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DEBO YO DIVORCIARME?

PARAMETROS Y CRITERIOS PARA


ANALIZAR ... Y DECIDIR

Víctor Caballero Alvarez


02/04/02
INTRODUCCION

Paso natural siguiente a nuestro trabajo sobre la infidelidad masculina ( 1), nos
pareció el abordaje del complejo tema del Divorcio. Muchas personas con las
que hemos conversado nos plantearon sus inquietudes y dudas respecto al
futuro de su relación de pareja.

En todas ellas, hemos identificado un patrón similar: un racimo de


sentimientos de confusión, duda y malestar respecto a su vida sentimental.

La duda está allí latente en estas personas: ¿ acaso deben admitir que se
equivocaron en su elección? ¿ Puede decirse que su pareja ha fracasado? ¿ Es
el divorcio o la disolución de su pareja el único camino posible?

Se trata sin dudas de una serie de interrogantes fundamentales en el horizonte


de cualquier vida adulta.

Con el deseo de arrojar algo de luz sobre esta obscura y solitaria zona de la
afectividad humana, hemos desarrollado esta serie de razonamientos,
cuestionamientos y análisis.

Es importante para el lector que está empezando a transponer el umbral de


estas reflexiones, el tener en claro que nuestra postura no se define hacia
ninguna de las dos posibilidades ( divorciarse o seguir con su actual pareja).
No nos ubicamos en la posición de suministrar recetas generales; ya que todos
los casos y relaciones de pareja son únicos. Corresponderá a cada individuo en
particular decidir sobre su vida sentimental, teniendo como soportes estos
elementos cognitivos.

También deben saber los lectores, que no opinamos desde posiciones


religiosas o moralistas. Somos científicos del comportamiento humano, que
tratamos de considerar todas las aristas posibles de la compleja realidad que
representa hoy día, el construir una pareja y buscar la felicidad en su interior.

Si acaso al final de estas disquisiciones, una sola persona hallare una luz al
final de su tortuoso camino, los esfuerzos por desenredar estas ideas y bregar
para que ellas vean la luz de la edición, habrán valido plenamente la pena.
Cordialmente
El autor
SUPUESTOS DE PARTIDA

¿ Para que hacemos pareja?

Pensamos que un punto fundamental es empezar por cuestionarse el


¿ para qué formamos pareja las personas? ¿Cuáles son los móviles que nos
llevan a buscar, encontrar, conocer, amar y comprometernos en alguna de las
formas socialmente vigentes ( matrimonio o unión libre) con otra persona?

La respuesta que puede parecer obvia a todo el mundo, sin embargo no


siempre es tenida en cuenta en los momentos cotidianos de convivencia con
el/la otra persona. Formamos una pareja para ser felices. Esto es para amar y
ser amados, para cuidar y ser cuidados, proteger y ser protegidos, apoyar y ser
apoyados.

A lo largo de la historia, muchos pensadores y escritores han plasmado este


ideal a su manera:

nos detuvimos momentáneamente para encontrarnos, conocernos, amarnos y


compartir. Este es un momento precioso, pero transitorio. Es un pequeño
paréntesis en la eternidad. Si compartimos con cariño, alegría y amor,
crearemos abundancia y alegría para todos.
... Entonces este momento habrá valido la pena.”

Deepak Chopra- Las 7 Leyes Espirituales del Éxito

Somos como angeles con una sola Ala, nos pasamos la vida buscando a aquel
que tenga el par que nos falta. Y cuando lo encontremos, nos abrazaremos
cálidamente y viviremos felices para siempre
Lucca Vernuzzi
( citado en Amar a los Demas- Leo Buscaglia)
¿ Ideal utópico? ¿ Sueño imposible? Sin embargo, desde que hemos arribado
al mundo adulto, vivimos prendidos a esta esperanza.

Más allá de los aspectos líricos o sobreromantizados de este asunto, debemos


reconocer que el buscar y encontrar a alguien que nos haga felices tiene algo
de mágico. Es uno de los sueños mas comunes a todo ser humano. Luchamos
por alcanzarlo y vivirlo plenamente.
Y todos nos hemos cruzado por ahí, con parejas que muestran claras señales
de estar viviendo plenamente realizado este anhelo.

Podriamos tal vez despedirnos de esta apartado, reconociendo simplemente


que hacemos pareja, construimos relaciones; para estar bien, para recibir amor
y realizarnos en cuanto seres capaces de experimentar y nutrirnos de este
sentimiento. Hasta allí, la declaración de ideales respecto a nuestro tema.

Examinemos ahora... la realidad.

LOS PROCESOS ORDINARIOS

Juán conoce un día a Magdalena. Surge inmediatamente entre ellos una


química especial. Lentamente, conversación tras conversación sienten que
tienen muchas cosas en común, que les gusta estar juntos, conversar sobre
diversos temas.

Este sentimiento inicial, más adelante les lleva a entregarse físicamente: es


una explosión nuclear en sus vidas. Es el cielo, el paraiso. Es una experiencia
metafísica o cuasi religiosa.

Más adelelante, cuando sienten que ya se conocen lo suficiente y que están en


condiciones de decidir sin equivocarse; deciden comprometerse y formar una
pareja. Aquí, las circunstancias culturales, económicas e individuales de Juán
y Magdalena, determinarán si contraen matrimonio, si se unirán de hecho, o
simplemente, un día él recogera toda su ropa y se instalará en el departamento
de ella.
Lo concreto es que a partir de ese momento, empieza una nueva etapa. Al
principio, continuando el efecto de las endorfinas que se liberan en sus
cuerpos después de cada acercamiento íntimo, sentirán que su relación de
pareja ha llegado a la máxima cumbre del romance... y se quedará allí para
siempre.

Con el paso del tiempo, irán descubriendo que ciertas cosas poco románticas
como administrar el dinero, pagar las cuentas, afrontar los problemas de la
vida moderna y administrar un hogar, empiezan a marcar una fuerte presencia
en lo que hasta entonces era un perfecto eden.

Al principio no le darán mayor importancia a estos detalles triviales: lo


importante e que ellos se aman, y eso está por sobre todas las cosas.

Pero lentamente, empezarán a descubrir que tienen distintos criterios, puntos


de vista y expectativas sobre cómo manejar algunos aspectos de tales asuntos.
Y poco a poco, aquella pasión y romanticismo empezará a ahogarse.
Lentamente lo irán sofocando las actitudes incomprensibles, discusiones,
antagonismos, y desilusiones, respecto a la conducta de la pareja.

Los primeros tiempos uno se dirá que es algo pasajero, que todas las parejas
tienen sus momentos difíciles. Tal vez la otra se aferrará a la esperanza de que
su pareja cambie en algún momento. Pero a medida que transcurra el tiempo,
los interlocutores irán descubriendo con decepción, que las cosas no solo no
mejoran... sino que van empeorando.

