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Método. Lectio Divina.


Lectura Orante y creyente de la Sagrada Escritura.

La Palabra de Dios prosigue su curso (cf. 2 Tes 3, 1), no deja de crecer


y multiplicarse (cf. Hch 12, 24).
“Siendo esto así, en los países europeos estamos viviendo unos
tiempos decisivos para el futuro de la fe entre nosotros. En estos momentos
se está produciendo un cambio socio-cultural sin precedentes. La llamada
del Papa Francisco se concreta en un objetivo primordial y consiste
sencillamente en volver a Jesús.1 Buscar el contacto directo e inmediato con
el Evangelio, acoger juntos la alegría del Evangelio; entrar por el camino
abierto por Jesús. Volver al encuentro personal con Jesucristo. Así lo expresa
el Papa Francisco: “Invito a cada cristiano, en cualquier situación en que se
encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al
menos a tomar la decisión de dejarse encontrar por él, de intentarlo cada día
sin descanso”. 2
Estos años ha tenido bastante eco en Europa el planteamiento hecho
por la Conferencia Episcopal de Francia en noviembre de 1994 con el
significado título: Proponer la fe en la nueva sociedad. Según los obispos
franceses, comunicar la fe en la sociedad secularizada y plural de nuestros
días exige aprender un estilo diferente de acción pastoral. Hemos de pasar
de una actitud marcada inconscientemente por la nostalgia del pasado a
otro modo de comunicar la fe. “Nosotros hemos de acoger el don de Dios en
condiciones nuevas y, al mismo tiempo, volver a encontrar el gesto inicial de
la evangelización: el de la proposición simple y resuelta del Evangelio de
Cristo. De Dios.
Este cambio de actitud es muy importante. “Proponer la fe” significa
tomar la iniciativa y atrevernos a presentar la fe cristiana en el interior de
una sociedad que se desliza hacia la indiferencia y el olvido. Proponer la fe:
“Si tú quieres”, repetía Jesús.
El principal objetivo de esta nueva etapa evangelizadora y, al mismo
tiempo, el primer motor de la renovación que desea impulsar el Papa
1
Volver a Jesús. Jose Antonio Pagola PPC 2014 pág. 8
2
EG 3
*Mª Esther Iñarra Ugaldea. Monja Benedictina del Monasterio de San Pelayo.(Oviedo)
2

consiste en “volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio”.


Lo dice desde el inicio de su exhortación. ”Cada vez que intentamos volver a
la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio brotan nuevos
caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más
elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo
actual.”3
Comienzo enfocando de esta manera el tema que nos convoca:
“volver a Jesús” que también es volver a la “lectio divina”. Quiero hoy acoger
la “lectio divina” como práctica y como compromiso para vivir y transmitir la
vida y los valores de Jesús hoy. Estoy convencida que hoy es un camino
nuevo y bueno para recibir esta experiencia viva del Evangelio de Jesucristo.
Y me adentro en esta oración que llamamos lectio divina, y que tiene
su propio método.
La idea que solemos tener de un "método" es la de una "técnica" que nos
conduce a un fin. Nuestra visión del "método" de la lectio divina es mucho
más personal y dialogal que técnica. Este método es un camino a través del
cual avanzamos vivencialmente hacia una meta, un camino para orar la
Palabra de Dios.4

Según la concepción bíblica de un tiempo lineal, conducido por el


proyecto de Dios hacia un cumplimiento, el pasado y el futuro reciben un
nuevo significado. La historia de la salvación es la revelación y narración de
las maravillas que Dios ha obrado para salvar al hombre. Israel vive la misma
historia de los demás pueblos, pero la vive de un modo distinto que la hace
salvífica. Descubre en ellas las actuaciones de Dios y se esfuerza en caminar
en su presencia. Esta enseñanza constante de la revelación es esencial para
comprender la pedagogía de la lectio divina.
La temática bíblica que da una mejor cuenta de ello es la del “grano
sembrado en la tierra”. La misteriosa ley de la germinación integra el tiempo
como la condición necesaria para el desarrollo fructífero de la Palabra de
Dios en los corazones.
Implica igualmente que el hombre no es señor de este proceso.
Simplemente le corresponde –aunque no es poca cosa– ser la tierra buena,

3
EG 49
4
C. de DREUILLE, Lectio divina, un camino para orar la Palabra de Dios, CB 164 Verbo Divino,
Pamplona 2014, Páginas 15-17
3

disponible, como enseña la parábola del sembrador (Mt 13,3-23). Esto


implica igualmente una gran confianza en ese poder de la palabra de Dios.
Es lo que nos enseña la actitud del campesino de la pequeña parábola propia
del evangelio de San Marcos: “Ya duerma, ya se levante, noche y día, la
semilla germina y crece sin que sepa cómo” (Mc 4, 26-29)
Estas dos parábolas agrícolas nos enseñan la pedagogía divina de la
lectio divina.

