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REPORTE DE LECTURA DE PLATÓN

DATOS PERSONALES
Nombre José Homero Camacho Escalera
Asignatura Historia de la filosofía I
Fecha 26 de noviembre
CARCTERÍSTICAS DE LA OBRA
Título Platón (en Historia de la filosofía, tomo I, parte III.
Autor Guillermo Fraire, O. P.
Editorial Biblioteca de Autores Cristianos
Edición 7ª
ANALISIS GLOBAL
Tema central La filosofía de Platón
Palabras clave Ideas, reminiscencia, purificación, demiurgo, sentidos.

IDEAS PRINCIPALES

Datos biográficos

Según Fraile, Platón nació en Atenas hacia el 429 a. C. en el seno de una familia noble de
la alta aristocracia; razón por la cual tuvo acceso una excelente educación. Sus primeras
lecciones las recibió de Cratilo (mediocre seguidor de Heráclito); después, a sus veinte
años, se encontró con Sócrates, del que era más amigo que discípulo.

Después de la muerte de Sócrates (399 a. C.), Platón salió de Atenas rumbo a Megara,
donde conoció a Euclides. Después emprendió un largo viaje por Creta, Egipto y Cirene,
regresando a Atenas hacia el año 396 a. C. Sin embargo, poco después, emprendió un
segundo viaje donde entró en contacto con los centros pitagóricos. Por este tiempo realizó
también su primer viaje a Sicilia, donde fracasó en su intento de materializar su estado ideal.

De vuelta en Atenas funda la Academia (387 a. C.). Ahí Platón pasa veinte años consagrado
a la enseñanza y a la composición de sus obras. En la primavera del 366 a. C., Platón
regresa a Siracusa, pero volvió a fracasar en su intento de establecer el estado ideal
gobernado por el rey-filósofo. A pesar de todo esto, en 361 a. C., vuelve a viajar por tercera
vez a Sicilia acompañado de sus mejores alumnos de la Academia, sin embargo, corrió con
la misma suerte.

1
Después de esto, Platón no volvió a salir de Atenas. Sus últimos años los consagró a la
composición de Filebo, Timeo, Critias y Leyes. «Murió escribiendo», dice Cicerón.

Sobre sus obras

Se ha discutido mucho sobre la autenticidad de algunos de sus diálogos apelando a criterios


internos (contenido doctrinal, coherencia, estilo, vocabulario) y externos (la tradición y el
testimonio de autores antiguos). Sin embargo, se ha llegado a conclusiones muy diferentes
en ambos casos. Esto no nos permite afirmar con seguridad la autenticidad o falsedad de
algunas de sus obras.

Orden de los diálogos

Fraile divide los diálogos de Platón en cuatro secciones:

PERIÓDO DE LA FUNDACIÓN ENTRE EL 2º VIAJE VEJEZ


SOCRÁTICO DE LA ACADEMIA A SICILIA Y EL
HASTA EL 2º VIAJE A TERCERO.
SICILIA
Su objetivo Se alejan de las Predomina el
primordial es enseñanzas pitagorismo.
defender la figura socráticas. Se van Sócrates pasa a
de Sócrates, no haciendo cada vez segundo término.
tanto establecer más abstractos.
conclusiones
definitivas.
1) Apología de 1) Protágoras. 1) Sofista. 1) Filebo.
Sócrates. 2) Lisis. 2) Político. 2) Timeo.
2) Critón. 3) Eutidemo. 3) Critias.
3) Laques. 4) Cármides. 4) Carta VII.
4) Hippias menor. 5) Clitofón. 5) Leyes.
5) Gorgias. 6) Banquete.
6) Alcibíades. 7) Fedón.
7) Menón. 8) República.
8) Ion. 9) Menexeno.
9) Hippias Mayor. 10) Fedro.
10) Cratilo. 11) Teeteto.
11) Eutifrón. 12) Parménides.
12) República.

2
Estructura de los diálogos

Los diálogos son un artificio literario, en el cual, a base de preguntas tendenciosas, se va


llevando al interlocutor a reconocer la propia ignorancia. Por ello, no es raro que su lectura
nos deje con más dudas que conclusiones.