LOS PROCESOS SUBYACENTES

¿Por qué ocurren todas estas cosas al interior de lo que al principio se suponía
era una pareja feliz, una unión en la que ambos parecían estar hechos el uno
para el otro ?

La influencia de los “ Guiones familiares”

Una de las cosas importantes de tener en cuenta para entender los procesos
dinámicos que subyacen a todas las relaciones sentimentales es que en
realidad , la pareja resulta ser no solo la unión de dos personas; sino el
encuentro de dos grupos familiares y el de sus respectivos parámetros,
tradiciones y puntos de vista. En síntesis cuando dos seres humanos inician
una pareja, están arrastrando tras de sí y entre ellos los “ paradigmas
familiares” de ambos.

Cada familia como producto del aprendizaje social, desarrolla ciertos códigos
de relacionamiento, hábitos, valores, estilos de vida, etc. Estos parámetros se
introyectan medularmente en nuestro bagaje conceptual y cognitivo, al punto
que “ vemos ” la realidad y el mundo de acuerdo a los mismos.

Al llegar el momento de construir una pareja, tales elementos referenciales no


quedan abandonados, sino que nos acompañan en el nuevo emprendimiento y
determinan nuestro desenvolvimiento durante su desarrollo.

Por ejemplo, en la familia de Juán siempre se dio mucha importancia a los


horarios de las comidas como momento de encuentro familiar, ya que sus
padres, ambos profesionales trabajadores, al tener que pasar buen tiempo fuera
de la casa, deseaban aprovechar al máximo todos los momentos en que se
encontraban en casa, para reunirse como familia. Entonces, el momento de las
comidas era una ocasión propicia para dicho objetivo.

De esta manera, inculcaron en sus hijos, un profundo respecto por compartir la


mesa familiar. Y el no hacerlo por alguna circunstancia, se introyectó en los
valores de Juán como algo desagradable e incómodo; incluso casi como un
desaire para la familia.

Por su parte, la familia de Magdalena, no tenía esta visión sobre los horarios
de las comidas. Su padre tenía un pequeño negocio en su propia casa, razón
por la que no necesitaba salir del hogar. El negocio si bien pequeño era
bastante rentable, y no requería que la madre de Magdalena salga a trabajar.
Así las cosas, ambos padres estaban en la casa durante todo el día, y cerca de
sus hijos.
Esto hacía que el estar juntos en las horas de las comidas, sin dejar de ser
importante, no era algo sentido como imprescindible en este hogar.
De ahí que Magdalena creció no sintiendo como determinante de la unidad
familiar, el compartir la mesa a la hora de las comidas.
Al casarse con Juán y llegar los hijos, este asunto empezó a ser un factor de
conflicto en la nueva pareja. Se habían encontrado dos modelos diferentes de
valoración del tiempo de las comidas ( en ambos casos totalmente
explicables).
Tal diferencia, hacía que Juán a menudo se mostrase huraño, cuando por
alguna razón algún miembro de su nueva familia ( su esposa o alguno de sus
hijos), no podía compartir la mesa de la comida, tal vez por razones de
estudio, trabajo, o sobre todo cuando elegían salir a divertirse con sus amigos
en dichos horarios. Para él, esto equivalía a una afrenta familiar

En cambio Magdalena, dada su historia, no sentía lo mismo respecto a tales


situaciones, e incluso llegaba a pensar que la actitud de su marido sobre el
punto era exagerada e incomprensible.

Estas diferencias de apreciación, fueron motivo de no pocas disputas y


discusiones en el seno de esta pareja.
... Y así sucesivamente.

¿Pueden los lectores imaginarse que diferentes son los manejos de cada
familia respecto a cuestiones tales como: la educación de los hijos, los roles de
cada conyugue, el manero del dinero, la administración del hogar, la
sexualidad?
Y sin embargo, con frecuencia los miembros de la pareja esperan que el otro
vea y piense las cosas como ellos lo hacen.

Los Estilos de procesamiento de los afectos

Una mención especial merece ser hecha respecto al tema de las diferentes
maneras en que las personas ( como producto del aprendizaje familiar)
procesan sus afectos.

Si bien, como seres humanos, todos tenemos en común el mismo grado de


sensibilidad y los mismos procesos afectivos interiores ( psíquicos); será la
cultura familiar la encargada de determinar exteriormente la manera en que
estos contenidos se exteriorizan.

Existen familias en las que los afectos se ven como algo natural y hermoso.
Este tipo de clanes valora altamente la sensibilidad de sus miembros.
Acostumbran a los mismos a conectarse interiormente con sus afectos ( sean
estos agradables o desagradables) y posteriormente a exteriorizarlos y
compartirlos con los demás integrantes del grupo. En este marco son usuales y
corrientes las expresiones afectivas: abrazarse, tocarse, acariciarse, decirse
frases tiernas, decir: “ te amo “ “ te necesito”, “ gracias por todo”, comentar
“ hoy estoy triste ”, “ ahora me siento mal ”; etc.
Otras familias en cambio, por algún motivo, aprendieron a sentir como algo
inconveniente y quizá hasta avergonzante la expresión afectiva. En dichas
circunstancias, difieren casi radicalmente del grupo anterior: no son
demostrativos en sus expresiones, no cultivan los contactos físicos frecuentes,
no hablan de sus problemas e incluso tienen sus mecanismos para desalentar
en unos casos y punir en otros lo que para estos grupos son “ demostraciones
estridentes y exageradas de sensibilidad”.

Nuestro protagonista Juán proviene de una de estas familias. Su padre nunca


lo abrazó, por considerar que eso era cosa de mujeres. Incluso temía que eso
pudiera convertir en homosexual a su hijo varón. Su madre no era muy
demostrativa tampoco. El nunca vió a sus padres prodigarse mimos ni hacerse
frecuentes demostraciones de afecto.
Con este bagaje, al integrar una nueva familia junto a Magdalena ( en cuyo
hogar se decian te quiero cada media hora), ambos modelos afectivos
colisionaron al poco tiempo.

Juan reclamaba a Magdalena que era muy “ pegote ”, y lo interpretaba como


inseguridad en su fidelidad o hasta como celos encubiertos. Cuando nacieron
los hijos, para el gusto de él, Magdalena sobreprotegía a los niños y los volvía
seres vulnerables y sensibleros.

Para ella, Juán era frío y distante. No expresaba sus emociones y no gustaba
de comentar sus problemas. Una de sus conclusiones por tanto, era que él no
confiaba lo suficiente en ella, como para compartir sus tribulaciones.

Estas diferencias fueron sumándose a las anteriores y llegaron a horadar hasta


sus cimientos la estabilidad de la pareja de ambos.

Las variaciones en la Comunicación

Finalmente, pasamos revista a los estilos de comunicación, cuyas variaciones


trans-familiares también aportan una importante cuota en el proceso de
deterioro de una pareja.

