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Teorías y símbolos de los alquimistas
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PRÓLOGO
El autor
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Teorías y símbolos de los alquimistas
El libro
Vasilius
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INTRODUCCION
II
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III
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IV
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TEORÍAS Y SÍMBOLOS
DE LOS ALQUIMISTAS
LA GRAN OBRA
PRIMERA PARTE
LAS TEORÍAS
CAPÍTULO I
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vaso que lo contenía. Más como no hay hipótesis falsa que no haga descubrir
alguna verdad, buscando el alkaest los alquimistas descubrieron muchos
cuerpos nuevos.
La palenginesia puede, como concepción, ser comparada al homúnculo.
Este nombre significa resurrección. Era, en efecto, una operación por la que se
reconstituía un arbusto, una flor, con sus únicas cenizas. Kircher en su Mundus
subterraneus indicó la manera de hacer renacer una flor desde sus cenizas.
Los alquimistas probaron también de recoger el Spiritus Mundi, el espíritu del
mundo. Esta substancia extendida en el aire, saturada de influencias
planetarias poseía un buen número de propiedades maravillosas,
especialmente la de disolver el oro. La buscaban en el rocío, en la flos coelis o
nostoc, especie de criptógama que aparece después de las grandes lluvias. “La
lluvia del equinoccio me sirve de instrumento para hacer salir de la tierra la flos
coeli o el maná universal que recojo para hacerla corromper, a fin de separar
milagrosamente un agua que es la verdadera fuente de juventud que disuelve
el oro radicalmente” (de Respour, Raras experiencias sobre el espíritu mineral).
El problema de la quintaesencia fue más racional. Se preocuparon de
extraer de cada cuerpo las partes más activas: el resultado más inmediato fue
el perfeccionamiento de los procesos destilatorios.
En fin, los alquimistas buscaban el oro potable. Según ellos, el oro siendo un
cuerpo perfecto debía ser un remedio enérgico y portador al organismo de una
resistencia considerable a toda especie de enfermedades. Unos se servían de
una solución de cloruro de oro, como se puede ver en el pasaje siguiente: “si se
vierte abundante agua en esta solución y se introduce estaño, plomo, hierro, o
bismuto, el oro estando precipitado acostumbra a fijarse al metal. Y al instante
que se remueva el agua, el oro precipitado que se parece a un limo turbio, se
acumula en el agua”. (Glauber: La médecine universelle).
Pero generalmente los empíricos vendían muy caro bajo el nombre de oro
potable, todo líquido que ofrecía un bello color dorado, especialmente la
solución de percloruro de hierro.
Como se ha visto, a los Alquimistas no les faltaban motivos para ejercer su
paciencia. Pero el mayor número de ellos, abandonando los problemas
secundarios perseguían la realización de la Gran Obra. La mayor parte de los
tratados herméticos tratan de la piedra filosofal. Examinaremos este punto y
nos ocuparemos también de los problemas de segundo orden que aparecen
más tarde en la historia de la Alquimia y que fueron sometidos a una suerte de
variaciones, cada uno modificando el problema o dándole una solución
diferente.
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CAPÍTULO II
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Así, para él, el símbolo del mercurio ∆ representa la Luna , el Sol y los
cuatro elementos . Además el signo del Sol representa la mónada figurada
por el punto alrededor del cual el círculo simboliza el Mundo. Este curioso
tratado se encuentra impreso en el segundo volumen del Theatrum chimicum.
Estos alquimistas y algunos otros como Khunrath, Mayer, Blaise de Vigenère
introdujeron en la Ciencia una interpretación nueva de la teoría alquímica.
Puesto que las ciencias exactas y naturales proceden de la inducción y de la
deducción, las ciencias ocultas también proceden de éstas por analogía. Estos
alquimistas aplicaron el método de la analogía a la alquimia. Exponían que hay
tres mundos, el material, el humano y el divino. En el mundo humano, existen
el Azufre, el Mercurio y la Sal, principios de todas las cosas y una Materia. En
el mundo humano o microcosmos el cuerpo, el espíritu y el alma reunidos en el
hombre. En el mundo divino tres personas en un solo Dios. “Así es Trinidad en
unidad, y unidad en Trinidad, puesto que aquéllos son cuerpo, espíritu y alma,
aquéllos son también Sulfuro, Mercurio y Arsénico” (Bernardo el Trevisano: la
palabra abandonada). La Gran Obra persigue un triple objetivo en el mundo
material: la transmutación de los metales para convertirlos en oro, en la
perfección. En el microcosmos, la perfección del hombre moral. En el mundo
divino la contemplación de la Divinidad en su esplendor. De acuerdo con esta
segunda acepción, el hombre es el Atanor filosófico donde se cuece la
elaboración de las virtudes. Es en este sentido, según los místicos, que hay
que entender estas palabras: “Porque la Obra es con vosotros y en vosotros.
