —el
eros— puede madurar hasta su verdadera grandeza”13.

Por estas razones, una persona madura posee una vida afectiva de gran
vitalidad: un corazón grande. Sus sentimientos educados potencian su
capacidad de manera que no sólo quiere el bien, sino que lo quiere con
todo el corazón. Es capaz de gozar, de sufrir, de superar los altibajos, de
distinguir un estado de ánimo de una decisión voluntaria, de odiar el mal
y de enfadarse cuando hay motivo. En definitiva, es dueña de sus
sentimientos.

La afectividad es un factor dinamizador de la persona, que facilita la


unificación de sus variadas dimensiones en una instancia única y
nuclear, denominada corazón. En estricto sentido, es el corazón el que
unifica a la persona, a partir del gobierno político, no despótico
(siguiendo a Aristóteles), de la inteligencia y la voluntad.

Consecuencias para la educación:

La afectividad no puede estudiarse ni entenderse de forma aislada, sino que ha


de integrarse en la unidad de la persona, teniendo en cuenta las notas fundantes
de la personalidad humana.
Siempre que sea posible, se ha de integrar el cultivo de la afectividad en los
programas escolares, tanto en los curricula de las materias14 como en los
programas de actividades complementarias integrados en el plan de estudios
general del centro educativo.
Educar es, sobre todo, formar la voluntad, para lo que es indispensable el
desarrollo de los hábitos buenos, de las virtudes, en las etapas anteriores a la
adolescencia. Se trata de enseñar a comportase bien, a ser personas con criterio
propio capaz de moderar la sensibilidad y la afectividad. La manera de sentir tira
con fuerza de la manera de vivir, y al revés.
En la orientación personal de cada hijo o alumno, ayudar a pasar de la reflexión
a la acción. Promover los compromisos: ilusión por ser mejor
Reforzar la idea de que, si bien importa lo que siento, lo que importa sobre todo
es la rectitud de mi actuación. Que entiendan que lo más importante de una
persona no es lo que siente sin más —en el sentido de lo que le pasa
pasajeramente, por dentro o por fuera— sino lo que ella hace, y sobre todo lo
que acaba haciendo de una manera sentida, poniendo el corazón.
Ayudar también a descubrir la satisfacción por el deber cumplido, por la obra
bien hecha. Enseñar a reconocer y saborear la alegría íntima que acompaña al
bien: a sentirse bien haciendo el bien (y mal haciendo el mal).

2. Principio de singularidad de la persona

La persona es una, individual, diferente de cualquier otra, irrepetible,


insustituible, original. En cada uno, todo se experimenta y se vive de
forma exclusiva, de manera radical.

No debemos olvidar que la educación de la afectividad encuentra su


verdadero sentido cuando se ofrece de modo personalizado, pues sólo
así se logrará el desarrollo psicofísico de cada uno, su madurez afectiva,
intelectual, corporal y moral, que se van configurando con un ritmo
diferente en cada persona, necesario atender a cada cual según su
particular modo de ser y sus necesidades: a los que son diferentes no se
les puede educar igual.

Consecuencias para la educación:

Es necesario que los educadores conozcan la situación personal de cada uno y


atiendan a cada alumno y alumna
Los programas formativos dirigidos a grupos de alumnos tienen un innegable
valor, pero por su misma naturaleza de medio colectivo, tienen un valor limitado
para la formación personal. Es muy interesante que estos programas
(herramientas muy útiles) insistan, promuevan y faciliten el encuentro personal
con los valores presentes en los programas, a través de guías u orientaciones
prácticas, o de entrevistas personales con el orientador personal, por ejemplo.

3. Principio de la distinción complementaria entre hombre


y mujer

Este principio es una consecuencia directa del anterior. Mujer y hombre


son diferentes: físicamente, afectivamente, intelectivamente… La
sexualidad es un componente claramente determinante de la
personalidad. Determina al sujeto a ser persona masculina o persona
femenina; es decir, varón o mujer. Estructuralmente es la diferenciación
más significativa que se da en la persona. Este modo de definición que
abarca connotaciones fisiológicas, afectivas y de relación, es
determinante para la realización personal de los individuos singulares.

Cuando hablamos de la afectividad del hombre o de la mujer, nos


estamos refiriendo a dos modos distintos, pero complementarios, de
apreciar, de valorar, de vivir la propia personalidad y la del otro. Nadie
trata ni es tratado(a) de modo igual por un hombre que por una mujer; ni
siquiera mira de modo igual ni es mirado(a) de igual modo por un
hombre que por una mujer.

También el sustrato biológico nos arroja algunas luces: la conformación


hormonal es distinta en el hombre y en la mujer. Los cambios físicos que
se producen cíclicamente en la mujer explican que cada día la
sensibilidad física- afectiva de la mujer señale pequeñas o grandes
alteraciones que se resisten al control.

La riqueza afectiva de la mujer es más intensa y extensa que la del


varón. Por eso es la mujer la que puede enseñar al varón a vivir de un
modo más afectivo. Él puede aprender de la mujer qué significa ternura,
delicadeza, detalle, oportunidad, mimo, complicidad. Ella ha de entender
que, por muchos esfuerzos que haga, él no terminará nunca de
conseguirlo.

Consecuencias para la educación:

Conviene elaborar programas formativos distintos, aunque paralelos, adaptados a


la diferente madurez y sensibilidad de mujeres y varones.
En la adolescencia, es importante explicar a los hijos o alumnos cómo sienten las
personas del otro sexo. También se debe tener en cuenta la diferencia entre pudor
masculino y femenino, la diversidad de sus manifestaciones afectivas, el distinto
modo de relacionarse y de tratarse. Si la chica conoce bien el alcance de su
atuendo en la percepción del varón, podrá entender la necesidad de presentarse
de un modo femenino, elegante, pero modesto.
Se debe prestar una especialísima y prioritaria atención a la mujer, por su
extraordinaria importancia en el amor humano.
Es de mucha importancia valorar la maternidad: ante todo en sus propias madres.
Desde muy pequeños, se ha de ayudar a los niños y niñas a sentir respeto y
admiración por la mujer que espera un niño.
Rehabilitación de la castidad y el pudor. Cultivo de la auténtica feminidad.
Explicación clara (tanto antropológica como fenomenológica) del alcance
provocativo de ciertas prendas de vestir o de la desnudez.
Rehabilitación del enamoramiento: es la relación de más valor en el ser humano,
en la que se implica con toda su persona, cuerpo y alma. Una relación fuerte,
emocionante, que facilita el desarrollo pleno de ambas personalidades y la
felicidad personal. Interesa fomentar un cierto romanticismo. No hay que tener
miedo a los amores poco maduros que se dan en la adolescencia, pero que
enseñan a querer cuando van acompañados del respeto y ayudan a la formación
de los muchachos y muchachas para sus relaciones futuras.

4. Principio de la primacía de la familia en la educación

La familia es el ámbito propio del desarrollo profundo de la identidad


personal: las actitudes más radicales ante la vida, la formación moral y
religiosa, el uso responsable de la libertad y, en general, la orientación y
el cultivo de la personalidad se educan principalmente en el seno
familiar. Allí, la persona recibe los primeros y más decisivos estímulos
para el desarrollo sensorial, lingüístico, intelectual y físico. Familia y
colegio se necesitan mutuamente, aunque el protagonismo y la principal
responsabilidad son de la familia.

