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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Albert Poisson

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Albert Poisson

PRÓLOGO

El autor

Desgraciadamente el genio de Albert Poisson nos abandonó pronto. Una


tuberculosis que según parece le sobrevino durante el servicio militar minó su
salud y lo apartó de nosotros en 1893 a una muy temprana edad. Nació entre
1865 y 1870 en París o inmediaciones. Si creemos a A. Walstein, A. Poisson
falleció a los 24 años, contando con 22 cuando se editó la presente obra.
Según Jollivet Castellot falleció entre los 27 y 29 años. En las referencias de la
Biblioteca Nacional Francesa consta que nació en 1868.

Poisson se introdujo en el estudio de la alquimia cuando apenas contaba con


13 años. Dicen, que a esta corta edad ya visitaba periódicamente tanto la
Biblioteca Nacional Francesa como la Biblioteca del Arsenal y que solía visitar
anticuarios para comprar viejos libros de alquimia. Los que le conocieron
recordaban como se envolvía en su capa azul y como velaba noches enteras
ante su pequeño Atanor en su habitación de la c/ Saint Denis de París.

Podemos afirmar que Poisson despertó el interés por la alquimia en las


postrimerías del s. XIX y los inicios del XX junto a otras grandes figuras de la
época como Marcelin Berthelot, Cambriel, Cyliani y Tiffereau. Destacaremos
que tanto Fulcanelli, el gran alquimista del siglo pasado, como su discípulo
Eugène Canseliet, hicieron numerosas referencias en sus obras sobre sus
trabajos. Canseliet, en su obra “la Alquimia y su Libro Mudo”, nos cuenta que el
Dr. en medicina Emmanuel-Henri Lalande, más conocido bajo el seudónimo de
Marc Haven declaró que Poisson, que disponía de una edición original del
Mutus Liber (Un tratado de 1677 que contiene 15 láminas con imágenes que
desarrollan la obra hermética y que fue y es muy apreciado por los
alquimistas), fue un querido y llorado amigo que murió joven minado por el
trabajo y la tuberculosis. Según el citado Doctor, Poissoin era infatigable, a
todas horas se dedicaba al estudio y a la práctica, sin importarle ni su continua
fiebre, ni su asma, ni sus persistentes ataques de tos ni su afonía crónica.
Repartía su tiempo entre las bibliotecas de París, el laboratorio de química de
la facultad de Medicina de París y su estudio de la c/ Saint Denis. Además,
preparaba poco a poco un laboratorio en el sur de Francia, según parece en
Tolosa, donde pretendía construir un verdadero laboratotio-oratorio alquímico.
Su semblante al final de su vida era demacrado y pálido. Su muerte fue
fulminante. El deceso acaeció en la noche, mientras leía viejos manuscritos de
la Biblioteca Nacional.

Entre sus obras destacan además de la presente edición, “Nicolás Flamel y la


alquimia en el siglo XIV” y algunas traducciones como la “Carta sobre los
prodigios de la Naturaleza y del Arte” de Roger Bacon, los “Cinco tratados de
alquimia” (Tratados de Paracelso, Alberto el Grande, Roger Bacon, Ramón Llull
y Arnau de Vilanova, que Poisson tradujo del latín. N. del T.), el “libro de los
Fuegos” de Marcus Graecus que comentó para la “Revista Científica” en 1891.
Bajo el seudónimo de Philophotes escribió diversos artículos para la revista “La
Iniciación” fundada por Papus. También pretendió crear una enciclopedia
alquímica, histórica, práctica, bibliográfica y teórica pero lamentablemente su

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Teorías y símbolos de los alquimistas

muerte lo impidió. Sus serios estudios revelan un profundo conocimiento sobre


la química, su historia y la hermética. Tampoco su “Historia general de la
Alquimia desde sus orígenes hasta nuestros tiempos”, que se encontraba en
preparación en 1891 llegó finalmente a editarse.

Nos permitirá el lector rendir homenaje al joven Poisson recordando la


dedicatoria que le rindió tras su muerte su buen amigo y discípulo F. Jollivet
Castellot (fundador y secretario general de la Sociedad Alquímica Francesa),
en su libro “Como nace un alquimista”: “Vuestro espíritu ha entrado en la
inmortalidad, Maestro venerable, vuestros trabajos profundos y hechos a
conciencia inspiran hoy a la Ciencia Regenerada. Al frente de vuestra Obra, el
Renacimiento alquímico nos ha sido dado para continuaros, inspirados en
vuestras ideas. Vuestro nombre queda soberbiamente inscrito. Fundador de la
Sociedad Hermética. A vos que dirigisteis esta corriente mágica de la Tradición;
no abandonamos en absoluto esta tarea ingrata, aunque fértil. Vuestros
devotos amigos están consagrados a ello, fieles a vuestro deseo: Los doctores
Papus (G. Encause) y Marc Haven (Lalande), además F. Ch. Barlet, Stanislas
de Guaïta, Paul Sédir y vuestro humilde discípulo que soy.

El libro

Hubiéramos agradecido en gran medida, haber conocido la obra que tiene


ahora el lector en sus manos cuando nos iniciamos en el estudio, hace ya sus
buenos años, de esta admirable ciencia llamada Alquimia. El texto resultará
especialmente provechoso para los que se inician en este Arte y consolidará
los principios generales en los ya algo avezados estudiantes.

El texto editado en París en 1891 ha sido traducido directamente del que se


encuentra en la Biblioteca Nacional Francesa, texto que en su día dedicó el
autor a la Sociedad Química de Francia. El lector observará junto a la presente
traducción la dedicatoria firmada por A. Poisson.

El ya mencionado Jollivet Castellot, otorgó el adjetivo de “soberbia” a la obra


que hoy presentamos y Tripied en su “Vitriolo filosófico” editado en 1898, inicia
su primer párrafo con las siguientes palabras: ”No iniciaré este estudio sin
rendir un justo homenaje a la memoria del desaparecido Albert Poisson pues
su tratado “Teorías y Símbolos de los Alquimistas” es de una claridad sin
precedentes sobre todos los libros de alquimia de la antigüedad. Gracias a él
hoy se puede abrir con osadía no importa qué viejo manuscrito hermético para
entrar de lleno en los secretos que nuestros ancestros han guardado siempre
celosamente, penetrar en el pensamiento que los guió y procurar comprender
lo que pretendieron explicar en sus escritos.”

Vasilius

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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Las Figuras jeroglíficas de Nicolás Flamel

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INTRODUCCION

La Alquimia es la ciencia más nebulosa que nos ha legado la Edad Media.


La Escolástica con su argumentación infinitamente sutil. La Teología con su
fraseología ambigua. La astrología vasta y complicada, no son más que un
juego de niños comparados con la Alquimia.
Abra uno de esos venerables tratados herméticos del quinceavo o
dieciseisavo siglo y lea. Si no ha hecho estudios especiales sobre la materia, si
no ha sido iniciado en la terminología alquímica, si no tiene un cierto
conocimiento de la química inorgánica, cerrará pronto el volumen desengañado
y desanimado.
Algunos dirán que estas alegorías están vacías de sentido, que estos
símbolos misteriosos son figuras hechas a placer. Es fácil despreciar una cosa
que no se entiende. Son poco numerosos aquéllos a los que la resistencia irrita
y que aman la contienda. Ellos son los elegidos de la ciencia. Ellos disponen de
perseverancia, la primera virtud del sabio. Cuando se les presenta un problema
trabajan sin descanso hasta encontrar la solución. El ilustre químico Dumas,
partiendo de un hecho, tardó diez años en descubrir la ley de las sustituciones.
Los tratados herméticos son oscuros, es verdad, pero bajo esa oscuridad se
esconde la luz. Una vez la teoría alquímica es conocida, una vez es poseída la
clave de los principales símbolos, podrá atrevidamente emprender la lectura
de Ramón Llull, Paracelso, Bernardo el Trevisano, Flamel, Roger Bacon,
Filaleteo. Lo que parecía vacío de sentido lo encontrará lógico, leerá como
Marielle leía los jeroglíficos, incluso probara descifrarlos Vd. mismo, a
deletrearlos y así recitar esta lengua desconocida. A marchar paso a paso pero
seguro hacia la luz.

II

Como muchas otras ciencias, la alquimia nació en el antiguo Egipto. En su


origen, su conocimiento estuvo reservado a los sacerdotes y a los iniciados que
operaban bajo el más grande misterio y en el silencio de sus santuarios.
Finalizada la conquista romana, los secretos isíacos pasaron a los
neoplatónicos y a los gnósticos. Es de esta época (segundo y tercer siglo de la
era cristiana) que data verdaderamente la alquimia. Es entonces cuando
fueron escritos los primeros tratados alquímicos. Algunos de los que nos han
llegado son de Ostanés, Pélago, el pseudo Demócrito, Sinesio, Zósimo,
Hermes, el anónimo cristiano, Cleopatra. Estos tratados o arte de hacer oro
que se encuentran al lado de recetas metalúrgicas y económicas han sido
estudiados y puestos al día por M. Berthelot en su “Introducción al estudio de la
Química” y sobre todo en su “Colección de alquimistas griegos”. Se puede
constatar que ya desde entonces, la alquimia está constituida como un todo,
sus teorías atravesaran la Antigüedad sin cambios hasta llegar a nuestro gran
Lavoisier.
Cuando los bárbaros invaden Europa, las ciencias, las artes y las letras
mueren en Occidente. Es en Oriente donde las reencontramos entre las manos
de los árabes. Sus químicos, observadores pacientes y operadores hábiles,
acceden al dominio de la ciencia y la desembarazan de sus elementos

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Teorías y símbolos de los alquimistas

extraños, magia, cábala y misticismo. El más célebre entre ellos, Geber, es el


primero que habla del ácido azoico y del agua regia. Nos es suficiente citar
junto a él, otros nombres: Avicena, Rhasés, Alphidius, Calid, Morien, Avenzoar.
Con los árabes acaban los inicios de la alquimia, ésta camina de aquí en
adelante hacia su apogeo. En la Europa desembarazada de los terrores del
Año Mil, hubo como una suerte de renacimiento. Las Cruzadas permitieron a
Occidente adquirir gloria y ciencias. Y es que las Cruzadas reportaron lo más
precioso: las obras de Aristóteles y los tratados de los alquimistas árabes.
La Filosofía toma un nuevo arranque y la alquimia cuenta con sus primeros
grandes maestros: Alain de Lille, Alberto el Grande, Roger Bacon, Santo
Tomás de Aquino, Ramón Llull. El camino estuvo de aquí en adelante
largamente abierto no sólo a la alquimia sino a todas las ciencias de la
observación: ¿Roger Bacon y Alberto el Grande, no sustituyeron la experiencia
a la autoridad de los antiguos?
Los alquimistas se multiplican sobre todo al final de los siglos XIV y XV. En
Inglaterra, George Ripley, Norton, Bartolomé. En Francia, Bernardo el
Trevisano y el célebre Nicolás Flamel. En Alemania Eck de Sultzbach, Ulsted,
el Abad Tritemio, Basilio Valentin, Isaac el Holandés.

III

Con Basilio Valentín entramos en una nueva era. La Alquimia tiende al


misticismo, se alía de nuevo, como en su infancia, con la cábala y la magia. Al
tiempo, la química propiamente dicha se separa poco a poco de su madre.
El representante más ilustre de la alquimia del siglo XVI es Paracelso. Nunca
un reformador fue tan violento, jamás un hombre tuvo tantos amigos tan
entusiastas como enemigos tan encarnizados. Un volumen entero no basta
para enumerar las obras de sus discípulos y los panfletos de sus detractores.
Los más conocidos paracelsistas fueron Thurmeysser, Croll, Dorn, Roche le
Baillif, Bernard Penot, Quercetanus y sobre todo Libavius. El resto de
alquimistas de esta época no pertenecen a ninguna escuela, son los famosos
Denys Zachaire, Blaise de Vigenère, Barnauld, Grosparny, Vicot, Gaston
Claves o Dulco, Kelley, Sendivogius o el Cosmopolita. Podemos poner a su
lado a Jean Baptiste Porta, el autor bien conocido de la “Magia Natural” y de la
“Fisionomía humana”.
En el siglo XVII la Alquimia está en todo su esplendor y sus Adeptos surcan
Europa demostrando la verdad de la ciencia de Hermes mediante
transmutaciones realmente asombrosas. Verdaderos apóstoles, viviendo
pobremente, escondièndose bajo una miserable apariencia, entran en las
grandes ciudades y se dirigen a los sabios. Su único deseo es demostrar la
verdad de la alquimia por sus hechos. Así Van Helmont, Bérigard de Pise,
Crosset de la Haumerie y Helvetius fueron convertidos a la Alquimia. El
resultado fue atendido. La sed del oro se apodera del mundo entero, todos los
conventos disponen de laboratorio. Los príncipes y los reyes se acompañan de
alquimistas a contrato para la trabajar la Gran Obra. Los farmacéuticos y
especialmente los médicos se consagran al hermetismo, al tiempo que aparece
la famosa sociedad de la Rosa Cruz sobre la que no se sabe todavía hoy nada
de bien cierto.
Los tratados alquímicos que vieron la vida durante el siglo XVII son
innumerables, pero no hay grandes nombres a citar salvo Filaleteo, el

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Presidente d’Espagnet y Michel Mayer. En un segundo rango encontramos:


Chartier, Nuysement, Colleson, d’Atremont, Salmon, Helias, Barchusen,
Planiscampi, Saint Roman, etc.

IV

En el siglo XVIII la Alquimia está en plena decadencia. A contrario, la


química se constituye en ciencia. Los descubrimientos se suceden, los hechos
se acumulan. La Alquimia tiene todavía partidarios, pero ahora trabajan
escondidos pues se les trata como insensatos. No hay más Adeptos, sólo se
reimprimen tratados antiguos o se actualizan compilaciones sin ningún valor.
Pocos nombres a citar: Pernety, Respour, Lenglet Dufresnoy, autor de la
historia de la Filosofia Hermética, Libois, Saint Germain. La historia de la
Alquimia del siglo XVIII finaliza con dos charlatanes, Cagliostro y Etteila.
En nuestro siglo la Alquimia parece muerta, no es más que una ciencia
curiosa, interesante de conocer para la historia de la química. Entre los
alquimistas interesados en la antigua doctrina no encontramos más que dos:
Cyliani y Cambriel. En cuanto a Tiffereau y Louis Lucas, es sobre la química
moderna en la que se apoyan para llegar a las mismas conclusiones que los
alquimistas propiamente dichos, pues cosa curiosa, los últimos
descubrimientos de la ciencia tienden a demostrar la unidad de la materia y por
consiguiente la posibilidad de la transmutación. Es verdad que Pitágoras dijo
positivamente que la tierra gira alrededor del sol. Después de dos mil años de
error Copérnico restableció esta vieja verdad.

Ahora algunas palabras sobre este libro. Me he esforzado en llevarlo a lo


más claro que es posible, todo se encadena rigurosamente como en una
demostración. Es necesario leerlo con atención y método. Los grabados han
sido reproducidos mediante procedimientos fototípicos, por lo que no dejan
nada que desear a la exactitud. Las numerosas citaciones indispensables para
avanzar lo que comentamos, han sido traducidas fielmente y si lo estaban en
viejo francés han sido reproducidas con su ortografía.
Se encontrará al final del volumen un diccionario que resume el significado
de los símbolos herméticos más comunes, una lista de los autores citados en
este volumen y un ensayo sobre la bibliografía alquímica de nuestro siglo, en
fin una tabla analítica muy detallada.
A esta obra le continua una serie de estudios sobre la Alquimia, serie que
iniciamos con la publicación de los cinco tratados de Alquimia. Nos
proponemos tratar sucesivamente la Alquimia desde la antigüedad hasta
nuestros días. Le seguirá un estudio sobre los laboratorios alquímicos, los
instrumentos y las operaciones químicas de los filósofos herméticos.
A. Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

TEORÍAS Y SÍMBOLOS
DE LOS ALQUIMISTAS
LA GRAN OBRA

PRIMERA PARTE
LAS TEORÍAS

CAPÍTULO I

Definición de la alquimia. La alquimia vulgar y la filosofía hermética.


Sopladores y Adeptos. Los objetivos de la alquimia: la Gran Obra, el
homúnculo, el alkaest, la palenginesia, el spiritus mundi, la quintaesencia,
el oro potable.

¿Qué es la Alquimia? Para nosotros no es más que una ciencia natural,


madre de la química. ¿Pero cómo definen los alquimistas su ciencia? “La
Alquimia, dice Paracelso, es una ciencia que enseña a cambiar los metales de
una especie a otra.” (El cielo de los filósofos). Es la definición que dan la mayor
parte de alquimistas. Así Denys Zachaire en su “Opúsculo de la filosofía natural
de los metales,” dice: “Es una parte de la filosofía natural que demuestra la
manera de perfeccionar los metales, imitando a la Naturaleza en sus
operaciones en lo más cercano que le es posible”. Roger Bacon, espíritu
exacto, da una definición más precisa: “la Alquimia es la ciencia que enseña a
preparar una cierta medicina o elixir, que cuando es proyectada sobre los
metales imperfectos, les comunica la perfección en el momento mismo de la
proyección.” (Espejo de la Alquimia). Así mismo, la “Argiropeya y la Crisopeya
son artes que enseñan a dar a la materia próxima del oro y de la plata, la forma
de estos metales” (G. Claves: Apología de la Crisopeya y la Argiropeya). En el
siglo XVIII cuando la química brilló en todo su esplendor debíase diferenciar las
dos ciencias. Sobre ello comenta Dom Pernety: “la química vulgar es el arte de
destruir los compuestos que la naturaleza ha formado y la química hermética
es el arte de trabajar con la Naturaleza para perfeccionarlos”. (Fábulas griegas
y egipcias).
Pero los verdaderos alquimistas han tratado la alta Alquimia. Existían, en
efecto, dos especies de alquimistas: los sopladores, personas desprovistas de
teoría, trabajaban a la aventura, buscaban, es cierto, la piedra filosofal, pero
empíricamente practicaban la química industrial fabricando jabones, falsas
piedras preciosas, ácidos, aleaciones, colores; son ellos los que dieron
nacimiento a los químicos, los que vendían por dinero el secreto de hacer oro,
charlatanes y estafadores, los que hacían moneda falsa. Más de un soplador
fue colgado en la horca dorada, suplicio reservado a esta suerte de impostores.
Al contrario, los filósofos herméticos, desdeñando sus trabajos que los

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Albert Poisson

disciplinaban en el nombre de sofisticaciones, se consagraban a la búsqueda


de la piedra filosofal, no por avaricia, sino por amor a la ciencia. Estaban
sometidos a teorías especiales que no les permitían separarse de ciertos
límites en su búsqueda. Así, en la preparación de la piedra filosofal, sólo
trabajaban sobre los metales y especialmente sobre los metales preciosos, en
tanto que los sopladores hacían desfilar en sus cornudas los productos
heteróclitos del reino vegetal, animal y mineral. Los verdaderos Filósofos fueron
perseverantes en la vía que se habían trazado. Sus doctrinas atravesaron
intactas los siglos, mientras que los sopladores abandonaron poco a poco sus
búsquedas costosas y muy largas para ocuparse de cosas prosaicas pero de
buen provecho. Poco a poco la Química se constituye en ciencia y se separa
de la Alquimia.
No se puede resumir mejor la cuestión que citando un pasaje de la Physica
Subterránea de Beccher.
“Los falsos alquimistas no buscan más que hacer oro, los verdaderos
filósofos no desean más que la ciencia, los primeros sólo preparan tinturas,
sofisticaciones, necedades, los otros indagan los principios de las cosas”.
Examinaremos ahora los problemas que los alquimistas se proponían
resolver. El primero y principal consistía en la preparación de un compuesto,
llamado elixir, magisterio, medicina, piedra filosófica o filosofal, dotada de la
propiedad de transmutar los metales ordinarios en oro o plata. Se reconocen
dos elixires uno blanco que transmuta los metales en plata y uno rojo que los
transmuta en oro. Los alquimistas griegos ya conocían la distinción entre estos
dos elixires. El primero blanqueaba los metales, λενζωσις, el segundo los
doraba, ξχνθωσις. (Berthelot: Orígenes de la alquimia). Al principio, la piedra
filosofal no tenía más que un simple poder transmutatorio sobre los metales.
Posteriormente, los filósofos herméticos le reconocieron una multitud de otras
propiedades: producir piedras preciosas, diamantes, curar todas las
enfermedades, prolongar la vida humana más allá de los límites ordinarios, dar
al que la posee la ciencia infusa y la potestad de ordenar a los poderes
celestes, etc. Se encontrará este punto más desarrollado en la segunda parte
de esta obra.
Los primeros alquimistas tuvieron por objetivo la transmutación de los
metales. Los que les siguieron se propusieron tratar de otros diversos temas.
En su orgullo, creyeron poder igualarse a Dios y crear toda clase de seres
animados. Siguiendo la leyenda, Alberto el Grande construyó un autómata de
madera, un androide al que había dado vida por conjuros poderosos. Paracelso
va más lejos al pretender crear un ser viviente de carne y huesos: el
homúnculo. Se encuentra en su tratado. “De natura rerum Paracelsi opera
omnia medico chimico chirurgica”, tomo II, la manera de proceder. En un
recipiente se ponen diferentes productos animales que no nombraremos, y por
causa, las influencias favorables de los planetas. Un dulce calor es también
necesario para el resultado de la operación. Pronto un ligero vapor se eleva en
el recipiente y toma poco a poco la forma humana, la pequeña criatura se agita,
habla, el homúnculo ha nacido, Paracelso indica muy seriamente la parte que
hay que extraer y la manera de nutrirlo.
Los alquimistas buscaban también el alkaest o disolvente universal. Este
líquido debía disolver todos los cuerpos que se sumergían en él. Unos creían
verlo en la potasa cáustica, otros en el agua regia. Glauber en su sal admirable
(sulfato de sosa). No olvidaron que este alkaest todo disolvente, podía atacar el

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Teorías y símbolos de los alquimistas

vaso que lo contenía. Más como no hay hipótesis falsa que no haga descubrir
alguna verdad, buscando el alkaest los alquimistas descubrieron muchos
cuerpos nuevos.
La palenginesia puede, como concepción, ser comparada al homúnculo.
Este nombre significa resurrección. Era, en efecto, una operación por la que se
reconstituía un arbusto, una flor, con sus únicas cenizas. Kircher en su Mundus
subterraneus indicó la manera de hacer renacer una flor desde sus cenizas.
Los alquimistas probaron también de recoger el Spiritus Mundi, el espíritu del
mundo. Esta substancia extendida en el aire, saturada de influencias
planetarias poseía un buen número de propiedades maravillosas,
especialmente la de disolver el oro. La buscaban en el rocío, en la flos coelis o
nostoc, especie de criptógama que aparece después de las grandes lluvias. “La
lluvia del equinoccio me sirve de instrumento para hacer salir de la tierra la flos
coeli o el maná universal que recojo para hacerla corromper, a fin de separar
milagrosamente un agua que es la verdadera fuente de juventud que disuelve
el oro radicalmente” (de Respour, Raras experiencias sobre el espíritu mineral).
El problema de la quintaesencia fue más racional. Se preocuparon de
extraer de cada cuerpo las partes más activas: el resultado más inmediato fue
el perfeccionamiento de los procesos destilatorios.
En fin, los alquimistas buscaban el oro potable. Según ellos, el oro siendo un
cuerpo perfecto debía ser un remedio enérgico y portador al organismo de una
resistencia considerable a toda especie de enfermedades. Unos se servían de
una solución de cloruro de oro, como se puede ver en el pasaje siguiente: “si se
vierte abundante agua en esta solución y se introduce estaño, plomo, hierro, o
bismuto, el oro estando precipitado acostumbra a fijarse al metal. Y al instante
que se remueva el agua, el oro precipitado que se parece a un limo turbio, se
acumula en el agua”. (Glauber: La médecine universelle).
Pero generalmente los empíricos vendían muy caro bajo el nombre de oro
potable, todo líquido que ofrecía un bello color dorado, especialmente la
solución de percloruro de hierro.
Como se ha visto, a los Alquimistas no les faltaban motivos para ejercer su
paciencia. Pero el mayor número de ellos, abandonando los problemas
secundarios perseguían la realización de la Gran Obra. La mayor parte de los
tratados herméticos tratan de la piedra filosofal. Examinaremos este punto y
nos ocuparemos también de los problemas de segundo orden que aparecen
más tarde en la historia de la Alquimia y que fueron sometidos a una suerte de
variaciones, cada uno modificando el problema o dándole una solución
diferente.

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Albert Poisson

CAPÍTULO II

Las teorías alquímicas. Unidad de la materia. Los tres principios: Azufre,


Mercurio y Sal o Arsénico. Teoría de Artefio. Los cuatro elementos.