La encontraréis en vosotros mismos donde se encuentra siempre. La tenéis
también siempre en cualquier lugar donde estéis, tanto sobre la tierra como
sobre el mar” (Hermes los siete capítulos).
Los Alquimistas místicos entendían por Azufre, Mercurio y Sal, a la Materia,
el Movimiento y la Fuerza. El Mercurio, principio pasivo y hembra, es la
materia. El Azufre principio activo y macho, es la fuerza, que forma a la materia
y le da toda especie de formas por medio del movimiento que es la Sal.
La Sal es el término medio. Es el resultado de la aplicación de la fuerza a la
materia. Simbólicamente es el nuevo ser que toma nacimiento por la unión del
macho y de la hembra. Esta alta teoría no parece que se contradiga con la
ciencia actual. La química no repudia la hipótesis de una Materia única,
hipótesis admitida desde hace mucho tiempo por la metafísica como
indispensable para la explicación del Mundo. El sabio inglés Crookes llama a
esta Materia única el Protyle. De acuerdo con su teoría, nuestros cuerpos
simples son polímeros de protyle. Por otra parte, es muy justo admitir que la
Materia se mueve, que no tiene otras propiedades particulares salvo que está
en movimiento. Todo movimiento supone calor, por consiguiente a 273º bajo
cero, al cero calórico absoluto, las propiedades químicas son nulas. El ácido
sulfúrico queda sin acción sobre la potasa cáustica. En fin, la unidad de la
Fuerza se impone también a los físicos. ¿Quién es el sabio que hace hoy
diferencia entre la causa del magnetismo, el calor, la electricidad, la luz, y el
sonido?. Los fluidos no existen, son reemplazados por fuerzas reductibles las
unas a las otras. Lo que diferencia la Fuerza de ella misma a nuestros ojos, es
el número de vibraciones que imprime a uno u otro cuerpo y además no tiene
límite absoluto. Un cuerpo vibrante o en movimiento, lo que es la misma cosa,
produce primero un sonido. Cuando las vibraciones son más numerosas, el
cuerpo se calienta sensiblemente y pronto se producen fenómenos luminosos.
¿Dónde acaba el sonido, dónde empiezan el calor y la luz?. No hay intervalos.
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LOS SÍMBOLOS
CAPÍTULO I
Porqué los tratados de alquimia son oscuros. Medios empleados por los
alquimistas para ocultar la Gran Obra. Signos. Símbolos. Nombres
mitológicos. Palabras extrañas. Anagramas. Fábulas. Enigmas. Alegorías.
Criptografía.
Los tratados herméticos son oscuros para el lector porque las teorías
alquímicas no son por lo general conocidas y sobre todo porque los filósofos
los han oscurecido voluntariamente. Los Maestros ven a la alquimia como la
más preciosa de las ciencias. “La Alquimia es el Arte de las Artes, es la ciencia
por excelencia”, escribe enfáticamente Calid en su libro de las tres palabras.
Una tal ciencia que no debía según ellos, ser conocida más que por unos
pocos. ¿Hemos de reprobarlos por haber reservado exclusivamente para ellos
la ciencia? Nos parecería excesivo, ya que en la antigüedad existían misterios,
como la transmisión bajo el sello de juramento de algunos secretos naturales,
de algunos puntos poco conocidos de alta filosofía. En la Edad Media los
gremios de oficios guardaban secretos prácticos que ningún miembro podía
divulgar. La preparación de ciertos colores constituyó una herencia preciosa
que los grandes pintores sólo legaban a sus discípulos más queridos. Los
sabios no dudaban en ofrecerles la solución de problemas difíciles.
Los filósofos herméticos, si bien escondían la ciencia, la mostraban cuando
encontraban un hombre digno de ser iniciado. Le introducían en el recto camino
pero sin revelarle toda la ciencia. Era necesario que el discípulo trabajara por sí
mismo para encontrar lo que faltaba. Es así como procedían en sus escritos,
unos indican la materia de la Gran Obra, otros los grados del fuego, otros los
colores que aparecen durante las operaciones, otros el dispositivo del Atanor u
horno filosófico. No existe ningún ejemplo conocido de tratado hermético que
hable abiertamente y en conjunto de todas las partes de la Gran Obra. Los
alquimistas creyeron que si lo revelaban se exponían a castigos celestes.
Según ellos, el revelador habría sido castigado con la muerte súbita. “No
revelaré nada dice Flamel, hablando del libro de Abraham el Judío, sobre lo
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que está escrito en bello y muy inteligible latín y en todas sus hojas pues Dios
me castigaría” (Explicación de las Figuras de Nicolás Flamel).