Allí donde la eficacia técnica se dirige al beneficio más inmediato y el


dominio cada vez más refinado de los procesos, la aceptación del lento
crecimiento y de la progresiva fecundidad nos hace integrar la dimensión del
tiempo. Es la realidad probablemente más difícil de aceptar en nuestra
sociedad, donde prima el valor de la rapidez y de la inmediatez de los
resultados. En la parábola del sembrador, tal como la refiere San Lucas, Jesús
precisa que es necesaria la constancia, la perseverancia para que el grano dé
fruto. (Lc 8, 15, Lc 21, 19)
La aceptación del tiempo nos hace capaces de progreso. Desde Abrahán,
que se pone en camino “por la palabra del Señor” (Gn 12, 4), hasta los
discípulos de Emaús, cuyo corazón ardía cuando Jesús les explicaba las
Escrituras. (Lc 24,32)

El desplazamiento físico es señal de un camino interior: Las promesas de


la Escritura abren al hombre un horizonte nuevo y le invitan a ponerse en
camino para crecer en relación con Dios. Jesús invita a los hombres a
convertirse en discípulos suyos caminando tras él. (Jn 14, 6).

Así pues, el creyente ya no es un vagabundo, se convierte en un peregrino


que avanza hacia la meta que debe alcanzar, un peregrino, peregrina,
guiado, guiada, a lo largo de su camino, de etapa en etapa. Y a la luz de la
Pascua, creyentes sorprendidos por la “alegría”, aún en medio de la
provisionalidad y fragilidad de la existencia terrena. (1P1, 6-8)5
Es precisamente a lo que se dedica este arte de la lectio divina a partir de
los textos bíblicos, dejando caminar la Palabra en nuestros corazones, guiada
por el Espíritu Santo, tendremos la experiencia de la presencia del Hijo, por
quien tenemos acceso al Padre.
5
E. BUENO de la FUENTE, La dignidad de creer. BAC. 2006, 123
4

El método al que me voy a referir, nace de la experiencia de quienes


dedicaron la vida a escuchar a Dios.6

La amplia difusión de la lectio divina constituye un auténtico signo de


esperanza para la Iglesia, porque, como dice el mensaje final del Sínodo
recogido en la exhortación apostólica (Verbum Domini)7 “Es
verdaderamente capaz no solo de abrir al fiel el tesoro de la Palabra de Dios
sino también de crear el encuentro con Cristo.

La lectio divina conoce, en la actualidad, una verdadera resurrección que


la ve difundirse también entre los laicos, en parroquias, en la realidad de la
Iglesia local. Poniendo fin al secular exilio de la Escritura de la vida Eclesial,
el Concilio volvió a situarla de manera providencial en el centro de la vida de
una Iglesia que está fuera del régimen de cristiandad, para nutrir y vigorizar
la vida espiritual de cristianos que están en una situación de exilio, de minoría
en un mundo plural. Tal y como los hijos de Israel que vivían en la diáspora
encontraron en la Torá escrita una “patria portátil”, también los cristianos
pueden encontrar hoy en la Escritura un signo portador de sentido, una luz
que señala la dirección del camino, una raíz que da estabilidad, una casa que
habitar.

El método de la lectio divina que se desarrolla en cuatro pasos como


veremos, tiene como objetivo nuestra total predisposición para que en ese
proceso, se dé una “Visita del Verbo” (San Bernardo de Claraval). 8La lectio
divina es entonces, una apertura a un acontecimiento del Espíritu que
introduce al orante en la conciencia progresivamente más profunda de su
relación filial con el Padre.

La lectio es “un ejercicio sistemático de escucha personal de la


Palabra”, una actividad compleja y progresiva, realizada gradualmente para
penetrar en el misterio de Dios, poniéndose a la escucha y en diálogo con la
Palabra de Dios.9 Quien recurre a ella tiene como objetivo “leer” la voluntad

6
E. BIANCHI, Orar la Palabra, Burgos, Monte Carmelo, 2000
7
BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y en la
misión de la Iglesia, nº 87. Ebidesa, Madrid 2010
8
E. BIANCHI, op.cit.,
9
C. M. MARTINI, Pregare de la Biblia, Mensajero1986
5

de Dios en su propia vida, y emplea como medio la lectura de la Escritura


siguiendo una precisa, aunque flexible, metodología.10Es, pues, al mismo
tiempo, lectura de la Biblia y lectura de la experiencia personal; una manera
de leer que da sentido a la vida.

El cardenal Carlo M. Martini en una de sus numerosas publicaciones


sobre el tema la define así: “La lectio divina es el ejercicio ordenado, de la
escucha personal de la Palabra”.11

a) Ejercicio tiene que ver con actividad y la actividad es necesaria para el


desarrollo armónico de la persona. Así como el ejercicio físico es
saludable para el cuerpo y el ejercicio intelectual es beneficioso para la
mente, la actividad espiritual lo es para el espíritu. La lectio divina es una
de esas actividades que alimentan la vida espiritual de la persona que a
ella se entrega. Practicarla supone una decisión personal, una iniciativa
voluntaria que expresa interés por la Palabra de Dios y deseo de
acercarse a ella. En otras palabras, la lectio divina es ponerse en camino
para avanzar en la vía de la oración y la contemplación, dejándose guiar
por el Espíritu y sus inspiraciones.

b) El ejercicio de la lectio es ordenado, no es posible adentrarse en el


bosque de la Palabra de cualquier manera, sin preparación, de prisa y
corriendo, sin orden ni concierto, pues se corre el riesgo de extraviarse.

