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SAN AGUSTIN
Ciclo : IV
CHACHAPOYAS – PERÚ
2019
INDICE
INTRODUCCIÓN ...........................................................................................................3
CAPÍTULO I
ASPECTOS GENERALES DE SAN AGUSTIN
CAPÍTULO II
2.3. Dios...........................................................................................................................13
CONCLUSIÓN ..............................................................................................................18
BIBLIOGRAFÍA ...........................................................................................................19
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INTRODUCCIÓN
No cabe duda que S. Agustín tanto por cronología como doctrinalmente es un hombre de
la Antigüedad: vive y muere antes de la caída definitiva del imperio romano de Occidente
(476), fecha que tradicionalmente se ha considerado como inicio de la Edad Media.
Doctrinalmente se nutre de las filosofías helenísticas y pertenece a ese intento que los
cristianos de los primeros siglos hicieron por entrar en diálogo a nivel intelectual con el
paganismo.
La actitud filosófica de San Agustín hay que ponerla, inevitablemente, en conexión con
su vida. Para Agustín de Hipona, en consonancia con la actitud filosófica de las escuelas
helenísticas hay una adecuación entre el VERDADERO FILÓSOFO y el hombre
realmente feliz. Ahora bien, la verdadera filosofía sólo está en el Cristianismoque
conduce al Sumo Bien. No obstante, el ansia de felicidad es demasiado grande para
satisfacerla en el ámbito natural; su propia experiencia vital le ha demostrado esto. Por
ello San Agustín plantea la necesidad de volver la mirada hacia uno mismo ("interior
intimo meo"), alejándose de la realidad exterior para ascender hasta Dios. Para Agustín
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al asomarte a la intimidad de tu conciencia en busca de la VERDAD descubres que: tu
naturaleza, al igual que la realidad exterior es mutable (posee algo de no ser), y también,
que en uno mismo hay verdades INMUTABLES (influencia platónica) cuyo fundamento
no puede ser la propia mutabilidad ("in interiore hominis habitat veritas").
Debido a esto, es imprescindible ascender hasta Dios que es lo único que puede ser el
fundamento de dichas verdades y lo único que puede hacer feliz a la criatura racional.
Así pues, la actitud filosófica agustiniana parte de la búsqueda de la VERDAD (felicidad)
y del planteamiento del AUTOTRASCENDIMIENTO como única vía para alcanzar la
verdad suma o Dios. Como vemos en la formulación agustiniana subyace una
armonización entre RAZÓN y FE, y por tanto, un acercamiento último entre FILOSOFÍA
y TEOLOGÍA
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CAPÍTULO I
1.1. Biografía
En el año 383, cuando tenía 29 años, Agustín decidió viajar a Roma para dar clases y
continuar con su búsqueda de la verdad, su madre quiso acompañarlo, y al último
momento Agustín hizo una maniobra a través de la cual logró abordar el barco en el que
iba a viajar y dejar a su madre en tierra, sin embargo, Mónica tomó el siguiente barco con
dirección hacia Roma. Estando en Roma, Agustín sufrió una enfermedad que le hizo estar
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en cama. Al recuperarse, el prefecto de Roma y amigo personal, Símaco intercedió para
que Agustín fuese nombrado magister en la ciudad que hoy es Milán. En este momento
Agustín seguía siendo adepto a la filosofía maniqueísta. Fue entonces cuando Agustín
comenzó a interactuar con el arzobispo de Milán, Ambrosio (quien fue el que le ayudó a
despertarse de las ultimas reservas maniqueístas, le enseñó el sentido espiritual de las
escrituras)
A través de Ambrosio, conoció a las enseñanzas del griego Plotino, que era un filósofo
neoplatoniano. Todo esto fue el escenario perfecto para que Agustín decidiera dejar de
seguir la creencia maniqueísta (luego de 10 años de ser adepto) y abrazar la fe cristiana
convirtiéndose al cristianismo.