En efecto, por naturaleza, el derecho irrenunciable y la responsabilidad


de la educación de los alumnos corresponde a sus padres, a quienes el
centro educativo ayuda en su tarea indelegable de primeros y
fundamentales educadores, conscientes de que, por grande que pueda
ser la influencia educativa de la escuela, no tiene la hondura, ni la
extensión, ni la continuidad del ambiente familiar.

Corresponde al centro educativo, en primer lugar, ayudar a los padres de


los alumnos para que sean de hecho lo que les corresponde por
derecho: los primeros y principales educadores de sus hijos. Los padres
—el padre y la madre en común— son los únicos que tienen
originariamente el derecho y deber de educar a sus hijos. Los profesores
participan de este derecho-deber subsidiariamente, en la medida que los
padres confían este encargo al centro educativo, sin dejar por ello su
responsabilidad. Son los padres quienes han de proponer las metas
educativas para sus hijos, quienes trazan las líneas maestras de un
auténtico proyecto educativo personal: ¿Qué quiero para mi hijo? ¿Cómo
lo quiero educar? En la práctica, empiezan a responder a esas preguntas
cuando eligen un determinado tipo de centro educativo.

El conjunto de acciones que el colegio puede arbitrar en el campo de la


educación de la afectividad, será siempre muy poca cosa en relación con
lo que los padres pueden lograr, si están pendientes —y preparados—
para que sus hijos reciban con oportunidad una información y formación
suficiente, de acuerdo con su edad y personalidad, en un marco
antropológico correcto y —si tienen fe— subrayando el plan creador de
Dios, que quiere contar con el amor de los padres para traer nuevas
vidas al mundo y a la Iglesia.

Consecuencias para la educación:

Interesa ayudar a los padres a implicarse en la educación de sus hijos. Es una


tarea fundamental de los profesores: señalar a los padres modos prácticos para
educar a sus hijos en la vida en familia, que es su ámbito natural. Para esto, los
padres han de ser bien conscientes del valor de su ejemplo personal, de la
importancia de dedicar tiempo a cada uno de sus hijos, a promover actividades
enriquecedoras en el tiempo libre.
Los padres necesitan que se les ofrezca ilusión y la seguridad de que son capaces
de educar muy bien a sus hijos, además de una amplia gama de sugerencias
prácticas sobre posibles modos de actuar de acuerdo con la situación de sus
hijos. Las entrevistas de asesoramiento educativo familiar son un momento
especialmente eficaz para este fin.
Los programas de asesoramiento familiar deberían incorporar, algunas
orientaciones prácticas sobre cómo afrontar estos temas con sus hijos en el seno
familiar.
5. Principio de la libertad comprometida

La libertad de cada persona, hecho diferencial del hombre respecto del


resto de la creación visible, se impone como el dato previo y fundamental
de cualquier programa de educación en la familia y en la escuela.

Educar en y para la libertad supone educar personas invitadas al bien y


a la verdad. La libertad exige poner en juego la inteligencia y la voluntad.

En efecto, la verdad —objeto propio de la inteligencia— condiciona y


hace posible a un tiempo el ejercicio de la libertad, de modo que quienes
intentan liberarse de espaldas a la verdad, encadenan su libertad y
empobrecen su propio yo. No son libres quienes están sometidos a sus
instintos y carecen del señorío interior para dominar sus impulsos
primarios, ni aquellos que se muestran incapaces de superar la
parcialidad de su mundo subjetivo de sentimientos y emociones.

Educar supone hacer pensar: no formar personas de respuesta


aprendida. Una auténtica educación de la libertad ha de pretender que
los alumnos se “aficionen” a buscar la verdad, sin olvidar que los
hombres podemos ser muy aficionados a buscar la verdad, pero
bastante reacios a aceptarla.

Han de aprender a respetar los derechos de la verdad, que se impone


por su propia fuerza. Han de conocer bien que la verdad nunca es el
resultado de un consenso entre opiniones contrarias, ni tiene sentido el
relativismo absoluto. Y, al mismo tiempo, han de aprender a respetar a
las personas, aunque sus posturas parezcan lejanas a la verdad
objetiva, porque en cada postura hay una parte de verdad que podemos
descubrir y valorar.

Un aspecto importante de esta educación en y para la libertad es la


educación para el compromiso. “El compromiso hunde sus razones en la
libertad. Sin libertad no puede haber compromiso” (Polaino, 2004, 111).

El afecto por excelencia es el amor, y el amor exige donación, entrega


del yo. El amor entusiasma y el desamor ensimisma: amar es
desentenderse de sí para centrarse en el otro. ”La persona no es un
centro sino una capacidad de centrarse, de darse sin perderse” (Polo,
1999, 27).

Importa, y mucho, reforzar la capacidad de vincularse, de


comprometerse, de darse. El compromiso no se opone a los afectos,
sino que al contrario, les da solidez y profundidad. Al darse, la persona
gana en libertad y en amor. “La apertura o manifestación del ser humano
se realiza a través de elementos singulares, principalmente sus palabras
y sus obras. Pero a través de ellas puede manifestar su ser personal, y
entonces no sólo da, sino que —y sobre todo— se da; de esta forma la
persona actualiza eminentemente su libertad radical” (Altarejos y Naval,
2004, 179). La libertad comprometida es más dueña de sus sentimientos
y libera a la persona de las ataduras que suponen sus propias pasiones:
en esto consiste la madurez afectiva.

Esta capacidad de compromiso es posible con una voluntad fortalecida


con el ejercicio de las virtudes, especialmente las relacionadas con la
templanza y la fortaleza, que hacen posible el autodominio. Ser libre
supone ser capaz de hacer lo que se quiere, aunque en ese momento no
apetezca y no se sientan ganas.

“Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se


busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que
ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está
dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca”15.

No son pocas las familias en las que los padres procuran a toda costa
evitar a los hijos dolores, contrariedades y sufrimientos, satisfaciendo
muchos de sus caprichos y demandas de manera inmediata. Esto da
como resultado jóvenes sin fuerza ni vigor, incapaces de hacer lo que
deben y quieren cuando no les apetece, incapaces de resistir el menor
contratiempo. “Por eso, muchas veces conviene negar lo que los
sentimientos nos piden, auque sea justo; eso nos entrena. No comer y
beber siempre y en todo lo que nos apetece. No dejarnos llevar siempre
por la persona que más nos agrada, etc. Al igual que el gimnasta se
entrena (…) yo debo entrenar mi esfera afectiva e intelectual. (…) Si no
quiero dejarme llevar por la ira, el rencor o una sensualidad fuera de
lugar, debo entrenarme en situaciones neutras; porque así cuando llegue
la situación comprometida tendré las energías físicas y psicológicas para
vencer” (Gudín, 2001, 164-165).

