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16 justo y al valiente y en general al bueno y a la virtud por sus ecciones y sus obras, y al robusto y al ligero y » cada uno de los demds por ser de cierta condicién y servir para algo bueno y decente. Esto es tam- bién evidente por las alabanzes 6 los dioses: resulta, en efecto, ridiculo asimilarlos a nosotros, y esto ocurre porque los elogios implican una referencia, como dijimos. Y si el elogio es de esta indole, es claro que de las cosas mejores no hay elogio, sino algo mayor y mejor, como es también notorio: pues a los dioses los ensalzamos como bienaventura- dos y felices y a los més divinos de los hombres los ensalzamos tam- bién como bienaventurados. Y lo mismo respecto de los bienes, por- que nadie elogie la felicidad como elogia lo justo, sino que la ensalza como algo més divino y mejor. Y parece que Eudoxo reivindicé con razén la supremacfa del pla- cer; pens6, en efecto, que el no ser elogiado, siendo un bien, significaba que era mejor que las cosas elogiables, de igual manera que Dios y el bien, pues las otras cosas estén referidas también a éstas, Porque el elogio corresponde a la virtud, pues los hombres realizan los hechos nobles por ella; los encomios, a las obras, tanto corporales como anfmicas. Pero explicar esto minuciosamente es acaso més pro- pio de los que se dedican s los encomios; para nosotros es evidente, por lo que se ha dicho, que la felicidad es cosa perfecta y digna de ser ensalzada, Parece que es asi también por ser principio, ya que todos hacemos por ella todas las demés cosas, y el principio y la causs_de Jos bienes Jo consideramos algo precioso y divino. 13 Puesto que le felicidad es una actividad del alma segin Js virtud perfecta, hay que tratar de la virtud, pues acaso as{ consideraremoa mejor lo referente a la felicidad. Y parece también que el que es de veras politico se ocupa sobre todo de ella, pues quiere hacer a los ciu- dadanos buenos y obedientes a las leyes (como ejemplo de éstos tene- mos 6 los legisladores cretenses y lacedemonios y los dem4s semejan- tes que puedan haber existido). Y si esta investigacién pertenece a la polftica, es evidente que esta indagacién estaré de acuerdo con nues- tro proyecto inicial. Acerca de la virtud es evidente que hemos de in- vestigar la humana, ya que también buscébamos el bien humano y la felicidad humane. Llamamos virtud humana no « la del cuerpo, sino 1103 w 17 ‘a la del alma; y decimos que Ja felicidad es una actividad del alms. Y si esto es asi, es evidente que el polftico debe conocer en cierto modo lo referente al alma, como el que cura los ojos también todo el cuerpo (19), y tanto més cuanto quo le politica es més estimable y mejor que ls medicina; y los médicos distinguidos se ocupan mucho del conoci- miento del cuerpo; también el politico ha de considerar el alma, pero Ja ha de considerar en vista de estas cosas y en la medida suficiente para lo que buscarnos, pues examinar esta cuestién con més detalle es acaso demasiado laborioso para nuestro propésito. Ademés en los tratados exotéricos (11) se estudian suficientemente algunos puntos acerca del alma, y hay que servirse de ellos; por ejem- plo, que una parte de ella es irracional y la otra tiene razén (si éstas se distinguen como las partes del cuerpo y todo lo divisible, o son dos para la razén, pero naturalmente inseparables como en la circunferen- cia lo convexo y lo céncavo, nada imports para la presente cuestién). Lo irracional en parte parece comin y vegetativo, quiero decir la cau- ea de la nutricién y el crecimiento; pues esta facultad del alma puede admitirse en todos los seres que se nutren, incluso en los embriones, y ésta misma también en los organismos perfectos, pues es mas razo- nable que admitir alguna otra. Es claro, pues, que su virtud es comin y no humana; parece, en efecto, que en los suefios actia principalmente esta parte y esta facultad, y el bueno y el malo se confunden entera- mente en el sueiio (por eso dicen que en Ja mitad de le vida en nada se diferencian los felices de los desgraciados). Es normal que aaf ocurra, pues el suefio es une inactivided del alma en cuanto se dice buens o mala, excepto si de algin modo penetran un poco algunos movimien- tos y resultan asf mejores los suefios de los hombres superiores que los de un cualquiera. Pero sobre estas cosas basta, y dejemos también la parte nutritive, puesto que es naturalmente ajena a la virtud humana, Pero parece que hay ademés otro principio irracional en el alma, que participa, sin embargo, de la razén en cierto modo. Pues tanto en el continente como en el incontinente elogiamos la razén y la parte del alma que tiene razén (porque rectamente exhorta también a lo (10) Véase Platon: Carmides, 156 b. (11) Sobre el sentido de eexotéricoss en eate pasaje, Diels piensa que ea coxtra- fios @ ia eecuele aristotélicas; Burnet lo apricba, y afiade que casi siempre equi- vale ——y anf on cote caso— a ven los eecritos de is cacuela académica» (The Kkica of Arisiotle, London 1900, p. 68). 1102 6 18 mejor), pero también aparece en ellos algo més, ajeno naturalmente a la razén, que lucha y contiende con la razén. Exactemente como los miembros paraliticos del cuerpo cuando queremos moverlos hacia la derecha so van al contrario hacia la izquierds, y as{ ocurre también con el alma: pues las tendencias de los incontinentes se mueven en sentido contrario. Pero en los cuerpos vemos lo que se desvfa, en el alma no lo vemos; pero probablemente no por eso ha de creerse que en el alma hay algo ajeno a Ja razén que se le opone y le es adverso (en qué sentido es distinto, no interesa). Pero parece oue también par- ticipa de ls razén, como dijimos, puesto que obedece a la razén en el hombre continente, y ademds es probablemente més décil en el hom- bre morigerado y esforzado, pues todo concuerda con la razén. Resulta, por tanto, que también lo irracional es doble, pues lo ve- getativo no participa en modo alguno de la razén, pero lo apetitivo y, en general, desiderativo, participa de agin modo en cuanto le es dé- cil y obediente (as{ también respecto del padre y de los amigos deci- mos tener en cuenta y razén, pero no como las mateméticas) (12). Que lo irracional se deja en cierto modo persuadir por la razén lo indica también ls advertencia y toda reprensién y exhortacién. Y si hay que decir que esto también tiene razén, lo que tiene razén seré doble, de un lado primariamente y en si mismo, de otra parte como el hacer caso del padre. También la virtud se divide de acuerdo con esta dife- rencia: pues decimos que unas son dianoéticas y otras éticas, y asi la sabidurfa, la inteligencia y la prudencia son dianoéticas, la liberalidad y la templanza, éticas; pues si hablamos del carcter no decimos que alguien es sabio o inteligente, sino que es amable o morigerado; y también elogiamos a] sabio por su hédito, y a los hébitos dignos de elogio los amamos virtudes. (12) En sentido matemético significarfa yer racionals como conmensurable. Sobre los sentidos de légoa, véase mi Introduceién a la Filosofia (Obras, II, V, 44). 1103 a

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