En cuanto a lo que se dijo sobre que los alquimistas escribían de manera
oculta y simbólica para preservarse de las acusaciones que teólogos
demasiados celosos llevaran contra ellos acusándolos de magia, nos parece
absolutamente falso, atendiendo a que nada permite apoyar la acusación de
magia sobre los símbolos y figuras extrañas que ocultan sus tratados. Roger
Bacon, Alberto el Grande, Arnau de Vilanova no evitaron acusaciones de
magia. Los alquimistas eran muy devotos, se encuentran a cada instante en
sus escritos sus invocaciones a Dios, reparten su tiempo entre el estudio el
trabajo y la plegaria. Algunos pretenden haber recibido de Dios mismo el
secreto de la Piedra de los Filósofos.
Antes de explicar los símbolos relativos a cada una de las partes de la Gran
obra, indicaremos de una manera general cuales fueron los medios empleados
por los alquimistas para ocultar a los profanos la ciencia de la piedra bendita.
Respecto de los signos, nacen con la Alquimia, son los griegos quienes los
emplean por vez primera, usando para su ciencia los de Egipto. Puede
observarse que los signos alquímicos tienen su origen directo en los
jeroglíficos. El signo del agua empleado por los alquimistas es el jeroglífico del
agua y así otros, como los signos del oro y de la plata (Hoeffer: Historia de la
Química, tomo I y Berthelot: Orígenes de la alquimia). Los signos alquímicos
son muy numerosos en ciertos tratados, así el de Khunrath titulado: Confessis
de chaophysico chimicorum, donde se reemplazan por signos todos los
nombres de materias químicas y operaciones que es necesario conocer. Con
esta intención, reproducimos los principales signos alquímicos en la plancha
siguiente.
Los símbolos fueron también muy utilizados, es así que los pájaros que se
elevan figuran la sublimación o un desprendimiento de vapores. Los pájaros
volando hacia abajo figuran lo contrario, la precipitación. El fénix es el símbolo
de la piedra perfecta capaz de transmutar los metales en oro o plata. El cuervo
simboliza el color negro que adquiere la materia de la Gran Obra cuando se la
calienta. Un libro hermético singular: el Mutus Liber o libro sin palabras, que no
contiene una línea de texto, se compone simplemente de un conjunto de
grabados que simbolizan el camino a seguir para conseguir la Gran Obra.
Los nombres mitológicos destacaban con gran honor en la nomenclatura
alquímica. Marte designa al hierro, Venus al cobre, Apolo el oro, Diana, Hécate
o Luna la plata, Saturno el plomo, el toisón de oro es la Piedra Filosofal y Baco
la materia de la piedra. Es también una tradición greco-egipcia. En la Edad
Media se utilizaban nombres mitológicos para designar a los metales, y a
finales del siglo XVI su uso se extendió tanto que el benedictino Dom Joseph
Pernety escribió dos grandes volúmenes (las fábulas griegas y egipcias
desveladas) para explicar su sentido y su origen. (Las fábulas greco-egipcias
de Pernety se editaron en 1786 y no a finales del s. XVI, también en la misma
fecha se editó su muy interesante Diccionario Mitohermético N. del T.)
A los nombres mitológicos se unieron un gran número de palabras extrañas,
hebreas, griegas, árabes. En razón misma del origen de la Alquimia se
encuentran palabras griegas, he aquí algunas: hylé, materia primera.
Hipocláptico, vaso destinado a separar los aceites esenciales. Hydrelœum,
emulsión de aceite y agua, etc. Las palabras árabes son con mucho las más
numerosas, citamos algunas: elixir, alcohol, alcali, bórax, éstas, han llegado
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Figura IIª (Procedente del Mundus Subterraneus del padre Kircher). Para las
primeras frases concéntricas el procedimiento de lectura es el mismo que el de
la figura precedente, se encuentra: Sulphur Fixum. Para la tercera frase: Ergo
Sic Tuos Lege Omnes Sophos se necesita dividirla en dos partes, la primera da
Est, la segunda leída empezando por Sophos da Sol. Todo significa: El Azufre
fijo es el Sol. Es decir, el Azufre o principio fijo es sinónimo de sol u Oro (ver
capítulo III).
Sobre estas dos figuras leer el capítulo Iº.
Nota. Todas las figuras se relacionan con la segunda parte de esta obra: Los
Símbolos. En consecuencia, para su consulta me remito a los capítulos de esta
segunda parte.
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CAPÍTULO II
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Los siete metales. Los cuatro elementos, las operaciones y los colores de la
Obra.
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Explicación de la plancha V
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(1) Como hablaremos varias veces de estas figuras en los diferentes capítulos y como no se
las puede separar hemos colocado las figuras de Flamel en el encabezamiento de esta
obra.
