Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
peruano
Nuestro sistema penitenciario se sustenta en una base legal moderna, cuyo
desarrollo autónomo se inició con la primera ley penitenciaria nacional, el Decreto
Ley 17581 del 15 de abril de 1969, modificado en parte por el Decreto Ley No.
23164 del 16 de julio de 1980 que incluyó la redención de penas por el estudio;
asimismo fue importante la Constitución Política de 1979 que rigió desde 1980, y
que recogió normativamente al Código de Ejecución Penal aún no existente en
dicho año; asimismo el Reglamento Penitenciario aprobado por Decreto Supremo
No. 023-82-JUS, aunque prácticamente no tuvo mayor vigencia o aplicación real,
y también el Código de Ejecución Penal de 1985, normas hoy derogadas.
El actual Código de Ejecución Penal, promulgado por Decreto Legislativo No.
654 del 31 de julio de 1991, y que consta de 153 artículos, establece los
lineamientos generales del vigente sistema penitenciario nacional, teniendo
como objetivo cardinal la resocialización del interno. Asimismo es importante
el Reglamento de dicho Código de Ejecución Penal, aprobado por el Decreto
Supremo No. 015-2003-JUS, y constituye otra de las bases legales de nuestro
sistema penitenciario. De igual modo, el actual Reglamento de Organización y
Funciones del INPE, que fue aprobado por el Decreto Supremo No. 009-2007-
JUS.
Igualmente, la Constitución política de 1993 es la fuente legal de mayor
rango, y sigue la tendencia acogida por la Carta política de 1979, estipulando
en el artículo 139, inciso 22: "El principio de que el régimen penitenciario
tiene por objeto la reeducación, rehabilitación y reincorporación del
penado a la sociedad", en otros términos, el logro de la resocialización del
condenado.
No obstante este importante desarrollo normativo, anotamos que todavía el
divorcio entre lo que señala la ley y su plasmación concreta es muy notoria y
abismal, por ello decimos que hasta el momento tenemos un moderno
sistema penitenciario formal, pero no real o fáctico.
El Instituto Nacional Penitenciario
(INPE)
El sistema penitenciario peruano actualmente se halla bajo la dirección del
Instituto Nacional Penitenciario desde el año de 1985.
Antecedentes
La entidad encargada de dirigir el sistema penitenciario peruano, hasta antes
de la dación del Código de Ejecución Penal de 1985 fue la "Dirección
General de Establecimientos Penales y Readaptación Social", que constituía
una dirección importante del Ministerio de Justicia de esos años.
Como se puede recordar la existencia de una entidad a nivel nacional,
encargada de los centros carcelarios del país es obra del siglo XX. Al respecto
podemos rememorar que a inicios del siglo XIX, aún subsistió la práctica de
encargar en manos privadas el control de la POLÍTICA PENAL Y POLÍTICA
PENITENCIARIA, que luego pasaron a jurisdicción de los municipios,
posteriormente a las autoridades políticas, y más tarde por disposición del
artículo 136 del Código Penal de 1924 bajo la supervisión de la Inspección
General de Prisiones, dirigida por un funcionario denominado Inspector
General de Prisiones, entidad que recién se hizo efectiva en 1927.
Años después, en 1929, dicha Inspección se transformó en Dirección
General de Establecimientos Penales, habiendo sufrido cambios posteriores
en su denominación y estructura.
En 1985, con el primer Código de Ejecución Penal (C.E.P.), se creó el
Instituto Nacional Penitenciario (INPE), que sustituyó a la Dirección
General de Establecimientos Penales y Readaptación Social, como un
organismo público descentralizado, con autonomía normativa, económica,
financiera y administrativa, integrante del Sector justicia y con pliego
presupuestal propio.
Años después, con el nuevo C.E.P. de 1991, la estructura orgánica de la
entidad rectora del sistema penitenciario peruano sufrió algunos cambios, que
fueron delineados por el Reglamento de Organización y Funciones (ROF) del
INPE, del 11 de febrero de 1993; sin embargo, cinco años después, por
Resolución Ministerial No. 199-98- JUS, del 10 de setiembre de 1998, se
aprobó un nuevo Reglamento, el mismo que luego de más de dos años de
vigencia, fue reemplazado por el actual Reglamento de Organización y
Funciones del INPE, aprobado por el Decreto Supremo No. 009-2007-JUS,
del 9 de octubre del año 2007.