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que debe ser. Por esto declara que no quiere conocer otra cosa que el alma y Dios, y se
mantiene constantemente fiel a este programa. El alma, esto es, el hombre interior, el yo
en la simplicidad y verdad de su naturaleza. Dios, esto es, el ser en su trascendencia y en
su valor normativo, sin el cual no es posible admitir la verdad del yo. Por esto los
problemas teológicos están siempre en él sólidamente unidos al problema del hombre,
que los hace objeto de investigación; y toda solución de esos problemas es siempre
justificación de la investigación humana que conduce a ella. Agustín ha recogido lo mejor
de la especulación patrística precedente; y los conceptos teológicos fundamentales, ya
entonces adquiridos por la especulación y aceptados por la Iglesia, no tienen en su obra
desarrollos sustanciales. Pero se enriquecen con un calor y un significado humano que
antes no poseían, se convierten en elementos de vida interior para el hombre, ya que son
tales para él, para San Agustín. Y de esta manera consigue unirlos a las inquietudes y a
las dudas, a la necesidad de amor y felicidad que son propios del hombre: fundamentarlos,
en una palabra, en la investigación. Esta halla en la razón su disciplina y su rigor
sistemático, pero que no es una exigencia de pura razón. Todo el hombre busca: cada
parte o elemento de su naturaleza, en la intranquilidad de su finitud, se mueve hacia el
Ser, que es el único que puede darle consistencia y estabilidad. San Agustín presenta en
la especulación cristiana la exigencia de la investigación, con la misma fuerza con que
Platón la había presentado en la filosofía griega.
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1.3. Caracteres de la Investigación Agustiniana
San Agustín ha sido llamado el Platón cristiano. Esta definición no es verdadera tanto
porque en su doctrina se encuentran vislumbres y motivos doctrinales del auténtico Platón
o del neoplatonismo, cuanto porque renueva en el espíritu del cristianismo aquella
investigación que había sido la realidad fundamental de la especulación platónica. La fe
está, según Agustín, al final de la investigación, no en sus comienzos. Ciertamente la fe
es condición de la investigación, que no tendría, sin ella, ni dirección ni guía; pero la
investigación se dirige hacia su condición y trata de esclarecerla con la profundización
constante de los problemas que suscita. Por esto la investigación encuentra fundamento y
guía en la fe y la fe halla su consolidación y enriquecimiento en la investigación. Por un
lado, impulsando a esclarecer y profundizar su propia condición, la investigación se
extiende y se robustece porque se aproxima a la verdad y se basa en ella; por otro, la fe
misma se alcanza y posee a través de la investigación en su realidad más rica y se
consolida en el hombre triunfando de la duda. Nada hay tan contrario al espíritu de
Agustín como la pura gnosis, un conocimiento puramente racional de lo divino, excepto
tal vez la afirmación exasperada de la irracionalidad de la fe, tal como se encuentra en
Tertuliano. Para Agustín, la investigación afecta a todo el hombre, y no solamente al
entendimiento. La verdad a la que él tiende es también, según la frase evangélica, el
camino y la vida. Buscarla significa buscar el verdadero camino y la verdadera vida. Por
esto no sólo la mente tiene necesidad de ella, sino el hombre entero, y debe satisfacer y
dar reposo a todas las exigencias del hombre. Por otro lado, la investigación agustiniana
se impone una rigurosa disciplina: no se abandona fácilmente a creer, no cierra los ojos
ante los problemas y dificultades de la fe, no procura evitarlos y eludirlos, sino que los
afronta y considera incesantemente, volviendo sobre las propias soluciones, para
profundizarlas y esclarecerlas. La racionalidad de la investigación no equivale para
Agustín a su organización como sistema, sino más bien a su disciplina interior, al rigor
del procedimiento que no se detiene frente al límite del misterio, sino que hace de este
límite y del mismo misterio punto de referencia y base. El entusiasmo religioso, el ímpetu
místico hacia la Verdad no obran en él como fuerzas contrarias a la investigación, sino
que robustecen la misma investigación, le dan un valor y un calor vital. De aquí surge el
enorme poder de sugestión que la personalidad de Agustín ha ejercido, no solamente
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sobre el pensamiento cristiano y medieval, sino también sobre el pensamiento moderno y
contemporáneo.
CAPÍTULO II
2.1. El hombre
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tres cosas; las cuales, pues, coinciden plenamente y, a pesar de su distinción, constituyen
una unidad, una sola vida, una sola mente y una sola esencia. En esta unidad del alma que
se diferencia en sus facultades autónomas, cada una de las cuales comprende las otras,
está la imagen de la trinidad divina: imagen desigual, pero siempre imagen.
La misma estructura del hombre interior hace, pues, posible la búsqueda de Dios. Que
el hombre esté hecho a imagen de Dios significa, por tanto, que el hombre puede buscar
a Dios, y amarle y referirse a su ser. Dios ha creado al hombre para que éste sea, puesto
que el ser, aunque en grado menor, es siempre un bien y el supremo Ser es el supremo
Bien; pero el hombre puede alejarse y apartarse del ser, y en tal caso peca. La constitución
del hombre como imagen de Dios, si, por una parte, le da la posibilidad de relacionarse
con Dios, no le garantiza, por otra, la relación necesaria de esta posibilidad. El hombre,
en efecto, es, en primer lugar, un hombre viejo, el hombre exterior y carnal, que nace y
crece, envejece y muere. Pero, en segundo lugar, puede ser también hombre nuevo o
espiritual, puede renacer espiritualmente y llegar a someter su alma a la ley divina.