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CAPÍTULO IV
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Los filósofos herméticos son unánimes en decir que la materia debe ser
buscada en los metales ya que si el propósito de la gran obra es hacer oro y el
oro es un metal, debemos entonces dirigirnos a los metales: “Naturaleza se
regocija en su Naturaleza y Naturaleza contiene Naturaleza y Naturaleza sabe
mejorar Naturaleza” (Texto de Alquimia). Este célebre axioma, que puso
Bernardo el Trevisano sobre la vía, se reencuentra en los “Físicos y místicos”
de Demócrito el mistagogo, alquimista griego: “la naturaleza triunfa sobre la
naturaleza.” Los Adeptos no cesan en repetir esta fórmula bajo todas sus
formas. Arnau de Vilanova en su “Flos florum” dice lo mismo. “El hombre no
engendra más que hombres, el caballo no produce más que caballos, por lo
mismo, los metales no pueden ser producidos más que por su propia semilla.”.
He aquí otra cita imbuida del mismo espíritu. “Ahora hijo mío, busca al
Agricultor y pídele cual es la semilla y cual es la cosecha. Aprenderás de él que
quien siembra trigo, recogerá trigo, que quien siembra cebada recogerá
cebada. Estas cosas hijo mío, te conducirán a la idea de la creación y de la
generación. Recuerda que el hombre engendra a un hombre, que el león
engendra león y el perro un perro. Es así como el oro produce oro, en eso
consiste todo el misterio.” (Epístola de Isis sobre el Arte sagrado; ms. Grec,
pasaje ya citado por Hoeffer). Si la materia debe ser extraída de los metales,
¿de qué metales? De los metales perfectos, es decir, del Oro y de la Plata, del
sol y de la Luna. “El Sol es su padre, la luna es su madre” (Tabla esmeralda de
Hermes). “La materia de la que se extrae la medicina soberana de los filósofos
es oro muy puro y plata muy fina y nuestra plata viva” (Bernardo el Trevisano:
La palabra abandonada). “El oro, la Plata y el Mercurio constituyen la materia
de la piedra, una vez han sido preparados según el Arte” (Livabius: Paraphrasis
Arnaldi).
Los pasajes que indican el oro, la plata y el Mercurio como materia son
innumerables. Los precedentes son suficientemente explícitos, sobre todo el de
Livabius. Veamos un último pasaje de gran interés. “Más te digo, trabaja con el
Mercurio y sus semejantes, y sobre todo no añadas nada de extraño, has de
saber que el oro y la plata no son extraños al mercurio”. (Santo Tomás de
Aquino: Secretos de Alquimia). Lo que vuelve a decir: trabaja con el mercurio,
el oro y la plata.
Pero estos tres metales constituyen la materia lejana de la piedra, la materia
próxima es el Azufre, el Mercurio y la Sal que les son extraídos. Del oro se
extrae el Azufre, de la plata el Mercurio y de la plata viva vulgar la Sal. Desde
los teóricos de la Alquimia (Roger Bacon en particular en su Espejo de la
Alquimia), el oro contiene un azufre, principio muy puro, fijo, rojo, no
combustible, y la plata contiene un Mercurio, principio puro, más o menos
volátil, brillante, blanco. En cuanto a la Sal está producida por la plata viva. Así,
la materia de la piedra consiste en cuerpos extraídos del sol y de la plata. “Hay
otros filósofos que pretenden que la piedra se extrae del Mercurio, pero no del
vulgar, y que sólo puede extraerse, con la ayuda del Arte, de los metales
perfectos como el sol y la Luna” (Alberto el Grande: Concordancia de los
filósofos sobre la Gran Obra). Parece observarse aquí una ligera contradicción
con lo que hemos dicho más arriba, no importa, los filósofos designaban a
menudo bajo el nombre de Mercurio de los filósofos, a la materia de la piedra
considerada en su conjunto. Así el nombre de Mercurio, posee cuatro
acepciones diferentes. Puede designar: 1º el metal, 2º el principio, 3º la plata
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Dijimos que la Sal como tercer principio apenas fue mencionada por los
antiguos alquimistas y que habitualmente sólo hablaban del Azufre y del
Mercurio, oro y plata, sol y luna. Para enredar al vulgo, confundían unos
términos por otros. “El Sol es el padre de todos los metales, la Luna es su
madre. La Luna recibe su luz del Sol. De estos dos planetas depende el
Magisterio entero” (R. Llull: La Clavícula). En su primera frase, Sol y Luna son
sinónimos de Azufre y Mercurio, principios universales, en la segunda,
significan Azufre y Mercurio, materia de la Obra. Estos cuatro términos pueden
ser tomados dos a dos como sinónimos absolutos.
Una figura de Barchusen representa el signo del Azufre correspondiente al
del Sol, al Oro, y la del Mercurio al de la Luna, la plata. Los símbolos del Azufre
y del Mercurio principios, son por tanto, aplicables a los del Azufre y Mercurio,
materia de la Piedra, al oro y a la Plata. (Respecto de estos símbolos véanse
los capítulos IIº y IIIº de esta segunda parte).