Organización del Instituto Nacional
Penitenciario
De acuerdo con el C.E.P. de 1991 y el Reglamento de Organización y
Funciones del INPE (Art. 2º.), se trata de un Organismo público
descentralizado del Sector Justicia, rector del Sistema Penitenciario
Nacional, con personería jurídica de derecho público y autonomía
normativa, económica, financiera y administrativa.
Objetivo principal del INPE (Art.134 del CEP y 4º. del ROF): Dirigir y
controlar técnica y administrativamente el Sistema Penitenciario Nacional,
asegurando una adecuada política penitenciaria tendiente a la resocialización
del interno. Además conforme al artículo II del Título Preliminar del Código
de Ejecución Penal, la ejecución de la pena, tiene por objeto, la
reeducación, rehabilitación y reincorporación del interno a la sociedad.
Estructura orgánica del INPE: Actualmente se halla conformado por una
Alta Dirección (Consejo Nacional Penitenciario y Secretaría General),
órganos de control y de asuntos internos, órganos de asesoramiento, órganos
de apoyo, órganos de línea, órganos desconcentrados, y órganos de
capacitación e investigación.
El Consejo Nacional Penitenciario (Art. 137 del CEP y Art. 7º. del ROF),
es un órgano colegiado a cargo de la dirección del INPE, que conduce la
política del Sistema Penitenciario nacional, y que está integrado por el
Presidente, el Vicepresidente y el Tercer Miembro.
Los Órganos Desconcentrados, son las Oficinas Regionales que tienen a su
cargo las funciones de dirigir, evaluar y supervisar la ejecución de las penas
privativas de libertad y limitativas de derechos, en los diversos establecimientos
que se hallan bajo su ámbito jurisdiccional.
Estas oficinas regionales están a cargo de un Director Regional, y en la actualidad
existen ocho direcciones regionales que tienen sus sedes en las ciudades de
Chiclayo (Dirección Regional Norte), Lima (D.R. Lima), Arequipa (D.R. Sur),
Huancayo (D.R. Centro), Pucallpa (D.R. Oriente), Cusco (D.R. Sur Oriente), San
Martín (D.R. Nor Oriente) y Puno (D.R. Altiplano)
LA EJECUCIÓN DE LAS PENAS EN EL
PERÚ
Teniendo en cuenta los diversos tipos de penas establecidas por el Código
penal peruano, podemos apreciar diversas modalidades de ejecución
penal, en función a las particularidades de tales sanciones, como son:
- Ejecución de las penas Privativas de la libertad,
-Ejecución de las penas Restrictiva de libertad,
-Ejecución de las penas Limitativas de derechos, y
- Ejecución de la pena de Multa.
De todas ellas, el Código de ejecución penal encarga al INPE la ejecución
de las tres primeras, así como las medidas de seguridad, pero
fundamentalmente de las penas privativas de la libertad.
Regímenes de ejecución de las penas privativas de libertad
El régimen de ejecución de estas penas ha logrado mayor desarrollo debido a
que esta modalidad de sanción penal es la que prácticamente originó el
surgimiento de la Ciencia Penitenciaria y luego del Derecho Penitenciario o
de Ejecución Penal, debido al tiempo que demanda de su ejecución. Por ello,
gran parte del Código de Ejecución Penal está centrado en regular la
ejecución de esta pena, que evidentemente sigue siendo la más importante,
aunque sujeta a muchas críticas
En nuestra realidad, las penas privativas de libertad se ejecutan
generalmente bajo la modalidad de regímenes penitenciarios institucionales,
esto es dentro de un centro carcelario: Al respecto nuestro Código de
Ejecución Penal (CEP) considera tres regímenes de ejecución de la pena
privativa de libertad, dentro de una institución carcelaria, que son el:
cerrado, semiabierto y abierto. Sin embargo, en la práctica sólo existe el
régimen de ejecución cerrado de las penas privativas de la libertad.
Régimen Cerrado de Ejecución Penal
Que se cumple dentro de un establecimiento penitenciario cerrado, el mismo
que puede tener diversos grados de seguridad. Los lineamientos iniciales
de este régimen se estipularon por el Decreto Ley No. 17581 del 15 de abril
de 1969, que reguló por primera vez que el régimen aplicable a los
condenados a pena privativa de libertad sería de tipo (cerrado) progresivo.