c) Escuchar a Dios que nos habla a través de su Palabra. Escuchar no es


sinónimo de oír. Se pueden oír muchas cosas sin prestar atención a
ninguna, es decir, sin escucharlas. La persona que sabe escuchar posee
la sabiduría del corazón. Es alguien que sabe retirarse ante el otro,
dejarle espacio, ofrecerle el primer puesto. Debemos dejar que Dios nos
hable en el silencio. Avanzar en la vida espiritual significa avanzar en la
escucha de Dios y de los demás.

d) La lectio divina es un ejercicio ordenado de escucha personal que


puede realizarse a solas y en el ámbito de la comunidad. No me refiero

10
G.ZEVINI, Lectio divina para cada día del año. Verbo Divino, Estella 2004
11
C. M. MARTINI, Al alba te buscaré. La escuela de la oración, Estella 1995, 52.
6

exclusivamente a las comunidades religiosas sino también a aquellas


parroquias y a los diversos grupos eclesiales. La lectio divina es una
escucha personal, nunca individualista, de la Palabra de Dios que se
practica en la comunión eclesial.

e) El ejercicio consiste en escuchar la Palabra con mayúscula, la Palabra


de Dios. En la lectio divina “es Dios quien habla, es Cristo quien habla, es
el Espíritu el que habla”. Por encima de todo, la Palabra de Dios es la
persona de Jesucristo, “la Palabra el Verbo hecho carne”, tal como
afirma el prólogo del cuarto Evangelio.

La Tradición cristiana no ha dejado de meditar en las etapas de la lectio


divina. La síntesis más notable nos la ofrece Guido II, este prior de la Cartuja
redactó en el S.XII un texto titulado Carta sobre la vida contemplativa,
llamado también “la escala de los monjes”, es la referencia más importante
sobre la pedagogía de la lectio divina.
Guido escogió la imagen de la escalera en referencia al sueño de Jacob (cf.
Gn 28,12). Ella le permite designar el movimiento y el término de la vida
espiritual, la comunión con el Padre y sobre todo, trazar las etapas de este
progreso.12

Desde Orígenes, en el siglo III hasta nuestros días, este método de la lectio
divina no es única en sus etapas, sino que ha sido practicada con una cierta
multiplicidad de opciones: de dos a cinco pasos, incluso más, de 7 pasos,
conocido como el método Lumko en África.
La forma más mencionada de lectio divina es como hemos dicho la
que se da en cuatro pasos, que es la lectura, la meditación, la oración y la
contemplación.13 Es de notar la comparación que Guido establece entre
estos cuatro momentos y la acción de alimentarnos:

“La lectura sirve a la boca un manjar sólido.


La meditación lo mastica y lo tritura.
La oración le saca el sabor.
La contemplación es la dulzura misma que alegra y conforta”.

12
C. DREUILLE, op. cit., pág.18
13
A. IZQUIERDO, La lectio divina en el Sínodo de la Palabra de Dios. http//www
prait.org/sb/index.php/
7

Es la forma tradicional monástica, “una lectura que se desarrolla bajo la


moción del Espíritu en la meditación, oración y contemplación”14
La lectio divina me parece importante subrayar esto, no es una lectura
espiritual de la Biblia.

Tal vez haya quien piense que la lectio divina es para personas que tienen
mucho tiempo a disposición, que no va con las personas tan estresadas de
nuestro tiempo. El cardenal C. M. Martini llegó a decir que la “lectio divina”
es un derecho de todo bautizado y debe ser accesible a todos.15
Representa una verdadera gracia de Dios, en la que ha de iniciarse con
cuidado a todo cristiano. Es un modo fuerte de afirmar que la lectio divina
se ha de practicar, no solo en las celdas de los Monasterios, sino también en
las casas de los pueblos y de las ciudades.
Qué importante me parece este tiempo de lectio divina en éste clima que
voy diciendo, para quienes tienen como misión enseñar y transmitir saber y
sabor, que sois muchas de los que hoy estáis aquí.

Y vamos ya al meollo mismo de la lectio divina.


Las dificultades de la lectio son conocidas:
• No tengo tiempo
• No siento nada
• Siempre estoy igual.16

Su fortaleza es el amor:

• Me siento atraída.
• La “lectio divina” es el camino de un Encuentro. Un encuentro
verdadero, auténtico, que llena profundamente.

14
BENEDICTO XVI, En el Ángelus del 6 de noviembre del 2005 recurre al esquema cuatripartito pero
con palabras y matices algo diversos: leer y releer la Palabra de Dios (lectio), “rumiar” y “exprimir el
jugo” de la Palabra para que alimente la meditación (meditatio) y la contemplación (Contemplatio), para
que riegue como linfa la vida concreta (operatio)
15
C. M. MARTINI, Citado por N. Calduch-Benages. Sínodo de la Palabra 2010
16
E. BIANCHI, Por qué orar, cómo orar, Sal Terrae, Santander 2010. 14 E. BIANCHI, op.cit.,
8

• La lectio divina es una práctica cotidiana para el monje y la monja,


para dar lugar a un diálogo, un encuentro, con el más fiel de los
amigos, pero es una llamada para todo creyente como dije antes.
• Las pequeñas experiencias de que Él, es distinto y con Él vivo
aspectos nuevos de mí misma, de los otros, de la realidad: el amor
que compartimos, me da ojos nuevos, me ilumina.

