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La pronunciación andaluza
Los numerosos trabajos que describen las hablas andaluzas nos permiten afirmar que el
andaluz es una forma de HABLAR el español, y su peculiaridad reside fundamentalmente en la
pronunciación.
Los usuarios de las diversas variedades del español utilizan una escritura unificada en la que se
reconocen todos ellos. La ortografía del español, un idioma de más de 350 millones de
hablantes, no refleja la pronunciación individual, ni tampoco la de cada una de sus variedades.
Sería un galimatías difícil de utilizar. Al contrario, no hay ninguna diferencia entre la escritura
de un aragonés, un andaluz, un mexicano o un portorriqueño, y eso permite que un mismo
texto escrito puede ser leído con el acento propio del lector. Las diferencias de pronunciación
pueden ser notadas por los oyentes que reciben los mensajes sin que les impidan la recepción
del significado de esos mensajes.
Los investigadores han venido señalando desde hace tiempo tres características generales de
las hablas andaluzas [ver gráfico]:
Un ritmo entonativo más rápido y variado, frente al del castellano, que resulta algo más
monocorde.
Una fuerza espiratoria al articular los sonidos que presenta una distribución diferente, de
forma que ciertos sonidos se realizan de forma más relajada y otros de forma más tensa.
Los rasgos de pronunciación más difundidos en Andalucía son precisamente aquellos en los
que coincide con algunas de las otras hablas meridionales: la pérdida o aspiración de la ese
final, las vocales abiertas derivadas de esa pérdida y la jota aspirada. O con el llamado español
atlántico (Canarias y América): la ese dental, con sus distintos tipos, el seseo, el ceceo y la
distinción [ver gráfico anterior].
Este rasgo, en apariencia tan poco relevante, y del que muy pocos hablantes se dan cuenta, es
el que diferencia de forma más clara a casi todos los andaluces del resto de hablantes
peninsulares. Por ello, su límite geográfico con la S castellana (la apical) se ha utilizado para
delimitar la frontera del andaluz. La S dental es también la propia de Canarias y América.
Esta S dental, o no apical, tiene una gran variedad de realizaciones, que se suelen articular con
la lengua más plana, no siempre en la misma posición. Por ejemplo, la S llamada sevillana es
claramente predorsal, la S cordobesa es coronal plana (es decir, algo más retrasada), etc. Basta
comparar la S de Córdoba o la de Lucena, con la de Sevilla o la de Cádiz, o estas dos con la de
Almería o la de Jaén, para comprobar que cuando hablamos de S no apical en ningún caso se
trata de una sola S, sino que tal denominación abarca todas sus articulaciones no apicales,
todas las S andaluzas diferentes a la castellana. [ver Mapa 1 (Tipos de /s/)]
Se calcula que algo más de un tercio de los andaluces distingue S/Z; aproximadamente una
cantidad igual sesea y menos de un último tercio cecea.
El seseo consiste en pronunciar ces y zetas con un sonido más cercano a una ese que a una
zeta (sapato, casuela, saco, sol); naturalmente, la ese empleada en este caso es la andaluza, no
apical o dental (con las variedades propias de cada zona).
El ceceo consiste en pronunciar las eses con un sonido más bien interdental, cercano al
empleado en el resto del español peninsular para las ces o zetas (zábana, ezo, zapato, cacería),
pero sin ser exactamente igual a la zeta castellana; tampoco se articula una misma zeta en
todos los hablantes ni en todas las zonas. Es precisamente en hablantes ceceantes donde se
muestra mayor variedad de realizaciones.
El ceceo, en hablantes de escaso nivel cultural, puede llegar a ser heheo si la lengua atrasa su
posición interdental de modo que el sonido se aspire y relaje. Se trata de un fenómeno
geográfica y demográficamente marginal, reducido a zonas rurales. Un ejemplo claro es el
ceceo heheante de la campiña cordobesa y sevillana (Montemayor, Montalbán, Aguadulce,
etc.).