Mas tarde, el Código de Ejecución Penal de 1985 estipuló también, que el
"tratamiento penitenciario se realiza mediante el sistema progresivo"; y el
vigente C.E.P de 1991, en su artículo IV repite lo mismo, empleando un
término inadecuado ya que debió decir Régimen cerrado progresivo.
Posteriormente, debido a los cambios en los tipos de penas del Código penal
y al haberse incluido la cadena perpetua en nuestra legislación, se pueden
considerar dos modalidades de sanción privativas de libertad: una temporal y
otra perpetua, cada una con sus propios regímenes de ejecución, el régimen
cerrado temporal de duración variable y el régimen cerrado perpetuo.
1) Régimen de ejecución penal Cerrado
Temporal (hasta 35 años)
1) Régimen de ejecución penal Cerrado Temporal (hasta 35 años)
Estipulado por el Código de Ejecución Penal (C.E.P), el Reglamento del
C.E.P.; el Decreto Legislativo No. 984 (21 de Julio 2007), entre otros. Este
régimen cerrado temporal es para la ejecución de las penas privativas de
libertad, cuyo máximo actual de privación de la libertad es de 35 años, y que
concordado con el inciso 1º. del artículo 97 y el artículo 98 del C.E.P. tiene
dos modalidades: un Régimen progresivo cerrado Ordinario y un Régimen
progresivo cerrado Especial.
Régimen cerrado ordinario
Máxima seguridad
Para sentenciados
Para procesados
Mediana seguridad y mínima seguridad
Régimen cerrado especial
Máxima seguridad y mediana seguridad
Para delincuentes comunes y de difícil readaptación
Para delincuentes terroristas y excepcionalmente,
Procesados
1) Régimen de ejecución penal Cerrado Temporal (hasta 35 años)
Estipulado por el Código de Ejecución Penal (C.E.P), el Reglamento del
C.E.P.; el Decreto Legislativo No. 984 (21 de Julio 2007), entre otros. Este
régimen cerrado temporal es para la ejecución de las penas privativas de
libertad, cuyo máximo actual de privación de la libertad es de 35 años, y que
concordado con el inciso 1º. del artículo 97 y el artículo 98 del C.E.P. tiene
dos modalidades: un a.- Régimen progresivo cerrado Ordinario y b.-
Régimen progresivo cerrado Especial.
a.- El Régimen Cerrado (progresivo) ORDINARIO
Según las primeras leyes y en parte el art. IV del Título Preliminar y los
artículos 97 y 98 del CEP se estipuló esta modalidad, que en sus años
iniciales formalmente constaba de tres etapas. Actualmente el régimen
cerrado tiene un periodo de observación y otro de tratamiento (Art. 58
del Reglamento del CEP)
- Observación:
Esta fase está a cargo de un Equipo Técnico interdisciplinario que de acuerdo a cada legislación tiene
diversos nombres: "Equipo Técnico de Observación", Órgano Técnico de Tratamiento (Art. 108, CEP-
1991), y que en base a los exámenes médico, psicológico, social (Arts.62 y 63 del C.E.P y art. 98 del
Reglamento el CEP), debe establecer lo siguiente:
Diagnóstico criminológico.
Pronóstico criminológico.
Clasificación del interno según sus posibilidades de readaptación social, en el establecimiento
penitenciario o sección del mismo que le corresponda.
- Programa de tratamiento individualizado
Tratamiento: El programa de tratamiento individualizado se debe iniciar
con la ubicación del interno en el establecimiento o la sección que se haya
recomendado en la fase de observación. En este periodo el recluso será
sometido al tratamiento indicado, ya sea a través de métodos sociales,
educativos, psicológicos, médico-biológicos y otros que permitan su
resocialización.
También en esta fase o periodo, el interno puede acogerse a los siguientes
beneficios penitenciarios: Semilibertad, Liberación condicional,
Redención de la pena por el trabajo y la educación y Permiso de
Salida hasta por un máximo de 72 horas (Los dos últimos beneficios se
conceden también al interno procesado), en función de la pena cumplida y
ciertas particularidades establecidas por leyes especiales en cada caso.