Es necesario reservar un tiempo:

• Hay tiempos más apropiados que otros para el silencio: el corazón


de la noche, por la mañana temprano, al atardecer. Determina tu
tiempo para la lectio, según tu horario de trabajo, pero permanece
fiel a ese tiempo y determínalo en tu jornada.17
• No olvides que este tiempo para la lectio debe ser suficientemente
largo, no bastan unos minutos, para la lectio divina se precisa de 20
minutos a una hora.18
• La práctica asidua reduce la rigidez. Quien la ejercita poco,
incrementa la rigidez y hace pocos progresos. Quien no se ejercita,
no avanza.19
• La lectura antes que nada, requiere un tiempo fijo. Guillermo de
Saint–Thierry, en la Carta de Oro, nos invita a hacer la lectura a una
hora determinada: “En tiempos fijos hay que entregarse a lecturas
fijas.20

Además, un lugar reservado

• Un lugar no de cualquier manera, no en cualquier postura, una


dignidad para el libro y para mí. Postura corporal, luz, todo lo que
me ayude a hacerme consciente de la Presencia de Dios.

17
E.BIANCHI, op. cit.,
18
B.OLIVERA, OCSO “La tradición de la lectio divina". C. Monásticos 16 (1981) 57, 179-203
19
B.OLIVERA, OCSO
20
G. DE SAIN- TIERRY, Carta de oro SC 223, 239.
9

• En un lugar solitario, tu habitación sea para ti el santuario en el que


Dios te visita.

Se comienza la lectio divina invocando al Espíritu:


Invocar al Espíritu Santo como lo hace la Iglesia: Él fue el que inspiró estos
textos y sólo Él puede abrir para mí su significado: Pedid el Espíritu, recibiréis
la iluminación. La oración de Juan Crisóstomo ante la Escritura era ésta:
“Abre, Señor los ojos de mi corazón a fin de que yo comprenda y cumpla tu
voluntad, ilumina mis ojos con tu luz”. Esta es la primera disposición y la
fundamental para quien se prepara a la lectio divina.
Lo mismo que la liturgia judía y latina, comienza implorando: “Señor, ábreme
los labios y mi boca proclamará tu alabanza”. Es importante esta docilidad al
Espíritu por parte del lector. Gregorio Magno dice que “el mismo Espíritu
que ha tocado el alma del profeta, toca el espíritu del lector”. Esta oración
al Espíritu al inicio de la lectio, produce en nosotros antes que nada,
docilidad, iluminación.

Invocación al espíritu Santo:


Ven, Espíritu santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el
fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creados y renovarás la faz de la
tierra.

En calma y abierta a la presencia de Dios, empiezo la lectio que se desarrolla


en 4 pasos o peldaños:

1. Lectio. Lectura.
- Lectura pausada por un lector/a.
¿qué dice el texto? Leer el texto de manera atenta y respetuosa.
Detenerse (estar-reposar) sobre el texto. Dios habla. El hombre
escucha.
- Lectura personal del texto (15minutos)

2. Meditatio. Meditación.
Explicación del texto por parte de la persona que guía la Lectio (5 min.
Aproximadamente.)
- ¿qué me dice el texto? Dios ilumina. El hombre medita, busca, digiere.
10

- silencio para favorecer la meditación (10 min.)


- compartir comunitariamente algún punto del texto (10 min)

3. Oratio. Oración.
Oraciones espontáneas a partir del texto (10 min.)
¿qué me hace decirle a Dios este texto? Dios escucha. El hombre
habla, pregunta, gusta, confía, pide.

4. Contemplatio. Contemplación.
A nivel personal (5 min)
Dios ofrece su comunión. El hombre vive en su presencia, comulga
con Dios, se deleita.

1ª Etapa o peldaño
LECTURA

Para que la Palabra de Dios llegue a nuestro corazón, nuestros oídos


deben estar dispuestos para la escucha, nuestros ojos, nuestra boca y
nuestros labios para la lectura y la memorización.21En efecto, es todo el
cuerpo el que queda afectado, con todos sus sentidos para la acogida
fructífera de la Palabra de Dios.
Si es cierto que es importante saber orar, también es importante saber
leer.
Una lectura encontrada por casualidad, sin continuidad, lejos de edificar
el alma, la lanza a la inconstancia. No se puede dejar la lectio para ratos
perdidos. Si se hace así, dejándolo para tiempos imprevistos y sin control,
poco oportunos y salteados, es muy difícil alcanzar los frutos de la lectio.

Y al hablar de la lectura voy a subrayar tres puntos:

- APRENDER A LEER
- ACOGER LA PALABRA
- RUMIAR LA PALABRA

21
P. MOURLON-BERNAERT, El hombre en el lenguaje bíblico. Corazón, lengua, y manos en la Biblia.
CB 46, Estella, Verbo Divino 1988
11

 APRENDER A LEER
Si, en algunas épocas, la dificultad residía en la propia capacidad de
lectura, hoy entre nosotros ocurre lo contrario.