Magdalena veia siempre a sus padres tener largas conversaciones en las


noches luego de cenar. Como en ese entonces vivian en un pequeño
departamento, ella los contemplaba en pleno diálogo antes de acostarse, y los
escuchaba hablar hasta tarde, después de hacerlo. Sus padres conversaban
sobre muchos temas: los problemas del hogar, las cuentas por pagar, la
educación de los hijos, la situación del país, algún problema de otros
familiares, etc.

En cambio, los padres de José no conversaban, o lo hacían muy poco. Su


padre, daba clases en una escuela nocturna y solía llegar tarde a la casa. Su
madre, como trabajaba todo el día, apenas podía tenerse despierta para la hora
en que su marido acostumbraba llegar. Así las cosas, José no tenía la misma
experiencia de Magdalena.

Por lo tanto, para él, cuando le tocó asumir el rol de esposo, era normal no
conversar mucho con Magdalena. Incluso aun cuando su trabajo no le exigía
llegar tarde a la casa, estando en el hogar, en vez de dialogar con su esposa, el
prefería escuchar la radio o ver la televisión. Esto evidentemente a María le
caia como una patada al higado. Llegó un momento en que ella llegó a pensar
que talvez su marido tenía una amante, y/o de que ya no la amaba.

Lo concreto en cuanto a todas las dimensiones que hemos analizado, es que


estas diferencias -aún cuando por la manera en que las hemos analizado se
hacen entendibles- finalmente, pueden acaban por horadar la unidad de la
pareja y colapsar la continuidad de la misma.

Nuestros protagonistas (Juán y Magdalena) necesitaran de mucha paciencia,


dialogo e incluso ayuda profesional externa para descubrir en primer lugar, y
cambiar lo suficientemente en segundo; los guiones familiares que llevan
dentro. El desafío de ambos es consensuar un nuevo modelo, un guion
diferente que les pueda satisfacer a ambos.
Ahora bien, decir esto es fácil. Lograrlo, es lo realmente difícil.
ERRORES QUE SE COMETEN EN LA VIDA DE PAREJA

Obligar al otro a mostrarse como no es

El mito del “ alma gemela ”, ha llevado a muchos a esperar encontrar en su


pareja, las mismas características, gustos y preferencias de ellos. Si bien es
cierto, pueden llegar a descubrirse algunas coincidencias en ciertos puntos
( tales como las comidas preferidas o el tipo de música que más se disfruta ),
es imposible encontrar a una persona que sea exactamente igual a nosotros en
todos los aspectos.

No obstante ello, con frecuencia ocurre que en el proceso de constitución de


una pareja, al irse descubriendo las naturales diferencias individuales, uno de
los miembros, con frecuencia – pero no exclusivamente- el varón, va
obligando a la otra persona ( la mujer ) a adoptar actitudes y estilos de vida
que no le son naturales; es decir, a que sea como en el fondo no es.

En cientos de casos que hemos observado y analizado durante muchos años de


práctica profesional, hemos vistos cómo:

- si la mujer es naturalmente desordenada ( esto es, acostumbra dejar tirados


sus objetos personales tales como ropa, cartera, zapatos) su pareja, con la
excusa de que se es más feliz en un hogar impecable, la obliga a que se
muestre ( artificialmente) ordenada.

- Si la mujer es dinámica, inquieta y valora la autosuficiencia, el varón le


exige que asuma una posición pasiva y dependiente.

- También se da el caso opuesto: pretender que una mujer que disfruta


refugiandose en su hogar, necesita sentirse protegida por su pareja y
disfruta siendo ama de casa, salga a trabajar fuera de la casa y sea una
asertiva profesional que pelea con el mundo, palmo a palmo.

Pero como ya anticipamos, estas actitudes no son patrimonio exclusivo de los


varones. También las mujeres caen en ellas.

- si él no es muy sociable y comunicativo, en las reuniones familiares ella le


exige que se muestre locuaz y extrovertido.
- Si a él, no le salen con naturalidad algunas expresiones de cariño o
atención, tales como servirle ( a ella) el desayuno en la cama, se lo eixge
igual, porque “ papá así lo hacia con mamá”. No importa que el tenga otros
tipos de atención, tales como hacer las compras en el supermercado o sacar
a pasear al perro.

- Si él tiene espíritu emprendedor y desea aventurarse con un negocio


propio, ella no lo apoya porque: es más seguro tener un empleo en relación
de dependencia.

También, sin distinción de sexo, se ven situaciones en las que una persona
obliga a la otra a: preferir el cine antes que ir a bailar, comer pastas en vez de
carne roja, ir de vacaciones a la montaña, en vez de a la playa, etc.

Como puede verse en estos ejemplos, son frecuentes los casos en los que,
incluso sin proponerselo deliberádamente, uno de los miembros de la pareja va
lentamente queriendo amoldar al otro, hacia un estilo de personalidad falso, en
el sentido que las expresiones que la otra persona adopta, no son del todo las
que naturalmente desearía exhibir.

Para la persona que realiza las adaptaciones, puede que al principio incluso los
esfuerzos que demandan tales modificaciones de su conducta, se vean
facilitados o lubricados por el “ combustible ” del amor hacia su pareja. No
obstante en todos los casos de los que tuvimos conocimiento, en el momento
en el que dichos ajustes se iban efectuando, se han encontrado siempre
resquicios mínimos de un sentimiento parecido a cierta esperanza en que
algún día no serán necesarios tales actos como pasaporte a la felicidad en
pareja. Es decir, en el fondo, aun cuando se flexibilizaban, tales personas
deaban no tener que hacerlo.

Con el paso del tiempo, y cuando ya como producto de la rutina, se enfría la


pasión y la perspectiva grisacea sustituye a la multicolor de los tiempos
iniciales del romance; es muy usual que las personas obligadas a ser como no
son, se rebelen estruendosa y tenazmente, disparando así un capítulo más de la
crisis que para ese entonces ya está plenamene instalada al interior de la pareja
Hacer renunciamientos sin una total convicción

Aspecto complementario del item anterior, lo constituye el hecho que una


persona efectue voluntariamente ciertos renunciamientos buscando favorecer
el clima de armonía en su pareja, pero sin estar totalmente convencida de la
validez de los mismos.

En el caso anterior, era uno de los miembos el que exigía al otro el ajuste a
ciertos esquemas de comportamiento.

En este, sin que dicha exigencia se presente por parte del primer miembro, es
el segundo el que se siente moralmente obligado a comportarse de cierta
manera, con el fin de satisfacer a su contraparte, y lograr su comodidad.

Cuando dichos renunciamientos se realizan con pleno convencimiento -tal vez


por recibir gratificaciones sustitutivas- no es de esperarse la emergencia de
problemas posteriores en el horizonte de la pareja, por esta causa.

Sin embargo si -aun cuando realizadas voluntariamente- tales concesiones no


llevan la estampa de una total convicción, es altamente probable esperar en el
futuro, colisiones de estos mecanismos de ajuste, ante la menor emergencia de
situaciones desafiantes al interior de la pareja.