Consecuencias para la educación:

Los educadores han de hacer el esfuerzo de ofrecer la verdad y ayudar a


descubrirla, de modo que puedan transmitir ideas claras a los niños y jóvenes.
Esto supone un esfuerzo renovador por encontrar modos de sintonizar con las
preocupaciones, anhelos e intereses de los adolescentes de hoy, de modos que se
conviertan en amigos de la verdad.
Hacer pensar, también en lo instrumental: enseñar a argumentar, a exponer lo
que se piensa y a defenderlo con simpatía ante opiniones contrarias. Es muy
importante que las verdades descubiertas tengan sentido, significado, en la
propia vida, de modo que se pueda dar razón del vivir.
Diálogo confiado, en la familia o en la escuela, en el que se ayude a pensar.

· Ayudar a convertir las aspiraciones o anhelos —afectividad—


en proyectos y objetivos —inteligencia—.

· Enseñar a reflexionar sobre la propia conducta (motivos) y


sobre la conveniencia de lo que sentimos para nuestros
proyectos. “Una explicación racional puede modificar un
embrollo sentimental” (Gudín, 2001, 164).

· Enseñar a analizar las propias emociones y a decidir qué se


quiere hacer con ellas.

Fortalecer la voluntad para que sea capaz de esfuerzo, de renuncia, de dolor. El


doctor Polaino habla de educar para el sufrimiento, ya que quien sabe sufrir sabe
amar (Polaino, 2004).

· En primerísimo lugar ayudar a los padres a descubrir que han


de enseñar a sus hijos, sobre todo con el ejemplo, a sacrificarse
por los demás.

· Guerra al capricho. Proponer a los padres modos prácticos de


vivir la templanza en la familia. Se deber trabajar con especial
intensidad en la infancia.

· No olvidar, en los planes de formación en virtudes de los


centros educativos, que éstas se adquieren a través de la
repetición de actos libres, por lo que han de programarse y
facilitarse ocasiones abundantes de ejercitarse en las virtudes
en las que se desea crecer.

La orientación personal (preceptoría, asesoramiento, etc.) debe ayudar a los


alumnos y alumnas a ejercitarse en el compromiso. Un formador es un promotor
de compromisos, de libertad.

6. Principio de la comunicación (comprensión y expresión)


de la afectividad

La afectividad influye poderosamente en nuestra relación con las


personas y las cosas. Este influjo se manifiesta, en muchas ocasiones,
con más rapidez e intensidad de una forma somática que intelectual:
palpitaciones, sudoración, risa, cerrar los ojos, seguir con la mirada… El
llamado lenguaje corporal es, en cierto modo, una manifestación de esta
realidad. En efecto, no expresamos verbalmente la mayoría de nuestros
sentimientos, más bien los expresamos con los gestos —expresiones de
cara o con las manos—, el tono de la voz, la postura corporal, los
silencios, etc. Esta capacidad de expresión sentimental hunde sus raíces
en la primera infancia. Recientes investigaciones han puesto de
manifiesto —por ejemplo— que los niños menores de un año absorben e
imitan las emociones expresadas por una actriz ante un muñeco en
televisión, en tan solo 20 segundos16.

Estamos continuamente emitiendo, recibiendo e interpretando estas


señales en nuestra relación con los demás. Es sorprendente, por
ejemplo, considerar cómo nuestra cara y nuestros ojos reflejan a veces
misteriosamente nuestro estado interior. Muchos desequilibrios
emocionales tienen su origen en no saber manifestar los propios
sentimientos. Se siente, y a veces con gran intensidad, pero no se sabe
traducir en palabras y no se acaba de entender lo que realmente está
ocurriendo. La timidez y el orgullo son dos barreras para la expresión
sentimental. Es cierto que algunos sentimientos han de exteriorizarse en
la intimidad —es pudor—, pero silenciarlos o cubrirlos con una capa de
indiferencia entorpece el desarrollo afectivo

Una adecuada educación afectiva nos ayudará a tener conciencia de


nuestras propias emociones, como base para la comprensión de los
sentimientos de los otros, así como a descubrir que en una relación
interpersonal existen diversas emociones, que es preciso conocer para
entender bien la situación y poder actuar con acierto. Este desarrollo
empático ayuda a relacionarse con más seguridad personal, permite que
el amor —y otros afectos— se exprese más cómodamente, con fluidez y
con intensidad. ¡Cuántas reacciones afectivas se han interpretado como
falta de amor en lugar de faltas de autodominio! ¡Cuántos escrúpulos se
han refugiado en el análisis exhaustivo de las reacciones afectivas,
generando sentimientos autodestructivos!

Del mismo modo, las personas sensibles ante los sentimientos ajenos
generan confianza en sus relaciones, son más sociables, más capaces
de amistad y más estables emocionalmente. La propia afectividad está al
servicio de la comunicación con el otro, de manera sublime en la
comunicación del amor.

Consecuencias para la educación:

Podríamos señalar los siguientes objetivos a los programas o actividades de


relación interpersonal:

· Enseñar a conocerse, a reconocer las propias emociones, a


comprender los motivos del propio actuar: no percibir con
ecuanimidad los propios sentimientos supone quedar a su
merced.

· Enseñar a reconocer los sentimientos de los demás. Hacerles


conscientes de las repercusiones que sus palabras o su
conducta tiene en los sentimientos de los demás. Enseñar a
fijarse en los demás con interés sincero y con naturalidad.

· Enseñar a expresar las emociones. Dotar de un amplio


vocabulario emocional, especialmente a los varones, a quienes
por naturaleza les cuesta más exteriorizar sus sentimientos.
Desarrollar el sentido del pudor en la expresión de la propia
afectividad. Este último aspecto cobra especial interés en un
mundo en el que las prime-time estás repletas de reallity shows.

Como medios, podemos destacar:

· El juego simbólico y el cuento en los más pequeños.

· Las anécdotas de la vida real o historias (cine, literatura) nos


ayudan a apreciar o depreciar sentimientos que mueven
conductas. Los relatos, las imágenes y la conducta observada
funcionan mejor que los argumentos teóricos y nos pueden
servir para desarrollar la capacidad de observación y de juicio
moral.

· La dramatización de situaciones con un contenido sentimental


que ha de comprenderse, analizarse, juzgarse… y ante el que
hay que ofrecer respuestas sentimentales y morales.

7. Principio de gradualidad

Toda educación es progresiva, también la de la afectividad: infancia,


niñez, adolescencia, juventud, madurez, noviazgo, matrimonio, vejez…
En cada una de estas etapas la afectividad se manifiesta de forma
diferente.

La naturaleza lo impone desde el nacimiento: la alimentación, el sueño,


el crecimiento, el peso, las primeras palabras, los movimientos... todo se
va adquiriendo gradualmente. Desde lo más sencillo hasta lo más
complejo. Por más que nos empeñemos, algunos conocimientos no los
podemos enseñar sin que antes se hayan aprendido otros. Algunos
hábitos se tornan imposibles sin la preparación previa. Este fenómeno no
es exclusivo de la educación: en la construcción, en la empresa, en
cualquier organización y tarea humanas, es necesario seguir una
secuencia y esperar a que la flor preceda al fruto y éste madure, para ser
cogido en sazón.