Nosotros leemos de tal manera que tenemos siempre mecanismos


para rentabilizar nuestras lecturas: lectura rápida, incluso “en diagonal”,
superficial y distraída, que trata de recolectar algunas informaciones y apela
poco a la memoria. Nos hace falta volver a aprender a leer: redescubrir una
lectura prolongada, apacible, gratuita, hecha con atención y disponibilidad.
Es esta calidad de lectura la que se requiere para acoger la palabra de Dios
en la lectio divina.
La lectura divina consiste en descubrir en el texto a Aquel que nos habla.
Esta lectura se parece a la lectura de una carta de una persona que
queremos. Sin embargo no es más que una imagen que hay que completar.
Una carta compensa la ausencia de quien escribe, mientras que en la lectio
nos invita a descubrir en la carta de las Escrituras la voz de Aquel que está
presente. Algo comparado con la atención de la amada del Cantar de los
Cantares a la voz de su amado, que ella escucha antes incluso de que éste
muestre su rostro (Cant 2, 8-10)

 ACOGER LA PALABRA

El texto se lee por primera vez. Sobre todo si parece difícil u oscuro, es
preciso- esto es válido para todos los textos- hacer un acto de fe en el poder
de la Palabra de Dios, pedir que nos guíe, al Espíritu Santo, como hemos
dicho. Se puede leer en voz alta, escribirla.
Y consultar las notas de la Biblia, algún comentario, buscar algunas
explicaciones. Y por último, después de cada lectura hay que disponer de un
tiempo de silencio para que la Palabra de Dios llegue a nuestro corazón.

 RUMIAR LA PALABRA

Para esta primera etapa de la lectio divina, se recomienda al menos tres


lecturas del mismo texto.
12

Esta es la “rumia” comparando la Palabra de Dios con un alimento. Lo que


ha sido almacenado en nuestra memoria podrá continuar acompañándonos
en nuestra jornada. Durante estas tres lecturas nos dejaremos conducir por
el movimiento del texto, su melodía, la tensión de un relato, la dinámica de
una oración, el progreso de una argumentación. Estaremos atentos
entonces a lo que nos impone, a las fórmulas y versículos que llaman nuestra
atención, a las cuestiones o resistencias que surgen, a los sentimientos y
emociones que el texto pueda suscitar. No rechazaremos lo que nos repele,
no temeremos las palabras duras, no nos privaremos de las palabras de
consuelo.

Entonces hay que recoger lo que queda después de haber pasado el


texto por el tamiz de las lecturas sucesivas. A veces una cierta cantidad de
textos y varias lecturas serán necesarias para obtener solo una pepita. Pero
eso es lo que la Palabra de Dios nos ofrece hoy. Por el contrario, a veces
esto será más rápido, incluso más inmediato, con una cosecha abundante.22

-Leer atentamente el texto, y tal vez transcribirlo o aprenderlo de memoria;


en grupos se puede leer públicamente varias veces.

-Leer y releer; leer con lápiz en mano, subrayando palabras que impresionan:
personajes, acciones, temas, sentimientos; estudiar el texto para descubrir
su sentido literal, histórico.23

-Ver el contexto inmediato y más amplio del pasaje: lo que va antes y


después; el libro bíblico en el que se encuentra este pasaje; el contexto en
la historia de la salvación.

-Determina el texto de antemano, no pierdas tiempo buscando un texto


agradable, quizás las lecturas del día, las del domingo, o sigue algún tema, o
una lectura de toda la Biblia.

De este modo, con la lectura paciente, "Penetrados de los mismos


sentimientos con que fue escrito el texto, nos volvemos, por decir así, sus
autores." Y es así que, de repente, nos damos cuenta de que, por medio de

22
C. de DREUILLE, op. cit., 26-30
23
B. OLIVERA, OCSO. La tradición de la lectio divina, Cuadernos Monásticos 16(1981) 57, 179
13

ella, Dios está queriendo hablar con nosotros y decirnos algo. En este
instante bajamos la cabeza, hacemos silencio interior y abrimos el oído del
corazón. (Sal 85,9)24
Es en ese momento que la lectura se transforma en meditación.25

2ª Etapa o peldaño
MEDITACIÓN

Aquí hay que recoger lo que queda después de haber pasado el texto por el
tamiz de las lecturas sucesivas.
En los inicios de la vida monástica, Pacomio, fundador del cenobitismo o
vida monástica en común, recomienda como principal tarea a sus monjes el
“meditar” y “leer”. Aquí “meditar” tiene el significado de “repetir” y
mediante la repetición, el “aprender de memoria”26 hace falta un esfuerzo
de memorización, para poder leer en la liturgia, pero también para saborear
el texto mientras se hace algún trabajo manual.27 Esta forma de trabajar,
recordando algo de lo experimentado en la “lectio” caracteriza la jornada de
trabajo de los de monjes y monjas.

“Si cavas como un buscador de tesoros, entonces encontrarás el


conocimiento de Dios” (Prov. 2, 4-5)
La primera etapa apelaba al cuerpo y a la atención, ésta moviliza más nuestra
reflexión.

Podemos servirnos de comentarios exegéticos de fácil acceso. Nos


ayudarán a comprender mejor el sentido de los textos y las intenciones de
sus redactores, a situarlos en su contexto. Puede ayudarnos en esta etapa,
el mismo acceso a internet en páginas que ofrezcan garantía, que
facilitaremos en su momento. El momento de la meditación no es el estudio,
pero exégesis y meditación se complementan y se iluminan mutuamente.