Se ha repetido a menudo que los alquimistas trabajaban a ciegas, es un


gran error, pues ostentaban teorías muy racionales emanadas de los filósofos
griegos del segundo siglo de la era cristiana, que se mantuvieron sin alteración
hasta el inicio del siglo XVIII.
En la base de la teoría hermética se encuentra una gran ley: la unidad de la
materia. La materia es única, pero ella puede tomar diversas formas y bajo
esas formas nuevas combinarse ella misma y producir nuevos cuerpos en
número indefinido. Esta materia primera era entonces llamada simiente, caos,
sustancia universal. Sin entrar en más detalles, Basilio Valentín opina lo
siguiente sobre el principio de la unidad de la materia “todas las cosas vienen
de una misma simiente. En el origen, han sido todas concebidas por la misma
madre.” (El Carro triunfal del Antimonio). Sendivogius, más conocido bajo el
nombre de “El Cosmopolita”, es más explícito en sus “Cartas”. “Los cristianos,
dice, quieren que Dios haya creado al principio una cierta materia primera…y
que de esta materia por vía de separación, habiéndose extraído los cuerpos
simples y seguidamente mezclados los unos con los otros por vía de
composición sirvan para hacer lo que queremos… Existe en la creación una
especie de subordinación. Los seres más simples han servido de principio para
la composición de los siguientes y éstos a los otros que le siguen”, lo expuesto
puede resumirse en estas dos proposiciones, “a saber: 1º la producción de una
materia primera a la que nada ha precedido; 2º la división de esta materia en
elementos y en fin, mediante estos elementos, la fabricación y la composición
de los mixtos“ (Carta XIª). Sendivogius entiende por Mixto a toda especie de
cuerpo compuesto.
D’Espagnet completa a Sendivogius estableciendo la indestructibilidad de la
materia, añadiendo que sólo puede cambiar de forma. ”…Todo lo que lleva el
carácter del ser o de la sustancia no puede perderlo y por las leyes de la
naturaleza no se le permite pasar a un no ser. Es por lo que Trismegisto dice
muy a propósito en el Poimandrés que nada muere en el mundo sino que todas
las cosas pasan y cambian” (Enchiridion physicœ restitutœ). Naturalmente
admite la existencia de una materia primera. “Los Filósofos creyeron dice él,
que existía una cierta materia primera, anterior a los elementos”. Esta hipótesis
ya se encuentra en Aristóteles. Examina seguidamente las cualidades que los
metafísicos han atribuido a la materia. Barlet nos enseña sobre este punto: “la
sustancia universal, es toda ella sin distinción de género o de sexo, gruesa,
fecunda e impregnada de todas las cosas sensibles al devenir” (Barlet: La
teotècnica ergocósmica). Lo que viene a decir que la materia primera no
contiene ningún cuerpo en acción y que los representa a todos en potencia.
Generalmente se admite que la materia primera es líquida, es una agua que en
el origen del mundo era el caos. “Es la materia primera que contiene todas las
formas en potencia… Este cuerpo uniforme en estado acuático era llamado por
los griegos νλη designando por el mismo sentido de la palabra, al agua y la
materia”. (Carta filosófica). También ha sido dicho que fue el fuego, el que jugó

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Teorías y símbolos de los alquimistas

el papel de macho al tener relación con la materia hembra produjo el


nacimiento de todos los cuerpos que componen el universo. Como se ha visto,
la hipótesis de la materia primera era la base de la Alquimia. Partiendo de este
principio se consideraba racional admitir la transmutación de los metales.
En los inicios de la Alquimia, la materia se dividió en dos principios: azufre y
mercurio. Estos dos principios unidos en diversas proporciones formaban todos
los cuerpos. “Todo se compone de materias sulfurosas y mercuriales” dice el
anónimo cristiano, alquimista griego.
Más tarde se unió un tercer principio, la sal o arsénico, pero sin darle tanta
importancia como al azufre y al mercurio. Estos tres principios no designan de
ninguna manera a los cuerpos vulgares. Representan ciertas cualidades de la
materia, así, el azufre en un metal figura el color, la combustibilidad, la
propiedad de atacar a los otros metales, la dureza. Al contrario, el mercurio
representa el brillo, la volatilidad, la fusibilidad, la maleabilidad. En cuanto a la
sal, era simplemente un medio de unión entre el azufre y el mercurio, como el
espíritu vital lo es entre el cuerpo y el alma.
La sal fue introducida como principio ternario sobre todo por Basilio Valentín,
Khunrath, Paracelso, en una palabra, por los alquimistas místicos. Antes de
ellos, Roger Bacon ya la citó, pero sin atribuirle cualidades especiales, sin
ocuparse mucho, al contrario de Paracelso que se exalta en contra de sus
precedesores que no la conocieron. Dice, “creyeron que el Mercurio y el Azufre
eran los principios de todos los metales y no mencionaron ni en sueños el
tercer principio” (El tesoro de los tesoros). Más hay que decir, que la sal fue
considerada de poca importancia incluso para los posteriores a Paracelso y
que un buen número de alquimistas la pasaron bajo silencio.
El Azufre, el Mercurio y la Sal, no son más que abstracciones cómodas para
designar un conjunto de propiedades. Si un metal es amarillo o rojo y
difícilmente fusible, dicen que su Azufre lo ha abandonado. Pero no hay que
olvidar que el Azufre, el Mercurio y la Sal derivan de la Materia primera: “Oh
maravilla, el Azufre, el Mercurio y la Sal me hacen ver tres sustancias en una
sola materia” (La luz surgiendo por sí misma de las tinieblas de Marco Antonio).
Eliminar de un cuerpo ciertas propiedades es separar el Azufre o el
Mercurio. Por ejemplo, convertir un metal infusible transformándolo en cal u
óxido, es haber volatilizado su Mercurio y extraído su Azufre. Otro ejemplo, el
mercurio ordinario contiene otros metales que se depositan en la retorta
cuando se lo destila. Esta parte fija es considerada como el Azufre del mercurio
vulgar por los alquimistas. Transformando la plata viva o mercurio en bicloruro,
obtenían un cuerpo completamente volátil y creían haber obtenido por esta
operación el Mercurio principio del mercurio metal.
No podemos abandonar la cuestión de los tres principios sin mencionar la
teoría de Artefio, alquimista del siglo XI, para quien el Azufre representa en los
metales las propiedades visibles y el Mercurio las propiedades ocultas o
latentes. En todo cuerpo deben distinguirse las propiedades visibles: color,
brillo, dilución, que son representadas por el Azufre. Las propiedades ocultas
que sólo se revelan mediante la intervención de una fuerza exterior, son la
fusibilidad, maleabilidad, volatilidad, etc. propiedades dadas al Mercurio. Esta
explicación difiere poco de la que se dió anteriormente.
Junto al Azufre, el Mercurio y la Sal, los alquimistas admitían cuatro
elementos teóricos, la Tierra, el Agua, el Aire y el Fuego. Estas palabras deben
ser tomadas en un sentido absolutamente diferente del vulgar. En la teoría

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Albert Poisson

alquímica, los cuatro elementos son los tres principios, no representan a


cuerpos particulares, son simples estados o modalidades de la materia. El
Agua es sinónimo de líquido, la Tierra es el estado sólido, el Aire el estado
gaseoso. El Fuego, un estado gaseoso muy sutil como el de un gas dilatado
por el calor. Los cuatro elementos representan los estados bajo los que la
materia se nos presenta. Podemos así decir lógicamente que los elementos
componen todo el Universo. Para un alquimista, todo líquido es un agua, todo
sólido es Tierra y en un último análisis todo vapor es Aire. Es por lo que
encontramos en los viejos tratados de Física, que el agua ordinaria calentada
se cambia en Aire. Lo que no quiere decir que el agua se transforma en una
mezcla respirable que constituye la atmósfera sino más bien que el agua,
primero líquida se cambia en un fluido aeriforme, es decir, en un gas, como así
se denominó posteriormente.
Los elementos no solo representaban estados líquidos también, por
extensión, sus cualidades.
“Todo lo que es de naturaleza cálida ha sido llamado por los antiguos, fuego.
Lo que es seco y sólido, tierra. Lo que es húmedo y fluído, agua. Frío y sutil,
aire.” (Epístola de Alejandro).
El agua se transforma en vapor como todos los líquidos cuando se les
calienta. Por otra parte, al ser los cuerpos sólidos por lo general combustibles,
los Filósofos Herméticos creyeron un deber reducir el número de elementos a
los dos visibles, la Tierra y el Agua, encerrando en ellos a los otros dos
elementos invisibles, el fuego y el Aire. La tierra contiene en sí el Fuego y el
agua y el agua encierra al aire a estado invisible. Cuando una causa exterior
actúa, el Fuego y el Aire se manifiestan. Siguiendo con la teoría de Artefio
mencionada anteriormente, la Tierra corresponde al Azufre, el Agua al Mercurio
y así recíprocamente. En suma, los cuatro elementos con el Azufre y el
Mercurio representaban las mismas modificaciones de la materia primera
destinadas a componer el resto de los cuerpos. Sólo el Azufre y el Mercurio
representaban las cualidades metálicas especialmente reservadas a los
metales y a los minerales, mientras que los cuatro elementos se aplican a los
reinos vegetal y animal. Cuando un alquimista destilaba un leño (entiéndase
sus cenizas. N. del T.) y obtenía un residuo fijo, una esencia o aceite y
productos inflamables, decía haber descompuesto el leño en Tierra, Agua y
Fuego. Posteriormente a los cuatro elementos se les unirá un quinto, la
quintaesencia: “Pueden nombrarse las partes más sólidas Tierra, las más
húmedas Agua, las más destiladas y espirituales Aire. El calor natural, fuego de
la naturaleza y respecto de las otras cosas ocultas y esenciales, son llamadas,
muy a propósito, naturalezas celestes y astrales o quintaesencia” (D’Espagnet:
Enchiridion physicœ restitutœ). Esta quintaesencia correspondía a la sal.
Puede observarse la coherencia de las teorías de los alquimistas. Mientras que
un soplador se perdía en este laberinto de tres principios, cuatro elementos y
una Materia Universal, un Filósofo conciliaba fácilmente estas aparentes
diferencias. Ahora se comprenderá de qué forma han de interpretarse estas
palabras del monje Helías ”Es con los cuatro Elementos, que todo lo que existe
en este mundo ha sido creado mediante el poder de Dios” (Helias: El Espejo de
la Alquimia).
Estas teorías existen desde el origen de la Alquimia. Entre los alquimistas
griegos, Synesio, en sus comentarios sobre el libro de Demócrito, nos recalca
que en la operación alquímica el artista no crea nada, sino que modifica la

15
Teorías y símbolos de los alquimistas

materia, cambia su Forma y también opina lo mismo el “anónimo Cristiano” del


que ya nos hemos referido que perteneció a la misma época. En cuanto a los
cuatro Elementos fueron conocidos desde hace mucho tiempo. Zósimo da a su
conjunto el nombre de Tetrasomia o los Cuatro Cuerpos.

He aquí bajo la forma de tabla el resumen de la Teoría alquímica general.

Tierra. Visible. Estado sólido


Azufre principio fijo Fuego. Oculto, estado sutil.

Materia Primera, Quintaesencia. Esencia sutil


única, indestructible SAL extraída de los 4 elementos

Mercurio principio volátil Agua. Visible estado líquido


Aire. Oculto estado gaseoso

16
Albert Poisson

CAPÍTULO III

Los siete metales. Su composición. Su génesis. El fuego central. Ciclo de


formación. Influencias planetarias.

Los alquimistas trabajaron particularmente sobre los metales, así se


comprende que sean muy entendidos sobre la génesis y la composición de
éstos. Reconocían siete metales a los que dieron el nombre y el signo de los
siete planetas. Oro o sol , plata o luna , Mercurio/Mercurio ∆, plomo o
Saturno ς, estaño o Júpiter Η, hierro o Marte Γ y cobre o Venus Ε. Los
dividieron en metales perfectos, inalterables, como el oro y la plata y en
metales imperfectos, los que se cambian en cal, (óxidos) al fuego o al aire,
fácilmente atacables por los ácidos. “El elemento fuego corrompe los metales
imperfectos y los destruye. Estos metales son cinco: el mercurio ∆, el plomo ς,
el estaño Η, el hierro Γ y el cobre Ε. Los metales perfectos son inalterables al
fuego.” (Paracelso: El cielo de los filósofos).
Veamos cual es la aplicación de la teoría hermética a los metales. En
principio los metales derivan todos de una misma fuente: la Materia primera.
Los filósofos herméticos son unánimes sobre este punto. “Todos los metales
son semejantes en su esencia, sólo se diferencian por su forma” (Alberto el
Grande: De Alquimia). No existe más que una sola materia primera de los
metales que reviste diferentes formas según el grado de cocción, según la
fuerza más o menos poderosa de un cierto agente natural” (Arnau de Vilanova:
El Camino del camino). Sea dicho de paso que la teoría es absolutamente
aplicable a los minerales. “No hay más que una materia para los metales y los
minerales” (Basilio Valentín) y en fin, la naturaleza de las piedras es la misma
que la de las otras cosas” (El Cosmopolita).
El pasaje de Alberto el Grande no puede ser más explícito: “la materia, una
para todo, es la que existe, se diferencia de ella misma por la forma”, es decir,
que los átomos, idénticos entre ellos, adoptan al agruparse diversas formas
geométricas y de ello deriva la diferencia entre los cuerpos. En química, la
alotropía justifica perfectamente esta manera de ver.
La consecuencia es que el Azufre y el Mercurio, principios secundarios (por
oposición a la Materia, principio primero), no representan más que un conjunto
de cualidades: “Y así tú puedes ver claramente que el Azufre no es una cosa
extraña a la sustancia del Mercurio y que éste no es el azufre vulgar, pues si
así fuera, la Materia de los metales no sería de una naturaleza homogénea lo
que estaría en contra de la opinión de los filósofos“. (Bernardo el Trevisano:
Libro de la Filosofía Natural de los Metales). En la misma obra, el Trevisano
vuelve sobre este sujeto importante: “El Azufre no debe ser considerado como
algo aparte de la plata viva, ni separado de ella, sino que sólo es este calor y
sequedad que no domina al frescor y a la humedad del Mercurio. Azufre que
después de digerido domina a estas cualidades, frías y húmedas y le imprime
sus virtudes. Y por los diversos grados de decocciones se hacen los diversos
metales.” (Idem). El Azufre, de naturaleza cálida, es activo, el Mercurio de
naturaleza fría es pasivo: “Yo digo: hay dos naturalezas, una activa, la otra
pasiva. Mi maestro me pide cuáles son estas dos naturalezas y respondo: una
es de naturaleza cálida, la otra de naturaleza fría. ¿Cuál es la naturaleza de

17
Teorías y símbolos de los alquimistas

este calor? El calor es activo y el frío es pasivo” (Artefio: Clavis majoris


sapientœ).
El Azufre o el Mercurio pueden dominar en la composición de los metales,
en una palabra ciertas cualidades pueden vencer sobre otras. En cuanto a la
sal, ya explicamos que este principio desconocido para los primeros
alquimistas, no gozó de importancia posterior excepto para los paraceltistas. La
sal o Arsénico es el nexo que une los otros dos principios: “El Azufre, el
Mercurio y el Arsénico son los principios que componen los metales. El Azufre
es el principio activo, el Mercurio el principio pasivo, el Arsénico es el medio
que los une”. (Roger Bacon: Breve Breviarium de Dono Dei). Roger Bacon
atribuyó poca importancia a la sal incluso en algunas de sus obras ni la
mencionó como principio componente. “Notad dice, que los principios de los
metales son el Mercurio y el Azufre. Estos dos principios han dado nacimiento
a todos los metales y a todos los minerales de los que existen no obstante un
gran número de especies diferentes” (Espejo de Alquimia).

Resumiendo: podemos decir que todos los metales están compuestos de


Azufre y de Mercurio, ambos reducibles a la materia primera.

“Porque todos los metales de Azufre son


formados, y de la plata viva que tienen.
Son dos espermas de los metales”

(Nicolás Flamel: Sumario)

El Azufre es el padre (principio activo) de los metales, dicen todavía los


alquimistas y el Mercurio (principio pasivo) es su madre.

“Mercurius es plata viva


la que tiene todo el poder
de los siete metales, pues es su madre.”

(Jehan de la Fontaine: La fuente de los enamorados de la ciencia)

Sólo nos ocuparemos del Azufre y del Mercurio y de su papel en la génesis de


los metales. Estos dos principios existen separados en el seno de la tierra. El
Azufre bajo la forma de un cuerpo sólido, fijo, untuoso. El Mercurio bajo forma
de vapor. “EL Azufre es la grasa de la tierra, espesada en las minas por una
cocción moderada hasta que se endurece, entonces constituye el Azufre”.
(Alberto el Grande: De Alquimia). Atraídos sin cesar el uno hacia el otro, los
dos principios se combinan en diversas proporciones para formar metales y
minerales. Pero existen todavía otras circunstancias que hay que tener en
cuenta respecto de estos dos principios: el grado de cocción, la pureza, los
accidentes diversos. Los alquimistas admiten tanto la existencia de un fuego
situado en las entrañas de la tierra, como que la mezcla de Azufre y de
Mercurio más o menos cocido y digerido cambia las propiedades de los
metales: Se ha observado que la naturaleza de los metales, tal como la
conocemos es de ser engendrada por el Azufre y el Mercurio. La sola
diferencia de cocción y de digestión produce la variedad en la especie metálica”
(Alberto el Grande: El compuesto de los compuestos). Por lo que se refiere a la

18
Albert Poisson

pureza, citaremos el pasaje siguiente: “Según la pureza o impureza de los


principios componentes, Azufre y Mercurio, se producen metales perfectos o
imperfectos”. (Roger Bacon: Espejo de Alquimia). Aquí nos animamos a decir
que los metales imperfectos nacen los primeros, así el hierro se transforma en
cobre, después, perfeccionándose éste, se cambia en plomo. Este último a su
turno deviene estaño, mercurio, después plata y finalmente oro. Los metales
recorren una especie de ciclo: “Hemos demostrado claramente en nuestro
tratado de los minerales que la generación de los metales es circular, pasan
fácilmente de uno a otro siguiendo un círculo. Los metales afines tienen
propiedades parecidas, es por ello que la plata cambia fácilmente en oro”.
(Alberto el Grande: El Compuesto de los Compuestos). Glauber va más lejos
emitiendo la opinión singular de que los metales una vez llegados al estado de
oro recorren el ciclo en sentido inverso, convirtiéndose de más en más en
imperfectos hasta el hierro, para remontarse a continuación en perfección y así
indefinidamente. “Por la virtud y por la fuerza de los Elementos se engendran
todos los días nuevos metales y los viejos, al contrario, se corrompen al mismo
tiempo”. (Glauber: La Obra Mineral). La palabra Elemento está tomada en el
sentido de Fuerza mineralizante.
El Oro, que es la perfección, es el objetivo constante de la naturaleza. Un
grado insuficiente de cocción, la impureza del Azufre y del Mercurio y diversos
accidentes pueden entorpecer su acción. “Digo además que el propósito de la
Naturaleza es esforzarse sin cesar para conseguir la perfección, el oro. Pero
como consecuencia de los accidentes que entorpecen su marcha nacen las
variedades metálicas” (Roger Bacon: Espejo de alquimia). Uno de estos
accidentes se produce cuando se abre la mina donde se desarrollan los
metales. ”Por ejemplo, en una mina que haya sido reventada se podrán
encontrar metales aún inacabados, porque la abertura de la mina interrumpió la
acción de la Naturaleza. Estos metales permaneceran imperfectos y no se
realizarán jamás y toda la semilla metálica contenida en esta mina perderá su
fuerza y su virtud”. (Texto de Alquimia).
No podemos acabar este capítulo sin hablar de las influencias planetarias
que intervienen en la génesis metálica. En la Edad Media se admitía una
relación absoluta entre todo lo que tiene lugar sobre la tierra y los planetas.
“Nada se produce en la tierra y en el agua que no sea sembrado del cielo. La
relación permanente entre estos dos grandes cuerpos puede ser figurada por
una pirámide con el sol apoyado sobre su cúspide y la base sobre la tierra
(Blaise de Vigenère: Tratado del fuego y de la sal). Sobre lo mismo “Aprende
hijo mío, el más querido de mis hijos que el Sol, la Luna y las estrellas arrojan
perpetuamente sus influencias al centro de la tierra” (Valois: Obras
manuscritas). Vimos antes que los 7 metales están consagrados a los siete
planetas que les dan nacimiento. Se confundieron planetas y metales bajo el
mismo nombre y el mismo signo. Estas teorías se remontan al origen mismo de
la Alquimia. Proclus, filósofo neoplatónico del siglo Vº de nuestra era, en sus
comentarios sobre el Timeo de Platón expone que “el oro natural, la plata y
cada uno de los metales, así como las otras sustancias son engendradas en la
tierra bajo la influencia de las divinidades celestes y de sus efluvios. El Sol
produce el oro, la Luna la plata, Saturno el plomo y Marte el hierro”. (Berthelot:
Introducción al estudio de la química). Nos podemos remontar más lejos. Para
los Persas los metales también estaban consagrados a los planetas aunque no

19
Teorías y símbolos de los alquimistas

se correspondían con los mismos astros respectivos de la Edad Media, así, el


estaño era consagrado a Venus y el hierro a Mercurio.
Los alquimistas reconocían unánimemente la acción de los planetas sobre los
metales. Paracelso va muy lejos especificando esta acción, según él, cada
metal debe su nacimiento al planeta del que lleva el nombre. Los planetas
unidos cada uno a constelaciones zodiacales reciben diversas cualidades. Así
“la Luna debe a Λ Ο Γ su dureza y sonoridad agradable. Debe a Ε Ν y a Ψ su
resistencia a la fusión y su maleabilidad. En fin ς Ζ y α le dan su densidad y un
cuerpo homogéneo etc. “ (Paracelso: el cielo de los filósofos).
En resumen, metales y minerales nacidos en su origen de la Materia primera,
están compuestos de Azufre y de Mercurio. El grado de cocción, la pureza
variable de sus componentes, diversos accidentes y las influencias planetarias
causan las diferencias que separan los metales unos de otros.

20
Albert Poisson

CAPÍTULO IV

La alquimia mística. Teorías fantásticas. La cábala alquímica. Triple


adaptación de la teoría hermética. El santuario.

La Alquimia griega estaba, en razón de su origen, mezclada con la magia y la


teurgia. Posteriormente, gracias a los filósofos árabes, esta ciencia se depura y
no es hasta los siglos XVº y XVIº en que se alía de nuevo con las ciencias
ocultas propiamente dichas.
Desde entonces un gran número de alquimistas buscaron en la Cábala, la
Magia y la Astrología la clave de la Gran Obra. Paracelso sólo admitía entre
sus discípulos a personas versadas en la astrología, como afirma él mismo:
“Pero tengo que volver a mis temas para satisfacer a mis discípulos que yo
reconozco voluntarios cuando ellos están provistos de luces naturales, cuando
ellos conocen la Astrología y sobre todo cuando son hábiles en la Filosofía que
nos enseña a conocer la materia de todo” (Paracelso: El Tesoro de los
tesoros).
Aunque sus predecesores o contemporáneos, Calid, Valois, Blaise de
Vigenère admitían simplemente la acción de los astros en la generación de los
metales, Paracelso iba más lejos y pretendía calcular cuándo y cómo los
planetas influían en los metales. Siguiendo esta doctrina, algunos alquimistas
unían íntimamente la astrología al hermetismo y no iniciaban jamás una
operación sin estar seguros de antemano de que los planetas fueran
favorables.
Es además a Paracelso a quien se le debe haber introducido ideas
fundamentales de la Cábala en la Alquimia. Ha condensado sus doctrinas
ocultas en su Tratado de Filosofía oculta y en sus Archidoxias mágicas.
La Cábala. Esta ciencia consiste en descomponer las palabras, en añadirles
el valor numérico de las letras y en descubrir según las reglas especiales todas
las deducciones posibles. Así el número del oro en hebreo es 209 que es el
ornamento del reino mineral y que corresponde a Jehová en el mundo de los
espíritus.
Hoeffer en su Historia de la química, ha consagrado algunas páginas a la
Cábala aplicada a los metales. La Alquimia, ciencia de observación, no podía
aprovechar nada de su alianza con la Cábala, ciencia puramente especulativa.
La agregación de elementos extraños la convertirla en más oscura. También
Paracelso estaba equivocado sobre este punto. Antes que él, B. Valentín había
hecho algunos ensayos en el mismo sentido. Descompuso el nombre Azoth
como sigue ‘Azoth, comienzo y fin, puesto que es A y Ω, presente en todo
lugar. Los filósofos dice, me han adornado con el nombre de Azoth, los latinos
con la A y la Z, los Griegos con α y ω, los hebreos con ‫ ת א‬Alef y Tau, todas
ellas significan y construyen Azoth’ (El Azoth de los filósofos).
Después de Paracelso apenas se encuentran más que dos autores que
hayan tratado especialmente la Cábala alquímica. Son Pantheo, sacerdote
veneciano y Jean Dee, alquimista y matemático inglés. Pantheo escribió dos
tratados, el Ars et Theoria transmutationis metallicœ y la Voarchadumia. Nos
dice que el número de la generación es el 544, el de la putrefacción el 772, que
el mercurio, el oro y la plata corresponden a las letras hebraicas, seth, he, vau
y otros devaneos parecidos. Jean Dee en su tratado: la Monada jeroglífica,
intentó constituir una cábala particular con la ayuda de símbolos alquímicos.