El ceseo o seceo. Entre los hablantes que no distinguen S/Z, se da también otra pauta de
comportamiento que consiste en la confusión anárquica de ambos sonidos, de modo que unas
veces la confusión se resuelve en ese y otras en ce, por lo que se puede incluso coincidir con
las s/c de los que distinguen sistemáticamente. Este es el llamado por los estudiosos ceseo o
seceo. Por ejemplo, Ello(s) zon jeresano(s), serveza, cervesa, etc. (de nuevo hay que advertir
que la S y la Z en estos casos no son las castellanas). Se han recogido casos de este tipo de
confusión en una misma zona e incluso en un mismo individuo, incluso en una misma palabra,
sin que respondan a patrones socioculturales claramente diferenciados.
La distinción s/z: algo más de un tercio de los andaluces distingue eses y cetas como en el resto
del español de la Península, con variedades muy diversas de eses, incluida entre ellas la S
castellana, apical (siempre minoritaria). Así pues, no solo en el seseo sino también en la
distinción es mayoritaria la S no apical, que podemos llamar, por tanto, S andaluza.
No podemos afirmar con datos contrastados que los casos de distinción se hayan producido en
Andalucía solo como resultado de la presión del castellano estándar, sino que los dos sonidos
se han mantenido bien diferenciados en algunas zonas, por razones históricas que después
veremos.
A ello se añade el que un mismo hablante puede pronunciar estas distintas eses (incluso las
cetas) según factores muy complejos que tienen que ver con la situación, con el receptor e
incluso con el estado de ánimo. En conjunto, se observa una relativa vacilación de uso en
hablantes seseantes y ceceantes, pero es en los hablantes ceceantes donde se observa un
mayor polimorfismo.
Geográficamente, la complejidad actual de la situación exige una revisión de los mapas del
ALEA, que se va haciendo poco a poco. Los últimos estudios muestran un reparto geográfico
sin líneas que separen las zonas, pues, en muchos lugares, el ceceo convive con el seseo y con
la distinción de eses y zetas, con los que llega a entremezclarse de tal manera que el
predominio de uno u otro fenómeno puede variar de pueblo a pueblo e incluso de barrio a
barrio. [ver Mapa 2 (Seseo/ceceo/distinción)]
De todos modos, aspirar o perder esa -s sí parece ser compartido por la casi totalidad de los
andaluces. Ambos hechos parecen surgir de que las consonantes implosivas en español se
pronuncian más relajadas, y este relajamiento en algunas zonas, como Andalucía, ha llegado a
afectar especialmente a la -s, que en otras zonas (Castilla la Vieja o México) se mantiene firme.
Este es uno de los rasgos que más contribuyen a la identificación de las hablas andaluzas. Y, al
mismo tiempo es, precisamente, el que con mayor claridad comparte con las otras
modalidades del español meridional. Podemos decir, pues, que constituye un rasgo
claramente separador entre el español meridional y el español central y norteño y uno de los
que lo acercan más al canario y al español de América.
Los mismos hablantes que aspiran o pierden habitualmente su -s final pueden recuperarla de
acuerdo con factores aún no bien estudiados, pero que fundamentalmente consisten en la
situación en que se habla y las relaciones entre los interlocutores. Por ejemplo, en situaciones
formales, solemnes, emotivas, iracundas, ante los medios de comunicación... (es decir,
especiales). ¿Cómo explicar este uso de -s final? Porque la -s final está en
la conciencia que de su lengua tiene el hablante, y por eso la restaura a su voluntad. No lo hace
obligado por ninguna autoridad lingüística ni normativa; tampoco por separarse de los otros
hablantes de la comunidad que no la pronuncian, sino porque todo hablante tiene una
referencia, a la hora de usar su lengua, lo que los lingüistas llaman estándar, modelo general,
lengua común, etc., y que se plasma básicamente en la lengua escrita. A ella intentan
acomodarse, en circunstancias muy variadas, muchos hablantes andaluces cuando restauran,
más o menos ocasionalmente, la -s final.
La suerte sufrida por esa vocal anterior a la -s final puede también influir en las otras vocales
de la palabra, las cuales tienden a armonizar su pronunciación con ella (es el fenómeno
llamado metafonía). Lo advertimos por ejemplo en: doh tenedore (con todas las /e/ y /o/
abiertas), que podríamos oír en hablantes cordobeses o granadinos.
Como vemos, también este rasgo presenta un gran polimorfismo, por la gran variedad de
repercusiones de la aspiración o pérdida de -S final en las vocales anteriores a ella. Se han
señalado hasta ONCE pautas distintas de comportamiento, que van desde la modificación de la
vocal (combinando abertura o alargamiento, con o sin metafonía, etc.) hasta la pérdida total
de la -S final sin influencia en el vocalismo de la palabra. Como en otros casos, las distintas
variedades pueden darse incluso en un mismo hablante.