Dicho de otra forma, son estos mecanismos los que subyacen a las típicas
situaciones en las que uno de los miembros ( luego de muchos años de
convivencia) reclama al otro: yo que por ti abandone mi carrera, mi empleo,
mis amistades, mis estudios, mi familia, etc.; y tu después de todos estos años,
así me pagas. Ese “ así ” se refiere a alguna cosa que la otra persona hizo ( tal
vez incurrir en una infidelidad) que no es para nada agradable para el
reclamante.

De todas maneras lo usual suele ser que en tales casos, la persona hacia quien
se dirige el reclamo sienta que el mismo es inadecuado, porque – pensará para
sus adentros- “ yo nunca le pedí que hiciera ese renunciamiento que ahora me
echa en cara ”.

Así estará concluyendo un capítulo más en la serie de episodios que van


lentamente conduciendo al colapso de una pareja.
No nos parece prudente abandonar este parágrafo sin desenredar
específicamente el item relacionado a los renunciamientos mas usuales que las
personas realizan por el bien de su pareja, pero sin estar imbuidos de una total
convicción.

Es muy frecuente observar (sobre todo en el caso de las mujeres), actitudes de


abandonar amistades, carreras, empleos, por dedicarse de lleno a sus parejas.
En las sociedades latinas ( altamente tamizadas por el machismo) una vez que
una mujer se compromete en pareja, es usual que ella se sienta presionada a
“ quedarse en su hogar ” a cuidar de su hombre y de sus hijos. Este tipo de
valores, son las propias madres las que lo inculcan en sus hijas.

En estos casos, lo usual es que al formar pareja, una mujer sustituye a sus
amistades originales por las amistades de su conyugue. Los amigos de su
marido, se convierten en sus nuevos amigos. Ya quedan atrás sus propios
amigos (varones), para evitar que “ él se ponga celoso”. También las amigas
corren igual suerte, porque ella no desea que él sienta “ ¿esta clase de personas
son tus amigas? ” ( nunca falta alguna oveja descarriada en el viejo grupo de
amigas).

En cuanto al empleo o estudios, el abandono si se produce por deseo propio


suele estar alentado por el deseo de dedicarse plenamente a su familia, pero
quedando en el fondo la duda sobre si ¿necesariamente es excluyente optar por
hogar o familia?

Lo ideal sería que en todos estos casos, ambos miembros de la pareja, puedan
mantener sus respectivos mundos. Es decir, que aun cuando exista un
compromiso asumido, cada uno pueda tener su círculo propio de amistades,
sus hobbies y preferencias y realice sus elecciones vocacionales libremente.

Una relación de pareja debe hacernos crecer y no empequeñecernos, debe


nutrirnos y no debilitarnos, debe empujarnos hacia delante y no paralizarnos o
hacernos retroceder, debe liberarnos y no oprimirnos, debe apoyarnos en
nuestras opciones y no hacernos sentir obligados a renunciamientos
involuntarios.

Sin embargo, sorprendería al lector la cantidad de veces en que desde la


perspectiva de estas “ ecuaciones ”, hemos observado en pleno
funcionamiento mas bien a los segundos terminos ( los negativos ), antes que a
los primeros ( los positivos).
Asumir el complejo de plastilina

Otro error frecuente de observar en los procesos que llevan al paulatino pero
seguro deterioro de una relación, es lo que deseamos aquí patentar como “ el
complejo de plastilina”.

La plastilina es una sustancia con la que usualmente juegan los niños


pequeños. De entre sus principales características destaca su flexibilidad para
amoldarse a las diversas formas que se le desee. Si bien mantiene su masa, sin
embargo, la forma física varía según el deseo de quien la manipule.

Originalmente, viene en paquetes con forma alargada ( como de cigarrillos).


Luego, es posible comprimirla hasta hacer que su extensión se reduzca hasta
dos tercios de lo que originalmente medía.

Con otro esfuerzo de compresión, es posible reducirla hasta la mitad de su


diametro con el que originalmente se presentaba.

Si se hace más esfuerzo, incluso se la puede limitar hasta una décima parte de
su extensión original. Y así sucesivamente.

En la vida, todos nacemos con un potencial para la plenitud y el desarrollo de


nuestras capacidades individuales. ( la extensión original). Estamos orgullosos
de este potencial, el cual sentimos puede ser nuestro pasaporte a la felicidad.

Cuando por ejemplo en la vida de pareja, las cosas no empiezan a marchar


como desearíamos, a la primera reacción de desagrado interior, algunas
personas eligen contraponer una segunda, consistente en una suerte de
racionalización, en virtud de la cual se juzgan a sí mismos como demasiado
exigentes y hasta quizá incomprensivos.

Tal vez este razonamiento se vea sustentado por la comprobación de que en


derredor, otras personas padecen circunstancias peores en su vida sentiental.
De ahí que llegan a autoconvencerse diciendo: en realidad, no es algo
demasiado importante o grave ( comparado con otros casos). Este proceso
inicia el mecanismo del llamado complejo de plastilina. Ha actuado en la vida
de esas personas la primera fuerza de compresión que les lleva a reducir sus
expectativas de felicidad y realización, en un primer tercio.

Con el paso del tiempo, las cosas no suelen mejorar, sino todo lo contrario. Ya
a estas alturas, el hecho se encuentra claramente anclado en los terrenos de lo
que puede llamarse una situación grave.

Siguiendo la dinámica del complejo que estamos dilucidando, ante la


emergencia de una mayor dosis de malestar, las personas contraponen una
segunda andanada de racionalizaciones, diciendose : en realidad quizá este
asunto ( la vida en pareja) en el fondo sea naturalmente así y no como
idealmente me lo he pintado. Basta con mirar a mi alrededor que en general
todo parece indicar esto.

Concluido este auto-engaño, la persona ha permitido que sus expectativas


originales, se reduzcan a la mitad ( como una plastilina)

Finalmente cuando la situación ha llegado a extremos casi intolerables, y


como patética respuesta a su profundo dolor y malestar, algunas personas
suelen sentenciar: “ quizá yo tenga la culpa de que esto haya sido así ”. O en
su defecto: “ Tal vez yo me lo merecía por algo que hice y debo pagar ”, etc.
Con lo que al igual que una pieza de plastilina, la persona estará realizando un
repliegue o adaptación hasta una décima parte de sus expectativas y de su
capacidad de vivir una feliz relación de pareja.

No nos detendremos a analizar en profundidad los aspectos dinámicos o


profundos que llevan a una persona a asumir el citado complejo, dado que no
es tal el objetivo de este trabajo. Baste con que se logre entender la manera en
que el mismo determina la reacción de algunas personas, al tiempo de tener
que enfrentar una relación de pareja insatisfactoria.

Lo importante de concluir en este sentido, es que dicha postura es un grave


error en el que se incurre.