21
Teorías y símbolos de los alquimistas

Así, para él, el símbolo del mercurio ∆ representa la Luna , el Sol  y los
cuatro elementos . Además el signo del Sol representa la mónada figurada
por el punto alrededor del cual el círculo simboliza el Mundo. Este curioso
tratado se encuentra impreso en el segundo volumen del Theatrum chimicum.
Estos alquimistas y algunos otros como Khunrath, Mayer, Blaise de Vigenère
introdujeron en la Ciencia una interpretación nueva de la teoría alquímica.
Puesto que las ciencias exactas y naturales proceden de la inducción y de la
deducción, las ciencias ocultas también proceden de éstas por analogía. Estos
alquimistas aplicaron el método de la analogía a la alquimia. Exponían que hay
tres mundos, el material, el humano y el divino. En el mundo humano, existen
el Azufre, el Mercurio y la Sal, principios de todas las cosas y una Materia. En
el mundo humano o microcosmos el cuerpo, el espíritu y el alma reunidos en el
hombre. En el mundo divino tres personas en un solo Dios. “Así es Trinidad en
unidad, y unidad en Trinidad, puesto que aquéllos son cuerpo, espíritu y alma,
aquéllos son también Sulfuro, Mercurio y Arsénico” (Bernardo el Trevisano: la
palabra abandonada). La Gran Obra persigue un triple objetivo en el mundo
material: la transmutación de los metales para convertirlos en oro, en la
perfección. En el microcosmos, la perfección del hombre moral. En el mundo
divino la contemplación de la Divinidad en su esplendor. De acuerdo con esta
segunda acepción, el hombre es el Atanor filosófico donde se cuece la
elaboración de las virtudes. Es en este sentido, según los místicos, que hay
que entender estas palabras: “Porque la Obra es con vosotros y en vosotros.
La encontraréis en vosotros mismos donde se encuentra siempre. La tenéis
también siempre en cualquier lugar donde estéis, tanto sobre la tierra como
sobre el mar” (Hermes los siete capítulos).
Los Alquimistas místicos entendían por Azufre, Mercurio y Sal, a la Materia,
el Movimiento y la Fuerza. El Mercurio, principio pasivo y hembra, es la
materia. El Azufre principio activo y macho, es la fuerza, que forma a la materia
y le da toda especie de formas por medio del movimiento que es la Sal.
La Sal es el término medio. Es el resultado de la aplicación de la fuerza a la
materia. Simbólicamente es el nuevo ser que toma nacimiento por la unión del
macho y de la hembra. Esta alta teoría no parece que se contradiga con la
ciencia actual. La química no repudia la hipótesis de una Materia única,
hipótesis admitida desde hace mucho tiempo por la metafísica como
indispensable para la explicación del Mundo. El sabio inglés Crookes llama a
esta Materia única el Protyle. De acuerdo con su teoría, nuestros cuerpos
simples son polímeros de protyle. Por otra parte, es muy justo admitir que la
Materia se mueve, que no tiene otras propiedades particulares salvo que está
en movimiento. Todo movimiento supone calor, por consiguiente a 273º bajo
cero, al cero calórico absoluto, las propiedades químicas son nulas. El ácido
sulfúrico queda sin acción sobre la potasa cáustica. En fin, la unidad de la
Fuerza se impone también a los físicos. ¿Quién es el sabio que hace hoy
diferencia entre la causa del magnetismo, el calor, la electricidad, la luz, y el
sonido?. Los fluidos no existen, son reemplazados por fuerzas reductibles las
unas a las otras. Lo que diferencia la Fuerza de ella misma a nuestros ojos, es
el número de vibraciones que imprime a uno u otro cuerpo y además no tiene
límite absoluto. Un cuerpo vibrante o en movimiento, lo que es la misma cosa,
produce primero un sonido. Cuando las vibraciones son más numerosas, el
cuerpo se calienta sensiblemente y pronto se producen fenómenos luminosos.
¿Dónde acaba el sonido, dónde empiezan el calor y la luz?. No hay intervalos.

22
Albert Poisson

Natura non facit saltus.


Conviene añadir que los alquimistas sólo habían vislumbrado esta alta teoría.
El estado de las ciencias en su época no les permitió darle el desarrollo que
ofrecemos aquí. Para ellos, tal y como hemos demostrado, la Materia es en
principio única. La llamaban Materia primera o Hyle. Reconocían también una
fuerza universal. Baudoin la llama Magnetismo universal, Soplo Magnético,
para los místicos, la Fuerza es el soplo de Dios, principio primero de la vida, del
movimiento. Paracelso la llama Arqueo. El Arqueo es la fuerza siempre activa
que introduciéndose en la materia la pone en movimiento, le da una forma. Los
términos Ares y Clissus tienen en Paracelso aproximadamente el mismo
sentido.
En cuanto al movimiento, lo asimilaban al fuego, que es en efecto, la imagen
más perfecta de la materia accionada por la fuerza.
Tal era la alta teoría alquímica que pocos adeptos han poseído; pocos han
podido asombrarse de esta admirable síntesis, el razonamiento fue suficiente a
los alquimistas como lo fue antiguamente a Pitágoras, a Demócrito y a Platón
para elevarse en la concepción de las más altas verdades.
Los alquimistas representaban esta teoría mediante un triángulo, símbolo del
equilibrio absoluto. En el primer ángulo representaban el sIgno del Azufre,
símbolo de la Fuerza. En el segundo el signo del Mercurio, la Materia. En el
tercero el signo de la Sal, el Movimiento.
Para terminar, véase la siguiente tabla analógica de la triple adaptación de la
teoría alquímica.

Azufre Macho Fuerza Causa


Mercurio Hembra Materia Sujeto
Sal Niño Movimiento Efecto

Y para resumir toda la teoría: la Materia, una en su esencia, se diferencia de


ella misma por la Forma, efecto del Movimiento que le comunica la Fuerza.

23
Teorías y símbolos de los alquimistas

LOS SÍMBOLOS
CAPÍTULO I

Porqué los tratados de alquimia son oscuros. Medios empleados por los
alquimistas para ocultar la Gran Obra. Signos. Símbolos. Nombres
mitológicos. Palabras extrañas. Anagramas. Fábulas. Enigmas. Alegorías.
Criptografía.

Los tratados herméticos son oscuros para el lector porque las teorías
alquímicas no son por lo general conocidas y sobre todo porque los filósofos
los han oscurecido voluntariamente. Los Maestros ven a la alquimia como la
más preciosa de las ciencias. “La Alquimia es el Arte de las Artes, es la ciencia
por excelencia”, escribe enfáticamente Calid en su libro de las tres palabras.
Una tal ciencia que no debía según ellos, ser conocida más que por unos
pocos. ¿Hemos de reprobarlos por haber reservado exclusivamente para ellos
la ciencia? Nos parecería excesivo, ya que en la antigüedad existían misterios,
como la transmisión bajo el sello de juramento de algunos secretos naturales,
de algunos puntos poco conocidos de alta filosofía. En la Edad Media los
gremios de oficios guardaban secretos prácticos que ningún miembro podía
divulgar. La preparación de ciertos colores constituyó una herencia preciosa
que los grandes pintores sólo legaban a sus discípulos más queridos. Los
sabios no dudaban en ofrecerles la solución de problemas difíciles.
Los filósofos herméticos, si bien escondían la ciencia, la mostraban cuando
encontraban un hombre digno de ser iniciado. Le introducían en el recto camino
pero sin revelarle toda la ciencia. Era necesario que el discípulo trabajara por sí
mismo para encontrar lo que faltaba. Es así como procedían en sus escritos,
unos indican la materia de la Gran Obra, otros los grados del fuego, otros los
colores que aparecen durante las operaciones, otros el dispositivo del Atanor u
horno filosófico. No existe ningún ejemplo conocido de tratado hermético que
hable abiertamente y en conjunto de todas las partes de la Gran Obra. Los
alquimistas creyeron que si lo revelaban se exponían a castigos celestes.
Según ellos, el revelador habría sido castigado con la muerte súbita. “No
revelaré nada dice Flamel, hablando del libro de Abraham el Judío, sobre lo

24
Albert Poisson

que está escrito en bello y muy inteligible latín y en todas sus hojas pues Dios
me castigaría” (Explicación de las Figuras de Nicolás Flamel).
En cuanto a lo que se dijo sobre que los alquimistas escribían de manera
oculta y simbólica para preservarse de las acusaciones que teólogos
demasiados celosos llevaran contra ellos acusándolos de magia, nos parece
absolutamente falso, atendiendo a que nada permite apoyar la acusación de
magia sobre los símbolos y figuras extrañas que ocultan sus tratados. Roger
Bacon, Alberto el Grande, Arnau de Vilanova no evitaron acusaciones de
magia. Los alquimistas eran muy devotos, se encuentran a cada instante en
sus escritos sus invocaciones a Dios, reparten su tiempo entre el estudio el
trabajo y la plegaria. Algunos pretenden haber recibido de Dios mismo el
secreto de la Piedra de los Filósofos.
Antes de explicar los símbolos relativos a cada una de las partes de la Gran
obra, indicaremos de una manera general cuales fueron los medios empleados
por los alquimistas para ocultar a los profanos la ciencia de la piedra bendita.
Respecto de los signos, nacen con la Alquimia, son los griegos quienes los
emplean por vez primera, usando para su ciencia los de Egipto. Puede
observarse que los signos alquímicos tienen su origen directo en los
jeroglíficos. El signo del agua empleado por los alquimistas es el jeroglífico del
agua y así otros, como los signos del oro y de la plata (Hoeffer: Historia de la
Química, tomo I y Berthelot: Orígenes de la alquimia). Los signos alquímicos
son muy numerosos en ciertos tratados, así el de Khunrath titulado: Confessis
de chaophysico chimicorum, donde se reemplazan por signos todos los
nombres de materias químicas y operaciones que es necesario conocer. Con
esta intención, reproducimos los principales signos alquímicos en la plancha
siguiente.
Los símbolos fueron también muy utilizados, es así que los pájaros que se
elevan figuran la sublimación o un desprendimiento de vapores. Los pájaros
volando hacia abajo figuran lo contrario, la precipitación. El fénix es el símbolo
de la piedra perfecta capaz de transmutar los metales en oro o plata. El cuervo
simboliza el color negro que adquiere la materia de la Gran Obra cuando se la
calienta. Un libro hermético singular: el Mutus Liber o libro sin palabras, que no
contiene una línea de texto, se compone simplemente de un conjunto de
grabados que simbolizan el camino a seguir para conseguir la Gran Obra.
Los nombres mitológicos destacaban con gran honor en la nomenclatura
alquímica. Marte designa al hierro, Venus al cobre, Apolo el oro, Diana, Hécate
o Luna la plata, Saturno el plomo, el toisón de oro es la Piedra Filosofal y Baco
la materia de la piedra. Es también una tradición greco-egipcia. En la Edad
Media se utilizaban nombres mitológicos para designar a los metales, y a
finales del siglo XVI su uso se extendió tanto que el benedictino Dom Joseph
Pernety escribió dos grandes volúmenes (las fábulas griegas y egipcias
desveladas) para explicar su sentido y su origen. (Las fábulas greco-egipcias
de Pernety se editaron en 1786 y no a finales del s. XVI, también en la misma
fecha se editó su muy interesante Diccionario Mitohermético N. del T.)
A los nombres mitológicos se unieron un gran número de palabras extrañas,
hebreas, griegas, árabes. En razón misma del origen de la Alquimia se
encuentran palabras griegas, he aquí algunas: hylé, materia primera.
Hipocláptico, vaso destinado a separar los aceites esenciales. Hydrelœum,
emulsión de aceite y agua, etc. Las palabras árabes son con mucho las más
numerosas, citamos algunas: elixir, alcohol, alcali, bórax, éstas, han llegado

25
Teorías y símbolos de los alquimistas

hasta nosotros. Otras caídas al olvido se encuentran en los tratados herméticos


como: alcani, estaño, alafar, matraz, alcahal, vinagre, almizadir, bronce verde,
zimax, vitriolo verde, etc., etc. En cuanto a los nombres hebreos, sólo se les
encuentra en los tratados de los alquimistas cabalistas. Sobre estas palabras
trasladamos al lector a la lectura del Diccionario Mitohermético de Pernety y al
Lexicon chimicum de Jhonson.
Se comprende que esta glosología especial debía ser suficiente para apartar
a los profanos, pero los alquimistas también utilizaban otros medios para
ocultar la Gran Obra.
Usualmente usaban el anagrama. Al final del “Sueño verde” se encuentran
diversos anagramas; explicamos dos de entre estos: “Seganissegède” que
significa: Génie des sages (genio de los sabios) y “Tripsarecopsem”: esprit,
corps, âme (espíritu , cuerpo, alma).
También usaban enigmas. He aquí uno fácil de resolver. “Todo el mundo
conoce la piedra y yo lo afirmo por Dios viviente que todos pueden tener esta
materia que yo nombro claramente en el libro: “Vitrium” según los ignorantes,
más es necesario añadir L y O. La cuestión es saber donde colocar estas
letras” (Helias: Espejo de la Alquimia).
La palabra del enigma es Vitriol.
Un curioso enigma muy conocido de los alquimistas se encuentra en el tercer
volumen del Theatrum chimicum, página 744 acompañado de un comentario de
10 páginas de Nicolás Barnauld. Aquí está: “Æelia Lœlia Crispis es mi nombre.
Yo no soy ni hombre ni mujer, ni hermafrodita ni virgen, ni adolescente ni vieja.
Yo no soy ni prostituta ni virtuosa, sino todo junto. No estoy muerta ni de
hambre ni por la espada, ni por el veneno, sino por todas estas cosas a la vez.
No descanso ni en el cielo, ni sobre la tierra, ni en el agua, sino por todas
partes. Lucius Agatho Priscius, que no fue ni mi marido, ni mi amante, ni mi
esclavo, sin tristeza, sin gozo, sin lloros, me hace elevar, sabiendo y sin saber
porqué el monumento que no es ni una pirámide ni un sepulcro, sino los dos.
He aquí una tumba que no encierra ningún cadáver. Es un cadáver que no está
encerrado en un sepulcro. El cadáver y el sepulcro no son más que uno”
Barnauld estableció en su comentario que se trata de la piedra de los filósofos.
Otro enigma no menos célebre, extraído de los alquimistas griegos, es el
siguiente: “Tengo 9 letras y 4 sílabas. Reténme. Las tres primeras tienen cada
una dos letras. Las otros tienen el resto. Hay 5 consonantes. Conóceme y
tendrás la sabiduría” La palabra del enigma es, según parece, ARSENICON.
Otra forma de enigma, el acróstico, consiste en presentar una fórmula donde
las primeras letras de cada palabra reunidas, forman una palabra que el filósofo
hermético no quiere revelar directamente. Representamos dos de estas
fórmulas. La primera procede de la Obras de Basilio Valentín, de la palabra
Vitriolo: Visitabis Interiora Terrœ, Rectificando Invenies Occultum Lapidem. El
otro significa Sulphur Fixum, que añade como complemento: Sol est. Ésta
procede del tomo segundo del “Mundus subterraneus” de P. Kircher
Todos los medios precedentemente enumerados sólo escondían palabras.
Veamos ahora cómo los alquimistas velaban las ideas.
En un primer rango se encuentran las fábulas extraídas de la mitología griega
o latina incluso la egipcia. Se las encuentra en los alquimistas posteriores al
renacimiento. No sólo se sirvieron de los mitos para velar la Gran Obra pues
admitiendo lo recíproco, se esfuerzan en probar que Homero, Virgilio, Hesíodo,
Ovidio habían sido adeptos y habían enseñado la práctica de la Piedra en sus

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Albert Poisson

obras. Esta opinión extravagante, es hermana de la que dió a Adan el


conocimiento de la Piedra. Pernety en sus fábulas griegas y egipcias no duda
en dar una explicación hermética de la ilíada y de la Odisea. Ninguna fábula
escapa a su furor de explicarlo. Su obra es de las más curiosas, aunque su
lectura prolongada es indigesta. Digamos en descarga de Pernety que había
sido precedido en esta vía por Libois (Enciclopedia de Dioses y héroes
procedentes de los cuatro elementos y de su quintaesencia, según la ciencia
hermética vol. 2).
Los alquimistas también han empleado siempre la alegoría. El griego Zósimo
construyó una bastante típica que expone Hoeffer en su Historia de la química.
He aquí una más moderna donde se encuentran indicados los colores de la
Materia durante la Gran Obra: negro, gris, blanco, amarillo, rojo. “Pero como fui
a un viaje, me encontré entre dos montañas donde admiré a un campesino de
porte serio y modesto, vestido con una capa gris, sobre su sombrero un cordón
negro, a su alrededor una cinta blanca, ceñida con una correa amarilla y
calzado con botas rojas” (Cofrecillo del pequeño campesino, por Ph….Vr)…La
alegoría continua así durante varias páginas. Se encuentran muchas de
curiosas, particularmente en la alegoría de Merlín presentada tanto por Hoeffer
como por Figuier en su “Alquimia y los alquimistas”. Estos dos autores dan
explicaciones muy amenas, especialmente Hoeffer que vió en la alegoría de
Merlín la indicación del análisis químico por vía seca y por vía húmeda.
Sólo nos falta hablar de la criptografía, es decir, el arte de escribir
secretamente utilizando signos desconocidos o desviados de su significado
primitivo. Los alquimistas utilizaban los alfabetos compuestos tanto de signos
herméticos ∴ a, Η b, β c, △ d , α e, [ f, etc. como letras entremezcladas de
cifras, así Mercurio se escribía 729C529, bórax B491X. Tritemio en su
“Poligrafía” cita algunos alfabetos herméticos compuestos de signos
particulares.
Otras veces los alquimistas escribían al revés: Zenerp al ereitam euq suov
zevas, es decir, prenez la matiére que vous savez (tomad la materia que
conocéis). O bien añaden al cuerpo de palabras letras inútiles “l’azoth des
philosophes est leur mercure” (el azoth de los filósofos es su mercurio)
deviniendo “M. l’azothi adoespuphiloqsophesa lesati pleururi imeracuret”. Al
contrario, otros suprimen letras. Paracelso troca así: Aroma philosophorum et
en fait: Aroph. D’Atremont en “la tumba de la pobreza” va más lejos, reemplaza
trozos de frases enteras por palabras inventadas a placer, así “la quinta
cualidad es la pureza y transparencia de nuestra sal a fin de que penetre mejor
y aquélla adquiera ongra neligilluk eude firseigli, como será dicho después.
Afortunadamente al final del volumen se encuentra una clave o traducción de
estos términos barrocos, que significan “por la filtración después la resolución
en vinagre destilado”.
Ramón Llull gustó un género particular de criptografía, designa las principales
operaciones, los productos, los aparatos, por simples letras del alfabeto. Así en
su “Compendium anima transmutationis” se lee: “Mira hijo mío, si tomas F y la
pones en C y pones todo en H tienes la primera figura FCH, etc.“ F significa los
metales, C, un agua ácida que los disuelve y H el fuego de primer grado.
Cada alquimista podía usar medios particulares de criptografía, este estudio
detallado es inútil y nos llevaría demasiado lejos, para nosotros es suficiente
haber comentado los más comunes.

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Teorías y símbolos de los alquimistas

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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la Plancha IIIª

Figura I (Procedente del Azoth de los Filósofos de B. Valentín). Reuniendo


las primeras letras de cada palabra aparece VITRIOL: Visitabis Interiora Terrœ
Occultum Lapidem. Se ven los signos de los siete metales. El águila, símbolo
de lo volátil y el león símbolo del fijo.

Figura IIª (Procedente del Mundus Subterraneus del padre Kircher). Para las
primeras frases concéntricas el procedimiento de lectura es el mismo que el de
la figura precedente, se encuentra: Sulphur Fixum. Para la tercera frase: Ergo
Sic Tuos Lege Omnes Sophos se necesita dividirla en dos partes, la primera da
Est, la segunda leída empezando por Sophos da Sol. Todo significa: El Azufre
fijo es el Sol. Es decir, el Azufre o principio fijo es sinónimo de sol u Oro (ver
capítulo III).
Sobre estas dos figuras leer el capítulo Iº.
Nota. Todas las figuras se relacionan con la segunda parte de esta obra: Los
Símbolos. En consecuencia, para su consulta me remito a los capítulos de esta
segunda parte.

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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la IVª plancha

Figura I (Extraída del Liber singularis de Barchusen). El alquimista orando en


su laboratorio suplica a Dios antes de iniciar la Gran Obra que le allane las
dificultades y que le de la inteligencia de las obras de los filósofos. (Véase el
capítulo I).

Figura II (Procedente de las 12 claves de la Filosofía de B. Valentin). El


dragón simboliza la Materia primera. Dos pequeños círculos lo circundan uno
muestra sus alas para indicar lo Volátil, el otro muestra sus patas para indicar
lo Fijo. Las tres serpientes y el triángulo representan los tres principios. Todo
está encerrado en el huevo de los Filósofos. (Ver el capítulo II)

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Albert Poisson

CAPÍTULO II

Símbolos de la teoría alquímica. La materia. Los tres principios. Los


cuatro elementos. Los siete metales y sus símbolos.

Se llama “pentáculos” a unas figuras simbólicas, compuestas de elementos


variados que resumen toda una teoría. Un pentáculo hace comprender de un
solo golpe de vista, y graba fácilmente en la memoria lo que sería difícil de
retener de otro modo. Es una fórmula breve y concisa que se puede desarrollar
a voluntad. Los pentáculos no son extraños en los tratados de alquimia. Las
obras de Basilio Valentín: “Las doce claves” y “el Azoth de los filósofos”,
contienen un gran número de ellos. Lo mismo el “Amphitreatrum sapientiœ
œternœ” de Khunrath. Los “Elementa chimiœ” de Barchusen, están
acompañados de un tratado de la Piedra Filosofal donde la serie de
operaciones está expuesta en setenta y ocho pentáculos. Las cuatro grandes
figuras de Janitor Pansophus resumen toda la filosofía hermética. Tendremos
la ocasión de explicar algunas de estas figuras, pero brevemente ya que su
desarrollo completo necesita para algunas de ellas varias páginas.
Examinaremos en este capítulo los símbolos o pentáculos donde los
alquimistas resumían sus teorías.
Los Griegos figuraban la materia primera mediante una serpiente que se
muerde la cola. Es la serpiente Ouroboros de los gnósticos. En el centro del
círculo así formado, escribían la fórmula εν το παν: Uno el Todo. Esta figura se
encuentra en la “Crisopeya” de Cleopatra (Berthelot: Orígenes de la Alquimia).
Durante el transcurso del tiempo, la unidad de la materia fue siempre así
figurada: un dragón o una serpiente mordièndose la cola. En ocasiones se
formulaba esta ley por un simple círculo.
A los tres principios les correspondían signos especiales salvo al Mercurio,
cuyo símbolo designaba también a la plata viva ordinaria. El azufre de los
filósofos se figuraba mediante un triángulo suscrito de tres flechas o de una
cruz. La sal por un círculo atravesado por una línea. El Mercurio por un círculo
coronado por el creciente lunar y suscrito de una cruz.
Los tres principios están simbolizados en las figuras de Lambsprinck por tres
personajes: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Se les representaba también
mediante tres serpientes o por una serpiente con tres cabezas para indicar que
no existía más que una sola raíz: la Materia. Se los comparaba fácilmente con
la Santa Trinidad, tres personas en un solo Dios, tres principios en una sola
materia. Ya vimos que los principios estuvieron durante mucho tiempo
reducidos a dos: Azufre y Mercurio, se les figuraba entonces por dos serpientes

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Teorías y símbolos de los alquimistas

formando un círculo, una alada para indicar al Mercurio, elemento hembra y


volátil. El otro, sin alas, para mostrar al Azufre, elemento macho y fijo.
Los cuatro elementos también disponían de su símbolo: El Aire, un triángulo
con el vértice arriba atravesado por una línea paralela sobre su base. El Agua,
tomado en el sentido de elemento, un triángulo con el vértice hacia abajo. El
Fuego, por un triángulo con el vértice arriba. La Tierra, un triángulo con el
vértice abajo atravesado por una línea paralela a la base. El pentáculo que
resume los símbolos de los cuatro elementos es la estrella de seis puntas.
Se encuentran estos símbolos correspondientes a los cuatro elementos en
una figura del “Viatorium spagyricum”. Los elementos están así simbolizados:
El Aire por un pájaro: El Agua por un navío, un pez o una vasta extensión de
agua. El Fuego por una salamandra, un dragón vomitando llamas de fuego,
una antorcha encendida. La tierra por una montaña, un león rey de los
animales terrestres o un hombre. Es así como se los encuentra representados
en el encabezamiento del “Gloria Mundi” impreso en el Museum Hermeticum.
El árbol que ocupa el centro de la figura representa al oro, la plata y los cinco
metales restantes. En cuanto a las siete figuras más pequeñas encerradas en
los círculos, simbolizan diversas operaciones de la Gran Obra. (veànse los
capítulos VIº y VIIº). Para finalizar, el cuadrado representaba al pentáculo
sintético de los cuatro elementos.
Hemos hablado de los signos de los siete metales, diremos a propósito del
símbolo del mercurio que algunos han visto la representación del caduceo y
otros la de un Dios egipcio con cabeza de Ibis coronado por el disco solar y por
cuernos, símbolo de fertilidad. A menudo, los Alquimistas representaban los
metales bajo el aspecto de dioses del Olimpo, Saturno armado con su guadaña
es el plomo. Marte con su casco en la cabeza y lanza en su puño, es el hierro.
Mercurio con su caduceo, sus alas en su cabeza y talones, es la plata viva, etc.
Es lo que representa la figura tomada del “Viatorium spagyricum”. Un grabado
en madera de la “Pretiosa margarita” nos muestra los metales bajo la forma de
seis jóvenes arrodillados a los pies de un Rey sobre su trono, que representa al
séptimo metal, el más perfecto, el Oro. El texto nos muestra que ruegan al Rey
un reino para cada uno de ellos. Tras diversos episodios, que simbolizan la
Gran Obra, el Rey les otorga lo que piden. Una última figura los representa
coronados, reyes con su torre, es decir, cambiados en oro; pero este tema se
refiere más al simbolismo de la Gran Obra que trataremos completamente en
los capítulos siguientes.

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Albert Poisson

Los siete metales. Los cuatro elementos, las operaciones y los colores de la
Obra.

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la plancha V

Esta figura se encuentra en el encabezamiento del “Gloria Mundi” en el


Museum Hermeticum. Destacan el Iniciador y el Iniciado, el anciano y el joven.
Después, la Materia universal simbolizada por el árbol metálico que lleva los
siete metales. El oro y la plata con sus símbolos ordinarios. Los otros metales
figurados simplemente por estrellas. Se ve también a los Elementos, la Tierra
simbolizada por el Hombre y el León. El fuego simbolizado por el Dragón. El
Agua por el Mar, el Delfín y la Mujer. El Aire por el pájaro situado cerca de la
Mujer. Las siete pequeñas figuras accesorias se refieren a las operaciones y a
los colores. El cuervo y el cráneo: el color Negro, mortificación. Los dos
cuervos: La destilación. Los tres cuervos: sublimación. Los dos pájaros y la
corona: el color blanco, fin del pequeño magisterio. Los dos pájaros y el árbol:
el régimen de Marte, los colores del arco iris. El unicornio y el rosal: el color
rojo. Para finalizar, el niño que nace indica el fin de la Obra, es el símbolo de la
Piedra perfecta. (Véanse los capítulos IIº, VIº y VIIº)

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Albert Poisson

CAPÍTULO III

Teoría general de la Gran Obra. La Materia de la Gran Obra. Azufre y


Mercurio. Sus símbolos. Los dragones de Flamel. Lista de sinónimos
herméticos del Azufre y del Mercurio.