Los internos procesados estarán sujetos a las reglas del régimen cerrado
ordinario, sin embargo excepcionalmente y previo informe
debidamente fundamentado del OTT (órgano técnico de tratamiento),
podrán ser ubicados en alguna de las etapas del régimen cerrado especial
según señala el Art. 11B del CEP, adicionado por el Decreto Legislativo
984.
Asimismo, de acuerdo al artículo 11C del CEP, adicionado también por el
Decreto Legislativo No. 984, y concordado con los artículos 58, 59 y 60 del
Reglamento del CEP, los internos que se hallan en el régimen cerrado
ordinario se clasifican en las siguientes etapas:
. Máxima Seguridad: caracterizado por estricta disciplina y mayor control
. Mediana seguridad, y
. Mínima seguridad.
Los procesados o sentenciados vinculados a organizaciones criminales
que no hayan sido clasificados en el Régimen Cerrado Especial,
necesariamente serán ubicados en la etapa de máxima seguridad (del
régimen cerrado ordinario)
• Los internos bajo el régimen cerrado ordinario se hallan sujetos a ciertas normas de vida dentro
del penal (Art. 60 del Reglamento del CEP)
• El interno puede permanecer en su celda, pasadizos o en el patio desde las 6 hasta las 18 horas
• Entre las 18 y 21 horas se les permite utilizar los pasadizos del pabellón
Principio de Resocialización
En la exposición de Motivos del código de Ejecución
Penal de 1991, se establece que uno de los pilares
fundamentales del ordenamiento jurídico
penitenciario es el principio de resocialización del
penado a través de un tratamiento científico .
Recoge las reglas mínimas para el tratamiento
de los reclusos aprobadas por el I Congreso de
las Naciones Unidas sobre Prevención del
Delito y Tratamiento del Delincuente y sus
Modificatorias, así como las Reglas Mínimas
adoptadas por el Consejo de Europa del 19 de
enero de 1973.
Algunos tratadistas han manifestado que el
principio de Resocialización comprende tanto
el proceso reeducativo como al resultado, la
reincorporación social, sin que se descuide
tampoco la comprensión jurídica de este
resultado y que es determinada por la
rehabilitación.
En otras palabras, este principio establece que la
finalidad de la ejecución penal será lograr que el
condenado adquiera la capacidad de comprender
y respetar la ley procurando su adecuada
reinserción social, estableciéndose así cuáles son
los objetivos que debe perseguir el Estado durante
la ejecución de la pena privativa de la libertad y a
los que deben estar orientados la actividad de los
operadores penitenciarios y judiciales.
Por otra Parte y dentro de éste contexto axiológico, la
reinserción representa un proceso de introducción del
individuo en la sociedad, es favorecer directamente el
contacto activo recluso-comunidad, lo que significa que los
operadores penitenciarios deben iniciar con la condena un
proceso de rehabilitación de los contactos sociales del recluso
y procurar atenuar los efectos negativos de la pena,
permitiendo que la interacción del interno en el
establecimiento penal se asemeje lo más posible a la vida en
libertad y, en la medida de la ubicación del penado dentro del
régimen y tratamiento penitenciario, promover y estimular las
actividades compatibles con dicha finalidad
Allí cobran especial relevancia aquellos institutos penitenciarios
o llamados en nuestro ordenamiento jurídico como beneficios
que promueven el restablecimiento de vínculos con la misma
sociedad que dispuso separarlos provisoriamente a causa del
perjuicio ocasionado a bienes jurídicos protegidos por la
legislación penal. De las normas receptoras del Principio se
trasluce que con la ejecución de la pena privativa de la libertad
se persigue fines de prevención especial, postura asumida por
la moderna doctrina penitenciaria que considera que el
objetivo fundamental de la resocialización del penado se
circunscribe a que este respete la ley penal y que se abstenga
de cometer delitos en el futuro.
Es dable mencionar que el ideal resocializado se
vincula con la finalidad de la ejecución de las penas
privativas de la libertad, ya que con la ejecución de las
medidas de seguridad se persiguen otros objetivos
vinculados con la rehabilitación, mientras que en las
penas de multa e inhabilitación prevalecen aspectos
retributivos. Más allá del ideal resocializador, no
podemos dejar pasar por inadvertido el inacabado
debate acerca de si la prisión y el medio carcelario
son los instrumentos aptos para alcanzar tal finalidad.