En la Andalucía oriental, que es precisamente donde predominan las soluciones más abiertas
de las vocales, incluso cuando la aspiración se pierde, la aspiración de la -s final ante pausa se
mantiene con más constancia. Aquí es donde la complejidad de soluciones es mayor. Una de
las soluciones más frecuentes y geográficamente más compactas es la que combina la abertura
vocálica con la aspiración ocasional de la -s y la metafonía esporádica de las otras vocales de la
palabra: cuatro niños = cuatro niñoo(h) - niiñoo(h) , sobre todo en el norte de Jaén, Almería (el
50% de las localidades) y este de Sierra Nevada, en Granada.
Pero la más conocida, por darse en las ciudades de Granada y Córdoba es la que combina la
metafonía sistemática, la abertura y el alargamiento de las vocales anteriores a la -s, con o sin
aspiración de esta (cuatro teeneedooree(h)).
De acuerdo con los últimos datos, se puede recoger la situación andaluza en el siguiente
cuadro.
1.7 La Andalucía de la E
Tras la pérdida de -s (o de cualquier otra consonante final), la -A, vocal de abertura máxima,
puede pronunciarse adelantada en su punto de articulación, con lo cual la cavidad bucal se
cierra en un cierto grado y acerca dicha vocal a la articulación propia de E. En las zonas
andaluzas donde esto ocurre se confunde con una E abierta, de modo que, por ejemplo,
pesetas suena como pesetE(S), patatas como patatE(S), etc. Los hablantes articulan con esa E
abierta las terminaciones -AS y, en algunos puntos, también -AR y -AL (cantar = canté, hospital
= hospité).
Nunca son sistemáticamente pronunciadas así por todos los hablantes. De hecho, se afirma
que el fenómeno está hoy en retroceso, aunque se puede oír con bastante frecuencia y
claridad, e incluso adoptarse como seña de identidad. En todo caso, el fenómeno es
considerado como popular e incluso vulgar.
Este fenómeno se da en una zona hoy discontinua, que abarca diversos puntos de Andalucía
oriental, es decir, dentro del área de la abertura vocálica. Más al occidente, se da también en
un rincón donde se unen las provincias de Sevilla, Córdoba y Málaga (Estepa, Puente Genil,
Alameda...). Curiosamente, este rincón está en el límite de las dos grandes áreas andaluzas
definidas por la abertura o no de las vocales finales. Dámaso Alonso llamó a este enclave
Andalucía de la E, y contaba curiosos equívocos, como el de los sobres para una tal "señorita
Pez" que contenían cartas dirigidas a una señorita de Puente Genil llamada Paz.
1.8 Pérdida de -s final, abertura de vocales finales y morfología del plural en andaluz
La -s final de palabra en español diferencia rasgos gramaticales como el plural (la casa / la(s)
casa(s)) o la persona verbal (él ama / tú ama(-s)). ¿Cómo se diferencian el plural del singular y
la 2.ªa persona verbal de las otras en los hablantes que pierden dicho sonido? Los estudios
realizados sobre este fenómeno no aceptan actualmente que la modificación de las vocales
anteriores a la pérdida de la -s final sea una solución andaluza a una necesidad de carácter
morfológico o sintáctico; se trata sencillamente un fenómeno de mecánica de la articulación,
como vimos anteriormente. Por otra parte, por si no bastara recordar que están también los
otros andaluces que no las modifican (los del occidente, como hemos dicho), está además el
hecho de que es normalmente el contexto de la frase misma el que refuerza esa información
morfológica para evitar desde el principio la posible ambigüedad.
Se trata, pues, de otro de los rasgos que diferencian el Oriente del Occidente andaluz, con una
frontera, en este caso, bastante nítida y marcada, aunque dicha línea no coincide con la
marcada por otros rasgos (por ejemplo, con la que establece la abertura o no de las vocales
tras la pérdida de -s final: el área oriental de jota no aspirada (o velar) es más reducida que el
área de abertura de vocal tras la caída de -s).