El Oro y la Plata preparados para la Obra eran denominados oro y plata de
los filósofos. Estaban en principio purificados, es por lo que Rhases dijo: “El
comienzo de nuestra obra es sublimar” (Libro de las luces). Sublimar, es decir,
purificar. Grever dijo: “El oro del vulgo es impuro, manchado por la presencia
de metales extraños, agrio, enfermo, y por ello, estéril. Lo mismo es aplicable a
la plata vulgar. Al contrario, el Sol y la Luna de los filósofos son lo más puro, no
están contaminados por ninguna mezcla extraña, sanos, robustos, más
abundantes en simiente generatriz”. (Grever: Secretum nobilissimum).
Purificando estos metales, aumentando su perfección se les da la facultad de
desarrollarse en perfección en el transcurso de la Gran Obra. “En el oro vulgar,
que ya es perfecto por naturaleza, su propia perfección, no le permite
transmitírsela a los metales imperfectos, por tanto, si queremos que el oro
vulgar introduzca la forma de oro vulgar dentro de los metales imperfectos para
perfeccionarlos, es necesario que el oro vulgar sea vuelto más que perfecto”.
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lobo está situado al lado del rey, símbolo del Sol u Oro, la operación se hace en
un crisol. El plomo simbolizado por Saturno está situado al lado de la reina,
Luna o Plata, a su mismo lado se encuentra una copela. Respecto de las tres
flores que tiene la reina, indican que la purificación debe ser repetida tres
veces.
La primera figura de Abraham el Judío representando el mercurio perseguido
por Saturno trata de la purificación de la plata por el plomo. En efecto, la plata
vulgar copelada pierde su peso, a causa de los metales extraños que contiene,
cuyos óxidos son absorbidos por las paredes de la copela. Los alquimistas
viendo que en esta operación la plata había perdido su peso primitivo, admitían
que sus partes volátiles estaban evaporadas. Saturno o el plomo persigue a
Mercurio o la plata y le rompe las piernas, es decir, le deja inmóvil, lo fija, en
una palabra, lo deja inalterable. Es la verdadera fijación de Mercurio sobre la
cual tanto se han equivocado los Sopladores.
El oro y la plata purificados constituían la materia alejada de la Piedra. El
Azufre extraído del oro, el Mercurio extraído de la plata, eran la materia
próxima. Todos los filósofos concuerdan sobre el último punto “el oro es el más
perfecto de todos los metales, es el padre de nuestra Piedra, por tanto, no es
en absoluto la materia. La materia de la piedra, es el semen contenido en el
Oro” (Filaleteo: Fuente de la Filosofía Química). De lo mismo: “es porque yo os
aconsejo, amigos míos, de no operar sobre el sol y sobre la luna más que
después de haberlas reducido a su materia que es el Azufre y el Mercurio de
los filósofos” (R. Llull: La Clavícula). Huginus a Barma dice positivamente “el
Azufre del Oro es el verdadero Azufre de los filósofos”.
La etapa siguiente era empleada por los Alquimistas para extraer el Azufre o
el Mercurio del Oro o de la Plata: ellos disolvían primeramente estos dos
metales, siguiendo el viejo axioma: Corpora non agunt nisi soluta. Después
congelaban sus soluciones, es decir las hacían cristalizar. Descomponían
seguidamente por el calor las sales así obtenidas, redisolvían el residuo o la
plata pulverulenta, y después de diversos tratamientos, que variaban un poco
de un filósofo a otro, obtenían finalmente el Azufre y el Mercurio para la piedra.
En lo que se refiere a la Sal, era generalmente una sal de mercurio volátil,
como el bicloruro de mercurio o, sublimado corrosivo, que los Alquimistas
llamaban mercurio sublimado. Antes de ser transformado en sal, el mercurio
debía ser purificado por destilación.
Hemos visto que los filósofos usaban ácidos para disolver el oro y la plata.
“En nuestra piedra está escondido todo el secreto del magisterio que es el sol,
la luna y el agua de vida”. (R. Llull: Esclarecimiento del testamento). Agua de
vida designa a los licores ácidos. “Es necesario en primer lugar que el cuerpo
sea disuelto para que los poros sean abiertos, para que la naturaleza pueda
operar” (El Cosmopolita). Es sobretodo, esta parte de la Gran Obra, la que los
Alquimistas han tenido secreta. Era según ellos la operación más difícil de
encontrar.
La mayor parte de los Adeptos han pasado bajo silencio esta parte de la
obra. Inician la descripción de la Gran Obra suponiendo la preparación de la
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materia conocida. Es lo que nos afirma Colleson: “Ellos, hablan muy poco y
muy oscuramente de la primera operación del Magisterio hermético sin la cual,
nada puede hacerse en esta ciencia transmutatoria” (Idea perfecta de la
filosofía hermética).