Cada diálogo constituye una pieza completa. Es difícil concebirlos como partes de un
sistema. Se trata más bien de un conjunto de ensayos sin pretensión omniabarcante. En
este sentido, la obra platónica es más una galería de retratos de los diferentes tipos de
personas que vivían en la Grecia del siglo IV (casi todos los personajes de los diálogos han
podido identificarse con sujetos reales) que un rompecabezas conceptual. Sin embargo, se
pueden establecer ciertas líneas temáticas o concordancias.

Carácter del pensamiento platónico

Platón es alguien que sabe escribir. Sus diálogos perduran como una cumbre difícilmente
superable del arte del bien decir. Pero eso no quita que en ellos haya una maraña de
problemas y contradicciones sin resolver.

Para entender el pensamiento platónico hay que dejar bien claro que él no escribe para
definir una doctrina filosófica, sino que su objetivo, más bien, es ir dibujando al hombre
filosófico: aquel que se eleva por encima de lo mudable y aspira a una realidad fija, estable
y necesaria. El estilo de vida que Platón asumió es un claro testimonio de ello. ¡He aquí la
clave para entender e interpretar correctamente su filosofía!

En efecto, para Platón no hay Filosofía sin virtud, ni virtud sin Filosofía. Se trata, pues, de
una empresa que implica la vida entera del ser humano. Es decir, según Fraile, la filosofía
platónica tiene un marcado tinte moralista (a pesar de que Platón no escribió nada
específicamente de moral). Todos los elementos aparentemente dispares y heterogéneos
que Platón incorpora a su pensamiento, quedan unificados por su aspiración fundamental:
lo trascendente. De hecho, Fraile sostiene que Platón parte de la ética a la ontología y no
de la ontología a la ética (no por nada uno de los temas más debatidos en sus diálogos es
la virtud).

3
Desarrollo general de su pensamiento

Aristóteles, según Fraile, señala tres influencias fundamentales en la filosofía de Platón:


Cratilo (seguidor de Heráclito), Sócrates y los pitagóricos. Este testimonio coincide con el
de Diógenes Laercio: Platón explicó lo sensible según Heráclito, lo inteligible según
Pitágoras y la política según Sócrates. Es decir, Platón toma de Heráclito la relatividad del
conocimiento sensible (por estar en constante cambio); de Sócrates, el método inductivo
para llegar a conceptos universales (Logos); y de Pitágoras, la abstracción de la realidad
mediante los números y figuras geométricas, la preexistencia de las almas, el ciclo de las
reencarnaciones y la necesidad de la virtud y el ascetismo para liberar al alma del cuerpo y
regresar así al mundo de las ideas (el retorno).

Sin embargo, Platón va más allá que todos ellos; posee un finísimo espíritu ecléctico; llega
a sus propias certezas y conclusiones; su filosofía es de carácter ascensional: de lo móvil
a lo inmóvil, de lo relativo a lo absoluto, de lo múltiple a lo uno, de lo contingente a lo
necesario, del mundo sensible al mundo de las ideas1. En esta línea ascensional, la filosofía
platónica podría catalogarse como una preparación para la muerte, una disposición para la
trascendencia. ¡He aquí la razón por la que el cristianismo simpatizó tanto con esta filosofía!

Método para la exposición del platonismo

Platón no dejó jamás descansar sus grandes temas de pensamiento. En cada diálogo
vuelve sobre ellos, una y otra vez, sin considerarlos nunca como definitivamente acabados.
Esto hace difícil la exposición esquemática y rígida de su filosofía. Por ejemplo, «su teoría
del conocimiento y de la ciencia está íntimamente compenetrada con su Ontología, su
Cosmología y su Moral, de suerte que resulta difícil desglosarlas y exponer cada cosa por
separado. Cada parte hay que entenderla en función del todo»2.

1 Cfr. Fraile Guillermo, Historia de la Filosofía I. Grecia y Roma (Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos, 1990), p. 300.
2 Fraile Guillermo, op. cit., p. 301.

4
«La nota distintiva de Platón es su aspiración hacia una realidad absoluta, la cual se concreta
en su teoría de las Ideas, con la que trata de dar respuesta a los tres grandes problemas:
del ser, del saber y del obrar. Este sería quizá el orden más lógico de exposición del
platonismo»3.