Consecuencias para la educación:

El primer trato del recién nacido con la realidad es afectivo. Ya a los dos meses
los ojos de su madre son el centro preferido de su atención. Cobra especial
importancia desde el principio el mostrarle que hay límites, así como mucho
cariño sin ansiedad. Si se satisfacen todos sus antojos, se le impedirá desarrollar
su capacidad de resistir el impulso y tolerar la frustración y su carácter se iría
volviendo egocéntrico y arrogante.
En los primeros de vida años va configurándose el temple básico del niño. Hacia
el primer año la madre va enseñando al niño si hay que sentir y qué hay que
sentir sobre el entorno. La seguridad del afecto de la madre es lo que permite al
niño apartarse, explorar, dominar los miedos y los problemas. El amor
incondicional propio de la familia va ayudando al niño a adquirir seguridad y
estabilidad afectiva. Las experiencias infantiles impregnadas de afecto pasan a
formar parte de la personalidad a través de la memoria. Hacia los dos años
entran en su mundo las miradas ajenas. Disfrutan al ser mirados con cariño. A
partir de ahora cobra gran fuerza educativa la satisfacción ante el elogio o ante
las muestras de aprobación o disgusto de aquellos a quien él aprecia.
Hacia los 7-8 años nos convertimos en actores y jueces: con el uso de razón
entran en juego la reflexión y la libertad. Y aparecen el orgullo y la vergüenza
aunque no haya espectadores. Hacia los 10 años pueden ya integrar sentimientos
opuestos y empiezan a darse cuenta de que los sentimientos deben controlarse.
La inteligencia se va haciendo objetiva y puede objetivar los valores que eran
sentidos. Las lecciones emocionales de los primeros años son muy importantes.
Una infancia rodeada de cariño facilita el ser positivo, la seguridad, la confianza
en los demás... En la infancia se hace especialmente importante el trabajo
educativo que se dirige a la adquisición de virtudes, a través del ejercicio.
Con la llegada de la pubertad son llamativas la inestabilidad general y la intensa
excitabilidad. Lo más importante y característico de esta etapa es el comienzo
del desarrollo de la propia intimidad. Aparecen conductas egocéntricas y
presuntuosas —habla en primera persona, se siente víctima, se ruboriza cuando
se habla de él, etc.—, así como una desconfianza generalizada. Necesita
seguridad y pueden aparecer sentimientos de duda e inferioridad. Muchas veces,
su enfrentamiento con personas o situaciones es, sobre todo, autoafirmación. Es
preciso estar atentos para ayudarles a evitar complejos. Una buena atención
personal les ayudará a conocer sus buenas cualidades, como punto de apoyo para
su seguridad personal y para que puedan ponerlas al servicio de los demás. La
inseguridad personal provoca igualmente hipersensibilidad y sentido del ridículo
que, paradójicamente, van acompañados de un vivo deseo de libertad,
autoafirmación y autosuficiencia, que a veces les lleva a rechazar la autoridad.
Con un sentido optimista y positivo de la educación aprenderán a aceptar sus
propias limitaciones y a conocer sus defectos, que es la primera condición para
luchar por superarlos. Es también un momento especialmente adecuado para
cultivar las virtudes del pudor y la sinceridad, así como para ayudar a superar los
respetos humanos.
La adolescencia es una etapa decisiva en la historia de toda persona. Todo ese
abrirse a ilusiones nuevas, a nuevos amores, y el descubrir la propia intimidad
viene empapado por el despertar de una gran sensibilidad, en la que los
sentimientos fluyen con fuerza y variabilidad extraordinarias: es la edad de los
grandes ánimos y desánimos, también de los ideales, en la que muchos
experimentan la rebeldía de no poder controlar sus sentimientos ni comprender
su complejidad. Se siente y se vive todo con mayor intensidad, se está como en
carne viva y todo afecta más. Esto da lugar a la inestabilidad emotiva tan propia
de los adolescentes: los cambios de humor son rápidos y abundantes y cualquier
cosa les puede influir. Miran al futuro con afán de poseer lo que aún no tienen
(criterios y gustos propios) y buscan afirmar su propia personalidad con rebeldía,
que es como un mecanismo de defensa de lo propio ante las imposiciones que
puedan venir desde fuera. Pero la autoafirmación del adolescente entraña, por lo
general, una gran inseguridad, ante la que reacciona manifestando externamente
una seguridad que suele ser sólo aparente. En esta etapa de la vida cobra especial
importancia el ayudar a pensar, a razonar, a juzgar y a argumentar a favor de su
pensamiento. Es el momento de que la reflexión personal vaya modelando la
vida afectiva con libertad.

8. Principio de organización de la actividad educativa:


planificar y evaluar
a. Planificar

Se trata de algo tan sencillo como de pensar antes que hacer, para
poder hacer bien. En la educación de los hijos o alumnos, también.
¿Cómo nos gustaría que fuesen? ¿Qué valores queremos transmitirles?
¿Qué significan hoy, este mes, en mi actuación como educador, esas
metas? Con otras palabras, cuáles son nuestros objetivos, los medios
que ponemos para conseguirlos, el tiempo que dedicamos a esa tarea, el
modo en que vamos a valorar los progresos, el momento en que nos
vamos a replantear si estamos en el camino adecuado, etc.

“Convendría señalar la acción preventiva como punto muy importante de


la educación de la sexualidad, para evitar oportunamente las posibles
desviaciones sexuales y favorecer el desarrollo armónico de la
personalidad, ya que casi siempre el tratamiento para corregirlas exige
enormes esfuerzos y, en muchos casos, desgraciadamente, el daño
ocasionado es irreparable” (López Ortega, 1994, 16)

Para llevar las riendas de la educación de los jóvenes, sin esperar a ver
si salen buenos, no se sabe muy bien por qué, es imprescindible una
planificación, aunque sea mínima.

b. Evaluar

Es el paso siguiente: si he planificado, de cuando en cuando es bueno


preguntarse ¿estoy consiguiendo lo que me propuse? Es suficiente una
conversación entre los esposos, serena, pasando revista a cada hijo.
También es muy interesante comentar nuestras apreciaciones con su
profesor o tutor, y escucharle.

Consecuencias para la educación:

La orientación personal de los niños y jóvenes (tutoría o preceptoría), o de sus


padres (orientación o asesoramiento familiar) debe ayudar a los jóvenes o a sus
padres a proyectar su propia mejora personal: metas concretas, planes de acción
educativa en la familia, etc.
Los programas de educación de la afectividad necesitan de una programación de
objetivos y medios, así como de mecanismos de evaluación (indicadores de
conducta, escalas de valoración, etc.) que ayuden a hacerlos cada día más
eficaces.

Educar el corazón con sentido positivo

Ser positivo no es ser ingenuo, o no querer considerar la dificultad de las


cosas. De hecho, la vida cultural está sentimentalizada y tanto los
medios de comunicación como el ocio audiovisual (teleseries,
videojuegos, Internet, canciones, etc.) no ayudan en este sentido. Ser
positivo es estar convencido de que el ser humano siempre tienen más
de bueno que defectos, es confiar en que son capaces de lo mejor. Es
darse cuenta, además, de que lo que motiva e ilusiona es conseguir lo
grande, no encasquillarse en la renuncia, sin darse cuenta de qué se
quiere conseguir con la renuncia, es descubrir el bien y aprender a
saborearlo. Por eso, una adecuada educación de la afectividad estará
siempre más orientada hacia los valores, hacia la entrega y hacia el
amor, que a denunciar riesgos y peligros.