Un monje que había vivido varios años en una fundación de los


Monasterios de Togo, nos explicaba que “los africanos pelan la naranja

24
CASIANO, colaciones
25
C. MESTESTRS, OC.WWW. La lectura fiel de la Biblia.(consulta 11/julio/2014)
26
A. IZQUIERDO, LC Lectio Divina. Introducción y método de la LD, Paulinas Lima. Perú 2009
27
H.RAGUER, Lectio Divina. Introdudción y método de la LD, Paulinas Lima. Perú 2009
14

dejando la piel blanca, y la toman sorbiendo el jugo. 28 Así, la lectura, sería el


acto de tomar la naranja y de pelarla, la meditación el acto de sacar el jugo.

Cuando el texto habla a tu corazón, has alcanzado y recibido un precioso


fruto de la meditación.

No hay meditación sin distracción. Vuelve entonces a la lectura. Concéntrate


en las palabras clave.

Recolección de otros textos bíblicos, mediante las palabras o frases claves,


tratar de recordar otros textos donde figuran los mismos términos o
conceptos, donde los mismos personajes actúan o hablan, o casos paralelos
que iluminan el texto que uno tiene a mano. 29

El fruto de la meditación es admirablemente resumido por San Cesáreo:


“Gracias a las flores de las Sagradas Escrituras, a los arroyos, se regará lo que
es árido, quedará mullido lo que es duro y después, sin gran trabajo, se
desarraigará lo que es dañino y se plantará lo que es útil” (Sermones 1, 15)

Resumir el texto o su significado para uno mismo en una frase,


preferentemente tomado del mismo texto, y llevarlo consigo durante el día.

Casiano dice que en la meditación, como consecuencia del rumiar,


"instruidos por lo que nosotros mismos sentimos, ya no percibimos el texto
como algo que sólo hemos escuchado, sino como algo que experimentamos
y tocamos con nuestras manos; no como una historia extraña e inaudita, sino
como algo que engendramos desde lo más profundo de nuestro corazón,
como si fueran sentimientos que forman parte de nuestro propio ser.30

3ª Etapa o peldaño
ORACIÓN

Después de las dos primeras etapas, que nos permiten acoger la


Palabra de Dios y ahondar en su sentido, viene ahora el momento de la
28
P. BERNARD DE SOOS. Monje de la Abadía de San Benito D’ EN CALCAT- Francia
29
T. KRAFT, OP. Qué es la lectio divina. www. Es.scribd.com/mobile/ doc/consulta el 11/julio/2014
30
CASIANO, Colaciones X
15

respuesta del creyente a ese Dios que le ha hablado. Es ahora, y solo ahora,
cuando el hombre puede finalmente tomar a su vez la palabra y dirigirse al
Señor. Es el momento de la oración. Cuando el hombre entra en este diálogo,
el Señor se compromete entonces a escucharlo. Si se pide a los hombres que
se dejen tocar por la Palabra de Dios, el Señor ha aceptado y querido
igualmente que la palabra de los hombres, en oración, toque su propio
corazón. Reconocemos que la Palabra de Dios tiene un poder; pero que la
palabra del hombre adquiera un poder sobre el corazón de Dios, eso es lo
que quizá resulte más sorprendente. Tenemos un ejemplo notable de ello
en la oración de intercesión de Abrahán en Gn18. El Señor revela al patriarca
su proyecto: “¿Voy a ocultar a Abrahán lo que voy a hacer?” (Gn 18,17). Da
así la posibilidad al patriarca de responderle con una gran audacia y de
interceder por los habitantes de Sodoma. También de esta experiencia
podríamos decir los que hacemos de la intercesión, una vida y mucho amor.
El diálogo roto por Adán y recuperado a partir de Abrahán encuentra su
cumplimiento en Cristo Jesús “Al entrar en el mundo”, Cristo expresa su
respuesta al Padre con las mismas palabras del salmista (Sal 40). “Aquí estoy,
para hacer tu voluntad”. Y en la cruz es también con el versículo de los
salmos como se dirige a su Padre, “Dios mío, Dios mío, por qué me has
abandonado” (Sal 21) y restableciendo en su persona y para siempre el
diálogo entre Dios y la humanidad. Este es el sentido de la oración de Jesús.
Impresiona ver a Jesús no solo dar gracias a su Padre, sino igualmente
dirigirse a Él en Getsemaní y en el Calvario.31
Jesús, muchas veces nos dicen los evangelios, se retiraba a orar, esa
relación con su Padre le renovaba en su interior el designio de amor que
juntos habían soñado.

La oración es nuestra respuesta personal a la Palabra escuchada, gustada


y acogida. La oración, durante la lectio divina, puede tomar varias formas:
alabanza, petición, perdón, o acción de gracias, admiración,
sobrecogimiento.

Cuando oramos somos como el Sol, el sol a todos ilumina, a todos


calienta.

31
C. de DREUILLE, OP, CIT., 42
16

32
Intercedemos por todos, y nos ponemos “en el medio” de tantas
situaciones que necesitan de su luz.
Oración de intercesión, de alabanza, de petición, de perdón, de acción de
gracias.
Puede ser incluso una oración de rebelión o de protesta, frente a las
situaciones de pecado social de nuestro mundo, como la oración de Jer 12
“Tú llevas la razón, Yahvé, cuando discuto contigo, pero voy a tratar contigo
un punto de justicia. ¿Por qué tienen suerte los malos y viven en paz todos
los traidores? Pero a mí Yahvé, me conoces y me ves; has comprobado que
mi corazón está contigo”.