La Gran Obra o preparación de la Piedra Filosofal, era como dijimos, el


propósito principal de los alquimistas. Sus tratados se desarrollan
generalmente sobre este único objetivo. En los siguientes capítulos, trataremos
exclusivamente de la Gran Obra, pero antes de dar la clave de los símbolos
herméticos, expondremos algo más del camino que seguían los alquimistas en
la preparación de la Piedra Filosofal, después, trataremos cada fase de la
preparación por separado.
La materia de la Gran Obra es el Oro y la Plata, unidos al Mercurio y
preparados de una manera especial. El oro era considerado rico en Azufre. La
Plata contenedora de un Mercurio muy puro, en cuanto a la plata viva,
representa a la sal, intermediario y medio de unión. Estos tres cuerpos,
preparados según ciertos procedimientos, eran encerrados en un matraz de
vidrio, el huevo filosófico, que debía ser cerrado con esmero. Todo ha de ser
calentado en un horno llamado Atanor. Una vez el fuego se enciende, la Gran
Obra se inicia. Diferentes fenómenos se producirán: cristalizaciones,
desprendimientos de vapores que después se condensan, etc. En ello
consisten las operaciones. En el curso de éstas, la Materia toma diversas
coloraciones llamadas los Colores de la Obra. El color rojo anuncia el fin de la
Obra. Se toma la materia, se le comunica un gran poder de transmutación
mediante la ayuda de una operación llamada fermentación, así se obtiene la
Piedra Filosofal.
Examinaremos la composición teórica de la Materia de la Gran Obra. Desde
la teoría alquímica era racional pensar que la Materia de la piedra de los
filósofos estuviera compuesta de Azufre, Mercurio y Sal. Estos tres principios,
tomados en el estado de pureza absoluto, unidos y cocidos según las reglas
del Arte debían componer un nuevo cuerpo, que sin ser por sí mismo un metal,
podía comunicar la perfección metálica a la plata viva, al plomo, al estaño.
Los Alquimistas hablando de la Materia de la Piedra, la examinaban tanto
como única, refirièndose a su composición invariable, tanto como triple, al
referirse a los principios que la forman. También la llamaban cuádruple,
reemplazando los principios por los elementos. “Es así que nuestro Magisterio
está extraído de uno, se hace con uno, se compone de cuatro y tres están en
uno”. (Arnau de Vilanova: El Camino del Camino). Uno, es la Materia de la
piedra considerada en su conjunto, es también la Materia única universal.
Cuatro: los cuatro elementos. Tres: Azufre, Mercurio y Sal. Los cuatro
elementos son reducibles a los tres principios, es lo que se deduce de otro
pasaje de Arnau de Vilanova: “existe una piedra compuesta de cuatro
naturalezas: el fuego, el aire, el agua y la tierra. El Mercurio es el elemento
húmedo de la piedra, el otro elemento es la Magnesia, que no es la vulgar”.
(Carta al rey de Nápoles). El Mercurio frío y húmedo representa al agua y al
aire. La Magnesia o Azufre, representa al fuego y a la tierra, lo cálido y lo seco.
Así se explica lo que dicen enigmáticamente los Filósofos, que la Materia de la
piedra tiene tres ángulos en su substancia (los tres principios), cuatro ángulos
en su virtud (los elementos), dos ángulos en su materia (Fijo y volátil), un

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Teorías y símbolos de los alquimistas

ángulo en su raíz, la materia universal. Cabalísticamente, el número de la


materia es el 10, pues al traducir en cifras este párrafo, se encuentra
1+2+3+4=10.
Dicen además que la Materia es vegetal, animal y mineral. Vegetal porque
tiene un espíritu, mineral porque tiene un cuerpo y animal porque tiene un
alma. Encontramos de nuevo la trilogía: Azufre, Mercurio y Sal: “Esta Sal, este
Azufre y este Mercurio, que son el cuerpo, el espíritu y el alma, nacen los tres
del caos donde están en confusión o más bien del mar de los filósofos”
(Psautier d’Hermophile). Este mar de los filósofos, este caos, designa la unidad
de la Materia. Este lenguaje simbólico ha arruinado a muchos sopladores, que
en lugar de trabajar sobre los metales, tomando las palabras de los filósofos al
pie de la letra, pasaron su vida destilando plantas, orines, excrementos,
cabellos, leche, esperando encontrar la Materia de la piedra de los sabios.
Un triángulo o un cuadrado simbolizan la Materia de la Piedra, según se mire,
sea formada de los principios o de los elementos. En ocasiones el triángulo
está encerrado en un cuadrado, tal es el símbolo que se encuentra en el
encabezado de este volumen, ha sido extraído del tratado titulado “La Gran
Obra desvelada en favor de los niños de la luz”. La Materia presenta, por
consiguiente, la misma composición que los metales: “Examina con atención de
qué está formado el metal, te digo en verdad que en ello consiste toda la obra
de los sabios”. (Texto de Alquimia).
Aunque hemos visto que un gran número de filósofos han pasado bajo
silencio la Sal como tercer principio de los metales y que apenas se ocuparon
del Azufre y del Mercurio, les dieron a la mezcla del Azufre y del Mercurio
preparados para la Obra, el nombre de Rebis. Philippe Rouillac da a este
nombre la etimología siguiente: “He aquí porqué los Filósofos han llamado a la
materia de su bendita piedra: Rebis, que es un nombre latino formado de Res y
de Bis, que quiere decir cosa doble, queremos inducir a buscar dos cosas, que
no son dos, sino una sola cosa que es llamada Azufre y Mercurio” (Resumen
de la gran obra por Ph. Rouillac, franciscano)
El Azufre y el Mercurio, principios masculino y femenino, están simbolizados
por un hombre y una mujer, ordinariamente un rey y una reina. Así están
representados en el “Gran Rosario” impreso en el tomo II, página 243 del “Artis
Aureferœ”. También bajo el símbolo del rey y la reina están representados en
el primer símbolo de “las doce claves de Basilio Valentín”, página 393 del
Museum Hermeticum.
La unión del rey y de la reina constituye el matrimonio filosófico. “Seas
advertido hijo mío, que nuestra obra es un matrimonio filosófico que debe ser
compuesto de hombre y de mujer” (Ph. Rouillac: Resumen de la Gran Obra).
Es propio hablar que después de este matrimonio o unión es cuando la materia
toma el nombre de Rebis. Se simboliza el Rebis por un cuerpo humano con dos
cabezas, una de hombre y otra de mujer. Este hermafrodita químico es común
en los tratados herméticos. Se le encuentra notoriamente en el encabezado de
“De alchimia opuscula complura”, también en el “Viatorium spagyricum” y en la
traducción alemana del “Crede Mihi” de Northon, etc.
En los tratados herméticos manuscritos, el rey está vestido de rojo y la reina
de blanco ya que el azufre es rojo y el Mercurio blanco. “Es nuestro Mercurio
doble, esta materia blanca por fuera, roja por dentro.” (Texto de Alquimia).

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Albert Poisson

Se figuraba también al Azufre y al Mercurio por los signos del oro y de la


plata, indicando que el Azufre debe ser extraído del oro y el Mercurio de la
plata. Se encuentran los signos del oro y de la plata correspondientes a los del
Azufre y del Mercurio en uno de los pentáculos del “Liber singularis de
Alchimia” de Barchusen. Este punto será desarrollado en el capítulo siguiente.
Al ser el Azufre fijo en su esencia y el Mercurio volátil, los alquimistas
representaban al azufre mediante un león, rey de los animales terrestres y al
Mercurio por el águila, reina de las aves: “El Mercurio de los filósofos es la
parte volátil de su materia: el león es la parte fija, el águila la parte volátil. Los
filósofos hablan del combate entre estos dos animales” (Pernety: Fábulas
egipcias). Así un águila devorando a un león significa la volatilización del fijo.
Inversamente un león venciendo a un águila significa la fijación del Mercurio
por el Azufre. Decimos de paso que el nombre de águila tiene para Filaleteo un
significado diferente del que acabamos de dar. Es para él, el símbolo de la
sublimación en tanto que operación, así, siete águilas significan siete
sublimaciones. (Véase la “Entrada abierta al palacio cerrado del Rey” de Ireneo
Filaleteo.
Empleaban también con el mismo significado el símbolo de dos serpientes,
una alada y la otra sin alas. La serpiente alada representa al principio volátil, el
Mercurio. El principio fijo, el azufre, es simbolizado por la serpiente sin alas. “El
Secreto animal está representado por un círculo formado de dos serpientes,
una alada, la otra sin alas, que significan los dos espíritus, fijo y volátil, unidos
conjuntamente.” (Le Breton: Claves de la filosofía espagírica). Las dos
serpientes tanto están unidas, como en el caduceo de Mercurio, como están
separadas.
Entre las figuras de Abraham el Judío(1) se encuentra representada una
serpiente clavada en una cruz, lo que alquímicamente significa que el volátil
debe ser fijado.
Los dragones tienen absolutamente el mismo significado que las serpientes.
El dragón sin alas que se encuentra entre las figuras de Abraham el Judío y de
Nicolás Flamel, es el Azufre macho y fijo. El dragón alado, es el Mercurio,
volátil y hembra. “Considerad estos dragones, pues son los verdaderos
principios de la filosofía de los sabios... el que está debajo sin alas, es el fijo o
macho. El que está encima, es el volátil o bien la hembra negra y oscura que
tomó el dominio durante muchos meses. El primero es llamado Azufre, o bien,
calidez y sequedad y el segundo, la Plata viva, frialdad y humedad. Son el Sol y
la Luna, de fuente mercurial y origen sulfuroso.” (El libro de Nicolás Flamel) Los
dragones de Flamel fueron célebres entre los alquimistas, que los citaron a
menudo: “Flamel quiere que sean dos dragones, uno con alas y el otro sin
ellas. Los explica él mismo: uno es macho, el otro hembra. Uno es el fijo, el otro
el volátil. Uno el Azufre, el otro el Mercurio, que no son el azufre y el Mercurio
vulgares, sino los filosóficos.” (El hilo de Ariadna).
Un solo dragón puede representar los tres principios pero entonces tiene tres
cabezas: “El toisón de oro está guardado por un dragón de tres cabezas, la
primera es el agua, la segunda es la tierra, la tercera es al aire. Estas tres
cabezas deben reunirse en una sola que será lo bastante fuerte y poderosa
para devorar a todos los otros dragones.” (D’Espagnet: Arcano de la filosofía de
Hermes).
El agua es el Mercurio, la Tierra es el azufre y el Aire es la Sal.

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Tres serpientes en un cáliz, indican los tres cuerpos componentes de la


materia de la piedra, situados en el huevo filosófico, el símbolo acompaña
generalmente al Hermafrodita químico.
¿Por qué figuraban los alquimistas al Azufre y al Mercurio por los dragones?
Flamel nos respondió: “La causa por la que he pintado las dos espermas en
forma de dragones es porque su hedor es muy grande, como la de los
dragones. (El libro de Flamel).
Hemos comentado los principales símbolos del Azufre y del Mercurio, existen
una infinidad de otros que se comprenderán fácilmente si se sigue esta regla:
“El azufre siendo fijo es macho, el Mercurio volátil es hembra. Se les representa
sea por cosas naturalmente contrarias (fijo y volátil) o sea por animales de sexo
diferente (macho y hembra). En las figuras de Lambsprinck, se los encuentra
bajo la forma de dos peces, también de un león y de una leona, de un ciervo y
de un unicornio, por dos águilas. El símbolo más empleado es el de los dos
perros. El Azufre ha sido llamado perro de Corasceno y el Mercurio perra de
Armenia: “Hijo mío, toma el perro macho de la montaña de Corasceno y la
perra de Armenia, únelas conjuntamente y engendrarán” (Calid: Secretos de
Alquimia).
El Azufre y el Mercurio tienen un gran número de sinónimos, entre ellos, es
indispensable conocer los principales.
Sinónimos del Azufre: Goma, aceite, sol, fijedad, piedra roja, coágulo,
azafrán, adormidera, latón rojo, seco, tintura, fuego, espíritu, agente, sangre,
hombre rojo, tierra viva, Gabricius, rey, esposo, dragón sin alas, serpiente
macho, león, perro de corasceno, bronce quemado, oro filosófico, etc.
Sinónimos del Mercurio: principio femenino, blanco, Beia, luna, plata, oro
blanco, oro crudo, azoth, agua, leche, mantel blanco, maná blanco, orina
blanca, frialdad, humedad, cuerpo, matriz, mujer blanca, vestidura cambiante,
volátil, paciente, leche virginal, plomo blanco, vaso, flor blanca, flor de sal,
corteza, velo, veneno, alumbre, vitriolo, aire, arco iris, nubarrón, etc.

(1) Como hablaremos varias veces de estas figuras en los diferentes capítulos y como no se
las puede separar hemos colocado las figuras de Flamel en el encabezamiento de esta
obra.

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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la VIª plancha

Figura I (procedente del Viatorium spagyricum de Jamsthaler). Símbolos de


los cuatro elementos (Véase el capítulo II).

Figura II (procedente del Azoth de los filósofos, impreso en el tomo II de la


Biblioteca chimica Mangeli). Los signos de los siete metales. En el medio el
Rebis, el hermafrodita químico, hombre y mujer, fijo y volátil, Azufre y Mercurio,
El globo alado, símbolo de la Materia puesta en movimiento por la Fuerza, el
Arqueo o fuego central de la tierra. El Dragón, símbolo de la unidad de la
Materia. El Triángulo: los tres principios. El Cuadrado y la Cruz, los cuatro
elementos. (Véanse los capítulos IIº, IIIº y IVº).

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la VIIª plancha

Figura I (Del Viatorium spagyricum).


Los siete metales simbolizados por las divinidades del olimpo pagano, Apolo,
Diana, Júpiter, Saturno, Mercurio, Marte, Venus (Véase el capítulo IIº).

Figura II (Extraída de la Margarita pretiosa)


El rey representa al Oro, los niños arrodillados a sus pies, los seis metales.
Imploran al Oro para que les comunique su perfección. (Véase el capítulo II)

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la VIIIª plancha

Figura I (procedente de una edición alemana del Crede Mihi de Northon). El


Rebis, el hermafrodita químico, Azufre y Mercurio, acostado en un jardín
cercado de muros que simbolizan la triple vasija. Atanor, baño de arena, huevo
filosófico. El Mercurio tiene la misma significación. Situada cerca del Rebis
indica que el hermafrodita es el Mercurio de los filósofos tomado en el sentido
de Materia de la Gran Obra (véanse los capítulos IIIº y IVº).

Figura II (Extraída del Viatorium spagyricum). Reconocemos el Rebis. El


cuervo símbolo del negro, significa el matrimonio filosófico, la unión entre el
azufre y el Mercurio, del macho y la hembra que tiene lugar durante el color
negro. Las tres serpientes, símbolos de los tres principios. La media luna
creciente significa que se trata aquí la Piedra blanca del pequeño magisterio.
(Ver los capítulos IIº, IIIº y IVº).

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Albert Poisson

CAPÍTULO IV

Práctica de la Materia o Gran Obra. Las dos vías. El Oro y la Plata. Su


purificación. La fuente de los Filósofos. Baño del Rey y de la Reina.
Disolución del Oro y de la Plata. El pequeño Magisterio y la Gran Obra.

En los capítulos precedentes vimos que los alquimistas tomaban el Azufre, el


Mercurio y la Sal extraídos de los metales como materia de la Piedra. Además,
empleaban diversos métodos que conducían todos al mismo objetivo. Tanto es
así que ciertos alquimistas pretendían extraer la materia, tanto del estaño,
como del plomo, como del vitriolo. Más tarde volveremos sobre este punto.
En cuanto al proceso general de la Gran Obra, los maestros más ilustres del
hermetismo no reconocen más que uno. “No hay más que una piedra, una sola
manera de operar, un solo fuego, una sola manera de cocer para llegar al
blanco y al rojo y todo se perfecciona en un único vaso.” (Avicena: Declaratio
lapidis physici). No obstante, a partir del siglo XVII los alquimistas distinguen
dos vías, la húmeda y la seca. “Llaman vía húmeda a la operación siguiente: el
Azufre y el Mercurio de los filósofos se cuecen en un fuego moderado en un
vaso cerrado justo hasta que la materia deviene negra, entonces se aumenta el
fuego hasta que deviene blanca, finalmente un fuego más violento la tiñe en
rojo...; La vía seca consiste en tomar la Sal celeste, que es el Mercurio de los
filósofos, mezclado con un cuerpo metálico terrestre, se coloca en un crisol a
fuego vivo. En cuatro días la obra está perfecta. Es así como operaba el artista
que Helvetius menciona en su “Becerro de oro” (Barchusen: Liber singularis de
alchimia”.
Pero esta vía seca fue muy poco explicada y no conocemos ningún tratado
especial sobre ella, por ello, sólo nos ocuparemos de la vía húmeda
universalmente reconocida por lo Adeptos de todos lo países y de todos los
siglos.
El Azufre, el Mercurio y la Sal constituyen la materia de la piedra, pero todos
los cuerpos contienen estos tres principios. ¿De dónde, entonces, habrá que
extraerlos especialmente? Es aquí donde yerran los sopladores, tomando al pie
de la letra las palabras de los filósofos, no saben distinguir el hecho de su
símbolo. El azufre es llamado flor roja, la materia de la piedra también es
llamada vegetal, árbol metálico. Así, los sopladores se apresuraban en
machacar hierbas, recoger jugos, destilar flores. También llamaban a la materia
de la piedra, sangre, menstruo, cabellos, perro, águila, etc. Se decía que la
materia es una cosa vil, que se la encuentra por todas partes. ¡cuántas causas
de error!. Generalmente, los desgraciados sopladores se extrañaban de no
haber conseguido éxito y achacaban a todo sus fracasos salvo a su ignorancia
e ineptitud. Hacían desfilar por sus alambiques los productos más dispares y
los más extraños. “Reuní mocos, gargajos, orina, materia fecal, de cada uno
una libra. Los mezclé conjuntamente y los puse en un alambique para extraer
su esencia, la que extraje en su totalidad en forma de sal, la que ensayé para la
transmutación de los metales, pero en vano, pues no tuve éxito.” (De la
Martinière: La química desconocida o la impostura de la Piedra Filosofal)

47
Teorías y símbolos de los alquimistas

Los filósofos herméticos son unánimes en decir que la materia debe ser
buscada en los metales ya que si el propósito de la gran obra es hacer oro y el
oro es un metal, debemos entonces dirigirnos a los metales: “Naturaleza se
regocija en su Naturaleza y Naturaleza contiene Naturaleza y Naturaleza sabe
mejorar Naturaleza” (Texto de Alquimia). Este célebre axioma, que puso
Bernardo el Trevisano sobre la vía, se reencuentra en los “Físicos y místicos”
de Demócrito el mistagogo, alquimista griego: “la naturaleza triunfa sobre la
naturaleza.” Los Adeptos no cesan en repetir esta fórmula bajo todas sus
formas. Arnau de Vilanova en su “Flos florum” dice lo mismo. “El hombre no
engendra más que hombres, el caballo no produce más que caballos, por lo
mismo, los metales no pueden ser producidos más que por su propia semilla.”.
He aquí otra cita imbuida del mismo espíritu. “Ahora hijo mío, busca al
Agricultor y pídele cual es la semilla y cual es la cosecha. Aprenderás de él que
quien siembra trigo, recogerá trigo, que quien siembra cebada recogerá
cebada. Estas cosas hijo mío, te conducirán a la idea de la creación y de la
generación. Recuerda que el hombre engendra a un hombre, que el león
engendra león y el perro un perro. Es así como el oro produce oro, en eso
consiste todo el misterio.” (Epístola de Isis sobre el Arte sagrado; ms. Grec,
pasaje ya citado por Hoeffer). Si la materia debe ser extraída de los metales,
¿de qué metales? De los metales perfectos, es decir, del Oro y de la Plata, del
sol y de la Luna. “El Sol es su padre, la luna es su madre” (Tabla esmeralda de
Hermes). “La materia de la que se extrae la medicina soberana de los filósofos
es oro muy puro y plata muy fina y nuestra plata viva” (Bernardo el Trevisano:
La palabra abandonada). “El oro, la Plata y el Mercurio constituyen la materia
de la piedra, una vez han sido preparados según el Arte” (Livabius: Paraphrasis
Arnaldi).
Los pasajes que indican el oro, la plata y el Mercurio como materia son
innumerables. Los precedentes son suficientemente explícitos, sobre todo el de
Livabius. Veamos un último pasaje de gran interés. “Más te digo, trabaja con el
Mercurio y sus semejantes, y sobre todo no añadas nada de extraño, has de
saber que el oro y la plata no son extraños al mercurio”. (Santo Tomás de
Aquino: Secretos de Alquimia). Lo que vuelve a decir: trabaja con el mercurio,
el oro y la plata.
Pero estos tres metales constituyen la materia lejana de la piedra, la materia
próxima es el Azufre, el Mercurio y la Sal que les son extraídos. Del oro se
extrae el Azufre, de la plata el Mercurio y de la plata viva vulgar la Sal. Desde
los teóricos de la Alquimia (Roger Bacon en particular en su Espejo de la
Alquimia), el oro contiene un azufre, principio muy puro, fijo, rojo, no
combustible, y la plata contiene un Mercurio, principio puro, más o menos
volátil, brillante, blanco. En cuanto a la Sal está producida por la plata viva. Así,
la materia de la piedra consiste en cuerpos extraídos del sol y de la plata. “Hay
otros filósofos que pretenden que la piedra se extrae del Mercurio, pero no del
vulgar, y que sólo puede extraerse, con la ayuda del Arte, de los metales
perfectos como el sol y la Luna” (Alberto el Grande: Concordancia de los
filósofos sobre la Gran Obra). Parece observarse aquí una ligera contradicción
con lo que hemos dicho más arriba, no importa, los filósofos designaban a
menudo bajo el nombre de Mercurio de los filósofos, a la materia de la piedra
considerada en su conjunto. Así el nombre de Mercurio, posee cuatro
acepciones diferentes. Puede designar: 1º el metal, 2º el principio, 3º la plata

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Albert Poisson

preparada para la obra y 4º la materia de la piedra. Es con este último sentido,


con el que hay que entender este pasaje:

“Es el Mercurio de los Mercurios


y muchos ponen su atención
en encontrarlo por su trabajo
pues no es el Mercurio vulgar”.

(Jehan de la Fontaine: La fuente de los enamorados de la ciencia)

A contrario, en el sentido de plata preparada para la Obra del Mercurio,


principio extraído de la plata, nos habla esta cita:

“Cuídate de fijar la Plata viva


La que es volátil y vulgar
Y no de la que hago metal
Pobre hombre, te equivocas bien
Por este camino no harás nada
Si no andas por otros pasos

(Jean de Meung: El romance de la Naturaleza al alquimista errante).

Dijimos que la Sal como tercer principio apenas fue mencionada por los
antiguos alquimistas y que habitualmente sólo hablaban del Azufre y del
Mercurio, oro y plata, sol y luna. Para enredar al vulgo, confundían unos
términos por otros. “El Sol es el padre de todos los metales, la Luna es su
madre. La Luna recibe su luz del Sol. De estos dos planetas depende el
Magisterio entero” (R. Llull: La Clavícula). En su primera frase, Sol y Luna son
sinónimos de Azufre y Mercurio, principios universales, en la segunda,
significan Azufre y Mercurio, materia de la Obra. Estos cuatro términos pueden
ser tomados dos a dos como sinónimos absolutos.
Una figura de Barchusen representa el signo del Azufre correspondiente al
del Sol, al Oro, y la del Mercurio al de la Luna, la plata. Los símbolos del Azufre
y del Mercurio principios, son por tanto, aplicables a los del Azufre y Mercurio,
materia de la Piedra, al oro y a la Plata. (Respecto de estos símbolos véanse
los capítulos IIº y IIIº de esta segunda parte).
El Oro y la Plata preparados para la Obra eran denominados oro y plata de
los filósofos. Estaban en principio purificados, es por lo que Rhases dijo: “El
comienzo de nuestra obra es sublimar” (Libro de las luces). Sublimar, es decir,
purificar. Grever dijo: “El oro del vulgo es impuro, manchado por la presencia
de metales extraños, agrio, enfermo, y por ello, estéril. Lo mismo es aplicable a
la plata vulgar. Al contrario, el Sol y la Luna de los filósofos son lo más puro, no
están contaminados por ninguna mezcla extraña, sanos, robustos, más
abundantes en simiente generatriz”. (Grever: Secretum nobilissimum).
Purificando estos metales, aumentando su perfección se les da la facultad de
desarrollarse en perfección en el transcurso de la Gran Obra. “En el oro vulgar,
que ya es perfecto por naturaleza, su propia perfección, no le permite
transmitírsela a los metales imperfectos, por tanto, si queremos que el oro
vulgar introduzca la forma de oro vulgar dentro de los metales imperfectos para
perfeccionarlos, es necesario que el oro vulgar sea vuelto más que perfecto”.