Grados del ser y del saber

Si todo lo que perciben nuestros sentidos es mudable y contingente, ¿cómo poder


establecer una ciencia, es decir, un conocimiento fijo, estable, cierto y necesario? Si los
sentidos son fuentes de opinión y no de ciencia, ¿cuál es el camino para llegar a la
formación de conceptos universales que sean expresión de la esencia de las cosas? ¡He
aquí el problema de la relación entre el ser y el conocer!

Para Platón, ser y conocer son cosas correlativas. A mayor ser corresponde mayor ciencia.
Sólo es cognoscible el ser. El no-ser es absolutamente incognoscible. Pero entre el ser y el
no-ser existe una categoría intermedia: el llegar a ser (el hacerse), el ser en movimiento. Al
ser corresponde la ciencia; al no-ser, la ignorancia; al ser en movimiento, la opinión.

Por lo tanto, hay tres grados de conocimiento: conocimiento sensitivo (impresiones de los
sentidos), conocimiento racional discursivo (abstracción de las impresiones sensibles y
discurso) y conocimiento racional intuitivo (en los seres carentes de toda materia). La
ciencia perfecta y verdadera solamente se da en el último grado (que de hecho es imposible
de alcanzar en esta vida).

Platón ejemplifica todo esto con el mito de la caverna. La filosofía y la dialéctica liberan a
los prisioneros de sus cadenas para que puedan contemplar el mundo ideal, cuyo sol es la
Idea de Bien. Esto nos hace suponer que existe una cierta jerarquía de ciencias y de
personas. En cima están los filósofos-gobernantes, cuya ciencia es la Dialéctica (ciencia de
las Ideas, del ser puro); en segundo lugar, los guerreros, cuyas ciencias son: logística
(ciencia del cálculo), aritmética (ciencia de los números), geometría (desarrollo de la línea
que forma un plano), estereometría (desarrollo del plano que forma un sólido en
movimiento), astronomía (ciencia del sólido en movimiento), la música (en sentido
pitagórico) y la gimnástica (ejercicio del cuerpo); en el último peldaño está la clase inferior,

3 Ibidem., p. 302.

5
cuya ciencia son las artes manuales (agricultura, carpintería, construcción, navegación,
etc.). Cabe aclarar que el ejercicio de la ciencia Dialéctica supone las ciencias del guerrero.
Por el contrario, Platón no aconseja para los guerreros, ni mucho menos para los filósofos,
el cultivo de las artes manuales porque éstas estropean el cuerpo y embotan y envilecen
las almas.

Después de decir esto, Fraile hace una acotación para hablar del lugar y la importancia de
las matemáticas en el platonismo: Entre la dóxa (opinión) y la nóesis (ciencia perfecta) están
las matemáticas; así como entre las Ideas y el mundo sensible están los Números como
entidades reales y subsistentes (herencia pitagórica). Sin embargo, las matemáticas entran
dentro de conocimiento racional discursivo (diánoia), es decir, aquel mediante el cual,
partiendo de una hipótesis, se pasa a otra y a otra, hasta llegar a una conclusión; pero sin
alcanzar lo incondicionado y totalmente necesario: «ven el ser como en entre sueños»4.

Antes de concluir este apartado, Fraile hace una exposición muy sobre la Dialéctica
platónica. Dice que por un lado Dialéctica significa «discusión por medio del diálogo»
(dialégestai), «saber interrogar y responder» para ir avanzando hasta llegar a una
conclusión (aspecto lógico). Entendida así, la Dialéctica es sólo un procedimiento inductivo
de enseñanza que permite trascender la particularidad para ascender a la formación de
conceptos universales (decir las esencias de las cosas, definirlas)5; se trata de un método
científico racional (propio de los filósofos) para demostrar la verdad y no quedarse sólo con
la persuasión y verosimilitud (Retórica). En efecto, en la Dialéctica se parte de una hipótesis,
luego se van deduciendo rigurosamente las consecuencias de dicha hipótesis hasta llegar
a una confirmación o a otras hipótesis nuevas. Aparte de lo ya mencionado, la Dialéctica se
vale de la síntesis para convertir la multiplicidad confusa en una unidad concreta bajo un
concepto común6, y del análisis para dividir un concepto general en sus distintas especies7
hasta llegar a la especie indivisible en la cual se halla la forma propia del objeto que se trata
de comprender8. En suma, en el ejercicio dialéctico se deben combinar análisis y síntesis
para llegar a conceptos universales claros (en esto consiste la filosofía para Platón). Esto

4 Rep. 533c.
5 Cfr. Fraile Guillermo, p. 311.
6 Cfr. Fedro 265d, 266b.
7 Cfr. Sofista 253d.
8 Cfr. Fedro 277b.

6
supone también una cierta erística (habilidad defensiva), es decir, el empleo de raciocinios
cortos, sólidamente articulados en las preguntas y respuestas del diálogo.