La aspiración es utilizada por hablantes de cualquier condición social, sin que presente
valoraciones sociales negativas: en las zonas en que se da es un rasgo tan arraigado y aceptado
que llama la atención el advertir el que no se dé en otros hablantes andaluces.
Hay otros rasgos característicos del español hablado en Andalucía que tienen un grado de
difusión más reducido. Por una parte, la igualación de -R y -L implosivas (finales de sílaba o de
palabra) y la pronunciación relajada de la ch, fenómenos que, en general, carecen de prestigio
en la región. Por otra, ciertas pronunciaciones, de carácter expresivo, que han aparecido en los
últimos años. Por último, también es rasgo minoritario ya la aspiración de H- (procedente de F-
latina), rasgo conservador y arcaizante que contradice la visión tópica del andaluz como habla
innovadora y revolucionaria.
Las consonantes geminadas, que hemos visto ya en relación con la aspiración de -s,
constituyen también un hecho minoritario pero muy característico de la fonética andaluza.
Contradice otro de los tópicos repetidos para las hablas andaluzas, el que atribuye a estas
como característica general un especial grado de relajación (articular las geminadas exige un
esfuerzo superior a cualquier otro sonido consonántico).
Muchas veces se ha repetido la anécdota contada por el novelista cordobés Juan Valera
(segunda mitad del siglo XIX), en la que un maestro inculcaba ortografía a sus alumnos de la
siguiente manera: Niños, sordao, barcón y mardita sea tu arma se escriben con ele. La
confusión de -R y -L finales de sílaba no está sin embargo tan extendida como el estereotipo
andaluz parece reflejar: no es regular ni en los hablantes de cultura media o elevada ni entre
los jóvenes. De todos modos, es un rasgo bastante vivo en muchas zonas de Andalucía. Se
trata de un caso más del relajamiento, tan frecuente en Andalucía (aunque no solo en ella), de
las consonantes finales de sílaba o palabra, relajamiento que puede llevar a que se neutralicen
y borren las diferencias entre ellas. De hecho, la confusión de -R y -L se da también fuera de
Andalucía.
Cuando a -R le siguen una L o una N (perla, por la tarde, carne, por no venir, etc.) se asimila a
ellas, produciéndose un sonido geminado(algo así como pel.la o can.ne). En puntos aislados, la
-R se pronuncia como aspiración (pehla, cahne), tal como ocurría con -s implosiva (caspa =
cahpa), aunque es solución carente de prestigio. Cuando se ponen en contacto la -R del
infinitivo y la L- de los pronombres lo, le, etc. (decirlo, comerlo, etc.) puede darse, además de
las formas anteriores, la pérdida total de -R (decílo, hacélo), como se observa en el habla rural
de Jaén, Córdoba, la Alpujarra granadina, la costa malagueña, y puntos aislados de Sevilla y
Huelva. La transformación de ambos sonidos en -y- (decíyo, hacéyo) es un arcaísmo que aún se
ha registrado esporádicamente en hablantes poco instruidos y de edad madura, en puntos
aislados de Jaén, del Norte de Málaga o de la Subbética cordobesa.
Estas alteraciones de -R ante L o N, con sus matices intermedios, se reparten por toda
Andalucía sin una distribución geográfica clara. Tampoco están muy marcadas desde el punto
de vista sociocultural (al revés de confusiones como barcón o pelcha), pero muchos hablantes
las eliminan en situaciones de habla cuidada y formal.
Se puede oír en gran parte de las provincias de Cádiz y Sevilla, en el occidente de Málaga, en la
Vega y la capital de Granada, así como la costa de Almería. Pero se trata, como decimos, de un
fenómeno minoritario y en muchos hablantes en retroceso. Por ejemplo, en Granada aparece
solamente en un 18% de los casos, y además, dato curioso, como propio del habla de hombres,
pues solamente se da en un 3% de las mujeres.
El soplo espiratorio de refuerzo de los sonidos consonánticos P, T y K (ca, co, cu, que, qui): Yo
te hkhiero; phero bueno...; hthoma!. Se da en la provincia de Córdoba, y en puntos aislados de
Málaga y Sevilla. La K es la que se aspira con mayor frecuencia, de manera dispersa por toda
Andalucía, casi siempre en posición inicial y delante del diptongo -ié. Este fenómeno, unido a la
expresividad y a la situación, es abandonado por el hablante más o menos culto en situaciones
más cuidadas o formales.