Ser positivo no es pensar que lo valioso se consigue sin esfuerzo, sino


saber que todo ese esfuerzo vale la pena: se trata de que aprendan a
amar, y amar es la actividad más maravillosa y excelsa que podemos
hacer los hombres. No debe extrañarnos, pues, que nos exija esfuerzo.

Estamos en un momento social en el que hemos de sentirnos


responsables de aportar nuestro esfuerzo y energía, cada uno según su
posibilidad y circunstancia, para ofrecer a miles, —¡a millones!— de
niños y adolescentes una autentica educación afectiva que les haga
capaces de amar y de llevar adelante su proyecto personal de vida. Es
necesaria una auténtica movilización social. Usted, ¿qué está haciendo?
¿Qué podría empezar a hacer?
Notas a pie de página

1 “La pata de mono”. Cuento de W.W. Jacobs.

2 Verdi: Rigoletto. Aria.

3 Cfr.: J. B. Torelló, op. cit.

4 Cfr.: J.B. Torelló. Op. cit. pág. 82

5 Cfr. R. Yepes y J. Aranguren: op. cit. Pg. 47.

6 D.v. Hildebrand, piensa que Aristóteles no acabó de situar


adecuadamente la afectividad en su concepción del hombre. Así, cuando
declara que la felicidad tiene su fuente en el conocimiento, en la
inteligencia. Hildebrand añade: “Ahora bien, la felicidad tiene su lugar en
la esfera afectiva, sea cual sea su fuente y su naturaleza específica,
puesto que el único modo de experimentar la felicidad es sentirla”. (Cfr.
Op. Cit Pág. 32)

7 San Josemaría: Camino, 316.

8 Manuel Ordeig Corsini Voluntad y afectividad en


http://es.catholic.net/educadorescatolicos/758/2413/articulo.php?
id=23030

9 San Josemaría: Forja, 750

10 No es el lugar de extenderse en el alcance de esta complejidad, pero


baste apuntar la peculiar situación de los sentimientos, a medio camino
entre lo biológico y lo espiritual, con unas estructuras cerebrales que
maduran muy temprano (nacemos con un sistema límbico formado y con
un neocórtex por formar), y que han de ser ordenados según la
inteligencia por la voluntad.

11 San Josemaría: Con la fuerza del amor, en Amigos de Dios, n 22.

12 Interesa destacar que, desde una perspectiva cristiana, la unidad de


vida proviene de la identificación con Jesucristo: es más que una tarea
ética.

13 Benedicto XVI, Deus caritas est, n.5

14 No es nueva esta intención, ya formulada por Víctor García Hoz como


“Proyecto Incidencia”.

15 Benedicto XVI, Deus caritas est, n.6

16 Investigación de la Universidad de Tufos (USA). Publicado en Child


Development, enero, 2003
Referencias bibliográficas
AGUILAR, M. C. (2002) Familia y escuela ante un mundo en cambio, Revista Contextos de
Educación, V, 202-215.

ALTAREJOS, F. (2004): Estudios sobre educación, nº 7. UNAV. Pamplona

ALTAREJOS, F. y NAVAL, C. (2004, 2ª edición): Filosofía de la Educación. EUNSA. Pamplona.

BURGGRAF, J (2002): Bases antropológicas de la medicina. EUNSA. Pamplona.

CAMPILLO, J. (1973): Psicología de la Educación. Magisterio. Madrid.

GARCÍA-MORATO, J. R. (2010): La razón y los afectos. La salud y sus cuidados. CABANYES, J.


y MONGE, M.A. EUNSA. Pamplona.

GOLEMAN, D. (1996): Inteligencia emocional. Kairós. Barcelona.

GUDIN, M. (2001): Cerebro y afectividad. EUNSA. Pamplona.

HILDEBRAND, D. (1997): El corazón. Palabra. Madrid.

JAVALOYES, J.J. (2001): El arte de enseñar a amar. Palabra. Madrid.

LÓPEZ ORTEGA, J.A. (1994): Educación de la sexualidad. EUNSA. Pamplona.

NORIEGA, J. (2005): El destino del eros. Palabra. Madrid.

POLAINO, A. (2004): Familia y autoestima. Ariel. Barcelona.

POLO, L. (1998): Los apetitos sensibles. La voluntad y sus actos. Anuario Filosófico, nº 50.
Pamplona.

POLO, L. (1999): La persona y su crecimiento. EUNSA. Pamplona.

TORELLÓ, J.A. (2008): Psicología y vida espiritual. Rialp. Madrid.

YEPES, R. y ARANGUREN, J. (1999): Fundamentos de Antropología. EUNSA. Pamplona.


1 Explica la frase de Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”.

2 Distingue EMOCIÓN, PASIÓN y SENTIMIENTO.

3 Max Scheller distingue cuatro especies distintas de sentimientos; ¿podrías explicarlos


sintéticamente?

4 En el documento base, se afirma que “el mal en el presente es el dolor o la tristeza”.


¿Estás de acuerdo con esta afirmación? ¿Por qué crees que es así, o por qué piensas que
no lo es? ¿Qué puede hacer un padre de familia, para educar las reacciones ante el dolor y
la tristeza?.

5 ¿A quién le corresponde la educación de la afectividad, a los padres en la familia, o a los


profesores en los colegios? ¿A cada uno en su ámbito? ¿Cómo debería configurarse el
ambiente afectivo en una familia? ¿Y en el colegio?.

6 Explica el principio de la distinción complementaria y algunas de sus consecuencias para


la educación.

7 El Doctor Polaino afirma: “El compromiso hunde sus razones en la libertad. Sin libertad no
puede haber compromiso”. En la actualidad, parece que comprometerse es signo de pérdida
de libertad. ¿Realmente es así? ¿Cómo se explica la frase del Dr. Polaino?

8 Enumera alguna de las “disfunciones de la afectividad” y explica qué se podría hacer en el


colegio, para reeducar una de ellas.
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Una nueva dimensión de la personalidad humana. ¿Qué define la inteligencia de los hijos?
Hasta hace unos años todo resultaba más claro. Un hijo inteligente era a quien se le daban
bien las matemáticas, el razonamiento abstracto, dominaba el lenguaje... Sin embargo, de un
tiempo a esta parte, cada vez se cuestiona más este tipo de cociente intelectual, pues no
sirve para captar otra variedad riquísima de capacidades como la autoestima, la relación con
los demás, la empatía, el autocontrol, la sociabilidad, la responsabilidad o la fuerza de
voluntad.1

La Dimensión Afectiva constituye el carácter, las emociones, las pasiones, los sentimientos y
la huella que dejan en la personalidad de cada cual: autoestima, confianza, seguridad,
capacidad de superar dificultades, empatía, timidez, agresividad, ansiedad, temor,
optimismo, etc.:

1. La inteligencia emocional supone un conjunto de habilidades que pueden aprenderse,


¿cuáles son estas habilidades?

2. ¿Qué opinión te merece la distinción que hace la autora entre coeficiente intelectual y
coeficiente emocional?