Ya vimos que la Dialéctica busca ascender de la particularidad y contingencia de lo sensible


a la universalidad del concepto. Ahora, si a esto le agregamos que para Platón cada
concepto abstracto es una realidad ontológica, entonces la Dialéctica no sólo es un método
lógico para llegar a la verdad, sino una verdadera Ontología; se convierte en la ciencia
suprema (nóesis), cuyo objeto son las entidades trascendentes del mundo ideal que están
por encima de la percepción, imaginación y razón discursiva (diánoia)9. De esta manera, al
grado supremo de Ser (Ideas) corresponde el grado supremo de conocimiento (Dialéctica),
y todas las demás ciencias y artes quedan reducidas a medios preparatorios para ascender
a esta cumbre propia de los filósofos10. ¿Por qué? Porque para Platón únicamente se puede
hacer ciencia de lo siempre firme, de lo que permanece en el mismo estado y de la misma
manera, es decir, de las Ideas. El entendimiento (nous) y la sabiduría (frónesis) sólo pueden
darse en referencia al Ser11.

Llegado a este punto, Fraile dice algo muy interesante: el trabajo de la Dialéctica no termina
con el ascender hasta el conocimiento de las Ideas, sino que una vez ahí debe proseguir
su con síntesis y análisis hasta alcanzar lo totalmente incondicionado, el último principio: la
Idea de Bien (según aparece en la República). De esta manera, por medio de la Dialéctica,
se llegan a conocer las cosas por sus razones últimas de ser (Ideas) y al conocer las Ideas
se puede alcanzar, siguiendo el mismo método, la Idea de las Ideas, el Bien. De la opinión
(dóxa) se pasa a la razón discursiva (diánoia); de la razón discursiva, a la verdadera ciencia
(Dialéctica), y de la verdadera ciencia, a la ciencia suprema (nóesis).

He aquí lo que expresa el mismo Platón: «El verdadero dialéctico es el que puede abarcar
todas las cosas en una mirada sinóptica de conjunto»12. Por lo tanto, el Logos no nace sino
del conjunto (symploké) de las ideas13, de una ascensión del alma hacia la verdad y hacia
el Bien, de un «volverse el alma desde el día nocturno hacia el verdadero»14.

9 Cfr. Guillermo Fraile, p. 314.


10 Ibidem., p. 314.
11 Ibidem., p. 314.
12 Guillermo Fraile, p. 316.
13 Cfr. Sofista 257c.259e.
14 Rep. 521e.

7
Por último, teniendo en cuenta todo lo anterior, Platón llega a sostener (según Fraile) que
la misión del filósofo es sacar a los hombres de la ignorancia y de las sombras de la opinión
para llevarlos a la contemplación de la verdadera realidad. Por esto los filósofos deben ser
los guías de los demás hombres. Únicamente los filósofos deben gobernar, pues sólo ellos
pueden percibir las normas eternas y subsistentes de la conducta humana: las Ideas15.

Sin embargo, Platón deja bien claro que la ciencia suprema no puede alcanzarse en esta
vida. Aquí sólo es posible, mediante el raciocinio (que excita la reminiscencia), una
conocimiento lejano e indirecto. Por ende, el filósofo, según Platón, no es el poseedor de la
verdad, sino su buscador. En este sentido, se es más filósofo por la actitud que por los
conocimientos. Por esta razón Platón da al filósofo una categoría moral más que intelectual:
«¿Piensas que un ser inmortal le está bien afanarse por un tiempo tan breve, y no por la
eternidad?»16