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Teorías y símbolos de los alquimistas

(Colleson: idea perfecta de la filosofía hermética). Es este exceso de perfección


lo que el oro y la plata transmiten a los metales viles mediante el fenómeno de
la transmutación.
Se purificaba el oro por la cementación o por el antimonio y la plata por la
copelación, es decir, por el plomo. “Se pregunta si los cuerpos perfectos o
luminares deben ser preparados antes de servir a la Obra. Respuesta: el oro
debe ser purificado por cementación y la plata por copelación. Seguidamente,
es necesario reducirlos a limaduras o en hojas semejantes a las que utilizan los
pintores”. (Arnau de Vilanova: Quœstiones lam essentiales quam accidentales
ad Bonifacium octavum).
Todo lo expuesto se entiende para el oro y la plata monetarias o del
comercio, que están unidos siempre a metales extraños. Se puede emplear el
Oro nativo directamente, pues es suficientemente puro por él mismo: “El oro
perfecto se encuentra en las entrañas de la tierra, a veces en pequeños trozos
y en granos como de arena. Si puedes conseguirlo así, y sin estar mezclado,
es bastante puro, sino, te será necesario purgarlo y purificarlo por el Antimonio”
(Filaleteo: La entrada abierta al palacio cerrado del Rey).
Había, dijimos, dos maneras de purificar el oro: “Pasa el oro por el cemento
real o por el Antimonio” (Ph. Rouillac: Compendio de la Gran Obra). El cemento
o cemento real se compone según Macquer (Diccionario de química) de
catorce partes de ladrillos triturados, una parte de vitriolo verde calcinado al
rojo (era por consiguiente el sesquióxido de hierro o colcotar) y una parte de sal
común. Se forma una pasta de todo con además agua u orina y se pone en un
crisol con el oro, sobreponiendo capas de oro y de cemento alternativamente.
Para la purificación por el antimonio es suficiente fundir el oro con el antimonio.
La copelación de la plata se hacía por los mismos procedimientos que los
nuestros.
Para designar estas operaciones los alquimistas utilizaban un tropel de
símbolos. El oro y la plata son generalmente figurados por un rey vestido de
rojo y una reina de blanco. “El hombre es rojo, la mujer es blanca”. Isaac el
holandés: Opera mineralia). El oro y la plata son así representados en el gran
Rosario. Sus hábitos designan las materias extrañas, las impurezas que los
ensucian. La figura siguiente del Rosario los representa desnudos, es decir,
purificados, desposeídos de sus impurezas, de sus hábitos. Los alquimistas
dicen además, que el rey y la reina son purificados en un baño: “Pero antes de
coronar la castidad de su amor y de admitirlos en el lecho conyugal, es
necesario purgarlos cuidadosamente de todo pecado tanto original como
actual…Preparadles un baño dulce, en el que los lavaréis cada uno en
particular, pues la mujer menos fuerte y menos vigorosa no podría soportar la
acrimonia del baño más violento del macho. Sería infaliblemente destruida. Es
con la Stibium que prepararéis el baño del macho… En cuanto al baño de la
hembra, Saturno os enseñará cual debe ser” (Huginus a Barmâ: El reino de
Saturno transformado en siglo de oro). Encontramos aquí designada
alegóricamente la purificación del oro por el antimonio (stibium en latín) y de la
plata por el plomo (Saturno). La purificación estaba simbolizada por una fuente
donde el rey y la reina, el Sol y la Luna se bañan. Se encuentra este símbolo
en las figuras de Abraham el Judío y en el Rosario.
El antimonio es simbolizado por un lobo y el plomo por Saturno armado con
su guadaña. Así en la primera de las figuras de Basilio Valentín (las 12 claves
de la sabiduría) que trata sobre la purificación, el antimonio simbolizado por un

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Albert Poisson

lobo está situado al lado del rey, símbolo del Sol u Oro, la operación se hace en
un crisol. El plomo simbolizado por Saturno está situado al lado de la reina,
Luna o Plata, a su mismo lado se encuentra una copela. Respecto de las tres
flores que tiene la reina, indican que la purificación debe ser repetida tres
veces.
La primera figura de Abraham el Judío representando el mercurio perseguido
por Saturno trata de la purificación de la plata por el plomo. En efecto, la plata
vulgar copelada pierde su peso, a causa de los metales extraños que contiene,
cuyos óxidos son absorbidos por las paredes de la copela. Los alquimistas
viendo que en esta operación la plata había perdido su peso primitivo, admitían
que sus partes volátiles estaban evaporadas. Saturno o el plomo persigue a
Mercurio o la plata y le rompe las piernas, es decir, le deja inmóvil, lo fija, en
una palabra, lo deja inalterable. Es la verdadera fijación de Mercurio sobre la
cual tanto se han equivocado los Sopladores.
El oro y la plata purificados constituían la materia alejada de la Piedra. El
Azufre extraído del oro, el Mercurio extraído de la plata, eran la materia
próxima. Todos los filósofos concuerdan sobre el último punto “el oro es el más
perfecto de todos los metales, es el padre de nuestra Piedra, por tanto, no es
en absoluto la materia. La materia de la piedra, es el semen contenido en el
Oro” (Filaleteo: Fuente de la Filosofía Química). De lo mismo: “es porque yo os
aconsejo, amigos míos, de no operar sobre el sol y sobre la luna más que
después de haberlas reducido a su materia que es el Azufre y el Mercurio de
los filósofos” (R. Llull: La Clavícula). Huginus a Barma dice positivamente “el
Azufre del Oro es el verdadero Azufre de los filósofos”.
La etapa siguiente era empleada por los Alquimistas para extraer el Azufre o
el Mercurio del Oro o de la Plata: ellos disolvían primeramente estos dos
metales, siguiendo el viejo axioma: Corpora non agunt nisi soluta. Después
congelaban sus soluciones, es decir las hacían cristalizar. Descomponían
seguidamente por el calor las sales así obtenidas, redisolvían el residuo o la
plata pulverulenta, y después de diversos tratamientos, que variaban un poco
de un filósofo a otro, obtenían finalmente el Azufre y el Mercurio para la piedra.
En lo que se refiere a la Sal, era generalmente una sal de mercurio volátil,
como el bicloruro de mercurio o, sublimado corrosivo, que los Alquimistas
llamaban mercurio sublimado. Antes de ser transformado en sal, el mercurio
debía ser purificado por destilación.
Hemos visto que los filósofos usaban ácidos para disolver el oro y la plata.
“En nuestra piedra está escondido todo el secreto del magisterio que es el sol,
la luna y el agua de vida”. (R. Llull: Esclarecimiento del testamento). Agua de
vida designa a los licores ácidos. “Es necesario en primer lugar que el cuerpo
sea disuelto para que los poros sean abiertos, para que la naturaleza pueda
operar” (El Cosmopolita). Es sobretodo, esta parte de la Gran Obra, la que los
Alquimistas han tenido secreta. Era según ellos la operación más difícil de
encontrar.

“El más rudo trabajo, lo peor de todo


Consiste en preparar perfectamente la materia”.
(Augurel: La Crisopeya).

La mayor parte de los Adeptos han pasado bajo silencio esta parte de la
obra. Inician la descripción de la Gran Obra suponiendo la preparación de la

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Teorías y símbolos de los alquimistas

materia conocida. Es lo que nos afirma Colleson: “Ellos, hablan muy poco y
muy oscuramente de la primera operación del Magisterio hermético sin la cual,
nada puede hacerse en esta ciencia transmutatoria” (Idea perfecta de la
filosofía hermética).
Conseguimos encontrar algunos pasajes para esclarecer esta cuestión. El
oro se disuelve en el agua regia y la plata en el agua fuerte o ácido azoico y
algunas veces en el aceite de vitriolo (ácido sulfúrico). Artefio se emplea más
que cualquier otro sobre el Agua o ácido empleado para disolver el oro, que él
llama primer mercurio o vinagre de las montañas. “Este agua, dice, disuelve
parcialmente todo lo que puede ser fundido y licuado. Es un agua pesada,
viscosa, pegadiza... resuelve todos los cuerpos en su materia primera, es decir,
en Azufre y en Plata viva. Si pones en este agua cualquier metal, en limaduras
o en láminas menudas y lo dejas algún tiempo a un calor dulce, el metal se
disolverá enteramente y se cambiará en agua viscosa... Ella, aumenta de peso
y de color al cuerpo perfecto” (Artefio: Tratado secreto de la piedra de los
filósofos). El último párrafo es muy claro, el cloruro de oro obtenido por la
acción del agua regia sobre el oro es amarillo-brillante y más pesado que el
metal empleado. El autor anónimo del Tratado del Blanco y del Rojo, que habla
muy abiertamente de la Gran Obra, opera sobre las sales obtenidas por la
disolución previa del Oro y de la Plata. He aquí su receta del “Agua para el
oro”. Es simplemente el agua regia. “Toma vitriolo de Hungría azul, bien seco y
salitre, más una libra de sal amoníaco. Haz un agua fuerte en un vaso de vidrio
bien lutado, provisto de un sombrerete (tapón) de vidrio” (Tratado del Blanco y
del Rojo). En fin, Ripley entra en los detalles de la experiencia. “El cuerpo ya
preparado, se esparce sobre el agua compuesta, para que sea recubierto de un
espesor de una media pulgada. El agua se pondrá inmediatamente a hervir
sobre las cales de los cuerpos, sin ningún fuego exterior. El cuerpo se disolverá
y se elevará en forma de hielo desecándolo todo (Ripley: Médula de Alquimia).
Elevar la solución a la forma de hielo es hacerla cristalizar, esta última
operación se llamaba también congelación o coagulación. “Sabrás que todo el
magisterio no consiste más que en una disolución y en una coagulación”
(Alberto el Grande: El libro de los ocho capítulos).
Las sales así obtenidas no servían directamente para la Obra: “Las sales no
tienen ninguna cualidad transmutadora, sirven solamente de llaves para la
preparación de la Piedra” (Basilio Valentín: Carro Triunfal del Antimonio). No
obstante, estaban sometidas a diversas manipulaciones después de las cuales
eran transformadas en óxidos o nuevamente en sales.
Se simbolizaba a los ácidos por leones devorando al Sol o la Luna. Toda
figura representando el Sol o la Luna, Apolo o Diana, vencidos y devorados por
un animal fuerte y valiente como el león, el águila, el tigre, etc, simboliza la
disolución de los metales preciosos. Filaleteo, dice: “Antes de hacer la última
obra, hay que encontrar un licor o humedad en la que el oro se funda como el
hielo en el agua. ”A este agua ácida, la llama estómago de avestruz. Al igual
que el avestruz lo digiere todo, este líquido disuelve todos los metales.
En las figuras que Flamel hizo esculpir en el cementerio de los Inocentes, la
disolución es representada por un dragón que devora a un hombre que ha
abatido.
Se figuraba a la materia preparada mediante un líquido encerrado en una
redoma, como en la figura del título de este volumen. En fin, se la representaba
por el hermafrodita químico: “Es hermafrodita y da crecimiento a todas las

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Albert Poisson

cosas que se mezclan indiferentemente con ellas, porque tiene encerradas en


sí todas las simientes del globo etéreo” (Venceslao Lavinius: Tratado del cielo
terrestre). El hermafrodita está figurado por un cuerpo de dos cabezas, el Rebis
y simboliza al Azufre y al Mercurio preparados por la Obra. “Ricardo el Inglés
me rinde testimonio diciendo: la primera materia de nuestra piedra se llama
Rebis (cosa doble), es decir una cosa que ha recibido de la naturaleza una
doble propiedad oculta que le hace darle el nombre de Hermafrodita” (El triunfo
hermético).
No haremos mal en repetir aquí lo que hemos dicho sobre que el Mercurio de
los filósofos, cuando es expuesto como materia única de la Obra, designa el
conjunto de los cuerpos que entran en la composición de la materia. Tomado
en este sentido no es un cuerpo especial, es sinónimo de materia de la obra.
Es al resto, lo que se extrae perfectamente del pasaje siguiente de Ripley:
“Ahora, hijo mío, para deciros alguna cosa del Mercurio de los Filósofos,
aprended que cuando hayáis puesto vuestra agua de vida junto al hombre rojo
(que es nuestra Magnesia) y con la hembra blanca, que se llama albífica, y que
cuando sean conjuntados entre ellos de tal manera que no sean más que un
cuerpo, es entonces en verdad cuando tendréis el Mercurio de los filósofos’
(Ripley: Tratado de Mercurio).
Acabaremos este capítulo con algunas palabras sobre el pequeño magisterio
y la Gran Obra o Gran Magisterio. La pequeña obra o pequeño magisterio se
realiza con el Mercurio (sales de plata), la piedra filosofal así obtenida era
blanca y sólo transmutaba los metales en plata. La Gran Obra se hace con una
mezcla de sales de oro y de plata, con el Azufre y el Mercurio se obtiene la
verdadera piedra filosofal, roja y transmutante de los metales en oro.
Se representaba a las dos piedras y a los dos magisterios mediante árboles.
Uno, el árbol lunar lleva lunas en forma de frutos, es la pequeña obra. El otro,
el árbol solar lleva soles, es el símbolo de la Gran Obra. Esta distinción entre
dos obras es antigua, todos los Alquimistas la conocen. “Los filósofos afirman
expresamente que el oro ha pasado primero por el estado de plata. Si alguien
quisiera hacer la Obra sólo con plata, no podría avanzar más allá del blanco, y
no podría convertir los metales imperfectos más que en plata, jamás en oro”
(Vogel: De Lapidis physica conditionibus). Geber reconocía dos piedras
filosofales o elixires, puesto que dice: “La Luna fermentada por el Elixir blanco
se prepara disolviendo la Luna en su agua corrosiva”. (Geber: Libro de los
hornos).
El camino de las dos obras era idéntico, salvo que el pequeño magisterio se
detiene en la aparición del color blanco, mientras que el gran magisterio
continúa hasta el color rojo: “el tratado del blanco y del rojo” distingue también
las dos obras, explayándose mucho sobre la Gran Obra u obra al rojo, apenas
comenta que para la pequeña obra es suficiente repetir las mismas
operaciones, no trabajando más que sobre la plata disuelta en su agua
especial. Los filósofos se han referido más a la Gran Obra. También nosotros
abandonaremos el pequeño magisterio. Quede bien entendido, que el horno, el
vaso, el fuego, las operaciones y los colores son parecidos en los dos casos,
pero la Gran Obra es más larga, pues después del color blanco, fin de la
pequeña obra, otros colores aparecen en la grande. En suma, hablando de
una, hablaremos implícitamente de la otra.

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Teorías y símbolos de los alquimistas

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Albert Poisson

Explicación de la IXª plancha

Figura I.- (Procedente del “Liber singularis” de Barchusen). Muestra que el


Azufre y el Mercurio de los filósofos se extraen del Oro y de la Plata. (Véase el
capítulo IVº).

Figura II.- (Es el primero de los doce pentáculos que acompañan a “Las doce
claves de la sabiduría” de B. Valentín). Muestra la purificación del oro, el Rey,
por el antimonio. El lobo, símbolo del antimonio en el crisol. Y la purificación de
la plata, la Reina, por Saturno, símbolo del plomo, en una copela.

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Teorías y símbolos de los alquimistas

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Albert Poisson

Explicación de la Xª plancha

Esta figura se encuentra en el Museum Hermeticum. Muestra el Atanor y los


principales animales simbólicos del hermetismo. Este Atanor tiene una forma
algo fantástica pero se encuentran en él las partes principales. La torre
coronada con cúpula, el baño de arena y el huevo filosófico. La serpiente
encerrada en el huevo representa la materia de la piedra. El león simboliza lo
fijo, el azufre. El Águila simboliza lo volátil, el Mercurio. La serpiente y el dragón
son los símbolos de la materia. El cuervo representa al color negro, el cisne el
color blanco, el pavo real los colores del arco iris y el fénix simboliza al color
rojo. (Véanse los capítulos IIº,Vº y VIº).

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Teorías y símbolos de los alquimistas

CAPÍTULO V

El huevo filosófico y sus símbolos. El sello de Hermes. El atanor. El fuego


de los filósofos. Los grados.

Estando preparada la Materia de la piedra, se trataba de darle mediante una


cocción cuidadosa, la propiedad de transmutar los metales. Para ello se
encerraba la materia en un pequeño balón o matraz, llamado huevo filosófico,
se situaba sobre una escudilla llena de cenizas o de arena y se calentaba
según ciertas reglas en una especie de horno de reverbero: el Atanor.
Los Alquimistas son generalmente bastante explícitos sobre estas partes
accesorias de la Obra. El matraz en el cual se sitúa la materia se llama huevo
de los filósofos. Es un balón de vidrio bastante resistente, algunas veces es de
barro cocido. Algunos se servían de huevos filosóficos de metal, cuero o hierro.
El balón de vidrio era el huevo filosófico más utilizado. “El vaso del Arte es el
huevo de los filósofos, que es hecho de un vidrio muy puro, con cuello de
longitud media. La parte superior del cuello debe ser sellada herméticamente y
la capacidad del huevo sea tal que la materia que se ponga no llene más de un
cuarto de la vasija” (Huginus a Barma: el Reino de Saturno). Roger Bacon se
servía indiferentemente de un vaso de vidrio o de barro. “El vaso debe ser
redondo, con un pequeño cuello. Debe ser de vidrio o de un barro tan
resistente como el vidrio. Se cerrará herméticamente el orificio, con una tapa y
betún (en el sentido de luten. N. del T.)” (Roger Bacon: Espejo del Alquimia).
Filaleteo insiste sobre todo en el sellado y la capacidad. “Toma un vaso de
vidrio de forma oval, que sea redondo y bastante grande para contener una
onza de agua destilada en toda la capacidad de su vientre…hay que sellarlo en
su parte alta con precaución, de manera que no exista ninguna grieta ni ningún
agujero, de otro modo tu obra se perderá” (Filaleteo: Entrada abierta al palacio
cerrado del rey).
Por su forma, en un principio se llamaba huevo a este vaso, después porque
de él, tal como en un huevo, debía salir de la incubación en el atanor, la Piedra
Filosofal, el Infante coronado y vestido de púrpura real como decían los
alquimistas. Es casi en este sentido que Rouillac da la etimología de este
nombre: “Así contemplado como huevo tiene todo lo que es necesario para la
generación del pollo, al que no le falta añadir nada ni tiene nada de superfluo
que quitar. A su vez, hay que cercar en nuestro huevo todo lo que es necesario
para la generación de la piedra” (Rouillac: Compendio de la Gran Obra).
En los pasajes citados más arriba, se ve que los filósofos insisten mucho en
el sellado completo del huevo. Unos como Bacon empleaban una tapa que
fijaban con un luten o con un betún, pero la mayor parte empleaban el sello de
Hermes. El hilo de Ariadna, tratado anónimo, nos da detalles bastante
interesantes sobre esta operación. Da tres maneras de sellar herméticamente
un balón: 1º se situaba el cuello sobre un fuego muy ardiente, pero
separándolo del fuego por una teja agujereada, de manera que el vidrio no se
debilitara más que en un punto del cuello. Cuando el vidrio estaba debilitado,
se cortaba el cuello en este lugar con unas tijeras, los bordes cortados se
soldaban totalmente como cuando se corta un tubo de caucho; 2º se debilitaba
el cuello de la misma forma, retorciéndolo y estirándolo. A la llama de una vela,
se fundía la extremidad puntiaguda hasta producir una pequeña perla de vidrio;
3º se calentaba la abertura del balón y un tapón de vidrio se le adaptaba, a

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Albert Poisson

continuación se cerraba el balón con su tapón y se derramaba encima vidrio


fundido.
Algunos alquimistas preferían al simple balón de vidrio, un aparato formado
por dos matraces, el cuello de uno entrando en el cuello del otro. “Hay dos
vasos de la misma forma, dimensión y cantidad. La nariz de uno entra en el
vientre del otro a fin de que por la acción del calor lo que está en una parte,
suba a la cabeza del vaso y después por la acción del frío descienda al vientre”
(Ramón Llull: Esclarecimiento del testamento). De lo mismo, “unos se sirven de
vasos de vidrio redondos u ovales. Otros prefieren la forma de aludel, toman un
vaso cuyo cuello corto penetra en otro vaso que sirve de tapa y se les luta
(Libavius: De lapide philosophorum).
Se sellaban por fuera con un luten resistente o se fundía el cuello del primer
balón en el cuello del segundo. Esta disposición ofrecía las ventajas siguientes:
los vapores se condensaban más fácilmente al contacto con las paredes frías
del balón superior, además al ser más grande la capacidad interior, el aparato
corría menos riesgos de romperse.
Los alquimistas daban diferentes nombres al huevo filosófico. Según Flamel
le llamaban: esfera, león verde, prisión, sepulcro, redoma, cucúrbita, casa del
pollo, habitación nupcial. Los nombres esfera, redoma y cucúrbita le han sido
dados a causa de su forma. La expresión casa del pollo no es más que una
perífrasis: habitación nupcial, prisión, sepulcro, son imágenes muy
comprensibles si se recuerda que el Azufre y el Mercurio, materia de la piedra,
eran llamados hombre rojo y mujer blanca. El huevo era una prisión porque
una vez que los esposos filosóficos (el rey y la reina, el hombre rojo y la mujer
blanca, Gabricius y Beïa) habían entrado, moraban allí hasta el fin de la Obra.
Sepulcro: porque los esposos morían después de haberse unido, tras su
muerte nacía su hijo (la piedra filosofal) y porque toda generación procede de
putrefacción. La muerte engendra la vida según una teoría en voga de la Edad
Media (véase el capítulo VIIº). Este símbolo del sepulcro es bastante frecuente
para designar el huevo filosófico: “Ten cuidado de que la conjunción del marido
y de su esposa se haga después de haber quitado sus hábitos y ornamentos,
tanto de la cara como de todo el resto del cuerpo para que entren en la tumba
tan limpios como cuando vinieron al mundo” (Basilio Valentín: Las doce claves
de la sabiduría). Es bajo la forma de tumba que se simbolizan las figuras que
acompañan al Rosario en el “Artis auriferœ quam chemiam vocant”. En el
Viatorium spagyricum el huevo con la materia es figurado por un sepulcro de
vidrio donde son encerrados el rey y la reina.
Al huevo se le llama habitación nupcial, lecho nupcial, porque es en él donde
tiene lugar la conjunción del Azufre y del Mercurio, la unión del rey y de la
reina. El Sueño verde, habla de una casa de cristal completamente cerrada,
donde se introducen los esposos y se cierra la puerta con la misma materia de
la que está compuesta la casa.
Por analogía, el huevo también era llamado matriz, porque “la matriz de la
mujer después de ser concebida, queda cerrada y bien cerrada, a fin de que no
entre ningún aire extraño y de que el fruto no se pierda. Así nuestra piedra
debe permanecer siempre encerrada en su vaso“ (Bernardo el Trevisano: La
palabra abandonada) y también porque se encierran allí las dos espermas
minerales, Azufre y Mercurio, de los cuales, debe nacer la piedra de los
filósofos.

59
Teorías y símbolos de los alquimistas

Finalmente, el huevo es también llamado vientre de la madre, mortero, criba.


Criba, porque los vapores que se elevan, después de ser condensados, caen
gota a gota como un líquido pasando a través de una criba.
El huevo lleno y cerrado se colocaba en una escudilla o cazuela que contenía
cenizas o arena fina. Helias, en su Espejo de Alquimia recomienda situar el
huevo en una copela con cenizas amontonadas, de manera que únicamente
emergieran los dos tercios superiores del balón. Algunos filósofos en lugar de
baño de arena empleaban el baño María, que llamaban fuego húmedo.
La escudilla y el huevo se colocaban en un horno especial llamado Atanor,
del griego αθανατος, inmortal, porque el fuego una vez encendido, debía
quemar hasta el fin de la Obra. Ciertos alquimistas han descrito en sus obras
diversos modelos de Atanor. Uno de los más curiosos se encuentra en el
“Bosquecillo químico”, de Planiscampi. Se compone de dos hornos unidos, uno
destinado al fuego y a los gases provenientes de la combustión, que pasando
por un agujero de comunicación, daba calor al otro horno. El Athanor de
Barchusen es un horno ordinario. Pero el verdadero Athanor, el que era
conocido por los primeros alquimistas occidentales como Alberto el Grande,
Roger Bacon o Arnau de Vilanova, era un tipo de horno de reverberación que
podía desmontarse en tres partes. La parte inferior contenía el fuego. Estaba
agujereado para permitir el acceso del aire y disponía de una puerta. La parte
media, cilíndrica también, ofrecía tres salientes dispuestos según un triángulo,
sobre los cuales reposaba la escudilla que contenía el huevo. Esta parte estaba
agujereada según sus diámetros por dos agujeros opuestos, cerrados mediante
discos de cristal, lo que permitía observar lo que pasaba en el huevo. La parte
superior, compacta, esférica, con una cúpula o reflector, que reverberaba el
calor. Ese era el Atanor generalmente en uso. Las disposiciones principales
quedaban invariables y los cambios que los alquimistas aportaban
personalmente, no tenían ninguna importancia. Se encuentra en el “Mutus
Liber” un atanor bastante elegante en forma de torre dentada.
El símbolo del horno es una encina hueca. Así se la encuentra representada
en las figuras de Abraham el Judío.
Se daba conjuntamente al horno, a la escudilla y al huevo filosófico, el
nombre de triple vaso. “‘Este vaso de tierra es llamado por los filósofos triple
vaso porque en su mitad hay una escudilla llena de cenizas tibias, en las que
está puesto el huevo filosófico” (El libro de Nicolás Flamel)
Los alquimistas, tan herméticos en todo lo que concierne a la Gran Obra,
fueron muy celosos al tratar sobre el fuego o los grados de calor necesarios
para la obra. El conocimiento de estos grados era para ellos una de las claves
más importantes de la Gran Obra. “Muchos alquimistas están en el error, ya
que no conocen la disposición del fuego que es la clave de la obra, éste,
disuelve y coagula al mismo tiempo lo que no pueden coger al estar cegados
por su ignorancia” (Ramón Llull: Vade mecum seu de tincturis compendium).
En efecto, la materia una vez preparada, con la sola cocción, podía cambiarse
en piedra filosofal. “Yo sólo os pido cocer, coced al principio, coced a la mitad,
coced al final, y no hagáis nada más” (La Turba de los filósofos).
Los alquimistas distinguían otras especies de fuego: el fuego húmedo o baño
María que abastece de una temperatura constante. El fuego sobrenatural o
artificial designaba los ácidos. Los alquimistas remarcaron que los ácidos
producen una elevación de temperatura en sus diversas reacciones y también
que tienen sobre los cuerpos el mismo efecto que el fuego, los desorganizan, y

60
Albert Poisson

destruyen rápidamente su aspecto primitivo. Para finalizar, el fuego natural es


el ordinario.
Por lo general, los alquimistas no empleaban ni carbón ni madera para
calentar el huevo filosófico pues habría hecho falta una vigilancia continua y
hubiera sido prácticamente imposible obtener una temperatura constante.
También Marco Antonio se opone a los sopladores ignorantes que se servían
de carbones; “A qué sirven estas llamas violentas, si los Sabios no usan en
absoluto carbones ardientes, ni maderas encendidas para hacer la obra
hermética” (La luz surgiendo por sí misma de las tinieblas). Los filósofos
herméticos empleaban una lámpara de aceite con mecha de amianto, cuyo
sustento es fácil y que provee de un calor prácticamente uniforme, es éste el
fuego que tanto han escondido y del cual sólo unos pocos hablan abiertamente.
Admitían varios grados a su fuego, según que la obra fuera más o menos
avanzada. Llegaban a regular su fuego aumentando el número de hilos que
componían la mecha: “Haz primero un fuego dulce, como si tu no tuvieras más
que cuatro hilos en tu mecha, hasta que la materia empiece a ennegrecer.
Después aumenta, pon catorce hilos, la materia se lava y deviene gris, y
finalmente pon veinticuatro hilos y tendrás la blancura perfecta” (Happelius,
Aforismos basilianos).
El primer grado de fuego, el del principio de la obra, equivalía más o menos a
unos 60 o 70 grados centígrados: “Haced vuestro fuego en proporción al calor
de los meses de junio y de julio” (Diálogo de Maria y de Aros). No hay que
olvidar que es un egipcio el que habla. Así, al primer grado se le llamaba fuego
de Egipto, justamente porque iguala prácticamente a la temperatura estival de
ese país. Algunos alquimistas olvidando este punto han indicado para el primer
grado una media demasiado débil, como la de Ph. Rouillac: “Observa sobre
todo el fuego y sus grados, que el primero sea febril, es decir, igual a la
temperatura del sol al tiempo del mes de febrero” (Compendio de la Gran
Obra). Se aseguraba la obtención del primer grado cuando acercando la mano
al huevo, se podía tocar sin quemarse. “No dejes nunca que el vaso se caliente
demasiado, de manera que puedas siempre tocarlo con la mano desnuda sin
quemarte. Esto ha de durar todo el tiempo de la solución” (Ripley: Tratado de
las doce puertas).
Los otros grados se encuentran fácilmente doblando, triplicando, etc.
aproximadamente la temperatura del primer grado. Había cuatro en total. El
segundo oscila entre la temperatura de ebullición del agua y de fusión del
azufre ordinario, el tercero es un poco inferior a la fusión del estaño y el cuarto
a la del plomo.
Los símbolos del fuego son: las tijeras, la espada, la lanza, la hoz o guadaña,
el martillo, en una palabra todos los instrumentos que pueden producir una
herida: “Ábrele pues las entrañas con una hoja de acero” dice el Texto de
Alquimia, hablando del mineral de donde se extrae el aceite de vitriolo. En las
figuras de Abraham el Judío, Saturno armado con una guadaña, indica que se
debe purificar la plata por el plomo con ayuda del calor. En las figuras de
Basilio Valentín se ve igualmente un caballero que combate con la espada a
dos leones macho y hembra, lo que indica que es por el fuego que hay que fijar
lo volátil. Finalmente encontramos también la espada como símbolo del fuego
en las esculturas de Flamel en el cementerio de los Inocentes.
Para terminar he aquí según Bernardo el Trevisano las cualidades que debe
tener el fuego filosófico: “Haced un fuego vaporoso, digestible, continuo, no

61
Teorías y símbolos de los alquimistas

violento, sutil, circundante, aéreo, cerrado, incomburente, alterante” (Bernardo


el Trevisano: El libro de la filosofía natural de los metales).