Conseguimos encontrar algunos pasajes para esclarecer esta cuestión. El
oro se disuelve en el agua regia y la plata en el agua fuerte o ácido azoico y
algunas veces en el aceite de vitriolo (ácido sulfúrico). Artefio se emplea más
que cualquier otro sobre el Agua o ácido empleado para disolver el oro, que él
llama primer mercurio o vinagre de las montañas. “Este agua, dice, disuelve
parcialmente todo lo que puede ser fundido y licuado. Es un agua pesada,
viscosa, pegadiza... resuelve todos los cuerpos en su materia primera, es decir,
en Azufre y en Plata viva. Si pones en este agua cualquier metal, en limaduras
o en láminas menudas y lo dejas algún tiempo a un calor dulce, el metal se
disolverá enteramente y se cambiará en agua viscosa... Ella, aumenta de peso
y de color al cuerpo perfecto” (Artefio: Tratado secreto de la piedra de los
filósofos). El último párrafo es muy claro, el cloruro de oro obtenido por la
acción del agua regia sobre el oro es amarillo-brillante y más pesado que el
metal empleado. El autor anónimo del Tratado del Blanco y del Rojo, que habla
muy abiertamente de la Gran Obra, opera sobre las sales obtenidas por la
disolución previa del Oro y de la Plata. He aquí su receta del “Agua para el
oro”. Es simplemente el agua regia. “Toma vitriolo de Hungría azul, bien seco y
salitre, más una libra de sal amoníaco. Haz un agua fuerte en un vaso de vidrio
bien lutado, provisto de un sombrerete (tapón) de vidrio” (Tratado del Blanco y
del Rojo). En fin, Ripley entra en los detalles de la experiencia. “El cuerpo ya
preparado, se esparce sobre el agua compuesta, para que sea recubierto de un
espesor de una media pulgada. El agua se pondrá inmediatamente a hervir
sobre las cales de los cuerpos, sin ningún fuego exterior. El cuerpo se disolverá
y se elevará en forma de hielo desecándolo todo (Ripley: Médula de Alquimia).
Elevar la solución a la forma de hielo es hacerla cristalizar, esta última
operación se llamaba también congelación o coagulación. “Sabrás que todo el
magisterio no consiste más que en una disolución y en una coagulación”
(Alberto el Grande: El libro de los ocho capítulos).
Las sales así obtenidas no servían directamente para la Obra: “Las sales no
tienen ninguna cualidad transmutadora, sirven solamente de llaves para la
preparación de la Piedra” (Basilio Valentín: Carro Triunfal del Antimonio). No
obstante, estaban sometidas a diversas manipulaciones después de las cuales
eran transformadas en óxidos o nuevamente en sales.
Se simbolizaba a los ácidos por leones devorando al Sol o la Luna. Toda
figura representando el Sol o la Luna, Apolo o Diana, vencidos y devorados por
un animal fuerte y valiente como el león, el águila, el tigre, etc, simboliza la
disolución de los metales preciosos. Filaleteo, dice: “Antes de hacer la última
obra, hay que encontrar un licor o humedad en la que el oro se funda como el
hielo en el agua. ”A este agua ácida, la llama estómago de avestruz. Al igual
que el avestruz lo digiere todo, este líquido disuelve todos los metales.
En las figuras que Flamel hizo esculpir en el cementerio de los Inocentes, la
disolución es representada por un dragón que devora a un hombre que ha
abatido.
Se figuraba a la materia preparada mediante un líquido encerrado en una
redoma, como en la figura del título de este volumen. En fin, se la representaba
por el hermafrodita químico: “Es hermafrodita y da crecimiento a todas las
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Figura II.- (Es el primero de los doce pentáculos que acompañan a “Las doce
claves de la sabiduría” de B. Valentín). Muestra la purificación del oro, el Rey,
por el antimonio. El lobo, símbolo del antimonio en el crisol. Y la purificación de
la plata, la Reina, por Saturno, símbolo del plomo, en una copela.
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Explicación de la Xª plancha
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El huevo filosófico doble. Los dos pájaros indican que una materia volátil se
está sublimando en el balón superior (Véase el capítulo Vº).
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CAPÍTULO VI
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cuarenta y cinco días. 7º Régimen del Sol: la materia pasa del color anaranjado
al rojo. Emite vapores rojos, después se desploma, se vuelve húmeda, se
deseca, fluye y se solidifica, esto, varias veces en un día, y al fin se convierte
en pequeños granos rojos”. Filaleteo no habla aquí ni de la fermentación ni de
la proyección. Trata estas dos operaciones separadamente. Los regímenes
sólo comprenden los fenómenos que tienen lugar en el huevo filosófico.