3. ¿Piensas que se está desarrollando adecuadamente en la familia? ¿y en los colegios?

4. ¿En qué medida es importante desarrollar esta dimensión?

5. En el éxito y en el crecimiento, desarrollo e integridad personal, ¿qué papel crees que


juega esta dimensión?

6. ¿Cómo se podrían trabajar los contenidos de este libro de forma práctica con un grupo de
profesores “nuevos”? Y con un grupo de padres?
1 ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es verdadera?

Las habilidades sociales son, en su conjunto, mayoritariamente hereditarias y susceptibles


de algún cambio únicamente en el ámbito familiar.

Necesitamos de las habilidades sociales para desarrollarnos plenamente como personas, ya


que el hombre es un ser social por naturaleza. Es por ello que las habilidades emocionales
no pertenecen a la naturaleza del hombre no siendo necesario su desarrollo.

Sin el dominio de las habilidades emocionales no se puede ser eficaz en las relaciones
sociales, en la labor de formación o en cualquier actividad educativa.

Todas las anteriores son correctas.

2 ¿Cómo define Gardner y Yuste la inteligencia?

3 Del capítulo qué se entiende por inteligencia, del recuadro “para no olvidar”, selecciona las
CINCO que consideres más significativas.

4 Contesta con verdadero (V) o falso (F).

El C.I. aporta el 80% de los factores que determinan el éxito, siendo el restante 20% debido
a otras causas.

«Soltar amarras» en la educación de los hijos significa ser conscientede la necesidad de


hacerlos autónomos, sentir la responsabilidad de educarlos para que vivan su propia vida, no
la que quieren o prefieren los padres y esto es imprescindible.

Los padres deben potenciar en sus hijos la constancia, el autocontrol, la automotivación, el


trabajo en equipo, la tolerancia, la elegancia personal.

Es importante desarrollar el C.E. pues importa más lo que sienten que lo que aprenden.

Es necesario forjar una personalidad madura y modelarla, salvo que haya un rasgo de
temperamento preocupante que haga necesario esperar hasta la adolescencia.

5 Resume la teoría de las inteligencias múltiples; y selecciona del apartado “para no olvidar”
de este capítulo, los TRES puntos que te parezcan más significativos.
6 «El principio más profundo del ser humano es el anhelo de ser apreciado». Explica esta
frase y cómo se consigue transmitir aprecio.

7 Russell escribió:

«Hay que tener el ..................................... para ..................................... las cosas que se


..................................... ....................................., la ..................................... para
............................... las cosas que no se ..................................... ..................................... y la
.................................... para distinguir ..................................... de .....................................».

8 ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es verdadera?

La inteligencia emocional es más eficaz para el trabajo del directivo que la inteligencia
analítica, ya que se necesita más capacidad de liderazgo, de empatía, de relación, de
autoestima y de autocontrol que conocimientos técnicos.

La lectura de buenos libros es una gran fuente de conocimiento propio y de los demás, y una
auténtica escuela de formación, pues presenta la vida, los sentimientos, las ilusiones de
otras personas.

La falta de inteligencia o habilidades sociales, consecuencia de una correcta educación


social, lleva a desarrollar una personalidad antisocial, con aspectos muy difíciles de modelar
en la edad adulta.

Todas las anteriores son correctas.

Sólo a y b son correctas

9 Contesta con verdadero (V) o falso (F).

El conocimiento propio es el primer paso para llegar al dominio personal.

El autodominio es imprescindible, exige tiempo para que descubran como sus emociones
nunca pueden afectar a sus acciones.

La reflexión es un hábito que viene innatamente desarrollado en los hijos y les facilita la
relajación y el acceso a su mundo interior donde deben encontrar serenidad, equilibrio, paz y
una visión absoluta de los acontecimientos.

Las personas que permanecen serenas y seguras se convierten en individuos “carismáticos”


a los que acuden los que les rodean para beneficiarse de su fuerza interior y arrastrados por
su ejemplo.
Autointerpretarse es tener una visión “teatral”, subjetiva y con sentido del humor de lo que a
uno mismo le sucede, e influyen sus acontecimientos internos.

10 ¿Cómo es el buen educador -padre o profesor-?

11 Del capítulo ¿Saber autointerpretarse?, resume el punto que habla “tirar hacia arriba de
los hijos”.

12 Define el concepto de intimidad y nombra CUATRO aspectos que ayuden a cultivarla.

13 Completa:

La autoestima es la gran protagonista de la ............................... ................................

La autoestima ayuda a vencer ............................... que invaden en algunos momentos


cualquier mente.

Los .............................. proporcionados consiguen hijos ............................... y maduros.

Si los niños crecen con la aprobación aprenden a ............................... .

Si los niños crecen con ............................... aprenden a tener un objetivo.

14 Fomentar el individualismo en los niños es posible que les lleve a desarrollar una
personalidad narcisista. ¿Qué caracteriza a dicha personalidad?

15 Contesta con verdadero (V) o falso (F).

Es necesario ejercitar en los niños desde los primeros años la sensibilidad por los
sentimientos y emociones de los que les rodean.

La empatía se potencia facilitando o sugiriendo a los niños situaciones en las que puedan
solventar una necesidad ajena.

La imagen exterior ha de ser el reflejo del equilibrio emocional interior.

La educación de la estética es una asignatura pendiente y olvidada en la mayoría de los


colegios y familias.

La armonía personal será una realidad en la personalidad del hijo si ha sabido integrar por el
silencio, la reflexión y la lucha personal todo lo adverso que encuentren en su camino.
La belleza y armonía exteriores dan paso a un orden exterior necesario y exclusivo de
encuentro de la paz interior de la persona.

Debe haber un enlace emocional entre el niño y las personas importantes en su vida:
padres, profesores.

Es imprescindible que los niños, aprendan de los mayores las manifestaciones de los
afectos: la gratitud, la amabilidad, el consuelo, la sonrisa, la alegría, la solidaridad y la
ternura.

Si el niño no establece “enlaces afectivos” probablemente sufra carencias en su


personalidad irremediables y que afectarán a su vida privada y profesional.

16 Define asertividad y manipulación. ¿De qué tres formas se adquiere actitudes asertivas?

17 ¿Cuáles son las consecuencias de la escucha activa y constructiva?

18 ¿Cuáles son las actitudes negativas en el modo de corregir?


Henry Dashwood es un rico propietario que tiene un hijo de su primer
matrimonio, llamado John. Cuando el señor Dashwood muere, su
herencia pasa por motivos legales (debido a los convencionalismos de la
época) a John, que está casado con Fanny. De la noche a la mañana, la
viuda de Dashwood y sus tres hijas- Elinor, Marianne y Margaret - se
quedan sin hogar y sin recursos económicos. Teniendo que sobrevivir
junto a su madre con una dote anual de 500 libras, se ven obligadas a
llevar una vida austera en el campo. El futuro pinta muy negro para ellas,
pero tratan de afrontarlo sin desánimos. Antes de abandonar su antiguo
hogar, Elinor conoce al cuñado de John, Edward, de quien se enamora.
Pero esta relación está mal vista por Fanny, que piensa que el
enamoramiento de su hermano es una argucia de Elinor.