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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la XIª plancha

Figura I.- (Edición alemana del Credi Mihi).

El huevo filosófico doble. Los dos pájaros indican que una materia volátil se
está sublimando en el balón superior (Véase el capítulo Vº).

Figura II.- (Viatorium spagyricum).

El Rey y la Reina, Azufre y Mercurio, encerrados en el sepulcro filosófico. El


esqueleto indica que estamos ante la operación llamada mortificación. El cojo o
Vulcano, símbolo del fuego, muestra que se debe calentar el huevo filosófico
(Véase el capítulo Vº).

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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la XIIª plancha

Figura I (Margarita pretiosa)

El oro materia de la piedra está encerrado en el sepulcro o huevo filosófico.


Durante el tiempo que ha estado encerrado ha engendrado un hijo, es decir, se
ha producido un cuerpo nuevo. El alquimista sepulta al padre y al hijo. (Véase
el capítulo Vº)

Figuras IIª y IIIª (Liber singularis de Barchusen)

Dos huevos filosóficos sellados encierran la Materia de la Piedra, el oro y la


plata. En uno, la sublimación se muestra por el pájaro que se eleva. En el otro,
la materia sublimada se precipita o condensa, así queda indicado por el pájaro
que desciende (Véase el capítulo VIº).

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Albert Poisson

CAPÍTULO VI

Las operaciones, causas de las diferencias entre los alquimistas respecto


del sujeto de las operaciones. La putrefacción. Los regímenes de
Filaleteo. Fermentación. Proyección. Símbolos de las operaciones.

Estando la materia encerrada en el huevo filosófico y el fuego encendido, los


cuerpos puestos en presencia reaccionan los unos sobre los otros
produciéndose diversas acciones químicas: precipitación, sublimación,
desprendimiento de gas o de vapores, cristalización, etc. Al mismo tiempo la
Materia cambia sucesivamente de color. En este capítulo nos ocuparemos de
los fenómenos químicos llamados operaciones por los alquimistas y en el
siguiente trataremos de los colores.
Los alquimistas difieren notablemente unos de otros sobre el nombre, el
número y la denominación de las operaciones. Tomemos un ejemplo: la
materia emite vapores, se ennegrece, los vapores se condensan y caen bajo
forma líquida. Un antiguo alquimista al estudiar el conjunto del fenómeno, le
dará el nombre de destilación, porque en efecto, en toda destilación se
encuentran dos partes: vaporización y condensación. Otro, distinguiendo las
fases del fenómeno, dirá que ha habido sublimación (vaporización) y
precipitación (condensación). Otro último al tomar el color negro en
consideración, añadirá una tercera fase: la putrefacción. Sin embargo, todo lo
anterior no designa más que un único y mismo fenómeno.
Es lo mismo para todas las demás operaciones.
También se constatan grandes diferencias de un filósofo a otro. Mientras que
Pernety estableció doce operaciones: calcinación, congelación, fijación,
disolución, digestión, destilación, sublimación, separación, inceración,
fermentación, multiplicación, proyección, Bernardo el Trevisano sólo admite
una sola.
“Hasta qué punto los filósofos divisan el magisterio en más operaciones
según el grado de las formas y de sus diversidades, aunque no hay más que
una en la formación del huevo”, comenta Bernardo el Trevisano (De la
naturaleza del huevo). Pero es esta una opinión ligeramente paradoxal. Otros
alquimistas analizan un poco más. Helias cuenta siete operaciones:
sublimación, calcinación solución, ablución, ceración, coagulación, fijación y
Alberto el Grande cuatro: purificación, lavado, reducción, fijación.
Lo que no contribuye poco a embrollar la cuestión, es que unos cuentan las
operaciones desde la preparación de la Materia, mientras que otros sólo desde
el momento en que la Materia es encerrada en el huevo. Pero, en suma, se
puede dividir la Gran Obra en cuatro partes: 1ª Preparación de la Materia. 2ª
Cocción en el huevo filosófico y aparición de los colores en el orden
establecido. 3ª las operaciones que tienen por objetivo dar a la Piedra filosofal
más fuerza, que son la fijación y la fermentación. 4ª Finalmente, con ayuda de
la piedra, la transmutación de los metales viles en oro y en plata, es la
proyección.
Todas las diversas operaciones que tienen lugar durante la Gran Obra
pueden resumirse en una sola: la cocción, ya que todo se hace por el fuego. Es
lo que expone Alain de Lille: “Los nombres de decocción, conmixtión, mezcla,
sublimación, contrición, desecación, ignición, dealbación, rubificación y
cualquier otro nombre que se pueda dar a la operación, no es más que un solo

67
Teorías y símbolos de los alquimistas

régimen que se nombra simplemente contrición, decocción”. Basilio Valentín


sólo admite dos operaciones, la solución y la coagulación, es decir, estados
sucesivos de la Materia desde un estado de reposo a un estado de movimiento
“El Espíritu: Ignis et azoth tibi sufficiunt. Alberto: Celeste palabra, ¿cómo debo
hacer yo esto?. El espíritu: Solve, coagula, disuelve y coagula”. (Coloquio del
Espíritu del Mercurio con el hermano Alberto).
A pesar de esta gran diversidad de opiniones, intentaremos dar cierta luz a
este caos. La primera operación, el de la Materia ya preparada, es la
denominada conjunción o coito. Es la unión del Azufre y del Mercurio, del
macho y de la hembra. Al calentarse, el color negro aparece, es la denominada
putrefacción. Veremos después porque se le ha dado este nombre al conjunto
de fenómenos que se producen al tiempo que la materia ennegrece. Se han
dado muchos otros nombres a la putrefacción. He aquí sus principales
sinónimos: Muerte, destrucción, perdición, calcinación, denudación, separación,
trituración, asación, extracción, conmixtión, licuefacción, división, destilación,
corrupción, impregnación.
Después de la putrefacción viene la ablución. Esta operación consiste en
hacer aparecer el blancor tras el negror, en lavar la piedra, puesto que de
negra se convierte en blanca. Los filósofos simbolizan la ablución mediante la
salamandra que se purifica en el fuego, por el asbesto o amianto que la llama
emblanquece sin consumirla. “Ablución no es otra cosa que la abstracción del
negror, mancha, ensuciamiento e inmundicidad, la que se hace por la
continuación del segundo grado del fuego de Egipto” (Rouillac, el Compendio
de la Gran Obra). La ablución también es llamada: dealbación, absterción,
resurrección.
Finalmente aparece la rubificación, caracterizada por la aparición del color
rojo indicando que la obra es perfecta. A esta clasificación basada en la
sucesión de los colores pueden reducirse todas las operaciones que han
imaginado los alquimistas.
Filaleteo une las operaciones a los colores, no les da nombres particulares
sino que los designa mediante los nombres de los metales que usaba como
símbolos para designar a los colores. (véase, el capítulo VIIº). He aquí el
resumen de lo que comenta sobre este tema en su “Entrada abierta al Palacio
cerrado del rey”: 1º Régimen del Mercurio: la materia pasa por diversos
colores, se para un poco en el verde y finalmente ennegrece. Dura cincuenta
días. Vapores coloreados se elevan, se condensan y caen al fondo sobre la
materia sólida. 2º Régimen de Saturno. Es la negrura. La materia es negra
fundida hirviente, otras veces se solidifica. Este régimen dura cuarenta días, 3º
Régimen de Júpiter. Del negro al comienzo del blanco. Vapores y
condensación. Durante este tiempo todos los tipos de colores que no se sabría
imaginar aparecerán, las lluvias serán entonces más abundantes día tras día y
al fin, después de todas estas cosas que son muy agradables de ver,
aparecerá en el vaso una blancura en forma de pequeños filamentos o como
cabellos. Este régimen dura veintiún días. 4º Régimen de la Luna. Es la
blancura perfecta. Su duración es de tres semanas. La materia se solidifica y
se licúa alternativamente varias veces por día. La materia aparece al fin bajo la
forma de pequeños granos blancos. 5º Régimen de Venus. La materia pasa del
blanco al verde, azul lívido, rojo pardo, se funde y se hincha. Esta fase dura
cuarenta días. 6º Régimen de Marte: la materia se deseca, es sucesivamente
naranja y amarillo parda, después presenta los colores del iris, esta fase dura

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Albert Poisson

cuarenta y cinco días. 7º Régimen del Sol: la materia pasa del color anaranjado
al rojo. Emite vapores rojos, después se desploma, se vuelve húmeda, se
deseca, fluye y se solidifica, esto, varias veces en un día, y al fin se convierte
en pequeños granos rojos”. Filaleteo no habla aquí ni de la fermentación ni de
la proyección. Trata estas dos operaciones separadamente. Los regímenes
sólo comprenden los fenómenos que tienen lugar en el huevo filosófico.
La fermentación es la operación que sigue a la aparición del color rojo. Tiene
por objeto acrecentar la potencia de la Piedra y de permitirle transmutar más
rápidamente los metales. Generalmente se rompía el huevo filosófico, se
recogía la materia roja, se la mezclaba con la del oro fundido, se obtenía una
masa quebradiza roja, la cual se hacía someter a tratamientos que variaban de
un filósofo al otro: según los Alquimistas, la Piedra iba así aumentando, no sólo
de cantidad sino también de calidad y eso indefinidamente, se comprenderá
desde ahora la exclamación entusiasta de Ramón Llull “Mare lingerem, si
mercurius esset’ La mayor parte de los filósofos operaban de la manera que
acabamos de decir. “Si te quieres servir de la tintura física para transmutar,
proyectarás en primer lugar una libra sobre mil de sol fundido. Sólo entonces la
medicina estará lista y limpia para hacer desaparecer la lepra de los metales”
(Paracelso: Tinctura physicorum). Eck. De Sultzbach describe la operación con
esmero “Toma dos marcos de oro puro, fúndelos en un crisol, proyéctale un
cuarto de libra de la medicina susodicha y será inmediatamente absorvida por
el oro y se convertirá en uno con él, proyéctale de nuevo un cuarto de libra de
la medicina para convertir todo el oro, tritura, después pónlo a un fuego violento
y todo se convertirá en un polvo rojo como de minio. Proyecta una parte sobre
cien partes de Luna pura y obtendrás un oro excelente” (Eck. De Sultzbach:
Clavis philosophorum).
Algunos alquimistas seguían otro método para la fermentación, tomaban la
materia al rojo y después de haberla mezclado con el mercurio sublimado
(bicloruro de mercurio) la hacían digerir a un dulce calor en un matraz, el
resultado obtenido era el mismo.
Cuando la materia ha sido fermentada es apta para transmutar los metales. A
la operación por la cual los metales viles eran cambiados en oro y plata, se le
llamaba proyección. Para conseguirla se tomaba un metal, mercurio, plomo,
estaño. El primero debía ser calentado fuertemente pero sin llegar a su punto
de ebullición, los otros dos eran simplemente fundidos, después en el crisol
donde se encontraba el metal calentado se proyectaba un trozo de piedra
filosofal envuelta en cera. Se dejaba enfriar y se encontraba un lingote de oro
igual en peso al metal empleado según unos, o menor según otros, lo que
dependía de la calidad del elixir o piedra filosofal empleada. El envoltorio de
cera era, parece ser, indispensable, pues es por olvidar esta precaución que
Helvetius falló en su primera proyección tal y como lo cuenta en su “Becerro de
oro”. Tuvo éxito en la segunda cuando envolvió su fragmento de piedra en una
bolita de cera.
Ahora vamos a examinar los símbolos de las principales operaciones. La
primera o conjunción era simbolizada por el matrimonio del Azufre y del
Mercurio, del rey y de la reina. El pentáculo de la sexta llave de Basilio Valentín
que representa al rey dando la sortija nupcial a la Reina mientras que un obispo
los bendice, simboliza la conjunción. No olvidemos que la conjunción era
también llamada matrimonio filosófico. En las figuras que acompañan al gran

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Rosario (impreso en el Artis Auriferœ) la conjunción es figurada más


crudamente por la unión carnal del rey y de la reina.
La putrefacción era simbolizada por todo lo que podía recordar la idea de
muerte o de negror como cadáver, esqueleto, cuervo, etc. En el Viatorium
spagiricum la putrefacción es simbolizada por un esqueleto de pie sobre una
esfera negra, que lleva en su mano derecha un cuervo. El pentáculo de la
cuarta clave de Basilio Valentin ofrece el mismo sentido, representa un
esqueleto en pie sobre un sepulcro.
La dealbación, operación que seguía a la putrefacción, era asimilada a la
resurrección que sigue a la muerte, como el blanco (símbolo de la vida)
aparece en la obra después del negro (símbolo de la muerte).
El octavo pentáculo de Basilio Valentín se refiere a esta operación. Puede
comentarse en un doble sentido, místico y alquímico: toda vida procede de
corrupción y de putrefacción. El grano puesto en la tierra se corrompe en ella
(según las ideas en voga de la edad media), después renace en forma de trigo.
Nuestro cuerpo enterrado en tierra, se descompone, pero en el día del juicio
resucitará. La materia puesta en el huevo se pudre, después renace, pierde su
negror, emblanquece y resucita. Dos hombres apuntan al blanco (diana), uno
acierta, ha captado el sentido del símbolo, el otro no lo consigue jamás, son el
loco y el sabio del Tarot.
La dealbación era también llamada ablución porque se practicaba una
destilación interior en el huevo tras la cual la materia, lavada por así decirlo por
esta circulación continua de líquido, blanqueaba. Se la encuentra figurada en
este sentido, en el Viatorium spagiricum: algunos esqueletos salen de sus
tumbas, resucitan, una multitud de pájaros revolotean por encima, unos se
elevan, otros descienden, lo que indica la destilación.
La destilación era a veces descompuesta en dos tiempos u operaciones: 1º
ascensión de vapores o sublimación, simbolizados por un pájaro que se eleva,
su cabeza está dirigida hacia lo alto de la figura y 2º condensación de vapores
en líquido: precipitación o descenso, simbolizado por un pájaro que desciende,
su cabeza dirigida hacia la parte baja de la figura. En el gran Rosario, un niño
lanzado al aire que sale de un sepulcro donde está encerrado el hermafrodita
químico figura la sublimación.
La fijación, operación final durante la cual aparece el color rojo, es figurada
en el Viatorium por un niño recién nacido y en Barchusen (Liber singularis de
Alchimia), por un joven rey coronado encerrado en el huevo filosófico. En las
figuras de Lambsprinck, el padre, los hijos y el Espíritu reinando en su gloria
tienen el mismo significado.

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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la XIIIª plancha

Las dos figuras proceden del Viatorium spagyricum.

Figura I.- Fin de la putrefacción simbolizada por los esqueletos y los cuervos.
Se desprenden vapores que se condensan. La materia está muy agitada, es lo
que muestran los cuervos volando en todas las direcciones. (Véanse los
capítulos VI y VII).

Figura II.- La Putrefacción, simbolizada por el esqueleto, la esfera negra y el


cuervo (Ver los capítulos VI y VII).

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Albert Poisson

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Explicación de la XIVª plancha

Figura I.- El niño encerrado en el huevo simboliza el color rojo que anuncia el
fin de la Gran Obra (Ver el capítulo VII).

Figura II.- (Es el pentáculo correspondiente a la VIª clave de B. Valentin).


Muestra la operación llamada Conjunción, o unión o matrimonio del Rey y la
Reina, Azufre y Mercurio, Oro y Plata. El Sol y la Luna se relacionan con el rey
y la reina. Los aparatos destilatorios y la lluvia al fondo nos enseñan que
estamos en la operación de la Conjunción, ocurren fenómenos de emisión de
vapor y de condensación. Esto ocurre durante el color blanco simbolizado por
el cisne. El sacerdote es el medio de unión, la Sal. (Véase el capítulo VI).

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Albert Poisson

CAPÍTULO VII

Los colores de la obra. Concordancia de filósofos. Los colores


principales y los colores intermedios. El negro, putrefacción, cabeza de
cuervo. El blanco. El iris. El rojo.

En el curso de la Gran Obra, la Materia cambia varias veces de color. Los


colores aparecen unos después de otros en un orden invariable. Su sucesión
regular indica que la obra está en buena vía. Los alquimistas griegos ya
mencionaron la sucesión de colores de la materia durante la Gran Obra.
Reconocían cuatro que asimilaban a los cuatro puntos cardinales. 1º Norte, o
melanosis, negro; 2º Oeste, o leucosis, blanco; 3º Sur o Iosis, violeta y 4º Este
o amarillo o rojo (véase Berthelot: Orígenes de la alquimia). Desde los Griegos,
todos los alquimistas han hablado de colores y han estado siempre de acuerdo
sobre este punto. Sus diferencias aparentes derivan en que los que algunos
observan como colores importantes otros los pasan bajo silencio, pero estas
ligeras diferencias se refieren a colores secundarios.
Se pueden dividir los colores de la obra en dos clases: En primer lugar, los
colores principales en número de tres, de los que todos los alquimistas hablan,
se trata del negro, del blanco y del rojo. Y en segundo lugar, los colores
secundarios o intermedios que sirven de transición para pasar del negro al
blanco y del blanco al rojo. Así, antes que aparezca el negro se manifiestan
una mezcla de colores bastante confusa. Entre el negro y el blanco se
encuentra el gris. Entre el blanco y el rojo, el verde y el azul, los colores del
arco iris o del espectro solar y después el amarillo, el naranja y finalmente el
rojo.
Los colores principales se suceden en el orden siguiente: negro, blanco y
rojo. Es por lo que los filósofos dicen: “Nuestra piedra tiene tres colores, es
negra al principio, blanca en su mitad y roja al final.” (Alberto el Grande: El
Compuesto de los Compuestos). Igualmente: “Este espíritu como un fénix,
renaciendo de sus cenizas, se viste de un cuerpo negro, blanco y rojo”
(Preceptos del padre Abraham a su hijo). Algunos filósofos añadían a los
colores principales el amarillo o anaranjado, o bien los colores del arco iris que
nombraban iris o cola de pavo real, de forma que el número de los colores
principales pasaba a cuatro, así: “Los colores principales son en número de
cuatro: el negro, el blanco, el limón y el rojo perfecto. Algunos filósofos le han
dado el nombre de elementos” (Huginus a Barma: La Piedra de toque). Más
este número de cuatro nunca fue superado. Los colores intermedios entre el
blanco y el rojo tenían poca importancia. Los alquimistas hablan poco de los
que preceden al negro y de los que aparecen entre el negro y el blanco.
Los símbolos de los colores son numerosos y muy importantes de conocer.
Sólo tratan de los tres o cuatro colores principales. Se les figura
frecuentemente mediante cuatro pájaros, el cuervo representa al negro, el
cisne al blanco, el pavo real los colores del iris y el fénix el rojo. Se les
encuentra así figurados en el pentáculo que acompaña la novena clave de
Basilio Valentín. A veces el fénix es reemplazado por un rey llevando el cetro,
como en el Crede mihi de Northon (traducción alemana, al principio del capítulo
quinto). También se simbolizaban los colores mediante las cuatro estaciones,
primavera, verano, otoño, invierno como en la séptima clave de Basilio
Valentín.

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Teorías y símbolos de los alquimistas

Se designaba también alegóricamente a los colores por los metales, así


Saturno o el plomo simboliza el negror, la plata o Luna es el blanco, el cobre, la
rojez. Marte o el hierro figura el Iris. Theobaldo de Hoghelande en su “‘Tratado
de las dificultades de Alquimia” dice hablando de los enigmas de los filósofos:
“Al principio de la cocción, cuando la piedra es negra y casi cruda, se la llama
plomo. Cuando pierde el negror y comienza a emblanquecer, se la llama
estaño ...; se la llama oro cuando llega al rojo perfecto”. Una nota manuscrita
que leímos en el margen de la Suma de Geber en la Biblioteca de los filósofos
químicos, afirma lo mismo: “La negrura es llamada plomo. Este plomo se
cambia naturalmente en plata”. Es decir, después del negro viene el blanco.
Más tarde la misma mano ha indicado alegóricamente la sucesión de los tres
colores mediante estos signos: “Emblanquece pues el plomo que se convertirá
en la luna, enrojece la luna”.
Filaleteo también se sirvió del nombre de los metales para designar los
colores, habla de todos los colores que aparecen tanto los principales como los
intermedios.
“He aquí estos regímenes de los que ya hemos hablado, pero desde el punto
de vista de las operaciones, 1º Régimen de Mercurio, tras un fuego encendido
durante veinte días aparecen un gran número de colores, hacia el trigésimo día
el verde domina y en el cuadragésimo aparece el negror verdadero. 2º
Régimen de Saturno: es el color negro. 3º Régimen de Júpiter: la materia se
viste con todos los colores intermedios entre el negro y el blanco. 4º Régimen
de la Luna: es el color blanco. 5º Régimen de Venus donde se ve el verde, el
azul, el amoratado, el rojo oscuro. 6º Régimen de Marte: amarillo anaranjado,
después los colores del iris y de la cola de pavo real. 7º Régimen del Sol: es el
rojo perfecto.
No se puede ser más claro, el lector comprenderá ahora fácilmente el pasaje
siguiente ya citado por Hoeffer y que no entendió.

“Después viene Saturno el negro


Que Júpiter de su palacio
Naciente, rechaza el imperio
Al cual la Luna aspira
Tanto hace bien la dama Venus
Que es el bronce, no digo más
Salvo que Marte montará sobre ella
Será de hierro el arma mortal
Tras del cual aparecerá
El Sol cuando él renacerá”.

