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Scorsese asegura que sus orígenes y

el neorrealismo italiano marcan su


cine
La filmografía del cineasta se reúne en una colección de DVD
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BARBARA CELIS

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Nueva York 18 SEP 2004

Martin Scorsese dio el jueves en Nueva York una lección de cine magistral. El
realizador presentó en el Director's Guild of America la reedición en DVD
de Uno de los nuestros y Malas calles y el debut en el formato de Who's that
knockning at my door, su primer largometraje; Alicia ya no vive aquí, y Jo, qué
noche, una colección que saldrá en España el 16 de noviembre. El cineasta
redescubrió sus orígenes y las señas de identidad que han marcado su cine, y
mostró su confianza en que los jóvenes den al séptimo arte un nuevo
impulso.

Si hay algo que Scorsese admite que deja imborrable huella en su obra son
sus orígenes y el neorrealismo italiano. "De pequeño, toda mi familia se
reunía alrededor de una televisión en blanco y negro y veíamos,
subtituladas, películas como El ladrón de bicicletas o Roma, ciudad
abierta", recordaba. "Mi padre, que se había ido de Italia en 1910, lloraba. Y
en esa habitación, con esas películas, descubrí que ése era el verdadero
corazón de la verdad". Su infancia en Little Italy, además, dejó su sello en su
manera de narrar. "Aprendí la tradición oral de los italianos. Los niños eran
auténticos narradores. Y de ahí, de la calle, es de donde salen primero todas
las historias".
Su colaboración con el productor Roger Corman, para quien dirigió Boxcar
Bertha (su segunda película) fue, para Scorsese, imprescindible. "Con él
aprendí cómo hacer una película", asegura. También fue un paso hacia otro
territorio. "Recuerdo que se la enseñé a mis amigos y no les gustó. Cuando
John Cassavetes la vio me abrazó, luego me alejó de él y me dijo: 'Has pasado
un año de tu vida haciendo mierda. ¿No tienes nada que quieras contar?
Pues hazlo?'. Así acabé el guión de Malas calles, conseguí los actores y
empecé a rodar". A Cassavetes, Scorsese le atribuye precisamente haber
abierto un terreno por el que luego él se movería con maestría: el del cine
verdaderamente independiente.

Pasarían años, y títulos imprescindibles del cine como Taxi driver y Toro
salvaje, hasta que llegara, en 1990, Uno de los nuestros. "Siempre hubo una
tensión entre lo que quería decir y la taquilla. Y esta película creo que es lo
más cerca que puedo estar de lo que se entiende por una película de
Hollywood".

Cuando habla de Hollywood, Scorsese habla de los grandes estudios. Y, al


igual que cuando se refiere a la crisis en el cine italiano de hoy, Scorsese
constata que ha desaparecido la grandeza, algo que "tiene que ver con la
situación económica, política y social", en su opinión. "La sociedad dicta las
películas que hacemos, lo mismo en Italia que en Estados Unidos". Su
análisis no tiene fronteras: "Cuanto más dinero hay, menos riesgo. En los
años sesenta, por ejemplo, en Francia, en el Reino Unido y en Italia se
intentaba redefinir el lenguaje del cine. Hoy, si haces una película con 110
millones de dólares -lo que costó su Gangs of New York- la película se altera.
Si el estudio invierte ese dinero no puedes permitir que la gente salga del
cine deprimida, o enfadada. Por eso yo ya no sé si hay espacio para mí".

Scorsese, que asegura que con The aviator, su próximo filme, intentará
conseguir "un gran espectáculo a la vez que se trata un tema oscuro", pone
su esperanza en los jóvenes. "Siempre va a haber quien quiera decir algo y
va a conseguir decirlo. Nosotros lo hicimos en Taxi driver y son los jóvenes
los que conseguirán romper las barreras también hoy".

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