También este hombre nuevo tiene sus edades, que no se distinguen por el correr del
tiempo, sino por su progresivo acercamiento a Dios (De vera rel., 26). Todo individuo es
por su naturaleza un hombre viejo; pero debe convertirse en hombre nuevo, debe renacer
a la vida espiritual. Este renacimiento se le presenta como alternativa entre la cual debe
escoger; o vivir según la carne y debilitar y romper su propia relación con el ser, esto es,
con Dios, y caer en la mentira y en el pecado; o vivir según el espíritu estrechando su
relación personal con Dios y prepararse para participar de su misma eternidad (De civ.
Dei, XIV, 1, 4). Pero la primera elección no es verdaderamente una elección, ni una
decisión. La verdadera elección es aquella con la cual el hombre decide adherirse al ser,
esto es, relacionarse con Dios. La causa del pecado, tanto en los ángeles rebeldes como
en los hombres, es una sola: la renuncia a esta adhesión. "La causa de la felicidad de los
ángeles buenos es que ellos se adhieren a lo que verdaderamente es; mientras que la causa
de la miseria de los ángeles malos es que ellos se alejaron del ser y se volvieron hacia sí
mismos, que no son el ser. Su pecado fue, pues, el de soberbia" (Ibid., XII, 6).
Consubstancial con la soberbia de la voluntad que nos aparta del ser y nos ata a lo que
tiene menos ser, es el pecado. El cual, por esto, no tiene causa eficiente, sino causa
deficiente, no es una realización (effectio), sino una defección (defectio). Es renuncia a
lo sumo para adaptarse a lo inferior. Querer hallar las causas de tal defección es como
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querer ver las tinieblas u oír el silencio, tales cosas sólo se pueden conocer ignorándolas,
mientras que, conociéndolas, se ignoran (Ibid., XII, 7).
2.2. La verdad
Sobre la realidad que cae del lado de acá de la conciencia, se puede dudar. «¿Duda
alguien de que vive, de que recuerda, de que conoce, quiere, piensa, sabe y juzga? Pues
si duda, vive; si duda, sabe que no sabe algo con plena seguridad; si duda, sabe que no
puede dar su asentimiento a la ligera. Podrá alguien dudar acaso sobre lo que quiere, pero
de esta misma duda no puede dudar» (De Trin). O, como se dice en De cív. Dei, XI, 26,
con giro aún más vigorosa: «Si yerro, sé que existo; si enim fallor, sum.» Con ello ha
descubierto Agustín una serie de verdades, las verdades de la conciencia; y con ello cree
haber superado de raíz el escepticismo, pues tenemos aquí asentado en firme lo que éste
ataca.
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2.2.2. Concepto de verdad
Con esto podemos ya decir cuál es según san Agustín la esencia de la verdad.
Generalmente se tiene la verdad por una cualidad del juicio y se pone su esencia en la
conformidad de nuestros enunciados con la efectiva realidad del objeto (verdad lógica).
Esta definición está calcada de Aristóteles, cuando (según la versión medieval de su
pensamiento) dice: «Verum definientes dicimus esse quod est, aut non esse quod no est.»
Agustín conoce también esta verdad lógica y de ella parte ante todo en sus reflexiones.
Pero luego queda relegada a segundo plano para dejar en toda su luminosidad lo que es
propiamente el fundamento de la verdad, a saber, las ideas y razones eternas en el espíritu
de Dios. La verdad coincide con ellas, y ellas, las rationes, ideae species aeternae, son las
que constituyen el auténtico ser y esencia de la verdad. Y puesto que estas ideas son de
Dios, puede decir que Dios es la verdad. Pero con ello la verdad se ha convertido en algo
ontológico. «La verdad es lo que es» (verum est id quod est); en esta expresión «lo que
es» no significa ya la conformidad del juicio con la cosa, sino los modelos o tipos en la
mente de Dios. En ellos ve Agustín, al igual que Platón, el ser verdadero, el «ser en
verdad».
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2.3. Dios
La existencia de Dios es cosa clara para san Agustín y para los demás padres,
simplemente ya por el hecho de que su concepto pertenece a los conceptos fundamentales
del espíritu, como los estoicos y también san Pablo, Rom 1, 20, admiten.
Prueba noológica. No obstante, aduce sus propias pruebas para la existencia de Dios,
una de las cuales es la prueba noológica la más característica. Lo esencial de ella está
contenido en De lib. arb. II, 3-13 y en De vera rel. 29-31. El razonamiento es el siguiente.