(El Gran Olimpo, poema filosófico)

Los colores son citados en el orden querido y con los mismos nombres
citados por Filaleteo. Terminemos diciendo que los símbolos de los metales se
aplicaban a los colores cuando se designaba a éstos por los nombres de los
metales.
También se simbolizó a los colores mediante frutos. En el pasaje siguiente,
se habla de los colores intermedios entre el blanco y el rojo y el rojo mismo.
“Dando seguidamente en el tercer grado del fuego, todo tipo de frutos
excelentes que nacen y crecen, como el membrillo, los limones y naranjas

76
Albert Poisson

agradables de ver, que se transmutan en poco tiempo en sabrosas manzanas


rojas” (Cofrecillo del pequeño campesino).
Bernardo el Trevisano habla de los colores bajo forma alegórica: “Por ello, se
dice que la cosa cuya cabeza es roja, los pies blancos y los ojos negros, es
todo el magisterio” (La palabra abandonada), y en otra parte “Así yo le pedí de
qué color era el Rey, y él me respondió que estaba vestido con paño de oro al
principio y que después vistió un jubón de terciopelo negro y camisa blanca
como la nieve y la silla sanguina como la sangre” (Bernardo el Trevisano: el
libro de la filosofía natural de los metales).
Para finalizar diremos que los colores también eran asimilados a los cuatro
elementos: “Cuatro colores se manifiestan en la obra “Negro como el carbón.
Blanco como la flor de lis. Amarillo como los pies del pájaro llamado esmerejón
y rojo como el rubí. Se llama negror al aire, blancor a la tierra, amarillo al agua
y rojo al fuego” (David Lagneau: Armonía química).
Hay que añadir que los alquimistas variaban en la aplicación de los nombres
de los elementos a los colores, uno llamaba al negror aire, mientras que otro lo
nombra tierra. Bajo este relato, el pasaje que sigue difiere notablemente: “En el
primer régimen la piedra es negra, se la llama Saturno, tierra, y nombres de
todas las cosas negras. Seguidamente, cuando emblanquece, se la nombra
agua viva y nombres de todas las aguas, sales, tierras blancas. Después
cuando se vuelve amarilla y se sublima, se la llama aire, aceite amarillo y
nombres de todas las cosas volátiles. Finalmente, cuando enrojece se la llama
cielo, azufre rojo, oro, carbunclo y otros nombres de todas las cosas rojas
preciosas, tanto minerales como animales y vegetales” (Clangor Buccinœ).
Ahora estudiaremos especialmente los tres colores principales: el negro, el
blanco y el rojo. El primero que aparece es el negro, los alquimistas son
buenos conocedores de este color porque es el que indica que la obra está en
la buena vía: “La materia puesta en movimiento por un calor conveniente
comienza a ennegrecer. Este color es la llave y el comienzo de la obra. Es en
este color donde todos los otros colores, el blanco, el amarillo y el rojo están
incluidos (Huginus a Barma: El reino de Saturno).
Los filósofos herméticos han dado diversos nombres al negro. “Es el negror,
signo de la putrefacción. Los filósofos lo han llamado occidente, tinieblas,
eclipse, lepra, cabeza de cuervo, muerte” (El hilo de Ariadna).
Pero su símbolo principal era el cuervo. Sabed también que el cuervo que
vuela sin alas en el negror de la noche y en la claridad del día, es la cabeza o
el comienzo del arte” (Hermes. Los siete capítulos). También se le nombraba
cabeza de cuervo. “El indicio de esa fecundación es este Alef o inicio tenebroso
que los antiguos han llamado cabeza de cuervo” (Huginus a Barma: El reino de
Saturno). Desde Rouillac (Compendio de la Gran Obra) se ha simbolizado el
negro por el cuervo, porque según dice, los cuervos nacen blancos y sus
padres los abandonan cuando tienen las plumas negras como ellos, a símil del
alquimista que debe abandonar la obra si el negror no aparece, pues es signo
de que la obra no sigue correctamente y por tanto es necesario volver a
comenzar.
Cabeza de cuervo, cuervo, color negro, son sinónimos para los alquimistas.
Flamel llama al negro: “Cabeza de cuervo negro del negro más negro”.
Vimos que Saturno es el símbolo del negror y cuando los filósofos dicen:
“Saturno debe sobreponerse a todos los otros planetas” significa que el color
negro precede a todos los otros en la obra.

77
Teorías y símbolos de los alquimistas

El negro era indicio de la operación llamada putrefacción. Se tomaban a


menudo estos términos el uno por el otro. Ésta era la razón por la que según
una teoría en voga de la Edad Media, nada puede nacer sin putrefacción, la
vida procede de la muerte. “No es posible ninguna generación sin corrupción”
(Huginus a Barmâ: La Piedra de toque).
Se creía que las moscas nacían del limón corrupto y Van Helmont aseguraba
haber visto viejos trapos podridos dar nacimiento a ratones. Esta teoría se
aplicaba a los tres reinos de la naturaleza. El comienzo de la obra debía
iniciarse mediante corrupción y putrefacción, después la materia vivificada,
evolucionaba y se perfeccionaba hasta el rojo. La putrefacción es el símbolo de
la muerte de donde surgirá la vida. La muerte es la noche, el negro. La vida, es
la luz, el blanco. Así, se comprende porqué los alquimistas llamaron al negro
putrefacción.
“‘Así a la primera operación de nuestra Piedra se le ha dado el nombre de
putrefacción, pues entonces nuestra Piedra es negra". (Roger Bacon: Espejo
de alquimia).
El negro aparece sobre los cuarenta días posteriores desde que se puso a
calentar el huevo filosófico: “Calentad moderadamente la solución filosófica en
un vaso sellado herméticamente durante cuarenta días, hasta que se forme en
la superficie una materia negra, que es la cabeza de cuervo de los filósofos”
(Alain de Lille: Dicta Alani de lapidi philosophico).
Durante el negror, según Filaleteo y Flamel, se manifiesta un olor fuerte que
se aparece si durante esta parte de la obra el vaso se rompe. ”Antes de la
Confección, la materia es muy fétida, pero después su olor es agradable. Es
por lo que el sabio ha dicho: esta agua despoja de su olor al cuerpo muerto e
inanimado” (Morien: De transmusatione metalorum). El agua de la cual habla
aquí es el líquido formado por la condensación de vapores en el agua filosófica.
En efecto, durante el negro, se desprenden vapores amarillos, rojos, verdes
(compuestos oxigenados de cloro, cloro, el ácido peróxido de nitrógeno) que
llenan el huevo, estos gases mezclados con el vapor de agua se condensan y
caen sobre la materia hasta que no se desprende más gas, el negror completo
llega y todo queda en reposo.
Los Alquimistas han tratado poco del color blanco. ”Después del negro viene
el gris. “El color gris aparece después del negro” (Nota manuscrita al margen
de la Biblioteca de los filósofos químicos). Finalmente el blanco aparece pero
por grados.
“El signo del blanco perfecto es un delgado círculo muy pequeño que aparece
en el vaso en la periferia de la materia, su color se acerca al anaranjado” (La
escalera de los filósofos). Después este círculo se hace mayor emitiendo
pequeñas prolongaciones blancas, finos como cabellos (de ahí su nombre dado
en ocasiones de blancor capilar) convergentes hacia el centro. Estas
prolongaciones se multiplican y finalmente toda la masa emblanquece.
Flamel en su libro dice que el blancor es el símbolo de la vida, el negro el
símbolo de la muerte y que los representó mediante sus jeroglíficos del
cementerio de los Inocentes; el cuerpo, el espíritu y el alma o materia de la
piedra, como hombres y mujeres vestidos de blanco que resucitando de entre
las tumbas, significan el blancor vivificante que viene después de la muerte, del
negro o putrefacción.

78
Albert Poisson

Los filósofos han dado diferentes nombres al blanco: nummus, ethelia, arena,
boritis, corsufle, cambar, albor œris, duenech, ronderic, kukul, thabitris,
ebisemeth, ixir.
Por lo que respecta a las alegorías y símbolos de la blancura, Pernety las
resume perfectamente en su Diccionario mito-hermético. “Los filósofos dicen
que si el blancor sobreviene a la materia de la Gran Obra, la vida ha vencido a
la muerte, que su Rey ha resucitado, que la tierra y el agua se convierten en
aire, que es el régimen de la Luna, que su infante ha nacido, que el cielo y la
tierra se han casado porque el blancor indica la unión o matrimonio de lo fijo y
de lo volátil, del macho y de la hembra.”
En cuanto al color rojo los alquimistas hablan poco, indica el final feliz de la
obra. La materia se deseca completamente y se transforma en un polvo de un
rojo brillante que cuando se calienta más fuertemente de lo que se la ha
calentado hasta el momento, rompe el huevo y se obtiene la Piedra filosofal.
“Como que la piedra venida al rojo comienza a agrietarse y a hincharse, se la
pone a calcinar a fuego de reverbero donde acabará de fijarse completa y
perfectamente” (Arnau de Vilanova: Novum Lumen).
El símbolo de la obra acabada es un triángulo con la cúspide hacia abajo y
cuya base tiene encima una cruz. Se le encuentra en la 12ª lámina del Tarot.
Ahora que la Gran Obra nos es conocida en su práctica y en sus símbolos
podemos comprender las palabras siguientes que antes nos parecían
desnudas de sentido, hasta risibles. “Eximiganus dice: Mojad, secad,
ennegreced, blanquead, pulverizad y enrojeced. Tenéis todo el secreto del Arte
en estas pocas palabras. El primero es negro, el segundo es blanco y el tercero
es rojo, 80, 120, 280, dos los hacen y ellos hacen 120. Goma, leche, mármol.
Luna, 280, bronce, hierro, azafrán, sangre, 80. Melocotón, pimienta, nuez. Si
me entendéis, tenéis suerte, sino, no busquéis nada más, pues todo está en
mis palabras“ (La Turba de los Filósofos). Mojad, secad, es la disolución y la
cristalización en la preparación de la materia (véase capítulo IV). Ennegreced,
blanquead, enrojeced, indicación de tres colores principales. Pulverizad, es
decir, obra por el fuego. Toda operación violenta, todo instrumento que puede
producir heridas es símbolo del fuego (véase capítulo V). El resto se refiere a
los colores. El primero es negro, etc., es decir la primera operación que se
caracteriza por el negro. La segunda por el blanco. La tercera por el rojo.
Goma, leche, mármol, Luna, símbolos del blanco. Bronce, azafrán, hierro,
sangre, símbolos del rojo. Melocotón, pimienta, nuez, símbolos del negro y del
gris. Los números 80, 120, 280 representan estos tres colores, y dos los hacen,
es decir, el Azufre y el Mercurio solos, son suficientes para perfeccionar la Obra
pasando sucesivamente por los tres colores. Por suerte los tratados de
alquimia no son todos tan oscuros como la Turba de los Filósofos, se llegará
muy fácilmente a comprenderlos y se podrá descubrir lo verdadero de lo falso
con un poco de reflexión. A éstos que querrán penetrar más en el estudio del
hermetismo, les recomendamos los tratados de Alberto el Grande, Roger
Bacon, Bernardo el Trevisano, D’Espagnet, Flamel, Huginus a Barmâ,
Khunrath, Ramón Llull, Paracelso, Filaleteo, Ripley, Sendivogius, Basilio
Valentin, Arnau de Vilanova y Denis Zachaire y entre los tratados anónimos el
Texto de Alquimia y la Turba de los filósofos.

79
Teorías y símbolos de los alquimistas

80
Albert Poisson

Explicación de la XVª plancha

Figura I.- (Edición alemana del Crede Mihi)

El Rey y la Reina, Oro y Plata. La Serpiente de tres cabezas simboliza a la


Materia triuna, una en esencia, triple en su forma: Azufre, Sal y Mercurio. El
cuervo, símbolo del color negro, el cisne del blanco, el pavo real de los colores
del arco iris y el rey vestido de púrpura, símbolo del rojo (Ver los capítulos II, IV
y VII).

Figura II.- (Pentáculo de la novena clave de B. Valentin)

El hombre rojo y la mujer blanca. El Fijo y el Volátil, Azufre y Mercurio. Las


tres serpientes simbolizan los tres principios. El cuervo el color negro. El cisne
el color blanco, el pavo real el color del arco iris. El fénix, el color rojo (Ver los
capítulos II,VI y VII).

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Teorías y símbolos de los alquimistas

CAPÍTULO VIII

La piedra filosofal. Ensayo de la piedra. Sus propiedades. Transmutación


de los metales. El elixir de la larga vida. Sus efectos sobre el alma.

Cuando la obra llegaba al rojo, cuando la materia había sido fermentada, se


obtenía la Piedra filosofal o elixir rojo o gran magisterio. Sabemos, en efecto,
que se llamaba elixir blanco o pequeño magisterio a la materia convertida al
blanco, pero este pequeño magisterio sólo transmutaba los metales en plata. El
gran magisterio transmutaba los metales en oro y poseía además otras
propiedades, nosotros sólo trataremos de este último magisterio.
La Piedra filosofal se presentaba bajo la forma de un polvo rojo brillante y
bastante pesado. Dado que estos caracteres físicos no eran suficientes para
los alquimistas, para asegurarse de su calidad, la proyectaban sobre una
lámina de metal calentado al rojo, entonces, la piedra debía fundirse sin verter
humo: “Toma una lámina de cobre limpia, frótala y púlela, ponle encima un
poco de materia y ponla sobre los carbones incandescentes. Si la materia se
funde y se diluye sobre la lámina caliente, tu medicina es perfecta. Da entonces
gracias a Dios'’ (Isaac el Holandés: Opera mineralia). Grever dice más o menos
lo mismo: “Toma un grano de tu materia roja, sitúala sobre una lámina de hierro
o de cobre y calienta fuertemente hasta que la lámina emblanquezca. Si no se
eleva ningún humo y cuando retires la materia del fuego no se ha perdido nada
ni en peso ni en volumen, es de buena calidad” (Secretum nobilissimum). Calid
añade algunos detalles: “Cuando la piedra está perfeccionada se pone una
partícula sobre hierro rojo o sobre una placa de bronce o de plata muy caliente,
si fluye como la cera sin sacar humo, adherièndose fuertemente al metal, es
perfecta” (Libro de las tres palabras).
El afortunado alquimista que poseía la Piedra filosofal tomaba el nombre de
Adepto, podía desde entonces usar a su antojo las propiedades maravillosas
de la Piedra. Denis Zachaire en su Opúsculo de la filosofía natural de los
metales y Filaleteo en la Entrada abierta al palacio cerrado del rey, le
reconocen tres propiedades: 1º Transmutar los metales en oro y en plata. 2º
Producir piedras preciosas. 3º Conservar la salud.
Los alquimistas griegos sólo reconocen al Elixir rojo la propiedad de
transmutar los metales, no fue hasta más tarde cuando se le asignaron un
tropel de otras propiedades
Los alquimistas no concuerdan sobre el resultado de las transmutaciones con
ayuda de la Piedra. Según unos, sólo se obtenía un pequeño lingote,
únicamente una parte del metal se transmutaba en oro. Según otros todo el
metal transmutaba en una masa de oro del mismo peso. “De una onza de este
polvo de proyección, blanca o roja, tú harás soles en número infinito y
transmutarás en Luna toda especie de metal extraído de una mina” (R.Llull: La
Clavícula). Y “Tú proyectarás esta materia en mil partes de mercurio vulgar y
será transmutada en oro fino” (la misma obra). Roger Bacon afirma lo mismo al
final de su Espejo de Alquimia. Pero la Piedra podría tener una virtud más o
menos grande según que hubiera sido fermentada más o menos veces. “De
forma que después de una operación, una parte del Elixir cambia cien partes
de no importa que cuerpo en Luna, después de dos operaciones, mil, después
de tres, diez mil, después de cuatro, cien mil, después de cinco, un millón,
después de seis operaciones, millones de mil y así hasta el infinito” (Alberto el

82
Albert Poisson

Grande: El Compuesto de los Compuestos). Alberto el Grande fue


sobrepasado. Un alquimista pretendió que “el oro producido por el Arte
hermético estaba dotado también de la propiedad de transmutar los metales en
oro”.
La Piedra curaba no sólo a los metales viles de su lepra, es decir de su
inferioridad, sino que por analogía curaba también al hombre de todo tipo de
enfermedad y de dolencias. Prolonga la vida, su infusión en alcohol constituía
el Elixir de larga vida. Artefio pretende por su uso haber llegado a la edad de
mil años (Lo afirma en su “libro secreto” N. del T.) Jean de Lasnioro insinúa
incluso que resucita los muertos: “Yo os lo digo en verdad que si un hombre
medio muerto pudiera contemplar la belleza y la bondad de nuestra Piedra,
toda especie de dolencia se apartaría de él; incluso si estuviera agonizando
resucitaría” (Jean de Lasnioro: tractatus aureus de lapide philosophico).
Algunos filósofos han dado detalles sobre la acción terapéutica de la Piedra
filosofal. Según Arnau de Vilanova: “Ella conserva la salud, acrecienta el valor;
de un anciano hace un chico joven. Ella quita toda acritud, aparta el veneno del
corazón, humedece las arterias, fortifica los pulmones, purifica la sangre y cura
las heridas. Si la enfermedad dura desde hace un mes, la cura en un día, si
desde hace un año, la cura en doce días, y si dura desde muchos años, en un
mes se cura”. (El Rosario). El autor anónimo de la Aurora consurgens le
atribuye propiedades todavía más especiales: “repara el vino estropeado, agrio,
... elimina el vello, hace desaparecer completamente las arrugas y las manchas
de rojez, devuelve a las mujeres un rostro juvenil, ayuda al parto. Bajo la forma
de emplaste expulsa el feto muerto; hace orinar; excita y da fuerzas para el
acto de Venus, disipa la embriaguez, devuelve la memoria,...” (Aurora
consurgens).
Khunrath admite su influencia no sólo sobre el cuerpo, sino además sobre el
espíritu y sobre el alma. “Si se administra la piedra a un enfermo, le expulsa
todas las enfermedades tanto del alma como del cuerpo. Cura la lepra, la
hidropesía, la epilepsia, la apoplejía, la sordera, la ceguera, la locura, el orgullo
y la ignorancia”. (H. Khunrath: Confessio de chao physico chimicorum). Así
mismo “Con la ayuda de Dios todopoderoso, esta piedra os liberará y os evitará
contraer enfermedades, por grandes que sean, os preservará de todas las
tristezas y aflicciones y de todo lo que pudiera dañar al cuerpo y al espíritu”
(Hermes: los siete capítulos).
No sólo curaría la depresión, sino también aumentaría la inteligencia y daría
incluso el poder de mandar sobre la naturaleza y de ver a Dios en su gloria.
“Me dijo que si durante nueve días consecutivos usara de nueve gotas o nueve
granos de la Piedra, sería dotado de una inteligencia angélica y que me
parecería estar en el Paraíso” (Cofrecillo del pequeño campesino). Sperber va
más lejos: “Purifica e ilumina tanto el cuerpo y el alma al que la posee, que ve
como en un espejo todos los movimientos celestes de las constelaciones y las
influencias de los astros incluso sin mirar al firmamento, incluso en una
habitación con las ventanas cerradas.” (Sperber: Isagoge de materia lapidis).
En una palabra el adepto puede contemplar el mundo invisible oculto a los
demás hombres.
Hemos visto que la Piedra filosofal producía piedras preciosas, que reunía
pequeñas perlas en una sola. Finalmente una última maravilla: El “Clangor
Buccinœ” nos enseña que restituye el vidrio maleable

83
Teorías y símbolos de los alquimistas

Hemos llegado al final de nuestro volumen, podemos afirmar que la persona


que lo lea con atención y que haya retenido las principales características, está
preparado para comprender cualquier tratado de alquimia, por alegórico que
sea. Aquí se adjunta un pentáculo de B. Valentin que dejamos al lector para
que encuentre el significado.

84
Albert Poisson

DICCIONARIO DE SÍMBOLOS HERMÉTICOS

En la segunda parte de esta obra hemos explicado los símbolos herméticos,


pero mediante una teoría y relacionando sus símbolos. Ahora haremos lo
inverso. Tomaremos el símbolo y diremos con qué se le puede relacionar. Uno
completa al otro. Se podrá descifrar una figura alquímica con la ayuda de este
resumen y razonar sobre su significado si se relaciona con los diferentes
capítulos de esta segunda parte.

Águila.- Símbolo de la volatilización y también de los ácidos empleados en la


obra. Un águila devorando un león significa la volatilización del fijo por el volátil.
Dos águilas que combaten entre ellas muestran el mismo significado.
Ángel.- Suele simbolizar la sublimación, la ascensión de un principio volátil
como se muestra en las figuras del “Viatorium spagyricum”
Animales.- La regla general cuando se los encuentra representados mediante
dos animales de la misma especie y sexo diferente como el león y la leona, el
perro y la perra, es la de simbolizar al Azufre y al Mercurio preparados para la
Obra y también al fijo y al volátil. El macho representa el fijo, el Azufre. La
hembra, representa el volátil, el Mercurio. Si los animales están unidos,
simbolizan la Conjunción como muestran las figuras de Lambsprinck. Si se
combaten, representan o la fijación del volátil o la volatilización del fijo como en
las figuras de B. Valentin. Un animal terrestre que mira hacia un animal aéreo
dentro de una misma figura simboliza los elementos fijo y volátil. Los animales
pueden también simbolizar a los cuatro elementos: La Tierra, el león, el toro. El
Aire, el águila. El Agua, la ballena, los peces. El Fuego, la salamandra, el
dragón.
Apolo.- Mismo significado que el sol
Árboles.- Un árbol que lleva lunas representa a la obra lunar o pequeño
magisterio. Si lleva soles, simboliza la Gran Obra, la Obra solar. Si lleva los
signos de los siete metales o los signos del sol, de la luna y cinco estrellas,
representa a la materia única de donde nacen todos los metales.
Baño.- Simboliza o bien la disolución del oro y de la plata o la purificación de
estos dos metales.
Caos.- Símbolo de la unidad de la Materia. También puede significar el color
negro y la putrefacción.
Circunferencia.- Unidad de la materia. Armonía universal.
Cisne.- Símbolo del color blanco.
Corona.- Símbolo de la realización química, de la perfección metálica. En la
“Margarita pretiosa”, los seis metales están representados como esclavos
desnudos con la cabeza en los pies del Rey, es decir, del oro. Tras su
transmutación, se representa a estos metales con una corona sobre su cabeza.
Cuadrado.- Símbolo de los cuatro elementos.
Cuervo.- Símbolo del color negro y de la putrefacción.
Diana.- Mismo significado que la luna.
Dragón.- Un dragón que se muerde la cola, la unidad de la materia. Un dragón
en llamas simboliza el fuego. Varios dragones combatiéndose indican la
putrefacción. El dragón sin alas el fijo. El dragón alado, el volátil.
Esfera.- Unidad de la materia.
Espada.- Símbolo del fuego.

85
Teorías y símbolos de los alquimistas

Esqueleto.- Putrefacción. Color negro.


Fénix.- Símbolo del color rojo.
Flores.- En general representan los colores de la Gran Obra.
Fuente.- Tres fuentes representan los tres principios. Respecto de la fuente
donde el Rey y la Reina se bañan véase baño.
Guadaña.- Mismo significado que la espada.
Habitación.- Símbolo del huevo filosófico cuando el Rey y la Reina están
encerrados en ella.
Hermafrodita.- El azufre y el Mercurio después de la Conjunción. Suele llevar
escrito sobre él el nombre de Rebis.
Hombre y mujer.- El Azufre y el mercurio. Desnudos: el oro y la plata impuros.
Casándose: la Conjunción. Encerrados en un sepulcro: el Azufre y el Mercurio
en el huevo filosófico.
Júpiter.- Símbolo del estaño.
León.- Símbolo del fijo, del azufre cuando está solo. Si tiene alas, representa al
volátil, el Mercurio. El león representa también al mineral “vitriolo verde” del que
se extrae el aceite de vitriolo (ácido sulfúrico) que sirvió mucho a los
alquimistas. El león que se opone a otros tres animales representa la tierra. Es
también el símbolo de la piedra filosofal. La leona es el símbolo del volátil.
Lecho.- Símbolo del huevo filosófico.
Lobo.- Símbolo del antimonio.
Luna.- Principio volátil, hembra, mercurio filosófico, plata preparada para la
obra.
Lluvia.- Condensación, color blanco (albificación).
Marte.- Símbolo del hierro y del color anaranjado.
Matrimonio.- Símbolo de la Conjunción, unión del Azufre y del Mercurio, del
rey y de la reina. El sacerdote que oficia representa a la Sal, medio de unión
entre los dos otros principios.
Mercurio.- Símbolo de la plata preparada para la obra.
Montaña.- Horno de los filósofos. Cúspide del huevo filosófico.
Neptuno.- Simboliza el agua.
Niño.- Vestido con hábito real o simplemente coronado simboliza a la piedra
filosofal. También simboliza el color rojo.
Pájaros.- Elevándose al cielo: la volatilización, ascensión, sublimación.
Descendiendo a la tierra: precipitación, condensación. Estos dos símbolos
reunidos en una misma figura, la destilación. Dos pájaros oponiéndose a
animales terrestres significan el Aire o el principio volátil.
Perro.- Símbolo del Azufre, del oro. El perro devorado por un lobo significa la
purificación del oro por el antimonio. El perro y la perra significan el fijo y el
volátil respectivamente.
Rey y Reina.- Véase hombre y mujer.
Rosa.- El color rojo. Una rosa blanca opuesta a una rosa roja, el fijo y el volátil,
el Azufre y el Mercurio.
Salamandra.- Símbolo del fuego. También significa el color rojo o el blanco.
Saturno.- Símbolo del plomo. Figura también el color negro, la putrefacción.
Sepulcro.- Huevo filosófico.
Serpiente.- En general tiene el mismo significado que el dragón. Tres
serpientes, los tres principios. Las dos serpientes del caduceo significan el
Azufre y el Mercurio. La serpiente alada el principio volátil. Sin alas, el principio
fijo. La serpiente crucificada, la fijación del volátil.

86
Albert Poisson

Sol.- El oro ordinario o el preparado para la obra. El Azufre filosófico.


Triángulo.- Símbolo de los tres principios.
Venus.- Símbolo del cobre.
Vulcano.- Símbolo del fuego. Ordinariamente se representa bajo la forma de
un hombre cojo.