4ª Etapa o peldaño

CONTEMPLACIÓN

Esta cuarta etapa concluye el recorrido de la Palabra de Dios abriendo


nuestros corazones a quien es su principio: tener la experiencia de la
presencia de ese Dios que nos ama, nos ha hablado, ha escuchado nuestra
oración y que nos llama a vivir en comunión con él, permanecer siempre en
su amor. Es el tiempo del descanso en Dios.
La Palabra intercambiada deja lugar al silencio, un silencio de adoración,
pleno, rico y apacible. Cuando se acaba de escuchar un fragmento de
Mozart, el silencio que le sucede aún es suyo: La Palabra de Dios continúa
resonando en nosotros en el silencio interior que sucede a las palabras
intercambiadas. Es la más pasiva de las cuatro etapas de la lectio divina. La
contemplación es el don de la presencia de Dios, que solo podemos recibir
gratuitamente. Es gustar el don de Dios.33
La contemplación es lo que queda en los ojos y en el corazón, después
que la oración termina.34

32
C. M. MARTINI, Hacia Jerusalén. Helder, 2003, 165. “Interceder no quiere decir simplemente “rogar
por alguien”, como se cree a menudo. Etimológicamente viene a ser “dar un paso hacia el medio”, dar un
paso de manera que nos sitúe en medio de una situación. Entonces intercesión quiere decir estar allí donde
el choque tiene lugar, colocarse entre las dos partes en lucha. Este es el gesto de Jesús en la cruz, Jesús,
está en el medio”.

33
C. de DREULLE, op. cit.,
34
C. MESTER, Lectura orante de la Biblia, La casa de la Biblia. Verbo divino, Estella 1997
17

Cuando llegamos a este momento percibimos al Señor como Luz, y nos hace
ver la luz. Como la experiencia que tuvo San Benito vio “Todo el mundo como
recogido en un solo rayo de sol”35. Las personas que viven con Dios
transmiten luz.

Esta cuarta etapa de la contemplación puede entenderse como un "jardín


cerrado", como una experiencia de Dios dulce, de la que cuesta salir.

Un momento de descansar bajo la mirada amorosa de Dios.

Toda página de la Escritura nos revela a Cristo, Él reaparece a lo largo de


la lectio divina. Nos hace sentir su presencia con un toque de estupor
maravillado. La contemplación es esto. Es algo ordinario pero que sacia:
mirarlo a Él que es “el más bello de los hijos de los hombres” (Sal 44), a Él
que “colma de bienes tus anhelos” (Sal102 y 118. 65.68)

Contemplar es hacer silencio y gozar en el mismo Cristo Resucitado, como


dentro de su relación.

Contemplar es vivir en el Resucitado, enraizado en el aquí de esta tierra.36

Es ver todo con los ojos nuevos de uno que ha pasado por la experiencia
pascual, con la visión que da el Espíritu: ver cosas nuevas, experimentar
gustos diferentes, juzgar con criterios superiores como los discípulos
después de Pentecostés, que sin causa alguna de su parte, experimentaron
la alegría y la transmitían. La contemplación consiste en hacerse presente a
Aquel que está presente. Es precisamente el objetivo del método de la lectio
divina.

La contemplación nos conduce ahora a vivir de este don, y sobre todo a


responder con el don de nosotros mismos al don que nos ha hecho él. Es el
momento del gran consentimiento de todo nuestro ser a confiarnos
enteramente en las manos del Señor.

35
G. MAGNO, “Libro II de los Diálogos” Cap. XXXV
36
B. OLIVERA, OCSO. Op., cit.
18

A propósito de la contemplación hemos utilizado las nociones de acción de


gracias, adoración y comunión. Otros tantos términos que se aplican
igualmente, y con razón a la Eucaristía. Por tanto, es la contemplación la que
nos permite aprehender mejor la complementariedad entre Palabra: lectio
divina y Eucaristía.

Ya no es el tiempo de la lectura; quizá conservemos un versículo, una palabra


que nos ayudará a fijar nuestra atención en Dios.
Ya no es el tiempo de la meditación, hay que consentir en esa recuperación
de nuestra reflexión para no conservar más que su fruto.
Finalmente ya no es el tiempo de la oración, sino su don. En la contemplación
no tenemos nada más que hacer que entrar en el silencio y permanecer en
él.

Entonces, nuestro corazón no solo estará establecido en el silencio de Dios,


sino que se convertirá él mismo en el lugar en el que el Padre y el Hijo, en la
comunión del Espíritu Santo, encontrarán su descanso. Harán en nosotros
su morada. (Cf. Jn 14, 23; Ap 3, 20). Me gusta expresar esto de esta manera:
somos “casas habitadas”. Soy “casa habitada”.

PROPUESTAS para PROGRESAR

Alimentarse cada día de la Palabra de Dios; dedicarle preferentemente


todos los días de 20 minutos a 1 hora. Menos sería insuficiente. Este
momento debe estar previsto con antelación, quizá de víspera.

La lectio divina se hace siempre a partir de un texto de la Escritura.