Ciertos rasgos ampliamente extendidos por todos los dominios del idioma se dan también en
la pronunciación andaluza. No se trata, por tanto, de rasgos caracterizadores de las hablas
andaluzas, aunque figuran siempre en la enumeración de los fenómenos lingüísticos
regionales. Son el yeísmo, la pérdida de consonantes finales de palabra y la pérdida de -d-
entre vocales.
Llamamos yeísmo a pronunciar del mismo modo los sonidos que escribimos con LL y con Y
(yave, poyete). Es ya un rasgo absolutamente mayoritario en el español general. No constituye,
pues, un fenómeno peculiar de Andalucía.
La distinción originaria que articula de modo diferente los sonidos palatales correspondientes
a las letras LL y Y (LL como consonante lateral, Y con articulación central) tiene hoy una
extensión bastante reducida en Andalucía, y en los lugares donde se mantiene lo hace sobre
todo en hablantes rurales y de edad avanzada.
Desde el siglo XVI, casi toda Andalucía, como la mayor parte de los hispanohablantes, es yeísta,
excepto islotes que mantienen la tradición distinguidora pronunciando de manera diferente
poyo y pollo. Estos islotes se dan más en pequeñas áreas del occidente (Huelva y Sevilla, y -
mucho menos- Cádiz y Málaga) que en el oriente, donde quedan restos mucho más escasos
(algunos más hay en la provincia de Almería).
El fenómeno de la distinción LL/Y tiene todavía el prestigio de lo que suena a bien hablar, aun
siendo minoritaria en todo el dominio del español; sin embargo, la igualación yeísta continúa
actualmente difundiéndose e implantándose en casi todos los islotes que conservan LL/Y
diferenciadas. Es curioso, sin embargo, que en algunos de los puntos que distinguen es
precisamente dicha conservación de la distinción lo que se ha desprestigiado desde el punto
de vista de su aceptación sociocultural; en otras palabras, resulta vulgar y cateta para sus
mismos hablantes, seguramente por la presión de los núcleos urbanos cercanos y por la
influencia normativa de los medios de comunicación, que hoy gozan de prestigio de norma
culta de referencia, ámbitos todos ellos donde el yeísmo es absolutamente dominante.
En final de sílaba, dentro de palabra, las alteraciones se dan especialmente en ciertos grupos
de consonantes (-bt-, -pt-, -ct-, etc.):
obturar = otturar, tractor = trattor, admiración = ammiración, etc. Se produce aquí también el
fenómeno de la geminación o reduplicación de consonantes. La -N, ante jota aspirada, puede
perderse, aunque nasalizando a veces la vocal anterior: narã(n)ha, berehena. En el grupo de -
ns- más otra consonante (instituto, construir), o se pierde la -n-, como en español general
(istituto, costruir), o la -s- (intituto, contruir), como en algunas zonas de Andalucía.
Es un rasgo ya general en el español vulgar de casi todas partes (maera, tó, ná, etc.), sobre
todo cuando forma de un sufijo o terminación verbal (asaúra, cansá, comío, etc.); no obstante,
aquí hay que diferenciar sufijos como -dor (corredor, pulidor), donde la -d- es mucho más
resistente, de otros como los participios, en especial en -ado, donde la pronunciación -ao
parece ya mayoritaria.
En Andalucía, pues, se produce también la pérdida de esta -d-, que igualmente se considera
vulgarismo. Ahora bien, como ocurre con otros rasgos, puede darse, sin que resulte vulgar, con
intención expresiva o en palabras marcadas (cantaor, bailaor, etc.).
Los participios en -ado constituyen un caso especial, pues pierden la -d- incluso en las capas
sociales altas. En Andalucía se pierde también en la mayoría de los hablantes y en todas las
zonas, con porcentajes recogidos que rozan el 85% y el 90% de pérdida de la -d- en las
encuestas realizadas en las zonas urbanas, y el 100% en las rurales. La restitución de la -d- se
ha recogido, tanto en hablantes cultos como -más escasamente- en incultos, en contextos de
hablar más cuidado.
Los casos de -ido = -ío se dan también, pero sobre todo en contextos informales y en hablantes
de menor cultura (no alcanzan la altura de -áo). Lo mismo podemos decir de otros casos de
pérdida de -d-: tó (todo), ná (nada), etc.