87
Teorías y símbolos de los alquimistas

TABLA DE TRATADOS CITADOS EN ESTA OBRA

Abraham.- Preceptos e instrucciones del padre Abraham a su hijo conteniendo


la verdadera sabiduría hermética.
Abraham el Judío.- Figuras.
Alain de Lille.- Dicta Alani de lapide philosophico (Aforismos sobre la piedra
filosofal).
Alberto el Grande.- 1º Alquimia (Tratado de Alquimia). 2º Concordantia
philosophorum de lapide philosophico (Concordancia de los filósofos). 3º El
Compuesto de los Compuestos. 4º Liber octo capitulorum de lapide
philosophorum (Libro de los ocho capítulos)
Anónimos.- 1º El Anónimo cristiano. 2º Aurora Consurgens (El despertar de la
aurora). 3º Cofrecillo del pequeño campesino o el arca abierta. 4ª Clangor
buccinœ (El fragor de la trompeta). 5º Scala philosophorum (La escalera de los
filósofos). 6º Epístola de Alejandro. 7º Epístola de Isis sobre el Arte sagrado. 8º
El hilo de Ariadna para entrar con seguridad en el laberinto de la filosofía
hermética. 9º Gloria Mundi (Gloria del Universo). 10º El Gran Olimpo o filosofía
poética. 11º Janitor Pansophus. 12º Carta filosófica. 13º Altus, Mutus Liber (El
libro Mudo). 14º Psautier de Hermófilo. 15º El sueño verde. 16º El texto de
alquimia. 17º La turba de los filósofos. 18º Tratado filosófico del blanco y del
rojo. 19º el triunfo hermético. 20º La Gran Obra desvelada en favor de los hijos
de la luz.
Artefio.- 1º Clavis majoris sapientiæ (Clave de las altas ciencias). 2º Tratado
secreto de la piedra filosofal.
D’Atremont.- La tumba de la pobreza
Augurel.- La Crisopeya
Avicena.- Declaratio lapidis physici (Revelación de la piedra)
Roger Bacon.- 1º Breve breviarium de dono Dei (Breve tratado del don de
Dios). 2º Espejo de la Alquimia.
Barchusen.- 1º Elementa chemiæ (Elementos de química). Liber singularis de
Alchimiæ (Curioso tratado de Alquimia, según A. Poisson).
Barlet.- La teotecnia ergocósmica
Beccher.- Physica subterranea (Física subterranea)
Bernardo el Trevisano.- De la naturaleza del huevo. 2º El libro de la filosofía
natural de los metales. 3º La palabra abandonada
Berthelot.- 1º Introducción al estudio de la química de los antiguos. 2º Los
orígenes de la Alquimia
Berthelot et Ruelle.- Colección de alquimistas griegos
Calid.- 1º El libro de las tres palabras. 2º Secreto de Alquimia.
G. Claves.- Apología Chrysopœiœ et Argyropœiœ (Apología del Arte de hacer
oro y plata).
Cleopatra.- La Crisopeya
Colecciones.- De Alchimia opuscula complura (Colección de diversos
opúsculos alquímicos). 2º Auriferœ artis quam chemiam vocant (Colección de
tratados de la ciencia llamada química). Biblioteca de los filósofos alquímicos.
4º Cinco tratados de Alquimia. 5º Museum hermeticum (Museo hermético). 6º
Theatrum chimicum (El teatro químico) 7º Bibliotheca chemica Mangeti
(Biblioteca química de Manget).
Colleson.- Idea perfecta de la filosofía hermética.

88
Albert Poisson

J. Dee.- La mónada jeroglífica.


Demócrito.- Físicas y Místicas.
Eck de Sultzback.- Clavis philosophorum (Clave filosófica)
D’Espagnet.- 1º Arcanos de la filosofía de Hermes. 2º Enchiridion physicœ
restitutœ (La filosofía Natural restituida).
Figuier.- La Alquimia y los alquimistas.
Filaleteo.- 1º Entrada abierta al palacio cerrado del rey. 2º La fuente de la
filosofía química.
Nicolás Flamel.- Explicación de las figuras del cementerio de los inocentes. 2º
El libro de Flamel. 3º El Sumario.
Geber.- La suma de la perfección. 2º El libro de los hornos.
Grever.- Secretum nobilissimum (El secreto nobilísimo)
Glauver.- 1º La Obra mineral. 2º La medicina universal.
Happelius.- Aforismos basilianos.
Helias.- El espejo de la Alquimia.
Helvetius.- Vitulus aureus. (El becerro de oro).
Hermes.- La tabla de Esmeralda. 2º Los siete capítulos.
Hœffer.- Historia de la química.
Th. de Hoghelande.- De difficultatibus alchimiœ (Dificultades de la Alquimia)
Huginus a Barmâ.- 1º La piedra de toque. 2º El reino de Saturno transformado
en siglo de oro.
Isaac el Holandés.- Opera mineralia (Obras minerales).
Jamsthaler.- Viatorium spagyricum (El viajero espagírico).
Jean de Mehung.- Romance de la Naturaleza al alquimista errante.
Jehan de la Fontaine.- La fuente de los enamorados de la ciencia
Johnson.- Lexicon chimicum (diccionario de química)
Kircher.- Mundus subterraneus (El mundo subterráneo)
Khunrath.- 1º Amphitheatrum sapientiæ æternæ (anfiteatro de la sabiduría
eterna). 2º Confessio de chao physico chimicorum (Confesión del caos de los
físico-químicos).
Lacinius.- Pretiosa margarita (La piedra preciosa). (O perla preciosa N. del T.)
Lagneau.- La armonía química.
Lambsprinck.- Libellus de lapide philosophico (Pequeño tratado de la piedra
filosofal).
J. de Lasnioro.- Tractatus aureus de lapide philosophorum (Tratado de Oro de
la piedra de los filósofos).
Lavinius Venceslao.- Tratado del cielo Terrestre.
Lebreton.- Claves de la filosofía espagírica.
Libavius.- 1º De lapide philosophorum (tratado de la piedra). 2º Paraphrasis
Arnaldi (Comentarios sobre Arnau de Vilanova).
Libois.- Enciclopedia de dioses y héroes.
R. Llull.- 1º La clavícula. 2º Compendium animæ transmutationis (Resumen del
espíritu de la transmutación). 3º Elucidación del testamento. 4º Vade mecum
seu de tincturis compendium (Vade mecum o resumen de las tinturas).
Macquer.- Diccionario de química.
Marco Antonio.- La Luz surgiendo por sí mismo de las tinieblas.
María la Judía.- Diálogo de María y Aros.
De la Martinière.- La química desconocida.
Morien.- De transmutatione metallorum (Tratado de la transmutación de los
metales).

89
Teorías y símbolos de los alquimistas

Northon.- Crede Mihi (Créeme)


Pantheo.- Ars et theoria transmutationis metallicæ (Teoría y práctica de la
transmutación metálica). 2º Voarchadumia.
Paracelso.- 1º El cielo de los filósofos. 2º De natura rerum (Tratado de la
historia natural o de la naturaleza de las cosas) 3º Tinctura physicorum (Tintura
de los físicos) 4º el tesoro de los tesoros.
Pernety.- 1º Diccionario mito-hermético. 2º Fábulas griegas y egipcias
desveladas.
Planiscampi.- El bosquecillo químico.
Porta.- 1º Magia naturalis (Magia natural). 2º Physiognomia humana
(fisionomía humana).
De Respour.- Raras experiencias sobre el espíritu mineral.
Rhasés.- El libro de las luces.
Ripley.- 1º Médula de la alquimia. 2º Tratado de las doce puertas. 3º Tratado
del mercurio.
Ph. Rouillac.- Compendio de la gran Obra.
Sendivogius.- 1º El Cosmopolita o la nueva luz química. 2º Cartas.
Sperber.- Isagoge de materia lapidis (Resumen sobre la materia de la piedra).
Synesio.- Comentarios sobre el libro de Demócrito.
St. Tomás de Aquino.- Secretos de alquimia.
Tritemio.- Poligrafía
Basilio Valentin.- 1º El azoth de los filósofos. 2º El carro triunfal del antimonio.
3º Coloquio del espíritu del mercurio con el hermano Alberto. 4º Las doce
claves de la sabiduría. 5º De naturalibus et supernaturalibus (Tratado de las
cosas naturales y sobrenaturales).
N. Valois.- Obras.
Blaise de Vigenère.- Tratado del fuego y de la sal.
Arnau de Vilanova.- 1º el camino del camino. 2º Flos florum (La flor de las
flores). 3º Carta del rey de Nápoles. 4º Novum Lumen (Nueva luz). 5º Rosarium
(El rosario). 6º Quœstiones tam essentiales quam accidentales ad Bonifacium
octavum (Cuestiones sobre la esencia y el accidente dirigidas al papa
Bonifacio).
Vogel.- De lapidis physici conditionibus (de las propiedades de la piedra
filosofal).
D. Zachaire.- Opúsculo de la filosofía natural de los metales.

90
Albert Poisson

BIBLIOGRAFÍA ALQUÍMICA
DEL SIGLO XIX

Escribimos en esta breve exposición no sólo los tratados puramente


herméticos, sino también las obras históricas, las biografías y las producciones
literarias que han aparecido después del año 1800 sobre este tema tanto en
Francia como en Alemania e Inglaterra.

Anónimo.- Leyendas populares: Nicolás Flamel. (París).


Balzac.- La búsqueda del absoluto. (París).
Barrett.- Vida de los filósofos alquimistas con un catálogo de libros sobre
química oculta. (Londres, 1815).
Bauer.- Química y Alquimia en Austria hasta el inicio del siglo XIX (Viena,
1883).
Berthelot.- 1º Los Orígenes de la Alquimia (París) 2º Introducción al estudio de
la química de los antiguos y de la Edad Media (París) Contiene numerosas
figuras de aparatos y reproducciones de textos por fototipia.
Berthelot y Ruelle.- Colección de los antiguos alquimistas griegos. Texto y
traducción (París 1887 a 1888). En sus diversas obras M. Berthelot ha dado a
conocer una historia de la química apenas mostrada antes que él y muy
oscura.
E. Berthet.- El último alquimista.
Cambriel.- Curso de filosofía hermética o de alquimia en 19 lecciones (París,
1843). Obra curiosa y muy rara.
E. Charles.- Roger Bacon. Su vida sus obras, sus doctrinas. (París, 1861).
Escrita siguiendo un punto de vista filosófico.
Cruveilhier.- Parecelso, su vida y su doctrina. Gaceta médica (7 de mayo de
1842).
Cyliani.- Hermes desvelado. (París 1832). Folleto extraño. El autor pretende
haber operado la transmutación de los metales por los procedimientos
alquímicos ordinarios.
Delécluze.- Ramón Llull. Revista de los Dos Mundos, 15 de noviembre de
1840. Artículo excelente en todos los sentidos salvo en uno, el autor asegura
que Llull, Bacon, etc., no eran alquimistas sino químicos.
A. Dumas.- Drama.
Escodeca de Boisse.- Los alquimistas del siglo XIX. Epístola a Nicolas Flamel
(París, 1860). Revista, París, 1860.
L. Figuier.- 1º La alquimia y los alquimistas. (París, 1854, 1855, 1860). Exacto
para todo lo histórico, pero el autor ignora completamente las teorías
herméticas y cuando las cita es para burlarse de lo que no entiende. 2º Vías de
los sabios ilustres. (París, 1870 a 1875). Grabados y retratos. Citamos tres
volúmenes: Edad Media, Renacimiento y siglo XVII por las biografías
interesantes de Geber, Avicena, Alberto el Grande, Roger Bacon, Ramon Llull,
Van Helmont, etc., relativas a la materia que nos ocupa.
Franck.- Paracelso y la alquimia del siglo XVII. La transmutación de Tiffereau.
F. Halm.- El Adepto.
Von Harlefs.- Jacob Böhme y los alquimistas (Berlín, 1870).

91
Teorías y símbolos de los alquimistas

Hœffer.- Historia de la química desde de los tiempos más lejanos hasta


nuestra época. (París, 1842). El primer volumen y una parte del segundo tratan
de la alquimia.
Hoffmann.- Alquimistas y químicos berlineses (Berlín, 1882).
Hortensius Flamel.- Resumen de la magia, de las ciencias ocultas y de la
filosofía hermética (París, 1842).
Jacob (bibliófilo).- Curiosidades de las ciencias ocultas. (París, 1883). La mitad
del volumen más o menos, trata de la alquimia.
Jacquemar.- La piedra filosofal y el flogisto (París, 1876).
Jehan de la Fontaine.- La fuente de los enamorados de la ciencia, poema
hermético del siglo XV, (París, 1861). Bastante raro.
Kopp.- La alquimia en los antiguos y nuevos tiempos. (Heidelberg, 1886).
Trabajo hecho a conciencia, lleno de documentos interesantes.
Lebrun de Virloy.- Noticia sobre el crecimiento de la materia metálica (París,
1888).
Lewinstein.- La alquimia y los alquimistas (Berlín, 1870).
Louis Lucas.- 1º La nueva química (París). Raro. 2º Cuento alquímico (París,
1857). Raro.
Mandon.- Van Helmont, biografía, historia crítica de sus obras. (Bruselas,
1868).
Marcus de Vèze.- Alain de Lille. Nº 10 de la Iniciación (Julio, 1889).
Masson.- Ensayo sobre la vida y las obras de Van Helmont (Bruselas, 1857).
L. Menard.- Hermes Trismegisto. (París).
Michea.- Studia Auctoris.- Traducción de la autobiografía de Van Helmont
(Gaceta médica, 1843).
Von Murr.- Noticias sobre la historia de los fabricantes de oro. (Braunschweig,
1844).
Nenter.- Crónicas sobre la Alquimia (Nuremberg, 1827). Folleto.
Papus.- La piedra filosofal, pruebas irrefutables de su existencia (París, 1889).
El autor establece lógicamente la existencia de la Piedra por el análisis de las
transmutaciones históricas.
Alb. Poisson.- Cinco tratados de alquimia de los más grandes filósofos (París,
1890) Figuras. Tratados de Arnau de Vilanova, R. Llull, Alberto el Grande,
Roger Bacon y Paracelso traducidos del latín.
Pouchet.- Alberto el Grande y su época (París, 1843).
Ragon.- Ortodoxia masónica seguida de la iniciación hermética.
Rheinhart de Lietchy.- Alberto el Grande y Santo Tomás de Aquino.
Rommelaere.- Memoria sobre Van Helmot presentada a la Academia de
medicina de Bélgica (Bruselas, 1867).
Schmieder.- Historia de la Alquimia (Halle, 1832).
De Saint-Germain.- Conservación del hombre tomada de la ciencia hermética.
Sighart.- Alberto el Grande, su vida y su ciencia (París, 1862).
Solitaire.- Diana diàfana o la historia de los alquimistas (Nordahusen, 1863).
Thomson.- Historia de la Química (Londres, 1830).
Tiffereau.- 1º Los metales son cuerpos compuestos (1855). 2º El oro y la
transmutación de los metales (París 1889). 3º Carta a los senadores y a los
diputados sobre la producción artificial del oro (París, 1888). Obras muy
curiosas del “alquimista del siglo XIX”.
De Viriville.- Noticia sobre algunas obras atribuidas a Nicolás Flamel.

92
Albert Poisson

TABLA DE MATERIAS
Introducción

PRIMERA PARTE.- LAS TEORÍAS

CAPÍTULO I.- Definición de la alquimia.- La alquimia vulgar y la filosofía


hermética.- Sopladores y Adeptos. Los propósitos de la alquimia: la Gran Obra,
el homúnculo, el alkaest, la palenginesia, el Spiritus Mundi, la quintaesencia, el
Oro potable……………………………………………………

CAPÍTULO II.- Las teorías alquímicas.- Unidad de la materia.- Los tres


principios: Azufre, Mercurio y Sal o Arsénico.- Teoría de Artefio.- Los cuatro
elementos…………………………………..

CAPÍTULO III.- Los siete metales. Su composición. Su génesis. El fuego


central. Ciclo de formación. Influencias planetarias.. ……………………

CAPÍTULO IV.- La alquimia mística. Teorías fantásticas. La cábala alquímica.


Triple adaptación de la teoría hermética. El santuario……

SEGUNDA PARTE.- LOS SÍMBOLOS

CAPÍTULO I.- Porqué los tratados de alquimia son oscuros. Medios empleados
por los alquimistas para ocultar la Gran Obra. Signos. Símbolos. Nombres
mitológicos. Palabras extrañas. Anagramas. Fábulas. Enigmas. Alegorías.
Criptografía.

CAPÍTULO II.- Símbolos de la teoría alquímica. La materia. Los tres principios.


Los cuatro elementos. Los siete metales y sus símbolos….

CAPÍTULO III.- Teoría general de la Gran Obra. La Materia de la Gran Obra.


Azufre y Mercurio. Sus símbolos. Los dragones de Flamel. Lista de sinónimos
herméticos del Azufre y del Mercurio…………………….

CAPÍTULO IV.- Práctica de la Materia o Gran Obra. Las dos vías. El Oro y la
Plata. Su purificación. La fuente de los Filósofos. Baño del Rey y de la Reina.
Disolución del Oro y de la Plata. El pequeño Magisterio y la Gran
Obra……………………………………………………………………………

CAPÍTOL V.- El huevo filosófico y sus símbolos. El sello de Hermes. El atanor.


El fuego de los filósofos. Los grados…………………………….

CAPÍTULO VI.- Las operaciones. Causas de las diferencias entre alquimistas


sobre el sujeto de las operaciones. La putrefacción. Los regímenes de

93
Teorías y símbolos de los alquimistas

Filaleteo. Fermentación. Proyección. Símbolos de las


operaciones…………………………………………………………

CAPÍTULO VII.- Los colores de la obra. Concordancia entre filósofos. Los


colores principales y los colores intermedios. El negro, putrefacción, cabeza de
cuervo. El blancor. El iris. El rojo………………………….

CAPÍTULO VIII.- La piedra filosofal. Ensayo de la piedra. Sus propiedades.


Transmutación de los metales. El elixir de la larga vida. Sus efectos sobre el
alma………………………………………………………………………………

APÉNDICE
Diccionario de símbolos herméticos………………………………..
Tabla de los tratados citados en la obra…………………………..
Bibliografía alquímica del siglo XIX………………………………..
Tabla general de materias……………………………………………
Tabla analítica…………………………………………………………

94
Albert Poisson

TABLA ANALÍTICA DE MATERIAS

Ablución, Artefio, Clavis, Tratado secreto,


Abraham el Judío (figuras), Athanor,
Acero, Atremont, Tumba de la pobreza,
Ácidos, Azótico, Sulfúrico, Augurel, Crisopeya,
Adepto Avenzoar,
Águila, Avicena, Declaratio lapidis,
Aire, Azoth,
Alafar, Azufre (principio),
Alain de Lille, Dicta Alani Azufre del oro,
Alberto el Grande, De alquimia, Bacon (Roger) Espejo de Alquimia,
Compuesto de los compuestos, Breve Breviarium,
Concordancia de los filósofos, los Baño, baño maría, baño de arena,
ocho capítulos, Barchusen, Elementa chemiœ,
Alcahal, Libro de alquimia,
Alcani, Barlet; teotecnia,
Alfidius, Barnauld,
Agua, Fuerte, Regia Bartolomé,
Alkaest, Baudoin,
Almizadir, Becchus,
Alquimia, definiciones, propósito, Becher: Physica subterranea,
Alquimistas griegos, Beia,
Amarillo, Bérigard de Pisa,
Anagramas, Bernardo el Trevisano, El libro de
Anaranjado, los metales, la Palabra perdida, De
Ángel, la naturaleza del huevo,
Animales Berthelot: Introducción al estudio
Anónimos. Anónimo cristiano. de la química, Orígenes de la
Anónimos tratados, Aurora alquimia
Consurgens, Cofrecillo del pequeño Berthelot et Ruelle: Colección de
campesino, Clangor buccinœ, los alquimistas griegos,
Epístola de Alejandro, Epístola de Blancor,
Isis, Hilo de Ariadna, Gloria Mundi, Cábala,
Gran Obra desvelada, Gran Olimpo, Cabeza de cuervo,
Janitor Pansophus, Carta filosófica, Cagliostro,
Mutus Liber, Alegoría de Merlín, Cal,
Preceptos del padre Abraham. Calid, Libro de las tres palabras,
Psautier de Hermófilo, Scala Secreto de alquimia,
philosophorum, Sueño verde, Texto Cambriel,
de Alquimia, Turba de los filósofos, Caos
Tratado del blanco y del rojo, Carré,
Triunfo hermético, Chartier,
Antimonio, Cementación,
Apolo, Cisne,
Árboles, lunar, solar, Círculo,
Arcanos, Claves, Apología,
Arqueo, Cobre,
Arsénico, Cola de pavo,

95
Teorías y símbolos de los alquimistas

Colecciones, Biblioteca de los Fuentes,


filósofos, Opúsculo de Alquimia, Fuego (elemento), Fuego de la
Artis auriferœ, Teatro químico, Obra, Fuego Central, Fuego de
Museo hermético, Egipto
Colores, Gabricius,
Colleson, idea perfecta Geber, Tratado de los hornos,
Conjunción, Suma
Copelación, Glauber, Medicina universal, Obra
Cosmopolita, (ver Sendivogius) mineral
Criptografía, Grados del fuego,
Croll, Gran Obra,
Crooks, Grever, Secreto,
Crosset de la Haumerie, Grosparmy,
Cuervo, Guadaña,
Cyliani, Habitación nupcial,
Dealbación, Happellus, Aforismos,
Dee, Mónada jeroglífica, Hécate,
Demócrito, Físicas i místicas, Helias, Espejo de alquimia,
Destilación, Helmont, (Van)
Diana, Helvetius, Vitulus aureus,
Dorn, Hembra,
Dragón, Hermafrodita,
Dumas, Hermes, Siete capítulos, La Tabla
Eck de Sutzbach, Clavis esmeralda,
Egipto, Hierro,
Elementos, Hipocláptico
Elixir blanco y rojo, De la larga vida, Horno,
Encina, Hoeffer: Historia de la química,
Enigmas, Hogheland,: De difficultatibus,
Esfera, Hombre rojo,
Espada, Homúnculo,
Esqueleto, Huevo filosófico,
D’Espagnet, Enchiridion physicœ, Huginus a Barmâ: Reino de
Arcano, Saturno, Piedra de toque,
Estaño, Hydrœleum,
Estómago de avestruz, Hylé
Etteila, Infante,
Fábulas, Influencias planetarias,
Fénix, Iris,
Fermentación, Isaac el Holandés: Opera mineralia
Figuier: La Alquimia Jamsthaler:Viatorim spagyricum
Fijación del Mercurio, Jehan de la Fontaine: la fuente de
Fijo, los enamorados de la ciencia,
Filaleteo, Entrada abierta al Jehan de Meung: El romance de la
Palacio, Fuente Naturaleza,
Filósofos herméticos, Johnson: Lexicon,
Flamel, Sumario, Explicación de las Júpiter,
figuras, Figuras, Libro de Flamel, Kelley,
Flores, Flor roja, Khunrath, Amphiteatrum sapientiæ,
Frutos, Confessio de chao,

96
Albert Poisson

Kircher: Mundus subterraneus, Nombres mitológicos,


Lacinius: Margarita, Northon, Crede mihi,
Lagneau: Harmonia, Nostoc,
Lambsprinck, Nuysement,
Lámpara, Operaciones,
Lasnioro: Tractatus aureus, Ostanés,
Lavinius: Cielo terrestre, Oro,
Lebreton: Claves de la filosofía, Oro potable,
Lenglet Dufresnoy, Pájaros,
Libavius, Paráfrasis, De Lapide, Palenginesia,
Libois, Enciclopedia de Dioses, Pantheo: Arte y teoría,
León, León verde, Voarchadumia,
Lecho, Paracelso, El cielo de los filósofos,
Lobo, De natura rerum, Opera omnia, El
L. Lucas, Tesoro de los Tesoros, Tintura,
Luna, Filosofía oculta, Archidoxias
R. Llull, Compendium, Clavícula, mágicas
Esclarecimiento del testamento, Pavo,
Vade mecum, Pélago,
Lluvia, Penot,
Macho Pentáculos,
Macquer: Diccionario, Pernety, Fábulas, Diccionario,
Magisterio, (pequeño), Perro,
Magnesia, Piedra Filosofal, Su ensayo, Sus
Mar de los filósofos, propiedades,
Marco Antonio: Luz surgiendo de Piedra vegetal, mineral, animal,
las tinieblas, Planiscampi, Bosquecillo,
María: Diálogos, Plata,
Marte, Plomo,
Martinière: La química Poisson: Cinco tratados
desconocida, Porta: Magia natural, Fisiognomia,
Materia de la piedra, Precipitación,
Matrimonio, Principios de los metales,
Mayer, Principios universales,
Mercurio (dios), Prisión,
Mercurio (metal) Proclus,
Mercurio (principio), Protyle,
Mercurio de los filósofos, Proyección,
Mercurio doble, Putrefacción,
Mercurio de la plata, Quercetanus,
Metales, Quintaesencia,
Microcosmos, Rebis,
Misterios, Régimenes de Filaleteo,
Montaña, Respour, Raras experiencias,
Morien, De transmutatione, Rey,
Mujer, Rhasés, Libro de las luces,
Mujer blanca, Ricardo el inglés,
Negror, Ripley, Médula, Tratado del
Neptuno, Mercurio, Las doce Puertas,
Niño, Rojo,

97
Teorías y símbolos de los alquimistas

Rosa, Tiffereau,
Rosacruz, Toisón de oro,
Rouillac: Compendio de la Gran Tomás de Aquino (santo),
Obra, Secretos,
Rubificación, Transmutación,
Sal, Triángulo,
Salamandra, Tritemio, Poligrafía,
Salmon, Ulsted,
Saint Germain, Unidad de la Materia,
Saint Roman, Valentín (Basilio), Carro triunfal, De
Saturno, naturalibus, El Azoth, Coloquio, Las
Sello de Hermes, doce claves,
Sendivogius, Cartas, Valois, Obras,
Sepulcro, Venus,
Serpiente, Vías, Húmeda y seca,
Signos, Vicot,
Sinesio, Comentarios, Vigenère, Tratado del fuego,
Sinónimos de azufre, Vilanova (Arnau de), Camino del
Sinónimos de mercurio, Camino, Flos florum, Carta, Rosario,
Sol, Cuestiones, Novum Lumen,
Sopladores, Vogel: De lapide
Sperber: Isagoga, Volátil,
Spiritus Mundi, Vulcano,
Sublimación, Zachaire, Opúsculo,
Tetrasomia, Zimax
Thurneisser, Zósimo
Tierra,

FIN

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