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"El hombre es el punto de convergencia de lo infinitamente pequeño y

lo infinitamente grande. De lo infinitamente pequeño porque


comparado con el sol, la luna, las estrellas, los mares y los ríos el ser
humano es un alfeñique perdido en la inmensidad del universo.
Infinitamente grande, porque ni el sol, la luna, las estrella, los mares ni
los rios en todo su esplendor saben de su grandeza; y el hombre sí
sabe de su pequeñez."
( B.Pascal)

Aquel era un día polimorfo: mientras a miles de años luz de distancia


un cometa fragmentado en varios pedazos chocaba estrepitosamente
contra Júpiter desatando una energía equivalente a la explosión de
todas las bombas atómicas almacenadas en la tierra, en Curitiba,
Brasil, todo se paralizaba con el juego de semifinales del mundial de
futbol, que le tocaba disputar a aquel país. Por su parte, Max luego de
cenar, ordenó que suban a su cuarto la botella de vino alemán con el
que había acompañado la cena.

Sentía una mezcla de aburrimiento, cansancio y .... una profunda


tristeza. Se acercó a la ventana a contemplar la hermosa vista de la
ciudad desde aquel piso 13 del hotel. Afuera, la noche estaba fria,
muy fria. Encendió un cigarrillo y apoyó su rostro contra la ventana.
Las volutas de humo se confundieron con la bruma que empañaba el
cristal.
Entonces suspiró profundamente, y se dijo en voz alta: ella debe estar
en alguna parte de la ciudad. Ella...

Es notable, pero alguna vez alguien le había dicho: "nadie entra y sale
sin más de la vida de otra persona". Ahora él entendía plenamente lo
que significaba aquella afirmación. Y es que realmente, Solange había
calado hondo en su vida.

Como todas las cosas aquello tuvo un comienzo. La había conocido en


uno de los viajes que por motivos de trabajo él realizaba
periódicamente a aquella ciudad. Fue algo no previsto, no
vislumbrado. Pero ocurrió.
Una noche, luego de cenar, sintió ganas de conocer algún sitio de vida
nocturna. Brasil es un país que tiene mucho que ofrecer en ésta
materia. Por lo demás, el pueblo Brasilero es naturalmente amigo de
las fiestas y de la diversión.

Casualmente y ya cuando se retiraba del hotel, leyó en la recepción,


en un periódico, la publicidad del club Pearson.
Al llegar, Max fue recibido por ella, quién hacia oficialmente ( para
empezar) las veces de camarera- acompañante.

- Hola, soy Solange - dijo dándole la mano.


El no se sintió muy impresionado al principio. Acaso esperaba poder
encontrar a alguien más bonita, del tipo de aquellas top-models que
aparecen en las revistas masculinas.
- Bienvenido a la casa- agregó- Quieres tomar algo?

- Vino- dijo él. Poco a poco fue sintiéndose cómodo con su compañía.
Durante los primeros minutos, todo transcurrió de la forma usual en
que dos personas que recién se conocen se conducen: preguntas que
van y vienen, tomando cuidado de no decir o preguntar algo indiscreto
o incorrecto para la ocasión.

- Tu no eres de aquí- sentenció ella en portugués sonriendo


ampliamente. Su sonrisa era mágica, transparente, cándida. Ya desde
aquel instante, Max fue entreviendo en ella algunas señales que
preanunciaban lo que más tarde comprobaría: que se trataba de
alguien que no pertenecía del todo a aquel sitio, a aquel estilo de vida.

Por otro lado, ella en general se adaptaba bien al entorno y a la


ocasión: lucia un atrevido vestido corto, oscuro, con un destacado
escote que remarcaba sus pechos. Alternó varias posiciones al
sentarse, y sobre todo enfatizó aquella en la que el cruzar sus piernas,
destacaba sus muslos, la tonicidad de sus músculos, señal inequívoca
de juventud y esplendor físico.

No se podía negar que conocía el estilo. Fue conduciendo sutilmente la


conversación hacia el tema: hacerle compañía, divertirse... hacer el
amor.

Luego de tres martinis de la dama y dos copas de vino de él, subieron


al segundo piso del edificio. Era un cuarto más bien lúgubre, pero no
era lo que más interesaba en ese momento.

A partir de allí se podría decir que la escena transcurrió como en


cámara lenta: de espaldas a él, Solange se fue desabrochando
lentamente el vestido. Para Max aquel acto duró casi una eternidad.
Era algo mágico contemplarla allí, desnudándose lentamente. El
vestido terminó por caer al suelo. Ella se volvió y la visión de su
cuerpo completamente desnudo le retrotrajo a la escena bíblica de
Eva ofreciendo a Adán la manzana del pecado.

Al principio, a él le era un poco difícil soltarse del todo. Sin embargo,


poco a poco, como en un atávico ritual de encuentro, aquellos dos
cuerpos se fueron acercando, sintiendo, acariciando. No supo Max si
fueron cuanto tiempo más tarde que todo concluyó.

Recién se dió cuenta del paso del tiempo, cuando alguien del club tocó
ansiosamente la puerta indicando: es hora. Aquella había sido para él
una experiencia metafísica.

Mientras terminaban de vestirse él se animó tímidamente a preguntar:


- puedo volver a verte mañana? Y lo hizo porque estaba en cierto
modo anodadado, se sentía como un adolescente que acaba de tener
su primer encuentro sexual.
Ella sintiéndose más segura ante la dubitatividad de él respondió: -
seguro, solo tienes que llamarme y podremos volver a vernos. Se
despidieron con un beso entre tierno y ardiente.

Cuando salió a la calle, Max se sentía en cierto modo un "filósofo",


sentía que se habia acercado a algo misterioso, trascendente, que
estaba más allá de lo puramente físico. Era tarde, y prefirió caminar
hasta el hotel, aún con el riesgo de ser asaltado en el camino. Por lo
demás no le preocupaba mucho esa posibilidad. Sus pensamientos y
sentimientos estaban centrados en tratar de descifrar aquella
experiencia.

En realidad, a sus treinta y tantos años, no era la primera vez que


tenía relaciones con una mujer; es más, para aquel entonces él se
consideraba alguien experimentado en las artes amatorias.

Pero había algo, que aquí era distinto: no podía olvidar aquella
totalidad, aquel absoluto con el que Solange se había entregado. Era
algo que no podía explicar ni describir claramente. Parecía como si ella
tuviese una "sed"especial, un motivo muy personal para haber hecho
el amor de esa manera. Aquella manera aludía a una profunda
soledad, a un viejo y postergado deseo de ser alguien junto a otro, de
ser reconocida y aceptada, de ser valorada.... de ser amada.
De la manera en que se había comportado, no era algo que se puede
decir se pagó con lo que él le dio al salir. Había algo más en el fondo,
algo personal, algo propio.

Todos estos pensamientos abrumaban a Max quién sin darse cuenta


llegó al hotel y como aún no se había podido relajar del todo, decidió
subir al restaurante a tomar un café.
Paso la siguiente hora, tratando de entender lo que había pasado. Se
dio cuenta que debía ir a dormir, cuando la camarera, de manera
cortés, pero sin poder disimular del todo su hastío, le señaló que era
hora de cerrar.
Subió lentamente la escalera que conducía a su cuarto.. y apagó su
último cigarrillo en el camino.
Al dia siguiente....

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