Al respecto no hacen falta profundas investigaciones
científicas para observar los daños que deja la cárcel en
quien la vivió, por ello es que creemos que le
corresponde al Estado, en primer lugar, arbitrar los
medios para evitar la
de socialización del condenado y luego ofrecer un
sistema de ejecución de la pena privativa de la libertad
que contenga medios y oportunidades que permitan su
reinserción social dentro de un ambiente que respete su
dignidad humana y el libre desarrollo de su personalidad.
Principio de Legalidad Ejecutiva
27. El orden y la disciplina se mantendrán con firmeza, pero sin imponer más
restricciones de las necesarias para mantener la seguridad y la buena
organización de la vida en común.
28. 1) Ningún recluso podrá desempeñar en los servicios del establecimiento
un empleo que permita ejercitar una facultad disciplinaria. 2) Sin embargo,
esta regla no será un obstáculo para el buen funcionamiento de los sistemas a
base de autogobierno. Estos sistemas implican en efecto que se confíen, bajo
fiscalización, a reclusos agrupados para su tratamiento, ciertas actividades o
responsabilidades de orden social, educativo o deportivo.
29. La ley o el reglamento dictado por autoridad
administrativa competente determinará en cada caso:
a) La conducta que constituye una infracción
disciplinaria; b) El carácter y la duración de las
sanciones disciplinarias que se puedan aplicar; c)
Cuál ha de ser la autoridad competente para
pronunciar esas sanciones.
30. 1) Un recluso sólo podrá ser sancionado conforme a las
prescripciones de la ley o reglamento, sin que pueda serlo
nunca dos veces por la misma infracción. 2) Ningún
recluso será sancionado sin haber sido informado de la
infracción que se le atribuye y sin que se le haya permitido
previamente presentar su defensa. La autoridad competente
procederá a un examen completo del caso. 3) En la medida
en que sea necesario y viable, se permitirá al recluso que
presente su defensa por medio de un intérprete.
31. Las penas corporales, encierro en celda oscura, así como toda sanción
cruel, inhumana o degradante quedarán completamente prohibidas como
sanciones disciplinarias.
32. 1) Las penas de aislamiento y de reducción de alimentos sólo se
aplicarán cuando el médico, después de haber examinado al recluso, haya
certificado por escrito que éste puede soportarlas. 2) Esto mismo será
aplicable a cualquier otra sanción que pueda perjudicar la salud física o
mental del recluso. En todo caso, tales medidas no deberán nunca ser
contrarias al principio formulado en la regla 31, ni apartarse del mismo. 3)
El médico visitará todos los días a los reclusos que estén cumpliendo tales
sanciones disciplinarias e informará al director si considera necesario poner
término o modificar la sanción por razones de salud física o mental.
Medios de coerción
33. Los medios de coerción tales como esposas, cadenas, grillos y camisas de
fuerza nunca deberán aplicarse como sanciones. Tampoco deberán emplearse
cadenas y grillos como medios de coerción. Los demás medios de coerción sólo
podrán ser utilizados en los siguientes casos: a) Como medida de precaución
contra una evasión durante un traslado, siempre que sean retirados en cuanto
comparezca el recluso ante una autoridad judicial o administrativa; b) Por
razones médicas y a indicación del médico; c) Por orden del director, si han
fracasado los demás medios para dominar a un recluso, con objeto de impedir
que se dañe a sí mismo o dañe a otros o produzca daños materiales; en estos
casos, el director deberá consultar urgentemente al médico, e informar a la
autoridad administrativa superior.
34. El modelo y los métodos de empleo autorizados
de los medios de coerción serán determinados por la
administración penitenciaria central. Su aplicación no
deberá prolongarse más allá del tiempo estrictamente
necesario.
Contacto con el mundo exterior
A.-Condenados
Principios rectores
56. Los principios que se enumeran a continuación tienen por objeto definir el
espíritu conforme al cual deben administrarse los sistemas penitenciarios y los
objetivos hacia los cuales deben tender, conforme a la declaración hecha en la
observación preliminar 1 del presente texto.
57. La prisión y las demás medidas cuyo efecto es separar a un delincuente del
mundo exterior son aflictivas por el hecho mismo de que despojan al individuo de
su derecho a disponer de su persona al privarle de su libertad. Por lo tanto, a
reserva de las mediadas de separación justificadas o del mantenimiento de la
disciplina, el sistema penitenciario no debe agravar los sufrimientos inherentes a
tal situación.