La filosofía como purificación

Llegado a este punto, según Fraile, Platón experimenta la insuficiencia de la sola razón para
ser virtuoso y echa mano de otros elementos: el Amor (fuerza que atrae y conduce al filósofo
hacia la ciencia verdadera a través de la Belleza17; es aquello que impulsa al filósofo a
cultivar la verdadera sabiduría) y la Virtud (esfuerzo de purificación del elemento corpóreo
mediante procedimientos ascéticos18). En adelante, Platón, más que demostrar
racionalmente la existencia del mundo superior, se esforzará por evocarlo mediante la
razón, el sentimiento, los mitos, las fábulas, el ascetismo, la poesía, etc. De esta manera,
la piedra angular de su filosofía: la teoría de las Ideas, no sólo ofrecerá una solución al
problema del ser y de la ciencia, sino también a la cuestión moral de la vida humana. Los
elementos éticos se mezclan con los elementos metafísicos. Es decir, aquí la Dialéctica
deja de ser un procedimiento puramente racional para convertirse en recuerdo (anámnesis)
del mundo ideal que impulsa al filósofo a cambiar de actitud y comportamiento. Por este
motivo, siguiendo el discurso de Platón en el Banquete, podemos encontrar que el amor
(eros) es filósofo y la Filosofía un punto intermedio entre la posesión de la ciencia perfecta

15 Cfr. Guillermo Fraile, op cit., p. 317.


16 Rep. 608d.
17 Cfr. Banquete 210b.
18 Cfr. Guillermo Fraile, op. cit., p. 322.

8
(noesis) y la ignorancia perfecta (no querer investigar)19. Con esto, la Filosofía adquiere un
profundo sentido moral: el retorno al estado de felicidad primitiva (contemplación directa del
mundo superior) que el alma tenía antes de estar prisionera en el cuerpo material.

En efecto, el esfuerzo combinado de la Dialéctica, el Amor y la Virtud despertará la


reminiscencia (anámnesis) en el alma, la purificará de todo apego a las cosas materiales,
la dispondrá para la separación completa del cuerpo enfocándola así en las realidades
eternas (cuando no la perturban ni el oído, ni la vista, ni el dolor, ni el placer) y liberándola
del ciclo sucesivo de las reencarnaciones: «Al que no es puro, le está prohibido tocar lo que
es puro»20. Este es el sentido catártico de la filosofía platónica.

Así concebido el ser humano, la realidad muerte es un bien para el alma porque la libera
del cuerpo y, con él, de todos los males. El verdadero filósofo, según Platón, debe aprender
y disponerse para morir, es decir, debe trabajar arduamente en liberar el alma, ya que «con
el cuerpo no se puede conocer nada sinceramente»21. El filósofo «se aparta de los objetos
a que tiende el interés de los hombres y se adhiere a lo divino»; está, de hecho, poseído
por la divinidad (enthousiasmós); es amigo de las Ideas22, no le importan las cosas de la
tierra, vive en constante evasión a lo sensible.

La anámnesis

Un elemento clave para comprender el platonismo, y que ya se ha mencionado


anteriormente, es el concepto de «reminiscencia» (recuerdo). Platón deduce esta teoría de
la doctrina pitagórica de la preexistencia de las almas (que fundamenta su teoría de las
Ideas, la inmortalidad del alma y la idea del retorno). Según él, el alma antes de estar
prisionera en el cuerpo se encontraba en el mundo de las ideas, por lo que poseía una
visión directa y un conocimiento verdadero de todas las cosas. Cuando el alma sufre la
caída en el cuerpo, todos sus conocimientos quedan oscurecidos; sin embargo, conserva
innata toda su ciencia, solamente necesita recuperarla por medio del recuerdo. Por lo tanto,

19 Cfr. Banquete 204a.


20 Fedón 67b; cfr. 64a-65a.
21 Fedón 66e. 68b. 101b.
22 Cfr. Guillermo Fraile, op. cit. p. 321-322.

9
«aprender no es adquirir nuevos conocimientos, sino tan solo recordar lo ya conocido en la
existencia anterior»23.

En efecto, para Platón, sostiene Fraile, la existencia de realidades permanentes, inmutables


y siempre idénticas es condición fundamental para el conocimiento científico: «No puede
haber conocimiento si todo se transforma y nada permanece»24.