Querer hacerse cargo de los traumas del otro

El último de los errores, de entre los más frecuentes cometidos en el interior


de la vida de pareja, quizá sea el más importante, debido a las posibles
implicancias en el equilibrio de la persona que lo comete.
Se trata del intento de hacerse cargo de los traumas y conflictos de la otra
persona.

En efecto, como puede colegirse del análisis de la influencia de los guiones


familiares, muchas personas sufren experiencias traumáticas en la vida
temprana, que las predisponen a asumir con ciertas actitudes y características
su vida posterior en pareja.

Son numerosos hoy en día los tratados y publicaciones de psicología popular


que explican en lenguaje sencillo, porqué las personas actuan como actúan.
Ahora bien, tales elementos conceptuales solamente permiten alcanzar una
suerte de satisfacción cognitiva en las personas: entender porqué sus parejas
son como son.

Pero esto de ninguna manera impide, el que las acciones y conductas de sus
parejas, les desilusionen, lastimen o hieran. Como seres humanos racionales
que pueden llegar a alcanzar cierto grado de entendimiento sobre los
“ traumas ” que sufrieron sus parejas; son también seres sensibles que no
pueden dejar de sentirse afectados por lo que dichas personas hacen con ellas
en la vida sentimental.
Por eso es muy importante que se pueda separar claramente ambas
dimensiones.

Rescatando lo planteado en el capítulo de los supuestos de partida, respecto al


para qué hacemos pareja: Nos unimos a otra persona para ser felices. Esto
significa que tenemos derecho a esperar que la otra persona nos colme y
realice. No es asunto nuestro el cargar con sus culpas y traumas.

Para eso están los terapeutas y psicólogos que tienen los recursos y elementos
para abordar tales situaciones.

Si una persona intenta hacerse cargo de los problemas emocionales de su


pareja, lo único que conseguirá es salir nuevamente lastimada y tal vez
desequilibrada. Es una acción que pone en riesgo su propia salud mental.
Nunca será posible que una persona actúe a la vez como terapeuta de su
pareja. ( incluso en los casos de parejas donde uno o ambos interlocutores
tienen tal profesión).
Lo mejor ( y lo único) que se puede hacer, en caso de sospecharse o detectarse
la presencia de episodios traumáticos en la vida de una persona con la que uno
se relaciona sentimentalmente, es aconsejarle que busque ayuda profesional.
Cualquie otro intento diferente está condenado al más absoluto fracaso.

Estamos conscientes de que contra estas disquisiciones del sentido común, no


es raro que se contraponga en muchas personas, el sentimiento de que obrando
de esta manera ( no tratando de hacerse cargo de los traumas de su
contraparte) estarían siendo egoistas y actuando insensiblemente frente a los
problemas de sus parejas.

Este es un razonamiento equivocado y producto de un confuso sentimiento de


culpa, puesto que para ayudar a alguien, es menester estar en posesión primero
de los recursos para poder hacerlo.

Una persona lega en asuntos psicológicos no dispone de los elementos


conceptuales ni emocionales para emprender el difícil trabajo de liberar a una
persona de sus culpas, dolores y traumas.

Por tanto, la mejor manera de ayudarle, es haciendole ver que dichos trumas
están destruyendo la vida en pareja, y tal vez la familiar; y que ello amerita
plenamente la búsqueda de ayuda profesional. Esto es lo mejor que una
persona que ama a su contraparte, y a quién ve presa de numerosos problemas
emocionales, puede hacer.
QUE NECESITAMOS DE NUESTRA PAREJA

Este breve capítulo lo queremos dedicar a resaltar de manera especial lo que


básicamente y de acuerdo a las naturales diferencias de género, necesitan
hombres y mujeres de sus respectivas parejas.

Hemos decidido analizar el punto solo de manera breve, ya que las personas
que tengan interés en profundizar sobre el asunto, pueden referirse
directamente a las numerosas obras que con mucha mayor extensión y
precisión están disponibles para su adquisición.

Por mi parte, me permito recomendar los trabajos de la serie “ Los hombres


son de Marte, las Mujeres son de Venus”, cuya seriedad les ha valido a sus
autores el convertirse en best-sellers de librería. (*)

Las mujeres necesitan que los hombres las escuchen

Dada la naturaleza altamente sociable de las mujeres, orientadas hacia la


comunicación, para ellas en general, el modelo ideal de pareja, es aquel
hombre con el que pueden tener largas conversaciones, íntimos diálogos,
analizar proyectos e ideas, intercambiar puntos de vista sobre diversos
asuntos. A este rasgo de saber comunicarse y mantenerse en contacto, es a lo
que generalmente las mujeres definen como “ ser buen compañero”.

Por tanto, lo peor que un hombre puede hacer respecto a su pareja, es evitar la
comunicación fluida y periódica con ella. Hace poco, estuvimos escuchando
los reclamos de una señora, quién nos informaba que había decidido
divorciarse luego de 17 años de matrimonio.

(*) Escritos por tomas man y napoleon hill. Tambien integran la colección: “ Marte y Venus en la cama”, Las Mujeres son
de Venus, los hombres son del Infierno”,
“ Me cansé, ya no puedo más”, empezaba su doloroso relato. “ En todos estos
últimos años, estuve intentando que él me hable, que me escuche, que
dialoguemos. Pero no, en vez de eso, el siempre prefiere encerrarse en su
mundo. Ni bien llega del trabajo, enciende el televisor para ver las noticias.
Al principio, yo trataba de obrar inteligentemente, y lo invitaba a que después
de cenar nos sentemos en el jardín, a la luz de las estrellas a charlar. El,
aceptaba mi invitación, pero asistía al encuentro con su pequeño aparato de
radio en la mano. Sintonizaba una emisora que transmitía noticias a esa hora,
y se sentaba a mi lado. De tanto en tanto, yo trataba de iniciar la charla,
preguntando como quién no quiere, sobre algún tema que me parecía
importante para él. Pero no. Me interrumpía pidiendo que le deje escuchar la
noticia que justo en ese instante empezaban a desarrollar.
Luego me canse de buscar el diálogo y ya simplemente deje que se quede en
la sala, enganchado a la televisión.
Y así sucesivamente, por los últimos 10 años. Durante los primeros tiempos de
nuestro matrimonio, las cosas eran diferentes. Anhelabamos llegar a la casa
después de trabajar y encontrarnos, para compartir, estar juntos, tener
relaciones. Pero ahora... Siento que ya nuestro amor ha muerto.

Otra dama, quien busco nuestra asesoría profesional, reclamaba respecto a su


conyugue: “ el no me escucha. Eso es lo peor que puede hacerme. Yo le hablo
en la mesa, en la cama, pero el siempre está haciendo otra cosa. Está ocupado
con trabajo que llevó a la casa, o leyendo su periódico. ¡Cómo odio esa
actitud!. A veces hasta ni siquiera parece notar que estoy allí; que existo”.