La fermentación es la operación que sigue a la aparición del color rojo. Tiene
por objeto acrecentar la potencia de la Piedra y de permitirle transmutar más
rápidamente los metales. Generalmente se rompía el huevo filosófico, se
recogía la materia roja, se la mezclaba con la del oro fundido, se obtenía una
masa quebradiza roja, la cual se hacía someter a tratamientos que variaban de
un filósofo al otro: según los Alquimistas, la Piedra iba así aumentando, no sólo
de cantidad sino también de calidad y eso indefinidamente, se comprenderá
desde ahora la exclamación entusiasta de Ramón Llull “Mare lingerem, si
mercurius esset’ La mayor parte de los filósofos operaban de la manera que
acabamos de decir. “Si te quieres servir de la tintura física para transmutar,
proyectarás en primer lugar una libra sobre mil de sol fundido. Sólo entonces la
medicina estará lista y limpia para hacer desaparecer la lepra de los metales”
(Paracelso: Tinctura physicorum). Eck. De Sultzbach describe la operación con
esmero “Toma dos marcos de oro puro, fúndelos en un crisol, proyéctale un
cuarto de libra de la medicina susodicha y será inmediatamente absorvida por
el oro y se convertirá en uno con él, proyéctale de nuevo un cuarto de libra de
la medicina para convertir todo el oro, tritura, después pónlo a un fuego violento
y todo se convertirá en un polvo rojo como de minio. Proyecta una parte sobre
cien partes de Luna pura y obtendrás un oro excelente” (Eck. De Sultzbach:
Clavis philosophorum).
Algunos alquimistas seguían otro método para la fermentación, tomaban la
materia al rojo y después de haberla mezclado con el mercurio sublimado
(bicloruro de mercurio) la hacían digerir a un dulce calor en un matraz, el
resultado obtenido era el mismo.
Cuando la materia ha sido fermentada es apta para transmutar los metales. A
la operación por la cual los metales viles eran cambiados en oro y plata, se le
llamaba proyección. Para conseguirla se tomaba un metal, mercurio, plomo,
estaño. El primero debía ser calentado fuertemente pero sin llegar a su punto
de ebullición, los otros dos eran simplemente fundidos, después en el crisol
donde se encontraba el metal calentado se proyectaba un trozo de piedra
filosofal envuelta en cera. Se dejaba enfriar y se encontraba un lingote de oro
igual en peso al metal empleado según unos, o menor según otros, lo que
dependía de la calidad del elixir o piedra filosofal empleada. El envoltorio de
cera era, parece ser, indispensable, pues es por olvidar esta precaución que
Helvetius falló en su primera proyección tal y como lo cuenta en su “Becerro de
oro”. Tuvo éxito en la segunda cuando envolvió su fragmento de piedra en una
bolita de cera.
Ahora vamos a examinar los símbolos de las principales operaciones. La
primera o conjunción era simbolizada por el matrimonio del Azufre y del
Mercurio, del rey y de la reina. El pentáculo de la sexta llave de Basilio Valentín
que representa al rey dando la sortija nupcial a la Reina mientras que un obispo
los bendice, simboliza la conjunción. No olvidemos que la conjunción era
también llamada matrimonio filosófico. En las figuras que acompañan al gran
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Figura I.- Fin de la putrefacción simbolizada por los esqueletos y los cuervos.
Se desprenden vapores que se condensan. La materia está muy agitada, es lo
que muestran los cuervos volando en todas las direcciones. (Véanse los
capítulos VI y VII).
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Figura I.- El niño encerrado en el huevo simboliza el color rojo que anuncia el
fin de la Gran Obra (Ver el capítulo VII).
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CAPÍTULO VII
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Los colores son citados en el orden querido y con los mismos nombres
citados por Filaleteo. Terminemos diciendo que los símbolos de los metales se
aplicaban a los colores cuando se designaba a éstos por los nombres de los
metales.
También se simbolizó a los colores mediante frutos. En el pasaje siguiente,
se habla de los colores intermedios entre el blanco y el rojo y el rojo mismo.
“Dando seguidamente en el tercer grado del fuego, todo tipo de frutos
excelentes que nacen y crecen, como el membrillo, los limones y naranjas
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Los filósofos han dado diferentes nombres al blanco: nummus, ethelia, arena,
boritis, corsufle, cambar, albor œris, duenech, ronderic, kukul, thabitris,
ebisemeth, ixir.
Por lo que respecta a las alegorías y símbolos de la blancura, Pernety las
resume perfectamente en su Diccionario mito-hermético. “Los filósofos dicen
que si el blancor sobreviene a la materia de la Gran Obra, la vida ha vencido a
la muerte, que su Rey ha resucitado, que la tierra y el agua se convierten en
aire, que es el régimen de la Luna, que su infante ha nacido, que el cielo y la
tierra se han casado porque el blancor indica la unión o matrimonio de lo fijo y
de lo volátil, del macho y de la hembra.”
En cuanto al color rojo los alquimistas hablan poco, indica el final feliz de la
obra. La materia se deseca completamente y se transforma en un polvo de un
rojo brillante que cuando se calienta más fuertemente de lo que se la ha
calentado hasta el momento, rompe el huevo y se obtiene la Piedra filosofal.
“Como que la piedra venida al rojo comienza a agrietarse y a hincharse, se la
pone a calcinar a fuego de reverbero donde acabará de fijarse completa y
perfectamente” (Arnau de Vilanova: Novum Lumen).