Imitación y participación

Platón afirma con mucha claridad la existencia de dos mundos con características
contrapuestas: visible-invisible, perfecto-imperfecto, inmutable-cambiante, etc. Pero,
entonces: ¿cómo puede haber una relación entre cosas tan distintas?, ¿cómo puede lo
inmutable y eterno tener alguna conexión con lo contingente y perecedero? O, inclusive,
dentro del mismo mundo de las Ideas: ¿cómo se relacionan unas con otras?, ¿existe algún
orden o jerarquía entre ellas? Para responder a estas interrogantes Platón recurre a los
conceptos de Imitación (omoion) y Participación (metéxei).

Las entidades invisibles son el sustento metafísico de las visibles. En otras palabras, las
Ideas constituyen la realidad auténtica que, por acción del Demiurgo, son copiadas
(imitadas), originando así el mundo material. Todo, pues, cuanto tiene de ser (de verdadero)
el mundo visible lo recibe por participación de las realidades del mundo superior, a las
cuales es semejante25.

Por otro lado, Platón fue evolucionando su concepción sobre la organización del mundo de
las ideas. En el Fedón éstas permanecen todavía como mónadas, al mismo nivel y sin
coordinación jerárquica entre sí. Sin embargo, en la República aparece ya un esbozo de
ordenación jerárquica: por encima de todas Ideas están la Justicia y la Belleza, y por sobre
ellas, la Idea de Bien que «condensa toda la plenitud del ser y de la perfección»26. No tiene
esencia, pues está más allá, es decir, es infinita, no está limitada por ninguna esencia. Es
la fuente del ser y de la esencia de todas las cosas27.

23 Guillermo Fraile, p. 323.


24 Cratilo 440a.
25 Cfr. Guillermo Fraile, p. 328.
26 Ibidem., p. 329.
27 Cfr. Rep. 509b.

10
Sin embargo, aclara Fraile, que no hay que malinterpretar las propiedades platónicas de la
Idea de Bien. No se trata de una causa eficiente y creadora, sino de «una propiedad que
se encuentra en todos los seres, tanto del mundo sensible como del inteligible, y que los
abraza y liga en un vínculo común»28. He aquí la clave para entender la noción de
participación.

Pese a todo lo que ya se ha dicho, en el Parménides pasa algo interesante: Platón


contradice y crítica fuertemente sus propios argumentos y teorías, al grado de que algunos
estudiosos no consideran a este diálogo como parte auténtica del corpus platónico. En
efecto, la participación, argumenta el Parménides, destruiría la unidad de la Idea al quedar
ésta dividida en tantas partes cuantas cosas participan de ella; por lo tanto, no es posible.
La unidad participada no puede ser unidad29. Del mismo modo, insiste el Parménides, entre
mundo ideal y del mundo de las ideas (si es que existe) no puede darse ninguna relación;
podrían ser paralelos, pero incomunicables. Las Ideas no tienen relación, ni por imitación ni
por participación, con las cosas del mundo sensible. Sin embargo, al mismo tiempo, Platón
mantiene intacta su convicción de que «no puede haber ciencia si no existe lo estable y
permanente»30. Esto puede deberse, más que a una contracción en su pensamiento, a una
cierta intención dialéctica para suscitar la reflexión.

Metafísica platónica

Cabe mencionar que Platón debe mucho de su ontología al eleatismo y al pensamiento de


Heráclito. De hecho, es el primero que trata de realizar una síntesis (al igual que Aristóteles)
de estas dos posturas metafísicas aparentemente irreconciliables. Primeramente, Platón
retoma el Ser de Parménides haciéndole algunas modificaciones: el Ser, por su suma
perfección, no puede concebirse puramente estático ni tampoco exclusivamente dinámico,
sino que debe tener ambas cosas a la vez. Al Ser nada se le escapa, le pertenece todo,
inclusive los contrarios como el movimiento y la quietud. El Ser, pues, se comunica a todas
las cosas sin multiplicarse ni dividirse y sin perder su unidad ni identidad31; está en todo,
pero lo trasciende todo; es lo sumamente inmanente y, al mismo tiempo, lo totalmente
trascendente.

28 Guillermo Fraile, op. cit., p. 330.


29 Cfr. Parménides 131abe.
30 Guillermo Fraile, op. cit., p. 335.
31 Cfr. Guillermo Fraile, p. 337.

11
Por lo tanto, según Fraile, tenemos un género supremo: el Ser; a éste le siguen dos géneros
superiores: el movimiento y la quietud. Todas las cosas participan de estas tres realidades.
A estos géneros Fraile añade otros dos que vienen a reafirmar los primeros: lo Idéntico (lo
que hace a la cosa homogénea y compacta) y lo Diverso (lo que diferencia a la cosa de
todas las demás). Con esto podemos decir que «cada cosa es idéntica en sí misma y
diversa de las demás»32.