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así la otra y se goza, en el seno de la altísima verdad divina, con el gozo y posesión de las
demás verdades» (De lib. arb. II, 13, 36). Comprendemos al punto que Agustín tiene ante
los ojos el Convivio de Platón (210ss), y sabemos también el lugar histórico en que hay
que situar una adecuada interpretación de la prueba noológica de san Agustín. Dios es
mirado como lo perfecto sin lo cual es imposible pensar lo imperfecto; la verdad y la
bondad originaria de todas las verdades y de todos los valores, precisamente su
fundamento y soporte (υπόθεσις), como lo denominó Platón. No es Dios deducido por
vía de un raciocinio causal, como la primera causa que da ser y explicación a las verdades
fuera de él, sino que es aprehendido en las mismas verdades, lo mismo que en los bienes
particulares tenemos ya el bien en sí, aunque no se nos dé aún en su omnitudo realitatis,
pero si con toda seguridad como tal ser y no otro.
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logos. Éste es quien le da forma, y quien da al alma su vida. Y justamente aquí es donde
descubre él la participación de esta vida anímica y de sus actos en la eterna, necesaria e
inmutable verdad de Dios. Cuando consiguientemente dice a Dios en las Confesiones:
«Tú eras más íntimo a mí que mi misma intimidad» (III, 6); o «tarde te he amado, oh
belleza, antigua y nueva hermosura, tarde te he amado; y tú estabas dentro de mí cuando
yo estaba fuera y te buscaba fuera de mí» (x, 27); o cuando llama a Dios vida de nuestra
vida, «Deus autem tuus etiam tibi vitae vita est» (x, 6; 20); no son ciertamente expresiones
retóricas, sino resonancias platónicas, y como tales hay que entenderlas, como se colige
especialmente de su teoría de la memoria (x, 18; 20), y desde este ángulo hay que medir
su fuerza y peso. La misma alma es con su vida íntima un itinerario hacia el Dios viviente.
Tenemos ante nosotros una prolongación cristiana del camino dialéctico de Platón hacia
Dios.
2.4. Entendimiento
Para Agustín, el entendimiento solo puede obtenerse a través de Dios. Indicó que el
ser humano solo puede comprender la verdad de las cosas si obtiene ayuda de Dios, dado
que este corresponde al origen de todas las cosas y de las verdades que existen. Agustín
expuso que la obtención de esta verdad se hace a partir de la introspección, a través de lo
que denominó razón o alma, cuya esencia es Dios.
San Agustín en su obra Soliloquios, indica que: ´´Esta es la verdadera y perfecta virtud:
la razón que llega a su fin, premiada con la vida feliz. Y la visión es un acto intelectual
que se verifica en el alma como resultado de la unión del entendimiento y del, lo mismo
que para la visión ocular concurren el sentido y el objeto visible, y ninguno de ellos se
puede eliminar, so pena de anularla.
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a) Las sensaciones: constituye la forma más básica y primaria de acercarnos a la
verdad y a la realidad. Este elemento es compartido con los animales, razón por la cual
es considerado como uno de los mecanismos más primitivos para obtener conocimiento.
En el terreno de los hechos, para que se dé la sensación, debe mediar una modificación
del cuerpo humano producida por el estímulo externo; de otro modo, el fenómeno se
debería exclusivamente a la actividad anímica, a la vida propia del alma, y podría llamarse
conocimiento racional o efecto voluntario, pero no sensación. El objeto sensible debe
ponerse en contacto con el sentido, modificándolo, informándolo: el objeto sensible
imprime su propia forma en el sentido.
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2.5. Religión y Filosofía
Agustín indicó varias veces que la fe y la razón no eran incompatibles, sino que más
bien se complementaban entre sí. Para él, el verdadero opuesto de la fe no era la razón,
sino la duda. Una de sus máximas frases fue “entiende para que puedas creer, y cree para
que puedas entender”, haciendo énfasis en que primero debe comprenderse para luego
poder creer. Además, para Agustín el punto más elevado de la filosofía era el cristianismo.
Por esto, para este filósofo la sabiduría estaba asociada al cristianismo y la filosofía estaba
asociada con la religión. Así mismo, explicó que el autoconocimiento era otra de las
certezas de las que puede estar seguro el ser humano, y que debe estar basado en el amor.
Para Agustín, la felicidad plena estaba dada por el amor al conocimiento propio y a la
verdad.
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CONCLUSIÓN
Después de haber realizado este escueto informe, hemos rescatado las más importantes
conclusiones y son las siguientes:
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BIBLIOGRAFÍA
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