Una vez instalados en la campiña Marianne se fija en un joven apuesto,


John Willoughby, un hombre cuyo posterior comportamiento con
Marianne provocará en ella un doloroso proceso de maduración.

Se trata de una excelente adaptación de la novela de Jane Austen,


realizada por la misma Emma Thompson. Por este guión, la actriz obtuvo
el Oscar. La película tiene una magnífica ambientación. La vida de estas
tres hermanas y sus relaciones está narrada con habilidad y cautiva
desde el primer instante. Destaca la luminosidad de Kate Winslet, que
saltaría definitivamente al estrellato dos años después con Titanic.
1ª PARTE PRESENTACIÓN DE PERSONAJES

1ª escena Invitada en su propia casa

La señora Dashwood ha enviudado y debe mudarse al campo a una


casita más pequeña, con sus tres hijas. La casa familiar pasa a ser
propiedad de su hijastro John, quien le pasa una renta pequeña en una
interpretación interesada de la última voluntad de su padre.

En estas primeras escenas se dibujan los caracteres de los personajes:


Al hijastro, John, y a su mujer, Fanny, sólo les interesa el dinero, la
buena vida y destacar en la sociedad británica de la época. La señora
Dashwood intenta dar lo mejor a sus hijas a pesar de las circunstancias.
Elinor Dashwood, la hija mayor, es responsable y comedida, sabe
reaccionar con elegancia y buen gusto a la falta de tacto de su segunda
hermana Marianne Dashwood, impetuosa y apasionada. Marianne no
acepta, ni comprende el egoísmo y miramientos de su tío y su mujer.
Margaret Dashwood es todavía una niña y tampoco entiende la nueva
situación.

2 ª escena Primera atracción

Conocen al hermano mayor de la Sra.Fanny, Eduardo C. Ferrars que, en


contraste con su madre, demuestra una educación y elegancia que le
permiten llamar la atención de Elinor que acaba por sentirse atraída por
él. Pero no es una relación bien vista por la hermana de Edward que
deja constancia de que su hermano ha de aspirar a emparentar con una
familia de nobleza y dinero.

3 ª escena Barton Cottage

En la nueva casa de campo sus vecinos y arrendadores son unos


parientes, generosos, amables, bromistas y que buscan cómo casar a
Elinor y a Marianne.
4 ª escena El Coronel

Aparece el coronel hombre de una cierta edad pero todavía casadero,


que se enamora de Marianne pero sin muchas esperanzas de ser
correspondido por ella.

2ª PARTE MARIANNE SE ENAMORA

5 ª escena La caída de Marianne

Mientras dan un paseo, Marianne y Margaret, empieza a llover y


Marianne se cae lastimándose un tobillo que no le permite andar. Surge
de repente un caballero que la socorre y la lleva a casa. Es un caballero
joven y bien apuesto que enseguida levanta expectativas en el
apasionado corazón de Marianne que cree estar muy enamorada de él.
Este caballero es John Willoughby de Allenham que visitará a la
convaleciente. En una escena su hermana comenta: «Ya habéis hablado
de Shakespeare, Scott y todas las formas posibles de poesía, después
hablaréis de la naturaleza y el romanticismo y ya no tendréis más de que
hablar y se acabará la relación».

La apasionada Marianne no se recata ante el Señor Willoughby, y le


muestra sus intenciones “descaradamente” y “sin recato”, como se
advierte en una buena educación. Elinor se lo advierte a Marianne, que
no comparte la rigidez afectiva que impide mostrar los propios
sentimientos.

6 ª escena Invitación a un picnic

La viuda y sus hijas son invitadas a un picnic en casa del Coronel y


también acude el señor Willoughby.

Elinor comenta lo impulsiva y apasionada que es su hermana y que tal


vez debería conocer más mundo para aprender de la experiencia. El
Coronel le responde con una experiencia personal y negativa con una
joven de similar carácter a quien conoció. Él tuvo que alistarse al ejército
y acudir a las “Indias orientales”, ante la negativa de poder casarse con
ella por su origen humilde.

7 ª escena Una partida apresurada

El Coronel recibe una noticia que le obliga a viajar a Londres, sin


demora, y abondonar a sus amigos. Aparece entonces un nuevo
personaje que busca la amistad de Elinor.

John Willoughby tampoco se recata en mostrar lo que piensa y critica al


Coronel acusándole de reservado, y de fragilidad, por ausentarse del
picnic. Sin decirlo directamente, da entender que es feliz con Marianne,
que está enamorada de él. Sin embargo, al día siguiente, cuando
Marianne esperaba una declaración de amor, Willoughby le comunica
que debe marcharse a Londres, sin garantías de poder volver en mucho
tiempo y sin muchas explicaciones.

Elinor descubre que la prima de la hija de la Señora Jennings está


comprometida en secreto con Eduardo C. Ferrars y actúa con discreción
y buenas maneras a pesar del dolor que le produce la noticia. Esta
nueva familia presenta también todo un conjunto de relaciones afectivas
entre sí y con las mujeres de la familia Dashwood.

3ª PARTE LONDRES

8 ª escena El Baile

Durante el baile Marianne y Willoughby tienen un desafortunado


encuentro en el que Marianne es tratada con la fría cortesía de un
desconocido. Allí descubre que Willoughby está comprometido y parece
otra persona diferente a la que ella conocía y buscaba.

9 ª escena Malas noticias para Marianne

Ante una carta de Marianne requiriendo explicaciones, el Señor


Willoughby contesta que lamenta haber creado falsas expectativas y le
devuelve el mechón de pelo que le pidió.

10 ª escena El coronel lo explica todo


Ante la solicitud de Elinor, el Coronel se ofrece a ayudarlas y de paso
explica que la hija natural de su frustado primer amor a quien prometió
cuidar, acabó por quedarse embarazada siendo abandonada por el
padre, que no es otro que el Señor Willoughby.

A pesar de la noticia, da a entender que Willoughby realmente estaba


enamorado de Marianne, pero desheredado de su tía optó por
comprometerse por dinero. Elinor le explica todo a su hermana e intenta
consolarla diciendo que Willoughby la amaba y Marianne contesta a su
hermana: “No lo suficiente”.

11 ª escena La visita de Edward

La inesperada visita de Edward, en presencia de la Señorita Steele,


ahonda en la herida sentimental de Elinor, pero es capaz de mantener la
compostura como se espera de ella, ante la incomprensión de su
hermana.

12 ª escena Noticias de Mrs. Jennings

La señorita Steele acaba por descubrir su secreto a la hermana de


Edward y ésta última la despide violentamente de su casa.

Al mismo tiempo, la relación de las dos hermanas y sus distintas formas


de expresar sus sentimientos pone de manifiesto la complejidad de la
comunicación y de la convivencia. Todos sufren.

13 ª escena La propuesta del Coronel

A pesar de la amenaza de la madre de Edward (no heredará), él


mantiene su compromiso con la señorita Steele y el Coronel ofrece a
Elinor la posibilidad que se pueda casar Edward con Lucy Steele, y le
ofrece la parroquia de su hacienda, para que pueda vivir dignamente.
Elinor es quien comunica a Edward esta noticia, lo que supone un dolor
añadido para ambos, pues Edward también está enamorado de Elinor,
pero ha de cumplir el compromiso que de joven hizo a Lucy.
4ª PARTE VUELTA A CASA

14 ª escena La peregrinación de Marianne

Marianne, triste, pasea por el campo en dirección a la antigua casa de


Willoughby, y le sorprende la lluvia y acaba enfermando gravemente.