Aparte del Ser, el movimiento, la quietud, lo idéntico y lo diverso, Platón dice, en contra de
Parménides, que «el no-ser existe en cierto modo y, a su vez, el ser puede ser no ser»33.
«El mismo Ser, que es el género supremo, es en cuanto idéntico consigo mismo, y no es
en cuanto diverso de todos los demás seres concretos»34. «El no-ser no es lo contrario del
ser, sino sólo lo diverso del ser»35. El no-ser existe porque contribuye a constituir las cosas
distinguiéndolas y diferenciándolas unas de otras.

Por si no fuera poco, Platón señala otro género más: el Logos, la inteligencia suprema.
Recurriendo a este concepto Platón explica el complejo manojo de relaciones y
combinaciones dialécticas posibles entre las Ideas. El Logos viene a ser, pues, una especie
de ordenador o armonizador del mundo de las Ideas. En efecto, gracias a este Logos las
Ideas pueden mezclarse y comunicarse entre sí conservando a la vez su identidad (koinonía
ton eidón); aunque no todas indistintamente, sino sólo las que son afines entre sí según el
mismo Logos. De esta manera se puede afirmar que el Logos es al mundo de las Ideas,
como el Demiurgo (supremo artesano o genio ordenador de la materia informe) es al mundo
sensible.

Por último, Fraile nos presenta la jerarquía metafísica de Platón: en primer lugar están las
Ideas simples (sin mezcla de no-ser): el Bien (Fedón, República), la Belleza (Banquete), el
Ser (Sofista), el Uno (Parménides); en segundo lugar, las Ideas compuestas con antítesis:
Mónada-Díada, Unidad-Pluralidad, Idéntico-Diverso, Movimiento-Quietud, Ser-No ser, etc.;
en tercer lugar, las Ideas compuestas superiores: Justicia (República) y Logos (Sofista); en
cuarto lugar, las Ideas compuestas inferiores: Números ideales (Timeo), figuras
geométricas perfectas (círculo y triángulos), el Viviente en sí (Timeo) y las formas

32 Guillermo Fraile, op. cit., p. 337.


33 Sofista 241d.
34 Guillermo Fraile, op. cit., p. 338.
35 Sofista 247b.

12
elementales (Timeo, Fedón); en quinto lugar, las Ideas correspondientes a cada una de las
cosas del mundo físico organizado por el Demiurgo: Alma cósmica, enseguida las
divinidades astrales (dioses, genios, demonios), después las almas humanas separadas,
luego los hombres, enseguida las especies vivientes (animales y plantas), después los
elementos materiales (fuego, agua, tierra, aire), y, finalmente, el espacio, la materia y el no-
ser.

Cabe aclarar aquí que para Platón una cosa son los Números ideales y otra muy diferente
los números matemáticos. Los primeros son objeto de estudio de la Dialéctica y, los
segundos, de las matemáticas. Los Números ideales son eternos, de la misma naturaleza
que las Ideas (aunque inferiores en perfección y cantidad). Al respecto, Platón menciona
que los Números ideales principales son dos: la Unidad (énada, mónada) y la Díada
(limitado e ilimitado), de los que proceden todos los demás números y cosas36.

Conclusión

A lo largo de la historia de la filosofía se han dado diferentes interpretaciones a las


categorías platónicas. Sin embargo, todo el pensamiento de Platón debe entenderse desde
una dualidad metafísica: lo eterno y lo sensible. Esta es la clave para entender
correctamente su pensamiento.

Por otro lado, no me queda la menor duda del porqué el cristianismo encontró en el
platonismo muchas afinidades. En efecto, la filosofía platónica, por poseer un carácter
marcadamente ascensional, encaja perfectamente con las ideas cristianas de desprecio al
mundo y contemplación de lo eterno. Por eso, muchos sus conceptos servirán muy bien a
la teología católica, como lo atestiguará magistralmente san Agustín.

36 Cfr. Fedón 96c-97b. 101bc.

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