De manera que estimados lectores ( varones), consideren seriamente que una


sólida relación de pareja se construye palabra tras palabra, compartiendo
diálogo tras diálogo, escuchando paciente y comprensivamente con el
corazón. Tengan por seguro que este tipo de gestos, tendrá tanto o más
impacto en sus mujeres, que cualquier obsequio, por más grande o costoso que
el mismo sea.
Los hombres necesitan sentirse “ heroes ”

Por su parte, una de las cosas más determinantes para la mayoría de los
hombres, es que no importanto cuanto tiempo haya pasado desde el inicio de
la relación, se sigan pudiendo sentir los “ heroes de sus mujeres ”. El ser
heroes para ellas, tiene aquí la tradicional connotación del heroe de las
películas de acción. Generalmente es el galán que sortea mil peligros, para
salvar a la bella dama de una muerte segura e incluso a veces hasta salva al
mundo del tenebroso villano.
Con seguridad casi ningún hombre común deberá realizar en la realidad tales
proezas, pero existen dimensiones equivalentes: ser heroe de su pareja por su
buen humor, por sus iniciativas, por sus habilidades manuales para reparar
cosas en la casa, para contar historias divertidas en las reuniones sociales, por
sus artes amatorias, por la dedicación que le consagra a los hijos, por las
atenciones que le prodiga a su esposa, ser héroe por las ideas creativas y su
espíritu innovador en los negocios, por ser honesto en su trabajo, etc, etc.

Cuando un hombre siente que ha dejado de ser el héroe de su pareja, algo se


rompe. Y si a esta pérdida se agrega el sentimiento de haber perdido el respeto
de ella, no suele ser raro que entonces empiece a buscar otra persona
- o por lo menos se abra a encontrarla - para convertirse en “ su héroe ”.

De manera que mujeres: si aún sienten que su pareja es su héroe, no retaceen


en decírselo. Háganselo saber. Expresenlo con sinceridad y alegría. Será una
gran inversión que estarán haciendo en el ego masculino de sus conyugues.
ESE VENENO LLAMADO “ RUTINA ”

“ El matrimonio es la tumba de la pasión”, reza un viejo dicho. Tal vez el


espíritu del mismo sea poner de manifiesto la manera en que, luego de
consumada una unión de pareja, algunas vivencias que usualmente implican la
misma, acaban actuando como factores deteriorantes del ardor y euforia
característicos de los tiempos iniciales del emparejamiento.
En este capítulo pasaremos revista a los principales de tales aspectos.

Los hijos

Si bien los propios códigos jurídicos y sociales, establecen que el objeto de la


unión de pareja es la constitución de una familia ( es decir la reproducción con
fines de asegurar la continuidad de la especie), en muchos casos este fin, llega
a convertirse en un proceso tan absorvente de la vida de sus protagonistas, que
acaba por borrar o invadir todas sus otras dimensiones existenciales.

En efecto, partiendo de un ideal referencial, podríamos decir que la vida en


pareja no debería terminar con el advenimiento de los hijos, como si el
convertirse en padres o madres, anule automáticamente su identidad de
hombres y mujeres en relación sentimental.

Mamá y Papá, además de ejercer responsablemente estos roles, deberían poder


disponer de un tiempo y un espacio para continuar su idilio. Para seguir
conociendose como pareja y para mantener avivado el fuego que los une ( y
que será la via por la cual seguirán procreando).

Además, como personas individuales, los padres deberían seguir cultivando su


espacio personal, darse tiempo para sí mismos, para definir y ejecutar
proyectos propios, alcanzar sus propias satisfacciones, etc.

La realidad sin embargo, suele mostrar que sea de manera deliberada o


inconsciente, lentamente al llegar la descendencia, los miembros de una
pareja, suelen verse absorbidos por el ejercicio de su rol maternal o paternal,
en detrimento de las otras dimensiones de sus vidas.
Este proceso de cambio empieza por las propias maneras de tratarse al interior
de la pareja. No suele ser raro encontrar casos, en donde al principio los
protagonistas ( antes de tener hijos) se trataban de “ cielo”, “ amor”
“ querida”, etc; luego del advenimiento de la prole, tales apelativos se trocan
por los de “ papá” o “mamá”, por parte de los involucrados.

No debe considerarse este como un detalle nimio. En efecto, el cambio de


apelativos indica un cambio de identidad, un cambio de roles. No la
agregación de uno nuevo a los ya existentes, sino la sustitución absoluta de
estos por aquel. En otras palabras, esta manera de denominarse en cierto modo
anula la condición de hombre y mujer en los conyugues y la sustituye por la
de padres.

De manera que, respecto a este aspecto de la convivencia, lo ideal es que sean


los hijos quienes se dirijan a sus progenitores con tales apelativos, y estos por
su parte mantengan entre sí los motes originales con los que se trataban, antes
de ser padres.

Pero como decíamos, no se acaban aquí los indicadores del proceso de


deterioro de la vida en pareja. Otro aspecto más importante lo constituye la
organización que a esta le va otorgando lentamente la llegada de la prole.
Así, tenemos casos donde al principio un matrimonio tenía por costumbre
efectuar salidas nocturnas ( para comer, ir al cine o a bailar), con el nacimiento
de los hijos, uno o ambos conyugues se muestran absolutamente renuentes a
continuar esta tradición, por sentir que ella implica el abandono ( en alguna de
sus formas) de su descendencia.

En estas situaciones, ninguno de los recursos de apoyo ( servicios de niñeras,


presencia de los abuelos u otros familiares que podrian hacerse cargo de los
niños en ese tiempo) serán considerados como suficientes y eficientes.

En muchos casos este renunciamiento se hará con plena consciencia de que


implica trocar algo agradable por algo que es obligatorio. En otros, muchos
protagonistas se autoconvencerán de que eso es lo que ahora les agrada hacer.

De todas maneras, nunca será enteramente saludable que un solo rol, invada a
los restantes, que también integran la identidad individual.

Los compromisos
En directa relación con el cuidado de los hijos, surgen los diversos
compromisos que se asumen, en la búsqueda del bienestar de la familia. Las
deudas y el manejo de la economía, son aspectos de la convivencia en pareja
que frecuentemente son vividos como estresantes.

Por un lado, no es raro que el manejo del dinero sea objeto de frecuentes
disputas. Las mismas pueden surgir a partir de las siguientes posibilidades:

- Solo uno de los conyugues aporta, y se cree con derechos absolutos de


decisión

Esta es la típica situación en donde el hombre actúa como “ sosten” de la


familia, siendo el único que sale a trabajar. La mujer, tenga o no medios
para trabajar ( profesión o conocimientos), se queda en la casa.

Así las cosas, suele darse que por ser el único que aporta al presupuesto
familiar, el varón en algunos casos se cree con derecho absoluto a decidir
cómo se manejará el dinero ( que en realidad lo siente como “suyo”)

Esto, aparte de causar las esperables molestias de parte de su pareja, que se


siente totalmente excluida a la hora de decidir en que invertir, o en
establecer prioridades para gastos; normalmente suele generar no pocas
dificultades ya que incluso algunos hombres se abrogan el derecho de
decidir acerca de asuntos que generalmente les son poco conocidos ( sino
totalmente); como por ejemplo los asuntos relacionados al manejo de la
casa, artículos de limpieza, etc. En este contexto, como resultado directo, el
dinero no rendirá todo lo deseable, a partir de que se efectuarán malas
compras.