15ª escena Enfermedad grave

La enfermedad de Marianne supone un gran dolor para el Coronel


Brandon que refleja el amor que tiene por ella. Durante la enfermedad,
Elinor implora a su hermana que sigua luchando, porque ella sería capaz
de sobrellevar cualquier pena, menos la de perderla a ella.

16ª escena Fuera de peligro

Estando ya fuera de peligro agradece al Coronel toda su ayuda y recibirá


su visita frecuentemente, durante su convalecencia. Comentará a su
hermana su admiración por ella, al comparar su impulsivo
comportamiento con el prudente y comedido de ella.

17ª escena Recuperación emocional

Estando todavía recuperándose, conocen la noticia de que el Señor


Ferrars se ha casado. Esto supone un nuevo dolor para la vida de Elinor
y por extensión para sus hermanas y su madre.

18ª escena Anuncio de una boda

Aparece Edward Ferrars en la casa de campo, dando lugar a una


situación un poco violenta, porque todas creen que está casado con
Lucy Steele. Pero, pronto se aclara que quien se ha casado con Lucy
Steele es su hermano Robert. En esta situación, Elinor prorrumpe en
lágrimas al no poder contener más sus emociones y Edward le declara
su amor por ella.

19ª escena Día de bodas


El final presenta las bodas de las dos hermanas.
Puntos de reflexión sobre las ideas que se presentan en la película

1 Sentido y sensibilidad muestra un retrato de las convenciones sociales de una Inglaterra


rural y urbana en un entorno victoriano, caracterizadas por la hipocresía y el peso social que
otorga el status económico.

¿Hoy existen estos “prejuicios” revestidos de otras formas de hipocresía?

¿Qué podemos aprender del “control” afectivo de cada uno de los personajes?

2 Analiza las relaciones humanas entre los distintos protagonistas de esta historia y
descubre en cada uno de ellos aspectos positivos y negativos de su concepción afectiva:

a Dimensión corporal: cuidado de las formas según el momento histórico-cultural, cuidado de


la salud y su influencia en el estado anímico, fortaleza física del hombre vs de la mujer, etc.

b Dimensión afectiva:

Importancia de la comunicación en una relación afectiva: amistad, enamoramiento, amor


platónico, amor verdadero, amor fraterno, amor matrimonial.

¿Cómo se refleja en cada uno de los personajes la represión y la expresión de los


sentimientos, la emotividad, el sentido del humor, el sufrimiento…

c Dimensión intelectiva: valora las características de la sociedad que se describe en la


película y las distintas clases sociales. ¿Existen clases sociales en la sociedad del siglo XXI?
¿Qué aporta la literatura al diálogo y reflexión personales para el conocimiento de uno
mismo y de otras personas?

d Dimensión volitiva: Enumerad las virtudes que aparecen en los protagonistas:


comprensión, sinceridad, amor, servicio, amistad, lealtad, honor, compromiso, justicia,
generosidad, paciencia, etc.

3 La película pone de manifiesto una serie de convencionalismos de la época. ¿Crees que


están superados todos ellos en la sociedad actual? ¿Qué otras “imposiciones sociales” están
presentes hoy? ¿Cómo afectan a la identidad personal de los hijos y de los alumnos estos
convencionalismos? ¿Es bueno tener algunos “convencionalismos”?
1 En el curriculum de la educación actual destaca la presencia de contenidos intelectuales y
“transversalmente” otro tipo de contenidos actitudinales, tratados ordinariamente
“intelectualmente” y no de forma práctica. La dimensión afectiva reclama su presencia en la
educación armónica de la identidad personal, para el desarrollo más pleno de cada alumno,
de cada hijo.

2 Destaca los contenidos mínimos de un programa de educación de la afectividad en el


colegio y en la familia (deben ser los mismos, trabajados de forma diferente), distribuidos por
etapas:

a) De cero a tres años

b) de tres a seis años

c) de seis a doce años

d) de doce a quince años

e) de quince a dieciocho años.

3 Elige una de las etapas anteriores, y desarrolla uno de los contenidos mínimos con todo el
detalle posible: objetivos, actividades, medios, evaluación, tiempo de duración, colaboración
padres-colegio, etc. Ten en cuenta la estructura de persona DAIP para aprovechar todos los
aspectos de la unidad personal.
1 En su libro Educar el carácter, Alfonso Aguiló afirma que Los padres deben alabar más el
esfuerzo de los hijos y elogiar menos sus dotes intelectuales, pues lo primero produce
estímulo y lo segundo sólo vanidad. Es indudable el amor de los padres por sus hijos, pero
no siempre es suficiente para acertar en su educación. ¿Por qué crees que la sociedad
valora más los conocimientos intelectuales que el dominio afectivo? ¿Qué consecuencias
tiene esta hipervaloración para la convivencia social? ¿se puede cambiar esta percepción?

2 Comenta la afirmación del Doctor Polaino y sus consecuencias para las personas y para la
sociedad:

“Acaso porque nadie escucha, la sociedad actual se ha convertido en la sociedad de la


desconfianza. A la confianza se llega escuchando. Sin escucha no hay entendimiento ni
afecto; tampoco educación ni aprendizaje”.

3 En los colegios, en las familias, en la sociedad, asistimos a un creciente fenómeno de


“agresividad”, de “desconfianza”, de “soledad” que tiene consecuencias graves para la
convivencia y para la felicidad de las personas. ¿Crees que la educación puede hacer algo
para evitar esta “desertización” en las relaciones personales? ¿Dónde podemos encontrar
las causas profundas de estos fenómenos? ¿Qué papel debería desempeñar la familia en la
recuperación de la confianza perdida?

4 María Gudín desarrolla el concepto de plasticidad neural. ¿Podrías explicar su importancia


para la educación, tanto en el ámbito familiar como en el ámbito escolar?
1 Qué software utilizar

Existen muchas apps de lectura de EPUB en el mercado aunque actualmente los más
recomendados son los siguientes:

Google Play Books (Android)

iBooks (Apple)

Ambos lectores son muy profesionales. En caso de que experimentases problemas de


velocidad, en principio son ajenos tanto al libro como al lector Google Play Books o iBooks.
Posiblemente sea debido al dispositivo que estés usando ya que puede que tenga poca
velocidad de procesamiento o RAM. En principio todos los lectores que actualmente están
en venta en el mercado son capaces de leer el libro sin ningún problema.

2 Navegar por el libro

El uso de un libro digital es bastante intuitivo. Por ejemplo, basta con tocar dos veces
rápidamente en una imagen y ésta aparecerá en pantalla completa. Puedes aprender más
en los siguientes links:

Navegar con Google Play Books

Navegar con iBooks

3 Tomar notas

Para saber más sobre notas y resaltado de palabras, puedes visitar los siguientes enlaces:

Notas en Google Play Books

Notas en iBooks

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