58. El fin y la justificación de las penas y medidas privativas de
libertad son, en definitiva, proteger a la sociedad contra el crimen.
Sólo se alcanzará este fin si se aprovecha el período de privación de
libertad para lograr, en lo posible, que el delincuente una vez liberado
no solamente quiera respetar la ley y proveer a sus necesidades, sino
también que sea capaz de hacerlo.
59. Para lograr este propósito, el régimen penitenciario debe emplear,
tratando de aplicarlos conforme a las necesidades del tratamiento
individual de los delincuentes, todos los medios curativos,
educativos, morales, espirituales y de otra naturaleza, y todas las
formas de asistencia de que puede disponer.
60. 1) El régimen del establecimiento debe tratar de reducir las
diferencias que puedan existir entre la vida en prisión y la vida libre en
cuanto éstas contribuyan a debilitar el sentido de responsabilidad del
recluso o el respeto a la dignidad de su persona. 2) Es conveniente que,
antes del término de la ejecución de una pena o medida, se adopten los
medios necesarios para asegurar al recluso un retorno progresivo a la
vida en sociedad. Este propósito puede alcanzarse, según los casos, con
un régimen preparatorio para la liberación, organizado dentro del
mismo establecimiento o en otra institución apropiada, o mediante una
liberación condicional, bajo una vigilancia que no deberá ser confiada
a la policía, sino que comprenderá una asistencia social eficaz.
62. Los servicios médicos del establecimiento se
esforzarán por descubrir y deberán tratar todas las
deficiencias o enfermedades físicas o mentales que
constituyen un obstáculo para la readaptación del
recluso. Para lograr este fin deberá aplicarse
cualquier tratamiento médico, quirúrgico y
psiquiátrico que se juzgue necesario.
63. 3) Es conveniente evitar que en los establecimientos
cerrados el número de reclusos sea tan elevado que llegue
a constituir un obstáculo para la individualización del
tratamiento. En algunos países se estima que el número de
reclusos en dichos establecimientos no debe pasar de 500.
En los establecimientos abiertos, el número de detenidos
deberá ser lo más reducido posible. 4) Por el contrario, no
convendrá mantener establecimientos que resulten
demasiado pequeños para que se pueda organizar en ellos
un régimen apropiado.
64. El deber de la sociedad no termina con la
liberación del recluso. Se deberá disponer, por
consiguiente, de los servicios de organismos
gubernamentales o privados capaces de prestar al
recluso puesto en libertad una ayuda
postpenitenciaria eficaz que tienda a disminuir los
prejuicios hacia él y le permitan readaptarse a la
comunidad.
Clasificación e individualización
67. Los fines de la clasificación deberán ser: a) Separar a los reclusos que, por su
pasado criminal o su mala disposición, ejercerían una influencia nociva sobre los
compañeros de detencion; b) Repartir a los reclusos en grupos, a fin de facilitar el
tratamiento encaminado a su readaptación social.
68. Se dispondrá, en cuanto fuere posible, de establecimientos separados o de
secciones separadas dentro de los establecimientos para los distintos grupos de
reclusos.
69. Tan pronto como ingrese en un establecimiento un condenado a una pena o
medida de cierta duración, y después de un estudio de su personalidad, se
establecerá un programa de tratamiento individual, teniendo en cuenta los datos
obtenidos sobre sus necesidades individuales, su capacidad y sus inclinaciones.
• Trabajo
•
71. 1) El trabajo penitenciario no deberá tener carácter aflictivo. 2) Todos los
condenados serán sometidos a la obligación de trabajar habida cuenta de su aptitud
física y mental, según la determine el médico. 3) Se proporcionará a los reclusos un
trabajo productivo, suficiente para ocuparlos durante la duración normal de una
jornada de trabajo. 4) En la medida de lo posible, ese trabajo deberá contribuir por su
naturaleza a mantener o aumentar la capacidad del recluso para ganar honradamente
su vida después de su liberación. 5) Se dará formación profesional en algún oficio
útil a los reclusos que estén en condiciones de aprovecharla, particularmente a los
jóvenes. 6) Dentro de los límites compatibles con una selección profesional racional
y con las exigencias de la administración y la disciplina penitenciarias, los reclusos
podrán escoger la clase de trabajo que deseen realizar.
B.- Reclusos alienados y enfermos mentales