- El conyugue que no aporta, se cree igual con derechos absolutos de decidir

En el otro extremo, y de la mano de los ya analizados “ guiones


familiares”, aparece la actitud de algunas mujeres que aun cuandon no
aportan al presupuesto familiar, exigen el derecho absoluto sobre los
criterios de decisión.

Este tipo de actitudes se suele observar en mujeres que crecieron en


hogares donde vieron a sus padres que periódicamente entregaban el monto
completo de sus ganancias a sus madres, para que sean las
“administradoras” del mismo. Estas madres debian ( lo quieran o no)
muchas veces tener que decidir en todos los asuntos relacionados a la
economía familiar, mientras sus parejas se dedicaban solo a ganar dinero.

En cambio, puede que justo, en la familia del conyugue de la hija del


ejemplo anterior, era el padre el que debió administrar la economía, a partir
de la ausencia por fallecimiento temprano de la madre. Por lo tanto, el
marido de nuestra actual ama de casa, no ve como algo “ natural” el
entregar todas sus ganancias a su espoca.

Y como cuando no lo hace, esta reclama airada, el siente que ella actúa
injusta y caprichosamente.

En otros casos, aunque la influencia de los guiones familiares no sea la


determinante, el peso de la tradición, las prácticas culturales o simplemente
las aspiraciones individuales podrán causar que una esposa aspire a ser la
que administra el dinero ( sin participación de su pareja), aunque ella no
salga a trabajar.

- Ambos conyugues aportan, y el que más contribuye, se cree con mayor


derecho

Esta situación ya nos ubica en el terreno claro de las disputas de poder. En


efecto, en alguna parejas, el dinero es un medio de obtención del mismo, y
por lo tanto, la lógica que subyace al interior de éstas, es la de las
“ sociedades corporativas ”, en donde el “ socio” que mayor capital aporta,
es el que tiene mayores cuotas de decisión y poder.

En sí mismo, y si fuese algo consensuado entre los conyugues, este sistema


no puede calificarse de malo. El problema se genera cuando uno de los
miembros pretende aplicarlo, aun a pesar de la oposición del otro.

Sea cual fuere la dinámica de administración del dinero, lo que usualmente


ocurre es que este componente de la convivencia en pareja, suele ser la fuente
de numerosos conflictos, tensiones y desacuerdos.

Adicionamente, se deben mencionar las frecuentes dificultades que la pareja


vivencia en materia de lograr recaudar el dinero suficiente para cumplir
holgádamente con el presupuesto familiar y ejecutar otros proyectos
adicionales.
No siempre un matrimonio podrá estar en las mejores condiciones para
generar abundantes ingresos, tal vez por la situación difícil del entorno donde
se mueven ( país o región), acaso por carecer de los recursos necesarios en
materia de conocimientos, formación o experiencia, etc.

Lo concreto es que los problemas de insuficiencia de ingresos vendrán a


sumarse a los conflictos sobre la administración de lo ganado, constituyendo
un importante foco de deterioro de la sana convivencia en pareja.

Trabajo y Carrera

Si bien la autorealización personal es un aspecto importante para los


conyugues, ( tanto que dedicaremos un capítulo a su tratamiento más adelatne)
es importante siempre insistir en que cada componente debe ocupar el lugar
adecuado, sin que llegue a invadir a los demás.
En ciertos casos, muchas personas ( tanto hombres como mujeres) se
obsesionan por progresar a toda costa en sus trabajos, y realizar así, una
exitosa carrera.

En esta empresa, llegan incluso a dejar de lado o a abandonar casi totalmente


su vida matrimonial. Llevan trabajo a casa, se comprometen en proyectos
adicionales para el fin de semana, etc. Este estilo de vida, junto a las
inevitables obligaciones que acarrea el cuidado de los hijos, acaban por
socabar finalmente toda esperanza para la vida en pareja.

El resultado suele ser agotamiento, fatiga e irritabilidad. Muchos hombres y


mujeres, al concluir su jornada diaria, luego de tener que lidiar con reuniones
de trabajo, visitas al pediatra y negociaciones con los acreedores, acaban
totalmente exhaustos, sintiendo que lo único que quieren es acostarse a
dormir.

El sexo

Podriamos intentar responder la vieja pregunta: ¿qué lugar ocupa el sexo en la


pareja?

Las respuestas varian de acuerdo a la situación de quienes responden: para


aquellas parejas cuya relación sexual va viento en popa, el sexo es importante;
para las personass que han visto deterioradas esta parte de su relacionamiento,
“ el sexo no lo es todo”, suelen responder racionalizando su problema.

Veaamos ahora la posición de la psicología: Abraham Maslow, estableció que


existen cuatro necesidades básicas en los seres humanos, hambre, sed, sueño y
sexo. De manera que esto eleva a la sexualidad a la categoría de fundamental.
Sigmund Freud, demostró con el psicoanálisis que las personas enferman si su
vida sexual no se desarrolla y expresa normalmente.
Por tanto, estamos en condiciones de afirmar que en el interior de la pareja, el
sexo es algo fundamental.

En efecto, como medio de expresión de sentimientos y comunicación humana,


la dimensión sexual está llamada a ocupar un papel decisivo e insustituible en
la estructura que cimienta una pareja.

Si analizáramos los comienzos de toda relación, es fácil comprobar cómo en


los primeros tiempos de la misma, esta dimensión lo llena todo: el y ella lo
principal que desean es estar solos, descubrirse, acariciarse, poseerse,
entregarse, hacer el amor para comunicarse plenamente sus sentimientos.

En estas fases iniciales de la relación, la intimidad sexual es un hermoso


proceso en el que las parejas van aprendiendo a complementarse y
comunicarse; descubren los gustos y preferencias del otro, aprenden a
descubrir donde se localizan las sensibilidades de su pareja, exploran y
descubren cada centímetro del cuerpo de la otra persona, etc.

En cierto modo, una pareja que ya ha logrado alcanzar suficiente grado de


dominio en las artes sexuales, cada vez que hace el amor, es como si
representara una obra de ballet: los movimientos son armónicos, están
destinados a representar y transmitir un sentimiento, un mensaje, el acto en sí
es tierno y apasionado, tiene belleza estética.

Con el advenimiento de la vida matrimonial, los factores que sabotean esta


obra de ballet, empiezan a manifestarse.