El símbolo de la obra acabada es un triángulo con la cúspide hacia abajo y
cuya base tiene encima una cruz. Se le encuentra en la 12ª lámina del Tarot.
Ahora que la Gran Obra nos es conocida en su práctica y en sus símbolos
podemos comprender las palabras siguientes que antes nos parecían
desnudas de sentido, hasta risibles. “Eximiganus dice: Mojad, secad,
ennegreced, blanquead, pulverizad y enrojeced. Tenéis todo el secreto del Arte
en estas pocas palabras. El primero es negro, el segundo es blanco y el tercero
es rojo, 80, 120, 280, dos los hacen y ellos hacen 120. Goma, leche, mármol.
Luna, 280, bronce, hierro, azafrán, sangre, 80. Melocotón, pimienta, nuez. Si
me entendéis, tenéis suerte, sino, no busquéis nada más, pues todo está en
mis palabras“ (La Turba de los Filósofos). Mojad, secad, es la disolución y la
cristalización en la preparación de la materia (véase capítulo IV). Ennegreced,
blanquead, enrojeced, indicación de tres colores principales. Pulverizad, es
decir, obra por el fuego. Toda operación violenta, todo instrumento que puede
producir heridas es símbolo del fuego (véase capítulo V). El resto se refiere a
los colores. El primero es negro, etc., es decir la primera operación que se
caracteriza por el negro. La segunda por el blanco. La tercera por el rojo.
Goma, leche, mármol, Luna, símbolos del blanco. Bronce, azafrán, hierro,
sangre, símbolos del rojo. Melocotón, pimienta, nuez, símbolos del negro y del
gris. Los números 80, 120, 280 representan estos tres colores, y dos los hacen,
es decir, el Azufre y el Mercurio solos, son suficientes para perfeccionar la Obra
pasando sucesivamente por los tres colores. Por suerte los tratados de
alquimia no son todos tan oscuros como la Turba de los Filósofos, se llegará
muy fácilmente a comprenderlos y se podrá descubrir lo verdadero de lo falso
con un poco de reflexión. A éstos que querrán penetrar más en el estudio del
hermetismo, les recomendamos los tratados de Alberto el Grande, Roger
Bacon, Bernardo el Trevisano, D’Espagnet, Flamel, Huginus a Barmâ,
Khunrath, Ramón Llull, Paracelso, Filaleteo, Ripley, Sendivogius, Basilio
Valentin, Arnau de Vilanova y Denis Zachaire y entre los tratados anónimos el
Texto de Alquimia y la Turba de los filósofos.
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CAPÍTULO VIII
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BIBLIOGRAFÍA ALQUÍMICA
DEL SIGLO XIX
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TABLA DE MATERIAS
Introducción
CAPÍTULO I.- Porqué los tratados de alquimia son oscuros. Medios empleados
por los alquimistas para ocultar la Gran Obra. Signos. Símbolos. Nombres
mitológicos. Palabras extrañas. Anagramas. Fábulas. Enigmas. Alegorías.
Criptografía.
CAPÍTULO IV.- Práctica de la Materia o Gran Obra. Las dos vías. El Oro y la
Plata. Su purificación. La fuente de los Filósofos. Baño del Rey y de la Reina.
Disolución del Oro y de la Plata. El pequeño Magisterio y la Gran
Obra……………………………………………………………………………
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APÉNDICE
Diccionario de símbolos herméticos………………………………..
Tabla de los tratados citados en la obra…………………………..
Bibliografía alquímica del siglo XIX………………………………..
Tabla general de materias……………………………………………
Tabla analítica…………………………………………………………
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Rosa, Tiffereau,
Rosacruz, Toisón de oro,
Rouillac: Compendio de la Gran Tomás de Aquino (santo),
Obra, Secretos,
Rubificación, Transmutación,
Sal, Triángulo,
Salamandra, Tritemio, Poligrafía,
Salmon, Ulsted,
Saint Germain, Unidad de la Materia,
Saint Roman, Valentín (Basilio), Carro triunfal, De
Saturno, naturalibus, El Azoth, Coloquio, Las
Sello de Hermes, doce claves,
Sendivogius, Cartas, Valois, Obras,
Sepulcro, Venus,
Serpiente, Vías, Húmeda y seca,
Signos, Vicot,
Sinesio, Comentarios, Vigenère, Tratado del fuego,
Sinónimos de azufre, Vilanova (Arnau de), Camino del
Sinónimos de mercurio, Camino, Flos florum, Carta, Rosario,
Sol, Cuestiones, Novum Lumen,
Sopladores, Vogel: De lapide
Sperber: Isagoga, Volátil,
Spiritus Mundi, Vulcano,
Sublimación, Zachaire, Opúsculo,
Tetrasomia, Zimax
Thurneisser, Zósimo
Tierra,
FIN
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