Preferentemente se leerá en una Biblia.
Sobre la elección de los propios textos, proponemos varias posibilidades:
Leer un libro bíblico en lectura continua. Se avanza a su ritmo,
permaneciendo dos o tres días en un mismo pasaje antes de pasar al
siguiente. Se podrá escoger el libro en función del tiempo litúrgico. Al inicio
es mejor escoger libros bíblicos de más fácil acceso, por ejemplo un
Evangelio.
19

Recoger el Evangelio del domingo (primer día de la semana) durante


toda la semana que sigue. Para esto es bueno disponer de un leccionario,
que en nuestro caso, lo tenemos.
Quien disponga de más tiempo, se puede servir del texto Evangélico de
cada día de la semana. Una certeza acompaña a quien practica la lectio divina
con las lecturas litúrgicas: en el mismo día millares de cristianos, en cualquier
parte del mundo, leen y escuchan, la misma Palabra de Dios. Determina tu
tiempo y tu ruta de lectio divina. Tu espacio para el encuentro con Dios.

LA LECTIO DIVINA COMUNITARIA

Es complementaria a la acogida personal de la Palabra de Dios. Se


pueden organizar regularmente algunas celebraciones de la Palabra, lectio
divina comunitaria. En el monacato antiguo la lectio divina, podía contar con
la ayuda y apoyo de la comunidad. Podríamos preguntarnos si la vuelta a
ésta práctica no constituiría una contribución inestimable para la vitalidad
de nuestras comunidades, grupos, parroquias y familias: jóvenes y niños.

A la escala sana de la LECTIO DIVINA, con el encuentro de Dios, le


corresponde la escala santa del encuentro con el otro:

Son los mismos peldaños que nos conducirán a una verdadera calidad de
relación con aquellos con los que nos encontremos:
- La lectura se desarrollará en el encuentro con el otro y la calidad de
nuestra escucha.
- La meditación nos enseña a caminar con el otro a partir de lo que nos
confía;
- La oración nos enseña a decir una palabra que será adaptada a la
persona con la que nos encontramos y a desarrollar el diálogo.
- La contemplación nos invita finalmente a ponernos de acuerdo unos
con otros (Hch 1, 14) en una relación animada por el amor fraterno.

La lectio divina mueve la vida del creyente a convertirse en don para los
demás, es el fruto del conjunto del recorrido de la lectio divina.
No sé si os habéis percatado, yo lo experimento: en el encuentro con la otra
persona, desde el momento que comienzas esa relación hasta su final, el
20

rostro de esa persona cambia, su rostro es más luminoso, y más bello. ¿Lo
habéis experimentado?
La lectio divina nos ha hecho descubrir cómo nuestra relación con Dios se
convierte a partir de ahora en la matriz de todas las relaciones humanas. 37

FRUTOS DE ESTA LECTIO DIVINA SON:

Practicando la lectio divina, se conoce y se degustan sus frutos. El fruto más


evidente es el de una relación viva y nueva con Dios: Padre, Hijo, y Espíritu
Santo.

La lectio divina, deja en la persona, las huellas del que le ha habitado, nos
hace sensibles y audibles a su Presencia y a sus nuevas llamadas, de forma
que durante el día seguimos escuchándole y recibiendo sus llamadas.

Te hace ser o tender hacia lo que has escuchado y vivido en la lectio divina.
Favorece una unificación de la persona y también con los demás.

Te da energías nuevas, nacidas en ese encuentro con Cristo Resucitado,


brota en la persona, una alegría interior y aunque topamos con las
dificultades, también nos hace creadores de nuevas salidas.

Los momentos de la lectio divina, no son islas a lo largo del día. Sus ecos
vuelven a lo que hacemos, miramos, hablamos, y escuchamos, a las personas
con las que nos relacionamos. La lectio divina se vuelve así, como una
posibilidad de orientar toda nuestra vida.

La lectio divina puede contribuir hoy, a pasar de una fe y de una relación con
Dios infantil, a una fe y una relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo
adulta, a través de la Palabra. Ha sido y es para mí, una forma de entrar en
relación con Dios Padre en su designio y proyecto de amor para todos sus
hijos e hijas.
No se relaciona uno cada día con un amigo sin hacerse más cercano y más
semejante”, escribía Édith Stein.

37
C. de DREUILLE, Lectio divina. Un camino para orar la Palabra de Dios, CB 164 , Verbo Divino,
Pamplona 2014, 55
21

Y termino con un deseo y una invitación a cada uno de vosotros y vosotras:


Invoca al Espíritu Santo. Lee la Palabra. Medítala. Ora. Contempla.

Vive la experiencia que muestra ésta bella imagen que tenemos hoy
aquí del Evangelio de San Marcos 5, 22-34
Hay una atracción, esta mujer la hemorroisa “oyó hablar de Jesús y,
acercándose por detrás entre la gente, le tocó el manto, diciéndose: ”Con
sólo tocarle el borde de su manto, me curo. Le tocó, e inmediatamente se
curó. Jesús se para, y dándose cuenta de que había salido de Él aquella
fuerza, preguntó, ¿quién me ha tocado?
Y seguía mirando alrededor para ver quién había sido. La mujer, asustada se
echó a sus pies y le confesó todo.
- Hija tu fe te ha curado. Vete en paz y curada.
22

BIBLIOGRAFÍA

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2010.

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