Por un lado, como ya se indicó, el hacerse cargo de los compromisos y


responsabilidades de administrar un hogar va exigiendo cada vez más tiempo
y dedicación. El mantenimiento del hogar, los cuidados de la casa, el pago de
las cuentas y deudas. Todos estos elementos empiezan a robarle tiempo a la
intimidad.
Acto seguido aparecen los hijos, que si bien son la consecuencia natural de la
actividad sexual de una pareja, con su presencia establecen un nuevo ritmo y
rutinas al matriminio. Durante el embarazo, la actividad sexual empieza a
verse disminuida, sea por razones culturales ( la vieja y equivocada creencia
de que las mujeres embarazadas ya no están interesadas en el sexo, por que su
afectividad se está maternizando) , sea por razones médicas ( recomendación
de los galenos por seguridad para el feto, sobre todo en embarazos de alto
riesgo), etc.

Luego del nacimiento, la lactancia establecerá un límite natural a la intimidad.


Ahora los senos ( supuestamente) cumplen otra función ( como si ello
excluyera su rol en la sexualidad de pareja). Por otro lado, los flamantes
padres, ahora deben alternarse los turnos para asistir al bebé en las noches
cuando este se despierta. Todo ello exigirá estar con el oido atento, y por lo
tanto habrá menos tiempo para el sexo. Además, el tener que levantase varias
veces en la noche, es sumamente cansador, y como al día siguiente uno o
ambos conyugues deben trabajar; ya no que quedará energía para la relación
sexual.
A esto debe agregarse ese sentimiento de incomodidad y casi de culpa de tener
relaciones, estando el bebe en el cuarto matrimonial. ( por lo cuál es altamente
recomendable trasladarlo a su cuarto a la brevedad posible)

Con el paso del tiempo y el creciiento de los hijos, aparece en la pareja el


temor de que si tienen relaciones, sus hijos los escuchen, o uno de ellos entre
repentinamente al cuarto, o los llamen en mitad del acto, etc., etc.

Tampoco suele ser raro que ( no casualmente) uno de los hijos invada la cama
matrimonial y establezca la nada saludable costumbre de dormir con papá y
mamá. En el peor de los casos incluso el hijo invasor del lecho, acabará
desalojando a papá de su cama compartida con mamá, estableciendo las bases
de un conflicto de profundas implicancias tanto para el matrimonio, como para
ese niño, que con toda seguridad actúa acicateado por sus profundos
sentimientos edípicos (*)

De manera que tal vez a estas alturas el lector esté a punto de concluir que no
es posible compatibilizar la vida sexual y las otras obligaciones de la vida en
pareja o matrimonial.
Esto no tiene por que ser necesariamente así: justamente el tomar consciencia
y aceptar lo fundamental que es para una pareja su relación sexual les puede
servir para que dediquen tiempó y energías a planificar los otros aspectos con
sumo detale y cuidado, de tal manera a impedir que la atención a los mismos
acabe por deteriorar esta hermosa dimensión de su vida conyugal.

Si una pareja se organiza, es posible establecer sistemas de convivencia que


aseguren el respecto cuidado de su vida íntima.

Como ejemplos de estas estrategias, a continuación citamos algunas que se


relacionan con todos los obstáculos citados recientemente:

Durante el embarazo: muchas pareja dialogan y acaban concluyendo que


muchas mujeres incluso se sienten mas exitadas durante su embarazo, debido
a que ya no corren peligro de embarazarse ( ya lo están). Además a muchos
varones les exita especialmente la nueva figura de su mujer. Por otro lado,
suelen acordar en todo caso, controlar la intensidad de sus relaciones, para no
dañar al feto en gestación.

En ocasión de la lactancia, muchas parejas descubren que los senos ( que


originalmente la mujer consideraba entregados a su pareja, ahora los comparte
con el nuevo miembro de la familia, y el hombre lo acepta.

Respecto a tener al bebé en el cuarto conyugal, es recomendable mudarlo a su


cuarto a los dos meses de vida, renunciando a la comodidad de tenerlo al lado
de la cama matrimonial, pero recibiendo el premio de la intimidad para el
sexo.

Además, respecto al temor de no escuchar al bebe si se despierta y llora,


existen actualmente muchos aparatos electrónicos que actuan como
amplificadores de sonidos o radiotransmisores que comunican cuarto a cuarto
los sonidos.

El cansancio de levantarse, puede obviarse, teniendo relaciones ni bien el bebé


se durmió inicialmente.

En ningún momento debe permitirse a los niños dormir con sus padres.
Cuando los hijos ya son más grandes deben acostumbrarlos a que toquen la
puerta del cuarto conyugal, antes de entrar. En ocasiones habrá que echarle
llave a la puerta, etc.
Cuando ya han crecido más todavía, sería muy bueno que algún viernes, y
aprovechando que al día siguiente no hay escuela, los niños vayan a dormir a
casa de la abuela, de algun familiar o de sus amiguitos, dejando a mamá y
papá la casa para ellos solos.

Más adelante, incluso, los padres podrían tener una “ escapada de fin de
semana”, a algún hotel fuera de la ciudad o algo parecido.

Tal vez este tipo de medidas les puedan parecer muy exigentes y complicadas
a los lectores. Lo son ciertamente, pero el esfuerzo bien valdrá la pena. De lo
contrario, la opción es dejarse estar y prepararse para que la vida sexual se
vaya marchitando lentamente.

Como síntesis general de este capitulo se tiene que todos los elementos a los
que pasado revista, naturalmente tenderán a actuar como saboteadores de la
vida en pareja, y poderosos aliados del veneno de la rutina: la existencia de
compromisos que atender, deudas que pagar, la atención del trabajo y la
carrera, y los numerosos obstáculos a la vida sexual.

Sin embargo, de igual forma como se planifica y estructura la vida laboral o


profesional, una pareja puede encontrar los mecanismos para proteger su
relacionamiento contra la corrosión de la rutina.

Los conyugues deben poder encontrar tiempo y lugar para segur adelante con
su romance, sin dejar de atender las otras realidades de su vida en pareja.

Esto por supuesto requiere de una íntima comunicación, mucho diálogo y


consenso sobre qué es lo verdaderamente importante para la pareja. Las
estadísticas indican que muchos matrimonios fracasan en su lucha ante la
rutina. Pero los pocos que logran ganar la batalla, dan testimonio de que su
lucha y esfuerzo valió la pena y de que los resultados ¡ son fantásticos!

( vease las teorias sobre el complejo de edipo en los tratados de psicoanálisis)


LA CRISIS

Todo esto viene a deteriorar la pareja


Murio el amor...

TIENE SALVACION MI RELACION DE PAREJA?

EL DIVORCIO EMOCIONAL

RAZONES QUE PUEDEN ( O NO) LLEVAR A DIVORCIARSE

Los hijos
La soledad
El qué dirán
Razones económicas
Infidelidades
Maltrato
Vicios
Cambios importantes de aptitudes
Diferencias estructurales de criterio sobre temas fundamentales
Dinero
Educación de los hijos
Proyectos personales.

LA HORA DE LA DECISION

Si no pudo hacer un buen matrimonio, haga un buen divorcio


Siempre serán una familia ( usted y sus hijos)

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